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Las colecciones de arqueología precolombina en el oriente de Cuba: patrimonio de la nación.
Pre-Columbian archeology collections in eastern Cuba: the nation's heritage.
Innovación tecnológica (Las Tunas), vol.. 26, núm. Esp.3, 2020
Centro de Información y Gestión Tecnológica y Ambiental de Las Tunas

Innovación tecnológica (Las Tunas)
Centro de Información y Gestión Tecnológica y Ambiental de Las Tunas, Cuba
ISSN-e: 1025-6504
Periodicidad: Trimestral
vol. 26, núm. Esp.3, 2020

Recepción: 28 Mayo 2020

Aprobación: 10 Junio 2020

Resumen: Se aborda la valía de las colecciones de arqueología precolombina conformadas en el oriente de Cuba como testimonios para la comprensión del pasado. Para ello se realizó un amplio análisis documental y se trabajó con colecciones procedentes de este ámbito que en la actualidad integran los fondos de museos y gabinetes en el país. Se destaca el importancia de los objetos de colección pues enuncian las condicionantes culturales que les dieron origen y remiten a nociones de identidad, status, compromiso, ideología, creatividad, modos de existencia, dinámicas sociales, entre otros aspectos esenciales para comprender esta etapa en la región y establecer su vínculo con procesos históricos posteriores en aras de lograr un reconocimiento integral de nuestra identidad. Del mismo modo se pondera la labor de figuras como Fernando García y Grave de Peralta, Eduardo García Feria, José García Castañeda y Orencio Miguel, Bernardo Utset, Juan Cros y Felipe Martínez Arango, quienes realizaron notables aportes a la historiografía regional. Este acercamiento al tema contribuye a valorar el legado aborigen como parte importante del patrimonio cultural de la nación.

Palabras clave: patrimonio cultural, patrimonio arqueológico, coleccionismo, objeto de colección.

Abstract: The article approaches to the value of pre-Columbian archeology collections formed in eastern Cuba as testimonies for understanding the past. For this, an extensive

documentary analysis was carried out with collections from this area that currently make up collections of museums and cabinets in the country. The importance of collectibles is highlighted as they state cultural conditioning factors that gave rise to them and refer to notions of identity, status, commitment, ideology, creativity, modes of existence, social dynamics, among other essential aspects to understand this stage in the region and to establish its link with subsequent historical processes, in order to achieve a comprehensive recognition of our identity. In the same way, it is weighted the work of figures such as Fernando García and Grave de Peralta, Eduardo García Feria, José García Castañeda, Orencio Miguel, Bernardo Utset, Juan Cros and Felipe Martínez Arango, who made notable contributions to regional historiography. This approach to the subject contributes to valuing aboriginal heritage as an important part of the cultural heritage of the nation.

Keywords: cultural heritage, archaeological heritage, collecting, collector's item.

INTRODUCCIÓN

Toda nación está obligada a proteger su patrimonio cultural en tanto herencia colectiva1. Como parte significativa del patrimonio cultural se encuentra el patrimonio arqueológico, el cual resulta esencial para comprender etapas antiguas del desarrollo humano. La Carta Internacional para su gestión que data de 1990, en su artículo 1 considera que este engloba todas las huellas de la existencia del hombre y se refiere a los lugares donde se ha practicado cualquier tipo de actividad humana, a las estructuras y los vestigios abandonados de cualquier índole, tanto en la superficie, como enterrados, o bajo las aguas, así como al material relacionado con los mismos (Documentos de ICOMOS, 2015). Otros criterios apuntan que se trata de recursos que pierden su uso original, de ahí que como herencia arqueológica reciben una utilidad patrimonial para su estudio y disfrute, por lo que se inutiliza la que tuvieron con anterioridad (Pérez- Juez Gil, 2006).

De lo anterior se desprende que el patrimonio arqueológico está conformado por bienes muebles e inmuebles. En el caso de los bienes muebles su colecta como praxis histórica conduce al coleccionismo, el cual es esencial para la construcción del conocimiento. En tanto práctica ancestral se concibe al coleccionismo como el acopio de piezas de especial significado (Jiménez-Blanco, 2014) que posibilita vías para la comprensión de la realidad. Así, las colecciones, independientemente de su naturaleza, son notables acervos culturales.

En el caso del coleccionismo arqueológico, las evidencias materiales de diversa naturaleza que llegan al día de hoy posibilitan acceder a periodos alejados en el tiempo y problematizar acerca de prácticas sociales, formas de vida, relaciones individuos- naturaleza entre otros aspectos que favorecen la comprensión del pasado. Para los estudios referidos a Las Antillas precolombinas, las colecciones constituyen una valiosa fuente documental que complementa lo que aportan las fuentes etnohistóricas.

Los orígenes de esta actividad en la región datan de la llegada del europeo2, de ahí que importantes grupos de objetos procedentes de este contexto integraron Gabinetes de curiosidades y Cámaras del tesoro en el viejo continente3.En el caso de Cuba, la génesis del coleccionismo se remonta a la etapa colonial aunque esta actividad tuvo su auge en el siglo XX. Se considera al geógrafo español Miguel Rodríguez Ferrer, quien arribó al país en el año 1847, el primero en colectar piezas aborígenes. En la actualidad muchas de las compilaciones que remiten a esta etapa integran los fondos de museos y gabinetes en todo el país en los que se privilegia su “valor exhibitivo” (Benjamín, 1989). Valiosas muestras se encuentran fuera del territorio nacional.

MATERIALES Y MÉTODOS

Este estudio se realiza desde el enfoque de la Historia del arte y forma parte de una investigación más amplia que evalúa las prácticas estéticas precolombinas en Cuba. Es resultado de un amplio análisis documental y del trabajo con colecciones de arqueología procedentes del Oriente del país que se encuentran en Museos provinciales y municipales de la región.

Se tuvo acceso además por medio de imágenes y de las réplicas, fotografías y textos de investigación, a los objetos del territorio que conforman las colecciones del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, del Museo Antropológico Montané y del Instituto Cubano de Antropología (ICAN).Se consultó también, a través del catálogo científico, al conjunto de piezas que conforma la colección Harrington que en la actualidad se encuentran en el Center of Cultural Resources de la ciudad de Maryland. Se trabajó, del mismo modo, con algunos exponentes de la colección de réplicas arqueológicas del Departamento Centro- Oriental de Arqueología de Holguín (CITMA).

Si bien el tema del coleccionismo precolombino en Cuba ha sido abordado por varios autores desde diversos enfoques (Fewkes, 1904; Ortiz, 1922; Harrington, 1935; García Castañeda, 1937; Azcarate y Rosell, 1942; Morales Patiño y Royo, 1949; Hernández Godoy, 2011; Dávila, 2015; Valcárcel, 1991; Acosta, 2013; Valcárcel Rojas y Abreu Cardet, 2016; García Santana, 2017) entre otros, este texto pondera la importancia de estos conjuntos como patrimonio cultural de la nación.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

La importancia de los objetos de colección ha sido tema constante en la discusión científica. Aunque resultan diversos los criterios al respecto, los autores coinciden en la cualidad de bien valioso además de la capacidad como generador de sentido que adquieren las piezas al figurar en colecciones. Para Margariños de Morentin (2002) estos devienen representámenes en tanto sus formas resultan formas ideales de otros de su tipo que debieron existir entre los distintos grupos humanos.

Por su parte, Krzysztof Pomian los denomina sémiophores, es decir, objetos portadores de significado cuya naturaleza puede ser variada. Para este autor, en ellos la relación significación-utilidad práctica o económica es directamente excluyente y su función consiste en crear un vínculo trascendente entre el mundo que los rodea con otro superior, pues sirven para hablar de lo invisible a través de lo visible (Pomian en Jiménez-Blanco, 2014).

En el caso de Josep Ballart (1997, 2012) considera que son bienes que transmiten de manera directa noticias y sensaciones procedentes del pasado. Establece un conjunto de dimensiones y resalta su papel, como cultura material, para el conocimiento humano. Para María Dolores Jiménez-Blanco (2014, p. 19) se trata de “objetos de especial significado” en tanto para María Reca (2015, p. 22) “Todo objeto de colección es objeto semiótico en tanto y en cuanto tiene atribuido un significado a partir de otra semiosis que lo enuncia”. Asume que estos “[…] salen del circuito utilitario para ingresar en nuevos circuitos semióticos, donde […] adquieren una cierta plasticidad al convertirse en cosas para interpretar y con significado”.

De estas aproximaciones al objeto de colección derivan tres aspectos esenciales: su valor inherente, al enunciar las condicionantes culturales que le dieron origen, su capacidad para dialogar con quien lo percibe al ser exhibido en el museo como espacio de interacción, y la multiplicidad de lecturas que suscita, según el tipo de interpretación que se realice. Tal como apunta Estela Ocampo (2011, p. 104), son objetos a los que se les priva de su función y son incluidos en un nuevo contexto. De este modo se les despoja de los poderes y creencias que los fundamentan, ampliando su campo de acción al “museificarse”. Esta re-contextualización y consiguiente re-significación (Jiménez-Blanco, 2014), suscita nuevos nexos dialógicos espectador-artefacto.

Cuando se conforman las colecciones es importante elaborar registros que detallen el lugar exacto de los hallazgos de conjunto con la información desde el punto de vista sociocultural posible. Esto posibilita que al pasar el tiempo, los estudios puedan vincular los objetos con los contextos sociales para así realizar análisis objetivos de estas memorias del ser humano y su paso por la vida.

Silvia Teresita Hernández Godoy (2011) establece dos aristas para el coleccionismo arqueológico desarrollado en Cuba. Por un lado, uno científico, que se caracterizó por la rigurosa selección, fundamentado en el conocimiento previo y objetivo de lo que se va a colectar, así como la preocupación por el completamiento del conjunto. Por otra parte, uno de esencia espontánea, basado en el almacenamiento de piezas sin propósitos analíticos.

Otro aspecto que destaca la autora es el vínculo de esta práctica casi desde su génesis con instituciones. Así, se funda El Museo de la Real Academia de Ciencias, oficialmente Museo Indígena de Historia Natural de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, en el año 1874, cuya colección de artefactos aborígenes se encuentra en la actualidad en el Museo Antropológico Montané. Del mismo modo, desde la Sociedad Antropológica de Cuba, creada en 1877, La Sociedad del Folclore Cubano, en 1923, Comisión Nacional de Arqueología, en 1937, luego Junta Nacional de Arqueología y Etnología, se promovió la necesidad de preservar el patrimonio arqueológico aborigen de la nación. Al mismo tiempo, estos estudios se vinculan a hombres de ciencia como Luis Montané, Carlos de la Torre, Antonio Bachiller y Morales, Felipe Poey entre otros (Hernández Godoy, 2011).

La lista de coleccionistas que conformaron sus compilaciones a partir de hallazgos en el Oriente del país es extensa. Estos conjuntos en un inicio tenían carácter privado y con posterioridad fueron donados o vendidos a instituciones en las que hoy figuran como evidencia de nuestro patrimonio y cumplen así una función social. Como ya se apuntó, Miguel Rodríguez Ferrer fue el primero en colectar objetos aborígenes en la región. Sus colectas, fruto de exploraciones, hallazgos y obsequios de lugareños, fueron trasladadas al Museo de América, en Madrid y entregadas a instituciones en el archipiélago (Cabello Carro, 2008; Hernández Godoy, 2011)4.

Fernando García y Grave de Peralta (1876-1963) incursionó en esta práctica en el Oriente. Como parte del Ejercito Libertador pudo recorrer la región y colectar objetos aborígenes, sobre todo en el suroriente y en el centro norte. Fue miembro de la Junta Nacional de Arqueología. Una fuente importante de información son sus Excursiones Arqueológicas, publicadas en la Revista de Arqueología y Etnología (Fernando García y Grave de Peralta, 1939, 1940, 1949, 1950, 1951, 1952). Su colección posibilitó obtener valiosos testimonios acerca de los modos de vida aborígenes en el territorio. Al respecto Morales Patiño y Fernando Royo apuntan: ‟Grave de Peralta tiene las piezas numeradas y catalogadas con anotaciones del lugar y circunstancias de su obtención. (…) contiene ejemplares de valor (…) lo que evidencia la firme vocación y dedicada voluntad en pro de la perpetuación de nuestro pasado aborigen” (Morales Patiño y Royo, 1949, p. 98). El Museo de Puerto Padre, fundado en 1980, lleva su nombre.

Un exponente emblemático del coleccionismo arqueológico fue el maestro holguinero de profesión Eduardo García Feria (1871-1941). Su muestrario, fruto de exploraciones y donaciones, es considerado como uno de los más importantes del país y Las Antillas por lo completo y bien conservado (Valcárcel y Pérez, 2014; Valcárcel y Abreu, 2016)5. Se trata de un amplio conjunto inventariado y ordenado científicamente, por lo que se le considera ejemplo de coleccionismo enciclopédico (Hernández Godoy, 2011). Su conjunto formó parte de los fondos de la Academia de Ciencias y luego algunos bienes fueron regresados a Holguín por el arqueólogo José Manuel Guarch Delmonte, los que se pueden apreciar en el Museo Provincial La Periquera. La obra de García Feria fue un gran aporte a la historiografía local. Su colección devino valorización del pasado precolombino como componente esencial de la nacionalidad.6

Su hijo, José García Castañeda (1902-1982) dio continuidad a su labor como coleccionista y defensor del patrimonio aborigen. Realizó exploraciones en gran parte del Oriente y en otras zonas del país con lo que continuó nutriendo la compilación conformada por su padre. Fue admirable su labor de divulgación de la herencia indígena como componente importante de la memoria histórica de la nación, lo que concretó en eventos científicos y a través de publicaciones en la Revista de Arqueología y Etnología(García Castañeda, 1937, 1938, 1938 a, 1939, 1939 a, 1940, 1942, 1949).

Según Valcárcel y Abreu (2016) fue defensor del valor social del coleccionismo. Apuntan que su enfoque del universo indígena del nororiente cubano repercutió en especialistas nacionales y extranjeros de la época. Asimismo fue pionero en discutir la interacción aborigen y europea a partir del reporte de materiales hispanos en sitios arqueológicos indígenas. Resultan además estimables sus consideraciones acerca de la presencia del indio en la sociedad colonial (Valcárcel y Pérez, 2014; Valcárcel y Abreu, 2016) contraponiéndose a los criterios establecidos sobre la extinción.

Otro reconocido coleccionista que centró su labor en el centro-norte del país, fue el también holguinero Orencio Miguel Alonso (1911-2005). Miembro de la Junta Nacional de Arqueología, su colección, conformada mayormente por bienes fruto de excavaciones en Banes y municipios aledaños, se distinguió por lo numerosa, por su buen estado de conservación y por poseer ejemplares únicos para la arqueología cubana. En 1965 sus piezas pasaron al Museo Indocubano Baní, del cual fue su primer director. Resulta apreciable además la difusión del patrimonio aborigen a través de publicaciones científicas (Alonso, 1946, 1951).

Del mismo modo, en otras regiones del territorio hubo figuras destacadas en esta práctica. Tal es el caso de Bernardo Utset, quien centró su trabajo en Manzanillo, aunque también incursionó en Bayamo, Campechuela y Niquero, desde finales de la década del veinte. Su colección destacó por lo numerosa y por contar con objetos singulares. Halló además restos mortuorios acompañados de ofrendas. Publicó en varias ocasiones sus descubrimientos en la Revista de Arqueología y Etnología (Utset, 1951). Contemporáneos suyos expresaron de su compilación: ‟ (…) trabajando solo, aisladamente en una zona de gran interés, ha formado un verdadero museo, muy valioso por la cantidad y calidad de sus ejemplares (…)” (Morales Patiño, 1949, p. 10). La figura de Juan Cros Capote es poco tratada por parte de la historiografía. Médico de profesión, conformó una importante colección arqueológica procedente del extremo este oriental del país, específicamente de Baracoa. Fue parte del Grupo Guamá y miembro correspondiente por Baracoa de la Comisión Nacional de Arqueología. Su muestrario fue fruto de exploraciones y donaciones de lugareños (Valcárcel, 1991). Al consultar la literatura, no queda claro la fecha precisa en que lo creó, no obstante, es posible realizar inferencias de fuentes de la época7.

En la década del 50 parte de su conjunto fue vendido a la Universidad de Oriente y el

resto quedó en manos de un nieto suyo. Estos bienes –más de 600- nutrieron de manera considerable los fondos del Museo universitario, siendo la más cuantiosa y mejor conservada de las colecciones que los componen. En su mayoría fueron

catalogados por el equipo de la institución y han sido objeto de investigaciones posteriores que han contribuido a la comprensión de la cultura aborigen en el extremo este-oriental desde diversas perspectivas (Valcárcel, 1991; Acosta, 2013; Rodríguez, 2016; Dávila 2017).

No obstante, hay que señalar que los documentos que respaldan la muestra solo consignan su ubicación general, lo que limita un tanto los estudios y conlleva a establecer correlaciones estilísticas al abordar los objetos. La selección no estaba acompañada de un registro con datos exactos, lo que puede ser consecuencia de que muchos objetos le fueron obsequiados por pacientes quienes quizá no precisaban el sitio exacto de colecta o tal vez el registro con los datos quedó en manos de sus parientes. Lamentablemente nunca sabremos la respuesta8.

Otro investigador, profesor, promotor cultural, arqueólogo que incursionó además en el coleccionismo fue Felipe Martínez Arango (1909-2002). Integró el claustro de la Universidad de Oriente, fundada el 10 de octubre de 1947. En este centro dirigió el Departamento de Extensión Cultural, desde donde se creó la Sección de Investigaciones Históricas y Arqueológicas, de la que surge luego el Museo de Arqueología e Historia de la Universidad. Fue iniciador de los estudios arqueológicos en la institución al incorporar asignaturas relacionadas con el pasado aborigen a los planes de estudio en la Facultad de Artes y Letras. Por otra parte, guió expediciones arqueológicas en Santiago de Cuba, Granma, Guantánamo, Las Tunas y Holguín además de México, país en que estuvo exiliado como consecuencia del cierre de las aulas universitarias dada la situación política en 19569.

La colección del Museo de Arqueología de la Universidad de Oriente devino una de las más notables de Cuba, tanto por lo numerosa como por la variedad y estado de conservación. Muchas son objetos singulares para la arqueología cubana. Según Martínez Arango elaboró personalmente más de 20,000 fichas del catálogo. Se compone de piezas halladas en las excavaciones realizadas por el equipo de la Universidad en todo el Oriente y cuenta también con bienes que formaron parte de las colecciones de Juan Cros Capote y Andrés Cué y Bada10.

El rigor con el que desempeñó su labor, la calidad de la documentación, las características del muestrario y la finalidad que motivó su obra hacen que pueda considerarse como exponente del coleccionismo científico. Las fichas de su amplio catálogo devienen documentos históricos de elevada valía patrimonial. Su obra como arqueólogo y coleccionista estuvo signada por su interés científico y compromiso con la búsqueda de la verdad histórica. Felipe Martínez Arango supo reconocer el legado aborigen como parte esencial de la identidad nacional.

Las colecciones legadas por Fernando García y Grave de Peralta, Eduardo García Feria, José García Castañeda, Orencio Miguel, Bernardo Utset, Juan Cros y Felipe Martínez Arango son sustanciales fuentes de información cuyos análisis, de conjunto con otros enfoques, han permitido fundamentar aspectos relevantes sobre el poblamiento aborigen en la región.

A manera de ejemplos, Han sido base para determinar que el centro-norte oriental, específicamente la zona de Banes-Antilla, es muestra de una de las más sólidas manifestaciones del poblamiento aborigen en Cuba, expresión de complejidades en cuanto a procesos de interacción cultural, niveles de desarrollo social, status, ideología, género, grupos etarios (Valcárcel, 1999, 2002, 2012).Asimismo han contribuido a fundamentar la existencia de procesos rituales trascendentes, que podrían implicar el desarrollo de un sistema cacical a nivel de región (Torres Etayo, 2006, 2015), la presencia de cánones estéticos en la elaboración del ajuar (Dávila, 2017) entre otros elementos esenciales para entender el universo indígena en toda su dimensión y complejidad.

CONCLUSIONES

Las colecciones de arqueología precolombina son valiosos acervos culturales. Esta porción de nuestro herencia cultural muchas veces no es valorada en su justa medida, debido, entre otras razones a una subestimación de lo indígena y a que se han priorizado otras líneas temáticas como parte del arte y la cultura cubanas. Dada la carencia de documentos escritos respecto a esta etapa histórica los objetos de colección son testimonios para la comprensión del pasado. Son bienes con biografías, portadores de historias de vida que permiten entender esta etapa en la región y vincularla con procesos históricos posteriores para lograr un reconocimiento integral de nuestra identidad.

Si bien no se abordan todos los conjuntos conformados en el Oriente, los estimados son aportes a la historiografía regional al reconocer el legado aborigen como componente esencial de la nacionalidad. Las compilaciones de García y Grave de Peralta, García Feria, García Castañeda, Orencio Miguel, Bernardo Utset, Juan Cros y Martínez Arango son invaluables tesoros que deben considerarse por los investigadores que aborden el Oriente precolombino en Cuba. Como personificación del pasado, las colecciones precolombinas son expresión de nuestras raíces culturales más auténticas y parte importante del patrimonio cultural de la nación.

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