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Prácticas espaciales de mujeres Qom Alphi vinculadas al circuito productivo de la palma en espacio extra-comunitarios
Spatial practices of Qom Alphi women linked to the productive circuit of the palm in extra-community spaces
Párrafos Geográficos, vol. 2, núm. 21, pp. 24-40, 2022
Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco

Artículos

Párrafos Geográficos
Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, Argentina
ISSN: 1853-9424
ISSN-e: 1666-5783
Periodicidad: Semestral
vol. 2, núm. 21, 2022

Recepción: 06 Julio 2022

Aprobación: 19 Septiembre 2022


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Cita sugerida: Cabre, P. G. (2022) Prácticas espaciales de mujeres Qom Alphi vinculadas al circuito productivo de la palma en espacios extracoumitarios. Párrafos Geográficos 21(2)

Resumen: Qom Alphi es una cooperativa de trabajo de mujeres artesanas qom constituida en el año 2021. El circuito productivo que estas mujeres llevan adelante, tiene la particularidad de estar signado por tareas de cuidado. Las mujeres que integran la cooperativa habitan en la periferia del municipio de Santa Fe, y se organizan para el abastecimiento y la comercialización de sus productos a partir de distintas estrategias. El presente trabajo tiene como objetivo dar cuenta de las prácticas espaciales que configuran el territorio de las mujeres artesanas qom. Haciendo principal hincapié en la esfera extracomunitaria y dentro de esta, puntualmente, en las instancias de comercialización y abastecimiento. En lo que respecta a aspectos metodológicos del trabajo, podemos afirmar que se utilizó el método etnográfico, a partir de recuperar registros de campo, como así también, entrevistas efectuadas semi-estructuradas a las mujeres en distintas instancias y diversos resultados obtenidos en talleres de mapeo realizados con las mismas. Estas instancias fueron desarrolladas en colaboración con la Mutual de Voluntarios Sociales de la República, institución que colabora y colaboró en el acompañamiento de las mujeres y su conformación como cooperativa.

Palabras clave: Mujeres Qom, Prácticas espaciales, Santa Fe.

Abstract: Qom Alphi is a work cooperative of Qom artisan women established in 2021. The productive circuit that these women carry out has the particularity of being influenced by care tasks. The women that are part of the cooperative live on the periferia of the municipality of Santa Fe, and organize themselves to supply and market their products based on different strategies. This paper aims to account for the spatial practices that make up the territory of Qom artisan women. Placing main emphasis on the extra-community sphere and within it, specifically, on the marketing and supply instances. Regarding the methodological aspects of the work, we can affirm that the ethnographic method was used, based on recovering field records, as well as semi-structured interviews with women in different instances and results obtained in mapping workshops made with them. These instances were developed in collaboration with the Mutual of Social Volunteers of the Republic, an institution that collaborates and collaborated in the accompaniment of women and their formation as a cooperative.

Keywords: Qom women, Spatial practices, Santa Fe.

Introducción

El desarrollo de estudios que realizan un entrecruzamiento entre categorías como género y etnia reviste carácter reciente en la disciplina geográfica, siendo las principales contribuciones provenientes de países como Brasil (Silva Manchinery y Almeida Silva, 2019; Silva Alves y Silva Nascimento Silva, 2019), Chile (Martinez Berrios, 2015) y Ecuador (Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo, 2017). El tratamiento de esta interseccionalidad, es poco común en los estudios de género desarrollados en la Geografía. De hecho, según Brasca (2019) en “las geografías de género en Argentina encontramos prevalencia de la interseccionalidad género y clase (Garcia, 1999; Lan, 2001; Lucero, 2001) no así de otras categorías como sexualidades (Larreche, 2018) y etnicidad”.

No obstante es más amplio el espectro de autores que trabajan la temática étnica dentro de la Geografía. La cuestión indígena emerge como tema de interés en el contexto anglosajón (Coombes et. al. 2011, 2012, 2014) y en Latinoamérica a partir de los trabajos recopilados en el número temático de la Revista Norte Grande (2015) y en el dossier de Geocrítica Latinoamericana titulado “Saberes territoriales y sus espacialidades” (2020). En Brasil, Santos Amparo (2007) analiza la visibilización del sujeto indígena en geografía. En Argentina, se han abordado los procesos de comunalización y territorialización de poblaciones originarias en contextos urbanos (Palladino, 2013; Trivi, 2010). Por fuera de la geografía, otros autores se han interesado por discutir la espacialidad y la noción de territorio, analizando las repercusiones y alcances de la ley nacional 26.160 referida a la declaración de emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan las comunidades indígenas originarias del país (Cañuqueo, 2015). Por su lado, Arias (2010) reflexiona sobre la mensura del territorio de los pueblos originarios, indagando en cómo este fraccionamiento es contradictorio con lógicas de tipo comunitarias. Como puede observarse son escasos los trabajos que desde la Geografía y fuera de esta disciplina se han interesado en tratar la territorialidad que configuran las mujeres indígenas.

En este sentido, abordar el papel de las mujeres indígenas en la construcción territorial es una tarea que implica el diálogo con otras disciplinas que vienen desarrollando la temática, como es el caso de la antropología (Gómez, 2018; Sciortino, 2021; Hirsch, 2008; Bidaseca, 2011). A su vez, supone un esfuerzo por encontrar categorías geográficas que sean explicativas de la realidad.

Durante el año 2021 comencé a desarrollar investigaciones vinculadas a una cooperativa[1] de trabajo de artesanas indígenas qom denominada Qom Alphi, radicada en el municipio de Santa Fe. Mi trabajo junto a estas mujeres indígenas viene desarrollándose desde 2018. No obstante, decido volcar mi investigación al abordaje de las múltiples desigualdades (étnicas, de clase y género) que atraviesan a este colectivo de mujeres en el año 2021. Entre las actividades desarrolladas previamente, efectuamos junto a un grupo de voluntarias[2] diferentes tareas de acompañamiento del proceso productivo, y sobre todo, de la comercialización de artesanías.

En este contexto comienzo a pensar, dentro de la geografía, en categorías explicativas para el abordaje de la espacialidad de las mujeres artesanas qom, en especial, la producción de múltiples territorios (Haesbaert, 2011, 2012). Para ello, partiendo de los registros de campo y la revisión bibliográfica con la que contaba, me propuse delinear un esquema de trabajo, que pudiera acercarnos a la territorialidad indígena de las mujeres pensada a partir de tres esferas distintas: doméstica, comunitaria y extra-comunitaria. Las mismas son abordadas como esferas abiertas, superpuestas y en constante tensión y reconfiguración[3].

En el presente trabajo es de interés indagar sobre la territorialidad configurada en torno a la esfera extra-comunitaria, puntualmente, aquella vinculada al circuito productivo de la palma, sobre todo al abastecimiento de materia prima y la comercialización. Es por ello que, se decidió abordar las prácticas espaciales de las mujeres qom. En dicho proceso, la delimitación de las categorías a usar puso en diálogo y tensión los postulados de dos autores distintos (Lindón, 2006 y Souza, 2013). Con el presente trabajo me propongo, puntualmente abordar las prácticas espaciales llevadas a cabo por mujeres indígenas de la cooperativa Qom Alphi, a los fines de dar cuenta cómo configuran la esfera extra-comunitaria. Para ello, retomo prácticas vinculadas al circuito productivo que las mismas dirigen. Parto del concepto de prácticas espaciales porque considero que nos ofrecen un abordaje amplio de la espacio-temporalidad de las qom, teniendo en cuenta que “es en la escala de las prácticas humanas en donde se reproduce la sociedad, y donde se socializan los individuos que continúan con la reproducción social” (Thrift en Lindón, 2006).

Esta propuesta se sirve metodológicamente del registro etnográfico: entrevistas realizadas (por mí y por terceros) en diferentes momentos (2018, 2020, 2021 y 2022) y observación en campo. A su vez, incorpora material audiovisual que las mujeres han socializado y resultados obtenidos de mapeos colectivos organizados por el grupo de voluntarias. Se sistematizan aquí una serie de experiencias de investigación y acción llevadas a cabo con las mujeres, las cuales permitieron conocer las dinámicas propias y poder generar propuestas de logística y comercialización en conjunto. A su vez, la presentación da cuenta de los mecanismos desarrollados por éstas, tanto para el abastecimiento de la materia prima, como para la comercialización, particularmente la venta ambulante.

El trabajo se estructura de la siguiente forma: en primer lugar, se efectúa un recorrido teórico que permita pensar las categorías elegidas (territorio y prácticas espaciales) para abordar la temática; en segundo lugar, se delimita qué se entiende por esfera extra-comunitaria (en vinculación al circuito productivo de la palma); en tercer lugar, se analizan de dicho circuito dos aspectos puntuales: el abastecimiento y la comercialización ambulante; por último, se presentan algunas consideraciones finales y posibles propuestas de trabajo a futuro.

La noción de territorial

El presente trabajo busca dar cuenta de los múltiples territorios que configuran las mujeres qom. Para ello, entiendo el territorio como lo hace Haesbaert (2011) configurado a partir de lógicas de apropiación y dominación, que tienen su correlato en aspectos simbólicos y materiales.

El territorio debe ser concebido como producto del movimiento combinado de desterritorialización y de reterritorialización, es decir, de las relaciones de poder construidas en y con el espacio, considerando el espacio como un constituyente, y no como algo que se pueda separar de las relaciones sociales. Entiendo el poder al mismo tiempo en el sentido más concreto de dominación político-económica, como dominación funcional, y en el sentido más simbólico, de apropiación cultural. Aquí tomo como referencia las definiciones de Lefebvre, quien distingue entre dominación y apropiación, asumiendo que la última tiene una dimensión más simbólica. En general los grupos hegemónicos se territorializan más por dominación que por apropiación, mientras que los pueblos o los grupos más subalternizados se territorializan mucho más por apropiación que por dominación. En efecto, estos últimos pueden no tener la dominación concreta y efectiva del territorio, pero pueden tener una apropiación más simbólica y vivencial del espacio. Es interesante destacar que Lefebvre define el espacio vivido sobre todo por su carácter simbólico. (Haesbaert, 2013: 26-27)

El territorio de las mujeres qom involucra prácticas espaciales materiales como aquellas vinculadas directamente al rol de las mujeres como organizadoras de la economía familiar (espacio doméstico) junto con el desarrollo de negociaciones[4](con diferentes instancias de gobierno) y la comercialización y distribución en la ciudad (estas dos últimas prácticas enmarcadas en la esfera extracomunitaria). Las instancias de construcción simbólica del territorio involucran la definición de la identidad como artesanas; de este modo, las mujeres se configuran como sujetas políticas capaces de disputar espacios de participación dentro y fuera de sus comunidades.

La construcción del territorio de las mujeres qom pone en relación los espacios doméstico[5], comunitario y extracomunitarios. Estos son articulados a partir de la espacio temporalidad del trabajo artesanal. Sin embargo, esta espacio temporalidad entra en relación y conflicto con otras múltiples espacio temporalidades. Como propone Porto Gonçalves (2009) “la visión unilineal del tiempo silencia otras temporalidades que conforman el mundo simultáneamente. Sucesión y simultaneidad, sucesiones simultáneas, he ahí el espacio tiempo. El mundo no tiene un reloj único” (Porto Gonçalves, 2009:3).

Desde este punto de vista, la territorialidad de las mujeres qom puede pensarse configurada a partir de prácticas cotidianas que llevan a cabo las mismas en sus esferas domésticas, comunitarias y extracomunitarias. Por ello, las prácticas espaciales, pueden ser una categoría útil para dar cuenta de cómo se genera la reproducción simbólica y material del grupo, y por consiguiente, como se configuran de manera constante sus territorios.

Debates en torno a las prácticas espaciales

En un primer momento, el uso de categorías provenientes de las Geografías de la Vida Cotidiana (Lindón, 2006) se presentaba como una herramienta útil aunque, quizás inconclusa, para dar cuenta de las lógicas de poder que se construyen en torno a los territorios de las mujeres indígenas qom. En este sentido, la propuesta teórica de Marcelo Lopes de Souza (2013) complejizaba, al incorporar las relaciones de poder, el aparato teórico seleccionado para dar cuenta del entramado de tensiones cotidianas en las que se ven inmersas las artesanas qom. Es por ello que para el análisis propuesto, se establece un diálogo entre la propuesta de Lindón (2006) y se incorporan lecturas sobre prácticas espaciales heterónomas y prácticas espaciales insurgentes (Lopes de Souza, 2013).

Se parte de retomar aspectos teóricos que corresponden a las Geografías de la Vida Cotidiana (en adelante GVC), ya que permiten entender los sujetos situados espacio-temporalmente y en constante construcción de sus espacios de vida. Se recupera el concepto de prácticas espaciales, definidas como el “ámbito que da cuenta del hacer del ser humano: actividades, acciones o prácticas cotidianas” (Lindón, 2006: 370). Este concepto se compone de cuatro vertientes analíticas: desplazamientos, prácticas que permanecen en el lugar, escenarios de comportamiento y patrones y/o rutinas espaciales (Lindón, 2006).

Cuando las GVC indagan en torno a los desplazamientos se pueden distinguir dos tendencias. Por un lado, una vinculada a la medición del tiempo y el espacio, abordando el desplazamiento de manera netamente cronometrable. Mientras que, por otro lado, algunos piensan las prácticas de movilidad entendidas junto a patrones/rutinas, a campos de información espacial y a subjetividades espaciales. Nuestro análisis se acerca entonces a esta segunda postura, aunque no descarta la posibilidad de mensurar los desplazamientos para dar cuenta de ciertas desigualdades que atraviesan a las sujetas.

Las prácticas ancladas en el lugar refieren a prácticas cotidianas que las personas realizan de manera relativamente fija, en tiempos cortos o extensos. Los escenarios de comportamiento abordados desde la GVC buscan preguntarse por “los espacios y tiempos en los que las personas tienen “encuentros” con otras personas” (Lindón, 2006: 373), estos escenarios siguiendo la influencia goffmaniana pueden ser de tipo fijos o en movimiento.

Respecto a las rutinas y/o patrones, las mismas se definen a partir de identificar como las prácticas, los escenarios y desplazamientos se reiteran, generando rutinización de prácticas cotidianas. Esta categoría analítica es quizás, la más abarcativa de las mencionadas ya que, permite el abordaje espacio-temporal en sentido amplio. Esto se debe a que incorpora la variable temporal tanto a partir del tiempo en que se prolonga una práctica como también, la repetición en un ciclo temporal más largo.

Me interesa recuperar los postulados de las GVC porque como se ha afirmado previamente es la escala de las prácticas humanas la que permite dar cuenta de la reproducción material y simbólica de las sujetas, no obstante, se reconoce que la GVC puede complementarse con posturas de autores brasileros que abordan la relación espacio-poder para una mirada más acabada. En especial si se piensan las prácticas espaciales como mediadas por relaciones de poder (Lopes de Souza, 2013).

Marcelo Lopes de Souza (2013), define las prácticas espaciales como “prácticas sociales en que la espacialidad es un componente nítido y destacado de la forma de organización, del medio de expresión y/o de los objetivos y seres alcanzados” (traducción propia, Lopes Souza, 2013: 241). En este sentido, y conforme al enfoque que plantea el autor, las prácticas espaciales se encuentran mediadas por relaciones de poder, por lo tanto, pueden ser de distintos tipos. Algunas de ellas han servido a lo largo de la historia para la dominación y el establecimiento de jerarquías, como así también, para la emancipación, la autodeterminación y autogobierno entre otros varios ejemplos mencionados. De esta idea, se desprende entonces, la distinción efectuada por Lopes de Souza (2013) “las prácticas espaciales han servido para la heteronomía o, con menor frecuencia, para la lucha contra la heteronomia” (traducción nuestra, Lopes de Souza, 2013:247).

El trabajo reúne ambas conceptualizaciones porque considera que mientras que las categorías de Lindon (2006) son explicativas y revisten un carácter descriptivo de la realidad cotidiana de las mujeres, las categorías de análisis de Lopes Souza (2013) ahondan en las lógicas de poder que configuran los territorios de las mismas. De allí que se retoma el continuum generado entre lógicas de apropiación y dominación que operan en dichas prácticas, para adherir a la propuesta territorial de Rogerio Haesbaert (2013)[6].

A continuación, se amplía puntualmente qué se entiende por esfera extracomunitaria y se realiza un acercamiento al grupo social con el que se trabaja para luego intentar dar cuenta de las prácticas espaciales llevadas a cabo tanto en la instancia de abastecimiento como de comercialización. Es clave aclarar aquí, que todo el proceso productivo, se encuentran constantemente configurado en torno a tareas de cuidado[7].

Esferas de abordaje teórico-práctico: lo doméstico, lo comunitario y lo extracomunitario

Como se mencionó previamente, el marco general de la investigación en el que se encuentra pensado el presente trabajo, define tres ámbitos distintos de acción: el espacio doméstico, donde se identifican tareas de trabajo artesanal y tareas de cuidado; el espacio comunitario que nuclea las disputas de poder y organización de las mujeres artesanas en contacto con el resto de sus pares, y el espacio extracomunitario, de interés en este manuscrito.

Cuando remitimos a la esfera extracomunitaria componen la misma aquellas instancias que no se producen ni en el seno del espacio doméstico ni en el interior de la comunidad. No obstante, las mismas se encuentran en constante interacción con éstas ya que, no pueden entenderse como esferas escindidas, sino más bien yuxtapuestas. En este sentido, retomo a Gomez y Sciortino (2018) quienes proponen pensar los espacios comunitarios y domésticos como espacios políticos para las mujeres qom con ejercicio de poder desde el modo “informal”[8]. Bajo esta dinámica, se desarrolla la esfera extracomunitaria. Se identifican como propias de ésta tres prácticas: negociaciones con familiares del Chaco integrados al circuito productivo como proveedores de palma, relación con diferentes instancias de gobierno -local, provincial y nacional- y desplazamientos para la comercialización ambulante y en ferias.

A continuación, y antes de avanzar en el análisis que compete, se expresa brevemente quienes son las mujeres que conforman la cooperativa y cómo se organizan para ello.

Mujeres qom organizadas en el municipio de Santa Fe

Qom Alphi es una cooperativa de trabajo de mujeres artesanas qom, conformada durante el año 2021. Las mujeres que la integran vienen reuniéndose para gestionar la producción y comercialización de sus artesanías desde hace cinco años. El trabajo artesanal de estas mujeres conforma uno de los principales ingresos de sus familias. A su vez, la economía familiar qom se compone de transferencias monetarias condicionadas como son la Asignación Universal por Hijo, Pensión No Contributiva para Madre de 7 Hijos o pensiones de la Mutual 5110)[9] y de trabajos esporádicos que realizan los varones.

Las mujeres que integran la cooperativa, asumen roles vinculados al desarrollo de tareas de cuidado, y a su vez, se autoadscriben como artesanas, lo que les permite acceder a nuevos espacios de negociación y reivindicación de demandas, tanto dentro como fuera de sus comunidades. Dicho proyecto que comenzó con 15 mujeres artesanas, actualmente se encuentra compuesto por más de 65[10].

La producción artesanal es una tarea que desarrollan mayoritariamente las mujeres, aunque como han mencionado algunas de ellas, a veces, cuando hay varios pedidos por tejer los hombres “ayudan”. Es una tarea que desarrollan por lo general en sus casas, mientras llevan a cabo otras tareas de tipo domésticas. Así, el tiempo de cuidado se intercala con el artesanal, no obstante el que predomina es el de cuidado.

El apartado siguiente recupera dos instancias del proceso productivo de la palma (abastecimiento y comercialización) lo analiza como instancias donde las mujeres desarrollan prácticas espaciales definidas.

Ir al monte y “cuidar” la palma: recolección y preparación de materiales para el tejido

La palma es un material que crece en el monte. Las mujeres realizan la tarea de recolección, preferentemente con un machete. Dicha tarea, cuentan, implica caminar y recolectar en bolsas el material. Es una tarea que dura entre 4 a 6 horas donde participan todos los miembros de la familia. Entre las principales dificultades de recolección se encuentran los dolores posturales y la posibilidad de pincharse con las puntas de la hoja espinosa.

La palma crece en el Chaco y detrás del abastecimiento de la materia prima, existe un entramado de lazos parentales y negociaciones establecidas con los residentes en Santa Fe. Las opciones para el abastecimiento son dos: desplazamientos hacia el Chaco o intercambios (venta o trueque) con familiares que recolectan el material y lo envían hacia Santa Fe.

Hace dos meses M.S. (artesana, 27 años) se fue al Chaco a visitar sus parientes. Siempre que se viaja, se trae palma. Envía videos y fotos en el monte donde se puede observar el proceso de recolección. Quienes lo realizan llevan bolsas grandes “como las de 50 kg de papa” nos dice M.S. El material se junta hasta llenar las bolsas, pero ésta es solo una pequeña parte del proceso. E. A. (edad) nos muestra de cerca el cortado del material, por videos y fotos que envía desde el Chaco.

Quienes por diferentes motivos no pueden viajar, coordinan el envío con parientes que juntan la materia y la remiten a Santa Fe. Las formas de pago suelen ser de dos tipos: envío de dinero o envío de ropa (modalidad de trueque). G.H. (artesana, 42 años) comenta al respecto:

Nosotros conseguimos en el Chaco, porque allá nuestra familia tiene un campo grande y con esa palma nos mandan a nosotros pero nosotros tenemos que pagar a ellos para que nos mande las hojas (…) con un micro, le mandan un micro hasta Santa Fe para tenemos esa hoja de palma para tejer.

La permanencia de lazos con familiares en el Chaco, permite que, en un año y en la medida de lo posible, se viaje al menos dos veces para visitar parientes. Este es uno de los primeros patrones o rutinas identificados a largo plazo[11]. En esos viajes se incluye, como tarea habitual la mencionada recolección de palma. El ir y venir, de Santa Fe al Chaco y del Chaco a Santa Fe, conforma una dinámica establecida entre los patrones de desplazamiento que podemos identificar en los qom. Esto, les permite no solo llevar a cabo diferentes prácticas culturales (como encuentros religiosos) sino también, paralelamente garantizar el abastecimiento de materia prima.

A propósito de ello, Vivaldi (2016) analiza los procesos de movilidad qom, para dar cuenta que en el movimiento, atraviesan lugares y los configuran. En este sentido, nos aporta: “los desplazamientos pueden desplegarse dentro del Chaco o entre el Chaco y otras regiones, pero sus características están más definidas por los efectos de los desplazamientos y por la forma de efectuarlos que por los destinos en sí mismos” (Vivaldi, 2016: 235).

Existe aquí un posible nexo entre lo propuesto por Vivaldi (2016) y la noción de territorio de Haesbaert (2012) al pensar la dimensión de la movilidad como constitutiva de éstos[12]. Vivaldi (2016) sostiene que es más importante enfocarse en el motivo y forma del desplazamiento que en el destino del mismo. En este sentido, podrían pensarse los motivos de desplazamiento de las mujeres qom (fuertes lazos parentales y necesidades económicas) y las formas (con sus hijos/as y por lo general dos veces al año) como mecanismos que reproducen territorios atravesados por dos prácticas sociales asumidas por las mujeres, esto es, hacerse cargo de tareas productivas de tipo artesanal y las tareas de cuidado. Estas prácticas sociales se proyectan sobre el espacio (Lefevbre en Lopes Souza, 2013) configurándolo simbólica y materialmente. Es en el desarrollo de estas prácticas sociales que las sujetas le otorgan sentido de cercanía o lejanía a sus familias, que entran y salen del monte, que se desplazan por horas hacia otros puntos del país, que logran mayor o menor autonomía de sus pares varones, que garantizan la reproducción material de sus familias. Configurado desde estas prácticas, el territorio de las mujeres qom, por momentos, pareciera no poder condensarse bajo estructuras fijas que lo definan, sino más bien suele estar sujeto al constante movimiento que éstas le imprimen.

Una vez que la palma es recolectada, comienza el proceso de secado. Cuando pregunto a N.A. si puede contarnos cómo es el proceso para realizar una artesanía comenta:

El proceso es primero viajar al Chaco, de ahí vos te vas al monte y sacas la palma que son espinosas, toda verde. Después cuando terminas volves y de acá tenes que secar que también es un proceso y te dura tres días para secar. Después si, ahí podes empezar el trabajo. (N.A. artesana, 31 años).

La preparación del material para el tejido depende, por lo general, del tipo de punto a realizar. Algunas de ellas, prefieren cocer los tejidos “cerrados” con palma verde y realizar los tejidos abiertos con palma seca. M.L. (artesana, 62 años) nos explica:

Tenemos que secar y la otra apartamos para cocer. Y le dividimos. La otra podemos sacar afuera para que se seque y después cuando esté seca le guardamos en un bolso y lo otro lo envolvemos con una bolsa de nylon para que no se seque también la de aguja el verde, porque si seca no se puede trabajar con esta aguja, se rompe. Tenemos que cuidar muchísimo para que dure unos días también.

Si bien se mencionó que el viajar puede leerse como patrón o rutina (entendida a largo plazo). El abastecimiento de palma puede entenderse a partir de la idea de “desplazamiento” el ir al monte y llevar a cabo una práctica puntual (en el lugar)[13] la selección y extracción del material para tejer.

El desplazamiento implica un tiempo y también un sentido. Es una práctica que se realiza con los niños, lo que supone, llevar la tarea de cuidado por fuera de la esfera doméstica y ponerla a “andar” junto con una tarea productiva puntual (recolección).

Para Vivaldi (2010) el monte, es un lugar de recreación de diferencias y especificidades de género, en varios aspectos porque permite la autonomía femenina que no está tan manifiesta en otros lugares, además de ello, la actividad artesanal permite a las mujeres un ingreso propio, habilitando un espacio de autonomía frente a sus maridos y familia paterna. En sus trabajos sobre mujeres qom, tanto Gómez (2016) como Vivaldi (2010) identifican que “ir al monte reproduce un espacio de socialización femenina que es relativamente independiente de los hombres” (Vivaldi, 2010:113).

Si bien la palma es un material que suele tejerse en seco, para utilizarla se requiere, realizarle un tratamiento puntual días previos para que sea más manipulable. La hija de F.S. (artesana, adulta mayor) traduce indicaciones de su madre: “Si, a veces hay que como que humedecerla para que se ablande porque cuando se seca está dura vos no podes”.

Sobre el mismo tema, explica Z.S. (artesana, 41 años) que el material se envuelve en un trapo húmedo el día anterior, para poder tenerlo listo para trabajar. También sostiene que es importante “cuidar” la palma, mantenerla seca para que no se le hagan hongos y acordarse de humedecer el día anterior a tejer: “Yo cuido la palma siempre, pongo en una bolsa de harina para que no se humedece porque eso cuando uno trae del Chaco y acaba de llegar y hay buenos días hay que ponerla al sol para que no se humedece, si trajimos del Chaco siempre” (C.S. artesana, 46 años).

Si bien la preparación y el cuidado de la palma suele desarrollarse en el mismo lugar donde se efectúa la práctica de tejido, resulta importante, dar cuenta de la dificultad para escindir cada una de las etapas del proceso de búsqueda, selección y preparación del material. Ya que, las mujeres explican que al volver del monte, automáticamente ponen a secar el material, ya que lo ideal es que viaje seco para no correr el riesgo de amohosarse.

Prácticas de desplazamiento en la ciudad: la comercialización ambulante

La venta de la artesanía suele adoptar distintas modalidades (venta por pedido, venta puerta a puerta y venta en ferias). Nos centraremos aquí en la venta ambulante en la ciudad (casa por casa o en semáforos).

La venta ambulante implica, en primera instancia el desplazamiento a pie o, en ocasiones motocicleta, desde donde viven hasta la Av. Blas Parera. Allí suelen tomar líneas de colectivo en función de los lugares donde eligen vender. A partir de un mapeo realizada se pudo conocer, en primer lugar, que la “salida” a vender es algo que realizan, por lo general de manera grupal, ya sea por familia o afinidad, principalmente las mujeres y niños. En segundo lugar, los días que suelen salir a vender con mayor frecuencia son los sábados, a veces también domingos y feriados. Algunas de ellas combinan la venta con otras estrategias como el “mangueo”, sobre todo en la zona del centro (peatonal). En tercer lugar, las mujeres se posicionan en grandes avenidas de la ciudad o recorren puerta a puerta ciertos barrios, tienen un espacio de influencia delimitado y suelen recorrer por un período prolongado los mismos lugares.

Las opiniones en torno a si dicha tarea les gusta o no, se encuentran divididas entre quienes eligen realizarla y quienes prefieren realizar ventas de pedidos desde sus casas. M.L. (artesana, 62 años) nos explica su preferencia de vender a distancia.

Yo vendía casa por casa pero ahora ya no, no quiero salir más a la calle, no quiero estar en la calle trabajando (…) Porque se me complica muchísimo salir a la calle porque tengo que tomar el colectivo y ahora el colectivo es muy caro los boletos.

Entre las dificultades planteadas por parte de aquellas que venden de manera ambulante, surge el peligro al regresar al barrio tarde o la dificultad del cuidado de los niños mientras trabajan en la calle. N.A. (artesana, 31 años) nos comenta:

Si porque hay mucha gente, son muchas las mujeres que salen hasta niños, porque es mucha la necesidad que hay en el barrio, si vos no salís nadie te va a traer trabajo y las mujeres con los niños son muchas madres solteras. Más a mi edad, son muchas madres solteras y se tienen que dedicar a esto sino no le van a traer el pan, así.

En una postura muy similar, que recupera la idea de entrar y salir del barrio, C.S. (artesana, 46 años) nos dice:

Hay muchas mujeres que salen a vender de este barrio, de Santo Domingo, de acá va mi mamá también que salen ellas a vender los canastos a los semáforos ellos y va caminando ellos y llega la tarde y son un peligro las calles pero si o si tienen que salir para mantener nuestros hijos.

También, identifican la diferencia de precios que se produce entre vender de manera ambulante y al vender a partir de pedidos, donde el precio del producto ya está pactado. “Cuando fuimos al semáforo vendimos cosas baratas de 200, pidiendo monedas”, nos dice N.A. y continúa afirmando que el problema de vender de manera ambulante es que se vende barato (remate) o se termina cambiando por mercadería. “Bueno, por ejemplo, este lo vendemos a 300, si nos piden por cantidad lo bajamos a 250 o sino de última si es por necesidad lo bajamos a 100 pesos porque no queremos volver con las manos vacías porque sino no tenemos para la noche” (N.A. artesana, 31 años)

En cuanto al tiempo en términos cronometrables, las mujeres se desplazan de 6 a 8 horas vendiendo sus productos en la ciudad. Algunas pocas exceden esa cantidad de horas.

Llegamos a la casa como a las seis de la tarde y salimos de acá a las nueve y todo el día en el semáforo estamos ahí, y hay gente que te da monedas, hay gente que no te dan, hay gente que te rechaza, hay gente que recibe bien, hay gente que te pregunta cómo hacen, de dónde son, y la respuesta a ese si nos preguntamos le decimos a ellos somos del Chaco, ellos nos entienden a nosotros y hay gente que no entiende a nosotros (N.A. artesana, 31 años)

La selección del punto de venta o recorrido a realizar suele estar determinada, en ocasiones, porque son lugares donde concurren personas que suelen comprarle o conocen. Además de ello, otro factor repercute en la necesidad de vender de manera ambulante, la inaccesibilidad a los barrios donde se encuentran ubicadas ambas comunidades qom: “Si. Me gusta ir, porque los días como ahora en la semana hay gente que no viene acá en el barrio” (C.S. artesana, 46 años).

Aquí parecieran operar, siguiendo a Lopes de Souza (2013) dos cuestiones en torno a las prácticas espaciales de las mujeres qom. Por un lado, estas prácticas se encuentran sometidas, de manera implícita a lógicas de dominación, ya que dejan entrever como repercute en la comercialización la inclusión precaria (Souza Martins en Haesbaert, 2011)[14] a la que se encuentran expuestas las mujeres por su ubicación geográfica en el entorno urbano. Esto las lleva indefectiblemente a “salir” del barrio para acceder al “resto de la ciudad”[15]. A su vez, el “salir” del barrio se manifiesta como una práctica que da cuenta del ejercicio de la autonomía de éstas, el control sobre su economía doméstica y la reproducción de la vida de sus pares. Este tipo de práctica, las exime de una posición como sujetas pasivas (Rosaldo, 1979) y las ubica como decisoras del destino de su grupo familiar, esto nos acerca más bien al concepto de práctica espacial insurgente, donde las mismas, en el desplazamiento: a) resignifican lugares, b) desarrollan diversas estrategias de supervivencia y c) contribuyen a la construcción de circuitos económicos alternativos[16].

Respecto a resignificar lugares, las mujeres se localizan en esquinas de grandes avenidas y efectúan la comercialización en los semáforos. La elección de los mismos tiene que ver con la circulación de personas así como también la comodidad que encuentran para disponer sus productos y la seguridad del lugar para que sus hijos circulen mientras venden[17].

Por otro lado, durante la venta ambulante despliegan una serie de estrategias: el cambio de productos por ropa o alimentos y el remate a precios menores. Si bien, estos mecanismos no son los priorizados por las artesanas, existen y se reproducen en función de la necesidad del grupo y el resultado diario de la venta ambulante.

Respecto a estas últimas afirmaciones, la idea de práctica insurgente, entraría en conflicto con otro aspecto aun no resuelto en esta propuesta de investigación. Si bien el ejercicio de prácticas productivas puede pensarse como un espacio donde las mujeres se desarrollan como decisoras de su propio destino y el de sus familias, también es cierto, que contribuye a reproducir algunas desigualdades de género en tanto y en cuanto, siguen siendo ellas quienes asumen las tareas de cuidado y reproductivas, desarrollando cotidianamente una doble jornada laboral[18].

Reflexiones en torno al conjunto de prácticas espaciales

El siguiente esquema intenta sistematizar las prácticas espaciales llevadas a cabo por las mujeres qom, en un intento por integrar los marcos teóricos propuestos.


Figura 1:
Prácticas espaciales de las mujeres artesanas qom
Elaboración propia

El desarrollo del trabajo dio cuenta de que, en el universo de las prácticas espaciales de las mujeres, es posible establecer una rutina o patrón propio en torno al abastecimiento y la comercialización. Respecto al primero, puede afirmarse que los patrones se componen de diversos desplazamientos: al Chaco (una o dos veces al año); desplazamientos de entrada y salidas al monte y, también, de prácticas en el lugar: el monte como lugar de socialización femenina (Vivaldi, 2010). Respecto a la comercialización, los patrones también se integran por dos tipos de desplazamientos: entradas y salidas al barrio, caminatas por la ciudad para la venta ambulante (casa por casa) y, también, prácticas en el lugar: selección de ciertas esquinas de la ciudad para instalarse a comercializar. En las entrevistas efectuadas, las mujeres identificaban con mayor precisión y claridad el tiempo dedicado a la venta ambulante, esto es, cantidad de horas y días de la semana (feriados o fines de semana)[19].

Podemos leer los desplazamientos de entrada y salida, tanto al monte como al barrio, como instancias que aportan mayores niveles de autonomía respecto a sus pares varones, lo que nos permite pensarlos como prácticas insurgentes (Lopes Souza, 2013). No obstante, otras prácticas se desarrollan en simultáneo y se vuelve difícil disociarlas, aún más difícil identificar el límite entre una práctica que se supone insurgente pero reproduce desigualdades de género, lo que la volvería una práctica heterónoma. Este es el caso puntual de las tareas de cuidado que recaen sobre las mujeres y que estas efectúan en paralelo a los desplazamientos y prácticas en el lugar, como si, la autonomía se diera ante la circulación en ausencia del control masculino, sin abandonar las responsabilidades de cuidado que les son asignadas para con sus hijos/as.

Esta imposibilidad de disociar prácticas netamente heterónomas de prácticas insurgentes, se encuentra en consonancia con el aparato teórico propuesto por Haesbaert (año) para entender el territorio. En ese sentido, podríamos sostener que el territorio vinculado a actividades de tipo extracomunitarias (del circuito productivo) de las mujeres qom se construye en tensión de dos lógicas que interactúan solapadas. Estas mujeres ejercen micro resistencias cotidianas (prácticas espaciales que aportan mayor autonomía) y, a su vez, se encuentran bajo lógicas de dominación (roles de género asignados, inclusión precaria).

Discusiones finales

El presente trabajo intentó dar cuenta de las prácticas espaciales que las mujeres qom despliegan en torno a dos aspectos puntuales del circuito productivo de la artesanía: comercialización y abastecimiento. Ambas prácticas constituyen la esfera identificada como extracomunitaria y configuran el territorio de éstas.

El trabajo con mujeres indígenas en geografía es una temática de reciente desarrollo, de allí, que entre las dificultades que se presentan en el abordaje de estas temáticas, se encuentre la necesidad de seleccionar un marco teórico que se ajuste a la realidad. Es en este sentido, que el debate sobre prácticas espaciales, como prácticas que permiten echar luz sobre la reproducción de la vida que las mismas garantizan nos puede ser útil. De allí, que integramos dos visiones que nos parecen, por su trayectoria y enfoque, propicias para el debate. Lindón (2006) con su enfoque desde las GVC permite una descripción compleja de la realidad cotidiana, a la que incorporamos la mirada de Lopes de Souza (2013) en torno a lógicas de poder.

El trabajo desarrolla una serie de prácticas que pueden condensarse bajo la idea de patrón o rutina. De dichas prácticas observamos que, siguiendo el esquema teórico de Lindón (2006) se destacan, tanto en la comercialización como en el abastecimiento, los desplazamientos y las prácticas en el lugar. A su vez, estos pueden ser entendidos como prácticas heterónomas o insurgentes, dependiendo del lugar de autonomía o no, desarrollado por las mujeres y de las lógicas de dominación a las que éstas se encuentran implícitas o explícitamente vinculadas. Se presentan para finalizar aquí, algunas consideraciones sobre ello.

En primer lugar, existen ciertos patrones: en la instancia de abastecimiento, nos referimos al desplazamiento que hacen las mujeres hacia el Chaco dos veces al año, donde a su vez, efectúan la práctica en el lugar de “ir al monte”; el proceso de recolección y selección de la palma, se enlaza con la práctica de cuidado del material y preparación para el tejido. Dicho cuidado tiene sus tiempos pactados: tres días de secado y uno de humedecimiento antes de tejer. En la instancia de comercialización de productos, otros elementos entran en juego y complejizan la rutina: los desplazamientos a pie desde el barrio a la avenida y luego hacia el punto de venta establecido. En los puntos de venta se generan prácticas en el lugar: la identificación como artesana y la negociación con compradores. De lo mencionado recientemente, podemos concluir que entre las prácticas espaciales más mencionadas dentro de estas dos instancias del circuito productivo encontramos: ir y venir al Chaco, en el Chaco “ir al monte”, también entrar y salir del barrio.

Ambas instancias analizadas, se encuentran atravesadas por la coexistencia de tareas de cuidado con tareas artesanales. Las mujeres venden sus productos y recolectan la materia prima en compañía de sus hijos. Esto, podría interpretarse al menos de dos formas que dejamos aquí mencionadas, las mismas requieren de un análisis más exhaustivo. Por un lado, esto puede entenderse como una forma de ser en el espacio, signado más por una lógica de tiempo de tipo reproductivo que por el tiempo de producción. En este sentido, podemos preguntarnos si la predominancia del tiempo del cuidado sobre artesanal se vincula a un mandato patriarcal o a otra forma de construir y vivir las espacio-temporalidades. En el primer caso, esto nos llevaría a analizar las formas en que, la doble jornada laboral opera sobre las mujeres qom artesanas, mientras que en el segundo, a pensar otras temporalidades paralelas a la lógica capitalista. Partimos de la idea de que dichos casos pueden llegar a converger y no ser necesariamente excluyentes, para ello se perfila la investigación hacia un abordaje que contemple dichas complejidades posibles.

Referencias

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Notas

[1] Este grupo de mujeres funcionó desde el año 2018 nucleado como proyecto territorial con fines similares a los de la cooperativa recientemente formada.
[2] Voluntarias pertenecientes a la Mutual de Voluntarios Sociales de la República Argentina.
[3] En antropología, el trabajar con mujeres indígenas, llevó a repensar las categorías tradicionales impuestas por la modernidad y replantear el binarismo androcéntrico que sugiere la dicotomía: masculino-público-político-racional versus femenino-doméstico-apolítico y sensible (Sciortino y Gómez, 2018). En el caso específico de las mujeres qom, la esfera doméstica se constituye como un espacio abierto donde conviven las tareas de cuidado y el trabajo artesanal (Denuncio, 2018; Cardini, 2018; Gómez, 2016).
4] Algunos autores llaman a esto movimiento etnopolítico “alude a la naturaleza étnica de la negociación entre los sujetos sociales con el Estado, sustentada por un sujeto histórico (Barabas, 2005), en torno al reconocimiento de la diferencia cultural, el respeto al territorio y la redistribución de los recursos económicos (García y Lukes, 1999)” (Salazar Peralta, 2010: 186).
[5] En antropología, el trabajar con mujeres indígenas, llevó a repensar las categorías tradicionales impuestas por la modernidad y replantear el binarismo androcéntrico que sugiere la dicotomía: masculino-público-político-racional versus femenino-doméstico-apolítico y sensible (Sciortino y Gómez, 2018). En el caso específico de las mujeres qom, la esfera doméstica se constituye como un espacio donde conviven las tareas de cuidado y el trabajo artesanal (Denuncio, 2017; Cardini, 2018; Gómez, 2016).
[6] Creo que, en términos didácticos, también se puede imaginar el territorio como un continuum, como un proceso continuo en uno de cuyos extremos tendríamos un territorio puramente funcional, y en el otro un territorio puramente simbólico —pero esto sólo en términos analíticos, porque en la realidad no existe un espacio social que pueda prescindir completamente de su dimensión simbólica o funcional.” (Haesbaert, 2011:27)
[7] M.A. cuenta “nosotros no tenemos como ustedes horario de trabajo” haciendo alusión a que realizan ambas tareas en simultáneo. Prosigue explicando que trabaja con la palma cuando no tiene “cosas que hacer” esto es, tareas de cuidado.
[8] “Los estudios de Michelle Rosaldo (1979) pueden ser considerados un punto de partida hacia la construcción de una perspectiva de género crítica hacia los modelos interpretativos que definen a las mujeres como “dominadas” e imposibilitadas de enfrentar el poder masculino. Rosaldo (1979) sitúa en la división público-privado los fundamentos de la subordinación universal de las mujeres. Uno de los aportes, tal vez de los más destacados de la autora, refiere al reconocimiento de que las mujeres ejercen influencia y poder de manera informal. En este sentido discute con el “corolario” que sostiene, según la autora, que los hombres tienen una “autoridad” sobre las mujeres, que poseen un derecho –culturalmente legitimado– a la subordinación y sumisión de estas (Rosaldo, 1979)” (Gómez y Sciortino, 2018: 17).
[9] La economía familiar de los qom se compone, por lo general, de tres tipos de ingresos que varían a lo largo del mes. Las transferencias monetarias condicionadas (Asignación Universal por Hijo, Pensión No Contributiva para Madre de 7 Hijos o pensiones de la Mutual 5110), la cestería y el desarrollo de distintas changas (como ser albañilería y corte de césped). A su vez, una minoría de ellos, se encuentra trabajando como personal en algunas dependencias del Estado, sobretodo oficiando de traductor/a.
[10] A propósito de ello, Gómez (2016) identifica las instancias de viaje como reconfiguraciones de las masculinidades de los varones. Para el caso de las qom en Formosa, analiza las diferencias establecidas en la decisión de realizar viajes entre las mujeres que tienen a cargo hijos y aquellas que no, como así también entre quienes viajan a causa de proyectos de artesanía y quiénes no. En el caso particular del grupo con el que trabajamos, los viajes se efectúan con los hijos, en la mayoría de las veces, se traslada la tarea de cuidado a nuevos espacios.
[11] A propósito de ello, Gómez (2016) identifica las instancias de viaje como reconfiguraciones de las masculinidades de los varones. Para el caso de las qom en Formosa, analiza las diferencias establecidas en la decisión de realizar viajes entre las mujeres que tienen a cargo hijos y aquellas que no, como así también entre quienes viajan a causa de proyectos de artesanía y quiénes no. En el caso particular del grupo con el que trabajamos, los viajes se efectúan con los hijos, en la mayoría de las veces, se traslada la tarea de cuidado a nuevos espacios.
[12] Para Haesbaert (2012) “La gran cuestión que se plantea para la construcción contemporánea de los territorios es la de la creciente movilidad, así como la de la posibilidad de intensificación de la construcción de una multiterritorialidad. El territorio también puede construirse en medio a una movilidad muy intensa.” (Haesbaert, 2012: 32)
[13] “El vínculo femenino con el monte, en su carácter de dador de alimentos y materias primas, por un lado y la producción de artesanías, por el otro, son las estrategias económicas que permitirán que las mujeres y sus futuros hijos se salven del hambre y que las primeras mantengan cierta independencia económica de sus maridos” (Gómez, 2016:271)
[14] “Para retornar al concepto de exclusión en su acepción más estrictamente social, autores como el sociólogo brasileño José de Souza Martins (1997) prefieren utilizar la expresión "inclusión precaria", en vez de exclusión social. Al proponer una lectura "sociológico-política", no economicista, del fenómeno, Martins afirma: rigurosamente hablando, no existe exclusión: existe contradicción, existen víctimas de procesos sociales, políticos y económicos excluyentes-, existe el conflicto por el cual la víctima de los procesos excluyentes proclama su inconformismo, su malestar, su bronca, sus esperanzas, su fuerza reivindicativa y su reivindicación corrosiva. Estas reacciones constituyen el imponderable de tales sistemas, forman parte de éstos incluso negándolos (p. 14, cursivas del autor)” (Souza Martins en Haesbaert, 2011: 262)
[15] Algunos elementos aparecen en reiteradas entrevistas efectuadas a las mujeres. En términos de accesibilidad, el barrio donde se ubican se encuentra relegado del resto de la ciudad (inexistencia de transporte público, negación por parte de ambulancias y remises para ingresar al mismo), esto se encuentra acompañado de la poca predisposición de los compradores por acceder al mismo para efectuar compras.
[16] “Intentando invertir el desenvolvimiento de alternativas más o menos profundas al mercado capitalista y a las relaciones de producción capitalista” (Lopes Souza, 2013: 253) (traducción propia). Esto se vincula directamente con las estrategias desarrolladas por las mujeres para la subsistencia de sus familias.
[17] Estos espacios fueron identificados por ellas en un trabajo de mapeo efectuado.
[18] Trabajo artesanal remunerado (en ocasiones podría debatirse esto trueque no es remunerar) y tareas de cuidado no remuneradas.
[19] Esto se vincula directamente con la disponibilidad de tiempo que no ocupan para tareas de cuidado, ya que dichos días sus hijos/as no deben asistir a la escuela, su disponibilidad es mayor.

Información adicional

Cita sugerida: Cabre, P. G. (2022) Prácticas espaciales de mujeres Qom Alphi vinculadas al circuito productivo de la palma en espacios extracoumitarios. Párrafos Geográficos 21(2)



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