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Recepción: 29 Abril 2016
Aprobación: 16 Mayo 2016
Resumen: mi propósito es el siguiente; primero, realizar someramente un primer acercamiento a la episteme moderna según Michel Foucault, trazando puentes de lectura con algunos análisis de Gilles Deleuze y otros recientes que encontramos en la región. En segundo lugar, hacer un brevísimo desplazamiento hacia la noción de “vida” que puede problematizarse a partir del concepto de biopolítica presente en las investigaciones de Foucault al final de los años setenta. Finalmente, delinear algunas investigaciones actuales que retoman, problematizan y actualizan estos análisis, tensionándolos con una lectura del presente.
Palabras clave: Episteme moderna, biopolítica, sociedades de control, vida, cuerpo.
Abstract: My purpose is as follows: first, summarily make a first approach to modern episteme as Michel Foucault, tracing bridges reading with some analysis of Gilles Deleuze and others recent found in the region. Secondly, go for a briefest approach to the notion of “life” that can be problematize from concept of biopolitics in Foucault’s investigations at the end of the seventies. Finally, outline some current research that return, problematize and update these analysis, stressing with a reading of present.
Keywords: Modern episteme, biopolitics, control societies, life, body.
1. ¿Reponer? Apuntes respecto de episteme moderna y contemporánea
En 1966 Michel Foucault publica su libro intitulado Las palabras y las cosas. Allí, entre los diferentes análisis que desarrolla, señala respecto de la constitución de la “forma-hombre” en el pensamiento moderno lo siguiente: en primer lugar, que éste —el “hombre”— (Deleuze, 2014) se encuentra en el fundamento de las positividades o triedro de saberes: biología, economía y filología. En segundo lugar, la “forma-hombre” está presente en los elementos del trabajo, la vida y el lenguaje. Por tal razón, lo anterior ha servido como base —a partir del siglo XIX— en la configuración de las “ciencias humanas” (Foucault, 1976) tal y como las conocimos hasta los primeros años del siglo XX. “Ciencias humanas” en tanto conjunto de discursos que toman la figura del hombre como objeto de saber en lo que éste tiene de empírico; es decir, sus relaciones con el trabajo, la vida y el lenguaje. Foucault pone el acento en el hecho de que las llamadas “ciencias humanas” no son herederas de un suelo ya constituido. No han tenido una programática que las precede y gracias a la cual tendrían el “deber” de “completar” el trabajo que habría quedado “inconcluso” durante los siglos XVII y XVIII. Podemos decir entonces que no hay antecedente cronológico ni historia por concluir en el devenir discontinuo, contingente y acontecimental de las “ciencias humanas”. Éstas no recibieron de los siglos XVII y XVIII un mapa ya trazado, un diagrama ya dibujado.
El hombre, la “forma-hombre” tal y como la conocemos en el pensamiento moderno, emerge constituido en objeto de estudio, en aquello que debe ser pensado y del cual se debe producir un saber. Siguiendo los análisis de Foucault, esto ocurrió a partir del siglo XIX, tal vez, como efecto de una problematización (Foucault, 2010b). Pues es sólo hasta el siglo XIX que el hombre —al igual que aquello que llamamos vida, trabajo, lenguaje— adquiere un estatuto de existencia en los regímenes de saber (Foucault, 2010c) que estudian las “ciencias humanas”: sociología, antropología, psicoanálisis, lingüística, entre otras. La episteme moderna, tal parece, se configura a partir de la articulación de tres dimensiones de la episteme clásica (siglos XVII-XVIII): ciencias matemáticas y físicas, ciencias del lenguaje; la vida, el trabajo y; finalmente, la reflexión filosófica en tanto formalización del pensamiento. Las dos primeras dimensiones aplican el saber de las matemáticas a las empiricidades que emergen con la “forma-hombre”: lingüística, biología, economía. La tercera dimensión, formaliza el pensamiento a través de la relación entre matemáticas y filosofía. Aquí nos dice Foucault que las “ciencias humanas” no se encuentran en ninguna de las tres dimensiones ya mencionadas, sino que se sitúan en el umbral, en la bisagra de éstas ya que es allí donde logran habitar. Debido a lo anterior es que se dificulta situarlas en términos epistemológicos, dado que éstas atraviesan vectorialmente las tres dimensiones y, al mismo tiempo, no se sitúan en ninguna de ellas (Foucault, 1976).
Por su lado, y a partir de su lectura de Foucault, Deleuze señala que aquello que se desdibuja en provecho de otra cosa es la “forma-hombre”. Y ¿qué es dicha forma?, un compuesto de fuerzas, fuerzas componentes en el hombre que configuran unos modos particulares de vida (Deleuze, 2014). ¿Qué fuerzas componentes en el hombre configuran la “forma-hombre”? Hay fuerzas que se ejercen en el hombre, por eso lo compuesto no es el hombre sino la “forma-hombre”; ya que no se podría decir que hay algo así como “El Hombre” en tanto algo ya dado de antemano, naturalizado. Contrario a esto, se podría pensar en multiplicidad de relaciones de fuerzas que atraviesan, tensionan y configura unos modos determinados de existencia, de estar siendo formas-existiendo-en-el-mundo. Estas fuerzas componentes son en el hombre porque están en relación con fuerzas del afuera[1].
Por lo tanto, tenemos que del puente que se construye entre las fuerzas componentes y las fuerzas del afuera, se configura un compuesto. ¿Qué compuesto es este? No sería ni existente ni concepto, sería forma[2]. De acuerdo con las fuerzas del afuera estas formas pueden modificarse. Por ejemplo, para el caso de la época clásica las fuerzas componentes en el hombre dieron lugar a la “forma-Dios”; en la época moderna constituyeron la “forma-Hombre” y, posteriormente, emergió la “forma-Superhombre”[3]. El acontecimiento, entonces, puede ser analizado al nivel de las formas, puesto que éstas se transforman cuando hay mutación de fuerzas. Este cambio se da al nivel de la función de aquello que llamamos “hombre”. ¿Qué podríamos decir de la forma que se constituye en el siglo XIX? Las fuerzas componentes en el hombre entran en relación con fuerzas finitas del afuera (vida, trabajo, lenguaje). ¿Qué componen estas fuerzas al entrar en relación? Componen la “forma-hombre”. Las fuerzas finitas de la vida que se componen con las fuerzas en el hombre son las del carbono, lo que da vida al hombre es el carbono (Deleuze, 2014).
Por otro lado, se efectuaba un modo particular de gobernar los cuerpos por medio de la articulación de mecanismos de poder que los hacían más obedientes, dóciles, útiles y adiestrados. Se efectuaban unas relaciones sobre los cuerpos que calculaban sus movimientos, sus comportamientos; técnicas de poder centradas en el cuerpo individual, ejercidas sobre el “hombre-cuerpo”, aumentando así las fuerzas de éste. En primer lugar, en términos de una economía de los cuerpos (utilidad) y; en segundo lugar, desde relaciones políticas (obediencia). Los cuerpos debían realizar una serie de tareas diarias, una distribución del tiempo que era regulada, vigilada, sancionada o castigada; se tiene de esta manera un cuerpo atravesado por un conjunto de técnicas que emplazan de manera funcional y estratégica al individuo en unos espacios creados para producir, para disponer de los cuerpos; los cuerpos son individualizados. La disciplina opera por medio de la normalización, ésta analiza y descompone los cuerpos, éstos son primero percibidos y luego modificados. La disciplina funciona por secuencias: cómo encadenar gestos, cómo repartir soldados para maniobrar, cómo distribuir jerárquicamente a los niños en la escuela: una anatomía política del cuerpo por medio de la composición de fuerzas; todo un diagrama[4] de poder (Foucault, 1984).
2. ¿Indagar? biopolítica y sociedades de control
En el último capítulo de Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber, llamado Derecho de muerte y poder sobre la vida; en la última clase del curso de 1976, Defender la sociedad; en Seguridad, territorio, población de 1978, Nacimiento de la biopolítica de 1979 y algunas conferencias de los años 70, Foucault va a hablar ya no de unos dispositivos disciplinarios que ejercen relaciones de poder sobre los cuerpos de los individuos sino de una dimensión del poder que opera ya no únicamente sobre los cuerpos; ahora también sobre el “hombre-viviente”, y éste, en lo que tiene de biológico; ahora es el “hombre-especie” el plano sobre el cuál se pondrá el acento. A este dispositivo Foucault lo llama “biopolítico”, el cual designa lo que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el plano de los cálculos explícitos, donde se efectúa la vida humana. Se asiste a una “estatización de lo biológico”. En palabras de Foucault: “La biopolítica tiene que ver con la población, y ésta como problema político, como problema a la vez científico y político, como problema biológico y problema de poder […]” (2011, p. 222). Este dispositivo demográfico llamado biopolítica[5] se ocuparía del poder sobre la vida, ya no sólo de los individuos, sino de la población (Foucault, 2011); y ésta, en tanto que problema biológico y de poder. Establece mecanismos reguladores, instala mecanismos de seguridad, optimiza un estado de vida.
Esta tecnología de poder tiene entre sus objetivos aumentar la fuerza física, las aptitudes y la vida en general. De ahí que debe gestionar la natalidad, la mortalidad, la longevidad. Su problema ya no serán las epidemias sino las endemias: forma, naturaleza, extensión, duración, intensidad. El acento se pone sobre las “enfermedades” reinantes en una población; las enfermedades como fenómenos de dicha población. La función de la medicina es ocuparse de la higiene pública, opera como organismo de coordinación: cuidados médicos, centralización de la información, normalización del saber.
En 1991 Deleuze publica un breve escrito, Post-scriptum sobre las sociedades de control. En esas pocas páginas se puede leer que en la “crisis” de los lugares de encierro se establecen puentes con nuevas formas de control: en cuanto a la salud, atención domiciliaria médica; en el caso de la escuela: formación a distancia o continua; en cuanto a la cárcel, el collar electrónico, la prisión domiciliaria; y, en el caso del trabajo: el teletrabajo, etc. Se producen nuevas formas de “libertad” que, no obstante, mantienen una estrecha relación con los más duros encierros. Los procesos ahora son inacabados, infinitos y perpetuos. En este efecto-control[6] se ve un cambio, la episteme se encuentra en el régimen del silicio, hay transformaciones en nuestros modos de vida y en las relaciones con los otros. Las máquinas expresan las formas sociales que las han creado y que las utilizan, por eso constantemente no son ni las mismas máquinas ni las mismas formas sociales las que operan en una época o en otra (Deleuze, 1995). A partir de mediados del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial (1945) vemos la emergencia del efecto-control que ya no va a gestionar el encierro sino la deuda y cuyos mecanismos de poder se ejercen sobre las acciones; modular[7] estas acciones será el objetivo de las sociedades de control (Rios, 2012).
De ahí que Deleuze diga que a partir de mediados del siglo XX, las fuerzas componentes entran en relación con nuevas fuerzas que ya no serán únicamente las del carbono, también, serán las del silicio. Aquí nos encontramos con las máquinas de tercera generación: cibernéticas e informáticas[8]. Ya no será la “forma- hombre” sino la “forma-Máquina” la que configure los nuevos modos de habitar el mundo a partir de la segunda mitad del siglo XX. Por consiguiente, lo que antaño era la biología, desde mediados del siglo XX será la genética, la biología molecular; lo que era el trabajo, serán las máquinas cibernéticas e informáticas. De modo tal que lo que se anuncia con la “muerte del hombre” es que las fuerzas componentes en el hombre son otras. El hombre existente ahora se reconoce en las nuevas relaciones de composición con el silicio y no únicamente con el carbono. Ya no se indicará ni el orden general, ni la comparación infinita, sino la diversidad ilimitada de combinaciones (Foucault, 1976 y Deleuze, 1987). Algunas preguntas que pueden surgir —y en ningún caso con pretensiones de dar alguna respuesta aquí— ¿Qué formación epistémica podría rastrearse en la actualidad? ¿Cuál sería la episteme del siglo XXI? ¿Se puede hablar de una nueva episteme? Y de ser así, ¿qué modos de subjetivación podría estar configurando el triedro saber-poder-verdad? ¿Cómo sería posible levantar un diagnóstico que dé cuenta del modo de operación de dichas tecnologías de poder?
3. ¿Apostar? Hacia una analítica del hombre operable
“El hombre tiene que ser prometido al hombre antes de someter a prueba, en sí mismo, lo que puede ser” (Sloterdijk, 2008, pp. 40-41).
Paula Sibilia nos dice que las tecnologías de poder contemporáneas —finales siglo XX, inicios siglo XXI— funcionan por medio de los siguientes planos: “teleinformática”, “biotecnología”, los cuales constituyen una “empresarización de la vida” cuyo soporte es el mercado, que entre otras cosas, se encarga de administrar los riesgos que amenazan la salud, la vida y la juventud. En la actualidad, dice Sibilia, ya no es la sexualidad la que nos dice la “verdad” de lo que somos; ahora es el código genético el espacio en el cual podemos encontrar la “verdad” de eso que somos en tanto “seres vivientes”. “Se supone que las cifras grabadas en la molécula de ADN de cada individuo y de la especie humana son capaces de determinar todo (“elementos anatómicos, funciones biológicas, conductas, sensaciones y placeres”)” (Sibilia, 2006, pp. 232-233).
Desde mediados del siglo XX y hasta la actualidad, se hace visible cómo la acción científico-tecnológica ya no es sólo compañera e interferencia en los procesos biológicos, sino que produce vida. Al poder identificar, aislar, almacenar o recombinar en tanto intervenciones sobre la vida de tipo biológico y tecnológico, la predicción sobre los posibles efectos sobre la vida se desdibujan ya que sólo se puede saber qué pasa en el instante mismo en que los efectos se producen (Digilio, 2008). No hay un saber anticipado que nos arroje los efectos a producir (se); lo que hay es incertidumbre donde sólo se sabe qué va a pasar o a crearse hasta el momento en que dicha efectuación es. La espera nos lleva al momento en que se crea el “actual” de la vida.
Digilio propone un rastreo por la historicidad de la biología molecular como primer momento, poniendo el acento sobre el ADN y, en un segundo momento, sobre la ingeniería genética. El estudio de las moléculas biológicas, de las proteínas, etc., junto con la descripción del código genético, preparan el territorio para la configuración de las técnicas de ingeniería genética; las técnicas “permiten ahora transformar el material genético, soporte material de la información hereditaria” (76). Las relaciones de fuerzas crean información nueva en los genomas de los seres vivos. El ADN es la clave en este tipo de análisis puesto que es éste el elemento portador de la información hereditaria.
Pablo Rodríguez, haciendo énfasis en las nuevas formas de control, presenta a modo de hipótesis una lectura del presente en la cual nos encontramos frente a modos de “normalización mediática” o “normalización informacional”. Ésta, a diferencia de la disciplina y biopolítica moderna, se configura sobre cuatro ejes: el primero, es el miedo y la lógica de la exclusión; el segundo, son las nuevas teorías de los mass-media. La comunicación y la información ocupan el lugar que antaño ocupaban la disciplina y la biopolítica. Estos dispositivos de control y vigilancia operan desde la comodidad del internet, teléfono celular, etc. El tercero, es la modulación y la materialidad de la información que empareja hombres, animales y máquinas; el cuarto, es la desaparición de lo público y lo privado: la información emerge de una transformación general de los regímenes de poder, sin formar necesariamente parte del plano tecnológico (2008).
Por su parte, Flavia Costa desarrolla una hipótesis en la cual a partir de mediados del siglo XX y debido al desplazamiento de la sexualidad por parte de los métodos científico-técnicos, el dispositivo de sexualidad va dejando lugar a la formación de un nuevo dispositivo al que Costa llama dispositivo de corporalidad. Este nuevo dispositivo efectúa el cuerpo sobre todo desde tres niveles: el primero es el informacional-genético; el segundo, el de la salud y; el tercero, el fitness (Costa, 2008). En el primer nivel, las ciencias cognitivas y la biología genética operan desde dentro del cuerpo, programándolo y reprogramándolo, trabajando sobre el código genético. Ya no cuerpo-máquina sino “cuerpo-extendido”[9] sobre y desde el cual se pueden hacer cuantas modificaciones sean necesarias; se “corrige” su información celular, molecular, genética. En el segundo nivel está el imperativo de la salud para el cual el cuerpo es espacio de todo tipo de enfermedades e imperfecciones que deben ser cuidadas y gestionadas por los individuos, y a su vez, intervenido en términos médico-estatales-empresariales, evitando de este modo el contagio de posibles enfermedades por venir. Finalmente, tenemos el nivel del fitness; aquí se gestionan los riesgos, los deseos, las apariencias. Ahora el “estatus social” no se mide socioeconómicamente sino físicamente, el cuerpo es valor de exhibición y, por consiguiente, debe mantenerse en “forma” en los espacios dispuestos para esto: el gimnasio, el spa, los centros de yoga, de entrenamiento deportivo. Lo importante es que el cuerpo siempre esté sano, fuerte, esbelto, joven e higiénico (Costa 2007, 2008, 2011).
Siempre en “huida hacia adelante”, el hombre ha hecho de sí mismo un plano de experimentación, creación y metamorfosis. Al estar viniendo-al-mundo, el hombre se encuentra con multiplicidad de estratos de este mundo; estratos donde habitar y agenciarse con las diferentes esferas que lo abrigan, que le brindan protección y seguridad. Así, expuesto al mundo, este mundo se le presenta dispuesto a suplir sus “necesidades”: promesas de una vida longeva, juvenil, recombinable y potenciable; blindada contra cualquier “riesgo” de enfermedad que intente “debilitarla”. Con un cuerpo sano y saludablemente moldeado y ejercitado. Una vida y un cuerpo “informacionalmente” transformables. El mercado de servicios está abierto y dispuesto a satisfacer las “necesidades” de sus “clientes”[10]. ¿Qué procesos nos han atravesado y constituido en aquello que decimos ser? ¿Cómo hemos llegado a ser lo que somos aquí y ahora? La vida y el cuerpo que “somos” parecen constituirse como condición de un conjunto de procesos de determinación constante, siempre en movimiento “hacia adelante”. La “vida humana” aparece ante nosotros en tanto espacio cinético, lo constituyente de ésta sería el movimiento; el hecho de estar en todo momento “entrando-en-el-mundo”.
En la actualidad, ¿cuál puede ser el vínculo que la política establece con la vida y el cuerpo? ¿A qué llamamos hoy vida y cuerpo? ¿Cómo podría operar un análisis sobre las relaciones actuales entre vida-cuerpo-política-tecnicidad?φ
Referencias
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Notas
Ver Deleuze, 1995. Asimismo, para un análisis sobre la historia de la información, ver Rodríguez, 2012.
Notas de autor