Artículos
Recepción: 19 Abril 2016
Aprobación: 23 Agosto 2016
Resumen: El presente artículo es un extracto de un estudio más amplio de tipo ex post facto que tiene el objetivo de analizar las dimensiones psicosociales (personalidad) de violencia asociadas con el comportamiento agresivo juvenil en El Salvador. Para ello, se utilizó un diseño retrospectivo y transaccional, en una muestra probabilística de 3.349 jóvenes (1.708 mujeres y 1.640 hombres), con una media de edad total de 16.47 años (DT = 1.38). Los instrumentos de medición utilizados fueron los siguientes: ¡Escala de historia de violencia juvenil, Escala social y contextua! de violencia juvenil, Escala de factores individuales de violencia juvenil, Escala de factores de protección de violencia juvenil y Cuestionario de agresión general. Los resultados revelan que los jóvenes con mayor riesgo de incurrir en conductas violentas son del sexo masculino, los residentes urbanos y los de centros educativos privados. Tanto las dimensiones individuales de personalidad como los factores sociales están relacionados de forma significativa con la conducta violenta de los jóvenes salvadoreños.
Palabras clave: Psicología del adolescente, Jóvenes-violencia, Agresividad (psicología), Agresividad en la adolescencia (psicología), Conducta (psicología), Violencia en la educación.
Abstract: This article introduces an extract of a wider ex post facto document which objective is to analyze the psychosocial dimensions (personality) associated to youth aggressive behavior in El Salvador. In doing so, a transactional, retrospective design was used; a probability sample of 3.349 youths was taken (1.708 were women and 1.640 were men). The total median for their ages was 16.47 years old (SD= 1.38). The instruments used included the following: Historical Risk Factors, Social/Contextua! Risk Factors [based on the SAVRY tool proposed by Borum, Bartel and Forth, 2003], Individual Risk Factors, Protective Factors [based on the SAPROF-YV tool, SAPROF 2013-2014], and the Agression Questionnaire, A.Q. (Buss and Perry, 1992). The results showed that it is the male youths living in the cities and attending private schools who are at most risk of engaging in violent behavior. Both, the individual personality dimensions and the social factors are significantly linked to violent behavior in the Salvadorean youth.
Keywords: Aggressiveness during adolescence (psychology), Behavior (psychology), Violen ce in education.
Introducción
La personalidad, según Allport (1975, citado por Cerdá, 1985), se refiere a ?la integración de todos los rasgos y características del individuo que determinan una forma de comportarse?, es decir, que la personalidad se forma en función del desarrollo del individuo, a partir de las características ambientales, biológicas y sociales que explican, modulan y mantienen su comportamiento. Tanto las características individuales (de personalidad) como el contexto familiar, relacional, comunitario, social y las condiciones estructurales donde se desarrollan los niños y adolescentes los hacen vulnerables a expresar conductas violentas. Esto último, depende de la estabilidad emocional, el equilibrio, la armonía familiar y social, los estilos de crianza y los valores introyectados por la familia, la escuela y la Iglesia. Por el contrario, aquellos niños y jóvenes que se desarrollan en ámbitos con desajustes, exclusión, marginalidad, inestabilidad, falta de control y supervisión de sus padres, maltrato, actitudes negativas, pobre resilencia, ira y hostilidad. Son características inequívocas de generación de conductas agresivas o violentas. También alteraciones de la personalidad como la conducta antisocial, inestabilidad emocional, el estrés social, la ansiedad, la depresión y otros conflictos conductuales desencadenantes de comportamientos violentos.
El Salvador ha sido catalogado en los últimos años como uno de los más violentos del mundo, con una tasa de 87.7 homicidios por cada 100 mil habitantes ( Instituto de Medicina Legal, 2015). Superar esta deshonrosa posición resulta actualmente casi imposible, debido a los múltiples programas y estrategias implantadas por el Estado salvadoreño orientadas a mejorar los índices de violencia en los últimos tres gobiernos con resultados negativos. Algunos de los planes son los llamados ?mano dura?, ?mano súper dura?, ?la tregua?, y en la actualidad el Plan ?El Salvador seguro?. Este último está teniendo aceptación social y se observan en él estrategias prometedoras a corto y mediano plazo.
La violencia contra los niños y los adolescentes es un factor precursor de enfermedades físicas y mentales, y de muerte durante la etapa adulta, sucesos que implican altos costos para el desarrollo personal y social. Todo esto aumenta la importancia de reconocer y prevenir la violencia lo más temprano posible ( Unicef, 2011).
El presente artículo es un extracto de un informe mayor, realizado a escala nacional por la Universidad Tecnológica de El Salvador en convenio de cooperación con la Policía Nacional Civil de El Salvador. La investigación fue titulada ?Evaluación de factores psicosociales de riesgo y de protección de violencia juvenil en El Salvador?. El objetivo fue identificar y analizar los factores de riesgo y de protección que predisponen a los jóvenes a la expresión de conductas violentas, con la finalidad de diseñar e implantar programas de prevención en el país.
A escala global, en el ?Informe mundial sobre la violencia y la salud? preparado por la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud (OPS-OMS, 2003) se explica que Latinoamérica es la región que sufre el mayor impacto de la violencia en el mundo. La tasa promedio de homicidios de adolescentes y jóvenes entre 15 y 29 años es de 101.7 por 100 mil hombres y de 11.5 por 100 mil mujeres. Sin embargo, el homicidio es la manifestación más extrema de la violencia. Los adolescentes y jóvenes constituyen la población más afectada por distintos tipos de violencia, incluyendo el abuso físico, sexual, verbal y emocional, así como el abandono.
Kaleel, Justicia, Benítez y Pichardo (2007) realizaron una investigación en Palestina con una muestra de 1.492 alumnos de educación primaria y secundaria, cuyas edades oscilaban entre los 10 y 16 años, en centros educativos de la zona urbana y rural de Hebrón. Los resultados mostraron que el 53,5 % de los participantes masculinos informan haber agredido a alguno de sus compañeros, al menos una vez por semana, frente al 46,5 % femenino. Las diferencias entre hombres y mujeres resultaron estadísticamente significativas. El porcentaje de hombres agresores aumenta en función de la frecuencia. Así, las personas del género masculino que agreden a sus compañeros dos o tres veces por semana representan el 88 % de los agresores.
Por otra parte, Moreno, Vacas y Roa (2006), en Granada, España, investigaron la violencia escolar con diez situaciones del ambiente sociofamiliar de los individuos de una muestra de 1.119 escolares de edades comprendidas entre 8 y 17 años. Los resultados indicaron la fuerte relación entre aspectos en este sentido, como el control familiar, la cohesión, el conflicto, la expresividad o los intereses culturales y sociorecreativos con factores de violencia escolar (victimizado, victimizador, y trato en colegio y casa). También se han encontrado diferencias significativas en la edad, en la que los individuos menores de 12 años se manifestaron más afectados por la violencia escolar. Los hombres indicaron estar más involucrados con el fenómeno de bullying y con la relación entre la victimización y el clima sociofamiliar.
En estudio realizado con adolescentes colombianos sobre los factores de riesgo de violencia, Brook, Brook, Zohn, De la Rosa, Montoya y Whiteman (2003) encontraron que los factores de riesgo hacia la violencia juvenil son la personalidad del adolescente y los atributos de comportamiento (ejemplos: consumo de drogas y la tolerancia); las características de la familia, tales como el uso de drogas en los padres y hermanos, conflictos padre-hijo; factores de pares, tales como el consumo de drogas entre pares y la desviación conductual en los pares, y factores ecológicos, que incluyen la disponibilidad de drogas y la prevalencia de la violencia en la comunidad. En este mismo sentido, Murcia, Reyes, Gómez, Medina, Paz y Fonseca (2007), en su estudio realizado en Honduras con una muestra de 576 escolares de ambos sexos, cuyas edades fluctuaban entre los 10 y 15 años, procedentes de escuelas públicas y privadas, a quienes se aplicó el Inventario de hostilidad de Buss y Burke y una entrevista familiar semiestructurada, los resultados mostraron que los niños con mayores niveles de hostilidad y agresividad proceden de hogares desintegrados y disfuncionales, con evidencias de violencia doméstica y alcoholismo.
En El Salvador, la Comisión Interamericana de Control y Abuso de drogas de la Organización de Estados Americanos, con el apoyo de la Comisión Salvadoreña Antidrogas, en el año 2011, presentaron el informe sobre el consumo de alcohol y drogas en estudiantes universitarios salvadoreños, encontrando que un 40 % de los jóvenes consumen bebidas alcohólicas frecuentemente; mientras en otro estudio en una población general, se encontró que un 16 % consume alcohol y drogas, y más de la mitad de estos lo hacen cada ocho o quince días. Al analizar el contexto familiar salvadoreño, se encontró que más del 44 % de los jóvenes de educación media viven con uno de sus padres ( Orantes, 2012). En estudio reciente se encontró que 47,5 % de los jóvenes salvadoreños viven con un solo padre o pariente cercano (Gutiérrez, 2012). En este mismo sentido, Zúñiga (2010) encontró que los jóvenes que habían crecido en hogares desintegrados presentaban mayores problemas en autoconcepto académico, personal y emocional; tenían más ansiedad, inseguridad, estrés y problemas de relaciones interpersonales que los jóvenes que vivían con ambos padres. Otro estudio a escala nacional encontró que entre un 20 y 25 % de los hogares salvadoreños presentaban disfunciones familiares, como falta de comunicación y falta de apoyo y solidaridad entre sus miembros. En El Salvador, también se ha analizado la relación de la violencia delincuencial con la salud mental (Gutiérrez, 2012), encontrando que entre 70 y 80 % de la población salvadoreña sufre de alteraciones emocionales y psicológicas, como temor, miedo, ansiedad, estrés, nerviosismo, inseguridad e inestabilidad emocional, como consecuencias directas o indirectas del contexto de violencia social delincuencial.
Las posibilidades de que los jóvenes y los adolescentes tengan un desarrollo sano se ven limitadas cuando son afectados por la violencia, ya sea como testigos, víctimas o agresores ( OPS/OMS, 2002), especialmente tratándose de personas de bajos ingresos, residentes en barrios degradados social y físicamente ( OPS/OMS, 2006). También, la edad, las habilidades sociales de que se dispone ( Pons y Berjano, 1999; Smith & Scott 1993), las actitudes, los valores, creencias hacia las drogas y la autoestima ( Kaplan, 1996; Mendoza, Carrasco y Sánchez, 2003) se han manifestado también como predictores fiables de la conducta adictiva ( Fishbein y Ajzen, 1980; Romero, 1996; Catalano, Hawkins et al., 1996; Elzo et al., 2000). A su vez, estos valores, creencias y actitudes vienen determinados, en primera instancia, por la familia, como su contexto portador y transmisor ( Ferrer et al., 1991), y por la presión del grupo de iguales ( Gómez Reino et al., 1995); sobre la capacidad de tomar decisiones propias ( Boys et al., 1999). Igualmente, una falta de supervisión ( Howell, 1997; Lawrence, 1998; Browning y Loeber, 1999; Chaiken, 2000, Hawkins et al., 2000), cambios en la estructura familiar ( Thornberry et al., 1999, Wasserman et al., 2003), malos tratos, disciplina férrea o alternada, malos ejemplos conductuales (Farrington, 1992, 1997), falta de comunicación o carencias afectivas ( Browning y Loeber, 1999; Bartollas, 2000) incrementan los riesgos de comportamientos delictivos por parte de los jóvenes.
La violencia es un fenómeno multidimensional que puede ser de tipo psicológico, emocional, físico, sexual, político, social, institucional, patrimonial, cultural y moral; y puede darse en distintos ámbitos: familiar, institucional, laboral, etc.; posee un origen multicausal y es transversalizada por las relaciones estructurales de desigualdad existentes en el país, sean estas de género, sociales o económicas (Unicef, 2014). Entre las principales causas de la violencia están las siguientes: la ausencia de oportunidades de desarrollo humano, la carencia de espacios apropiados para la recreación, la existencia de un entorno social y económico deteriorado, el debilitamiento de la institucionalidad pública y de la familia ocasionado por la desintegración familiar, el vacío de autoridad competente, la impunidad y la debilidad de los procesos de investigación y persecución del delito, la ausencia de planes específicos para abordar la problemática y la proliferación de armas de fuego ( Unicef, 2011).
Para este estudio, se adopta la definición de adolescentes establecida por Naciones Unidas, en donde se llama adolescentes a aquellas personas entre los 10 y los 19 años de edad ( Unicef, 2011). En la actualidad no existe un solo modelo teórico que explique las raíces de la violencia y la delincuencia ( OMS, 2002); tanto los factores biológicos, psicológicos y los sociales se conjugan para desencadenar la conducta violenta y delictiva.
Luengo-Martín, & Tavares-Filho (1997) y Moncada Bueno (1997) señalan que existen factores de riesgo hacia la violencia y el consumo de drogas, que pueden tipificarse como factores individuales, micro y macrosociales. En los factores individuales se incluyen los aspectos genéticos, de personalidad, conflictos emocionales, agresividad, pautas educativas, hiperactividad, rebeldía, pobre autocontrol, actitudes y modelos de conducta de los padres. En el factor microsocial se incluye el ambiente familiar, la relación entre los miembros de la familiar, la violencia familiar, las actitudes de sus miembros, el abuso físico y psicológico, los valores familiares, las creencias, los estilos y modelos de crianza. En este factor se incluye la escuela y la comunidad; en la escuela se puede desarrollar comportamientos violentos y de abuso entre los adolescentes; por ejemplo, el bullying. También puede existir maltrato en las relaciones entre profesores y estudiantes. En el contexto comunitario, juega un papel central la relación con los pares del vecindario, debido a que estos ejercen una fuerte presión sobre los adolescentes para la ejecución de comportamientos violentos, acciones antisociales, conductas socialmente desadaptadas, como el consumo de alcohol y drogas, participar en actos vandálicos; ejemplos: dañar propiedad ajena, tirar piedras y objetos sobre las casas o vehículos, golpear perros. En este contexto comunitario, hay que señalar que el ambiente físico, las relaciones sociales comunitarias y el tipo de vecindario están relacionados con la predisposición a las conductas desviadas de los jóvenes y adolescentes. Una comunidad desorganizada donde impera el desorden, como la venta de alcohol, drogas, la presencia delincuencial, falta de iluminación y vigilancia contribuirá de forma importante en el riesgo de que algunos jóvenes o adolescentes de esa comunidad incurran en acciones antisociales, como actos violentos, vandalismos, consumo de drogas, alcohol o se integren a las pandillas.
El factor macrosocial se refiere a las condiciones estructurales que técnicamente se atribuyen al Estado. Dentro de este factor están las políticas, programas, proyectos y acciones estatales que vayan encaminados a crear las condiciones para que las personas sean sujetos de las diferentes prestaciones socioeconómicas que por derecho les corresponden. Entre estas podemos señalar algunas: acceso a la educación, a la salud, al trabajo, a la vivienda y otras prestaciones. En los países subdesarrollados como el nuestro, grandes segmentos poblacionales están marginados de estos beneficios, siendo estas condiciones de marginalidad promotoras o incentivadoras de que muchos jóvenes y adultos incurran en acciones o comportamientos desviados de la norma social, tales como integrarse a grupos delincuenciales, a las pandillas, el narcotráfico, el consumo de drogas y alcohol, conflictos familiares, comunitarios y conductas violentas. Estos problemas psicosociales son explicados, en parte, por la falta de oportunidades, la frustración y como una forma de sobrevivencia, acudiendo al robo, al hurto, a las pandillas y al tráfico de drogas, etc. Es relevante destacar que, en la mayoría de casos de jóvenes o adolescentes que se incorporan a grupos delincuenciales o pandillas, se conjuga un conjunto de factores de riesgo de carácter individual, micro y macrosocial, y de poca protección. Es el resultado de una síntesis de diferentes características individuales, familiares, comunitarias y estructurales (falta de oportunidades), las que finalmente determinan el comportamiento antisocial o desviado, como actos delincuenciales, conductas violentas, consumo de alcohol y drogas, entre otras acciones desviadas en los jóvenes o adolescentes.
El presente artículo tiene como objetivo general determinar si existe relación de la personalidad (rasgos) con la conducta violenta en los adolescentes salvadoreños. Ante la potencial influencia de la personalidad en el comportamiento agresivo en los adolescentes salvadoreños; el presente estudio tiene los objetivos específicos siguientes: 1) identificar la prevalencia en porcentajes, tanto de los rasgos de personalidad como de las conductas agresivas en los adolescentes salvadoreños, 2) determinar si existen correlaciones significativas entre el comportamiento agresivo y las dimensiones de la personalidad en los jóvenes salvadoreños y 3) establecer si existen diferencias estadísticamente significativas en el comportamiento agresivo y las dimensiones de la personalidad en función del sexo y lugar de residencia.
Método
Participantes
En el presente estudio se seleccionó una muestra probabilística representativa de las ciudades más importantes del país. Para ello, se adoptó una estimación de error del 1,9 % y un nivel de confianza del 97 %, obteniéndose una muestra de 3.349 jóvenes de ambos sexos a escala nacional. La muestra fue distribuida de forma proporcional al número de estudiantes de educación media en cada departamento. En el estudio se aplicó un diseño retrospectivo y transeccional, utilizando como técnica de estudio la encuesta, mediante la evaluación colectiva. Es un estudio de tipo ex post facto (Montero & León, 2007). En el estudio fueron evaluados 1.708 (51,0 %) mujeres y 1.640 (49,0 %) hombres; la media de edad total fue de 16.47 años (DT = 1.38); para las mujeres fue de 16.38 años (DT = 1.33), y para los hombres, de 16.56 años (DT = 1.43). Se presenta una descripción de algunas variables sociodemográficas: en cuanto a residencia, 2.334 (69,7 %) son urbanos y 979 (29,3 %) rurales; según centro educativo, 2.597 (77,5 %) asisten a centros públicos y 732 (21,9 %) a privados. Con respecto a con quién vive, 1.834 (54,8 %) viven con ambos padres y 1.510 (45,2 %) con un padre o pariente cercano.
Instrumentos
Cuestionario de elaboración propia. Este apartado fue incluido en la primera página de la batería de pruebas y contiene todas las variables sociodemográficas, como sexo, edad, centro educativo, lugar de residencia, nivel educativo, con quién vive, departamento, si trabaja o no y actividad laboral.
Escala de historia de violencia juvenil (victimización) (Eshivi). Es una prueba que evalúa las experiencias pasadas y presentes de violencia en el hogar durante la niñez y adolescencia; los supuestos teóricos están basados en el modelo de factores de riesgo de violencia juvenil planteados por Borum , Bartel y Forth (2003); la escala fue construida y validada por Gutiérrez, Sánchez y Martínez (2013); la prueba está estructurada en seis factores. Cada factor está conformado por los ítems: el factor 1, Víctima de violencia psicológica (ítems: 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 18, 19 y 20), con una consistencia interna mediante el alfa de Cronbach de 0.90; el factor 2, Supervisión y control de los padres (ítems: 24, 25, 26, 27, 28, 29 y 30), con una consistencia interna mediante el alfa de Cronbach de 0.78; el factor 3, Víctima de violencia física (ítems: 5, 6, 7, 8 y 17), en el que la consistencia interna mediante el alfa de Cronbach fue de 0.73; el factor 4, Violencia física expresada (ítems: 1, 2, 3 y 4), en este la consistencia interna mediante el alfa de Cronbach fue de 0.67; el factor 5, Ambiente familiar hostil (ítems: 21, 22 y 23), con un alfa de Cronbach de 0.76; y el factor 6, Conflicto emocional (ítems: 31 y 32), con un alfa de Cronbach de 0.69. Tanto el análisis factorial como el de consistencia interna proporcionaron resultados aceptables en una muestra de adolescentes salvadoreños para medir factores históricos de violencia en el hogar.
Escala social y contextual de violencia juvenil. Es una prueba que evalúa algunos factores sociales y comunitarios durante la niñez y adolescencia, que pueden incidir o empujar al joven al cometimiento de conductas desviadas como la violencia. La prueba está basada en los supuestos teóricos del modelo de factores de riesgo de violencia juvenil planteados por Borum, Bartel y Forth (2003); la escala fue construida y validada por Gutiérrez, Sánchez y Martínez (2013); la prueba está estructurada en cuatro factores: estrés social, conducta desviada de los pares, apoyo social y resolución de problemas. Cada factor está conformado por los ítems: el factor 1, Estrés social (ítems: 7, 8, 9, 10, 12 y 14), con una consistencia interna mediante el alfa de Cronbach de 0.72; el factor 2, Conducta desviada de los pares (ítems: 1, 2, 3, 4, 5 y 6), con una consistencia interna mediante el alfa de Cronbach de 0.73; el factor 3, Apoyo personal (ítems: 16, 17 y 18), la consistencia interna mediante el alfa de Cronbach fue de 0.64, y el factor 4, Resolución de problemas (ítems: 11, 13, 15, 19 y 21), con la consistencia interna mediante el alfa de Cronbach de 0.64. Tanto el análisis factorial como el de consistencia interna proporcionaron resultados aceptables en una muestra de adolescentes salvadoreños para medir factores sociales y contextuales de riesgo de violencia juvenil.
Escala de factores individuales de violencia juvenil. Es una prueba que evalúa factores individuales y personales durante la niñez y adolescencia, que pueden empujar al joven al cometimiento de conductas desviadas como la violencia (delictiva). La prueba está basada en los supuestos teóricos del modelo de factores de riesgo de violencia juvenil planteados por Borum, Bartel y Forth (2003); la escala fue construida y validada por Gutiérrez, Sánchez y Martínez (2013). Cada factor está conformado por los ítems: el factor 1, Consumo de bebidas alcohólicas (ítems: 21, 22, 13 y 24), con una consistencia interna mediante el alfa de Cronbach de 0.90; el factor 2, Actitudes negativas (ítems: 1, 2, 3, 4, 8 y 15), con una consistencia interna mediante el alfa de Cronbach de 0.84; el factor 3, Compromiso con la escuela (ítems: 37, 38, 39, 40, 41 y 42), en el que la consistencia interna mediante el alfa de Cronbach fue de 0.81; el factor 4, Rendimiento académico (ítems: 32, 33, 34, 35, 36 y 43), que su consistencia interna mediante el alfa de Cronbach es de 0.79; el factor 5, Empatía (ítems: 10, 11, 12, 13 y 14), que su consistencia interna alfa de Cronbach es de 0.71; el factor 6, Manejo de la ira (ítems: 5, 6, 7, 8 y 9), en el que su alfa de Cronbach es de 0.73; el factor 7, Consumo de drogas ilícitas (ítems: 25, 26 y 27), en este el alfa de Cronbach es de 0.92; el factor 8, Consumo de cigarrillo (ítems: 17, 18, 19 y 20), con un alfa es de 0.81, y el factor 9, Daño autoinfligido (ítems: 28, 29, 30 y 31), con un alfa de Cronbach de 0.72.
Escala de factores de protección de violencia juvenil. Es una prueba que evalúa algunos factores de protección de violencia juvenil, que protegen al joven del cometimiento de conductas desviadas como la violencia (delictiva). La prueba está basada en los supuestos teóricos del modelo de factores de riesgo y protección de violencia juvenil planteados por Borum, Bartel y Forth (2003); la escala fue construida y validada por Gutiérrez, Sánchez y Martínez (2013); cada factor está conformado por los ítems: el factor 1, Compromiso con el rendimiento escolar (ítems: 6, 7, 8, 9, 10 y 11), con una consistencia interna mediante el alfa de Cronbach de 0.77; el factor 2, Acciones prosociales (ítems: 1, 2, 3, 4 y 5), con una consistencia interna mediante el alfa de Cronbach de 0.75; el factor 3, Modelaje de los padres (ítems: 12, 13 y 14), en este la consistencia interna mediante el alfa de Cronbach fue de 0.80, y el factor 4, Personalidad resiliente (ítems: 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21 y 22), cuya consistencia interna mediante el alfa de Cronbach es de 0.79.
Cuestionario de Agresión General (Aggression Questionnaire, AQ) (Buss y Perry, 1992). Variables como la agresividad, la ira o la hostilidad forman parte de diversos modelos explicativos empleados tanto en la psicología clínica y de la salud como en la medicina conductual; este es el caso, por ejemplo, de la conducta antisocial (Ireland y Archer, 2004; Morren y Meesters, 2002; Palmer y Thakordas, 2005), violencia conyugal (Echeburúa y Fernández, 1998), violencia escolar (Lawrence y Green, 2005). La versión original del Cuestionario de Agresión de Buss y Perry (1992) quedó conformada por cuatro factores (agresión física, agresión verbal, ira y hostilidad), los que mostraron una fiabilidad de consistencia interna aceptable, situándose entre 0.72 y 0.85, dependiendo de la subescala. Esta prueba ha sido adaptada en diferentes culturas y países. Sierra y Gutiérrez (2007) realizaron un estudio de adaptación del cuestionario en estudiantes universitarios salvadoreños, obteniendo evidencias empíricas similares a los estudios anteriores. El análisis factorial confirmó la estructura tretrafactorial, eliminándose los ítems 3 y 24 por tener una carga factorial baja, quedando la versión salvadoreña con 27 ítems; también se obtuvieron los índices de consistencia interna, mediante el alfa de Cronbach. Estos se describen a continuación: Agresión física (? = 0.80), ítems: 1, 4, 8, 12, 16, 20, 25 y 27; Agresión verbal (? = 0.73), ítems: 2, 5, 6, 9, 10 y 13; Hostilidad (? = 0.76), ítems: 3, 7, 11, 15, 19, 22, 24 y 26; Ira (? = 0.72) ítems: 14, 17, 18, 21 y 23.
Resultados
El análisis de los resultados del presente artículo se presenta en el orden de sus objetivos. En un primer momento, se presentan los análisis descriptivos que permiten identificar la prevalencia de las dimensiones de personalidad relacionados con la violencia y las frecuencias de las conductas agresivas en los jóvenes salvadoreños; en un segundo momento, se presentan los análisis inferenciales mediante la prueba de student y las correlaciones de Pearson. A continuación se presentan las frecuencias y porcentajes existentes de los factores de personalidad y las conductas violentas en los jóvenes.
Los hallazgos revelan que 1.222 (38,2 %) de los(as) jóvenes son víctimas de violencia psicológica en su familia; 1.129 (35,1 %) no reciben una adecuada supervisión y control de los padres; también se encontró que 1.217 (36,9 %) han sido víctimas de violencia física en la niñez y adolescencia; 1.442 (43,7 %) de los(as) jóvenes viven en un ambiente familiar hostil; 1.243 (38,2 %) jóvenes presentan estrés social; se encontró que 1.509 (46,0 %) tienen amigos o compañeros con una conducta desviada; en cuanto al consumo de bebidas alcohólicas, 877 (26,4 %) presentan esta conducta; 1.209 (36,5 %) tienen una actitud negativa; 1.357 (42,2 %) de los jóvenes presentan un bajo rendimiento académico. Mientras que en los factores de conducta agresiva, se tiene que 1.454 (45,2 %) presentan agresión física; 1.433 (44,1 %) presentan agresión verbal; 1.384 (42,9 %) tienen rasgos de personalidad de hostilidad, característica básica en la conducta agresiva, y 1.805 (33,1 %) presentan la característica de ira, que tiene una correlación significativa positiva con la hostilidad, con la agresión física y verbal (ver tabla 1).
Análisis inferencial
En el análisis de comparación de medias de la conducta agresiva en función de algunas variables sociodemográficas se aplicó la prueba t de student, para muestras independientes. En agresión física, en función del sexo, se encontró que existen diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres (t3217 = -13.614; p < .001), presentando mayor índice de agresión física los hombres en comparación con las mujeres. Al comparar la misma variable (agresión física) en función del centro educativo, se encontró que existen diferencias significativas entre los centros públicos y privados (t3198 = -2.357; p = .018), indicando que existe una mayor prevalencia de agresión física en los jóvenes de centros educativos privados que en los públicos; no se encontraron diferencias significativas en función del lugar de residencia (urbano y rural). Al analizar la variable agresión verbal, en función del centro educativo, se encontraron diferencias significativas entre centros públicos y privados (t3233 = -4.279; p < .001), reflejando que presentan más conductas de agresión verbal los jóvenes de centros educativos privados en contraste con los de centros públicos; no se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre hombre y mujeres, ni entre jóvenes rurales y urbanos. En la variable hostilidad, en función del sexo, se encontró que existen diferencias significativas entre hombres y mujeres (t3226 = 5.914; p < .001), presentando mayor hostilidad las mujeres en comparación con los hombres; no existen diferencias significativas en función del lugar de residencia y el centro educativo. En la variable ira, no existen diferencias significativas en función del sexo, lugar de residencia o centro educativo. Al analizar la variable violencia física expresada, en función del sexo, se encontró que existen diferencias estadísticas significativas entre hombres y mujeres (t3256 = -5.656; p < 0.001), encontrándose mayor expresión de violencia física en los hombres en comparación con las mujeres; no se encontraron diferencias significativas en esta variable con relación al lugar de residencia, ni con relación al centro educativo (ver tabla 2).
En esta fase del análisis inferencial, mediante la prueba t para muestras independiente, se comparan las dimensiones de personalidad con las conductas violentas en los jóvenes. Este contraste se hace en función del lugar de residencia (urbano, rural) de la muestra. El primer factor de análisis es Víctima de violencia psicológica, encontrándose que existen diferencias estadísticamente significativas entre los(as) jóvenes urbanos ? y rurales (t3167 = 6.082; p < .001), siendo más víctimas de violencia psicológica en su familia los jóvenes urbanos en comparación con los rurales; en Supervisión y control de los padres, en función del lugar de residencia, se encontró que existen diferencias significativas entre los urbanos y rurales (t3177 = -2.652; p = .008), presentando una menor supervisión y control los jóvenes urbanos que los residentes rurales. Referente al análisis del factor Víctima de violencia física, en función al lugar de residencia, se encontraron diferencias significativas entre los residente urbanos y rurales (t3263 = -2.119; p = .034), siendo más víctimas de violencia física los residentes rurales en contraste con los urbanos. Con relación a la variable Ambiente familiar hostil, en función del lugar de residencia, se encontró que existen diferencias significativas entre urbanos y rurales (t3261 = 3.961; p < .001), presentando un mayor ambiente familiar hostil los residentes urbanos que los rurales; en Conducta desviada de los pares, en función del lugar de residencia, se encontró que existen diferencias estadísticamente significativas entre urbanos y rurales (t3243 = 4.787; p < .001), presentando una mayor conducta desviada de los pares los(as) jóvenes que residen en las zonas urbanas en comparación con los residentes rurales (ver tabla 3).
Aplicando las correlaciones de Pearson (r) entre algunas dimensiones psicosociales y conductas de violencia juvenil, se observaron las siguientes correlaciones: que existe una correlación estadística significativa entre víctima de violencia física y víctima de violencia psicológica (r = .582; p < 01); entre ambiente familiar hostil y víctima de violencia Psicológica (r = .578; p < 01); entre actitudes negativas y hostilidad (r = .498; p < .01); entre manejo de la ira y agresión física (r = .487; p < .01); entre manejo de la ira y agresión verbal (r = .500; p = < .01).
Discusión
La conducta violenta es un comportamiento calificado como una desviación social o una conducta antisocial. Este problema es complejo, multicausal, multidimensional y multifactorial, que ha sido estudiado a través de los años desde diferentes disciplinas, como la Psicología, la Psiquiatría, la Sociología, la Antropología, la Criminología, el Derecho, la Biología, la Neurología y la Medicina, entre otras. La presente discusión se centra en poner de relieve aquellas dimensiones, rasgos o características individuales que evidencian relación con los comportamientos violentos de los jóvenes. No se puede obviar decir que este estudio se realizó desde la perspectiva de la Psicología con implicaciones y aplicaciones en diferentes disciplinas. La conducta violenta es tipificada universalmente como una antisocial, es decir, una conducta que no se ajusta a las expectativas y las normas socialmente aceptadas. Una de las definiciones generales de violencia dice que es toda acción que tiene la intención de producir daño a la persona. Existen diferentes formas y tipos de violencia: autoinfligida, interpersonal y colectiva-estructural, cada una con distintos subtipos, cuya naturaleza es diferente; puede ser física, psicológica, sexual, por negligencia, abandono u omisión ( OMS, 2003), lo que significa que no se pueden generalizar los actos violentos como si fueran iguales. Entre las características individuales y sociales (personalidad) de violencia juvenil analizadas en El Salvador, se tienen las siguientes variables: víctima de violencia psicológica, supervisión y control de los padres, víctima de violencia física, ambiente familiar hostil, conflicto emocional, estrés social, conducta desviada de los pares, resolución de problemas, consumo de bebidas alcohólicas, actitudes negativas, manejo de la ira, consumo de cigarrillos, ira y hostilidad. Como dimensiones de conducta agresiva: agresión física, agresión verbal. También, Browning et al., (1999); Browning, Thornberry & Porter, (1999); Lizotte & Sheppard, (2001), en sus estudios, examinaron la relación de la delincuencia con variables familiares, escolares, de amistad y comunitarias, obteniéndose las siguientes conclusiones: los niños que reciben un mayor grado de cariño y compromiso de sus padres tienen menos implicación en actividades delictivas; un pobre rendimiento escolar se encuentra asociado con un incremento en implicaciones de conductas violentas, delictivas y de consumo de drogas; la relación con amigos delincuentes hace más fuerte y consistente la asociación con la delincuencia; y que los niños de clase baja tienen mayores implicaciones con conductas delincuentes ( Browning, Thornberry & Porter, 1999).
El análisis de la dimensión víctima de violencia psicológica en la infancia revela que existen cerca de cuatro de cada diez jóvenes salvadoreños que fueron víctimas de este maltrato en el hogar; en el factor supervisión y control de los padres, se observa que más de tres de cada diez jóvenes no reciben supervisión de los padres; referente al factor víctima de violencia física, el estudio revela que cerca de cuatro de cada diez jóvenes son víctimas de esta violencia; al hablar del comportamiento agresivo, se hace referencia a la multicausalidad del comportamiento, indicando que este está influenciado por diferentes factores: psicológicos, social, cultural, genético y biológico; tanto del ámbito familiar como del individual, justificándose así el abordaje desde diversos enfoques teóricos (Castrillón, Ortiz, & Vieco, 2004; citados por Castillo, 2006); en el factor ambiente familiar hostil, se observó que cuatro de cada diez jóvenes presentan hostilidad en su familia; en la conducta desviada de los pares, el estudio revela que casi la mitad de los(as) jóvenes tienen amigos que expresan alguna conducta desviada. El grupo de amigos (peers) es importante en el desarrollo psicosocial al ofrecer a los adolescentes un sentido de pertenencia, un soporte emocional y normas de comportamiento (Borduin & Schaeffer, 1998), señalándose como un factor de gran influencia en la delincuencia juvenil, hasta llegar a afirmarse que la asociación con amigos delincuentes es el mejor predictor de la delincuencia en las investigaciones actuales ( Howell, 1997; Battin-Pearson, Thornberry, Hawkins & Krohn, 1998; Lawrence, 1998; Seydlitz & Jenkins, 1998; Leukefeld et al., 1998; Borduin & Schaeffer, 1998; Browning & Huizinga, 1999; Feld, 1999; Browning, Thornberry & Porter, 1999; Hawkins et al., 2000; Wasserman et al., 2003; con relación al consumo de bebidas alcohólicas, el estudio revela que un tercio de los jóvenes consumen alcohol; entre los factores de riesgo hacia la violencia en adolescentes, son coincidentes los enfoques planteados por Luengo-Martín y Tavares-Filho (1997) y Moncada-Bueno (1997), quienes señalan que existen factores de riesgo hacia la violencia y al consumo de drogas, los cuales pueden tipificarse como factores individuales, micro y macrosociales; en consumo de cigarrillos, se encontró que un cuarto de los(as) jóvenes consumen cigarrillos, existiendo evidencia empírica que apoya una fuerte relación entre el consumo de drogas y la delincuencia. Huizinga, Loeber, Thornberry y Cothern (2000) sostienen que los factores de riesgo que contribuyen al consumo de drogas son los mismos o muy similares a los que influyen en la delincuencia (Hawkins, Arthur y Catalano, 1995; Leukefeld et al., 1998); en el factor rendimiento académico, el estudio revela que cuatro de cada diez jóvenes presentan un bajo rendimiento académico; en el factor violencia física expresada, el estudio revela que cuatro personas de cada diez presentan un comportamiento de agresión física; en la variable agresión física, cerca de la mitad de los(as) jóvenes presenta una conducta agresiva. Dentro de este grupo, los más afectados son los jóvenes hombres de centros educativos privados. Los hallazgos en agresión verbal son similares a los de agresión física, indicando que existe una correlación muy alta entre agresión física y agresión verbal. También existe una correlación importante entre algunas dimensiones de personalidad y socioambientales con los comportamientos agresivos; evidenciándose empíricamente que tanto las dimensiones de personalidad como los factores sociales: las actitudes, manejo de la ira, empatía, ira, hostilidad, la familia, la comunidad, el estrés social y los amigos están relacionados de forma significativa y positiva con la conducta agresiva de los jóvenes salvadoreños.
Referencias
Bartollas, C. (2000). Juvenile Delinquency. (5ta. Ed). Allyn & Bacon (Ed). Needham Heights, MA.
Browning, K., & Huizinga, D. (1999). Highlights of Findings from the Denver Youth Survey. Fact Sheet. Recuperado dehttps://www.hsdl.org/?abstract&did=23700
Browning, K., & Loeber, R. (1999). High lights of Findings from the Pittsburgh Youth Study. Fact Sheet. Recuperado de https://www.hsdl.org/?abstract&did=820815
Browning, K., Thornberry, T.P., & Porter, P. K. (1999, April). Highlights of Findings from the Rochester Youth Development Study. Fact Sheet. Recuperado de https://www.ncjrs.gov/pdffiles1/fs99103.pdf
Brook, D. W., Brook, J. S.; Zohn, R., De la Rosa, M., Montoya, I. D., & Whiteman, M. (2003). Early Risk Factors for Violence in Colombian Adolescents. Am J Psychiatry. Recuperado de http://dx.doi.org/10.1176/appi.ajp.160.8.1470
Boys, A., Marsden, J., Fountain, J., Griffiths, P., Stillwell, G., & Strang, J. (1999). What influences young people?s use of drugs? A qualitative study of decision making. Drugs: education, prevention and policy. 6 (3).
Catalano, R. F., & Hawkins D. J. (1996). The social development model: A theory of antisocial behavior. Hawkins (Ed.), Delinquency and crime: Current theories. (149-197). New York: Cambridge University.
Catalano, R. F., Kosterman, R. J., Hawkins, D., Newcomb, M.D., & Abott, R. D. (1996). Modeling the etiology of adolescent substance use: A test of the social development model. Journal of Drug Issues, 26 (2), 429-455.
Cerda, E. (1985). Una psicología de hoy. Barcelona: Herde.
Chaiken, M. R. (2000). Violent neighborhoods, violent kids. Juvenile Justice Bulletin. Recuperado de https://www.ncjrs.gov/pdffiles1/ojjdp/178248.pdf
Comisión Salvadoreña Antidrogas CSA (2011). Consumo de alcohol y drogas en estudiantes Universitarios Salvadoreños.
Elzo, J. et al. (2000). Las culturas de las drogas en los jóvenes: ritos y fiestas. Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco.
Fishbei, M., & Ajzen, I. (1980). Belief, attitude, intention and behavior. An introduction to theory and research. Reading, M.A.: Addison-Wesley.
Ferrer, X., & Ayneto, X. (1991). Nuevos métodos en la formación de padres y madres para la prevención del abuso de drogas. Santa Cruz de Tenerife: XIX Jornadas Nacionales de Sociodrogalcohol.
Farrington, D. (1992). Implicaciones de la investigación sobre carreras delictivas para la prevención de la delincuencia. Garrido Genovés, V., & Montoro González, L. (Ed). La reeducación del delincuente juvenil. Los programas de éxito. (127-154). Valencia: Tirant lo Blanch.
Farrington, D. (1997). Human Developmentand Criminal Careers. Maguie, M., & Reiner (Ed). The Oxford Handbook of Criminology. (361-408). Oxford: Clarendon Press.
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia Unicef (2011). Informe de situación de la niñez y adolescencia en El Salvador. Transformar inequidades en oportunidades para todas las niñas, niños y adolescentes. Recuperado de https://www.unicef.org/elsalvador/sites/unicef.org.elsalvador/files/2018-12/Analisis_de_Situacion_de_la_Infancia_El_Salvador_UNICEF_2014.pdf
Gutiérrez, J. R. (2012). La violencia social delincuencial asociada a la salud mental en los salvadoreños. San Salvador, El Salvador: Tecnoimpresos.
Gómez-Reino, I., Ferreiro, M. D., Domínguez, M.D., & Rodríguez, A. (1995). Consumo de alcohol en adolescentes: Relación con los niveles de adaptación social y familiar. Psiquis, 16 (4), 129.
Hawkins, J. D., Herrenkohl, T., Farrington, D.P., Devon-Brewer, R., Catalano, F., Harachi, T.W., & Cothern, Lynn. (2000). Predictors of Youth Violence. Juvenile Justice Bulletin. Recuperado de http://files.eric.ed.gov/fulltext/ED440196.pdf
Howell, J. C. (1997). Juvenile Justice & Youth Violence. Thousand Oaks, CA.: Sage.
Instituto de Medicina Legal (IML); Corte Suprema de Justicia (CSJ). (2015). Informe anual de homicidios en El Salvador. San Salvador.
Kaleel, A., Justicia, F., Benítez, J., & Pichardo, M. (2007). Incidencia de los malos tratos entre iguales en alumnos de Hebrón (Palestina). En Revista del colegio de psicología de Andalucía Occidental y la Universidad de Sevilla. Apuntes en psicología. 25 (2), 175-184.
Kaplan, H. B. (1996). Empirical validation of the applicability of an integrative theory of deviant behavior to the study of drug use. Journal of Drug Issues. (292), 345-377.
Lawrence, R. (1998). SchoolCrime and Juvenile Justice. New York: Oxford University Press.
Lizotte, A., & Sheppard, D. (2001). Gun Use by Male Juveniles: Research and Prevention. Juvenile Justice Bulletin. Recuperado dehttps://www.ncjrs.gov/pdffiles1/ojjdp/188992.pdf
Luengo-Martín, M. A. & Tavares-Filho, E.T. (1997). La estructura de los valores en delincuentes y no delincuentes: un análisis comparativo en los adolescentes marginados en Manaus. XXVI Congreso Iberoamericano de Psicología. Sao Paulo, Brasil.
Mendoza, M. I., Carrasco, A. M., & Sánchez, M. (2003). Consumo de alcohol y autopercepción en los adolescentes españoles. Intervención Psicosocial, 12 (19), 95-111.
Moreno, M., Vacas, C. & Roa, J. (2006). Victimización escolar y clima socio-familiar. Revista iberoamericana de educación OEI. 41 (1).
Moncada-Bueno, S. (1997). Factores de riesgo y de protección en el consumo de drogas. Varios: Prevención de la drogodependencia. Análisis y propuesta de actuación. (85-104). Madrid: Ministerio del Interior. Delegación del Plan Nacional sobre drogas.
Orantes, L. F. (2012). Estado de adaptación integral del estudiante de educación media de El Salvador. San Salvador: Tecnoimpresos.
Organización Panamericana de la Salud, & Organización Mundial de la Salud (2002). Informe Mundial sobre la violencia y salud. Washington, D.C.
Organización Mundial para la Salud OMS (2002). Programa mundial de acción en salud mental. Washington, D.C.: mhGAP.
Organización Mundial de la Salud OMS. (2003). Informe mundial sobre la violencia y la salud. Washington, D.C.
Organización Panamericana de la Salud, & Organización Mundial de la Salud (2006). Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes. Washington, D.C.
Pons-Diez, J., & Berjano-Peirats, E. (1999). El consumo abusivo de alcohol en la adolescencia. Un modelo explicativo desde la psicología social. Madrid: Plan Nacional sobre Drogas.
Romero, E. (1996). La prevención de la conducta antisocial: Un análisis de las variables de personalidad. (Tesis Doctoral). Universidad de Santiago de Compostela.
Smith, M. J., & Scott, R.D. (1993). Reasons for drinking alcohol: Their relationship to psychological variables and alcohol consumption. The International Journal of the Adicctions. 28 (9), 881-908.
Thornberry, T. P., Smith, C. A., Rivera, C., Huizinga D., & Stouth-Amer Loeber, M. (1999). Family Disruptionand Delinquency. Juvenile Justice Bulletin. Recuperado de https://www.ncjrs.gov/pdffiles1/ojjdp/178285.pdf
Wasserman, G. A., Keenan, K., Tremblay R. E., Coie, J.D., Herrenkohl, T.I., Loeber, R., & Petechuck, D. (2003). Risk and Protective Factors of Child Delinquency. Child Delinquency. Bulletin Series. Recuperado de https://www.ncjrs.gov/pdffiles1/ojjdp/193409.pdf
Zúñiga, A. & Bermúdez, M. P. (2010). Efectos de la separación de los padres sobre la adaptación de la conducta, el autoconcepto y la ansiedad en adolescentes salvadoreños. Revista Salvadoreña de Psicología. 1 (1), 52-65.
Notas
Notas de autor
Enlace alternativo
http://hdl.handle.net/11298/283 (uri)
https://biblioteca.utec.edu.sv/entorno/index.php/entorno/article/view/500/492 (pdf)