Artículos de reflexión derivados de investigación
Recepción: 01 Abril 2020
Revisado: 01 Mayo 2020
Aprobación: 01 Junio 2020
Resumen: Existe una relación directa y proporcional entre la ideología neoliberal y su veta antidemocrática, es decir, que cuando cala más hondo la aplicación del neoliberalismo se promueve y radicaliza la imposición de una des-democracia que se vacía y sacrifica el bienestar social, reduciéndose a su mínima expresión el Estado de bienestar. La hipótesis de trabajo que guía estos párrafos consistirá en demostrar que la ideología neoliberal hace creer que la concentración extrema de riqueza y poder político en pocas manos es la única vía que “garantizará la transferencia de bienestar” a la gran mayoría de población, la condición sine qua non para filtrar la riqueza de arriba hacia abajo, consistirá en defender en stricto sensu la propiedad privada a través de una lógica disciplinaría y competitiva estatal de visión empresarial que regule y promueva las inversiones de capital, primero debe de generarse riqueza y “después ésta se repartirá” a beneplácito de la clase que detenta el poder. La narrativa del documento estará compuesta por planteamiento general del objeto de estudio y por último se plantearán las contradicciones irresolubles entre la ideología neoliberal y la democracia.
Palabras clave: Neoliberalismo, Antidemocracia, ideología, Contradicciones y democracia.
Abstract: There is a direct and proportional relationship between neoliberal ideology and its anti-democratic vein, that is, when it the application of neoliberalism seeps deep into the imposition of a de-democracy, which empties and sacrifices social welfare is promoted and radicalized, by reducing to the minimum, the welfare state. The working hypothesis that guides these paragraphs will be to demonstrate that the neoliberal ideology leads one to believe that the extreme concentration of wealth and political power in a few hands is the only way that will "guarantee the transfer of welfare" to the vast majority of the population, the sine qua non condition for filtering wealth from the top down, will consist of defending private property in the strict sense of the word through a disciplinary and competitive logic of the state with an entrepreneurial vision that regulates and promotes capital investment; first wealth must be generated and "then it will be distributed" to the benefit of the class in power. The narrative of the document will be composed of a general approach to the object of study and finally it will pose the unsolvable contradictions between neoliberal ideology and democracy.
Keywords: Neoliberalism, Anti-Democracy, Ideology, Contradictions and Democracy.
Planteamiento del objeto de estudio
El fundamento epistémico y metodológico que sustenta éste apartado parte, en primer lugar, de haber escudriñado las narrativas de la Sociedad Mont Pelerin (SMP) y del Think Tank neoliberal que le han otorgado a dicha ideología, resiliencia teórica y conceptual en el transcurso de la historia contemporánea (incluso hace ya años se habla de un posneoliberalismo) y en segundo lugar, se analiza cómo la reactualización radicalizada del pensamiento neoliberal se plasma en una serie de estrategias prácticas llevadas a cabo por sus operadores (organizaciones internacionales -FMI, BM-, grupos políticos, fuerzas sociales, poderes fácticos, burocracias empresariales y de gobierno) que consolidan un poder “político oligárquico” que impide a toda costa que se altere el statu quo acordado por una ex profesa correlación de fuerzas políticas. La ideología neoliberal conforma un entramado de instituciones que le sirven de sostén para poner en práctica medidas de política económica que le han permitido reproducir la acumulación de capital en un marco de desigualdad distributiva en creciente aumento, acompañándose de un poder político marcadamente sesgado a favor de las clases ricas.
El objetivo general consistirá en demostrar que la ideología neoliberal conlleva en su matriz conceptual y factual favorecer por todos los frentes a un poder “plutocrático” (gobierno de pocos) que legitima la creencia de que en sus manos se filtrará (trickle down effect –la teoría del goteo–) en forma descendente el bienestar económico y social a la mayoría de la población.
Desde la concepción básica del individualismo neoliberal se plantea que la desigualdad es una cuestión natural. Las desigualdades desde la perspectiva neoliberal son inevitables, pues éstas son la expresión de las diversas capacidades de adaptación de los individuos en el mercado. De ahí, que se estima que implementar acciones para buscar la igualdad social, económica, política y cultural se juzga anacrónico y fuera de lugar, incluso es antinatural planteárselo.
El concepto de neoliberalismo empieza adquirir cierta notoriedad ideológica a partir del Coloquio auspiciado por Walter Lippmann en agosto de 1938. Después de dicho coloquio se concretiza la Organización de la Sociedad del Mont Pelerin que fundó Friedrich Hayek en 1945 y que es el laboratorio del que emerge la ideología neoliberal y que acabaría envolviendo una época y de la que todavía tiene una influencia determinante en la elaboración de los planes de gobiernos nacionales. Los discípulos del libre mercado, en particular sus propagadores han continuado defendiendo la percepción extremista del credo liberal: “No hay más libertad que la originada por la economía de mercado” (Mises, 1986, p. 412), “La libertad económica es un fin en sí mismo” (Friedman, 1962, p. 89).
Esta teoría neoliberal se consolida como movimiento y llega a configurarse como un corpus institucional, hegemónico y mundial a través del decálogo del consenso de Washington y avalado por las propias organizaciones mundiales (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial). Los fundamentos que postulan los neoliberales respecto al tema de la desigualdad económica es que ésta debe ser vista como una recompensa del esfuerzo y una generadora de riqueza que beneficia a todos. La premisa consiste en que hay crecer primero y después distribuir la riqueza. Los ricos se convierten en ricos por méritos propios, sin que sus privilegios (educativos, patrimoniales, de clase) hayan tenido nada que ver, los pobres se culpan de su fracaso, aunque no pueden hacer gran cosa por cambiar las circunstancias que determinan su existencia, lo único que les queda es la benevolencia del rico (poder “plutocrático”) que reparta los beneficios a través de la teoría del goteo.
A continuación, se enunciaran brevemente a ciertos intelectuales que propagan esta ideología neoliberal a partir de las apologías a favor del llamado sistema de mercado (capitalismo). La popularización de las ideas neoliberales se concretiza a través de un movimiento integrado por una pléyade de prestigiados pensadores, de intelectuales orgánicos, periodistas (think tanks)[1] sitios de internet, publicaciones destinadas divulgar las bondades del neoliberalismo.
Empecemos por citar al premio nobel de literatura más leído y surgido del llamado boom de la literatura latinoamericana, Mario Vargas Llosa (2018). El escritor hace referencia a los intelectuales liberales (Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich von Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlín y Francois Revel) que fueron trascendentales para su conversión de novelista peruano “a secas” al más famoso publicista fanático defensor del liberalismo político. Con seguridad, se le olvido a Mario Vargas Llosa mencionar en su repertorio de influencias intelectuales la figura de Ayn Rand (2005) pionera del credo neoliberal: esta escritora defendía el egoísmo racional, el individualismo y el capitalismo laissez faire, argumentando que es el único sistema económico que le permite al ser humano vivir como tal, es decir, haciendo uso de su facultad de razonar.
A través de sus novelas y ensayos políticos, el laureado escritor Vargas Llosa maneja los sofismas y las posverdades como si fueran un dispositivo de propaganda conservadora y ejerce en la práctica una influencia perniciosa sobre el común de la gente, al convencerlos de que la mejor democracia es la liberal representativa a manos de una oligarquía que vela por los intereses generales del pueblo (Borón, 2019).
Incluso Vargas Llosa se declara ferviente admirador de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan, quienes fueron líderes sin complejos de inferioridad que lograron consolidar derechos humanos e igualdad de oportunidades, en el respeto al individuo y sus ideas, ante el despotismo y el fracaso económico de los países comunistas. Es más, el ensayista y novelista nos comenta:
Margaret Thatcher no tenía escrúpulo alguno en decir que ella consultaba a Friedrich Von Hayek y que leía a Karl Popper, al que consideraba el más grande filósofo contemporáneo de la libertad y apunta Vargas Llosa que él los leyó y que desde aquellos años y desde entonces: La sociedad abierta y sus enemigos y Camino de servidumbre se convirtieron para él en sus libros de cabecera (Vargas, 2019, pp. 19-20)
Por supuesto, que también, existen instituciones seculares que defienden el pensamiento neoliberal, que son el propio Vaticano y el FMI (Fondo Monetario Internacional), ambas instituciones sostienen que hay maneras de mejorar el capitalismo, manifestando sus aseveraciones en el taller “Nuevas formas de solidaridad”, convocado por la Academia de Ciencias Sociales del Vaticano:
El papa Francisco, dirigiéndose a los líderes financieros y expertos económicos del mundo, que conocen cuáles son las injusticias de nuestra economía, les pidió trabajar juntos “para poner fin a las desigualdades globales”. Por su parte Kristalina Georgieva, titular del FMI reconoce que la brecha entre los países más ricos y más pobres está creciendo; y que -la actual estructura económica está dañando nuestro planeta-. Para hacer frente a estos males, la titular del FMI propuso -la cultura de la solidaridad-; la -globalización de la esperanza-; y el cuidado del planeta (Vatican News, 2020). Sin embargo, en realidad para hablar de temas de dinero, capital e intereses y unas ganancias exponenciales referirse a una cultura solidaria y una globalización esperanzadora evoca pura hipocresía (Astarita, 2020).
Aquí caben estas palabras que acertadamente expresan el quid del asunto:
La desigualdad está relacionada con el conflicto distribucional que yace en el corazón del capitalismo. Ese conflicto está ligado a la explotación de la fuerza de trabajo por el capital. La retórica podrá disfrazar esta realidad de mil maneras posibles, pero la realidad no se cambia con argucias de retórica (Nadal, 2020)
Por supuesto que el Vaticano y el FMI son dos instituciones defensoras y legitimadoras del capitalismo desigual, por lo que sus discursos son apologistas del status quo del mercado económico liberal.
En el mismo tenor pero en el plano más académico, el economista Ha-Joon-Chang (2012) defiende a ultranza las bondades del sistema capitalista y quien dice que éste es el mejor invento hecho por el hombre (no hay mejor sistema que el capitalista), aunque es un acérrimo crítico de la ideología neoliberal. Explica que hay que superar el mito de que existe un “mercado libre”, siendo éste el primer paso para comprender la lógica del capitalismo y asevera, que la “libertad de un mercado” depende del cristal con que se mire.
Las críticas de Ha-Joon-Chang van contra una versión concreta del capitalismo que lleva tres décadas dominando el mundo: el de libre mercado (neoliberalismo). E insiste, esta no es la única, forma de aplicar el capitalismo, ni la mejor en absoluto, como indica lo sucedido en las últimas tres décadas, en su libro nos comenta que hay maneras de mejorar el capitalismo, y que habría que ponerlas en práctica.
Sin embargo, el interés no es ya hablar de los apologistas y paladines de la ideología neoliberal, sino el cometido siguiente que consistirá en contestar el cuestionamiento que nos llamó la atención de elegir el tema: ¿Por qué el pensamiento neoliberal se considera antípoda de la democracia? Dicho interrogante puede ser contestado desde paragonar las disertaciones de un filósofo ilustrado (Jean-Jacques Rousseau) hasta un filósofo polémico y provocador como es el propio Slavok Žižek (2016) («[sic]») “quien sostiene que el neoliberalismo es un mito y que tiene una connotación únicamente de utilidad retórica”.
El ginebrino Jean Jacques Rousseau afirma que la desigualdad social y política no es natural, que ésta no a merced de una voluntad divina y nunca es una consecuencia de la desigualdad natural entre los hombres. Por el contrario, su origen es el resultado de la propiedad privada y de los atropellos de aquellos que despojan para sí la riqueza del mundo y de los beneficios privados que derivan de esa apropiación (Rousseau, 1929).
No obstante, el propio Žižek (2003) siendo compilador del libro “Ideología. Un mapa de cuestión” en la introducción titulada: “El espectro de la ideología”, explica que en el imaginario de las personas, el capitalismo neoliberal aparece como real y cómo el único sistema de organización social. Este capitalismo se caracteriza por una desigualdad estructural en el que una minoría de personas controla la mayoría de recursos que produce la sociedad y que la gran mayoría, no controla poco o ningún recurso.
Para contrarrestar el punto de vista de un filósofo, podemos citar de nuevo al economista coreano Ha-Joon-Chang que explica, cómo opera en sentido contrario el bondadoso Trickle down effect o goteo que en lugar de ser de arriba hacia abajo este goteo opera de abajo hacia arriba:
La economía de la filtración (trickle down effect) no funciona, pues tendencialmente se observa en el ámbito mundial una reducción en la tasa de impuestos excesivos que se cobra a los ricos y esto representa una simple redistribución de los ingresos de abajo hacia arriba y que si hay algo que no va ocurrir jamás, es repartir siquiera una parte infinitesimal de su fortuna entre los pobres (Ha-Joon-Chang 2012, 76).
El concepto clásico de trickle down effect está diseñado sobre la idea de que es necesario crear incentivos que favorezcan a los empresarios, pues son los que generarán los beneficios que terminarán por descender a los estratos sociales más desfavorecidos. Este famoso efecto beneficioso se legitimó con la hipótesis de Kuznets, pues de acuerdo a la curva de la U invertida que lleva su nombre, la desigualdad en una etapa intermedia del desarrollo, incentivaría el crecimiento de la economía en su conjunto.
Incluso recalca Ha-Joon-Chang en su explicación sobre la “economía de la filtración”, éste incluye al gobierno cómo actor central que propugna por una redistribución en sentido ascendente de los ingresos desde los pobres hacia los ricos. La vía para lograr el traspaso de excedente, es bajar las tasas impositivas a los ricos (V.gr.: Donald Trump en 2017). El presidente Trump, logra la aprobación por parte del Senado de poder aplicar la mayor reforma tributaria, consistente en reducir impuestos a las grandes corporaciones y a los ricos, pues esto tendrá la contraparte de incentivar y promover la reinversión, creando ingresos y empleos).
La "reforma" tributaria de Trump es un intento de poner en marcha una economía mediante ayuda financiera a las corporaciones y a los ricos (como Trump) a expensas del resto de nosotros, con la vana esperanza de que el sector capitalista invierta más” (Roberts, 2017).
Como bien lo explica Ha-Joon-Chang (2014), desde la época reaganiana (1981) hasta la propia era de Trump, se ha aplicado la lógica de la economía de la oferta (pensamiento único de extracto neoclásico) consistente en que hay que enriquecer todavía más a los ricos:
Trump y su equipo económico han argumentado durante mucho tiempo que los recortes de impuestos, especialmente la gran caída en la tasa fiscal corporativa del 35% al 21% iniciaría un ciclo virtuoso que generaría un crecimiento duradero por encima del 2% que ha prevalecido en las últimas dos décadas. La idea era que tasas fiscales corporativas más bajas incentivarían una mayor inversión de capital en fábricas o equipos de producción y que este stock de capital adicional aumentaría permanentemente la capacidad productiva de la economía (Roberts, 2020).
Aquí cabría mencionar el libro de Emmanuel Sáez y Gabriel Zucman (2019) que refleja con exactitud cómo se han enriquecido más los ricos, vía fiscal. Aunque el libro destaca el caso de los Estados Unidos; sin embargo, el contenido puede ser perfectamente aplicable a otros países. Destacan tres ideas centrales que están documentadas con estadísticas:
Primero, los ricos estadounidenses pagaron en 2018 por primera vez menos impuestos que el resto de los ciudadanos; segundo, la mayor desigualdad documentada en EE.UU se debe a un sistema fiscal injusto, se ha adoptado una tributación a favor de los ricos; y tercero, se manifiesta un sistema tributario en EE.UU. que se caracteriza por la aplicando de una exención a los propietarios de capital y una nueva evasión fiscal (Sáez y Zucman, 2019).
Por último, no se puede terminar esta introducción sin mencionar a Joseph Stiglitz, premio nobel de economía en 2001. Este renombrado economista, no es un antiliberal pero si un reformista que ha criticado duramente las políticas impuestas y mal conducidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI). En su muchas entrevistas cedidas a la televisión y prensa escrita explica: “El experimento neoliberal ha sido un fracaso rotundo y debe promoverse en su lugar, lo que él llama ‘capitalismo progresista en sustitución del fracasado ultra-liberalismo” (Bercovich, 2019, p. 2).
La propuesta de Joseph Stiglitz (2002, p. 15) apunta a fraguar una filosofía y una política económica de corte keynesiano que recele de los mercados y donde se reconozca los fallos de éstos. Incluso el laureado economista reconoce explícitamente que él ya había estudiado los fallos tanto del mercado como del Estado, y que no era tan ingenuo como para fantasear con que el Estado podía remediar todos los fallos del mercado, ni tan tonto como para creer que los mercados resolvían para sí mismos todos los problemas sociales. El ejemplo que pone Stiglitz sobre los países del Este asiático (Corea del Sur, China, Taiwán, Japón) es ilustrativo sobre cómo sus gobiernos adoptaron medidas activas para asegurar que la marea del crecimiento reflotara a todos los barcos (economía de filtración y/o goteo) en que se redujeron las desigualdades salariales y que se procuraron algunas oportunidades educativas a todos los ciudadanos.
No es curioso que dos de los libros de Joseph Stiglitz (2002 y 2012), uno titulado El precio de la desigualdad en el capítulo 5 inserte el tema de una democracia en peligro y en el otro libro, titulado Cómo hacer que funcione la globalización” en el capítulo 10 integre el tema de cómo democratizar la globalización.
En el primer libro, comenta que se ha aprendido sobre “los riesgos que suponen para nuestra economía unos mercados sin trabas y de cómo moderar el capitalismo para que esté al servicio de la mayoría de los ciudadanos y no de un sector minúsculo y poderoso” (Stiglitz, 2012, 2016).
En el segundo libro, Stiglitz (2012) dice estar convencido de que con unas políticas adecuadas, siguiendo las directrices de su agenda (manteniendo la estabilidad y cambiando el orden institucional); la democracia por más sesgada, tratará de no eliminar por supuesto no toda la desigualdad pero si se tratará de reducirla y que no aumente más.
La cuestión es ¿Cómo se puede conseguir aminorar aunque sea un poco la desigualdad en todos sus frentes?. La respuesta de Stiglitz es que si se puede reducir la desigualdad destruyendo el mito por parte del 1 por ciento de convencer a los demás de que es posible un mundo alternativo; que hacer cualquier cosa que no quiera el 1 por ciento perjudicaría al 99 por ciento.
“El 1% de la población disfruta de las mejores viviendas, la mejor educación, los mejores médicos y el mejor nivel de vida, pero hay una cosas que el dinero no puede comprar: la compresión de que su destino está ligado a cómo vive el otro 99%” (Stigltz, 2012).
En otros de sus libros sobre el tema de las desigualdades, Stiglitz (2015) dice incluso que el mensaje fundamental de su obra consiste en explicar que el “grado de desigualdad que existe en el mundo no es inevitable, ni es consecuencia de leyes inexorables de la economía, es cuestión de políticas y estrategias”, y entonces las desigualdades pueden tener remedio si se aplican las políticas y estrategias conducentes.
La cuestión consiste en saber si la clase que detenta el poder quiera o le convenga poner en operación políticas que atiendan las profundas desigualdades en el ingreso y riqueza. Sin embargo, todo apunta a confirmar que los arreglos jurídicos e institucionales están diseñados para resguardar a unos pocos y evitar a todo costa que se atente alterar un ápice la cúspide de la pirámide social.
Aquí se sostiene que no se puede hablar de una “democracia integral y de largo alcance”, mientras persista el exceso de desigualdad extrema en el ingreso y de riqueza (propiedad de activos, inmuebles y acciones en pocas manos). Ante la manifestación de desigualdades estructurales e incluso ya endémicas, propias de un sistema anclado en una ideología neoliberal que no sólo radicaliza sus posturas y políticas en contra de la clase trabajadora, sino que implementa políticas regresivas que atentan con el menguado bienestar de las clases más desposeídas.
La “democracia se ha vaciado y/o ha sido secuestrada” de contenido social (los programas de beneficencia social se ha reducido a su mínima expresión) lo que se traduce a final de cuentas en una pérdida significativa en los índices de bienestar económico y social, para la gran mayoría de la población, entonces la democracia siempre ha sido inexistente o en todo caso, está se encuentra extraviada y entonces hay que luchar para reencontrarla y/o conquistarla a través de todos los medios que tengan los desposeídos:
Democracia secuestrada se refiere a un proceso en el cual una élite política o económica coopta las instituciones democráticas para inducir la generación de políticas disfuncionales que le permitan mantener su posición privilegiada en la sociedad. Este secuestro supone la perpetua acumulación de riqueza, ingresos y poder en manos de las élites y la utilización del Estado para el beneficio de unos pocos. El secuestro de la democracia es, en definitiva, la pérdida de la calidad de la democracia. La desigualdad económica lleva a la ciudadanía a cuestionar el “sistema democrático”, se genera una percepción de que se gobierna para el beneficio de grupos poderosos. Las formas de secuestro de la democracia a las que recurren las élites económicas y políticas alcanzan también a los medios de comunicación, que son controlados y utilizados, ya sea para promocionar las ideas que los favorecen o para sancionar aquellas ideas que van en contra de sus intereses (Oxfam, 2016a, 2016b).
Cabe ilustrar lo que comenta Ha-Joon-Chang (2014) quien explica que los neoliberales están dispuestos a sacrificar la democracia en favor de la propiedad privada y el libre mercado. La cuestión, es que el ideal utópico del libre mercado prometido por los neoliberales se ha convertido ya en una distopía en la que reina la desilusión, las revueltas y protestas de ciudadanos que ya no creen en un futuro de promesas incumplidas; la propia narrativa “posneoliberal” se ha encargado de reducir el discurso imbatible de que en el mercado todo se arregla, como si fuera éste una entelequia.
El experto en desigualdades globales Branco Milanovic responde en su conferencia lo siguiente:
Los mercados por sí mismos no se alinean con los objetivos sociales de los ciudadanos que los utilizan como mecanismo para conseguir un mayor bienestar. Este es el trabajo de la política y de la sociedad, no es el trabajo de los mercados. Los mercados por sí mismos darán una solución, pero posiblemente no es la que nos guste porque no será ni la más igualitaria ni la más justa, será simplemente una solución al azar que funcionará, ni tan siquiera será la óptima” (Almirall, 2019).
El neoliberalismo de la democracia de mercado ejemplifica el aprendiz del hechicero: ya no se puede controlar lo que se ha desatado, que ha sido una exclusión y marginalidad social incontrolable que cada vez expresa su contramano a través de paros y movilizaciones, e incluso revueltas, que expresan el hartazgo y que pueden ser ubicados estos movimientos sociales en el filo de la navaja de desestabilizar por completo el statu quo dominante.
En el siguiente apartado, se explicará y se ahondará sobre la contribución de este ensayo, que consistirá en analizar el enlace entre la aplicación de la ideología neoliberal y su carácter antidemocrático expresado en las desigualdades en el ingreso y riqueza.
En síntesis, como lo sostuvo el premio Nobel Paul Krugman:
La concentración extrema de ingresos es incompatible con la democracia real. ¿Alguien puede negar seriamente que nuestro sistema político está siendo deformado por la influencia de grandes cantidades de dinero, y que la deformación está empeorando a medida que la riqueza de unos pocos crece aún más? Algunos expertos todavía están tratando de descartar las preocupaciones sobre el aumento de la desigualdad como algo tonto. Pero la verdad es que está en juego toda la naturaleza de nuestra sociedad (Krugman, 2011).
Contradicciones irresolubles entre la ideología neoliberal y la democracia
¿Por qué se sostiene que existe una contradicción entre ideología neoliberal y democracia y que esta relación entre ambos conceptos es incompatible y/o irreconciliable?
Hay que recordar que los grandes exponentes del liberalismo (Ludwig Von Mises, Friedrich Hayek y Milton Friedman) reducen la doctrina del liberalismo tan sólo a su componente económico y librecambista y precisamente este economicismo “liberista”, mostrado por los llamados neoliberales reducen a su mínima expresión y/o anulan la instauración de una verdadera democracia.
Friedrich Hayek, el padre del neoliberalismo reafirma lo dicho: “La libertad de mercado es una necesidad; la democracia, una conveniencia. La primera es imprescindible, la segunda es aceptable en la medida que no perjudique la primera” (Boneau, 2005).
En otro sentido, los liberales reconocen que la democracia tiene un valor per se; sin embargo, este reconocimiento es acotado, ya que el régimen democrático de gobierno es alabado en tanto y en cuanto no interfiera con el funcionamiento del libre mercado.
El otro premio Nobel Milton Friedman sostenía, con otras palabras, que si se quiere la democracia deberá promoverse el libre mercado y la expansión ilimitada del capitalismo, y aquellos que quieran frenar su dinámica expansiva y creadora de riqueza, terminarían por minar irreparablemente los fundamentos del orden democrático (Friedman, 1996).
Se puede decir que tanto Hayek y Friedman coinciden en que el modelo económico es un fin en sí mismo y que el hombre es un insumo productivo, sea en el input o en el output del proceso de producción y distribución capaz de desarrollarse, única y exclusivamente en el mercado libre (Kornbluth, 2010).
En el plano de la política, la exministra inglesa Margaret Thatcher (1979-1990) y el ex-presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan (1981-1989) han sido los personajes que revitalizaron el movimiento conservador en todo el mundo y promovieron las misma agenda reformista: bajos impuestos, reducciones del gasto social, todo el poder al mercado, máxima libertad para la iniciativa privada y constantes restricciones al sector público. El Estado era para ambos, el problema, no la solución. Su coincidencia en el poder fue decisiva para que esa política prosperase y se consolidará como doctrina universal prácticamente hasta la crisis del 2008. La frase más célebre es de Margaret Thatcher quien sostenía que “la sociedad no existe” el postulado más radical del neoliberalismo.
Por supuesto que se han propiciado propuestas desde otras perspectivas académicas, cómo la sostenida por los premios nobel de economía; Kenneth Arron (1972) y Gerar Debreu (1983) que postulan los llamados teoremas de la mano invisible y que sostienen que si, a los mercados se le deja solos, llegarán por si mismos a la colocación optima de los recursos y, por lo tanto a la mayor eficiencia.
Sin embargo, para que los teoremas de la mano invisible se cumplan, se requiere una serie de supuestos que deben de cumplirse y que son prácticamente inalcanzables, por verbi gratia, la existencia de competencia perfecta, información completa (o perfecta) y ausencia de múltiples fallas del mercado, dentro de las cuáles, es la intervención del Estado que se considera muy mal asignador de recursos. Es decir, si cumplen los postulados y los principios expuestos por neoliberales, se conseguirá vía trade-off una sociedad igualitaria y una sociedad con eficiencia económica y entonces se alcanzará, sin lugar a dudas, una democracia liberal plena.
Una de las falacias que sostienen los neoliberales es que el capitalismo y la democracia son tan sólo el anverso y reverso de una misma y única moneda y plantean en su narrativa, el siguiente aforismo:
“Si amas la democracia debes ser un liberal, y si eres liberal amarás la democracia es decir, se pretende hacer creer a los pueblos que sólo si aceptan la injusticia incurable del liberalismo económico (que aseguran que es sólo es transitoria) podrán disfrutar de las mieles de la democracia política”, este argumento sostenido por los neoliberales es falso por partida doble: por su incoherencia, en el plano de la teoría y por ser insostenible a la luz de la experiencia histórica” (Borón, 2019, p. 176).
Se despliegan cuatro contradicciones que confirman la incompatibilidad entre ideología neoliberal y democracia:
1).- Una democracia se construye a partir de un modelo ascendente de organización del poder social, es decir, de abajo hacia arriba sobre el sustento de la absoluta igualdad formal y sustantiva con la plena autonomía de los sujetos constitutivos del demos y que constituyen autoridad política. En cambio, el mercado obedece a una lógica descendente de arriba y hacia abajo y son los grupos poderosos (oligopolios) quienes desde su cima organizan y legitiman el orden existente. En la democracia es la base sobre la cual reposa la cúspide del sistema, en los mercados los actores cruciales sobre los que se concentra en el pico; 2).- La democracia es incluyente y participativa fundamentada en la soberanía popular y supone la completa identificación entre el pueblo de una nación y el demos de la polis. El mercado segrega y excluye y opera sobre de la competencia y la “supervivencia de los más aptos” y no reconoce derecho alguno para acceder a los bienes y servicios ofrecidos; 3).- Lo que anima a la democracia es una plataforma mínima de igualdad y justicia social. En cambio, el mercado, lo que busca es el lucro y la insaciable pasión por la riqueza y 4).- La democracia busca una dinámica igualitaria que conlleve a una progresiva conquista de derechos sociales y económicos que se traduzcan en garantizar salud, educación y seguridad social. En cambio, el mercado busca la privatización y mercantilización de los bienes públicos y que puedan ser adquiridos por aquellos que puedan pagarlos (Borón, 2000, pp. 104-110).
Estas cuatro contradicciones de incompatibilidad entre ideología neoliberal y democracias se expresan con mayor agudeza y son incorregibles, la cita textual de Woods refleja con exactitud los antagonismos:
Me interesa dejar en claro desde el principio que, para mí, el capitalismo es –en su análisis final– incompatible con la democracia, si por “democracia” entendemos, tal como lo indica su significación literal, el poder popular o el gobierno del pueblo. No existe un capitalismo gobernado por el poder popular en el cual el deseo de las personas se privilegie por encima de los imperativos de la ganancia y la acumulación, y en el que los requisitos de la maximización del beneficio no dicten las condiciones más básicas de vida. El capitalismo es estructuralmente antitético respecto de la democracia, en principio, por la razón histórica más obvia: no ha existido nunca una sociedad capitalista en la cual no se le haya asignado a la riqueza un acceso privilegiado al poder. Capitalismo y democracia son incompatibles también, y principalmente, porque la existencia del capitalismo depende de la sujeción a los dictados de la acumulación capitalista y las “leyes” del mercado de las condiciones básicas de vida y reproducción social como condición irreductible contraria al ánimo democrático (Woods, 2006, p. 399).
Aquí cabe perfectamente lo que comenta Boaventura de Sousa Santos de que la democracia se ha diluido yque ahora prevalece ésta, sólo en el imaginario popular de una democracia liberal representativa[2]. Las otrasformas democracias ha sido liquidadas, han desaparecido, no se habla más de ellas, también hemos perdido“demos-diversidad” y prosigue en insistir que la tensión entre capitalismo y democracia se ha destrabado,pues ya no se exige más que una democracia representativa y que muchas de la veces se está a favor del capitalyendo en detrimento de la clase trabajadora (De Sousa Santos, 2006).
Aquí se sostiene que, en lugar de vivir en una democracia sustantiva a partir del poder absoluto del pueblo, se vive en una llamada “demarquía” que es en realidad un Kratos (poder) ejercido por una minoría de ricos (oligarquía) sobre la masa de los pobres (el demos) en nombre de la soberanía de las leyes, estas “leyes” de la demarquía son selecconadas por jueces y expertos consagrados a la propiedad privada, y son ellos quienes poseen el verdadero poder (Laval & Dardot, 2017).
Al tono con lo que menciona Boaventura de Sousa había que integrar y recobrar la “demos-diversidad” y considerar los cuatro grados posibles de desarrollo democrático concebibles dentro de una formación social capitalista que explica el intelectual Atilio Borón:
El primero nivel sería la “democracia de baja intensidad” (democracia electoral) que sería el grado más bajo de desarrollo democrático. Es el “grado cero” del desarrollo democrático, el punto de partida más elemental, y nada más. El segundo nivel sería la democracia política que es el grado de representación política efectiva, una genuina división de poderes, una mejora en los mecanismos de participación popular mediante plebiscitos y consultas populares, facultades para los cuerpos legislativos, creación de órganos especializados para controlar al Ejecutivo, derechos reales de acceso público a la información, financiamiento público de campañas políticas, instrumentos institucionales para minimizar el rol de los grupos de presión política e intereses privados, etc. El tercer nivel sería la democracia social y que es el resultado de la democracia electoral y política que conlleve al desarrollo pleno de la ciudadanía con un un amplio espectro de derechos en términos de estándar de vida y acceso universal a la educación, la vivienda, los servicios de salud, la seguridad social, entre otros y cuarto nivel y más alto grado desarrollo de desarrollo democrático es la democracia económica, que significa que el soberano democrático debe contar con las capacidades efectivas para participar en las decisiones económicas más importantes que tienen influencia en su vida, independientemente de si estas son tomadas originalmente por actores privados o públicos o si afectarán a unos u otros (Borón, 2006, pp. 70-74).
Se ha degradado la vida democrática con una ideología neoliberal que despliega contragolpes neoconservadores ante cualquier viso de reclamos y protestas que atente en contra de la participación en la riqueza y del ingreso a favor de los más acaudalados de la sociedad.
En otras palabras, el neoliberalismo trabaja activamente para derrotar a la democracia, esta naturaleza antidemocrática del neoliberalismo es un proceso general de “des-democratización” que consiste en vaciar la democracia de su sustancia sin suprimirla formalmente (Laval & Dardot, 2017).
Este tipo de democracia acotada es impuesta por las instituciones mundiales que cobijan y reproducen el capital mundial acorde a los intereses financieros mundiales:
Es el modelo neoliberal de democracia impuesto por el Consenso de Washington. Una democracia sin redistribución social no tiene ningún problema con el capitalismo; al contrario, es el otro lado del capitalismo, es la forma más legítima de un Estado débil. Esta es la razón por la cual el Banco Mundial y el FMI proponen e imponen esta forma de democracia. Lo que hoy está ocurriendo es que para mucha gente no hay expectativas estabilizadas, y por eso he dicho que estamos en la crisis del contrato social. Estamos expulsando gente de la sociedad civil al estado de naturaleza, que era el estado previo al de la sociedad civil para Locke, para Hobbes y para Rousseau. Es lo que está pasando en el mundo en este momento, con el mantenimiento de la democracia política representativa sin redistribución social (De Sousa Santos, 2006, p. 75).
El mismo Noam Chomsky (2017), uno de los activistas políticos y criticos más sobresaliente sobre los gobiernos estadounidenses explica que James Madison, el principal artífice de la Constitución y a la sazón uno de los principales defensores de la democracia, consideraba, no obstante, que el poder tendría que recaer en manos de los ricos, porque los ricos son el grupo más responsable, el que por naturaleza busca el bien público, y no unos intereses estrechos y limitados. La solución de Madison fue reducir la democracia, es decir, organizar el sistema de manera que el poder estuviese en manos de los ricos y fragmentar la población de diferentes formas para impedir que se unieran y organizaran para arrebatarles el poder, en pocas palabras, la solución consistirá en reducir la democracia.
Chomsky (2017/14) recordando a Adam Smith quien decía que “los principales arquitectos de la política” son los propietarios de la sociedad” que en su época eran “los comerciantes y los industriales”, ahora son las instituciones financieras y las multinacionales y que siguen “la máxima vil: todo para nosotros y nada para los demás”. Después de la posguerra persistía el sueño americano, actualmente dicho sueño se ha diluido, pues la movilidad social se ha esfumado y la desigualdad es resultado y/o proviene de la extrema riqueza de un minúsculo sector de la población, la pequeña fracción del uno por ciento (Stiglitz, 2012).
Chomsky escrudiña los diez principios fundamentales de la concentración de la riqueza y que para efectos prácticos se traduce en un secuestro de la democracia a favor de los intereses de élite político financiera, sumiendo un gran porcentaje de la población en la miseria y desesperanza más cruel. Vale la pena citar estos diez principios: 1). Reducir la democracia; 2). Modelar la ideología; 3). Rediseñar la economía; 4). Desplazar la carga fiscal; 5). Atacar la solidaridad; 6) Controlar las entidades reguladoras; 7). Manipular las elecciones; 8). Someter a la plebe; 9). Fabricar consenso y 10). Marginar a la población. Estos diez principios forman parte de la casta dominante que se aferra al poder y los privilegios que éste conlleva.
Sin embargo, existen varias formas de representar el antagonismo entre ideología neoliberal y democracia:
Hay varias formas de conceptualizar las causas subyacentes del antagonismo entre capitalismo y/o ideología neoliberal y democracia. Para el análisis que nos ocupa, entenderé el capitalismo democrático como una economía política gobernada por dos principios o regímenes en conflicto de asignación de los recursos: uno que opera según la «productividad marginal», en función de los méritos manifestados en el «juego libre de las fuerzas de mercado»; y el otro basado en las necesidades o derechos sociales, expresados en las opciones colectivas de la política democrática. En el capitalismo democrático, los gobiernos deben supuestamente obedecer a ambos principios simultáneamente, aunque de hecho casi nunca coincidan del todo. En la práctica, suelen privilegiar durante un tiempo uno de ellos postergando el otro, hasta que se ven castigados por las consecuencias: los gobiernos que no atienden a las reivindicaciones democráticas de protección y redistribución corren el riesgo de perder el apoyo del electorado, mientras que los que desatienden las exigencias de compensación de los propietarios de los recursos productivos, tal como se expresa en el lenguaje de la productividad marginal, provocan disfunciones económicas cada vez más insostenibles, que socavan su apoyo político (Streeck, 2017, p. 100).
Streeck agrega que en el mundo real, no ha sido tan fácil desprender a la gente de renunciar a la idea de economía moral que los hace sujetos de derechos por encima de los resultados de los intercambios de mercado y que los compromisos y obligaciones sean protegidos de las presiones del mercado. No obstante, desde el origen del proyecto neoliberal político-institucional hay un antidemocratismo natural que procede de una voluntad deliberada de consagrar las reglas del mercado a todo tipo de orientación política e imponer a toda costa la renovación de la ideología neoliberal.
Aquí cabe perfectamente lo sostenido por el historiador español Josep Fontana y que reseña Daniel Raventós:
Muchos estados actuales son democracias parlamentarias cuyas constituciones recogen derechos y libertades de la ciudadanía, pero sus gobiernos se preocupan especialmente de favorecer los intereses económicos de las grandes empresas y de los más ricos. No estamos donde estamos de forma natural dictada por el -progreso-, lo estamos porque mediante leyes, asesinatos, ejércitos y terror los grandes ricos en alianza con aristócratas y monarquías carniceras han ido configurando el mundo que vivimos. La tesis importante del libro de Josep Fontana consiste en mostrar una oposición frontal a la visión dominante académica para la cual la burguesía trajo el progreso, la libertad, la democracia. El autor explica cómo esta visión está más cerca de la falsedad que de cualquier análisis histórico. El análisis de Fontana muestra como, a diferencia de la visión dominante, se trata de una reacción, no de una revolución. Una reacción de la burguesía y los grandes propietarios de tierras a la posibilidad de desarrollo económico mediante los bienes comunes de los campesinos y los trabajadores de oficio” (Raventós, 2019).
Se puede decir, al mismo tono de la cita de Daniel Raventós, lo que explican Carlos Tello y Jorge Ibarra (2012) quienes sostienen que ha imperado una exitosa revolución de los ricos consistente en aumentar su influencia en la conducción de la economía, orientándola a sus objetivos y en esa medida acrecentar su participación en la riqueza y en ingreso y lo hicieron a través de las ideas económicas más a modo a sus intereses que ha sido la ideología neoliberal. La frase de Warren Buffet (uno de los hombres más ricos del mundo) que refleja la realizada del mundo: “por supuesto que hay una lucha de clases y los ricos la estamos ganando”.
Esta ideología neoliberal hace uso de lo que bien bautiza Colin Crouch (2004) cómo posdemocracia y que consiste en simular y justificar por medio del uso constante de técnicas de encuestas y mercadeo averiguar qué es lo que la gente quiere escuchar y comunicar eso mismo a través de los medios facticos (medios de comunicación masivos), en otras palabras, la democracia se ha perdido. La idea de Cruch, la complementa muy bien, Juan Carlos Monedero (2012) quien detalla, que detrás de la «posdemocracia» se esconde un proceso de mayor calado: la centralidad de la «pospolítica», que neutraliza el elemento central de la democracia: el conflicto.
No obstante, hay que recuperar el conflicto de la lucha de clases “interregno”, cómo la única disyuntiva a corto de plazo de reinventar una democracia que cuestione las bases de una estructura piramidal en el que, el 1% de más ricos en realidad ha alcanzado ese puesto gracias a transferencias masivas de riqueza provenientes de la clase trabajadora ejercido a través del despojo implementado por el capital (Harvey, 2009).
Sigue siendo un conflicto de clases, pues se presenta social y políticamente como un conflicto distributivo: por un lado, el impulso por la acumulación y la concentración de riqueza por parte de los capitalistas, y, por otro lado, la exigencia de la redistribución de la riqueza generada en gran parte por los trabajadores y sus familias (De Sousa Santos, 2014).
Por supuesto, como bien lo explica David Harvey (2014) que la apropiación privada y acumulación de riqueza común; exacerba y agudiza las desigualdades económicas y recrudece la contradicción entre las disparidades de renta y riqueza. La acumulación por despojo en enlace con la apropiación privada y la acumulación de capital hacen indisociable la ideología neoliberal con la antidemocracia, expresada esta incompatibilidad de conceptos en un despliegue manifiesto de contradicciones cada vez más manifiestas entre desigualdades de rentas crecientes y riquezas concentradas versus una sociedad cada vez más excluyente y desapropiada de la repartición de ingresos. Las luchas sociales entre clases y grupos étnicos varían de un lugar a otro, por ejemplo; en los países nórdicos la distribución de renta y riqueza ha sido más igualitaria que en los Estados Unidos que a partir de la contrarrevolución operada por Ronald Reagan, (1981-1989) se operó en contra de los trabajadores y los pobres y se subsidió y recompensó por el contrario al capital.
Es pertinente rescatar la pregunta que se hace David Harvey (2014, p. 169): ¿Se supone la contradicción intensificada entre pobres y ricos una amenaza para la reproducción del capital? La respuesta a tal interrogante indica que la distribuciones muy desequilibradas podrían suscitar conflictos, no sólo debido a la inestabilidad y agitación social que pueden provocar, sino debido a que las grandes desigualdades podrían anunciar grandes crisis macroeconómicas.
Sin embargo, la desigualdad es vital para el capital. La desigualdad deriva del simple hecho de que el capital se constituye social e históricamente como un dominio de clase, sobre el trabajo. La distribución de la renta y riqueza entre capital y trabajo tiene que ser sesgada para que el capital se pueda reproducir. La igualdad en la distribución y el capital son cosas incompatibles. Siempre tiene que fluir una cantidad desproporcionada de excedente hacia el capital, a expensas del trabajo; ésa es la única posibilidad para que el capital se reproduzca. En palabras propias de David Harvey:
La clase capitalista debe recibir una proporción suficiente del valor social producido que (a) la incentive proporcionándole condiciones de consumo privilegiadas como clase ociosa, y (b) entregue un excedente suficiente para mantener en marcha el motor económico del capital y su expansión acelerada y sin trabas. El «dilema fáustico» que acecha en el pecho de cada capitalista entre el disfrute personal y la reinversión sólo se puede resolver con una considerable generación y apropiación de excedente. Siempre tiene que fluir una cantidad desproporcionada de excedente hacia el capital, a expensas del trabajo; ésa es la única posibilidad para que el capital se reproduzca (Harvey, 2014, p. 172).
Entonces cabe preguntarse ¿Qué nivel de desigualdad económica y social es aceptable y deseable en el capitalismo?, incluso cabe preguntarse al tenor que lo hace David Harvey: ¿Pero en qué momento se agudiza la contradicción entre la producción de riqueza y pobreza para el capital, convirtiéndose en una nueva crisis?
Las desigualdades crónicas, tarde que temprano se manifiestan con un freno en la demanda efectiva por parte de la clase trabajadora, esta demanda declinante, sin lugar a dudas bloqueará la circulación de capital que hace que la reinversión de capital sea escasa. También los niveles inaceptables de desigualdad crónicos, tienen su correlato de descontento social agudo e incluso se puede generar movimientos revolucionarios que atenten peligrosamente contra el statu quo. El dilema apunta otra vez a argumentarse que para que el capital sobreviva en la coyuntura actual es plausible y necesario la reducción de las disparidades que amenazan en convertirse en una contracción absoluta para gestionar la unidad contradictoria entre producción y realización; sin embargo, si la teoría de las desigualdades es necesaria al capital, entonces llegará un momento en que un programa para reducir las desigualdades de riqueza y renta amenazará la reproducción de capital.
La respuesta a tales dilemas, sin lugar a dudas, estará en función de las perspectivas que apunten a una confrontación irresoluble entre el capital y trabajo y que no haya una vuelta de tuerca. De lo que sí se está seguro, es que la contradicción entre riqueza y pobreza se agudizarán, ya que las desigualdades estructurales son congénitas e inherentes al desarrollo del capital, incluso es connatural a la propia economía de mercado generar desigualdades de todo tipo en el dilatado tiempo y espacio. También, lo que es cierto que el neoliberalismo ha mostrado una capacidad de resiliencia a las crisis y lo único que ha hecho es sobrevivir a sí mismo, el neoliberalismo se refuerza radicalizándose; la radicalización del neoliberalismo se sostiene porque ha fomentado paradójicamente políticas de competitividad que reducen la parte que corresponde a los salarios en el valor añadido, se deprime su demanda y debilita al asalariado organizado, lo que evidencia entonces, es la aniquilación de todo contrapeso, de toda oposición que socave los fundamentos del libre mercado neoliberal.
Después de cada crisis, la restauración de la reproducción del capital, manifiesta efectos perniciosos sobre la clase trabajadora mundial y que pueden caracterizarse por una intensificación tanto, cuantitativa y cualitativa de la explotación de trabajo, una fuerte tendencia a la disminución del consumo de los trabajadores y un deterioro progresivo de su calidad de vida y aún todavía más demoledor, es el aumento de las personas sobrantes, los excluidos del sistema de producción y consumo, condenados a la miseria (Taifa, 2016).
Incluso, se puede decir, que son las mismas crisis gestadas por la dinámica del capital que éstas han sido utilizadas para reforzar políticas neoliberales y hacer que paguen los asalariados las sumas desembolsadas para salvar de la quiebra al sistema financiero (por ejemplo, crisis financiera de 2008) y reproducir así con mayor impulso la acumulación incesante de capital dinerario. En otras palabras, se implementa un hurto a través de la instrumentación de acumulación por desposesión dineraria para desapropiar de la riqueza social a la clase trabajadora. ¡El neoliberalismo trabaja para soterrar la democracia!
El célebre filósofo Zygmunt Bauman (2014) escribió un breve libro con el título sugestivo ¿La riqueza de unos pocos beneficia a todos?. Sus reflexiones calan hondo en el significado que cobran las desigualdades en el pensamiento del pueblo y nos comenta que los “principios de injusticia” –la normalidad de la exclusión, el elitismo eficiente, el fundamentalismo del crecimiento económico y la competitividad, y la inevitabilidad de la desigualdad– se enquistan en las representaciones de las gentes que sustentan el camino a la casi irreflexiva sumisión de muchas personas a la desigualdad social. Por supuesto, la respuesta de Bauman es contundente: la riqueza lograda valiéndose de la injusticia no nos beneficia a todos. Por el contrario, aumenta la desigualdad.
Uno de los principios más antidemocráticos de la ideología neoliberal se muestra a partir de lo sostenido por el economista neoclásico Arthur Melvin Okun que hace referencia trade off entre eficacia e igualdad. Este economista estadounidense postula que mantener la eficacia crea necesariamente desigualdades, la sociedad tiene que enfrentarse a un arbitraje entre igualdad y eficacia (Laurent, 2016). Okun introdujo la metáfora del cubo agujereado para descalificar las políticas de redistribución, pues llevar dinero de los ricos a los pobres en un cubo agujereado simplemente ese dinero desaparecerá en el camino, así que los pobres no recibirán el dinero que se toma de los ricos, es decir, las desigualdades son agujeros en el cubo de la eficiencia, de modo que no sirve de nada llenar el cubo de dinero, porque su contenido no llegará del todo a los ciudadanos, se registra una pérdida de eficacia inherente en el proceso de la redistribución.
Si a este espíritu negativo de Okun de reducir casi a cero la redistribución de dinero vía fiscal que alivie o mengüe las brechas económicas, se le suma las políticas neoliberales de reducción de los derechos laborales, privatizaciones de pensiones, congelación de salarios, reducción de impuestos sobre ganancias, etc., se muestra el carácter antidemocrático del pensamiento neoliberal llevado a su máxima praxis.
Conclusiones
Se reflexionó sobre el ejemplo trillado del concepto trickle down effect que opera, en realidad, en el sentido contrario a lo que sostiene la ideología neoliberal, pues en los “mercados institucionalizados” una vez que las ganancias ya son capturadas por la plutocracia es muy difícil o casi imposible que se manifieste, una transferencia hacia a los de abajo (pobres).
También se analizó cómo la reactualización radicalizada del pensamiento neoliberal se plasma en una serie de estrategias llevadas a cabo por sus operadores (poderes fácticos, burocracias empresariales y de gobierno) que consolidan un poder “político plutocrático” que impide a toda costa que se altere el status quo acordado por una ex profesa y determinada correlación de fuerzas políticas que impiden que se fragmente y/o disloque, la economía de mercado.
Se demostró que la ideología neoliberal hace creer que la concentración extrema de riqueza y poder político en pocas manos es la única vía que “garantizará la transferencia de bienestar” a la gran mayoría de población, la condición sine qua non para filtrar la riqueza de arriba hacia abajo, consistirá en defender en stricto sensu la propiedad privada a través de una lógica disciplinaria y competitiva que genere riqueza a beneplácito de la clase económica y política que detenta el poder. Por último, se puede decir que la génesis del neoliberalismo está íntimamente vinculada al proceso de desregulación, privatización y la retirada del Estado, esta retirada del Estado benefactor es lo que conlleva en parte al vuelco a las desigualdades mundiales expresadas en amplias brechas entre ricos y pobres.
Se alcanzó el objetivo del ensayo, mostrar el carácter antitético entre los conceptos democracia y desigualdad económica que genera las entrañas de un sistema capitalista que opera con la lógica de opuestos capital -vs- trabajo. Así el goteo trickle down que es un concepto utilizado para referirse que beneficiando a los miembros más ricos de la sociedad a través cobrar menos impuestos, su riqueza goteará hacia los más pobres, esta idea ha sido sólo una creencia impuesta por el poder para que el pobre espere pacientemente a que el dueño del capital reparta los beneficios. Cuántas veces hemos escuchado que primero tenemos que crecer y después se repartirá la riqueza que genera el empresario con su benevolencia y filantropía.
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Notas