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Una experiencia universitaria en la virtualidad en tiempos de COVID-19: deseos, expectativas y lo que se pierde
An university experience about e-learning in covid-19 times: wishes, expectations and what is lost
El cardo, núm. 17, 2021
Universidad Nacional de Entre Ríos

Artículos

El cardo
Universidad Nacional de Entre Ríos, Argentina
ISSN-e: 1851-1562
Periodicidad: Anual
núm. 17, 2021

Recepción: 01 Abril 2021

Aprobación: 31 Mayo 2021

Resumen: Desde una situación áulica universitaria, que traemos al análisis como hecho etnográfico y en el marco de las formas en que estamos aprendiendo y enseñando en docencia universitaria en contexto de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) y Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio (DiSPO), nos detendremos en la percepción de un estudiante. A partir de esta vivencia, en relación a la educación a distancia y que -siendo parte de la experiencia colectiva (o de algunos colectivos) en los espacios educativos- nos adentraremos en las discusiones sobre las mediaciones, el lugar de los deseos, las expectativas y otras proyecciones de los estudiantes, así como los alcances de la cuestión en tanto el derecho a la educación.

Palabras clave: educación a distancia, incertidumbre, mediaciones.

Abstract: From a university classroom situation, which we bring to the analysis as an ethnographic fact, we will address a problematization of the ways in which we are learning and teaching in university teaching in the context of Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) and Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio (DiSPO). From the experience of a student in relation to distance education and that -being part of the collective experience (or of some groups) in educational spaces- we will delve into discussions about mediations, the place of desires, expectations and other projections of students, as well as the scope of the issue in terms of the right to education.

Keywords: Teaching and learning in virtuality, uncertainty, mediation.

Replegades

Quizás nos queda bien usar la metáfora del origami para explicar lo que nos viene pasando desde marzo de 2020, ya que esta técnica ancestral consiste en plegar papel para que pueda cobrar formas buscadas (y encontradas también), como la tradicional grulla en la que se depositan deseos. Una hoja de papel, una lámina con dos caras opuestas puede cobrar millones de formas con múltiples lados y dimensiones. Una simple hoja de papel puede cobrar formas impensadas.

En el ASPO nos hemos visto replegades y muy deseoses de despliegue que nos produce frustración ya que nuestras vidas se volvieron obligadamente monótonas y casi uniformes, sin los matices y las formas que solían cobrar, como la imposibilidad de hacer los recorridos que eran parte de la cotidianeidad, recorridos o movilidad que nos propiciaba cierto orden: cada práctica de la vida cotidiana se correspondía a determinados tiempos y espacios. La movilidad comenzó a ser una extrañeza y hasta en ámbitos que eran habituales, comenzó a ser significado como algo peligroso (donde nos exponemos a riesgos y exponemos a otres).

En primer lugar, todes estamos ante una experiencia nueva, nadie es experte en pandemias porque es la primera vez en la historia de quienes estamos vives que un fenómeno así llega de forma inesperada para arrollarnos. Lo inesperado arrasó con nuestros planes y quienes vivimos y trabajamos a partir de planificaciones debemos aprender, antes que nadie, que lo inesperado necesita que encontremos formas creativas de comprenderlo y debemos hacer las paces con la incertidumbre.

En los espacios universitarios, lo inesperado llegó junto a la total virtualización de los lugares de encuentro, la desconexión presencial y la imposibilidad de «estar ahí» en ronda en el aula mirándonos, pasándonos el mate y leyendo de a dos el mismo texto impreso.

¿Qué pasó con lo que teníamos planificado, con la traza de encuentros de clase previstos? ¿Qué pasó con los aprendizajes y las preguntas que esperamos de los estudiantes en el inicio de ciclo que habíamos comenzado a preparar «como todos los años»? Llegarían o no, pero en una mediación, hasta allí desconocida o poco explorada. Los contratos, los saberes y los intercambios del espacio áulico comenzaron a realizarse a través de dispositivos digitales.

La mediación es un proceso activo y Raymond Williams la consideró como una instancia que es producto de una articulación, «un acto de intercesión, reconciliación, o interpretación entre elementos adversarios y extraños» (Williams, 2009: 130). Entonces, ese tercer elemento que se constituye en una vinculación novedosa, «no comporta una mediación separable, sino que es intrínseco respecto de las propiedades que manifiestan los dos tipos asociados» (Williams, 2009: 131).

En el 2019, antes que la pandemia del COVID-19 acechara al mundo y las políticas de prevención de contagio alteren las formas tradicionales de encontrarnos, un estudiante, Esteban, cuando conversamos sobre la modalidad semipresencial como la forma de cursado que se estaba imponiendo y suponía una forma de transitar la carrera que a él no le terminaba de convencer, me preguntó: ¿qué pasa con todo lo que se pierde? Unos meses después, terminamos el recorrido compartido en la cátedra, pero sus palabras continuaron resonando y es en y por su experiencia que apostamos la comprensión y escribimos estas páginas.

Esteban

Nos conocimos en el primer encuentro áulico de una cátedra que comenzaba a dictarse a través de la modalidad semipresencial, como todas las materias del tramo de licenciatura de una carrera de salud que Esteban cursaba, en el comienzo del calendario académico de 2019.

En esa primera clase, me llamó la atención que su teléfono celular no estaba junto a su cuaderno sobre el banco, donde sí estaba el de sus compañeres. También el mío. No sólo porque estamos acostumbrades a tener la atención presente en los smartphones sino porque mientras dialogamos e intercambiamos sobre los temas de la materia, solemos acudir a consultas o chequear datos de cuestiones que van surgiendo: el título de una película, fechas precisas de hechos históricos, el año de publicación de un libro y otra información que aporta contexto.

Esteban ese día en el aula era nuevo en un grupo de nueve estudiantes que ya venían haciendo el recorrido académico juntes. La forma en la que él venía transitando la carrera hizo que se encuentre entre jóvenes que desconocía, con quienes tenía una diferencia de 20 años de edad. Cuando hicimos una dinámica para presentarnos, contar algo sobre nuestras vidas y compartir las preguntas que teníamos sobre el curso que estábamos empezando, Esteban dijo que no estudiaba para recibirse y conseguir un trabajo como profesional –expectativas que sí tenía la mayoría de sus compañeres- sino que lo hacía por la experiencia misma de estudiar, de aprender nuevas cosas. Por esto mismo es que ya tenía un título de licenciatura en otro campo disciplinar que obtuvo hace pocos años y cuya formación realizó en otra ciudad, viajando todos los días a cursar.

Internado en un albergue escolar hizo la escuela secundaria en una agrotécnica. Para ese entonces, cuando aún era un niño, su familia residía en el campo.

En el transcurrir del curso fui conociendo más de la vida de Esteban: que vivía solo y que todos los días trabajaba desde las seis de la mañana hasta las dos de la tarde en una estación de servicios donde era playero, es decir, realizaba la tarea de cargar combustible a los automóviles. Por las tardes, asumía el rol de estudiante universitario. Pero su vocación era otra: bombero voluntario. Integraba el cuartel de su ciudad y dijo que todo lo que aprendía le servía para mejorar en esa función que consideraba su principal aporte como ciudadano.

Antes de aquel primer encuentro presencial me había encontrado con el grupo en el aula virtual, el cual estuvo disponible dos semanas antes e interactuamos en foros y en una tarea individual. Esteban participó y le hice comentarios a su entrega y aportes. Cuando intercambiamos acerca de las trayectorias de cada uno en relación a los procesos educativos escribió:

Sobre la educación secundaria, entiendo que igualmente muchas veces estamos condicionados por nuestro entorno, ya sea económico, social, cultural y geográfico que nos limitaran a un determinado tipo de formación, por ejemplo, las ciudades grandes tienen más posibilidades que los pueblos más chicos en cuanto a oferta académica. Pero fundamentalmente esta etapa debería prepararnos para el mundo laboral, primero siguiendo nuestra vocación y segundo orientándonos dentro de nuestro entorno.

Por último, la universidad. Aquí, donde teóricamente seguiremos nuestra verdadera inclinación vocacional apuntando a un nivel de profesionalismo mayor y puntual a la especialidad que elegimos. En esta etapa sí considero que debemos adaptarnos de manera continua y permanente ya sea en el periodo de formación como así también una vez que obtengamos el título habilitante y ejerzamos la profesión. Esta adaptación debe comprender la realidad actual de acuerdo a los cambios de los paradigmas de índole político nacional e internacional como así también la evolución de la industria y comercio que hacen a la necesidad de la población económica mundial. La adaptación a la que hago referencia también nos conllevará a proyectar hacia el futuro.

Esteban, el día que nos conocimos, llevó impresas las consignas y todos sus aportes al aula virtual para entregarme, para que como docente considere su trabajo. Ante mi extrañeza, que seguramente advirtió al ver mi cara de sorprendida dijo:

Ya sé que ya están las devoluciones en la plataforma, pero yo lo traigo impreso porque si no es como que se pierde, no queda.

Esta fue la primera vez que trajo esa expresión de pérdida, vinculada a la educación a distancia o mediada por tecnologías, a lo cual yo aún no le había otorgado audibilidad. Cuando le pregunté cómo se sentía con la semipresencialidad, advirtió:

Estamos en 2019, yo sé que es lo que se viene, en realidad es lo que ya está. En la estación de servicio, por ejemplo, antes venían de las petroleras y nos enseñaban, nos contaban sobre la composición de los combustibles, nos enseñaban cada detalle y respondían todo. Ahora nos mandan un mail con un link y entrás a un sitio que te muestra videos donde está todo contado. Y después hay otro link donde están las preguntas y tenés que elegir las opciones. No digo que esté mal, digo que es muy raro y que hay algo que se pierde.

Conocer a este estudiante, con determinadas expectativas sobre los trayectos educativos, con una historia y con una particular forma de habitar los espacios universitarios me llevó a preguntarme por eso que se pierde, por aquello que –según Esteban- enrarece el acontecer educativo cuando interviene la virtualidad.

Desde muchas nociones podemos volver a Esteban, el planteo de Jorge Huergo, en toda su obra, nos invita justamente a hacer este ejercicio de escuchar la experiencia de nuestros estudiantes para luego problematizar las prácticas educativas y es en el campo vincular de la Comunicación/ Educación que podemos hacerlo porque su construcción epistemológica -que si bien está siendo redefinida continuamente-, parte de tensiones, vinculaciones y una mirada puesta en los procesos y las preguntas, lo cual nos invita a inteligir, a poner de relieve, a mostrar e inteligir algunas situaciones que parten de la experiencia, de la interpretación social o de la lectura de algunas discontinuidades que nos llaman la atención o nos parecen interesantes para desentrañar (Huergo, 2005).

Proceso/estancia/amenaza

Durante el 2020, como todes les docentes, tuve la preocupación por mis estudiantes, quizás inquietada, pero sobre todo por aquelles que pudiesen significar los recorridos educativos virtuales como Esteban y ello les aleje de la universidad. En los intercambios a través de las plataformas no logré construir situaciones y climas en los que puedan hablar de cómo realmente se sentían, de cómo estaban viviendo esa nueva forma de aprender, para escucharles y luego recuperar esas palabras que quizás no encuentran respuestas pero que supondrían un diálogo entre elles y yo, como su docente.

Me encontré, de alguna manera, identificada en la expresión de Esteban. Hubiese querido estar ahí para poder discutir sobre los paradigmas que están cambiando y el protagonismo de la «higiene», esa dimensión que en la vida cotidiana se impone y no deja de ser controversial desde los enfoques histórico, social y antropológico. ¿Qué supone estas nuevas inteligibilidades de época (pandémica) para quienes se están formando en salud? ¿Qué roles en las instituciones les depara a quienes son portadores de los saberes que prometen la salvación de nuestra especie? Relativizando sin dudas esta tendencia a medicalizar la vida en la que estamos envueltos, es que deseé tener la oportunidad de sentarme en una ronda juntes y preguntarles por la información que leen, que escuchan, que consumen y qué piensan de ella. Del uso cotidiano y masivo de elementos de seguridad, de máscaras, barbijos, sanitizantes y químicos varios. Del distanciamiento social, de lo obligatorio y normativo. De la contabilización diaria de casos, de cantidades de testeos, de mortalidad, de morbilidad, de letalidad y todas esas estadísticas que hablan de lo mismo pero que no indican lo mismo. ¿Qué nos están diciendo a nosotros realmente y para nuestra realidad? ¿Cuál es y cuál debería ser el rol del estado en las campañas, en los múltiples mensajes que llegan a nuestras cabezas y nos desvelan, nos anestesian y nos llevan a transformar todas nuestras conductas cotidianas y a desconfiar del otro por significar una amenaza, un potencial «infectado» o agente de contagio? ¿Tendrán en cuenta mis estudiantes que los medios de comunicación no muestran hechos sino interpretaciones y el modo asertivo de narrarlos lleva a que seamos nosotros quienes viendo, escuchando, leyendo los universalicemos? ¿Se detendrán mis estudiantes a preguntarse qué les está pasando con todo esto? ¿Sabrán que ya será tiempo de capitalizar todos los aprendizajes que estamos teniendo sin saber y que no tienen que ver con la educación universitaria formalizada o sistemática? ¿Sabrán mis estudiantes que estamos descubriendo todos los días y superando nuestros propios umbrales a través del despliegue de nuevas capacidades, competencias y destrezas en las que no sabíamos que teníamos algo para ofrecer?

Como docentes estamos atravesando preocupaciones y extrañezas sin tener certezas de qué pero tienen que ver con eso que estamos perdiendo, como diría Esteban. Eso que nos permitía estar juntes para autorizarnos (ser autores de forma colectiva) es lo que ahora necesitamos para considerarnos autores en tiempos en que la incertidumbre no nos deja ver lo mucho que estamos ganando, conquistando todos los días.

Presencia y ausencia (deseo)

En el primer cuatrimestre el ASPO no dejaba de ser una novedad y por esto los encuentros en streaming eran hasta simpáticos y además -conscientes de la condición de «excepcionalidad»- hizo que no lo vivamos de forma tediosa. Luego de estar un año sujetados a esto, se han transformado los ánimos.

Los encuentros en el aula virtual, las consignas y los foros que trato de combinar con recursos externos participativos, visuales, audiovisuales, radiofónicos, etcétera… por estos días están impregnados de ese tedio y entré en un sinsentido que se transformó en tormento cuando leí que en uno de los foros, un estudiante había escrito «gravado» apelando al verbo grabar y en la misma ronda el estudiante que participó haciendo una réplica luego cortó y pegó el mismo párrafo. Esa irritación que me produjo (en un marco de irritabilidad crónica) es la que me motoriza a pensar en el ser/estar que hay en las palabras.

Las palabras expresan deseos. ¿Qué hay en la palabra que refleja un deseo? ¿Qué hay en las palabras que reflejan el claro deseo de no querer estar ahí de esa forma, ser parte de esa mediación?

¿Estamos dispuestes a perder, a alejar a nuestres estudiantes por estar igual de agotades que nosotres, docentes? ¿Tenemos que optar por compartir los recursos más espectaculares para no perder su atención?

¿Tenemos que convencernos y aceptar que lo que se pierde, en este contexto y modalidad son nuestros estudiantes y ese vínculo con elles, su motivación y la emoción de aprender?

En esas tensiones que caracterizan estos tiempos, la distancia con efectos de cercanía, la incertidumbre y la búsqueda constante de «seguridad», la amplificación de los riesgos y la inconformidad que se desata cuando estamos bajo resguardo, son parte también de las sensorialidades, en el decir de Martín Barbero (1986) que se ponen en juego en las mediaciones.

Ahora bien, hablamos de tensión y nos damos cuenta que aparece en todas las esferas. Por esto partimos que estamos, siempre, ante tensiones que complejizan y nos obligan a dar una mirada que no sea ingenua o simplicista. Y a sabiendas que nuestra subjetividad está atravesada por una y muchas tensiones, vamos por el reconocimiento de otras.

En las distintas formas que cobra lo educativo a partir de las vivencias de los sujetos, de los deseos, las expectativas y el lugar que cobra lo educativo en la vida cotidiana es que nos preguntamos ¿qué pasa en la ausencia de disfrute del escenario pedagógico? ¿Cómo seguir aprendiendo, seguir enseñando si no nos resignamos a renunciar a todo lo que se pierde?

Es en ese derecho a la educación que se esconden las múltiples formas de habitar los espacios educativos y que Esteban había conquistado, aún en medio de dificultades, intermitencias y desde su interpretación sobre en qué consiste aprender, ser estudiante. En primer lugar es el derecho a la educación (y en este caso el acceso a ese derecho) como valor que necesita estar en el centro (Pineau,2008) y que nos permite entrar en otras interpretaciones sobre las vivencias de lo educativo y por otra parte escuchar sobre cómo las transiciones son habitadas, nos atraviesan, nos trastocan las trayectorias.

Podemos decir que la motivación de Esteban parte de su recorrido personal en una proyección colectiva de sí inscripta en su práctica, en su historia, en el intercambio, el diálogo, las pasiones, los afectos y lo que reconoce como su deber ciudadano, como vocación.

El aula es un ámbito de comunicación con propios entramados discursivos donde los sujetos intervienen lo simbólico y son intervenidos al mismo tiempo. Por esto, esa escena y esa expresión nos permitió recrear un contexto (Achilli, 2013) en que los sujetos significan sus prácticas y reflexionar acerca de sus condiciones concretas de existencia. Recrear en el sentido de crear, de interpretar, de leer, de otorgarle sentido como quien incide, interviene y propone la generación de nuevos entramados y de mundos posibles. Es decir, intentamos reconocer las disputas por el sentido, sumergidos en una mirada, en una perspectiva que a su vez tiene sus propias tensiones y disputas, regidas por la arbitrariedad del lenguaje.

Docencia y reflexión

La ciencia moderna se ha ocupado de otorgarle invisibilidad a los procesos y de jerarquizar saberes y «descubrimientos», a priorizar resultados y cambios de conducta en lugar de recorridos por los que se van construyendo los aprendizajes y de la acción educativa (Dewey, 1978) en sí.

En las palabras de Esteban había una dimensión que podía ser registrada y que esa forma de nombrar a su experiencia sobre lo educativo nos obligó a «hacerpensar» (Alves y Nunes Caldas, 2018) y a abrir la intervención pedagógica como reflexión. Esta vivencia, cuando le dimos audibilidad, nos invitó a conocer sin ambiciones de generalización, para encontrar matices en espacios educativos que solemos llamar diversos pero no siempre nos detenemos en esa diversidad que cobra relevancia cuando las mediaciones cobran protagonismo. Conocimiento que puede significar nuevas poéticas y contribuir, quizás, a desnaturalizar la desigualdad.

Nuevas poéticas que son posibles en un aquí y ahora real y que pueden dar lugar a proyecciones, a otras miradas y relatos, ni mejores ni peores, sino diferentes, novedosos, virtuales. En este sentido, bregamos por la multiplicación y multiplicidad de mundos posibles y por qué la educación en vivo y en directo o a distancia, pueda ser una aventura. Un proceso complejo y conflictivo, en tanto colectivo, pero es allí donde se esconden la travesía y el aprendizaje.

Travesía y aprendizaje que parten de reconocernos y observarnos a nosotros mismos, que es la parte más difícil y menos complaciente y que sigue con las implicancias, las aperturas y las sensorialidades que requieren los espacios en que devienen conflictos, tensiones, presiones, cimbronazos, exigencias, malestares, deseos, placeres, satisfacciones, etc. Y posiblemente de manera simultánea estos devenires se conjugan, superponen, mezclan, confunden y por todo eso, el itinerario se vuelve único y desafiante. Como papeles sueltos y de distintos tamaños que si comenzamos a plegar pueden sorprendernos por las múltiples formas y dimensiones que pueden cobrar y sugerirnos belleza, alegría, goce.

Referencias bibliográficas

ACHILLI, E. (2013). Investigación socioantropológica en educación. Para pensar la noción de contexto. En: Elichiry, N.(comp.). Historia y vida cotidiana en educación. Manantial: Buenos Aires.

ALVES, N. y NUNES CALDAS, A. (2018). Pedagogía con las emociones y los sentimientos. En: Kaplan, C. (Ed.) Emociones, sentimientos y afectos. Miño y Dávila: Buenos Aires.

DEWEY, J. (1878). Democracia y Educación. Losada: Buenos Aires.

HUERGO, J. (2004). Hacia una genealogía de la Comunicación/ Educación. Rastreo de algunos anclajes político –culturales. Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata: La Plata.

MARTÍN BARBERO, J. (1991). De los medios a las mediaciones. G. Gili: Ciudad Nezahualcoyotl.

----------(2019). Comunicación en Jesús Martín-Barbero: incursión a tres obras fundantes. En: Rincón, O. (Ed.) Un nuevo mapa para investigar la mutación cultural. CIESPAL: Quito.

PERLO, C. (2019). Abordaje indisciplinario de la educación, revalorización de su naturaleza instintiva-salvaje. En: Perlo, C. y Costa, L. Saber estar en las organizaciones. La Hendija: Paraná.

PINEAU, P. [En línea] (2008). La educación como derecho. [Consulta: el 2 de junio de 2020]. Disponible en: http://blogs.unlp.edu.ar/pec/files/2015/04/Pineau-laeducacioncomoderecho.pdf

WILLIAMS, R. (2008). Marxismo y literatura. Las cuarenta: Buenos Aires.



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