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“La muerte del león”: una lectura de traducciones
“The Death of the Lion": a Reading of Translations
El hilo de la fábula, vol. 20, núm. 23, 2022
Universidad Nacional del Litoral

Tres, después de babel (un lugar para la traducción y para la tra-dicción)

El hilo de la fábula
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 1667-7900
ISSN-e: 2362-5651
Periodicidad: Semestral
vol. 20, núm. 23, 2022


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: La publicación en tres volúmenes de los Cuentos completos de Henry James en español resulta oportuna para analizar algunas pautas de traducción al confrontar cinco versiones de diferentes épocas del famoso cuento de James "La muerte del león".

Palabras clave: Traducción , Henry James , Confrontación.

Abstract: The publication in three volumes of the Complete Short Stories by Henry James in Spanish is a timely opportunity to analyze some translation guidelines by confronting five versions from different periods of James's famous short story "The Death of the Lion".

Keywords: Translation , Henry James, Confrontation.

Varias razones confluyen para festejar la edición en tres tomos de los Cuentos completos de Henry James: la inclusión de varios textos inéditos o desconocidos en castellano; la cuidada edición a cargo de los notables escritores argentinos Eduardo Berti (que traduce los cuentos –con contadas excepciones–, anota y prologa los tres tomos) y Salvador Biedma (como colaborador) y, sobre todo, la constatación de la vigencia de un autor no pocas veces atacado desde distintos flancos, sobre todo al revertir en invectivas las características más poderosas de su estilo y de su compleja retórica, de su reino de ambigüedad y sutileza al servicio de temas de una mundanidad (léase, humanidad, carnalidad) casi obscena.

Para precisar con un solo ejemplo esa animadversión permítaseme recordar una página de Borges a contraluz, de Estela Canto, precisamente porque se trata de conceptos de una lectora inteligente, quien entre sus antecedentes cuenta nada menos que con haber apreciado y traducido muy bien a Marcel Proust. Escribe Estela Canto:

En relación a Henry James, casi tuvimos [con Borges] una pelea. Nunca he podido apreciar al retorcido y trabado Henry James; sus argumentos sentimentales, envueltos en una prosa intrincada y llena de rodeos, me parecen, en el plano literario, el equivalente de una reacción de miedo. Decidí tocar un punto sensible. Yo sabía que Borges tenía en gran estima a los autores “viriles” (Conrad, Chesterton, Melville, Quevedo) y despreciaba lo que él consideraba “literatura para mujeres”. “Los argumentos de James” –le dije– “son los mismos de los cuentos que se leen en las revistas femeninas, solo que rarificados y enmarañados hasta el punto en que no se los reconoce” (Canto, 1989:78).

En verdad estos Cuentos completos vienen a sumarse a una firme tradición de devotos y cuidadosos traductores argentinos de Henry James: José Bianco, Haydée Lange, Alberto Vanasco, Eduardo Masullo, Carlos Gardini, Jaime Rest, Elvio Gandolfo, Marcelo Cohen, Milita Molina, Isabel Stratta y Edgardo Russo, entre otros.

Recorramos ahora, como forma directa de apreciar esta edición, uno de los cuentos más intensos de James, “La muerte del león”, recurriendo a la comparación de algunos pasajes del texto de partida con las siguientes versiones: la de Eduardo Berti (E.B.) que nos ocupa; la de José Bianco (J.B.); la de Eduardo Lago (E.L.); la de María Antonia Oyuela (M.A.O.) y la de Ana Weyland (A.W.).

Detengámonos en principio en el título del cuento: a la traducción literal de “The Death of the Lion” que adoptan todos, M.A.O. prefiere “La muerte del hombre célebre”. Lo que el mismo James define como “mi persistente e inveterada costumbre de presentar la acción desde una visión indirecta y oblicua” (James, 1972:249), sumado a sus tantos recursos estilísticos puestos en juego, llevó no pocas veces a que algunos traductores se vieran tentados por el magnánimo error de intentar simplificar o aclarar su polisemia, sus traslaciones, estructuras parentéticas, epítetos y alusiones, como en este caso, aun cuando, como veremos, en un momento del cuento se explicita ese uso figurado de “león” en el título. E.L. se aviene a una llamada al pie de página que reza:

“Lion”, en inglés, además de su sentido literal, tiene un valor figurado para el que el castellano “león” carece de correspondencia y que equivale a “persona muy buscada”, “personaje importante o popular”. Puede ser el caso de un artista famoso al que se invita a las reuniones y fiestas sociales por el prestigio que proporciona a las mismas con su presencia. El verbo derivado, “to lionize”, equivaldría a “acaparar a una celebridad” (Lago, S/F:5).

El cuento está narrado en primera persona por un joven periodista amante de las letras, admirador de un escritor que vive retirado, Neil Paraday, quien acaba de reponerse de una grave enfermedad. En su Cuaderno de notas, al registrar el primer atisbo de este cuento James escribe: “Supongamos que hago de mi narrador –reflector crítico de lo que sucede– un joven ex reportero…” (James, 1989:134). En las primeras páginas del cuento este narrador consigue que directores de diarios le permitan visitar a Paraday y escribir sobre su última novela. Aunque esos artículos no consiguen ninguna repercusión, logra la amistad y hospitalidad del gran escritor, que llega a leerle fragmentos de un nuevo proyecto, tan ambicioso que el muchacho se anima a preguntarle si tendrá tiempo y fuerzas para llevarlo a cabo. El maestro le contesta que su garantía es vivir como vive recluido en una suerte de isla. Pero aparece un elogioso y destacado artículo sobre Paraday en The Empire, y el narrador avizora el peligro.

In a flash, somehow, all was different; the tremendous wave I speak of had swept something away. It had knocked down, I suppose, my little customary altar, my twinkling tapers and my flowers, and had reared itself into the likeness of a temple vast and bare. When Neil Paraday should come out of the house he would come out a contemporary. That was what had happened: the poor man was to be squeezed into his horrible age. I felt as if he had been overtaken on the crest of the hill and brought back to the city. A little more and he would have dipped down the short cut to posterity and escaped (James, 2010).

E.B. traduce:

En un abrir y cerrar de ojos, todo resultaba diferente: la tremenda ola de la que hablo había barrido con algo. Había derribado, supongo, mi pequeño altar, mis velas encendidas y mis flores, para instalar el espacio de un templo vasto y desnudo. Cuando Neil Paraday saliera de su casa, lo haría convertido en un contemporáneo. Y eso fue lo que ocurrió: el pobre hombre se vio obligado a ser parte de su espantosa época. Sentí que lo habían llevado a lo alto de una colina y luego lo habían trasladado a la ciudad. Un poco más y él hubiese escapado tomando un atajo hacia la posteridad (Berti, 2018:995-996).

En tanto que A.W.:

De cierto modo, todo cambió en el instante siguiente: la tremenda ola había barrido algo. Supongo que había derruido el pequeño altar levantado por mí, mis pequeñas bujías titilantes y mis flores, y se había erguido ella misma con la forma de un templo vasto y desnudo. Cuando Neil Paraday saliera de la casa lo haría convertido en un ser contemporáneo. Aquello había pasado: iban a meter de golpe al pobre hombre en su horrible época. Era como si lo hubiesen llevado a la cima de una montaña y traído de vuelta a la ciudad. Un poco más y se habría hundido en el atajo que lleva a la posteridad, y escapado” (Weyland, 1971:162-163).

Véase la efectiva expresión “en un abrir y cerrar de ojos” (Berti, 2018:995) para “in a flash”, en contraste con el anodino “de cierto modo” (Weyland, 1971:162). J.B. usa otra atinente imagen habitual: “en un relámpago” (Bianco, 2008:103). Y también nótese la superflua y reductiva transformación, de sustantivo a adjetivo, de “a contemporary” en “un ser contemporáneo” (Weyland, 1971:163).

M.A.O. se atreve con éxito a usar el verbo pronominal “incrustar” para “…the poor man was to be squeezed into his horrible age…” (James, 2010): “… el pobre hombre iba a ser condenado a incrustarse en su horrible época…” (Oyuela, 1949:159).

Como resultado del editorial en The Empire, se anuncia una visita en la “isla” de Paraday. Se trata de Morrow, un frívolo periodista que se presenta como portavoz de un sindicato que reúne a no menos de treinta y siete periódicos y que se explaya sobre los elogios que recibió al escribir sobre Guy Walsingham y Dora Forbes, dos autores que dan pie a un pasaje humorístico en el cual James demuestra que las bizarrías literarias y especulaciones mercenarias relacionadas con los asuntos “de género” son de larga data. Guy Walsinghan es el seudónimo de una mujer que aboga por una mayor libertad y atrevimiento (M.A.O. traduce el nombre de Guy Walsingham como Guido Walsingham para dejar claro que se trata de un nombre masculino), y Dora Forbes es el seudónimo de un hombre que ha decidido adecuarse a los requerimientos comerciales de un público lector mayoritariamente femenino.

“I mean is she a man?”

“The wife?” —Mr. Morrow was for a moment as confused as myself. But when I explained that I alluded to Dora Forbes in person he informed me, with visible amusement at my being so out of it, that this was the “pen-name” of an indubitable male—he had a big red moustache.

“He goes in for the slight mystification because the ladies are such popular favourites. A great deal of interest is felt in his acting on that idea —which is clever, isn’t it?— and there’s every prospect of its being widely imitated”.

Our host at this moment joined us again, and Mr. Morrow remarked invitingly that he should be happy to make a note of any observation the movement in question, the bid for success under a lady’s name, might suggest to Mr. Paraday. But the poor man, without catching the allusion, excused himself, pleading that, though greatly honoured by his visitor’s interest, he suddenly felt unwell and should have to take leave of him —have to go and lie down and keep quiet (James, 2010).

E.B. traduce así este pasaje de malentendidos jocosos:

–¿De modo que ella es un hombre?

–¿La esposa? –el señor Morrow estuvo por un momento tan confundido como yo, pero, cuando le aclaré que aludía a Dora Forbes, me informó, divertido por el hecho de que no supiese nada del tema, que se trataba del “seudónimo” de un varón, sin duda, que era dueño de un gran bigote rojizo.

–Promueve ese pequeño malentendido porque las damas gozan de mucha popularidad. Le interesa diseminar esa idea, lo cual es inteligente, ¿no le parece?, y existen enormes posibilidades de que muchos lo imiten.

En ese instante se volvió a sumar nuestro anfitrión y el señor Morrow afirmó que le encantaría apuntar cualquier reflexión sobre esta tendencia (la búsqueda de éxito bajo un nombre de mujer) que quisiera formularle el señor Paraday. Sin embargo, el pobre hombre, sin darse por aludido, se disculpó arguyendo que, aunque lo honraba el interés de su visitante, de pronto se sentía mal y debía despedirse de él; necesitaba recostarse y estar tranquilo (Berti, 2018:999).

J.B. acentúa el engaño: “… que Dora Forbes era el seudónimo de todo un hombre de grandes bigotes rojizos…” (Bianco, 2008:107).

M.A.O. especifica: “…Ha recurrido a esta pequeña superchería porque las señoras son las favoritas del público en este momento. Ha despertado mucho interés esta estratagema…” (Oyuela, 1949:163).

E.L.: “… tomar nota de las observaciones que le sugiriera al señor Paraday el movimiento en cuestión (la búsqueda del éxito bajo un seudónimo femenino)…” (Lago, S/F:19).

A.W. suplanta con dos puntos el paréntesis al cual recurren los otros traductores: “… tomar nota de cualquier observación que Paraday quisiese hacer sobre el movimiento del cual hablábamos: la persecución del éxito al amparo de un nombre femenino…” (Weyland, 1971:167).

Más adelante la confusión entre el escritor femenino y la escritora masculina volverá a presentarse, y entonces: “‘You bewilder me a little,’ I replied; ‘in the age we live in one gets lost among the genders and the pronouns’” (James, 2010). Según E.B.: “–Usted me desconcierta un poco –repliqué–. En esta época en que vivimos, uno se pierde con los géneros y los pronombres” (Berti, 2018:1019). E.L. constriñe la sátira al unificar los dos fenómenos: “Me desconcierta usted un poco –repuse–; vivimos una época en la que se pierde uno con el género de los pronombres” (Lago, S/F:41).

Morrow quiere entrar y espiar dentro de la casa de Paraday, aprovechando que el escritor se ha retirado a descansar; el narrador se lo niega y pretende que hagan juntos lo más adecuado para conocer al escritor: leerlo. Aparta las manos curiosas del manojo de manuscritos y Morrow se va ofendido. Sin embargo publicará en sus treinta y siete periódicos una encantadora semblanza familiar, y una semana más tarde Paraday ya es famoso y forzado a presentarse, en carne y hueso, en Londres: “A week later, early in May, my glorified friend came up to town, where, it may be veraciously recorded he was the king of the beasts of the year” (James, 2010). Para E.B.: “Una semana después, a principios de mayo, mi celebrado amigo vino a la ciudad, donde ese año, puedo afirmar sin mentir, fue el rey de la selva” (Berti, 2018:1003). Aquí tenemos una directa referencia al “león” del título. A.W. dimensiona en un sentido muy diferente la expresión: “Una semana después, a comienzos de mayo, mi glorificado amigo vino a la ciudad, y debo decir, para hacer justicia, que fue el rey de los monstruos del año” (Weyland, 1971:170-171). M.A.O. se mantiene fiel a la paráfrasis que usó en el título: “Una semana más tarde, a principios de mayo, fue mi glorificado amigo a la ciudad, y allí, según puede ser verazmente consignado, se convirtió durante aquella temporada en el más célebre de los hombres” (Oyuela, 1949:169). J.B.: “… rey de las fieras…” (Bianco, 2008:112). E.L.: “… rey de los animales…” (Lago, S/F:23).

Paraday se convierte, pues, en una explosiva revelación, y entre los fans se abre paso la señora Weeks Wimbush, esposa de un millonario cervecero, una enérgica mujer que colecciona personajes famosos y animales:

In this establishment, as everybody knows, on occasions when the crush is great, the animals rub shoulders freely with the spectators and the lions sit down for whole evenings with the lambs.

It had been ominously clear to me from the first that in Neil Paraday this lady, who, as all the world agreed, was tremendous fun, considered that she had secured a prime attraction, a creature of almost heraldic oddity. Nothing could exceed her enthusiasm over her capture, and nothing could exceed the confused apprehensions it excited in me. I had an instinctive fear of her which I tried without effect to conceal from her victim, but which I let her notice with perfect impunity. Paraday heeded it, but she never did, for her conscience was that of a romping child. She was a blind violent force to which I could attach no more idea of responsibility than to the creaking of a sign in the wind. It was difficult to say what she conduced to but circulation. She was constructed of steel and leather, and all I asked of her for our tractable friend was not to do him to death (James, 2010).

Otra alusión al título, como vemos. E.B. traduce:

En su domicilio, como todo el mundo sabe, en ocasiones de gran afluencia los animales rozan sus hombros libremente con los espectadores y los leones pasan noches enteras junto a los corderos.

Desde un principio me resultó espantosamente claro que esa dama tan divertida, como todo el mundo coincidía en señalar, creía haberse asegurado con Neil Paraday una atracción de primer nivel, una curiosidad de prestigio casi heráldico. Nada sobrepasaba su entusiasmo por esa presa y nada superaba las confusas aprensiones que aquello suscitaba en mí. Ella me inspiraba un miedo instintivo, que traté de ocultar sin éxito en presencia de su víctima, si bien permitía que ella lo notase. Finalmente, Paraday lo advirtió, pero no así ella, dado que tenía la conciencia de una niña juguetona. Me hacía pensar en una fuerza ciega y violenta sin la menor noción de responsabilidad, como un cartel que cruje a merced del viento. Resulta difícil decir qué generaba ella, salvo movimiento. Estaba hecha de acero y cuero y yo tan solo quería que no condujese a la muerte a nuestro dócil amigo (Berti, 2018:1003-1004).

Adviértase la dificultad y las diversas opciones en lo que atañe a la comparación de la señora Wimbush con una pancarta que se agita en el viento. Pasaje que J.B. vierte de esta manera:

… había encontrado en Neil Paraday una atracción de primer orden, una criatura de una rareza casi heráldica. Nada podía exceder el entusiasmo que sentía por haber capturado semejante fiera, excepto la confusa aprensión que su captura despertaba en mí. La cazadora me inspiraba un miedo instintivo que trataba de ocultar a Paraday, pero que a ella, en cambio, se lo hice notar con perfecta impunidad. Paraday lo advirtió, pero ella nunca, porque no tenía más conciencia que un chiquillo travieso. Era una fuerza ciega y violenta de la naturaleza, a la cual no podía atribuírsele más idea de la responsabilidad que al chasquido de un látigo en el viento. Era difícil decir para qué servía sino para dar y hacer dar vueltas…. (Bianco, 2008:113).

A.W.: “… La señora Weeks Wimbush era una fuerza ciega y violenta a la cual yo no podía atribuir más responsabilidad que al chasquido de una enseña agitada por el viento. Era difícil decir si tenía miras distintas de la propaganda…” (Weyland, 1971:172). Y E.L.: “… Era la señora de Wimbush una fuerza ciega y violenta a quien me resultaba imposible asignarle mayor noción de lo que es la responsabilidad de la que pueda tener un letrero que chirría batido por el viento. Era difícil decir qué aportaría la señora Weeks Wimbush, dejando aparte una intensa vida social…” (Lago, S/F:24).

Un día en que el narrador se dirige a la mansión de la señora Wimbush, donde está hospedado Paraday, se encuentra con una joven que espera conocer al gran escritor. Es norteamericana (y rica, ya que la aguarda un carruaje en la puerta) y vino a Londres expresamente para ver a Paraday, a quien venera. Busca además su firma en un cuaderno de autógrafos de celebridades (después sabremos que es el álbum de una amiga y que ella lo usa solo como pretexto). El narrador le plantea los peligros que el gran escritor está sufriendo debido a su exposición pública. Ella confiesa estar enamorada del escritor y el narrador insiste hasta convencerla de que renuncie a su vulgar propósito.

“He’s beset, badgered, bothered —he’s pulled to pieces on the pretext of being applauded. People expect him to give them his time, his golden time, who wouldn’t themselves give five shillings for one of his books.”

“Five? I’d give five thousand!”

“Give your sympathy —give your forbearance. Two-thirds of those who approach him only do it to advertise themselves.”

“Why it’s too bad!” the girl exclaimed with the face of an angel. “It’s the first time I was ever called crude!” she laughed” (James, 2010).

Que E.B. traduce:

–Lo asedian, lo acosan, lo molestan. Lo despedazan con la excusa de aplaudirlo. La gente espera que él le brinde su tiempo, su preciado tiempo, gente que no daría ni cinco centavos por uno de sus libros.

–¿Cinco? ¡Yo daría cinco mil!

–Dele su simpatía, dele su contención. Dos tercios de los que se acercan a él solo lo hacen para promocionarse a sí mismos.

–¡Eso es muy malo! –exclamó la muchacha, con cara de ángel–. ¡Es la primera vez que me llaman vulgar! –dijo riendo (Berti, 2018:1009).

Mientras J.B.:

–Lo perturban, lo zarandean, lo molestan, lo hacen trizas so pretexto de aplaudirlo. Sus falsos admiradores esperan que les dé su tiempo, ¡su tiempo que es de oro!, y ellos no darían cinco chelines por uno de sus libros.

–¿Cinco chelines? ¡Yo daría cinco mil!

–Déle usted su renunciamiento. Las dos terceras partes de las personas que se le acercan lo hacen con el grosero propósito de compartir de alguna manera su fama.

–¡Vamos, eso ya es demasiado! –exclamó la muchacha–. Es la primera vez que me dicen ordinaria –agregó sonriendo (Bianco, 2008:119-120).

Y E.L.: “… ¡Es la primera vez en mi vida que me llaman desconsiderada! –rió” (Lago, S/F:30).

Adviértase en E.B. la conversión de “chelines” en “centavos”.

En este episodio del encuentro con la joven estadounidense “enamorada” del gran escritor adivinamos la nada rara transformación en James de un narrador (y a veces también de un personaje cuyo punto de vista seguimos en tercera persona) en un narrador no confiable (o en un “reflector crítico” no confiable). Si se nos permite la broma metaficcional, quizás éste nuestro narrador de “La muerte del león” leyó otro cuento de su propio autor, “La lección del maestro”, donde el personaje del gran escritor le birla la chica al joven. Y así podamos sospechar que esconde otra razón aparte de la que lo instiga a cuidar que no sigan importunando a Paraday. De todos modos, logra su cometido, persuade a la muchacha para que le deje el álbum y promete encargarse de devolvérselo firmado.

I blush to confess it, but I invited Mr. Paraday that very day to transcribe into the album one of his most characteristic passages. I told him how I had got rid of the strange girl who had brought it —her ominous name was Miss Hurter and she lived at an hotel; quite agreeing with him moreover as to the wisdom of getting rid with equal promptitude of the book itself. This was why I carried it to Albemarle Street no later than on the morrow (James, 2010).

En la versión de E.B.:

Me ruborizo al confesarlo, pero ese mismo día le pedí al señor Paraday que copiara en el álbum uno de sus pasajes más famosos. Le conté cómo me había desembarazado de la extraña muchacha que lo había traído, que llevaba el inquietante apellido Hurter y que vivía en un hotel; estuve de acuerdo con que debía deshacerme con igual prontitud del álbum. Por eso lo llevé sin falta, al día siguiente, a la calle Albemarle (Berti, 2018:1011).

En el pie de página E.B. explica que “en inglés ‘hurter’ puede significar ‘que causa daño’ o ‘que hiere’”. A su vez, J.B. en el pie de página apunta: “Del verbo to hurt: herir. (N. del T.)” (Bianco, 2008:122). Y E.L.: “Hurter: que hace daño, que hiere. [N. del T.]” (Lago, S/F:32). A.W. abre un paréntesis y califica el nombre y apellido dentro del texto, sin respetar la acepción del término: “Le dije cómo me había librado de la extraña muchacha que lo había traído (su pomposo nombre era Fanny Hurter y vivía en un hotel)…” (Weyland, 1971:180).

Nuestro héroe se apresura en devolver a la joven el álbum firmado y en procurar que los encuentros con ella se repitan, unidos en la lectura de los libros de Paraday y en el sacrificio, ya que la joven llegará hasta el punto de negarse a mirar de lejos al escritor en la platea de un teatro donde coinciden por casualidad. Paraday, entre tanto, pasa los días entre almuerzos, cenas, charlas, y en posar para un retratista de famosos y escribir reseñas sobre un joven protegido de la dueña de casa. Además, ahora la señora Wimbush tiene la brillante idea de empujar todo su cortejo, incorporando a una princesa, para pasar unos días en su mansión campestre, donde el gran escritor podrá hacer lecturas públicas. El narrador trata de impedirlo y Paraday confirma su malestar, pero se niega a escapar por el terror que le provoca su anfitriona. De manera que allá se traslada la comparsa, incluido el narrador. Los próximos capítulos están constituidos por la transcripción de las cartas que nuestro joven envía a la muchacha, que permanece en Londres, y de quien le cuesta mucho separarse.

La primera carta comienza haciendo gala de nobleza (¿o de cinismo?) al revelar lo que la señora Wimbush piensa de él:

I delight in his nonsense myself; why is it therefore that I grudge these happy folk their artless satisfaction? Mystery of the human heart —abyss of the critical spirit! Mrs. Wimbush thinks she can answer that question, and as my want of gaiety has at last worn out her patience she has given me a glimpse of her shrewd guess. I’m made restless by the selfishness of the insincere friend —I want to monopolise Paraday in order that he may push me on. To be intimate with him is a feather in my cap; it gives me an importance that I couldn’t naturally pretend to, and I seek to deprive him of social refreshment because I fear that meeting more disinterested people may enlighten him as to my real motive. All the disinterested people here are his particular admirers and have been carefully selected as such (James, 2010).

Que E.B. traduce:

Si yo mismo me deleito con esas charlas, ¿por qué les reprocho a esos alegres individuos su torpe satisfacción? Misterios del corazón humano, abismos del espíritu crítico. La señora Wimbush cree que ella puede responder a esa pregunta y, como mi falta de alegría ha agotado finalmente su paciencia, me dio una muestra de su fina perspicacia. Me inquieta el egoísmo de los amigos insinceros: quiero monopolizar a Paraday para ascender. Tener un lazo cercano con él es como llevar una pluma en el sombrero; me confiere una importancia que normalmente no podría reclamar y, si busco privarlo de la interacción social, es porque temo que, al conocer a personas desinteresadas, llegue a entender mis verdaderas intenciones. Todas las personas desinteresadas aquí presentes son sus admiradores y fueron cuidadosamente seleccionadas con ese criterio (Berti, 2018:1016).

En tanto A.W.:

Yo mismo me deleito con esas tonterías y, sin embargo, ¿por qué me enfurezco ante la torpe satisfacción de esta gente feliz? ¡Misterios del corazón humano…, abismos del espíritu crítico! La señora Wimbush cree que ella puede contestar a esta pregunta y, como mi falta de alegría ha acabado por agotar su paciencia, me ha dejado entrever algunas de sus astutas suposiciones. Estoy indignado con el egoísmo de la amiga insincera; quiero monopolizar a Paraday para que me dé el empujón necesario. Mi intimidad con él constituye mi triunfo; me da una importancia a la cual no podría naturalmente aspirar, y trato, además, de privarlo de sus distracciones sociales porque temo que, al encontrarse con gente menos interesada, comprenda por fin mis verdaderas intenciones. Todas las gentes desinteresadas que hay aquí son sus admiradores particulares, y han sido cuidadosamente escogidos como tales (Weyland, 1971:185).

Mientras que J.B.: “… Como mi falta de jovialidad ha terminado por impacientarla, me ha hecho vislumbrar su ingeniosa conjetura. A mí me desasosiega el egoísmo del falso amigo: quiero monopolizar a Paraday para que me ayude a ascender en mi carrera…” (Bianco, 2008:128). Y E.L.: “… Mi desasosiego tiene su origen en el egoísmo propio del amigo insincero. Quiero monopolizar a Paraday para servirme de él como trampolín…” (Lago, S/F:37).

En las cartas que el narrador envía a su amiga cuenta sobre la indiferencia literaria del círculo que se ha reunido en el campo (es más, el menosprecio le recuerda el odio a la literatura del que habla Flaubert). Paraday sufre pero se resiste a escapar; le endilgan la tonta princesa que aburre a todos; le aplazan la lectura en espera de que llegue Guy Walsingham, el escritor femenino; lo exponen al frío y la humedad para ir a algún castillo perdido… En un momento el narrador se encuentra con una tal lady Augusta Minch que está revisando muebles en el vestíbulo y le pregunta qué busca, y la señora le dice que ha extraviado unos papeles que Paraday le facilitó a la anfitriona, y que la anfitriona le pasó a ella para que hojeara. Se entiende que son los inéditos que Paraday le leyó al narrador cuando se conocieron. Más tarde, lady Augusta recuerda habérselos pasado a lord Dorimont. Pero lord Dorimont ha partido ese mediodía, y más tarde comunicará haber olvidado los benditos papeles en el tren.

El narrador oculta la pérdida de los manuscritos a Paraday porque el escritor se halla tan desmejorado que es necesario llamar al médico, quien ordena reposo y silencio. No habrá lectura, pero nadie registra esa noticia porque el escritor femenino y la escritora masculina acaban de llegar y acaparan la atención de todos. Se agrava el estado de Paraday, el médico decreta silencio absoluto y la comitiva decide dispersarse. La anfitriona se marcha con Dora Forbes, la escritora de mostachos pelirrojos, decepcionada por la actuación de Paraday.

La última noche el narrador acerca su oído a la almohada y el escritor le pregunta si recuerda los textos que leyó aquella mañana, y antes de morir le pide que los publique tal como están, convencido de que constituirán un libro maravilloso. El joven se lo promete, y entonces viene el párrafo que cierra el cuento, en el cual el narrador especula sobre su propio destino y el de los manuscritos perdidos.

It may be imagined whether, now that he’s gone, the promise seems to me less sacred. I’m convinced that if such pages had appeared in his lifetime the Abbey would hold him to-day. I’ve kept the advertising in my own hands, but the manuscript has not been recovered. It’s impossible, and at any rate intolerable, to suppose it can have been wantonly destroyed. Perhaps some hazard of a blind hand, some brutal fatal ignorance has lighted kitchen-fires with it. Every stupid and hideous accident haunts my meditations. My undiscourageable search for the lost treasure would make a long chapter. Fortunately I’ve a devoted associate in the person of a young lady who has every day a fresh indignation and a fresh idea, and who maintains with intensity that the prize will still turn up. Sometimes I believe her, but I’ve quite ceased to believe myself. The only thing for us at all events is to go on seeking and hoping together; and we should be closely united by this firm tie even were we not at present by another (James, 2010).

Que es traducido por E.B. de la siguiente manera:

Es posible, ahora que él se ha ido, imaginar que la promesa me parece menos sagrada. Sé que, si esas páginas se hubiesen publicado cuando él estaba vivo, tendría hoy un lugar en la Abadía. Me encargué de poner anuncios, pero nunca recuperé el manuscrito. Es imposible –y, en cualquier caso, insoportable— suponer que alguien lo haya destruido sin razón. Tal vez alguna mano ciega, una ignorancia brutal, encendió con él un fuego. Mi conciencia se atormenta con muchas eventualidades torpes y horribles. Mi incansable búsqueda de ese tesoro perdido merecería un capítulo aparte. Por suerte, tengo como devota cómplice a una muchacha que viene cada día con una nueva indignación y una nueva idea y que repite con fervor que el tesoro reaparecerá. En ocasiones le creo, pero he dejado de creerme a mí mismo. Lo único que nos queda es seguir buscando juntos y no perder la esperanza; estaremos muy unidos por este potente lazo, incluso cuando no estemos unidos ahora por ningún otro (Berti, 2018:1026).

En “Abadía” hay una llamada al pie de página: “Se refiere a la Abadía de Westminster, donde no solo están enterrados muchos miembros de la familia real y la nobleza, sino varias personalidades ilustres” (Berti, 2018:1026). E.L; A.W. y M.A.O. introducen la aclaración “de Westminster” en el cuerpo mismo del texto. J.B. no agrega ni aclara.

La oración final plantea dificultades que se prestan a distintas interpretaciones. Así M.A.O.: “… Sostiene entusiastamente la esperanza de que la recompensa puede aún llegar. A veces le creo; pero casi he dejado de creerme a mí mismo. Lo único que nos resta es seguir buscando y esperando juntos; y este vínculo bastaría para unirnos, si otro diferente no nos uniera ya” (Oyuela, 1949:201). A.W.: “… A veces yo le creo, pero ya he dejado por completo de creerme a mí mismo. Lo único que nos queda por hacer es seguir buscando y esperar juntos, estrechamente unidos por ese firme lazo, aun cuando no lo estuviéramos por otro” (Weyland, 1971:196). J.B.: “… A veces le creo, a veces no. Pero seguimos buscando y esperando juntos, y estaríamos estrechamente unidos por este vínculo aunque otro de naturaleza muy diferente no nos uniera ya” (Bianco, 2008:140). De manera que, según las diversas interpretaciones, en algunas “el lazo” que une al narrador y a la joven está ya verificado; en otras, faltan todavía algunas instancias (el matrimonio, sugeriría James, quizás; algún otro tipo de consumación o circunloquio, podríamos suponer nosotros).

Como en todos los cuentos de James sobre artistas, hay en “La muerte del león” un tapiz de teorías para tejer –en el revés, o en el fondo, o en la doble trama– con las mismas palabras que componen el cuento, de ahí la importancia de cada palabra y de cada concepto traducido. Considérese, para remitirnos al cuento que nos ha ocupado, cómo el aludido “odio a la literatura” al que se habría referido Flaubert —ese odio e indiferencia que apresuran la muerte del escritor Paraday y provocan la pérdida del manuscrito de su obra maestra— puede ser leído bajo la misma perspectiva de la voceada, vieja y siempre renovada, muerte de la literatura y del arte. Cómo el final del cuento, según la forma en que se interprete, puede alterar la pérdida de ese manuscrito (la pérdida de la obra de arte ideal, de la obra de arte perfecta, siempre perdida por inalcanzable y siempre buscada) en una epifanía que asimila el siempre renovado impulso de creación humana al amor. Un impulso que, como dice el narrador “Sometimes I believe her, but I’ve quite ceased to believe myself” (James, 2010), se lleva a cabo merced no a nuestra creencia, ya que dudamos de nosotros mismos, sino a la creencia del ser amado, Musa o Espíritu que se quiera.

Referencias

Berti, Eduardo (2018). Traducción y notas, en James, Henry. Cuentos Completos (Tomo II: 1879-1894). Madrid: Páginas de espuma.

Bianco, José (2008). Traducción, en James, Henry. La lección del maestro y otros relatos. Buenos Aires: El cuenco de plata.

Canto, Estela (1989). Borges a contraluz. Madrid: Espasa Calpe.

James, Henry (1989). Cuadernos de notas (1878-1911) [Edición a cargo de F. O. Matthiessen y Kenneth B. Murdock. Traducción al español de Marcelo Cohen]. Barcelona: Ediciones Península.

James, Henry (1972). “Preface to The Golden Bowl” en Theory of Fiction: Henry James. [Traducción al castellano de la cita: Enrique Butti]. Nebraska: University of Nebraska Press.

James, Henry “The Death of the Lion” (2010) [en línea]

Lago, Eduardo (S/F). Traducción y notas, en James, Henry. La muerte del león. Buenos Aires: Biblioteca Página/12.

Oyuela, María Antonia (1949). Traducción, en James, Henry. La lección del maestro y otros cuentos. Buenos Aires: Emecé editores.

Weyland, Ana (1971). Traducción, en James, Henry. Daisy Miller y otros relatos. Buenos Aires: Editorial Hobbs – Sudamericana.

Notas de autor

* Escritor y periodista. Publicó novelas, cuentos, poemas y traducciones. Entre sus títulos figuran las novelas Indí (1998), El novio (2007) y Araca corazón, callate un poco (2020) y el libro de cuentos La daga latente (2006).


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