Apuntes
| Nascimento Evando. La Cebra, 2022.. 2022. Argentina. La Cebra. 534pp.. 978-987-3621-87-1 |
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Entre la literatura y la filosofía o un modo de decir (lo) otro
En una época signada por la creciente crisis de las humanidades, la transdisciplinariedad y las fronteras cada vez más porosas y permeables entre disciplinas, la reflexión sobre la filosofía y la literatura como instituciones, en términos derridianos, adquiere un renovado interés. Es por ello que el libro del ensayista, narrador y profesor Evando Nascimento resulta un llamado a releer en términos de invención las condiciones de lectura de la obra del filósofo argelino Jacques Derrida. En ese horizonte Derrida y la literatura se inscribe reflexivamente como una obra que, por medio de una pormenorizada pesquisa de nociones derridianas, ahonda en las relaciones, tensiones y cruces entre filosofía y literatura, resultando un libro ineludible de cara a los debates en el campo de la crítica literaria y una referencia filosófica impostergable respecto al problema del lenguaje y el pensamiento.
El amplio espectro de Nascimento (pues trata todos aquellos textos —hasta el 1994—[1] que Derrida publicó sobre literatura) avanza al modo, en efecto, de «notas» de literatura y filosofía, como reza el sugerente subtitulo, pues sin caer en un terreno de enunciación puramente apofántica, el libro muestra que todo intento por totalizar, en el ámbito del pensamiento, es una tarea, desde siempre, fisurada e imposible. En ese sentido se lee el pormenorizado registro de la terminología derridiana: la differance, el suplemento, la re‒marca, el subjectil, el injerto, la encentadura, el hymen, lo indecidible, el double bind, el evento, la restancia, los cuales no son conceptos; aun más, en rigor no «son» en sentido estricto porque trabajan y son trabajados por el margen. Nascimento los llama «operadores textuales» (29).
Así es como este libro escrito en los bordes de las instituciones filosófica y literaria, como dice el prefacio a la edición en español, es una lectura (traducción e interpretación) que no propone un concepto ontológico de aquello que la literatura es, sino que elude cualquier intento de repuesta a la pregunta qué es la literatura. Como señala el autor: «en ningún momento se trata de proponer un concepto establecido de literatura» (22); y es partir de esta disposición que por medio de esa extraña institución llamada literatura, podrá afirmarse con Derrida que «la literatura no tiene ni función específica, ni esencia».
Las «notas» enlazan la apuesta del libro: recorrer algunas líneas de fuerzas (dicho nietzscheanamente) que atraviesan ciertos discursos de la disciplina filosófica y lo desbordan poniéndolo en contacto con lo que ella no es; el ejemplo, en este caso, es la literatura. Siendo el rasgo común entre ambas disciplinas el pensamiento. Pues, fiel al posicionamiento de la alteridad radical derridiana, no es sino el encuentro con lo otro lo que enciende el pensamiento (un pensamiento otro, que no es sino un pensamiento del otro). Es desde el supuesto de la alteridad radical que la invención «literatura pensante»[1] hiende su trazo como aquel «lugar de tránsito entre literatura y filosofía» (24) cuya constelación no responde a la creación de una literatura que procede por tesis y concepto, lo que haría de ella una lectura filosófica sin más, sino que se trata de concebir una literatura realmente pensante cuya condición es señalar la imposibilidad de calificarla bajo los términos categoriales modernos (los cuales redundan en operaciones clasificatorias y jerárquicas); es por ello que la literatura pensante sería también, cada vez, un efecto de lectura, lo que denota que no hay pensamiento en sí, sino acontecimiento: «Una literatura pensante (...) sería el nombre no esencialista para agenciar fuerzas que movilicen el acontecimiento del pensamiento más allá de cualquier esencia, poder o verdad pre‒determinados» (25).
La novedad teórica que representa la «literatura pensante» es el reflejo de una ardua tarea de lectura de la filosofía derridiana y una pesquisa por sus lecturas literarias que desbordan los signos filosóficos,[2] lo que nos recuerda que el trazo de este libro es, también y sobre todo, un modo de leer, un acontecimiento lector, un modo de vida, un envío, porque, en definitiva, como dice el filósofo argelino, «siempre habrá que volver a decir».
Notas