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Recepción: 06 Febrero 2019
Aprobación: 02 Abril 2019
Resumen: En el presente trabajo se expone cómo fue la elaboración editorial de la primera serie de Historia de las Ideas, del Instituto Panamericano de Geografía e historia. La edición de los textos significó la culminación de un proyecto cultural “panamericano” que se gestó desde principios de siglo XX y que a partir de los años treinta obtuvo un mayor impacto en las redes intelectuales americanas. Para esto, se explican los procesos de edición del IPGH y la editorial Fondo de Cultura Económica entre 1948 y 1956, además de señalar la relevancia de la serie en el panamericanismo y en la profesionalización de la historia en México. En esta serie se narra la historia del desarrollo intelectual de las nacionales americanas hasta mediados del siglo XX. Para la realización del trabajo se utilizaron distintos libros de Actas del IPGH, documentos del Archivo General del Fondo de Cultura Económica, los libros de la serie de Historia de las Ideas y bibliografía complementaria.[1]
Palabras clave: Historia de las Ideas, política editorial, Comisión de Historia, reformas internas, publicaciones.
Abstract: The present work explains how the first series of books of the History of Ideas, of Pan American Institute of Geography and History, were created. This edition meant the end of “Pan-American” cultural project, started at beginnings of XX Century, that became stronger at the decade of the thirties among the intellectual American networks. For this, I will explain the publisher inner process in the Pan American Institute of Geography and History and the Mexican editorial Fondo de Cultura Económica between 1948 to 1956. Also, I will point out the relevance of the series in the pan Americanism and the professionalization of History, in Mexico. The history of the series present national stories on the intellectual development in American countries. This article is part of the bachelor’s dissertation of the author; for its realization books from PAIGH, General Archive of Fondo de Cultura Económica books from the series of the History of Ideas, and complementary bibliography were used.
Keywords: History of Ideas, editorial policy, Commission of History, inner reorganization, publications.
La elaboración de la primera serie de Historia de las Ideas del IPGH 1948 -1956
En 1965 el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, a través de la Comisión de Historia, publicó el último número de la primera serie de textos de Historia de las Ideas. Esta labor editorial se logró con la colaboración del Fondo de Cultura, el cual estuvo a cargo de la edición y distribución de los textos en el mercado hispanoamericano. En la historia editorial de esta serie se entrelazan instituciones como el Fondo de Cultura, la Fundación Rockefeller y el propio IPGH.[2]
Este proyecto tuvo un cariz distinto a otros programas del Instituto Panamericano. Para empezar, la serie estuvo a cargo del filósofo mexicano Leopoldo Zea, quien fue el presidente del Comité de Historia de las Ideas desde 1948. A través de las redes intelectuales hispanoamericanas Zea reunió un grupo de intelectuales, quienes elaboraron historias nacionales con el propósito de establecer un discurso común sobre la cultura en América. La trama de las obras consistió en exponer cómo fueron cambiando las corrientes de pensamiento del continente americano y quiénes fueron sus principales divulgadores; el período de inicio de las narraciones varió, pero todas terminan dentro de la primera mitad del siglo XX. Las historias son sobre Argentina, Bolivia, Brasil, Estados Unidos, México, Uruguay, Centroamérica, y América.
Parte del proceso de una construcción identitaria es la comunicación de ideas que nutren una visión de unidad sobre ciertos acontecimientos. Para esto, Roger Chartier señala que algunos hitos culturales se formaron tiempo después del suceso histórico. Además, este autor expresa su negativa a creer que son las ideas escritas las que generan movimientos sociales, dado que para él las ideas justifican y dan coherencia al desarrollo de los eventos que modificaron partes de una estructura social.[3] Con base en esto, la propuesta de este artículo es explicar y señalar los diferentes procesos institucionales y sociales que permitieron la edición de la primera serie de historia de las ideas de América, obra que forma parte del legado de unión panamericanista de la primera mitad del siglo XX.
El IPGH fue uno de los resultados de las Conferencias Interamericanas celebradas a partir de 1889. El objetivo de estas reuniones, también conocidas como Conferencias Panamericanas, era acercar y mejorar las relaciones de los Estados Unidos con América Latina, puesto que la primera era considerada, desde mediados del siglo XIX hasta la década de los años treinta del siglo XX, como una nación imperialista.[4] Estados Unidos impulsó las conferencias con el propósito de integrar el continente y estandarizar algunas reglas comerciales. En cambio, los países iberoamericanos querían introducir acuerdos internacionales que prohibieran las intervenciones y conquistas por medios coercitivos en el continente.[5]
Aunque la discusión y el interés eran distintos, la Conferencia de 1889 celebrada en Washington, fue el primer antecedente del diálogo continental para resolver conflictos y unificar posturas internacionales entre los países de la recién creada Unión Panamericana. En la segunda Conferencia, celebrada en México, se discutió la necesidad del intercambio intelectual entre países americanos ante la falta de conocimiento que había entre ellos. En 1910, para resguardar los primeros textos de los países miembros de la Unión, se fundó la Biblioteca Colón, en Washington, gracias a un donativo de la Fundación Carnegie.[6]
Las Conferencias Panamericanas fueron interrumpidas con motivo de la Primera Guerra Mundial, por lo que diversos grupos de intelectuales adscritos a ideales hispanoamericanos, latinoamericanos o iberoamericanos, criticaron con mayor fuerza al panamericanismo, al considerarlo una herramienta del imperialismo. Con el final de la guerra se retomaron las Conferencias con la finalidad de promover un estado de paz, a través de proyectos culturales. Para ello, se empezó a emplear a los intelectuales en los organismos internacionales (como el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual), al ser considerados como personas de una moral intachable con las aptitudes necesarias para postular planes que previnieran conflictos bélicos.[7]
El Instituto Panamericano de Geografía e Historia
En ese contexto de “Cooperación Intelectual” se creó el IPGH en la Sexta Conferencia Interamericana de 1928 celebrada en La Habana, Cuba. En dicha conferencia la delegación mexicana propuso crear un Instituto de Geografía Panamericana que estuviera a cargo de la coordinación y difusión de los estudios geográficos, y cuyo aporte principal se relacionaría con las fronteras entre las naciones americanas.[8] La propuesta mexicana tuvo éxito. Sin embargo, el sentido original de ésta mutó cuando se agregó la disciplina de la Historia por recomendación de la delegación cubana.[9]
Además, en dicha Conferencia se propuso formular un programa de enseñanza de la historia para acabar con los prejuicios nacionales que había en el continente, con la finalidad de alinear al IPGH a los programas internacionales de cooperación intelectual. El tema de la enseñanza de la Historia fue de nueva cuenta tratado en la VII Conferencia Panamericana de 1933, en Montevideo, Uruguay, al aprobarse la creación del Instituto para la Enseñanza de la Historia, con sede en Argentina; órgano que finalmente no se creó.[10] En 1928 también se determinó a México como el país sede del Instituto Panamericano. El gobierno mexicano aportó una sección del antiguo edificio del Arzobispado de la Ciudad de México.
Un año más tarde se organizó la Asamblea Preliminar en la capital mexicana, en la cual se aprobaron los lineamientos internos, las autoridades institucionales y las primeras resoluciones que definirían los campos de trabajo del Instituto Panamericano.[11] El cinco de mayo de 1930 el presidente Pascual Ortiz Rubio, junto con los miembros de su gabinete, entregó las instalaciones del nuevo organismo interamericano. El primer presidente del Comité Ejecutivo, fue el geógrafo cubano Salvador Massip, quien ostentó el cargo de 1929 a 1932.
Una vez asentada, la institución panamericana tuvo por objetivo difundir información sobre la cartografía de América, para evaluar y precisar los recursos que había en el continente y así planificar su uso de forma adecuada, además de divulgar las historias nacionales y regionales para, posteriormente, elaborar una continental. Estos propósitos se realizaron con las publicaciones de las dos revistas institucionales, creadas en los años treinta. Una fue el Boletín Bibliográfico de Antropología Americana fundada por el antropólogo Alfonso Caso en 1937, y la segunda, fue la Revista de Historia de América, creada en 1938 por el historiador Silvio Zavala, ambos mexicanos.[12]
De 1932 a 1946 se llevaron a cabo seis Asambleas Generales con la finalidad de reorganizar el Instituto Panamericano. Para la década de los cuarenta, el IPGH se consolidó como una institución científica al ratificar su primera comisión y crear las otras dos. La comisión de Cartografía se creó durante la Segunda Guerra Mundial, en 1941, con sede en Washington. En la cuarta Asamblea General de 1946, celebrada en Caracas, Venezuela, se estableció de forma permanente la Comisión de Cartografía con sede en Estados Unidos, y se crearon las comisiones de Geografía e Historia, eligiéndose sus respectivas sedes; la primera en Brasil, y la segunda en México.
Un año después del comienzo de la Guerra Fría,[13] en 1948, se fundó la Organización de Estados Americanos (OEA), heredera de las Conferencias Interamericanas. En ese mismo año, el IPGH se convirtió en el primer órgano científico especializado de la OEA. En 1949 fue ratificado con las Resoluciones de la Novena Conferencia Interamericana. El objetivo científico del IPGH continuó, pero la forma de trabajo y actividades de la Institución cambió. Una de las modificaciones fue el acuerdo IPGH-OEA, que incentivó la relación del Instituto con otras organizaciones que colaboraban con la OEA. El resultado de ello fue la creación del Comité Coordinador de Asistencia Técnica. La relación del IPGH con la UNESCO fue otra consecuencia de estos cambios.[14]
Junto a esto, en 1950 se reformó el sistema administrativo del IPGH, dado que la institución aún dependía de cuotas voluntarias –no fijas– para su financiamiento. Alrededor de veinte años (1928–1950) los fondos de la institución panamericana procedieron del gobierno mexicano, lo cual implicó que ciertos proyectos –como el Programa de Historia de América– propuestos desde la década de los cuarenta se retrasaran. Con las reformas de los años cincuenta se equilibró la problemática financiera. El sistema de cuotas continuó siendo la base económica del instituto.[15] A partir de estas reformas, el Instituto Panamericano se comprometió a presentar todos los años informes sobre los gastos económicos al Consejo de la OEA, de acuerdo con lo estipulado en el Artículo IV del Acuerdo OEA-IPGH. La subordinación del instituto implicó la atención a una serie de responsabilidades que anteriormente no tenía. Otra consecuencia, fue una reforma en la Secretaría General de Instituto –órgano creado en 1946.[16]
Las reorganizaciones del instituto finalizaron con la Sexta Asamblea General, celebrada en México en 1955. En cinco años se realizaron cambios importantes propuestos por la OEA, destaca la reestructuración interna y la formulación de un nuevo Estatuto Orgánico del IPGH.[17] La Comisión de Geografía obtuvo una mayor relevancia en la institución con base en el Proyecto 29 a nivel científico.[18] Sin embargo, su presupuesto fue menor al de la Comisión de Historia durante estos años. En ese mismo año –de 1955– se señaló a la Comisión de Historia por la baja producción de investigación en correspondencia al presupuesto otorgado. Silvio Zavala, presidente de dicha Comisión, comentó que se habían realizado labores en condiciones difíciles sin la ayuda de la Asamblea General, a diferencia de sus homólogas,[19] además de expresar su molestia sobre el uso de fondos de dicha Asamblea General en los últimos años. El Doctor Zavala fue uno de los participantes más activos en las modificaciones del reglamento del 55.[20]
Dentro de los acuerdos de la Sexta Asamblea se convino un ajuste equitativo del presupuesto para las comisiones, al ser éstas financiadas solamente por el IPGH y no por sus países sedes.[21] Esto fue viable por el crecimiento económico de algunos países de América, lo que posibilitó que se fijara un máximo de 125 mil dólares en las cuotas del IPGH.[22] El nuevo Estatuto reorganizó los gastos del Instituto al centralizar los fondos del IPGH en bancos ubicados en las ciudades sede de las Comisiones y Comités (Art. 39); al ratificar un límite presupuestario con base en lo recomendado por el Consejo Directivo (Art. 40); y al establecer que los proyectos especiales solicitados por uno o varios gobiernos serían costeados por éstos y no por el Instituto.[23]
Estas reformas repercutieron en la creación de la primera serie de Historia de las Ideas, al discutirse los gastos y ganancias que las Comisiones obtendrían con sus publicaciones. Del reglamento de 1955 son tres los artículos que definen los criterios de publicación y ganancias.[24] El primero (artículo IV de la sección de Presupuesto) expone que durante el año fiscal –del 1º agosto al 15 de septiembre– la Secretaría General someterá los proyectos de cada Comisión, y proporcionará un presupuesto anual a cada proyecto, con la posibilidad de ampliarlos. El objetivo es formular una aproximación de los gastos y beneficios que habrá con cada publicación –y así, evitar fuga de capitales. En caso de que el tiempo estipulado del proyecto llegase a pasar, la Secretaría considerará el nuevo presupuesto del órgano responsable, con base al financiamiento otorgado del año anterior.
Lo anterior indicaría que la tardanza en la elaboración de la serie de Historia de las Ideas se debió a un cambio constante de su presupuesto. Sin embargo, el inciso C del artículo VII la sección De la Provisión Fondos, “relativo a la intervención del Consejo (Directivo) en los arreglos que propongan las Comisiones con instituciones privadas, etcétera”, fue modificado un año después de su estipulación en 1956, después de que Silvio Zavala expresara la problemática que se tendría si los arreglos eran facultados sólo por el Consejo Directivo, lo que posibilitaba la pérdida de valiosas oportunidades en un momento específico. Por lo que el inciso C se modificó a: “conocer y en su caso resolver sobre los arreglos que propongan las Comisiones”.[25] Esto permitió a cada comisión decidir sobre las inversiones dadas por otras instituciones, sin la intervención del Consejo Directivo.
El último artículo (art. VIII) explica que la Sección de Fondos y otros ingresos estaría a cargo de contener los ingresos del Instituto al administrar las utilidades de cada año, ya fuese en gastos comunes del IPGH o en proyectos especiales. En 1956 el artículo fue modificado al otorgar el 15% de las ganancias de publicación a las arcas de la sección Ingresos Varios del Instituto, mientras que el 75% llegaría a los fondos de la Comisión responsable del trabajo publicado para estimularse un ciclo constante de ingreso e inversión con la venta de publicaciones.[26]
Las reformas internas permitieron la realización de proyectos que se encontraban en espera de un presupuesto, aunque esto no significó que los problemas administrativos del Instituto se solucionaran. Un ejemplo de ello fue la suspensión de la Revista Historia de las Ideas de la Comisión de Historia, editada por la Casa de Cultura Ecuatoriana, proyecto que comenzó en 1956. De acuerdo con las actas de la Sexta Reunión, se publicaron dos números de la revista en 1959, y el tercero, de 1965, permaneció sin imprimirse en la Casa de Cultura Ecuatoriana debido la falta de fondos.[27]
Con lo previamente expuesto, es posible comprender las dificultades institucionales del IPGH que estuvieron involucradas en los procesos editoriales de la primera serie de Historia de las Ideas. Junto a esto, habría que añadir los distintos acuerdos, convenios y planes a nivel internacional, que tenían por finalidad crear los medios adecuados para construir una red de intercambio cultural que vinculara al Viejo Mundo con el Nuevo, y a los Estados Unidos con la América Latina. Si bien, éste es el plano general, dentro de la propia Comisión de Historia se creó una línea de pensamiento histórico dirigida a los profesionales de esta disciplina en Iberoamérica.
Las Ideas en América en la Comisión de Historia
La Comisión de Historia se fundó en 1947 con sede en la Ciudad de México.[28] Su primer presidente fue Silvio Zavala, quien permaneció en el cargo hasta 1965.[29] La comisión se creó durante la IV Asamblea, de acuerdo con el plan del ingeniero estadounidense Robert Randall, presidente de la Comisión de Cartografía, para reorganizar la institución. Siguiendo la planificación, la comisión sería financiada por cuotas internacionales. Sin embargo, el monto recaudado fue insuficiente para cubrir los gastos de actividades futuras.[30]
Con la creación de la Comisión de Historia se cumplió el art. 2 del primer Reglamento, con el cual se trazó la línea de trabajo de las investigaciones científicas de los primeros comités que conformarían a la comisión (Programa de América, Movimiento Emancipador, Folklore y Archivos).[31] La tarea de la nueva comisión era investigar y difundir la historia del continente americano. Un año después, se creó el Comité de Historia de las Ideas en América.[32]
El entusiasmo de la nueva Comisión del IPGH se puede apreciar en el discurso del Licenciado Manuel Gual Vidal, Secretario de Educación Pública de México, quien aplaudió la dirección de las investigaciones del instituto, al empalmarse éstas con las preocupaciones de otros organismos internacionales.[33] Parte de las actividades de la recién creada Comisión fue el Programa de Historia de América, el cual cumplía con la agenda establecida desde los años veinte, por las organizaciones comprometidas con la “Cooperación Intelectual”.
Aunque el Ipgh contaba entre sus resoluciones relativas a historia y ciencias afines tomadas desde 1922, fue hasta octubre de 1950 cuando la V asamblea del Instituto reunida en Santiago de Chile otorgó la aprobación inicial para el Programa de Historia de América, proyecto que combinaría aquella añeja preocupación del Instituto, con la no menos persistente de cooperar para la revisión de los programas y textos de historia de América, con el fin de fomentar, dentro del respeto a la verdad histórica y la amistad, el conocimiento mutuo y la colaboración entre los pueblos del continente.[34]
El Programa de Historia de América fomentaría así una historia “verdadera y única”, de los tres períodos de la historia continental.[35] No obstante, su realización se demoró, y en el caso del período colonial a cargo de Zavala, el investigador Roberto Fernández Castro menciona que el trabajo de aquél excedió los límites de lo acordado por el programa; por tanto, la institución elaboró un resumen correspondiente.
Después de fundarse la Comisión de Historia y sus primeros cuatro comités que la conformarían, en 1947, un año más tarde se creó el Comité de Historia de las Ideas en América. Este comité surgió en la Primera Reunión de Consulta de la Comisión de Historia celebrada en México, en 1948. Su primer presidente fue el filósofo e historiador Leopoldo Zea.[36] La resolución XVII fue la que dio pie a la conversación sobre la pertinencia de la creación de este comité.[37] Su objetivo era:
Para dar cumplimiento a la resolución número XVIII de la Primera Reunión de Consulta de la Comisión de Historia se formó el Comité de Historia de las Ideas en América, cuya finalidad fue la de estimular en toda América el estudio de las Ideas, el Pensamiento y las influencias filosóficas en todo el Continente Americano, para que en esta forma se fuesen elaborando las respectivas historias nacionales en este campo, las cuales habrían de servir como base para una Historia general del Pensamiento, las Ideas y la Filosofía en América.[38]
Desde el momento de creación del Comité se habló de la posibilidad de elaborar una serie de libros que difundieran el proceso intelectual de cada país de América; es decir, publicar historias nacionales que, vistas en conjunto, explicaran el desarrollo del pensamiento continental. Aparte del consenso para realizar estos trabajos, los participantes de la Primera Reunión de Consulta concertaron la organización de eventos y seminarios nacionales que se dedicaran a los estudios de las Ideas.[39] El primer seminario de Historia de las Ideas en América se celebró en la Ciudad de San Juan, Puerto Rico, en 1956.[40] Estos proyectos fueron patrocinados por instituciones y donaciones de privados.[41]
Este proyecto cultural, por cual se creó el Comité de Historia de las Ideas, estaría en manos del filósofo mexicano Leopoldo Zea, quien propondría un trabajo multidisciplinario al reunir a diversos intelectuales sudamericanos para realizar una historia de las ideas y/o filosofías de los países americanos. Fue el propio Zea quien invitó a los autores a colaborar en el proyecto, mismos que conoció durante su gira por Estados Unidos y algunos países de Sudamérica de 1946 a 1947. Por medio de las redes intelectuales de Francisco Romero, filosofó argentino, Zea forjó un grupo de pensadores interesados en participar en el proyecto de Historia de las Ideas.[42] Leopoldo Zea realizó este viaje con el apoyo de la beca de la Fundación Rockefeller que su maestro José Gaos le consiguió, a través de Daniel Cosío Villegas. [43]
Al reconstruir las bases que dieron pie al proyecto de Historia de las Ideas se toma en cuenta los proyectos de “Cooperación Intelectual” de diferentes organismos internacionales, los diálogos y acuerdos de las Conferencias Panamericanas sobre el intercambio intelectual entre países miembros, y el propio programa interno del IPGH, que desde 1938 se gestaba con la Revista de Historia de América y las resoluciones para promover un Programa de Historia de América. Además, habría que añadir la profesionalización de la historia que se estaba desarrollando desde los años cuarenta, en México.
A mediados de la década de los treinta, llegaron los exiliados españoles que junto a intelectuales como Daniel Cosío Villegas y Silvio Zavala aportaron las teclas finales para profesionalizar la historia, disciplina que había sido trabajada en el país desde el siglo XIX. Para la década de los cuarenta, los historiadores de México se dedicaron de tiempo completo al estudio de la historia.[44] Dentro de este proceso de profesionalización, Leopoldo Zea realizó sus estudios de filosofía en El Colegio de México, bajo las enseñanzas del filósofo transterrado español, José Gaos, alumno predilecto del filósofo español José Ortega y Gasset.[45] Es importante comprender que Gaos fue uno de los mayores impulsores de los estudios del pensamiento de la lengua española en Hispanoamérica, labor que efectuó con críticas y comentarios a sus discípulos en su Seminario para el estudio del pensamiento en los países de lengua española.[46]
Las enseñanzas de Gaos dotaron de inquietud a Leopoldo Zea, quien, influenciado por el pensamiento orteguiano, desarrolló en los años cuarenta una preocupación por lo americano.[47] Para comienzos de los cincuenta, el pensamiento de Zea discurría sobre el ser de mexicano, labor que realizaría con el grupo Hiperión, mientras que para los años sesenta el filósofo mexicano incursionaría en los estudios dedicados al latinoamericanismo y el Tercer Mundo.[48]
Estos elementos encabezados por las líneas de cooperación intelectual, impulso y desarrollo de un programa de historia continental, y la formulación de una dinámica de reflexión en torno al pensamiento hispanoamericano, fueron decisivos a la hora de plantear los objetivos para formular una historia de las ideas de América, además de recomendarse un seguimiento a las nuevas dinámicas de historiar que se efectuaban en el continente americano.[49]
La edición de la serie de Historia de las Ideas en América
El proyecto cultural de la creación de trabajos relacionados con el pensamiento, ideas y/o filosofías de América se presentó desde 1947, como se señala en la Revista de Historia de América, número 24, en el apartado “Noticias” de diciembre de 1947. La empresa fue organizada por Leopoldo Zea y patrocinada por la Fundación Rockefeller, cuyo único requisito fue que la periodización de los textos se relacionara al siglo XX. El Fondo de Cultura Económica fue la editorial encargada de publicar los textos desde 1948, de acuerdo con la resolución XXVII de la Primera Reunión de Consulta sobre Historia del IPGH.[50] Esto último se explica en el Acta Final de 1955, en donde se establece que la designación de trabajo era facultad del presidente de la Comisión de Historia y del Comité de Historia de las Ideas, ambos relacionados con la editorial mexicana.[51]
Cabe añadir que la serie de Historia de las Ideas pertenece a la categoría de Trabajo Científico del IPGH, al no ser una publicación periódica (Revista) o informativa del Instituto (Acta).[52] Por lo que tendría un tiraje mínimo de 2000 ejemplares de acuerdo con el Reglamento sobre Publicaciones del IPGH de 1954.[53] De estos ejemplares, 255 serían donados a los órganos del IPGH u otras instituciones, como se indica en el Acta de la Reunión Extraordinaria del Comité Ejecutivo (1955).[54]
En un inicio, el proyecto del Comité de Historia de las Ideas constaba de un total de doce títulos. No obstante, la falta de recursos, los desacuerdos con los autores, y la falta de Derechos de Autor, propiciaron la publicación de sólo 8 textos en la editorial del Fondo de Cultura Económica. Obras como las de Humberto Piñera Llera, Historia de las ideas contemporáneas de Cuba, y la de Agustín Salazar Bondy, Historia de las ideas actuales en Perú, fueron publicadas en otras editoriales. El trabajo del chileno Luis Oryasun, autor que murió prematuramente, posiblemente no se publicó por la falta de derechos de publicación, ya que el IPGH contaba con el manuscrito. En la siguiente cita se muestra los títulos tentativos de la primera serie y en qué condición se encontraban:
1. El pensamiento boliviano en el siglo XX, de Guillermo Francovich.
2. La Filosofía en el Uruguay en el siglo XX, de Arturo Ardao.
3. Esbozo de una historia de las ideas en el Brasil, de Joao Cruz Costa.
4. Panorama de las ideas contemporáneas en los Estados Unidos, de Angélica Mendoza.
5. Idea y experiencia de América, de Antonio Gómez Robledo.
En las mismas prensas del Fondo de Cultura Económica, se encuentran actualmente:
• Historia de las ideas contemporáneas en Centro América, de Rafael Heliodoro Valle.
• Historia de las ideas sociales en México, de Víctor Alba.
Y se encuentran en poder del Comité, para su publicación los originales de:
• Historia de las ideas contemporáneas de Cuba, por Humberto Piñera Llera.
• Panorama de las ideas contemporáneas en Venezuela, por Mariano Picón Salas.
• Historia del pensamiento contemporáneo en México, por Leopoldo Zea
• Historia de las ideas actuales en el Perú, por Agustín Salazar Bondy.
• Historia de las ideas contemporáneas en Chile, por Luis Oryasun.[55]
Para 1960 ya se habían publicado cinco títulos, dos estaban por imprimirse y cinco se encontraban en las oficinas del IPGH. Otros autores que “participarían” en el proyecto para 1955 fueron José Luis Romero con Historia de las Ideas contemporáneas en Argentina, Camille Lherisyson con Historia de las Ideas actuales en Haití y Fausto Vega con Historia de las ideas estéticas contemporáneas en México.[56] Estos dos últimos títulos no fueron publicados por el FCE, y en las actas no se registran los motivos por los que no aparecieron en la serie. Mientras que el libro del argentino José Luis Romero se publicó en 1965, con el título de: El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX.[57]
La primera serie de Historia de las Ideas finalizaría con la publicación del texto de Romero. Este proyecto de historia americana formó parte de los impulsos culturales que la Fundación Rockefeller realizaba desde su creación en 1913 con el propósito de generar “bienestar” al mundo, sin importar frontera o cultura humana, por medio de donativos a universidades y centros de investigación. En el siglo XX los donativos fueron para los campos de las Ciencias Sociales –Política y Economía– y las Humanidades. El aporte de la Fundación consistió en la promoción de becas para estudiantes estadounidenses y extranjeros; donaciones a centros y a universidades; catálogos e informes, entre otras cosas.[58] Orientación que era acorde a las metas de organismos internacionales que participaban en la “Cooperación Intelectual”.[59] Algunos autores señalan que la Fundación llegó a marcar la agenda internacional e inclusive, formó parte del programa propagandístico del gobierno estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial.[60]
Después de 1946, la Fundación continuó financiando programas a través del Departamento de Humanidades que dirigió Charles Burton Fahs de 1949 a 1961.[61] Este departamento priorizó el diálogo interdisciplinario y el análisis de problemas relacionados con el presente. Por este motivo, la única condición de la serie fue ligar sus historias al siglo XX.
Ahora bien, el papel del Fondo de Cultura Económica consistió en editar y publicar los textos del Comité de Historia de las Ideas. Esta editorial, fundada por Daniel Cosío Villegas y otros ilustres mexicanos, para finales de los cuarenta era la única editorial americana –en legua española– en publicar obras con temáticas distintas a la literatura, como: Sociología, Economía, Historia y Ciencias políticas, o temas tan especializados como la Historia de las Ideas.[62] La editorial, debido a la insistencia de Daniel Cosío Villegas, tenía un enfoque diferente respecto a otras casas editoriales sobre el mercado editorial, la edición, publicación y difusión de libros que no pertenecían al ámbito literario.[63]
La primera serie de Historia de las Ideas del IPGH se publicó en la colección Tierra Firme del FCE. Esta colección estaba especializada en la distribución y difusión de las ideas de los autores americanos, con el objetivo de dar cuenta de las problemáticas continentales.[64] Daniel Cosío Villegas fundó la colección Tierra Firme en 1944,[65] y un año después estableció la primera sucursal del Fondo de Cultura en Argentina. Con esto, el intelectual mexicano inició su plan editorial de expandir el mercado del FCE en un eje horizontal que iba de México a Argentina.[66] Cabe señalar que Cosío Villegas formó parte de la delegación mexicana que fue a la VII Conferencia Panamericana de 1933, celebrada en Montevideo, Uruguay.[67] Los fines de intercambio cultural no le fueron ajenos, además de que el mexicano fue consciente de la importancia de consolidar al Fondo en el mercado editorial a partir de la colección.[68]
Sin embargo, el responsable del proyecto otorgado por el Instituto Panamericano fue Arnaldo Orfila Reynal, gerente de la sucursal del Fondo en Argentina desde 1945, quien tomó el cargo de director interino en 1948.[69] El cambio de director propició un crecimiento importante para el FCE.[70] Arnaldo Orfila Reynal estuvo en funciones durante diecisiete años, período en el cual se publicó la serie del Comité de Historia de las Ideas. La salida forzada de Arnaldo Orfila de la dirección del Fondo coincidió con la renuncia de Silvio Zavala a la presidencia de la Comisión de Historia (1965).
Durante la administración de Orfila, el Fondo de Cultura mantuvo correspondencia con el IPGH, Leopoldo Zea y algunos autores de la colección, la cual se encuentra en el archivo histórico del FCE. Las cartas contienen instrucciones, recomendaciones y señalamientos que eran comunicados a Joaquín Diez-Canedo y a Orfila.[71] En las cartas de los autores se aprecia que éstos le otorgaron libertad absoluta al editor y el corrector para trabajar con la estructura, la organización y la extensión misma de los textos. De esa forma, la primera serie de Historia de las Ideas se realizó por medio de la labor de dos personas, el autor y el editor.[72] Acción que, sumada con las intervenciones del IPGH y de la Fundación Rockefeller, definió el tema, espacio, temporalidad y narrativa de las historias.
En la epístola entre IPGH y el Fondo se exponen las condiciones contractuales que habría entre ambas instituciones. El primer punto fue que el FCE estaba a cargo de la edición de los manuscritos presentados por Leopoldo Zea. El segundo estipuló un tiraje mínimo de 2 mil ejemplares por título y las características editoriales. En el tercero dotó a la Comisión Nacional de Historia del IPGH en México de mil ejemplares por cada obra, con la condición de que se pagara por adelantado. La Comisión tendría un descuento del 50 por ciento en el precio de venta de cada libro. Además de comprometerse a cubrir los gastos pendientes de cada título, una vez establecido el precio de venta o, en caso de haber pagado más, el Fondo le acreditaría ese valor a la cuenta correspondiente de la obra. El quinto punto colocaba el sello de la Comisión en mil ejemplares y, en el resto, aparecería el del FCE. Sin embargo, en todos los textos se especificaría la colaboración de ambas instituciones. Por último, la editorial mexicana consideró destinar el 10 por ciento de las ganancias de cada título a un fondo reservado que la Comisión podría usar para futuros proyectos con el Fondo; en caso de que los autores no hubieran recibido honorarios, les sería otorgado el 10 por ciento de las ganancias en ventas. El pago se efectuaría de acuerdo con los estatutos de la Casa Editorial.[73]
Bajo estas dinámicas contractuales se publicó la primera obra de la serie en 1956, mientras que la última sería publicada en 1965. Ahora bien, por la correspondencia se puede constatar que la editorial contaba con algunos originales antes del período de publicación. El motivo de que los manuscritos se publicaran después de la fecha de entrega al Fondo de Cultura, por parte del IPGH, fue por la huelga de los trabajadores de la impresora Gráfica Panamericana a finales de 1956. Esto implicó que el FCE recurriera a otros talleres para cumplir con sus contratos editoriales. El taller que se encargó de imprimir siete de los ocho títulos de la Colección, fue Edimex. El último texto, de José Luis Romero, sí se imprimió en los Talleres Gráfica Panamericana en 1965, una vez que la huelga terminó. [74]
En cuanto a la recepción de la obra, los textos fueron reseñados en distintas revistas de alto prestigio. Por dar un ejemplo, la obra Idea y Experiencia de América, del diplomático mexicano Antonio Gómez Robledo, fue reseñada por el historiador estadounidense Edwin Charles Rozwenc en la revista la The American Historical Review.[75] En la reseña se congratula Robledo a decir que “es refrescante encontrar un historiador mexicano de las ideas que esté dispuesto a romper con la preocupación excesiva de la mexicaneidad, y se preocupe por otras ideas fundamentales que los mexicanos pueden compartir con otros pueblos del Nuevo Mundo”.[76] Otro ejemplo, fue el trabajo del argentino José Luis Romero, cuya reseña estuvo a cargo del historiador estadounidense Earl T. Glauert, en la revista The Hispanic American Historical Review.[77] En ésta se dice que las “críticas” al trabajo son “insignificantes en comparación con la excelencia general del estudio. Romero ha reunido material ampliamente disperso y ha complementado nuestro conocimiento sobre la historia social e intelectual de Argentina”.[78]
Las reseñas aluden que las obras complementan la historia del continente, además de nutrir la idea de una historia compartida entre los países de América. En ese sentido, la serie de Historia de las Ideas cumplió con su propósito de difundir historias nacionales que llenaran los huecos de conocimiento que había entre las naciones americanas. Conjuntamente, la recepción de la serie en revistas de renombre significó la conclusión de un proyecto editorial panamericano sobre la historia de las ideas americanas, en el que colaboraron diversas instituciones e intelectuales.
Caminos por seguir
El estudio editorial de la elaboración de la primera serie de Historia de las Ideas de la Comisión de Historia, del IPGH, fue uno de los resultados de los diversos diálogos establecidos en las primeras Conferencias Panamericanas sobre el intercambio cultural entre los países americanos. Factor que posteriormente fue reforzado a raíz de los eventos de la Primera Guerra Mundial, lo que permitió una mayor injerencia en los asuntos culturales de asociaciones como la Fundación Rockefeller, y la participación de nuevos grupos sociales en las políticas internacionales como los intelectuales. Junto a esto habría que añadir el desenlace de la profesionalización “cultural” en México, en el que se promovieron la creación de centros educativos y empresas editoriales que fueron relevantes para la construcción, elaboración, edición, distribución y difusión de los textos que formarían parte de esta primera serie, en lengua española.
A través de esta investigación es posible rastrear ciertos ejes que trazaron la política de un sector académico del continente americano. Al establecerse el Instituto Panamericano de Geografía e Historia como órgano científico especializado de la OEA se dio inicio a diferentes proyectos científicos que estaban ligados a los intereses particulares de instituciones y personas. El papel de la serie de Historia de las Ideas del IPGH consistió en mostrar a los lectores americanos qué era América, qué había allí y cómo se podrían utilizar los recursos; también en dar a conocer qué pensaban los intelectuales americanos sobre sus naciones o regiones y así, elaborar una “historia verdadera” del continente.
Sería interesante y enriquecedor averiguar qué otros proyectos apoyó la Fundación Rockefeller, con qué fines, cuáles fueron los lineamientos y sobre todo, a qué instituciones, universidades y centros de investigaciones financió a lo largo de la primera mitad del siglo XX, en América Latina. Junto a eso, habría que resaltar la labor del Fondo de Cultura Económica de formar una línea editorial, como lo fue Tierra Firme, que buscara dominar el mercado americano.
Otro punto que no se trató en este estudio -por motivos de tiempo y límites que debe llevar una investigación, pero que a mi parecer son importantes para comprender el otro lado de la moneda de esta historia- son los autores que participaron en el proyecto. Hago una cordial invitación al lector para realizar un estudio que pregunte: hasta qué punto se establecieron relaciones intelectuales a partir de la serie de Historia de las Ideas; y si es posible, seguir un rastro de las redes académicas durante los años cincuenta y sesenta, derivadas de relaciones personales previas. Considero que ambas investigaciones serían un gran aporte para la construcción del conocimiento americano.
Enlaces
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Notas
Notas de autor