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El peso del género en los cuidados y quehaceres durante la pandemia del COVID-19: el caso de Panamá
The impact of COVID-19 on the gender division of care and housework responsibilities: the case of Panama
Investigación y Pensamiento Crítico, vol. 12, núm. 1, pp. 8-21, 2024
Universidad Católica Santa María La Antigua

Investigación y Pensamiento Crítico
Universidad Católica Santa María La Antigua, Panamá
ISSN: 1812-3864
ISSN-e: 2644-4119
Periodicidad: Cuatrimestral
vol. 12, núm. 1, 2024

Recepción: 15 Noviembre 2023

Aprobación: 04 Diciembre 2023

Autor de correspondencia: jstanziola@usma.com.pa


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: En este estudio exploramos cómo en el caso de Panamá las actividades de trabajo de cuidado y quehaceres fueron distribuidas entre mujeres y hombres durante el periodo de la pandemia. Utilizando datos de una encuesta nacional, exploramos cuál es la probabilidad de que el incremento en este tipo de trabajo sea afectado por el sexo de las personas encuestadas y otras variables de control. Los resultados sugieren que el principal determinante de si las personas reportan un incremento en este tipo de trabajo es su sexo, independientemente de su estado laboral. Los resultados también dan pistas de que estas dinámicas se deben abordar desde una perspectiva interseccional. Por ejemplo, la edad y el nivel de dependencia económica de una persona podrían afectar la carga de trabajos de cuidados y quehaceres. Pese a la evidencia acumulada de varias décadas acerca de la desigualdad de género en materia de cuidados y quehaceres, nuestro análisis refleja que ni en períodos de crisis los trabajos no remunerados dejan de ser desiguales para las mujeres.

Palabras clave: covid-19, género, trabajo de cuidados, trabajo doméstico, políticas públicas..

Abstract: In this paper we explore how unpaid care and housework were distributed between women and men during the covid-19 pandemic in the case of Panama. Using data from a national survey, we explore how likely it is that the increase in this type of activities is affected by the sex of the people surveyed and other control variables. The results suggest that sex is the main determinant of whether people report an increase in this type of work, regardless of their employment status. The results also provide clues as to how these dynamics should be approached from an intersectional perspective. For example, a person´s age and level of economic dependency could affect their care and housework burden. Despite ample evidence accumulated in several decades about gender inequality in care and housework, our analysis suggests that even in periods of crisis the burden of unpaid work falls disproportionately on women.

Keywords: covid-19, gender, care work, housework, public policy..

Introducción

Entre marzo 2020 y junio 2021, las políticas con enfoque de género en América Latina se enfocaron en la violencia de género, dejando a un lado medidas que pudiesen atender las desigualdades económicas que enfrentan las mujeres. Por ejemplo, 4,1% de las políticas públicas anunciadas en América Latina para ayudar a enfrentar los efectos de la pandemia se enfocaron en apoyos a cuidados de niños, niñas y personas adultas mayores. En Europa, esta cifra alcanzó un 10%, y 17,2% en Estados Unidos y Canadá (PNUD, 2021: s.p.). A la vez, la participación de las mujeres en el mercado laboral en América Latina disminuyó durante la pandemia y aún no ha logrado recuperarse completamente.

En este estudio sobre los efectos de la pandemia del covid-19, que forma parte de una serie de análisis y reflexiones de género que hemos estado llevando a cabo, exploramos cómo las actividades de trabajo de cuidado y quehaceres domésticos fueron divididas durante marzo 2020 y junio 2021 entre mujeres y hombres en el caso de Panamá. Esto corresponde al periodo entre el principio de la pandemia del covid-19 y la aplicación de una encuesta nacional cara a cara sobre ciudadanía y derechos aplicada en este país. Nuestro estudio parte de la suposición de que el limitado número de políticas públicas para apoyo de cuidado e independencia económica de las mujeres sirvió para reforzar la división por género existente del trabajo de cuidados y quehaceres del hogar. En particular, exploramos si en el caso de Panamá estas labores incrementaron durante la pandemia y el nivel de corresponsabilidad entre géneros.

El caso de Panamá es de interés particular por haber impuesto una de las medidas de restricción de movimiento más largas del mundo, que incluyó una de las más estrictas medidas de circulación por sexo y último número de cédula (Araúz-Reyes et.al, 2022, pág. 14 y ss). A esto se suma uno de los más extensos periodos en el mundo sin clases presenciales en escuelas primarias y secundarias administradas por el Estado. En este contexto, Panamá experimentó una caída del Producto Interno Bruto por persona del 17,9% en 2020, convirtiéndolo en uno de los siete países del mundo más afectados por la pandemia (CEPAL, 2023). En este período el gobierno panameño no anunció ni implementó medidas de reconocimiento o apoyo de actividades de cuidados, transferencias en efectivos dirigidas a mujeres o préstamos o créditos dirigidos específicamente a mujeres (Stanziola y Araúz-Reyes, 2023). Partimos de la suposición de que sin medidas públicas que las enfrenten, las condicionantes de género atribuidas a las mujeres influirían en la probabilidad de realizar tanto labores de cuidado como quehaceres sin importar su situación laboral. Es decir, es más probable que hayan sido las mujeres las que reportasen un incremento en estas labores durante la pandemia independientemente de si trabajaban o no.

Para este trabajo, utilizamos la Encuesta de Ciudadanía y Derechos del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (CIEPS) de Panamá de mayo-julio 2021, donde se incluyeron preguntas sobre el incremento en los trabajos de cuidado y quehaceres. Estos datos los analizamos usando regresión logística para explorar cuál es la probabilidad de que este tipo de trabajo sea afectado por el sexo de las personas encuestadas y otras variables de control. Los resultados sugieren que el principal determinante de si las personas reportan un incremento en este tipo de trabajo es su sexo. Con estos resultados, esta investigación busca contribuir a la literatura existente sobre los efectos de la pandemia en la división de trabajo por sexo, que en gran parte se ha enfocado en los efectos en los empleos (o trabajos remunerados).

Las siguientes secciones presentan los principales hallazgos de esta investigación. La primera sección aborda el marco teórico de este estudio. Seguido, se presenta la metodología utilizada y las limitaciones de la investigación. Finalmente, se describen los resultados y planteamos preguntas para futuras investigaciones.

Método

Marco teórico

El marco teórico está integrado por una breve revisión conceptual del trabajo no remunerado, incluyendo el de cuidados y los domésticos, estableciendo el concepto del cual partimos y que sirve de base para el análisis de este estudio; también lo integra, una reflexión sobre el covid-19, el trabajo no remunerado y las políticas públicas con enfoque de género.

Marco conceptual

A lo largo de la historia, hombres y mujeres han trabajado. Sin embargo, la mayor parte del trabajo que realizan las mujeres no ha sido remunerado. En los casos en que se han incorporado al empleo o trabajo remunerado, tienden a recibir remuneraciones en menor proporción que los hombres. Esto se debe en gran parte a que el trabajo de las mujeres incluye los cuidados y quehaceres domésticos. Estos han contribuido históricamente a la sostenibilidad de la vida, a la reproducción social y a la producción, pero se realizan mayormente de manera gratuita y en condiciones desiguales. Esto por su parte ha creado una situación que dificulta o excluye a las mujeres de participar en el empleo o bien de hacerlo en igualdad de condiciones. Por trabajo no remunerado se comprende las actividades productivas de los hogares vinculadas a la prestación de servicios para las y los integrantes de los propios hogares, para otros hogares o para la comunidad. También se incluye el trabajo no pagado que se ofrece en organizaciones sin fines lucrativos. Estas actividades por lo general, no se registran en las cuentas nacionales. (CEPAL, 2016).

Lo anterior se realiza en un contexto de sobrevaloración del empleo/trabajo remunerado versus el trabajo no remunerado, ya que “desde los orígenes de las sociedades industriales, el empleo ha sido concebido como la actividad central de la vida, determinando los horarios, las jornadas y la vida de las personas” (Carrasco, 2009: 47), ubicando al trabajo no remunerado y a quienes lo realizan en un sitial inferior, de menor valía (Quiroga, 2011:102), considerándolo incluso improductivo desde los pensadores de la economía clásica (Bagú, 1998: 29 y ss).

A todo lo anterior se le suma la ceguera histórica de la academia y de la política que ha impedido visibilizar los trabajos no remunerados, domésticos y de cuidados, y situarlos como pieza central de todo el entramado que significa el complejo proceso de reproducción social; a pesar de que, desde hace más de tres décadas, desde el feminismo y el movimiento de mujeres, se ha ido recuperando la experiencia de las mujeres en la vida cotidiana. (Carrasco, 2009: 46).

En este artículo la reflexión girará en torno a aquellas actividades que se prestan a lo interno del propio hogar, es decir, de “la unidad doméstica que comparte residencia y consumo, manejando un presupuesto común”. Generalmente el hogar está integrado por un grupo de personas que habitan regularmente en una misma vivienda, unidas o no por lazos de consanguinidad o parentesco por afinidad. En ese sentido, los trabajos no remunerados pueden ser: a) trabajo de cuidados no remunerado a integrantes del hogar; y b) trabajo doméstico no remunerado o quehaceres domésticos para el propio hogar.

Trabajo de cuidados no remunerado a integrantes del hogar.

En las últimas décadas ha habido un creciente número de investigaciones referentes al trabajo de cuidados no remunerado, desde distintas perspectivas. Estudios cualitativos y cuantitativos, a raíz de las encuestas del uso del tiempo, han permitido dimensionar el impacto desigual de los cuidados en la vida de hombres y mujeres.

Siguiendo el amplio estudio realizado por Karina Batthyány (2022) en el que realiza un análisis de las principales concepciones realizadas acerca de este concepto por las principales estudiosas de la materia (Esquivel , 2011; Rodríguez-Enríquez, 2015; Vásconez, 2012; Espino, 2011; Todaro, 2012; Arriagada, 2012; Daly y Lewis, 2000; Razavi, 2007; Esquivel, 2014; Faur, 2014; Pérez Orozco, 2006; Pautassi, 2010; Tronto, 1993, 2011 y 2013; Molinier y Arango, 2011; Soares, 2012; Legarretaiza, 2011), así como de los principales aportes en América Latina, se pueden sintetizar cuatro principales enfoques o miradas del trabajo de cuidados no remunerados: a) una mirada desde la economía, denominándola como economía del cuidado. Bajo esta perspectiva se “busca visibilizar, dar cuenta de la contribución de las mujeres a una economía alternativa que no sólo mide el trabajo remunerado, sino también el no remunerado”; b) una segunda mirada, concibe los cuidados como componente del bienestar, distribuyendo las responsabilidades y costos de estos, a distintos proveedores (públicos y privados) de la sociedad, proponiendo un tránsito de un puro y aislado concepto de cuidados familiarista, históricamente llevado, dentro de las familias, por las mujeres, a redes o a una organización social de los cuidados; c) otra mirada desarrolla el concepto de cuidado como un derecho universal que tiene tres vertientes. Por un lado, el derecho a recibir los cuidados indispensables en las diferentes etapas del ciclo de vida, sin que estos cuidados estén determinados por la posibilidad de pagarlos o de contar o no con redes o lazos afectivos que los provean. Por otro lado, conlleva el derecho a decidir si se desea cuidar o no, es decir, de no atribuirlo como una obligación que deben ejercer las familias y dentro de ellas, las mujeres. Y, también implica, que la provisión de servicios de cuidados se realice en términos de calidad y dignidad, tanto para las y los usuarios de estos, como para quienes los brindan; d) Una cuarta concepción del cuidado atiende a la ética del cuidado, una perspectiva que, sobre todo en los últimos tiempos, afirma que en el trabajo de cuidados perviven de forma paralela una experiencia confusa, contradictoria y ambivalente, entre el trabajo y el amor, posicionando a este como elemento central y moral de los cuidados, aún en relaciones de trabajo remuneradas, lo que hace que dicho trabajo pueda ser sostenible en el tiempo. Desde la teoría feminista, se problematiza esta mirada en la medida que esa centralidad del amor se espera de las mujeres, proponiendo que haya una deconstrucción de la fórmula cuidado=feminidad, pero defendiendo la construcción de una ética del cuidado.

Al realizar un análisis de los enfoques conceptuales acerca del trabajo de cuidados, se puede colegir que son complementarios, en ningún caso antagónicos, de hecho, en la práctica misma del cuidado se interrelacionan distintos elementos que convergen en ellos.

Para efectos de este artículo se comprende que el trabajo no remunerado de cuidados es un derecho universal que incluye las actividades indispensables para el sostenimiento de la vida, en sus distintas etapas. Este conlleva el suministro diario de los bienes, servicios y actividades que permiten el bienestar físico y emocional de las personas dependientes, que habitan en el hogar, aunque pueden ofertarse a otras personas que no lo habiten. Este trabajo no remunerado de cuidados tiene un gran componente ético en su práctica para que sea sostenible. Al mismo tiempo su desarrollo y práctica cotidiana genera aportes a la economía de los Estados, aun cuando no se visibilice en las cuentas nacionales.

El trabajo no remunerado de cuidados está estrechamente vinculado al trabajo doméstico o quehaceres domésticos no remunerados, existiendo en la mayoría de los casos, una línea difícil de separar entre uno y otro, porque para realizar actividades de cuidado propio o hacia otras personas se requiere realizar quehaceres domésticos, sin embargo, por razones metodológicas, para efectos de este estudio, se conceptualizan de forma separada.

Trabajo doméstico no remunerado o quehaceres domésticos, para el propio hogar.

El trabajo doméstico no remunerado se puede definir como el conjunto de actividades que se realizan en el ámbito del hogar sin que exista retribución de dinero. Dichas actividades guardan relación con la adquisición o compra de alimentos y enseres para el mantenimiento de la casa; cocinar, servir la comida y lavar los trastes o utensilios para preparar los alimentos; la limpieza de la casa, incluyendo acciones como barrer, trapear, aspirar, lavar, limpiar los muebles o las áreas internas o externas de la casa, lavar los baños, tender la cama, acomodar; la gestión o administración de recursos, pagos de bienes y servicios; el mantenimiento y reparaciones menores para el propio hogar; cuidados de mascotas y plantas. (Zavatierro y Serafini, 2019; Amilpas, 2020; CEPAL, 2016).

Covid-19, trabajo no remunerado y políticas públicas con enfoque de género

Históricamente, en todo el mundo, tanto el trabajo no remunerado de cuidados y doméstico ha recaído sobre las mujeres. El caso de Panamá no es distinto. Con base en la única Encuesta del uso del tiempo aplicada en el país, se reportó que del total de las personas que realizaban actividades domésticas, la mayoría eran mujeres. Los datos refieren que de la ponderación del tipo de actividad más el tiempo que hombres y mujeres dedicaban a labores domésticas, las mujeres lo hacían en un 72,1 % versus un 37,1 % de sus pares hombres (INEC, 2011).

Por lo anterior, es posible suponer que en momentos de crisis como la sanitaria por el covid-19, en donde se demandó más trabajo no remunerado de cuidados y quehaceres, se dio por sentado que serían las mujeres quienes deberían asumir esta carga adicional. Esto por su parte generaría condiciones de profunda desigualdad, tanto en el ámbito privado o doméstico como en el ámbito público o social.

En efecto, ese “dar por sentado” del rol que “deben” asumir las mujeres se institucionalizó mediante la ausencia de políticas de cuidados – a la par de la crisis sanitaria – que mitigasen o ayudaran a no aumentar la desigualdad socioeconómica y de género (Stanziola y Araúz-Reyes, 2023). Ejemplos de cómo se profundizan estas disparidades son las políticas públicas o medidas como el “quédate en casa” o la medida de circulación por sexo y cédula implementada en Panamá (Araúz-Reyes et.al, 2022, pág. 14 y ss). Bajo esta medida, estrictamente monitoreada por la Policía Nacional, hombres y mujeres tenían asignados respectivamente tres días a la semana para salir por dos horas para realizar compras de alimentos y medicamentos y para acudir a servicios esenciales. Otros estudios han brindado evidencia de que para los Estados de la región y concretamente para Panamá no fue prioritario atender la crisis sanitaria bajo una perspectiva de género, mediante políticas públicas vinculadas a los cuidados o al trabajo doméstico no remunerado, aumentando las desigualdades (Batthyany et. Al., 2020; Camilletti y Nesbitt-Ahmed, 2022).

En el caso de Panamá, fueron escasos los esfuerzo para atender y evitar la desigualdad de género en el trabajo que el país desarrolló en materia de políticas públicas para afrontar los efectos de la pandemia, desde el 13 de marzo de 2020 – cuando mediante la Resolución No. 11 de 2020, el Consejo de Gabinete de la República de Panamá declaró el Estado de Emergencia Nacional – hasta el 4 de junio de 2021 – cuando se culmina con la aplicación de la encuesta objeto de este estudio. Tales esfuerzos quedaron reducidos a sondeos realizados por el gobierno sobre los impactos diferenciados de las mujeres y hombres en el trabajo (MITRADEL, 2021), a eventuales discursos que llamaban al propio gobierno y al sector privado a incluir la perspectiva de género en la recuperación económica de forma transversal (EcoTV, 2021), pero sin un plan de acción u hoja de ruta para ello; y a esporádicas campañas en las redes sociales para promover una convivencia asertiva y una solidaridad en la casa.

No hubo medidas en ese primer y crítico año de la pandemia por el covid-19 que replantearan estrategias en la política pública para mitigar la profundización de la desigualdad de género en el trabajo de las mujeres. (Stanziola y Araúz-Reyes, 2023; OEA, 2022; PNUD; 2021). Es decir, las políticas públicas del Estado panameño en materia de la respuesta al covid-19 adolecieron de una perspectiva de género a nivel general y de manera concreta en la economía y en el trabajo, pese a que el trabajo no remunerado subsidia (Rodríguez, 2015: 40) gran parte de las actividades productivas remuneradas de las que se benefician personas dueñas de capitales y negocios y el propio Estado. Esto ocurre sin que estas actividades internalicen los costos de cuidados y quehaceres que enfrentan las trabajadoras y los trabajadores.

Todo esto apunta a que desde la institucionalidad del Estado se sigue suponiendo, desde una limitada mirada androcéntrica, que son las mujeres en sus hogares y, en algunos casos dentro de sus comunidades muy inmediatas (por ejemplo, ollas comunitarias), quienes resolverán los déficits de una sociedad capitalista (Rodríguez-Blanco, Araúz-Reyes y De Gracia, 2023; Rodríguez, 2015: 42). A pesar de que los empleos que valora el sistema capitalista se desarrollan subsidiados por el trabajo no remunerado, de cuidados y quehaceres cotidianos, hay un limitado reconocimiento en las políticas públicas de sus características de bien público o creador de externalidades positivas (Arriagada, 2021: 23).

Metodología: Hipótesis, datos y tipo de análisis

Nuestro análisis empírico parte de la hipótesis de que el limitado rol del gobierno en reducir las desigualdades de género durante la pandemia sirvió para reforzar la división por género existente del trabajo de cuidados y quehaceres del hogar. En particular, exploramos si en el caso de Panamá estas labores incrementaron durante la pandemia y el nivel de corresponsabilidad entre géneros. Partimos de la suposición de que las condicionantes de género atribuidas a las mujeres influirían directa o positivamente en la probabilidad de realizar tanto labores de cuidado como quehaceres sin importar su situación laboral. O sea, es más probable que sean las mujeres las que reporten un incremento en estas labores, sin importar si están ocupadas en empleos o no.

Para explorar esta hipótesis, utilizamos la Encuesta de Ciudadanía y Derechos del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales de Panamá (2021). Esta encuesta cara a cara contiene 62 preguntas y fue administrada a 1,478 personas en todo el país. Se utilizó un muestreo aleatorio estratificado entre personas residentes de la República de Panamá con derecho a voto. El instrumento fue administrado entre el 15 de mayo y el 4 de junio de 2021. Para reforzar la participación de área rurales y comarcas, la muestra se dividió en dos. 227 personas representan el área mayormente de bosques y selvas de Darién y las comarcas indígenas Guna Yala y Emberá Wounnan. El resto, 1251 personas, representan al resto del país. La primera muestra tiene un margen de error de +/- 6.9%, mientras que la muestra más grande tiene un margen de error calculado de +/- 2.8%. (CIEPS, 2021: 48). Nuestro análisis se enfoca en las personas que reportaron estar ocupadas o desocupadas durante la pandemia al querer explorar las decisiones entre el trabajo remunerado y el no remunerado que realizan hombres y mujeres. Esto reduce la muestra a 922 personas encuestadas, al no incluir a personas retiradas o jubiladas ni a estudiantes. De estas, 68.6% reportó estar ocupada y 31.4% desocupada. Esta encuesta nacional se ha aplicado en dos ocasiones (2019 y 2021) y en ambas versiones han enfrentado el reto de capturar información de personas de ingresos altos. Esto se debe a barreras físicas (por ejemplo, acceso limitado por servicios de seguridad privado y conflictos de horarios) y culturales (por ejemplo, bajo interés en participar en estudios de este tipo). Para la muestra total de 1478 personas, la mediana de ingresos es de $320, comparada a la mediana reportada por el Instituto Nacional de Cultura en su Encuesta de Hogares de octubre 2021 de $719. Por su parte, 10% de la encuesta del CIEPS reporta ingresos de más de $1000. Este porcentaje es del 28.2% para la encuesta de hogares (INEC, 2021). El análisis que presenta el CIEPS de sus resultados realiza las ponderaciones necesarias para compensar por estas limitaciones y presentar un análisis descriptivo. El análisis descrito abajo se realizó con y sin estas ponderaciones, sin efectos en los resultados.

En específico, el análisis se basa en una de las preguntas de la encuesta que explora las decisiones tomadas sobre uso del tiempo en el trabajo en el hogar: “Desde que inició la pandemia, ¿en cuál de estas actividades se ha producido un mayor aumento de trabajo para usted dentro del hogar?” Entre las opciones se encontraban una lista de actividades de cuidados (atenderles y estar pendiente, cuidados de otras personas de la familia y apoyo en las actividades escolares virtuales de sus hijos e hijas) y quehaceres (compras de alimentos en el supermercado/tiendas, preparación de comidas y limpieza de casa lavar ropa, lavar platos, limpiar la casa). Esto nos permite correr tres modelos con tres variables dependientes diferentes (más cuidados, más quehaceres, ni cuidados ni quehaceres).

Formalmente, y considerando lo establecido en el marco teórico, respecto de que el trabajo no es ajeno a condicionantes como el género y otros, buscamos explorar con una regresión logística binaria si el género de las personas encuestadas y una serie de variables de control socioeconómicas y demográficas afectan la probabilidad de que una persona encuestada reporte un aumento en trabajos de cuidados y quehaceres. El análisis logístico es similar a cualquier otra regresión, solo que permite que la variable dependiente pueda ser dicotómica (por ejemplo, sí o no). En específico, 1) el modelo uno busca responder la pregunta cuál es la probabilidad de que una persona con un determinado perfil reporte un aumento en las actividades de cuidado. 2) El modelo dos lo hace para las actividades de quehaceres. 3) Finalmente, el modelo tres responde a la pregunta cuál es la probabilidad de que una persona reporte haber realizado ni más actividades de cuidados ni quehaceres.

Para realizar este análisis, hemos operacionalizado las variables como se describe en el Cuadro No. 1.

Cuadro No. 1
Operacionalización de variables

Resultados

La variable sexo muestra el mejor desempeño en todos modelos explorados. A pesar de que variables de control como edad e independencia económica son estadísticamente significativas en algunos casos, no tienen el mismo poder explicativo que el sexo de las personas encuestadas. Esto brinda evidencia de que estas dinámicas son interseccionales. A la vez, estos resultados sugieren que el sexo tiene un gran peso en la distribución de trabajos de cuidados y quehaceres del hogar.

Por ejemplo, los dos primeros modelos, sobre actividades de cuidados y quehaceres, brindan evidencia de que la división sexual de trabajo es determinada por condicionantes de género. Como lo muestra el modelo 1 (Más cuidados, como se muestra en el Cuadro No. 2), las probabilidades de que una mujer reporte que sus labores de cuidados hayan incrementado son 2,274 más de las probabilidades de que un hombre haya reportado lo mismo.

Por otra parte, el modelo 2 muestra que, comparadas a los hombres, las mujeres tienen una menor probabilidad (0,667) de reportar que realizaron más labores de quehaceres durante la pandemia. Es decir, los hombres tienen más probabilidades de reportar que sus labores de quehaceres aumentaron.

El modelo 1 predice correctamente la respuesta de cada persona encuestada a la pregunta sobre cuidados en 66,1% de los casos; 59,6% en el modelo de quehaceres. En ambos modelos, la variable sexo es estadísticamente significativa. El tercer modelo nos ayuda a explorar la validez de estos resultados, utilizando como variable dependiente el reportar no haber experimentado incrementos ni en actividades de cuidados ni de quehaceres. Este modelo tiene un más alto porcentaje de predictividad (84,7%) y confirma los resultados del impacto del sexo en estas dinámicas. Es menos probable (0,532) que las mujeres reporten no haber experimentado un incremento en estas actividades que los hombres. Es decir, es más probable que los hombres reporten que la carga de estos dos tipos de trabajo no cambiase para ellos. Este resultado es también estadísticamente significativo.

Cuadro No. 2
Resumen de resultados

Ninguna de las variables de control muestra un desempeño tan sólido como el sexo en los tres modelos. Por ejemplo, reportar estar ocupado/a o desocupado/a es estadísticamente significativo solamente en el segundo modelo. Específicamente indica que una persona ocupada es 1,470 más probable que haya reportado un incremento en quehaceres del hogar que una persona desocupada. Es importante considerar que la mayoría de las personas que reportaron estar ocupadas (64%) en la submuestra de 922 personas son hombres. En este caso, las actividades de empleo se conjugaron con las actividades de quehaceres, mayormente debido a las medidas de restricción de movimiento y de circulación por sexo y cédula.

La variable edad tiene un buen desempeño en dos de los modelos. Esta variable hace la comparación de probabilidades en términos del grupo etario más joven (18-25 años). Por ejemplo, el modelo 1 indica que las personas entre 35 y 44 años son 2,575 más probables de reportar más actividades de cuidados que las personas de 18 y 25 años. Esta tendencia es similar para las personas encuestadas entre 25 y 34 años y entre 45 y 54 años. Por otra parte, el modelo 3 indica, por ejemplo, que las personas de entre 45 y 54 años son las que menos probabilidad (0.361) tienen de reportar que su involucramiento en las labores de cuidados y quehaceres no aumentó, comparado al grupo etario entre 18 y 25 años. Es decir, es más probable que el grupo etario más joven (18-25 años) haya reportado que la carga de trabajo de cuidados y quehaceres no cambió para ellos en comparación del grupo de 45 y 54 años. La variable edad no es estadísticamente significativa en el modelo de quehaceres, o modelo 2.

La variable etnia no es estadísticamente significativa en ninguno de los tres modelos, con excepción de etnia indígena en el modelo 1. En este caso, las personas que se identificaron como indígenas son 2,298 más probable en reportar un incremento en actividades de cuidados que las personas que se identificaron como blancas.

Educación no tuvo un buen desempeño en ninguno de los modelos. En general, las variables de la encuesta que exploraban ingresos (ocupación, locación geográfica y otras) no ayudaron a explicar la carga de trabajo de cuidados y quehaceres. Esto puede explicarse en parte por las posibles limitaciones de la encuesta descritas anteriormente. Pero la dependencia económica en otra persona sí es una variable estadísticamente significativa en el modelo 3 y en parte en el modelo 2. Por ejemplo, en el modelo 2, las personas con dependencia parcial son 2,352 más probables de reportar un aumento en actividades de quehaceres que las personas que dependen económicamente de manera total. En el tercer modelo, las personas que dependen económicamente totalmente de otra persona son menos probables de reportar que su involucramiento en los quehaceres ni cuidados no aumentó, comparada a los otros dos grupos (dependencia parcial o no dependencia). O sea, es más probable que las personas con menos dependencia económica reporten que la carga de estos dos tipos de trabajo no aumentó. Tomando en cuenta que el 77,9% de las personas que dependen totalmente de forma económica de otra persona son mujeres, esto reflejaría la doble carga de mujeres que no reciben remuneraciones por sus trabajos de cuidados y quehaceres.

Discusión

Los resultados del presente estudio indican que la variable sexo es un determinante clave en la división de trabajos de cuidados y quehaceres. Esta variable tuvo un mejor desempeño prediciendo si una persona reportaría un cambio en estas actividades que todas las otras variables de control, incluyendo estar o no ocupadas/os. Esto añade evidencia de que el trabajo de cuidados, particularmente, tiene un mayor peso en la vida de las mujeres, por las condiciones de desigualdad de género preexistentes a la pandemia, por la ausencia de una sociedad que organice de forma justa los trabajos de cuidados y por la falta de políticas públicas que busquen facilitar una división más equitativa de este tipo de trabajo.

Y es que aún, luego de décadas de estudios que revelan las desigualdades de género existentes, sus causas, razones y fundamentos, la vida cotidiana, familiar, social y/o política, continúa desarrollándose de una forma tradicionalista en la que, por razones de género, persisten prácticas y actitudes basadas en los roles, expectativas, creencias y valores de lo que corresponde a hombres y a mujeres en la sociedad, producto de construcciones socio culturales que se van edificando desde el nacimiento y perviven en todo el ciclo vital, generando, en este caso particular de los trabajos de cuidados y quehaceres domésticos, más pesos para unas que para otros.

Los resultados también dan pistas de que estas dinámicas se deben abordar desde una perspectiva interseccional. Por ejemplo, una mujer entre 35 y 64 años en estado de dependencia económica total de otra persona tendría una mayor y más pesada carga de trabajos de cuidados y quehaceres, que mujeres con otras características.

Igualmente, los resultados sugieren el impacto en los hombres de las medidas de restricción de movimiento durante la pandemia en la carga de quehaceres. Esto se puede comenzar a explicar al considerar que estas actividades incluyen ir al supermercado a comprar comida o a las farmacias por medicamentos. Esta es una actividad que permite a las personas salir de su casa y que en el caso de los hombres retomen el espacio público en el que tradicionalmente han construido y reforzado su modelo de masculinidad hegemónica, excluyéndose de los asuntos domésticos dentro de la casa. Asimismo, en Panamá, como ya hemos indicado, las restricciones de movimiento durante la pandemia fueron por día y sexo. Los hombres tenían días diferentes respecto de las mujeres, en los que podían salir a realizar compras, por solo seis horas a la semana divididas en tres días en total. Esta medida, altamente problemática por casos de violaciones de derechos humanos en particular entre personas trans y mujeres sin apoyos en los cuidados de personas dependientes, creó las condiciones para facilitar, y de algún modo forzar, el incremento de quehaceres por parte de los hombres. Esto nos indica el poder de las políticas públicas en influenciar en la división sexual del trabajo.

El análisis brinda evidencia que durante el período de estudio de la pandemia se reforzó la desigual división sexual del trabajo de cuidados y quehaceres del hogar. Estas dinámicas, soportadas en la división sexual del trabajo y caracterizada por la ausencia de una corresponsabilidad entre el Estado, el mercado y los hombres, han estratificado la sociedad desde siempre y la crisis sanitaria no representó una oportunidad para diseñar políticas públicas que coadyuvaran a cambiar esta realidad, incrementando los trabajos no remunerados de las mujeres, sobre todo aquellos vinculados a los cuidados. Lo que afecta la capacidad de las mujeres de generar ingresos, incrementa su dependencia económica y limita su participación en espacios públicos, sociales, políticos y culturales.

Se puede apreciar que durante la pandemia ni el trabajo doméstico ni particularmente los cuidados, fueron entendidos por las personas tomadoras de decisión, como un derecho universal, que permite el bienestar de las personas, y que, en ese particular momento, las familias y dentro de ellas las mujeres, desde un ejercicio ético de los cuidados, contribuyeron a la economía del país, ya que, asumieron un rol delegado usualmente a guarderías, escuelas, hospitales, entre otros espacios de cuidado.

Para contrarrestar esta situación hubiese sido necesario diseñar políticas públicas afirmativas. Por ejemplo, el gobierno debió haber implementado campañas de sensibilización permanentes en los medios masivos de comunicación, que motivaran la corresponsabilidad del hogar durante los anuncios diarios que se realizaban en radio y televisión para actualizar información sobre el covid-19. Igualmente, esta situación requería flexibilidad laboral para las mujeres con personas dependientes y de manera particular con niños y niñas en edad escolar. Esto se hubiese podido lograr promoviendo y facilitando desde el gobierno acuerdos entre empleadores/as del sector privado y público con las trabajadoras que se mantenían laborando en casa o fuera de ella. Por otra parte, era necesario haber mantenido abiertos los centros de atención de primera infancia para que estuvieran a disposición de las trabajadoras en la primera línea de respuesta al covid-19 brindando servicios en hospitales, supermercados y/o farmacias o bien el pago del equivalente a lo que correspondía el costo de una trabajadora doméstica remunerada.

Todo lo anterior plantea próximas preguntas de investigación. Entre ellas, ¿cuáles son los motivos de las resistencias que desde las y los tomadores de decisión se ciernen para la no implementación de políticas públicas con perspectiva de género? Valdría la pena comparar cómo fue el impacto de la pandemia en materia de los trabajos de cuidados y quehaceres en países en donde existe una mayor participación de mujeres en la toma de decisiones y/o bien grupos organizados de mujeres están presentes en la mesa de decisión. Además, para explorar cómo tanto los espacios del mercado laboral, del hogar y políticos son afectados por estas divisiones sería importante indagar a mayor profundidad entre las personas que quedaron sin empleo luego de la pandemia cómo el incremento de los trabajos de cuidados y de quehaceres afectó su participación social y política.

Conclusión

Pese a la evidencia acumulada de varias décadas acerca de la desigualdad de género en materia de cuidados, nuestro análisis refleja que ni en períodos de crisis – cuando se presupone que el Estado, el mercado y las personas colaboren equitativamente para adoptar políticas afirmativas, sumar esfuerzos, y hacer frente a las necesidades comunes, de manera diferenciada como lo mandatan varias normas – los trabajos no remunerados dejan de ser desiguales para las mujeres. En efecto, lejos de mitigarse, han aumentado. Esto solo vendría tanto a limitar aún más el acceso, la sostenibilidad y la reinserción al trabajo remunerado de las mujeres como a fomentar un retroceso en la participación laboral de las mujeres mediante su salida del empleo.

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Notas de autor

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