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ALIENACIÓN, POSMODERNIDAD Y POSCOLONIALISMO EN THE GRASS IS SINGING, DE DORIS LESSING
Gramma, vol.. 32, núm. 65, 2020
Universidad del Salvador

Investigación

Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 65, 2020

Recepción: 17 Mayo 2020

Aprobación: 23 Junio 2020

Resumen: Doris Lessing escribió The Grass is singing en momentos en que, en África, todavía imperaba el sistema colonial, aunque se vislumbraba su cercano fin. Por entonces, a mediados del siglo xx, la posmodernidad, el poscolonialismo y el capitalismo tardío enfrentaban al mundo ante el colapso de los valores sociales y éticos tradicionales, como también caían las certezas de la modernidad. La literatura de la época nos muestra que la subjetividad no es más que fragmentos arrojados (yectos), en una realidad alienada. The Grass is singing es la primera novela de Doris Lessing que constituye una metáfora del período posbélico; es el microcosmos constituido por un apartado lugar de Rhodesia que nos muestra los efectos del derrumbe de una época.

Palabras clave: Poscolonialismo, Posmodernidad, Capitalismo Tardío, Alienación, Subjetividad.

Abstract: When Doris Lessing wrote The Grass is singing, at a time when the colonial system still reigned in Africa, although its near end was in sight. At that time, in the mid-20th Century, Postmodernism, Postcolonialism, and Late Capitalism faced the world with the collapse of traditional social and ethical values, as well as the certainties of Modernity. The literature of the time shows us that subjectivity is nothing more than thrown fragments (ejects), in an alienated reality. The Grass is singing is the first novel by Doris Lessing that constitutes a metaphor for the post-war period. It is the microcosm constituted by a remote place in Rhodesia that shows us the effects of the collapse of an era.

Keywords: Postcolonialism, Postmodernism, Late Capitalism, Subjectivity.

It is terrible to destroy a person’s picture of himself in the interest of truth of some other abstractions

Doris Lessing, The Grass is singing

Cuando aparece esta primera novela de Doris Lessing, en 1950, en África, al igual que en Asia, comenzaba a producirse la desarticulación del estado colonial y la independencia de sus territorios. La escritora creció, entonces, en tiempos del sistema colonial. Sus primeras novelas fueron escritas durante un período transicional de la literatura contemporánea inglesa y poscolonial. Así, la condición transicional de su crianza entre dos momentos de la vida africana y de dos momentos de la literatura inglesa la convierten en un paradigma interesante de esta situación particular, tal como Susan Watkins destaca:

Critics have generally neglected to use ideas from post-colonial theory when discussing Lessing’s works. The joint guest editor of a recent special issue of the journal Doris Lessing studies on post-colonial Doris Lessing’s comments on the fact that few post-colonial theorists use examples from Lessing’s works to support their points, an absence he finds remarkable.

[Los críticos han descuidado tener en cuenta ideas de la teoría poscolonial cuando discuten los trabajos de Doris Lessing. El editor invitado de un reciente número especial de la publicación Estudios de Doris Lessing comenta acerca del hecho de que pocos teóricos del poscolonialismo toman ejemplos de trabajos de Doris Lessing para corroborar sus puntos de vista, ausencia que encuentra notable] (Chennels, 2001, p. 98[1]).

En este trabajo, nos proponemos mostrar cómo, en la novela de Lessing elegida, el microcosmos representado nos sitúa en el conflictivo momento en que posmodernidad, poscolonialismo y capitalismo modelizan a los personajes y su comportamiento. La narrativa de Doris Lessing da cuenta del proceso de reconfiguración identitaria que exhibe una delimitación cambiante, una nueva escena de pluralismo de espacios públicos y privados, pluralidad de voces y de sujetos que se abre sobre la diferencia. Como dice Leonor Arfuch: «El contar una (la propia) historia no será entonces simplemente un intento de atrapar la referencialidad de algo “sucedido”, acuñado como huella en la memoria, sino que es constitutivo de la dinámica misma de la identidad» (2005, p. 27).

A fines de los cincuenta y principios de los sesenta, la poscolonialidad, de alguna manera, coincide con el advenimiento del movimiento posmoderno, en un momento en que se producen los efectos del fin de los grandes relatos, en tanto los modernismos, es decir, las vanguardias históricas de principios de siglo xx, se desvanecían en propuestas menos innovadoras. Asimismo, el capitalismo multinacional y tardío redoblaba sus fuerzas con una acelerada expansión y una exacerbación del consumismo.

Lo posmoderno es contemporáneo del capitalismo tardío. Es un proceso estético ideológico en que el sujeto de la fragmentación cultural es un sujeto esquizoide o escindido que articula el tiempo y el ser e instaura los signos culturales situados en los márgenes de la identidad y del antagonismo social (Bhabha, 2013, p. 259). Asimismo, la posmodernidad abre el camino a un mundo diverso en identidades y subjetividades, lo cual se traduce en el desplazamiento de la visión omnisciente, dando lugar a la pluralidad de voces, la divergencia de opiniones, la presencia de las subalternidades. La cuestión identitaria condujo a las indagaciones acerca de las nuevas fronteras, nuevos derechos y replanteos de la democracia. Siendo considerada hoy la identidad como un concepto no esencialista, caracterizado por lo inacabado, da cuenta de la fragmentación contemporánea y, necesariamente, esta situación se proyecta en las relaciones entre el sujeto y las prácticas discursivas. De ahí, pues, que la representación quede afectada por la identidad, puesto que esta se construye en el discurso y solo en él. En este sentido, la narración, como un tipo de discurso, hace a la constitución de identidades, tanto individuales como colectivas.

Doris Lessing se sitúa en los bordes de la literatura inglesa y de la poscolonialidad, en un territorio que comenzaba la lucha por la independencia del sistema colonial. Esta particular inscripción témporo-espacial fronteriza implica la construcción de la identidad individual y narrativa de la escritora en una situación dinámica y conflictiva entre viejos y nuevos modelos identitarios individuales y colectivos.

La particular situación de haber nacido en la ex Persia, hoy Irán, siendo hija de ingleses y haberse criado en la colonia británica de Rhodesia del sur, llevó a Doris Lessing a situarse en los límites de su propia escritura y en los del ambiente intelectual de su época. Ella decía acerca de la tarea del escritor: «Do you have some sense of what the role of the writer should be? Is it to show us the world as it is, or the world as it or should be, or the world as it might be» [«¿Tiene usted alguna idea de cuál es el papel que debería tener el escritor? Es mostrarnos el mundo como es o el mundo como podría ser o el mundo como debiera ser»] (Barnes, p. 2013). En efecto, Doris Lessing lo hizo con la firme defensa de los derechos raciales y feministas. Era un momento crucial para los territorios que habían experimentado «la herida colonial» (Mignolo, 2006, p. 213), pues el proceso de descolonización, al liberar a los pueblos nativos, los sumió en estados de convulsión debido a que las metrópolis no estimularon el verdadero progreso y el desarrollo humano.

El modelo colonial se había adjudicado la formación y el control de los sujetos en los diferentes aspectos del ser, sumiendo a los colonizados en la descomposición social, política y cultural que sobrevino al fin del colonialismo. Cabe señalar que la fuerza de la opresión colonialista, ejercida por las metrópolis en sus territorios ultramarinos y en sus súbditos, Lessing la experimentó en la rigidez de su grupo familiar:

Doris Lessing’s double experience of working-class struggles and also of the opressiveness of family structures very much inflected her stance against racial apartheid. During the 1940s, she espoused a Marxist view of colonialism, which saw the European control of Rhodesia as an illegitimate appropiation of the land.

[La doble experiencia de Doris Lessing en las luchas de la clase trabajadora y, también, de la opresión de las estructuras familiares influyó en su postura contra el racismo del apartheid. Durante la década del cuarenta, ella adhirió al punto de vista marxista del colonialismo, el cual veía al control europeo de Rhodesia como una apropiación ilegítima de la tierra] (Wang, 2009, p. 44).

El deterioro de los territorios e individuos en la situación de descolonización es visible en la narrativa de la época y a través de escritores que, originarios de los espacios de dominio colonial, experimentaron, en su subjetividad, las consecuencias del descalabro generalizado. Podríamos ver el progresivo derrumbe psíquico de Mary Turner, protagonista de The Grass is singing, como una proyección individual de un estado de cosas caótico en que la existencia había sido librada a nuevas fuerzas, perdiendo la propia identidad.

También Aimé Césaire llama la atención acerca de los efectos del colonialismo sobre los colonizadores degradados por el sistema, en quienes se despertaban instintos de codicia, de violencia y de odio racial (2006, p. 13). Se pregunta también si acaso la forma de la llegada de los europeos a las colonias fue la acertada, puesto que esa incorporación de blancos europeos a tierras ya ocupadas milenariamente por pueblos nativos produjo zonas de contacto conflictivas, asimétricas, de relaciones amo-esclavo (Pratt, 2010, p. 33). Esos espacios sociales son el lugar de choque de diferentes culturas que significaron enormes consecuencias de pauperización y de pérdida de identidad, tanto para el sojuzgado nativo como para al colono pobre que terminó siendo engullido por el colono acaparador: «In the broader social context, the implication is that to feel outside the boundaries of apartheid is to struggle for an emotional survival that can come only at the expense of vanity, or life itself» [«En el contexto social más amplio, la implicación es que sentirse fuera de los límites del apartheid es luchar por una supervivencia emocional que puede venir solo a expensas de la vanidad o de la vida misma»] (Wang, 2009, p. 43).

La creciente destrucción de la personalidad de Mary y el profundo abatimiento y claudicación de Dick, impelido a vender su granja, son el síntoma de la crisis que arrastrara consigo el capitalismo tardío que pasaba a reemplazar al sistema colonial en retirada. Césaire sostiene que la colonización trabajó «… para descivilizar al colonizador, para embrutecerlo en el sentido literal de la palabra, para degradarlo», abriendo una gran brecha entre colonización y civilización, desbaratando la pretensión de formar con los dos términos una fórmula que, desde el inicio, fue un engaño, ya que la civilización esconde en sí misma la barbarie como negación del progreso; «… la colonización deshumaniza al hombre incluso más civilizado» (2006, pp. 14-19).

Desde el comienzo, The Grass is singing nos enfrenta al hecho consumado del crimen de Mary Turner en una granja de Rhodesia del sur (hoy Zimbabue), y, luego, en una analepsis que abarca el resto del relato, se desarrollan los acontecimientos previos a dicha muerte. Acerca del asesinato, corrieron comentarios entre los vecinos del distrito, no obstante, era necesario no agregar mucho más al hecho de que un joven nativo hubiera asesinado a una mujer blanca, a fin de protegerse ellos mismos de algo que podía salpicarlos a todos: «There was, it seeming, a tacit agreement, that the Turner case about, but never, never mentioned? It was their livelihood, their wives and families, their way of living at stake» [«¿Había, al parecer, un acuerdo tácito, acerca de que el caso Turner no debía mencionarse? Se trataba de su sustento, sus esposas y familias; su estilo de vida estaba en juego»] (Lessing, 2013, p 10).

Puede verse que el primer párrafo sintetiza el pensamiento colonial respecto de los nativos africanos: era un negro, era el criminal:

People all over the country […] felt a little spunt of anger mingled with that was almost satisfaction, as if some belief had been confirmed, as if something had happened which could only have been expected. When the natives steal, murder, or rape, that is the feeling white people have.

[En toda la región, la gente sintió un brote de ira mezclada con algo de satisfacción, como si alguna creencia hubiera sido confirmada, como si algo hubiera pasado y que solamente podría haber sido esperado. Ese es el sentimiento de la gente blanca cuando los nativos roban, matan o violan] (Lessing, 2013, p. 9].

El crimen de Mary Turner no era solo «a bad business» [«un mal negocio»], ya que, además de repercutir en la existencia de los blancos del distrito, también ensombrecía, contaminaba a todos los nativos al punto tal en que solo los policías blancos podían entender en el caso e interrogar a Dick, el esposo de Mary, y no podían hacerlo los policías negros. Además, era molesto el crimen de un nativo contra una mujer blanca: «When you have been in the country long enough, you will understand that we don’t like niggers murdering white women» [«Cuando usted haya vivido bastante tiempo en la región entenderá que no nos gusta que los negros maten a mujeres blancas»] (Lessing, 2013, p. 23), dijo el sargento Denham al recién llegado inglés Tony Marston, asistente de Charlie Slatter.

Tony, joven de veinte años, recientemente llegado de Londres, fue tomado como capataz por Charlie en vista de los planes de expansión de la granja que este albergaba. Es el testigo imparcial de los acontecimientos, neutralidad dada por su juventud, por su sólida cultura y por ser recién llegado al lugar. Es así como, en parte tenemos, desde su punto de vista, el relato de los hechos y la presentación de los personajes en un espacio ficcional que corresponde a una granja de Rhodesia del sur. Al ser observador directo de la vida de los Turner, por compartir una cabaña en la granja de estos, asiste al derrumbamiento psíquico de Mary, a la profunda tristeza de Dick y a la caída en la ruina económica del matrimonio: «... he saw it, impersonally, as a symptom of the growing capitalization of farming all over the world of the way small farmers would inevitably be swallowed by the big ones» [«… lo vio, impersonalmente, como un síntoma del crecimiento de la capitalización del granjero en todo el mundo en la forma en que pequeños granjeros son tragados, inevitablemente, por los grandes»] (Lessing, 2013, p. 193). La crítica colonial dio cuenta de esta realidad al explorar ciertas patologías sociales como la pérdida del sentido, en este caso, la que afecta a Mary Turner. Además, en individuos, todavía inscriptos en el sistema colonial, subyace una ambivalencia ética del honor y la culpa, e instala, en los espacios culturales y sociales, una relación antagónica.

Por la situación mencionada antes, Tony es el primero en ser interrogado por las autoridades policiales blancas, en particular, por el sargento Denham, quien le hizo sentir su autoritarismo en los gestos y en el interrogatorio. El clima caluroso, el paisaje árido, el dominio sobre el pueblo nativo contribuían a que esos hombres afincados allí desde hacía mucho tiempo se consideraran con derecho a tomar todo tipo de decisiones, en suma, a representar toda autoridad. A hombres como Slatter y Denham les importaban los hechos y no las teorías y las suposiciones. Para Tony, lo más importante no era el crimen como hecho en sí, sino conocer lo que esos hombres querían ignorar: las circunstancias y caracteres de Dick y de Mary Turner, «the pattern of their lives» [«el modelo de sus vidas»] (Lessing, 2013, p. 23). En cambio, para Slatter y Denham, contaban solo hechos como el posible intento de robo: «It was the disgust that he would feel for any social irregularity, no more than the distaste that comes from frailure of the imagination» [«Era el disgusto que él sentiría por cada irregularidad social, no más que el disgusto que tenía por la fragilidad de la imaginación»] (Lessing, 2013, p. 20). Conjeturar sobre un maltrato verbal de Mary Turner a su sirviente Moses les producía gracia, pues el machismo de ellos, como el de los nativos para con sus propias mujeres, suponía que algo frecuente como esa conducta de las patronas blancas del distrito hacia sus sirvientes africanos no era censurable, sino, más bien, objeto de broma. A esta situación de desigualdad de la mujer, se sumaba la hipocresía con la que era tratado el crimen por las autoridades policiales. Tony, como testigo lúcido e imparcial de la situación, advirtió lo que ellos no querían ver debido al escándalo que podía desatarse: «The one fact that remained still to be deal with was the necessity for preserving appearences» [«El único hecho que todavía quedaba por tratar era la necesidad de preservar las apariencias»] (Lessing, 2013, p. 26). Tony se dio cuenta de que, para ser miembro de esa sociedad, era necesario cerrar los ojos ante muchas cosas, y algo visible era que, en un espacio de violencia y de dominio del blanco sobre el africano nativo, la mujer blanca repetía la violencia machista ejercida sobre ella, proyectándola sobre sus sirvientes de color. Sometida a la pasividad por la autoridad del varón, la mujer descargaba su violencia e ira en los sirvientes. Tanto la filosofía como la literatura, regidas por el falocentrismo, han situado a la mujer en el lado de la pasividad. Falocentrismo y logocentrismo son solidarios en el sostenimiento de la autoridad masculina, desde hace bastante tiempo cuestionada (Cixous, 2010, p. 332). La sociedad patriarcal o los diversos mecanismos de dominación masculina pueden ser vistos como formas hegemónicas de poder que postulan su propia debilidad en el hecho mismo de su recurrencia. Al sometimiento de la mujer Mary lo había visto en el caso de su madre, luchando siempre contra la pobreza y la ruina del hogar debidas al alcoholismo paterno: «… she would begin to cry, as her mother had cried on this occasions, in a kind of dignified, martyred rage» [«… ella hubiera querido empezar a llorar como su madre había llorado en esas ocasiones, con una especie de digna ira martirizada»] (Lessing, 2013, p. 83). Al ver la precariedad de su casa y la extrema frugalidad de su vida con Dick, a Mary le pareció que regresaba al tiempo en que vivía con su madre, siempre remendando y poniendo parches. Incluso sentía que repetía la vida de su madre y, cuando no soportó más la situación, huyó al pueblo adonde había vivido antes de casarse. Esta decisión sería blanco de las sordas críticas de los pobladores del distrito, de las que ella y Dick no tenían idea alguna. No solo se mantenían alejados del resto de los granjeros, sino que tampoco eran muy buscados para relacionarse. Eran unos extraños en medio de una sociedad endogámica, y rompían, de este modo, con las conductas sociales marcadas por un sentido gregario de pertenencia. Tony entendió que «… fighting to defend itself that had been implicit in the attitude of Charlie Slatter and the sergeant» [«… en la actitud de Charlie Slatter y del sargento estaba implícita la lucha por defenderse ellos mismos»] (Lessing, 2013, p. 27), y supo que esa blanca civilización nunca admitiría una relación con una persona negra. Sabía que allí las conductas se regulaban por la ley del rebaño. Si él no se adaptaba, sería rechazado; lo había escuchado muchas veces: «getting used to our ideas» [«ir acostumbrándose a nuestras ideas»] (Lessing, 2013, p. 27). Tony pensaba también que un crimen involucra a dos personas y, en este caso, Mary Turner tenía parte de culpa: «… the causes of the murder must be looked for a long way back, and that it was they which were important» [«… las causas del crimen debían ser vistas como un largo camino de regreso y eso era lo importante»] (Lessing, 2013, p. 29). Sin embargo, para el sargento no era una cuestión de culpa, sino del crimen en sí. Slatter y él confiaban solo en hechos como si estos no estuvieran sujetos a la interpretación.

Cuando Dick presentó al sirviente destinado a su servicio, a Mary le disgustó la expresión descalificadora que él empleó: «He is not a bad old swine» [«Él no es un mal viejo canalla»] (Lessing, 2013, p. 59), al referirse al nativo. Ella no había tenido antes contacto con los africanos, pues su madre le había prohibido que hablara con ellos. Además, cuando vivía en el pueblo y frecuentaba el club, el «problema nativo», como se lo llamaba, era tratado por otras mujeres que se quejaban de sus sirvientes. Mary los temía, como la mayoría de las mujeres sudafricanas. Desde niña se le había prohibido salir sola a la calle porque los nativos podían hacerle cosas terribles. Estas experiencias fueron el caldo de cultivo de los sucesos desencadenantes del relato y ahondaron las diferencias con Dick respecto del trato con los sirvientes africanos, a los que debieron cambiar un par de veces por las acusaciones o impaciencias de Mary, a quien, además, le parecía horrible la actitud de su marido de simpatizar con ellos. No solo era eso, también creció el desprecio, el odio y el temor hacia los trabajadores de la granja: «… her will that he would do as she said, as she wanted, in every tiny thing. With the natives she was a virago» [«… él debía hacer la voluntad de ella, tal como ella decía, como ella quería, en cada pequeña cosa. Con los nativos, ella era un marimacho»] (Lessing, 2013, p. 72). No pensaba en los trabajadores de la granja como en seres humanos que debían comer y dormir, y tampoco en cómo vivían o qué hacían al volver a sus aldeas luego del trabajo diario. Cuando por la enfermedad de Dick quedó a cargo de la vigilancia de las tareas en las tierras, fue cruel, siempre con el látigo amenazante en la mano: «She had to crush down violent repugnance to the idea of facing the farm natives herself» [«Ella tuvo que aplastar la violenta repugnancia ante la idea de estar ella misma frente a la cara de los nativos de la granja»] (Lessing, 2013, p. 113). ¿Qué descargaba con su odio Mary? ¿La frustración de vivir con un marido al que no estimaba, no amaba? ¿El disgusto de vivir lejos del pueblo y de haber perdido a sus amigos, limitada su vida a una pobre cabaña en medio del inhóspito y sofocante calor de ese desierto? ¿Las carencias y las humillaciones del hogar paterno?

Los sujetos se constituyen a partir de prácticas sociales y de discursos de su propio tiempo, que constituyen, a su vez, la herencia de prácticas del pasado que se vuelven cuestionables. El contraste entre aquellos dos aspectos que conforman la subjetividad, debido a la obsolescencia de los discursos coetáneos, contribuyen a la fragmentación en el proceso constitutivo de los individuos. Mary se enfrenta a una realidad nueva en la cual naufragan los discursos heredados de la familia y de la sociedad. Hacia mediados del siglo xx, cuando Doris Lessing publicaba The Grass is singing, se producían cambios radicales en las prácticas sociales y en la circulación de los discursos, los cuales alteraron muchas formas cotidianas de relación que, inevitablemente, produjeron su efecto en la manera de constituir la identidad de las personas. «La identidad personal se conforma a partir de la confrontación entre los “modelos” que provee la realidad y nuestras propias valoraciones y conductas» (Díaz, 2009, p. 96).

Asimismo, la sensibilidad es una construcción social que involucra prácticas y discursos. Así, el relato nos presenta a la protagonista que enfrenta el contraste entre las prácticas y los discursos de su pasado, en que la sociabilidad y la camaradería le permitían compartir ideas y vivencias, y un presente totalmente distinto, signado por la soledad, frente a la presencia constante de un sirviente que despreciaba y un marido que pasaba el día en el campo con los trabajadores. Evidentemente, esta situación la llevó a un trastorno de la sensibilidad y a la distorsión psíquica, enfatizadas por la resistencia a aceptar el lugar al que había llegado luego de casarse. El efecto de todo esto es la acentuación enfermiza de la esfera personal. En este sentido, cabe señalar que, en el periodo previo a la independencia de Rhodesia del sur, actual Zimbabue, se produjeron también las consecuencias de la caída de los grandes relatos y el despliegue y la embestida del capitalismo avanzado en Occidente, con la revalorización del disfrute y del placer. Además, los juegos del lenguaje, entre viejos y nuevos, legitimados y deslegitimados, disuelven al sujeto social profundizando el individualismo, por lo cual, «cada uno se ve remitido a sí mismo y cada uno sabe que ese sí mismo es poco» (Mignolo, 2006, p. 36). Como efecto de un modo de posicionarse en la situación colonial todavía vigente, cabe señalar la manera en que Dick Turner y Charlie Slatter hablaban de sus trabajadores, expresándose con irritación y manifestando que los detestaban como población, aunque individualmente los estimaban. La presentación en la novela de esta conducta de los pobladores blancos hacia los nativos que trabajaban en condiciones de servidumbre —pues se les pagaba tan poco que vivían en la miseria— refuerza la idea de que aquellos habían naturalizado esta situación, creyéndose con derecho a explotar a quienes habían sido desposeídos de la propia tierra. En su pensamiento colonialista, estos granjeros veían solo su provecho y su beneficio:

They never cease complaining about their unhappy lot, living to deal with natives who are so exasperatingly indifferent to the welfare of the white man, working only to please themselves. They had no idea of the dignity of labour, no idea of improving themselves by hard work.

[Ellos nunca dejaban de quejarse sobre su infeliz grupo de gente, viviendo para lidiar con los nativos que eran tan exasperadamente indiferentes al bienestar del hombre blanco, trabajando solo para complacerse a sí mismos. Ellos no tenían idea de la dignidad del trabajo, ni del propio progreso por el duro trabajo] (Lessing, 2013, p. 80).

Dick hablaba de ellos como de «lazy black savages» [«perezosos salvajes negros»] sin reconocer que esos llamados «salvajes» habían cocinado y llevado adelante la casa mejor que su mujer y le habían dado una confortable existencia por años. Los nativos eran reclutados de la misma manera como lo hacía la vieja banda de prensa. Los hombres blancos salían a esperar a los grupos de nativos migrantes que buscaban trabajo en las calles y los juntaban en camiones, a veces, contra su voluntad. También los perseguían durante millas por los matorrales cuando trataban de escapar, los atraían con seductoras promesas de buen empleo; finalmente, los vendían a los granjeros blancos por cinco peniques por cabeza al mes y con contrato de un año. Por una ley sudafricana, los nativos con contrato no podían abandonar el lugar de trabajo (Lessing, 2013, pp. 119-120).

Mary Turner asumió la tarea de imponerse al grupo de ochenta nativos de la granja. Al ver que trabajaban con desgano, los amenazó con la policía, hablándoles, sin intermediación del capataz, acerca de la dignidad del trabajo, algo que para los sudafricanos blancos tenía el carácter de una doctrina. Les dijo también que debían tomar amor por la labor diaria y no por el dinero de la paga, y agregó: «The white man worked because it was good to work, because working without reward was what proved a man’s worth» [«El hombre blanco trabajaba porque es bueno trabajar, porque trabajar sin recompensa era lo que probaba el valor de un hombre»] (Lessing, 2013, p. 121). Esto lo dijo no pensando en ellos, sino en lo escuchado varias veces de su padre. Había algunos niños trabajando también, y esto no la conmovía: «She hated them all, every one of them» [«Ella los odiaba a todos, a cada uno de ellos»] (Lessing, 2013, p. 121).

La indolencia de los trabajadores y las sordas protestas que se levantaban entre ellos, que advierte Mary Turner, se debían a la incapacidad del capitalismo para integrar al trabajador como productor en su espacio laboral y darle la oportunidad de un trabajo creativo y no alienante como forma de la propia realización (Mandel, 1979, p. 490).

El odio fue creciendo en ella a medida que sentía desesperación por el lugar donde vivía, el calor insoportable de la casa pobre y pequeña, la soledad de ella y Dick en la granja, cuyos vecinos estaban a varias millas. Se fue hundiendo en la depresión, añorando cada vez más los días de su vida en el pueblo y sintiendo que se distanciaba de Dick, al que trataba con total indiferencia y autoritarismo: «He looked at her almost with horror, as an alien creature who had no right to be with him, dictating what he should do» [«Él la miró casi con horror, como a una extraña criatura que no tenía derecho a estar con él, dictándole lo que debía hacer»] (Lessing, 2013, p. 132). Mary estaba afligida por varias vagas enfermedades y visiones, además sufría nostalgia por su antigua vida en la ciudad, lo cual, en un momento, la llevó a tomar la decisión de irse al pueblo. Luego de que Dick la trajera de regreso a la granja, comenzó el proceso del deterioro anímico de ella: «This was the begginning of an inner desintegration of her. It began with this numbness, as if she could no longer feel or fight» [«Este era el comienzo de una interior desintegración de ella. Comenzó con esos entumecimientos, como si ella no pudiera sentir o luchar»] (Lessing, 2013, p. 107).

La nostalgia corresponde a un estado de ánimo que tiende a inmovilizar y a detener los intentos de acción. Invade a Mary a través de sus sentidos atormentados por el calor y el odio que siente por los nativos. Su aflicción es síntoma de insatisfacción acerca de la marcha de las cosas en su casa. A la par de la depresión, creció el abandono de todo. La mente de Mary estaba en blanco la mayor parte del tiempo y así olvidaba las mínimas tareas de la casa y de la granja. A menudo lloraba, sobre todo por las peleas con los sirvientes: «Her mind, nine-tenths of the time, was a soft aching blank» [«Dos por tres su mente era un suave dolor en blanco»] (Lessing, 2013, p. 157). Moses, el nuevo sirviente, era lo único que mantenía la atención de Mary, la cual no aprobaba con gesto alguno todos los cuidados que se tomaba el muchacho con ella y con la casa. Se sentía impotente en su poder después de que él una vez le tocara el hombro para consolarla en su llanto. Experimentaba también un miedo irracional ante la sensación de que él estaba siempre presente y, además, algo que no reconocería, una oscura atracción mezclada con enojo.

El convencimiento de la propia superioridad como mujer blanca sobre el joven sirviente nativo despertaba en Mary anhelos de confuso dominio. La diferencia seduce porque la dominación impuesta de la igualdad es una provocación inquietante. La transgresión de los límites raciales dentro de lo atinente a las relaciones sexuales aleja el temor de ajustarse a lo normativo de la propia seguridad. Se da un atrevimiento por suponer que explorar el mundo de la diferencia, el cuerpo del otro, dará un mayor placer y peligro que el que puede proporcionar alguien del propio grupo racial. Asimismo, esta fantasía de la otredad puede perturbar y subvertir la voluntad de dominar (Hooks, 2010, p. 481).

Este deseo de hacer contacto con esos cuerpos considerados otros, sin voluntad aparente de dominar, mitiga la culpa del pasado […], establece una narración contemporánea en que el sufrimiento impuesto por estructuras de dominación sobre los designados como otros se desvía por un acento sobre la seducción y el anhelo en que el deseo no es rehacer al otro a nuestra imagen, sino convertirse en el Otro. Es precisamente la añoranza por el placer lo que ha llevado al Occidente del hombre blanco a mantener una fantasía romántica de lo «primitivo» y la búsqueda concreta de un paraíso primitivo real, ya sea que su ubicación sea un país o un cuerpo, un continente oscuro o una piel oscura, percibidos como la encarnación perfecta de esa posibilidad (Hooks, 2010, p. 465).

Una rara sensación le producía el olor de Moses que le recordaba el hedor de los pantalones sucios de su padre. Esa extraña ambivalencia la perturbaba como algo prohibido y la sumía en una confusión en que se mezclaban el sueño y la vigilia:

He approaches slowly, obscene and powerful, and it was not only he, but her father who was threatening her. They advanced together, one person, and she could smell, not the native smell, but the unwashed smell of her father […], but at the same time it was her father, menacing and horrible, who touched her in desire.

[Él se acercó despacio, obsceno y poderoso y no era solo él sino su padre que la amenazaba. Ellos avanzaron juntos, uno solo, y ella pudo oler, no el olor del nativo, sino el sucio olor de su padre. […], pero al mismo tiempo, era su padre amenazante y horrible, que la tocó con deseo] (Lessing, 2013, p. 174).

Freud señala que los delirios pertenecen al grupo de estados patológicos que no realizan una influencia inmediata sobre el cuerpo, sino que se manifiestan en síntomas anímicos. Además, en dichos síntomas, las fantasías constituyen algo creíble para el sujeto que es dominado por ellas, influyendo así en sus actos (Freud, 1997, p. 1307). También, en este pasaje de la novela, tendríamos que considerar la atracción y la repulsa sexual de Mary en la figura del sirviente. En este sentido, Freud explica que el término heimlich, palabra que evoca, a la vez, lo ‘oculto’ y lo ‘familiar’, puede volverse ‘siniestro’, debido al enajenamiento de la vida anímica por el proceso de represión. A su vez, el opuesto, lo ominoso, unheimlich, remite a lo ‘fantasmal’, a la ‘muerte’, a la ‘locura’. La fantasía delirante que experimenta Mary de ver confundidos en uno a Moses y a su padre responde a situaciones de represión infantiles: «Lo ominoso del vivenciar se produce cuando unos complejos infantiles reprimidos son reanimados por una impresión, o cuando parecen ser refirmadas unas convicciones primitivas superadas» (Freud, 1986, p. 248).

En una visita que hicieron los Slatter a los Turner, advirtieron la familiaridad del sirviente con Mary. Charlie les aconsejó irse por un tiempo de allí, teniendo en cuenta la primera ley de los blancos en Sudáfrica: «Thou shalt not let your fellows white sink lower than a certain point, because if you do, the nigger will see he is as good as you are» [«Vosotros no dejéis que vuestros compañeros blancos se hundan más bajo que hasta cierto punto porque si lo hacéis, el negro verá que él es tan bueno como lo sois vosotros»] (Lessing, 2013, p. 189). Además, Slatter vio que los Turner vivían no solo en la pobreza, sino también en un gran abandono, lo cual facilitó sus planes, pues deseaba las tierras de Dick para pastoreo de sus animales. Le propuso comprarle la granja, pero sin dejarlo fuera.

La historia de este personaje era la de muchos ingleses pobres, llegados a las colonias del imperio con el solo fin de enriquecerse. El sargento Charlie Slatter era un cockney de Londres que había hecho mucho dinero en Sudáfrica, en veinte años, sacrificando duramente a su familia y explotando a los trabajadores de su granja, alguien que, también, llegó a matar a un nativo en un momento de mal humor. Para lograr sus objetivos, había sido brutal y descorazonado. Hizo pasar privaciones innecesarias a su mujer y a sus hijos hasta poder darles cuanto quisieran; consideraba que antes de comprar un arado había que comprar un sjambok (Lessing, 2013, p. 14). De este modo, el trabajador negro se convierte en la mercancía del capitalismo tardío en la sociedad de fines del colonialismo, algo propio del «fetichismo de la mercancía de la fase de transición al capitalismo avanzado» (Jameson, 1995, p. 28). La experiencia cotidiana refuerza la concepción de un orden social inmutable propio del capitalismo tardío y produce la idea de que el destino humano parece estar predeterminado por la ganancia y la valorización del capital, agentes dinámicos del proceso económico que implica sus propias contradicciones.

Pese a que los ingleses jóvenes que llegaban a Rhodesia se adaptaban rápidamente al lugar, se sentían conmovidos y sorprendidos por la forma en que eran tratados los africanos nativos. Como testigos del maltrato que estos sufrían por parte de los granjeros, los criticaban por las ideas abstractas que regían la existencia de esos blancos que solo vivían para sus propios intereses:

They were revolted a hundred times a day by the casual way they were spoken of, as if they were so many cattle, or by a blow, or a look. They not stand out against the society they were joining […] and anyway, what had one’s ideas amounted to? Abstract ideas about decency and goodwill, what was all, merely abstract ideas.

[Ellos se rebelaban cien veces al día por la ocasional manera como eran interpelados, como si fueran ganado o por un golpe o una mirada. Ellos no se destacaban en la sociedad a la que se unían […] y, de todos modos, ¿qué ideas de alguno se habían impuesto? Ideas abstractas sobre decencia, que eran todas, meramente, ideas abstractas] (Lessing, 2013, p. 18).

El contacto con la sociedad de sus compatriotas en África llevaba a los recién llegados, más tarde, a cambiar de punto de vista respecto de los nativos, con quienes antes no habían tenido contacto. El clima caluroso y la aridez del entorno también curtían sus espíritus. Todo esto los llevaba a una experiencia insólita frente a la desprotección de los nativos y a la dureza de los colonos blancos que se mimetizaban con el clima, según la apreciación de Tony, quien también reflexionaba acerca de la preocupación de Slatter y Denham sobre las repercusiones que el crimen podía tener en el distrito y cómo el escándalo podía salpicar a las familias de los colonos blancos, siempre cuidadosos de su reputación, en fin, ideas abstractas y no preocupación por el hecho en sí: «It was the disgust that he [Denham] would feel for any social irregularity, no more than the distate that comes from frailure of the imagination» [«Era el mismo disgusto que él [Denham] sentiría por cualquier irregularidad social, no más que el desagrado que proviene de la fragilidad de la imaginación»] (Lessing, 2013, p. 20).

La acción de adueñarse del lugar, lugar de los otros, de los de color, provocaba en los colonos blancos una omnipotencia producida por el régimen colonial: «… themselves were quite unconscious of the patronaje implicit in their manner» [«… ellos mismos eran bastante inconscientes acerca de la dominación implícita en su conducta»] (Lessing, 2013, p. 21). El colonialismo yuxtapone relaciones de mercancía capitalista y relaciones precapitalistas de amo-siervo, ejemplo de lo cual fue la ideología de los «derechos especiales» para los blancos con respecto a la explotación de tierras y de trabajadores nativos, derechos asegurados por el apartheid, con categoría legal (Mandel, 1979, p. 495). Así es como, de alguna manera, Mary también es un personaje representativo de esa situación, pues asume un rol despótico ante los trabajadores nativos de la granja de Dick. Probablemente, el calor, la soledad y la pobreza fueron desequilibrando a Mary, «lo cual hacía preguntarse a Tony qué clase de mujer había sido ella antes de llegar a la granja—, al punto de transformarla en una persona indiferente a todo, a su marido, a la casa, para reconcentrarse en sí misma, en su realidad y en sus delirios. De este modo, cayó en la melancolía, estado de perturbación de la memoria propio de personas que han sufrido largas ausencias del hogar natal, y que conduce a la obsesión por lo referente a aquel con la consecuente evocación fantasmagórica de figuras familiares (Elgue de Martini, 2008, p. 16). Mary se deslizó desde la melancolía y la pérdida de interés por todo, a la alienación. Solo se interesaba en sus propios pensamientos delirantes y en la amenazadoramente creciente figura de Moses. A medida que aumentaba su irritación, aumentaba su odio a los nativos. Se complacía en bajarles el sueldo, los hacía trabajar sin descanso: «The sensation of being boss over perhaps eighty black workers gave her new confidence; it was a good feeling, keeping them under her will, making them do as she wanted» [«La sensación de sentirse patrona de unos ochenta trabajadores negros le dio nueva confianza en sí misma. Era un buen sentimiento el mantenerlos bajo su voluntad, llevándolos a hacer lo que ella quería»] (Lessing, 2013, p. 118). Este despotismo hacia seres sometidos por el hambre y por un contrato miserable se invistió dialécticamente cuando Moses entró al servicio de los Turner. En efecto, Mary comenzó a sentir la presencia del sirviente africano en todos lados y empezó a experimentar hacia él un creciente temor, al mismo tiempo que, en el muchacho, se afirmaba un tono de dominio insolente:

She was fighting against something she did not understand […] while the thought of the African grew obsessive. It was a nightmare, the powerful black man always in the house with her, so that there was no escape from his presence. She was possessed by it and Dick was hardly there to her.

[Ella estaba luchando contra algo que no comprendía […] mientras, el pensamiento del africano creció obsesivo. Era una pesadilla, el poderoso hombre negro siempre en la casa con ella, para cuya presencia no había escape. Ella estaba poseída por esto, y Dick estaba allí apenas con ella] (Lessing, 2013, p. 176).

En esta situación, podemos vislumbrar la inversión dialéctica de la relación dominador-dominado o amo-esclavo cuando, con su creciente deterioro psíquico, Mary percibía la figura de su sirviente, la cual cobraba fuerza sobre ella volviéndola cada vez más dependiente; así, la patrona terminó con su aparente dominio sobre el sirviente, convirtiendo la previa «coseidad» del esclavo en la propia «coseidad»: «They were like two antagonist, silently sparring. Only he was powerful and sure of himself, and she was undetermined with fear, by her terribly dream-filled nights, her obsession» [«Ellos eran como dos antagonistas combatiendo silenciosamente. Solo él era poderoso y seguro de sí mismo mientras que ella estaba anulada por el miedo, por sus noches terriblemente llenas de sueños, su obsesión»] (Lessing, 1013, p. 177). Además, la escena en que Moses pone el vestido a Mary, contemplada por un más que sorprendido Tony, nos sitúa ante la emergencia de la importancia que cobra el cuerpo en la posmodernidad, tratándose de «una inmanejable otredad que nos amenaza con librarnos a la mirada petrificante del observador» (Eagleton 1998, p. 116).

No obstante, hay, en la confusión de Mary, una mezcla de miedo y de sombría atracción; también un sentimiento de repulsión y de abyección que la desafía como ama, como patrona, a cuyo superyo le corresponde esa abyección y un gran sufrimiento debido a una subjetividad devastada que oscila entre la conciencia y la alucinación, entre la sumisión y el poder sobre el otro: «… the reinterpretation of abjection as an expression of agency, power, and political redemption» [«… la reinterpretación de la abyección (es) como una expresión de fuerza, poder y redención política»] (Wang, 2009, p. 38). Así Mary experimenta contradictorias emociones conscientes e inconscientes, evocadas y rechazadas:

Hay en la abyección una de esas violentas y oscuras rebeliones del ser contra aquello que lo amenaza y que le parece venir de un afuera o de un adentro. […]. Asustado, se aparta; repugnado, rechaza […]; un polo de atracción y de repulsión coloca a aquel que está habitado literalmente fuera de sí (Kristeva, 1988, p. 7).

Lo abyecto constituye un límite, un espacio repulsivo donde el otro, como alter ego, impide que desaparezca el sujeto, permitiendo así una existencia desposeída. Siendo frontera, la abyección es ambigüedad, ya que es una mezcla de condena y de efusión. Mary se sentía obnubilada por esa ambigüedad, en la escena mencionada antes, donde se mezclaba el recuerdo de su padre al ver a Moses; un recuerdo traspasado por el olor de los sucios pantalones paternos y que la proyectaron indefectiblemente a reunir las dos figuras masculinas en una sola, amenazante: «… she felt as if she were in a dark tunnel, nearing something final, something she could not visualize, but which waited for her inexorably, inexcapably» [«… ella sintió como si estuviera en un oscuro túnel, acercándose a algún final, algo que no pudo visualizar, pero que la esperaba inexorablemente, inevitablemente»] (Lessing, 2013, p. 177).

Los duros años de la infancia en la pobreza y en la vergüenza, y el sufrimiento por la condición alcohólica del padre, reaparecieron, como vivencia siempre actualizada, ante el frustrante presente en que transcurrían los días de Mary Turner en la granja: «… he was now associated in her mind with the greyness and misery of her childhood, and it would have been like arguing with Destiny itself» [«… él estaba ahora asociado en su mente con lo gris y miserable de su infancia, y eso hubiera sido como discutir con el Destino mismo»] (Lessing, 2013, p. 99).

Tanto la extraña relación con Moses, que de sirviente silencioso y distante se convirtió en apoyo al que Mary aceptaba indolentemente, como la dependencia de Dick, que le recordaba la de su propia madre respecto de su padre, constituyeron para ella una vuelta a los años en la casa familiar. Luego de una discusión con Dick, creyó revivir esas experiencias del pasado, sintiéndose identificada con la figura materna: «Mary, with the memory of her own mother recurring more and more frequently, like an older, sardonic double of herself walking beside her, followed the course her upbringing made inevitable» [«Mary, con el recuerdo de su propia madre, recurrente, cada vez con más frecuencia, como un doble sardónico mayor de sí misma caminando a su lado, siguió el curso que su educación hizo inevitable»] (Lessing, 2013, p. 94).

La identificación con la madre llega al punto tal de percibir que su voz era la voz de ella cuando discutía con su padre por el dinero. Sin embargo, va más allá todavía, pues el narrador señala que era la voz de las mujeres sufrientes que intentaban hacer ver a sus maridos que no querían ser objeto de ningún tipo de maltrato:

She was speaking in a new voice for her. A voice she had never used before in her life. It was taken direct from her mother, when she had had those scenes over money with her father. It was not the voice of Mary, the individual […] but the voice of suffering female, who wanted to show her husband she just would not be treated like that.

[Ella estaba hablando con una nueva voz. Una voz que nunca había usado antes en su vida. Era tomada directamente de su madre, cuando ocurrían esas escenas sobre el dinero con su padre. No era la voz de Mary, la individual voz […] sino que era la voz sufriente de la hembra que quería mostrarle a su esposo que ella no quería ser tratada de esa manera] (Lessing, 2013, p. 93).

No obstante, Mary también maltrataba a Dick, especialmente cuando él se sentía culpable ante la creciente decadencia psíquica de ella, que achacaba al lugar inhóspito y solitario. Por tal motivo, a menudo, le preguntaba si lo odiaba por haberla llevado allí, produciéndole a ella la satisfacción de que él se humillara: «His craving for forgiveness, and his abasement before her was the greatest satisfaction she knew, although she despised him for it» [«Su ansia de perdón y su humillación ante ella era la más grande satisfacción que conociera, pese a que ella lo despreciaba por eso»] (Lessing, 2013, p. 69). Además, sentía hostilidad hacia él como hombre, al mismo tiempo que pensaba en la necesidad de uno más fuerte que Dick, sin embargo, también se decía cuánto lo hacía sufrir. Estos contradictorios sentimientos en que se desnudaba una exasperada subjetividad acaso estaban alimentados por el lugar en que Tony tuviera una primera y reveladora visión al llegar: «Anger, violence, death, seemed natural to this vast, harsh country» [«Rabia, violencia, muerte, parecían naturales en esa vasta, dura región»] (Lessing, p. 2013, p. 19).

La novela, entonces, aborda varias cuestiones que comenzaban a poner en crisis a la sociedad de los cincuenta en Occidente: el fin del colonialismo, el avance arrollador del capitalismo tardío, luego de la Segunda Guerra Mundial, y la crisis del autoritarismo del varón en el espacio familiar, fundamentos que serían deconstruidos a partir de las revueltas de los sesenta. Esto último se hace evidente en la crítica que subyace en las citas antes presentadas respecto de las consecuencias del maltrato del marido a la mujer cuando todavía predominaba una estructura que ya había comenzado a producir cambios sustanciales.

Tal como sostiene Jameson, la angustia y la alienación, propias de la modernidad, no se dan en la posmodernidad; asimismo, la subjetividad centrada en el capitalismo clásico y la familia patriarcal se disuelve en la etapa posmoderna, en la era del «ocaso de los afectos», con situaciones de autodestrucción y súbitos finales que se vuelven emblemáticos en los sesenta, como el fin trágico de Marilyn Monroe y otros casos de homicidio, suicidio y alienación (Jameson, 1995, pp. 37-39). Asimismo, la autodestrucción también es proyectada por el deseo del cuerpo que está destinado a recorrer un camino tortuoso, signo tras signo. La fragmentación de la subjetividad y de la realidad se inscriben en el imaginario de la corriente posmoderna, cuyo rasgo es, precisamente, la segmentación, la división y la partición.

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Notas

* Doctora en Letras por Universidad Nacional de Córdoba. Adjunta en Literatura Europea i, ASD en Teoría y Análisis de Textos i y ii, directora del Posgrado de Especialización en Literatura Hispanoamericana de los siglos xx y xxi en la UNCOMA. Correo electrónico: graciela.mayet@yahoo.com.ar
[1] En todos los casos de los textos en inglés, la traducción pertenece a la autora de este trabajo.


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