Resumen: Se analizan las circunstancias, procesos y recursos puestos en acción en los escenarios políticos actuales en Nuestra América. Estos escenarios han cambiado a partir del surgimiento de las Redes Sociales como una fuente masiva de datos que resultaron un recurso fundamental en diversas campañas políticas desde 2009. En adelante, se implantan en la región las nuevas tecnologías y estrategias para hacer política: procesos de destitución por acusación (impeachment) o de encausamiento, guerra jurídica (lawfare), ley de guerra (law of war), inteligencia de datos (big data), tecnología predictiva de algoritmos, noticias falsas (fake news), cartelización y control empresario de los medios de comunicación de masas. Un ejemplo claro de esta situación lo ofrece la última elección de Brasil (2018). A partir de este análisis y reflexiones se plantean algunas ideas con respecto a qué hacer desde la psicología social, la psicología comunitaria y la psicología política, dando pie a posibles respuestas al interrogante ¿qué puede aportar una psicología crítica al proceso de lucha por la libertad, la democracia real y la autodeterminación de los pueblos y las personas?
Palabras clave: psicología comunitaria – psicopolítica – big data – militarización – lawfare.
Abstract: We analyze the circumstances, processes and resources put into action in the current political scenarios in Latin America. These scenarios have drastically changed since the emergence of Social Networks, as they provide a massive source of data that proved to be a fundamental resource in several political campaigns since 2009. Henceforth, new technologies and strategies for policy making were implemented in the region: impeachment or prosecution processes, legal warfare (or lawfare), law of war, data intelligence (big data analysis), algorithmic predictive technology, fake news, cartelization and entrepreneurial control of the mass media. A clear example of this situation is offered by the last election in Brazil (2018). From this analysis and reflections, some ideas are proposed regarding what to do from social, community and political psychology.
Keywords: community psychology - psychopolitics – big data – militarization – lawfare.
Introducción
Este escrito surge de percibir con claridad la necesidad de centrarse, en los países de Nuestra América, en el análisis de los desarrollos teóricos y observacionales –de profesionales del periodismo, la psicología y demás disciplinas sociales y humanísticas– que vinculan a la psicología con la manipulación de la opinión pública y sus componentes ideológico-políticos. También en aquellos trabajos que relacionan esta disciplina con el modelamiento de las actitudes y comportamientos políticos en general, particularmente los vinculados con las campañas de proselitismo político electoral y los comportamientos de votación en elecciones presidenciales, legislativas, locales o en referendos, en beneficio de una determinada corriente económico-política de organización y gestión de la sociedad.
Esta utilización de la psicología, hasta ahora, está siempre relacionada con intereses corporativos vinculados con el habitualmente denominado “el 1% más rico”, o sea, las altas burguesías de los países centrales y periféricos del imperio anglosajón [en términos cívicos-militares: la Organización del Atlántico Norte (OTAN) +Australia+Nueva Zelanda+Israel+Colombia], las entidades transnacionales –unas, financieras; otras, complementarias del complejo industrial-militar norteamericano– y sus centros o laboratorios de ideas (think tanks).
Otro componente motivador de este artículo es el interrogante, junto al intento de elaborar la correspondiente respuesta, sobre cuál es la posición teórico-práctica que debe asumir tanto la psicología social como la psicología comunitaria ante esta realidad que, por un lado, impacta en las comunidades, determinando o generando en sus integrantes creencias, actitudes y comportamientos auto-perjudiciales (por ejemplo, en procesos electorales de todas las jurisdicciones, desde la nacional hasta las de los gobiernos locales o municipales) y, por otro, las desempodera con respecto a los verdaderos y últimos poderes fácticos decisores.
Desde los inicios de las guerras y procesos de independencia del imperio español por parte de Nuestra América, en el primer cuarto del siglo XIX, se tuvo y se tiene que lidiar a la vez con el desarrollo del proceso imperial de Estados Unidos de Norteamérica. Viene al caso la idea de John Quincy Adams formulada en la frase “América para los americanos” que, como base doctrinaria elaboró, en su función de Secretario de Estado del presidente James Monroe en 1823 y que este empleó para dirigirse a los poderes imperiales europeos reorganizados luego de la derrota definitiva de Napoleón Bonaparte. Deformado el concepto y convertido en doctrina es reutilizado por el presidente James Polk en 1845 redirigiéndolo ya al resto del continente de las Américas, por su decisión de posesionarse de Texas y Oregón, idea y acción apoyada desde el periodismo por John O’Sullivan en su artículo “Anexión”, publicado en la revista Democratic Review de Nueva York, con el que intentó dar soporte ético a estas anexiones apelando a la idea de que eran parte del destino manifiesto de EE.UU. “…extenderse por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia para el desarrollo del gran experimento de la libertad y autogobierno.”
Inmediatamente concluida la guerra de 1939, en EE.UU. comienza un veloz proceso de militarización de toda su sociedad, –con preponderancia en sus estamentos dirigenciales– que acompaña la hipertrofia del complejo industrial-militar denunciado por Dwight Eisenhower el 17 de enero de 1961 en oportunidad de su discurso de despedida presidencial en el que manifestó:
Esta conjunción de un estructura militar inmensa y de una gran industria de armas es nueva en la experiencia Americana. La ascendente influencia -económica, política, incluso espiritual- se siente en cada ciudad, cada casa de gobierno Estadual, cada oficina del gobierno Federal. Reconocemos la necesidad imprescindible de este desarrollo. Sin embargo, no debemos caer en la incomprensión de sus graves implicaciones (Eisenhower, 1961).
Por militarización se entiende, en este escrito, el remplazo progresivo pero sostenido y profundizado en el tiempo de los principios éticos, jurídicos y axiológicos de la sociedad civil por los principios éticos, jurídicos y axiológicos propios del mundo militar en situaciones bélicas. A quien comanda tropas militares en un teatro de operaciones beligerantes, en el que debe tomar una determinada posición en el terreno, no se le exige que ponga la vida de los soldados bajo su orden por delante del objetivo militar, deberá ordenar el avance aún estimando que todos los implicados morirán. Los fundamentos de su comportamiento son pragmáticos y en tal condición el fin justifica los medios.
Un ejemplo específico muestra con claridad el verdadero sentido del concepto militarización de la sociedad: Donald Ewen Cameron (1901-1967) - Médico psiquiatra - Profesor en la Universidad McGill (Canadá) y en la Escuela de Medicina del Estado de Albany (EE.UU.) - Presidente de la Asociación Mundial de Psiquiatría y de la Asociación Americana de Psiquiatría. Un dato significativo más: Cameron fue miembro del tribunal médico en los Juicios de Nuremberg desarrollados por los aliados al finalizar la guerra de 1939 y es de hacer notar que veinte de los enjuiciados eran médicos y varios de ellos fueron condenados a muerte por llevar a cabo experimentos con seres humanos. Sin embargo, en 1957 el Dr. Cameron se incorporó como una de las figuras principales del Proyecto MK Ultra de la Agencia de Inteligencia (CIA) de EE.UU. (Sánchez de Miguel et al., 2012; U.S. Senate, 1977) que se desarrolló en este país y en Canadá, con participación del gobierno de Canadá. Era un programa de control mental en el que participaron más de cuarenta universidades estadounidenses, compañías farmacéuticas como Novartis (Sandoz) y Eli Lilly & Co., 12 hospitales y clínicas, y tres cárceles. Desde 1957 hasta 1964 el Dr. Cameron llevó adelante los experimentos con humanos en el Allan Memorial Institute de la Universidad de McGill; como consecuencia de estos experimentos algunas personas perdieron de modo absoluto y definitivo su memoria llegando, en algunos casos, a no reconocer a los hijos ni al cónyuge. En una entrevista en que se le preguntó si él no tenía reparos morales o temores de ser enjuiciado por lo que había dañado grave e irreversiblemente a personas, respondió que él lo hacía por la patria.
A esto es lo que en este escrito se denomina militarización de la sociedad civil, proceso insidioso que se ha extendido a bastante velocidad en toda la sociedad civil de EE.UU. con particular impacto en los estratos dirigenciales del mundo empresario corporativo –industrial y financiero–, del político y del de la justicia. Este proceso de militarización también está afectando a algunos países de Europa y, muy particularmente, a Israel, sobre todo, a partir del asesinato de Isaac Rabin a fines de 1995.
Seguramente, por la patria –sea esta Estados Unidos o, más ampliamente, Occidente– Henry Kissinger y una gran cantidad de personas de la sociedad civil pusieron en marcha y monitorearon el Plan Cóndor que asoló a los países de nuestra región y también por la patria hoy tienen en marcha el Plan Cóndor Judicial, también conocido como lawfare (guerra jurídica o legal), con la participación de una mayor cantidad de personas no-militares, gente del periodismo y de los sistemas judiciales de los países suramericanos. A través de este plan, pareciera que el imperialismo está decidido a impedir la democracia y la libertad a las ciudadanías de los países de Nuestra América volteando gobiernos a través de amañados procesos de destitución por acusación (impeachment) aplicando procedimientos propios de la ley de guerra (law of war).
Esto último también es parte de la militarización de la sociedad, dado que la ley de guerra y los criterios procedimentales con los que se regulan los tribunales militares siempre fueron muy diferentes al sistema legal y los códigos de procedimiento empleados en la justicia y los tribunales civiles, aceptándose o siendo legal en aquellos cuestiones inaceptables o que estarían en contra de la ley y las normativas en estos, pero resulta que poco a poco se han ido trasvasando de aquellos a estos, sobre todo en los requisitos y procedimientos probatorios. Una práctica que lo demuestra es el encarcelamiento o el encausamiento de los líderes progresistas o tildados de izquierda o populistas a través de procedimientos ilegales para la justicia civil –detenciones sin pruebas, condenas basadas solo en impresiones subjetivas del juez, etc.– de modo que no puedan participar en los procesos electorales o que lo hagan pero con fuertes desventajas.
Psicología científica y política
En el tiempo transcurrido de la década del 2010, por diversas circunstancias, se ha ido desvelando lentamente la implicación directa de la psicología con los servicios de inteligencia militar y de acción psicológica en tiempos de paz. Seguramente, el aporte más extraordinario que se ha hecho en cuanto a este desvelamiento ha sido el que efectuó, con una valentía e integridad moral excepcional, Edward Joseph Snowden.
En honor de esta persona se consigna en este escrito, muy sintéticamente, la epopeya de la que fue protagonista: el 6 y 7 de junio de 2013 Snowden entrega información al periódico The Guardian y The Washington Post que muestra que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA por su sigla en inglés) registraba todas las comunicaciones del mundo que circulaban a través de Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, PalTalk, AOL, Skype, Youtube y Apple. El 9 de junio Snowden, desde Hong Kong, da conocer que es él quien ha dado esa información. Entre el 23 y 24 de junio, con apoyo de Ecuador, Snowden, que ha estado herméticamente escondido en Hong Kong, logra volar a Rusia, quedando retenido en la terminal de tránsito del aeropuerto Sheremétievo, de Moscú. Recién el 2 de agosto Rusia le concede la condición de refugiado, pudiendo así retirarse del aeropuerto. Snowden, con menos de 30 años decidió, por razones morales, enfrentar a todo el aparato de inteligencia de las naciones angloparlantes (USA, Inglaterra, Canadá, Australia y Nueva Zelanda –los Cinco Ojos o Five Eyes–) desarrollado en base a un tratado de seguridad –identificado en forma abreviada con el acrónimo UKUSA–, la red de espionaje ECHELON y sistemas operativos tales como PRISM, entre otros.
Snowden, del 2013 al 2016, recibió once distinciones internacionales de instituciones europeas y de EE.UU., como el Premio Ridenhour Truth Telling y el Premio Sam Adams que entrega, desde el 2002, la Asociación para la Integridad en la Inteligencia, institución fundada por un grupo de oficiales retirados de la CIA. Hasta ahora, no ha recibido ningún reconocimiento de instituciones de países de Nuestra América no obstante ser una región central en los planes del colonialismo anglosajón e israelí.
También en este tiempo se fue conociendo que, en número significativo, profesionales de la psicología participaban en experiencias y desarrollos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por su sigla en inglés) y el Departamento de Defensa de Estados Unidos, lo que quedó corroborado en el informe que, a solicitud de la Asociación Americana de Psicología (APA por su sigla en inglés), le presentó la firma de abogados Sidley Austin LLP el 2 de julio de 2015. Este informe expresa en uno de sus apartados lo siguiente:
A través de su entrenamiento y experiencia, los psicólogos poseen una habilidad especial con respecto a cómo funcionan nuestra mente y nuestras emociones, una habilidad especial que presumiblemente permite que los psicólogos sean particularmente eficaces para curar psiquis dañadas. Al igual que con otros que poseen una habilidad especial, los psicólogos también tienen una capacidad mejorada para causar daño a la psique (pp. 70).
Todas las universidades norteamericanas y, al menos, algunas de las inglesas, están implicadas en proyectos de investigación psicológica secretos, cuyos resultados pasan en exclusividad al Departamento de Estado o de Defensa o a las agencias de inteligencia en el caso de Estados Unidos o, en el caso de Inglaterra y la Universidad de Cambridge, a instituciones privadas como, por ejemplo, la corporación Cambridge Analytica –con casa matriz en Londres y que en ciertos escenarios aparece denominada como Cambridge Analytica Political Global– o su afiliada Strategic Communications Laboratories que se caracteriza como una “empresa privada británica de investigación del comportamiento y comunicación estratégica”. Es significativo señalar que Steve Bannon, jefe de campaña de Donald Trump en su primera elección y pieza central en la campaña proselitista para la presidencia de Jair Bolsonaro en Brasil, fue vicepresidente de Cambridge Analytica.
Estalló en los últimos meses de 2019, en medios de comunicación y a modo de escándalo, cómo estas empresas –de base universitaria– han estado manipulando a las sociedades de varios países de Europa, África y América en procesos electorales, el Brexit de Inglaterra y, seguramente, en procesos de construcción, manipulación o desvíos de la opinión pública con respecto a cuestiones vinculadas a los grandes problemas que generan a las sociedades las mega-corporaciones de la industria químico-farmacéutica (Bayer-Monsanto, Hoffman-La Roche, Astra-Zeneka, Sanofi Winthrop Industrie, etc.).
Dos científicos centrales en todo esto fueron, y seguramente son, Aleksandr Kogan –también conocido en algunos momentos y países con el nombre Aleksandr Spectre–, Director del Cambridge Prosociality and Well-being Laboratory de la Universidad de Cambridge, y Michal Kosinski, experto en psicometría e incorporado al laboratorio en 2008, quien se puso a trabajar tomando como base las investigaciones llevadas a cabo por Louis L. Thurstone en la Universidad de Chicago, en la primera mitad de la década del 30 del siglo pasado, que dieron lugar a un modelo factorial de la personalidad denominado en aquel momento por su acrónimo OCEAN[1].
A comienzos de 2018, en el portal de Neurociencia de la Universidad de Cambridge, aparecían los datos del Dr. Aleksandr Kogan, Lecturer Departaments. En este portal, este psicólogo investigador informa sobre sus intereses manifestando lo siguiente:
Mi laboratorio investiga la prosocialidad y el bienestar desde perspectivas biológicas, psicológicas e interculturales. En particular, estamos muy interesados en la cooperación, la confianza, el altruismo, las emociones positivas, las relaciones cercanas, la felicidad, la salud física y mental y las diferencias interculturales. Empleamos una metodología que combina genética, fisiología, farmacología, encuestas, muestreo de eventos y conjuntos de datos a gran escala.
También hay que tener presente las múltiples intervenciones manipulativas de masas llevadas a cabo en países de Nuestra América a través de lo que se desprende de las propuestas de los cursos y manuales de desestabilización de gobiernos democráticos elaborados y distribuidos por la ONG Institución Albert Einstein a través de la web , fundada en 1983 por Gene Sharp y el Coronel (R) de las Fuerzas Armadas de EE.UU. Robert L. Helvey, que promueven grandes movimientos de lucha por la democracia, la libertad y la paz actuando en connivencia con la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA). Su accionar en nuestra región irrumpió en Venezuela en 2004 con una brutalidad inusitada y múltiples asesinatos, manteniéndose con avances y retrocesos hasta el 2017; antes hubo intentos muy violentos en Bolivia y en Brasil al comienzo del proceso de destitución de la presidenta, democráticamente elegida, Dilma Rousseff.
El sobredimensionamiento del problema a partir de las Armas de Destrucción Matemática (ADM)
Cathy O’Neil es una matemática graduada en la universidad de Berkeley, doctorada en la Universidad de Harvard y posdoctorada en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por su sigla en inglés); también es periodista. Mantiene el blog https://mathbabe.org/ donde manifiesta su propósito de explorar y difundir información sobre cuestiones cuantitativas. En el año 2017 se edita su libro “Weapons of Math Destruction: How Big Data increases inequality and threatens democracy”, en español aparece en 2018: “Armas de destrucción matemática. Cómo el Big Data aumenta la desigualdad y amenaza la democracia”.
O’Neil explica en este texto lo que ha podido constatar, como matemática y científica de datos, en diferentes escenarios o ámbitos en los que se construyen y/o se emplean algoritmos e investigación de datos con la finalidad de influir en las personas en general o en públicos determinados: la academia, el marketing comercial, la educación, la justicia, las finanzas, el trabajo, la política. En el último párrafo de este libro escribió:
Si nos retiramos y tratamos los modelos matemáticos como si fueran una fuerza neutra e inevitable, como la meteorología o las mareas, estaremos renunciando a nuestra responsabilidad. Y el resultado, como hemos visto, son ADM [Armas de Destrucción Matemática] que nos tratan como piezas de una maquinaria… […] Debemos trabajar juntos para vigilar, dominar y desarmar estas ADM.[…] …introducir la justicia y la rendición de cuentas en la era de los datos. Las matemáticas se merecen mucho más que las ADM, y la democracia también (pp. 269).
El poder predictivo de los algoritmos construidos a partir de éstas técnicas parece salido de una novela de ciencia ficción. Unas cuantas docenas de "me gusta" efectuados por una persona pueden revelar su género, orientación sexual, predecir su vulnerabilidad al abuso de sustancias o incluso indicar preferencia hacia algún candidato político. Todo ello sin la necesidad de utilizar los mensajes personales, publicaciones, actualizaciones de estado, fotos o toda la información que se le entrega a las grandes corporaciones digitales cuando se aceptan sus “términos y condiciones de uso”.
Solamente Facebook cuenta con 2.200 millones de usuarios activos generando un flujo constante de información que alimenta estos algoritmos. Esta cantidad de información, previamente inimaginable, posibilita la división de la ciudadanía en nichos cada vez más específicos, permitiendo estrategias de microsegmentación al punto de un modelo personalizado de influencia en escala masiva.
Hace ya varios años que comenzó el debate sobre la naturaleza ética del uso de esta tecnología en estrategias de marketing y posicionamiento de productos de consumo pero, además, la puesta en evidencia de su influencia en los procesos electorales en todo el mundo da cuenta de la seria amenaza que representa para la democracia, la libertad y la autodeterminación.
Euclides Mance (2018) explica muy elocuentemente cómo las últimas elecciones presidenciales en Brasil fueron afectadas mediante la manipulación de los flujos de información de los votantes, en donde se favoreció al candidato Jair Bolsonaro al insertarse noticias falsas (fake news) dirigidas quirúrgicamente gracias a la microsegmentación. Se plantea una red de flujo de información que funciona en tres niveles: uno centralizado, uno descentralizado y uno distribuido.
El autor explica que el primer nivel de esta red opera de manera centralizada integrando diversos actores, con base en las altas burguesías de los países centrales y periféricos. Aquí se toman las decisiones estratégicas de alto mando para alcanzar propósitos económicos, políticos y militares de interés del gran capital internacional. Este es el nodo central de red de la campaña y administra flujos de recursos, de poder y de comunicación que alimentan al segundo nivel de red.
Es en el segundo nivel de esta red en donde empieza a operar la verdadera potencia de estas nuevas tecnologías. Se trata de un nivel descentralizado, es decir, cada concentrador del segundo nivel está conectado a un conjunto determinado de nodos del tercer nivel y no a todos ellos. Se utiliza la información de los usuarios de Facebook, Twitter, Instagram y YouTube para la segmentación de los públicos según sus preferencias y para el posicionamiento abierto de diferentes contenidos. Con tal segmentación se hizo posible generar noticias falsas con contenidos diseñados para suscitar emociones y estados mentales de la manera más eficiente para llevarlos a votar a Bolsonaro.
El tercer nivel de la red implica su distribución. Los contenidos fueron distribuidos masivamente a través de WhatsApp de forma automatizada por medio de bots[2] y operando con algoritmos de inteligencia artificial. La conexión se hace uno a uno con alta participación del receptor. Se trata de las personas que reciben mensajes en sus celulares y los reenvían a sus amigos, grupos familiares, miembros de iglesias y otros. En este caso, la segmentación pasa a ser analógica al contar con el sentimiento del receptor que hace la selección de qué contenido volver a enviar a qué persona o para qué grupo. A su vez, agrega sus propios comentarios y pensamientos a la noticia falsa, dotándola de credibilidad entre sus pares. Tales reenvíos ocurren, entre otros aspectos, debido a la elevada activación emocional que generan los procesos electorales. Para no sentirse aislados, las personas necesitan manifestarse y lo hacen para ser confirmadas como miembros del propio grupo, evitando generar disonancia cognitiva en su interior.
Se podría pensar que el foco de estas campañas está en la difusión de información teledirigida y los procesos emocionales mencionados son un subproducto lógico, pero existe evidencia suficiente para pensar que se trata de un proceso inverso, que lo que se busca es generar emociones específicas y con ese fin se diseñan los contenidos más apropiados.
En el año 2014, un grupo de investigadores de la Universidad Cornell (Kramer et al., 2014), en asociación con Facebook Inc., publicó un muy polémico estudio en el que demostraban la propagación de emociones a través de la red social. Se trata de un fenómeno muy estudiado en el campo de la psicología, pero este fue el primer trabajo que daba cuenta de su existencia en ausencia de contacto personal y claves interpersonales no verbales (previamente consideradas esenciales), con información del servicio de noticias (newsfeed) de Facebook como único vector.
La controversia se desató debido a que la metodología de la investigación consistió en la manipulación por parte de Facebook del contenido emocional asociado a las noticias (algunas negativas y otras positivas) sin que sus usuarios lo supieran.
El artículo incluso fue publicado bajo un apercibimiento de la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences, ya que consideraban que no se habían cumplido los criterios éticos estipulados en la Declaración de Helsinki para las investigaciones en seres humanos. Adam Kramer, investigador a cargo, argumentó que se trataba de un proyecto interno de Facebook Inc. y por ende se ajustaba a la “política de uso de datos” a la que los usuarios acceden cuando se inscriben en la página, lo que no evitó que la empresa recibiera una denuncia en la Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos.
Ya han pasado más de cinco años desde ese primer trabajo y por supuesto que no se ha difundido ninguna investigación más al respecto.
En un documento público del año 2018, el entonces Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Jim Mattis expone:
El Departamento ofrece opciones militares para garantizar que el Presidente y nuestros diplomáticos negocien desde una posición de fortaleza. […] Durante décadas, los Estados Unidos han disfrutado de una superioridad sin oposición o dominante en todos los dominios operativos. En general, podíamos desplegar nuestras fuerzas cuando queríamos, reunirlas donde queríamos y operar como queríamos. Hoy en día, todos los dominios están en disputa: aire, tierra, mar, espacio y ciberespacio. (pp. 1)
Estamos ante un escenario de guerra en el que el campo de operaciones es la propia subjetividad de los ciudadanos. Las nuevas tecnologías y su crecimiento exponencial plantean un nuevo desafío para las democracias y las soberanías nacionales; también para la autodeterminación y la libertad de cada ciudadana y ciudadano, y de cada familia con respecto al desarrollo psicosociocultural de sus hijas e hijos.
Induciendo a la población a elegir candidatos con base en noticias falsas, en imágenes y videos montados por equipos de especialistas, tergiversan las subjetividades de los receptores de esos mensajes a través de miedo, angustia, odio, ira, emociones muy intensas que sin duda resultan fácilmente manipulables para movilizar las conductas esperadas del público objetivo.
La política de los algoritmos y los algoritmos políticos y de manipulación
Numerosos exponentes de Silicon Valley han señalado los efectos nocivos sobre la sociabilidad de las grandes plataformas que ellos mismos ayudaron a construir, en muchos casos no sin “arrepentimiento”. Algunos de ellos, como Joe Edelman, enfatizan la forma en que el diseño mismo de las plataformas resulta compatible con el desarrollo de determinados valores y emociones en los usuarios, por sobre otros, de manera deliberada. A diferencia de los sistemas normativos o los espacios sociales del mundo analógico, agrega, la construcción tiende al infinito: diferentes formas de actuar están o bien admitidas o bien anuladas por los algoritmos, no hay agencia del usuario –gestión por parte del usuario– en el acatamiento o no de las reglas.
Tristan Harris, fundador del Center for Humane Tecnology, conjuntamente con otras personas expertas lo explica en el documental de Netflix titulado “El dilema de las redes sociales” (2020).
La crítica cultural ha hecho énfasis en el alineamiento entre los valores estimulados por las plataformas y los del neoliberalismo. En este sentido, resultan el vehículo de un adoctrinamiento ideológico de escala inédita. La holandesa, investigadora en medios, José Van Dijck (Van Dijck, 2016) ha enfatizado la disputa de sentido en torno al significado del término “compartir”, santo y seña de Facebook para imponer la extracción masiva de datos dentro y fuera de su plataforma. Es el ecosistema digital en su conjunto el que promueve preceptos como el “principio de popularidad”, es decir, la valoración de contenidos y personas según criterios cuantitativos de consenso.
En un sentido más general, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han (2014) pone de manifiesto cómo la “transparencia” creciente de las acciones individuales (su carácter público o semipúblico y codificable) se traduce no sólo en un beneficio económico para los gigantes de internet, sino en un mecanismo de control de escala inédita, disuasivo de cualquier comportamiento contrahegemónico. Sobre este plano sutil de moldeamiento social se montan las intervenciones más explícitamente políticas implementadas por lo general bajo el pretexto de la defensa de la corrección política, es decir, la censura de fuentes de información “intolerantes” o “antidemocráticas”. El criterio de corrección política es necesariamente discrecional, aún cuando es hecho público, porque se identifica con lo que resulta tolerable en el sistema político altamente represivo del país de origen de todas las plataformas importantes: Estados Unidos (lo cual no es indiferente a sus intereses geoestratégicos).
La expresión «Efecto de la Manipulación de los Motores de Búsqueda» (Seme, por sus siglas en inglés), fue utilizada en agosto de 2015 por Robert Epstein y Ronald E. Robertson (Epstein y Robertson, 2015), dos académicos estadounidenses que demostraron que se podía decantar el voto de un 20% o más de indecisos en función de los resultados que ofreciera Google. En varios artículos y entrevistas, Epstein se refiere a su estudio y afirma que «en algunos grupos demográficos, hasta un 80% de los votantes» pueden llegar a cambiar sus preferencias electorales según los resultados que ofrece Google. En febrero de 2016, Google fue cuestionado en las elecciones británicas porque la función autocompletar del buscador ofrecía una posición despectiva cuando se buscaban sobre los laboristas, pero neutral para los tories. Basado en su estudio, Epstein había cuestionado que Google y Facebook decidan qué noticias son falsas y cuales no. Considera que su posición monopólica los transforma en un super-editor periodístico mundial.
Desde el establishment político y mediático se realizan acusaciones contra Google (dueña a su vez de YouTube), Facebook (dueña también de Instagram y WhatsApp) y Twitter, planteando que, debido a que el algoritmo busca que el usuario consiga más de lo que ya buscó para aumentar el comercio en línea, este mismo sistema aplicado a cuestiones políticas genera burbujas donde los usuarios se radicalizan cada vez más.
Las políticas de Google para ayudar a «combatir el terrorismo» en general, y al Estado Islámico (ISIS) en particular, exhiben concretamente el modo en que funciona su poder sobre las decisiones de las personas en la actualidad (Hackett, 2017). Es el caso de Jigsaw, un programa piloto de Google basado en su sistema de publicidad personalizada pero que tiene un objetivo cero comercial, su verdadero objetivo es político. El plan es localizar usuarios proclives al mensaje del ISIS y ofrecerles una serie de anuncios específicos para ellos, a través de los cuales los redirige disimuladamente a contenidos que refutan las tesis del ISIS y que podrían ayudar a quitarles de la cabeza la idea de unirse al 'Califato'. Pocos podrían objetar que Google convenza a las personas de rechazar a ISIS, pero es evidente que esto revela que Google está lejos de ser neutral u objetivo, por el contrario, llama la atención sobre las posibilidades de manipulación sobre el usuario.
Los tiempos han cambiado y con ellos también lo que hallamos en internet. En 2010, al buscar sobre política en Google, solo un 40% de los resultados los proveían medios de comunicación. Ya en 2016, ese porcentaje rozaba el 70%. El 25 de abril de 2017, Google anunció que había implementado cambios en su servicio de búsqueda para dificultar el acceso de los usuarios a lo que llamaron información de baja calidad como, por ejemplo, teorías de conspiración y noticias falsas (Bergen, 2017). Facebook también aplicó una política similar.
Google aseguró que el propósito central del cambio en su algoritmo de búsqueda era proporcionar un mayor control en la identificación de contenido considerado objetable. Ben Gomes, a título de la compañía, declaró que había mejorado nuestros métodos de evaluación e hizo actualizaciones algorítmicas para hacer emerger contenido más autorizado. Google continuó: “actualizamos nuestras directrices para evaluar la calidad de búsqueda para proporcionar ejemplos más detallados de páginas web de baja calidad para que los evaluadores marquen adecuadamente”. Estos moderadores tienen instrucciones de marcar experiencias molestas para el usuario, incluidas páginas que presentan teorías de conspiración. Según Google, estos cambios rigen a menos que “la consulta indique claramente que el usuario está buscando un punto de vista alternativo”.
Desde que Google implementó los cambios en su motor de búsqueda, menos personas han accedido a sitios de noticias de izquierdas, progresistas u opositoras a la guerra. Con base en la información disponible en análisis de Alexa (construido por Amazon), algunos de los sitios que han experimentado bajas en el ranking incluyen WikiLeaks, Truthout, Alternet, Counterpunch, Global Research, Consortium News, WSWS, la American Civil Liberties Union y hasta Amnistía Internacional. También en el caso de Facebook, el editor de KRIK, un medio independiente serbio, publicó sus quejas en The New York Times explicando cómo cambios para combatir (aparentemente) las fake news los perjudicaron seriamente.
Llamativamente, poco antes de esa decisión de Google, The Washington Post había publicado un artículo titulado “Los esfuerzos de propaganda rusos ayudaron a difundir noticias falsas durante las elecciones”. Allí se citaba a un grupo anónimo conocido como PropOrNot que compiló una lista de sitios de noticias falsas difundiendo propaganda rusa. El 7 de abril de 2017, Bloomberg News informó que Google estaba trabajando directamente con The Washington Post para verificar los artículos y eliminar las fake news. Esto fue seguido por la nueva metodología de búsqueda de Google: de los 17 sitios declarados como noticias falsas por la lista negra del Washington Post, 14 cayeron en su clasificación mundial. La disminución promedio del alcance global de todos estos sitios es del 25 por ciento y, algunos sitios, vieron una caída de hasta un 60 por ciento. La sospecha de que Google se haya aliado con estos medios tradicionales potentes para discriminar a medios alternativos e independientes cobra fuerza al hilar fino sobre estos hechos.
Además de su propio buscador, Google posee el control de YouTube, empresa que paga a los productores de videos a partir de una cierta cantidad de visualizaciones por colocar anuncios (ads) sobre ellos, actuando de intermediario entre las grandes empresas y estos productores. El cambio más serio de YouTube se produjo a raíz de informes, como el de The Wall Street Journal en marzo de 2017, en cuanto a que los anuncios aparecían en los videos de YouTube que mostraban extremismo y odio. Cuando grandes anunciantes como AT&T y Johnson&Johnson retiraron sus anuncios, YouTube anunció que trataría de hacer que el sitio sea más aceptable para los anunciantes al “adoptar una postura más dura respecto del contenido ofensivo, ofensivo y despectivo” (Nicas, 2017). Con estos nuevos algoritmos Google perjudicó a productores de videos progresistas e independientes, provocando lo que estos denominaron the adpocalypse (apocalipsis de los anuncios). Básicamente, el mecanismo implementado terminó por condenar aquellos contenidos alternativos y empuja a los productores de videos a evitar opiniones o puntos de vista objetables… según los estándares políticos de Google/YouTube o de quienes los presionan (Hess, 2017).
A su vez YouTube, también Facebook e Instagram, ha sido nuevamente acusada por el establishment político y mediático de favorecer la radicalización política a partir de la masacre de Cristchurch, en Nueva Zelanda, ocurrida el 20 de marzo de 2019 cuando un supremacista blanco asesinó a 50 personas en una mezquita. La respuesta que se intenta dar desde ese sector puede ser tan grave como el problema. Bill Braniff, director del Consorcio Nacional para el Estudio del Terrorismo y Respuestas al Terrorismo (START) y profesor de práctica en la Universidad de Maryland, considera que la eliminación de contenido radicalizado no alcanza. Braniff quiere generalizar el criterio del proyecto Jigsaw: “El derribo de contenido sólo puede contribuir a una narrativa de persecución y llevar a las personas a sitios más pequeños y radicales (...) significa renunciar a la oportunidad de usar los algoritmos para redirigir, en lugar de reforzar”.
Este tipo de posicionamientos forman parte de un nuevo clima de discusión propiciado por diversos analistas y estrategas geopolíticos en Estados Unidos. El punto más álgido de la crisis entre estas plataformas –especialmente Facebook, pero tambien Twitter– y el establishment político de ese país se produjo a partir de la supuesta intervención rusa en las elecciones presidenciales de 2016. Emerson Brooking, co-autor de “LikeWar: the weaponization of Social Media” (Singer & Brooking, 2018) –“Como la guerra: el armamento de las redes sociales”–, sostiene por caso que:
Muchos occidentales no comprendieron en el instante de la Primavera Árabe (cuando las redes sociales se consideraron un bien universal) que fue la forma en que esta transparencia podría operar en beneficio de los gobiernos totalitarios y represivos. El día de hoy estos déspotas ya no ignoran a internet […] Sólo hace poco Silicon Valley empezó a estimar la dimensión ética de sus productos. E incluso de esta manera, no obstante, una vigilancia eficaz (moderación de contenidos) en estas plataformas iría contra muchos de sus incentivos. Consideremos el caso de Twitter: si toma una acción enérgica para prohibir sus cuentas automatizadas, reduce su cantidad de usuarios, lo que por su parte afecta su valor de mercado (pp. 13).
Brooking trabaja desde febrero de 2019 en el Digital Forensic Research Lab (DFRLab), dependiente del Atlantic Council, un think tank bipartidista especializado en política internacional. El DFRLab es una agencia de solo 14 empleados, dirigida por Graham Brookie –quien hasta enero de 2017 trabajaba en el Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca–, que ha empezado a trabajar en común con Facebook y Twitter para limpiar miles de cuentas supuestamente fake, destinadas a realizar trolling en el debate público, o para aumentar en forma automatizada el impacto de determinadas posiciones. El 31 de enero de 2019, bajo la asesoría del DFRLab, Yoel Roth, jefe de integridad de Twitter, anunció en el sitio oficial de la empresa la eliminación de casi 9.000 cuentas pertenecientes u originarias de tres países clave: Irán, Rusia y Venezuela (@yoyoel, 2019). Algunas de esas cuentas habían sido eliminadas años antes, por eso la decisión de exponerlas todas juntas, en un reporte oficial extraordinario de la compañía, revista una declaración absolutamente política.
Bajo la dirección del DFRLab, ese mismo 31 de enero de 2019, Facebook anunció en la voz de Nathaniel Gleicher, jefe de ciberseguridad de la compañía, la eliminación de 260 páginas, 350 cuentas, dos grupos y 160 cuentas de Instagram, según Gleicher controladas desde Irán (Gleicher, 2019).
Como puede observarse, la crisis de credibilidad de estas compañías a partir del caso Cambridge Analytica se está transformando en una oportunidad para que el DFRLab se presente como un agente purificador de acciones maliciosas en la red, aunque la purificación en curso apunta selectivamente a demostrar que son las naciones enfrentadas a Estados Unidos las que generan las distorsiones.
¿Qué hacer?
Frente a todo esto que se viene planteando adquiere relevancia preguntarse ¿qué puede aportar una psicología crítica –psicología social, psicología comunitaria, psicología política– al proceso de lucha por la libertad, la democracia real y la autodeterminación de los pueblos y las personas?, ¿cómo lograr que la gente participe con lucidez y verdadera libertad en los procesos políticos, sobre todo en los electorales y en las movilizaciones de calle, sin que sean llevados a votar o actuar en contra de sus propios intereses, personales y familiares, o del bien común?, ¿cómo lograr que la gente sepa que la Internet, los celulares y todas las redes sociales como Facebook fueron creadas para espiar a la humanidad, detectar tempranamente el surgimiento de nuevas corrientes culturales e ideológicas o variaciones en las ya existentes y poder así modelar ideologías y comportamientos políticos? El solo hecho de que sea tan enorme la generosidad de los creadores de estos medios de espionaje que los han puesto a disposición de todo el mundo en forma gratuita debería hacer pensar que algo raro se esconde por detrás y oculta los verdaderos fines. Como señala Michail Bletsas, Jefe del MIT Media Lab –Laboratorio dentro de la Escuela de Arquitectura y Planificación en el Instituto de Tecnología de Massachusetts–, “Como usuario te debes dar cuenta de que cuando utilizas un servicio gratuito es porque tú eres el producto” (Mallol y Plasencia, 2014).
Se pueden trazar algunas grandes líneas posibles de trabajo dentro del campo de la psicología en sus distintas especialidades, tales como el desarrollo de programas intracomunitarios participativos y multiplicadores con estrategia de mínimo operante (Colectivo PINSAL, 2011) de alfabetización psicopolítica que de lugar en las comunidades a un pensamiento crítico lúcido sostenido que lleve a buscar causalidades y explicaciones, no directamente evidentes o visibles, para lo observable o lo que llega como información o sugerencia bienintencionada o lo que aparece como estímulo, generalmente emocional, para que la receptora o el receptor actúe de manera determinada.
A su vez, programas intracomunitarios de desactivación de las, a veces sutiles, campañas sistemáticas de desacreditación del pensamiento supuestamente conspirativo o las teorías conspirativas, dado que pocas cosas, hechos o cuestiones, si es que hay algunas, que dañen o degraden lo que constituye o está dirigido al bien común o que perjudique a grandes sectores de las sociedades, tomadas por sorpresa, no han surgido de maquinaciones ocultas de grupos de poder y mantenidas en secreto hasta su activación masiva, a veces mucho tiempo después, y justamente estas características de la planificación de acciones es lo que los diccionarios señalan como propio de las conspiraciones.
La desacreditación en general se instala más fuertemente cuando se le adiciona el sustantivo teoría y se pasa a hablar de teoría conspirativa para caracterizar la información que choca con la explicación oficial o gubernamental de los hechos. Un ejemplo claro de este tipo de situaciones es todo lo vinculado con el asesinato del presidente John F. Kennedy; el informe de la Comisión Warren diluyó el impacto político que habría tenido en la sociedad norteamericana y el mundo si se hubiera conocido la verdad que, por el contrario, se ha ido desvelando de a poco y a lo largo de un lapso de tiempo prolongado. Cualquier suposición de que Kennedy había sido asesinado por una trama conspirativa del Estado fue desacreditada calificándola de teoría conspirativa.
Proceso similar se está dando con respecto a los atentados a las Torres Gemelas en Nueva York y al Pentágono en 2001, que fueron actos terroristas de bandera falsa (Meyssan, 2002; Bülow, 2006) que dieron pie de razonabilidad al desencadenamiento de guerras criminales terribles en Medio Oriente por medio de las cuales se han destruido y se intentan destruir países enteros con innumerables muertes y heridos civiles que se presentan como daños colaterales cuando en realidad son los blancos de guerra primordiales de estos conflictos bélicos unilateralmente determinados y desencadenados.
También se debería trabajar para el desarrollo de este pensamiento crítico lúcido en el seno de las universidades –que a su vez son comunidades que involucran, directa e indirectamente, a las familias de las y los universitarias/os, tanto en la formación de grado como de posgrado, donde se podrían o deberían desarrollar cursos completos sobre estos temas.
Finalmente, en síntesis, la finalidad de este artículo no es más que buscar la comprensión por parte de quienes trabajan en psicología social, psicología comunitaria y/o psicología política de la necesidad de poner a la luz del sol la cuestión de la manipulación subrepticia –llevada a cabo con un gran sostén de investigación psicológica rigurosa– de las ideologías, motivaciones y comportamientos políticos de las comunidades y las sociedades para que respondan a los intereses imperialistas; también al de las corporaciones transnacionales, sobre todo, de las químico-farmacéuticas y biotecnológicas que producen a la misma vez sustancias químicas o biológicas para curar, otras para enfermar o que enferman y otras para matar seres humanos en forma directa o a través de la destrucción de las plantaciones de alimentos o la esterilización de las tierras de cultivo o de las personas.
Referencias
Bergen, M. (2017). Google Brings Fake News Fact-Checking to Search Results. https://www.bloomberg.com/news/.
Bülow, A. Von (2006). La CIA y el 11 de septiembre. El terrorismo internacional y el papel de los servicios secretos. Ed. Ellago
Clectivo PINSAL (2011). La estrategia de mínimo operante en el desarrollo salubrista de comunidades. Un caso concreto de aplicación: Programa de Neurodesarrollo San Luís. Nueva Editorial Universitaria UNSL.
Eisenhower, D. D. (1961). Farewell Address. http://www.eisenhower.archives.gov/farewell.htm
Epstein, R., & Robertson, R. E. (2015). The search engine manipulation effect (SEME) and its possible impact on the outcomes of elections. Proceedings of the National Academy of Sciences, 112(33), E4512-E4521.
Gleicher, N. (2019). Removing Coordinated Inauthentic Behavior From Iran. https://newsroom.fb.com/news/.
Hackett, R. (2017). How Google Plans to Counter ISIS Recruitment. http://fortune.com/2017/06/12/google-isis-jigsaw/.
Han, B. C. (2014). Psicopolítica: neoliberalismo y nuevas técnicas de poder. Ed. Herder.
Hess, A. (2017). How YouTube’s Shifting Algorithms Hurt Independent Media. https://www.nytimes.com/.
Kramer, A. D., Guillory, J. E., & Hancock, J. T. (2014). Experimental evidence of massive-scale emotional contagion through social networks. Proceedings of the National Academy of Sciences, 201320040.
Mallol, E. y Plasencia, A. (2014). Debes saber que si un servicio es gratuito el producto eres tú. Diario El Mundo. https://www.elmundo.es/economia/2014/11/28/547772eee2704e295e8b457d.html
Mance, E. (2018). As Redes de WhatsApp como armas de Guerra Híbrida na campanha presidencial de Jair Bolsonaro. Agencia Latinoamericana de Información.
Meyssan, T. (2002). 11 de septiembre de 2001. La terrible impostura. Ningún avión se estrelló en el Pentágono. El Ateneo.
Nicas, J. (2017). Google’s YouTube Has Continued Showing Brands’ Ads With Racist and Other Objectionable Videos. Wall Street Journal. https://www.wsj.com/articles/.
O’Neil, C. (2018). Armas de destrucción matemática. Cómo el BIG DATA aumenta la desigualdad y amenaza la democracia. Capitán Swing.
Rhodes, L. (2020). El dilema de las redes sociales [película para televisión]. Exposure Labs.
Sánchez de Miguel, M.; Iturbide, L.M. y Lizas, I. (2012). La inteligencia militar norteamericana y el uso ambivalente de la psicología desde una perspectiva histórica: el programa Handicrafts (1941) y el proyecto Mkultra (1953). Revista de historia de la psicología, 33(3), 37-48.
Sidley Austin LLP (2015). Report to the special committee of the board of directors of the Americann Psychological Association: Idependent review relating to APA ethics guidelines, national security interrogation, and torture. Sidley Austin LLP.
Singer, P. W. & Brooking, E. T. (2018). LikeWar: The Weaponization of Social Media. Eamon Dolan Books.
Mattis, J. (2018). Summary of the 2018 national defense strategy of the United States of America: Sharpenig the american military’s competitive edge. Department of Defense, Washington, United States.
U.S. Senate (1977). Joint Hearing before the Select Committee on Intelligence and the Subcommittee on Health and Scientific Research of the Committee on Human Resources United States Senate: Proyect MKUltra, the CIA’S Program of Research in Behavioral Modification. Superintendent of Documents, U.S. Government Printing Office.
Van Dijk, J. (2016). La cultura de la conectividad. Una historia crítica de las redes sociales. Siglo XXI Editores.
Roth,. Y [@Yoyoel usuario de Twitter] (2019). Empowering further research of potential information operations. https://blog.twitter.com/.
Notas