Papeles de investigación
Recepción: 19 Noviembre 2023
Aprobación: 25 Julio 2024
Para citar este artículo:: García Martín, F.D. (2024). El cuerpo liminar: Las visiones (2016), de Edmundo Paz Soldán, y la destrucción del individuo. El taco en la brea, (20) (junio–noviembre). Santa Fe, Argentina: UNL. e0155 DOI:10.14409/eltaco.10.20.e0155
Resumen: La ciencia ficción se ha convertido en la actualidad en un instrumento de gran importancia para intentar comprender nuestras sociedades. Es por ello que estos textos permiten acercarse a esta realidad cambiante y difusa desde el marco que les otorga el extrañamiento, como una manera de explicar el presente a partir de un futuro imaginado. El trabajo propuesto pretende abordar esta problemática, las interrelaciones que se enhebran entre memoria y ficción dentro de una visión poscolonial, a través del análisis de cómo es tratado el cuerpo y lo poshumano —según la definición de Rosi Braidotti— en la colección de cuentos Las visiones (2016), del escritor boliviano Edmundo Paz Soldán, concretamente en los relatos titulados «El próximo movimiento» y «El ángel de Nova Isa».
Palabras clave: Paz Soldán, ciencia ficción, literatura hispanoamericana, Bolivia, otredad.
Abstract: Science fiction becomes an instrument of great relevance in an attempt to understand our societies. This is why these texts allow us to approach this changing and diffuse reality from the framework of estrangement, as a way of explaining the present on the basis of an imagined future. The proposed work aims to address this problem, the interrelationships between memory and fiction within a postcolonial vision, through the analysis of how the body and the post‒human —according to Rosi Braidotti's definition— are treated in the collection of short stories Las visiones (2016), by the Bolivian writer Edmundo Paz Soldán, specifically in the stories entitled «El próximo movimiento» and «El ángel de Nova Isa».
Keywords: Paz Soldán, science fiction, Latin American Literature, Bolivia, otherness.
La ciencia ficción como vehículo de crítica social
Como venimos sosteniendo, para nosotros la CF nace con el Frankenstein de Mary Shelley en 1818 como un género producto de la revolución científica, la modernidad, el racionalismo institucionalizado por el Siglo de las Luces, la revolución industrial, los procesos de independencia de las colonias y la secularización de la sociedad, el Romanticismo, el mesmerismo, el positivismo el psicoanálisis, el darwinismo, el maltusianismo, la eugenesia y la institucionalización de las ciencias naturales (en el ámbito académico y en los museos), así como el incipiente desarrollo de la tecnología informática (...). Ciencia y tecnología se consideraban sinónimos de progreso, y el capitalismo se analizaba. (López‒Pellisa, 2020:448‒449)
Según expone el análisis que la profesora López‒Pelliza lleva a cabo sobre la ciencia ficción latinoamericana, el contexto sociopolítico de las diferentes naciones del continente, así como la constante presencia de los Estados Unidos y su capacidad impositiva sobre la política y la economía de los países de la región son dos de los ejes conductores que permiten entender la génesis y el desarrollo del género en estos territorios. La ciencia ficción se convierte así en un instrumento de gran importancia para intentar comprender unas sociedades liminares y sometidas a la pujante extensión de un neocapitalismo depredador que amenaza con devorar todo en su avance. Es por ello que estos textos permiten acercarse a esta realidad cambiante y difusa desde el marco que les otorga el extrañamiento, como una manera de explicar el presente a partir de un futuro imaginado.
El trabajo propuesto pretende abordar esta problemática, las interrelaciones que se enhebran entre memoria y ficción, a través del análisis de cómo es tratado el cuerpo y lo poshumano —según la definición de Rosi Braidotti— en la colección de cuentos Las visiones (2016), del escritor boliviano Edmundo Paz Soldán, de manera concreta en los relatos titulados «El próximo movimiento» y «El ángel de Nova Isa». Para ello, partiremos del marco que nos ofrece el género de la ciencia ficción como un espacio diegético que, surgido del interés por la ciencia y el avance tecnológico que se vivió durante el siglo XX, se fue convirtiendo en un tipo de literatura que busca analizar aquello que podría haber sido posible dentro de nuestro mundo pero que no lo ha sido —o todavía no ha llegado a serlo—, a través del elemento insólito conocido como nóvum, que entendemos como «un fenómeno o una relación totalizadora que se desvía de la norma de realidad del autor o del lector implícito» (Suvin, 1984:95). Este elemento, que podemos interpretar como algo que no resulta «científicamente posible» en el instante en el que se lleva a cabo la escritura, pero sí puede ser considerado «asumible» por la ciencia del momento (Díez y Moreno, 2014:15). Como expone Carl Freedman, a pesar de que considera que «all fiction is, in a sense, science fiction», Suvin construye una manera útil de acercarse a un género polifacético como el de la ciencia ficción a través de la relación necesaria que establece entre la cognición y el extrañamiento (2000:16). Todo ello convierte a este tipo de literatura, tal y como hemos analizado en trabajos previos, en un espacio de gran valor para la crítica de nuestras sociedades contemporáneas (García Martín, 2021; 2022a; 2022b).
A través de la presentación de unos cuerpos entreverados con un ambiente tan tóxico y nocivo como es el irisino, Las visiones no pretenden llevar a cabo ante el lector un ejercicio de imaginación que muestre una sociedad fallida, donde el individuo no pueda ser capaz más que de sobrevivir. Paz Soldán procura, a lo largo de esta diégesis, explorar las problemáticas de nuestras propias sociedades a partir del marco que le ofrece la ciencia ficción. El género se convierte así en una poderosa herramienta para criticar unas comunidades del presente en las cuales el neocapitalismo en auge convierte a los individuos en meros recursos para el crecimiento económico. Mediante la representación de unos personajes que, ya sean nativos de Iris, ya parte de las tropas de ocupación que ahora compartirán el destino de los irisinos hasta su muerte, no son más que marginados dentro de un sistema productivo que utiliza SaintRei para explotar los valiosos minerales de la isla, Paz Soldán explora el margen de los márgenes, al narrar la vida y los avatares de unos cuerpos liminares y desclasados que deben sobrevivir en un territorio periférico y secundario sin disfrutar, siquiera, de las mínimas prerrogativas con las que cuenta la élite que gobierna Iris.
Los dos cuentos que hemos analizado en este trabajo, «El próximo movimiento» y «El ángel de Nova Isa», dan cuenta de dos maneras que tiene el voraz neocapitalismo irisino para destruir al individuo, y convertir su cuerpo en una mera herramienta en manos de la corporación. La ciencia ficción, como el propio Paz Soldán expuso en una entrevista: «me permitía dar campo libre a la imaginación, pero que a la vez podía estar muy anclado en los problemas de tu tiempo, por decirlo de una manera un poco de titular de periódico» (Baradit y Paz Soldán, 2016:51). Ambos relatos llevan a sus diferentes personajes a un espacio liminar que no solo desdibuja la realidad que les rodea y convierte a la ficción en un instrumento alternativo para explicar el mundo, sino que convierte al escapismo y a la imaginación en la única salida aparente a este dilema. La ciencia ficción muestra así toda su acidez para manifestar los problemas de nuestra sociedad y la destrucción del cuerpo que en ella se lleva a cabo, mientras la diégesis irisina ofrece como falsa solución una evasión que no contribuye más que a esta desaparición del individuo: «Con la combinación justa ella podía ofrecerte un brebaje pa vivir nun mundo feliz durante ocho horas o producirte terrores que impedían el habla y hacían que te refugiaras bajo una mesa hasta que pasar el remezón» (Paz Soldán, 2016:40).
El cuerpo re‒imaginado: la distopía irisina como perversión del capitalismo
Une chose en tout cas est certaine: c’est que l’homme n’est pas le plus vieux problème ni le plus constant qui se soit posé au savoir humain. En prenant une chronologie relativement courette et un découpage géographique restreint —la culture européenne depuis le XVI ͤ siècle— on peut être sûr que l’homme y est une invention récente. Ce n’est pas autour de lui et de ses secrets que, longtemps, obscurément, le savoir a rôdé (...). L’homme est une invention dont l’archéologie de notre pensée montre aisément la date récente. (Foucault, 2004:289)
En su construcción de Iris, Paz Soldán procura elaborar una diégesis que lleve al límite nuestra propia sociedad. El ser humano se muestra en esta ficción desde una corporalidad que no busca más que reinventar el mismo concepto de humanidad para redefinirlo de acuerdo con los peligros de nuestro mundo actual. El hombre, como constructo artificial que puede ser re-imaginado en cualquier momento, puede ser visto como la víctima de estos procesos de cambio conceptual que vivimos. El sistema neocapitalista que explora Paz Soldán en esta obra depreda en la volición humana hasta el punto de intentar eliminar casi todo vestigio de humanidad en el individuo. De esta manera, la concepción positiva que esgrime Braidotti sobre lo poshumano —asociado a la crítica de la figura del Hombre y del humanismo dentro del proyecto civilizador occidental— se nos presenta aquí de manera cambiada y deforme, puesto que la unión con la máquina, así como la conversión progresiva de los seres humanos en cyborgs, se presenta en la narrativa de nuestro autor boliviano como un rasgo más de esta pérdida irremediable de humanidad a la que aboca el nuevo capitalismo. Es por ello que la tecnología, tanto incorporada a la materialidad del cuerpo como concebida como una extensión del mismo, pasa a formar parte de unos humanos que viven en ella como parte de su día a día. En esta atmósfera pesimista que construye Paz Soldán, este desarrollo estará acompañado de una necesaria pérdida del individuo, que sacrificará una parte demasiado importante de su humanidad para volverse más efectivo en la muerte, tal y como podemos ver en una de las encargadas del uso de drones para abatir objetivos en Iris:
Sethakul asintió, no muy segura de qué podía definirse como fuera de lo normal, pero ya estaba acostumbrada a esas situaciones, a que el supervisor no supervisara nada y a que ella tuviera que cargar en su conciencia el peso de los botones apretados. Porque de eso se trataba. De apretar botones. De ser la Señora de los Drons. (...) un dron llamado Reaper había comenzado a moverse dirigido pro Sekhatul y lo encañonaba. (2016:152)
La deshumanización de personajes como Sethakul a través de esta modificación del cuerpo es ―como más adelante tendremos ocasión de explorar en mayor profundidad― responde a la necesidad de un sistema que concibe al individuo como un objeto de usar y tirar. SaintRei jugará en todo momento con un doble lenguaje, que va progresivamente recubriendo la realidad de una visión paralela del mundo para servir a los intereses económicos de la compañía. Así, ni siquiera los shanz, el ejército privado corporativo, tendrán mayor utilidad que mientras puedan servir en sus funciones de manera adecuada:
Saldría muerto de ese tejado o en el mejor de los casos, si se entregaba, lo encerrarían en un monasterio en las afueras de Kondra. Era un san perdido para la causa y no podría rehabilitárselo. Había que aislar al elemento contaminante. En los monasterios se encontraban los defectuosos y los shanz que se habían excedido en el consumo de swits y escuchaban voces, y también los que no habían podido con la presión y se habían vuelto saicos. (147)
A través de la presentación de un mundo en el cual han colapsado todas las estructuras en las que creemos, la ciencia ficción se convierte en un arma de gran capacidad para criticar nuestro presente, sin renunciar a un espacio de extrañamiento que haga más efectiva esta crítica. El subgénero distópico se convierte así en una herramienta de gran utilidad para adentrarse en las causas del deterioro de una sociedad contemporánea como la latinoamericana (Noguerol, 2012:55‒57). La misma discusión sobre la verdad que vertebra Las visiones es fruto de este intento de mostrar cómo la desaparición del horizonte de expectativas que una población tiene sobre su gobierno contribuye, en sí mismo, a convertir un ideal como es el de la democracia en una mera fachada para esconder la demagogia y la corrupción. Como explicaba Habermas:
el Estado constitucional democrático, que descansa sobre una forma deliberativa de la política, representa una forma de gobierno epistémicamente exigente y ambiciosa y, en cierto modo, sensible a la verdad. Una «democracia de la post‒verdad» [post‒truth‒democracy], tal como la vio en ciernes el peródico The New York Times durante la última campaña electoral a la presidencia de Estados Unidos, ya no sería una democracia. Además de esta primera consecuencia, el requisito de mentalidades complejas llama la atención sobre una improbable condición sobre la que el Estado liberal difícilmente puede ejercer influencia con sus propios medios administrativos y jurídicos. (2006:152)
La democracia, así como cualquier legitimidad que pudieran tener tanto Munro —la potencia colonial— como SaintRei —la empresa a la cual se ha cedido la soberanía sobre el territorio irisino, para que lo administre en nombre de Munro— se desvanece ante la tergiversación de una escurridiza idea de verdad que no solo contribuye a la objetualización general del individuo, sino que convierte la realidad en un espacio propio de la opinión, en el que la subjetividad y la multivocidad se imponen como necesidades teleológicas ante la imposibilidad de encontrar o configurar la verdad sobre lo sucedido. Ello conforma, de manera progresiva, un ambiente en el cual el individuo no solo no tiene cabida fuera del uso que de él pueda ser obtenido, sino que tampoco puede escapar de la mentira en la que se encuentra inmerso. La realidad se difumina ante él, en un correlato inverso al de la duda cartesiana que le lleva a dudar, incluso, de los postulados básicos de la existencia. La verdad sobre el mundo pierde su materialidad, hasta desaparecer en el flujo de la subjetividad personal (Asay, 2014:157‒159); al mismo tiempo que se convierte en un imposible que no puede llegar a realizarse (Meredith, 2004). Es por ello que incluso el lenguaje se muestra incapaz de reflejar tantos matices de irrealidad, y se aparece ante los protagonistas del cuentario de Paz Soldán como parcial y confuso:
Él mismo se montó en un jipu y enrumbó hacia la plaza. Podía dirigir las operaciones desde la seguridad del Perímetro pero le gustaba aprovechar cualquier oportunidad que tuviera para dar ejemplo a los shanz bajo su mando. Enseñarles que la fuerza teledirigida no era nada sin un compromiso, una disposición al riesgo de parte de ellos. Los drons, los robots chita, los wùrens no eran fines en sí mismos sino medios para un fin. Ayudaban a que los shanz se encontraran con lo real de la mejor manera posible. Decía lo real con énfasis, como si solo fuera eso el peligro, el posible encuentro con la muerte. Todo lo demás es lo no real den, le dijo un shan una vez y él estuvo a punto de golpearlo pero se contuvo y dijo no, más es menos real que lo real. O más real que lo menos real, dijo el shan, y Singh lo envió a que lo enterraran hasta el cuello bajo el sol, un día de escarmiento. Luego se quedó pensando que debía aprender de los irisinos, que desarrollaban palabras nuevas a cada rato, que con el lenguaje podían nombrar diversos tipos de oscuridad y luz. Debía desarrollar nuevos conceptos para lo real. (2016:140)
En una sociedad en la cual la desigualdad se ha convertido en norma, también este concepto interactúa con los de verdad y realidad para contribuir a la degradación y deshumanización del individuo. El espacio liminar desde el que observamos la diégesis es concebido desde la indeterminación y la falta de perspectiva hacia su materialidad (Gaidoin y Ramel, 2013:5). El carácter fronterizo que permea toda la narración, al moverse siempre en el espacio existente entre diferentes extensiones conceptuales, contribuye también a desdibujar una ideación de la igualdad que no solo no tiene al individuo como centro de su pensamiento, sino que es vista desde un punto de vista opuesto. La sociedad irisina representa así una desigualdad constituida desde la base contraria a la que debería existir en una comunidad sana e igualitaria. Como explica Cobo:
La igualdad no presupone la uniformidad social ni se basa en el presupuesto de la identidad entre todos los individuos ni tampoco en la idea de que todas las personas deben ser tratadas exactamente igual. La igualdad no es la enemiga de la diversidad ni de las diferencias sino de los privilegios de determinados grupos sociales. La igualdad es un principio ético y político que rechaza la discriminación, la explotación, la subordinación y en general todas las opresiones. Es un principio tan radicalmente ético que igual puede ser utilizado para impugnar la exclusión de las y los inmigrantes en el «Primer Mundo» como para denunciar la explotación económica de las mujeres en las sociedades patriarcales. (Cobo, 2009:27)
El neocapitalismo voraz que se muestra en Iris es la principal razón de carácter global que sirve para explicar este proceso de degeneración que sufren los individuos. La ley del más fuerte —en cuya cúspide se encuentra la corporación privada— se convierte en la norma a seguir para reestructurar toda la sociedad (Pena‒Ruiz, 2008:216); una norma que, por su parte, tiene una gran capacidad para crear ella misma la realidad que pretende designar (Butler, 2005:29). La diégesis irisina, construida en torno a la explotación minera que lleva a cabo la empresa SaintRei con plenos poderes para controlar a la población en todos los niveles —administrativo, político y judicial— representa el fin del Estado‒nación y su sustitución por la empresa privada, la cual se encargaría, de esta manera, de suministrar a la población incluso aquello que, de manera tradicional, se considera que debe escapar del sector privado. En un presente como el nuestro, en el que ―según el análisis de Marcuse― los cambios en los sistemas de producción han llevado a la alienación de la clase trabajadora y a su dominación a través de la administración (López Sáenz, 2016:632‒633), el Estado deja de proteger al individuo y se produce la: «concentration of the national economy on the needs of the big corporations, with the government as a stimulating, supporting, and sometimes even controlling force» (Marcuse, 2002:21), con lo cual estas estructuras privadas pasan a ser las directoras de la vida de la población; tal y como lo muestra el filósofo alemán en una obra que procura mostrar ante el público cómo el individuo ha perdido en nuestras sociedades un espacio privado que: «is being whitded away by a society which shapes aspirations, hopes, fears, and values, and even manipulates vital needs» (Kellner, 2002:xxvii). Los personajes de Paz Soldán se sienten perdidos en un mundo en el que la inseguridad es la norma, y en el cual el sistema parece enfocarse únicamente a un alivio rápido y pasajero del dolor, sin intentar solucionar los verdaderos problemas del individuo:
Un día apuñalaron a Lesko nel mercado y lo dejaron desangrándose a las puertas duna posta sanitaria. Los médicos lo salvaron apenas. Despertó y le dieron morfina. La primera oleada lo tranquilizó. Den volvió el dolor nel pecho, pidió más morfina y no se la dieron. Debía esperar hasta la madrugada. Quiso insultarlos mas solo le salían sonidos guturales. (...) La sombra movía el conducto por el que la morfina ingresaba a su bodi. Parecía estar recargando el tanque de morfina. La sombra adquirió contornos: una enfermera. Quién más podría haber sido. (2016:38‒39)
La distopía irisina muestra así un Estado ausente —Munro— que no solo no ofrece a sus ciudadanos la protección necesaria, sino que se convierte en responsable de las sistemáticas violaciones de derechos que llevan a cabo en la isla (Grotenhuis, 2016:41). Paz Soldán presenta en su obra la problemática de la migración y la interrelación entre culturas a imagen de un mundo que, como el nuestro, debe afrontar esta realidad como parte integrante del proceso de globalización en el que se encuentra inmerso (Held et al., 1999:485). La brecha de desigualdad construida a partir del progresivo crecimiento de las corporaciones privadas dentro del capitalismo es escondida a través de una narrativa del éxito (De Jongh y Prinsloo, 2005:117) que el neocapitalismo no hace más que fortalecer, al mismo tiempo que impide el crecimiento de las comunidades donde se desarrolla (Booth Fowler, 2021:156‒157).
Paz Soldán procura, a través de la estructura de opresión y las constantes violaciones de los derechos humanos que lleva a cabo SaintRei, mostrar ante el lector los peligros que tiene en nuestro propio presente la incursión cada vez mayor de la empresa privada en sectores tradicionalmente reservados al Estado, como es el de la defensa. La ficción se convierte así en arma de denuncia de los problemas que vive un mundo como el nuestro, en el que la lógica del mercado intenta ser llevada a todos los aspectos de la realidad:
The logic of market could be extended to challenge the notion that armies should be run by the government. Why not subcontract military functions to private enterprise? In fact, the privatization of war, like the privatization of prisons, is a growing trend, Private corporations that hire mercenary forces play an increasing role in conflicts around the world. Sandline International is a London-based company registered in the Bahamas. It was hired by Papua New Guinea last year to put down a secessionist rebellion. Papua New Guinea’s prime minister hired Sandline for $32 million to crush rebels his own army was unable to defeat. (Sandel, 2012:113)
El mercado se convierte así en brújula indispensable dentro de todos los aspectos de la vida de un individuo que ha dejado de disponer de su propia unicidad para convertirse en un valor más dentro del flujo económico; mientras se convierte en miembro indiferenciado de un exogrupo marcado por la deshumanización (Livingstone, 2016; Maoz y McCauley, 2008). La libertad, la determinación personal y los derechos pasan a ser poco más que principios vacíos dentro de un espacio rayano con unas lógicas económicas que no dejan lugar más que a la objetualización de la materialidad. Los shanz que construye Paz Soldán, al igual que los habitantes nativos de Iris, son conscientes de vivir en una inmensa cárcel a cielo abierto, y de estar sometidos a los intereses tiránicos de SaintRei. Solo la muerte puede convertirse en una salida posible del infierno en el que se ha convertido su vida: «Podía esperar que le llegara la muerte lentamente o rebelarse a ese destino y acelerar el proceso» (Paz Soldán, 2016:143). Los valores democráticos de nuestras sociedades occidentales ―cada vez más amenazados (Brun y Roitman, 2020)― sirven como contrapunto a la falta de los más mínimos derechos que existe en Iris. El valor cultural que podría situar a cada corporalidad completa dentro de su propio entramado de conexiones no tiene espacio dentro de un neocapitalismo que busca llevar al extremo la obtención del beneficio económico —aunque sea a cambio del sacrificio de cada una de las entidades individuales de los habitantes de Iris (Paz Soldán, 2014):
Consideremos ahora el extremo opuesto de una sociedad completamente mercantilizada, en donde la estructura económica dicte el valor cultural. En esa sociedad, la instancia superior determinante es el mercado. Los mercados no sólo organizan el proceso de trabajo y la distribución de los bienes, sino también el matrimonio y las relaciones sexuales; las relaciones políticas de autoridad, reciprocidad y obligación, y las jerarquías simbólicas de estatus y prestigio. Por descontado, esa sociedad no ha existido nunca y quizá nunca pueda existir. No obstante, con fines heurísticos, podemos imaginar un mundo en el que un único orden social de relaciones no sólo garantice la integración económica, sino también la integración cultural de la sociedad. También aquí, como en el caso anterior, la estructura de clases y el orden de estatus se fusionan. Sin embargo, las determinaciones van en dirección opuesta. Dado que el mercado constituye el único y omnipresente mecanismo de valoración, la posición en él dicta el estatus social. A falta de unos patrones culturales de valor cuasi autónomos, la injusticia distributiva se traduce de inmediato en la subordinación de estatus. La mala distribución implica directamente el reconocimiento erróneo. (Fraser 2006:52)
Por otro lado, dentro de esta dinámica neocapitalista, la diégesis que estudiamos también intenta desplegar sobre el individuo las consecuencias de este proceso de privatización del interés público. Este espacio fracturado que Paz Soldán construye en su diégesis fomenta así la hostilidad y enfrentamiento entre los diferentes endogrupos que lo componen; de tal manera que ni siquiera las circunstancias asimilables que viven todos ellos dentro de una misma opresión reduce esta belicosidad, sino que, incluso, contribuye a aumentarla (Jiménez y Topa, 2016:171). Dentro de un capitalismo que ha objetualizado a las personas hasta el máximo, al convertirlas en poco más que meros instrumentos de su desarrollo, el fanatismo religioso surgirá como una de las falsas salidas que los personajes de Paz Soldán, en su intento de escapar a este sistema, elijan como forma de vida. Esto solo servirá para mantenerles dentro de una otredad autoimpuesta que está provocada, de manera paradójica, por la influencia externa (Ródenas, 2008:155). Frente a la dinámica de enfrentamiento y oposición entre entidades culturales como Oriente Occidente (Said, 2010:431) —o, por extensión, entre dos exogrupos enemistados—: «c'est l'amour de connaitre, l'esprit scientifique pur, fruit de tant de relations culturelles, unique héritage légitime des périodes accumulées, qui peut délivrer le monde entier de sa crise morale» (Ünkel, 1951:18); pues, en relación —y respuesta— con los intereses privados que se mueven en las guerras actuales, la imposición de unas determinadas creencias sobre un poder externo que se concibe como omnipresente no solo es producto de este mismo proceso neocapitalista, sino que contribuye a la otredad de unos individuos que sufren más daño a partir de este extremismo:
Otros elementos podrían evocarse en el diagnóstico de la crisis actual y en las causas de la reactivación del fanatismo religioso. Muy grave es el desorden mundial ligado a la falta de justicia en las relaciones internacionales dominadas por una superpotencia. Ésta impone sus normas, protege a sus aliados y concibe el derecho internacional únicamente a partir de sus intereses. Hay pueblos que padecen directamente esta situación, caso del pueblo palestino, que espera en vano la aplicación de las resoluciones de la ONU de 1967. Y más recientemente el propio pueblo norteamericano, víctima de atentados tremendos preparados por terroristas que hasta hace poco armaba, financiaba y ayudaba con su saber militar el mismo gobierno de los Estados Unidos con el fin de combatir a los soviéticos en Afganistán. (Pena‒Ruiz, 2008:215)
Las visiones como espacio liminar: el cuerpo en .El próximo movimiento. y en .El ángel de Nova Isa»
El espacio diegético que construye Paz Soldán en Las visiones está pensado para sumergir al lector en un ambiente de desesperación y finitud teleológica sobre el individuo. Los cuerpos que muestran los diferentes relatos del cuentario son utilizados por el sistema como meros objetos, desprovistos de una necesaria volición que no tiene cabida dentro de este lugar liminar que es Iris. Así, las únicas salidas serán los vanos intentos de evadirse de la opresión del entorno o, una vez que el individuo ha alcanzado el límite de lo soportable, acabar con su misma existencia:
En el mercado, mientras se abría paso por entre las bolsas de especias, fue consciente de que se le habían agotado todas las posibilidades. Se le cruzó envenenarse con lodo mineral o cortarse la pierna con un chuchillo, como hacían algunos shanz con la secreta esperanza de que los evacuaran. Pero tampoco tenía la certeza de que esos shanz fueran en verdad evacuados. (143)
El suicidio será así no un acto condenado por la sociedad, o la decisión de un cobarde que ha sido incapaz de resistir los avatares de su existencia. Lejos de ser pensados como individuos escarmentados, aquellos que, dentro de la diégesis irisina, contemplan poner fin a su vida como la única manera de escapar a la degradación y el uso al que son sometidos en cada aspecto de su realidad. El suicidio se convierte, de esta manera, en un acompañante de la supervivencia, el único espacio de plena libertad y decisión que todavía existe en Iris. Esta distopía muestra la degeneración del cuerpo hasta tal punto que la materialidad del mismo se impone sobre todo lo demás, y deja reducida a la volición y a la psyche de cada individuo entre la disyuntiva de unos vanos intentos de evasión que no llevarán más que a la progresiva aniquilación de la corporeidad, o a un final más directo que evite un lento y tortuoso camino de sufrimiento. El término de la existencia plena del individuo, en definitiva, se convierte en impositivo dentro del espacio irisino. La decisión estará en la mayor o menor prolongación de esta tortuosa subsistencia.
Dentro de este contexto, los propios límites del cuerpo humano serán puestos en cuestión en una narración que procurará, incluso, borrar las fronteras entre el cyborg y el cuerpo orgánico; hasta tal punto que la mayor parte de los personajes de Iris ―la novela en la que se construye la mayor parte de este mundo diegético― podrían llegar a ser vistos, en algún porcentaje, como cyborgs (Montoya, 2017:209‒215). La misma idea de humanidad se tambalea, de esta manera, en el momento en el que la máquina será concebida como una mera herramienta; desprovista, por lo tanto, de los escasos reconocimientos y derechos parciales que se les reconocen a los seres humanos. La innovación y el desarrollo tecnológicos mostrarán, de esta manera, su aspecto más negativo en una diégesis que busca que sus individuos‒objeto sacrifiquen la escasa humanidad que les queda en favor de la efectividad en su uso y función. El sistema distópico construido por Paz Soldán les atrapará hasta el punto de convertirles en meros útiles a su conveniencia, incluso a las propias tropas fieles a la corporación SaintRei, lo que es una muestra de los esfuerzos de este subgénero de la ciencia ficción por manifestar todo su recelo hacia unos avances tecnológicos que —al igual que sucede en obras como la trilogía cinematográfica de The Matrix (1999‒2003) o la saga de videojuegos Mass Effect (2007‒2012)— procuran llevar la pregunta sobre los límites de lo humano hacia el final. Como expone la filósofa Rosi Braidotti:
The human organism is an in‒between that is plugged into and connected to a variety of possible sources and forces. As such it is useful to define it as a machine, which does not mean an appliance or anything with a specifically utilitarian aim, but rather something that is simultaneously more abstract and more materially embedded. The minimalist definition of a body‒machine is an embodied affective and intelligent entity that captures processes and transforms energies and forces. Being environmentally bound and territorially based, an embodied entity feeds upon, incorporates and transforms its (natural, social, human or technological) environment constantly. Being embodied in this high-tech ecological manner entails full immersion in fields of constant flows and transformations. (2013:139‒140)
La importancia que plantea esta concepción del ser humano como cuerpo tecnológico —en mayor conexión con las fuerzas del ambiente de la que tendría de recurrir únicamente a sus capacidades orgánicas— es tergiversada en la distopía irisina al conceptuar sus aspectos más negativos derivados de la mayor objetualización a la que es sometido el cuerpo debido a este proceso. De esta manera, el individuo pierde todo rastro de humanidad en «El próximo movimiento», donde tanto la población nativa como las tropas de ocupación se nos muestran como herramientas de un poder superior, desprovistas de todo rastro de humanidad. «El próximo movimiento» nos presenta la versión de las tropas invasoras. La vida de los soldados atrapados en un infierno de drogas y vanos pasatiempos que no les permite escapar de la degradación psicológica a la que son sometidos. Condenados de por vida a servir en la isla, sin ninguna posibilidad de regresar a su hogar, la guerra y los horrores a los que se enfrentan —tanto por la brutalidad de sus superiores como por los constantes ataques terroristas de la insurgencia irisina— les arrebatan también a ellos su propia humanidad. Ya desde el inicio, la narración expone con claridad este ambiente de cárcel en el que se ha convertido la vida de colonizadores y colonizados en Iris: «Nadie se iba voluntariamente, era la ley» (Paz soldán, 2016:139). El individuo desaparece dentro de un ambiente liminar del que no hay salida posible, y eso le lleva a enfrentarse a sí mismo, y a una realidad que no le ofrece ninguna salida: «lo asaltaron dos ideas: debía dejarlo todo, y no saldría de Iris más que muerto» (142).
Al igual que la literatura sobre guerras futuras que analiza Letourneux, el texto que estudiamos muestra gran interés por «la mise en scène ďaffrontements collectifs, avec un goût pour le massacre et les imaginaires de destruction, à l'instar des bombes bactériologiques produisant d'épouvantables épidémies» (2015:226); un espacio de sangre y destrucción masiva en la que los irisinos y colonizadores construidos por Paz Soldán deben sobrevivir. Este relato muestra la decisión desesperada de uno de estos shanz, Jerom, quien decide convertirse en «saico», subirse a una azotea, y disparar a todo el que ve. Provocará heridas a varios shanz y acabará con la vida de un niño irisino en el proceso. Su desesperación, al final, le convertirá en asesino: «No podría irse de Iris, pero al menos otros lo acompañarían en su infierno. Llegala muerte desde el cielo, susurró» (140).
El relato se divide en dos partes. En la primera de ellas, Paz Soldán reconstruye los motivos que llevan a Jerom a un estado tal de desesperación que le convierte en asesino, como la única salida a una situación que ve imposible de resolver. En ningún momento nos muestra la narración alguno de los impulsos propios del serial killer, pues lo que procura el relato es presentarnos cómo ha sido el ambiente de la isla, el hecho de que el individuo se sienta como una mera herramienta a desgastar, lo que lleva a Jerom a tomar esta decisión y transformarse en aquello que no es: un mass murderer (Garrido, 2012:179‒180). Todo ello dentro de un contexto en el que estos fenómenos son producto de la alienación del trabajo que se experimenta dentro de un capitalismo cada vez más erosivo con el individuo:
La precariedad es la condición general de los semiotrabajadores. La característica fundamental de la precariedad en la esfera social no es la pérdida de regularidad en las relaciones laborales, ya que el trabajo siempre ha sido más o menos precario pese a la regulación de la ley. La transformación fundamental que ha realizado la digitalización del proceso laboral consiste en la fragmentación de la continuidad del trabajo personal, la fractalización y la celularización. El trabajador desaparece en cuanto persona y es reemplazado por fragmentos abstractos de tiempo. El ciberespacio de la producción global puede verse como una vasta extensión de tiempo humano despersonalizado. (Berardi, 2016:124)
SaintRei le ha arrebatado la humanidad, le ha arrebatado el control de su vida. Y él lleva a cabo un vano intento por recuperar dicho control. Por todo ello, la desaparición de Jerom en medio de la destrucción que él mismo provoca será la única —y paradójica— escapatoria que encuentre este personaje:
Subió los escalones a saltos sin ganas de sentir empatía por nadie. Prenderles fuego a todos, eso quería. Prenderles fuego a balazos. Esa había sido su visión las últimas noches. Sueños tan intensos que no se atrevía a llamarlos sueños. Visiones, más bien, que lo habían despertado en el pabellón donde dormía. Visiones como las de otros shanz, que decían ver a Malacosa caminando hacia ellos, dispuesto a llevárselos al otro mundo con su abrazo. (144)
Dentro de este universo, la verdad y el mundo se difuminan ante los ojos de los protagonistas, quienes, de manera progresiva, dejan de distinguir aquello que es real de lo que no lo es, de manera que pierden sus convicciones, y sus visiones anteriores. La ficción se entremezcla con la realidad en un relato en el que, como sucedía en los otros dos ejemplos que hemos analizado, intenta luchar, en vano, contra esta sensación quimérica que recorre el espacio: «Los drons, los robots chita, los wúrens no eran fines en sí mismos sino medios para un fin. Ayudaban a que los shanz se encontraran con lo real de la mejor manera posible. Decía lo real con énfasis, como si solo fuera eso el peligro, el posible encuentro con la muerte» (145). Y este proceso no se construye solo en torno al personaje de Jerom y su particular suicidio deshumanizador, sino también, en la segunda parte del relato, en torno al personaje de Sekhatul y su pérdida de la concepción moral al tener que ocuparse del caso de su compañero. Porque esta oficial shan, responsable de operar los drones que terminarán con la vida de Jerom, intenta justificar en vano la orden que recibe para ejecutar a su compañero, mientras su individualidad es destruida en la diatriba entre el cumplimiento de su trabajo y la macabra realidad que no quiere reconocer. Finalmente, tomará la decisión de ejecutar a Jerom, aunque ello suponga, por su parte, perder el control de su propia corporalidad y convertirse en una herramienta en manos de SaintRei, de quien sabe las mentiras y manipulaciones que lleva a cabo:
Los líderes irisinos habían logrado que oficialmente no se usaran más los drons contra ellos, mostraban que la ocupación carecía de ética, además que hacían recuerdo a los incidentes de la lluvia amarilla, la muerte que muchas décadas atrás había llegado a Iris desde el cielo, desde aviones a cargo de pruebas nucleares. Oficialmente sí, pero igual los drons seguían haciendo su trabajo. Más contra irisinos, pero también con shanz saicos. Sekhatul no podía hacer nada. (154)
Este intento de escapar de una realidad que no es tal y que parece desvanecerse ante los ojos de los personajes se reproduce también en el caso de «El ángel de Nova Isa», relato a lo largo del cual el intento de una serie de irisinos por escapar de la opresión impuesta por SaintRei sobre la isla termina también con su destrucción. La historia nos presenta a unos desclasados que han decidido mantenerse al margen del sistema político: «En Iris solo hay espacio pa ser de SaintRei o estar contra SaintRei, y nos hemos preferido vivir afuera, mas eso no significa que no tengamos negocios con ellos» (35). En línea con la historia de Sekhatul y Jerom, estos personajes que se reúnen bajo la dirección de un cabecilla llamado Lesko e intentan sobrevivir entre las ruinas de una zona degradada de la ciudad de Nueva Isa muestran ante el lector cómo esta deshumanización del cuerpo‒herramienta que construye la diégesis irisina se extiende hacia todos los habitantes de Iris, sin excepción posible. En su caso, ni siquiera su rechazo a SaintRei y su intento de escapar de la realidad que la corporación ha impuesto sobre la isla les sirven para lograr esta ansiada salida a su imposible existencia, pues la solución que encuentran —la ingesta desproporcionada de drogas— no será más que un falso remedio a su situación:
Queríamos escaparnos a otros mundos y lo hemos logrado. Rechazábamos esta realidad y nos ha llegado el premio. Mas no hemos terminado de irnos porque vivimos nesos otros lugares y ki tu. Efectos colaterales de los remedios que preparamos siguiendo las instrucciones del ángel o al menos las que recuerda Lesko. Somos un efecto colateral della. De Lesko. De Iris. (43)
Mientras viven entre el miedo a SainRei y el miedo a Lesko —quien no solo es la fuente de su adicción, sino que les obliga a robar para poder seguir viviendo en su particular refugio—, el escapismo que llevan a cabo a través de la ficción se muestra ante el lector como un mero subterfugio, una falsa ilusión que no les llevará más que a la pérdida de su humanidad y a la destrucción de su cuerpo, el cual queda atrapado en una espiral de drogas y pasajeros anhelos de tranquilidad que no tardan en desvanecerse.
Conclusiones
Los personajes que dispone Paz Soldán ante los ojos del lector son, como se ha podido ver en el análisis realizado, producto de una sociedad que no solo no les concibe como tales, sino que prima el beneficio económico por encima de los intereses humanos más básicos. En este mundo, SaintRei se convierte en el tirano ideal, como indica su nombre, al configurarse como una mezcla de poder político casi omnipotente con un control de la realidad de Iris que sirve a la extracción del beneficio económico como una especie de deidad que se sitúa por delante de los personajes de estas páginas.
Tanto en «El ángel de Nova Isa» como en «El próximo movimiento», se puede observar cómo la enorme fractura social y de derechos que separa a los shanz ―provenientes de la metrópolis― de los nativos irisinos no tiene ningún significado para SaintRei, que utiliza precisamente estas diferencias para mantener su control sobre la sociedad. La evasión de estos personajes, tanto de Jerom y Lesko como de todos aquellos que intentan interponerse en su camino, construye un espacio en el que aquel que quiere escapar del sistema es reprimido por sus propios pares, de tal manera que se contribuye a la deshumanización ulterior del conjunto de la sociedad. Todo ello dentro de una concepción negativa del neocapitalismo que llama la atención del lector sobre las desigualdades y los problemas existentes en nuestra propia realidad, con una visión pesimista de lo que el poshumanismo puede provocar dentro de nuestras sociedades.
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Información adicional
Para citar este artículo:: García Martín, F.D. (2024).
El cuerpo liminar: Las visiones (2016), de Edmundo Paz Soldán, y la destrucción del individuo. El taco
en la brea, (20) (junio–noviembre). Santa Fe, Argentina:
UNL. e0155 DOI:10.14409/eltaco.10.20.e0155
*: Este trabajo
ha sido cofinanciado por el Fondo Social Europeo y por la Consejería de Educación de la
Junta de Castilla y León.