Entrevistas
Recepción: 20 Julio 2021
Aprobación: 31 Agosto 2021
Resumen: Entrevista a Marcel Solá (nombre artístico) del artista, escultor y museólogo chileno, quien realizó la obra “Negro Matapacos” que acompañó las marchas realizadas durante la revuelta chilena. Además, ahondamos en su trabajo social, a través del arte, y su influencia en la creación del Museo del Estallido Social, sitio que recupera vivencias, imágenes y objetos de las protestas que se gestaron desde octubre de 2019 en todo el país. Realizada el 11 de julio de 2021.
Desde 1973 hasta 1990 Chile estuvo sumido en una de las dictaduras militares más sanguinarias y transformadoras de Latinoamérica, al mando de Augusto Pinochet Ugarte y la Junta Militar conformada por el Ejército, la Fuerza Aérea, la Armada y Carabineros de Chile. Durante este periodo se realizó una transformación política, económica, cultural y social.
Entre las transformaciones económicas se encuentra el cambio en el sistema de pensiones y la creación de las Administradoras de Fondos de Pensiones, conocidas popularmente como AFP. Durante los primeros años de los 80 se realizó el traspaso, de la mayoría de los trabajadores, hacia las AFP, excepto los miembros de las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile.
El sistema antes descrito esperaba que en 2020 los trabajadores se pensionaran con el 100% de su sueldo, tal como lo graficaron los titulares de la época. Sin embargo, la situación no fue así.
La educación también sufrió cambios, incluyendo al sector privado y creando un sistema de subvenciones para la enseñanza básica y media, mientras que para la educación superior un sistema de becas y créditos universitarios.
Eso es lo que se puede retratar en este corto espacio, pero Chile tiene varias falencias a nivel social.
Es por lo anterior y otras cuestiones, como el alza en la tarifa del metro en la Región Metropolitana, que en octubre de 2019 se comenzaron a generar una serie de manifestaciones. Primero por los y las estudiantes secundarios, generando evasiones de metro, pero después por una gran cantidad de población en todos los rincones del país.
La llama impulsada por el estudiantado en las evasiones al Metro de Santiago, convocó a que Chile desde norte-sur, este- oeste —como dice el cántico— estallara en sus más diversas formas y en un conjunto heterogéneo de protestas, conformando el estallido social, la revuelta popular más grande luego del retorno a la democracia, de la misma forma, es en donde se presentan las más graves violaciones a los DDHH luego de la dictadura cívico militar de Pinochet y la Junta.
Es en ese contexto, de protestas, que la cultura cobró una relevancia, ya que a través de ella se pudo visibilizar distintas problemáticas que aquejan a la sociedad chilena. Murales, banderas, canciones, pañoletas y esculturas fueron algunas de las expresiones que se desarrollaron, tomando gran relevancia en ocasiones.
Una de las expresiones culturales fue la escultura del Perro Matapacos[1], un perro “quiltro”, como se le dice en Chile a los perros mestizos, que formaba parte de las manifestaciones hace algunos años, antes de fallecer, y que fue tomado como un símbolo durante las protestas de la revuelta chilena.
Hoy traemos la entrevista al co-creador del Museo del Estallido Social y creador de la escultura antes mencionada, que recorrió gran parte del país, para conocer más sobre su trabajo cultural y sobre las expresiones culturales desde el estallido social.
En esta instancia entrevistamos a Marcel Solá, nacido en Los Ángeles, Chile, licenciado en Estética y Artes; Magister en Museología de la Universidad de Valladolid. Para comenzar nos enfocamos en su vocación que lo llevó a construir la escultura llamada “Negro Mata Pacos”.
Queremos conocer un poco más de ti y referirnos a lo último que comentamos, tu magister, y que nos parece interesante, totalmente desconocido. ¿Qué es la museología? ¿En qué consiste?
Efectivamente, luego de estudiar arte en la Universidad de Chile la Licenciatura en Estética, de forma paralela en la (Universidad) Católica, me decidí a seguir un camino paralelo por el ámbito de la gestión cultural. Estudié también un diplomado en gestión cultural. Gracias a una beca que me dio el Gobierno español pude hacer, antes del máster en museología, un programa de conservación de bienes de interés cultural, por la Universidad Complutense.
Estando en España surgió esto, que yo no sabía que existía una fundación llamada Carolina, que viene del Rey Carolingio, y que promovió a especialistas de distintas áreas, a nivel sudamericano, poder otorgarles una beca bastante nutrida en ese momento, no solamente costeaba los estudios, sino que también daban manutención para poder instalarse allá. Bueno, postulé y tuve la suerte de quedar en el Master de Museología en la Universidad de Valladolid. Fue una experiencia alucinante porque la tradición museológica que tienen los españoles es muy potente. Además, este programa era coorganizado por la Universidad de Valladolid y la Asociación Española de Museólogos, por lo tanto, las prácticas y pasantías eran en los mejores museos como El Prado, Reina Sofía, Guggenheim de Bilbao.
La museología, en estricto rigor, se reconoce como una ciencia. Básicamente yo la definiría, para no complejizar el análisis, como la ciencia de estudio y gestión de patrimonio. No existe la patrimoniología como ciencia. Se podría decir que los museólogos son las personas más capacitadas para, no tan solo investigar, sino que desarrollar políticas en materia de gestión del patrimonio. No tan solo se circunscribe a lo que es la gestión y dirección de museos, sino que también apunta a generar estrategias de puesta en valor de bienes de interés cultural o bienes patrimoniales, señalo las dos cosas porque no todo lo potencialmente de valor y de interés cultural para una nación está declarado patrimonio por decreto; creo que acá, en Chile, se expresa con agudeza, hay muchos bienes de interés cultural que no están protegidos y que lamentablemente, al no estar protegidos, quedan en situación de descuido, donde hay pocas políticas que promueven su conservación a las próximas generaciones y me refiero, principalmente, a patrimonio de naciones originarias.
También hay otro problema: no estoy diciendo que sea positivo decretar todo, porque tengo un especial conflicto con el ejercicio de monumentalización y que todo tenga que ser trasladado, por ejemplo, que los bienes arqueológicos sean movidos a museos y expropiados de sus contextos originales. No siento que esa tradición decimonónica, que rige en Chile, sea la más adecuada. Yo creo que se ha faltado el respeto a muchas comunidades y territorios en que el manejo ha sido muy desde la visión patriarcal, desde una visión decimonónica de la administración o institucionalidad vertical descomprometida del vínculo con las comunidades.
Ahora yendo a otro lado más concreto, lo que nos gustaría conversar es sobre: ¿Qué te encontrabas haciendo la semana del estallido y precisamente ese 18 de octubre?
Es bien curioso, pero yo estaba en el laboratorio creativo que vengo desarrollando, a partir de una colectividad, hace más de 12 años, hoy en día es el escenario que alberga el Museo del Estallido Social, pero en ese entonces era mi taller y espacio abierto a la comunidad. Me encontraba realizando una escultura alusiva al planeta tierra, pero hecha con residuos sólidos, con basura. Lo que pasa es que, dentro de mi trayectoria creativa y artística, estos últimos 12 años, he estado abocado a una especie de activismo medioambiental que también tiene connotaciones de activismo político porque viene a poner énfasis en las malas prácticas políticas de descuido del medioambiente.
Yo me encontraba haciendo un planeta tierra que quería hacer una intervención en alguna parte y mostrar cómo el planeta estaba construido con basura, basura que había recogido en un par de días. Entonces, me encontraba en este constructo de este planeta tierra de un metro y medio, un metro ochenta de diámetro y como estaba bien cerca de la actual Plaza Dignidad, en ese momento Plaza Italia, sentí el bochinche. Obviamente me había enterado de toda la situación previa, de las evasiones, las protestas en los metros, los estudiantes secundarios y todo lo que había en ese contexto. Había un clima, una cuestión de tensión en el ambiente. Justamente el 18 estaba en eso, escuchaba el ruido, las sirenas, se sentía la lacrimógena, me pilló en eso. Yo dije “pucha, hay que ir a la plaza” y partí hacia allá, ahí vi in situ la real magnitud del tema, ahí dije “esto está detonado, es un estallido con todo”.
Ligado a lo que dijiste ¿Saliste a protestar, a documentar? ¿Qué hiciste en ese momento? Nosotros lo veíamos lejano, estábamos en Valparaíso y no sabíamos nada.
Yo salí en ánimo, primero, más que ir a documentar porque no sabía en qué dimensión estaba la agudeza de la represión, evidentemente se sentía algo así. Pero salí a adherir, desde esa perspectiva, el simple hecho de estar ahí era acompañar el propósito de lucha de quienes estaban en la calle, resistiendo la represión bastante aguda de Carabineros. Estuve ahí y al cabo de unos minutos, tengo una hija de, en ese entonces de 16 años, y me dice “yo estoy acá”. Entonces fui a ver la situación y ahí me encontré con mi hija y fui en un plan de cuidarla.
La verdad es que dije, estando ahí: los chicos y chicas se la han jugado y la mejor manera de apoyar era estar presente, así que partí con mi cacerola o lo que pillé a meter ruido. Obviamente hubo una posición de sumar o adherir a la situación de demandas que estaban vinculadas, en ese momento, con los reclamos a las alzas del metro, pero que finalmente se traducían en descontento global, acumulado por distintas situaciones. Fue una cuestión muy intensa la energía que se vivió. Yo recogí, no grabé nada, pero recogí experiencias de vidas como los mismos rescatistas, ahí me tocó ayudar a algún herido.
Marcel, ¿alguna vez pensaste que Chile, el jaguar de Latinoamérica, el oasis de Latinoamérica, iba a estallar de esta forma con múltiples expresiones de malestar como lo fue el estallido social de esos días?
Bueno, la pregunta tiene esa connotación, primero de que ese sesgo o categorización de jaguares de Latinoamérica era un discurso político y económico muy de la elite. Un sector veíamos que en vez de ser jaguares, nos encontrábamos en una situación mucho más precaria. El modelo económico y político en Chile se sustentaba en un análisis de las cifras de crecimiento basadas en una total desproporción, un beneficio para una clase privilegiada y un modelo bastante avasallador de derechos, principios relacionados con la dignidad y la justicia de todos los trabajadores y trabajadoras. Yo sentía que había, desde mucho antes, con las protestas del 2011, incluso del 2005 y 2006, con los estudiantes y con las diversas organizaciones medioambientales y de otros tipos como “No + AFP”[2], había un caldo que se estaba generando muy intenso. Al igual que mucha gente, yo creo que nunca habríamos podido dimensionar que el estallido tendría esos ribetes tan sostenidos en el tiempo. Yo sentía que podía detonar algo intenso, pero no que se sostuviera tantos días, que la resistencia durara tanto en las calles. Si sentía que algo estaba en el ambiente, había una energía inmanente de un cambio de conciencia.
Yendo a un plano más esotérico, si se quiere decir así, en julio del 2019, hubo un eclipse y varias personas vinculadas al análisis de estos fenómenos decían que, como ese año en Chile iban a sucederse dos eclipses, era muy probable que hubiese en términos energéticos una potenciación de intensidades y que de alguna manera se produjesen grandes cambios no necesariamente buenos. Yo fui al eclipse, tuve la suerte de ir a la zona cero y tuve esa percepción de que en ese período se estaba generando algo, como una olla a presión muy intensa.
Entonces, siento que, para esa clase privilegiada, oligárquica, que protege al feudo empresarial, esta situación les resultó algo totalmente imprevisto, por eso las reacciones como las de Cecilia Morel[3] de que esta era una “invasión alienígena”. Ellos no podían encontrar una explicación lógica, ni menos hacer un análisis o mea culpa de cuán responsables eran de este modelo. Un modelo acuñado desde lo instaurado en dictadura, pero también fue avalado por los gobiernos de la Concertación.
Así, como les decía, era esa la percepción en el ambiente. Pero para mí no fue tan extremadamente sorpresiva. Lo que sí puedo expresar con claridad que fue sorpresivo es que esta revuelta se mantuvo pese a todas las inclemencias y complejidades, como la pandemia. A pesar de eso se mantuvo viva.
La figura del Negro Matapacos la podemos ver en poleras, pañuelos, cuadros, banderas, murales, llaveros, etc. ¿Qué fue lo que determinó o llevó a la creación del Negro Matapacos como escultura? ¿Por qué surgió esa idea?
La historia es bien larga. Primero, efectivamente, yo participé en varias manifestaciones, en la plaza y otros sectores, pero siento que me marcó la principal del día 25 de octubre. Ahí dije “esto se viene con todo, esta rebelión es transversal a todos los sectores, aquí hay una unión muy latente”, estando en la plaza logré llegar al centro, al corazón de la Plaza Dignidad, sentí que después de varias horas que estábamos ahí, había algo.
El movimiento era rizomático, no había una expectativa de que hubiera un discurso, un líder de opinión o algún portavoz que se expresara. Ahí sentí que faltaban esos íconos o referentes que impulsaran o animaran esa persistencia en las calles. En cierta manera, lo cumplían las comparsas, la música que congregaba, algún grupo. Por ejemplo, el mismo 25 de octubre veía que el “sensual Spiderman”[4] se subía a un poste y enarbolaba la bandera de Chile y todo era de una efervescencia total. En ese momento le comenté a mi hija, que me estaba acompañando, que yo iba a hacer un aporte al movimiento, lo voy hacer desde lo que vengo haciendo. No iba a crear algo muy distante a lo que estaba haciendo en relación con esculturas con reciclaje.
En ese momento pensé que el único ícono con validez no podía ser nada referente a algo antropomorfo, al ser humano y a los líderes que estaban totalmente desacreditados. Sentí que el ícono era el perro, el Negro Matapacos, como figura que representaba la idiosincrasia, la identidad de todas y todos los chilenos. Que es mestizo, el perro de la calle que resiste, que sobrevive día a día, que se enfrenta a agresiones o maltratos, que llega a la calle por una situación de abandono, que sufre discriminación y todo tipo de agresiones. Entonces dije que el Matapacos representaba todo eso, hay que enaltecer la figura y para ello había que hacer una figura grande.
Me propuse hacerla. Para ser consecuente con lo que venía haciendo y también para resignificar el sentido del despojo de esta ruina que quedaba post revuelta en las calles, junté un montón de basura, trozos de rejas arrancados de los separadores de las calles, pedazos de paradero y dije: “voy a hacer la escultura con estos mismos elementos”. Era una manera de decir que desde la destrucción se puede producir una reconstrucción simbólica. Así que partí a recoger elementos, trozos de fierro, policarbonatos de techos, muchas botellas y con eso me puse a construir el perro. Entonces, me puse a construirlo, no me puse plazos, pero resulta que el 15 de noviembre fue el día que se anunció este pacto, este acuerdo[5] a cuatro paredes. El día 15 le faltaba un poco a la escultura.
Pero recordemos que el día 15 no solo fue este anuncio, este acuerdo de la clase política para salvar a Piñera, y en términos concretos se tradujo que, en la calle, en la Plaza Dignidad, se cubrió con mantos blancos gigantes y no solo en Santiago, porque en diversas regiones y ciudades se cubrió con estos mantos gigantes. Esto era como “celebremos la paz, hemos llegado a un acuerdo, va a haber un plebiscito”. Yo sentí que eso era una tremenda bofetada, era como echar la basurilla bajo la alfombra y decir que aquí tapamos todo y lo pasado es pasado. Pero qué pasa con las torturas, qué pasa con los asesinatos, qué pasa con los ojos menos[6].
A las 8 y tanto de la mañana, me entero de lo que estaba pasando en las calles y del manto blanco que evidentemente estaba preparado porque nadie construye un telón de un día para otro. “Cabros”, le dije a un grupo, “necesitamos sacar al perro”, yo les había contado a dos personas no más y me respondieron “¿no decías que faltaba?”. Respondí “no, da lo mismo”. Lo armamos en el camino, pero se tiene que instalar el 15, “tiene que salir a ladrar hoy, ya” y me respondieron: “¿dónde lo ponemos?”. Estaba todo el plan listo, nos fuimos al metro Estación Salvador, porque este era el perro salvador. A primera hora de la mañana, bajó desde la Florida el Perro Matapacos a instalarse en la calle mirando hacia la Dignidad y al cabo de unas pocas horas, la efervescencia de las personas que llegaban a tomarse fotos fue muy particular. Como era muy liviano, porque estaba construido con material reciclado como botellas, papel mache, cartón, la gente lo pudo llevar en andas. Esa misma noche, yo siento que fue una de las manifestaciones más vigorosas y energéticas porque había ese descontento de que ese acuerdo no nos representaba. Claramente el perro fue enaltecido desde ese primer momento y se transformó en un ícono potente y representativo desde ese día.
Ahora bien, para cerrar la pregunta, yo lo creé con ese objetivo, pero después de mucho tiempo vine a validar la autoría. Mucha gente se preguntaba “¿Quién hizo esto?”. Muchos que conocen mi trabajo me decían “por qué no dices que lo hiciste tú” y yo les decía “pero es que no importa el autor en este minuto, lo que importa es el mensaje”. Después ya de mucho rato empezaron las especulaciones y finalmente me sindicaron como autor. Posteriormente hubo también otras atribuciones, gente que salió como al paso “yo lo hice” (se ríe). Suele pasar aquí en Chile.
La verdad es que después de eso el perro sufrió múltiples etapas posteriores, pero yo diría que salió un día tan simbólico que yo creo que desde el primer día cobró mucha notoriedad y mucho sentido de pertenencia para la lucha.
¿Cuánto te demoraste en hacerlo?
Me demoré como dos semanas más o menos. Desde, justamente el día siguiente al 25 de octubre hasta el 15 de noviembre.
Lo imaginábamos distinto, de metal, como no habíamos tenido oportunidad de verlo, pensábamos que era de metal.
Efectivamente. Lo que pasa es que el perro fue hecho con constructos de material reciclado y estuvo hasta el 27 de noviembre con ese material. Después fue agredido múltiples veces, lo pintaron, lo volvían a golpear, como los “pesadillas”[7] del otro lado de la vereda les molestaba mucho este ícono que enaltece, unía, unifica un poco la lucha. En un momento determinado se dieron cuenta que era susceptible de quemar por la materialidad y lo incendiaron. Al momento de incendiarlo se quemó toda la materialidad superficial, pero se salvó la pura estructura del perro, de la escultura... Por eso fue súper potente para la gente ver solo la estructura al desnudo. Se seguía viendo el perro, pero en su estructura, no había nada más.
Yo ese día, que fue justamente el 7 de noviembre, estaba en Peno. Me había ido al sur a instalar una escultura también con reciclaje que representaba el vínculo entre humano y un perrito. Instalé en Peno esa escultura y me avisan en la mañana y me dicen: “Marcel, no sabe lo que pasó con tu perrito, lo quemaron”. Me cayeron unas lágrimas y dije “pucha, esto es lo que en gran medida también esto es lo que representa lo que vive la sociedad chilena, este nivel de maldad”. Trato de pensar en frío y le digo a parte de mi equipo de colaboradores “¿pueden por favor ir a buscar lo que quede de la estructura y lo llevan pa” mi taller y yo como sea lo trato de reconstruir?” Me dijeron que sí, pero me llamaron a los 20 minutos y me dijeron: “tenemos una mala noticia y una buena. La mala es que no se puede mover. Pero la buena es que la gente ha venido acá (plaza donde se ubicaba la escultura) de forma espontánea a traerle flores como una especie de animita[8]”. Muchas personas se han puesto a reconstruir la vestidura del perro aprovechando la estructura como a tejer flores y a tejer ramas enredaderas. Entonces, el perro está cobrando volumen, está cobrando forma a partir del material vegetal, floral, que las personas han traído. Además, compañeros que venían en dos camiones del 14 de la fama y de la pérgola de las flores de Santa María estaban trayendo más flores. Era algo increíble.
Yo estaba como a cuatro horas de Santiago entonces no pude ver eso. No participé de eso. Para mí fue una total sorpresa encontrarme ya en la noche con el perro floreado. Ya en ese minuto para mí fue una acción muy simbólica, y dije esta obra pasó a ser un constructo popular, un constructo co-creativo donde participaron múltiples personas de distintas edades de forma espontánea, nadie les pagó, nadie las organizó y yo asumí una responsabilidad más grande, dije primero, ahora tengo que asumir este reto de reconstruirlo cuantas veces sea necesario porque para las personas es tan importante que exista el ícono. Ahí viene esta etapa de repensar la materialidad porque el material vegetal en algún momento iba a perecer y convoqué a un par de colegas escultores muy apañadores que son de un taller que se llama Patio de artes y ellos me ayudaron a ponerle la vestidura metálica. Entonces, el perro que salió fue a las calles muchos días y llegó a Valparaíso para el carnaval de la dignidad. Hicimos una alfombra negra para la anti-gala del cerro cordillera[9]. Fue dibujada precisamente la vestidura metálica del perro, pero siguió siendo el mismo.
Con respecto al factor simbólico, ¿qué es lo que para ti une tanto a la gente en torno al perro Matapacos en el estallido social?
Como decían, siento que el propósito de lucha no estaba convocado desde un centro. Yo siempre considero que el movimiento, la revuelta, tiene ese carácter como rizomático. Me refiero como a estos elementos como raíces que van en distintas direcciones en donde no existe un solo centro, sino que las energías se disipan, se potencian algunos sectores, entonces, desde esa perspectiva también se puede decir que el movimiento tiene algo de caleidoscópico, algo de estar en constante movimiento: las figuras desvanecen y los núcleos de convergencia se van movilizando. Por lo mismo, siento que el perro, como ícono, cobró un sentido de pertenencia por representar primero el primer elemento. No era ningún discurso de partidismos políticos, sino que básicamente surgía a partir de la perspectiva de lo que fue la historia del perro original Matapacos que fue un perro que daba la vida por proteger a los estudiantes secundarios, se unía a las marchas de forma totalmente intuitiva por defender a los más débiles. Al fin y al cabo, los perros tienen esa sensibilidad. Cuando (el perro original) veía a los “pacos”[10] los atacaba Es una cuestión de energía, el perro tenía una dueña, pero el perro, como me contó la señora María, arrancaba las cadenas para salir cada vez que escuchaba a los estudiantes marchar. Yo siento que el perro cobra ese sentido de pertenencia, de apropiación como ícono, porque las personas se sienten muy identificadas con este sentido de resistencia que tienen los perritos de la calle. Pero también en cierto sentido, se encuentra esta cualidad móvil. El Perro Matapacos no fue un ícono pensado en instalarse en un lugar y quedar fijo. No fue una intervención urbana como un elemento inerte y estable en un lugar. Siempre se pensó en una figura que pudiese recorrer distintos contextos territoriales, así como llegó a Valparaíso, estuvo en Puente Alto, Alto Cordillera, Villa Portales, Villa Olímpica y otras Villas emblemáticas de Santiago, así como Yungay, Barrio Brasil, etc. El perro, si bien tiene ese elemento inerte, era tal el simbolismo que se le atribuyó que congregaba, convocaba. A eso me refiero que la responsabilidad fue mayor, no tan solo mantenerlo y reconstruirlo cuantas veces fuese necesario, sino que también movilizarlo y atender toda esta agenda de requerimientos de llevarlo a distintos territorios.
Hay una película de Hernán Saavedra titulada Ya no basta con marchar que saca a la luz las manifestaciones que se hicieron en el año 2011 desde la cultura y el altruismo. ¿Crees que la lucha social desde la cultura puede obtener mejores resultados que desde la capucha y la violencia? ¿Eres partidario de la violencia?
Uff, bueno, como habría dicho Luisa Toledo[11], la violencia, muchas veces, se torna necesaria, pero hay que actuar con violencia también con un sentido de significancia. En la medida que tenga convicción. Siento que el vehículo de la violencia es necesario en una determinada etapa. Necesitamos botar la estantería y remover las cosas, para justamente también remover las conciencias. Es un acto que surge desde la emocionalidad contenida, sobre todo tan acostumbrados nos tenían a reprimir nuestras expresiones en este país. No tenemos escenarios tan propicios como quizás nuestros países vecinos, los colombianos, los argentinos, los brasileros que viven organizando carnavales, instancias de expresión callejera. Acá, en algunas ciudades del norte se vive eso con más pasacalles, encuentros donde uno puede botar, vaciar y eso es como un caldo de cultivo. Siempre he dicho que los chilenos somos acallados, o sea, como que en el fondo nos auto silenciamos porque hay una identidad y un modelo que no nos ha permitido buscar instancias, canales, para poder ser muy expresivos para afuera. Quizás ese mismo escenario es el que se traduce en que en Chile existen muy buenos literatos, por ejemplo, muy buenos creadores. Es un país muy próspero en poesía tanto popular como poesía contemporánea.
Justamente, contenemos mucho, mucha emoción y la dirección poesía finalmente da constructo a esta emocionalidad contenida que toma una forma, una en un texto literario que está cargado justamente de esa emocionalidad que cada palabra condensa. Yo sin duda creo que los dos ejercicios son necesarios. La primera etapa como fue el estallido que fue esto de remover todo esto, de que tiemblen los cimientos de un modelo. Cuando me refiero a esto, en cierta manera, no es avalar ni justificar, pero siento que cuando se queman los metros, es como decir estamos también atentando a lo que son los íconos de esta prosperidad económica, este bienestar que tenemos, un país con una ciudad con un metro de primera clase y tal en el fondo era también como atentar eso. Esos estandartes de supuesta prosperidad y calidad de vida, pero que finalmente están ahí puestos al servicio, pero al servicio de una clase trabajadora hiper explotada, que tenía que hacer uso de, justamente, esos canales de transporte, pero con una calidad y una condición de poder disfrutar de su tiempo de ocio a una escala mínima, ya. (...)
Yo no le puedo decir a una persona, que ha estado como muchos de los chicos del Sename o los “cabros” de la misma Villa Francia, que han tenido una constante represión y pocas oportunidades de poder entrar a un canal más próspero para sus vidas: “’cabros’, no sean violentos al salir a la calle”. Porque en el fondo ellos ya nacieron en un escenario en el que están en tremenda desventaja donde partieron teniendo nada. Entonces, en el fondo en ese sentido justificó y considero que la violencia es un canal de apertura e idealmente un escenario propicio para que también germinen todo este tipo de expresiones complementarias que nacen desde el seno de las artes. También, como decía de otras expresiones, que no necesariamente son artísticas, pero que de repente hay expresiones que han tenido lugar en la calles como demandas medioambientales donde también hay una serie de gestos, como por ejemplo las mujeres que se reunían en el contexto de la zona donde se está haciendo el proyecto “Alto Maipo en el Cajón”. (...) Esos elementos son necesarios, pero se abren, se descomprimen, a través de instancias que en gran medida parten de un acto que ya en sí es violento.
¿Crees que solo con resistir o manifestarse desde la cultura y las artes se hubiera logrado lo que se logró?
Es difícil especular qué hubiera pasado si este movimiento hubiera nacido desde esta perspectiva, pero me atrevo a decir que no, que es un todo, es un todo necesario que va muy de la mano. Insisto que las expresiones de arte no siempre se han podido dar con toda libertad en el contexto del espacio público cuando son disruptivas. Está el simple hecho de derrocar, botar un monumento de un colonizador, de una figura de una gesta heroica militar. Botarla entre todos es un gesto que también transmite, en términos semióticos, mucho descontento. Un sentir del pueblo de decir “esto no nos representa” y, a su vez, “¿por qué no ponen esto en nuestro lugar de encuentro?” en las plazas, los parques, donde nos reunimos, donde nos miramos, donde reconocemos nuestros valores identitarios con una figura que representa todo lo contrario.
Esos gestos de derrocar esa figura, de salir a las calles no se podrían haber hecho en un contexto donde no hubiera surgido a la par de un acto de violencia, con un acto de violencia que era generalizado. Pensemos, el GAM[12], el frontis del GAM, los artistas por más que se hubieran organizado jamás hubieran tenido una venia, una aprobación de las autoridades para intervenir su fachada. Pero como todo esto fue muy disruptivo, no se le pidió permiso a nadie, llegó y se intervino, y yo creo que cuando más vida ha cobrado el GAM es con la intervención de su fachada. Fue gracias a eso, al contexto situacional de rebelión en el país, lo que propició que esas paredes de un espacio cerrado se dispusieran como un pizarrón donde poder expresar un descontento a través de múltiples técnicas y donde finalmente, los artistas que participamos de ese muro nos dimos cuenta que había mucha comunión, había, no tan solo comunión de conocernos y reconocernos en el otro y la otra, sino que también una posibilidad de encontrar elementos comunes, se generó una identidad gráfica.
(...) Las galerías hoy en día no son el canal más propicio para visibilizar la creación de artes plásticas y visuales. Las galerías son un ejemplo más del modelo mercantilizador de que el arte es una posibilidad, de un elemento que también se ha hecho de la elite y la burguesía que puede acceder solamente a esos bienes. Comprar una obra original es algo totalmente distante en la clase social, digamos, amplia y popular. Sin embargo, el hecho de que los artistas se volcaron a las calles, al menos una gran mayoría, permitió que todos pudiéramos gozar de la percepción de una obra sin que hubiese un precepto comercial y sobre todo obras con un tremendo sentido simbólico. En ese sentido que va todo de la mano.
¿Por qué crees que genera tanto rechazo o incomoda tanto la contracultura?
Bueno, primero hubo un período en el que, por lo menos las autoridades del GAM, no se manifestaron y yo creo que hicieron un poquito la vista gorda a lo que estaba pasando. Ese fue el periodo más interesante porque tácitamente se dio como una especie de aprobación y es interesante, como fenomenología cultural. Mientras eso estaba pasando, la institución debía responder a una política superior determinada por el Ministerio de la Cultura que imponía que no podía haber un espacio que validara estas expresiones y mandó una y otra vez a taparla.
Había personas que obviamente estaban en contra a las demandas de la rebelión. Eran las que atentaban y me refiero a agrupaciones minoritarias como “Capitalismo Revolucionario”[13] y todos estos movimientos que salieron a derrocar y a romper figuras icónicas: el ejemplo más potente fue el Perro Matapacos. Los atentados incendiarios fueron dos en total, pero también no olvidemos la vez que lo arrastraron con camionetas 4x4, verdaderas tanquetas que lo arrastraron por las calles para tratar de romperlo y así ocurrió mucho con los elementos del GAM. Las figuras eran tapadas una y otra vez. Lo que a muchas de estas personas les pasaba era que les daba esa tirria, molestia grande. Es que esto era referente, icónico, generó primero un empoderamiento ciudadano que permitió que nos reconociéramos en esos íconos identitarios, compartiéramos cada uno a través de nuestras redes una imagen de algo que nos impactara, de un esténcil muy interesante que transmitía mucho. Seguramente se habrán preguntado “¿cómo cortamos este círculo de elementos que están potenciando esa lucha? Bueno, vamos a taparlo, demostrémosles por medio de esto nuestro malestar, nuestro descontento y la contra agresión a lo que ellos sentían como agredido con esa imagen”.
Pero eso, tal como pasó con el perro, producía una especie de fortalecimiento de la unión en distintos ámbitos. Cada vez que tuvimos que reconstruir la vestidura del perro —incluso metálicas—, recibimos más y más apoyo de personas voluntarias que ofrecían materiales y mano de obra para reconstruir. Lo mismo ocurría con los artistas que intervenían el GAM, veían que una noche se tapaba todo y al día siguiente estaba todo organizado para ir en patota a repintar todo. Nunca se iba a reconstruir con exactitud tal como estaba antes. Pero a partir del mismo lenguaje, se lograba una impronta nueva, capas nuevas. Finalmente era decir, lo que ustedes quieren hacer, lejos de debilitar el movimiento está fortaleciendo, porque establecía un pie forzado para reencontrarnos y para recrear esto cuantas veces sea necesario. Yo siento, que al final esa señal la entendieron estos grupos que contestaban y tiraron la toalla y dejaron de agredir estos espacios porque se dieron cuenta que, sin querer queriendo, nos producía un gran favor.
A raíz de las diferentes formas de protesta surgieron elementos como las pañoletas con frases, fotografías, esculturas, folletos, esténcil, y sabemos que se han recuperado para mostrar en el Museo del Estallido Social, ¿Cómo surgió la idea de realizar un museo que recogiera elementos y que evidenciara hechos que ocurrieron durante la revuelta?
El Museo del Estallido fue como un devenir, no fue nada que alguien pudiese haber pensado con mucha anterioridad, no fue ideado a principio del estallido, nosotros estábamos todos viendo intensamente lo que se sucedía, sin embargo, empezaron a pasar varias cosas con el devenir de la revuelta, por ejemplo, antes de la pandemia, empezó a ocurrir que había mucho material documental (audiovisual-fotográfico) que estaba pululando en redes, en plataformas que son muy efímeras por lo demás. Yo por lo menos que tengo formación de museólogo empecé a reunir fotos, así como un repositorio personal en mi computador, le pedí algunas personas que me compartieran de su Instagram, entonces empecé armar como un repositorio propio de material documental, que agarraba de revistas, diarios. Pero de pronto dije: “interesante poder también visibilizarlo y mostrarle a otra/o el material que se puede ir documentando, catalogando, archivando en tiempo presente y no esperar que en unos años más tratemos de recopilar todo eso”. Así fue que empecé a juntar este material.
Por otro lado, el espacio Cian[14], era mi taller que también compartíamos con la Galería Refugio Creativo[15], como les decía, era el lugar donde yo creaba mis obras pero también donde, iniciado el estallido, se transformó en un espacio de resistencia muy muy protagonista de la revuelta. De hecho, los viernes de ahí salían muchas de las banderas que se veían en Plaza de la Dignidad —las de la “Garra Blanca”, las de la “U” —. También, los “Avengers chilenos”[16] utilizaban el espacio para cambiarse. Entonces, muchas de las marchas y actos culturales que se generaron en el marco del Estallido, por lo menos de la capital, surgieron desde ese espacio, desde ese refugio. Conversando con los mismos “cabros” que me acompañaban en ese proyecto, les dije que estaba juntando material y que debíamos comprometernos a darle una continuidad al espacio como una dimensión física que pudiera aglutinar lo que habíamos vivido. No me gusta la palabra museo, pero me gustaría que funcionara como un museo, siendo museólogo soy muy reacio a los museos, porque sobre todo, está muy desacreditada la institucionalidad museística acá en Chile, uno tiende a pensar que museo es como un mausoleo, un lugar poco dinámico.
Cuando se impuso la cuarentena estricta en marzo de 2020, pensé que era el momento de hacer esto, ahora que nos tienen a todos guardados porque estamos todos más tranquilos en casa, ya no podemos salir a protestar, pero ahora es el momento de compartir. Le empecé a escribir a fotógrafos, audiovisualistas, escritores para mandar material, así empezó a gestarse el Museo, de una manera muy orgánica, como un crecimiento biológico de esa unión, de ese fortalecimiento y poco a poco fue creciendo, se fue potenciando también el núcleo de colaboradores-colaboradoras que fueron integrándose a este comité voluntario que hoy en día maneja el proyecto Museo, pero esto es una organización autogestionada totalmente transversal, no hay una directiva ni hay un director, yo tampoco soy el director por más de haber sido una especie de fundador, siempre trato que las decisiones se tomen lo más horizontal posible, entonces ese es el espíritu. Tenía que ser así porque, estamos hablando de justamente las demandas del pueblo, que tienen que ser escuchadas y validadas de manera más horizontal posible. El constructo del Museo se empezó a gestar así, a base de colaboraciones, donde el guion museológico sea este relato, no está cerrado a lo que nosotros quisiéramos contar a nuestro punto de vista, sino que también está abierto a distintas colectividades- organizaciones para que tengan un espacio para mostrar desde su perspectiva lo que ha pasado. Finalmente somos canalizadores-mediadores.
¿En estos momentos cómo se encuentra la situación del Museo del Estallido Social? ¿Cuál es la proyección que tiene?
No hay una expectativa de que el Museo se proyecte cinco, diez, dos años, porque, esto es tan orgánico como el movimiento de la revuelta, no sabemos si hay un plazo definitivo que termine todo. Al estar regidos por este modelo de la autogestión también tenemos que ver cuán sostenible es de forma autónoma un proyecto de esta naturaleza, sin que tengamos subvención del Estado, de empresas del sector privado, que todo esto se financie por la vía del aporte voluntario, de personas que asisten al Museo, nadie está obligado a pagar. También las ventas que generan los libros, el material que se ofrece en la tienda del Museo, la propia cafetería, todo eso ayuda a sostener costes, pero nosotros no queremos ponernos un plazo, obviamente queremos mantener el propósito de la dimensión física, y el repositorio web que esté abierto y disponible para quienes quieran consultarlo. (...) Sin duda no hemos podido aglutinar todo lo que ha pasado, va a ser imposible, pero finalmente una gran parte de los registros.
No hay una proyección, no hemos hecho ninguna expectativa de que el Museo pueda ampliarse, de que en algún momento en base a una futura administración o gobierno pudiésemos tener un espacio quizás aún más grande, porque nos falta espacio, hoy en día el museo se ha hecho chico para tanto contenido. Hay mucho material, comprimido en un espacio de 150 y 180 metros cuadrados, pero si tuviésemos tres edificios más, los llenamos igual, porque tenemos una cantidad de elementos en el depósito, en el almacén del Museo, como lienzos, fotografías, materiales muy vastos. No hay un horizonte claro aún, pero queremos seguir actuando con la misma perseverancia, convicción, y obviamente también capacidad de resistencia ante todas las adversidades.
Ahora una proyección, pero una proyección en otro ámbito, ¿te gustaría que la cultura estuviera incluida como algo importante en la nueva Constitución?
Creo que es clave el tema de la cultura, es un elemento vital para cualquier identidad de una nación o un Estado plurinacional que existan expresiones y que exista un contexto situacional que favorezca las expresiones culturales. Espero yo, que en la próxima Constitución que se redacte se supriman apelativos como: la vocación del gobierno es facilitar o generar políticas de acceso a la cultura, eso está muy errado, porque (...) al hablar de acceso a la cultura, nos hablan desde una posición muy patriarcal, muy dominante, de poder.
(...) ¿Cuán importante son las expresiones de arte disciplinas que se generan en los espacios públicos? En Chile hay un prejuicio tremendo, ya lo veíamos con el asesinato del joven malabarista en Panguipulli[17], así muchas expresiones, hay músicos en la calle que son tildados como delincuentes, como personas que son un estorbo en la sociedad, que están ensuciando y son las expresiones identitarias que nos definen en gran medida, sobre todo culturalmente y muchas veces más válidas que las que se presentan en circuitos legitimados, entonces si hay que darles una posibilidad.
(...) Las comunidades quieren que se validen este tipo de expresiones y que ojalá sean instancias donde todos pudiéramos sentirnos tremendamente llamados a participar de eso, para que consideremos que esas fiestas nos pertenecen y podamos valorarlas, hacernos partícipes y ojalá potenciarlas. Sin duda el eje o pilar de una valorización de las expresiones culturales tiene que pasar por todo eso, y entender que en base a este modelo donde todo es mercantilizable, no tan solo hablamos de la cultura para referirnos a las industrias culturales, al fomento de la industria del cine, del teatro, de las galerías de artes, sino que la cultura implica, estar permeable a todas las expresiones humanas. Es clave, totalmente.
Ligado a lo mismo de la Constitución, como ves este proceso que se está llevando a cabo de la Convención Constitucional, ¿tienes esperanza o expectativas? ¿Qué opinas de todo esto?
Yo creo que el proceso no va a ser fácil, estas instancias son como una especie de carta de ajustes, así como la tele, cuando tenemos que ponerle los colores, que se sincronice, que se vea nítido. Inevitablemente un proceso de Convención con un alta representatividad de independientes, personas que no están acostumbradas a un comportamiento y a una práctica de politiquería, de lobby, de conversaciones y respetar la opinión del otro por más que me parezca diametralmente opuesta a la mía, es un proceso que se requiere adaptabilidad y siento que va a costar mucho, porque obviamente surgen los primeros preceptos de que no puede haber una convención mientras tengamos compañeros y compañeras detenidas arbitrariamente. En gran medida, sin un proceso jurídico esclarecido, todos esos vacíos legales que hacen que en Chile se mantengan detenidos políticos, es algo que no puede hacer que la máquina empiece avanzar.
Esa discusión, por más que a muchas personas no les parezca que pueda ser prioritario, ni siquiera debiese ser un tema que en términos de artículos legales tuviese lugar en la Carta Magna, pero como esto es una carta de navegación-dirección, no puede en términos de códigos éticos para quienes la integran, seguir adelante sin que esos procesos se discutan y se imponga una prisión para que se modifiquen desde otro ámbito jurídico. En este sentido, esta primera etapa ha tenido muchos conflictos y los va a seguir teniendo por mucho tiempo, pero yo tengo una total convicción de que el proceso después va a ir decantando en ciertas afinidades mayores, No creo bajo ningún punto de vista que la Constitución se logre redactar en el primer período de los nueve meses, se va a apelar a una o dos prórrogas o más. No quiero ser pesimista, pero es lo más realista que me imagino, porque van a necesitar mucho tiempo para llegar a consenso y que esa Carta esté lo suficientemente fundamentada y asentada para que pueda ir a un plebiscito de validación a nivel país. Pero sí tengo expectativas muy favorables, sobre todo después de ver cómo se gestó el proceso decisional de la directiva, los representantes que hoy en día son las personas más idóneas.
Desde la revuelta hay una frase que se dice mucho en todos lados, que es: Chile cambió ¿Tu Marcel Solá crees que algo cambió en Chile luego de las protestas?
Yo creo que, sin duda, Chile ha cambiado, no me cabe la mayor duda de eso. En gran medida ha cambiado por una situación asociada justamente al estallido social, ha cambiado por esta situación que se ha sostenido en una revuelta donde la demandas han sido mantenidas por distintas organizaciones y no se ha aflojado. Entonces, sin duda, siento que la gobernabilidad del país, la misma credibilidad en la clase política, hoy en día nos ha llevado a otro rumbo y que las personas puedan tener un sentido bastante más crítico.
Antes uno iba a votar, y se daba cuenta que la mayoría iba a votar, pucha hay un candidato a concejal, este “gallo” sale en la teleserie, voy a votar por este, se nota en las últimas votaciones de los constituyentes, no salieron los Bodenhöfer[18], los pancho reyes, que son personas que pusieron ahí porque estaban garantizados que iban a salir y que iban arrastrar posibles integrantes de la lista de los mismos partidos políticos de siempre, pero no se produjo eso, porque hoy en día las personas han participado de estos procesos con una reflexión bastante más crítica, que mi decisión la tengo que tomar muy a conciencia de que no quiero más Cathy Barriga[19], no quiero más personajes que están ahí que no tienen la capacidad, conocimiento ni criterio para estar en esos cargos. Creo que en ese sentido ha cambiado, la posición de todos los chilenos y hacernos más partícipe de eso, pero también creo que hay un cambio que va más allá de estos fenómenos y que tiene que ver con una cuestión, vuelvo a un contexto más energético país.
(...) En Chile hubo dos eclipses, hay toda una energía inmanente en el cordón de los Andes que se ha venido, los tibetanos hablan de que hay mucha energía en el planeta que se ha venido para este cordón, para este sector, que hay grandes cambios de conciencia humana —humanitaria— va más allá de políticas país, hablamos de territorio, continente, Latinoamérica, sobre todo el cordón de Chile con una energía muy potente, siento que también esos cambios de conciencia están ligados más allá del acontecer de un modelo económico-político que nos pueda regir, sino que también están asociados a cómo tomo conciencia a partir de mis actos (...)
Siento que hay dos dimensiones paralelas de grandes cambios, una que tiene que ver con un campo holístico-territorial; energético-país que ciertamente creo que ha influido más en el otro, que es más pequeño, nosotros lo vemos como grande, pero para mí la otra es la dimensión más grande y tiene que ver con que ha sucedido en términos políticos y sobre todo el tema de la revuelta, no estamos igual.
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