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La violencia contra el cuerpo de las mujeres y la escritura literaria
Violence against the body of women and literary writing
Textos y Contextos, vol. 1, núm. 25, e3932, 2022
Universidad Central del Ecuador

Dossier

Textos y Contextos
Universidad Central del Ecuador, Ecuador
ISSN: 1390-695X
ISSN-e: 2600-5735
Periodicidad: Semestral
vol. 1, núm. 25, e3932, 2022

Recepción: 16 Junio 2022

Revisado: 21 Junio 2022

Aprobación: 23 Junio 2022

Resumen: Este texto reúne las principales ideas presentadas y discutidas durante el Seminario de Investigación “Filosofía de la Violencia: pensar las violencias contra las mujeres”, de la Universidad Rey Juan Carlos (España). La estructura del trabajo se ha desarrollado de la siguiente manera: inicialmente se presenta un episodio significativo de violencia sobre los cuerpos de las mujeres que ocurrió en Brasil en 2016. Después, se contextualiza el pensar sobre esa violencia describiendo algunas acciones y discusiones académicas desarrolladas al interior del Grupo de Estudios sobre Literatura Brasilera Contemporánea de la Universidad de Brasilia. Por último, y en concordancia, se realiza un breve comentario sobre obras de escritoras y escritores contemporáneos que reelaboran, ficcionalmente, el tema del feminicidio.

Palabras clave: violencia, feminicidio, narrativa contemporánea, posthumanismo, biopolítica.

Abstract: The proposal of this study is to gather in a text the main ideas presented and discussed during the Research Seminar entitled “Philosophy of Violence: thinking about violence against women” of the University Rey Juan Carlos in Spain. The structure of the work has been developed as follows: initially we present a very significant episode of violence against women's bodies that occurred in Brazil in in 2016. Then, we contextualize, thinking about this violence by describing some actions and academic discussions developed within the study group on contemporary Brazilian literature at the University of Brasilia. Finally, we end with a brief comment on works by contemporary writers who fictionally rework the theme of femicide.

Keywords: violence, femicide, contemporary narrative, posthumanism, biopolitics.

Introducción

En el libro Sessão (2017), del poeta brasileño Roy David Frankel, el escritor elije como base de los poemas algunos de los discursos pronunciados por las diputadas y diputados brasileños durante la sesión del golpe parlamentario a la presidenta Dilma Rousseff, en la Cámara Legislativa Federal, el 11 de abril de 2016. Transcritas taquigráficamente, las palabras de los congresistas en el momento de pronunciar sus votos pierden la autoría original, pues Frankel, en una especie de estética de la disolución, se adueña de cada discurso. Se crea así un entramado de términos en deriva que deja al descubierto lo que la ultraderecha piensa que son la patria y la familia tradicional brasileñas.

Los aspectos políticos que caracterizan el origen enunciativo de los discursos no desaparecen, aunque sean recontextualizados. Sin embargo, ese procedimiento borra la autoría de las palabras más lúcidas que identificaban el desastre político que se instalaba y se proyectaba hacia el futuro. En Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla, Steven Forti (2021), al principio de su libro, dibuja un panorama mundial de la extrema derecha en el siglo XXI:

En 2017 Marine Le Pen conseguía el 34 por 100 de los votos –unos 10 millones de sufragios– en la segunda vuelta de las presidenciales francesas y el Partido de la Libertad Austriaco (FPÖ) accedía al gobierno del país alpino en coalición con los populares, tras haber estado muy cerca, el año anterior, de hacerse con la presidencia de la República con su candidato, Norbert Hofer. En la primavera de 2018 la Liga de Matteo Salvini formaba un Ejecutivo nacionalpopulista con el Movimiento 5 Estrellas (M5E) en Italia y a finales de año Jair Bolsonaro se convertía en presidente de Brasil. Además, por esas mismas fechas, la entrada en escena de Vox en Andalucía, seguida al año siguiente por la de Chega! en Portugal, ponía fin a la que se definió, con ingenuidad, la «excepción» ibérica. En la primavera de 2019 el ultraderechista Partido Popular Conservador de Estonia (EKRE), tras haber obtenido casi el 18 por 100 de los votos, entraba en un Ejecutivo de coalición de derecha en Tallin y en las elecciones europeas del mes de mayo los partidos ultraderechistas obtenían su mejor resultado tanto en votos como en escaños: en cinco países –Francia, Gran Bretaña, Italia, Polonia y Hungría– la ultraderecha fue el partido más votado. (Forti, 2021, p.22)

En la obra hay, igualmente, por parte del poeta, intervenciones de orden gráfica anexadas a los textos. Estas operan sobre el campo semántico y se unen a una acción más amplia, que es la propia selección de los discursos. La autoría propuesta es, por tanto, de la cámara de diputados. Una voz colectiva que representa los valores morales de parte significativa de la sociedad brasileña en este siglo XXI.[1] No obstante, en la obra poética hay un autor que se resiste a ese borrado. Es la intervención del que en aquella ocasión era todavía diputado, Jair Bolsonaro, quien vota a favor del golpe parlamentario contra la presidenta Dilma Roussef, exaltando al militar que la torturó.

Contra o comunismo, pela nossa

liberdade, contra a Folha de

S.Paulo, pela memória do Cel.

Carlos Alberto

Brilhante

Ustra, o pavor de Dilma

Rousseff! (Frankel, 2017, p.144)

En ese discurso, el que sería posteriormente presidente de Brasil, elegido en segunda vuelta por 57 millones de votantes –sufragio legítimo, aunque en el contexto de las precarias reglas de la democracia brasileña–, selecciona como núcleo de su ataque el cuerpo de la presidenta, el cual sufre esa embestida en tres esferas. La primera, sobre el cuerpo biológico de Dilma Rousseff: el episodio de la violenta tortura a la que fue sometida cuando era joven por conocidos agentes del Estado dictatorial en el país, es lanzado al espacio público, en la arena de la Cámara de Diputados y en la mediática. El horror de la experiencia límite de la tortura sobre el cuerpo de Rousseff, el archivo del terror vivido,[2] vuelve ahora al campo político del Brasil del siglo XXI, resemantizado como una amenaza al cuerpo de toda mujer brasileña. Además, la atroz violencia de la tortura no solo se hace presente en la memoria, sino que está también en la exculpación de los autores de la misma.

El segundo ataque se realiza sobre el cuerpo político de la presidenta. Elegida de modo legítimo, es violentamente desplazada de su puesto como mandataria por funcionarios que movilizan un discurso que manifiesta los fundamentos patriarcales, racistas y autoritarios del país más grande de Latinoamérica. Las bases institucionales, liberales y democráticas, sobre las que está organizada la república federativa brasileña, permiten que esas fuerzas se articulen y lleven a cabo un golpe parlamentario al estilo siglo XXI –ya probado años antes en Paraguay[3]–, sin la actuación directa de los militares.

Y, por último, la tercera embestida se da sobre el cuerpo simbólico: la mujer representada como sujeta a un biopoder que puede dar muerte a ese cuerpo, permanentemente en riesgo. La violencia se realiza, inicialmente, en la esfera simbólica como deshumanización para, enseguida, constituirse en materia de políticas estatales. Con ese voto de Bolsonaro, las fuerzas reaccionarias empezaban a poner en marcha un proyecto radicalizado de desmovilización de las estrategias de protección y desarrollo de las mujeres en Brasil. En realidad, estas tres líneas de violencia hacia el cuerpo de la mujer fueron, a partir de los años 2000, y con más intensidad en la década de 2010, elementos clave del repertorio discursivo y político de la ultraderecha brasileña, quizás como reacción a las políticas de empoderamiento de las mujeres implementadas durante los gobiernos progresistas del partido de los trabajadores (PT).

La universidad en Brasil y algunas perspectivas de estudios sobre la violencia

Como parte del Grupo de Investigación sobre Literatura Brasileña Contemporánea, de la Universidad de Brasilia, cuyo objeto de análisis es la representación de grupos marginados en la literatura del país, no es posible obviar de qué manera los textos ficcionales contribuyeron a la construcción de estereotipos femeninos en el discurso público y, en esa perspectiva, cómo pudieron colaborar para la materialidad de la violencia hacia el cuerpo de las mujeres brasileñas. Hace más de dos décadas, la preocupación por la subrepresentación de las mujeres en el campo literario llevó a la coordinadora del grupo, la profesora e investigadora Regina Dalcastagnè, a desarrollar un estudio de corte sociológico y filológico sobre la producción literaria reciente en Brasil, con el propósito de identificar, desde un enfoque de género, quiénes escriben, quiénes son los personajes y qué papeles ocupan en las narrativas ficcionales contemporáneas brasileñas.

De este modo, una de las maneras, desde la crítica académica, de reaccionar al monopolio ejercido en la literatura por escritores hombres, con la subsecuente subrepresentación y estigmatización de las mujeres, fue construir una base de datos que demostrara, con números claros, esa concentración, y dijera cómo se distribuyen de manera desigual, desde una óptica de género, la autoría y los personajes de las novelas escritas en Brasil entre 1990 y 2004.

Para tal tarea, Dalcastagnè tomó como eje estructurante de la investigación la teoría sociológica sobre el campo literario de Pierre Bourdieu (2006), de la obra Reglas del arte. La noción de campo literario de Bourdieu desplaza el estereotipo romántico del creador original, atado únicamente a los deseos de la inspiración, hacia una idea de escritura literaria como negociación. Esa herramienta conceptual permitía, a la teoría crítica de carácter feminista y antirracista en Brasil, preocuparse por entender la literatura no solo en sus aspectos filológicos y discursivos, sino también como entramado cultural que actúa sobre la esfera de lo simbólico y de lo político. Comprender la escritura como un espacio de negociación posibilita articular la representación de las agudas exclusiones sociales presentes en el país. Además, el concepto de campo literario genera un entendimiento más versátil del engranaje de la producción, circulación y consumo del material artístico, más precisamente, en este caso, la narrativa ficcional. La perspectiva de que la noción de valor, que define la buena o mala acogida de las obras en el interior del campo literario, depende de la postura adoptada por un sujeto marcado por un determinado espectro ideológico, devela una serie de mecanismos de poder que actúan sobre la dinámica social. La duradera o efímera permanencia, en la memoria del sistema literario, de ciertas obras, escritoras o escritores, obedece al rol de cada uno de los elementos que conforman el campo y su lógica interactiva.

Por tanto, la investigación, cuyos resultados fueron publicados en un artículo que recibió el nombre de A personagem do romance brasileiro contemporáneo: 1990-2004, llevada a cabo por un grupo grande y diverso de investigadores de la Universidad Nacional de Brasilia (UnB), junto a la profesora Regina Dalcastagnè (2005), conformó un marco representativo de la producción literaria contemporánea brasileña. Los resultados no sorprenden, pero, en tiempos de posverdad e infoentretenimiento,[4] trabajos basados en datos son fundamentales para combatir los bulos que crecen por todas las esferas comunicativas. Algunos de los resultados fueron: en las obras estudiadas, el 72,7% de los autores eran escritores hombres y el 93,9% eran blancos. Los personajes masculinos constituían el 62,1% y los femeninos el 37,8%. Además, estos últimos ocupaban menos espacio, tanto como protagonistas que como narradoras, en el panorama general de la investigación.

Por otro parte, el texto Representação política, identidade e minorías, de Iris Marion Young (2006), permite plantear la pregunta sobre las relaciones comunicativas no inclusivas en las sociedades fluidas, descentralizadas, de masa, en las que vivimos actualmente. ¿Cómo definir, por ejemplo, en el Brasil contemporáneo, el carácter excluyente de las normas de representación? Según Young, pensar el proceso unificador de la representación de grupos, en las sociedades democráticas del presente, implica entender el riesgo de congelar relaciones fluidas en una identidad unificada, lo que puede volver a crear exclusiones opresivas. En las grandes sociedades, la representación y la participación se requieren una a la otra para que haya una política plenamente democrática –aunque, por supuesto, no estemos cerca de ese modelo de sociedad, sobre todo en la periferia del mundo occidental. La representación debe ser entendida, por tanto, como una relación diferente entre los actores plurales. Desde esa reflexión, Young desarrolla el argumento que más nos interesa: tener una posición similar en el campo social genera una perspectiva cuya inclusión, en la discusión pública, debe ser promocionada por procesos de representación de grupos. Como la literatura forma parte de esa discusión pública, la exclusión de atores sociales específicos del campo literario provocaría, o derivaría, en la ausencia de esa perspectiva, lo que resultaría, en el caso del cuerpo femenino, por ejemplo, en la representación, cuando no invisibilizado, de un cuerpo hipersexualizado, continuamente en riesgo y que puede ser violado. En esa línea, el filósofo Michel Foucault decía:

En toda sociedad, la producción del discurso es a la vez controlada, seleccionada, organizada y redistribuida por cierto número de procedimientos que tienen por papel conjurar sus poderes y peligros, dominar su acontecimiento aleatorio, esquivar su pesada y temible materialidad. (Foucault, 1992, p.14)

No obstante, se encuentran, en el interior de ese marco excluyente, escrituras cuyas ópticas subvierten el protagonismo masculino del campo literario brasileño, como la obra de la escritora Clarice Lispector. Se puede citar el libro de cuentos Laços de família, de 1960, en el que las protagonistas de los textos son mujeres de clase media, de diferentes edades, representadas fuera de los estereotipos o roles utilizados habitualmente para los personajes femeninos. Las mujeres de Lispector, por ejemplo, expresan sus devaneos, su sexualidad y la hipocresía del núcleo familiar (Lispector, 1998).

Para que quede más clara la propuesta de este estudio, vale recuperar los pasos dados hasta el momento. En una primera instancia, se describió un evento significativo de la violencia contra el cuerpo de las mujeres en Brasil, que manifiesta la gravedad y escala del problema en diferentes ámbitos de la sociedad. Se aprovecha para introducir cómo la literatura moviliza su repertorio retórico al reelaborar esa materialidad violenta que constituye la contemporaneidad en relación con el cuerpo de las mujeres. Se muestra, igualmente, un poco de la trayectoria de la cuestión mediante el trabajo, en la Universidad de Brasilia, con un corpus literario. Cabría dar un paso más en dirección al análisis de las narrativas ficcionales. Pero, antes de eso, es posible abordar la perspectiva crítica desde la cual se desarrolla este estudio y que permite pensar las violencias sobre los cuerpos de las mujeres.

Las obras analizadas en este artículo forman un pequeño corpus de narrativas contemporáneas, en lengua portuguesa y española, y constituyen un conjunto literario que va más allá de una elección sometida a fronteras nacionales. Aunque muchas veces asoma una heterogeneidad inconciliable, y etapas de desarrollo social y humano variadas en los espacios o territorios en los que se escribieron los textos, o la presencia/existencia vital de autoras y autores, los elementos en común de las obras seleccionadas parecen ser expresivos y productivos para un estudio acerca de las violencias sobre los cuerpos de las mujeres. Sin embargo, al tratarse de textos ficcionales, no es posible desestimar los cambios que ha tenido, en las últimas décadas, el papel de la literatura en nuestras precarias democracias o, incluso, postdemocracias.[5] La idea de la narrativa literaria, en el marco más amplio del actual capitalismo avanzado, como un mecanismo redentor de las injusticias y del subdesarrollo capaz de subyugar la realidad, ha sido sustituida por una versión cultural menos antropocéntrica o, incluso, postantropocéntrica, en los términos del posthumanismo crítico, por ejemplo.[6] Es decir, las versiones de la narrativa literaria, con las que se explora trabajar ahora, buscan incorporar otros sujetos e itinerarios históricos dejados de lado por el humanismo ilustrado, masculino, blanco y eurocéntrico. Y, precisamente, uno de esos otros estructurales señalado por la crítica antihumanista es aquel diseñado por el feminismo desde los primeros años de la revolución francesa. Además, el infoentretenimiento, y la fuerte mediación tecnológica a través de la cual actúa, desplaza hacia un segundo plano el protagonismo que la literatura ha ocupado en décadas anteriores. Sobre esos cambios en el campo cultural, Alfonso Berardinelli (2005) tiene una reflexión apropiada:

Si es cierto que la democracia moderna, o posmoderna, dificulta la novela, también dificulta y debilita aún más otros géneros literarios, otras artes y, en general, se desvanece, o más bien, desvalora y renuncia a cualquier actividad o producto de la cultura. El mercado tiene su responsabilidad en esto (las formas más banales y fáciles de consumir vencen a las más difíciles y complejas), y el Estado también (porque protege demasiado la cultura, privándola de ese "derecho al riesgo"). (Berardinelli, 2005, p.173)[7]

Para la finalidad de este artículo, merece la pena destacar las obras del repertorio crítico, bastante heterogéneo, con el que solemos trabajar como base epistemológica. De ensayos más específicos sobre la narrativa literaria, como El punto vacilante(2005), de Sergio Chejfec, a obras destacadas de la filosofía política y de la sociología contemporáneas, entre ellas: O negro no mundo dos brancos(2007), de Florestan Fernandes; El nacimiento de la biopolítica (2021), de Michel Foucault; Homo Sacer. El poder soberano y la vida nuda vida (2006), de Giorgio Agamben; Vida precaria y el poder del duelo(2006), de Judith Butler; Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección (2020), de Ana de Miguel; Descentramentos/convergencias: ensaios de crítica feminista (2017), de Rita Terezinha Schmidt.

El intento de abordar de modo productivo la especificidad de la violencia contra el cuerpo de la mujer, desde la literatura y en el espacio latinoamericano, exige movilizar perspectivas críticas interdisciplinares y, en algunos casos, transepistemológicas. La escala de la violencia estructural derivada de la particular historia colonial latinoamericana y, más concretamente, del comercio de personas esclavizadas y racializadas, de la proporción holocáustica de la diáspora africana, del genocidio de pueblos indígenas y de los precarios procesos de republicanización y democratización posteriores, impone obstáculos. La escritora Laura Restrepo (1990), en La cultura de la muerte, comenta:

Ante las abrumadoras cifras de asesinatos anuales, los colombianos han olvidado que es posible morirse de viejo, entre una cama. Hace pocos días, el cardenal Alfonso López Trujillo hablaba de la incubación de una "cultura de la muerte" en el país, que afecta toda la concepción de la vida, aun entre aquellos que no son criminales. Una forma colectiva de necrofilia que se encarniza, en particular con los niños y los adolescentes, normalmente ajenos a la maquinaria de la guerra, pero que directa o indirectamente se convierten en piezas de esta. (Restrepo, 1990, párr. 3)

En ese sentido, el escritor y crítico colombiano, Gustavo Forero, propone el uso de la categoría “novelas de crímenes” para definir un género particular de producción narrativa ficcional que se estructura alrededor de la expresión literaria de actos violentos, en su obra La novela de crímenes en América Latina: un espacio de anomia social (Forero, 2017). Como puede verse, la escala de actos violentos en Latinoamérica hace que la crítica radical a la total privación de los derechos, elaborada por pensadoras y pensadores contemporáneos, pueda operar con facilidad. El filósofo italiano Giorgio Agamben (2006) utiliza la figura de Auschwitz como paradigma de otros campos de muerte que han caracterizado la historia occidental, y lo siguen haciendo. Campos en cuya circunscripción, cada vez más imprecisa y en constante desplazamiento, una vida fuera de las normas religiosas y “naturales”, la “nuda vida”, se pone a entera disposición de un poder soberano, como también señala el filósofo João Camilo Penna en su lectura de la obra de Agamben (Penna, 2006).

El concepto de biopolítica, elaborado por Michael Foucault (2021), es un elemento central en la obra de Agamben, y también diferentes autoras y autores desarrollaron aspectos significativos de esa noción en la teoría política contemporánea.[8] La vida y el cuerpo como blancos prioritarios de las embestidas del poder pasan a ser, para un gran grupo de intelectuales, el eje estructurante del diagnóstico crítico del presente. Gana relieve, en esa lectura del espacio contemporáneo, la continuidad entre las prácticas políticas de las democracias liberales parlamentarias o presidencialistas de estas últimas décadas y las dos formas de horror político del fenómeno totalitario del siglo XX, caracterizadas por Hannah Arendt (1998) como variaciones de la izquierda y de la derecha. Se refuerza, además, la idea de Foucault de que el liberalismo es un facilitador del ejercicio de la biopolítica, es decir, los liberalismos post Segunda Guerra Mundial serían la condición de inteligibilidad de las diferentes tanatopolíticas (Yate Arévalo y Díaz Rodríguez, 2015) actuales.

Sin embargo, la crítica teórica y activista evita una visión monolítica y pesimista del poder que domina todo sin salida. Se enfatiza en la necesidad de deshacerse de una concepción esencialista y meramente negativa del poder. Su lado productivo, positivo, como juego de fuerzas esencial a la vida, cobra relevancia en el espacio académico y de los movimientos populares. En realidad, el poder sobre el cuerpo y la sexualidad, en Foucault y en autoras claves del feminismo como Simone de Beauvoir (1987) y Luce Irigaray (1978), es siempre un ejercicio inestable y permanente. No es un atributo que se puede tener o no, o una cosa de la cual podemos apoderarnos. Solo es posible entender el poder en determinado campo de prácticas y discursos, local y temporalmente delimitados, a través de una descripción minuciosa del funcionamiento de esas prácticas, nunca por la aplicación de una teoría general y apriorística.[9]

En El nacimiento de la biopolítica, Foucault (2021) describe el liberalismo como el arte de gobernar que toma el mercado como prueba, como instrumento de inteligibilidad, como verdad y medida de la sociedad. Para el filósofo francés, solo conociendo qué es este régimen de gobierno seremos capaces de comprender la biopolítica. Solo después de entender que en el liberalismo el mercado debe decir la verdad sobre la práctica del gobierno y su papel de determinar lo que es verídico, se podrá mandar, decidir, prescribir los mecanismos jurisdiccionales sobre los que se debe articular, o su ausencia.

La relación entre los mecanismos coercitivos intrínsecos al liberalismo moderno y el mantenimiento de una fórmula democrática repleta de políticas de muerte, que excluye deliberadamente a determinados grupos de la población, los “otros estructurales” que el posthumanismo crítico y la filosofía feminista destacan, acompaña las lecturas de la Modernidad desde su irrupción con la Revolución Francesa. Criticar el “hombre económico” en cuanto paradigma del sujeto individual y con derechos, en los modernos Estados constitucionales, es lo que hace actualmente Katrine Marçal en su libro Quien le hacía la cena a Adam Smith(2006). Desde el feminismo, la obra trae un análisis agudo de la alianza entre patriarcado y neoliberalismo, que se refuerza diariamente, y explica la brutal y desigual distribución social y económica que continúa situando a la mitad femenina de la humanidad en condiciones de vulnerabilidad. En ese sentido, hay una conexión clara con el trabajo Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección, de la filósofa y feminista Ana de Miguel (2020). Para la autora, entender el liberalismo como eje estructurante del patriarcado en la contemporaneidad permite abrir una lectura del capitalismo, desde el feminismo radical, que difiere, al mismo tiempo, del marxismo, de la filosofía política y de la economía política, y, en particular, en lo que respecta a la relación entre las mujeres y su cuerpo sexualizado.

Así, el biopoder es potencia mortífera o un control exacerbado, pero, también, resistencia y experimentación de nuevos modos de vida. La paradoja del biopoder implica no solo agenciar estrategias de control, perfectamente combinables con mecanismos disciplinares, sino igualmente invertir en la capacidad inventiva y creativa de la sociedad y los individuos. Pensadores y pensadoras como Antonio Negri (2006), Maurizio Lazzarato (2000), Peter Pal Pelbart (2013), Amalia Boyer (2012), Vandana Shiva (2019) y Patricia Ticineto y Craig Willse (2011) señalan que el biopoder tiene un polo de potencia de vida, en la forma de resistencia, tan importante como el dominio sobre la vida a partir de intereses totalizantes, totalitarios e, incluso, genocidas. Un referente es la figura del homo sacer de Agamben (2006): por un lado, es productiva por el aporte que tributa a la discusión de los derechos humanos y las formas de limitar la soberanía de los Estados nacionales, ya que aún hoy se multiplican las demostraciones de racismo y terrorismo de Estado; por otro, en la problematización que hace de la expansión exacerbada, tentacular e irracional del capital globalizado.

Otro aspecto, al comprender “lo monstruoso” de las precarias democracias representativas de la contemporaneidad y la continua y holocáustica violencia hacia el cuerpo de las mujeres, es una especie de invitación a la reparación que la teoría crítica intenta constituir. En esa perspectiva, el filósofo Günther Anders (2001), en la obra Nosotros los hijos de Eichmann, dirigida al hijo de Adolf Eichmann, destaca ese poder de destrucción llevado al límite como la cara oculta de la modernidad, pues la irracionalidad y el grado de refinamiento para aniquilar proceden de la misma fuente que los logros civilizadores. En otro texto, titulado La obsolescencia del hombre, Anders (2011) dibuja visionariamente el mundo en el que viviríamos estas últimas décadas, aunque su “hombre” no incluya a los otros estructurales, excluidos y “obsoletos” desde el principio de la modernidad:

Es preciso hacer que el acceso al conocimiento se vuelva cada vez más difícil y elitista. Que la brecha se extienda entre el pueblo y la ciencia, que la información destinada al público en general sea anestesiada por todo contenido subversivo. Especialmente sin filosofía. Una vez más, hay que usar la persuasión y no la violencia directa: se transmitirá masivamente, por televisión, entretenimiento siempre halagando emocional o instintivo. Ocuparemos las mentes con lo que es inútil y lúdico. Es bueno, en una charla y música incesante, evitar que la mente piense. Pondremos la sexualidad en el primer lugar de los intereses humanos. Como tranquilizante social, no hay nada mejor. (Anders, 2011, p. 198)

Cabría pasar, en este momento, a los breves comentarios sobre las narrativas literarias que ficcionalizan el feminicidio en la contemporaneidad, empezando por la obra Mulheres empilhadas, de la escritora brasileña Patrícia Melo (2019). En este texto, una narradora sin nombre, joven abogada, sale de la ciudad de São Paulo y se dirige a la de Cruzeiro do Sul, en el estado de Acre, para hacer el seguimiento de una acción colectiva de juicios en casos de feminicidios que tuvieron lugar en la región. Vale señalar que el estado de Acre presenta una de las tasas de feminicidio más altas de Brasil (Menezes, 2022). La protagonista, en medio de una intriga detectivesca, se involucra en crímenes brutales marcados por el odio hacia las mujeres y la impunidad. Las víctimas ocupan un espacio central en la trama, algo usual en las novelas de crímenes, como indica Gustavo Forero (2017) en su caracterización de ese tipo de texto en Latinoamérica. Sin embargo, el carácter ficticio de la fabulación, en la obra, se entrelaza con citas de casos reales de feminicidios: al inicio de cada capítulo el lector conoce, por medio de un texto que se aproxima al discurso jurídico, nombres de víctimas de feminicidios que realmente sucedieron y la forma en que sus verdugos los llevaron a cabo. Por otro lado, en el plano de la creación, el brutal asesinato de Txupira, adolescente indígena violada y torturada, centraliza los eventos violentos de la narrativa. Con este crimen, la novela pone en tela de juicio la disputa por el territorio, no solo en cuanto al cuerpo de la mujer, entendido desde la mirada misógina como propiedad de los hombres, sino también respecto a la demarcación de tierras indígenas.

Otra narrativa sobre la violencia hacia el cuerpo de las mujeres en la contemporaneidad es la obra Cometierra, de la escritora argentina Dolores Reyes (2019). El texto empieza desde una perspectiva particular: la óptica de una mujer cuya madre fue víctima de un feminicidio. Es la hija quien hereda lo monstruoso de la violencia machista y misógina y se encarga de contar la historia de los padres, y la suya. En la esfera de la escritura, el proyecto narrativo de Dolores Reyes está atento a los lugares comunes que los cuerpos de las mujeres ocupan en las novelas de crímenes. La escritora explica que la costumbre literaria es deleitarse en la descripción del cuerpo que ha sido mutilado, violado y violentado. Normalmente, el de una joven desnuda y bella, usado como pretexto narrativo para la elaboración de una “pornografía de la violencia”.

Los asesinatos siempre han sido narrados desde otra voz. Quería construir un relato que apuntase no a lo espectacular del crimen o al goce estético, sino a la falta que nos hacen esas chicas y el horror que nos están acostumbrando a vivir. En la literatura se veía una cierta naturalización de los asesinatos de mujeres. Yo quería trabajar contra eso. (Reyes en Díaz, 2019, párr. 4)

Quien lee la novela se acompaña de la voz accidentada y firme de una joven de árida existencia, que elabora frases hirientes y penetrantes para revelar dónde se encuentran los cuerpos de las mujeres desaparecidas y asesinadas en su región, cuando come puñados de la tierra que pisaron. Y, en ese gesto de engullir el barro de las veredas y las orillas donde se desechan los cuerpos violentados –lo que, a la vez, abre un espacio a la poesía entre el desasosiego de las muertes–, “Cometierra los rescata del no-lugar, de la ausencia, y evidencia que convivimos en sociedades que son necrópolis para las mujeres” (Díaz, 2019, párr. 5).

Finalmente, la última novela a destacar es 2666, del escritor chileno Roberto Bolaño (2016). Esta retrata el mal que se manifiesta en su esencia apocalíptica y se abate, particularmente, sobre el cuerpo femenino, por medio de una serie casi infinita de asesinatos de mujeres. Cabe decir que, en una urbe mexicana norteña, Santa Teresa, se percibe la materialización ficticia de Ciudad Juárez, como alegoría de una humanidad deteriorada y sin defensa. La tradición, de cierta manera antihumanista en su lectura contemporánea, del imaginario apocalíptico, vista en tantos textos de la ficción hispanoamericana posterior a 1970, parece ser la única que hace justicia a la escalada de violencia en la América Latina neoliberalizada, dictatorial y posdictatorial. Es el consumo neoliberal desencarnado y deshumanizador del cuerpo femenino, señalado por Ana de Miguel (2020), el que se observa en su dimensión catastrófica. Sin afectos, los cuerpos de las jóvenes mujeres se descomponen como una mercancía en obsolescencia, en una lógica de apropiación-destrucción. La investigadora feminista Cathy Fourez destaca lo siguiente:

La mujer se encuentra en ‘cet étrange goût du dégoût qu’est ce goût du mal’. Es asquerosa en el sentido en que desobedece las normas de clasificaciones idóneas al sistema simbólico exigido por sus verdugos. Es menester entonces alejarla del grupo sexual a fin de que no lo ensucie ni perturbe su sentido propio. Para el asesino, los asesinos, la mujer es la invasora, su ginecocracia, su ‘in-trusión’, son amenazantes. En ella teme, temen, quizás su poder procreador y hechicero: la mujer da la vida pero también la muerte, por la mortalidad de la existencia. En las partes genitales desmembradas de las jóvenes matadas se descifra una tentativa de domar y restringir su procreación, una especie de ‘ginecofobia’, de miedo a una superpoblación femenina en una urbe rodeada por el desierto, por la esterilidad. (Fourez, 2009, p. 237)

Para concluir, el itinerario que presentamos en este breve texto pretende dejar al descubierto posibilidades para una lectura crítica y emancipadora de las formas de violencia hacia el cuerpo de las mujeres en las sociedades contemporáneas. La elaboración de una crítica cultural y política, epistemológicamente creativa, y el diálogo con la lectura de textos literarios, permiten que los saberes producidos por las universidades en el siglo XXI sean significativos y transformadores, frente a la escalada catastrófica de esa materialidad violenta presente en el mundo, sobre todo aquella que recae sobre las mujeres, las personas racializadas, es decir, los otros estructurales, excluidos del proyecto humanista moderno e ilustrado, a los que nos referimos en este trabajo.

Referencias bibliográficas

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Notas

[1] Un estudio más amplio sobre esta obra, llamado Inespecificidade e política na literatura brasileira recente (2021), fue publicado por la investigadora Débora Duarte y por quien escribe, en 2021, en la revista Estudos de Literatura Brasileira Contemporânea, número 64.
[2] Puede conferirse la discusión sobre la cuestión de la memoria y del archivo, en un mundo hundido en la hipermnesia del universo de la Web, al ensayo de Márcio Seligmann-Silva (2009), Estética e política, memória e esquecimento: novos desafíos na Era do Mal de Arquivo.
[3] El 22 de junio de 2012 se destituye a Fernando Lugo, entonces presidente de Paraguay, mediante un golpe de Estado parlamentario (Soler, 2014)
[4] Sobre el tema puede revisarse el texto La espectacularización de la realidad, de Emili Prado (2003) y el artículo Una aproximación al estudio del infoentretenimiento en Internet: origen, desarrollo y perspectivas futuras, de Salomé Berrocal Gonzalo, Marta Redondo García y Eva Campos Domínguez (2012).
[5] Al respecto, véase el libro La posdemocracia, de Colin Crouch (2004), y Estado Pós-Democrático: neo-obscurantismo e gestão dos indesejáveis, de Rubens Casara (2017).
[6] Sobre las tesis políticas y filosóficas críticas del humanismo tradicional, elaboradas por el posthumanismo crítico, ver Lo poshumano de Rosi Braidotti (2015) y Posthumanism de Pramod K. Nayar (2014).
[7] La traducción del portugués es del autor.
[8] Véase, por ejemplo, el ensayo Biopolítica y filosofía feminista, de Amalia Boyer (2012), que, desde la crítica feminista, señala cómo Foucault “sirve de inspiración para llevar a cabo nuevos análisis de las tecnologías del cuerpo que ponen de manifiesto las diferencias específicas de género, así como la posibilidad de construir nuevos proyectos políticos a favor de la emancipación de las mujeres” (p. 131).
[9] Sobre la noción del poder en Michel Foucault como un juego inestable y permanente revisar los artículos del libro Poder, normalização e violencia. Incursões foucaultianas para a atualidade (2008). En la introducción, la organizadora, Izabel C. Friche Passos, nos presenta de modo didáctico una sistematización de esa idea.


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