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EL NUEVO PROLETARIADO DEL NORTE EN CIUDAD JUÁREZ:TENDENCIAS ACTUALES
The new proletariat of the north at Ciudad Juarez: current trends
Chihuahua Hoy, vol. 20, núm. 20, pp. 259-293, 2022
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

Artículo científico

Chihuahua Hoy
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México
ISSN: 2448-8259
ISSN-e: 2448-7759
Periodicidad: Anual
vol. 20, núm. 20, 2022

Recepción: 25 Abril 2022

Aprobación: 25 Octubre 2022

UACJ

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: El surgimiento de la ahora renombrada Industria Manufacturera, Maquiladora y de Servicios de Exportación trajo consigo la formación de un nuevo sujeto obrero en la región: el nuevo proletariado del norte. La propuesta del presente artículo consiste en identificar y describir los rasgos específicos de esta subfracción de clase proletaria a partir de una reevaluación de su significado, los indicadores socioeconómicos más relevantes que sirven para entenderla, los episodios de organización política que ha emprendido en los últimos años y sus atributos culturales más característicos.

Palabras clave: nuevo proletariado del norte, maquiladora, frontera norte, clases sociales, Ciudad Juárez.

Abstract: The arrival of the nowadays renamed Manufacturing, Maquiladora and Export Service Industry brought within the formation of a new labor subject in the region: the new proletariat of the north. The proposal of the present article is to identify and describe the specific traits of this working class sub-fraction, by a reevaluation of its meaning, the most relevant socioeconomic indicators which serve to understand it, the political organization chapters that it has undertaken in the past years, and its most characteristic cultural attributes.

Keywords: new proletariat of the north, maquiladora, U.S.-Mexico border, social classes, Ciudad Juarez.

INTRODUCCIÓN

A principios de la década de los noventa del siglo pasado —cuando la entonces denominada Industria Maquiladora de Exportación se consolidaba en el municipio—, el sociólogo mexicano Enrique de la Garza Toledo creó un concepto inédito para identificar a la clase obrera de este tipo de empresas multinacionales instaladas en la región: el nuevo proletariado del norte (NPN). El término no se popularizó por múltiples razones, pero tuvo efectos positivos al abstraer a un “protosujeto laboral” de la totalidad obrera para escudriñarlo y esclarecer algunas de sus especificidades más características. La pregunta del momento era ¿el proletariado de las maquiladoras del norte de México es un sujeto laboral distinto a la clase trabajadora tradicional de las industrias o solo es un segmento de dicha fracción de clase proletaria?

Responder a esta interrogante ha sido un reto crucial no solamente para rellenar huecos teóricos en la construcción del conocimiento científico sobre la materia, sino, ante todo, para comprender de una manera más precisa la sociedad en la que nos desenvolvemos, con un interés particular en Ciudad Juárez, donde a la fecha dos de cada tres personas económicamente activas continúan laborando al interior de las fábricas de exportación de manufacturas. Dado ello, el objetivo principal del actual análisis consiste en emprender una aproximación a dicho sujeto laboral a partir de una reevaluación y autocrítica de su significado, tomando en consideración, además, los indicadores socioeconómicos actuales que permean en torno a su estructuración, magnitud y cualidades, sus momentos de organización política más relevantes en los últimos años y algunos de sus rasgos culturales significativos que le brindan identidad como una subfracción de clase un tanto singular. Se considera al respecto que el proletariado contemporáneo de las maquiladoras no es sino un producto del modelo de desarrollo adoptado desde la implementación del Programa de Industrialización Fronteriza (PIF) y el Programa Nacional Fronterizo (Pronaf), reforzado con la reestructuración neoliberal de los ochenta; al mismo tiempo que presenta tanto cualitativa como cuantitativamente diferencias con el viejo proletariado empleado en otras ramas de la industria. Para el debido análisis del objeto de estudio se emplearon herramientas clásicas de la investigación documental a la par de un conjunto de métodos de investigación cualitativa como la observación participante[2] y el diario de campo. El enfoque teórico se circunscribe a la crítica de la economía política y la exposición del tema se realiza en cinco apartados más una conclusión.

CONCEPTUALIZACIONES DEL NUEVO PROLETARIADO DEL NORTE

Desde mediados de los años sesenta del siglo XX, el proletariado manufacturero, a la par de las maquiladoras, no ha cesado su crecimiento y expansión a pesar de las recurrentes crisis económicas que han azotado a la región fronteriza, y también, en contrasentido de las hipótesis acerca del hundimiento del modelo secundario exportador como palanca de desarrollo local. Todo parece indicar que “la maquila” llegó para quedarse un largo periodo, por lo que hoy, a más de cincuenta años de su establecimiento, resulta indispensable replantear una discusión en torno a las características particulares de la clase obrera de las maquiladoras y su importancia actual para las relaciones económicas, políticas y sociales de Ciudad Juárez.

En la literatura científica disponible solo es posible encontrar a cuatro autores que han escrito de manera secundaria sobre el NPN: Enrique de la Garza Toledo (1992, 1994), Sergio Guadalupe Sánchez Díaz (1994, 2014), Patricia Ravelo (Sánchez y Ravelo, 2010; Ravelo y Sánchez, 2007) y Javier Melgoza (De la Garza y Melgoza, 1996; Sánchez y Melgoza, 2016). El primer investigador, quien inventa el término en 1992, lo utiliza para describir a veces a un “protosujeto obrero” del norte de México, y otras, para referirse a una “nueva clase obrera”, también de la misma región. El empleo conceptual es ambiguo y hasta contradictorio. Primero argumenta que el NPN no puede ser un sujeto obrero en sentido pleno, todavía, pues “para serlo tendría que reconstruir su identidad en el sentido, no de la actividad individual sino de la colectiva” (De la Garza, 1992, p. 100). Es decir, no hay aún una identidad de clase visible, mucho menos una conciencia de clase[3] y, por esta razón, no es posible hablar de un sujeto obrero como sí lo son otros segmentos tradicionales de la clase obrera del centro y sur del país que han emprendido acción colectiva para disputar derechos laborales en peligro de ser perdidos, o bien, luchas para materializar reivindicaciones de clase. No obstante, este autor después menciona que la reestructuración productiva y laboral de los ochenta se tradujo en el surgimiento de una nueva clase obrera (De la Garza, 1994, p. 5; De la Garza y Melgoza, 1996, p. 154): el proletariado industrial-manufacturero del norte de México. ¿Es entonces el NPN una nueva clase obrera o no? ¿Con base en qué características o criterios específicos se le brinda un tratamiento conceptual autónomo? El sociólogo caracteriza a la clase obrera de las maquiladoras del norte del país a partir de los siguientes atributos:

1. La mayoría de sus integrantes son mujeres jóvenes con experiencia laboral menor al viejo proletariado y casi nula experiencia sindical; 2. sus niveles salariales con sumamente bajos en comparación con el conjunto de la industria manufacturera; 3. sus procesos de trabajo se dividen entre una mayoría intensiva de fuerza de trabajo, de tipo taylorista-fordista y una minoría de procesos neotayloristas y posfordistas; y 4. la tasa de sindicalización es más alta, pero la mayoría de sus sindicatos se comportan como sindicatos de protección, sin vida sindical y sin ofrecer las garantías que caracterizaban al viejo sindicalismo oficial (De la Garza, 1992, pp. 97-101).

¿Qué actualidad gozan las premisas planteadas por De la Garza y, concretamente, qué utilidad explicativa encarnan para comprender al NPN juarense? El elemento uno señalado aplica de manera parcial, pues, aunque efectivamente la mayor parte de la fuerza de trabajo continúa siendo joven, la explotación en las naves industriales se ha democratizado y adquirió el estatus de paritaria desde algunas décadas atrás, al grado que incluso se contabilizan en la actualidad un mayor número de trabajadores varones que de trabajadoras en el sector (Instituto Municipal de Investigación y Planeación [IMIP], 2021, p. 88). Las viejas teorías que le brindaban un carácter prominente y dominante al trabajo asalariado femenino en las maquiladoras ya no tienen vigencia. Del mismo modo, su experiencia laboral difícilmente puede considerarse todavía como menor a la del viejo proletariado, en cuanto ya se atisban hasta cuartas generaciones de obreras y obreros de la maquiladora, los cuales, además, debido a sus altísimos niveles de rotatividad en los puestos de trabajo, adquieren maestría en sus faenas en cuestión de años. En otras palabras, en las maquilas juarenses es posible encontrar obreros y obreras con fuertes antecedentes familiares en el área, que han venido delineando una “tradición maquilera” reconocida y perceptible (Sánchez y Ravelo, 2010; Méndez, 2007). Al mismo tiempo, el “viejo proletariado” de otras ramas industriales ha sido liquidado, mutilado o reconvertido al tenor de los cambios en los patrones de acumulación de capital (Sotelo, 2014). Su experiencia sindical permanece baja, eso sí, por el propio déficit de vida sindical consecuente del escaso número de empresas donde hay un Contrato Colectivo de Trabajo (CCT) vigente. El NPN surgió flexibilizado y sometido por los imperativos económico-productivos, disciplinarios y reglamentarios de las nuevas empresas multinacionales.

Tabla 1.
Sindicatos con registro vigente en Ciudad Juárez al 2015 (relacionados con la industria manufacturera)

Nota: Confederación de Trabajadores de México (CTM); Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC); Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP).

Fuente: Elaboración propia con base en información de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social del Estado de Chihuahua.

El punto número dos es quizás el más complicado de contextualizar, ya que depende de diferentes variables explicativas vinculadas a los indicadores macroeconómicos nacionales, la entidad federativa donde se localiza la industria y el tipo de industria manufacturera, por lo que puede ser parcialmente válido o no. De acuerdo a Ranjeeta Ghiara y Eduardo Zepeda (2004a, 2004b), la industria manufacturera “moderna” ha presentado mayores alzas en los salarios reales, mientras que la “tradicional”, basada en mano de obra poco calificada, posee salarios más bajos. Para los autores, tanto las maquiladoras tijuanenses como juarenses forman parte de la industria moderna que ofrece mejores salarios; argumentación que ya se había dado tres años atrás por Cuauhtémoc Calderón y Raúl A. Ponce (2001) al evidenciar que en la zona norte se pagan salarios más altos que en el resto del país debido a la alta competitividad y productividad que prevalece en las empresas maquiladoras, los relativamente bajos costos de producción y la gama de incentivos ofrecidos a trabajadores y trabajadoras.

Sin embargo, estudios más recientes, como el de Leobardo de Jesús Almonte y Brenda Murillo Villanueva (2018) atestiguaron la heterogeneidad en los niveles salariales de los trabajadores de la industria manufacturera por entidad federativa de acuerdo con los niveles de productividad, donde había dos tendencias generales: aquellos estados donde la productividad crece por encima de los salarios y otros en los que los salarios crecen sobre los niveles de productividad laboral. La investigación muestra variaciones y desajustes donde se encuentra presente el NPN, ya que la dispersión salarial es amplia incluso al interior de algunos estados. Para el caso de Chihuahua, la tendencia fue una mayor tasa de crecimiento anual de la productividad laboral, en comparación con las remuneraciones medias reales.

En sintonía con lo enunciado, Cirila Quintero y José Luis Manzanares (2016) señalan que los salarios de las maquilas no son homogéneos, pues dependen de un gran número de factores tales como el sector económico al que se adhieren las empresas, la solvencia económica de cada compañía, la cualificación de los puestos de trabajo, los niveles de inflación del país receptor de las inversiones, el tipo de cambio, la prevalencia o no de crisis económicas o financieras, y, finalmente, las relaciones de poder entre los sindicatos y el Estado. No obstante, en la misma investigación también exhiben una tendencia reciente que tiene como epicentro a Ciudad Juárez, como se describe a continuación:

La disminución salarial muestra un deterioro salarial acentuado, especialmente con respecto a la industria nacional. Pareciese que la maquila juarense encabezó un modelo de homogeneización salarial hacia abajo, tanto para la maquila como para la industria nacional (p. 56).

Empero, este decrecimiento de los salarios no surge espontáneamente, pues se empata con la consolidación de una “política de compensación salarial”, vinculada a la multiplicación de los “bonos”, entendidos como una recompensa económica —un plus al salario— que pueden obtener trabajadores y trabajadoras, siempre y cuando sean puntuales, no falten ningún día a trabajar, alcancen las metas de producción semanales y abdiquen de realizar cualquier actividad que vaya en contra de las normativas de la empresa. Es decir, los salarios no crecen lo suficiente y se busca compensar su depreciación real mediante incentivos en forma de bonificaciones. De esta manera, la política salarial se torna en realidad sumamente volátil y fluctuante debido a los factores que influyen en ella, directa o indirectamente.

Amén de lo anterior, es pertinente recordar la cercana iniciación de vigencia del decreto presidencial del 2019 (Diario Oficial de la Federación, 26 de diciembre de 2018) a partir del cual se crea un nuevo salario mínimo para la frontera norte, lo que beneficia moderadamente al NPN fronterizo, incluido el juarense, al compensar la depreciación del salario real que permeaba desde años atrás.

En lo relativo al tercer parámetro, es completamente cierto lo que menciona el sociólogo, incluso hoy, casi treinta años después de su formulación, hecho que comprueba el escaso nivel de desarrollo tecnológico y organizacional que poseen las maquiladoras asentadas en el municipio en comparación con las matrices u otras empresas multinacionales del mismo tipo ubicadas en otras naciones del mundo. Siguiendo la tipología creada por Carrillo y Gomis (2005) —según el tipo de fuerza de trabajo predominante, los criterios distintivos del proceso de trabajo, así como la orientación de las empresas— la mayor parte de las maquiladoras juarenses a la fecha continúan siendo una mezcla de maquiladoras de segunda y primera generación, y en algunos casos de tercera generación. No son empresas desarrolladas que utilicen la tecnología operativa y organizacional más novedosa disponible en el mercado; en contrasentido, las filiales establecidas en la ciudad emplean todavía modelos de organización del trabajo que solamente se siguen utilizando extensivamente en los llamados “países en vías de desarrollo”.[4] Aunque como el propio De la Garza (2005) mencionó en respuesta a Carrillo y Gomis, muchos de los modelos productivos son sobre todo variantes o híbridos, razón por la que difícilmente se puede hablar de modelos puros. Análogamente a las razones descritas, otro autor, Alain Lipietz (1997), denominó al modelo organizacional existente en gran parte de los países latinoamericanos desde los setenta como “fordismo precario”, pues en estas naciones regía un fordismo anómalo, donde los empleos se caracterizaban por su baja cualificación, las exportaciones se daban a bajo precio a las economías centrales y los salarios reales tendían a la baja.

Los procesos de trabajo en las maquiladoras juarenses continúan sustentándose en la explotación intensiva de la fuerza de trabajo poco calificada a partir de un control estricto de los tiempos de trabajo, las actividades específicas que realiza cada una de las personas obreras, las metas de producción diarias y semanales divididas por turno de trabajo, y el imperativo de la eficiencia y eficacia en detrimento de la capacidad creativa de los trabajadores y trabajadoras. El objetivo principal en estos procesos laborales no consiste en innovar o crear nuevas patentes, tampoco en refinar o mejorar cualitativamente los modelos organizacionales con la ayuda de tecnología de punta, sino en producir el mayor número de mercancías en el menor tiempo posible para luego exportarlas a un bajo costo a los países de capital de origen. El atraso organizacional, tecnológico y productivo que impera en las plantas instaladas en la región tiene por consiguiente un trasfondo económico y político que subyace en la importación de chatarra industrial para reducir costos en una parte del proceso productivo global, al mismo tiempo que se coacciona a una comunidad entera mediante un conglomerado de violencias micro- y macrofísicas (Han, 2016). Finalmente, en lo que atiende al cuarto fundamento, su vigencia es también relativamente verdadera. Una investigación del 2010 efectuada por De la Garza, reveló que si bien la tasa de sindicalización para el sector de manufacturas persiste a la baja, como ya lo había argüido otro investigador (Zepeda, 2009), su porcentaje nacional para la fecha era de 17.5 % (De la Garza, 2010, p. 536); cifra superior a la tasa media nacional de 14.5 %, pero menor que la de otros sectores industriales como el minero, que alcanzaba un 33.2 %.

De acuerdo con el mismo estudio, la cifra global para el estado de Chihuahua era de un total de 10.7 % de trabajadores sindicalizados, por todas las ramas. Datos más precisos en torno a Ciudad Juárez demuestran que solo persistía un escaso 10 % de trabajadores sindicalizados en las maquiladoras para el 2004 (Quintero, 2006), aunque entre la información más actualizada se encuentra lo señalado por Jesús Rubio Campos (2017), quien ubica una tasa de sindicalización general del estado de Chihuahua para el 2014 del 15 %, aumento de cinco puntos porcentuales en relación al 2005. A pesar de no contar con cifras más precisas de la tasa de sindicalización actual, es menester reiterar, con base en la información disponible, el escaso número de sindicatos registrados para el 2015 en Ciudad Juárez, en comparación con el número total de maquiladoras; si consideráramos la existencia hipotética de al menos un solo sindicato por parque o zona industrial,[5] faltarían centros obreros con organizaciones formales de defensa de sus intereses. Sobre la naturaleza de los sindicatos existentes prevalece lo señalado de diferentes formas por De la Garza (2014), Carrillo (1994, 2001) y Quintero (1996, 1999) en diversas de sus investigaciones. Los sindicatos de la Industria Manufacturera, Maquiladora y de Servicios de Exportación (IMMEX), si bien encarnan diferencias dependiendo del municipio donde se ubican (Juárez, Tijuana, Nogales, Matamoros, entre otros) y también del tipo de maquiladora, son organizaciones que representan sin distinción los intereses políticos de las viejas confederaciones obreras adheridas al Congreso del Trabajo.[6]

En Ciudad Juárez opera un tipo de sindicalismo subordinado al Estado, funcional a las gerencias de las empresas, burocratizado en su vida interna y sin ninguna garantía de representatividad obrera. Los intentos por crear organizaciones sindicales autónomas o independientes de los organismos de control oficiales no han fructificado en el municipio sea por represión directa, aislamiento o abandono de la iniciativa por parte de sus impulsores. ¿Qué más se ha dicho sobre el NPN, además de lo descrito hasta el momento? Dejando por un momento la conceptualización brindada por De la Garza, el antropólogo social Sergio G. Sánchez (1994) utiliza inicialmente el termino NPN de manera ortodoxa, pero lo acentúa a partir de las formas y escenarios de lucha en los que se ha venido desenvolviendo en algunos estados norteños. Tiempo después, Sánchez y Ravelo (2010) indagan con mayor profundidad en torno al nuevo proletariado del norte en Ciudad Juárez, pero cometen el mismo error conceptual que De la Garza al ubicarlo injustificadamente como una clase y no como una subfracción del proletariado de la industria. Más allá de dicha desavenencia, ambos autores enriquecen el concepto al acertar en torno a los elementos culturales e identitarios que poseen quienes conforman el NPN.

La creciente masculinización de la fuerza de trabajo, la estigmatización hacia las mujeres y los migrantes, la actitud utilitaria de obreros y obreras frente al trabajo asalariado son algunos de los elementos descritos en su investigación, la cual goza de gran pertinencia en la actualidad. En un trabajo posterior, Sergio G. Sánchez (2014) finalmente sostiene que el NPN ya no es tan nuevo hoy, lo cual es completamente cierto, además de estar “en trance de disminuir drásticamente por la crisis del sector” (p. 70), sugiere, además —a partir de un argumento de otro investigador—, que el NPN en la actualidad se conformaría más bien por las personas que laboran para el crimen organizado.[7] No se brinda ninguna explicación o justificación adicional en torno a esta última propuesta. Por último, en un texto más reciente, Sergio G. Sánchez y Javier Melgoza (2016) analizan de nuevo al NPN juarense, aunque ahora en un contexto de crisis económica e inseguridad pública (2008-2015), en el que se suscitan reestructuraciones económico-productivas al interior de las maquiladoras. El texto en cuestión es importante, porque visibiliza un cambio moderado en cuanto a la actitud pragmática del sujeto laboral en viraje hacia mayores niveles de asociacionismo por la defensa de sus derechos laborales en un entorno de zozobra. Las hipótesis comienzan a apuntar a la creciente maduración política del proletariado manufacturero, sobre todo en correspondencia a la llegada del outsourcing y la precariedad laboral a las maquiladoras, empresas donde hasta hace poco tiempo se consideraba casi sin ningún tipo de objeción que había trabajo seguro y formal para todos y todas.

IDENTIFICACIÓN DEL NUEVO PROLETARIADO DEL NORTE

Para evitar el empleo ambiguo e inconsistente del término NPN, tal como sucede con Enrique de la Garza Toledo y quienes han partido de su conceptualización, se definirá a este sujeto laboral tan particular como un segmento de la clase obrera o proletariado industrial, que se reproduce laboralmente en la IMMEX, localizada mayoritariamente en el norte de México. En este sentido, el NPN no es una clase social distinta de la clase obrera, sino parte fundamental de la misma. Tampoco es más —como sí lo pudo haber sido en décadas anteriores— un protosujeto obrero, sino un segmento obrero-productivo plenamente consolidado. Se trata entonces de una subfracción de clase del proletariado industrial,[8] que anida en un tipo de industria o empresa típica del giro neoliberal en la formación social mexicana.

Clase trabajadora [clase social] > proletariado industrial [fracción de clase] > nuevo proletariado del norte [sub-fracción de clase]. En Ciudad Juárez, el NPN se compone, en primer lugar, pero no únicamente, por los cientos de miles de operadores y operadoras de producción de las más de 300 maquiladoras distribuidas y agrupadas en 38 parques y zonas industriales a lo largo y ancho del municipio. Se trata en lo general del proletariado industrial-manufacturero que realiza una función productiva al valorizar con su trabajo manual un conjunto de mercancías que van a parar al mercado internacional de bienes y servicios. Sin la venta de su fuerza de trabajo, sin su intervención física permanente, sistemática y prolongada sobre los electrocomponentes, materiales médicos, arneses, etcétera, las maquiladoras no podrían entenderse como empresas donde se maquilan mercancías de bajo costo orientadas a la exportación. Sin la extorsión y reinversión de su trabajo no remunerado, no habría viabilidad financiera y económica para que las empresas prosiguieran operando.

Al lado de operadores y operadoras, también encontramos a jefes o jefas de grupo, inspectores de calidad, técnicos de diverso tipo, montacarguistas, materialistas y transportistas que son empleados de un “nivel más alto”, en comparación con los operarios, pero que en el mismo tenor conforman un eslabón indispensable del proceso productivo e industrial que se realiza entre las empresas del ramo. Por último, y sin dejar de ser menos importantes, se encuentran los guardias de seguridad, el personal de limpieza, lavaplatos, cocineros y demás “trabajadores auxiliares” ocupados en asegurar que los obreros productivos puedan realizar sus tareas sin el mayor número de obstáculos posibles. Como tal, estos últimos no realizan un “trabajo productivo” si entendemos dicha categoría de acuerdo con la tradición marxiana clásica, sus actividades no giran propiamente en torno a la valorización de las mercancías destinadas a la exportación, sin embargo, sus servicios de ninguna manera se pueden entender de forma aislada o separada de la producción industrial en masa (Marx, 1971).[9] Todas las categorías ocupacionales mencionadas operan orgánicamente, ya sea de forma productiva o improductiva, en función del proceso de valorización del capital de cada empresa, aunque unos sean explotados directamente en las líneas de producción y otros funjan como asalariados en las cafeterías preparando alimentos para obreros y obreras.

Tabla 2.
Categorías ocupacionales pertenecientes al nuevo proletariado del norte en Ciudad Juárez

Fuente: Elaboración propia.

Entre los trabajadores y trabajadoras de mayor cualificación o jerarquía, como es el caso de ingenieros, supervisores de diferentes áreas, jefes de departamento, directores generales y hasta las gerencias, encontramos lo que el teórico marxista Erik Olin Wright (1983) denomina situaciones contradictorias de clase. A este conjunto de individuos no podemos ubicarlos a priori dentro del NPN porque si bien continúan siendo trabajadores de alto nivel que alquilan su fuerza física de trabajo y sus conocimientos especializados para el correcto desenvolvimiento y desarrollo de las labores industriales, también ejercen funciones de control, coerción, vigilancia y dirección sobre los cuadros bajos. Además, por el nivel de sus percepciones salariales y su mentalidad, es probable que su autoubicación en la estructura de clases —con los valores y orientaciones que esta conlleva— logre un encuadramiento en los confines de la “nueva pequeña burguesía” (Poulantzas, 1983), e incluso al interior de la burguesía media para aquellos agentes que fuera de la relación laboral poseen capitales e inversiones de cuantía mayor.

Quienes alquilan su fuerza de trabajo en otro tipo de industrias de la transformación que no son orientadas a la exportación de manufacturas conforman otros segmentos de la clase obrera que no deben de ser confundidos con el NPN. Incluso obreros y obreras de las industrias automotrices y aeroespaciales difieren cualitativa y cuantitativamente de los criterios distintivos del NPN. Por ejemplo, la industria automotriz en Chihuahua cuenta con una sola planta armadora de automóviles de la marca Ford en la capital del estado, donde se emplean cerca de 150 000 personas (Carbajal, Almonte y Mejía, 2016); pero en Ciudad Juárez hay más de cincuenta maquiladoras de autopartes que fungen como encadenamientos productivos y proveedurías para las fábricas ensambladoras de vehículos (Melgoza y García, 2017). Tanto los modelos de organización del trabajo como las tecnologías empleadas en la producción de las mercancías, al igual que la calidad de los puestos de trabajo en ambos tipos de empresas, son diferentes. Al respecto dicen Enrique Soto y Jorge Carrillo (2017) que en la automotriz chihuahuense permea un modelo de escalamiento social basado en el estructural constructivismo, modelo que impacta positivamente en la construcción de conocimientos y competencias laborales que terminan por generar mejores condiciones de trabajo, ya que obreros y obreras perciben una mayor seguridad, confianza y compromiso con la empresa. Aspecto que difícilmente comparte el NPN juarense, inmiscuido en una búsqueda individualizada e incesante de trabajo en alguna empresa —sin importar lo que se produzca en ella ni su orientación profesional— donde se paguen mejores salarios. La industria automotriz ofrece empleos de mejor calidad, aunque en menor número; mientras las maquiladoras —aun las de fabricación de equipo de transporte— ofertan un mayor número de vacantes laborales, pero de menor calidad.

INDICADORES SOCIOECONÓMICOS

En correspondencia con la estadística socioeconómica actualizada y disponible,[10] es pertinente reconocer que en la República mexicana solo hay cinco ciudades donde más de un tercio de la Población Económicamente Activa (PEA) se dedica a distintas actividades secundarias: León, Tlaxcala, Saltillo, Ciudad Juárez y Reynosa; Ciudad Juárez ocupa el segundo lugar con un porcentaje de 47.9 %. Es decir, casi la mitad de la población municipal que labora lo hace en algún tipo de industria. Pero si se presta mayor atención a los porcentajes por tipo de industria I) de la construcción, II) eléctrica y extractiva, y III), de la transformación se observará que Juárez se corona en el lugar número uno de la industria de la transformación con un porcentaje de 90 % (Figura 1).

Esto significa, planteado en otros términos, que nueve de cada diez obreros u obreras juarenses alquilan su fuerza de trabajo a una maquiladora. Derivado de los datos anteriores, se puede continuar afirmando que Ciudad Juárez es todavía hoy la capital de las maquiladoras en México y, por consiguiente, la meca del NPN. No hay otra urbe en el país que concentre proporcionalmente un mayor número de fuerza de trabajo industrial-manufacturera en relación con la PEA. Pero ¿cuál es la magnitud y composición de esta gran subfracción clasista del proletariado? En Ciudad Juárez, el tamaño aproximado de la PEA es de 785 054 personas, de las cuales 325 427 son hombres y 459 627 mujeres (IMIP, 2021). De esta cifra, solo se contabilizaron 11 113 personas desocupadas, por lo que finalmente la PEA ocupada asciende a 773 941 individuos. ¿Qué porción de la fuerza de trabajo activa se desempeña al interior de la IMMEX? (Figura 2).


Figura 1.
Tasa de ocupación en el sector secundario por ciudad del segundo trimestre de 2021
Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), segundo trimestre de 2021.


Figura 2.
Composición del sector secundario por ciudad del segundo trimestre de 2021
Fuente: INEGI. ENOE, segundo trimestre de 2021.

En correspondencia con la información estadística brindada por el mismo IMIP, se reconoce un total aproximado de 299 902 personas, de las cuales 272 619 son obreras y técnicas, mientras 27 283 son administrativas de distinta clase. He aquí las cifras aproximadas más precisas acerca de la magnitud o tamaño actual de esta sub-fracción de clase del proletariado industrial. En cuanto a las percepciones económicas, los salarios del NPN son bajos, pero son mayores al salario mínimo vigente, como ya se evidenció en páginas anteriores. De acuerdo con el IMIP (2020), el 65.9 % de la fuerza laboral juarense percibe entre uno y tres salarios mínimos. Porcentaje que corresponde o se aproxima enormemente al de la población que labora en la industria de la transformación sin contar industrias extractivas e industrias de la construcción.


Figura 3.
Distribución de la fuerza de trabajo (número de personas) por nivel de ingresos (salarios mínimos vigentes)
Fuente: Elaboración propia con base en datos del informe “Radiografía socioeconómica del Municipio de Juárez, 2020, así comenzó 2021” del IMIP.

Si se toma en consideración que el NPN percibe salarios regulares por jornada semanal de trabajo, y que cuenta, en la mayoría de los casos, con seguro médico gratuito, fondo de ahorro, transporte de personal y servicio de cafetería, nos encontramos ante el caso de empleos que sin dejar de ser de baja calidad, son poco o nada precarios.[11] Tal y como se mencionó en otro estudio (Acosta, 2021), la clase obrera juarense no vive en la miseria económica, pero sí se reproduce en un entorno pauperista en el que no hay medios suficientes para que pueda ascender en el pantanoso camino de la movilidad social. Siguiendo la terminología institucional empleada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el NPN no se encontraría en una condición de pobreza extrema o alimentaria, pero sí patrimonial por ingresos y carencias.

Los bajos niveles educativos o grados de escolaridad representan otra gran problemática a la que se enfrentan obreros y obreras de las maquiladoras. Por un lado, es de conocimiento público que los índices de analfabetismo entre la población juarense —incluidos los de la clase trabajadora en general— son extremadamente bajos (IMIP, p. 44), no obstante, los grados de escolaridad de la población que sabe leer y escribir no son altos.

Conforme a la misma estadística, 51.64 % de la población tiene la educación básica terminada, 25.71 % cuenta con educación media superior y solo un 20.46 % tiene un nivel superior. Pero el déficit de una clase trabajadora con credenciales elevadas no se debe a una falta generalizada de instituciones educativas o personal educativo, tampoco se trata de un aspecto cultural, sino de la propia dinámica laboral de la frontera, donde el conglomerado de la industria requiere amplios volúmenes de fuerza de trabajo con escasos niveles de cualificación. Los inversionistas extranjeros no han llegado al municipio con el objetivo de encontrar una intelligentsia que no se presenta en otros países o ciudades del mundo, sino con la intención de emplear amplios volúmenes de fuerza de trabajo depreciada para alcanzar mayores niveles de productividad al menor costo posible.[12] De tal manera, la vinculación entre mercado de trabajo y credenciales educativas se convierte en un círculo vicioso en el cual la IMMEX presiona los niveles educativos hacia abajo, mientras los puestos de trabajo donde se requieren altos grados de escolaridad y especialización son escasos en términos cuantitativos comparados con los ofertados para los cuadros operativos de más bajo nivel.

ORGANIZACIÓN POLÍTICA

¿De qué forma, a través de cuáles métodos y con qué eficacia resiste la clase obrera de las maquiladoras frente a los embates, abusos y arbitrariedades de las gerencias, las cúpulas sindicales y el Estado? Frente a la paz laboral que se presume por parte de los representantes locales del Consejo Nacional de la Industria Maquiladora y Manufacturera de Exportación (INDEX), en Ciudad Juárez el NPN nunca ha dejado de luchar por sus demandas, peticiones e intereses, a pesar de sus bajos niveles de politización y escaso desarrollo de conciencia de clase. Algunos de los episodios de luchas de clases más destacados y mediatizados ya han sido analizados por diferentes investigadores e investigadoras (Lau y Quintana, 1991; Carrillo, 1994; Pequeño, 2015), por ejemplo, los conflictos laborales de Essex Internacional de Chihuahua de 1973, Acapulco Fashion de 1981, Favesa de 1996, Thomson de 1995, Lear de 1999 y RCA de 1999, por mencionar unos de los más conocidos. No se trata en lo absoluto de las únicas querellas obrero-patronales de gran envergadura acaecidas en el municipio, pero sí de varios conflictos emblemáticos que sirvieron analíticamente para comprender las razones económicas y políticas de las luchas, de acuerdo a una multiplicidad de factores donde las recurrentes crisis económicas del capitalismo global han sido la antesala de diversas pugnas. Entre las principales causas del descontento obrero se puede percibir un mosaico de problemáticas que van desde la mala calidad de los alimentos servidos en las cafeterías de las plantas, hasta la negativa de las empresas para otorgar diversos tipos de prestaciones o subvenciones sociales a trabajadores y trabajadoras industriales.

Si se fisga con atención la historia del movimiento obrero en Juárez, se podrá percibir que el grueso de los conflictos, pero sobre todo los más recientes, no tienen un fundamento político explícito, sino uno económico y laboral.[13] Salvo algunas trifulcas intersindicales que estallaron en los setenta y ochenta por la disputa de la titularidad del CCT, más un par de conflictos que han escalado políticamente, los obreros y obreras de las maquilas deciden emprender la lucha no por un interés consciente y colectivo en construir un modelo de socialización distinto al capitalista, tampoco para mejorar sus tácticas de insurgencia contra el capital, mucho menos por un mero interés en la agitación como fin para sí, sino para hacer justicia por los abusos, las infamias y las vilezas cometidas contra ellos mismos o en detrimento de sus compañeros y compañeras de trabajo. Aunque se ha cuestionado con frecuencia la inmadurez política del NPN, la solidaridad de clase sí existe y se practica cada vez más a menudo. Prueba de ello son los episodios del 2015 en Eaton Busmann, Foxconn y Lexmark, y el caso de EDUMEX del 2020, todos ellos sucesos donde segmentos del NPN se movilizaron para hacer valer sus derechos e intereses de clase. En el escenario de la empresa Eaton Busmann, de capital mixto irlandés y estadounidense, y dedicada en su planta de Juárez al ensamblaje de fusibles, el abuso que se cometió contra trabajadores después despedidos por protestar fue el raquítico reparto de utilidades, mucho menor al otorgado en años anteriores. Por si fuera poco, el conflicto escaló con la expulsión de más trabajadores por llevar pan de la cafetería a sus compañeros en huelga afuera de las instalaciones bajo el móvil de “traspasar un objeto no identificado”.[14] En Foxconn, una multinacional de capital taiwanés, el principal problema, además de las típicas condiciones deplorables de trabajo, fue el acoso sexual contra las operadoras de producción por parte de los mandos medios y altos de la maquiladora, y el despido injustificado de un ingeniero por haber buscado formar un sindicato independiente.[15] Más de una centena de trabajadores y trabajadoras se lanzaron a la huelga, algunos incluso optaron por la huelga de hambre, y al final fueron despedidos todos los inconformes por sabotaje y haber dañado la imagen de la empresa.

En Lexmark, empresa dedicada a las operaciones con cartuchos de tinta para impresora y de capital estadounidense, un trabajador falleció por negligencia médica en el horario de trabajo a raíz de sangrados e irritación en la piel por los químicos desprendidos de los cartuchos; a partir de este suceso se convocó a detener el trabajo en las líneas de producción para hacer justicia por su muerte y por otras reivindicaciones laborales que se venían acumulando de tiempo atrás.[16] Fue a raíz de estas jornadas de lucha del 2015 que varios miembros de Liga Socialista Revolucionaria (LSR) acudieron con las personas despedidas para asesorarlas en la realización de asambleas, desde las cuales se decidió elaborar un programa de trabajo obrero e impulsar la precandidatura de la operadora de producción Antonia Hinojos Hernández, “Toñita”, a la presidencia municipal.[17]

Toñita no cumplió con los requisitos estipulados por la legislación electoral vigente para registrar su candidatura y el brote obrero pronto se desvaneció, pero este fue sin duda un episodio inédito en el que se avanzó cualitativamente en la organización política de trabajadores y trabajadoras de la maquiladora.

Lo acontecido en el 2020 en la empresa de electrocomponentes Edumex, compañía perteneciente a la multinacional estadounidense 3M, representó otro conflicto laboral mediatizado a nivel internacional por sus implicaciones. Se trató de una escalonada obrera cuyo origen fue el fallecimiento de un joven almacenista en el horario de trabajo por COVID-19. Su muerte generó pánico entre la clase trabajadora de la maquila y, posteriormente, un clima de tensión y desesperación ante la negativa de la gerencia a suspender las actividades laborales, en contra sentido del decreto presidencial por la emergencia sanitaria (Diario Oficial de la Federación, 21 de abril de 2020).[18] Los familiares de la víctima decidieron ir a buscar a Susana Prieto —la icónica abogada laborista defensora de la clase trabajadora— y no fue sino hasta ese momento cuando el gerente de la planta accedió, por miedo a las consecuencias, a enviar a los obreros y obreras a casa por algunas semanas con la mitad de su salario.[19] Al “normalizarse” la situación, el departamento de recursos humanos despidió a todos los visibles participantes de la huelga como represalia por haberse involucrado en las manifestaciones contra la empresa.

Es de notar cómo en los escenarios pretéritos —más otros tantos que no se han mencionado en este espacio, pero que no por ello fueron inexistentes— las gerencias nunca han accedido ni en lo más mínimo a tomar en cuenta las demandas de la clase trabajadora, sin importar lo minúsculas que sean, sino hasta que los conflictos comienzan a divulgarse en la prensa y las redes sociales, y los inconformes pisan el terreno político. Este temor por la política obrera, política que a pesar de sus intenciones progresistas difícilmente trasciende los confines del economicismo, representa uno de los atributos más específicos del empresariado local, agente social que supuestamente se interesa por el desarrollo económico, pero sin acatar los imperativos y las normas jurídicas estipulados en la Ley Federal del Trabajo y otros tantos tratados internacionales en materia laboral de los cuales el Estado mexicano forma parte.[20] Lo cierto es que en la correlación de fuerzas locales, el NPN no ha podido emprender mecanismos duraderos de organización, como los consejos de fábrica, el partido político proletario, el encadenamiento de huelgas de masas, etc., aunque cada vez se convierte en un sujeto obrero más consciente de su centralidad en la producción de la vida material juarense. En este tenor, su organización política autónoma e independiente continuará siendo un asunto de vital importancia para emprender una revalorización de su papel en las relaciones sociales dominantes en la ciudad.

RASGOS CULTURALES

La cultura del NPN, si es que es posible hablar de una sola cultura para esta enorme subfracción de clase, se articula a partir de un conjunto de atributos enlazados e indisolubles de los siguientes elementos: 1) trayectorias de clase de obreros y obreras, 2) lugares de origen, 3) entorno urbano y 4) mercado de trabajo. Se trata, por ende, de un tipo de cultura que se expresa a través de una identidad compartida, fluctuante, mutable y evanescente en función de la producción y el consumo en el capitalismo actual (Echeverría, 2010).En primer lugar, un número elevado de las generaciones más jóvenes de proletarios manufactureros poseen antecedentes familiares en la maquiladora, por lo que ya existe una tradición laboral en el área entre diversas familias y hogares ubicados en diferentes zonas de la ciudad. Quienes no provienen de padres, madres o abuelas obreras, generalmente tienen un historial familiar vinculado al campo u otras actividades como los servicios o el comercio. En ambos casos se trata de antecedentes eminentemente proletarios de carácter urbano o agrícola que dan cuenta de la extracción de clase a la que pertenecen trabajadores y trabajadoras actuales. Visto desde una perspectiva macrosocial, el encarecimiento de las condiciones de vida, a la par del aumento galopante en los niveles de desigualdad del ingreso, solo han vuelto la movilidad social ascendente más complicada en los tiempos de la pos-restructuración neoliberal (Esquivel, 2015).Lo anterior, sin embargo, posee un vínculo a veces muy marcado con los antecedentes geográficos de la población, sobretodo en cuanto menor sea el tiempo de residencia en la urbe fronteriza. Un buen porcentaje de la ciudadanía juarense, incluidos quienes pertenecen al proletariado industrial manufacturero, provienen de otras entidades federativas de la república (IMIP, 2021, pp. 20-22), ya sea porque emigraron en busca de mejores condiciones de vida, o porque sus antepasados llegaron a la frontera por las mismas razones décadas atrás. El carácter multicultural de la fuerza de trabajo es uno de los rasgos característicos de la hibridación identitaria del proletariado juarense, aunque cabría preguntarse si la diversidad de lugares de origen de la población juarense —con sus tradiciones y costumbres— verdaderamente abona a la generalización de una autentica convivencia multicultural, al menos desde la perspectiva liberal de Kymlicka (1996) o si, más bien, acentúa los estigmas y la segregación en los diferentes planos de la vida social, incluido el laboral. Patricia Ravelo y Sergio Sánchez (2007) se inclinarían más por esta última hipótesis si se toma en consideración los resultados de su estudio sobre la cultura obrera juarense donde se exhiben algunos de los estigmas y prejuicios a los que se enfrentan muchos trabajadores y trabajadoras migrantes que provienen de estados como Coahuila y Veracruz.

El entorno urbano o, dicho de otra forma, el “cómo se vive la ciudad” es otro de los rasgos culturales de este trabajador colectivo. Dejando de lado por un momento el caudal de problemáticas locales en materia de movilidad, derivadas en buena medida de la falta de una planificación urbana integral y democrática, la vida cotidiana de las capas más bajas del proletariado juarense media entre la zozobra y la búsqueda de mejores condiciones materiales de existencia; consecuencias que palea artificialmente la maquiladora. En efecto, las naves industriales fungen como una especie de santuario para muchas personas. En las líneas de producción y los pasillos de las empresas, los obreros y obreras pueden reinventarse o, en caso contrario, escapar momentáneamente de las penurias de la vida cotidiana, producto, en parte, de la experiencia de residir en una ciudad securitizada y balcanizada al extremo. Del mismo modo que sucede en otros espacios privados como los centros comerciales, donde reina el dirigismo, la estandarización y el control (Ullán, 2014, p. 177), al interior de las maquiladoras permea un ambiente sintético de seguridad, paz y confort en el que la propia noción del tiempo se altera engañosamente.

Sin duda alguna se trata de una ilusión, de una quimera, pues, como ha sido evidenciado por el propio Sergio G. Sánchez (2011), en las maquiladoras se práctica una subalternidad obrera en forma de resistencia y resiliencia contra los diferentes tipos de violencias simbólicas y no simbólicas que se ejercen en menosprecio de “los fuereños”, “las maquilocas” y, en términos generales, de la clase obrera. Por ejemplo, si bien dentro las maquiladoras actuales permea oficialmente una nueva cultura y filosofía laboral de cero acoso y cero discriminación contra las mujeres, en la cotidianeidad se continúa vituperando que son las obreras quienes promueven el acoso incluso por el solo hecho de “su condición de ser mujer” (Pequeño, 2015, p. 102). No se diga la discriminación que sufren trabajadores y trabajadoras con adscripciones de género no binarias. Dicha tensión dialéctica entre integración y exclusión de la fuerza laboral es el sustrato del último punto que moldea la identidad del NPN juarense: el mercado de trabajo.

La vida en Ciudad Juárez gira en torno al trabajo, pero no en torno al trabajo en tanto ejercicio a través del cual el individuo se crea a sí mismo; no alrededor de esta actividad autocreadora que les permite a las personas proyectar su esencia humana, creativa, reflexiva (Marx, 1988); por el contrario, el trabajo obrero en las maquiladoras se asemeja más a una de las formas de explotación más intensivas y alienantes que existen en las diferentes ramas de la industria a nivel federal. Al evaluar las diferencias comparativas entre remuneraciones, productividad e intensidad de la jornada de trabajo, Jaime Osorio (1994) llegó a la conclusión de que los sectores obreros de las grandes industrias modernas —las maquilas— son los más fuertemente explotados, ya que la cantidad de plusvalía que producen y que ellos no se apropian es inmensamente mayor, por ser más productivo su trabajo que el de sectores obreros de empresas menos productivas, como las medianas y pequeñas. Sin embargo, esta explotación intensiva de la fuerza de trabajo no es un hecho aislado al mero terreno económico, pues tiene efectos en la cultura laboral y cotidiana al “sobreacelerar” el ritmo de vida en aras de la competitividad y la eficiencia.

Tal como lo indicó el antropólogo español Lluís Duch (2019), en las sociedades actuales hay una crisis generalizada de las estructuras de acogida,[21] ocasionada no por una pérdida de los valores tradicionales o burgueses, como el discurso neoconservador señala con frecuencia, sino por una aceleración desenfrenada e injustificada del ritmo de vida, que se convierte en un fin en sí mismo. Dicha percepción del tiempo, no obstante, se aprecia en el NPN de adentro hacia afuera. Es decir, la velocidad con la que se trabaja en las líneas de producción, que es sinónimo de hacer el trabajo como se debe de hacer, se traslada a la vida cotidiana fuera de los parques industriales; la puntualidad, la rapidez y los plazos lo son todo, mientras la contemplación, la introspección y la autorreflexión son en cambio actividades humanas que no dejan ninguna utilidad. En síntesis, la cultura de los obreros y obreras de las maquiladoras no se puede reducir a los rasgos expuestos, ya que también desempeñan un papel de importancia mayúscula las propias relaciones intrafamiliares con sus aspectos positivos y negativos, la binacionalidad que se puede expresar en el lenguaje, las aspiraciones, los miedos, las fobias y los gustos que permean en la frontera norte, y, finalmente, la concatenación de las experiencias personales, laborales o no, que confluyen para conformar una identidad del trabajador industrial fronterizo.

CONCLUSIÓN

Es evidente que, con el paso del tiempo, el NPN, así como la IMMEX, se han ido transformando al unísono de la expansión y retracción del mercado internacional de manufacturas y bienes de consumo, fenómeno que depende en buena medida de los flujos de capital en la región, del desarrollo de la ciencia y la tecnología, del papel del Estado frente a la iniciativa privada local e internacional y la capacidad asociativa de la clase obrera que se reproduce laboralmente en las empresas. No obstante, a más de medio siglo de la adopción del paradigma maquilador como eje de desarrollo económico local, trabajadores y trabajadoras de las industrias carecen de los beneficios y del bienestar social pronosticado, primero por la Asociación Nacional de la Industria Maquiladora de Exportación, después por el Consejo Nacional de Industrias Maquiladoras de Exportación y actualmente por el Consejo Nacional de la Industria Maquiladora y Manufacturera de Exportación (INDEX). Las escuetas percepciones salariales de esta subfracción de clase proletaria, la precariedad de la vivienda donde habita, su bajo nivel educativo, las pocas posibilidades de las que goza para profesionalizarse, la desmovilización a la que está sujeta por las políticas de terror en la frontera y la indefensión frente a las cúpulas empresariales-gubernamentales son algunos de los elementos más notorios que se han ido reforzando en ella, ante la propia rigidez que la estructura productiva de la ciudad imprime en los proyectos biográficos de cerca de un tercio de millón de personas que dan vida a la frontera del desierto.

¿Qué hacer en un entorno como el actual, en el que la política se encuentra totalmente privatizada y no se atisban alternativas viables en materia de desarrollo económico y social para la localidad? Lejos de brindar hipótesis tentativas o respuestas concretas, es plausible argumentar que el NPN debe de fortalecer su identidad obrera como segmento mayoritario de la fuerza de trabajo local y tener plena confianza de que posee la capacidad para emprender campañas y procesos de lucha por cuenta propia. Sin un autoreconocimiento de su potencial y centralidad en la vida económica del municipio, no podrá haber en un futuro cercano una participación efectiva de dicho agente colectivo en el diseño de los planes municipales de desarrollo, en las asignaciones presupuestarias ni en la toma de decisiones que afectan directamente su futuro, de cara a fomentar condiciones cualitativamente superiores para que su trabajo sea reconocido por el valor social que lo atañe en favor de un entorno democrático, incluyente, sustentable y beneficioso para la comunidad en la cual nos desenvolvemos.

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Informes

Instituto Municipal de Investigación y Planeación (IMIP)

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)

Secretaría del Trabajo y Previsión social del estado de Chihuahua (STPS)

Periódicos

Diario Oficial de la Federación

El País

La Izquierda Diario

La Jornada

Norte Digital

Notas

[3] La conciencia de clase proletaria se constituye cuando trabajadores y trabajadoras —colectivamente y no de forma individual o aislada— adquieren y reconocen una identidad obrera, además de poseer cierta claridad en torno a un conjunto de intereses materiales (económicos y políticos) propios de su clase social. Karl Marx (1986) distingue entre la fase economicista de esta conciencia —clase en sí— y su peldaño político —clase para sí—. En un lenguaje menos hegeliano, Nicos Poulantzas (1983) identifica a la primera fase con una situación estructural de las clases, una determinación objetiva de clase únicamente por el proceso de producción, y el segundo término con una posición de clase, que equivaldría propiamente a la conciencia de clase política.
[4] Un estudio reciente sobre las reestructuraciones económico-productivas a nivel global y el impacto que generan las transferencias tecnológicas de los países desarrollados a las economías de enclave sostiene que “la transferencia industrial del Norte al Sur dista mucho de generar oportunidades a los países dependientes para salir del subdesarrollo. Por lo contrario, el crecimiento exponencial de la industria de exportación en el mundo subdesarrollado ha significado un mayor desarrollo del subdesarrollo. […] Las empresas transnacionales están lejos de generar desarrollos endógenos en los territorios donde se instalan, por lo que no es viable hablar de industrialización como habría deseado el pensamiento desarrollista de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)” (Crossa, 2016, pp. 80-88).
[5] Para el 2017 se contabilizaron en Ciudad Juárez un total de 335 maquiladoras agrupadas en torno a 38 parques y zonas industriales. Véase Actualización diagnóstica sociodemográfica y económica del Programa de Desarrollo Urbano de Ciudad Juárez, Chihuahua. Catálogo-Directorio Georreferenciado de Parques, Zonas Industriales e Industrias en Ciudad Juárez. México. Fondo Mixto Conacyt – Gobierno del estado de Chihuahua (2014, p. 11). http://www.imip.org.mx/directorio/catalogo.pdf.
[6] Para comprender de mejor manera el tipo de sindicalismo prevaleciente en México desde el giro neoliberal en el mundo del trabajo a la fecha —con sus principales expresiones, corrientes internas y relaciones con el Estado—, puede consultarse Rendón (2005) y Bensusán y Middlebrook (2013).
[7] Es complicado identificar a la gama de empleados del crimen organizado como parte del NPN, ya que, en primer lugar, las categorías ocupacionales que convergen son bastante heterogéneas entre sí, yendo desde los productores agrícolas que siembran el cannabis, hasta los traficantes de la yerba ya procesada y los propios mercenarios que se dedican a asesinar a operadores de grupos rivales. En segunda instancia, quienes laboran en los grupos del crimen organizado —y los grupos en sí— no buscan el poder político ni poseen una conciencia de clase proletaria; se asemejan más que nada a un lumpenproletariado al servicio de facto del Estado. Por último, dichas organizaciones criminales no son exclusivas del norte de México, ni siquiera mayoritarias en la región, como sí lo es el NPN.
[8] En la teoría marxista de las clases sociales se reconocen por lo general dos grandes clases contrapuestas entre sí que dan viabilidad a la existencia, mantenimiento y reproducción de determinado modo de producción de capital; en el caso del modo de producción capitalista estas clases son la clase trabajadora y la burguesía (Marx, 2010). No obstante, toda clase social posee segmentos, fracciones y capas en su interior que dan muestra de la complejidad y heterogeneidad sociolaboral que permea en cada sociedad sui generis. Si bien el proletariado industrial es la fracción de clase general que se encarga directamente de la producción de mercancías en la industria, aquí se propone, con meros fines analíticos y conceptuales, identificar al NPN como una de las muchas subfracciones de clase que conjuntamente estructuran a los trabajadores de la industria en términos globales.
[9] Retomando lo planteado por Karl Marx (1971) en El Capital: “Como el fin inmediato y [el] producto por excelencia de la producción capitalista es la plusvalía, tenemos que solamente es productivo aquel trabajo —y solo es un trabajador productivo aquel ejercitador de capacidad de trabajo— que directamente produzca plusvalía; por ende, sólo aquel trabajo que sea consumido directamente en el proceso de producción con vistas a la valorización del capital” (p. 77). Del mismo modo, señala: “Todo trabajador productivo es un asalariado, pero no todo asalariado es un trabajador productivo. Cuando se compra el trabajo para consumirlo como valor de uso, como servicio, no para ponerlo como factor vivo en lugar del valor del capital variable e incorporarlo al proceso capitalista de producción, el trabajo no es trabajo productivo y el trabajador asalariado no es trabajador productivo. Se consume su trabajo a causa de su valor de uso, no como trabajo que pone valores de cambio, se le consume improductiva, no productivamente” (p. 80).
[10] Para los fines de la actual investigación se utilizaron indicadores provenientes de dos instituciones: Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) e Instituto Municipal de Investigación y Planeación (IMIP).
[11] Es importante dejar en claro que, aunque la precariedad laboral parece ser un elemento cada vez más latente en las sociedades contemporáneas de capitalismo postindustrial, no debe confundirse a la clase obrera con el llamado “precariado”, esto desde la visión clásica de Guy Standing (2014). Planteado en los propios términos del economista británico, “el precariado es algo distinto de la clase obrera o proletariado. Estos últimos términos sugieren una sociedad que consiste principalmente en trabajadores con un puesto relativamente duradero y estable, con jornadas de trabajo fijas y vías bastante claras de mejora, sindicatos y con convenios colectivos […] el término que caracterizaba a sus vidas obreras era la proletarización, la habituación a un trabajo asalariado estable a tiempo completo […]. El precariado consiste en la gente que vive de empleos inseguros entremezclados con periodos de desempleo o de retiro de la fuerza de trabajo (la mal llamada “inactividad económica”) y lleva una vida de inseguridad con un acceso incierto a la vivienda y a los recursos públicos” (pp. 25-27).
[12] De acuerdo con Ruy Mauro Marini (1982) una de las características esenciales que permea en los procesos laborales de las naciones latinoamericanas —incluida la mexicana— es la tendencia a superexplotar a la fuerza de trabajo, es decir, remunerarle muy por debajo de su valor real en relación con su desgaste en la jornada, esto con el objetivo de compensar una serie de desajustes y desequilibrios en el mercado mundial con respecto al precio y valor de las mercancías exportadas de los países de capitalismo dependiente a las economías desarrolladas. “Las naciones desfavorecidas por el intercambio desigual buscan compensar la perdida de ingresos generado por el comercio internacional, a través del recurso de una mayor explotación del trabajo […] ya a través del aumento de su intensidad, ya mediante la prolongación de la jornada de trabajo, o combinando ambos procedimientos (pp. 36-37).
[13] Nos encontramos ante el caso típico de luchas “tradeunionistas” en las que obreros y obreras emprenden acciones en el corto plazo contra las gerencias o patronos en pro de mejores condiciones de trabajo, sin embargo, estas acciones no trascienden los confines de los centros de trabajo (Lenin, 2010).
[14] Conversación privada con dos trabajadoras en el plantón afuera de la empresa, Ciudad Juárez, 2015.
[15] “Despide Foxconn a ingeniero que se puso en huelga de hambre”. Norte Digital, 29 de octubre de 2015.
[16] “Paro en maquiladora de Lexmark en Juárez”. La Jornada, 9 de diciembre de 2015. También conversación privada con el grupo de trabajadores y trabajadoras huelguistas en el plantón, 2015.
[17] “Obrera de la maquila causa revuelo al aspirar a candidatura independiente en Cd. Juárez”. La Izquierda Diario, 17 de febrero de 2016.
[18] “Realizan paro de labores en maquila por temor a contagios”. El País, 23 de abril de 2020.
[19] Conversación privada con exoperadora de producción de la empresa EDUMEX, despedida semanas después del conflicto, 2021.
[20] Véanse los diferentes convenios internacionales del trabajo que el gobierno mexicano está obligado a acatar —tanto principales, como los protocolos específicos— en la página oficial de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
[21] De acuerdo con el autor, en todo proyecto biográfico hay una necesidad humana de ser acogido por los demás —familia, amigos, sociedad en general—, imperativo social que se va recorriendo, afirmando y reconstruyendo a partir de sucesivas etapas de un proceso de identificación. En este proceso permanente y prolongado de identificación, desempeñan un papel central las “estructuras de acogida”, entendidas como aquellas entidades que tienen como misión específica el acogimiento y el reconocimiento del ser humano en las distintas etapas de su trayecto biográfico desde el nacimiento hasta la muerte. Las cuatro estructuras de acogida son la codescendencia, la corresidencia, la cotrascendencia y la comediación; cada una de ellas se ve afectada a su manera por la sobreaceleración de la vida cotidiana.
[2] El autor recopiló información directamente de una maquiladora localizada en el parque industrial Antonio J. Bermúdez por un periodo de dos meses, entre finales del 2020 e inicios del 2021, y de dos plantones obreros ubicados en diferentes puntos de la ciudad en los últimos meses del 2015.


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