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El programa 3x1 en México. Nuevos escenarios en la reestructuración de la agenda pública migrante[1]*
The 3x1 Program in Mexico. New Scenarios in the Restructuring of the Migrant Public Agenda
FORUM. Revista Departamento de Ciencia Política, núm. 19, 2021
Universidad Nacional de Colombia

Tema abierto

FORUM. Revista Departamento de Ciencia Política
Universidad Nacional de Colombia, Colombia
ISSN: 2216-1775
ISSN-e: 2216-1767
Periodicidad: Semestral
núm. 19, 2021

Recepción: 01 Abril 2020

Aprobación: 25 Agosto 2020

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Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Cómo citar: Pintor-Sandoval, R. (2021). El programa 3x1 en México. Nuevos escenarios en la reestructuración de la agenda pública migrante. FORUM. Revista Departamento Ciencia Política, 19, 211-241. https://doi.org/10.15446/frdcp.n19.78792

Resumen: En este artículo se analizan los retos que enfrentarán las organizaciones de migrantes ante la cancelación del Programa 3x1 en México. Para algunos investigadores esta propuesta permitirá restringir la participación de los distintos gobiernos en inversiones sociales en los lugares de origen, con el apoyo de los migrantes; mientras que, para otros, estos recursos que provienen del carácter filantrópico de los migrantes mexicanos, mantendrán los vínculos afectivos que históricamente se han realizado con su sociedad. Se analiza como caso de estudio, el Club San José, organización que ha experimentado varios procesos: 1) el intento del gobierno por conducir los ahorros migrantes colectivos al desarrollo local; 2) su forma de organización pionera y el refuerzo de los vínculos de socialización de la organización migrante para llevar a cabo demandas de desarrollo local y 3) Su integración en la Fraternidad Sinaloense en California (FSC). Fortaleciendo sus capacidades de organización e intervención, no solo a nivel local sino bajo los diferentes grados del transnacionalismo migrante. Se concluye que el alcance de estos grupos de migrantes o asociaciones, debe partir, no sólo por el número de inversiones sociales, sino por el nivel de la organización, negociación y el campo social transnacional donde se han desempeñado.

Palabras clave: organización migrante, transnacionalismo, programa 3x1, Club San José, México.

Abstract: This article analyzes the challenges that migrant organizations will face in the face of the cancellation of the 3x1 Program in Mexico. For some researchers, this proposal will restrict the participation of different governments in social investments in places of origin, with the support of migrants; while for others, these resources that come from the philanthropic nature of Mexican migrants will maintain the emotional ties that have historically been made with their society. As a case study, the San José Club is analyzed, an organization that has undergone several processes: 1) the government’s attempt to steer collective migrant savings to local development; 2) its pioneering form of organization and the strengthening of the migrant organization’s socialization links to carry out local development demands; and 3) its integration into the Sinaloan Fraternity in California (FSC). Strengthening its organizational and intervention capacities, not only at the local level but also under the different degrees of migrant transnationalism. It is concluded that the scope of these groups of migrants or associations, must start, not only from the number of social investments, but by the level of organization, negotiation and the transnational social field where they have performed.

Keywords: migrant organization, transnationalism, 3x1 Program, San Jose Club, Mexico.

Introducción

Como parte del desarrollo histórico de la migración mexicana a Estados Unidos, se han formado distintas organizaciones de migrantes por lugar de origen. La difusión de este fenómeno, ha sido últimamente trascendental para el aparato gubernamental en los niveles federal, estatal y municipal. Actualmente existen dos estrategias metodológicas para el abordaje de esta problemática, una de ellas es la que postula en las acciones o inversiones realizadas por el migrante organizado, de la cual Moctezuma (2011, p. 53) señala que se hace un juicio valorativo y riguroso, al aporte que realizan estas estructuras en cuanto a sus inversiones sociales; y la otra estrategia, establece que no se pueden interpretar dichas inversiones sociales, sin la naturaleza de ésta organización y el aparato gubernamental.

Diferentes autores detallan el trabajo de estos grupos, por un lado, los que defienden la idea, del carácter autónomo y el desarrollo de las propias redes de migrantes, como la investigación de Goldring (1999, p. 57) donde considera que la base de las remesas colectivas, ésta fincado en las redes sociales migrantes donde impera la reciprocidad, confianza y solidaridad, de carácter transnacional, que les permite ser un mecanismo para enfrentar el problema de la vulnerabilidad social de las comunidades a través de la experiencia organizada; se agrega, el análisis de Pintor y Sánchez (2019) “que identifican a este proceso transnacional, como una transición de sus redes sociales y de comunidades filiales, a los que se van sumando nuevos agentes de cambio” (p. 111).

Mientras que otros estudios, se posicionan en la tesis del trabajo de Guarnizo, Sánchez y Roach (2003) al mencionar que “la participación del Estado es sumamente importante, porque puede crear espacios trasnacionales” (p. 300), en esa misma idea, el trabajo de Lanly y Valenzuela (2004) detallan que la injerencia del gobierno, sobre estas organizaciones, mismas que les ayudará a crear programas de cooperación, entre uno y el otro, permitiendo la promoción con un sentido de pertenencia bajo acuerdos transnacionales de cooperación, como fue la creación del programa 3x1 de carácter federal en México. Sumándose a ésta idea, el trabajo de García y Padilla (2011) argumentan que éstas organziaciones de oriundos deben de pasar de la filantropia social a proyectos productivos, bajo la ayuda de sus gobiernos estatales y locales.

El programa 3x1 en México, constituyó un referente para examinar la función económica de los connacionales en sus localidades de origen, su importancia estribó en la capacidad financiera y los efectos de esta en los ámbitos local y regional (González, 2011). Entre los ejes fundamentales de este programa, fue la de ser un articulador entre las autoridades locales y la comunidad, con la finalidad de ser una herramienta para potencializar el crecimiento y contrarrestar la migración masiva de estas regiones de migrantes. Donde la operación de dicho programa recaía en la aportación de un dólar por tres de su contraparte gubernamental.

Regresando al debate, cabe aclarar que ambos posicionamientos, tratan de ver la conexión que existe entre las prácticas y vínculos que realizan los migrantes en sus comunidades de origen, para ello, Pries (2002) nos dice que probablemente uno de los modos más fructíferos de pensar la relación entre globalización y migración, sea considerar que se implica de un reacomodamiento entre los espacios sociales y los geográficos, donde, al tiempo que se amplían el margen espacial de las acciones de los hombres y de su “mundo social” (Pries, 2002, p. 13), se multiplican los espacios en los que los hombres actúan “perforando” los tradicionales límites del Estado-nación. Así, según este autor, nos dice que las nuevas migraciones o “transmigraciones” se caracterizarían, fundamentalmente, por una nueva relación entre espacios sociales y geográficos, en la que “un espacio social se tiende entre dos (o más) espacios geográficos (Benencia, 2011).

De igual forma, no se trata de asumir que éstas prácticas y vínculos migrantes que se realizan de forma transnacional supone la desaparición del Estado y las fronteras, al contrario, como lo explica Anderson (1993), son comunidades imaginadas, en el sentido que “los miembros de ésta nación (filial) no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, e incluso, no los verán ni oirán, pero que en la mente de cada uno vive la imagen de su comunidad” (p. 20), aún en la distancia.

Es por lo anterior, que surje la necesidad de ampliar y ayudar a este paradigma organizacional, que necesariamente está acabando con la falsa hipótesis de la desterritorialización del migrante con sus comunidades, como sostiene Vertovec (2003): “la consolidación del espacio social transnacional se debe, en gran parte, a las redes sociales que los migrantes retroalimentan cotidianamente, a través del acceso a medios de comunicación y transporte más novedosos y baratos, permitiéndoles conservar transnacionalmente sus relaciones e intereses en su terruño” (p. 38), noción que es sostenida por Portes, Escobar y Arana (2008) cuando menciona que “dichos avances han facilitado las interconexiones de los migrantes internacionales y sus familias por la reducción de tiempo y espacio, generada por una revolución tecnológica y abaratamiento de los medios de comunicación y transporte” (p. 1060).

Más allá del impacto de los migrantes en las zonas de destino, en este mundo globalizado, como nos dice Bobes (2012): “la migración no es necesariamente un proceso de ruptura total con el país de origen, lo que se ha definido como una tendencia a la transnacionalidad” (p. 107). En donde los diferentes grados y formas del desarrollo de las redes sociales de los migrantes, se forman bajo complejas e intensas etapas, como destaca Pintor (2015): 1) el acto de migrar o partida; 2) el vivir migrante: conseguir trabajo, casa, escuela para los hijos; y 3) el ser transnacional, esto es, la toma de decisiones, lealtades y compromisos sociales para con su familia y su lugar de origen.

El objetivo de este trabajo, es analizar la importancia que reviste el estudio de los diferentes clubes de migrantes, donde este programa resulta de vital importancia para el funcionamiento y accionar de una gran parte de ellos. Por lo que, resulta pertinente identificar, que otras organizaciones de migrantes han evolucionado, sin la presencia del apoyo gubernamental. Es por ello, que es necesario, entender la naturaleza que comprende la problemática reciente de la cancelación del programa federal 3x1 de migrantes en México. Es necesario poner atención al desarrollo histórico de estas organizaciones y federaciones de migrantes, a su maduración, al alcance que han obtenido a través de sus prácticas de socialización; también se requiere centrarse, en los clubes de migrantes, que se han establecido a través de la instancia de sus distintos gobiernos en México.

Bajo esta premisa, la forma de actuar de los migrantes, se da a través de la socialización entre ellos mismos, marcado por el conocimiento, información, y vínculos que se sostienen de forma transnacional. A la par, el estatus, su presencia y su imaginación comunitaria, les permite entender que las remesas colectivas, son tan sólo una de las formas transnacionales que los migrantes organizados, les permite actuar en sus lugares de origen, al implementar o pilotear acciones de políticas públicas, donde la realización con otros segmentos y actores de la sociedad puedan sumarse, para convertirse en sujetos de cambio social. Mientras que en el segundo, entendido como “transnacionalismo desde arriba” (Portes, et al, 2003) estriba, en sólo la inversión social en su lugar de origen, evadiendo el recorrido histórico, las formas de liderazgo y la propia forma del contexto de comunidad de emigrados.

El análisis que se pretende construir, ha de ser la de un vínculo, que coadyuve a los diferentes estudios de las dinámicas de la migración transnacional y del desarrollo, bajo la idea de que no todas las ayudas económicas, son necesariamente positivas, sino que se debe hacerse hincapié, al derecho social del imaginario migrante, donde ellos mismos denotan el sentido de pertenencia que cada uno les distingue, que además se cuestiona y analiza lo que es su sociedad y lo que buscan alcanzar. Se trata más de un sentimiento de pertenencia que denota la sensación o la percepción sobre sí mismo.

El realizar trabajos de diferentes regiones migratorias y las organizaciones de migrantes por localidad de origen, implica adentrarnos a la naturaleza misma de las causas y efectos que proceden de las propias comunidades de migrantes. Para los estudiosos del transnacionalismo, se centra en tratar de determinar ¿cuándo y cómo surgen las comunidades transnacionales?, o bien, ¿cuándo las prácticas cotidianas de los migrantes se vuelven transnacionales? El aporte de este documento, pretende analizar dos ideas principales, una, la de consolidar sí la participación del gobierno con los grupos de migrantes permite que las prácticas sociales transnacionales se sostengan y perduren aún sin la ayuda monetaria, y la segunda, profundiza en la idea de que si las prácticas sociales transnacionales cuando emergen de los propios grupos de migrantes, ayuda a crear lazos fuertes y perdurables con los actores locales de forma transnacional.

Para la realización de este trabajo, se acompaña de dos preguntas centrales, la primera: ¿qué tan importante es para la organización de migrantes, el realizar inversiones sociales en sus lugares de origen, sin el apoyo gubernamental? La segunda, ¿qué tanto perjudica a las organizaciones de oriundos, la cancelación del programa 3x1? Este programa, nos dice García y Padilla (2011) y Pérez (2018), nace como una valiosa experiencia de filantropía transnacional que es reconocida por el gobierno mexicano a tal grado que en 2002, se decide crear el programa “3x1 Iniciativa Ciudadana” a cargo del Programa de Microrregiones de la Secretaría de Desarrollo Social (exSedesol) con un presupuesto específico por primera vez, mismo que en cada partida presupuestal anual, se modificaba.

Por lo anterior, es conveniente señalar algunos ejemplos de este debate, por un lado, los clubes llamados históricos, y por el otro, dónde la participación de las organizaciones y asociaciones de migrantes son conformados por sus gobiernos bajo el auspicio del programa 3x1. Proponemos explicar que las diferentes formas de socialización y de negociación, son formas distintas de visualizar el aporte que realizan estas organizaciones.

En la primera parte de este trabajo, se hace hincapié, que por parte del gobierno mexicano, toda acción gubernamental va encaminado a la importancia que han acaparado los montos de las remesas en el país, y cómo estas pueden ser un paulatino del desarrollo local y regional. En el segundo apartado, se analiza a las formas iniciales de los llamados clubes de migrantes, que se convirtieron para muchos municipios en México en acciones concretas de obras públicas.

Posteriormente, se detalla la metodología que se utilizó para analizar el Club de migrantes de Agua Verde, nombrado como San José, agrupación pionera sinaloense de migrantes como en Estados Unidos. Por último, se presentan las conclusiones que esperan hacer énfasis en el desempeño organizacional que no recae en la inversión, sino en la naturaleza de la socialización de la organización migrante.

La estructura social e histórica de las organizaciones de migrantes en México

En esta parte del trabajo, se expone un breve balance de las organizaciones de migrantes sobre la centralidad que han alcanzado en sus localidades de origen, pero sobre todo al carácter que como grupo organizado funciona, no sólo en la parte identitaria, sino a las relaciones que subjetivamente van alcanzando como parte de una estructura organizada. Como afirma Escala (2011) los estudios de las organizaciones de migrantes por localidad de origen, abarcan desde la complejidad de sus contribuciones, las tensas relaciones de coparticipación, hasta la idea de ser un actor importante, dado a las distintas formas asociativas de sus redes que han madurado durante años y que les han permitido ser un importante agente de cambio social transnacional.

Como parte del desarrollo histórico de la migración mexicana a Estados Unidos se han formado distintas organizaciones de migrantes por lugar de origen. Estas asociaciones han tenido un crecimiento considerable en las dos últimas décadas. Moctezuma (2005) encuentra evidencias de las primeras organizaciones sociales de mexicanos en Estados Unidos desde la década de los cincuenta aunque el mismo autor señala que dichas organizaciones que constituyen formas de organización históricas, mucho más complejas de lo que normalmente se cree. Rastrear sus diversos orígenes ayudará a conocer su funcionamiento e identificar los sujetos que encabezaron dicho proceso.

Moctezuma (2011) reúne información de la agrupación más antigua de la que se tiene registro, el Club Social Guadalupe Victoria del Municipio de Jalpa (Zacatecas), fundado en 1962 por el Señor Gregorio Casillas, quien duró 20 años como presidente (Moctezuma, 2011). Mientras que autores como Lanly y Valenzuela (2004), así como Rivera (2002), encontraron que la primera gran agrupación o asociación de migrantes fue La Federación de Clubes Mexicanos Unidos, en la ciudad de Los Ángeles, la cual se conformó en 1971 con ocho clubes de migrantes de Jalisco, Chihuahua, Michoacán, Guanajuato y Zacatecas. Su objetivo central consistió en extender “vínculos entre grupos similares” y en apoyar de manera más decidida los proyectos filantrópicos de dichas asociaciones.

Detectar los clubes de migrantes en Estados Unidos no es tarea sencilla, como lo advierte González (1999) pues existen muchos casos en que los grupos de migrantes operan de manera anónima y sin reconocimiento del gobierno mexicano. Algunos se van transformando en su interior y seguirles la pista no es nada fácil, pues para conocer su organización interna, objetivos, proyectos, y demás actividades, se requiere de un seguimiento constante. En parte porque funcionan como comunidades transnacionales y no como comité de oriundos en pro de un proyecto específico o de “aval”.

Las mejoras de los pueblos, también llamadas “inversiones sociales” las cuales son realizadas por los migrantes organizados, no son otra cosa que parte de una cultura social y patrones de comportamiento de las localidades rurales de México. Esta forma emergente de transnacionalismo “desde abajo”, puede encontrar un firme soporte en las políticas públicas y en los acuerdos de cooperación bilateral, pero también puede ver en ellas trabas y obstáculos difíciles de superar.

Estas formas estructurales engloban formas transnacionales de capital social, que se encuentra en los estudios de Bourdieu (2000) que lo define como: “la suma de recursos, reales o virtuales, que devenga una red perdurable de las relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento y reconocimiento mutuo” (p. 44). En síntesis, el capital social puede definirse como: “la buena voluntad, el compañerismo, la empatía y las relaciones sociales entre individuos y familias que conforman una unidad social, o comunidad” (Ostrom y Ahn, 2003, p. 158). El propio Durston (2000) abunda que el capital social se trata de un recurso o vías de accesos a otros recursos, que en combinación permiten lograr beneficios para los que lo poseen; este capital reside y se fundamenta en las relaciones sociales.

En otras palabras, se quiere mostrar que las elecciones económicas no solo están influidas por la disponibilidad de los recursos económicos, sino también por la disponibilidad de los agentes sociales, en particular por las relaciones e informaciones que en estos recae. Si en una comunidad existen lazos basados en la confianza, normalmente entre familiares y vecinos, las personas serán capaces de organizarse y cooperar para mejorar sus condiciones de vida. Las comunidades pobres carecen habitualmente de conexiones con la economía formal. Entonces para estas poblaciones, fortalecer el capital social, significa, que los pobres no queden limitados a las redes de vecinos y familiares, y que puedan vincularse con la sociedad y los mercados más amplios para tener acceso a información y recursos adicionales (Kliksberg y Tomassini, 2000). Putnam (2001) señala que el trabajo en conjunto y el apoyo solidario es más fácil en una comunidad que tiene un depósito de capital social.

Ostrom y Ahn (2003) nos dicen que “el capital social de la gente se agrega al capital social de la organización, ya que, las habilidades, el conocimiento del medio, la disponibilidad y la confianza, representan el capital social”. Quizá el concepto no está relacionado con la solución de un problema interno de acción colectiva del grupo, sino que más bien es la suma de conexiones de redes que entre los integrantes, así como de sus habilidades personales —desarrollo humano—, que pueden ser usadas para alcanzar sus metas.

Lo anterior permite retomar a Canales y Zlolniski (2000) que afirman que:

Una de las principales características de las comunidades transnacionales es el surgimiento de formas novedosas de organización y acción política, ideadas por trabajadores internacionales que generalmente ocupan una posición subalterna tanto en sus países de origen como en los de destino. (p. 239)

Estas modalidades de organización política transnacional otorgan a los miembros de estas organizaciones la capacidad de resistir y oponerse a las fuerzas hostiles de origen estatal, así como a las fuerzas estructurales ligadas a la globalización económica que los transforma en trabajadores internacionales en situación de vulnerabilidad política, económica y cultural.

Es por ello que en las “inversiones sociales” realizadas por parte de los migrantes organizados, expresan además de una capacidad de negociación por el carácter de la socialización y el poder de su organización, sostenidas bajo una cultura social y patrones de comportamiento propios de sus localidades rurales. La planeación de las necesidades de cubrir servicios e infraestructura social. Además, incidir en el desarrollo social de sus comunidades y cuando éstas han madurado, intentan enfrentar con éxito algunas de las demandas relacionadas con el desarrollo regional. Otra de las cuestiones centrales de este proceso es el desarrollo de una membresía sustantiva de tipo transnacional, en la que la organización ha pasado a niveles superiores, al grado de convertirse en un nuevo sujeto social de cambio (Moctezuma, 2008; 2011).

Pasar de ser un grupo organizado a una sociedad transnacional que se involucra en sus lugares de origen, es una tarea complicada. En la que hay que destacar la experiencia, la agresividad, el poder alcanzado y el estatus social que las distingue como una organización que logra sus objetivos, factores que la identifican como una instancia participativa y organizada. En los grupos formales, el estatus suele determinar la posición en la estructura, mientras que en los informales se basan en cosas que parecen relevantes al grupo (Goldring, 1997; Morán, 2004).

No todos corren con la misma suerte, es posible que la ausencia de un buen líder y la nula participación, o la socialización de la idea, permita a los miembros de emigrados a la inactividad; en estos casos, son más las limitaciones o los fracasos que los éxitos que se puedan tener. Por ejemplo, en su estudio sobre Jala (Nayarit), Imaz (1999) relata que los migrantes arreglaron la plaza central, limpiaron la chapa de oro del altar de la basílica y dieron becas escolares. Además, coordinados con autoridades y maestros del pueblo, construyeron la escuela secundaria, donaron un carro ambulancia, eligieron un día para la fiesta patronal y dieron donativos para precampañas municipales. Pero cuando iban a realizar su proyecto más importante: la ampliación del servicio de agua potable, tuvieron problemas con el dinero reunido, lo cual fue causa de enfrentamientos entre sí y con las autoridades municipales.

Este aprendizaje social que deben experimentar los clubes de migrantes los hace proclives al aplazamiento de las obras con un proceso lento. Sin embargo, lo principal es quién está interesado, qué funciones desempeñará cuál debe ser la situación que sepan los migrantes para poder participar, porque como señala Ruíz (2009): “las remesas colectivas que llegan a las comunidades de origen, al igual que las remesas individuales que llegan a los hogares, pueden tardarse o nunca hacerse presentes” (p. 4), pero en este campo social transnacional se permite encontrar un espacio donde se revivan y recreen las prácticas de socialización con carácter de transnacionales.

En estas prácticas de socialización, en sus primeras fases de organización migrante, la confianza es equivalente al respeto mutuo, la membresía transnacional o el reconocimiento como una organización de oriundos, permite conocer el riesgo calculado por realizar sus inversiones sociales o no. Estos son los principales factores que determinan el funcionamiento de la red y la confianza en los albores de la organización de voluntarios. Sin embargo, el entorno político y económico “puede alentar o desalentar la organización desde el extranjero y ofrecer a la gente incentivos o castigos según su participación” (Goldring, 1997, p. 234). Un entorno favorable se caracteriza por un buen mandato del Club, basado en la forma que los mecanismos funcionan para la resolución de conflictos entre los participantes.

En la actualidad, otros problemas que enfrentan los grupos de migrantes organizados, son las frías y cambiantes relaciones con los ayuntamientos en turno, que pueden orillar a ésta estructura de migrantes a renunciar a la realización de obras sociales, ya que sin el respaldo de alguna autoridad y de los líderes locales, la empresa fracasa. Entonces hace pensar en que con una política de intervención y de mayor acercamiento y de incentivos a la organización, los resultados en el financiamiento para el desarrollo cultural y económico de las comunidades de origen se potenciarían y se traduciría en un mejor nivel de vida.

En el proceso de una obra que empieza a una obra ya concluida se suscitan acciones de los miembros que obedecen a normas, y en caso de incumplimiento se pueden aplicar sanciones. En ocasiones a los que incumplen, se les aísla temporalmente, ha llegado al punto, que, ante tanto descontento del club, se originan connatos de agresividad. No resulta, pues, nada fácil que los emigrantes continúen con las obras de carácter social, pues la serie de problemas, como lo hemos ejemplificado, la realidad es sumamente complicada. Pueden existir diferentes opiniones en cuanto a la prioridad de la obra, aún más cuando se trata de “aval”. En el caso de donaciones de equipo puede haber problemas al tratar de introducirlos a México, por la regulación o por los permisos de importación. En cuanto a proyectos de construcción puede haber interrupciones y demoras por cambios en los precios de los materiales y presupuestos finales o por “falta de cumplimiento de las compañías constructoras, o por falta de asesoría técnica, o por conflictos entre representantes ‘locales’ de los clubes y autoridades políticas municipales y/o estatales” (Goldring, 1999, p. 33).

Muchos migrantes que sueñan con la transformación de su pueblo a través de la creación de asociaciones de oriundos, saben que con el tiempo se entrelazan un conjunto de relaciones que se dan en el marco de un sistema transaccional de redes y capital social, éstas pueden contribuir a la realización de sus sueños y reconfirman el nicho interpersonal del individuo. Asimismo, buscan su propio reconocimiento al ser miembros de una sociedad transnacional (Enríquez, 2000).

En la teoría del comportamiento colectivo de Smelser (1989) la operación y la difusión de las ideas están dirigidas a la formación de creencias generales compartidas, por las que cada individuo rige su comportamiento basado en la idea del grupo y en el consenso general como organización. En este sentido, Smelser (1989) sostiene que “el éxito de este tipo de acciones permite al grupo satisfacer necesidades individuales, tanto explícitas como implícitas” (p. 67). Las primeras suelen encajar directamente con las tareas y el objetivo concreto del grupo. Las implícitas pueden resultar menos evidentes que la amistad o liderazgo, por ejemplo, pero movilizan al individuo a participar en las actividades grupales. El distintivo que representa a los grupos de migrantes organizados es el cúmulo de identidades comunes o de pertenencia al grupo de migrantes, en donde la recreación cultural o el desarrollo de nuevas prácticas ahora transnacionales convierten al grupo no necesariamente en un sector uniforme. La naturaleza que los asocia les permite interactuar bajo un proyecto común y socialmente aceptado, bajo escrutinios socializados y donde se asocian características del capital social en relación a la creación y al sostenimiento de estas organizaciones (Pries y Seeliger, 2013). La potencialidad de un grupo social migrante que ha conseguido sus primeras metas, es obviamente robusta porque forma el tejido social y el estatus de adherencia a la sociedad de origen.

Los grupos de migrantes son parte de la sociedad y esta rige su autoridad por medio del conocimiento previamente adquirido mediante la acumulación de la conciencia y de la creatividad, de modo que los aspectos organizativos de los clubes se convierten en medios al servicio de esa producción de la sociedad. Así la integración de un segmento de la población en el extranjero les hace acatar conductas orientadas a acciones que fomentan la coincidencia del comportamiento social. Hay que recordar que no todos los clubes de migrantes en Estados Unidos realizan remesas colectivas, lo que no todos los clubes, a su vez, tienen un peso específico en su lugar de origen, algunos solo tratan de incidir en la toma de decisiones con respecto a la inversión del capital y el grado de penetración que han alcanzado dichas organizaciones en su sociedad de origen es variable.

Su incidencia no es solo a nivel local, sino que también permite la emulación de las actividades transnacionales, ya que, al estar conformado en un grupo, otros migrantes tratarán de unirse a él porque con ello reducen la inseguridad de que las obras no se lleven a cabo, es decir, se sienten más fuertes, tienen menos dudas personales y resisten mejor las amenazas cuando pertenecen a un grupo. Entre las satisfacciones que adquieren se encuentran el estatus, la autoestima, el sentido de afiliación, el poder y la consecución de metas alcanzadas, además, les permite ser ejemplo para otros grupos de migrantes, en los que aprenden con base a las socializaciones que ahí suceden.

En suma, las obras sociales que emprenden los clubes de naturaleza básica necesitan de un ingrediente extra para poder socializar, la escasa participación de la comunidad o el desinterés de sus miembros pueden contradecir su significado, evitando así su unión como comunidad transnacional. Es por ello, que el papel de las organizaciones de migrantes con sus elementos o grados transnacionales, puede conducir al aumento de la confianza en la comunidad transnacional, pues en ella se reproduce la credibilidad de los propios actores y permite que aumente el conocimiento de las organizaciones de migrantes, o bien, de nuevos grupos basados en este modelo que emulen o copien la construcción de sus esquemas de organización, así como sus normas, su coordinación y su liderazgo.

El Programa 3x1: ¿un mal necesario?

En este apartado se analiza, como la política mexicana con sus connacionales se ha “migratizado”, como sostiene Alba (2010, p. 18) por “políticas de desarrollo”, en la cual, el gobierno asume las bondades de las remesas colectivas, pero enfocándose en las familiares. Sobre todo, bajo la idea de que estos recursos, pueden ser una palanca de desarrollo, ya que ha persistido la idea de que cualquier recurso, por limitado que sea, puede contribuir al desarrollo, sobre todo en regiones de expulsión de población.

En los últimos años las remesas han aparecido como instrumentos económicos de desarrollo local y nacional. Al debate sobre el papel que juegan las remesas, como señala Pérez (2018) nos dice que, dada sus potencialidades, se sumaron, además de académicos, los organismos internacionales, gobiernos de los países emisores y receptores de migrantes, organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación y otros sectores sociales. Para Carling (2007) la magnitud y aporte de los ingresos que envían los migrantes constituyen la centralidad de las remesas en las agendas de las instituciones dominantes en el tema del desarrollo.

En un sentido amplio, durante gran parte de la década de los ochenta y noventa, un sin fin de trabajos de académicos, como Massey et al. (1998), Alarcón (2002), Binford (2002) y De Hass (2012) mostraban un cierto interés en que las remesas pudieran contribuir al desarrollo de las comunidades de expulsión, mientras que otros, los llamados “pesimistas”, como Reichert (1982) o Mines (1981) comentaban los efectos de las remesas en la distorsión de la economía local (Capelletti, 2018) negando su potencial para el desarrollo. Además, como comenta Canales (2002) los “migradólares”, son un eje fundamental del desarrollo económico, pero también se olvida que gran parte de las remesas se destinan al autoconsumo y muchas veces se piensa que todas tienen efectos positivos, cuando en realidad su impacto se da en diferentes grados y con distintos efectos, por ejemplo, en el consumo inmediato y básico, y actúan como un salario agrícola promedio.

También las remesas han transnacionalizado el espacio social de las comunidades de migrantes, por ejemplo, desde el punto de vista social, Canales (2002) nos dice que crean dependencia y los hacen ser improductivos en el lugar donde radican; mientras que en lo político, los estudios de Ahmed (2012) relaciona las remesas con el fortalecimiento de la corrupción gubernamental en países pobres con instituciones democráticas débiles, porque “pueden extender la vida de los gobiernos en autocracias y fomentar el clientelismo y las formas autoritarias” (Ahmed, 2012, p. 150). En síntesis, para Ahmed (2012) los países que reciben más remesas no son los más democráticos.

A pesar de ello, las remesas son vistas como la tabla de salvación de una economía de lento crecimiento nacional. Por ejemplo, durante los primeros meses del año 2015 hubo gran expectativa en México porque las remesas superaron a las exportaciones de petróleo. Esto es algo inédito en la economía mexicana, en la que alrededor de 30 % del presupuesto del gobierno proviene del petróleo. Las remesas alcanzaron, en los cinco primeros meses, la cantidad de 7.735 millones de dólares, mientras que PEMEX vendió 6.678 millones de dólares en petróleo (González, 2015). En la Figura 1 se observa el descenso de las remesas provenientes de Estados Unidos en los años de su crisis, 2008-2010, pero, también el repunte posterior, el cual coincide con las deportaciones realizadas por el DACA y el DAPA durante el gobierno de Barack Obama (2009-2017).


Figura 1
Remesas totales (millones de dólares) 1995-2020
Fuente: elaboración propia, con base en el informe de Banxico (2020), recuperado de https://www.banxico.org.mx/SieInternet/consultarDirectorioInternetAction.do?sector=1&accion=consultarCuadro&idCuadro=CE81&locale=es

Datos recientes del Banco de México (2018) informaron que las remesas en México alcanzaron los 33.470 millones de dólares (MDD) lo que constituyó un máximo histórico. El dato significa un incremento de 10.5 % con respecto a 2017, porcentaje menor a la tasa de crecimiento de 2017 con respecto a 2016, que fue de 12.2 %. Conviene señalar que aquí después de las tasas negativas de 2012 y 2013, solo se han presentado tasas positivas, con la más alta en 2017. Para el 2018, la dependencia encargada del registro de remesas en México la estimó en 2.7 % del PIB, ubicándose con ello en su mayor nivel de dependencia. Además, México pasó a ocupar, en el mundo, el cuarto lugar como receptor de divisas, con el 4.9 % del total por el grueso de los países.

En México, por entidad federativa, los líderes en la recepción de remesas fueron: Michoacán con 3.392 MDD (10.1 %), Jalisco con 3.287 MDD (9 %) y Guanajuato con 3.45 MDD (9.1 %). Para el mismo año, 2018, Sinaloa recibió 797 MDD que representó el 2.4 % del total y con ello ocupó a nivel nacional, la posición dieciocho. Lo que se observa es una tasa de crecimiento del 15.7 %, con respecto al grueso de las remesas recibidas en 2017. En cuanto a la dependencia de las remesas —porcentaje de las remesas con respecto al PIB—, las entidades líderes son Michoacán (11.4 %), Oaxaca (10.1 %) y Zacatecas (7.9 %).

Estos datos denotan, la dimensión que ha cobrado tanto el interés de distintos gobiernos en México, cómo la dimensión migratoria y sus impactos a través de políticas económicas de programas con ahorro migrante. Ahora bien, las remesas que llegan a México no son un conjunto unitario, éstas se clasifican en familiares, empresariales (inversión) y colectivas (Goldring, 1999). Un punto para destacar de las remesas colectivas y de la organización migrante es la escasa transferencia relativa y la transparencia de recursos. Solo una mínima parte del total de las remesas familiares son transferibles por organizaciones de migrantes que envían dinero a sus comunidades para apoyar la construcción de infraestructura pública y el desarrollo de proyectos sociales donde la organización y el empuje son recursos que bien pueden ser de alta calidad (Torres, 2001).

Es por ello, que desde el 2002, se creó el programa 3x1, con el objetivo de apoyar las iniciativas ciudadanas para concretar proyectos para mejorar la calidad de vida de los habitantes (Pérez, 2018). Este rápido crecimiento de estas organizaciones fue más notorio, por ejemplo, en el 2002, que existían más de 400 asociaciones de migrantes de 18 estados (Pintor, 2015); con la ayuda del Instituto de los Mexicanos en Exterior (IME) y de manera autónoma se registraron en 2014 más de 1.100 clubes en todo Estados Unidos, de los cuales 300 eran de la región sur de California (ver Tabla 1). Sin embargo, datos del programa 3x1 de la exSedesol, arrojan que en el 2018 existían alrededor de 1800 asociaciones. Es por esto que el IME señala que “la creación y propagación de tantos clubes de migrantes por lugar de origen se debe, sin duda, a la ardua promoción del Instituto de los Mexicanos en el Exterior” (Zabin y Escala, 2002, p. 101). Aunque también son importantes las actividades recreativas y deportivas que organizan los consulados y las entidades religiosas del lugar de destino, que a su vez sirven de ejemplo en los procesos de formación de las comunidades transnacionales (Alarcón, 2004).

Tabla 1
Clubes de migrantes mexicanos en los Estados Unidos por lugar de origen (periodos 1998-2003 y 2009-2011)

Fuente: tomado de Escala Rabadán (2014) con base a los datos de González (2012, p. 54) y SRE (2013). Los datos que ofrece la SRE son los mismos para 2014 —año en que ya no apareció el registro en la página oficial de la Secretaria. Se recomienda utilizar esta fuente con cierta cautela, ya que se trata de datos sobre-representados.

Las organizaciones de migrantes ocupan el espacio público que algunas autoridades gubernamentales les han encomendado y que les permite crear espacios transnacionales sólidos, como sostiene Zamora y Padilla (2011) que “este aprendizaje empieza a traducirse en demandas políticas puestas en marcha” (p.4). Tal es el caso de los zacatecanos, que como parte de las negociaciones, acciones y programas que ha mantenido su gobierno, han emergido una gran cantidad de clubes de migrantes, bajo el auspicio del programa 3x1.

Sin embargo, con la entrada del nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador a partir del 1 de diciembre de 2018, no se definió en el presupuesto el programa 3x1 para Migrantes de 2019. Mientras que para el 2020, se dio por terminado y por más de treinta años se prescindió de éste instrumento binacional, ya que la Secretaría de Bienestar —antes Secretaría de Desarrollo Social, Sedesol— no lo programará ante la Cámara de Diputados.

Anteriormente, para el 2017, el Programa 3x1 tuvo un presupuesto de U$27.34 millones de dólares; mientras que para el 2016, se gastaron en U$36.49, lo significa un recorte de 33.6 %. Esto quiere decir que esta estrategia —que sumaba recursos del gobiernos Federal, estatal y municipal al dinero de los paisanos para desarrollar proyectos en beneficio de las comunidades expulsoras— ya había sufrido un primer recorte cuando a el presupuesto para 2016 le redujeron U$2.87 millones de dólares (MXN), pues originalmente estaba asignado en U$39.41 millones.

Ya con anterioridad se habían elevado algunos cuestionamientos al funcionamiento del Programa 3x1. Se cuestionaban aspectos como la incidencia en las obras públicas y la falta de transparencia, generando desconfianza por las organizaciones de migrantes e incluso en el abuso del ejercicio del poder en la toma de decisiones por parte de las autoridades por encima de las organizaciones de migrantes (Ortega, 2017; 2018). Para reforzar esta idea, Capelletti (2018) nos dice que el Programa 3x1 pasó de una estrategia transnacional migrante clásica, donde participaban los clubes de forma autónoma, a una política por “aval”, en la que recaen las iniciativas y gestión alrededor del presidente municipal, incluso otros clubes participan en ellas, sin ser necesariamente oriundos del lugar.

En ese sentido, para los estudiosos de las políticas migrantes, como Gamlen (2008), este instrumento les permite tener un “mecanismo” hecho por el Estado para solucionar un problema socioeconómico de su población en específico, la migrante y su adhesión al gobierno; por otro lado, Valenzuela (2007) enfatiza que además de “pilotear” o ensayar nuevas formas de coparticipación, les permite tener un mejor desempeño en la infraestructura pública de sus comunidades.

Ahora bien, la normatividad establecía que los proyectos deberían ser propuestos por mexicanos que vivan en el extranjero y que sean parte de clubes u organizaciones de migrantes que busquen contribuir a mejorar las condiciones de vida en las localidades de origen, así como generar fuentes de trabajo e ingreso para la población garantizando —mediante la firma de un convenio—, la aportación económica de los clubes u organizaciones de migrantes, de la federación, los estados y municipios (Cardozo, 2006). De igual manera, se señalaba que de las instancias ejecutoras de los proyectos pueden ser los municipios, las delegaciones de la Sedesol en los estados, los gobiernos en las entidades federativas, o las organizaciones de migrantes, así como los propios beneficiarios del proyecto (Cila, 2007).

Las formas de operación del Programa 3x1, tradicionalmente habían recaído en el Ramo 33, donde el objetivo era la mejora de la comunidad y el desarrollo regional, pero a partir de 2004 se agregó el combate a la pobreza, bajó el Ramo 20 y se modificó la forma tripartita de repartir el dinero. Al respecto, González (2011) señala dos modalidades de atención: la primera, “Obras y proyectos de infraestructura”, que consiste en canalizar apoyos para obras y proyectos que promuevan el desarrollo de las comunidades —como conservación de los recursos naturales, construcción de centros de salud, escuelas, electrificación, pavimentación de calles, agua potable y drenaje, proyectos agrícolas y de comunicaciones; obras o acciones de tipo deportivo, cultural y recreativo, vivienda y mejoramiento urbano— y la segunda modalidad llamada “Apoyos para proyectos productivos”, en los que se debe tener una orientación productiva —agrícola, ganadero, de servicios, manufactureros, etcétera— y desarrollarse en territorio mexicano. La operativilidad, consistía en que se presentaba ante la Sedesol una familia de migrantes o un migrante en ambos casos pertenecientes a algún club de migrantes y el apoyo era entregado por el organismo público para ser recuperados en su totalidad, en un periodo máximo de cinco años.

Para esto, retomamos el estudio de Capelletti (2018) donde analiza la comunidad de Pangueros, municipio ubicado a 20 kilómetros al nordeste de Zacatecas, que tradicionalmente han trabajado por el “aval” de la aplicación del Programa 3x1, desde el comienzo de su operación en esta región. “De hecho, cuando se trata del “aval”, se sitúa en territorio municipal, ya que es el alcalde quien gestiona el recurso y hace uso en la infraestructura de su municipio” (Capelletti, 2018, p. 30). En esa misma línea, se destaca la investigación realizada por Villegas (2015) donde muestra que las organizaciones de migrantes elotenses —municipio ubicado en el centro-sur del estado de Sinaloa—, se encuentran conformadas en tres organizaciones de oriundos: La Fraternidad Elotense de California (FEC), la Fraternidad Sinaloense La Cruz A.C. (FSLC) y el Club Paisanos Elotenses (CPE) (Villegas, 2015) potencializaron las inversiones sociales a través del Programa 3x1.

La organización que más destaca es la Fraternidad Elotense de California, con el 46.56 % del total de las obras en el municipio; le sigue el CPE con el 39.52 % y la FSLC con el 10 %. Siendo el Club de Paisanos Elotenses, la única organización que se encuentra registrada ante el IME, pero todos los integrantes inscritos en el Programa 3x1. Donde estas iniciativas del presidente municipal de Elota, Rodríguez Castillo, se organizaron bajo el apoyo familiar para conformar las mesas directivas de los oriundos pero conjuntado a las otras dos, pudo así obtener la toma de nota, quedando de esta manera registrado como club oficial ante el IME y así poder acceder a más recursos del Programa (Villegas, 2015).

Durante el 2002-2013, las acciones del CPE, han llevado a cabo 18 obras en el municipio, lo que representa el 10.45 % del total estatal. Éstas tienen un valor de inversión que asciende a más de 1.14 millones de dólares, cantidad que constituye el 16.51 % de todas las inversiones realizadas en Sinaloa a lo largo del periodo señalado. También, al desagregar las aportaciones realizadas por cada gobierno, encontramos que el municipio de Elota es el que, de todos los municipios sinaloenses, más contribuciones monetarias realizó el 23.17 % del total (Pintor y Sánchez, 2019; Villegas, 2015).

En suma, asumir una postura si los clubes de migrantes deberían de trabajar por “aval” con la ayuda de sus gobiernos de origen, se tiene que poner atención a la naturaleza y desarrollo de las comunidades de migrantes, donde la centralidad recayó en las obras públicas, donde tan solo el 3 % del total gubernamental recae en los municipios.

Metodología

Para el estudio de caso del Club San José, que se localiza en Agua Verde, Sinaloa, ubicado a 40 kilómetros de Mazatlán, se utilizó una metodología cualitativa-descriptiva, con el fin de comprender el fenómeno de las organizaciones de migrantes por lugar de origen, realizando 7 entrevistas clave, como a sacerdotes, síndicos, familiares directos, entre otros, durante los años del periodo del 2014 al 2018 en las fiestas patronales, día de reyes y de las madres, con diferentes agentes sociales del “Club San José”, que a través de sus experiencias, liderazgos y la interacción constante, son elementos que están presentes en su entorno social.

Estos personajes son importantes en la recopilación de datos, pues son fuentes de carácter primario al estar en constante interacción con el objeto de estudio o ser testigo de las relaciones que se entretejen de la propia sociedad de Agua Verde, Sinaloa. En un segundo momento, se utiliza la investigación en el lugar de los hechos, pero de igual forma, se recaba información de otros trabajos que abordan la naturaleza de las organizaciones de oriundos, permitiendo no sólo comparar y describir este proceso, sino de analizar lo complejo de éstas estructuras organizacionales, tomando en cuenta, lo que comenta Moctezuma (2011, p. 54) donde éstas comunidades, varían en relación a diferentes variables, como: a) poblacional, afectado por el patrón migratorio ; b) cultural, que se manifiesta en la profundidad a migrar en la localidad; c) social, a la relación cohesional de la organización; y d) Político, a lo derivado de su entorno que los hace ser proclives a participar de forma conjunta.

Las organizaciones de base tradicional. El Caso de Agua Verde, Sinaloa

En este apartado se presenta al Club San José llamado así por el santo patrono de la comunidad de Agua Verde, municipio de El Rosario, en Sinaloa. Este caso ayudará a entender el debate desarrollado hasta el momento. El Club San José es la organización pionera en el Estado de Sinaloa, fundado en 1982 bajo el encargo del padre Filemón García para ayudar a construir un nuevo templo, ya que el anterior era demasiado pequeño, que Javier Benítez aceptó gustoso la propuesta, comprometiéndose a llevar la colecta hasta Los Ángeles, California.

La necesidad de reconstruir el templo de San José, santo patrono del lugar, se expandió paulatinamente entre los aguaverdenses emigrados en Los Ángeles y lograron reunirse para luego buscar la manera de hacer llegar la ayuda. La petición duró tres años en cristalizarse, mientras, se demostró tanto la socialización de los miembros a organizarse sin la intervención del Estado y dejo claro el liderazgo de este migrante que se coordinó con el párroco del lugar.

La familia Benítez, junto con un grupo de migrantes de la localidad, volvieron realidad el encargo del padre Filemón García. En marzo de 1982, en la fiesta del santo patrono inauguraron la fachada del templo y el atrio parroquial, organizando juegos para los niños del pueblo. Esta fue la acción fundacional del club de migrantes de Agua Verde y por eso lleva el nombre de la iglesia de su pueblo. Con esta acción comunitaria, el grupo de migrantes organizados obtuvo el reconocimiento social que dio a sus colaboradores la oportunidad de recuperar la membresía que se había diluido por su condición de migrante.

La integración social con base en la socialización dentro de la comunidad de origen desde el extranjero, es una expresión del proceso transnacional. Esto demuestra que detrás de una inversión se encuentra una organización y que, en este conjunto, las actividades de las asociaciones “no sólo se limitan al cómo reunir los recursos financieros sino también al capital humano y social dentro de la comunidad transnacional” (Pintor, 2015, p. 161).

Arispe (1990) destaca justo lo que es esencial en la cultura migrante rural: “(...) la importancia de estos grupos no radica en la fuerza de trabajo reunida, sino en la reciprocidad que se genera” (Citado en Moctezuma, 2011, p. 35), o en otras palabras: la racionalidad social de este tipo de comunidades entra en clara contradicción con la racionalidad costo-beneficio. Sin lugar a dudas, el razonamiento indica que mientras se produzca un beneficio para las “comunidades filiales” o para los clubes de migrantes, son actividades de filantropía social, opuestas al costo-beneficio que sucede con las inversiones por “aval”, ya que la construcción de su membresía transnacional, que alejados a sus intereses geográficos siguen siendo parte suyos.

Para esto hay que reiterar que estos migrantes transnacionales no borran ni su forma ni su pertenencia, sino al contrario, viven una vida transnacional. El transnacionalismo implica el “movimiento continuo de los individuos entre sus áreas de origen y de destino, o hacia varios destinos migrantes” (Rouse, 1992, p. 28). O bien lo que alude Bartolomé (2008) que “existe un tipo de migración, cuyo aspecto básico no radica en la temporalidad o la permanencia, sino que supone el desarrollo de complejas redes de articulación entre los emigrantes y sus localidades de origen” (p. 60), construyendo así una nueva configuración sociocultural, protagonizada por personas que viven en ambos lados de una frontera que atraviesan con cierta frecuencia.

Regresando al estudio de los aguaverdenses, como señala Goldring (1997): “el entorno político y económico puede alentar o desalentar la organización desde el extranjero y ofrecer a la gente incentivos o castigos según su participación” (p. 236). Un entorno favorable se caracteriza por un buen mandato del Club, basado en cómo los mecanismos funcionan para la resolución de conflictos entre los participantes. En efecto, posteriormente a la construcción de la Iglesia, vinieron otros proyectos como la Biblioteca pública, la donación de un bus escolar, desayunados para los niños de la primaria, regalos el día de reyes, entre otras cosas. Cuando su notoriedad y prestigio local estaba en su parte más alta, el gobierno se empezó a interesar en las actividades del club, desdibujándose poco a poco las metas que habían alcanzado como organización en sus inicios.

Se piensa que las organizaciones de migrantes deben de actuar de forma independiente y que no deben involucrarse en la militancia partidaria o gubernamental, sin embargo, esta aseveración presenta otro debate: la transición del migrante común al migrante colectivo u organizado, añade patrones de pertenencia y reclamos por tener una representación sociopolítica, por lo que tienden aliarse con el partido que gobierne o el que más les pueda ayudar. Lo importante será distinguir entre el comportamiento que desarrollan los líderes a partir de la organización o de la militancia hacia un partido político que pudiera ser el que mantenga el control del poder estatal. En esto, sin embargo, hay una gran diversidad de posturas.

Para el caso de la migración aguaverdense y el Club de migrantes San José, no toda influencia política y grado de penetración social es aceptada, en busca de consolidar su capacidad política como actor social. En su momento, dicho club tuvo un alto grado de influencia donde en conjunto con la sociedad migrante pudieron utilizarla políticamente de dos maneras, la primera fue en aportaciones a programas de co-inversión social y la segunda en procesos electorales.

En este sentido, los aguaverdenses en el exterior entendieron que los niveles alcanzados a raíz de la socialización y el capital social también pueden decrecer con el tiempo, en particular si no es elevado, es decir, si no se invierte en él. Este proceso es típico de los clubes que se distinguen por la informalidad, pero ajustándose con base en la socialización, situación que genera una forma inestable de capital social, pues la movilidad individual puede alterar las estructuras de las organizaciones. El problema radica en que cuando los espacios de socialización permiten otro capital influenciado, las personas no se interesan en reproducirlo. Millán y Gordon (2004) dicen que “el resultado en que la mayoría de las formas de capital social se crean o se destruyen como un subproducto de otras actividades” (p. 713).

Las relaciones sociales son afectadas tanto en el interior del grupo como en el exterior, por la modificación de la naturaleza de los vínculos con las diversas esferas de poder. En este proceso de transformación del orden social se agregan factores externos e irrumpen nuevos actores sociales además de los migrantes. Bajo esto hay que subrayar lo que nos dice Krasner (1995) “los actores transnacionales y el involucramiento por parte del Estado, están inmersos en una relación de negociación, cuyos resultados son manifestación de poder y de intereses en conflicto” (p. 266). En pocas palabras, dependen de los resultados de sus capacidades relativas. Los actores gubernamentales tienen la capacidad de ganar, pero también de perder cuando se involucran con segmentos de la población, por lo que la inclusión de migrantes a través de la membresía transnacional puede involucrar conflictos que dan pie a una arena donde se debaten las diversas formas de pertenencia e identificación.

Esto no debe confundirse o ubicarse como un rasgo estructural, ya que si algo define este escenario es el dinamismo de las relaciones entre los diversos actores, lo cual le otorga un carácter procesal. Estas acciones y las nuevas formas de convivencia afectaron las formas del camino llevados por la organización de migrantes de San José, pero paradójicamente, mientras decreció su grado de injerencia a nivel local —entiéndase en su lugar de origen— aumentó su grado transnacional, permitiendo que se creara una asociación de clubes llamada Fraternidad Sinaloense en California (FSC). La FSC fue fundada en 1991 por el entonces Cónsul José Ángel Pescador Osuna (de Mazatlán, Sinaloa), por Humberto Gálvez (Guasave, Sinaloa) y Javier Benítez (Aguaverde, Sinaloa) con el objetivo de representar a la comunidad migrante ante las autoridades tanto en México como en California. En palabras de su actual presidente, José Ángel Barajas, la FSC se visualiza como:

Una fuerte organización no lucrativa que cuenta con oficina y centro de negocios, establecida en varias regiones de California; con una imagen sólida frente a la comunidad, con un desarrollo económico estable, así como con un incremento continuo en la adhesión de nuevas comunidades de sinaloenses en California, lo cual ha permitido forjar nuevos líderes. (Pintor, 2015, p. 126)

Contaba con el apoyo de la antigua exSedesol por medio del Programa 3x1 migrante para lograr objetivos de provecho a la comunidad realizando proyectos de interés comunitario como carreteras, pavimentación de calles, electrificación, remodelación de iglesias, escuelas, etcétera (RFS, 2008). Los diferentes líderes de las comunidades y el aval de la FSC permiten nuevas estrategias para mejores proyectos que busquen el desarrollo económico de Sinaloa y en California.

Uno de los proyectos que realizó la FSC, en mayo de 2008, se llevó a cabo en “A Mi Hacienda” de Pico Rivera, California, (CA). Fue un evento musical para ayudar al Asilo de Ancianos de Mazatlán, patrocinado por la Banda La Llegadora, cuyos integrantes radican en Phoenix, Arizona. En este evento se recaudó la cantidad de US$ 2,500, los cuales fueron donados y procesados bajo el Programa 3x1, por lo que se haría llegar entonces la cantidad total de 10 mil dólares al asilo de ancianos en Mazatlán. No se trata de aglutinar clubes u organizaciones a través de una Federación o Asociación, en la Tabla 2, se resaltan las actividades y normas de socialización de las cuales se diferencian la organización migrante:

Tabla 2
Categorías e impacto sociopolítico de los clubes en su lugar de origen

Fuente: elaboración propia.

De manera general, la organización migrante tiene las siguientes características:

1) Organización transnacional: en la cual están insertos un gran número de clubes de migrantes que presentan demandas y actitudes políticas, sociales y económicas en sus lugares de origen, con distintos niveles de desarrollo (Pintor, 2015).

2) Asociación transnacional: también llamadas federaciones y en las cuales está inserto un reducido grupo de organizaciones que engloban a varios clubes de origen. Sus relaciones y grado de desarrollo están más institucionalizados, gestionan y coparticipan con las partes gubernamentales sobre sus necesidades y ambiciones (Pintor, 2015).

Moctezuma (2009) advierte que los niveles de organización migrante contienen diferentes estructuras organizativas que cuentan con distintos niveles y grados diferenciados de madurez:

Los primeros cuentan con una estructura informal, inestable, casi de naturaleza comunitaria que hacen las veces de clubes cívicos; otros disponen de un cierto grado de formalización, su permanencia aún no se consolida, pero cuentan con un mínimo de estabilidad, con reconocimiento y legitimidad a nivel de la comunidad y tienen la capacidad de negociación con las autoridades municipales en tanto que los más avanzados, cuando ya forman parte de una asociación de clubes, su estructura es tan compleja que es necesario reglamentarla y registrarla formalmente, son estructuras organizativas permanentes que cuentan además del amplio reconocimiento y legitimidad social, sus acciones están referidas en proyectos municipales, estatales o binacionales, y se aprovechan para incidir en el diseño de políticas públicas. (pp. 40-41)

Esta forma organizativa en un nivel superior demuestra que las federaciones o asociaciones mantienen un grado de independencia o autonomía de sus inversiones sociales más altos que las organizaciones de migrantes simples, ya que las federaciones, tienen un nivel de maduración más elaborado que les permite decidir si coparticipan o no en actividades transnacionales con sus gobiernos de origen.

Dichas acciones demuestran que la existencia de una organización, no son migrantes aislados, sino a las formas de maduración de sus redes como un migrante colectivo, más importante que el dinero enviado; es decir, migrantes que han transitado del club social hacia la asociación de clubes que desarrollan vínculos y compromisos con la comunidad como expresiones de la membresía sustantiva transnacional. La gente se organiza no solo para mandar dinero, sino como parte de una obligación social y expresión de su lealtad, lo cual les permite afirmar la continuidad de su papel en su lugar de origen (Goldring, 2003).

De igual manera, estas organizaciones y su efecto como agente colectivo de cambio permite a las comunidades que se encuentran bajo una organización de migrantes y las formas participativas bajo los vínculos y su representación transnacional, ayudar a las transiciones de la democracia, como sostiene Waddell (2014) en su estudio sobre las organizaciones de migrantes en Guanajuato, al explicar que “donde existe un alto nivel de injerencia del club de migrantes, es más factible transitar a la alternancia” (p. 118). Lo mismo pasó en Agua Verde, cuando el club se encontraba en un punto alto de reconocimiento y organización hubo cambio de régimen municipal en el Rosario, relegando a la organización de migrantes, cuando el partido histórico del PRI regresó.

Es por ello, que el analizar el Club de migrantes de Agua Verde, representa un caso paradójico e ilustrativo, bajo tres dimensiones distintas. La primera, que a medida que el club de migrantes se fortaleció en lo transnacional, convirtiéndose en un agente de cambio. En ese mismo sentido, vemos que no necesariamente se desgastó su actividad transnacional, sino al contrario, se fortaleció al integrarse en una organización mayor como la Fraternidad Sinaloense de California. La segunda dimensión, al tener como parte de la extensión y desarrollo de sus redes a la Fraternidad, entendió que con esta asociación podría participar en otras inversiones sociales y otros niveles de negociación con su comunidad y país de origen. Y por último, los clubes de migrantes, a través de sus acciones o inversiones sociales, cuentan con un capital social que permanece y puede utilizarse para permitir su resurgimiento y cobrar nueva vida y dinamismo.

Conclusiones

Al hacer este breve repaso de estas estructuras, la cancelación del Programa 3x1, no impactará en los diferentes lazos transnacionales, que se han entretejido entre los clubes de migrantes con sus lugares de origen que de forma histórica se han vinculado. Estas formas organizativas, son una expresión que los grupos de migrantes encuentran formas de colaboración, sin auspicio gubernamental, vinculándose con diferentes formas de insertarse en sus lugares de origen, no sólo con su componente gubernamental local, sino con otros organismos, ya sea nacionales o internacionales en pro de realizar obras sociales de gran importancia, como agua potable, pavimentación, drenaje, caminos rurales, etcétera. Las prácticas transnacionales que corresponden a las organizaciones de migrantes de base son representaciones sociales que van acompañadas de una organización.

Mientras que las diseñadas por el “aval” o por la estructura gubernamental, se verán mermadas en cuanto a su función, por lo que estas organizaciones, divisaran su reducción en sus proyectos, mismos que a su vez, no les permitirá implementar su presencia local. Por lo que los llamados clubes de migrantes desde arriba podrían realizar una mutación, o bien, adjuntarse a los ya establecidos, con la visión de entablar nuevas inversiones sociales, de forma autónoma, mismas que se constituirán en recursos de alta calidad con un impacto social visible en muchas comunidades, no sólo económico al margen de la política estatal o del Programa federal 3x1.

En lo que se refiere a un posible rediseño del Programa 3x1 para migrantes, se debe de buscar la socialización y la fortaleza de las diferentes organizaciones, más que en el mismo resultado de inversión social, como se estaba realizando. Sobre esta percepción, es importante establecer que no toda política de desarrollo debe ser económica, sino que debe de partir de los rasgos significativos de su población y su migración, las características culturales de participación, su entorno político y la historia misma de la comunidad, que les permita rediseñar, desde su óptica particular, la noción de sociedad que ellos mismos establezcan.

Entender y juzgar el grado transnacional de estas organizaciones, sólo por las remesas colectivas que han realizado los migrantes, nos habla de lo frágil que pueden ser algunas organizaciones, no así en las que se basan en el propio desarrollo de su base organizacional. Por lo que los destinos de estas remesas, llamadas colectivas, encontrarán diferentes destinos, donde se debe de anteponer la relación del grupo organizado frente a los otros actores de su localidad de origen.

Algunos gestores de políticas públicas ven que la presencia estatal en este tipo de acciones es de vital importancia, argumentando que sin el apoyo del gobernador no se puede hacer nada. De cierta manera esta idea tiene mucho de cierto; sin embargo, aún persiste el desconocimiento por parte de los gobernadores y los diseñadores de políticas públicas sobre el potencial de los migrantes, ya que las asociaciones y organizaciones de éstos han trabajado con o sin el apoyo gubernamental desde mucho tiempo atrás.

En lo que se refiere al estudio de los aguaverdenses, encontramos que toda organización es compleja, donde la aparición de su contraparte gubernamental pudo desalentar el esquema organizativo, y que ponga entredicho las inversiones sociales que regularmente se estaban realizando. Por el contrario, el Club San José, se fortaleció en su esquema organizativo, a través del capital social, basado en su propia organización y asociación transnacional, misma que se compaginó con otros capitales, creando verdaderos esquemas de coparticipación más allá de lo local, siendo más dinámico, socioeconómico y cultural, que se tradujo en un fuerte capital simbólico comunitario.

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Notas

[1]* Artículo recibido: 1 de abril de 2020 / Aceptado: 25 de agosto de 2020 / Modificado: 2 de septiembre de 2020. El presente artículo es resultado de investigación y no contó con financiación.
[2]** Doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesor e investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa (México), Facultad de Estudios Internacionales y Políticas Públicas. Así mismo, es integrante del Cuerpo Académico de Redes Sociales y Construcción del Espacio Público, UAS CA257 (Consolidado) y ostenta la distinción Sistema Nacional de Investigadores (CONACYT-SNI I). Correo electrónico: renato_azul@hotmail.com http://orcid.org/0000-0003-3634-5011

Información adicional

Cómo citar: Pintor-Sandoval, R. (2021). El programa 3x1 en México. Nuevos escenarios en la reestructuración de la agenda pública migrante. FORUM. Revista Departamento Ciencia Política, 19, 211-241. https://doi.org/10.15446/frdcp.n19.78792



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