Editorial
Resumen: El 2 de abril del presente año, Estudios Sociales sufrió otra pérdida irreparable, con la desaparición física de Ofelia Pianetto, integrante del Consejo Editorial en la primera etapa de la revista. En la publicación número 1 de la revista, se publicó su trabajo «Coyuntura Histórica y Movimiento Obrero. Córdoba 1917–21». Siguen a continuación palabras de colegas, amigos y amigas como homenaje a su destacada figura intelectual.
OFELIA PIANETTO: RECUERDO DE UN VÍNCULO ENTRAÑABLE (POR LUIS ALBERTO ROMERO E HILDA SÁBATO)
Bajo el impacto de la muerte de nuestra querida colega y amiga Ofelia Pianetto, queremos compartir recuerdos de los vínculos que nos unieron a ella durante varias décadas y, sobre todo, aquellos que forjamos desde el PEHESA en los años de plomo y que nos marcaron para siempre.
En los sesenta Ofelia pertenecía al «mundo de la Historia Social». Luis Alberto cuenta: «Cuando empecé a estudiar, en 1962, esa era la ‹buena historia›, con un poco de Annales, otro poco de Past and Present y algo de todo lo que no fuera la historia de la Academia». En el centro de ese universo estaba el grupo de Buenos Aires, con José Luis Romero y Tulio Halperin Donghi, y su filial rosarina, donde Tulio, Ezequiel Gallo, Nicolás Sánchez Albornoz y otros iban en misión evangelizadora. El segundo centro estaba en Córdoba, donde al amparo de Ceferino Garzón Maceda, formaban escuela Carlos Sempat Assadourian, Aníbal Arcondo, y, con sus propios temas, Ofelia, que en su estadía en Francia se había nutrido con la versión francesa del marxismo histórico.
En 1966 se produjo una diáspora en la universidad pública, efecto del golpe de Estado de Onganía. Pero entre los que se quedaron y los brotes jóvenes de la Asociación de Historia Económica y Social todavía se pudo realizar en 1972 una reunión importante en Rosario (signo de los tiempos, esta fue boicoteada por colegas que militaban en el «campo revolucionario»). Sigue Luis Alberto: «En esa reunión conocí a Ofelia, que era amiga de Leandro Gutiérrez. En ese momento, con Leandro estábamos haciendo un trabajo sobre las huelgas de principios del siglo XX, un tema afín con sus trabajos, y tuvimos conversaciones muy animadas sobre nuestras preocupaciones comunes. Al año siguiente perdí contacto con la Universidad de Buenos Aires y dejé de ver a Leandro, hasta que nos reencontramos en 1978, ya en plena dictadura y con las universidades intervenidas. Así me enteré de la existencia del CEDES , donde él trabajaba, y del CISEA, centros que formaron parte de un esfuerzo colectivo de distintos grupos destinado a sostener la actividad intelectual y de investigación social en el contexto duramente represivo de esos años. Supe por Leandro que en el CISEA, con el fuerte respaldo de Jorge Federico Sábato, se estaba organizando un grupo de historia, donde junto con algunos jóvenes graduados (Juan Carlos Korol y Miriam Trumper), se integrarían Hilda Sabato —por entonces en Londres— y dos colegas que venían de la experiencia de ‹Historia Social›: José Luis Moreno y Haydée Gorostegui».
Con el ánimo de recuperar y mantener viva la tradición casi extinta de Historia Social se formó el Programa de Historia Económica y Social Americana (el PEHESA) que, con algunas bajas y sucesivas incorporaciones, se mantuvo unido mucho tiempo y luego se prolongó en el programa del mismo nombre que sigue funcionando en el Instituto Ravignani. En el contexto de dificultades políticas y económicas propio de esos primeros años, el foco de nuestra actividad colectiva fue convocar a colegas que estaban dispersos y aislados para mantener viva la conversación y el intercambio intelectual, y organizamos una serie de encuentros y seminarios abiertos que se fueron haciendo cada vez más concurridos. Empezamos invitando a quienes considerábamos nuestros «mayores» y las dos primeras charlas estuvieron a cargo de Horacio Giberti y Gregorio Weinberg. Entre los pocos referentes que seguían en la Argentina contábamos a Ofelia, que desde entonces comenzó a visitarnos en el PEHESA durante sus regulares visitas a Buenos Aires, donde su amiga Susana Fiorito tenía un «pied à terre». Fue una alegría cuando aceptó la invitación de Leandro a incorporarse formalmente al grupo como investigadora visitante.
De allí en más, anudamos una relación que perduró todo este tiempo. Durante esos primeros años, no fue fácil llevar adelante iniciativas colectivas pero logramos hacerlo, y con Ofelia mantuvimos un diálogo sostenido en torno a temas de investigación y tradiciones historiográficas compartidas. Su trabajo pionero sobre la organización de la clase obrera en Córdoba a finales del siglo XIX era una referencia obligada para quienes incursionábamos en la historia de las clases populares. En ese y sus demás trabajos, Ofelia combinaba rigor teórico con una gran capacidad de investigación, que producía resultados originales y creativos. Era un placer intelectual discutir con ella e intercambiar interrogantes, dudas y hallazgos. Hacia finales de los años 70 coincidimos en el estudio del mercado de trabajo y los trabajadores, que para ella culminó en su clásico «Mercado de trabajo y acción sindical en la Argentina, 1890–1922» (Desarrollo Económico, 1984) y para nosotros en el libro Los trabajadores de Buenos Aires: la experiencia del mercado, 1850–1880 (Sudamericana, 1992).
Con la caída de la dictadura, en 1983 se abrió una etapa nueva para la vida intelectual y cultural en el contexto de un proceso de democratización al que nos sumamos con entusiasmo. Ofelia fue parte activa de la reconstrucción institucional universitaria y de la renovación del campo académico y profesional en historia. Esa etapa nos vio colaborando en ese proceso, no solo a partir de reintegrarnos a nuestras respectivas universidades sino contribuyendo a la tarea más amplia de recomponer carreras, organizar encuentros, armar proyectos y crear revistas. Compartíamos iniciativas y nos cruzábamos en jornadas, seminarios, concursos docentes, a lo ancho de todo el país. Ya no era solo Buenos Aires el lugar de encuentro y Córdoba se convirtió, para nosotros porteños, en un destino frecuente donde hallábamos una vida intelectual efervescente, el afecto de amigos y colegas, y la cálida hospitalidad de Ofelia —Nena— y Luisito en su casa del Cerro. Allí profundizamos una amistad que trascendía la relación profesional y que perduró hasta ahora. No es fácil aceptar que ese lazo se ha truncado, pero nos queda el recuerdo de un vínculo entrañable.
HOMENAJE A OFELIA PIANETTO (POR ENRIQUE MASES)
La restauración democrática de los primeros años ochenta también significó la recuperación de la universidad pública y de las instituciones científicas del Estado. Al mismo tiempo, fue un escenario propicio para el encuentro y reencuentro entre colegas que habíamos permanecidos casi invisibilizados y aquellos que regresaban del exilio.
En esas nuevas circunstancias es que comienza mi larga y feliz amistad con Ofelia, la Nena. Relación que se fue consolidando a través de espacios de discusión en encuentros más o menos formales, o en eventos académicos de mayor envergadura, los que invariablemente concluían con largas sobremesas que resultaban agradables, distendidas, jocosas y hasta provechosas por lo menos para quien escribe estas líneas.
Mucho antes de conocerla personalmente, yo ya me había aventurado en sus investigaciones sobre la organización de la clase obrera en Córdoba y leído su artículo iniciático en Desarrollo Económico sobre el mercado de trabajo y la acción sindical[1]. Análisis que me resultó original, novedoso y sugerente no solo por ser uno de los primeros en abordar esta temática desde el campo disciplinar académico de la Historia Social, sino también por romper con esa vieja mirada que concebía el mundo del trabajo urbano y rural como compartimentos estancos sin vasos comunicantes ni visos de interrelacionidad.
Y esa misma imagen de fina inteligencia y agudeza reflexiva que se me antojaba poseía la autora, se confirmó plenamente cuando en el año noventa, en unas jornadas sobre el 1° de mayo en Rosario, comentó uno de mis primeros escritos sobre el mundo del trabajo en la Norpatagonia. A partir de ese momento, comenzó a una cálida y fluida relación intelectual y una amistad duradera, que tal vez tuvo su punto más alto cuando, con otros compañeros de aventura[2], iniciamos el esfuerzo editorial que supuso la edición de Estudios Sociales, revista pensada para difundir la producción intelectual del interior del país, particularmente de las investigaciones que se desarrollaban en las distintas Universidades Nacionales y otras instituciones sociales.
El rigor teórico metodológico de sus trabajos, así como las conclusiones creativas que abrieron nuevos caminos investigativos, convirtieron a Ofelia Pianetto en uno de los puntales sobre lo que se reconstituyó la historia social post dictadura.
La partida de la Nena me deja el recuerdo. Como amigo, de su bonhomía, su calidez y su reiterada hospitalidad en su casa del cerro Las Rosas, y como colega mi admiración por su fina percepción y reflexión sobre el papel de los trabajadores en el amplio mundo de la historia social argentina.
OFELIA: DEL CEIS AL CESCO Y EL LARGO CAMINO A LA DEMOCRACIA (POR CÉSAR TCACH)
Venciendo años y desdibujando arrugas, fue siempre, la «nena Pianetto». En 1975 participó de la experiencia del CEIS (Centro de Estudios e Investigaciones Sociales), una institución que docentes de la Facultad de Filosofía habían constituido ante el avance de la represión llevada adelante por las 3A y el gobierno de Isabel Perón en la Universidad Nacional de Córdoba. Allí, —en una casa vieja alquilada frente al viejo teatro Rivera Indarte— daba un curso de historia argentina junto a Elisabeth «Bety» Feigin, esposa de Gustavo Roca (hijo de Deodoro, padre de la Reforma Universitaria de 1918).
Durante la dictadura fue detenida por un tiempo breve pero eterno junto con su esposo, el abogado Luis Costa, en la D2, centro clandestino de detención ubicado en las inmediaciones de la plaza San Martín, en el antiguo cabildo de la ciudad. Con el respaldo de Waldo Ansaldi y Francisco Delich contó con una beca de CLACSO para especializarse en el estudio del movimiento obrero.
Tras el advenimiento de la democracia fundó el CESCO (Centro de Estudios Sociales de Córdoba) en 1985, que estaba formado por exiliados provenientes de México, Ecuador, España, Israel y por exiliados internos excluidos de la universidad de la dictadura. Los tres «viejos» de ese centro eran ella, Anibal Arcondo y Bety Feigin, quien se hacía cargo de la cuota mensual de aquellos que éramos —por nuestra precariedad económica— más remisos en pagar. De esa experiencia participaron las tres Silvias (Rointenburd, Romano y Palomeque), Cristina Boixados, Gardenia Vidal y María Cristina Mata (discípula de Héctor Schmucler). Oscar del Barco (también proveniente de México), asesoraba con sus consejos, pero no tenía una participación activa.
Semanalmente, Ofelia organizaba reuniones en la que debatíamos temas de investigación y, sobre todo, soñábamos y vibrábamos al calor de la primavera alfonsinista. Desde el CESCO se planificó la recuperación de la Facultad de Filosofía y Humanidades, en manos de sectores que habían sido condescendientes con la dictadura militar.
Fue semilla del Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades (CIFYH) y suministrador de becarios al renovado CONICET. De modo coetáneo, fue la puerta de entrada a Córdoba de académicos e intelectuales radicados en Buenos Aires, Luis Alberto Romero, Hilda Sabato, Marcelo Cavarozzi, Liliana De Riz. También la llave del reencuentro de Pancho Aricó y Waldo Ansaldi con el mundo cultural y universitario cordobés
Los nexos con Rosario comenzaron a forjarse a partir de la amistad de Ofelia con Ricardo Falcón, ambos unidos por la pasión de desentrañar las claves de la historia del movimiento obrero en la Argentina. Con Marta Bonaudo, su amistad duró toda la vida.
Quedan en la memoria sus aportes historiográficos, su contención afectiva de quienes padecían injusticias en la universidad predemocrática, su aliento a los jóvenes, su rol de organizadora de la cultura alternativa en Córdoba; su compromiso, su honestidad intelectual y su culto a la amistad.
Su último texto publicado fue un capítulo de libro —que tituló Sindicatos y política en Córdoba (1930–1943)— en una obra que coordiné: Córdoba Bicentenaria. Claves de su historia Contemporánea editado por la UNC cuya segunda edición fue publicada en 2017. ¡Hasta siempre y siempre presente NENA PIANETTO!!!
NUESTRO HOMENAJE A OFELIA (POR NOEMÍ GOLDMAN, COLEGAS Y AMIGOS DEL INSTITUTO RAVIGNAN)
Con profunda tristeza, comunicamos el fallecimiento de nuestra colega la Profesora Ofelia Pianetto, ocurrido en Córdoba el viernes 2 de abril pasado.
Ofelia fue una trabajadora incansable, historiadora comprometida, docente exigente y maestra generosa. Pionera en los estudios de historia social de los trabajadores en la Argentina, sus investigaciones sobre la organización de la clase obrera en Córdoba constituyen un hito en la materia. Entre sus principales trabajos se cuentan «La organización de la clase obrera en la ciudad de Córdoba, 1870–1895», en colaboración con Hilda Iparraguirre, publicado en la Revista de la Universidad de Córdoba en 1967; «Industrias y conformación de la clase obrera en Córdoba, 1880–1906», en la misma Revista en el año 1972; su ya clásico «Mercado de trabajo y acción sindical en la Argentina, 1890–1922, publicado en Desarrollo Económico en 1984; «Coyuntura histórica y movimiento obrero en Córdoba, 1917–1921» que vio la luz en 1991 en Estudios Sociales y luego en inglés como parte del libro compilado por Jeremy Adelman Essays in Argentine Labour History, 1870–1930. Con James Brennan compiló el muy citado volumen Region and Nation. Politics, Economy, and Society in Twentieth–Century Argentina, publicado por St. Martin´s Press, Nueva York, 2000.
Ofelia se formó en la Universidad de Córdoba, en plena efervescencia de la década de 1960, donde trabajó en el Instituto de Estudios Americanistas bajo la dirección de Ceferino Garzón Maceda. Por entonces, inició también su carrera docente que fue bruscamente interrumpida cuando el gobierno nacional intervino la universidad en 1974, situación que se agudizó más tarde después del golpe militar de 1976–83. La dictadura cercenó toda actividad política y cultural por lo que, si bien Ofelia y su compañero Luis Costa permanecieron en Córdoba, sufrieron el «exilio interno» con todas sus dificultades.
Con la caída del gobierno de facto en 1983, renació la actividad intelectual y académica, y Ofelia se reintegró a las actividades docentes y de investigación en la Universidad, en la Escuela de Comunicación y en el Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades, institución que contribuyó a crear y donde fue primera coordinadora del área de Historia y de la Revista Cuadernos. Serie Economía y Sociedad. Más allá de sus cargos formales, Ofelia fue sobre todo una formadora de jóvenes investigadores, una verdadera maestra, que reunió en torno suyo a sucesivas generaciones. También fue parte de la renovación de la disciplina más allá de su propia casa de estudios, colaborando en la ardua tarea de recomposición de las carreras de Historia del país y de los ámbitos de diálogo e intercambios que, como las Jornadas de Historia Económica y de los Departamentos/Escuelas de Historia, han sido clave en la conformación de un campo académico y profesional.
Notas