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PANDEMIA Y ECONOMÍA POPULAR: DESAFIOS Y ESTRATEGIAS EN TIEMPOS DE AISLAMIENTO SOCIAL
Escenarios. Revista de Trabajo Social y Ciencias Sociales, núm. 33, 2021
Universidad Nacional de La Plata

Dossier

Escenarios. Revista de Trabajo Social y Ciencias Sociales
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
ISSN: 2683-7684
Periodicidad: Semestral
núm. 33, 2021

Recepción: 16 Marzo 2021

Aprobación: 14 Junio 2021

Resumen: Los tiempos de pandemia mundial y aislamiento social para combatir el virus del Covid19 nos enfrentaron a más de una paradoja. Una de ellas -contradictoria, interesante y desafiante- nos convocó a estar unidos contra el virus y al mismo tiempo mantenernos aislados. Todas las organizaciones sociales, entre ellas, las de la economía popular debieron enfrentar particularmente esta paradoja. En el seno de los sectores populares, donde se inventa y se organiza el trabajo para sobrevivir, donde la cooperación y la solidaridad son pilares fundamentales que sostienen las comunidades barriales, el aislamiento obligo a las organizaciones a replantear estrategias para seguir funcionando y preservar su identidad colectiva. Propongo en este artículo identificar las dificultades que sortearon los y las trabajadoras de la economía popular en el contexto de ASPO y analizar las estrategias y redes que sostuvieron lo colectivo más allá del distanciamiento físico.

Palabras clave: Economía popular, Comunidad, Pandemia mundial, Aislamiento social, Estrategias colectivas.

Abstract: The ongoing global pandemic and isolation as one of the methods to fight back the coronavirus COVID-19 led us to face more than one paradox. One of them –contradictory, interesting and challenging- convened us to be united against the virus, but at the same time it kept us isolated. All the social organizations, particularly the popular economy ones, had to face this paradox. In the heart of the popular sectors, where employment is created and organized in order to survive and also where cooperation and solidarity are the mainstays of the low-income communities, self-isolation forced these organizations to think over new strategies in order to sustain their collective identity. I propose in this article to identify: the difficulties that had to overcome the workers of the popular economy sector within the context of the social, preventive and mandatory isolation. Additionally, I propose to analyze the various strategies and social media that were useful so as to maintain collectivity, despite the social distancing.

Keywords: Popular economy, Community, Global pandemic, Social distance, Collective strategies.

Introducción

Quienes trabajamos temas relacionados con la economía popular (EP) coincidimos que las actividades que la incluyen se desarrollaron durante décadas -y aún en parte se desarrollan- en un marco de informalidad, precariedad y exclusión de derechos (Grabois y Pérsico, 2015; Mazzeo, 2020; López, 2019; López, 2020). Entre ellas encontramos actividades del reciclaje informal o no convencional (cartoneros/as, carreros/as, recicladores/as, promotoras ambientales), del sector textil (quienes trabajan a destajo en sus hogares, talleres clandestinos, polos textiles), agricultura familiar (pequeños agricultores/as, campesino/as , inquilinos de las tierras que trabajan, peones) y otras que abarcan a limpiavidrios, cuida coches, trabajadoras de comedores y merenderos barriales, cooperativistas de limpieza, trabajadores de la construcción entre otro/as[2].

Es la urgencia más tediosa y cotidiana de llevar el pan a la mesa, en un contexto económico que fomenta y mantiene altos niveles de desempleo lo que impulsa a miles de personas a encontrar alternativas de trabajo como las mencionadas. Claro ejemplo de ello fue en la década de los 90 y principios de los 2000 la aparición masiva del fenómeno cartonero, que trajo aparejado la organización colectiva del sector de la mano de las llamadas organizaciones de la EP; entre las más relevantes la Unión de Trabajadores de la Economía Popular, el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), Barrios de Pie y el Movimiento Evita. Con el correr de los años dicho proceso llevo a la re-organización del trabajo en la forma cooperativas de reciclado de recuperadores/as urbanos/as (Herrero, 2018; Gorban, 2014;Natalucci, 2011; Paiva, 2008).

Así como en la rama cartonera las organizaciones de la EP desde hace más de una década desplegaron acciones en el sector textil, rural, de venta ambulante, de construcción –por mencionar algunos- que tendieron a la colectivización del trabajo con la conformación de cooperativas, polos, asociaciones, merenderos, entre otras. Estas acciones se planificaron con un fuerte anclaje barrial, comunitario territorial y se encaminan hacia la progresiva institucionalización de derechos de las y los trabajadores de la EP (Grabois y Pérsico, 2015; Natalucci, 2011; Maldovan Bonelli et al., 2017).

El año 2020 enfrentó a estas organizaciones a un nuevo contexto de crisis. Luego de cuatro años de gobierno macrista que golpeó duramente a los sectores populares, a fines de 2019 se vislumbraba un panorama futuro un poco más prometedor con la asunción del presidente Alberto Fernández. Los proyectos de la EP parecían resurgir con la creación por ejemplo de direcciones, secretarias y centros específicos. Sin embargo tocó enfrentarse a una pandemia mundial que dejó a muchos de sus trabajadores/as sin la posibilidad de generar ingresos, poniendo también en tensión sus formas de trabajo y el repertorio de acciones colectivas del sector.

Hoy, a casi un año del primer decreto de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) me permito repasar preguntas que formulé en aquel contexto y buscar algunas respuestas posibles ¿Qué significo atravesar el ASPO para las organizaciones de la economía popular? ¿Cómo se vio modificado el repertorio de acciones colectivas? ¿Qué estrategias se desplegaron para continuar trabajando colectivamente? ¿Qué papel tuvo la comunidad barrial en el sostenimiento de la cooperación y la ayuda mutua?

Las reflexiones de este articulo responden a debates en el marco de la investigación que desarrolló hace cincos años, la cual se centra en los procesos de organización y acción colectiva de los cartoneros y cartoneras de la región de La Plata, Berisso y Ensenada que integran el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). Como plantean Cuenca y Schetinni (2020) la pandemia Covid 19 modificó la metodología en las ciencias sociales no solo enfrentándonos a la imposibilidad de llevar a cabo tareas de campo en forma presencial sino que también nos empujó a incursionar en nuevas técnicas de recolectar información a través de las TICs. En este caso la metodología que venía desarrollando es cualitativa y se basaba en entrevistas semi-estructuradas presenciales y observación en diferentes escenarios (en el barrio, en espacios de trabajo, acciones de protesta, difusión, visitas al galpón de reciclado, etc). En el ASPO las entrevistas fueron en modalidad virtual a través de plataforma zoom y en forma de conversaciones informales con informantes claves por WhatsApp, ya sea en mensajes de texto, audios o video llamadas. Como otra fuente de información -y en la imposibilidad de realizar observaciones durante muchos meses- fue fructífero el seguimiento más exhaustivo de las páginas oficiales y redes sociales de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) y el MTE, así como notas periodísticas y archivos audiovisuales.

Las Organizaciones De La Economía Popular Conviven En El Seno de Formas De Sociabilidad Comunitarias

No sólo en la región -también a nivel mundial- la economía atraviesa crisis cíclicas y el mundo del trabajo se ha vuelto cada vez más heterogéneo, fragmentado y flexible. En esa línea José Luis Coraggio (2018) propone pensar que ya no podemos afirmar un sistema económico rígido, impenetrable y único. Según él, el sistema se plantea como mixtura entre economías privadas y/o empresariales, economías públicas y/o estales y economías populares o subalternas.

La economía popular se entiende como las actividades económicas que realizan los sujetos de los sectores populares para administrar los recursos que tienen a su alcance y de esa manera subsistir (Grabois y Pérsico, 2015; Mazzeo, 2020). Esos recursos que pueden o no ser monetarios sirven para garantizar las necesidades básicas. Incluye todas aquellas actividades y procesos económicos inmersos en la cultura popular que los sectores populares desarrollan para responder a sus necesidades materiales (Coraggio, 2018;Grabois y Pérsico, 2015). Sus características genérales son: el trabajo desprotegido, la escasa inversión de capital, la tecnología precaria para la producción o la venta de un servicio, la marginalidad de los circuitos económicos de comercialización tradicionales, entre otras. La EP es un fenómeno emergente que toma la idea y/o identidad del trabajo como una cuestión central, otorgándole un claro componente de clase. Se basa en administración de bienes precarios y el espacio donde se tejen sus tramas es el barrio, entendido como un soporte material de resolución de necesidades comunes (Bráncoli, 2010;Herrero, 2018).

Estas características no son azarosas, responden a complejos procesos histórico-sociales. Batur (2002) explica que las sociedades llamadas modernas tienden a destruir las formas sociales comunitarias para reemplazarla por las formas societarias. En las primeras hay un aplastamiento del yo sobre el nosotros, preponderando el interés colectivo sobre el personal. En las segundas una preeminencia de la identidad del yo sobre el nosotros, lo que lleva a en general al individualismo personal.

A razón de esto, Bráncoli (2010) propone que en las comunidades urbanas subalternas o barrios populares hay una cierta imbricación de formas de vida y trabajo societarias y comunitarias. Es decir que a pesar de que la forma sociedad es la primordial, se cuelan algunas características comunales.

Se pueden identificar tres dimensiones principales que hacen a la vida comunitaria en los barrios populares:

1-La constitución de lazos sociales o construcción sociabilidad. La sociedad y la comunidad como formas distintas de construir lazos: el lazo social (mecánico) y lazo comunitario (orgánico). Los atributos de la comunidad se relacionan con la proximidad, cotidianeidad, intimidad, seguridad, familiaridad, necesidad, naturalidad. Características que podemos hallar en la vida barrial. La EP nace en el seno de formas de vida marginales y precarias pero al mismo tiempo colectivas, cooperativas y solidarias por la urgencia misma de la subsistencia.

2-La dimensión espacial. Lo define la dimensión espacial en los sectores populares es la suburbanidad: un entorno social y geográfico especifico, relegado de los centros urbanos e industriales, con acceso escaso o dificultoso a bienes y servicios de infraestructura básica.

3-La relación con el trabajo. Una relación que difiere del trabajo asalariado clásico por la falta de oportunidades de acceder a ese estatus y la creciente flexibilidad de los modos de contratación y producción. Bráncoli (2010) señala que en las comunidades suburbanas ante la falta de empleo es la ayuda mutua la estrategia más habitual para satisfacer las necesidades. Así como en los S. XVII y S.XIX la fábrica desvinculó de la comunidad a sus trabajadores al recluirlos en el ámbito laboral y familiar, dando por el desempleo y la precariedad en aumento en las últimas décadas, la imperiosidad de resolver las necesidades vuelve a afianzar a los sectores excluidos al espacio barrial.

La EP En Contexto De Pandemia: Un Desafío A La Organización Colectiva

Desde antes de la creación oficial de Unión de Trabajadores de la Economía Popular, diversas organizaciones como el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), el Movimiento Evita, Barrios de Pie - entre otros-, fueron allanando el camino en las barriadas para la integración de las y los trabajadores a la EP. Se convocó por rama de trabajo, partiendo de la identificación de necesidades comunes y planeando acciones colectivas para dar respuestas a las mismas (Abal Medina, 2017; Herrero, 2018; Mandolvan Bonelli, 2017; Muñoz, 2017).

En el marco de la EP podemos hablar de dos tipos de organizaciones: la organización económica y la organización sindical (Grabois y Pérsico, 2015). La primera es la creación de unidades económicas que tienen como fin garantizar el acceso a bienes y servicios básicos. La manera de aglomerar este conjunto de trabajadores y trabajadoras es en unidades de trabajo que al mismo tiempo se dividen en ramas. La rama es la actividad principal que realiza la unidad económica (Grabois y Pérsico, 2015). Por ejemplo la rama de recuperación, reciclado y servicios ambientales incluye diferentes actividades y oficios como la recolección de residuos, la promoción ambiental, el cartoneo. Las unidades económicas responden a la necesidad de unir fuerza frente a otros actores con los que se encuentran en desventaja económica y de negociación. Por lo mismo muchos se coordinan en cooperativas, polos y asociaciones como una forma de unir recursos en común.

La organización sindical por otra parte es la que posibilita y abre el camino a una progresiva institucionalización de los derechos de los/as trabajadores/as de la EP, a través de acciones colectivas planificadas que buscan la obtención de recursos y la incidencia en la política pública para el sector. Es la agrupación de las y los trabajadores por actividad, oficio o espacio geográfico como una herramienta gremial de lucha y defensa de los derechos laborales y sociales. Claro ejemplo es la formalización del Salario Social Complementario (SSC), la constitución de cooperativas de trabajo, la creación del Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (RENATEP), la articulación de proyectos con instituciones públicas y estatales (Maldovan Bonelli et al., 2017; Natalucci, 2011). Las organizaciones de la EP implican un salto progresivo de la organización comunitaria y/o de base a la organización sindical, políticamente reconocida e institucionalizada.

En la actualidad, el movimiento de la economía popular funciona con la dinámica orientada por la tercera estrategia de la izquierda latinoamericana que combina acciones destituyentes o disruptivas con la negociación política y la institucionalización de demandas (Sader; 2008:20). La integración de las diversas estructuras de movilización: comunitarias, territoriales y sindicales se co-relaciona con la articulación entre gramáticas y con la superación del dilema destituyente/instituyente (López et al., 2019, s/p).

En el contexto de pandemia cada una de las ramas y unidades económicas de la EP se vio afectada de manera más o menos drástica y esto se evidenció en un deterioro en las condiciones de vida (López, 2020). Ya sea porque se paralizaron sus actividades por no considerarse esenciales, por la caída de la producción y el consumo, por el cierre de sus lugares de trabajo, o porque sus rutinas cambiaron y se debieron dedicar aún más a las tareas de cuidado en el caso de las mujeres. La pandemia afectó por un lado las condiciones de vida de la población en general y en particular de los sectores más vulnerados como suele pasar en los momentos de crisis y por otro las formas en que las organizaciones EP venían proponiendo estructurar el trabajo.

Quisiera mencionar tres dimensiones en las que el ASPO desafío el trabajo colectivo que las organizaciones de la EP y sus trabajadores/as construyeron en más de dos décadas de lucha. Estas dimensiones responden a una formulación teórica metodológica propia en la cual sostengo que la particularidad de estas organizaciones es la existencia de un triple anclaje: en el barrio, en el trabajo y en el gremio y/o sindicato.

-La dimensión comunitaria/barrial y/o territorial: las organizaciones de la EP mantienen un trabajo barrial constante y han logrado construir redes territoriales que intervienen sobre las diferentes problemáticas y necesidades que afrontan las y los trabajadores, y sus familias en los barrios donde habitan (Herrero, 2018). Me refiero al despliegue de merenderos, comedores donde se garantiza una comida diaria o se brinda apoyo escolar, servicios de guardería, centros barriales donde se abordan problemas de adicciones o se desarrollan actividades educativas como alfabetización para adultos o culturales donde cientos de jóvenes pasan horas de recreación. Claramente el aislamiento mermo todos estos servicios de carácter comunitario y social sintiéndose su ausencia y su necesidad en el corazón de los barrios populares. Sin embargo, esta fue una de las dimensiones más importantes en las que se desarrollaron estrategias para no dejar desatendidas las problemáticas emergentes y urgentes de la comunidad.

-La dimensión económica y/o laboral: la mayor parte de las actividades de la EP se realizan aún en la informalidad y no fueron consideradas esenciales en los primeros meses del ASPO. Se cerraron espacios de trabajo[3] como polos, cooperativas, ferias, merenderos, centros comunitarios, centros culturales. También se restringió fuertemente la circulación en la vía pública afectando a cartoneros/as, carreros/as, vendedores/as ambulantes, limpiavidrios, cuida coches. Los ingresos se vieron claramente más afectados en el caso de aquellos que no cobran el SSC y quienes realizan actividades comerciales, por ejemplo la venta de materiales reciclables, textiles, pequeños/as productores/as, vendedores/as ambulantes, artesanos/as, etc. Esta cuestión pone en alerta a quienes representan a este sector ya que da cuenta de altos índices de informalización y precariedad de las actividades de la EP, y en parte de su dependencia de la política social asistencial (López, 2019).

-La dimensión gremial/sindical: durante el ASPO se vio modificado el repertorio de acciones colectivas del movimiento de la EP y se frenaron muchos proyectos que sus dirigentes/as habían previsto para el año 2020. Los mecanismos colectivos que estructuran el funcionamiento de las ramas de actividad, los espacios de discusión y toma de decisiones como mesas de trabajo, reuniones de delegados, asambleas locales, regionales, por rama, asambleas de género se dejaron de realizar por un tiempo largo. El ASPO atento contra toda forma de manifestación colectiva de movilización y protesta presencial, reportorio modular de la EP (Tarrow, 1996). Muchas de estas cuestiones se resolvieron en forma virtual con el tiempo, incursionando en unas nuevas maneras de protestar, visibilizar conflictos, negociar, etc. De alguna manera este nuevo repertorio reemplazo la acción directa y disruptiva por una más orientada al debate sostenido en medios de comunicación y redes sociales.

Es en estas dimensiones que hacen al desarrollo de las organizaciones de la EP donde se visualizaron las dificultades que atraviesan los sectores populares y se potenciaron las desiguales condiciones de trabajo que las y los trabajadores de la EP aún padecen a pesar del progresivo acceso a algunos derechos como un salario social mínimo, una mutual de salud, un espacio de trabajo autogestivo y cooperativo.

En lo que sigue describiré algunas de las estrategias que en cada una de estas dimensiones se llevaron a cabo en el caso de la rama cartonera pero también menciono algunas otras ya que aunque mi trabajo se concentra en la primera es importante tener un panorama del sector en general.

ASPO: Acciones Colectivas y Estrategias De Las Organizaciones De La EP

El escenario de pandemia y de ASPO nos llamó a todos/as a modificar nuestra vida, nuestras rutinas, nuestras prácticas, nuestras formas de sociabilidad. Unidos/as por una misma causa, enfrentando un mismo enemigo pero separados/as, aislados/as, distanciados/as. Esa proximidad y vecindad que caracteriza parte de la vida en los barrios populares, ese hacer juntos fue de alguna manera quebrantado. Las organizaciones populares vieron desbaratadas y modificadas muchas de sus acciones colectivas, teniendo que pensar otro repertorio que se adecue al contexto (Tarrow, 1998).

En palabras de María Pía López (2020):

La cuarentena empezó a ser un privilegio accesible a quienes tenemos lugar para encerrarnos y un salario, aunque no salgamos a trabajar. Pero a la vera de eso están millones de personas que viven en casas precarias, cuyos ingresos provienen de la economía popular. De algún modo, hizo visible lo que ya se venía problematizando desde la creación de herramientas sindicales, como la UTEP-CTEP, y desde las acciones de los feminismos, que mostraron que el trabajo socialmente necesario no es solo el que se lleva adelante en el marco de los contratos salariales, u organizado por la conducción empresarial y representado por los sindicatos, sino que mucho de ese trabajo se realiza fuera de ese orden: el trabajo informal, el de reproducción y cuidados hogareño, el comunitario ( p.75).

Sin embargo, estas dificultades no estuvieron desprovistas de estrategias y acciones colectivas –y también individuales- tendientes a paliar los efectos no deseados pero esperados y consecuentes a las medidas tomadas.

En la dimensión territorial es donde se materializaron las necesidades más urgentes, se potenciaron y visibilizaron las desigualdades sociales estructurales: la urgencia alimentaria, el hacinamiento habitacional, la falta de infraestructura barrial, de servicios básicos como el agua potable, la luz, las condiciones de saneamiento inadecuadas , la multiplicación de las tareas de cuidado por el cierre de las escuelas públicas, las dificultades de acceder a una atención sanitaria gratuita y de calidad . Como me relató una promotora ambiental del MTE, los merenderos nunca dejaron de funcionar, abrieron para entregar viandas y elementos de higiene tan imprescindibles en un contexto de pandemia como jabón, lavandina, alcohol en gel, barbijos, papel higiénico, bolsas de residuos Los recursos escasearon. Todo salió del bolsillo de las organizaciones de la EP, que promovieron campañas de donación.

En ese marco se incorporaron además Promotoras de Salud vecinales. Como nunca en los barrios populares se sintió lo esencial del trabajo de las mujeres y la feminización de la pobreza (Barrancos, 2007;López, 2020). Fueron las mujeres y las disidencias las que sostuvieron un trabajo barrio continúo mediado por los protocolos vigentes necesarios. Pero nada fue fácil, porque las condiciones no fueron propicias. Caso testigo fue el de la muerte de Ramona una trabajadora de un comedor que se contagió de COVID, en la villa, repartiendo viandas para sus vecinos y vecinas. Cientos de ollas populares se instalaron en distintos barrios y puntos estratégicos como Villa Constitución y el barrio de Once. Desde la tarde y hasta el amanecer, la fila de quienes buscaban un plato de comida se hacía interminable.

Estas acciones muchas veces espontaneas e inmediatas se acompañaron de fuertes demandas hacia el Estado municipal, provincial y nacional. Más allá de las buenas voluntades y la asistencia el trabajo comunitario no suplió la necesidad de una política pública planificada que atendiese la crisis que atravesaron y aun atraviesan las poblaciones más vulneradas.

La dimensión económica/laboral se vio afectada ya que la mayor parte de los y las trabajadoras de la EP no fueron considerados en los primeros decretos que el poder ejecutivo promulgó sobre las actividades consideradas esenciales. Algunos lo fueron posteriormente como el caso de las y los recuperadores urbanos que exigieron ser parte de la recolección de residuos indispensable. En esos días lanzaron una campaña virtual en las redes que sacó a la luz las condiciones en que viven, la contribución silenciosa que realizan a la higiene pública y la necesidad de volver a trabajar. Sin embargo tuvieron que enfrentarse en ciertas ocasiones a la vigilancia policial, recibieron multas y sanciones hasta que se oficializaron los permisos. Las jornadas de trabajo se redujeron a tres veces por semana, se les otorgo insumos de higiene como alcohol y barbijos, y se concedió licencias de salud a grupos de riesgo. Todo en el marco de sus organizaciones.

Aquí vale la pena mencionar que la EP incluye no solo a quienes integran la UTEP sino a todas aquellas personas que realizan sus oficios de manera informal. Por ejemplo tenemos por un lado al recuperador urbano de una cooperativa de reciclado, que cobra su SSC o el que no lo cobra aun pero recibe un pago del municipio por convenio o tiene un plus de venta; y por otro al carrero que sale por su cuenta con su carro a caballo o tracción humana y queda desamparado oficialmente. En el caso de la cooperativa del MTE-La Plata los trabajadores/as del galpón de acopio decidieron tomar una medida solidaria con estos últimos: abrieron las puertas del galpón y compraron sus materiales, ya que todos los depósitos se encontraban cerrados.

En el caso de los polos textiles sucedió algo similar. En un principio se paró la producción y la demanda de las empresas que les ofrecen trabajo disminuyó mucho. El polo textil es una unidad económica que necesita sí o sí que su mano de obra sea contratada. En el último tiempo de pandemia desde el gobierno provincial se dispuso la compra de kits sanitarios para los ministerios de salud, hospitales, etc. Las cooperativas textiles tuvieron muchos inconvenientes a la hora de presentarse como proveedoras del Estado, ya que éste impone diversas gestiones burocráticas. Desde la Subsecretaría de Economía Popular se dispuso un relevamiento de unidades productivas textiles. Poco a poco se fueron generando redes de unidades productivas y polos textiles que se empezaron a vincular para que no haya intermediarios y su producto pueda ser vendido directamente al Estado a un precio justo. Feriantes, pequeños/as productores/as, vendedores/as ambulantes optaron por vender sus productos y mercancías en forma virtual, por ejemplo en forma de bolsones de verdura acompañados por instituciones públicas, principalmente la universidad que promovió a través de proyectos la compra de productos a la Economía Popular, Social y Solidaria. La comunidad senegalesa en La Plata puso en marcha un emprendimiento de viandas y venta de barbijos. Estas estrategias en torno a lo económico se desprenden de un proceso anterior al ASPO, de gestión asociada entre actores públicos, instituciones estatales y movimientos sociales urbanos (López, 2019). Se registraron nuevas estrategias colectivas para generar ingresos más allá de las medidas tomadas por el Estado como el Ingreso Familiar de Emergencia o el plus monetario en la Asignación Universal por Hijo o el Potenciar Trabajo (López, 2020).

En la dimensión sindical/gremial en articulación con la anterior hubo una fuerte presencia de la UTEP en diferentes ámbitos políticos, estatales y de gestión así como una constante presencia de sus dirigentes en los medios de comunicación y redes sociales. No tuvieron descansos las campañas para visibilizar la situación en los barrios populares, las necesidades económicas que atravesaban y la visibilización del aporte del trabajo de cada una de las ramas como el reciclado, la pequeña producción de alimentos, las tareas de cuidado y comunitarias. A pesar del contexto se crearon en el año 2020 dependencias y direcciones que posibilitaron la UTEP seguir negociando mejores condiciones de trabajo y de vida para sus adeptos. Tal es el caso del Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular, la Dirección Nacional de Reciclado, la dirección de Cuidados y Políticas Comunitarias, los Centros de la Economía Popular, entre otros.

En cuanto al funcionamiento de micro-espacios como asambleas, reuniones de trabajo, planificación, etc., se incursionó en el uso de plataformas digitales para mantenerse en conexión. En el caso de la rama cartonera no todas/os los trabajadores pudieron estar en las asambleas vía Zoom o Meet que se programaron ni estar en contacto con sus compañeras/os. Las asambleas se hicieron con menos frecuencia y participaban solo los delegados o representantes de las distintas unidades y áreas de trabajo. Muchas/as recurrieron a sus compañeras/os militantes, con estudios universitarios para aprender a utilizar plataformas virtuales. Los y las jóvenes y las mujeres que manejaban mejor la tecnología fueron de intermediarios para quienes tenía más dificultades. Se construyeron redes de información .al estilo bola de nieve y particularmente con mensajes de WhatsApp, herramienta que ya era de uso común y accesible.

La llamada brecha digital en el desigual acceso a la tecnología dificultó la participación en todos los espacios de discusión ya que demandó y demanda ciertos niveles de alfabetización digital que no son homogéneos sino que se relacionan en gran parte con las trayectorias personales educativas y la situación socioeconómica (Dussel, 2020).

Las estrategias y acciones mencionadas pueden llegar a tener en cuenta el contexto, el escenario, los actores y recursos disponibles en una estructura de oportunidades posible en el caso de las planificadas por la organización y sus integrantes (Tarrow, 1998) o pueden surgir como respuesta inmediata a las necesidades cotidianas. Estas fueron acompañadas por políticas públicas estatales hacia el sector ya sea en forma monetaria, de recursos materiales o implementación de medidas excepcionales

Reflexiones Finales

La EP es un fenómeno emergente cuya estrategia combina acciones destituyentes o disruptivas con la negociación política y la institucionalización de demandas (López et al., 2019). Y agrega Mazzeo (2020) que tiene también algo de emancipador en cuanto a una capacidad de construir entornos materiales, sociales y simbólicos diferentes, promoviendo alternativas al modo de producción capitalista. La pregunta es ¿Cuánto de esto se pudo sostener en el contexto de pandemia mundial?

En el contexto del ASPO y también de DISPO sus organizaciones optaron por acatar y apoyar las medidas sanitarias del poder ejecutiva, las que sin embargo tuvieron un claro coste económico y político (López, 2020). Las dirigencias y representantes se enfocaron algo más en denunciar la situación vivida, demandar presupuesto y políticas acordes valiéndose principalmente de los medios de comunicación. Claro ejemplo fueron las declaraciones de dirigentes como Juan Grabois y Emilio Pérsico sobre la focalización del IFE, y su carácter asistencial. En los barrios en cambio las acciones de la base y sus mediaciones (militantes) se concentraron en estrategias de corto plazo para resistir el día a día, esperando el fin del aislamiento y la vuelta al trabajo. Considero que el camino construido desde el momento que se convocó a los y las trabajadoras a integrar sus filas, construir demandas, reclamar derechos, reorganizar el trabajo en forma colectiva y mejorar las condiciones de vida fue aprendizaje vital para sostenerse. La esencialidad de la EP se manifestó en la importancia de las estructuras comunitarias que ya había ido construyendo. En este sentido las actividades de la EP son:

Trabajos centrales para que la sociedad siga existiendo y se preserve la vida, en muchos casos mal remunerados (el trabajo doméstico asalariado se cuenta entre los peores pagos) o impagos (como el realizado por mujeres en sus propios hogares (….) Esos trabajos no son solo auxilios en la crisis. Su horizonte es el de la transformación de relaciones sociales que son inequitativas y mortíferas, porque la desigualdad mata (López, 2020, p.76).

Las organizaciones de la EP mostraron la esencialidad que tienen para sus propios integrantes aunque sus acciones no pueden - y quizás no deben- sustituir una política pública atenta a generar las condiciones para una vida y trabajo digno. Además debemos de estar atentos a qué características de la forma comunidad apelamos que reconstruir. Como dice Dubar (2002) no fue la forma comunitaria sino la societaria la que permitió por ejemplo la progresiva emancipación de las mujeres y las disidencias de sistemas de inferioridad y desigualdad arcaicos, la ampliación de derechos civiles y sociales. En lo que respecta al trabajo la autogestión y la cooperación; en lo que respecta a lo gremial la horizontalidad y la distribución equilibrada de las posiciones entre las dirigencias y las bases; en lo que respecta al barrio la ayuda mutua y la solidaridad para aquellos que participan de alguna rama y también para los que no: son todos aspectos a destacar y seguir fortaleciendo.

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Notas

[1] Docente, investigadora y becaria doctoral de la Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Trabajo Social. Laboratorio de Investigación Movimientos Sociales y Condiciones de Vida. Contacto: herrerovanesan@gmail.com
[2] Para una descripción más detallada de actividades y ramas se puede consultar a Grabois y Pérsico 2015 o el reciente Registro Nacional de los Trabajadores de la EP
[3] El espacio de trabajo es donde funciona la unidad económica. Puede ser una cooperativa, una feria, un merendero en la casa de una compañera del movimiento. Incluso una manta en el espacio público donde un vendedor ofrece sus mercancías. Puede estar en el barrio, en el centro urbano o en un lugar apartado de las periferias.


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