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Palabras de agradecimiento. Memoria intelectual del campo de la comunicación en América Latina
Words of gratitude. Intellectual memories of the field of communication in Latin America
Palavras de agradecimento. Memórias intelectuais do campo da comunicação na América Latina
Revista Latinoamericana, Estudios de la Paz y el Conflicto, vol. 3, núm. 6, pp. 86-96, 2022
Universidad Nacional Autónoma de Honduras

Monográfico

Revista Latinoamericana, Estudios de la Paz y el Conflicto
Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Honduras
ISSN: 2707-8914
ISSN-e: 2707-8922
Periodicidad: Semestral
vol. 3, núm. 6, 2022

Recepción: 08 Diciembre 2021

Aprobación: 23 Marzo 2022

Cómo citar / citation: Crovi, D. (2022). Palabras de agradecimiento. Memoria intelectual del campo de la comunicación en América Latina, Estudios de la Paz y el Conflicto, Revista Latinoamericana, Volumen 3, Número 6, 86-96. https://doi.org/10.5377/rlpc.v3i6.13810

Resumen: La profesora Delia Crovi Druetta es una de las más destacadas especialistas de América Latina en el campo de la comunicación. Sus trabajos se centran en aspectos directamente relacionados con la perspectiva crítica, con aportaciones desde la economía política de la comunicación para comprender las relaciones entre educación y comunicación, las industrias mediáticas y las tecnologías de la información y la comunicación. Nacida Argentina (1947), su trayectoria profesional y académica comienza en su país de origen, pero pronto queda ligada a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sin embargo, su influencia tiene un alcance internacional, habiendo sido profesora invitada en Colombia, España, Nicaragua y Panamá, con un trabajo continuado en la dirección de tesis doctorales y asesoramiento de estudiantes extranjeros. Es igualmente destacable su actividad en organizaciones académicas, como la coordinación del grupo de trabajo de Comunicación y Educación de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC), asociación de la que fue presienta en el periodo 2014-2018, su papel como miembro del Comité Científico de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (AMIC), y su desempeño y directora científica de la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura (UEPICC).

Palabras clave: comunicación, cambio social, Latinoamérica, economía política de la comunicación.

Abstract: Prof. Delia Crovi Druetta is one of the most outstanding Latin-American specialists in communication. Her work is focused on aspects directly related to the critical perspective, with contributions from the political economy of communication to understand the relations between education and communication, the media industries and the information and communication technologies. Born in Artentina (1947), her professional and academic career started in her homeland, but linked very soon to the Faculty of Politics and Social Sciences in the National Autonomous University of Mexico. However, her influence has an international scope, as she has been visiting professor in Colombia, Spain, Nicaragua and Panamá, with a continuous work on doctoral thesis supervision and on foreign students counseling. Her activity in academic organizations is also remarkable, with responsibilities such as the coordination of the working group of Communication and Education in the Latin American Association of Communication Researchers (ALAIC), organization that she presided during the period 2014-2018, her role at the Scientific Committee of the Mexican Association of Communication Researchers (AMIC), and her work as scientific director of the Latin Union of Political Economy of Information, Communication and Culture (ULEPICC).

Keywords: communication, social change, Latin America, political economy of communication.

Resumo: A professora Delia Crovi Druetta é uma das mais destacadas especialistas da América Latina no campo da comunicação. Seus trabalhos se concentram em aspectos diretamente relacionados à perspectiva crítica, com contribuições em economia política da comunicação para compreender as relações entre educação e comunicação, indústrias de mídia e tecnologias da informação e comunicação. Nascida na Argentina (1947), sua carreira profissional e acadêmica começou em seu país de origem, mas logo foi vinculada à Faculdade de Ciências Políticas e Sociais da Universidade Nacional Autônoma do México. No entanto, sua influência tem alcance internacional, tendo sido professora visitante na Colômbia, Espanha, Nicarágua e Panamá, com trabalho continuado orientando teses de doutorado e estudantes estrangeiros. Igualmente notável é sua atuação em organizações acadêmicas, como a coordenação do grupo de trabalho em Comunicação e Educação da Associação Latino-Americana de Investigadores em Comunicação (ALAIC), associação da qual foi presidente no período 2014-2018, sua atuação como membro do Comitê Científico da Associação Mexicana de Investigadores em Comunicação (AMIC), e seu desempenho como diretora científica da União Latina de Economia Política da Informação, Comunicação e Cultura (ULEPICC).

Palavras-chave: comunicação, mudança social, América Latina, economia política da comunicação.


Figura 1
Prof. Delia Crovi Druetta

Agradezco a ULEPICC, y en especial a Florence Toussaint y Francisco Sierra, por este momento tan especial como entrañable para mi.

Para ordenar estas palabras recorrí con la memoria tanto mi historia personal como el vínculo sólido y grato que establecí, desde los 18 años, con el campo de conocimiento de la comunicación. Esta satisfacción transitó primero por el periodismo, que tuve ocasión de ejercer en los medios masivos de entonces, y luego la docencia ampliada más tarde a la investigación.

Pertenezco a la primera generación de la licenciatura en Periodismo y Ciencias de la Información, ofrecida en la ciudad de Rosario, Argentina, por la Universidad Católica. Esa licenciatura, que en su currícula había abrevado de los programas de estudio de la Universidad de Navarra, España, tendría corta vida ya que, prontamente y con sus necesarios cambios, fue incorporada a la Universidad Nacional de Rosario donde aún se imparte.

Su desplazamiento desde una universidad católica al sistema público de enseñanza, se debió a un movimiento conocido como Rosariazo, protestas que tuvieron lugar entre mayo y septiembre de 1969 contra la dictadura en Argentina del General Carlos Onganía. Entre los grupos activos en esas protestas destacó para mi por su cercanía, el de “los curas renunciantes”, que en los colegios mayores y seminarios católicos atendieron heridos y cobijaron perseguidos. Excomulgados algunos y otros renunciantes, habían compartido la docencia con profesores laicos en la licenciatura que cursábamos. Estos sacerdotes introdujeron en nuestra formación su pensamiento crítico, conectado con la teología de la liberación.

En los 60, esta situación fue parte de una tendencia dominante que moldeó los estudios de periodismo. En esos años comenzaron a proliferar en toda América Latina carreras de periodismo que después se convertirían en comunicación. A manera de ejemplo mencionaré algunas de Argentina, México, Venezuela y Brasil. En Argentina hubo un antecedente muy temprano: la Escuela Superior de Periodismo de la Universidad de la Plata, la más antigua y persistente de América Latina, creada en la década de 1930. La Escuela del Círculo de Periodistas deportivos de la Ciudad de Buenos Aires, nacida en 1960, activa hasta el presente; así como otra carrera de periodismo de aparición temprana, impartida en la ciudad de San Juan. Y desde luego, la licenciatura que cursé, iniciada en 1966.

En México destaca el precedente la Escuela de Periodismo Carlos Septién fundada en 1950 en la Capital, hasta hoy formadora de periodistas. En la Universidad Nacional Autónoma de México la carrera de Periodismo surge en 1951, pasando por dos actualizaciones: en los 60 se convierte en Periodismo y Comunicación Colectiva y a mediados de los 70 pasa a ser la licenciatura en Ciencias de la Comunicación vigente hasta hoy. Cerrando las referencias a México, es de señalarse la licenciatura Ciencias y Técnicas de la Información, hoy Comunicación, ofrecida desde 1966 por la Universidad Iberoamericana, gestionada por jesuitas.

En la Universidad Central de Venezuela había nacido en los años 60, la carrera de Comunicación Social, importante centro académico impulsor de la investigación y de publicaciones sobre el campo. En cuanto a Brasil, destaca la creación en junio de 1966 de la Escuela de Comunicación Cultural, integrada a la Escuela de Comunicaciones y Artes de la Universidad de São Paulo. A estos ejemplos se suman los de otros países, que en conjunto establecieron una tendencia en los 60 y 70, hacia la formación de periodistas.

¿Cuál fue el detonante que estableció esta tendencia? En 1958 durante la X Conferencia General de UNESCO realizada en París, se aprobó la fundación del Centro Internacional de Estudios Superiores de Periodismo para América Latina, hoy Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, que conocemos como CIESPAL (www.ciespal.org). Funcionó desde octubre de 1959, con sede en Quito, Ecuador, mediante un convenio tripartito suscrito por la propia UNESCO, el Gobierno de Ecuador y la Universidad Central de ese país.

Aunque no lo teníamos claro como estudiantes, CIESPAL fue la matriz de los estudios de periodismo en la región y desde Ecuador partieron líneas que marcaron los pasos iniciales del campo. La proliferación de programas de estudio de periodismo reveló hace mas de 60 años la importancia de esta actividad, sin sospechar entonces que la evolución de sus prácticas, las alianzas económico-políticas y su incidencia social, hoy día pueden poner en jaque a más de una democracia.

CIESPAL se constituyó en matriz de enseñanza para alumnos de periodismo y de actualización para algunos docentes latinoamericanos que eran invitados a sus cursos de formación. Esta matriz alcanzó también el dominio de la bibliografía, integrada por autores norteamericanos con una consiguiente mirada funcionalista del periodismo, así como una alta valoración del proceso conocido como comunicación en dos etapas, que colocaba en lugar prominente a los líderes intermedios de opinión, extensión y persuasión abocados generalmente a la innovación técnica y agrícola.

Resulta interesante revisar una espléndida entrevista que Miquel de Moragas hace a Martín Barbero[1], en el contexto de la Cátedra UNESCO de la Universidad Javeriana de Colombia. Este diálogo revela muchas cosas y entre ellas, la perplejidad de Barbero cuando en un curso al cual fue invitado por CIESPAL, descubrió allí sólo un libro que no era de autor norteamericano: el del sociólogo francés Joffre Dumazedier de 1962 referido a la civilización del ocio. En lo personal, recuerdo de esos años una colección bibliográfica de CIESPAL, difícil de conseguir, integrada por esos autores norteamericanos funcionalista, excepto Dumazedier. Aunque en algunos países se sumaron otras colonizaciones, desde su sede en Ecuador, CIESPAL decantó docencia, marco conceptual y ejercicio profesional con perspectivas tomadas del modelo estadounidense de enseñanza del periodismo. Pero en los hechos, América Latina impugnó esa matriz.

En esa visión unívoca de lo que debía ser la comunicación no entraban las propuestas que ya se hacían desde distintos lugares de América Latina y que ofrecerían en esos años, las cepas de las que a mi juicio son las dos contribuciones más importantes al campo desde esta región: la comunicación alternativa y la economía política de la comunicación. Con aportaciones muy destacadas desde otras áreas de conocimiento: psicología, educación, sociología, ciencias política, economía, la comunicación de entonces fue enfocando y visibilizando problemas concretos en sociedades que veían emerger los sistemas mediáticos, sus acciones y repercusiones. Por el solo hecho de estar allí, de ser parte de la realidad, fue natural para América Latina señalar dos problemas fundamentales que hoy persisten: la concentración económica del sistema de medios y la falta de equidad en las voces que se expresan, tanto a nivel nacional como internacional.

De los años 60 e inicios de los 70, rescato también dos encuentros. Uno de ellos ocurrió en Sao Pablo, Brasil, tal vez en 1968 o 1969, mi primer congreso internacional. En su gestión y organización estaría un académico con el cual tuve una larga y afable relación: José Marques de Melo, fallecido en 2018. Marques, como otros, fue alumno de CIESPAL. Destaco en José Marques su voluntad inquebrantable de unirnos, de pensarnos como región y rescatar el pensamiento comunicacional latinoamericano.

El segundo encuentro tuvo lugar en septiembre de 1972, apoyado por UNESCO, con sede en la ciudad de Buenos Aires: la IX reunión anual de la Asociación Internacional de estudios e investigación sobre la información, AIERI, (Association Internationale des Etudes et Recherches sur l'Information et la Communications) siglas en francés que hoy conocemos más como IAMCR (International Association for Media and Communication Research) presidida entonces por James Halloran. Asistimos a ella como estudiantes y graduados. El tema fue Comunicación y Desarrollo (Cimadevilla, 2021). Más allá de nuestro recuerdo por el estupor que nos provocó que Buenos Aires fuera sede de una reunión tan importante, quedan pocos registros. Armand Mattelart la menciona en uno de sus escritos, refiriendo que algunos asistieron con la meta de cruzar luego la Cordillera de los Andes, impulsados por la curiosidad de conocer la experiencia chilena todavía viva y activa. Como sabemos, este paréntesis democrático terminaría dolorosamente un año más tarde, el 11 de septiembre de 1973, día que recuerdo por las inmediatas protestas que generó sobre todo contra empresas trasnacionales.

En aquellos años, como estudiantes o recién egresados, también percibimos el destacado lugar social del periodista, mucho más acotado que el actual pero destacado al fin. Con esta idea como bandera, a partir de un congreso de juventudes realizado en Córdoba, iniciamos un movimiento para conseguir que quienes ejercieran el periodismo tuvieran estudios universitarios. Estos afanes nos llevaron a las puertas del poder político-educativo de entonces, justo antes que un nuevo golpe de Estado en Argentina cambiara rotundamente el rumbo de nuestras aspiraciones.

Me considero una migrante, con todos los desafíos y las riquezas que ello implica. Tuve dos migraciones internas: la primera fue familiar y transcurrió desde mi pueblo natal en la provincia de Córdoba, con rumbo a Rosario, Santa Fe. La segunda fue personal, en 1974, y consistió en mi traslado a Buenos Aires. Dejé entonces el Departamento de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional de Rosario, donde había trabajado unos cinco años, desde que era estudiante. Este lugar me dio la posibilidad de incursionar en radio y televisión, así como en un incipiente manejo del lenguaje audiovisual con lo de entonces: diapositivas. Antes había ejercido el periodismo en un par de periódicos locales.

La ciudad de Buenos Aires me acogió dándome la oportunidad de ejercer la docencia, otra vez el periodismo escrito y de incorporarme al CICMAT (Centro de Investigación en Comunicación Masiva, Arte y Tecnología), un lugar de vanguardia y privilegiado que fue parte del Complejo Cultural San Martín en calle Corrientes, que antes como ahora, alberga cines, teatros, conciertos, cursos de artes, música y hasta una estación radiofónica: Radio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, de amarga memoria. De ese período rememoro no sólo amigos entrañables que hasta hoy me acompañan desde lejos, sino la vocación del trabajo colectivo, la creatividad y el encuentro con colegas de disciplinas artísticas: música, imágenes, caricatura, diseño, que pretendíamos entonces tan cercanas a los medios, quizá por la influencia de los trabajos de Eliseo Verón, quien por esos años enfatizaba la relación arte-comunicación. Un arte ahora desplazado por la comercialización y la búsqueda de ganancias.

En esos años cayó a mis manos el que sería para mi el primer libro con un enfoque próximo a la economía política de la comunicación: el del argentino Heriberto Muraro, Neocapitalismo y comunicación de masas, publicado en 1974 por la Editorial Universitaria de Buenos Aires, EUDEBA, reeditado por la misma editorial 40 años después: en 2014. En prólogo de esta reimpresión el propio Heriberto Muraro (2014, p. 8) introduce una nota aclaratoria:

Los esbozos iniciales de este libro fueron publicados en el año 1973 en los dos primeros números de la revista Crisis de Buenos Aires, cuyo director editorial era en ese momento Eduardo Galeano. Su texto completo fue posteriormente seleccionado por la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA) para integrar una terna de trabajos merecedores del Gran Premio Ensayo Raúl Scalabrini Ortiz del año 1974. El día 22 de julio de 1976, un número considerable de sus ejemplares, conjuntamente con los de muchos otros autores, fueron retirados de los depósitos de dicha editorial por su interventor militar para ser incinerados.

Señala luego el autor que esta obra tiene ahora sólo importancia histórica y la tiene en varios sentidos: por el momento y lugar en que se publicó; debido a su enfoque que veía a la comunicación como un asunto de hegemonía y de legitimidad política; y porque confrontaba el contenido bibliográfico norteamericano dominante sobre información y comunicación, canalizado a través de CIESPAL. También porque a 48 años de su publicación original, los cambios experimentados en el sistema económico, político y mediático son avasallantes. Para Muraro a principios de los 70 América Latina estaba experimentando una verdadera invasión cultural que ponía en riesgo las bases la nacionalidad y la solidaridad social.

Recuerdo que este primer encuentro con el tema me impresionó mucho, porque ofrecía una mirada distante de los enfoques abordados en mi licenciatura y posgrado en enseñanza de la comunicación que cursara posteriormente. Mostraba a los medios más allá de aspectos estéticos y de su innegable injerencia cultural, para identificarlos como parte de un mecanismo neocapitalista. No dudo que hay obras anteriores, sobre todos desde la economía, pero este para mi fue el libro que amplió la mirada de la comunicación hacia otros horizontes, de ningún modo contrapuestos a la influencia cultural de los medios, al estudio persistente de una legislación cambiante o a la ansiosa búsqueda por contar con políticas nacionales de comunicación, temas dominantes en esos años.

Si bien había entonces autores latinoamericanos: Paulo Freire de Brasil; Luis Ramiro Beltrán, boliviano; Juan Díaz Bordenave, paraguayo; Mario Kaplún y Roque Faraone de Uruguay; Verón, Muraro y Schmucler, argentinos; el Mattelart chileno junto a Ariel Dorfman; Antonio Pasquali, venezolano; Elizabeth Fox, en Colombia, entre otros, y junto con algunas mujeres olvidadas por la historia oficial del campo que apenas se están reivindicando. Estaban también los tradicionales estudios de los medios desde la economía. Pero estos autores no estaban al alcance de estudiantes o recién egresados de periodismo de una escuela del interior de la República Argentina ni de algunas otras. Esto debido al reducido enfoque de los recursos bibliográficos existentes, pero también por la falta de posibilidades de circulación de materiales aún entre países vecinos. Los viajes eran escasos y la tecnología aún no daba el salto digital. Estábamos apenas en un mundo donde las fotocopias eran un recurso escaso, más en el sur de América.

En los años 70 Sudamérica vibró con golpes de Estado, algo que marcó muchas vidas: de 1960 a 1969 hubo 12; y de 1970 a 1980 se produjeron 10, un total de 22 golpes, de los cuales tres ocurrieron en Argentina (Crovi y Trejo, 2018). Ya en 1931 el investigador italiano Curzio Malaparte (1948) había reflexionado sobre el tema: el golpe de Estado ha sido el instrumento empleado por las clases dominantes cuando pierden cualquier otro recurso de poder. Ese momento había llegado para América Latina y algunos de estos golpes se centraron primero en controlar los medios de comunicación, por ejemplo, imponiendo transmisiones en cadena nacional para televisoras y radiodifusoras con el fin de garantizar una sola voz: la de los golpistas.

Para Argentina el golpe más cruento llegó en 1976. Mucho más sangriento y profundo que otros anteriores, condujo al exilio a miles de personas y a la desaparición forzada de más de 30,000 argentinos. Ha sido interpretado como una preparación hacia las políticas de globalización neoliberal que comenzarían en casi todo el mundo a partir de los años 80.

Estos cambios violentos produjeron desplazamientos de académicos, periodistas, psicólogos, sociólogos, politólogos, que vendrían a establecer un diálogo y un crecimiento en el pensamiento regional sin precedentes. México fue, por excelencia, el lugar de estos encuentros.

Entre muchos otros sudamericanos, inicié el camino del destierro y con ello, mi migración internacional. Antes de llegar a México tuve dos escalas: Perú y Panamá. La primera fue una estancia en la selva peruana, con reencuentros familiares y silencios. El CICMAT había sido clausurado inmediatamente tras el golpe, y el equipo desintegrado, lo que me obligó a una breve estancia en Radio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo de un brigadier.

De allí partí rumbo a Panamá, un país que me recibió y cobijó durante dos años, junto a cientos de exiliados provenientes de Argentina, Chile, Uruguay …. que la mayor parte de las veces permanecían cortas temporadas. En la Universidad Nacional de Panamá seguí interesada por el área de producción, ya que apenas llegué me integré al GECU, Grupo Experimental de Cine Universitario, creado en 1972, una institución noble enfocada entonces a hacer documentales de ese terrible presente latinoamericano. Mis prácticas comunicativas esta vez se enfocaron a aprender edición cinematográfica. Más tarde compartí esa estancia en el GECU con un trabajo en el Instituto Centroamericano de Administración y Supervisión de la Educación, ICASE, también de la Universidad Nacional de Panamá, con financiamiento de la Organización de Estados Americanos. En este lugar retomé un tema que había sido el de mi tesis de licenciatura: el vínculo comunicación-educación, cuyo análisis jamás abandonaría, siguiendo los muchos cambios que se fueron hilando en la medida en que emergían nuevas tecnologías. Panamá, fue escenario de amistades, de generosidad y de sosiego.

Llegué a México en agosto de 1979, un momento clave en muchos sentidos. Recordemos que, como producto del modelo de industrialización, América Latina había vivido un periodo de relativa estabilidad económica, pero al llegar a los 80 se sumergió en lo que conocemos como década perdida: la industrialización fue reemplazada por sustitución de importaciones. En esa década la región fue escenario de crisis profundas derivadas de deudas externas impagables, inflación, devaluaciones. Los 80 marcaron, como dije, el inicio del modelo de globalización neoliberal, de intensas repercusiones económicas, políticas, sociales y culturales, incluyendo al sector educativo.

En esta historia personal-comunicativa que estoy narrando no puedo ni debo dejar de mencionar que a finales de los 70, se creó la Comisión Internacional para el estudio de los problemas de comunicación, presidida por el irlandés Sean MacBride, promovida por UNESCO. Como sabemos, el producto de estas reflexiones se publica Un solo mundo, voces múltiples. Comunicación e Información en nuestro tiempo (1980), que conocemos mejor como Informe MacBride. Esos trabajos emergen en el período histórico de la Guerra Fría y responden a articulaciones nacionales que alimentaron el llamado movimiento de los países no alineados, comprometidos en denunciar y revertir la sumisión ideológica y cultural que padecían.

Las reflexiones de la Comisión se enfocan a reclamar la inequidad informativa existente, así como los flujos noticiosos desiguales que partían de agencias situadas en los países desarrollados, restando oportunidades expresivas a las naciones de menor desarrollo. Procurar un nuevo orden internacional de la información apuntaba, en paralelo, a alcanzar un nuevo orden económico internacional. Inclusión, cultura, periodismo y comunicación, fueron ideas ejes de las tareas de esta Comisión.

Es importante reconocer que el MacBride tuvo la virtud de poner en la agenda el tema de la inequidad informativa, iniciando un diálogo que aún no acaba. Sin embargo, sus señalamientos se toparon con la irrupción del modelo neoliberal que profundizaría el papel de los países centrales en la producción y circulación informativa.

Así, ebullición de ideas y cambios singulares caracterizaron los tiempos de mi llegada a México, un país que, con su histórica hospitalidad, acogió e incorporó a instituciones diversas, especialmente educativas, a los exiliados del cono sur. Esta circunstancia alimentó reflexiones conjuntas que vinieron a robustecer nuestro campo de conocimiento y crear un espíritu latinoamericano. Fue un proceso con claroscuros que a la postre fortalecería algunas áreas de la comunicación y debilitaría otras.

En coincidencia con estos tiempos, comenzaron a gestarse organizaciones nacionales e internacionales de comunicación, fundamentales para aglutinar a los investigadores, propiciar la difusión de sus producciones académicas, fomentar la movilidad y el despliegue de trabajos conjuntos. La transformación de la educación superior en los 80, orientada a vigorizar los posgrados, fortaleció a esas instituciones colegiadas y su expansión avivaría la institucionalización la investigación.

En lo personal este movimiento e internacionalización del campo, me definió como latinoamericanista, por lo que, llegado el momento, escogí cursar ese doctorado en la UNAM. Cuando en 1977 salí de mi país natal pasando por patrias sustitutas, como las llamó Benedetti, había concluido mi licenciatura y un posgrado en enseñanza de la comunicación. Uno de los retos cotidianos de la migración, es experimentar en el día a día la diferencia entre lengua y habla, recordando a Ferdinand de Saussure (2019). En mi caso esto llegó hasta el modo de enunciar los posgrados, lo que por suerte me condujo a cursar dos maestrías: una en la Universidad Iberoamericana, inconclusa, aunque con tesis ya terminada, debido a factores administrativos; y la otra en la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, organizada e impulsada por colegas de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, FCPyS, que habían salido al extranjero a hacer sus posgrados.

A principios de los 80, los profesores universitarios en ejercicio ya habíamos caído en cuenta que el peso dado a la licenciatura se recostaba apresuradamente en los posgrados, por lo que se hacía necesario diseñar y cursar una maestría. Así fue y me sumé a ella con entusiasmo. Esta maestría en Comunicación, con profundas modificaciones y gran demanda, aún se ofrece en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, alimentada por la innovación frente a los cambios experimentados por la comunicación.

Cuando en 1979 llegué a México me incorporé casi de inmediato como profesora de asignatura a la FCPyS. Allí impartí durante 20 años los talleres de guión y realización de radio y televisión, entonces ubicados en el sótano del bello edificio de la Biblioteca Central, que engalanan los murales de Juan O’Gorman. En esos años participé en algunas dependencias de la Secretaría de Educación Pública, por su importancia y por haber marcado mi trabajo posterior, destaco el trabajo desempeñado en el Consejo del Sistema Nacional de Educación Tecnológica, COSNET. Desde 1979 colaboré también de manera constante con el Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa, ILCE. Asimismo, tuve participaciones cortas en otras dependencias, entre las que subrayo TV UNAM, y la FCPyS donde coordiné en dos ocasiones la maestría en Comunicación y fui secretaria académica de la licenciatura.

La aspiración de acceder a una plaza de tiempo completo es una meta para todo académico, porque ofrece estabilidad y amplía las posibilidades de investigación. No fui la excepción y llegó en 1994 tras un concurso de oposición. Con ello llegó también la pertenencia al Sistema Nacional de Investigadores donde al retirarme 23 años después, me situaba en el Nivel 3.

Consciente de que me había alejado de la producción de medios, dejé los talleres de radio y televisión, asumiendo cursos metodológicos en licenciatura y doctorado, enfocados en ambos niveles a alivianar el abrumador trabajo de hacer una tesis. Mi legado más preciado de esos años es la ayuda que pude ofrecer a quienes desarrollaban sus tesis y mi mayor recompensa es la amistad que he cultivado con algunos alumnos durante 40 años.

Aún antes de ser profesora de tiempo completo en la UNAM había desarrollado algunas investigaciones, por el puro placer de hacerlas. La legislación sobre medios de comunicación, el despegue de la televisión por cable, la televisión universitaria, la radio en México, las transformaciones de la educación superior, entre otros, fueron temas que llamaron mi atención para detenerme en ellos. Entre estas investigaciones ocupa un lugar especial el Proyecto Monarca, Desarrollo de las industrias audiovisuales de México y Canadá iniciado en 1994, en el coordiné los trabajos desarrollados en México[2]. Esta investigación nace de la firma del acuerdo económico suscrito en 1994 por Canadá, Estados Unidos y México, llamado Tratado de Libre Comercio, TLC o TLCAN, también conocido como NAFTA por sus siglas en inglés o ALENA en francés.

El Monarca fue especialmente importante porque fue internacional, reunió a un grupo de investigadores de ambos países con algunos de los cuales llevamos casi cuarenta años de intercambios académicos, y porque habiendo iniciado como una investigación binacional, se desplegó hacia otros países. Fue un trabajo inspirador que amplió el diálogo transfronterizo y tuvo como producto, además de dos libros sobre el tema (Tremblay y Lacroix, 1995 y Crovi, 1996), el desarrollo de los congresos PANAM, promovidos desde Canadá por Gäetan Tremblay, con una fuerte mirada a las industrias culturales en el contexto del TLCAN. Los PANAM, emanados en parte del Monarca, se abrieron paso en los tres países que integraron ese acuerdo comercial, confrontándose luego con los datos surgidos de investigadores de Estados Unidos y del Mercado Común del Sur, conocido como Mercosur[3].

En estas investigaciones tuve la invaluable oportunidad de trabajar con colegas de la UNAM, así como de otras universidades nacionales y extranjeras. Como debe ser para quien investiga, la voracidad por conocer más, por ampliar o profundizar temas, fue armando una suerte de árbol de la vida que se ramifica tanto en hallazgos investigativos, como en lazos de amistad, complicidad y hermandad con colegas hoy amigos.

En este punto me parece vital retroceder a mediatos y fines de los 70, cuando debido a un ambiente general de reivindicación democrática de los medios, en América Latina surgen asociaciones nacionales e internacionales cuyo fin fue estimular la investigación científica de la comunicación, entonces poco sistemática y vinculada específicamente a prácticas profesionales. También para convertirnos, como decía Antonio Pasquali, en interlocutores válidos ante las instancias de decisión política.

Destaco algunas: en abril de 1974 se crea el Instituto de Investigaciones de la Comunicación de Venezuela (ININCO), cuyo primer director fue Antonio Pasquali. Su antecedente fue el Instituto de Investigaciones de Prensa, creado en 1958. Tres años más tarde, diciembre de 1977, se funda la Sociedad Brasileña de Estudios Interdisciplinarios en Comunicación (INTERCOM) en Sao Paulo, Brasil, asociación brasileña de comunicación, a la fecha la más sólida y numerosa de la región. La Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC), surge impulsada por destacados académicos de la región. Se crea en Caracas, Venezuela, en 1978, dando un importante salto en la búsqueda de organizar regionalmente la investigación de la comunicación. Con propósitos similares, el 24 de abril de 1979 nace la Asociación Mexicana de Investigadores de la comunicación (AMIC), que haría lo propio en el contexto mexicano. Ya en la siguiente década, año 1981, se integra Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (FELAFACS). ULEPICC surgiría después.

Mi paso por las instituciones fue estimulante: en la AMIC participé activamente desde mi llegada a México y aún lo hago. Fui vicepresidenta de la Asociación y coordiné algunos años el Grupo de Investigación en Comunicación y Educación. Como latinoamericana y latinoamericanista, ALAIC es la asociación que me permite ser parte de esa soñada patria grande en el área de comunicación: durante unos 17 años coordiné el Grupo de Trabajo en Comunicación y Educación, fui vicepresidenta y luego cuatro años presidenta.

Sin duda estas y otras asociaciones dieron identidad y cohesión a nuestro campo, aglutinando esfuerzos dispersos, reconociéndonos y contando nuestra propia historia. Los seminarios, congresos, foros, se reflejaron en publicaciones, investigaciones conjuntas y eclosionaron la agenda temática de la comunicación.

El florecimiento de la investigación, si así podemos llamarnos, ocurrió a mediados y fines de los 80, cuando se ofrecieron becas a estudiantes de posgrado y financiamientos para investigar. Se creó así un sistema de premios (y también de castigos) ligado a la productividad. En América Latina y otras regiones, estos programas se decantaron por la creación de organismos que aglutinan investigadores, los que sin duda fortalecen la investigación, aunque la encadenaron a ciertas prácticas debatibles. En México el Sistema Nacional de Investigadores SNI, nace en 1984 mediante un acuerdo presidencial con el fin de reconocer la labor de las personas dedicadas a producir conocimiento científico y tecnológico. Con fines similares y en los mismos tiempos, nacen en otros países organizaciones análogas. En la comunicación estas estructuras permitieron reforzar los estudios empíricos, sobre realidades concretas y a veces, longitudinales. También contribuyeron a desmenuzar la agenda temática.

ULEPICC, Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura, no se ubica entre el grupo de las primeras asociaciones de colegas de la comunicación, corresponde a una etapa ulterior en la que se busca identificar y trabajar con temas específicos dentro del campo. Su idea germinal, según recuerdo, se planta en Santiago de Chile en el año 2000, durante algún encuentro académico. En una reunión a la que asistimos varios colegas interesados la perspectiva de la economía política en la comunicación, surge el interés de llevar a cabo un trabajo colectivo sobre este tema con presencia en Iberoamérica. La propuesta se concretó y ULEPICC nace el 19 de julio de 2002 en la Universidad de Sevilla con el objetivo de abordar las transformaciones de las industrias culturales y las formas de poder, acceso y control de la información, la cultura y el conocimiento.

Al recordar su origen, quisiera ahora colocar algunos acentos en esta creación. El primero y más poderoso, es que nace como una unión científica internacional, con perspectiva crítica. Expresión que sugiere un lazo entre culturas diferentes. El segundo énfasis tiene que ver con otro lazo, epistémico: vincula la economía política con información, cultura y comunicación. Lejos de alimentar la división entre cultura y economía, ULEPICC se propone sumar estas perspectivas a sabiendas que toda división es, en cierto punto, fatua.

Habría mucho más para mencionar, pero el tercer acento para mi, es que de manera explícita amplía la mirada económica sobre los medios, al sector telecomunicaciones y el dinámico despliegue del proceso de digitalización. Desde su declarada perspectiva crítica, ULEPICC se coloca así ante el estudio de los procesos que transforman el vasto mundo de la información, la comunicación y la cultura.

Por las reuniones organizadas por ULEPICC (dos desarrolladas en México) han pasado los más destacados investigadores de la economía política y las industrias culturales. Sin duda se trata de una perspectiva fundamental si la miramos desde las aristas singulares del presente, donde un puñado de conglomerados empresariales manejan casi a su antojo y siguiendo sus propias reglas, las prácticas culturales. Prácticas que incluyen trabajar, estudiar, entretenerse, relacionarse con los demás y por supuesto, comprar.

Si hace casi dos décadas la creación de ULEPICC vino a llenar un vacío frente a la especificidad de la economía política en la comunicación, se debe en buena medida a quienes impulsaron su origen y la alimentaron, comprometiéndose con esta tarea. Entre ellos quiero mencionar aquí, a manera de recuerdo y homenaje, a otro gestor imprescindible del encuentro de investigadores de la comunicación, en este caso de Iberoamérica: Enrique Bustamante, recientemente fallecido. Enrique se empeñó en ser y establecer una suerte de puente de igualdad entre América Latina y países desarrollados de Europa, Canadá y Estados Unidos, asumiendo de inicio las diferencias culturales existentes.

Hoy ULEPICC en su XII congreso nos convoca a reflexionar sobre el futuro de los medios públicos, enfatizando las dimensiones de acceso, equidad informativa y desarrollo social. En la historia que busqué narrar, con omisiones y una fuerte carga personal, estos temas aparecen en los hitos que destaqué: CIESPAL y la respuesta latinoamericana; el MacBride y la reconversión del infortunio; incluso el tema escogido hace 50 años por la reunión AIERI de Buenos Aires: comunicación y desarrollo. Están además los cambios experimentados por la educación superior y las estructuras académico-burocráticas que rigen la investigación, vistos como representación del desarrollo según se entienda en cada momento histórico. Son temas que se revisan una y otra vez en las reuniones de las asociaciones nacionales e internacionales de investigación de la comunicación. Son tan reiterativos que nos dejan un poco la sensación de que no hemos podido avanzar demasiado, que no hemos logrado ser interlocutores válidos de los centros de decisión, como quería Pasquali.

Pero hay otra manera de leer esta suerte de noria que emplaza nuestros esfuerzos: los interlocutores cambiaron y ampliaron su poder. Los estados se redujeron al tiempo que el sector privado crecía. Algunos ya tienen el poder inconmensurable de cambiar la cultura de la humanidad y de hacerlo mediante sus propias reglas: crimen y castigo en sus propias manos.

Revisar cada vez, con miradas renovadas, tecnologías, prácticas cotidianas, noticias falsas o reales, equidad informativa y expresiva, la noción de desarrollo. De eso se trata el objeto de estudio permanente y a la vez dinámico de la comunicación: reflexionar acerca de la transformación y el cambio.

REFERENCIAS

Cimadevilla, G. (2021). Milicos, gestores y literatos. La historia jamás contada del IX Congreso de la IAMCR en Buenos Aires (1972), Revista Latinoamericana de Ciencias de la Comunicación, No. 36, pp. 36-48.

Crovi, D. (Coordinadora) (1996). Desarrollo de las Industrias Audiovisuales en México y Canadá. Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM.

Crovi, D. y Trejo, R. (Coordinadores) (2018). Contribución de ALAIC al desarrollo de la investigación de la comunicación en América Latina. Tejiendo nuestra historia. Investigación de la Comunicación en América Latina. Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM.

Dumazedier. J. (1962). Sociologie du loisir. Du Seuil.

MacBride, S. (Coordinador) (1980). Un solo mundo, voces múltiples. Comunicación e Información en nuestro tiempo. Fondo de Cultura Económica - UNESCO.

Malaparte, C. (1948). Tecnica del colpo di Stato. Bompiani.

Muraro, H. (2014). Neocapitalismo y comunicación de masa. EUDEBA.

Saussure de, F. (2019). Curso de lingüística general. Editorial Amazon.

Tremblay, G. y Lacroix J.G. (1995). Le projet monarque. Étude comparée des industries québécoises et mexicaines de l’audiovisuel. Université de Québec en Montréal.

Notas

1 https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=10159198283765631&id=39904740630&sfnsn=scwpspwa
2 http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n19/19_dcrovi.html
3 http://www.mercosur.int

Notas de autor

Discurso pronunciado por la Dra. Delia Crovi Druetta en el Acto Homenaje por su trayectoria durante el XII Congreso Internacional de la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura (Ciudad de México, 11 de octubre de 2021)

Información adicional

Cómo citar / citation: Crovi, D. (2022). Palabras de agradecimiento. Memoria intelectual del campo de la comunicación en América Latina, Estudios de la Paz y el Conflicto, Revista Latinoamericana, Volumen 3, Número 6, 86-96. https://doi.org/10.5377/rlpc.v3i6.13810



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