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La telaraña errante: hacia una cartografía de las redes de prensa ácrata en español, 1883-1903
The wandering web: towards a cartography of the anarchist press networks in Spanish, 1883-1903
Avances del Cesor, vol. 21, núm. 31, 2024
Universidad Nacional de Rosario

Dossier

Avances del Cesor
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
ISSN: 1514-3899
ISSN-e: 2422-6580
Periodicidad: Semestral
vol. 21, núm. 31, 2024

Recepción: 15 mayo 2023

Aprobación: 31 octubre 2024

Publicación: 05 diciembre 2024

Resumen: Este artículo propone una aproximación al estudio de las redes de prensa anarquista a partir de las conexiones que los periódicos ácratas trabaron entre sí. Partiendo de las funciones y el significado del periódico como objeto para la construcción de una cultura libertaria, propone algunas formas de representación visual y cartográfica de los intercambios y las relaciones entre los más destacados periódicos anarquistas publicados en español en el tránsito del siglo xix al xx.

Palabras clave: anarquismo global, cultura impresa, prensa anarquista, redes.

Abstract: This article proposes an approach to the study of anarchist press from the connections established between the published newspapers. Apart from the functions and meanings of the newspaper as an object for the construction of a libertarian culture, we propose some forms of visual and cartographic representation of exchanges and links between the most important anarchist newspapers, published in Spanish between the 19th to 20th centuries.

Keywords: global anarchism, print culture, anarchist press, networks.

Introducción

Átomos

Desde los comienzos de la Edad Moderna, la palabra impresa ha sido una compañera inseparable de las luchas sociales. Medio para encender las conciencias y darle resonancia a las voces subversivas, devino instrumento valiosísimo para difundir y hacer perdurar el pensamiento, la crítica, la arenga, la denuncia, la sátira, el manifiesto, el poema y la canción rebeldes.

Este uso del impreso como en la lucha contra la opresión se hunde en la noche de las tradiciones radicales, herederas del pensamiento ilustrado y su fe en la fuerza transformadora del conocimiento. Cuando menos desde los tiempos de la Revolución Francesa, la proliferación de panfletos rebeldes ha sido una seña de identidad de los movimientos sociales que han aspirado a subvertir el orden. Aún hoy, en este siglo xxi, la letra de imprenta (sobre papel o en la pantalla) conserva una considerable importancia en la articulación discursiva de las luchas cotidianas contra las más diversas formas de la opresión.

Ya para la época de las rebeliones ludditas de Inglaterra, a comienzos del siglo xix, se había incorporado al arsenal de los legendarios destructores de máquinas el uso de la propaganda impresa como arma fundamental. Así lo refiere el historiador Julius Van Daal (2015):

Las armas de fuego son sólo para hacernos respetar de los inoportunos. El papel y la tinta no resultan menos útiles: servirán para engrosar vuestras filas dando a conocer vuestro combate en todas las tabernas del condado, e incluso del reino, mediante el envío de epístolas y el empleo de carteles (p. 19)

Conviene hacer notar, además, en esa misma estela de rebelión contra el saqueo capitalista, que la conjunción de dos luminosas invenciones, la palabra y la imprenta, desempeñaría una función de enorme utilidad táctica y estratégica: la “comunicación entre rebeldes”, concebida como “estrategia en sí misma” (Van Daal, 2015, p. 237), pues la letra impresa, además de permitir enlazar y concertar correligionarios, es una vía muy potente para tejer comunidad, para conectar y hacer partícipes de una misma identidad política a individuos y grupos distantes.

Del fermento de este caldo de cultivo participa y se nutre la tradición ácrata, cuyas expresiones alcanzarán notoriedad a partir del último tercio del siglo xix, dejando una marca indeleble en las prácticas de resistencia a lo largo de la siguiente centuria, ocultándose y resurgiendo de cuando en cuando.

Si bien la historia del anarquismo a escala mundial es una historia de puertos y de ciudades cosmopolitas en expansión; de trabajadores migrantes e intensos intercambios culturales; de insurrecciones, solidaridades y utopías; de militantes clandestinos y propagandistas nómadas sin patria; transitada por poetas trágicos y héroes desterrados… es también una historia hecha de tinta y dinamita, de palabras incendiarias. Y, por si fuera poco, es una historia de diásporas y redes.

Las crisis económicas y la persecución política fueron los relojes que marcaron el ritmo de las migraciones ácratas, desde la Comuna de París hasta la Primera Guerra Mundial. Aunado a esto, el imperativo de un “apostolado libertario” que obligaba a la propagación global de un credo rebelde fungió también como un motor de la migración anarquista. “La historia de los anarquistas es la historia de las experiencias migratorias”, ha señalado Christian Ferrer, y en gran medida su afirmación es certera: sólo es posible imaginar la inmensa difusión del pensamiento y las prácticas libertarias, entre finales del siglo xix y comienzos del xx, si atendemos simultáneamente los procesos migratorios en que estaban inmersos los simpatizantes de la anarquía (Ferrer, 2004, p. 18). Esta suma de dispersiones posibilitó la construcción de un discurso cosmopolita de lucha social, asentado en una red mundial de militantes anarquistas conectada públicamente a través de medios impresos.

Ante la ausencia de un “conmutador central”, de una dirigencia formalmente constituida, que organizara y disciplinara a los militantes ácratas esparcidos por el globo, imaginar la dinámica del anarquismo como un conjunto de redes ha sido una de las claves para narrar su historia a escala regional. Redes de paisanaje, de parentesco, de solidaridad política, de afinidad ideológica, de organización táctica, se entrecruzan y le dan sentido a la historia de este movimiento.

Durante los últimos años, el campo de estudios en torno al anarquismo se ha visto notablemente enriquecido por la proliferación de aportes que recuperan justamente este tipo de análisis, desde la perspectiva metodológica de las redes trasnacionales.[1] Estas aproximaciones históricas suelen coincidir en considerar las redes de periodismo ácrata como un medio muy eficaz para trazar con cierto grado de detalle algunas de las relaciones entre los movimientos anarquistas a escala mundial. Es posible reconstruir esta diáspora libertaria a través de las huellas que los militantes transterrados fueron dejando en las publicaciones periódicas que produjeron como instrumentos de propaganda, como mecanismos de sociabilidad, medios de articulación política e, incluso, modos de supervivencia. En muchos sentidos, los impresos y los grupos de afinidad pueden considerarse como la unidad política fundamental del movimiento ácrata de entresiglos: funcionando a la vez como medio de expresión, vehículo de solidaridades, unidad organizativa y nexo cohesivo entre comunidades de lectores distantes entre sí, unidos por una lengua franca, un ideario y una cultura política comunes.

Pero esta ruta de análisis y comprensión del sentido del anarquismo no es del todo nueva. Ya en 1892, un anarquista belga arrepentido de su militancia se dedicó a delatar a sus antiguos correligionarios ante la policía londinense. Una vez descubierto por sus viejos camaradas, publicó un opúsculo titulado Los entresijos del anarquismo (originalmente en francés: Les coulisses de l’Anarchie) embozado tras el seudónimo Flor O’Squarr. La obra resultó ser una minuciosa guía sobre los lugares de reunión de los anarquistas de diversas nacionalidades avecindados en la capital británica, sus hábitos, los matices de sus posturas filosóficas, sus prácticas políticas, sus medios de difusión y sus redes organizativas. Un material invaluable para la policía secreta y, con las consabidas prevenciones metodológicas que hay que tener con las fuentes policiales, también para los historiadores.

El anarquista redimido dedicó un capítulo de su obra a la prensa libertaria, en el cual intentó caracterizar al periodismo ácrata, delineando un conjunto de rasgos relevantes para el estudio de algunos aspectos de su funcionamiento, en una época en que el anarquismo era considerado un peligro mayúsculo para la estabilidad de los Estados-nación europeos. Dice Flor O’Squarr (2008):

La prensa anarquista vive en un universo completo y por él circula sin preocupaciones de demarcación política. Como los anarquistas niegan la existencia de la patria, carecen de órganos nacionales. Todas sus publicaciones son internacionales y se dirigen a todos los lectores que lean la misma lengua. No encontraremos entre ellos una prensa francesa ni inglesa ni alemana, sino periódicos publicados en alemán, en francés y en inglés. (…) Cualquiera que sea el país de origen de un periódico, lo clasificaremos según el dialecto en el cual se escribe y se imprime. Por otro lado, este es el único criterio inteligible ya que, por ejemplo, no existe ningún periódico anarquista alemán en Alemania. Todos se publican en Londres, Nueva York o Chicago, sin que esto nos autorice a hacerlos figurar como periódicos estadounidenses o ingleses (p. 53)

El sentido general de estas aseveraciones se puede constatar al revisar las páginas de la prensa libertaria de finales del siglo xix, y, además, nos pone sobre la pista de sus redes internacionales, de las que el anarquismo en castellano no quedó al margen. Sólo un lustro más tarde, el criminalista Manuel Gil Maestre —influido por las teorías de Lombroso— publicó en la península ibérica el libro El anarquismo en España y en especial el de Barcelona, donde advertía sobre el peligro que constituía la circulación, en suelo español, de periódicos anarquistas editados en el extranjero, y añadía que

el influjo de tan numerosas y nocivas publicaciones (…) ha sido infinitamente mayor que el del libro, que el de las predicaciones y que del folleto, pues el periódico llega donde el libro y el folleto no entran, adonde el orador no puede hacerse oír, y además emplea un lenguaje más comprensible, más vulgar y, por lo tanto, más adaptado a la inteligencia e instrucción de los lectores (Gil Maestre, 1897, p. 36).

Con una intención similar, el abogado madrileño Gustavo La Iglesia, en su furibundo alegato jurídico, filosófico y policial contra el anarquismo, titulado Caracteres del anarquismo en la actualidad, reseñó con auténtico horror los rasgos distintivos de la prensa anarquista a nivel mundial, en el intento de transmitir a sus lectores cuál era la utilidad propagandística y la función social de la prensa libertaria. Escribió:

Los periódicos y revistas son (…) uno de los medios de propaganda de la idea y de mantenimiento de la solidaridad y las relaciones entre los correligionarios, que más eficaces resultados producen, no obstante las denuncias y persecuciones gubernativas y judiciales de que son objeto (La Iglesia, 1907, p. 307)

Y más adelante, añadía, a propósito de la extensa difusión internacional de la prensa anarquista:

Publícanse éstos [periódicos] y sus similares extranjeros semanal, decenal o quincenalmente, su precio de venta y tarifas de suscripción son siempre muy reducidos, y algunos no tienen precio determinado, quedando a la voluntad y recursos de los suscriptores contribuir con la cuota que les parezca. El contenido de estas publicaciones suele ser idéntico: inserción de textos tomados de autores diversos, traducciones, poesías más o menos inspiradas, noticias del movimiento en los demás países, listas de suscripciones para socorro de compañeros presos, reproducción de los manifiestos que los comités y grupos redactan continuamente, comentarios de los sucesos de actualidad desde el punto de vista sectario, sueltos encomiásticos de libros y folletos nuevos, etc. (La Iglesia, 1907, pp. 310-311)

Las coincidencias entre los autores citados, además de hablarnos de un clima de época en lo que respecta a los temores que despertaba la propaganda anarquista en las autoridades estatales, ponen en evidencia el uso intensivo de un artefacto cultural (el periódico) difusor y unificador de valores políticos de disenso a lo largo y ancho del mapamundi.

Así, para los fines de la indagación histórica, el periódico en tanto objeto es un elemento clave para comprender la dimensión material de los vínculos entre comunidades libertarias. En esa materialidad radican su potencia y sus limitaciones. En el plano simbólico, como ha dicho Peter Fritzsche, el periódico de finales del siglo xix y comienzos del xx puede leerse como metonimia de la ciudad moderna: bombardeo de imágenes, laberinto de mensajes, guía de forasteros, sucesión abrumadora de acontecimientos… (Fritzsche, 2008, pp. 27-30) Confrontadas con este modelo, las redes de prensa ácrata elaboran, pues, su propia “ciudad trasnacional”, conformada por comunidades de lectores definidas, también, por su movilidad y su dispersión internacional.

Estas publicaciones fueron tejiendo poco a poco redes de comunicación e intercambio, que alcanzarían su madurez (al menos en lo que se refiere a los periódicos anarquistas en español) hacia la segunda década del siglo xx, pero cuya gestación ha de ubicarse en las últimas dos décadas de la centuria anterior. A través de este conjunto de publicaciones pudieron vincularse comunidades de lectores distantes, caracterizadas por su experiencia nómada e internacionalista. De modo que el tejido de publicaciones tenía como una de sus funciones primordiales poner en contacto a este heterogéneo conjunto de ácratas sin patria.

Los principales nodos de las redes de prensa anarquista en español pueden ubicarse en Barcelona, Nueva York, La Habana y Buenos Aires, puntos del mapa en los que se asentaban importantes núcleos de militantes ácratas y desde donde se irradiaba y se multiplicaba la influencia de la propaganda anarquista hacia distintas regiones del globo. La importancia y la densidad de la red no es nada desdeñable, ni en la cantidad de periódicos interconectados ni en el alcance de su distribución. Como se verá, desde los años ochenta del siglo xix y hasta los primeros años de la siguiente centuria, las redes ácratas llegaron a estar conformadas por varios centenares de publicaciones libertarias distribuidas por todo el globo.

Lecturas

La importancia que los propios militantes de la Acracia conferían a sus producciones impresas en general, y al periódico en particular, guarda una estrecha relación con una muy arraigada cosmovisión revolucionaria cifrada en la convicción de que la transformación del orden social pasaba necesariamente por la revolución de las conciencias de los individuos. Tal convicción se fundamentaba en la creencia de que a través de la instrucción y la cultura podía encenderse la chispa de la libertad en los oscurecidos cerebros de los oprimidos de la tierra, agobiados por la explotación capitalista, la nefanda influencia de la religión y el peso represivo de la autoridad política bajo cualquiera de sus formas.

En el cumplimiento de esta misión, la difusión del pensamiento libertario por medio de la letra impresa era un imperativo fundamental. Por esa razón conviene enmarcar el significado de las producciones impresas en una muy sólida mística del conocimiento que alentaba la instrucción autodidacta y la conformación de proyectos pedagógicos alternativos. En este sentido, el periódico anarquista, a causa de las facilidades para su circulación y las posibilidades para su lectura colectiva, constituía una herramienta de gran utilidad.

En los albores del siglo xx, el entonces joven escritor Ramiro de Maeztu evocaba en una crónica publicada en El Imparcial, de Madrid, una escena muy ilustrativa sobre la lectura de los impresos ácratas, que pone de relieve no sólo la potencia del esfuerzo difusor efectuado por los anarquistas, sino que también esboza el impacto que éste podía llegar a tener entre los lectores:

Estos libros, folletos, periódicos, no se leen a la manera de los otros, los burgueses, ni corren igual suerte. El libro burgués (…) una vez leído, pasa a la biblioteca donde suele dormir tranquilo, hasta que los hijos lo descubren, si se vuelven curiosos al crecer. Pero el lector de la obra anarquista, obrero, por punto general, no tiene biblioteca ni compra libros para sí solo. El firmante del artículo ha presenciado la lectura de La conquista del pan en una casa obrera. En un cuarto que alumbraba únicamente una vela, se reunían todas las noches del invierno hasta catorce obreros. Leían unos a otros, trabajosamente escuchando; cuando el lector hacía el punto sólo el chisporroteo de la vela interrumpía el silencio. También ha presenciado la lectura de la Biblia en una casa puritana; la sensación ha sido idéntica en uno y otro caso (como se cita en Litvak, 2001, pp. 211-213)

Esta modalidad de lectura devocional que refiere el asombrado cronista parece ser la forma ideal en la que los escritores ácratas esperaban ser leídos por su público, pues entraña una íntima correspondencia con la mística militante con la que eran producidas las elaboraciones intelectuales libertarias. Pero además de la potencia ideológica que los anarquistas buscaban imprimir a sus escritos, en libros y folletos doctrinales, encontramos un muy definido componente táctico imbricado en la misión que los propagandistas asignaban a sus publicaciones. Valga como ejemplo de esto el texto que, con motivo de la aparición del periódico El Productor, de Barcelona, escribió desde Nueva York el tipógrafo cubano José C. Campos, evocando la conversación que en su lecho de muerte sostuviera Saint Simon con su más cercano discípulo, acerca de la importancia del periódico:

No lo olvides, decía Saint Simon a su discípulo Rodríguez, no lo olvides y acuérdate que, para efectuar grandes cosas se requiere pasión... Toda mi vida se resume en un solo pensamiento: Asegurar a los hombres el libre desarrollo y amplio incremento de sus facultades”. Siguió a estas palabras un momento de silencio, y volvió a decir el agonizante: “Cuarenta y ocho horas después de haber salido a luz nuestra publicación, se hallará constituido el partido de los trabajadores, y entonces el porvenir será nuestro.

Al pronunciar esta última palabra se llevó la mano a la cabeza, y exhaló el último suspiro.

Olindo Rodríguez, a quien puede llamarse el heredero intelectual de Saint Simon, acogió con verdadero entusiasmo las últimas palabras de su maestro, y asociándose a Bazard, Enfantin, Cerclet y otros, logró sacar a luz El Productor.

Aquellos hombres sabían la poderosa influencia que ejerce la prensa en el ánimo del pueblo; y los que hayan seguido paso a paso el desarrollo socialista de este siglo, [saben] que nos encontramos en la edad de la razón, o más propiamente dicho, en condiciones de llevar a cabo la Revolución Social.[2]

Por su parte, el célebre pensador anarquista Piotr Kropotkin, en sus memorias, trazó algunas pinceladas que nos ayudan a caracterizar la prensa de inspiración anarquista y sus alcances durante la década de 1870, años de cruda represión al socialismo en Europa y, a la vez, de configuración definitiva del anarquismo y sus medios de comunicación. Al referirse a la fundación en 1879 del periódico Le Revolté, editado en Ginebra, el llamado “príncipe anarquista” señala que se tiraban dos mil ejemplares, cifra notable si se tiene en cuenta que los órganos impresos anteriores llegaban a tirar seiscientos ejemplares solamente. En lo que se refiere a los contenidos de la prensa militante, el ideólogo ácrata señala que ésta no debía limitarse a exponer un memorial de agravios a los que se hallaba sometido el proletariado, sino que su principal cometido debía ser el de exponer

la germinación de nuevas formas de vida social y la creciente rebeldía contra las caducas instituciones. Estas señales de los tiempos deberían ser atentamente observadas [de tal modo que] hicieran ver a los espíritus vacilantes de las mayorías la ayuda invisible, y con frecuencia inconsciente, que las ideas avanzadas encuentran en todas partes, cuando un renacimiento de la vida intelectual tiene lugar en la sociedad entera.

La labor de un periódico anarquista quedaría coronada, en este sentido, al concentrarse en señalar la inminente necesidad de la transformación radical de la sociedad, identificándose

con las aspiraciones del corazón humano en toda la superficie del planeta, con los actos de rebeldía contra las añejas injusticias sociales, con sus esfuerzos encaminados a buscar nuevas formas; tal debía ser el principal deber de una publicación revolucionaria. La esperanza y no la desesperación es lo que da el triunfo a las revoluciones (Kropotkin, 2009, pp. 640-641).

De este modo, podemos apreciar cómo el periódico ácrata se fue cargando de significados e implicaciones múltiples, a la vez que acumuló sobre sí una serie de funciones complementarias a la propaganda ideológica. En este marco, el entramado de periódicos libertarios —con sus esferas de distribución interconectadas y una densa urdimbre de contactos y relaciones internacionales— posibilitó la elaboración de una compleja estructura trasnacional en constante movimiento.

A este respecto es necesario destacar que, como ha señalado Javier Navarro, desde el último tercio del siglo xix el conjunto de la prensa anarquista cumplió con una doble función, una hacia adentro de la cultura libertaria y otra hacia el exterior. En el primer caso, las publicaciones interconectadas constituyeron una red de comunicación propia y soporte organizativo; mientras que en el segundo, la prensa fungía como mecanismo de información alternativa a la hegemonía burguesa y como instrumento de divulgación ideológica. Teniendo esto en cuenta, cabe imaginar entonces a la prensa anarquista como una plataforma para la construcción de una “cultura de clase” y como el hilo visible para unir solidaridades a larga distancia. Una solidaridad internacional que permitía a los “compañeros” arribar a otros países, y encontrar trabajo, sustento y foro de interlocución gracias a un muy funcional entramado de afinidades. “Sólo con esta solidaridad se puede entender la gran movilidad que tenían esos anarquistas que cruzaban fronteras y evadían controles policiales” (Navarro, 2010, p. 206).

Precisamente en la posibilidad de interconectar a una comunidad cosmopolita y trashumante, estriban la fuerza y, paradójicamente, la debilidad de las redes anarquistas. Si a ello sumamos los contextos de represión y persecución, es fácil suponer la irregularidad de buena parte de los periódicos y la cíclica intermitencia de sus comunicaciones. Los propios militantes de la Acracia eran conscientes de estas dificultades que, aunadas a las penurias económicas —mal crónico de la prensa libertaria—, hacían que la publicación de periódicos se convirtiera en una labor titánica. A mediados de la década de 1890 (en el contexto de las persecuciones desatadas contra el anarquismo por el empleo de la dinamita y el terrorismo individual como tácticas de lucha social), los redactores de El Despertar, de Nueva York, hacían este balance sobre la situación de la prensa anarquista:

Sería algo difícil, si no imposible, hacer un cálculo aproximado del número de anarquistas que hay esparcidos por el mundo, a juzgar por los periódicos y revistas que se publicaban en época anterior a los recientes sucesos de propaganda por el hecho, ya que nunca ese número ha sido representado en la prensa en proporción a los periódicos que entonces se publicaban. Esto ha hecho que la prensa anarquista, débil en cuanto se refiere al escaso número de voceros con que ha contado siempre, fuese, por esta misma causa, valiente. Puede decirse que ninguna otra prensa, desde su principio, ha librado campaña tan reñida como la anarquista. Así tenía que suceder tratando de introducir ideas nuevas tan en contraposición con el llamado orden actual; contrarias a la autoridad, destructoras de la propiedad y destructoras de la sociedad; de esta sociedad que mantiene como bueno el sistema de la explotación del hombre por el hombre, y asimismo el principio de gobierno o de autoridad, que sólo existe para mantener el orden de ese desorden de cosas.

(...)

A juzgar por lo dicho, y dada nuestra pobreza, las persecuciones, los mil y un obstáculos con que ha tenido que luchar y lucha hoy más que nunca la prensa anarquista, no es de extrañar que el número de periódicos que se publicaban en época anterior a los recientes sucesos de la propaganda por el hecho, no correspondiese en manera alguna al sinnúmero de anarquistas esparcidos por el globo.

Y luego de rendir homenaje a los más destacados periódicos anarquistas publicados en todos los idiomas, y de hacer un recuento de las fuerzas periodísticas con que el anarquismo contaba hasta entonces,[3] los redactores de El Despertar concluyen con un buen deseo: “Esperamos que no pasará mucho tiempo sin que la prensa anarquista reaparezca robusta, potente, triunfante, pues ella no ha muerto, no puede morir, es la idea misma.”[4]

La prensa es la idea misma. Se trata no sólo una declaración poderosa, sino también de una imagen esclarecedora de la mística que subyace en la difusión de los ideales libertarios. El periódico es mucho más que una hoja de papel manchada de tinta. Es, entre otras muchas cosas, el luminoso instrumento de la revolución de las conciencias, la antorcha que alumbra la mente del proletario y el desposeído.

Esta dimensión mística de la lectura está hondamente arraigada en la cultura anarquista y es una parte sustantiva de su propio relato. La lectura (y la lectura del periódico en particular) conduce a un momento de iluminación, de revelación de la verdad y, a la postre, de “conversión” al anarquismo.[5]

Reflexiones finales

Cartografías

Al imaginar en el espacio estas redes, es menester elegir un punto en la vastedad del mapa. Un punto de partida que sirva como referencia para trazar de una telaraña imaginaria. Un punto que, entre muchos otros prácticamente iguales entre sí, facilite la labor de delinear las conexiones de una muy extensa red de centros múltiples que tienden sus lazos en todas direcciones con exasperante simultaneidad. Un buen sitio para comenzar, por su pertinencia cronológica y la potencia de su irradiación, puede ser el periódico El Productor, que se editó en Barcelona entre 1887 y 1896, es decir entre el juicio trágico de los mártires de Chicago y los macabros procesos de Montjuïc.

En la ciudad de Barcelona, donde hoy comienza (o termina) la Rambla del Raval, definitivamente derrotada por la fuerza destructora de la gentrificación rampante, se encuentra todavía un tramo muy corto de lo que fue la calle San Olegario. Allí, en el número 2, estuvieron las oficinas del periódico anarquista El Productor, así como el domicilio social de varias sociedades obreras de finales del siglo xix.

No queda ya ni el menor rastro de aquel edificio original. Pero más allá de la arqueología de la memoria urbana, el lugar tiene su significación. Además del fetichismo ramplón de ser el sitio donde se redactaba un periódico legendario, allí tuvo lugar un discreto acontecimiento fugaz que merece la pena evocar, por los acontecimientos que el azar, la fortuna, el destino y la lucha social tuvieron a bien desatar en los años subsecuentes.

En ese lugar, una tarde de 1887, el joven Adrián del Valle (que alcanzaría celebridad en los medios ácratas con el seudónimo de Palmiro de Lidia) se encontró por primera vez con Pedro Esteve (denodado aunque discreto propagandista del anarquismo colectivista y el asociacionismo obrero) y con Antonio Pellicer Paraire, destacado militante libertario orlado por la fama de haber pertenecido a La Internacional y que venía de vuelta de un largo viaje por el continente americano. Desenterrado de los recuerdos de Adrián del Valle, este encuentro evoca un instante en el que el mapa parece constreñido en un mismo espacio, justo antes de iniciar un periodo de expansión. Poco más de una década después, Pellicer Paraire, Esteve y del Valle se contarían entre los más destacados propagandistas del anarquismo en Buenos Aires, Nueva York y La Habana, respectivamente, y sus nombres junto con sus trabajos editoriales estarán irremediablemente vinculados a la difusión global del anarquismo. De modo que ese sitio, San Olegario número 2, con todo y su anonimato, significa una honda muesca en la geografía y la historia del anarquismo mundial.

De ahí que el semanario anarco colectivista El Productor sirva como un nodo significativo para trazar el mapa sobre el que extendió sus hilos la “telaraña errante”, la red de intercambios y conexiones a través de la cual trabaron contacto centenares de publicaciones de inspiración ácrata y militantes consagrados a propagar la revolución social.

Aquello de la telaraña errante es un homenaje (rayano en el plagio) a G. K. Chesterton y su novela satírica La taberna errante, en la que, durante una época de prohibición de los expendios de bebidas espirituosas en una Inglaterra en exceso puritana, un grupo de pícaros entrañables transporta clandestinamente por el territorio un tonel de cerveza, inaugurando ahí donde se detienen una taberna efímera en donde se conversa, se bebe, se discute y, sobre todo, se desafía el orden establecido. No es difícil establecer la analogía de acuerdo con la cual allí donde se lee un periódico ácrata se funda una comunidad de lectores, y más aún, se instaura la anarquía.

Así, este trabajo se inscribe en el análisis cronológico y espacial de las redes internacionales de prensa ácrata para entender el funcionamiento de la cultura impresa sobre la que se articuló el anarquismo entre finales del siglo xix y el comienzo del xx. De manera que lo que aquí se muestra son algunas tentativas para representar las relaciones que establecieron entre sí los periódicos anarquistas en español, en un corte cronológico que abarca veinte años, de 1883 a 1903, pues se trata de un lapso que, en lo que se refiere al espacio iberoamericano, puede considerarse como una fase inicial de la difusión de las ideas anarquistas en español que, poco a poco apunta hacia su consolidación. Luego de 1903 y al menos hasta 1921, las conexiones y la multiplicación de periódicos va a ser mucho más grande y alcanzará otras geografías y, consecuentemente, se regirá por otras lógicas que requerirán otras herramientas analíticas y representativas.

La aproximación tentativa a la representación gráfica y cartográfica de este entramado de relaciones entre los distintos periódicos ácratas se apoya en la investigación desarrollada al interior del proyecto “Atlas de la prensa anarquista iberoamericana”. Este es un proyecto de investigación de largo aliento que comenzó formalmente en 2021, pero abreva de los materiales y enfoques metodológicos de investigaciones anteriores emprendidas por Jacinto Barrera Bassols y Alejandro de la Torre Hernández en torno a las relaciones internacionales del anarquismo en el contexto de la Revolución Mexicana (1910-1920). Se lleva a cabo en la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (México), bajo la coordinación de Alejandro de la Torre, pero es evidentemente un esfuerzo colectivo en el que participan directamente Esmeralda Cabrera (en la compilación y sistematización del material) y Gerónimo Barrera (en lo que se refiere a la representación cartográfica), además de contar con la generosa colaboración de un conjunto de colegas, desde espacios académicos y no académicos, conformado por Paola Ávila Meléndez, David Doillon, José Julián Llaguno Thomas, Gerardo Necoechea Gracia, Luis Olvera Maldonado, Miguel Orduña Carson, Ana Ramos Saslavsky, Anna Ribera Carbó y Sylvia Sosa Fuentes, quienes han contribuido con informaciones, materiales y sugerencias. Por la propia naturaleza del proyecto (el arco temporal que comprende, la extensión geográfica que abarca, el volumen del material…), es de suponerse que la cantidad de participantes se irá incrementando a media que vaya avanzando.

A partir del material que hasta ahora se compilado, se comenzó por construir una base de datos que actualmente cuenta con poco más de 14,000 registros, elaborados a partir de 51 periódicos nodales, que se han ido revisando e indexando en busca de las relaciones de cada periódico con otras publicaciones, para indicar los puntos de interconexión.

Las fichas que constituyen la base de datos están organizadas a partir de índices hemerográficos y geográficos que permiten acceder a la distribución territorial de los periódicos, y al intercambio que entablaron estas publicaciones. Igualmente, se alimenta la base de datos con la información disponible acerca del tiraje de los periódicos, la reproducción de textos en otras publicaciones y el registro onomástico (siempre que es posible) para consignar el uso de seudónimos y dar seguimiento a individual a las trayectorias de los militantes. Es un proyecto que tiene como objetivo final la elaboración de un extenso Atlas que pueda convertirse en un instrumento de consulta para el público interesado en la historia del anarquismo. Por su propia naturaleza y por el volumen de la información recopilada, vale reiterarlo, se trata de un trabajo paulatino y colectivo. Lo que aquí se presenta es apenas un acercamiento cuya intención mostrar atisbos y posibilidades experimentales con las que se han empezado a imaginar algunas rutas de representación.

La mayor parte de los periódicos con los que se ha construido la base de datos provienen principalmente del acervo del Instituto Internacional de Historia Social de Ámsterdam, pero también se ha compilado valioso material en la Hemeroteca Nacional de México, el Instituto de Historia de Cuba, la Biblioteca Nacional José Martí (La Habana, Cuba), la Biblioteca Popular José Ingenieros, en Buenos Aires, Argentina, y la Biblioteca Pública Arús, en Barcelona. Otra porción sustancial procede de hemerotecas y repositorios digitales como el CeDInCI de Buenos Aires, la Biblioteca Nacional del Uruguay, la Biblioteca Nacional de España y de otros recursos digitales disponibles en línea, como el Archivo Electrónico Ricardo Flores Magón, el sitio cedall.org y la Hemeroteca nodo50.

Cada uno de los 51 periódicos principales en torno a los que se articula la base de datos está pensado como un nodo de la red que establece vínculos y conexiones con otras publicaciones. Estos periódicos nodales son los siguientes, expuestos de manera cronológica: La Federación Igualadina (Igualada, 1883); Bandera Social (Barcelona (1885-1886); La Federación de Trabajadores (Montevideo, 1885); Acracia (Barcelona, 1886-1888); La Justicia Humana (Barcelona, 1886); El Productor (Barcelona, 1887-1893); El Productor (La Habana, 1887-1893); La Anarquía (Madrid, 1890); El Perseguido (Buenos Aires, 1890-1895); El Combate (Bilbao, 1891); El Porvenir Anarquista (Gracia, 1891); El Revolucionario (Gracia, 1891); La Tribuna Libre (Sevilla, 1891-1892); El Despertar (Nueva York, 1891-1902); La Cuestión Social (Valencia, 1892); El Corsario (La Coruña, 1892-1897); El Oprimido (Algeciras, 1893); El Oprimido (Santiago de Chile, 1893); El Rebelde (Zaragoza, 1893); La Controversia (Valencia, 1893); La Revancha (Reus, 1893); La Alarma (La Habana, 1893-1894); Derecho a la Vida (Montevideo, 1893-1900); Archivo Social (La Habana, 1894); La Lucha (La Plata, 1894); El Oprimido (Buenos Aires, 1894-1897); La Idea Libre (Madrid, 1894-1896); La Questione Sociale (Buenos Aires, 1894-1896); El Comunista (Zaragoza, 1895); El Eco del Rebelde (Zaragoza, 1895); El Invencible (Zaragoza, 1895); La Nueva Idea (Gracia, 1895); El Revolucionario (Buenos Aires, 1895); Ciencia Social (Barcelona (1895-1896); El Esclavo (Tampa, 1895-1897); La Anarquía (La Plata, 1895-1898); La Luz (Montevideo, 1895-1896); El Productor (La Coruña, 1896); La Libre Iniciativa (Rosario, 1896); La Revolución Social (Buenos Aires, 1896-1897); La Voz de la Mujer (Buenos Aires, 1896-1897); La Verdad (Montevideo. 1897); La Protesta Humana (Buenos Aires, 1897-1903); Ariete Anarquista (Barcelona, 1898); El Rebelde (Nueva York, 1898); El Rebelde (Santiago de Chile, 1898); Ciencia Social (Buenos Aires, 1898-1900); El Rebelde (Buenos Aires, 1898-1901); La Aurora (Montevideo, 1899-1900); El Anárquico (Montevideo, 1900); y Nuevo Ideal (La Habana, 1900-1901).[6]

Algunos periódicos son de una existencia bastante breve, aunque hay casos excepcionales de una duración más prolongada y consistente. Estos suelen ser los que logran interconectarse más intensamente con otras publicaciones. Por ejemplo, Bandera Social, de Madrid, se contacta con 376 publicaciones; El Productor, de Barcelona con 314; El Perseguido, de Buenos Aires con 93; El Productor, de La Habana con 39; El Despertar, de Nueva York con 175 y El Corsario, de La Coruña, con 180.

El Productor, de Barcelona, como es sabido por los estudiosos del anarquismo, es un periódico fundamental en la articulación de estas redes, pues cumplió una función aglutinante durante la segunda mitad de los años 1880, no solamente como portavoz de distintas reivindicaciones libertarias y luchas obreras, articulador de solidaridades y transmisor de ideas, sino también como punto de distribución de impresos anarquistas y como espacio de sociabilidad militante, funciones que a la postre desempeñarán también otros periódicos libertarios, atendiendo a los usos y costumbres de la cultura ácrata.

El Productor tuvo una muy significativa distribución e intercambio con otros periódicos de Europa y del resto del mundo. En la península ibérica mantuvo intercambio con publicaciones como La Anarquía, de Madrid, o El Corsario, de La Coruña, así como con la revista sociológica Acracia, de Barcelona. Hacia el resto de Europa estableció una relación estrecha con La Révolte, impulsada por Piotr Kropotkin y publicada en París. Este periódico barcelonés se constituiría en espacio de interlocución privilegiada hacia el resto del mundo, trabando contacto con otras publicaciones y desarrollando vínculos especialmente intensos con El Despertar, en Nueva York, El Productor, de La Habana, y El Perseguido, de Buenos Aires (Imágenes 1 y 2).

Al otro lado del Atlántico y durante la última década del siglo xix, El Despertar estableció también una serie de conexiones prolongadas e intensas con publicaciones como La Anarquía, de Madrid, y El Perseguido, de Buenos Aires, lo que nos permite atestiguar la constitución de núcleos muy consistentes de la red que fueron adquiriendo fuerza en este periodo. Se relaciona también con publicaciones como Ciencia Social, de la ciudad condal, y con el heredero de La Révolte, Les Temps Nouveaux, periódico encabezado por Jean Grave y que desempeñará un papel protagónico en la difusión de los postulados teóricos del anarquismo (Imágenes 3 y 4)

El Corsario, de La Coruña, por su parte, también sostuvo contactos relevantes con otros periódicos, tanto de la península ibérica como del resto del mundo, donde El Perseguido, de Buenos Aires, y El Despertar, de Nueva York, tendrán un lugar destacado junto con El Esclavo, de Tampa y La Questione Sociale, de Buenos Aires. Vale tener en cuenta que El Corsario cumplió una función de gran trascendencia para difundir las luchas del proletariado español en un contexto en que se recrudecía la represión contra el anarquismo, llegando a convertirse en un interlocutor esencial a escala global tras el cese de la publicación de El Productor (Imagen 5).

Otros periódicos que se interconectaron intensamente a escala nacional e internacional son El Derecho a la Vida, de Montevideo, que trabó relación con 74 publicaciones; La Questione Sociale, de Buenos Aires, con 82; El Nuevo Ideal, de La Habana, con 126; Ciencia Social, de Buenos Aires, con 95 y La Protesta Humana, de Buenos Aires, con la que se rompen todos los estándares, mostrando la conexión con 638 publicaciones con las que sostuvo vínculos de intercambio e interlocución. Estos ejemplos parecen dar cuenta de una suerte de floración de prensa militante, no sólo anarquista, pues es importante señalar que muchas de estas publicaciones con las que los periódicos anarquistas trabaron contacto no están necesariamente constreñidas a la esfera ideológica anarquista, sino que son publicaciones con las que se tiene una interlocución táctica y/o estratégica en circunstancias concretas; publicaciones que provienen del amplio espectro del socialismo, del republicanismo, de la masonería, del liberalismo radical, etc. Fue fundamental, por ejemplo, en los años 1890 el contacto que sostuvieron las publicaciones anarquistas en español con el periódico barcelonés El Diluvio, que era más bien cercano al republicanismo radical, en el contexto de las campañas solidarias que sirvieron para denunciar las atrocidades cometidas durante los procesos de Montjuic. Es notable que, en estas circunstancias, las redes de prensa ácrata hicieron eco de las noticias publicadas por El Diluvio, reproduciéndolas por considerarlas como una fuente informativa confiable y empática con las luchas libertarias.

La representación gráfica de estas interrelaciones, a partir de las herramientas que proporciona el programa Gephi, ofrece la apariencia de una constelación. El universo de relaciones que se pone en juego y que se puede representar gráficamente rebasa las 1200 publicaciones, con un entramado de más de dos mil interconexiones.

Aquí se muestra una manera de representar la multiplicidad de contactos, pero sin advertir la intensidad de los mismos (Imagen 6). Y se representan, hacia el centro los periódicos que están conectados con el resto y hacia afuera los que solamente tienen contacto con uno de ellos. Esto nos permite ver la modificación de los entramados y la colaboración que van teniendo los periódicos entre sí.

También es posible representar el conjunto de las redes mostrando la intensidad de los contactos a través del cambio de color y el grueso de la línea que los conecta (Imagen 7). Esto nos permite ver propiamente la frecuencia de los intercambios que están implicados y los nodos más fuertes y significativos de la red. Asimismo, es posible elaborar una representación que muestra la multiplicidad de las líneas y la intensidad de los intercambios, donde las líneas más gruesas son aquellas en las que los periódicos tienen una relación mucho más constante y mucho más fluida, y las referencias entre ellas son más nutridas. Hay distintas posibilidades de construir estas representaciones gráficas con las que hemos ido experimentado en este ejercicio —todavía bastante rudimentario— y hemos ensayado también variantes de figuración un poco más orgánicas y fluidas a través de las que se pueda representar la simultaneidad y el desarrollo diacrónico de las conexiones.

Aún hace falta incorporar nodos, pues en los últimos años se ha vuelto accesible en el ciberespacio una cantidad enorme de periódicos digitalizados que, o bien no forman parte de nuestra colección, o bien aportan ejemplares faltantes al acervo que hemos ido construyendo. La incorporación y sistematización de estos nuevos materiales se impone como una fase inmediata del trabajo, pero con lo que se ha trabajado hasta el momento se puede apreciar ya una primera idea básica de representación de las conexiones, a la que aún hace falta incorporar mapas de distribución geográfica de cada una de las publicaciones principales; diagramas administrativos sobre el flujo de recursos económicos a los periódicos; mapas que describen las rutas de los más destacados propagandistas y corresponsales. En conjunto, estas aproximaciones a las formas de representación pueden constituir un material enriquecedor para subsecuentes estudios sobre la prensa libertaria, que permitan redimensionar sus alcances e imaginar nuevas formas de construir el conocimiento histórico en torno al movimiento anarquista internacional de entresiglos.

Es difícil medir con precisión el impacto de la prensa anarquista, así como cualquier especulación sobre su recepción es sólo eso, una especulación. Pero lo que sí podemos saber (y las aproximaciones que aquí proponemos pueden ser un instrumento útil para ello) es que los periódicos anarquistas se constituyeron en herramientas fundamentales para los propagandistas de la anarquía, que alcanzaron, en muchos casos, a nutridas comunidades de lectores diseminadas por los confines del orbe. Estas comunidades tuvieron la capacidad para articular un discurso coherente de clase, una agenda política centrada en el combate a toda forma de opresión, un entramado cultural común y, en última instancia, la conformación de una esfera independiente de opinión pública, con sus propias reglas y valores al margen —y a contrapelo— del orden burgués; una entidad supranacional que podría denominarse “La Acracia de las Letras”: un espacio de producción de sentido, de elaboración discursiva y simbólica, anclado en la prédica de la revolución social y la práctica de la solidaridad transfronteriza, en donde tomaban parte lectores más bien “plebeyos”, escritores autodidactas, panfletistas trashumantes, profesionales desclasados, corresponsales nómadas, trabajadores medianamente ilustrados y propagandistas iluminados por la convicción de trastocar el orden social.

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Anexo de imágenes


Imagen 1
Vista general de las redes de prensa anarquista en español, 1883-1903
Elaboración propia, a partir de las herramientas del programa Gephi.


Imagen 2
Intensidad de contactos en las redes de prensa anarquista en español, 1883-1903
Elaboración propia, a partir de las herramientas del programa Gephi


Imagen 3
Distribución e intercambio de El Productor (Barcelona), 1887-1893
Elaboración Gerónimo Barrera y Alejandro de la Torre, con información de El Productor


Imagen 4.
Intercambios de El Despertar (Nueva York), 1891-1902. Aproximación diacrónica
Elaboración Gerónimo Barrera y Alejandro de la Torre, con información de El Despertar.


Imagen 5
El lugar de El Productor (Barcelona) en la telaraña.
Elaboración propia, a partir de las herramientas del programa Gephi.


Imagen 6
El lugar de El Corsario (La Coruña) en la telaraña.
Elaboración propia, a partir de las herramientas del programa Gephi.


Imagen 7
El lugar de El Despertar (Nueva York) en la telaraña.
Elaboración propia, a partir de las herramientas del programa Gephi.


Imagen 8.
El lugar de El Nuevo Ideal (La Habana) en la telaraña.
Elaboración propia, a partir de las herramientas del programa Gephi


Imagen 9
El lugar de La Protesta Humana (Buenos Aires) en la telaraña.
Elaboración propia, a partir de las herramientas del programa Gephi.

Notas

1 Entre las aportaciones más significativas en este sentido, y en las que se ha abrevado en el curso de esta investigación, se encuentran los siguientes trabajos (citados in extenso en la Bibliografía): Bray (2023); Christopher, Castañeda y Montse Feu (2019); Civantos Urrutia (2022); De Lafourcade y Schaffer (2017); Pietro Di Paola (2017); Mariana Di Stefano (2015); Ferguson (2023); Hoyt (2018); Tarcus (2020) y Yeoman (2022).
2 Campos, J. C. (1 de febrero de 1887). Correo. Nueva York, El Productor, Barcelona. Instituto Internacional de Historia Social, Ámsterdam (iihs).
3 La lista incluye: La Révolte (Ginebra), La Federación (¿Madrid?), La Plebe (Milán, 1871), Il Martello, La Questione Sociale, La Camapana, L’Associazione, Pere Peinard (París), L’Endehors (París), Acracia (Barcelona), El Productor (Barcelona), La Emancipación, El Municipio Libre (1884), La Bandera Social (Madrid), La Revista Social (Madrid) El Perseguido (Buenos Aires), La Liberté (¿Buenos Aires?), El Derecho a la Vida (Montevideo), La Questione Sociale (Buenos Aires), Freiheit (Austria), Autonomie (Londres), Die Arbeiterzeitung (Berna), Der Anarchist (Chicago, 1886), Freie Gesellshaft (Zurich), Der Rebel (Londres), Braudfackel (Nueva York), Anarchist (Nueva York), Freiheit (Nueva York), Sozialist (Berlín), The Commonwealth (Londres) y Freedom (Londres).
4 Anónimo. La propaganda anarquista. La prensa (20 de octubre de 1894). El Despertar, Nueva York. iihs.
5 En efecto, no pocos militantes ácratas quisieron ver en la lectura del periódico el medio que los empujó a abrazar los ideales libertarios. Por ejemplo, Emma Goldman, en el contexto del proceso judicial contra los anarquistas de Chicago, recuerda su relación con la prensa anarquista como una experiencia definitoria: “Empecé a leer regularmente Die Freiheit. Encargué los libros que se anunciaban en el periódico y devoré cada línea sobre el anarquismo que pude obtener, cada palabra sobre esos hombres, su vida, su obra. (…) Un mundo nuevo se abría ante mí”. (Goldman, 2014, p.18) Llama la atención que el periódico, además de ser un factor de conversión ideológica, de acuerdo con este testimonio funciona también como puerta de entrada a una cultura impresa más compleja.
6 Estamos conscientes de que aún hace falta localizar publicaciones correspondientes al periodo estudiado que, a no dudarlo, irán apareciendo en el curso de las investigaciones. Asimismo, hace falta incorporar a la base algunas cabeceras de suma relevancia como La Revista Blanca (Madrid/Barcelona) —con la que se está trabajando actualmente— o periódicos obreros de orientación filo anarquista publicados en México durante las décadas de 1870 y 1880, como La Internacional y La Comuna.


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