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La navaja de Ockham, una lectura lírica y filosófica
Ockham’s Knife, a Lyrical and Philosophical Reading
Revista Filosofía UIS, vol.. 20, núm. 1, 2021
Universidad Industrial de Santander

Reseñas

Revista Filosofía UIS
Universidad Industrial de Santander, Colombia
ISSN: 1692-2484
ISSN-e: 2145-8529
Periodicidad: Semestral
vol. 20, núm. 1, 2021

Recepción: 05 Febrero 2020

Aprobación: 04 Mayo 2020

López López Andrés Felipe. En el principio existía el axioma de no contradicción (Hacia Guillermo de Ockham por la Literatura y la Filosofía) . 2019. Madrid. Editorial Verbum . 144pp.

En el contexto de una investigación en la que el autor persigue el problema de los universales, se tiene la segunda publicación de una trilogía en este libro[2] Ya fue publicado Platón y Aristóteles, en los orígenes de la investigación universal (2018), en donde se demostró que en estos dos Patriarcas el problema de los universales se hizo inmortal. El tercer trabajo Investigación universal. Edmund Husserl y Kurt Gödel (2020) intenta dar cierre a este problema desde las obras filosóficas de estos dos gigantes del pensamiento. El mismo escritor de esta obra indica que se debe leer estos tres títulos con la unidad interna que, en efecto, poseen.

El escrito que se está reseñando, al igual que los otros dos de la trilogía, se halla en el género literario del ensayo; un ensayo con una notable calidad, lo cual hace que la lectura sea de un disfrute filosófico y místico. Respecto al título, el profesor Andrés Felipe López dice que de esa manera hubiese redactado Guillermo de Ockham el comienzo del Evangelio de Juan, si este hubiera sido el autor: “En el principio existía el axioma de no contradicción y el axioma estaba con Dios, y era Dios. Todo se hizo por este principio lógico sin el cual no se hubiese hecho nada” (López, 2019, p. 19).

El prólogo de este ensayo se subtitula In defensione, que significa En defensa; y se podría preguntar ¿en defensa de qué? A lo cual se responde: en defensa de los clásicos. Albert Einstein, en un artículo de 1952, pone un ejemplo respecto a esto: una persona que solo lee autores de su tiempo, juzga al lector de los clásicos como un miope que se burla de las gafas[3]. Poderosa imagen, pues es hilarante siquiera pensarlo, ya que, en este mismo instante, puedo digitar estas letras gracias a los lentes que llevo puestos. Con el maestro Andrés Felipe López, se comparte que el lector exclusivo de periódicos y autores contemporáneos está sujeto a los prejuicios y modas de su época[4], —cosa evidentemente cierta—. Además, es preciso decir que los clásicos no son solo los textos antiguos —como a veces se juzga—, sino que son las obras que, en palabras del mismo ensayista, nunca dejarán de decir (López, 2019, p. 14), esto es: siempre tendrán algo nuevo para comunicar al corazón del ser humano. Guillermo de Ockham es, en este sentido, un clásico, clásico referente a la Lógica y al problema de los universales, razón por la cual es a él a quien dirige la mirada este trabajo. El prólogo culmina invitando a la asimilación de este texto en la clave de un ensayo sobre la lectura, y en efecto lo es.

El escritor y filósofo Andrés Felipe López ha acostumbrado a sus lectores a la profunda y poderosa hermanación entre lo poemático y lo filosófico, y esta obra no es la excepción. Más aún, se considera que es en este ensayo en donde más se acentúa este diálogo amistoso. Ya desde el subtítulo de este se indica que se intentará llegar al lógico inglés por medio de estas dos vías: la literatura y la filosofía.

En cuanto a la organización temática del texto, hay que decir que este se encuentra dividido en dos partes: en la primera, se evidencia una apelación a las referencias que se encuentran en obras literarias e históricas de afamados autores como Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges, Umberto Eco, Charles Sanders Pierce, Emilia Pardo Bazán, Gilbert Keith Chesterton, Leonardo Moledo y Nicolás Olszevicki. En la segunda, que corresponde a los últimos cuatro parágrafos de la obra, aborda la investigación con un tinte más filosófico e incluso lógico. Allí se intenta demostrar que el mismo Ockham, con navaja lógica afilada, le corta las barbas a Platón[5]. Asimismo, en estas páginas finales, se revisa filosóficamente el tema de los universales, sobre todo con tres obras del pensador inglés: el Comentario a las sentencias de Pedro Lombardo, la Summa Logicae, y el Tratado sobre los principios de la teología.

Hay que agregar que toda la obra se nutre con poemas y escorzos de obras literarias de reconocidos poetas y literatos como José Lezama Lima, R. S. Thomas, Hegel, Jorge Luis Borges, William Shakespeare (en la traducción de Pablo Neruda), y Goethe; lo cual eleva el valor lírico y poemático del ensayo. También, aparte de Guillermo de Ockham —quien es el “personaje” principal de esta obra—, y de los autores recientemente mencionados, el lector podrá encontrar en este trabajo referencias a los nombres de Platón, Aristóteles, Averroes, Roger Bacon, Juan Duns Escoto, René Descartes, Gottfried Wilhelm Leibniz, Fiódor Dostoyevski, Franz Brentano, Edmund Husserl, Bertrand Russell, Max Scheler, Albert Einstein, Étienne Gilson, Ludwig Wittgenstein, Marguerite Yourcenar, Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Julio Cortázar, Octavio Paz, Hans Blumenberg, Gonzalo Soto Posada, Alain de Libera, Miguel García-Baró, y más.

Se resalta el parágrafo tres (3) de este libro, donde el autor da cumplimiento a un deseo que surgió hace unos años en el curso de “Filosofía Medieval” con el maestro Gonzalo Soto Posada en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, Colombia. Este deseo[6] consiste en la escritura de una ampliación temática de la idea según la cual Guillermo de Baskerville –un personaje literario usado por Umberto Eco en su novela El nombre de la rosa– es una encarnación de Roger Bacon y Guillermo de Ockham[7], verdaderos titanes de la historia del pensamiento. Este cumplimiento se da con énfasis en Bacon —el Padre del método científico— en el § 17 de su Tratado de teoría de la verdad en filósofos y teólogos franciscanos del siglo XIII: Buenaventura de Bagnoreio, Juan Duns Escoto, Roger Bacon y Guillermo de Ockham, y con énfasis en Ockham –el lógico inglés- en el § 3 de este ensayo.

Una aclaración que se considera necesaria realizar es que hay un parágrafo denominado “4+1”, ubicado entre el 4 y el 6. Esto podría generar curiosidad o confusión a simple vista. Sin embargo, no se deje el lector atemorizar por esto, ya se explicará. La denominación “4+1” acá utilizada es una especie de recurso literario del autor para decir que el § 5 no es tan independiente del 4 (y aquí ya una clave de lectura: leer estos dos parágrafos en profunda intimidad y correlación).

De los puntos fuertes que este ensayo posee es el siguiente: se quiso hacer hincapié en la aclaración de que el conocido principio de la navaja de Ockham no se lo inventa el mismo Guillermo de Ockham —aunque se le atribuye a él porque es, quizás, el que mejor lo ha empleado—; en realidad es de Aristóteles y, a su vez, el Estagirita se remite a Empédocles. Ya lo había formulado también un teólogo llamado Odo Rigaldus, unas cuatro décadas antes del lógico inglés. La versión de Ockham es “No multipliquemos entes sin necesidad; no hagamos con mucho lo que se puede hacer con poco” (Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem. Frustra fit per plura quod fieri potest per pauciora), la de Rigaldus es “No hagamos con mucho lo que se puede hacer con una sola cosa” (Frustra fit per plura quod potest fieri per unum). Ambas máximas son sentenciadas con una intención lógica. Y agrega Borges que la fórmula es todavía más económica en George Berkley y su esse es percipi, que significa “Ser es ser percibido”.

En orden a lo dicho, es importante resaltar otras dos aclaraciones que se hacen en este libro. La primera es que Ockham no es el creador del nominalismo, sino que es un príncipe en ese reino (el rey es Pedro Abelardo y el padre o patriarca Aristóteles). La segunda es que la palabra nominalismo viene del sustantivo latino nomen, el cual, literalmente, significa nombre; empero, en el contexto filosófico de la época, significaba el concepto universal[8], por eso se les llama con este nombre a los hijos de Aristóteles. A esto habría que añadir que, en las traducciones, en las mutaciones de las palabras entre idiomas, o en la búsqueda etimológica de los conceptos, siempre hay que tener en cuenta los contextos epocales, es decir, hay que interpretar; hay que echar mano de la hermenéutica literaria.

Uno de los logros de este trabajo radica en aseverar que el problema de los universales es de los más importantes —acaso el único— de la historia del pensamiento científico. El maestro Andrés Felipe López (2019) coloca un ejemplo respecto a esto y dice que la discusión no es trivial y que:

tiene hasta consecuencias para el dogma: aceptar la postura nominalista implicaría que cada uno de los integrantes de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) es un individuo separado, lo cual con­duciría al politeísmo. Y no es casual que en este punto ya no sean tan amistosos entre ellos y algunos empiecen a levantar la voz. (p. 67)

Por cuestiones como estas es que los sacerdotes católicos deben estudiar filosofía antes que teología: para tener buenas bases epistemológicas y conceptos filosóficos claros que den razón y expliquen algunos elementos de la doctrina teológica. Otro ejemplo, en orden a esto último, es que, para entender el concepto de la transubstanciación presente en la doctrina de la liturgia cristiana —concretamente en la Eucaristía—, se debe haber estudiado y comprendido el concepto de Substancia en Aristóteles. Además, históricamente las relaciones entre filosofía y teología son abundantes.

Sería menester citar, en el contexto del problema de los universales, las letras escritas por el mismo Andrés Felipe López en la contraportada de su Tratado de teoría de la verdad en filósofos y teólogos franciscanos del siglo XIII: Buenaventura de Bagnoregio, Juan Duns Escoto, Roger Bacon y Guillermo de Ockham:

En El ruiseñor de Keats y en De las alegorías a las novelas Jorge Luis Borges comenta, de entre tantas de esas expresiones inmortales, una idea del poeta Samuel Taylor Coleridge según la cual, todos los hombres, absolutamente todos, nacemos platónicos o aristotélicos. El linaje de Platón cree que idea, universal, clase, orden y género son realidades; los hijos de Aristóteles ven ahí generalizaciones y al lenguaje como juego simbólico. Estos intuyen individuos, no representaciones. Para el hijo de Platón el lenguaje es la proyección misma del universo. Del lado de Platón: Agustín de Hipona, Descartes, Spinoza, Leibniz, Kant, Francis Bradley; del de Aristóteles, Locke, Hume, William James, Franz Brentano. Incluso hay algunos que se hicieron a los dos padres –creo que esto es lo mejor, pues si estamos forzados a nacer de uno, vivimos obligados a abrazar al otro, así seremos verdaderos; Gottlob Frege, Edmund Husserl y Max Scheler, por ejemplo, lo fueron–. En las arduas escuelas de la Edad Media, dice Borges, por no decir imposibles o espinosas, se invocó el nombre de Aristóteles cuando la razón y el nominalismo ondearon sus banderas, pero los realistas son los platónicos. En Deutsches Requiem el juicio del escritor argentino es más concreto: que solo haya dos linajes es equivalente a la declaración según la cual no hay debate de carácter abstracto queno sea un momento de la polémica de Platón y Aristóteles. El juicio de George Henry Lewes, también citado por Borges, es más temerario, pues para el londinense el único debate medieval que tiene algún valor filosófico es el de realismo y nominalismo. Pero, ¿acaso hubo otro debate?, ¿no es en esa disputa en la que se puede englobar toda Teología y distinción filosófica medieval?, ¿será que en realidad hay otro debate en Filosofía, ciencias o arte? En Guillermo de Ockham se tiene al filósofo que le dio nuevos bríos, no sin antes haber intentado, sin lograrlo, un parricidio; su padre era Aristóteles. Buenaventura de Bagnoregio es descendencia de Platón, a veces quiso ser adoptado por Aristóteles, pero este no lo recibió; Juan Duns Escoto buscó ser fruto de un árbol llamado con los dos nombres; y ¿Roger Bacon?, de este no se sabe aún –como tampoco de Bertrand Russell, por poner otro caso–. A través de los tiempos ha habido otros que parecen más bien un aborto, Martin Heidegger, a veces, parece serlo.

Lectores, saquen ustedes las conclusiones al respecto y debatamos. Pero, sobre todo, identifique quién es su padre. ¿Cree usted que lo real es el concepto?, ¿cree usted que lo real es el individuo representado por el concepto? Estas preguntas le servirán de pistas para su propia identificación, para saber de quién viene y a quién tendría que ir si está de acuerdo conmigo en que es mejor tenerlos a los dos; también le servirán para juzgar si la clasificación acabada de hacer a los filósofos y teólogos franciscanos es correcta. Juzgue usted con este libro. (López, 2017)[9]

Se hace eco en que, al grupo de Platón, los realistas, habría que sumarle a Parménides; y al de Aristóteles, los nominalistas, se tendría que añadir a Heráclito. Jorge Luis Borges los llama, tanto a padres como a descendencias, los antagonistas universales[10]. Incluso, se diría que el mismo escritor argentino osciló entre nominalismo y realismo. Guillermo de Ockham fue, en este sentido, hijo de Aristóteles. Para el primero, solo existen los singulares y sus cualidades, está teóricamente imposibilitado para creer en los universales como esencias no racionales; el lógico inglés le teme a las Ideas platónicas, a realidades universales independientes.

También, sería interesante agregar a las preguntas, realizadas al final del texto propuesto en la contraportada de Tratado de teoría de la verdad, otras cuestiones que lanzó el mismo autor en un discurso pronunciado por él en la Universidad San Buenaventura de Medellín, Colombia:

¿Cree usted que lo real es el concepto, la figura matemática, el juicio? o ¿cree us­ted que lo real es el individuo o el hecho representado en el concepto, en la figura o en el juicio? En otras palabras: ¿cree usted que lo real primordial y en el sentido estricto es la palabra Nilo o lo real son las aguas del río Nilo?, ¿cree que lo real es el término ser humano o lo real son todos los hombres y mujeres que han vivido, viven ahora y existi­rán en el futuro, pero que se incluyen en ese término?, ¿cree usted que lo real es la teoría de la gravitación universal o lo real es la gravedad? Siguiendo la idea de Jorge Luis Borges, si alguno es de la posición en la que se defiende que lo real se encuentra en el lenguaje, ese es hijo de Platón; si se cree que lo real es el individuo, el hecho o el fenómeno y no la teoría, ese es hijo de Aristóteles. (López, 2019, pp. 32-33).

Se recomienda con vehemencia el estudio de este admirable ensayo —junto con los otros dos de la trilogía, que ya también se encuentran publicados—, ya que, desde las primeras líneas, el lector se sentirá atrapado. Esto último a razón de que, en las ciento cuarenta páginas de este escrito, la pluma del autor va inundando de tópicos muy variopintos: historia, anécdotas, filosofía, lógica, ciencia; a su vez, historia de la ciencia, literatura, entre otras temáticas que el lector podrá encontrar y profundizar. También, como se insinuó en el prólogo, este ensayo le será de gran utilidad a quién quiera conocer sobre el apasionante ejercicio de la lectura.

Referencias

López López, A. F. (2017). Tratado de teoría de la verdad en filósofos y teólogos franciscanos del siglo XIII: Buenaventura de Bagnoregio, Juan Duns Escoto, Roger Bacon y Guillermo de Ockham. Editorial Bonaventuriana

López López, A. F. (2018). Platón y Aristóteles, en los orígenes de la investigación universal. Ápeiron Ediciones.

López López, A. F. (2019). En el principio existía el axioma de no contradicción (Hacia Guillermo de Ockham por la Literatura y la Filosofía). Editorial Verbum.

López López, A. F. (2020). Investigación universal. Edmund Husserl y Kurt Gödel. Editorial Aula de Humanidades.

Notas

[1] López López, A. F. (2019). En el principio existía el axioma de no contradicción (Hacia Guillermo de Ockham por la Literatura y la Filosofía). Madrid: Editorial Verbum.
[2] Cfr. López, 2019, p. 13.
[3] Cfr. López, 2019, p. 13.
[4] Cfr. López, 2019, p. 71.
[5] Cfr. López, 2019, p. 40.
[6] Aunque también encarna a Aristóteles.
[7] Cfr. 2019, p. 58.
[8] Ver contraportada del libro.
[9] Cfr. López, 2019, p. 27.

Notas de autor

[*] Colombiano. Filósofo y Magíster en Filosofía por la Universidad Pontifica Bolivariana, Colombia.
[**] Reseña

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