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Estudios críticos sobre la instrucción militar en La ciudad y los perros1
Critical Studies on Military Training in The Time of the Hero
Plurentes. Artes y Letras, núm. 12, e025, 2021
Universidad Nacional de La Plata

Artículos de investigación

Plurentes. Artes y Letras
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
ISSN: 1853-6212
Periodicidad: Anual
núm. 12, e025, 2021

Recepción: 26 Agosto 2021

Aprobación: 30 Agosto 2021

Publicación: 29 Octubre 2021


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: El propósito de este artículo es sistematizar los estudios críticos acerca del adiestramiento castrense en los personajes de La ciudad y los perros (1963). Para conseguirlo, se confrontará con la hermenéutica de Gadamer, orientada a la propalación de estrategias heurísticas y taxonomías que consoliden el corpus de la novela cotejada. Así, se reconocerá el efecto que cumplen las variantes extrínsecas de la lectura, tales como las jerarquías y las percepciones idóneas y erróneas de la educación del Colegio Militar Leoncio Prado. Por ello, la adecuación de este contenido permitirá una mayor dilucidación del tema cuestionado con su respectivo soporte crítico.

Palabras clave: hermenéutica, estado del arte, análisis literario, novela.

Abstract: The purpose of this article is to systematize critical studies about military training in the characters of The Time of the Hero (1963). To achieve this, the novel will be confronted with Gadamer’s hermeneutics, aimed at the propagation of heuristic strategies and taxonomies which consolidate the corpus of the collated novel. Thus, the effect of extrinsic reading variants, such as hierarchies and appropriate and erroneous perceptions of the education of the Leoncio Prado Military Academy, will be recognized. Therefore, the adaptation of this content will allow a greater elucidation of the questioned issue with its respective critical support.

Keywords: hermeneutics, state of the art, literary analysis, novel.

Introducción

La concepción de hermenéutica es fraguada por Hans-Georg Gadamer en Verdad y método (1960). De esta, se comprende que es todo el proceso que se genera de la interacción con otros textos para que el investigador identifique las metodologías empleadas, asuma una cosmovisión peculiar y clasifique según su perspectiva. En esta oportunidad, he considerado la novela La ciudad y los perros (1963) del escritor peruano Mario Vargas Llosa para extrapolar esta epistemología. Ha sido infalible recurrir a los estudios críticos que se han efectuado en torno a esta obra literaria. El objetivo es documentar con respecto al tema propuesto: las múltiples interpretaciones sobre el tratamiento de la instrucción castrense. Para ello, he dividido esta pesquisa en cuatro partes. La primera consta de la exégesis en función de las jerarquías castrenses. La segunda analiza esa institución como correctivo o espacio donde los cadetes se reforman. La tercera abarca la apropiación de antivalores de los implicados por no recibir una educación adecuada desde esa localidad. La cuarta remite a la configuración de esa escuela como un microcosmo de la ciudad de Lima que se va construyendo.

Las jerarquías militares

Por el momento, la noción que se recaba de jerarquía en La ciudad y los perros es la de establecer una visión vertical de posiciones superiores o inferiores, en las que se hallan determinados tipos de personajes, según el desempeño y el cargo que realicen. La crítica literaria ha analizado la viabilidad de las jerarquías extrínsecas, sobre todo, del Colegio Militar Leoncio Prado, en función del desempeño de los cadetes en ese espacio. Para poder enunciar estas inferencias y articular el paradigma de este trabajo, es ineludible evocar el valor que le atribuyó Gadamer (1993, p. 187) al historicismo (concepto trabajado por Wilhelm Dilthey) en la hermenéutica, porque las formulaciones de la crítica literaria se corroboran cronológicamente con los estudios hechos en una época específica y se cotejan con los coetáneos, con el propósito de detectar semejanzas, diferencias, aserciones o inconsistencias. Es más, desde allí, se sustentan análisis o metateorías. En ese sentido, iré desplegando las heterogéneas estrategias heurísticas con un orden temporal particular.

Gisela Leber y Carlos Rincón (1968, p. 171) sostienen que en la novela se plasman las jerarquías antioligárquicas de la sociedad peruana, junto con la mitología castrense y la decadencia moral del centro educativo. Peter Bikfalvy (1975, p. 108) encuentra que la ley del más fuerte es más pura y directa en esa institución que en la sociedad, debido a los rangos de fuerza y brutalidad. Enriqueta Morillas Ventura (1984, p. 123) infiere que esa escuela es un ámbito intrascendente, con jerarquías militares y socioeconómicas, normas, racismo, deformación del lenguaje, prácticas sexuales y conductas violentas. Estas posturas consiguen que se cree una dinámica que consagraba la supremacía de unos y el sometimiento de otros, por lo que se expone, a la vez, los conflictos de la sociedad peruana e impregnan en la mentalidad de los adolescentes una huella dañina, con la que la violencia, los castigos y los abusos eran de temer. Sara Castro-Klarén (1988, p. 39) plantea que se exhibe una violencia organizada que se rige bajo un control desde lo supremo (los machos). Raymond Leslie Williams (2000, p. 6) propala la idea de que el Colegio Militar Leoncio Prado representa a una sociedad jerárquica e injusta. Del mismo modo, Daniel del Castillo (2001) menciona que esa jerarquía se fundamenta desde la exclusión de los estudiantes. Por otro lado, Borys Salazar Jaque (2005) estratifica a los personajes por medio de códigos de subversión (violencia), ya sea por disciplina u órdenes establecidos en el centro educativo. Por parte de esa escuela, se asume como finalidad el dominio de la subjetividad en cada alumno, puesto que ellos ingresan a un mecanismo hegemónico que los explora, los desarticula y los recompone. Óscar Hahn (2011, p. 49) detecta las relaciones de poder existentes entre las prácticas de dominio: el dominante con el dominado. José Miguel Oviedo (2007, pp. 40-41; 2012, p. XXXIX) señala que la jerarquía más atrayente para el autor es la del Ejército, ya que esta se basa en una autoridad incontestada, rígida y que se convierte cada vez más en abstracta, porque tiene la intención de corregir, instruir u orientar a los jóvenes, pero los métodos empleados para esa causa poseen efectos contraproducentes. Diana Angélica Vigil Pablo (2009, p. 9) destaca la importancia de las jerarquías y la hegemonía en los personajes. Alfredo Pastor (2010) menciona que con la jerarquía castrense se logra poner orden en un mundo salvaje y caótico, considerando al individuo como una identidad colectiva. Esto constituirá un fracaso para el desarrollo de la sociedad latinoamericana. Al respecto, Ludy Sanabria (2011) añade que las jerarquías dividirán las clases entre dominados y dominadores, además de que en ese centro educativo se hace notoria esa estructuración social, junto a los vicios que propaga la institución, mientras que se oculta la falsa creencia de que en ese espacio se conserva la ética. Alonso Cueto (2012) sostiene que las relaciones de poder son inseparables: el más débil debe obedecer al más fuerte. Este tipo de jerarquía también se asume muchas veces a partir del racismo. Marco Martos (2012a) sustenta que la violencia y la astucia se ejercitan al acotarse los rangos a los que se han sometido los cadetes con una disciplina férrea y una presencia hegemónica.

Otra opción para corroborar las jerarquías es por medio de la teoría darwiniana, que consiste en la preeminencia del fuerte sobre el débil; Luis Harss (1966) y Raúl Tola (Tola, Rodríguez y Amaya, 2014) han argüido que la violencia en la novela se fragua por esta visión darwiniana, en un universo autosuficiente, donde el débil es agredido por el más fuerte y, por lo tanto, prevalece una colisión consuetudinaria por sobrevivir en ese espacio.

Hasta el momento, la crítica literaria ha reincidido en configurar una jerarquía castrense en los personajes, mas no se profiere un estudio en el que se establezca que esta forma de dominación tuviera un auge simbólico en ellos y que, a su vez, se altere. Llega a pertenecer a un ciclo de vida particular. Se adoptan roles hegemónicos, como también están subyugados a normas rígidas de dominación. Eso supone que ya no deben existir rangos, sino adaptaciones circunstanciales en las que la identificación es asequible para lograr su proceso de evolución. Esa idónea gradación no es estática en ellos. Ese error ha asumido la crítica literaria al imponer un modelo de régimen en la novela, como al mencionar que se trata de una teoría darwiniana, que plantea que los débiles perecerán. Si bien el Esclavo murió porque era el más inofensivo, no se infiere que un personaje caracterizado por su desempeño más prominente tendrá la seguridad de que mantendrá esa posición colosal. Ese suceso no ocurrió con el Jaguar ni con ninguno, ya que se produjeron múltiples recorridos ontológicos en los que se integró y se excluyó como ser sociable. A continuación, desarrollaré las interacciones o los criterios que permiten la deslegitimación de las jerarquías en sus distinguidas posiciones o conductas que tienen dentro del Colegio Militar Leoncio Prado.

La institución castrense como correctivo

Para el análisis hermenéutico, según Gadamer (1993, p. 201), es indispensable conocer el contexto en el que se originó la obra estudiada, debido a que sabiendo cuáles fueron sus referentes directos es más factible comprender la totalidad de estrategias heurísticas que se provocan sobre este. En ese sentido, la novela de Mario Vargas Llosa tuvo como eje histórico el Gobierno dictatorial del presidente Manuel Odría, quien estuvo a cargo del poder a mediados del siglo XX en el Perú para imponer un mandato desligado de la conciencia democrática y la cooperación con otros partidos políticos. Esa misma idea se muestra como un microcosmo en el Colegio Militar Leoncio Prado, institución que promueve los valores y la disciplina, similares a los que requiere un ciudadano sometido a este tipo de régimen de tiranía. Considerando esa premisa, en esta sección, se argumentará el tópico de la instrucción militar, afianzada por el Leoncio Prado y acreditada por los padres de los cadetes. Su percepción resulta globalizante e invariable para la sociedad, pero controversial por las propias autoridades de la escuela, por la incompatibilidad del modelo castrense en la educación y no contar con un personal especializado, junto con la hipocresía y la corrupción derivadas.

Prevalece una noción básica por los apoderados de los alumnos acerca de esta pedagogía, que es fraguada por Efraín Kristal (2012), quien asume la idea de que el Colegio Militar era como un correctivo o un reformatorio para los hijos que iban a ser matriculados (el papá de Alberto Fernández lo sostiene así). Esta propuesta también se adopta en la vida real (contexto peruano).

En relación con el trato hacia los adolescentes, se hizo una demarcación y una estructuración en torno a la preparación castrense en esa escuela. Borys Salazar Jaque (2005) y Pedro de Felipe (2012) fundamentaron que el universo de los estudiantes se ha validado desde la incorporación del mundo militar en sus vidas, anteponiendo el conocimiento que se tiene de este (como el poder, la autoridad, la estratificación social y el control institucional), para mejorar en los códigos y las normas morales de disciplina, orgullo y honor que imperan en el Ejército. Por ese motivo, los cadetes aceptan el adiestramiento castrense de ese sistema vigente, mientras que en la práctica las instituciones militares constituyen con severidad la noción de que el alumno tiene un cambio notorio en su modo de ser. Al respecto, Efraín Kristal (2012, p. 541), José Miguel Oviedo (2007, p. 41) y Marco Martos (2012b, p. XXXVIII) mencionan que se buscaba transformar al cadete en hombre en el Colegio Militar Leoncio Prado; es decir, masculinizarlo y convertirlo en un hombre correcto, a partir de una disciplina castrense.

Para finalizar, el resultado no era eficiente por la organización interna del centro educativo, según lo sustentado en La ciudad y los perros. Frederick Nunn (1987, pp. 459-460) desarrolla la idea de que las autoridades de la institución muestran una enseñanza utópica (muy severa y deshumanizada), pero que no es eficiente, a causa de que el personal no es el indicado para ejercerla (los instructores militares de la novela carecen de pedagogía y psicología para dirigirse a sus alumnos). Frederick Nunn (1987, p. 457), Sergio Cházaro Flores (1993, pp. 5-6), Efraín Kristal (2012, p. 54), José Miguel Oviedo (2012, p. XLVI) y Javier Cercas (2012, p. 492) detectan la hipocresía en los escrúpulos morales (sus autoridades), ya que se evidencia un mundo violento palmario en donde se desempeñan los jóvenes. David Gallagher (2011, pp. 594-595) ha formulado que los encargados de ejercer la disciplina son corruptos, en el sentido de que no promueven los valores que prometieron, además de obviar las deficiencias, como al ocultar el asesinato de Ricardo Arana. Para finiquitar, Luis Rodríguez (Tola, Rodríguez y Amaya, 2014) defiende la idea de que los militares no están para enseñar valores, porque ellos tienen una visión unilateral de la vida.

La crítica literaria ha coincidido en señalar que la educación que promovió el Colegio Militar Leoncio Prado no era realmente la que estaba en conciencia de la sociedad peruana de la novela, mientras que se ha descuidado algo muy peculiar: se trata de una escuela con autoridades adiestradas en el Ejército, argumento que no ha reanudado de manera implícita la crítica al respecto (como la propuesta de Nunn), que ha reincidido en que el aprendizaje castrense debería ser similar a una enseñanza que se recibe en aulas normales con gente instruida por educación superior.

Los déficits y los valores no se relacionan con la formación de los estudiantes (como lo han indicado Nunn, Cházaro Flores, Kristal, Oviedo, Cercas, Tuesta, Gallagher y Rodríguez), puesto que ellos se perciben no solo en un colegio militar, sino en cualquier tipo de institución. Lo que resulta de importancia para la constitución del cadete es la interacción que existe con algún personal que lo eduque bajo sus criterios (considerando la modalidad de enseñanza duramente jerarquizada, por lo tanto, habrá una variación con un alumno particular). Este centro sí cumple con su rol de que sus estudiantes sean distintos de otros que pertenecen a otros colegios. Incluso, en la novela, se hace explícita esa diferencia, acotando que su instrucción les ocasionará problemas. Esta es exigente, y la conocen quienes matriculan a sus hijos. En caso de que ocurra algún incidente, ellos lo hacen bajo su responsabilidad y su libertad.

La apropiación de antivalores

Reanudando que los postulados críticos que realiza la exégesis se caracterizan por ser diversos y dinámicos, el concepto de hermenéutica fundamentado por Gadamer se adapta como una alternativa para distribuir adecuadamente esa pluralidad discursiva. En ese sentido, su filiación con el enunciado teórico del filósofo Schleiermacher concuerda por ese requerimiento de concatenar y estratificar lo que se ha expuesto durante el tiempo en función de un determinado objeto de estudio. Esa organización se apreciará a continuación con la taxonomía empírica que he efectuado de la multiplicidad de propuestas hechas por la crítica literaria sobre la adquisición de antivalores.

En La ciudad y los perros, se exhibe una superficialidad que se plasma por la hipocresía con respecto a la educación y la disciplina que se están forjando dentro del Colegio Militar Leoncio Prado, según la crítica literaria. Se patentizan posturas reincidentes vinculadas con conductas antagónicas que refuerzan los falsos valores en la institución, así como se evidencia en el grupo compuesto por unos estudiantes (el Círculo). Asimismo, existe un personaje capacitado para aminorar ese déficit en general: el teniente Gamboa.

Los siguientes planteamientos justifican los antivalores promovidos por la instrucción castrense que están recibiendo sus alumnos. Ambrosio Fornet (1964, p. 132) especifica que Vargas Llosa, por medio del abordaje heterogéneo y diferenciado, pero unitario, desentraña los vicios de un sistema y la hipocresía de quienes lo fundamentan. Luis Harss (1966, p. 430) duda de la idea de justicia que se fomenta en la novela, si es que se trata de la acción militar (castigar, sincerarse o mentir). Frank Dauster (1970, p. 274) formula que el objetivo del autor es mostrar Lima como una sociedad inhumana regimentada que obliga a una moral y un intelecto convencionales. Hernando Valencia Goelkel (1976) sostiene que la novela niega las estratificaciones y los valores, fingidos o reales, del mundo exterior. Sergio Cházaro Flores (1993) compara esa escuela con un reformatorio o un instintivo de posición social. La realidad es otra y la moral está ausente en la institución. Es difícil abarcarla. Silvia Hopenhayn (2011, p. 65) determina que los cadetes en el Colegio Militar Leoncio Prado están propensos a fraguar un impulso notorio a gozar y disfrutar de su libertad. Carlos Granés Maya (2004, pp. 190-192) y Sarah Brooks (2005, p. 124) también arguyen que allí se fomentan vicios, en vez de valores, estribados en una disciplina castrense, la ley del más fuerte y el entorno machista: parámetros que permiten interactuar a ese estudiante con la realidad. José Morales Saravia (2011, p. 92) se ciñe al argumento de que en esa escuela no prevalece el orden ni la disciplina; más bien, una constante agresión y un estado a la defensiva. Y José Miguel Oviedo (2012, p. XL) sustenta que ese centro educativo es una contraimagen por los desajustes entre la realidad y su proyecto: es lo opuesto semánticamente.

Sobre la base de los personajes que se desenvuelven bajo esta dinámica, se hallan el Círculo y el teniente Gamboa en especial. Por un lado, Nicasio Perera San Martín (1980, pp. 819-820) formula que el Círculo es el verdadero protagonista de la novela, merced a su función dinámica, sus leyes, su violencia y su humor negro. Asimismo, Ludy Sanabria (2011, p. 7) añade que este grupo instaura una jerarquía inusitada en el Colegio Militar Leoncio Prado, a la que todos deben someterse, porque controlan desde el robo de exámenes hasta el tráfico de licores y cigarrillos en la institución. Por otro lado, parte de la crítica literaria ha fijado sus análisis en el teniente Gamboa, ya que lo considera como el único personaje que se contrapone al universo castrense corrupto y violento. Verbigracia, José María Arguedas (Mujica, Martos, Cueto y Vargas Llosa, 2012) identifica la imagen amarga y escéptica del mundo de La ciudad y los perros, una vez realizado ese proceso, la contrasta con la figura positiva que tiene el teniente Gamboa. Washington Delgado (1964, p. 314) menciona que la idea de la novela es representar un mundo militar, donde el teniente Gamboa resulta el más humano de los personajes; al igual que Frederick Nunn (1987, p. 465), quien hace notar la fidelidad del mismo hacia el servicio y su disciplina. Gustavo Correa (1977, p. 91) se refiere a él como si se tratase del único oficial de integridad y carácter en la academia, debido a que se ocupa de las verdaderas causas de la muerte del Esclavo. Para Alonso Cueto (2012, p. 10), la figura del teniente Gamboa es instintiva por ser un modelo de honor, lealtad, deber y compromiso ético con el mundo castrense. Efraín Kristal (2012, pp. 549-551) lo califica como un personaje solidario; aunque también muestra modalidades de justicia al presentar la acusación del Poeta con respecto a los robos y el comercio ilícito de alcohol y tabaco. Sergio Cházaro Flores (1993, pp. 94, 110) lo compara, incluso, con el Jaguar, por no existir en ellos ninguna autoridad de por medio. Por otro lado, lo que impide creer en principios morales bien establecidos es la inmoralidad de la escuela y los reglamentos alterados. Max Silva Tuesta (2010, p. 27) designa al teniente Gamboa como el único héroe de la novela, por ser auténtico y leal, ya que los demás personajes son antihéroes. Silvia Hopenhayn (2011, p. 66) lo construye a partir del tránsito por la vía del desencanto y el cinismo, tras descreer del Ejército, institución a la que se sirvió fielmente. Javier Cercas (2012, p. 495) nota la comprensión que posee este personaje con la farsa de lo vivido (valores incompatibles o pervertidos). Para finiquitar, Félix Terrones (Prado y Terrones, 2014) sostiene que el teniente Gamboa es heteróclito de los otros militares, pero luego terminará sumergido en esa hipocresía.

En respuesta a estas posturas, se observa una difusión de conductas antagónicas, como ya lo señalaban Fornet, Harss, Dauster, Valencia Goelkel, Cházaro Flores, Hopenhayn, Granés Maya, Brooks, Morales Saravia y Oviedo, que se evidencia en los alumnos, merced a una preparación recibida de ese tipo de escuela. Ante estas posiciones, reincide en que habría que distinguir bien entre un colegio militar y uno del Estado, puesto que lo que se ha adquirido en los cadetes de La ciudad y los perros es una forma adulta de comportamiento, que ha sido acelerada por el trato violento de ese centro educativo, sin obviar los antivalores que se toleran allí. Nada asegura que estos estudiantes tendrán posturas criminales o delincuenciales en la ciudad. Puede suceder con Alberto Fernández o Ricardo Arana, aunque eso no se evidencia directamente en la novela. En cambio, el Jaguar es una excepción, mas no es una lógica determinista, pues todos los asesinos no surgen de esa institución. De las propuestas de Arguedas, Delgado y los que hacen su análisis acerca del teniente Gamboa, se esclarecen las cualidades óptimas y disciplinadas del mismo; aunque la crítica más certera resulta la de Silvia Hopenhayn, ya que el personaje se distancia de lo tradicional: la creencia de que el Ejército cumple sus normas con responsabilidad, sinceridad y democracia es transgredida por los valores que asimila por pulcritud. Luego de que se le ordena que vaya a provincia, ya sabe cómo es realmente el universo castrense.

La configuración como microcosmo de la capital

El Colegio Militar Leoncio Prado ha sido tomado en cuenta en los análisis para justificar su vínculo con la realidad peruana; en especial, con la capital que es plasmada. Ante la diversidad de formulaciones, para Gadamer (1993, p. 187), es infalible indagar cada una para poder inferir una metateoría, y conseguir una clasificación pertinente para el objeto de estudio. Ese procedimiento es el que se realizará a continuación.

Para el caso de esta institución, Susan Tritten (1983, pp. 643-644), Borys Salazar Jaque (2005) y Félix Terrones (Prado y Terrones, 2014) la comparan con un microcosmo o “la sociedad en miniatura”, debido a sus temas imperantes, como los etnológicos, los sociológicos, los económicos, los culturales, los castrenses y el machismo, que se desarrollan para forjar un espacio explícito de acontecimientos concomitantes de la realidad peruana. Mas, no solo se toma ese microuniverso con este fin social, sino que tendrá una funcionalidad técnica, como la que plantea Pedro de Felipe (2012, p. 89), quien sostiene que el microcosmo de esa escuela se produce en hallar a la perfección la felicidad entre las interacciones del Esclavo, el Jaguar y el Poeta con Teresa. Por otro lado, Guadalupe Fernández Ariza (1980) argumenta que no se patentiza un solo microcosmo, sino varios, como el del individuo, el Círculo, el centro educativo, la ciudad y la nación.

El Colegio Militar Leoncio Prado también tiene otro modo de percibirse por la realidad, porque se configura como una sociedad cerrada, tal como lo propone Gustavo Correa (1977, pp. 89-91). Esta idea se manifiesta por su rasgo clausurado y carcelario, donde se lucha por el anhelo de poder. Esto es muy distinto de la realidad coetánea del Perú; es decir, no forma parte de su historia.

Max Silva Tuesta (2010, p. 29) se equivoca al mencionar que aún no se ha hecho una investigación con respecto a la ciudad que plasma La ciudad y los perros, y que más se ha pormenorizado en torno a la caracterización de los personajes. Este postulado es contradicho, merced a la existencia de un estudio anterior, efectuado por Balmiro Omaña (1987, p. 141), quien ha calificado la ciudad como un macrocosmos, que se condensa por una temática hipócrita, irresponsable, vacía, violenta, depravadora y que se halla en una degradación consuetudinaria. Posterior a esta premisa, se encuentra la pesquisa de Juan Antonio Masoliver Ródenas (2011, p. 111), quien formula que en la novela se muestra un macrocosmo; y el análisis realizado por Marco Martos (2012a, p. XXVI; 2012b, p. XXXVIII), en el que se proporciona mayor importancia a la ciudad y el ambiente que esta establece, en vez de a los personajes (postura contraria a la de Max Silva Tuesta), porque el narrador se encarga de describir ese espacio con ambientes opacados, como si se tratara del Infierno.

También, el Colegio Militar Leoncio Prado y la ciudad de Lima han sido abordados con reciprocidad, tal como lo hicieron Peter Bikfalvy, Sharon Magnarelli (1976, p. 35) y Javier Cercas (2012, p. 484), quienes han destacado la dualidad y las contraposiciones de estos espacios ya señalados, que no son dos mundos dicotómicos incompatibles, puesto que uno es abierto (la sociedad: macrocosmos); y el otro, cerrado (el Ejército: microcosmo).

Coincido con los análisis de Peter Bikfalvy, Sharon Magnarelli, Javier Cercas y Marco Martos, por contener una explicación verosímil al atribuir a esta institución como microcosmo y la capital como macrocosmo, ya que otros análisis revelan las delimitaciones existentes en los espacios, mas no articulan la conexión y las estrategias de interacción que surgen entre los personajes con los lugares donde se desenvuelven. Aunque postulo que estos territorios son convencionales y dependerá mucho del modo de insertarse en estos para conseguir un objetivo especial (educación, formación de una identidad autónoma, conocimiento general para saber relacionarse con cualquiera, etc.).

Conclusiones

La funcionalidad de la hermenéutica desarrollada por Gadamer fue propicia para erigir una sistematización de los estudios críticos en torno a la instrucción castrense recibida por los cadetes de la novela de Mario Vargas Llosa. Se aplicó este paradigma en las cuatro temáticas derivadas que permitieron constatar las jerarquías que operaban en el Colegio Militar Leoncio Prado, su reputación como institución, la adquisición errónea de antivalores que padecieron los implicados y su asociación como un microcosmo de la capital del Perú. Una vez corroborada y cuestionada cada vertiente, expuesta de forma cronológica, se infirió que las formulaciones de la exégesis literaria condensan un corpus que sirve como referente para analizar la obra y comprenderla desde diversos enfoques.

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Notas

1 Este artículo se deriva de mi tesis de licenciatura, titulada Protagonismo violento y modos de representación en La ciudad y los perros (1963), financiada por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima-Perú), a través del Fondo de Promoción de Trabajo de Tesis de Pregrado (2012) del VRI-UNMSM. La última versión se terminó de elaborar en el 2017. Este trabajo de investigación recibió el asesoramiento del Dr. Marco Gerardo Martos Carrera y se sustentó el 18 de marzo del mismo año


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