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Trilce (1922), de César Vallejo: su vigencia literaria plena (1922-2022) y el aporte exegético de algunos ilustres críticos (peruanos y extranjeros)
Trilce (1922), by César Vallejo: its full literary validity (1922-2022) and the exegetical contribution of some distinguished (Peruvian and foreign) critics
Trilce (1922), de César Vallejo: sa pleine vitalité littéraire (1922-2022) et la contribution exégétique de quelques illustres critiques (péruviens et étrangers)
Boletín de la Academia Peruana de la Lengua, vol. 72, núm. 72, pp. 107-143, 2022
Academia Peruana de la Lengua

Artículos

Boletín de la Academia Peruana de la Lengua
Academia Peruana de la Lengua, Perú
ISSN: 0567-6002
ISSN-e: 2708-2644
Periodicidad: Semestral
vol. 72, núm. 72, 2022

Recepción: 04 Junio 2022

Aprobación: 20 Junio 2022

Publicación: 10 Diciembre 2022


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

Resumen: En estas páginas queremos resaltar la vigencia centenaria de Trilce, poemario que Vallejo publicó, primero en el Perú, y luego en Madrid, en 1931. Haremos referencia a la necesidad del escritor de inventar una palabra, trilce, para ponerle título a un poemario hermético, ambiguo, pero abierto a múltiples interpretaciones. También nos referiremos a un grupo de críticos literarios (trílcicos), que, desde los inicios de 1922, y a lo largo de las siguientes décadas del siglo xx y las tres del xxi, han contribuido a un conocimiento más exhaustivo y valioso de este poemario, considerado, actualmente, como uno de los libros más importantes a nivel mundial.

Palabras clave: vigencia trilceana, César Vallejo, hermetismo, críticos literarios de Trilce, trílcicos.

Abstract: Here we would like to highlight the centennial validity of Trilce, a collection of poems that Vallejo published, first in Peru and then in Madrid, in 1931. We will refer to the writer’s need to invent a word, trilce, to give a title to a hermetic poetry book, ambiguous, but open to multiple interpretations. We will also refer to a group of literary critics (trilcicos) who, since the beginning of 1922, and throughout the following decades of the 20th century and the three decades of the 21st, have contributed to a more exhaustive and valuable knowledge of this collection of poems, currently considered one of the most important books in the world.

Keywords: trilcean validity, César Vallejo, hermeticism, literary critics of Trilce, trilcicos.

Résumé: Dans ces pages nous désirons souligner la vitalité centenaire de Trilce, recueil que Vallejo a publié, d’abord au Pérou, puis à Madrid, en 1931. Nous nous référerons au besoin de l’écrivain d’inventer un mot, trilce, pour donner un titre à un recueil hermétique, ambigu, mais ouvert à de multiples interprétations. Nous ferons aussi référence à un groupe de critiques littéraires (trilciques), qui, dès début 1922, et tout au long de décennies suivantes du XXe siècle et des trois premières du XXIe siècle, ont contribué à une connaissance plus exhaustive et prisable de ce recueil, considéré, actuellement, comme un des livres les plus importants à niveau mondial.

Mots clés: vitalité trilcéenne, César Vallejo, hermetisme, critiques littéraires de Trilce, trilciques.

1. Introducción

Con motivo de conmemorar el primer centenario (1922-2022) de la aparición de Trilce, el segundo poemario del escritor peruano César Vallejo (1892-1938), queremos recordar algunos datos relevantes sobre el poemario en sí. Asimismo, dada la universalidad literaria de este libro, que es el único que su autor publicó en dos oportunidades, una en Lima, Perú (1922) y la otra en Madrid, España (1930), cuando este peruano universal se fue a vivir a Europa, y en una de sus visitas a la capital de España, gracias al apoyo fraterno de algunos escritores peninsulares (Gerardo Diego, José Bergamín), tuvo la oportunidad de editar por segunda vez —y ese hecho no pasó desapercibido— en una ciudad literaria tan importante como era y es Madrid. (Sobre la permanencia de Vallejo en Madrid, en 1931, cf. Oré Aguilar, 2019). Una prueba de ello es que Vallejo fue entrevistado por César González Ruano y, como fruto de esa valiosa conversación en la que se habló, en especial, de Trilce (palabra y nombre de un libro), el entrevistador publicó un texto denominado «El poeta César Vallejo, en Madrid» que se incluye en el valioso libro En torno a César Vallejo (cf. Merino, 1987, pp. 23-27).

De otro lado, Trilce, es el único libro vallejiano que lleva consigo un prólogo. Sabemos que cuando pensaba publicar su primer poemario, Los heraldos negros (1919), un tiempo antes de la edición, Vallejo le había pedido a Abraham Valdelomar, su amigo y gran poeta, que le hiciera un prólogo para que su poemario inicial esté avalado por el prestigio de Valdelomar. Pero diversas razones impidieron que dicho prólogo llegara a manos de Vallejo; por eso, el libro aparece con esa fecha de edición, aunque algunos afirman que hay ejemplares de Los heraldos negros fechados en 1919.

1.1. Orrego: prologuista, pionero, vallejólogo y trílcico

La suerte de Trilce fue diferente, con respecto a la cuestión del prólogo. El volumen del flamante y original poemario fue presentado, nada menos, que por el filósofo Antenor Orrego, amigo y maestro del poeta; ambos eran miembros del Grupo Norte en Trujillo. Por ello, cabe considerar a este intelectual norteño (Orrego era cajamarquino) como el mentor del poeta y pionero en los estudios acerca de la obra literaria de Vallejo. El texto que antecede a los setentaisiete poemas numerados al estilo romano se denomina «Palabras prologales a Trilce», y se ha transformado en una pieza textual célebre en la bibliografía del poeta santiaguino, pues el discurso expresa el sólido y original pensamiento filosófico, estético y literario de Orrego, quien acertó en sus ideas y predicciones, acerca del libro.

Es que el maestro del Grupo Norte, denominado antes la Bohemia de Trujillo, había conocido a Vallejo en 1915; y, desde el inicio de esa entrañable amistad, se dio cuenta de que estaba frente a un joven con un genial talento poético a quien había que apoyar, a fin de que madurara y llegara a ser el gran lírico que estaba llamado a ser. Y Orrego no se equivocó. En esos pocos años de amistad, supo guiar a su amigo y contemporáneo (ambos habían nacido en 1892). Antes de haber plasmado esas célebres e insuperables «Palabras prologales a Trilce», Orrego había escrito varios comentarios críticos acerca de los textos poéticos que Vallejo publicaba en los periódicos. Por ejemplo, su primera aproximación exegética es una breve nota en la que presenta y destaca el valor del poema «Aldeana», que apareció en 1916 y que el poeta incluyó en su primer poemario, Los heraldos negros (1919), como puede constatarse al leer dicho libro. Orrego ha contado en forma amena y sustanciosa cómo es que conoció a ese genio en ciernes que había llegado desde Santiago de Chuco hasta la capital norteña y que, después, iría a Lima y así sucesivamente (Orrego, 2018, pp. 115-173).

Consideramos pertinente citar el párrafo inicial del famoso prólogo para apreciar directamente la coherencia, la profundidad y la transparencia de la prosa de este generoso pensador, que caló a fondo en la interioridad de la poesía de su hermano en la literatura y en la vida fructífera del Grupo Norte. He aquí esas certeras líneas:

Conocimiento

Bien quisiera yo, con harto y ubérrimo corazón, que estas palabras mías al frente del gran libro de César Vallejo, que marca una superación estética en la gesta mental de América, fueran nada más que lírico grito de amor, tenue vibración del torbellino musical que ha sido suscitado en mí la vida y la obra de este hermano genial. Así debería ser, pero mi amor no puede eludir el conocimiento. Pienso que solo quien comprende es el que con más veracidad ama, y solo quien ama es el que más entrañablemente comprende. Hay, pues, una mayor o menor veracidad en el amor, tanto o más que en el conocimiento que extrae para sí el máximun de comprensión que necesita para su amor. (Orrego, 2018 pp. 73-84) Hemos tomado la versión del libro citado, y cotejado con la edición de Poesía completa de González, R. (1991, pp. 207-215). En ambas versiones el autor pone su nombre, Antenor Orrego, y la fecha de escritura, Trujillo, setiembre de 1922. También constan los datos de edición: “César Vallejo. Trilce”. Lima, Talleres Tipográficos de la Penitenciaria, 1922, pp. III-XVI.

Por cierto, gustosos transcribiríamos el total del prólogo, escrito en una brillante y conceptuosa prosa, pleno de un contenido en el que el texto y cada uno de sus partes son claves esenciales para leer con espíritu vallejiano, y tomando en cuenta que «amor y conocimiento» son pilares esenciales que garantizan un máximo de comprensión. Orrego no sólo fue guía de Vallejo, sino de todos los lectores que han vivido la experiencia inolvidable de dialogar con cada uno de los libros de Vallejo, y en particular con Trilce, que es una prueba de fuego para todo lector de poesía. Como no es posible incluir el texto completo del prólogo, enumeraremos los subtítulos que Orrego incorpora para que lo sigamos mejor. El párrafo no es muy extenso, ni tan breve, pues el segundo libro de Vallejo es un reto mayor para el mejor exégeta o crítico literario. Estos son los subcapítulos del texto: I Conocimiento, II Introspección estética, III El vehículo musical, IV La vida circunstancial del hombre.

Es evidente que estas cuatro categorías expresan una visión válida para abordar con coherencia y trascendencia una obra como Trilce. Por ello, el prólogo ha seguido vigente y es un faro permanente para quienes se internan en las honduras de todos y cada uno de los LXXVII (77) poemas en los que el poeta encierra y expresa lo esencial de la poesía. Por eso, no es correcto que algún editor publique el libro y excluya las luminosas páginas que Orrego creó para orientar, cual Virgilio, a los lectores, quienes desde 1922 hasta hoy, nos hemos acercado, con avidez y reverencia, tanto al prólogo como a los textos líricos del santiaguino inmortal. Hemos visto una edición de un distinguido vallejista (Raúl Hernández Novás) en la que excluye las «Palabras Prologales» de Antenor Orrego e incorpora un extenso prólogo firmado por él y se agregan al final unos «9 apuntes para leer Trilce», de Jerónimo Pimentel. He aquí los datos: Lima, Trilce (2012). Lima, Lustra editores.

Como hemos señalado líneas atrás, Trilce fue el único libro que posee dos ediciones en vida del poeta. Ese dato es cierto en parte, pero gracias a la reedición facsimilar del famoso poemario, realizada por la Academia Peruana de la Lengua, nos hemos informado de algunos detalles significativos que compartimos con los lectores. Y para entrar directamente en la cuestión, transcribimos algunas líneas de la presentación que realiza Ricardo Silva-Santisteban. Leamos lo que señala este destacado académico, vallejólogo, también, y responsable de la edición facsimilar de Trilce (cf. Vallejo, 2016).

La edición facsimilar de Trilce de Ricardo Silva-Santisteban Como se sabe, existe una segunda edición que se publicó en España pero que no tiene la autoridad de la primera. La segunda edición, aunque publicada en vida de Vallejo, no posee autoridad textual pues, como bien cuenta Juan Larrea, Gerardo Diego copió a máquina el ejemplar que aquél le había prestado y Vallejo no intervino directamente en la publicación mediante un trabajo de corrección de pruebas, como se comprueba fácilmente leyendo las cartas de Vallejo a Diego carentes, en absoluto, de indicaciones acerca del texto.

Para la reproducción de Trilce sigo la edición del ejemplar que me pertenece en un intento de difundir el libro de Vallejo según la publicación realizada por el propio poeta y que nunca se ha reimpreso en forma separada. (Vallejo, 2016, presentación)

1.2. Max Silva: creador de una tipología de vallejistas

Después de haber ofrecido esta importante aclaración respecto de la «segunda edición» del poemario de 1922, presentaremos a varios estudiosos de Trilce. No seguiremos estrictamente un criterio cronológico, pero no podemos dejar de reconocer que en el siglo que nos separa de aquella mítica primera edición, hay un conjunto de estudiosos, encabezados, sin duda, por Antenor Orrego, descubridor del genio poético de Vallejo, y un grupo selecto de estudiosos, de críticos literarios, sobre quienes el recordado Max Silva Tuesta —él también, calificado vallejista— construyó una original clasificación de expertos en Vallejo y su obra. Según Silva Tuesta (1994), los vallejistas que habían sido y eran hasta la época en que él estableció su tipología, podían ser agrupados hasta en nueve grupos: 1) vallejistas pioneros, 2) vallejólogos, 3) vallejófilos, 4) vallejólatras, 5) vallejogogos, 6) vallejoclastas, 7) vallejocidas, 8) vallejócratas y 9) vallejistas bisiestos.

Por cierto, el autor de la clasificación, Silva Tuesta (1994), fundamenta su sugerente propuesta. Establece la posibilidad de que un mismo crítico pertenezca a más de un grupo. Plantea como ejemplo de esa posibilidad a Juan Espejo Asturrizaga, quien por haber escrito una valiosa biografía sobre el poeta santiaguino y por apreciar personalmente a su amigo del Grupo Norte merece estar en dos categorías: vallejólogo, «son los que estudian a Vallejo siguiendo un rumbo de calidad académica a través del cual a obtener excelentes resultados» (p. 399) y vallejófilo, aquellos que «ponen de sí mismos más emoción que conocimiento a la hora de hablar de Vallejo, más afecto que cuidadoso análisis, más devoción que rigor científico» (p. 399), y pone como ejemplos de este último a José Manuel Castañón y a Ernesto More, además de otros. La propuesta del recordado Silva Tuesta merece actualizarse y enriquecerse. Para los efectos de nuestro artículo, nos interesa hablar de los vallejistas de varios de los grupos, porque así nos permitirá destacar algunos de los méritos de más de uno de ellos.

A fin de que los lectores recuerden las definiciones que Silva Tuesta elabora al desarrollar su tipología, lo citaremos y tomando en cuenta su feliz iniciativa, intentaremos plantear una tipología de trílcicos, aporte personal que, de alguna manera, es un homenaje al primero en establecer una tipología, acerca de la inmensa y variada «fauna» de vallejistas (nacionales y extranjeros); a partir de los años treinta del siglo pasado, como tendremos oportunidad de probarlo, basándonos, sin duda, en autorizados estudiosos de la poesía de Vallejo.

Recordemos, entonces, las palabras de Silva Tuesta: «1. VALLEJISTAS PIONEROS: Considero bajo este título a los que, sin reticencia alguna, dieron cuenta del indiscutible valor de la obra de Vallejo, sin esperar para ello que él muriera y, sobre todo, sin conocer el grueso de su poesía, justamente la de mayor calidad. Representantes de este grupo son Antenor Orrego, José Carlos Mariátegui, Clodoaldo Espinoza Bravo y Estuardo Núñez» (Silva Tuesta, 1994, p. 398).

1.3. El aporte de Espinoza Bravo, Clodoaldo

Una primera observación acerca de este cuarteto de vallejistas pioneros es que todos son ampliamente reconocidos hasta la actualidad, con la excepción de Clodoaldo Espinoza Bravo. Para reivindicar su presencia en este selecto conjunto, recurrimos a las líneas en las que un reconocido bibliógrafo, Miguel Ángel Rodríguez Rea, nos ofrece estos datos breves en su útil Diccionario crítico-bibliográfico de la Literatura Peruana: «Espinoza Bravo, Clodoaldo Alberto, 1903-1969. Periodista, poeta. Gran promotor cultural de la región del valle del Mantaro» (Rodríguez, 2008, p. 137). De modo que Espinoza Bravo no desentona como pionero y —lo veremos más adelante— su aporte es breve pero certero.

2. Trílcicos fidedignos

Como ya habíamos adelantado, siguiendo el aporte de Silva Tuesta, nosotros estamos proponiendo una tipología que toma en cuenta lo citado e introduce una variante, porque se refiere exclusivamente a los que han estudiado el famoso poemario de 1922. Y, al comenzar a desarrollar este tópico de nuestro artículo, caemos en la cuenta de que en el numeral «1: Introducción», de hecho, varios de estos especialistas ya han sido citados ampliamente, en especial, Antenor Orrego, el primero entre los trílcicos, cuyo párrafo inicial de «Palabras prologales» hemos transcrito en su totalidad. No es posible incluir el prólogo completo, pero sí hemos consignado las cuatro partes en las que Orrego desarrolla su aguda visión promisoria del famoso libro. Por ello, en principio, no agregaremos más datos referentes al maestro de Vallejo, pero sí invitamos a leer todos los ensayos de este cajamarquino ilustre, cuya reivindicación plena aún no se ha dado. Dos de los libros que destacan la trascendencia de Orrego son Robles, E. (2011) y Silva-Santisteban (2018).

2.1. José Carlos Mariátegui y su séptimo ensayo

En cuanto a José Carlos Mariátegui (1894-1930), es indiscutible su condición de pionero vallejista. El Amauta incluye su apreciación acerca de la poesía de Vallejo, a quien considera como «el orto» de la nueva literatura peruana. Analiza con agudeza varios de los textos de Los heraldos negros (1918) en la última parte de su famoso libro Siete Ensayos de la Realidad Peruana (1926); sin embargo, no menciona a Trilce, que había aparecido años antes. Quizá el hermetismo del poemario hizo que Mariátegui no lo incluyera. Por ello, estrictamente hablando, no cabe considerarlo como un trílcico, pero sí como un pionero, porque, además, colaboró con Vallejo cuando este ya se encontraba en Europa y hallaba en las páginas de la revista Amauta un espacio para publicar los ensayos y artículos que enviaba. Lamentablemente, Mariátegui murió prematuramente y este trágico suceso cortó la amistad de ambos creadores.

2.2. Silva Tuesta corrobora aporte de Clodoaldo Espinoza Bravo (1903-1969)

Para destacar la plena condición de vallejista y trílcico de Espinoza Bravo (el menos recordado del cuarteto, razón por la cual hemos agregado unas líneas acerca de su presencia en las letras peruanas), vamos a incluir la información que nos ofrece Max Silva Tuesta en su célebre «Tipos de vallejistas». Refiriéndose al aporte, declara que «Espinoza, por su parte, utiliza por primera vez el término “vallejismo”, cuando dice: “Vallejo no pertenece a ninguna escuela. A veces parece llegar al Simbolismo, pero no. Parece dadaísta, tampoco. Es que es sintético. Es que es personal, únicamente personal e inconfundible. Hará escuela y, tal vez, sea el Vallejismo”» (1994, p. 398). Y calibrando con agudeza, agrega Silva Tuesta: «Como esto fue dicho tres lustros antes de que Vallejo falleciera, la intuición de Espinoza tiene más prestancia que cualquier otro pronóstico» (1994, p. 398). Con esta apreciación queda confirmada la categoría de vallejista pionero y aun de trílcico, pues Espinoza Bravo hace una afirmación que incluye a Trilce: «personal e inconfundible».

2.3. Estuardo Núñez (1908-2013)

Vamos a detenernos en la figura del maestro Estuardo Núñez, vallejista pionero y trílcico, según nuestra clasificación, que es menos amplia que la de Silva Tuesta sin entrar en contradicción con ella. Núñez es uno de los estudiosos, investigadores y críticos literarios más destacados del Perú que goza de un reconocimiento nacional e internacional (cf. Rodríguez, 2008, pp. 241-242; Tauro, 1987). Su longevidad (vivió 105 años) le permitió realizar numerosas investigaciones, no solo en relación con Vallejo, sino con la literatura peruana en su conjunto. Ha enriquecido el corpus de nuestras letras. Ofreció una visión de conjunto y se concentró en el estudio, entre otros, de Ricardo Palma, José María Eguren y Martín Adán (de quien fue amigo).

En cuanto a su específica condición de vallejista pionero y trílcico fidedigno, el propio Núñez preparó un texto que profundiza en dicha cuestión e ilumina este periodo difícil de la vida peruana. El texto se denomina «La recepción de Vallejo en el Perú, durante la etapa “trílcica” (1922-1937)». Desde el título indica el valioso contenido de su contribución, porque ofrece un documentado testimonio acerca de esa etapa crucial del poeta santiaguino y nos ayuda a comprender que el proceso de reconocimiento de la obra, y, en particular, de Trilce, fue lento, paulatino, que comenzó recién después de la muerte del autor norteño, quien no pudo gozar de la fama que lo ha llevado a ser calificado como el poeta mayor de las letras peruanas.

La información que nos alcanza don Estuardo, además, es de primera mano, porque él vivió a lo largo de todo el siglo xx, inclusive compartió su sabiduría hasta los comienzos de la segunda década del xxi. Tuvimos oportunidad de conocerlo y de conversar con él; pero al margen de ese detalle personal, hay que valorar a Núñez porque el crítico barranquino, desde muy temprano, cultivó con esmero y amplitud el estudio y análisis de la literatura peruana, en especial, de la más reciente; además, Núñez confirma, según su versión propia, que en aquellos años previos a la muerte de Vallejo (los años treinta), él era un adelantado en el estudio y la valoración de nuestro poeta. La prueba está en que llegó a publicar a inicios de 1938 su libro Panorama actual de la poesía peruana (Lima, Editorial Antena, 1938, 144 pp.) y logró enviar un ejemplar al poeta santiaguino, quien, ya en su lecho de muerte, alcanzó a leer; es creíble pensar que se emocionó al comprobar que un joven crítico limeño de treinta años, Estuardo Núñez, había acertado en la valoración de la obra más hermética y retadora (Trilce). La crítica posterior ha confirmado la lucidez del estudioso peruano, quien animó a muchos de sus discípulos a profundizar en el conocimiento literario.

Por ello, nos parece justo recrear esos momentos cruciales de los últimos días terrenales de Vallejo, con el puño y la letra de este crítico que se adelantó en la evaluación certera del nuevo rumbo que el poeta santiaguino le había señalado a la lírica nacional. Apreciemos, pues, el recuerdo personal del entonces y siempre innovador estudioso Núñez (1994):

un ejemplar de mi Panorama pudo llegar, en los primeros meses de 1938, a las manos de Vallejo, ya enfermo, y alcanzó a leerlo, según el testimonio de Raúl Porras Barrenechea: “A su lecho de enfermo de agonía le llegó un volumen que venía del Perú y en el que Estuardo Núñez lo reconocía como el más alto valor de la poesía peruana actual”. (p. 394)

El artículo de Núñez, dentro de la brevedad de una ponencia leída en el ya citado Coloquio Internacional (1992) dedicado a estudiar a «Vallejo. Su tiempo y su obra». El valioso Coloquio Internacional se realizó en la Universidad de Lima, a fines de agosto de 1992. Pero el libro con las ponencias recién se publicó en 1994, en otros dos tomos. Sus editores fueron Cornejo J., Rosas, F. y López, C. La lectura de este y de otros textos de dicho volumen nos llevan a concluir que, dentro del cuarteto selecto de los vallejistas pioneros, los que hicieron los aportes mayores, relacionados con Trilce, fueron Antenor Orrego (contribuyó con el Prólogo) y Estuardo Núñez (en su citado libro, acertó en la caracterización de la esencia de la poesía que Vallejo diseñó en sus dos poemarios, publicados, uno, en 1919 y, el otro, en 1922). Otro de los muchos aciertos del artículo de Núñez es que esboza no solo un panorama de la poesía de Vallejo, sino de la vida política, de la crisis de aquellos años duros, vividos bajo la férula de una dictadura que llegó a cometer excesos que Núñez (1994) recuerda con nitidez:

Empezó entonces una etapa desoladora en la cultura del país, una especie de colapso cultural. Además de que no aparecían revistas culturales y los periódicos habían suprimido suplementos de esa índole, estaban cerradas las salas de conferencias, las instituciones asimismo en crisis, no funcionaban galerías de arte o salas de concierto y entre otras realidades como la restricción de la importación de libros, se habían clausurado varias universidades del Estado. Sólo subsistía en Lima una universidad particular. La depresión era general y la vida intelectual casi paralizada. (p. 392)

Empezó entonces una etapa desoladora en la cultura del país, una especie de colapso cultural. Además de que no aparecían revistas culturales y los periódicos habían suprimido suplementos de esa índole, estaban cerradas las salas de conferencias, las instituciones asimismo en crisis, no funcionaban galerías de arte o salas de concierto y entre otras realidades como la restricción de la importación de libros, se habían clausurado varias universidades del Estado. Sólo subsistía en Lima una universidad particular. La depresión era general y la vida intelectual casi paralizada. (p. 392)

Invitamos a leer este ensayo que aborda varios asuntos más y tiene la capacidad de establecer un contrapunto entre lo que le ocurría a Vallejo en su exilio europeo (1923-1938) y lo que acontecía en el Perú, por esos mismos años. Como un ejemplo paradójico de aquella circunstancia, Núñez nos recuerda que, justamente, en 1922, mientras la aparición de Trilce caía en el mayor vacío, el gobierno de turno mandó a coronar como el poeta más importante a José Santos Chocano. Este regresaba de un exilio.

2.4. Luis Monguió (1908-2005)

Entre otro de los estudiosos de Vallejo es justo mencionar a Luis Monguió, quien publicó en 1952 un libro clásico: César Vallejo (1892-1938). Vida y obra. Este famoso volumen se editó primero en los Estados Unidos (Columbia University) y se reimprimió en el Perú (Lima: Edit. Perú Nuevo, 1960). Fue ampliamente leído y nadie puede negar que contribuyó a ampliar el número de lectores interesados en obtener una visión de conjunto de la vida y obra de nuestro poeta más popular. Lo citamos en calidad de trílcico distinguido. Silva Tuesta (1994), cuya tipología nos es muy útil, se expresa de él y de otro ilustre estudioso, en estos términos: «Luis Monguió y Roberto Paoli merecen mención aparte por la impecable hechura de sus escritos vallejianos. En consecuencia, nadie que se precie de vallejista puede dejar de estudiarlos» (p. 399). Es obvio que ambos son reconocidos vallejólogos.

Luis Monguió, experto en el conjunto de la producción literaria y autor de una biografía que se mantiene sólida, pese a los años transcurridos, y al hecho de que después de él se han interesado en lo biográfico destacados estudiosos (Hart, 2014; Nájar, 2019; Pachas, 2018), es también un acucioso exégeta de los poemas herméticos de Trilce, como puede constatarse al leer la ponencia que presentó en el ya citado «Coloquio Internacional», realizado en la Universidad de Lima. Su texto crítico se denomina «Vallejo desde un poema: Trilce XXXI» (1994, pp. 45-149).

Para que los lectores aprecien la coherencia, la acuciosidad, la calidad del método empleado por Luis Monguió, citamos unas líneas de su ejemplar texto crítico, en el que recuerda a sus viejos e ilustres maestros filólogos (Manuel Milá y Fontanals, Antonio Rubio Lluch), quienes contribuyeron a la sólida formación hermenéutica del vallejista, cuya obra crítica es reconocida por todos los lectores de la poesía de Vallejo. Nos alegra que en 1992 haya vuelto a Lima y que diera cátedra, en especial a los jóvenes, con consejos indispensables para la tarea exegética. Veamos lo que nos dice, antes de ingresar al análisis propiamente dicho de Trilce XXXI:

Solía repetirnos el Dr. Rubio, catalanamente, que en los estudios de literatura, como en todo en la vida, debía utilizarse el seny, y que el seny, el buen juicio, indicaba que el primer paso para comprender un texto era entender el sentido literal de cada una de sus palabras, sus frases, sus imágenes, en su tiempo y en su contexto; que los sentidos analógicos, alegóricos, simbólicos o lo que (sic) fueren, los proporcionaba luego los estudios, la erudición, la sensibilidad de los lectores bien preparados. Años más tarde lo mismo nos decía en Berkeley, en términos más genéricos y léxico crítico más moderno, Rudolph Schevill. (Monguió, 1994, pp. 145-149)

Al analizar el poema «XXXI» de Trilce, uno de los más herméticos del libro, Monguió realiza su exhaustivo examen y logra descifrar, en gran parte, el sentido fundamental de dicho poema, alusivo al complejo tema de la Esperanza, pero trabajada por Vallejo como cuando un orfebre transforma un pedazo de oro en una joya exquisita y artística. Monguió transcribe la versión completa y realiza un recorrido hermenéutico. Para ilustrar la coherencia entre su método y su análisis concreto, citemos el primer verso y luego el trabajo con las palabras y lo que sugería como el método idóneo:

“Esperanza plañe entra algodones”.- Esperanza plañe, es decir, gime, se queja, entre algodones, esos algodones en rama, de uso en medicina y cirugía. El sujeto de la oración. Esperanza, así, sin artículo y con mayúscula inicial, trae ante todo a la mente un nombre de mujer, mujer que si plañe entre algodones pudiera evocar, en efecto, una escena de habitación de enferma o de hospital. Sin embargo, en el verso 16, Dios “toma entre sus dedos a la esperanza” y ahí, con artículo definido y minúscula, la esperanza ha de ser el estado de ánimo que nos permite creer posible lo que deseamos o la virtud teologal, la que nos hace creer que Dios nos dará su gracia en este mundo y la gloria en el venidero. La aplicación al sujeto gramatical del verso 1 de esta última acepción del vocablo esperanza la refuerza la frase: “Cristiano espero” del verso 7”. (Monguió, 1994, p. 46)

En este primer párrafo el maestro Monguió establece su hipótesis de trabajo (la Esperanza como virtud teologal), después de haber examinado las denominaciones varias que posee la palabra Esperanza (nombre propio) o esperanza (estado de ánimo), etc. Y nos demuestra que, al hacer la hermenéutica del poema, debe tomar a este como una totalidad artística y establecer relaciones con versos más lejanos (1 y 16), para continuar con las demás estrofas y establecer los sentidos connotativos de Trilce, que muy al estilo retador de Vallejo, termina con los versos: 17 «Señor, lo quiero yo…»; 18: «Y basta». Lo que podemos constatar al leer el sintético texto de Monguió es que es un vallejólogo y trílcico de primer nivel.

Siguiendo a Fernández (2006), podemos sostener que, en este, como en sus textos poéticos, Vallejo es un «autor implicado de Trilce» (y) «presupone un lector implicado que maneje o esté familiarizado con los códigos vanguardistas y pueda comprender plenamente las experimentaciones verbales que se manifiestan en el mencionado poemario» (pp. 367-377).

2.5. Roberto Paoli (1930-2000)

En una cita anterior, Luis Monguió y Roberto Paoli fueron mencionados juntos, pero pertenecen a distintas generaciones de críticos literarios, y son una prueba de la existencia de una sólida tradición vallejista y, a ambos, Silva Tuesta los considera vallejólogos; de acuerdo a nuestro criterio, son, además, trílcicos fidedignos. Es posible que hayan coincidido en más de una reunión académica en el Perú o en el extranjero. Como reconocido peruanista, Paoli, especialista en autores y temas de la literatura nacional, goza de un sólido prestigio. Ya no está con nosotros, pero sus libros y numerosos ensayos son consultados permanentemente. Destacados críticos peruanos han escrito acerca de Paoli. Una reseña de nuestra autoría apareció en la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana núm. 24 (1986, pp. 301-303).

En su calidad de vallejólogo y de trílcico, ha brindado un servicio inapreciable en relación con el léxico de Vallejo. En su libro Estudios sobre la literatura peruana contemporánea ha analizado autores (Eguren, «Vallejo y Neruda», Arguedas), a la vez que, en uno de sus ensayos más amplios y sugestivos, ha planteado la cuestión crucial de «Poetas peruanos frente a sus problemas expresivos». Entre los líricos examinados figuran: Westphalen, Eielson, Sologuren, Abril, Moreno Jimeno, Varela, Romualdo, Moro, Martín Adán, C.G. Belli, Francisco Bendezú (Paoli, 1985, pp. 93-136).

En su importante libro, le ha dedicado dos trabajos al vate santiaguino: «Las palabras de Vallejo», «Vallejo y Neruda» (1985); y, unos años antes, publicó otro libro, Mapas anatómicos de César Vallejo (1981), que ha sido de gran utilidad para ampliar las líneas de investigación vallejista. En el ya citado ensayo «Las palabras de Vallejo», publicado hace varias décadas, informa, en especial a los lectores especializados, que años antes, exactamente en 1978, había aparecido un Diccionario de concordancias y frecuencias de uso en el léxico poético de César Vallejo, en cuya realización colaboraron tres investigadores de la Universidad de Pisa y de Florencia: Ferdinando Rosselli, Alessadro Finzi y Antonio Zampolli. Esos mismos coautores habían realizado, el año anterior, otro diccionario similar, relativo a Antonio Machado. Y como existen afinidades entre estos grandes líricos en lengua española (Machado, Vallejo), en la cita se ha incluido, también, el nombre de Machado. En realidad, el artículo se refiere, asimismo, al hecho de que «debido a un tiraje excesivamente avaro, el diccionario vallejiano está hoy en poder de muy pocas personas e instituciones, sin que quede un solo ejemplar disponible» (1985, p. 55). Agrega Paoli que, en el Perú de aquellos años, el vallejólogo David Sobrevilla había reseñado escrupulosamente el Diccionario, hasta dos veces en la ya citada Revista de Crítica Literaria Latinoamericana (núm. 15 y 18). Sirva este dato para recordar con respeto y añoranza al querido filósofo y vallejista Sobrevilla. Siendo un filósofo, se interesa mucho en Vallejo; publicó por lo menos dos libros valiosos sobre el poeta mayor: una Introducción bibliográfica a César Vallejo (1995) y otro volumen también valioso con seis ensayos (1994).

Incluiremos una cita del ensayo de Paoli, porque allí en ese párrafo y en los siguientes está la información pertinente para destacar la relevancia del dato que nos brinda Roberto Paoli, uno de los más destacados críticos europeos y que ha sido reconocido por todos como un peruanista esencial. Por supuesto, es un vallejólogo y un trílcico de polendas. Este es el dato central, a partir del cual, Paoli, establece ciertas cercanías entre Antonio Machado y César Vallejo. Empero, esta interesante comparación ya no la incluiremos por razones de espacio. Paoli (1985) nos dice:

Son, aproximadamente, unas 6,000 palabras que constituyen el universo lexical de Vallejo, con exclusión de artículos, conjunciones, interjecciones, preposiciones. La frecuencia de estas palabras varía entre 1, que representa la frecuencia más baja y la más frecuente, y 861, que es el número de veces que aparece el pronombre él, o su femenino ella, con sus respectivos plurales y sus formas indirectas le, la, las, etc. La presencia única parece ser la más difundida: “estampido”, en PH, “lengua” en TR, “Sahara” en HN son casos de vocablos que aparecen una sola vez en todo Vallejo. (p. 57)

En realidad, el valor del artículo de Paoli aumenta según va explicando los criterios que han manejado los expertos europeos; además, realiza, con pertinencia, un cotejo entre las categorías de palabras y el empleo de las mismas en cada uno de los poemarios de Vallejo, aunque da la impresión de que, en ese conteo lexical, no han incluido las palabras de España, aparta de mí este cáliz (1939); pero es una suposición nuestra, ya que no hemos tenido acceso al famoso diccionario vallejiano.

2.6. André Coyné (1927-2015)

Ya hemos indicado que este artículo no se rige por una cronología rigurosa. Por ello, en estos párrafos vamos a referirnos a este importante vallejólogo y casi pionero. Este crítico francés ha publicado importantes libros sobre Vallejo. Enumeremos los más relevantes: César Vallejo y su obra poética (1957), César Vallejo (1968), Medio siglo con Vallejo (1999). Este último tiene un prólogo de Ricardo González Vigil (Lima, PUC), de quien hablaremos líneas más adelante. De modo que André Coyné y Luis Monguió figuran como los más antiguos vallejólogos y trílcicos. Ambos son peruanistas esenciales.

Empero, pese a que Silva Tuesta (2014) califica plenamente a Monguió y a Coyné como valiosos vallejólogos, páginas más adelante, en su polémica propuesta «Tipos de vallejistas», define al segundo de ellos, también, como vallejoclasta. Señala que este «practica un vallejismo al revés, convirtiendo a Vallejo en el blanco de su mediocridad o de su envidia, cuando no de su defectuoso sentido axiológico. Por tanto, la famosa expresión “le pegaban / todos sin que él les haga nada”, aunque parece algo del pasado, como se ve, aún tiene vigencia» (p. 401).

Por supuesto, el aludido no se quedó callado y contestó a las críticas de su colega vallejista. Escribió un texto breve («Respuesta a Max Silva Tuesta»), del que transcribiremos solo lo que Coyné (1994) escribió en el numeral 1 de su declaración: «1. Me parece, Max, que al ordenar tu “tipología de vallejistas, te olvidaste de una categoría, aquella que tú deberías encabezar: la de los “vallejócratas”» (p. 205). Incidentes de esta naturaleza son propios de los predios de la crítica literaria acerca de Vallejo y de muchos otros grandes escritores que suscitan reacciones de coincidencia y de discrepancia entre sus críticos. En esta polémica de vallejistas, M. Silva-Tuesta califica a André Coyné de vallejoclasta. A su vez éste tilda de vallejócrata a su contrincante. El sentido del primer término está en un párrafo anterior de estas líneas (‘vallejismo al revés’). El de vallejócrata significa ‘el que gobierna a los vallejistas’.

Al margen de esta pequeña discordancia en el seno del vallejismo académico e internacional, cabe reconocer que el artículo de Coyné es muy valioso y documentado. Su enfoque es de carácter filológico y exhibe un conocimiento exhaustivo de los poemarios y de varios textos breves de Vallejo. En particular y bajo el título de su ponencia, «Releyendo “Los poemas de París”» (1994, pp. 193-206), el autor francés, en tres secuencias, examina las concomitancias que existen entre el poemario de 1922 y un texto titulado, precisamente, «Trilce». A partir de esta pequeña observación, Coyné especula si el poema «Trilce» es anterior o posterior al libro Trilce (1922). Cita a Juan Larrea y a otros expertos en este tema, y se concentra, luego, en el estudio de «Los poemas de París». En relación con la importancia de dichos textos y sus nexos con los otros libros de Vallejo, afirma lo siguiente:

Uno de los rasgos distintivos de “los poemas de París” es la importancia que concede a la animalidad. El autor de Trilce alegaba: “Oh conciencia, / pienso […] en el bruto libre / que goza donde quiere, donde puede” (184). El de Poemas humanos interpela al bruto que le es congénito, el “gravísimo cetáceo” que de continuo lo arrastra —“ser de humo”— “a paso redoblado de esqueleto” (403). Es de él, ahora, que se vale para insinuar siquiera que, agarrado “de la cola del fuego” y a los cuernos / en que acabó la crin su atroz carrera”, se empeña como nunca en creer en un “más allá de la vida y la muerte”: “¿La muerte? ¡Oponle todo tu vestido! / ¿La vida? ¡Oponle parte de tu muerte! / Bestia dichosa, piensa; / dios desgraciado, quítale la frente”. En esta etapa final de la poesía de Vallejo, el humorismo adquiere la fuerza de un conjuro: “Pues tú, como se observa en tu entrepierna, y siendo / el malo ¡ay! Inmortal, / has soñado esta noche que vivías / de nada y morías de todo”. (Coyné, 1994, p. 195)

2.7. Enrique Foffani (1958)

Por su plena vigencia y su reconocimiento universal, la poesía de Vallejo y, finalmente, toda su escritura, han merecido la atención de críticos rigurosos del Perú y de todos los países del mundo, quienes han ingresado al inmenso y complejo mundo del vallejismo. Es el caso de Enrique Foffani, argentino (1958), quien además de haber enseñado en universidades de su país, también lo ha hecho en centros académicos de Estados Unidos, Alemania y en varios países latinoamericanos.

En cuanto a la relación de Foffani con César Vallejo, señalemos que participó con una ponencia titulada «De la constitución del sujeto en Trilce» en el ya citado Coloquio Internacional de 1992. Su texto es denso, coherente y muy sugestivo. Trabaja con exhaustividad la categoría del sujeto y resalta el concepto de destitución, para elaborar la idea de la pérdida de algo esencial. Leamos el párrafo y apreciemos el discurso crítico de Foffani y las claves que nos proporciona para entender algunos aspectos propios de Trilce:

Pero habíamos dicho que la destitución era diseminante y la textualidad también está en falta: los poemas de Trilce carecen de título y ese lugar vacío de nominación es reemplazado por un número. Pero cuando el nombre aparece para conferir identidad nada significa en el horizonte sistemático de la lengua. Trilce significa mucho pero también significa nada. En este sentido Trilce como palabra inventada no puede dejar de pensarse en relación a los otros títulos (Féretros y Cráneos de bronce) que Vallejo había pensado en su momento; vinculado entonces a estos pretextos Trilce no sería más que el nombre sustituto, el nombre que tapa un vacío, una orfandad, el nombre de una textualidad sin genealogía aparente, una textualidad que desconoce el nombre del padre. (Foffani, 1994, p. 137)

En 2014, con motivo de la realización, en Lima-Perú, del Congreso Internacional «Vallejo Siempre», el crítico argentino presentó una ponencia titulada: «Poesía y economía política en Trilce, en el marco de las vanguardias latinoamericanas». En su texto, Foffani ubica a Vallejo en el ámbito de dichas vanguardias latinoamericanas; y, en ese contexto, agrupa a nuestro poeta con otros creadores del Continente, quienes establecen los nexos entre la poesía y la economía política en sus obras líricas respectivas; y al realizar esta agrupación, explica que los recursos naturales, es decir, las materias primas de nuestras sociedades, han jugado un rol vital en el desarrollo o subdesarrollo que nos agobia desde hace siglos. Unas palabras de Foffani expresarán su original punto respecto de este polémico asunto:

Desde este punto de vista, el guano de Trilce (1922), el pau Brasil en el libro y el manifiesto homónimos (1924, 1925) de Oswald de Andrade y el azúcar en Sóngoro Cosóngoro (1931) y West Indies Ltd (1934), de Nicolás Guillén, son las materias primas que tales poemarios colocan en un lugar central desde el momento en que su ingreso al cuerpo de la poesía es, a su vez, un acto de ruptura respecto de la tradición moderna. Este acto de ruptura reside en que los poetas de la vanguardia piensan (en) la Nación desde la acumulación de riquezas que forma parte de la economía, es decir, la acumulación del excedente económico y todos sus problemas concomitantes (precio, salario, empleo). (Foffani, 2014, p. 60)

Por si estos dos aportes, ya mencionados, no fueran suficientes pruebas de la doble condición de vallejólogo y trílcico que se merece Foffani, es necesario mencionar que este riguroso crítico argentino ha publicado, en Lima-Perú, un formidable y sugestivo libro que se incorpora plenamente a la bibliografía de nuestro poeta norteño. El título del volumen de Enrique Foffani es Vallejo y el dinero / Formas de la subjetividad en la poesía (2018, 414 pp.). Curiosamente en la portada, los editores han fotocopiado la mitad de un billete, en el que aparece retratado Vallejo en su clásica pose de pensador. Dicho billete equivale a diez mil intis (10,000). Inti es una palabra quechua que significa ‘sol’; el primer gobierno desastroso (1985-1990) del político Alan García (1949-2019) tuvo la infeliz idea de cambiar la denominación tradicional de la moneda peruana. La creación de los intis, supuestamente un gesto simbólico de reivindicación, resultó una de las peores medidas económicas, porque las sucesivas y gigantescas devaluaciones transformaron en polvo el valor de la moneda.

El libro de Foffani es de una calidad exegética extraordinaria. Está compuesto por cuatro magistrales capítulos y otros cuatro anexos o documentos que enriquecen el contenido de la obra. Por ello, uno de los vallejistas más connotados, Ricardo González Vigil, en la presentación subrayó la trascendencia del volumen. Transcribimos un par de párrafos, escritos en estilo vallejiano:

Considerando en frío, imparcialmente, Enrique Foffani nos entrega uno de los libros más importantes —esclarecedores y hondos— de la extensa bibliografía vallejiana. Antes de él, apenas se había prestado atención (resaltemos los aportes de James Higgins y José Cerna-Bazán) a un tema central en la obra entera (poesía, narrativa, teatro, ensayo, periodismo y epistolario) de Vallejo: el dinero.

Foffani estudia sistemáticamente dicho tema en toda la trayectoria poética del autor de Trilce. Desde los textos juveniles hasta España, aparta de mí este cáliz, teniendo en cuenta también sus artículos periodísticos y su epistolario (con frecuencia un “epistolario mendigo”). (González Vigil, 2009, p. 11)

2.8. Eduardo Neale-Silva (1905-1989): lector ideal de Trilce (1922)

A fin de que se pondere con justicia el sitial que le corresponde al crítico chileno Eduardo Neale-Silva, citaremos un párrafo en el que se le reconoce como como integrante del grupo selecto de vallejólogos y trílcicos. En esa relación, además, se consigna, en orden cronológico, los nombres de los que han estudiado Trilce (1922), en su totalidad. Allí figuran especialistas nacionales e internacionales. He aquí otro valioso dato ofrecido por Silva Tuesta:

Creo no equivocarme si considero a todos los vallejistas trilceanos como auténticos vallejólogos, debido a que la interpretación de los 77 poemas de Trilce es realmente una hazaña exegética. Los citaré en estricto orden cronológico en que publicaron sus trabajos: Mariano Iberico, Yolanda de Westphalen, María Eugenia de Gerbolini (15), Eduardo Neale-Silva (16), Xavier Abril, Irene Vegas García, Alfredo José Delgado, Marco Martos, Elsa Villanueva, y Julio Ortega. (Silva Tuesta, 1994, p. 399)

El clásico volumen de Neale Silva, se titula César Vallejo en su fase trílcica (1975). Fue editado por la Universidad de Wisconsin, EE. UU., en idioma español; por ello, circuló internacionalmente, y desde entonces, sigue siendo una de las obras más consultadas sobre Trilce. Presenta una estructura sólida, está escrito en una prosa rica en ideas, muy fluida y comprensiva, de tal suerte que un lector medianamente conocedor de los versos de Vallejo podrá seguir el planteamiento crítico, coherente de Neale-Silva. Este estudioso ha pensado, precisamente, en sus numerosos lectores y lo dice de este modo en las páginas iniciales de su tratado trílcico. Transcribimos dos párrafos claves del libro, dirigidos a los seguidores de Trilce o de cualquier otro libro poético de Vallejo. Veamos el párrafo primero:

Para comprender a un poeta es preciso tener un conocimiento cabal de su modo de pensar y sentir el mundo, su manera de configurar un poema, la gama de su expresividad artística, su intención y las peculiaridades de su vehículo poético. Pero en el caso de Trilce estamos ante un problema de índole muy especial, pues contiene un arte nuevo, al cual no se puede acercar el lector con la disposición de ánimo con que leería, por ejemplo, la poesía romántica, o la modernista. (Neale-Silva, 1975, p. 11)

Lo que ha expresado el crítico chileno es una condición clara y exacta de lo que un lector necesita «para comprender a un poeta». Pero el objetivo se complica, porque el poema que va a leer pertenece a un arte nuevo, y no siempre sabemos en qué consiste dicho arte. En el segundo párrafo que transcribiremos, Neale-Silva es más explícito en cuanto a lo que significa Trilce como nuevo objeto de conocimiento. Leamos con espíritu de apertura lo que se nos dice:

Trilce exige una voluntad constructivista: el lector ha de colaborar con el lírico y estructurar el poema a medida que lo aprehende en el tiempo. Hay más. Para gustar a Vallejo es preciso poseer eso que el profesor Manuel García Morente llamaba “ingenuidad”, esto es, una actividad libre de prejuicios, de normas artísticas excluyentes y de sistemas ideológicos excluyentes. La experiencia estética de un poema trílcico se logra después de un acondicionamiento mental y emocional. Este sólo es posible como resultado de la cabal inteligencia de lo que el poema declara en sus diferentes planos expresivos, y la creación de un sistema de valores, conjunto relacional que el lector se ha de crear a base de su reacción ante los significados. Los constituyentes de la nueva receptividad son, pues: conocimiento, una axiología y una atemperación afectiva. La base de todo el proceso es la justa comprensión del poema como creación literaria. Sin ese conocimiento todo comentario podría llevar a la postulación de falsos significados y de valores estéticos y de valores estéticos inexistentes. (Neale-Silva, 1975, p. 11)

Trilce exige una voluntad constructivista: el lector ha de colaborar con el lírico y estructurar el poema a medida que lo aprehende en el tiempo. Hay más. Para gustar a Vallejo es preciso poseer eso que el profesor Manuel García Morente llamaba “ingenuidad”, esto es, una actividad libre de prejuicios, de normas artísticas excluyentes y de sistemas ideológicos excluyentes. La experiencia estética de un poema trílcico se logra después de un acondicionamiento mental y emocional. Este sólo es posible como resultado de la cabal inteligencia de lo que el poema declara en sus diferentes planos expresivos, y la creación de un sistema de valores, conjunto relacional que el lector se ha de crear a base de su reacción ante los significados. Los constituyentes de la nueva receptividad son, pues: conocimiento, una axiología y una atemperación afectiva. La base de todo el proceso es la justa comprensión del poema como creación literaria. Sin ese conocimiento todo comentario podría llevar a la postulación de falsos significados y de valores estéticos y de valores estéticos inexistentes. (Neale-Silva, 1975, p. 11)

En las siguientes páginas iniciales, el experto en Trilce expone los pasos que dará para llegar a buen puerto. Señala los propósitos, el plan, el enfoque, la metodología, la labor interpretativa, limitaciones y revisiones, y, luego, en partes y capítulos, realiza un trabajo coherente, reflexivo, argumentativo con respecto a los poemas del libro de 1922. Leer y releer a Neale-Silva es una gran aventura del conocimiento poético vallejiano. Y como hemos titulado, él es, por su trabajo sabio y completo, el lector ideal de Trilce.Sin duda, su clásica obra César Vallejo en su fase trílcica (1975) es una fuente de consulta obligada. No solo enseña a entender al poemario de 1922, sino también orienta a sus lectores con su modo de analizar y de redactar con claridad, profundidad y originalidad.

Al leer las numerosas páginas de los capítulos en los que Neale-Silva aborda aspectos esenciales del poemario que está estudiando, nos lleva a pensar que Vallejo se lanzó a crear la poesía nueva porque en el futuro existiría un lector ideal de sus 77 poemas de Trilce. Y no se equivocó. Pero para ser justos, todos los trílcicos de los que hemos hablado son lectores activos, perspicaces, agudos, flexibles, como lo es Eduardo Neale-Silva. Su libro clásico sobre el poemario de Vallejo seguirá consultándose a lo largo de este siglo y de los siguientes. Para cerrar esta aproximación breve acerca de un crítico tan brillante, como es Neale-Silva, debemos recordar que no solo se sintió interesado por Trilce. También publicó un agudo y penetrante libro denominado César Vallejo cuentista. Escrutinio de un múltiple intento de innovación (1987). En efecto, examinó con su rigor e inventiva característicos los herméticos textos de Escalas (1923), libro cercano a Trilce, no solo en lo cronológico, sino también en lo estético. Por eso denominé a nuestro libro Escalas hacia la modernización narrativa (2002).

Agreguemos que, así como Neale-Silva es un lector ideal de Trilce, también lo es Miguel Ángel Carhuaricra Anco, quien ha publicado un artículo científico titulado «Por entre los barrotes de Trilce (1922): La tierna dulcera de amor y la declaración de libertad estética de César Vallejo». Su interpretación del poema «III» de Trilce nos ha parecido relevante. Citamos un párrafo de su texto:

En el poema “III”, el poeta traduce su ser en soledad; y aun cuando la imaginación le permite oír la voz maternal y ver la compañía familiar, es consciente de que su soledad carcelaria es un presente. Como se ha visto, también se percata de que comunicar esta vivencia requiere un lenguaje que exprese matices anímicos y actitudinales. Por ello, para que la experiencia de la cárcel resuene en sus versos, César Vallejo configura el poema a través de imágenes auditivas y visuales y, de ese modo, su ser y su sentir se liberan de la narratividad. (Carhuaricra Anco, 2022, p. 381)

2.9. Ricardo González Vigil (1949) (RGV)

No es casual que haya ubicado en estas páginas a Ricardo González Vigil inmediatamente después de haber expuesto unos párrafos dedicados al inmenso crítico Neale-Silva. Y es que González Vigil también lo es, de modo que ambos estudiosos comparten plenamente la condición de vallejólogos y trílcicos, o trilceanos, denominaciones que nos ayudan a situar a cada crítico en su respectiva coordenada exegética.

Nuestro crítico peruano, RGV, ha desarrollado en varias décadas del siglo pasado y en las del siglo xxi una tarea inmensa no solo con relación a la vida y a la obra de César Vallejo (su poeta predilecto), sino a la totalidad de la literatura nacional. Por ello, antes de exponer algunas ideas acerca de la estrecha relación que existe entre ambos escritores nuestros, aportaremos una información respecto de los libros más importantes que ha publicado RGV, desde inicios de la década de los noventa.

Esos volúmenes fundamentales se han publicado, según queremos entender, desde la perspectiva del crítico peruano, con el propósito de mejorar, de actualizar, de profundizar el conocimiento de todas las áreas de nuestras literaturas, para luego compartir estos descubrimientos y sistematizaciones con el público lector de todas las edades, y en especial de los niños y jóvenes de las diversas y extensas ciudades y pueblos de nuestra sociedad. Ello explica que todas sus publicaciones muestren la totalidad del aspecto que ha estudiado, con una intención abarcadora, con rigurosidad y propósito de verdad, basándose en todas las fuentes que este investigador incansable ha reunido, examinado e interpretado.

Esa es, por ejemplo, la finalidad de su monumental Poesía Peruana Siglo XX, editada en dos voluminosos tomos, con sendos y razonados prólogos, en los que nos explica el criterio manejado para dividir tan extensa producción lírica creada a lo largo de un siglo. El tomo I abarca desde el modernismo hasta los años 50, con Manuel González Prada (1844-1918) como el escritor que funda la modernidad de nuestra lírica, criterio que compartimos. El tomo II se inicia con la generación de los sesenta y el primer poeta antologado es Javier Heraud. Ambos volúmenes se publicaron en 1999, año penúltimo del siglo xx, porque el último es el 2000. Al margen de este detalle cronológico, los dos libros, además de los prólogos y los índices, exhiben un aparato crítico exhaustivo y documentado.

Más monumental aún, por ser una colección de diez volúmenes, es su clásica antología: El cuento peruano. Como la producción narrativa es mucho más amplia que la poética, el gran antólogo peruano ha manejado varios criterios, congruentes con la heterogeneidad de las creaciones. Dentro de cada volumen, ha diferenciado entre dos grandes partes o secciones. Para cada una de ellas ha elaborado denominaciones propias. La sección I se denomina «Etnoliteratura y tradición oral» y la sección II, «Narrativa de ficción». Como los tomos no han aparecido siguiendo un orden cronológico exacto, el primero de ellos se llamó: El cuento peruano / Hasta 1919. Y en él, la sección II se titula «Literatura ancilar». Apareció en 1992 y contiene los textos narrativos más antiguos de la literatura nacional hasta llegar al año 1919, fecha medular en el esquema global de la antología, porque dicho año comenzaría plenamente la modernidad en la narrativa. RGV también ha propuesto periodos diversos para ilustrar el desarrollo del cuento en relación con la historia de nuestra sociedad, pero dicho concepto lo ha empleado con flexibilidad. Por ejemplo, el volumen El cuento peruano: 1920-1941, publicado en 1990, abarca un lapso de dos décadas. A partir del tomo El cuento peruano: 1980-1989, el incansable crítico, en guerra contra el tiempo, utilizó el criterio de seleccionar por décadas, periodos más breves, pero con una producción cuentística más intensa y compleja, debido a factores de carácter político social.

A pesar de que seguimos con interés y entusiasmo el ritmo de aparición de los valiosos libros que RGV publica cada año, o varios en un año, ya hemos perdido la cuenta de la cantidad de libros que registra en su bibliografía. Y para no hacer más amplio este paréntesis, nos referiremos a una de sus contribuciones fundamentales: su voluminosa obra Poetas peruanas de antología. Con este aporte, nuestro crítico de antología demuestra que las mujeres han cultivado la poesía desde tiempos inmemoriales. Por ello, siguiendo la estructura de la antología dedicada al cuento, ha recurrido al criterio de la periodización y, partiendo de la «poesía popular anónima», ha manejado el concepto de épocas y movimientos literarios en los que han participado las peruanas. Su panorama se proyecta hasta las décadas iniciales del siglo xxi.

Ahora sí retomamos la presencia de RGV como vallejólogo y trílcico. La tarea no es fácil, pero sí, estimulante. Empecemos señalando que se ha dado el trabajo de publicar hasta en cuatro o más ediciones críticas la Poesía Completa del escritor santiaguino. La primera apareció en 1991 con el título de Obra poética de César Vallejo, dentro de una colección de obras completas auspiciada por el Banco de Crédito del Perú (BCP). Y como parte de la serie Biblioteca Clásicos del Perú/6. Es un volumen de más de 900 pp., que posee un aparato crítico completo y exhaustivo. Se volvió pronto un clásico de la bibliografía vallejiana.

La segunda edición crítica de RGV se denomina César Vallejo / Poesía Completa y posee una aclaración válida para críticos y lectores en general de nuestro poeta: «Nueva edición, actualizada y aumentada». Por supuesto se agrega los créditos del crítico: «Introducción, edición y notas de RGV». Apareció en 2012, cuenta con 693 pp., no es tan voluminosa como la de 1991, lo cual es una facilidad para quien quiera estudiar, poema a poema, de cada uno de los libros de Vallejo.

Y la tercera y más reciente es la que lleva un título similar al de las anteriores: César Vallejo. Poesía completa. Lleva, por supuesto, un sustancioso y sintético prólogo, pero en la contraportada del libro aparece un breve párrafo de Raúl Hernández Novás, un crítico que también ha publicado una reconocida edición de Poesía Completa. En la nota de Hernández Novás, este señala las diferencias que separan la poesía de Vallejo del modernismo. Leamos:

Con relación a la retórica modernista, la de Vallejo es una anti retórica. Elabora su poesía con elementos diametralmente opuestos a los de la poética recibida: coloquialismo, feísmo, tecnicismos, salidas de tono, un lenguaje lo menos “literario” posible. Su poética nos impresiona no solo por la presencia de elementos novedosos, sino también por la ausencia de cuanto se suponía ser, hasta entonces, conditio sine qua non [condición sin la cual no] del tono poético. […] El resultado es una estética a la vez resentida y desafiante: la de lo pobre, lo inerme, lo fallido; la estética del desequilibrio y la desarmonía. (González Vigil, 2018, contraportada)

Por cierto, RGV ha publicado varios libros esenciales sobre Vallejo. Uno de los primeros debe haber sido Leamos juntos a Vallejo. Tomo I. Los Heraldos Negros y otros poemas juveniles. Este libro vallejiano dedicado al primer poemario del santiaguino, de alguna forma, es ya una edición crítica que anuncia las próximas, que abarcarán las tres monumentales ediciones críticas a las que nos hemos referido. En el libro de 1988, por citar algunos datos relevantes, RGV estudia uno por uno, sección por sección, cada uno de los poemas de LHN, pero agrega un examen de los poemas juveniles, con lo cual aumenta el corpus de lo que debe leerse para conocer los antecedentes del poeta mayor de nuestras letras. Abre el libro con un prólogo sintético y con una visión integral del escritor, que está iniciando su obra en 1919. Antes de que comencemos a leer el contenido del prodigioso poemario, RGV nos entrega un estudio completo y orientador, al que denomina, con acierto, «Para leer Los Heraldos Negros»; en esas páginas, presenta a los lectores una trayectoria vital, una asimilación de la tradición literaria, poemas no recogidos en Los Heraldos Negros, así como el título y las secciones de Los Heraldos Negros.

En esta obra casi inicial de RGV está el germen de un magistral libro que el crítico peruano publicó con este título: Claves para leer a César Vallejo (2009). Se percibe que el estudioso ha ampliado la estructura de su libro de 1988, porque, en aquel, actualiza aspectos de la trayectoria vital y literaria de Vallejo y, en los capítulos restantes, ofrece, en efecto, claves para el lector o lectora, a fin de que la lectura resultante sea más provechosa y profunda.

En realidad, la producción bibliográfica de RGV sobre César Vallejo es inmensa e inabarcable. Nuestra estrategia para tratar dar cuenta de ella, en parte, por lo menos, consiste en tomar una de las ediciones de Poesía Completa y trabajar con ella, de modo que el manejo del ejemplar sea más cómodo. Hemos elegido la primera edición (la de 1991). En las páginas iniciales, como es de rigor en el prólogo, el crítico ofrece una aguda visión de conjunto sobre la trayectoria vital y la producción escrita de Vallejo, con especial énfasis en los poemarios publicados, e incluso con libros póstumos del poeta norteño.

Guiándose por los varios índices que RGV incluye, como parte de la estructura de una edición crítica, los lectores podemos ingresar a la lectura directa de los poemas del libro elegido. Como estamos trabajando con Trilce, iremos a la página respectiva, releeremos y si no entendemos el léxico o los sentidos del texto, ahí estarán las páginas nutridas de la edición de RGV para darnos la ayuda requerida.

Por razones prácticas, propondremos un simulacro de exégesis con relación al poema «V» de Trilce basándonos en la edición de 2012. Nos ubicaremos en las páginas 226-227. Allí figura dicho texto que consta de tres estrofas (5, 5,6) y de un único verso final. Después de releerlo, RGV plantea su lectura en una sola y nutrida nota, y cita una conversación mantenida con Georgette, en la que intercambian puntos acerca del poema «V» y llegan a establecer una exégesis viable y aceptable. Luego de cumplir con la interpretación, el editor ofrece el significado de los términos de difícil significación: oberturan, petreles, avaloriados, crome, glise, bicardíaco.

Coincidimos con el aporte del trílcico peruano y agregamos, como una idea personal, que el texto ofrece una estructura circular que comienza en el primer verso y se cierra en el último. El discurso poético de Vallejo plasma una gran cuestión: la inmanencia y la trascendencia, como opciones que marcan la existencia humana en su dimensión creativa; en un tránsito que parte en lo natural («Grupo dicotiledón») y llega a lo humano (Ah grupo bicardíaco).

Sería una labor interminable y excluyente la de consultar todas y cada una de las ediciones de la Poesía Completa de César Vallejo, plasmadas a lo largo de estas extensas y laboriosas décadas del siglo xx y las del xxi. Nadie podría asegurar o negar que RGV esté plasmando un nuevo volumen. Para continuar con este ya extenso acercamiento parcial, nos referiremos brevemente a unas páginas incluidas en un libro ya citado de RGV. Nos referimos a Claves para leer a César Vallejo (2009, pp. 63-187). En ese enjundioso ensayo, el crítico peruano parte de una visión de algunos textos de Los heraldos negros para luego profundizar en una exégesis integral de Trilce, sustentada en el análisis de varios textos, en los que destaca el carácter trascendente del poemario de 1922, al que concede el lugar de un nuevo Evangelio, en concordancia con los cuatro Evangelios. Detenemos nuestro discurso con esta cita de RGV que evoca a un trílcico ausente (Vélez):

El poema XXXVIII (considerado clave por Julio Vélez) califica como “cristal” al lenguaje trílcico… El mismo vocablo “cristal” ostenta casi todas las letras de “Cristo” como lo notó Juan Larrea. En todo caso, pide ser recibido por una humanidad futura, una humanidad que ya no será lobo del hombre, ni depredadora (comiendo otros seres vivos) de la Creación. (González Vigil, 2009, p. 179)

En un fragmento de una cita de Silva Tuesta, incluida en nuestro artículo (cf. 2.8), dice el autor de la misma que «la interpretación de los 77 poemas de Trilce es realmente una hazaña exegética» (1994, p. 399) y establece, en orden cronológico, quiénes son esos incansables estudiosos. Enumera a varios ilustres hermeneutas, algunos de los cuales ya han sido reconocidos por nosotros (Neale-Silva, González Vigil). De ese selecto grupo vamos a referirnos, también, al libro dedicado a Trilce, preparado al alimón por dos expertos, cuyos nombres enriquecen nuestras páginas; por ello, los incluimos en el siguiente numeral.

2.10. Marco Martos y Elsa Villanueva: Las palabras de Trilce (1989)

En efecto, en una modalidad pertinente y fructífera (un trabajo a dúo), ambos críticos peruanos, de reconocida trayectoria en el mundo académico nacional e internacional, emularon el ejemplo de Neale-Silva, y no solo se propusieron, sino lograron plasmar un volumen riguroso, de estructura ágil y aguda, que guía a los lectores en general en el recorrido nada fácil de los 77 textos de Trilce.

Para ordenar la presentación de esta ardua labor realizada por Marco Martos y Elsa Villanueva, los autores han optado por dividir su libro en dos partes muy exhaustivas. La primera de ellas se denomina «Introducción»; dentro de ella se aprecian, a su vez, dos secuencias indispensables y complementarias. En la parte inicial de esta, se da cuenta de la Aparición de Trilce. Trilce y la crítica. Trilce y el modernismo. Trilce y las escuelas de vanguardia. En la parte segunda de la «Introducción», los coautores nos brindan una visión de conjunto sobre el encomiable aporte que han realizado en beneficio de Trilce y de todos los lectores que estamos ávidos de descifrar el enigma del libro de 1922.

2.10.1. Temas en Trilce (cinco tópicos)

Martos y Villanueva, maestros en la tarea de organizar lo imposible, consiguen construir su cometido; para ello, abordan las «características de Trilce», los «temas» y «formas de composición», y redondean este planteamiento plasmando sendos cuadros en los cuales establecen las correspondencias temáticas y formales. Desde el primer punto de vista, establecen los tópicos en los que ubican los textos trílcicos en subconjuntos reconocibles y pertinentes. Señalan que «Trilce es temáticamente un poemario de amor. De los 77 poemas que lo constituyen, 35 son de índole amorosa» (Martos y Villanueva, 1989, p. 24).

Además de este tema dominante, nuestros exégetas atribuyen a 23 poemas el nombre de existenciales, «cuyo rasgo relevante es el pensamiento poético enraizado en determinados aspectos de la experiencia vital del autor, y vinculado casi siempre a la sensación de soledad del hombre arrojado entre las cosas» (p. 26). Y que conste que ofrecen sendas relaciones con el número de cada poema y entrecomillan el primer verso respectivo. Advierten, además, que un texto puede estar en más de un tópico, por ejemplo, el poema XXI.

En esta orientadora clasificación temática, no podían faltar tres temas más que no pasan desapercibidos. El primero es el del hogar, el cual se expresa en 7 composiciones, que son muy recordadas por los lectores. El segundo tópico se asocia a la ingrata estancia de Vallejo en una cárcel de Trujillo, entre fines de 1920 y principios de 1921. Pese a la importancia del aciago suceso, el poeta incluye solo 6 poemas, según nuestros críticos trílcicos.

Y para resaltar la peculiaridad del último tema, recurrimos a las palabras de los propios autores de la propuesta:

A la preocupación por el quehacer artístico la hemos llamado reflexión estética porque estos vocablos tienen un espectro más amplio que el de poética, usado por algunos comentaristas. En este rubro incluimos seis poemas entre los que se encuentra el LV que enfrenta dos modos de concebir la poesía: el simbolista de Samain y el del propio Vallejo. (1989, p. 28)

2.10.2. Formas de composición en Trilce (cuatro)

Como críticos coherentes, acuciosos y actualizados en lo teórico y en lo hermenéutico, Martos y Villanueva entregan una clasificación del poemario de Vallejo desde el punto de vista de las formas composición. Con sus propias palabras, comprenderemos mejor este enfoque que nos animará a elegir y combinar las varias puertas de ingreso a ese mundo único que es Trilce (1922). Con la siguiente cita e invitación para dejarnos guiar por el trabajo generoso y coherente de Martos-Villanueva, daremos por cumplida nuestra tarea, convencidos de que Trilce y los vallejistas-trílcicos nos guían con seriedad y con claridad:

En relación a las formas de composición encontramos cuatro maneras claramente precisadas: la primera constituye un puente con Los heraldos negros y la denominaremos etapa de tránsito lexical; la segunda que llamaremos de hermetismo lexical; la tercera de evidente claridad lexical; y la cuarta de marcada tendencia a la prosa. Con la excepción de la primera, no podemos señalar instancia temporal en la factura de los poemas guiándonos por estas formas de composición, aunque en líneas generales podemos decir que Vallejo va de una claridad modernista a un hermetismo que luego adquirirá transparencia verbal. (1989, p. 40)

La segunda parte del libro, denominada «Poemas, vocabulario, análisis», es la más nutrida y extensa; en ella, Martos y Villanueva siguen este esquema operativo: 1) Trilce V (el poema transcrito), 2) vocabulario, y 3) la exégesis de cada texto, que varía de extensión según la complejidad del poema y su pertenencia a un tema determinado y a una forma de composición. Tres magistrales cuadros pueden ser consultados; porque Las palabras de Trilce es un ágil, útil y comprensible libro, ofrecemos nuestro reconocimiento a sus autores.

*

Antes de plantear algunas conclusiones, nos parece justo y necesario citar el trabajo «Los Vallejistas / Panorama sobre los estudiosos de Vallejo», del escritor peruano César Toro Montalvo, quien enumera a muchos críticos que, a lo largo de las décadas pasadas, han estudiado diferentes aspectos biográficos y hermenéuticos del poeta santiaguino. Los ubica en su respectivo contexto, elabora apreciaciones muy valiosas y nos compromete a seguirlo de cerca, para hacer justicia a su exhaustiva labor, como creador y como crítico. En relación con este último aspecto, su artículo nos ha hecho recordar los valiosos trabajos de varios trílcicos.

3. Conclusiones

En el conjunto de la producción lírica (4 libros) de César Vallejo (1892-1938), el poemario Trilce (1922) es el más hermético de todos; y sus 77 poemas han sido analizados por varios exégetas, a lo largo de gran parte del siglo xx y en las décadas iniciales del siglo xxi.

Trilce (1922) se editó en Lima, con un famoso prólogo de Antenor Orrego, «Palabras prologales». Orrego fue el primero en presentir la genialidad de su amigo, aun antes de que apareciera el poemario de 1922.

En su exilio europeo (1923-1938), Vallejo visitó Madrid en varias ocasiones. Su poesía concitó el interés de algunos escritores hispanos. Dos de ellos, Gerardo Diego y José Bergamín, alentaron la aparición de una segunda edición de Trilce (1930).

La edición póstuma de Poemas humanos (1939) y la de España, aparta de mí este cáliz (1939) aumentaron el interés de los lectores por estos dos libros, los cuales mostraban la genialidad del vate peruano.

Trilce (1922) se vio favorecido por la fama creciente de Vallejo. Surgió un grupo notable de críticos que, guiados por el prólogo de Orrego, iniciaron una labor de exégesis. En ese grupo pionero, además del famoso prologuista, destacan Estuardo Núñez, Clodoaldo Espinoza, José Carlos Mariátegui.

Basándonos en la propuesta de Max Silva Tuesta, «Tipos de vallejistas», hemos elaborado una tipología de trílcicos, de la que forman parte los cuatro estudiosos citados en el numeral 5.

Pese a su hermetismo y complejidad, el libro de 1922 ha sido estudiado por varios exégetas, que han analizado todos los poemas o algunos de ellos. El aporte analítico de estos expertos ha conseguido hacer menos complicada la lectura de los indescifrables textos del famoso poemario.

En nuestro artículo, hemos reunido información sintética y pertinente sobre los logros de más de una decena de estudiosos, algunos peruanos y otros extranjeros, pero hay muchos expertos que no han sido mencionados. Esperamos abordarlos en otra oportunidad.

Entre las ediciones que abordan el total de los 77 poemas de Trilce, consideramos que la de Eduardo Neale-Silva (1975); la de Marco Martos y Elsa Villanueva (1989), así como las monumentales ediciones críticas de RGV son imprescindibles herramientas exegéticas para emprender un análisis válido del poemario en su totalidad.

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