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Mercado esclavista, orígenes y circulaciones regionales e inter-jurisdiccionales. Santa Fe, 1750-1810[1]
Claves. Revista de Historia, vol.. 5, núm. 9, 2019
Universidad de la República

Tema Central

Claves. Revista de Historia
Universidad de la República, Uruguay
ISSN-e: 2393-6584
Periodicidad: Semestral
vol. 5, núm. 9, 2019

Recepción: 31 Octubre 2019

Aprobación: 05 Diciembre 2019


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: La esclavitud en Santa Fe ha sido escasamente estudiada. Son pocos los trabajos que se han dedicado al tema y todos ellos se han enfocado exclusivamente en los siglos XVII y XIX. El estudio de la esclavitud en el siglo XVIII, sin embargo, sigue siendo una deuda pendiente. En este sentido, el presente artículo tiene como principal objetivo comenzar a cubrir un pequeño espacio dentro de ese vacío historiográfico y reconstruye las modalidades que asumió el mercado esclavista en la ciudad de Santa Fe durante las últimas décadas de la etapa colonial. El eje está puesto en la circulación regional e inter-jurisdiccional de esclavizados y para ello ahondamos en las características del mercado a través del estudio de las escrituras de compraventas y en las menciones a tales circulaciones en el marco de los expedientes matrimoniales.

Palabras clave: Mercado esclavista, Tráfico ilegal, Esclavizados, Santa Fe.

Abstract: Slavery in Santa Fe has beenpoorlystudied. Few works have been devoted to the subject and all of them have focused exclusively on the seventeenth and nineteenth centuries. The study of slavery in the eighteenth century, however, remains a pending debt. In this sense, this article has as main objective to begin to cover a small space within that historiographic void and reconstructs the modalities that the slave market assumed in the city of Santa Fe during the last decades of the colonial stage. The core is placed in the regional and inter-jurisdictional circulation of enslaved persons and for this we delve into the characteristics of the market through the study of the deeds of sale and in the mentions of such circulations within the framework of the matrimonial files.

Keywords: Slave market, Illegal traffic, Slaves, Santa Fe.

1. Introducción

El estudio de la esclavitud en Santa Fe ha ocupado un lugar marginal en la agenda de investigaciones de la academia local. Obras imponentes como Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe de Manuel Cervera[2] apenas registran la presencia de los africanos y sus descendientes sin detenerse a reflexionar sobre ellos.El primer trabajo sistemático sobre esclavos en Santa Fe lo produjo Catalina Pistone[3]. Si bien precursora, esta obra ofrecía una imagen benigna de la esclavitud que obturaba la posibilidad de pensar las relaciones entre amos y esclavos en clave conflictiva.Quien llamó la atención sobre esta cuestión fue María del Rosario Baravalle[4]. A partir de sus trabajos se produjeron nuevas investigaciones que empezaron a poner el acento en las experiencias cotidianas de los africanos y de sus descendientes esclavizados y libres en la sociedad santafesina no ya desde su supuesto rol “pasivo”, sino desde el de actores sociales activos, comprometidos con su realidad y movidos por intereses propios, destacando en este punto las recientesobras de Magdalena Candioti.[5] El tráfico hacia la ciudad, las luchas y estrategias de los esclavizados por lograr la emancipación, las formas de relacionarse con la élite y sus resistencias a la esclavitud han sido objeto de estudio de estas autoras, aunque en períodos distintos. Mientras Baravalle ha enfocado sus investigaciones en el siglo XVII, Candioti se ha concentrado en la primera mitad del XIX, por lo que existe un gran vacío historiográfico para el siglo XVIII.En este sentido, el presente artículo tiene como principal objetivo comenzar a cubrir un vacío historiográfico empezando por la reconstrucción de las modalidades que asumió el mercado esclavista en la ciudad de Santa Fe durante las últimas décadas de la etapa colonial, un mercado que durante esta etapa conoció un notable crecimiento comparado con la primera mitad del siglo XVIII[6].

La obra clásica de Elena Studer[7] sobre tráfico de esclavos puso el acento solamente en el comercio trasatlántico, mientras que Carlos Sempat Assadourian[8], por su parte, se centró en el tráfico interno sin foco en Santa Fe. Este trabajo por tanto busca mostrar cómo se expresó ese proceso en la ciudad, identificando los principales circuitos de ingreso de cautivos a la misma.

El eje está puesto en la circulación regional e inter-jurisdiccional de esclavizados y para ello ahondamos en las características del mercado a través del estudio de las escrituras de compraventas y en las menciones a tales circulaciones en el marco de los expedientes matrimoniales. Una y otra fuente que no suelen articularse, ofrecen información relevante sobre volúmenes y perfiles de los esclavizados comercializados y sobre las rutas atravesadas por éstos hasta llegar a la ciudad. Los relatos de los testigos presentados por quienes pretendían contraer matrimonio, además, son centrales para reconstruir experiencias e itinerarios compartidos entre estos actores[9].

En el primer apartado se ofrecerá un análisis pormenorizado de las características del mercado esclavista en la ciudad, dando cuenta del número de cautivos comercializados discriminando sexos, edades, “calidad”, precios y modalidades de pago. A continuación daremos cuenta de la evolución del mercado esclavista santafesinodurante las décadas que abarca nuestro análisis para precisar si el flujo acelerado de cautivos al Río de la Plata durante la etapa virreinal tuvo impacto en Santa Fe. En el tercer apartado daremos cuenta de la existencia de una ruta brasileña hacia la ciudad en tiempos del dominio portugués sobre Colonia del Sacramento que conectaba a diferentes plazas comerciales en ambos imperios. También se brindarán algunos datos sobre el comercio clandestino practicado por los luso-brasileños y de las implicancias de las élites en su desarrollo. El último apartado del artículo ofrece una imagen de las circulaciones regionales de indígenas y pardos libres con el objetivo de mostrar las dinámicas de poblamiento de la ciudad y dar cuenta de la importancia del trabajo en esas migraciones.

2. El mercado esclavista en la ciudad

Miguel Ángel Rosal[10] ha destacado la importancia de las fuentes notariales, y dentro de ellas centralmente el de las escrituras de compraventas como un modo de acceso al conocimiento del comportamiento del mercado esclavista porteño en diferentes períodos. Esta fuente, como él bien ha mostrado en sus investigaciones, permite obtener datos seriados sobre precios, sexos, edades, etc., de los esclavizados comercializados e información sobre quienes eran los agentes involucrados en tales operaciones. Hasta el momento en Santa Fe no se ha ahondado en el tema y tampoco se ha avanzado en un análisis pormenorizado de este tipo de documentos para el período[11]. En tal sentido, en este primer apartado ofrecemos una serie dedatos cuantitativos a los efectos de trazar un panorama preciso respecto de las características asumidas por el mercado de esclavizados en la ciudad.

Antes de avanzar en el análisis, es necesario realizar algunas precisiones metodológicas. Nuestro estudio se apoya en el relevamiento íntegro de las Escrituras Públicas (EP) conservadas en el archivo del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales (DEEC) durante los años 1750-1810. La serie incluye los tomos 14 a 22 de las mismas y de ellos hemos recuperado la totalidad de las escrituras de compraventas allí contenidas. De modo que el trabajo refiere a las cifras del mercado legal, es decir, a aquellas compraventas que han pasado por el despacho del escribano de cabildo y real hacienda de la ciudad, y aunque no reflejan la totalidad del mercado esclavista, pueden utilizarse como muestra de la totalidad de casos. Es posible que se hayan efectuado operaciones de compraventas por medios informales, que por su naturaleza son imposibles de rastrear. Sabemos de la existencia de esta práctica porque en varias escrituras que finalmente fueron tramitadas ante el notario público, se hace mención a que el/los esclavos comercializadosfueron obtenidos por “venta extrajudicial”.Otra cuestión sobre la que queremos reparar refiere a la estructura misma de las escrituras de compraventas. En éstas aparecen casi siempre y en el siguiente orden el nombre del vendedor y del comprador, la cantidad de esclavizados vendidos, el sexo, la “calidad”, el nombre impuesto, la edad estimada y por último el precio y la modalidad de pago por ellos. Eventualmente se consignaba si poseían oficio/profesión, “tacha”, “vicio” o enfermedad, sus orígenes y sus posibles destinos. Estos rasgos, como ya hemos adelantado, hacen posible su cuantificación. Sin embargo, no siempre aparecen todos los datos mencionados, por lo que el análisis propuesto será en base a los efectivamente consignados.

La práctica de protocolizar las compraventas de esclavizados en Santa Fe data de los tiempos de la ciudad vieja, en la actual Cayastá. Elprimer registro que se conserva en los archivos santafesinos es del 29 de enero de 1641. Allí, Juan Bautista Centurión, presbítero comisario de la Santa Cruzada y morador en Santa Fe, en nombre y por poder de Diego López Camelo, vecino del puerto de Buenos Aires, vendió a Juan Domínguez Pereyra, vecino de Santa Fe, una “negra esclava nombrada Maríade tierra Angola de edad de veintisiete años poco más o menos” en 300 pesos de a 8 reales[12]. En lo que refiere a nuestro período, hemos reconstruido que entre 1750 y 1810 se efectuaron 478 operaciones de compraventas y en todas ellas resultaron intercambiados 638 cautivos. De esas cifras, el porcentaje de mujeres comercializadas fue apenas superior al de los varones, representando el 51% y un 49% respectivamente. Como puede apreciarse, existe una clara paridad entre sexos. La misma podríaexplicarse, de un lado, por el carácter doméstico y de haciendade la esclavitud santafesina y el tipo de labores en las que se insertaban los esclavizados. A diferencia de las esclavitudes de plantación de Cuba o Brasil, donde el peso de la mano de obra de los cautivos varones era muy superior al de las mujeres, fundamentalmente por el esfuerzo físico que tales actividades demandaban, en la ciudad de Santa Fe colonial los esclavizados trabajaban en las casas y en las estancias de la élite, cocinando, lavando o atendiendo a los hijos de sus amos las mujeres[13], y labrando la tierra[14], cuidando y criando los ganados[15] o como aprendices, maestros y hasta oficiales en los pequeños talleres de la ciudad los varones[16]. Por otro, por el tipo de tráfico de esclavos que había en la provincia, que era de menor escala y predominantemente de cercanías, con esclavizados que eran naturales (nacidos en Santa Fe, Corrientes, Buenos Aires, o la Banda Oriental), o cruzados en pequeñas cantidades desde Brasil).Estas cifras se parecen a las de Córdoba y Corrientes de fines de siglo XVIII, en donde la mayoría de los esclavizados eran “criollos” en lugar de africanos. En poblaciones esclavas en donde los africanos predominaban, era posible ver un desfasaje de género (2 varones por 1 mujer) típica de la trata transatlántica de esclavos.


Tabla 1

Distribución de los esclavizados comercializados por sexo, Santa Fe, 1750-1810

DEEC, Escrituras Públicas, Tomos 14 a 22, 1750-1810

En cuanto a las edades, hay que decir que abarcaban un amplio espectro, oscilando entre niños recién nacidos, como los hijos de María Catalina, “esclava que se halla parida de dos hijos llamados Gregorio de dos meses”[17], y esclavos que llegaban incluso a los 66 años, como María, esclava parda de Pedro de Larramendi y Francisca Arias de Cabrera[18]. No obstante, como puede apreciarse en el Grafico 1, la gran mayoría de los cautivos comercializados eran jóvenes, en plena edad productiva y reproductiva, aspectos que eran muy tenidos en cuenta por los compradores. El número elevado de niños comprados y vendidos se explica por la compraventa de muchas madres con hijos. Hemos relevado un número considerable de escrituras de compraventas de 2, 3, 4, 5 y hasta 6 cautivos y la gran mayoría de ellas correspondían a madres con hijos. Si bien en este punto los datos muestran cierta tendencia de los propietarios a evitar desarticular el vínculo familiar, no podemos afirmar que ello sea la norma. Primero porque tales operaciones eran del orden de lo material más que de lo afectivo y antes que nada al propietario lo movían intereses económicos. Segundo porque las operaciones de compraventas nos muestran apenas una pequeña imagen de las relaciones que podían establecerse entre amos y esclavos. Existen escrituras de donación, dotes o testamentos donde los propietarios realizan un reparto de bienes a sus familiares y herederos en los que no se repara en preservar las familias de sus esclavos[19].



Gráfico 1

Edad de los esclavizados comercializados discriminados por sexo- Santa Fe, 1750-1810

DEEC, Escrituras Públicas, Tomos 14 a 22, 1750-1810

En cuanto a los precios que se pagaron por los esclavizados, hemos calculado el promedio general en 214,89 pesos. A su vez distinguimos entre sexos y reconstruimos que el precio promedio de las mujeres era levemente inferior al promedio general (211,11 pesos) mientras que el de los varones era apenas superior (219,02 pesos)[20]. Estos números se alejan bastante de las cifras propuestas por la historiadora María del Rosario Baravalle para el siglo XVII. Según esta autora, entonces el precio estandarizado para una pareja de esclavos era de 800 pesos de a 8 reales y los “muleques”[21] de ambos sexos no superaban nunca los 300 pesos[22]. La baja en el precio para el siglo XVIII quizás responda a un posible incremento de la oferta interna de esclavos en la ciudad, ya que como señala Baravalle, en el siglo XVII las transacciones se llevaban a cabo por encargo a Buenos Aires o a Córdoba en forma particular[23]. Evidentemente los gastos de flete o traslado a la ciudad de Santa Fe eran importantes dado que para el mismo período Miguel Ángel Rosal ha promediado el precio de los esclavos de Buenos Aires en 212,12 pesos[24].

Cuando nos concentramos en las edades y las cruzamos con el sexo, las diferencias en los precios son más nítidas. La tabla 2 reporta el precio promedio de los esclavos por intervalo de edad y por sexo. Como se podrá apreciar, los esclavos en plena edad productiva y reproductiva eran los más caros. Contrariamente, los precios más bajos se registran en las edades avanzadas[25] y en los niños.El máximo precio lo alcanzan tanto varones como mujeres en el rango 25-29 años. Claramente el potencial reproductivo de las esclavas mujeres era tenido en cuenta en este tipo de operaciones ya que poseían un precio superior al promedio entre los 15 y 34 años de edad, superando incluso el precio de los esclavos varones en el rango 20-24.


Tabla 2

Precio promedio de los esclavizados por intervalo de edad y sexo. Santa Fe, 1750-1810

DEEC, Escrituras Públicas, Tomos 14 a 22, 1750-1810

Es preciso señalar que, si bien el sexo y la edad constituían aspectos importantes a la hora de fijar el precio de los esclavizados, éstos no eran los únicos. Un esclavo con oficio o con algún tipo de habilidad era bien valorado y ello hacía que su precio se elevara. Por ejemplo, Don Juan Bautista Fernández de Agüero vendió a Don Antonio Berdún tres esclavos, “el uno mulato criollo de la ciudad de Buenos Aires, oficial de zapatero llamado Luis, de edad de dieciséis años (…) y los otros dos negros llamados Pablo y Basilio, de edad de dieciséis a diecisiete años, con las habilidades de tocar clarín, trompeta, timbales y caja el referido Pablo, y el expresado Basilio clarín y trompeta, que asimismo los compré en la dicha ciudad de Buenos Aires”en 1400 pesos[26] (a razón de 466,6 pesos cada esclavo).Contrariamente, aquellos esclavizados que exhibían una “marca”, enfermedad o inclinación a malas costumbres, reprobables moralmente, eran vendidosa precios bajos. Tal fue el caso de Casimiro, mulato que vendió Don José Antonio de las Casas a Don Malaquías Duarte Neves en 120 pesos por “tener el defecto de faltarle la mano derecha”[27]. Escribanos como Mateo Fuentes del Arco o Mateo Javier López Pintado realizaban descripciones detalladas y minuciosas de los rasgos físicos de las “piezas” de esclavos vendidos, las que grafican muy bien y de primera mano lo que era ponderado por los compradores a la vez que nos muestran la mirada cosificadora de quienes labraban las actas. Citemos algunas frases: “negra, de buena edad, paridora”; “de estatura mediana, de cara redonda, fornida, de pecho alto, de pescuezo más corto que largo, de cuerpo recto”; “bajo, de estatura regular, de buena cara y facción”; “su color renegrida, ojos grandes y la dentadura abierta”; “de muy buena cara y bien hecha de cuerpo”; “de buena cara, algo renegrida, de dentadura pareja y bien ordenada”; “de buena cara, algo corpulenta, de color medio pardo, algo enferma de una como lepra por el pescuezo, de buenas costumbres”; “estatura mediana más bien baja, de color negro fino, escaso de carne, muy picado de viruelas”.

Si nos concentramos en la modalidad de pago por los esclavos vemos que el peso de plata “usual y corriente” fue la moneda mayormente empleada para saldar la compra. En casi la totalidad de los casos se empleó el metálico[28]. No obstante, existieron otras formas de pagar por ellos. Por ejemplo, Don Venancio Rosas, vecino de Corrientes, otorgó a Don Manuel de la Mota, vecino de Santa Fe, a cambio de una negra llamada María de nación Angola, “un bote nuevo que acabo de traer del Paraguay de diez varas de quilla con sus remos en premio de la dicha esclava”[29]. El mismo Manuel de la Mota recibió de Don Francisco de Azcona, vecino del Paraguay, “ciento setenta arrobas de yerba de palos netas” por una negra esclava nombrada María[30]. Además del pago mediante algún bien material o algún producto de la tierra, estaba la posibilidad del trueque. En 1755, Don Gabriel de Quiroga y Don Tomás de Oroña, ambos vecinos de la ciudad de Santa Fe, acordaron hacer trueque y cambio “dándole como le doy yo el dicho Don Tomás a Don Gabriel, mi negro esclavo llamado Juan, como de edad de veintidós años, por el suyo llamado José como de edad de doce a catorce años, con más la cantidad de cien pesos de plata corriente, exceso líquido al valor del nominado esclavo José, del dicho Don Gabriel, en que ambos dos nos tenemos ajustados”[31]. Como ha indicado en un clásico trabajo Jean Pierre Tardieu[32], el hecho de que se considerase al esclavo prima facie como un instrumento de trabajo le concedía un valor comercial basado en su capacidad de producción y reproducción.Por ello era posible que en muchas ocasiones se lo empleara como sustituto de la moneda metálica e incluso se lo utilizara como garantía de pago. Por ejemplo, Don Francisco de la Mota Botello, viéndose incapaz de saldar una deuda de mil quinientos cuatro pesos con Don Alejo de Aguiar, vecino de Santa Fe, decidió hacer “cesión y traspaso de cuatrocientas cincuenta cabezas de ganado vacuno, veintidós caballos, siete bueyes mansos, y tres esclavos”para que se le dé por libre de la deuda[33]. Otro caso interesante fue el de Juan Clemente Baigorri quien dejó en posesión de Don Ignacio Aguiar a su esclavo pardo llamado Clemente “por término de tres meses que han de correr desde hoy día de la fecha en su servicio, con el premio de doscientos cincuenta y cinco pesos que por hacerle amistad y buena obra le ha dado y prestado, y es condición que siendo del gusto y agrado del dicho Don Ignacio de Aguiar, el dicho pardo esclavo, en el citado término de tres meses, le ha de otorgar escritura pública de venta real en precio y cuantía de los dichos doscientos cincuenta y cinco pesos”[34]. Finalmente estaban quienes solicitaban como pago por sus esclavos “misas rezadas por el bien de sus almas”. Tal fue el caso de la venta que realizó Doña Juana Álvarez de Quiñones, mujer viuda, al convento Nuestra Señora de las Mercedes de una esclava mulata llamada Petrona “en precio y cuantía de trecientos pesos de plata corriente de a ocho reales cada uno, a saber, ciento cincuenta en dinero de dicha especie, y los ciento cincuenta restantes en otras tantas misas rezadas que el dicho convento y sus religiosos han de decir y aplicar por mi alma en vida”[35]. De igual manera, Lorenzo de Villarroel, vecino de la Capilla del Rosario, otorgó en venta real al convento de Santo Domingo, un mulato llamado Bernardo “en precio y cuantía de trescientos pesos, los doscientos cincuenta que se me han de dar en misas rezadas y los cincuenta en plata acuñada”[36].

El último aspecto sobre el que quisiéramos reparar en nuestro análisis del mercado refiere a las clasificaciones según la “calidad” de los esclavizadosconsignadas en la documentación. Como podrá apreciarse en la tabla 3, las denominaciones son múltiples y responden a las nomenclaturas creadas por la sociedad colonial española para marcar las diferencias entre los individuos. No obstante, es de destacar que casi la totalidad de los esclavizados comercializados durante nuestro período de análisis fueron clasificados como “negros” y “mulatos”. Según ha señalado Alex Borucki, ambos términos eran utilizados por los blancos, las autoridades coloniales y la iglesia para referirse a africanos y sus descendientes, mientras que los propios africanos y sus descendientes (del color que fueran) usaban más frecuentemente en los documentos que ellos escribían (peticiones individuales y de cofradías, documentos de milicias,) los términos “moreno” y “pardo” que eran menos derogatorios. Ser “mulato” o la denuncia de ser “mulato” era considerado algo ofensivo, por lo que los propios mulatos raramente se auto-proclamaban “mulatos”, sino que empleaban más comúnmente “pardo”[37]. Las demás clasificaciones, y sobre todo los términos “pardo/negro”, “mulato/negro” y “claro”son un ejemplo de cómo tales nomenclaturas estaban sujetas a la mirada siempre subjetiva de quien labraba las escrituras, la que a su vez estaba atravesada por nociones de color, pureza, raza, etcétera[38].


Tabla 3

Clasificación según la “calidad” de los esclavizados comercializados, Santa Fe, 1750-1810

DEEC, Escrituras Públicas, Tomos 14 a 22, 1750-1810

Si bien los datos que brindan las compraventas no nos permiten diferenciar los esclavos nacidos en África de los nacidos en el Río de la Plata, el simple hecho de que la mitad de ellos no hayan sido clasificados como “negros”, denota que fueron nacidos en el Río de la Plata o al menos en Brasil, lo que demuestra que al menos la mitad del mercado de esclavos en la segunda mitad del siglo XVIII era determinantemente local, ya fuera rioplatense o de cercanías con el Brasil fronterizo con Santa Fe (incluyendo Colonia).

3. Algunas consideraciones sobre la evolución del mercado esclavista en seis décadas

Alex Borucki ha señalado que los volúmenes de la trata negrera en el Río de la Plata durante el período 1777-1812 fueron los mayores en la historia de la región. Una serie de medidas tomadas por la dinastía Borbón, como la liberalización del tráfico (1791) contribuyeron a que los contingentes de cautivos provenientes de Brasil y África superaranlas 70.000 almas[39]. Para fines del siglo XVIII, tanto en Buenos Aires como en Montevideo, los africanos y sus descendientes, en su mayoría esclavizados, fueron el sector de la población que más rápido creció[40]. Sin embargo, no todos los cautivos que ingresaron por esos puertos se quedaron en aquellas ciudades sino que fueron internados en diferentes puntos de la región rioplatense. ¿Es posible que tal proceso haya tenido un impacto significativo sobre los volúmenes de ingreso de esclavizados a Santa Fe?

Para responder a este interrogante a partir de las fuentes con las que contamos resulta pertinente presentar un gráfico que muestra la evolución del mercado esclavista en la ciudad en las seis décadas que abarca nuestro período de análisis:



Gráfico 2

Número de esclavizados vendidos en Santa Fe, 1750-1810

DEEC, Escrituras Públicas, Tomos 14 a 22, 1750-1810

Como puede observarse a simple vista, no parece haber existido un cambio radical entre el período previo y el periodo analizado por Borucki en cuanto a cantidad de cautivos comercializados. Es más, entre 1750 y 1776 se vendieron en Santa Fe más esclavizados (344) que entre 1777 y 1810 (294). La mayor densidad de ventas de cautivos en esos años coincide con el establecimiento del “Puerto Preciso” (1740-1780) en la navegación del Paraná de los productos del Paraguay, aspecto importante que generó una gran prosperidad económica para la ciudad y esto pudo haber dinamizado el comercio de esclavos en esa etapa.Cabe aclarar no obstante que el pico que se alza en el quinquenio 1770-1774, e inclusive las cifras del quinquenio posterior, fue excepcionalmente impulsado por las ventas de los esclavizados expropiados a la compañía de Jesús expulsa[41]. Este evento también impactó en el mercado de esclavos en Corrientes analizado por la historiadora Fátima Valenzuela[42]. Sin contar esas ventas que no superan las 80 “piezas”, las cifras siguen siendo equiparables incluso en menor cantidad de años. Por otra parte, el pico en 1805-09 puede haber sido resultante de la trata a Buenos Aires y Montevideo, pues los años desde 1803 a 1805 fueron de las mayores entradas anuales[43], no obstante, este impacto sobre Santa Fe puede ser meramente especulativo.Nuestros datos indican que el mercado esclavista en Santa Fe mantuvo cierta regularidad a lo largo de las seis décadas analizadas, no sufriendo modificaciones importantes como consecuencia del incremento de la trata en la etapa virreinal. Tal regularidad puede apreciarse incluso en el largo plazo. Magdalena Candioti ha reconstruido que en los quinquenios 1811-15, 1816-20, 1821-25 y 1826-30 los esclavos vendidos fueron 41, 34, 49 y 30 respectivamente, iniciándose desde 1831 una etapa de declive hasta llegar a 1840 donde el mercado prácticamente estará cerrado e inactivo[44]. Esta tendencia horizontal quizás responda al hecho deque los volúmenes de esclavizados demandados por las estancias y hogares de la élite no eran tan grandes y también a que los niveles de reproducciónal interior de la ciudad posiblemente alcanzaban a cubrir esa demanda. Esto no significa que los vecinos santafesinos no recurrieran a otros mercados para abastecerse, al contrario, así sea a través de intermediarios o personalmente, éstos se hicieron con cautivosprocedentes de África yla América española y portuguesa en diferentes plazas comerciales.

4. Las rutas brasileñas a Santa Fe

Las escrituras de compraventas, como se apuntó, son bastante parcas y ofrecen muy poca información sobre los itinerarios de los esclavizados que llegaban a la ciudad. La estructura misma de estas escrituras hacía que la información fuera escueta y carente de detalles. Para lograr una mejor comprensión respecto de las rutas atravesadas por los cautivos hasta llegar a Santa Fe, hemos optado por analizar la información, ciertamente más rica, que nos brindan los expedientes matrimoniales conservados en el Archivo de la Arquidiócesis de Santa Fe (AASF).Esta documentación, como ya ha mostrado AlexBorucki en su análisis de las redes de compañeros de barco en el Río de la Plata, ofrece información muy importante sobre las rutas atlánticas e interamericanas atravesadas por los esclavizados que llegaron a la región rioplatense. A través de los relatos de los testigos presentados por aquellos que intentaban contraer matrimonio, donde daban cuenta de cómo se habían conocido y dónde, podemos reconstruir algunas de las rutas transitadas por los cautivos que llegaron a la ciudad.

Para el período comprendido entre los años 1750 y 1810 hemos procesado la información de 125 expedientes. La ausencia de registros en algunos años nos hace pensar que debieron de existir más. Para los años 1768, 1769, 1772, 1773, 1775, 1796, 1801, 1802, 1803, 1804, 1808 y 1809 no se conserva tal documentación. Los expedientes matrimoniales se labraban para todos aquellas personas (en su mayoría varones aunque encontramos algunos ejemplos de mujeres) “forasteras” o para los que habían estado en viajes fuera de la ciudad. La iglesia exigía a estos individuos que presentaran una serie de testigos (en general tres) que dieran cuenta de su soltería y que demostraranque no existía impedimento para el casamiento que deseaban contraer. En Santa Fe, durante el período en cuestión y según pudimos reconstruir a partir del análisis de las actas matrimoniales, se concretaron 502 matrimonios en los que al menos uno de los contrayentes era persona esclavizada. Un cruce de información entre ambas fuentes refuerza nuestra idea de que faltan expedientes[45]. No obstante, más allá de lo fragmentario de esta fuente, su riqueza nos ha permitido identificar la integración de Santa Fe a la ruta grande que conectaba África con Brasil y la más interna con Buenos Aires.

En la documentación analizada encontramos evidencias en 12 de los 125 expedientes de una clara vinculación de la ciudad de Santa Fe con la Colonia del Sacramento portuguesa a través de Buenos Aires. Todos ellos se concentran entre los años 1751 y 1765. El historiador brasileñoFábio Kühn[46] ha señalado que desde 1750, las buenas relaciones entre las coronas ibéricas permitieron un crecimiento poblacional en Colonia, en cierta medida “motorizado” por la llegada de nuevos contingentes de esclavizados africanos. Para la década siguiente, según sus fuentes, más de la mitad de la población de aquel entrepôt platino era cautiva, sin que hubiera una ocupación económica viable para todos ellos, y si bien algunos de estos cautivos eran empleados en actividades domésticas, artesanales, agrícolas o portuarias, una parte considerable eran revendidos a sus vecinos bonaerenses[47]. Aunque se produjeron algunos desembarcos negreros venidos directamente de África, Colonia del Sacramento recibió mayormente esclavizados contrabandeados que venían a través de Río de Janeiro, y en menor medida de Bahía[48]. Es decir, las redes de tráfico al interior del Brasil canalizaban en Colonia y desde allí se producía el salto hacia el Río de la Plata, lográndose lo que los historiadores han denominado como comercio “trans-imperial”. Este comercio involucraba a mercaderes de ambos imperios, y en cierta medida era tolerado por las dos coronas[49]. Este fenómeno puede advertirse con claridad en los expedientes matrimoniales de la ciudad de Santa Fe. Por ejemplo, hemos reconstruido que en 16 testimonios, los testigos declararon haber conocido al contrayente primero en Río de Janeiro y luego en Colonia del Sacramento, y que desde allí vinieron juntos o se encontraron en Santa Fe previo paso por Buenos Aires. Esta “geografía de la trata” podrá apreciarse con claridad en el ejemplo siguiente.

En 1755, María Elena, esclava de Don Juan Francisco Freire de Andrade, natural de Río de Janeiro, se presentó ante el Doctor Don Juan Ignacio de Lacoisqueta, vicario juez eclesiástico y de rentas decimales, porque quería contraer matrimonio con Agustín, esclavo del mismo amo, natural de Congo, y por ser forastera ofrecía dar información con testigos de ser soltera. Presentó tres testigos, Sebastián de Acosta y Francisco Javier, esclavos de Don Manuel Maciel, natural de Congo el primero y de “nación” Mondongo el segundo, y Bernardo de Aguiar, del puerto del reino de Portugal[50]. Tanto Sebastián como Francisco Javier declararon que habían conocido a María Elena desde muy pequeña, que habían estado con ella en Río de Janeiro, luego en Colonia del Sacramento y “finalmente hasta esta tierra que habían venido juntos y saben que es soltera”. Por su parte, Bernardo señaló que hacía cinco años la había conocido en Río de Janeiro y Colonia y que sabía que es soltera. No tenemos mayores detalles sobre los vínculos entre los testigos y la contrayente, aunque la cercanía geográfica de los venidos de África posiblemente indique la presencia de lazos construidos durante el cruce atlántico[51].

En cuanto a los orígenes africanos de los esclavizados que bajaron desde Río de Janeiro hasta el Río de la Plata por “la vía de Colonia”, hay que decir que la mayoría provenían de Angola. Este fenómeno va a tener su continuidad entre 1777 y 1812 donde el 97% de los cautivos que arribaron a Río de Janeiro se habían embarcado previamente en África Centro Occidental[52]. En menor medida, los esclavizados provenían de Mina y Guinea. El volumen de la documentación no nos permite profundizar en la conformación de lazos sociales creados durante el cruce atlántico al nivel del estudio propuesto por Borucki, pero sí podemos ofrecer un único ejemplo concreto que da cuenta de las redes de compañeros de barco emergentes de la trata, que perduraron en América. En 1756, José, negro Angola, esclavo de Don José de Villamea ofreció a sus testigos para que brindaran información de su soltura porque quería casarse con María, esclava del mismo amo, también Angola. Uno de ellos, Pedro Iriarte, un ex esclavo natural de “Mina de los portugueses”[53] declaró que habían llegado desde África a Río de Janeiro en el mismo navío. Desde entonces se separaron y en 1753 se volvieron a encontrar en Colonia del Sacramento[54]. La distancia geográfica entre contrayente y testigo no impidió que estas personas desarrollaran vínculos de confianza perdurables. Lo traumático de la travesía atlántica y las condiciones inhumanas del traslado en los barcos esclavistassin duda tendieron a reforzar esos lazos.

5. El comercio clandestino

El 20 de julio de 1751 el Señor Maestre de campo Don Francisco Antonio de Vera Mujica, siendo las once de la noche, daba cuenta de la información que había recibido del guarda Don Juan de Navas de la “aprehensión de una negra y un negro bozales y dos fardos medianos cerrados conducidos por un portugués”, al que mandó “se encierre en la cárcel pública, y los fardos y negros al señor tesorero para proceder a su inventario”. El día 24, el mismo Vera Mujica con el objetivo de saber si se habían informado más “piezas” del ilícito comercio mandó“a hacer registro de las casas inmediatas al puerto con el guarda Don Juan de Navas, de cuya resulta manifestó una mujer pobre nombrada Micaela Benítez tener un negro Angola que se lo había dejado en su casa el dicho portugués”. El 27 de julio, en la declaración que se le tomó, el contrabandista dijo llamarse Francisco Cuello, natural de Lisboa, vasallo del rey de Portugal y “que ahora lo es del de España por haber venido desertor buscando su real amparo”, que provenía del Río Grande y que llegó hasta las inmediaciones del Paraná en compañía de dos vecinos de Corrientes, nombrados Santiago Calderón y capitán Velos, que a su vez llevaban consigo “dos negras y unas cuasi piezas de ropa de vestir”. Al día siguiente, Vera Mujica y el tesorero Don Manuel Díaz de Escalada dijeron que el ayudante Nicolás Avalos “que corre con las llaves de la cárcel por enfermedad del alguacil mayor le participó al teniente (Vera Mujica) cómo el portugués que estaba preso con un par de grillos había hecho fuga la noche del 27”. Yendo a la cárcel pública, éste observó que la puerta del calabozo estaba abierta y el candado que cerraba el cepo en que estaba el reo quebrado[55].

El fragmento de este documento, extenso pero bastante gráfico, da cuenta de una práctica frecuentey es quizás de los pocos con los que contamos para poder adentrarnos al estudio del fenómeno del contrabando en la ciudad de Santa Fe. Aunque debemos ser prudentes con lo que se señala, podemos observar que en la secuencia se articulan una serie de factores apuntados por los historiadores que se han dedicado a estudiar el tema. Este comercio ilícito se realizaba principalmente para evitar el pago de impuestos e involucraba a una parte de la élite gobernante, paradójicamente, aquella encargada de controlarlo y combatirlo.Una de las ramas más lucrativas del contrabando involucraba a los esclavizados africanos que eran introducidos por los luso-brasileños al Río de la Plata a cambio de plata y cueros españoles. Según nos informa Kühn, en el comercio clandestino se podía comprar un esclavo por 100 a 120 pesos y podía revenderse en el Río de la Plata en 180 y 200 pesos, de allí que los compradores prefirieran éstos a los comprados legítimamente[56]. En la ciudad de Santa Fe hemos indicado que el precio promedio superaba los 200 pesos, por los que los márgenes de ganancia para aquellos involucrados en este tipo de tráfico eran bastante amplios.Al ser ilegal, las posibilidades de su cuantificación son prácticamente nulas, aunque algunas investigaciones han indicado que sus volúmenes comparados con los del mercado legal eran cuanto menos equiparables[57].

En Santa Fe, hemos encontrado además de la aprehensión ya citada, cuatro “comisos” que datan de 1756 (dos), 1759 (uno) y 1782 (uno).El total de esclavizados que se intentaron introducir en la ciudad fue 24, además de otros efectos como bebidas, ropas, comidas, etc.[58], cifras considerables si tenemos en cuenta que en promedio se comercializaron legalmente cerca de10 esclavos al año en Santa Fe, como ya hemos apuntado. Las fechas de tres de esas confiscaciones coinciden con el período señalado por Kühn (1740-1777), en el que se concentró el mayor número de aprehensiones por parte de las autoridades castellanas. Aunque como indica este autor, tales confiscaciones nos muestran apenas una pequeña porción de los esclavizados que no lograron escapar a la vigilancia española, una diminuta minoría en comparación con el volumen del tráfico clandestino[59].

Lo señalado sirve para subrayar que la información de las compraventas no refleja la totalidad del mercado de esclavos, sino una parte significativa (la legal) que puede usarse como muestra de la totalidad de casos. No obstante, esta muestra, la de las compraventas notariadas, seguramente tieneuna sobre-representación de esclavos nacidos en la región. En otras palabras, el mercado de esclavos total (legal e ilegal) debió tener un volumen mayor de africanos que la muestra de las compraventas legales (en donde el “techo” de africanos sería la mitad, aunque debió ser menos pues algunos “negros” no eran nacidos en África).

6. Las circulaciones regionales e inter-jurisdiccionales

Ya hemos apuntado la centralidad de los expedientes matrimoniales para identificar las rutas atravesadas por los esclavizados que arribaron a la ciudad. En este breve apartado, no obstante, intentaremos mostrar cómo el movimiento de personas libres estaba vinculado al mercado de esclavos, a la trata esclavista, en tanto había muchas familias con “un pié” libre y otro esclavo.

Los expedientes analizados dan cuenta de una importante presencia de indígenas y pardos libres buscando contraer matrimonio con esclavas residentes en la ciudad. Según puede inferirse de las fuentes, muchos de ellos las habían conocido como resultado de haberse conchabado en las estancias y casas de sus amos. La variedad de orígenes de estas personas es muy amplia, aunque puede identificarse con claridad una fuerte llegada de pobladores de las diferentes misiones guaraníes en el actual Paraguay. Otro grupo importante de estos sujetos llegaron de provincias como Buenos Aires, Catamarca, Córdoba, Corrientes, Mendoza, Salta, Santiago del Estero, San Juan, San Luis y Tucumán. Algunos, los menos, provenían de regiones muy alejadas como Arequipa, Cuzco, Oruro y Potosí o de espacios que se encontraban bajo la jurisdicción santafesina, como la bajada del Paraná. El cruce de esta información con las actas matrimoniales da cuenta de una similar diversidad de orígenes. Esto es importante de destacar porque muestrala dinámica de poblamiento de la ciudad de Santa Fe durante la segunda mitad del siglo XVIII, caracterizadapor un fuerte componenteheterogéneo[60].

Los motivos de tales circulaciones, por otra parte, enlazan con las dinámicas del mundo del trabajo, un mundo del trabajo vinculado generalmente al espacio rural, aunque en ocasiones también a empleos calificados. Muchos testigos y contrayentes se habían conocido en su niñez y habían salido de sus tierras juntos en viajes, trabajando de peones o capataces en las propiedades de la élite, conduciendo “tropas de carretas” o conchabándose para ovejeros en diferentes estancias. Algunos habían partido de sus tierras desde pequeños como “pajes” de algún vecino importante o de algún fraile. Otros se habían conocido trabajando y estudiando en talleres oficios como el de zapatero o sastre. Un rasgo característico de esta movilidad es la estacionalidad de los trabajos, razón por la cual estas personas transitaban por varias provincias antes de llegar a la ciudad de Santa Fe y asentarse. Otro aspecto importante está relacionado con la edad temprana en la que estos sujetos se insertaban laboralmente, lo que da cuenta de la precariedad de la vida material para los sectores más bajos de las sociedades coloniales. Lo que queda en claro es que de provincia en provincia, de estancia en estancia, estos sujetos fueron compartiendo experiencias y generando lazos de confianza que se tradujeron en la posibilidad de prestar testimonio fiel sobre el pasado de unos y otros.

7. Conclusiones

En este trabajo nos propusimos comenzar a deshacer nuestro desconocimiento sobre los rasgos de la esclavitud en la ciudad de Santa Fe a partir de la reconstrucción del mercado esclavista y las rutas y recorridos atravesados por los esclavizados. A partir de la información que nos brindaron documentos como las compraventas de esclavos y los expedientes matrimoniales, hemos intentado reconstruir también algunos rasgos poblacionales, redes de sociabilidad y proveniencias étnicas.

A partir de lo analizado podemos concluir que el mercado esclavista en la ciudad durante el período 1750-1810 mantuvo cierta regularidad, aunque observamos un mayor dinamismo en la etapa en que Santa Fe operó como “Puerto Preciso” (1740-1780). La prosperidad económica generada durante esos años hizo que el número de esclavos comercializados superara al de la etapa virreinal. Este mercado estaba alimentado por un tráfico de menor escala y predominantemente de cercanías. En él, la gravitación de los esclavos nacidos en la región era importante (representando la mitad al menos). Además, había un mercado de trata ilegal, en donde seguramente había más africanos, que se vinculaba más estrechamente primero con Colonia (hasta 1777) y luego con Buenos Aires y Montevideo.

En el mercado legal varones y mujeres se compraron y vendieron casi por igual y los amos buscaban esclavos en plena edad productiva y reproductiva. Los precios que se pagaron por ellos estaban sujetos a múltiples variables. Tanto el sexo como la edad, las habilidades e incluso las “tachas”, “vicios”y enfermedades, eran claves a la hora de fijar los mismos.

Vinculado al mercado esclavista existía un movimiento regional de pardos libres e indígenasque al contraer matrimonio con esclavassantafesinas fueron transformando progresivamente la fisonomía de la ciudad.♦

Bibliografía citada

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Fuentes

Archivo General de la Provincia de Santa Fe (AGPSF), Archivos de Contaduría

Archivo del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales (DEEC), Escrituras Públicas

Archivo de la Arquidiócesis de Santa Fe (AASF), Informaciones Matrimoniales

Notas

[1] Esta investigación se enmarca dentro del PICT 2017-3306 “Esclavitud, emancipación y ciudadanía en el Río de la Plata. Estudios comparados de africanos y afrodescendientes en Buenos Aires, el Litoral, Cuyo y Córdoba”. Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, CONICET- UBA y Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, dirigido por Magdalena Candioti a quien agradezco los valiosos comentarios a una versión previa de este artículo. De igual manera, agradezco la lectura atenta y las sugerencias de Ignacio Telesca a una ponencia presentada en interescuelas de Catamarca (2019) cuyos aspectos más salientes se incluyen en este trabajo. Agradezco por último a los evaluadores anónimos de la revista y a los coordinadores de la misma, en especial a Alex Borucki por sus enriquecedoras observaciones.
[4] María del Rosario Baravalle, “Introducción a un tema sin historia. Negros esclavos en Santa Fe, siglo XVII”, Claroscuro (2001):157-177
[6] El mercado de esclavos en la ciudad de Santa Fe evidenció un notable impulso durante la segunda mitad del siglo XVIII comparado con la primera media centuria. El volumen de compraventas labradas durante el período 1700-1749 (175) representó poco más del 35% de las compraventas labradas entre 1750-1810 (478). Este florecimiento del mercado esclavista obedeció a la coyuntura inaugurada por el establecimiento del “Puerto Preciso”, es decir obligatorio, entre 1740-1780, continuada por la creación del Virreinato del Río de la Plata (1776) y la promulgación del libre comercio (1778). El desarrollo de la actividad ganadera y su orientación hacia el mercado Atlántico generaron un importante crecimiento económico para Santa Fe, que se tradujo en la incorporación de importantes cantidades de esclavos para los trabajos de cría y cuidado del ganado vacuno y mular en las estancias de los vecinos santafesinos.
[9] Sobre las experiencias y redes creadas por los esclavizados durante la trata atlántica e interamericana cfr. Alex Borucki, De compañeros de barco a camaradas de armas. Identidades negras en el Río de la Plata, 1760-1860. (Buenos Aires: ed. Prometeo, 2017)
[11] Para el siglo XIX, Candioti (2018) 141
[13] En la documentación consultada, la alusión a tales labores se hace a través de la frase “esclava de servicio”
[14] Podemos citar el ejemplo de Vicente, esclavo negro que vendió Manuel Pacheco a Francisco Antonio de Vera Mujica, el cual se caracterizaba por ser “buen arador, sirviendo en labranzas”. DEEC, EP, t. 15, 1762, f. 716 a 717
[15] Algunos miembros de la élite santafesina, por entonces grandes propietarios de estancias “pobladas con ganados mayores y menores” declararon en sus testamentos poseer un número significativo de esclavos, entre ellos Bartolomé Díez de Andino (26) o el propio Francisco Antonio de Vera Mujica (21), es posible que muchos de ellos hayan sido ocupados en tales tareas. DEEC, EP, t. 16, 1763, f. 93 a 111. DEEC, EP, t. 17, 1770, f. 169 a 173
[16] En las escrituras de compraventas relevamos 22 casos de esclavos con los siguientes oficios: zapatero (9), barbero (3), maestro de carpintería (2), sastre (3), músico (2), barbero-zapatero (1), herrero (1) y herrero-armero (1). Si bien no es tema de este artículo, las posibilidades de acumulación de dinero adicional a partir de tales ocupaciones, fue central para que los esclavizados pudieran acceder a la manumisión. Al respecto cfr. Lyman Johnson y Alejandro Titunik, “La manumisión de esclavos en Buenos Aires durante el Virreinato”, Desarrollo Económico 16 (1976): 333-348; Lyman Johnson, “La manumisión en el Buenos Aires colonial: un análisis ampliado”, Desarrollo Económico, vol. 17 (1978): 637-646; María Isabel Seoane, “La manumisión voluntaria expresa en la praxis notarial bonaerense durante el periodo federal (1829-1852). Revista de historia del derecho 33, (2005): 327-390; Fatima Valenzuela, “De esclavizados a libres y libertos. Formas de alcanzar la libertad en Corrientes (1800-1850), Trashumante. Revista Americana de Historia Social 10 (2017): 54-77
[19] Por ejemplo, en el testamento de Don Francisco de Arismendi, labrado el 20 de marzo de 1757 se señala entre sus bienes “un negro y una negra de 60 y 40 años respectivamente con dos hijos, Bernardo e Hilaria y una mulatilla más llamada Petrona” y se aclara que “a los tres últimos los tiene repartidos a sus tres hijas”. DEEC, EP, t. 14, 1757, f. 854 a 857
[20] El mayor precio de los esclavos varones coincide con la evidencia encontrada en otros mercados (rurales o urbanos) como Estados Unidos, el Caribe, Brasil, Perú e incluso el Río de la Plata donde el precio de los hombres estuvo en promedio 10% por encima del de las mujeres durante el siglo XIX y finales del siglo XVIII respectivamente. Cfr. Celia Cussen y otros, “The dynamics and determinants of slave prices in an urban setting: Santiago de Chile, c. 1773-1822”, Revista de Historia Económica, Journal of Iberian and Latin American Economic History 3, (2016): 449–477
[21] De esa manera se denominaba a los esclavos menores de 18 años
[22] El número de escrituras que relevamos para 1660-1699 es 95. Un análisis sistemático de ellas que incluya a las ya mencionadas de la primera mitad del siglo XVIII (175) puede brindar en el futuro mayores detalles sobre los precios de los esclavizados para esos períodos e incluso realizar proyecciones sobre su evolución en el largo plazo.

El número de escrituras que relevamos para 1660-1699 es 95. Un análisis sistemático de ellas que incluya a las ya mencionadas de la primera mitad del siglo XVIII (175) puede brindar en el futuro mayores detalles sobre los precios de los esclavizados para esos períodos e incluso realizar proyecciones sobre su evolución en el largo plazo

[25] En este punto quisiéramos citar como ejemplo la venta de Simón, negro esclavo de 50 años que vendió Juan Pérez a María Pascuala Romero en 70 pesos, dado que es el precio más bajo que hemos relevado de toda la documentación. DEEC, EP, t. 17, 1772, f. 407
[28] La ubicación casi estratégica de la ciudad en el camino por el que bajaba la plata potosina con la que se pagaban las mercancías intercambiadas entre lusos y castellanos explica en cierto sentido la presencia del metálico en Santa Fe
[33] DEEC, EP, t 15, 1758, f. 337 a 338. Este caso sirve para hacernos una idea del valor que tenían los esclavizados ya que en conjunto, representaban casi el 50% de la mencionada deuda, lo que indica que no se trataba de una “mercancía”barata. Según se detalla en la escritura, cada cabeza de ganado vacuno valía 12 reales, cada caballo 2 pesos, cada buey 5 pesos y cada esclavo 250 pesos
[37] Borucki 34
[39] Borucki 53
[40] Borucki 20
[42] Valenzuela observa una similar alza en las ventas de esclavos para el mismo período y una tendencia relativamente horizontal en la evolución del mercado esclavista correntino, equiparable al caso santafesino. Esta autora reconstruyó que entre 1770-1779 se vendieron en Corrientes 100 esclavos de los cuales 55 pertenecían a los bienes secuestrados de las temporalidades en aquella ciudad. Fátima Valenzuela, “La experiencia esclavista en Corrientes entre 1750-1850”, Mónica Ghirardi (ed.), Esclavos. Una subjetividad negada. (Córdoba: ed. Báez, 2019) 491-526
[43] Borucki 52
[45] Por ejemplo, en las actas existen casamientos concretados que involucran a esclavizados africanos y no se conserva el expediente matrimonial. Pero no sólo de esclavizados africanos, también de aquellos que provenían de otras regiones americanas y rioplatenses, que por su “extranjería” debieron prestar testimonio y pruebas de soltería ante el notario eclesiástico.
[48] Kühn 451
[50] “El puerto del reino de Portugal” es la ciudad de Porto, en Portugal, por lo que Bernardo de Aguiar era un portugués residente en Santa Fe
[52] Borucki 59
[53] La “Mina de los portugueses” es la Costa da Mina, por lo que Pedro o fue específicamente embarcado en Elmina, o sino en sentido amplio, venía de lo que hoy es Ghana (la Gold Coast o Costa de Mina), o un poco más amplio, incluyendo la costa de Benín y Nigeria occidental
[59] Kühn 452


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