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ESCRITORAS EN CONFLICTO. LA MIRADA DE EDUARDA MANSILLA COMO CRONISTA DE VIAJE
Gramma, núm. Esp.10, 2020
Universidad del Salvador

Artículos

Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
núm. Esp.10, 2020

Recepción: 11 Abril 2020

Aprobación: 15 Mayo 2020

Resumen: Eduarda Mansilla de García (1834-1892) es una escritora que podemos pensar como emblemática para el siglo xix en la Argentina. Su lugar como mujer perteneciente a una familia tan representativa como es la Rosas-Mansilla la posiciona en ciertos espacios a los que podríamos enunciar con el rango de «en transición». Ella, al igual que otras escritoras argentinas, vivió y escribió la Argentina del siglo xix, con sus cruces y conflictos. Y, en los avatares de una modernidad incipiente, viaja como acompañante de su marido a Estados Unidos; un país que propicia la apertura y la revisión de ciertos planteamientos respecto del lugar que ocupa, en lo público y lo privado, la mujer. En 1882 escribe Recuerdos de viaje, una obra que pone en texto su mirada como cronista, como escritora, como pensadora, como mujer, acerca de lo que representa ser mujer y escritora en el siglo xix. En esta presentación nos proponemos indagar acerca del rol de la mujer como escritora en un entrecruzamiento de cosmovisiones: ¿Cuál es el lugar asignado a la mujer escritora en la argentina decimonónica? ¿Cuál es el lugar asignado a la mujer escritora en América del Norte?

Palabras clave: Viaje, Mirada, Escritura, Construcción, Mujer.

Abstract: Eduarda Mansilla de García (1834-1892) is a writer we can think of as emblematic for the 19th century in Argentina. Her place as a woman belonging to a family as representative as the Rosas-Mansilla, positions her in certain spaces that we could enunciate with the rank of «in transition». She, like other argentine writers, lived and wrote the Argentina of the 19th century, with its crosses and conflicts. And, in the vicissitudes of an incipient modernity, she travels as a companion of her husband to the United States; a country that encourages the opening and revision of certain approaches regarding the place occupied, in the public and private, women. In 1882 he writes Recuerdos de viaje. A work that puts in text her look as a chronicler, as a writer, as a thinker, as a woman ... about what it means to be a woman and a writer in the 19th century. In this presentation we propose to inquire about the role of women as writers in a cross-cultural worldview: What is the place assigned to women writers in nineteenth-century Argentina? What is the place assigned to the female writer in North America?

Keywords: Travel, Look, Writing, Construction, Woman.

Eduarda Mansilla contrae matrimonio con Manuel Rafael García, diplomático y miembro de una familia rivadaviana y unitaria, en 1855. Este vínculo abre el mundo a la cosmopolita Eduarda, permitiéndole viajar y vivir largos años en Europa y Estados Unidos (Szurmuk, 2000). Así, esta mujer del Río de la Plata se traslada y despierta su mirada en otros lugares, mientras reflexiona acerca de su América.

En 1860 emprenden el primer viaje a Estados Unidos, este acontecimiento será el que se relate en la obra Recuerdos de viaje (1996). En principio el texto se publica en forma de folletín (1880) en la Revista La Gaceta musical. Y, dos años después, tomará la forma de libro.

Tal como señala Szurmuk

Recuerdos de viaje fue pensado como el primer tomo de una serie de relatos de viajes que Eduarda no escribió. Aunque tanto ella como otras escritoras habían publicado relatos de viajes en revistas, éste será el primer libro de viajes publicado por una mujer argentina (2000, p. 86).

El viaje de Eduarda, acompañando a su esposo, no coincide ni en tiempo ni en realidad con la producción de la obra, así como tampoco con su posicionamiento como mujer. El tiempo del enunciado y el tiempo de la enunciación varían. Viaja en 1860, pero escribe en 1880.

Al momento de la escritura se encuentra en la Argentina, ella misma ha emprendido un viaje personal que la ubica en un espacio de claras reflexiones (personales, sociales, culturales, políticas, ideológicas, religiosas e intelectuales). Desde la ciudad de Buenos Aires, como cronista de un viaje al pasado, escribe acerca de su estadía en Washington durante la guerra de la Secesión. En un viaje de reconstrucción de la memoria (de su memoria), se escribe a sí misma veinte años después. Ya no es la esposa del plenipotenciario argentino, ya no tiene veintisiete años.

Eduarda ha abandonado la ciudad de París y con ello a su familia. Regresa a Buenos Aires en 1879 bajo la excusa de atender a su madre; sin embargo, la realidad es otra. Tras diecinueve años de matrimonio y de viajar por Europa y Estados Unidos, decide dedicarse a la literatura y busca su consolidación como periodista en su ciudad natal. Tal como lo enuncia Crespo (2016) «más que de una joven que ha atravesado una experiencia de viaje formadora, se trata aquí de una escritora que quiere generar una voz autorizada en su público argentino» (p. 20).

En este contexto escribe su Relato de viajes, en paralelo al emprendimiento de uno de los más complejos viajes de su vida. A diferencia de su obra literaria, su desplazamiento no tiene retorno, involucra pérdidas esenciales, pero es el único camino que encuentra para salvaguardar su alma y su deseo de intelectualidad.

Para ese trabajo de memoria que emprende Mansilla en Recuerdos de viaje, ella debe olvidar o censurar, ciertas secuencias conflictivas de su vida personal, que a su vez le permitan recordar otras secuencias públicas de prestigio. Será entonces gracias a esta operación de edición de la memoria que será capaz de construir desde el incómodo presente en el que vive, una imagen del pasado que no suscite muchas preguntas (Denegri, 2017, p. 46).

La casi elisión de la figura de su esposo en la historia es un aspecto interesante que vislumbra ese devenir emocional de la escritora, solamente es mencionado en una ocasión y la voz que elige para que lo nombren es la de las mujeres solteras norteamericanas. Muda la voz de una narradora «esposa de» a la de una que tiene (o al menos pretende tener) autonomía como mujer.

Así, en relación con lo que propone Denegri y tal como señala María Laura Pérez Gras (2010), existe una diferencia en cuanto a la génesis textual entre el relato de quien narra lo que va observando durante el trayecto y el relato de quien narra experiencias de viaje distantes en el tiempo.

las notas tomadas durante el viaje se vuelven un documento histórico y el trabajo de la escritora es el de integrar ese material fragmentado en un todo de unidad y sentido. Esta tarea es labrada a partir de recuerdos, subjetividades y elementos de la propia tradición, que interfieren en la recreación de lo observado durante el viaje. No sólo la perspectiva de Eduarda en su texto está determinada por su clase social, género, etnia, lengua, origen, religión, contexto familiar e instrucción, sino que el devenir de los acontecimientos y la experiencia acumulada entre el tiempo del enunciado y el tiempo de la enunciación juegan un papel fundamental (Pérez Gras, 2010, p. 294).

Es menester destacar que, para la intelectualidad argentina de 1880, la noción del viaje se hallaba estrechamente ligada con el cultivo de la sensibilidad estética y era apreciado como una suerte de ritual iniciático del hombre hacia el mundo civilizado. Era el germen de la distinción, y una instancia crucial de formación que consintiera al individuo el miramiento entre lo bello (lo civilizado) y lo rústico (lo bárbaro). Claro está que este pensamiento se asocia, naturalmente, con los presupuestos ideológicos que atravesaron a la joven generación argentina y que, para la Generación del 80, representaba un legado a continuar.

Esta es la tradición que hereda Eduarda (Crespo, 2016). No obstante, en su situación se producen dos cambios. El primero se relaciona con su género: la idea de viaje (de viaje de iniciación, de viaje de aprendizaje) siempre fue pensada y concebida para varones y, puntualmente, para varones a los que se les hubiere asignado una tarea a cumplir en ese viaje. El segundo se asocia con su posición frente al viaje, Eduarda no solamente escribe sus relatos tiempo después de la realización concreta de estos, sino que posee propósitos personales en esa producción.

Quizá podamos hablar de un viaje de iniciación tardío, una memoria de un viaje (y de todos los viajes) que habilitan a una Eduarda adulta, reflexiva y decidida, a pensarse y construirse desde nuevos lugares de la enunciación. Del mismo modo que ese viaje no se cuenta literalmente como aconteció, sino que muestra su lectura años después, la que escribe también se transformó.

Retomando las conceptualizaciones de Szurmuk (2000), el género de la literatura de viajes era considerado en el siglo xix uno de los más populares entre los hombres públicos. De esa manera, se podía comprobar en esos tiempos que casi todas las figuras masculinas de la cultura y la política de la segunda mitad del siglo xix publicaron sus impresiones de viaje en volúmenes que eran leídos con interés y comentados en los círculos de poder.

El desafío de Eduarda Mansilla no consiste en dialogar con esos otros cronistas de viajes. Así como lo hizo con Pablo o la vida en las pampas (1999), posee una estrategia discursiva que desanda caminos frecuentemente recorridos por otros. Ella expondrá, con el cúmulo de contradicciones internas que es factible de reconocer en sus líneas, tópicos que interesan a las mujeres de su tiempo, como ser: la profesionalización, la maternidad, el confort hogareño, el lugar de la mujer.

Llama la atención que Eduarda no elija el escenario europeo que le es tan afín y en cuyos salones ha brillado, para convertirlo en objeto de sus recuerdos, y prefiera, en cambio, a los vecinos del Norte. Quizá lo hace precisamente porque el nudo del conflicto que entraña su experiencia norteamericana despierta en ella un mayor interés polémico y literario: sentimientos ambivalentes de atracción y rechazo por una república a la vez hermana (en tanto parte de América) y distante en cuanto a la lengua, la cultura, las costumbres (Lojo, 2003, p. 15).

Además, la escritora —en su lugar de cronista— se toma la licencia de abordar temas políticos defendiendo dos puntos de vista que, en la Argentina de los 80, son por demás impopulares. En primer lugar, confiesa haber simpatizado con el Sur en la guerra de la Secesión en Estados Unidos (recordemos que su confesión es en retrospectiva). Y, en segundo lugar, condena el exterminio indígena realizado en Estados Unidos y repudia el sistema de reservaciones indígenas. Es menester destacar que estas expresiones las realiza un año después de la Campaña del Desierto y que rechaza un sistema que es admirado y pretende replicarse en la Argentina en ese momento (Szurmuk, 2000).

La ideología de Eduarda Mansilla está plagada de contradicciones internas. Por un lado, defiende a los sioux, por otro admira la sociedad esclavista del sur de Estados Unidos. Defiende los derechos y la libertad de las mujeres, pero se horroriza frente a la proliferación de técnicas ginecológicas que ayudan a la mujer a controlar su ciclo reproductivo. Y es, ante todo, y como ella se define, una «lady»; Mrs. García en Estados Unidos, la sobrina de Rosas, la hermana del famoso escritor argentino, y la joven esposa del diplomático que puede, en perfecto francés, describirle Paris al exiliado Conde de Orleans, heredero legítimo de la corona francesa (Szurmuk, 2000, p. 86).

Mansilla intenta reinventarse en el espacio narrativo como una profesional de las letras, emancipada de las uniones conyugales y domésticas. Este, consideramos, es el punto crucial: su interés por el lugar que ocupan las mujeres en el mercado laboral estadounidense, mientras ella misma se dirime en su pensamiento acerca de la emancipación de la mujer. América del Norte y América del Sur, a través de la pluma de la escritora, rastrean la respuesta a un interrogante que, si bien es una disquisición de época, es un cuestionamiento netamente personal.

Batticuore (2005) lo expone en estos términos:

Aunque Eduarda Mansilla se desenvuelve como una verdadera profesional de las letras, a diferencia de otras colegas como Gorriti y Manso, no alienta demasiado la expansión de las literatas, sino que se mantiene siempre firme en el reclamo de una educación sobria y útil para las mujeres. Una educación que modele en ellas la «autoridad materna» y no la voz de la autora (pp. 252-253).

El capítulo xii de la obra se centra en la cuestión del trabajo intelectual femenino. «La mujer americana practica la libertad individual como ninguna otra en el mundo y parece poseer gran dosis de self reliance (confianza en sí mismo)» (Mansilla, 2011, p. 127).

Observadora del lugar que ocupa la mujer escritora y periodista en Estados Unidos, piensa y contrasta su mirada como argentina.

En el periodismo, véseles ocupando de frente un puesto que nada de antifemenino tiene. Los periódicos en Estados Unidos, el país más rico en publicaciones de ese género cuenta con una falange que representa para ellos el elemento ameno. Mujeres son las encargadas de los artículos de los Domingos, de esa literatura sencilla y sana que debe servir de alimento intelectual a los habitantes de La Unión, en el día consagrado a la meditación (Mansilla, 2011, pp. 129-130).

Unas líneas a continuación, agrega la misma Eduarda: «las mujeres tienen un medio honrado e intelectual para ganar su vida; y se emancipan así de la cruel servidumbre de la aguja, servidumbre terrible desde la invención de las máquinas de coser» (Mansilla, 2011, p. 130).

Así, Mansilla sitúa en su discurso el tópico del trabajo femenino. Destaca que, en el país del Norte, el periodismo es el puesto principal que desempeñan las mujeres. La liberación de la servidumbre que la circunscribe a tareas dentro del ámbito de lo privado, a las labores feminizadas, al lugar de la acompañante en la sombra de hombres públicos; Eduarda exhibe impetuosamente que aquí anida la intensidad de una mirada de mujer que, al igual que sus pares, merece un espacio de intelectualidad vedado por siglos; al que ahora reclama a viva voz.

En sus escritos Eduarda está poniendo en discusión el lugar de lo público y lo privado. El interrogante sería: ¿Qué tan público es lo público, y qué tan privado es lo privado?

La mujer, en la Unión Americana, es soberana absoluta; el hombre vive, trabaja y se eleva por ella y para ella. Es ahí que debe buscarse y estudiarse la influencia femenina y no en los sueños de emancipación política. ¿Qué ganarían las americanas con emanciparse? Más bien perderían y bien lo saben.

Las mujeres influyen en la cosa pública por medios que llamaré psicológicos e indirectos (Mansilla, 2011, p. 129).

Subrepticiamente, la mujer intelectual norteamericana ha sabido introducirse no solamente en lo público, sino en la psiquis de sus lectores. Tras la ingenuidad de un artículo dominical, ella es capaz de sembrar ideología. Entonces podemos concordar con Eduarda cuando se pregunta ¿para qué necesita la emancipación la mujer? Si la obtiene podría perder ese espacio de poder que tan hábilmente ha conquistado.

La mujer argentina, a la que se la piensa para desempeñar roles vinculados con lo privado, como esposa y madre, puede —desde ese espacio— tener el poder tanto para influenciar como para formar tanto a sus hijos como a su marido. Si bien no desestima este dominio, si lo cuestiona cuando reclama su lugar como escritora y como intelectual en lo público.

Posiblemente Eduarda, como una pionera en sus planteos respecto del lugar de la reporter en América del Sur, busque eso: el reconocimiento de las mujeres como periodistas; situación que admira (tal vez con un dejo de envidia) en la mujer norteamericana. En América del Norte la mujer no «debe elegir» entre su familia y su vocación, puede tenerlas a ambas. Para la mujer sudamericana esto es una utopía.

Ella, la mujer cosmopolita, la nómade (más que viajera) (Lojo, 2003), la traductora, la intérprete que pudo contar en francés la historia del pueblo argentino, se cuestiona el precio que se debe pagar por ser una intelectual en su tiempo, en su país.

Eduarda no es exactamente una falsa poliglota sino una intérprete esmerada y dedicada, que busca ejercer su rol tanto como parecerlo. La figura de la intérprete, que tanto le cuadra a esta escritora argentina del siglo xix, es un efecto buscado, elaborado, producto de un esfuerzo acompañado de la exhibición, de la pose con la que luce a cada momento en el interior de las ficciones la habilidad para las lenguas extranjeras y su versatilidad para explicar en inglés lo que no tiene traducción en francés o español, en cada uno de sus textos (novelas, cuentos, libro de viaje) Eduarda Mansilla nos recuerda permanentemente ese don de lenguas: en sus escritos hay cantidad de palabras y expresiones que la escritora toma prestadas del inglés, el francés y a veces también el latín (Batticuore, 2005, pp. 242-243).

Los mecanismos discursivos que despliega, como cronista de viaje, exceden el plano de lo autobiográfico. Es dable aquí concebir a la escritura como un ejercicio privado que le permite a Mansilla la creación de su subjetividad como mujer, la que le fuera negada en otros ámbitos.

La mujer que escribe Recuerdos de viaje está aplicándose a sí misma, a un alto costo personal, ciertos modelos que le han revelado su experiencia yankee. […] Quizá testimonia, entre otras cosas, una nostalgia y una derrota íntimas. Pero también, después del viaje y de los viajes, supone una reintegración a la patria experimentada como seno materno y un compromiso intenso, desde una activa subjetividad femenina, para cooperar en la transformación, que no se obtiene sin lucha, tanto en el orden moral como en el orden natural (Lojo, 2003, p. 24).

El camino que escoge Eduarda supuso una redefinición de su identidad como mujer. El silenciamiento casi absoluto de la figura de su esposo en la obra y la presentación de una mujer que viaja sola (aunque siempre acompañada por algún chaperón) con sus hijos, la presenta desde otra perspectiva: sola (no separada, no divorciada). Se piensa y se escribe a sí misma desde esta representación, mientras pretende y necesita demostrar que la elección de una vocación, bajo la renuncia y el desprendimiento del núcleo familiar, ha valido la pena.

Referencias Bibliográficas

Batticuore, G. (2005). La mujer romántica. Lectoras, autoras y escritores en la Argentina: 1830-1870. Buenos Aires: Edhasa.

Crespo, N. (2016). Más que una guía de «admirabilidad»: Recuerdos de viaje (1880) de Eduarda Mansilla, Letras, 73. Recuperado 14 de junio, 2019, desde http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/guia-admirabilidad-recuerdos-viaje.pdf

Denegri, F. (2017). Cortar el nudo. Los relatos de viaje de Maipina de la Barra, Clorinda Matto de Turner y Eduarda Mansilla. Revista Chilena de Literatura, 96, 29-54.

Lojo, M. R. (2003). Eduarda Mansilla: entre la «barbarie» yankee y la utopía de la mujer profesional, Gramma, XV, 37, Buenos Aires: Universidad del Salvador, 14-25.

Mansilla, E. (2007). Pablo o la vida en las pampas. Buenos Aires: Colihue: Biblioteca Nacional.

Mansilla, E. (2011). Recuerdos de viaje. Córdoba: Buena Vista Editores.

Pérez Gras, M. L. (2010). Ojos visionarios y voces transgresoras. La cuestión del Otro en los relatos de viajes de los hermanos Mansilla. Anales de Literatura Hispanoamericana, 39. 281-304.

Sarmiento, D. F. (1882). Diario El Nacional. En: Pas, H. F. (2015) El don de los recuerdos: Domingo Faustino Sarmiento y la autobiografía como publicidad. Caracol 10 / Dossié.

Szurmuk, M. (2000). Mujeres en viaje. Alfaguara: Buenos Aires.

Notas

* Profesora y Licenciada en Letras. Especialista en Docencia Universitaria. Doctoranda en Letras por la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA). Docente e investigadora de la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Nordeste. Correo electrónico: milagrosguinazu@gmail.com


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