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Hegel psíquico I (del alma) de León Rozitchner
Revista Filosofía UIS, vol.. 20, núm. 1, 2021
Universidad Industrial de Santander

Reseñas

Revista Filosofía UIS
Universidad Industrial de Santander, Colombia
ISSN: 1692-2484
ISSN-e: 2145-8529
Periodicidad: Semestral
vol. 20, núm. 1, 2021

Recepción: 26 Mayo 2020

Aprobación: 16 Junio 2020

Rozitchner León. Hegel psíquico I (del alma) . 2015. Bogotá. Ediciones Biblioteca Nacional . 128pp.

Hegel psíquico es uno de los trabajos inéditos más importantes del filósofo y humanista argentino León Rozitchner. Esta primera parte titulada “Del alma” ve la luz en el año 2015 y consiste en una minuciosa lectura de la sección de la Filosofía del espíritu de la Enciclopedia de las ciencias filosóficas de Hegel, articulando algunos pasajes con la propuesta psicoanalítica de Freud. La apuesta del autor es:

Analizar en la Enciclopedia de Hegel la formación del espíritu subjetivo, que culmina en su psicología. Pero “psicología” entendida como el proceso de historización de un cuerpo biológico que nace a la vida cultural, y que se constituye como sujeto racional en este desarrollo (Rozitchner, 2015, p. 21).

Es de destacar que el nacimiento del simple organismo (la carne dormida) y su tránsito a espíritu, como razón y deber, conserva las determinaciones que el sueño materno puso en él. La primera impronta subjetiva y psíquica está dada por la relación materna con el niño que llega a ser hombre.

La lectura que hace el argentino sobre el texto de 1817, Enciclopedia de las ciencias filosóficas, busca dilucidar el engendramiento del sentido histórico de la subjetividad, o la conciencia de sí, que convierte a los hombres en instrumentos de la razón. La astucia de la razón, formulación clásica hegeliana, donde una enunciación singular se convierte en la enunciación de una época (transformación de singularidades en necesidades), es la subjetivación de un individuo que busca el devenir, por ejemplo: yo mismo como expresión del género humano y de su pensamiento. El devenir subjetivo tiene como primera impronta subjetiva y constitutiva los rasgos de la relación primigenia con la madre: “Esta modalidad arcaica o primaria que debe ser negada en el paulatino acceso del niño hacia la racionalidad discriminada, ya la realidad, -aunque se conserve, inconsciente y ejerciendo sus efectos invisibles" (Rozitchner, 2015, pp. 22-23).

El devenir subjetivo y su relación intrínseca con la racionalidad debe excluir el “genio materno” sensible de la relación primigenia; es decir, para que se genere una conciencia de sí es necesario desprender paulatinamente el sentimiento de sí, aunque el cuerpo materno dejará su huella formal en el inconsciente o el alma. Es evidente el enfrentamiento que se genera entre una suerte de estado de naturaleza primordial, de fusión y sensibilidad, contra un estado de preeminencia espiritual y racional. El sentimiento de sí (maternal) y la conciencia de sí (paternal) se enfrascan en una lucha a muerte que no es más que una transposición idealista de un enfrentamiento infantil: “[…] una historia en el acceso subjetivo a la realidad que la historia ignora y deja de lado, fuera de la historia" (Rozitchner, 2015, p. 26).

La lectura de Rozitchner sobre la historización de la carne en el sistema filosófico hegeliano permite vislumbrar la génesis del sujeto como un proceso constante de desprendimientos y ritos de iniciación que permiten llegar a la subjetividad en pleno. El ejemplo del alma es bien ilustrativo: tenemos que el alma, como germen del espíritu y lo racional, se va despegando del cuerpo dentro del mismo cuerpo. El alma se va separando del cuerpo sensible dando piso y fundamento al posterior desarrollo del espíritu racional.

Ahora bien, este primer proceso tiene los elementos de un rito de iniciación secular que permite al espíritu el alcance de la racionalidad pura, síntesis llevada al máximo en las formaciones sociales de la Iglesia y el Estado, potencializada por la dinámica de la Astucia de la razón: “Al tratar de alcanzar mi propia mismidad y mi verdad, desarrollo en mí y hago aparecer en mí el lugar donde la razón se elabora” (Rozitchner, 2015, p. 34). Este desarrollo de la racionalidad se da en un primer momento dentro del distanciamiento de la naturaleza en la naturaleza misma, quedando un irreductible de la naturaleza en el progreso de la espiritualidad. Los estadios de desarrollo en Hegel se sintetizan de la siguiente manera:

  • El niño: alma indiferenciada no marcada por la cultura adulta (espíritu en germen).

  • El joven: tensión entre el individuo, su subjetividad y el mundo histórico.

  • El adulto: autonomía en la conciencia de la necesidad y el acuerdo de lo subjetivo con lo objetivo.

  • La vejez: repetición del hábito (anuncio de muerte).

En su primera fase, el desarrollo del sujeto, aún en germen, se da, por decirlo expresamente, desde un sujeto diferente que, en cierta medida, lo trasciende. El genio materno hace de totalidad propia del espíritu y se convierte en constituyente de la subjetividad del otro, del germen que es el sujeto no devenido en conciencia de sí (Infans). Hegel dirá que la sustancia de la madre será como si fuera la nuestra propia, siendo el niño pura pasividad dependiente.

Los componentes básicos de la subjetividad, casi todo lo del niño, se recibe en la relación original y primigenia con la madre: “El inconsciente hegeliano es un lleno afectivo y pulsional, cuyo primer orden viene impuesto desde la impronta pasiva y simbiótica del cuerpo psíquico y sensible materno.” (Rozitchner, 2015, p. 60). Un punto a tener en cuenta es que el niño, para devenir como conciencia de sí, racional, no tuvo que ser separado de la madre por la figura paterna: “La razón se prolonga desde la madre, […] lo inconsciente de la marca materna no está reprimido, sino que se prolonga, sin contradicción en la conciencia” (p. 62). La existencia del genio materno, como prolongación hacia la existencia del sujeto, se puede evidenciar en la formación de carácter y en la conformación del pensamiento religioso, idea que también aparece en el pensamiento de Schopenhauer, contradiciendo la propuesta freudiana que dirá todo lo contrario: la religión como un subrogado del padre que desemboca en el superyó o la conciencia moral.

Para Rozitchner, Hegel sitúa al padre como abstracto, propio de la religión monoteísta en tanto fundamentada por una ética racional. Es una figura “metafórica” que, en su momento, sustituye a la madre, facilitando que la verdadera sustancialidad o subjetividad pueda ser recuperada de la alienación materna. El genio racional del padre solicita al niño, en tanto pasivo, generando un vacío pacificador creado por el tránsito de lo sensible a lo racional:

Se convierte en su genio suplantando su conciencia subjetiva infantil por la conciencia del otro al que se somete, pero que ahora adulto, repitiendo con el otro hombre la relación pasiva primera que vivió sin reflexión y sin conciencia en el cuerpo materno (Rozitchner, 2015, p. 79).

La identificación con el poder paterno, en detrimento de lo materno, se relaciona mucho con la figura freudiana del padre mediador de la cultura e introyector de la norma, que traduce en la adultez el reconocimiento del semejante. La permanencia en el estado primario de sujeción al seno materno es entendida como enfermedad. La necesidad de la pérdida del primer objeto conlleva una prolongación de este, pero de manera coherente en la conciencia. La ley de la conciencia, fundada por el padre, permite crear un principio de realidad; más aún, la permanencia en la quietud fusional es puro principio de placer (madre no prolongada coherentemente en la conciencia) que necesita ser superada para re-nacer en la cultura.

La dialéctica, casi combativa entre lo fusional del genio materno y lo racional del genio paterno, se evidencia en la subjetividad de cada ser, “y cuando aparece la figura masculina lo hace para ocupar el lugar de la madre en el hombre adulto” (Rozitchner, 2015, p. 84). En la elaboración que expone el argentino, queda claro el carácter evolutivo de lo subjetivo, pero se conserva aquello que preexistió en el momento fusional materno. Aunque algunos momentos existieron, estos aparecen en la memoria como pura virtualidad que merecen ser rememorados o reencontrados en la conciencia para que tengan cierto rango de existencia.

Desde el comienzo de la existencia podríamos hablar de un Je est un Autre, otro que soy yo mismo. Ahora bien, el genio materno construye unas bases que permiten al individuo no desaparecer en lo racional, diferenciándolo de los otros sujetos desde lo entrañable, lo más íntimo y auténtico; y es en lo anterior donde Rozitchner encuentra una similitud entre el pensamiento de Hegel y Freud. Aunque, en su dialéctica, Hegel planteó la superación de las fases anteriores, siempre queda en el caso del genio materno, un pequeño rasgo que le da soporte a la construcción racional. Cosa similar pensaba Freud respecto a las investiduras que deja la relación con el Otro primordial (la madre) y que permanecen de manera sedimentada e influyen como historia en el sujeto.

Es importante decir que Hegel no sabía nada del Edipo como complejo. Para él y su dialéctica, lo importante es la superación de las fases anteriores, en tanto Freud postuló que las investiduras permanecen influyendo en los ires y venires del sujeto y su deseo. Dentro de las puntuaciones hegelianas, se encuentra que la familia, como organización anterior al Estado y aun preexistente, manifiesta un nivel de espíritu aún no desarrollado. El sujeto se nomina tal en propiedad del despegue o el desapego de lo materno, en pos de un desarrollo de lo racional. Dicho movimiento es gracias al padre y la identificación con él, con su poder y autoridad.

El desapego es, entonces, un complejo de Edipo a lo freudiano donde surge la preeminencia del espíritu sobre la naturaleza y lo fusional. La lucha entre el predominio del genio paterno sobre el genio materno, y la pérdida de placer como condición de acceso a algo superior, conllevan a relacionar este proceso con un rito de iniciación que permite al sujeto entrar en el mundo racional (simbólico y normativo). Si el padre es representante de lo racional, pero a la vez conserva lo omnipotente y religioso de la madre, el Edipo sería un ritual de paso y renacimiento al orden de la cultura:

La única que corresponde a un rito de iniciación moderno en el racionalismo occidental monoteísta o ateo sería la que plantea Freud en el complejo de Edipo […] donde se insertaría la primera legalidad del espíritu en la conciencia luego de que el cuerpo infantil atravesara la experiencia, la prueba, del enfrentamiento a muerte con el padre, y de allí la nueva forma de conciencia (Rozitchner, 2015, pp. 25-26).

La razón se alza como un elemento organizador que permite historizar lo subjetivo en tanto accede a la realidad. El nacimiento dentro del orden simbólico permite al niño un acompañamiento donde el Edipo se alza como un ritual de iniciación y pasa dentro de la época contemporánea secular. Así, vemos los cruces y las resonancias que propone Rozitchner sobre la lectura de Hegel y los entrecruzamientos con el Edipo freudiano, siendo cada sujeto un núcleo de verdad histórica, o metahistórica.

Referencias

Rozitchner, L. (2015). Hegel Psíquico I (del alma). Ediciones Biblioteca Nacional.

Notas de autor

[*] Colombiano. Licenciado en Ciencias Sociales por la Universidad Distrital, Colombia. Auxiliar becario y maestrando en Psicoanálisis, subjetividad y cultura en la Escuela de Estudios en Psicoanálisis y Cultura de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá.
[**] Reseña


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