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Fargas Peñarrocha, Mariela (Ed.) (2020). Alternativas. Mujeres, género e historia. Barcelona: Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona, 244 págs.
Descentrada, vol.. 5, núm. 2, e156, 2021
Universidad Nacional de La Plata

Lecturas críticas

Descentrada
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
ISSN: 2545-7284
Periodicidad: Semestral
vol. 5, núm. 2, e156, 2021

Recepción: 02 Septiembre 2020

Aprobación: 25 Noviembre 2020

Publicación: 01 Septiembre 2021

Licencia Creative Commons

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Fargas Peñarrocha Mariela. Alternativas. Mujeres, género e historia. 2020. Barcelona. Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona. 244 pp.

Las indagaciones atentas a las intersecciones sexogenéricas tienen un largo recorrido en la historiografía y han significado, desde sus comienzos, valiosas contribuciones al conocimiento del pasado. Estos aportes se han deslizado, con desigual intensidad, desde diferentes campos disciplinares hacia la historia de las mujeres, del género o de las masculinidades. Todas estas alternativas –como propone el título del libro reseñado– comparten el carácter revisionista crítico de un paradigma historiográfico largamente hegemónico. Por vías alternativas, a veces frontal, otras tangencialmente, las perspectivas sexogenerizadas fueron minando algunos de los flancos de ese paradigma, negado a la significación histórica de la jerarquización sexual y del supremacismo masculinista.

Aunque muy transitadas, con huellas más profundas en la investigación histórica que en la docencia, estas vías alternativas demoraron en calar en el currículo de la formación universitaria en Historia. La publicación que nos ocupa es una obra colectiva, editada por la docente e historiadora Mariela Fargas Peñarrocha, que se abre paso en este último terreno. Fue concebida como insumo de base para el dictado de la asignatura Género e Historia, en el grado universitario de la carrera de Historia de la Universidad de Barcelona. Alternativas da cuenta de la coordinación de ese espacio curricular con otros departamentos de la Universidad, en la que revisten como docentes el autor y las autoras de los artículos compilados, junto a una investigadora de la Universidad de Valencia.

La transversalidad de la problemática se expresa en diferentes temas que pueden inscribirse en la tradicional grilla de las áreas de Historia Antigua, Medieval, Moderna y Contemporánea. Esta amplitud se replica igualmente en los abordajes, recursos documentales, metodologías, registros de análisis y en los territorios escogidos en sus diez capítulos. El libro ofrece múltiples aproximaciones a la diversidad configuracional de las relaciones sexogenerizadas, establecidas a lo largo del tiempo, en todas las esferas de la realidad social de Europa, América y Cercano Oriente.

Gran parte de las intervenciones no rehúsa reflexiones inscriptas en espacios de militancia o en debates de inocultable vigencia que, en palabras de Patricia Martínez, han apremiado “la necesidad de abrir las aulas en las que se piensa el pasado para que entre el aire de las calles” (Fargas, 2020, p. 232). Esta dimensión social y subjetiva también la recupera Milagros Rivera, cuando afirma que

La historia que escribimos, leemos y se enseña en clase transforma, para actualizarlo, el vocabulario político […] La teoría de los géneros y, sobre todo, la práctica y el pensamiento de la diferencia sexual aportan mucho de este nuevo vocabulario, enriqueciendo la Historia con el sentido libre del ser mujer y también, aunque menos, de momento, con el sentido libre de ser hombre (Fargas, 2020, p. 72).

Abre la compilación Mariela Fargas rastreando la evolución del concepto género y sus diversas manifestaciones en la investigación histórica. Al ir “Definiendo el género” abona a un recorrido, muy necesario, por la conformación de un corpus teórico, no exento de discrepancias ni de constantes reformulaciones. Se subraya, particularmente, el carácter relacional del concepto y su relevancia hermenéutica en la aproximación al conocimiento del pasado, ya que funge como “principio organizativo de toda la vida social” (Fargas, 2020, p. 24). En este sentido, los estudios sobre masculinidades, diversidad sexual y prácticas queer, son ramificaciones que Fargas recupera del “árbol conceptual” del género (Fargas, 2020, p. 19).

El capítulo de Rocío Da Riva, en tanto análisis generizado de las emociones en el Próximo Oriente Antiguo, puede inscribirse en el sostenido desarrollo de la arqueología feminista. En su artículo “Celebraciones salvajes y rituales sexuales en la Antigua Mesopotamia. Las Líricas amorosas divinas, los celos y el deseo femenino en la sociedad patriarcal babilónica del milenio I AC.” afronta el desafío epistemológico de trabajar con fuentes documentales, producidas en ámbitos de poder bajo control masculino. Se trata de un corpus documental que la investigadora rescata, en su excepcionalidad y en su potencial, para abordar rituales –probablemente públicos– que giraban en torno a personajes femeninos o “terceros géneros”, cuyas emociones no sólo atañían a las divinidades sino también a los humanos. La autora compone “el paisaje cognitivo-emotivo de la sociedad babilónica tardía” (Fargas, 2020, p. 33) en el que esos rituales habrían contribuido a construir sentidos sobre la diferencia sexogenérica.

El historiador Carles Buenacasa Pérez, atento a la problemática configuración histórica de las masculinidades, ofrece un recorrido por “La evolución de los ideales identitarios masculinos de la clase senatorial romana de la época republicana (siglos V-I a.C.)”. En este período, detecta los deslizamientos que produce la influencia helenística respecto del ideal del pater familias, núcleo duro del patriarcado, único dotado de autoridad en la unidad familiar. A partir de una vasta evidencia empírica, conformada por fuentes literarias y visuales, el autor detalla los rasgos de aculturación ubicados en una facción de la elite senatorial, después de las conquistas romanas y de la anexión de territorios griegos. Señala que, con el aprendizaje de la lengua griega, el sistema de enseñanza y el cambio en los consumos culturales, penetraron valores como la belleza, el goce y el refinamiento en los gestos, propendiendo a la satisfacción personal y a una afirmación del yo. Concluye Buenacasa que esta sensibilidad helenizada fue descomponiendo la rudeza, la rusticidad utilitaria y el valor militar, asignados por la idiosincrasia romana a los modelos de civilidad, bien colectivo y masculinidad patriarcal. Tan sugerente como estos cambios, corroborados por el autor, resultan sus observaciones sobre las reacciones normativas e intelectuales frente a esas reapropiaciones, que no lograron desterrar los ideales helenísticos.

María Milagros Rivera Garretas, destacada medievalista feminista, deja ver el agenciamiento político de las mujeres en espacios que resultarían inescrutables desde otras miradas. En “La vida del espíritu y la vida del alma” logra captar esa dimensión constitutiva del ser, que “tradicionalmente ha sido un valor más femenino que masculino” (Fargas, 2020, p. 71). Con esta perspectiva, repasa la sexuación de la doctrina cristiano medieval de los dos infinitos y de movimientos a los que, por sus definiciones sobre el amor, el deseo sexual y las libertades del cuerpo y del alma, asigna un carácter político. Recoge las experiencias de los Fideles Amoris, las trovadoras, las beguinas, las monjas o las modernas salonières, innovadoras en formas de agenciamiento político, a partir de reuniones de varones y mujeres en las que “se movían los hilos de la alta política” de las monarquías modernas (Fargas, 2020, p. 89). La historiadora no soslaya que el beaterio y el salón tuvieron su expresión en territorios iberoamericanos donde se destacó, entre otras, Juana Inés de la Cruz. Política y sentires convivieron, sostenidamente, en la acción de las mujeres. La periodización propuesta marca en la Revolución Francesa el punto de inflexión de ese derrotero. Aunque, la política en femenino, a través del pensamiento y la acción de las escritoras de los siglos XIX y XX, nos alcanza hasta el presente.

En “Envejecer en femenino en la Edad Media” Mireia Comas-Via explora las modulaciones sexogenéricas al entrar en la ancianidad. Los tratados médicos, una fuente apropiada para explorar la problemática de la vejez en la época, seguían un parámetro elitista y masculino, reservándose el tratamiento de la mujer sólo a su fisiología reproductiva. La autora examina una vasta producción bibliográfica y documentación variada de los archivos catalanes y pirenaicos, indagando en las concepciones sobre la etapa senil, las edades y los criterios que se establecían para fijar el inicio de la vejez, los signos de envejecimiento, la sexualidad de las ancianas, el tratamiento y valoración que recibían, el vínculo con la economía o la longevidad femenina. Estas variables operan como pequeñas ventanas, que se van abriendo al mundo de las mujeres viejas, permitiendo el conocimiento de la senectud en los diferentes grupos sociales de la sociedad medieval.

A la editora del libro pertenece el capítulo “Libros de familia y gobierno de la casa en la temprana modernidad”. Emergente de la oeconomía1 clásica, este “género literario político-moral” (Fargas, 2020, p. 117) cobra nuevos bríos en la temprana modernidad. Mariela Fargas ubica la ingente proliferación de textos sobre el gobierno de la casa en el proceso de ascenso de grupos urbanos y en la conformación de una elite cortesana, al calor del desarrollo de las monarquías modernas. En este contexto, la autora explica la complejidad de las conexiones entre los espacios públicos y privados, en la teoría y en la cultura política del período. A los tratados, libros de avisos u otro tipo de literatura jurídico-canónica, prescriptivos en el mismo sentido económico, agrega las memorias familiares. Se trata de textos producidos en el ámbito privado, destinados a “hacer fuerte el gobierno interior de la casa”, cuyo principal cometido era “el buen gobierno del patrimonio” (Fargas, 2020, p. 124). La casa era parte del cuerpo de la ciudad, el reino o el principado, y se concebía como “espacio de ensayo de la gestión de asuntos públicos” (Fargas, 2020, p. 126). En los entresijos de esas notas, Fargas analiza la asignación jerárquica y sexogenerizada de roles y comportamientos de los miembros de la casa, que se creía necesaria para conseguir “el tan anhelado orden interior, germen del orden exterior”, que sostenía y reproducía el sistema patriarcal (Fargas, 2020, p. 135).

En el capítulo “Mujeres en la cocina” María de los Ángeles Pérez Samper, con gran entendimiento de las nociones y los mecanismos que feminizaron la función nutricia, nos conduce a un terreno de su pleno dominio historiográfico. Las prácticas alimentarias, su relación con la salud, el sistema de transmisión de saberes culinarios y los factores y efectos de su ruptura, desde el siglo XVI al presente, son exhumados de epistolarios, recetarios y fuentes literarias. De esta manera, corre el velo del mundo de la cocina, y sus distintas formas de habitarlo. Que el oficio de cocinar fuera mayormente femenino no fue óbice para que fueran los varones los escogidos para servicios culinarios más distinguidos, como los brindados en las cortes reales. A diferencia de las mujeres, los varones alcanzaron celebridad como cocineros. La historiadora coteja esta condición de la Modernidad con datos de actualidad y destaca que la presencia dominante de las mujeres en la cocina difícilmente traspasa el umbral doméstico para reflejarse, en idéntica proporción, en el campo profesional del oficio. Menos aún, para alcanzar proyección social en la alta cocina, donde las mayores cotas de prestigio o popularidad son alcanzadas por la parte masculina.

Laura Guinot Ferri, de la Universidad de Valencia, ofrece el capítulo “Mujeres y lectura en la Edad Moderna”. El análisis recupera las principales líneas y referentes de la historia del libro y de las prácticas de lectura, desde una perspectiva de género. La alfabetización femenina y las prácticas de lectura y escritura en aquel tiempo –recuerda la autora– eran fenómenos muy diversos. La práctica de la lectura colectiva en voz alta acaparaba un público mucho más amplio que el segmento alfabetizado. Pero saber leer no significaba poder escribir y, de hecho, la autora demuestra las voluntades y acciones dirigidas a perfilar la educación femenina, controlar el acceso a la lectura de determinadas obras y vedar a las mujeres el dominio de la escritura. Sin embargo, estos intereses no siempre triunfaron, como lo sugieren escrituras e inventarios de bibliotecas del minoritario grupo de mujeres que las poseyeron. Un cambio cualitativo se verifica en algunos ámbitos durante el siglo ilustrado. Guinot cierra su contribución articulando el análisis del desarrollo de la red de escolarización, las transformaciones del mundo editorial, la emergencia de escritores profesionales y el rol de la prensa, para poner en evidencia las estrategias urdidas en la reconfiguración del público lector femenino.

Mónica Borrell-Cairol en “Trabajo y género: una visión a largo plazo” asume la encomiable tarea de realizar una síntesis del acopio historiográfico sobre un tema muy caro a las agendas feministas, abordándolo sin perder de vista su actualidad y su carácter histórico. La autora revisa las condiciones del trabajo pago y no pago de las mujeres desde las sociedades grecorromanas a las contemporáneas. Dedica un apartado a la esfera de la reproducción y las tareas de cuidado, donde se expone claramente el proceso de mutación de los cuidados solidarios a la feminización de la tarea, en la transición de las sociedades preindustriales a las capitalistas. Esta asignación de género a ocupaciones específicas acarreó la desvalorización y naturalización de ciertas cargas no consideradas “trabajo”. La profunda incidencia de estos procesos alcanza a las sociedades liberales, y aun al Estado de Bienestar, cuando –pese a la incorporación de las mujeres al mercado laboral y profesional– las cargas se intensificaron y la mayor parte de las mujeres (amas de casa, trabajadoras a domicilio o del servicio doméstico) fueron marginadas de los beneficios sociales. La pauperización derivada de estas ocupaciones, mal remuneradas, se expresa –aún hoy– en la fuerte impronta xenófoba y sociorracial que ha generado mayores desigualdades, incluso, entre las mujeres.

En “Patria, región y género en la Patagonia (s. XX)” Cielo Z aidenwerg problematiza el rol y la disposición de las mujeres en la configuración de la comunidad nacional desde el territorio de Río Negro. Explora espacios donde, a pesar de la “consolidación de la masculinización de ciertas virtudes patrióticas” (Fargas, 2020, p. 210), hubo un involucramiento de las mujeres que desbordó el rol de “reproductoras de ciudadanos nacionales” (Fargas, 2020, p. 210). La autora toma como eje la celebración de efemérides patrias, relevadas en archivos municipales y en la prensa local. El análisis de los programas de festejos permitió a la historiadora ponderar la relación entre el despliegue organizativo, la nutrida asistencia a los actos y a las actividades que comprendían, y la integración de los diversos sectores de la sociedad en los mismos. Las mujeres rionegrinas tuvieron una participación activa en las comisiones municipales pro festejos y en las de otras instituciones tradicionalmente masculinas. Zaidenwerg nos alerta que, si bien “su misión no consistió en interpelar la dominación masculina” (Fargas, 2020, p. 220), se puede comprender esta participación en las festividades patrias como una práctica de la ciudadanía local, agenciada por las mujeres de las clases dominantes. Propone, entonces, que estas experiencias constituyeron un canal de ascenso “en la jerarquía de poder y prestigio social en la comunidad” (Fargas, 2020, p. 223), ostentados con mayor comodidad por los varones.

Cierra la compilación el capítulo “Textos cuerpos y contextos: de la abstracción a la innovación docente que encarna y humaniza la historia”. La intervención a cargo de Patrícia Martínez I Álvarez combina la sensibilidad de su estilo narrativo con la indagación conceptual, la precisión empírica y el rigor de la cita bibliográfica. En tanto docente feminista en la asignatura Género e Historia, demuestra su capacidad para hacernos sentir el pulso cotidiano del aula universitaria, que deviene un poderoso espacio de transmisión y producción de conocimientos vinculados -y vinculantes- con la sociedad. Da cuenta de ese lugar de interacción que ha permitido, tanto a docente como a estudiantes, plantear y “replantear(se) temas y sus modos de abordarlos” (Fargas, 2020, p. 227), tanto en el ámbito de la formación en Historia, como en la vida personal y social. Así, su escritura va enlazando reflexiones derivadas de la observación participante, de la descripción densa de las prácticas docentes, de sus lecturas del diseño curricular del grado en Historia, la universidad y las investigaciones históricas sobre mujeres, con especial atención al espacio americano.

Compilaciones como esta suponen gestos colaborativos y conllevan un enorme esfuerzo, no siempre apreciados en su justa medida. Por ello, opté por nombrar a cada participante, y al título de su colaboración, siguiendo el Índice del libro que, por supuesto, podrá ser recorrido en otro orden y consultado en los más diversos sentidos. Es un libro que expone la complejidad histórica de la construcción de la diferencia sexogenérica, la configuración de las masculinidades y la pluralidad de las experiencias femeninas. Cualesquiera que sean las proyecciones que resulten de las lecturas de Alternativas, ninguna será innocua para el conocimiento histórico.

Referencias

Fargas Peñarrocha, Mariela (Ed.) (2020). Alternativas. Mujeres, género e historia. Barcelona: Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona.

Notas

1 Refiere a la economía doméstica, entendida como el gobierno de la casa.


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