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Navegante de las ideas: el maestro Edelberto Torres-Rivas y sus huellas, a un año de su partida
Navigator of Ideas: The Master Edelberto Torres-Rivas and his Footprints, at One Year of his Departure
Revista de Historia, núm. 81, 2020
Universidad Nacional

Semblanza

Revista de Historia
Universidad Nacional, Costa Rica
ISSN: 1012-9790
ISSN-e: 2215-4744
Periodicidad: Semestral
núm. 81, 2020

Recepción: 14 Diciembre 2019


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: No resulta fácil desprenderse de las experiencias subjetivas cuando se escribe acerca de la vida y la obra de quien ha marcado huella en nuestras biografías. Me refiero a la vida y la obra de Edelberto Torres Rivas, el maestro, y digo nuestras biografías, porque esa huella marcó directamente a varias generaciones de científicos sociales y continúa proyectándose hasta el presente. Por eso, este relato rompe con los protocolos académicos para colocarse en ese espacio, por cierto necesario, entre la vivencia y la descripción analítica, colmado de ideas pero también de nutridos afectos.

Palabras clave: homenaje, historia, sociología, ciencias sociales, Centroamérica, Edelberto Torres-Rivas.

Abstract: It’s not easy to detach oneself from the subjective experiences when writing about the life and work of someone which has left its mark in our biographies. I’m refering to the life and work of Edelberto Torres Rivas, the master, and I say biographies, because that stamp marked directly on various generations of social scientists and continues to proyect itself to the present. Hereby, this account breaks with the academic protocols for placing itself on that space, by the way, necesary, between lived experience and analytical description, heaped up of ideas, but also of nourished affections.

Keywords: Homage, History, Historiography, Sociology, Social Sciences, Central America, Edelberto Torres-Rivas.

No resulta fácil desprenderse de las experiencias subjetivas cuando se escribe acerca de la vida y la obra de quien ha marcado huella en nuestras biografías. Me refiero a la vida y la obra de Edelberto Torres Rivas, el maestro, y digo nuestras biografías, porque esa huella marcó directamente a varias generaciones de científicos sociales y continúa proyectándose hasta el presente. Por eso, este relato rompe con los protocolos académicos para colocarse en ese espacio, por cierto necesario, entre la vivencia y la descripción analítica, colmado de ideas pero también de nutridos afectos. Fue el maestro en el amplio sentido de la palabra, tanto en la episteme como en el ethos, y de ello, no cabe duda, pues desde siempre fue guía, referente e inspiración para muchos intelectuales, profesionales de distintas carreras y estudiosos de la realidad centroamericana en general, tanto dentro como fuera de Centroamérica, que así lo atestiguan.

Su energía lo llevó siempre a impulsar la circulación de ideas, inclusive más allá de la misma región; si bien sus proyectos tanto como sus discípulos se diseminaron por territorios distintos, también anduvo de aquí para allá y de allá para acá, enseñando, proponiendo, distribuyendo publicaciones, creando puentes y abriéndole espacios a la Polémica.1 En ese sentido, fue un incansable navegante y como aquellos que eran portadores de historias y de leyendas, Edelberto lo fue también, habiendo sido incluso, el mismo una leyenda cargada de ideas sociales, absolutamente compenetradas con su dimensión histórica.

Pensar la realidad de Centroamérica, en su conjunto y en sus singularidades, fue su principal contribución al desarrollo del pensamiento social de esta parte del mundo. Sin temor a equivocaciones, su trabajo refleja, entre muchos otros, dos rasgos sobresalientes: su formación interdisciplinaria y su exquisita escritura y creativa imaginación, propia de un literato de las ciencias sociales.

Su importante legado se debe valorar tanto por su empeño en formar generaciones diversas de intelectuales, que fueron muchas, como por su incansable tarea por institucionalizar las ciencias sociales —y no de una disciplina en particular— en su querida Centroamérica. Una persona que, pese a su gigantesca sabiduría, irradiaba una desbordante humildad. Con su habitual hidalguía, nunca se dejó perturbar por las pequeñeces de sus detractores.

Pero tampoco, es posible sustraerse de la narración anecdótica y de la perspectiva biográfica para alguien que, como yo, tuvo la fortuna de aprender y trabajar a su lado. Salvo el haber asistido a algunas de sus charlas en algunas materias, nunca había estado inscrito en ninguno de sus cursos formales, pero me convertí en su discípulo desde que tuve el gran privilegio trabajar al lado suyo, junto al desaparecido Carlos Sojo, a finales de los ochenta e inicios de la década de los noventa en la Secretaría General de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, en momentos en que los países centroamericanos se estremecían entre la esperanza y la incertidumbre, bajo las intentonas de los arreglos de paz y aún en medio de guerras internas.

El contacto con Edelberto nos marcó a Carlos y a mí. Fueron aquellos momentos los que animaron en sus trabajos la interrogación por los sistemas políticos, a cuyo desarrollo denominó «democracias de baja intensidad», debido a su subordinación a una «transición autoritaria», pues «la naturaleza de estos regímenes no cambia con actos electorales».2 A las antiguas interrogantes derivadas de sus estudios bajo la teoría de la dependencia, centradas en los problemas del desarrollo y de la desigualdad social, se agregaron las nuevas preocupaciones por la democracia y por comprender la lógica de la dominación de los grupos en el poder y para explicar las razones históricas que habían hecho imposibles las reformas en Guatemala —abortadas por la intervención norteamericana de 1954—, pero que si las habían permitido en Costa Rica; las que habían impulsado con fuerza los proyectos revolucionarios también en El Salvador y en Nicaragua y que igualmente, los habían llevado a fracasar.

El vanguardismo metodológico de la izquierda intelectual y las visiones maniqueas sobre las conspiraciones imperialistas estaban muy alejadas ya de sus marcos conceptuales, desde los cuales se interrogaba por las complejas transiciones que habían abierto los acuerdos de paz de 1987, entre los gobiernos centroamericanos. A partir de esas discusiones y enseñanzas se nutrieron nuestros trabajos sobre la relación entre los sistemas políticos de los países centroamericanos, la política de los Estados Unidos y las condiciones para nuevos proyectos de integración regional. Sus conocimientos históricos y de los sistemas políticos centroamericanos, y su perspectiva sociológica, nos llevó a un enfoque de las relaciones internacionales que se apartó bastante de los constreñidos marcos epistemológicos de la disciplina universitaria. Un nuevo futuro se iniciaba para Centroamérica en un mundo en el cual desaparecía la bipolaridad, que se globalizaba y hacía más interdependiente, pero esta seguía siendo una región que arrastraba muchas de las viejas cargas del pasado. Decía entonces, «cuando se anuncia la posmodernidad, estas sociedades continúan sin haber sido siquiera modernas».

Finalizaba el año 1988, cuando el maestro me abrió las puertas al mundo de las ciencias sociales. La primera vez que conversamos corrigió sin titubeos mi primera frase: «No me llamés don Edelberto que lo que vamos a conversar es muy serio». Dos años antes y casi sin conocerme, me había ofrecido una beca para integrarme al grupo de estudiantes del Posgrado de Relaciones Internacionales de la Secretaría General de FLACSO. Terminado el posgrado, y aún sigo sin entender bien las razones, me llamó por teléfono a la entonces redacción de la Revista Aportes para invitarme a formar parte de un proyecto de investigación sobre las relaciones entre Estados Unidos y Centroamérica. Supuse en aquel momento que yo asumiría tareas propias de un asistente de investigación, pero luego me indicó con tono severo pero cordial que yo reemplazaría a Gabriel Aguilera Peralta, quien se regresaba a Guatemala después de varios años de exilio en Costa Rica, en la coordinación de aquel proyecto de investigación. Me ofreció y prodigó de todo su apoyo, consejo y guía en una aventura completamente nueva para un recién graduado, como nuevas y desafiantes fueron también, las diversas misiones que me encomendó después.

Desde entonces pude testimoniar la seriedad personal y la rigurosidad científica con la que asumía todas sus responsabilidades, desde la gestión administrativa, el manejo de recursos, hasta el quehacer académico de FLACSO, pero también de su fino sentido del humor; su sarcasmo frente a las vanidades intelectuales dejaba a una gran cantidad de santos descabezados. Con las puertas de su despacho siempre abiertas, encontrábamos una idea, una sugerencia, una respuesta atinada a nuestras consultas. También, sabía elaborar sus críticas con respeto y con la elegancia de quien no presumía de sí. Una vez que se tomó el tiempo para hacérmele observaciones a un texto, me dijo con su sabido sarcasmo: «mirá, cuando uno escribe un artículo malo, le pone un buen título y así tal vez lo salva». Él podía estar interactuando con destacados intelectuales en cónclaves internacionales y con otros que llegaban a buscarle como un referente indispensable de la realidad centroamericana, y no perdía oportunidad para ponernos en contacto con ellos, cuando él veía una ocasión propicia. Fueron muchos los relatos y las vivencias personales de las cuales tuvimos la ocasión de compartir.

Ya en aquel entonces Edelberto había dejado de tributarle lealtades al saber del establishment, fuera este de izquierdas o de derechas. Le recuerdo una visionaria reflexión previa a las elecciones de Nicaragua en 1990, cuando nos dijo «estas elecciones las pierden los sandinistas y eso será lo mejor que les puede pasar». Recuerdo cómo aquella frase nos dolió, pues todavía conservábamos una idealizada simpatía por la revolución sandinista, pero más nos impactó el constatar aquella certeza suya para superar la ilusión del inmediatismo, las obviedades y las romantizaciones, o «para entender lo que en el velo de las apariencias parecieran ser causas similares».3 Por eso, un par de años después cuando analizábamos la posición de la región en la recomposición geopolítica hemisférica y global, luego de la caída de la Cortina de Hierro, nos hizo partícipes de una frase suya «Centroamérica nunca más». Y así fue, las prioridades globales se desplazaron pronto a otros emergentes conflictos y el interés por esta región desde las agencias de cooperación comenzó a disminuir.

Hubo quienes en aquel entonces lo tildaban de pesimista, no obstante, como él mismo decía al pensamiento científico no le corresponde juzgar, ni repartir culpas. Pero también, su preocupación principal orbitaba en torno a las condiciones para seguir desarrollando la investigación en ciencias sociales; escéptico de algunas intelectualidades universitarias y de sus burocracias, también, se mostraba poco optimista debido a la caída de fondos no reembolsables para las ciencias sociales, por la invasión de las consultorías y de temas más cercanos a las agendas que él consideraba light.

Desde la Secretaría General, entre 1985 y 1993, Edelberto había sabido capitalizar el lugar de Centroamérica en la mirada de las agencias de cooperación para impulsar un programa académico, con el cual impulsó a la FLACSO como un importante referente del pensamiento social, pero también como parte de los nodos de una emergente red de circulación de ideas y de investigación con perspectiva regional. Junto a Xavier Gorostiaga, como Secretario General de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES), del entonces Programa Centroamericano de Ciencias Sociales del CSUCA, y Gabriel Aguilera Peralta director del Instituto Centroamericano de Documentación e Investigación Social (ICADIS), y con apoyo de la Fundación Ford, habían ideado y dirigido un pretensioso proyecto sobre la crisis en Centroamérica que dio como fruto varias investigaciones y publicaciones. También con el concurso de destacados historiadores e investigadores, coordinó la producción de seis volúmenes de la Historia General de Centroamérica, que fue publicada en 1993. Me correspondió en aquella ocasión que por casualidad me encontraba en Madrid cuando la publicación salió a la luz a cargo de la Sociedad Estatal del Quinto Centenario y Editorial Ciruela, cargar mis maletas con sobrepeso para llevar los primeros diez ejemplares de cada uno de los seis volúmenes de la obra. Me llamó al piso de nuestro común amigo y colega Fernando Harto de Vera, donde me hospedaba y me dijo: «no te podés venir sin traer al menos una colección».

Fueron muchos e inolvidables los aprendizajes en todos los campos, pero uno de los más importantes fue el desarrollo de destrezas para la gestión de recursos financieros que permitieran mantener nuestro programa de investigaciones luego en FLACSO Costa Rica. La preocupación por construir condiciones de trabajo tanto inmediatas como futuras era parte de nuestra vida cotidiana para nosotros en una institución que, bajo condiciones modestas, nunca ha contado con un presupuesto operativo para la investigación. A pesar de ello, Edelberto nos inculcó ese hábito de encontrar siempre pretextos válidos para investigar. Cuando todavía conversábamos con frecuencia, luego de su conocida, pero injustificada e inexplicable salida de FLACSO Costa Rica en 1994, me insistía en que como investigador social uno debería estar siempre reinventándose e ingeniando nuevas formas de desarrollar proyectos sin caer, insistía, en la mediocridad de las consultorías, ni en los temas superfluos que comenzaban a enrarecer las ciencias sociales. Puedo decir que aquello no me lo tomé como un simple consejo, pues fue una guía bajo la cual he intentado, pese a muchas restricciones, moverme en distintos campos sin las ataduras de las especialidades, ni de las disciplinas, ni de los recursos.

Edelberto había sido militante comunista, miembro de las juventudes del Partido Guatemalteco del Trabajo —PGT o Partido Comunista de Guatemala—. Esa vida política fue sin duda fruto de la herencia de sus padres Edelberto Torres Espinoza y Marta Rivas. También desde aquel escenario familiar los Torres Rivas —él y su hermana mayor Myrna—, vivieron el intenso periodo previo, durante y posterior a la Revolución guatemalteca —1944 y 1954—. Entre los muchos acontecimientos que marcan una vida de militancia se cuenta la relación suya y la de su familia con el Che Guevara, entonces apenas un joven de 24 años que había llegado a Guatemala para vivir la experiencia de una revolución, antes de convertirse en uno de los símbolos de la izquierda latinoamericana. Edelberto y Myrna lo acogieron en casa de sus padres pues, tal y como cuenta el Che en sus memorias, en Guatemala atravesó muchas penurias económicas; a pesar de ser médico, no tenía trabajo fijo y eso le llevó a vivir de la generosidad de sus amigos de la juventud arbenzista, entre quienes estaban los Torres Rivas antes de su filiación al PGT. Pese a la vivacidad e inteligencia del Che, Edelberto no llegó a profesar una gran admiración por aquél: «Fuimos amigos cuando no sabía que iba a ser un héroe. Si entonces lo hubiera sabido lo habría tratado diferente. No es que lo tratara mal, es que a veces sentía cierto desinterés hacia él. Ernesto tenía mucho carácter, como todo un porteño, y en Guatemala no estábamos acostumbrados a eso», comentó Edelberto en una entrevista para el diario Prensa Libre de Guatemala en 2017.4 Fue en Guatemala, a decir de los Torres Rivas, que a Ernesto Guevara se le comenzara al llamar el Che, después inclusive de que de manera jocosa se le pusieran otros apelativos.

Para Edelberto la caída de Arbenz y la intervención de las tropas de Esta- dos Unidos en Guatemala fueron acontecimientos decisivos, pues frente a sus ojos se cernía un futuro inmediato que lo llevaba o a tomar las armas e insertarse en la actividad guerrillera o a buscar los caminos para su desarrollo intelectual. Como señalaba Wright Mills, lo histórico y lo biográfico se conectan en algún punto, al punto de producir realidades singulares y distintas en condiciones singulares y distintas; por esa razón, en la biografía de Edelberto no se abrieron los caminos que luego de Guatemala llevaron al Che primero a Cuba y posteriormente, a Bolivia. Tras su exilio en México Edelberto retornó a Guatemala, fue allí cuando se afilió a las juventudes comunistas. En 1962, se graduó de abogado en la Universidad de San Carlos de Guatemala; su trabajo como abogado de los sindicatos afiliados al PGT lo colocaron bajo la mira del régimen y por eso cayó en prisión. Solo pudo salir con la condición de que de inmediato saliera del país y por eso fue por lo que, gracias a una carta de aceptación de la FLACSO, en 1963 viajó a Chile. Cuando en 1965, el Che Guevara dejaba Cuba para emprender su proyecto de extender la lucha guerrillera por el Tercer Mundo, Torres Rivas obtuvo su maestría de la FLACSO en Santiago. A partir de allí y sin abandonar su compromiso político, especialmente con Guatemala, se produjo su giro intelectual y el inicio de su prolífera actividad académica que no solo lo marcarían a él, sino a las ciencias sociales centroamericanas. Desde entonces se vinculó con los círculos de intelectuales que comenzaron a teorizar en torno a los problemas del subdesarrollo y de la dependencia, primero en torno a los trabajos de Raúl Prebisch, y luego entre el círculo de la «teoría de la dependencia».

Desde antes, pero también después de su fallecimiento, el 31 de diciembre de 2018, se han escrito valiosas remembranzas de su vida y de su obra intelectual. Precisamente, el profesor Jorge Rovira Mas, el biógrafo por excelencia de Torres Rivas5 autor de una de las más exquisitas de ellas, intitulada Edelberto Torres Rivas: centroamericano, razón y pasión, analiza con detalle su biografía y su obra. A ese respecto el profesor Rovira señaló muy atinadamente:

Desde mi punto de vista, nadie como él ha mantenido tan constantemente —en sus trabajos de investigación y en sus publicaciones— la perspectiva centroamericana, es decir, la visión siempre de conjunto —de lo común y de lo diverso a un tiempo— de las sociedades centroamericanas. Este constituye un mérito científico de extraordinaria importancia y que mucho ha tenido que ver en la singular calidad y pertinencia de su trabajo académico e intelectual.6

Quizás entre otras de las mejores biografías de Torres Rivas sobresale la de Marta Sandoval que dos meses después de su fallecimiento ofreció un importante recorrido por los territorios familiares, políticos, intelectuales y personales y puso de relieve en su narración, tanto el agudo sentido del humor como la actitud crítica y poco complaciente del maestro de las ciencias sociales.7 Al final de su texto, recuerda por medio de una anécdota de la investigadora Tatiana Paz, un rasgo infaltable en la biografía del maestro, su amor por los libros, por todos los libros. «Un libro en la basura no era algo que Edelberto pudiera soportar», es la frase con la que Sandoval cierra su artículo.

Ese mismo amor por los libros lo llevó a desarrollar una importante producción académica desde su temprana obra Interpretación del desarrollo social centroamericano, publicada por EDUCA en 1971, fue publicada primero en 1969 bajo el título en Procesos y estructuras de una sociedad dependiente: el caso de Centroamérica por la Editorial Prensa Latinoamericana en 1969, con una extensísima producción de libros, artículos y prólogos de libros, así como informes científicos de variada naturaleza, a lo largo de su vida, hasta su obra cimera Revoluciones sin cambios revolucionarios. Esta última que sin ser su publicación más reciente, fue el resultado de un largo proyecto que empezó diez años antes, que inició como un intento de volver a explicar los cambios económicos y políticos de Centroamérica desde los años sesenta y setenta, como continuación de su primera obra, para resultar finalmente, como lo explica en el mismo prólogo del libro, en un documentado intento de interpretación de la crisis política del periodo sesenta ochenta del siglo pasado que condujo a los intentos revolucionarios en Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Esa misma pasión, le llevó a tener siempre un libro en sus manos y a encomendar a sus amigos una carga de libros en cualquiera de sus viajes.

En este libro Torres Rivas se manifiesta crítico a las viejas interpretaciones que buscaban un patrón común en las dinámicas históricas y sociales de esos tres países, explicaciones según las cuales habría condiciones comunes para la instauración de regímenes autoritarios y para el auge de los movimientos revolucionarios. No obstante, en este análisis él realiza un esfuerzo por «distinguir la evidencia que las diferencias distinguen»,8 y de allí más bien su propuesta por comprender esas realidades en el vaivén entre lo parecido y lo desigual. La profesora Nora Garita elaboró en su momento una muy buena reseña del libro, casi inmediatamente después de su edición.9 También, la obra recibió el reconocimiento al libro del año seleccionado por la Latin American Studies Association (LASA) de Estados Unidos, con el Premio Iberoamericano que le fue entregado en mayo de 2013.

Entre su libro primero —la ópera prima—, a decir por el profesor Rovira, y Revoluciones sin cambios revolucionarios, se abre la vasta producción del más prominente intelectual centroamericano de las ciencias sociales, desde la segunda mitad del siglo XX, hasta nuestros días. Nació un 22 de noviembre de 1930, de padre nicaragüense y madre guatemalteca. Eran tiempos en los que se instauraban las peores dictaduras en la región y se iniciaba la agitación política en resistencia y el germen de movimientos revolucionarios. Él se presentaba a sí mismo como centroamericano, nacido en Guatemala. Este 31 de diciembre de 2019, se cumplió un año de su fallecimiento, a los 88 años, en su país natal, cuando Centroamérica mostraba significativos cambios entre la continuidad de una historia no redimida de desigualdades y dominación, y nuevos escenarios locales como evidencia de las diferencias y las singularidades entre espacios y tiempos.

Testigo como lo fue de una historia de injusticias y abusos de poder, su obra intelectual detalla esa crítica con magistral sabiduría, combatió tales abusos en el ámbito intelectual y no los permitía en su círculo inmediato. Una frase suya era «no merece respeto quien sabe que está arriba en la escalera y se le para en los dedos a quien viene detrás para que no lo alcance». No solo hemos heredado de sus enseñanzas ideas para pensar en Centroamérica, sino un ethos intelectual que en estos tiempos no debemos olvidar, ni dejar de lado.

Referencias

Garita Bonilla, Nora. «Revoluciones sin cambios revolucionarios, de Edelberto Torres Rivas». Anuario de Estudios Centroamericanos, vol. 39, n.° 1 (2013): 465-470. https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/anuario/article/view/11816.

Hemeroteca PL. «El Che en Guatemala: génesis de una leyenda». Prensa Libre, 7 de octubre de 2017. https://www.prensalibre.com/hemeroteca/ che-guevara-en-guatemala/.

Rovira Mas, Jorge. «Edelberto Torres Rivas: elogio de una vida por las Ciencias Sociales Centroamericanas». LiminaR. Estudios Sociales y Humanísticos, vol. 14 XIV, n.º 1 (enero-junio, 2016): 208-217. https://www.redalyc.org/ articulo.oa?id=74543269015.

Rovira Mas, Jorge. «Edelberto Torres Rivas: Centroamericano, razón y pasión». Anuario de Estudios Centroamericanos, vol. 26, n.º 1-2 (2000): 7-28. doi: http:// dx.doi.org/10.15517/aeca.v26i1-2.1925.

Sandoval, Marta. «Edelberto Torres Rivas, dejémonos de farsas inútiles». Plaza Pública, 01 de marzo de 2019. https://www.plazapublica.com.gt/content/ edelberto-torres-rivas-dejemonos-de-farsas-inutiles.

Torres-Rivas, Edelberto. Revoluciones sin cambios revolucionarios. Guatemala: F&G Editores, 2011.

Torres-Rivas, Edelberto. «Centroamérica: democracias de baja intensidad». Estudios Latinoamericanos, vol. 3, n.° 5 (1988): 30-37. doi: http://dx.doi.org/10.22201/ cela.24484946e.1988.5.47231.

Torres-Rivas, Edelberto. Interpretación del desarrollo social centroamericano. San José: EDUCA, 1971.

Notas

1 Polémica fue el nombre de la revista que junto a varios colegas guatemaltecos fundó en el entonces Insti- tuto Centroamericana de Documentación e Investigación Social (ICADIS), dirigido por su amigo y colega Gabriel Aguilera Peralta donde, aparte de Aguilera, conocí a entrañables amistades.
2 Edelberto Torres-Rivas, «Centroamérica: democracias de baja intensidad», Estudios Latinoamericanos, vol. 3, n.° 5 (1988): 34, doi: http://dx.doi.org/10.22201/cela.24484946e.1988.5.47231.
3 Edelberto Torres-Rivas, Revoluciones sin cambios revolucionarios (Guatemala: F&G Editores, 2011), 6.
4 Hemeroteca PL, «El Che en Guatemala: génesis de una leyenda», Prensa Libre, 7 de octubre de 2017, https://www.prensalibre.com/hemeroteca/che-guevara-en-guatemala/.
5 vid. Jorge Rovira Mas, «Edelberto Torres Rivas: elogio de una vida por las Ciencias Sociales Centroamericanas», LiminaR. Estudios Sociales y Humanísticos, vol. 14 XIV, n.º 1 (enero-junio, 2016): 208-217, https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=74543269015; Ibíd., «Edelberto Torres Rivas: Centroamericano, razón y pasión», Anuario de Estudios Centroamericanos, vol. 26, n.º 1-2 (2000): 7-28, doi: http://dx.doi. org/10.15517/aeca.v26i1-2.1925.
6 Rovira Mas, «Edelberto Torres Rivas: Centroamericano, razón y pasión», 15.
7 Marta Sandoval, «Edelberto Torres Rivas, dejémonos de farsas inútiles», Plaza Pública, 01 de marzo de 2019, https://www.plazapublica.com.gt/content/edelberto-torres-rivas-dejemonos-de-farsas-inutiles.
8 Torres-Rivas, Revoluciones sin cambios revolucionarios, 5.
9 Nora Garita Bonilla, «Revoluciones sin cambios revolucionarios, de Edelberto Torres Rivas», Anuario de Estudios Centroamericanos, vol. 39, n.° 1 (2013): 465-470, https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/anuario/ article/view/11816.


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