Reflexiones
El siglo XIX fue una edad de oro para la cultura rusa. Escritores de la talla de Fiódor Dostoievski y Lev Tolstói o músicos como Piotr Tchaikovski han adquirido renombre mundial. La densidad cultural y artística de la época ha sido brillantemente expuesta en el estudio El baile de Natasha, del historiador Orlando Figes (2021). Como lo muestra con abundante material, la centuria también atestiguó intensos debates intelectuales en Europa que fueron rumiados y reinterpretados en Rusia con gran impacto en la producción cultural y en la difusión de ideas y discursos contestatarios que removieron la conciencia colectiva hasta niveles muchas veces extremos, hasta desembocar en la violencia política.
El filósofo Isaiah Berlin hizo una rigurosa historia intelectual de la intelligentsia y el tumultuoso ambiente ideológico de aquellos años en una colección de ensayos publicados originalmente en 1978 y traducidos al español por el Fondo de Cultura Económica bajo el título de Pensadores rusos. El prólogo, escrito por Aileen Kelly, inicia con una anécdota en la cual Bertrand Russell explica la revolución rusa y sugiere que el despotismo bolchevique pudiera ser el gobierno más apropiado para Rusia “si se pregunta cómo gobernar a los personajes de Dostoievski” (Berlin, 2008, p. 7). Salvado el acre comentario, los procesos sociohistóricos del siglo XX, esa “edad de los extremos” como decía Eric Hobsbawm parecieran tener sus antecedentes en el escenario decimonónico agitado por el frenesí de personajes como los caracterizados por Dostoievski en la novela Los demonios. El asesinato del zar reformador Alejandro II por un grupo tan violento como los de la ficción, apenas unas semanas después del fallecimiento del escritor, a principios de 1881, fue el desenlace de complejos factores objetivos y subjetivos que venían expresándose desde el levantamiento de los decembristas en 1825, el endurecimiento del régimen durante el reinado de Nicolás I, las pesadas cadenas de la servidumbre, las revoluciones europeas de 1848 y la circulación de ideas socialistas, liberales y utilitaristas en dialéctica con las creencias más arraigadas en el pueblo ruso, con sus tradiciones, su misticismo y en general, con su cultura. A su vez, estos procesos de cambio social y disputa ideológica parecían el presagio de las turbulencias que azotarían desde los inicios de la siguiente centuria: revoluciones de 1905 y 1917, dos guerras mundiales, el surgimiento y disolución de la URSS, el holodomor y el gulag. De ahí el mote de “profeta” para el escritor que me ocupa en esta reseña.
En este entorno efervescente se desarrolló la vida, obra y pensamiento de Fiódor Mijáilovich Dostoievski. Nació en Moscú en 1821 y su bicentenario se celebró el pasado 2021 por todo lo alto: conferencias, cursos, publicaciones. Quedó exhibida su plena vigencia como literato universal. Son ampliamente conocidas sus grandes novelas:
Crimen y Castigo, El idiota, Los demonios y Los hermanos Karamázov. Sin embargo, hay otros libros que no son tan famosos y, sin embargo, tienen no solo gran calidad literaria, sino enorme valor documental. La obra aparecida con el título Zapiski iz mertvogo doma —traducida también como Memorias de la casa de los muertos, La casa de los muertos, Recuerdos de la casa de los muertos, el sepulcro de los vivos, etc.— es una de esas obras maestras que aparecen en un plano secundario de la abundante producción del escritor pero que revelan grandes rasgos de su pensamiento y de su contexto social, político, cultural e ideológico; es decir, la suma de condiciones de posibilidad para la consecución de un resultado brillante y profundo. La obra relata, a través de un narrador ficticio en primera persona, Alexánder Pétrovich Goriánchikov, la experiencia de Dostoievski en Omsk, Siberia, donde cumplió una condena de cuatro años. A continuación, expondré cómo el escritor llegó allí y posteriormente, ofreceré algunos apuntes sobre la obra.
1. Círculo de Petrashevski y condena
El año 1848 fue denso en términos de debate intelectual en Rusia. Se discutía de política sin posibilidades reales de desafiar el dominio de la dinastía zarista, que regía de forma autocrática sobre un imperio muy extenso con territorio repartido entre Europa y Asia, incluida en esta última una vasta región conocida como Siberia, que abarca desde los Montes Urales hasta el Océano Pacífico, y que servía para deportar personas para cumplir distintas penas en una práctica que siguió durante el estalinismo a través de la institución del Gulag.1
Si bien la ola revolucionaria que sacudió Europa no puso en riesgo el statu quo, muchas ideas contestatarias fueron adoptadas y discutidas enérgicamente en los círculos intelectuales de Moscú y San Petersburgo e impregnaron la literatura rusa. Entre los problemas políticos centrales se encontraba la servidumbre. La enconada disputa entre occidentalistas y eslavófilos, con raíces en la época de Pedro el Grande, y que se había intensificado por la toma de conciencia que la nobleza había adoptado en relación al campesinado y lo que significaba ser ruso luego de la experiencia de 1812, cuando amos y siervos expulsaron al invasor francés luchando hombro con hombro (Figes, 2021). Este se convirtió en el clivage principal tras el fracaso de las revoluciones del 48 en Occidente (Berlin, 2008). Entre algunas capas privilegiadas se abrieron espacios para dialogar en torno a estos asuntos, como en el círculo de Petrashevski, al que concurrió Dostoievski con lamentables consecuencias para su vida. Ahí cometió el delito político que lo llevó a la kátorga: leer una carta abierta del crítico literario Visarion Bielinski dirigida a Nikolái Gógol, donde recriminaba su giro reaccionario, planteaba las grandes cuestiones nacionales como el régimen de servidumbre, la supresión de los castigos físicos y el cumplimiento de la ley (Dostoievski, 2017). También remarcaba el papel que los escritores rusos estaban llamados a jugar frente al público: “sus únicos dirigentes, paladines y salvadores ante la negra autocracia, la ortodoxia y el modo nacional de vida” (Berlin, 2008, p. 448).
Dostoiveski fue apresado y llevado a la Fortaleza de Pedro y Pablo. El 22 de diciembre de 1949 fue conducido a la plaza Semiónovskaya para ser sometido a un cruel simulacro de ejecución. Mientras esperaba en el segundo turno para ser fusilado un mensajero llegó con el anuncio de último momento de que el Emperador había conmutado la pena en una supuesta exhibición de magnanimidad. La puesta en escena fue una tortura psicológica para los enviados al cadalso. Dostoievski fue sentenciado a cuatro años de trabajos forzados en Siberia y seis en Semipalatinsk como soldado. Su temporada en el presidio fue la base para escribir Memorias de la casa muerta, en el intersticio de los géneros literarios. Su biógrafo Joseph Frank hace referencia a ella de la siguiente manera:
La casa de los muertos, una semificticia autobiografía de sus experiencias en prisión, fue unánimemente aclamada, y restauró la reputación literaria de Dostoievski. Escrita en un estilo totalmente distinto de las exploraciones psicológicas de sus novelas, también revela lo multifacético de su talento […] Nadie había expuesto antes este mundo cerrado de los campamentos de prisión, ni mostrar tanta comprensión y simpatía hacia sus habitantes (Frank, 2010, p. 32)
Se trata de memorias, presentadas como una novela, con narraciones interiores que han sido publicadas como textos independientes —considérese por ejemplo El sueño de Akulka, publicada en recopilaciones como Un siglo de cuentos rusos. De Pushkin a Chéjov publicada por Alba—. Dostoievski había estado alejado del mundo literario durante una década. Sus primeros libros postsiberianos, El sueño del tío . La aldea de Stepanchikovo pasaron sin pena ni gloria. No fue sino hasta Humillados y ofendidos, y sobre todo con Memorias de la casa muerta cuando su prestigio literario emergió de las cenizas cual ave fénix. No fue, sin embargo, un proceso fácil y sólo cuajó años después de la kátorga. Ninguno de sus más prominentes coetáneos había tenido una experiencia semejante y su resultado literario es igualmente excepcional.
Sobre esa experiencia transformadora, Cansinos Assens, primer traductor de las obras completas de Dostoievski al español, planteaba la siguiente comparación, no exenta de dramatismo
Dostoyevski está en Siberia, como Daniel en el patio de los leones, defendido por el ángel de su genio, por ese ángel que suelen tener a su lado todos los escritores en prisión. Precisamente porque es capaz de congraciarse, en virtud de su genio, con el horror que le rodea y justificárselo y darle un valor de formación espiritual, no queda muerto para siempre en esa casa de los muertos, y sale de ella un día, fortalecido de alma y cuerpo, más vigoroso y el par más sensitivo, rico de una experiencia que sólo ahí podía haber encontrado y con un nuevo criterio, como de ultratumba, para juzgar todas las cosas A partir de su salida del presidio, y aunque condescendiendo alternativamente con su antiguo modo sentimental, su obra da un brusco viraje hacia los problemas éticos, y complica el lirismo inicial con preocupaciones de profeta (Cansinos Assens, 2021, pp. 194-195)
La crudeza de las condiciones que Dostoievski observó en el penal no pasó desapercibida en su obra y pensamiento, y fue la inspiración para la creación de personajes en sus libros de madurez. El contenido espiritual de sus grandes novelas expresaba la síntesis de un proceso donde quedan expuestas las contradicciones y complejidades humanas. Esbozado el contexto intelectual y social, pasemos a revisar la obra.
2. Las memorias
En el presidio de Omsk, Dostoievski estuvo recluido desde el 23 de enero de 1850 hasta el 15 de febrero de 1854. Fue despojado de su título de noble, de su grado militar como teniente de ingenieros, y fue sometido a tratos degradantes, como llevar grilletes y realizar trabajos forzados. Tenía prohibido escribir y publicar, si bien es cierto, llevaba una libreta clan destina donde anotaba sus observaciones. Tampoco podía leer más que la biblia que le habían obsequiado las esposas de los decembristas deportados con quienes se reunió en Tobolsk, cuando iba de camino al lugar donde purgaría la primera parte de su condena.
Los horrores que atestiguó iban desde el temible castigo corporal propinado a los presos (como la carrera de baquetazos, que dejaba desgarradas las espaldas de los torturados y ponía en riesgo sus vidas), los relatos de sus compañeros de presidio donde dan cuenta de espantosos crímenes, las condiciones infrahumanas de las galeras y el duro frío siberiano, la violencia de los carceleros, la rapiña de los mismos presos para despojarse mutuamente. Dostoievski también experimentó sufrimientos adicionales por sus ataques de epilepsia, que le llevaron varias veces al hospital de la prisión, donde aprovechaba para realizar sus anotaciones. Sobre el castigo de las baquetas se expresaba así:
Deseaba, entre otras cosas, conocer con precisión todos los grados de las condenas y ejecuciones, con todos los matices de estas, y el punto de vista de los propios reclusos; me esforzaba por imaginarme el estado psicológico de los que marchaban al suplicio. Ya he dicho que, antes del castigo, son pocos los que conservan la sangre fría, incluidos aquellos que han sido azotados previamente y de forma reiterada. En general, el reo se ve dominado entonces por un terror agudo, puramente físico, involuntario e irresistible, que anula completamente su ser moral […] si el número de azotes correspondientes al delito cometido es superior a los que podría soportar el reo de una sola vez, entonces dividen el total en dos, o incluso en tres partes, en función de lo que dictamine el doctor en el momento mismo de la ejecución, es decir, de que considere que está en condiciones de seguir pasando por las baquetas, recibiendo los golpes, o que, por el contrario, esto entrañaría un riesgo para su vida. (Dostoievski, 2017, pp. 287-288).
Si bien el escritor moscovita ha llegado a ser considerado sin más como reaccionario por legitimar de forma tácita y más de alguna vez explícita al emperador, no se puede simplificar una personalidad tan compleja y no se puede soslayar su coherencia progresista en temas como la servidumbre y el respeto a la integridad física de las personas sin distinción.
Esta crítica al sistema penitenciario tiene una vigencia asombrosa en países donde todavía se practican de facto o deiure la tortura y el castigo físico. Se trata de sociedades altamente punitivas y retrógradas caracterizadas por un irrespeto sistemático a los derechos humanos. Desde un punto de vista humanista y, en el caso de Dostoievski, también cristiano, estas prácticas no hablan bien de las sociedades que las toleran y fomentan. La sensibilidad del escritor en este sentido era mayor de la que muestran quienes en pleno siglo XXI aprueban tratos degradantes y hacen caso omiso de las condiciones infrahumanas en las cárceles, que no llegan por esta razón a cumplir su función de reeducar y reinsertar en la sociedad a quienes en algún momento de su vida cometieron delitos. De acuerdo a Dostoievski
El derecho al castigo corporal, otorgado a una persona para ejercerlo sobre otras, es una de las lacras de la sociedad, así como uno de los medios más poderosos para exterminar en ella todo embrión, toda tentativa de desarrollar el espíritu cívico, y constituye la base más sólida para su descomposición absoluta e irreversible (Dostoievski, 2017, pp. 291-292)
Este agudo cuestionamiento le da asombrosa vigencia a la obra después de siglo y medio. Pero más allá de la perspectiva macrosocial y colectiva, el texto también explora la condición humana, la psicología criminal, las reflexiones sobre el bien y el mal, y las nociones sobre la dignidad aún en medio de la más absoluta descomposición moral.
Se trata de una novela sociológica y psicológica que constituye un encuadre muy valioso desde el punto de vista histórico. Fernando Otero Macías, quien tradujo el libro al español para la editorial Alba, comenta en la introducción que este tiene un notable valor como documento sociolingüístico y etnográfico que explora el lenguaje y costumbres carcelarias, describe a la sociedad rusa decimonónica y es profundo como memoria escrita de un escritor deportado y preso por razones políticas. Asimismo, presenta un compromiso ético y cívico ante la tortura y el horror.
En línea con el carácter “polifónico” de la novela dostoievskiana, como señala Mijaíl Bajtín (2012), el texto retoma una diversidad de voces que concurren en un espacio dialógico (no exento de conflictos) con distintas clases sociales y creencias, religiosas e ideológicas. Estas diferencias se expresan en la desconfianza que sienten los campesinos hacia Dostoievski debido a su origen social, pese a que en la kátorga todos compartían las mismas cadenas y penurias. Sin embargo, esta relación conflictiva no es uniforme, y encontrará excepciones. Una de ellas es cuando los internos montan una obra de teatro popular e invitan a Dostoiveski a sentarse en primera fila, ávidos de conocer las impresiones que su representación dramática deja en alguien a quien consideran un verdadero conocedor, además de que por su condición “privilegiada”, deberá pagar un poco más por la función. Dostoievski se expresa muy bien de este tipo de teatro, y lo considera digno de ser investigado como patrimonio cultural.
La estructura de la obra no obedece a la típica narración novelística y presenta una serie de memorias dispersas y desordenadas a modo de retazos o imágenes que van apareciendo a lo largo de veintiún capítulos divididos en dos partes para formar un “cuadro nítido e intenso”, en el decir del autor. Relata la rutina en el presidio, como la visita a los baños, en un episodio cuyo realismo permite sentir los olores y la opresión del hacinamiento. Se va desplegando poco a poco los personajes; el trabajo forzoso enajenante y el que los privados de libertad realizan por cuenta propia según sus distintas habilidades; el contrabando de vodka y el trabajo sexual. En estas páginas transcurren eventos especiales como la fiesta de navidad y la obra de teatro, que muestran un rostro distinto de aquellos seres que niegan a definirse únicamente como criminales, si bien, como ya se ha dejado entrever, algunos de ellos cometieron actos abominables. Algunos de los hechos delictivos relatados se encuentra el caso de los cherjenses que mataron a su padre (posible inspiración de los Hermanos Karamázov) o el feminicidio de Akulka en manos de su compañero de vida (por usar una tipificación contemporánea de los delitos contra las mujeres por el hecho de serlo). Muchos de los compañeros de presidio y sus historias reaparecerán tras el proceso creativo respectivo en obras cumbre de Dostoievski como Crimen y castigo y Los Hermanos Karamazov. Debido a las múltiples razones expuestas, Memorias de la casa muerta es central para conocer al autor.
A través del recurso de contar la historia a través del ficticio Goriánchikov, Dostoievski busca sortear la censura, y no en poca medida ayudó también el clima reformista que se vivía tras la muerte de Nicolás I y la llegada al trono del más tolerante Alejandro II, quien a la postre posibilitó la rehabilitación del escritor y su vuelta al mundo literario. Los primeros capítulos de Memorias de la casa muerta salieron publicados en El Mundo Ruso (Russkij mir) en septiembre de 1860; el resto, al año siguiente en la revista Tiempo (Vremia), fundada por Dostoievski y su hermano Mijaíl. En 1862 salió como libro y tuvo una recepción favorable, recibiendo alabanzas de escritores tan importantes como Lev Tosltói.
Así como Relatos de un cazador de Turgeniev influyó el debate que derivó en la abolición de la servidumbre en 1861, Otero Macías señala que la aparición de Memorias de la casa muerta, con su denuncia de las duras condiciones de los presidios siberianos, impactó en una reforma judicial de 1864 y en la eliminación parcial del castigo físico. El libro fue pionero en una especie de subgénero literario basado en el cautiverio que continuaron literatos como Tolstói, Anton Chéjov, Alexánder Solzhenitsin y Varlám Shalámov. El traductor mencionado destaca que Dostoievski deja, entre las enseñanzas de esta especie de obra pedagógica, la necesidad de tener compasión hacia el sufrimiento ajeno, la comprensión de la tragedia humana, además de mostrar de forma un tanto indirecta el propio proceso de regeneración moral que vivió el literato.
¿Qué lecciones dejan las Memorias de la casa muerta para quienes vivimos en el tercer milenio de nuestra era? A nivel literario, destaca el uso de recursos narrativos a medio camino entre la autobiografía, las memorias, el ensayo y la ficción. A nivel histórico, es brillante la descripción de la Rusia profunda y la fisonomía cultural del campesinado ruso. A nivel sociopolítico, plantea cuestiones que atañen a la condición humana y problematizan la realidad en países como aquel desde el que se enuncia esta reseña: El Salvador, nación centroamericana que vive en estado de excepción permanente, que tiene una de las mayores tasas de población penitenciaria en el mundo y donde decenas de personas pierden la vida mientras guardan prisión, ya sea debido a la tortura o a la privación deliberada de sus necesidades básicas. Son víctimas cuya responsabilidad recae en el Estado, indistintamente si son personas declaradas culpables en juicio, o inocentes capturados arbitrariamente para que las autoridades muestren resultados exitosos en un país con gran predisposición a ofrecer salidas punitivas a los problemas sociales.
Referencias bibliográficas
Applebaum, A. (2004). Gulag: historia de los campos de concentración soviéticos.Debate.
Bajtín, M. (2012). Problemas de la poética de Dostoievski. Fondo de Cultura Económica.
Berlin, I. (2008). Pensadores rusos. Fondo de Cultura Económica.
Cansinos Assens, R. (2021). Fiódor Mijáilovic Dostoyevski. El novelista de lo subconciente. Biografía y estudio crítico. ARCA Ediciones.
Dostoievski, F. (2017). Memorias de la casa muerta. Alba.
Figes, O. (2021). El baile de Natasha. Una historia cultural de Rusia. Taurus.
Frank, J. Dostoievski (2010). El manto del profeta 1871-1881. Fondo de Cultura Económica.
VV.AA. (2018). Un siglo de cuentos rusos. De Pushkin a Chéjov. Alba.
Notas
Enlace alternativo
https://revistas.uca.edu.sv/index.php/realidad/article/view/7515/7664 (pdf)