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Sobre: Obra completa, de Juan L. Ortiz. Santa Fe: Editorial UNL y Ediciones UNER, 2020
El taco en la brea, vol.. 7, núm. 12, 2020
Universidad Nacional del Litoral

Reseña

El taco en la brea
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 2362-4191
Periodicidad: Semestral
vol. 7, núm. 12, 2020

Ortiz Juan L. Editorial UNL / Ediciones UNER. 2020. Santa Fe / Entre Ríos

Estamos ante una nueva edición de la Obra completa de Juan L. Ortiz, ampliada y revisada. Un libro cuidado y exhaustivo, resultado de un trabajo conjunto entre Ediciones UNL (Universidad Nacional del Litoral) y EDUNER Editorial (Universidad Nacional de Entre Ríos). Es de destacar que dos universidades públicas, nacionales, se hayan unido en tamaña tarea, un acontecimiento a todas luces celebrable. Contaron asimismo con el apoyo del Gobierno de la Provincia de Santa Fe y el Gobierno de la Provincia de Entre Ríos. Por otra parte, cabe señalar el trabajo que viene haciendo la Editorial UNL con la obra del poeta, pues la primera publicación de la Obra completa sale a la luz en 1996 bajo su sello con una reimpresión en el 2005.

No sería ocioso recordar, en estas circunstancias, la emblemática edición de 1970. Fue publicada en Rosario por iniciativa de la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil, y por decisión de su director, el poeta y editor Rubén Naranjo, y bajo la supervisión del mismo Ortiz, que hasta ese momento se había editado sus propios libros de manera artesanal. En ese entonces se publicó, en tres tomos, En el aura del sauce, que compilaba toda su poesía editada, además de inéditos entre los que se destaca el célebre «El Gualeguay». En febrero de 1977, ya en plena dictadura militar, la biblioteca fue intervenida y se quemaron los remanentes de la tirada.

En otro febrero, pero de 2020, la poesía de Ortiz regresa desde el Litoral con esta nueva edición, a cargo del escritor y crítico literario Sergio Delgado, como en la de 1996, quien también realizó la introducción, las notas y la recopilación bibliográfica. Es de destacar el trabajo minucioso y exhaustivo en las notas, incluyendo un rastreo de la bibliografía crítica orticiana, no solo de libros, artículos en revistas y conferencias, sino también de actas de congresos, mostrando la proliferación de las lecturas de esta poesía en los últimos años.

Pocas veces un escritor argentino ha contado con este tipo de trabajo de composición y búsqueda de totalidad de su obra. El resultado es una herramienta imprescindible para los estudiosos del poeta o para cualquier lector, que podrán acceder a un material ordenado, detallado, una gráfica elaborada y un abordaje crítico actualizado.

En cuanto al diseño editorial, merece una mención particular. La edición consta de dos volúmenes. El primero se titula En el aura del sauce y recoge la obra poética; el segundo, Hojillas, contiene los artículos críticos y lo «otro» del poeta: traducciones, correspondencia, biografía. Ambos volúmenes son contenidos en una caja estuche que, según el diseñador Manuel Siri, «cumple la función de esa sobrecubierta informativa» (pues, como señalaremos, ambos libros carecen de información y solo a partir de la caja es posible leer que se trata de la Obra completa de Ortiz). Los «rosa» y «dorada» se visualizan no solo en los tonos de ambos libros, sino también en la intervención gráfica de la caja.

«Rosa y dorada» es el poema que Delgado escogió para la contratapa:



Rosa y dorada
la ribera.
La ribera rosa y dorada.



Febrero,
y ya estás,
belleza última, en el cielo y el agua.



Etérea,
pero ya estás,
vapor flotante de un sueño
que parece de flor y es de un lúcido pensamiento
que se busca
y que se suspende
mientras el cielo es un ardor sensible.



Por los caminos pálidos, entre la hierba oscura,
el alma es un olvido hacia una orilla eterna.

«Rosa y dorada» (El álamo y el viento 1941–1946) es, en comparación con los más celebrados, un poema mínimo. Pero encierra casi todas intenciones estéticas de la nueva edición, las cuales se hacen más visibles en el arte de diseño y la gráfica. Un cierto tono recorre toda la obra. Tal como reza el poema: «Etérea,/ pero ya estás». Se trata de otra coordenada que se materializa levemente en la inscripción de los nombres de ambos volúmenes, casi imperceptibles pero indelebles. Líneas horizontales y verticales dan cuenta del cielo, pero también del agua, líneas que se interrumpen con el oleaje tenue del río: «Febrero,/ y ya estás,/ belleza última, en el cielo y en el agua». No casualmente la nueva edición ve la luz en «el mes irreal». Tampoco es azaroso que Juan José Saer barajara la posibilidad de titular Nadie nada nunca (la que terminó de escribir ¡también en febrero!) con los versos de Juan L. Ortiz: «Rosa y dorada la ribera/ la ribera rosa y dorada».

Editada por primera vez en 1996 (Ediciones UNL), la obra completa regresa al centro de la escena. En la introducción a En el aura del sauce, Delgado relata las intenciones de esta obra y la diferencia con su antecesora: «En la edición anterior, de 1996, se celebraba el centenario del nacimiento del poeta, había que recuperar veinticinco años de silencio. En esta segunda edición de la Obra completa, el canto ya está entre nosotros y es hora, quizás, de agudizar la escucha» (18). Estas nuevas intenciones también se reflejan en la austeridad y cierta abstracción del diseño.

En el aura del sauce es el libro de los libros: El agua y la noche (1924–1932), El alba sube (1933–1936), El ángel inclinado (1937), La rama hacia el este (1940), El álamo y el viento (1941–1946), El aire conmovido (1949), La mano infinita (1951), La brisa profunda (1954), El alma y las colinas (1956), De las raíces del cielo (1958), El junco y la corriente (1970), El Gualeguay (1971), La orilla que se abisma (1971), A la orilla del aura. Este último incorpora once poemas del mítico (y acaso imaginario) «cuarto tomo», proyecto que no pudo terminar Ortiz en vida. Algunos de estos poemas ya habían sido publicados como poesía inédita en la edición anterior de la Obra Completa; de otros, teníamos solo fragmentos, que ahora se publican completos; y, por último, los poemas «Yo quería...», «He visto...» y «El niño y el perro» se incorporan a esta edición y es la primera vez que son recogidos en un libro. Estos últimos habían sido publicados por la revista de literatura Xul N° 12 en 1997 bajo el título «Los poemas perdidos de Juan L. Ortiz», y también recogían dibujos, traducciones y comentarios del poeta.

La edición también cuenta con un Liminar titulado «Imprecación y plegaría» de Olvido García Valdés. La poeta española ensaya una interpretación principalmente en clave deleuziana del poema «Del otro lado...», y señala la necesidad de una enunciación animal y de cierto devenir animal del poeta. En «Preguntas al cielo» vindica una disolución del yo a los fines de estar–con y ser en el fluir de todas las cosas que viven en el mundo, animales, plantas, ríos, todo aquello que conforma la armonía del paisaje mismo orticiano. «Devenir es el verbo del no–yo» concluye la poeta.

El Liminar de Hojillas, por su parte, fue escrito por la poeta santafesina Marilyn Contardi y se titula «Escuchar la voz que está fuera del tiempo». Analiza los primeros poemas de Ortiz que por primera vez están reunidos en este libro, por ejemplo, el poema a Isadora Duncan. Todo ello para pensar el crecimiento del poeta en las letras, una labor que en palabras de Contardi «nos es ofrecido como un don».

En la presente edición, la investigación de archivo es de suma importancia. Si la primera se dividía en tres sesiones, según su género (Protosauce, Poesía inédita y Prosas), ahora esto «otro», agrupado en el tomo II, fue producto de un trabajo de archivo minucioso. En ese sentido, Hojillas diversifica la producción, deviniendo en cinco sesiones: Paz verde e infinita (Vida en Gualeguay 1896–1942), La ribera rosa y dorada (Transplante a Paraná 1942–1947), La intemperie sin fin (Consolidación de la obra 1947–1957), Yo no sé nada de ti (Hacía el aura del sauce 1957–1970), La ilusión de los amigos (Luego de En el aura del sauce 1971–1978). Estas sesiones reúnen material diverso como relatos, ensayos, poemas que no integran En el aura del sauce, cartas, reseñas de libros, traducciones, diario de su viaje a China y traducciones de poetas chinos (donde se destacan los poemas de Mao). La incorporación, en parte, es alentada por las nuevas líneas de investigación que lleva adelante una nueva generación de críticos o nuevos trabajos de críticos de larga trayectoria. Esta edición asume esas nuevas intenciones. Así, Edgardo Dobry propone un diálogo de la poesía orticiana con otras de la cultura Occidental y va tras las huellas del simbolismo. Por su parte, Agustín Alzari explora el contexto social y político en la obra/vida de Ortiz: «La política no compromete su estética, ingresa como ingresan el río, el cielo o las colinas: de manera dialogada» (69). Fabián Zampini traza una cartografía del territorio poético de la poesía de Ortiz: «La cartografía orticiana, entonces, resultaría acaso inescindible de un proyecto “metacartográfico”, esto es, la traza del mapa que reescribe, en la poesía, las lindes de la territorialidad física que conforma su base, también, en la indagación contante y recursiva en relación con los meandros de sus propias formas» (77). Santiago Venturini inaugura la faceta de Ortiz como traductor, proponiendo conexiones entre el conocimiento de la poesía universal y la alteridad, a los fines de su propia concepción de la poesía. En ese sentido, afirma: «Es como si Ortiz hubiera ensayado la creación, a través de estas traducciones sueltas, de una Internacional Poética» (119). En el mismo rumbo, Miguel Ángel Petracca desarrolla un exhaustivo trabajo de archivo sobre las traducciones chinas de Ortiz y muestra, a su vez, la actualidad de estos poemas chinos y su relación con cierta lectura en clave política. José Carlos Chiaramonte narra el modo en que llega a los poemas de Mao Zedong traducidos por Ortiz encontrados de manera azarosa en un libro que el poeta le había regalado. Por su parte, Mario Nosotti ensaya una minuciosa y detallada cronología del poeta.

Por último, bajo el título Lecturas, se encuentran los trabajos de 1933 a 1998, muchos publicados en la emblemática edición por el aniversario de los cien años del poeta: Juan José Saer (1989), Sergio Delgado (1996), Hugo Gola (1970), Martín Prieto (1996) Daniel García Helder (1996) y María Teresa Gramuglio (1996). Se incorporan a esta edición los textos de Carlos Mastronardi (1933), Rafael Alberti (1949), Marilyn Contardi (1996) y Haroldo de Campos (1998).

Ortiz es un poeta que navega en el río, pero que, a su vez desde el paisaje del Litoral, narra el ser, el don de la poesía. Se podría decir que se trata de un poeta con motivos y materiales regionalistas, pero que, sin embargo, explora y se expande con una pretensión universal. Un regionalismo no regionalista, pues como bien precisa Beatriz Sarlo, es una poesía que carece de atributos costumbristas, por ejemplo, el de pretender una voz plena y no alcanzarla. Ortiz esquiva la voz plena (Sarlo). Su trabajo poético es la huella de una poesía menor, que resuena como una piedra repicante en el agua del río, igual que el juego infantil de «hacer cabrillas», el cual solo es posible cuando se encuentra el ángulo mágico.

Por otra parte, si de aguas se trata, el poeta entrerriano narra, también, otra historia, la historia mineral, la historia del río. Si, como decía Saer, la historia de los ríos fue forcluida por la historia de los conquistadores, «la causa del olvido viene justamente de ese exceso de frecuentación» (Saer:59). Podríamos asumir que el poeta escribe una historia, la historia fluvial argentina, una historia mínima, en El Gualeguay.

Ante la idea de la grandeza del «más grande los poetas», Ortiz se hace cada vez más mínimo: allí radica su luminosidad radical, en una poesía que se entrega a la lectura de modo sereno, la misma que reclama demora y singularidad, a contrapelo de un tiempo que se cierne en el vértigo y la prisa. Leer la poesía orticiana en estos tiempos es una invitación casi revolucionaria a detener la mirada y posar, al menos por un instante, humildemente, sobre los otros seres que viven, habitan y mueren en la proximidad de lo que somos. Si acaso hay un futuro para lo arribante será solo posible en aras de otro trato con el ecosistema del que somos parte. Invitar a leer a Ortiz en el 2020 es nuestro humilde gesto. El año en que el mundo se paró, el año que Juanele, el poeta de las orillas, caminó, nuevamente, entre nosotros. Se trata de volver a leer al poeta que siempre invita a afinar el oído para que resuenen las voces más acalladas de la tierra, del cielo y del río...

Referencias

Ortiz, J.L. (2020). Obra completa. Santa Fe: Editorial UNL/EDUNER Editorial.

Saer, J.J. (2006). El río sin orillas. Buenos Aires: Seix Barral.

Sarlo, B. (1996). La duda y el pensamiento. Punto de vista, (56). https://ahira.com.ar/ejemplares/56-2/



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