Dossier
Recepción: 04 Noviembre 2020
Aprobación: 06 Abril 2021
Resumen: Con el objetivo de explorar las estrategias de reproducción social de actores subalternos respecto al modelo de agronegocios, se restituyen las experiencias de productores familiares de dos provincias del noreste argentino, Chaco y Misiones, caracterizadas por la presencia de explotaciones agropecuarias de pequeña escala. El análisis da cuenta de la variedad de respuestas generadas frente a los procesos de acaparamiento en las localidades de Las Palmas y La Leonesa (Chaco) y la colonia Piray km 18 (Misiones). La articulación de estrategias productivas y las formas de organización han permitido la subsistencia de productores familiares. Sostenemos que las formas organizativas generadas en coyunturas específicas se ha imbricado con las estrategias domésticas y cotidianas de reproducción social.
Palabras clave: Actores subalternos, Productores familiares, Estrategias de reproducción social.
Abstract: In order to explore the strategies of social reproduction of subaltern actors in relation to the agribusiness model, we restored the experiences of family producers from two provinces of the northeastern Argentina, Chaco and Misiones, characterized by having an important number of agricultural small-scale holdings. The analysis shows the variety of responses to the processes of land grabbing in the localities of Las Palmas and La Leonesa (Chaco) and the Piray km 18 colony (Misiones). The articulation of productive strategies and organizational formshas allowed the subsistence of family producers. We argue that the organizational forms generated in specific conjunctures has been intertwined with the domestic and daily strategies of social reproduction.
Keywords: Subaltern actors, Family producers, Social reproduction strategies.
Introducción
Las transformaciones en la agricultura que se intensificaron en las últimas décadas en Argentina, en estrecha relación con la consolidación del modelo de agronegocios (MA) (Gras y Hernández, 2013, 2016)[1], determinaron cambios en los sistemas productivos, alterando las instituciones que tienen injerencia en las condiciones de vida y de trabajo, desarrollo social y rural, de actores subalternos.
Los procesos de ajuste estructural y los cambios tecnológicos de las décadas de 1980 y 1990 afectaron tanto a los productores agropecuarios como a los trabajadores rurales. En el período 1988 y 2002, se registró la caída de más de un 20% de las explotaciones agropecuarias (EAP) (Instituto de Estadísticas y Censos, 1988, 2002) y entre 2002 y 2018, un aproximado de un 25% (Azcuy Ameghino y Fernández, 2019; Instituto de Estadísticas y Censos, 2019). Según los últimos censos nacionales de población, entre 1991 y 2001 la población rural se redujo en un 25% y un 12% entre 2001 y 2010 (Sili, 2019).
La descapitalización de los sectores medios de la agricultura de las economías regionales, como consecuencia de la desregulación económica y el cambio de abordaje por parte del Estado (Teubal, 2001, 2003), promovió estrategias económicas (pluriactividad, cambio de actividades productivas, venta de tierra, etc.) y políticas por parte de los agricultores (acción colectiva, protestas, movilizaciones, etc.). El empobrecimiento de establecimientos familiares empujó a muchos a abandonar la producción directa o a reconvertirse en rentistas o contratistas (Murmis, 1998). A la vez, los cambios en las formas de contratación a partir de la consolidación de sistemas de tercerización laboral agudizaron la precarización laboral (Neiman, 2016), al tiempo que la contratación de mano de obra también se vio afectada por la mecanización[2].
Los procesos de exclusión social y degradación ambiental asociados a la hegemonía del MA han generado distintas respuestas sociales, desde las resistencias organizadas a las demandas de incorporación en las actividades productivas hegemónicas y/o dominantes. La multiplicidad de escenarios en las últimas décadas da cuenta de que la producción a gran escala no implica necesariamente la desaparición de la pequeña escala, sino que esta última puede ser integrada y controlada mediante formas de agricultura de contrato (Hall et al., 2015), por ejemplo. En efecto, el capital no es un ente con agencia propia, sino una relación social establecida entre actores desiguales en la que, de manera constante, se definen las condiciones de su producción y reproducción.
El acaparamiento de tierras se asocia a cambios de uso del suelo y a una operación productiva en grandes escalas a partir de su integración con recursos tecnológicos y financieros, y de su articulación a novedosas formas de control, gestión y regulación del territorio (Borras y Franco, 2012; Edelman, et al., 2013; Frederico y Gras, 2017; Gras y Cáceres, 2017). No obstante, el acceso a la tierra y el sostenimiento del control -en los términos definidos por los capitalistas- no asfixia la capacidad de los actores no empresarios de encarar múltiples acciones direccionadas a disputar los recursos o negociar formas de inclusión. En este sentido, se hace necesario comprender la diversidad de “reacciones” posibles frente al MA y a los procesos de acaparamiento (Biocca, 2016; Edelman, 2016; Hall et al., 2015; Ramírez, 2019a, 2019b; White et al., 2012). Entre esas “reacciones” o “respuestas” podemos hallar, por ejemplo, la expulsión sin resistencia, conflictos en los que se reclama de algún tipo de compensación, exclusión por diferenciación socio-económica, luchas por los términos de inclusión productiva, a condiciones de vivienda dignas (agua, luz, gas, incluso conectividad a internet) y a mejoras en infraestructura de transporte (caminos rurales), etc.
Recuperando esta discusión, apuntamos a registrar las estrategias de reproducción social que han permitido la permanencia de productores familiares[3] en territorios donde se han expresado procesos de acaparamiento. Con el concepto de reproducción social enfocamos en el actor y su sentido práctico de la administración de los recursos; esto implica poner en juego un margen de autonomía relativa y capacidad de agencia en las decisiones que toman los actores y que se inscriben en sus trayectorias sociales y espaciales (Schiavoni, 1998, 2008; Bartolomé, 2007).
Entendemos que las estrategias de reproducción social y las formas de organización[4] contemporáneas se encuentran articuladas, pero esta vinculación suele ser marginada cuando se observa la acción de los actores subalternos o subordinados únicamente en términos de resistencias políticas. En este sentido, describiremos las estrategias de reproducción social vinculadas a la producción y a las formas de organización. Las primeras se ciñen fundamentalmente a la unidad doméstica, mientras que las segundas referencian a una dimensión colectiva.
Para restituir las estrategias de reproducción social de actores subalternos, en base a un abordaje etnográfico, recuperamos las experiencias de los productores familiares de dos provincias del Noreste Argentino (NEA), Chaco y Misiones, caracterizadas por la importante presencia de productores de pequeña escala[5]. La antropología social y cultural, mediante el enfoque teórico - metodológico de la etnografía, permite conocer en profundidad a los sujetos que participan de los procesos sociales, a partir de la descripción de sus experiencias, sus prácticas y la consideración de todos aquellos elementos a los que los actores atribuyen valor.
Si bien desarrollamos datos históricos en orden a comprender la realidad de los escenarios estudiados, los trabajos de campo fueron realizados entre los años 2016-2019. En Misiones el trabajo etnográfico en profundidad se efectuó a partir de una estancia de tres meses en la colonia rural Piray km 18 (en adelante Piray 18) en el 2016. La observación, el registro de campo, las entrevistas en profundidad y los mapeos en colaboración han sido las técnicas más importantes para la indagación. También se realizó una revisión de archivos institucionales y entrevistas a informantes clave para entender la complejidad y las características específicas de la actividad forestal y sus impactos sociales, económicos, políticos y territoriales. En Chaco, la investigación se ha llevado adelante en las localidades de Las Palmas y La Leonesa (En adelante LP/LL) mediante una etnografía colectiva (Hernández, 2019) entre 2016 y 2019[6]. Se implementó un barrido territorial (Hernández et al., 2013) para obtener una fotografía actualizada de los modos de uso y tenencia de la tierra[7]. Los registros de campo de las observaciones, las entrevistas en profundidad a productores y agentes de desarrollo rural y el barrido fueron analizados en conjunto con otras fuentes (documentaciones de normativas, políticas y programas, información estadística oficial, notas periodísticas).
Este trabajo está organizado en tres grandes secciones: en la primera presentamos una caracterización de los productores familiares en los humedales del Chaco y el Alto Paraná de Misiones, su relación con los escenarios sociales y productivos y las experiencias estudiadas en las localidades de LP/LL en Chaco y la colonia rural Piray 18 en Misiones. En la segunda, describimos estrategias de reproducción social cotidianas que han permitido la persistencia de los productores familiares en los territorios mencionados a pesar de las condiciones hostiles forjadas por el MA. En la tercera sección analizamos las dimensiones en juego de las organizaciones productivas; en esta dirección observamos la relevancia del Estado a la hora de potenciar y fortalecer determinadas estrategias de reproducción familiar. En las conclusiones recuperamos los aspectos más relevantes de la exposición, reconociendo aquellos pendientes que merecen ser estudiados en profundidad.
Productores familiares en los humedales del Chaco y el Alto Paraná de Misiones
En Argentina el sector de la producción familiar ha persistido a pesar de la hegemonía del MA en distintas condiciones, desplegando estrategias y experiencias de organización, resistencias y disputas por la tierra. En efecto, en el norte argentino las explotaciones agropecuarias (EAP) familiares son mayoría (Obschatko et. al, 2007).
En el NEA, aunque se hayan perdido alrededor de 10.000 EAP en su totalidad menores a 50 ha entre 1988-2002 (Slutzky, 2014), las EAP familiares representan el 92% de las EAP totales de la región (Obschatko et. al, 2007). Esta región concentra situaciones problemáticas de tenencia de tierra, Slutzky (2014) lo explica a partir de la información del CNA 2002 sobre tierras -privadas o fiscales- bajo “ocupación” –con o sin permiso– que, mientras en el país eran el 7,6% de las EAP con límites definidos, en el NEA representaban el 17%.
Los casos que estudiamos ocupan parcelas que no superan las 25 ha con situaciones de tenencia inestables o son unidades sin límites definidos y trabajan fundamentalmente con mano de obra familiar, sin considerarla entre los costos de producción. Como no están publicados los resultados definitivos del CNA 2018, no es posible reconstruir un panorama actualizado de las EAP familiares. Según los resultados preliminares, en Misiones el 53,37% de las EAP con límites definidos y mixtas tienen menos de 25 ha y ocupan el 10,19% de la superficie productiva (Cuadro 1). Las EAP sin límites definidos son el 0,38% de las EAP totales de la provincia (Cuadro 2). En Chaco, las EAP de menos de 25 ha representan el 8,41% en un 0,23 % de la superficie productiva (Cuadro 1) y las unidades sin límites definidos son el 8,61% de las EAP totales (Cuadro 2). Las tierras bajo ocupación (en tierras fiscales y privadas) en estas provincias superan al promedio nacional (4,90%), con una diferencia más marcada en Misiones (18,58%) (Cuadro 3).
Los productores familiares de Chaco y Misiones han aprendido a producir en el seno de sus propias familias, como parte de la economía doméstica. Por lo general, el espacio productivo es el mismo de la unidad doméstica y el trabajo se realiza con mano de obra familiar. La dominación del capital sobre las fuerzas de trabajo rurales ha implicado que las unidades domésticas desarrollan capacidades a la hora de garantizar sus propios alimentos (Gordillo, 1995; Meillassoux, 1977; Trinchero, 1995). Al tener parte de su reproducción cubierta, pueden ser sometidos “a niveles de sobreexplotación que no serían tolerables por trabajadores totalmente proletarizados” (Gordillo, 1995: 106). Profundizaremos en cada caso particular.
Productores familiares de Las Palmas (LP) y La Leonesa (LL), Chaco.
LP/LL son dos localidades del departamento Bermejo, al este de la provincia del Chaco, sobre el río Paraguay (Figura 1). Es una zona de humedales con un clima subtropical cálido sin estación seca. En términos sociales, identificamos que el espacio agrario está ocupado por una diversidad de perfiles productivos: desde empresas arroceras y estancias ganaderas que operan escalas variables de tierra y capital, hasta productores/as familiares de subsistencia. Este último sector está compuesto de familias indígenas qom y descendientes de migrantes paraguayos o de otras provincias del norte argentino.
En LP/LL alrededor de 200 familias están distribuidas en los diferentes parajes rurales que rodean los cascos urbanos. Viven y trabajan en propiedades comunitarias indígenas, en tierras fiscales con permisos de ocupación provinciales[8], asentamientos según la jerga local, o en parcelas en disputa con productores capitalizados. En ellas desarrollan la agricultura y ganadería de subsistencia con mano de obra familiar (Serpe y Hernández, 2020; Serpe y Spinoso, 2019).
La mayoría de ellos fueron trabajadores del ingenio azucarero Las Palmas (Serpe y Hernández, 2020), un complejo agroindustrial de capitales irlandeses que, a través de la mediación de la fuerza y la violencia del Estado, impulsó un proceso temprano de acaparamiento en LP/LL (Monteros Solito, 2014). Operó más de 100 años (1882-1992) y determinó el desarrollo económico de la región[9]: organizó las formas de acceso y uso de esa tierra, modelando las relaciones de reproducción social (Ferrau, 2003).
Las familias de los macheteros[10] estaban radicadas en los alrededores de los cañaverales, donde se construían sus viviendas y cultivaban una chacra de autoconsumo que era gestionada por las mujeres (Serpe y Hernández, 2020). La distribución de las plantaciones de caña de azúcar y de las áreas de residencia de las y los trabajadores configuró la actual organización espacial de los parajes rurales. Luego del cierre, las tierras del ex-ingenio se lotearon y remataron con la posibilidad de comprarlas en cuotas a 10 años, aún con las familias habitándolas. Muchas migraron, pero otras llevaron adelante distintos procesos de disputa, a través de los que accedieron a títulos comunitarios indígenas y a los asentamientos (Domínguez y Barbetta, 2014; Fueyo Sánchez, 2014; Grupo de Ecología Política Comunidades y Derechos, 2013; Serpe y Hernández, 2020; Serpe y Spinoso, 2019).
Desde entonces, el desempleo se ha instalado como un problema estructural de la zona. Algunos pequeños productores, mayormente varones, trabajan para las estancias ganaderas o en las producciones de arroz de LP/LL, pero estos establecimientos no llegan a cubrir la demanda de trabajo. Como en todo el este de Chaco (Slutzky, 2014), la ganadería bovina extensiva es la actividad que mayores extensiones ocupa y comprende distintos tipos de productores (desde grandes estancias a pequeños productores). También hay algunas producciones animales intensivas, como feedlots bovinos y porcinos.
El arroz no es tan importante en cantidad de productores, pero sí en escalas de capital y acaparamiento de recursos. Se destaca un grupo empresarial de capitales nacionales que desarrolló un “novedoso” sistema de rotación entre el cultivo de arroz y la piscicultura de pacú, que integró verticalmente la industrialización de ambos productos (arroz y pacú) y diversificó sus unidades de negocio (Hernández et. al, 2017). Este grupo lleva adelante un proceso de acaparamiento de los recursos hídricos: dispone de un sistema propio de compuertas y bombeo del agua del Río Paraguay que afecta a la dinámica de las inundaciones de LP/LL.
Productores familiares de Piray km 18 (Piray 18), Misiones.
Piray 18 es una colonia rural del municipio de Puerto Piray, departamento de Montecarlo, región del Alto Paraná de Misiones, frontera con Paraguay y Brasil (Figura 4). La región es húmeda, de clima subtropical, de abundantes lluvias y corresponde a la eco-región de la selva paranaense. Desde mediados de la década de 1990, se expande el agronegocio forestal y avanza un proceso de acaparamiento de tierras promovido por una empresa de capitales chilenos, ARAUCO[11], propietaria de 230 mil ha en toda la provincia y el 60% de la superficie del municipio de Puerto Piray.
En el Alto Paraná misionero la producción forestal es de larga data y está vinculada a la formación de las colonias rurales desde la década de 1960. Esto representa una diferencia respecto a otras regiones de Misiones (zona centro, zona sur, nordeste y Alto Uruguay) donde las poblaciones se han organizado alrededor de otras actividades económicas (yerbatera, tabacalera y tealera). Piray 18 se ha formado en torno a la fábrica Celulosa Argentina entre las décadas 1950-1980 y sus requerimientos de fuerza de trabajo –tanto para las tareas de procesamiento como de cultivo y tareas rurales asociadas– se articularon a procesos migratorios, principalmente de Paraguay (Ramírez, 2017).
Actualmente, viven en la colonia alrededor de 300 familias que se ubican a los márgenes de un camino vecinal que antes era la ruta nacional 12. Las casas se encuentran rodeadas de pinos, cultivo forestal predominante. Los terrenos son –en lo formal– propiedad municipal; muy pocas familias cuentan con el título de propiedad, la documentación es un boleto compra-venta aun cuando algunos habitan en el lugar hace más de 30 años. El acceso a servicios y bienes públicos es muy precario (luz, agua, telecomunicaciones, oferta educativa y recreativa).
En general, la población masculina que tiene más de 40 años tiene una trayectoria laboral como obreros forestales. Las mujeres se han dedicado a las tareas de cuidado y a la producción de subsistencia, en la que se requiere mano de obra familiar. ARAUCO ha prescindido paulatinamente de los obreros forestales. Por un lado, la tercerización de tareas con empresas contratistas la ha llevado a desentenderse de los trabajadores rurales que antiguamente se encargaban de limpiar los terrenos, realizar las plantaciones y hacer los cuidados de las mismas manualmente (poda, carpida, limpieza con machetes, etc). Por otro lado, la incorporación en 2008 de la máquina cortadora Harvester profundizó la transformación de las formas de contratación y desincorporación de trabajadores. Si bien la prescindencia de la mano de obra de la población local ha sido paulatina, el desempleo se ha sentido tenazmente en Piray 18 (Ramírez, 2019b).
Contrastación de casos (LP/LL y Piray 18).
Por un lado, se registra semejanzas en las relaciones capital-trabajo que mediaron los procesos de ocupación del espacio: en LP/LL vinculados al ingenio Las Palmas y en Piray 18 a Celulosa Argentina. Por otro lado, hay una divergencia sustancial en las formas de organización del territorio: en Piray 18 viven alrededor de 300 familias; la colonia se organiza por barrios (Santa Teresa, Unión y Cruce) y las casas tienen proximidad una con otra; se trata de una población aglomerada. En cambio, en los parajes rurales de LP/LL viven aproximadamente 200 familias productoras, cuya disposición espacial es mayormente dispersa y los límites de las EAP son difusos, debido a que se ubican en parcelas que reúnen a varias unidades domésticas. Según la información obtenida por el barrido territorial, el 66% de las EAP de LP/LL se ubican en lotes “sin límites definidos” y ocupan un 30% de la superficie productiva (Serpe y Hernández, 2020).
En Piray 18 cada vecino hace uso de su terreno. El barrio Santa Teresa dispone de chacras de mayor extensión que el resto: hay chacras de hasta 8 ha por familia, lo cual permite a esos productores criar animales (bovinos, porcinos, aves), aplicar a más programas productivos y tener un margen de diversificación superior. En los barrios Unión y Cruce las unidades domésticas no superan las 2 ha, por lo que las capacidades de diversificación se reducen.
En LP/LL, cada unidad doméstica -además de su vivienda- tiene una chacra de 2,5 ha en promedio[12], una huerta y árboles frutales que se destinan al consumo de subsistencia. La producción frutihortícola se combina con la cría de animales: mayormente se trata de aves y cerdos; ganado bovino, ovino y caprino, en menor medida (Serpe y Hernández, 2020). Aunque convivan en una misma parcela, cada unidad doméstica gestiona su producción por separado. En algunas propiedades comunitarias hay un usufructo compartido de recursos obtenidos mediante arriendos informales para el pastoreo de ganado vacuno a productores criollos. Los ingresos así adquiridos se reparten equitativamente entre las y los miembros de las asociaciones que ostentan los títulos comunitarios. Así, sobre los derechos conquistados en las disputas luego del cierre del ingenio, se erigen estrategias de reproducción basadas en la exclusión al interior de los sectores subalternos, lo cual complejiza aún más los procesos de desposesión y acceso a la tierra (Gras, 2019; Hall et al., 2011; Hall et al., 2015).
Estrategias de reproducción social domésticas y/o cotidianas
A partir de la desarticulación de antiguos esquemas de reproducción social ligados a las agroindustrias (ingenio Las Palmas en Chaco y Celulosa Argentina en Misiones), se vieron comprometidos los medios de subsistencia de estos sectores subalternos y/o subordinados. En la década de 1990, a partir de la situación de desempleo, comenzaron a tener mayor relevancia una multiplicidad de actividades económicas que sostuvieron a las unidades de pequeña escala (no superan las 20 ha y el trabajo es realizado por miembros de la familia).
La producción para el autoconsumo tiene un lugar sumamente importante en la economía de los productores familiares. En ambos casos se han registrado cultivos similares: lechuga, achicoria, rúcula, perejil, cebolla, ajo, mandioca, hortalizas, maíz, etc; además, habitualmente en sus predios se encuentran árboles frutales (mamón o cítricos). Las mujeres cumplen un papel fundamental no solo en el cuidado de la huerta, sino también en la elaboración de los alimentos que se producen. El autoconsumo se articula a la dedicación en sectores de la economía informal y a acciones organizativas de carácter colectivo. La pluriactividad (Berger, 2006; Gras, 2006; Bardomás y Blanco, 2006), entendida como una diversidad de comportamientos laborales y no solo de ocupación asalariada, es una estrategia compartida por las poblaciones rurales de ambos casos. Entre las estrategias de reproducción social de los productores familiares de LP/LL y Piray 18 registramos las siguientes:
• Las changas: con esta palabra nativa se denomina en Argentina a trabajos informales, sin ningún tipo de contratación, ni de cargas sociales o aportes jubilatorios por parte de los empleadores. Generalmente, son empleos temporales. En ambos casos estudiados hemos visto que las changas están más asociadas a la población masculina, dado que se trata de tareas que se realizan -por lo general- fuera de la unidad doméstica. Las changas pueden retomar vínculos preexistentes y también generar nuevos vínculos entre los vecinos. Al igual que la estrategia de producción para el autoconsumo, las changas no aparecieron con la escasez de empleos formales, pero sí cobraron relevancia en un contexto de crisis económica.
Para el caso de LP/LL, los varones hacen trabajos de albañilería o como peones en estancias ganaderas o de la producción de arroz. Las mujeres también realizan changas en el empleo doméstico, por lo general, también en condiciones de informalidad y baja remuneración. Hay changas que se realizan en Buenos Aires por lo que requieren migración. Este es el destino privilegiado para muchas personas de la colonia rural Piray 18.
• Migración (temporal y definitiva): en Piray 18 hay mucha movilidad de sus pobladores año tras año; es decir que la migración es un proceso constante, pero emigran más los varones. En algunos casos la persona que migró envía dinero a sus familiares (remesas), continuando un vínculo estrecho. El fenómeno se profundizó a principios de la década de 2000, dejando mayor presencia de las mujeres en todas las unidades domésticas. La población masculina joven (promedio 20 años) registra una migración en términos de “trabajadores golondrinas” para insertarse en trabajos rurales de economías regionales de otras provincias (Corrientes, Chubut, Entre Ríos).
En LP/LL, desde la década de 1980, las migraciones estacionales se vieron afectadas por una serie de procesos que incidieron en la disminución de la demanda de mano de obra temporal: el aumento de la superficie con soja en detrimento de la cultivada con algodón y la mecanización de la cosecha algodonera (Rosati, 2013). En la actualidad, las migraciones son de carácter prolongado (o incluso definitivo) y se observa que en casi todas las unidades domésticas hay por lo menos un miembro que migró a los cascos urbanos más próximos o las ciudades capitales; suelen ser los varones. Eventualmente, quienes regresaron afirmaron que lo hicieron debido a la “inseguridad”, por haber sufrido hechos delictivos. Algunos pudieron volver a instalarse en las tierras que habían ocupado previamente, pero con ciertas tensiones con las y los vecinos que permanecieron.
• Recursos del Estado (programas sociales): aquí referimos a transferencias de recursos estatales a poblaciones con necesidades básicas insatisfechas (NBI), cuyo acceso implica esfuerzos, a veces productivos y otras veces administrativos-burocráticos. La asistencia del Estado nacional a partir de programas sociales que provienen fundamentalmente del Ministerio de Desarrollo Social y se vienen implementando desde principios de la década de 2000 es un recurso sostenido con sus fluctuaciones: la Asignación Universal por Hijo (AUH) es de los programas más extendidos entre los sectores rurales del NEA y busca asegurar que los/as niños/as accedan a la educación y la salud; el programa “Ellas Hacen” apunta a promover el trabajo y formación a mujeres en situación de vulnerabilidad; el “Argentina Trabaja” está destinado a personas, familias o grupos en situación de pobreza y/o vulnerabilidad social para el desarrollo de alguna actividad productiva y/o comunitaria; o el ProHuerta, de gran incidencia en los sectores de rurales de pequeña escala productiva, facilita el acceso a semillas y asesoramiento técnico. Se trata de un Programa coordinado por el Ministerio de Desarrollo Social de Nación y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Se inició en 1992 como un programa de asistencia social para la nutrición y alimentación.
En la gestión de los recursos obtenidos a través de estos programas sociales se observa una división sexual que ha colocado a las mujeres en otro nivel de responsabilidades domésticas. En LP/LL son los hombres mayores los que se ocupan, en general, de la administración de los recursos de programas para la producción y las mujeres se encargan de gestionar la AUH. En Piray 18, el papel de las mujeres se ha fortalecido en las últimas décadas en función de percibir el dinero de la AUH, entre otros.
• Administración de los recursos domésticos: establecer prioridades a la hora de realizar gastos y la práctica del ahorro son fundamentales en la economía doméstica de los productores familiares. La administración cuidadosa de los recursos es una habilidad que los productores familiares han aprendido a lo largo de sus trayectorias, entendiendo que, muchas veces, más que administrar los recursos toca saber lidiar con la escasez. La administración basada en el ahorro y la precaución es una de las principales estrategias históricas asociada a la producción para el autoconsumo. La misma recae fundamentalmente sobre quienes se asumen “jefes” y “jefas” de hogar, en base a aprendizajes de administración de los recursos a partir de experiencias padecidas en tiempos de escasez.
Estas estrategias no son del todo nuevas en los repertorios de estos productores familiares, pero adquieren distinta relevancia según el momento y el tipo de actividad: la changa puede ser muy importante para la economía de la unidad doméstica cuando implica una remuneración conveniente. Lo mismo sucede con la migración temporal: las personas viajan por trabajo esperando acceder a un dinero y poder regresar, pero esta experiencia no siempre resulta satisfactoria cuando las promesas salariales y las condiciones laborales no se cumplen.
Existen estrategias que se ciñen estrictamente al territorio local. Al contar con una configuración de barrio, Piray 18 habilita a la existencia de pequeños emprendimientos: algunos vecinos abrieron pequeños comercios (sobre todo despensas) a partir de un dinero que consiguieron en un momento de sus trayectorias laborales (por ejemplo, una indemnización por despido). En cambio, para LP/LL, esto no es viable para los productores familiares y representa más bien una excepción. Sí registramos que es habitual la venta de los excedentes productivos por distintos medios: a vecinos de los parajes y a clientes urbanos de LP/LL, a verdulerías o en Ferias Francas (FF)[13]. Cabe mencionar que ni todas las familias comercializan, ni que todas aquellas que lo hacen optan por todos estos canales.
Las estrategias de reproducción social domésticas y/o cotidianas no deben ser pensadas como individuales, sino en el marco de relaciones de reciprocidad (entre parientes, vecinos/as, amigos/as, compañeros/as o miembros de una asociación) con anclaje territorial. Estos vínculos son fundamentales a la hora de comprender la persistencia de actores subalternos y subordinados que permanecen en territorios hostiles. Las relaciones de reciprocidad están en la base de la articulación entre la subsistencia y la organización colectiva. Se establecen entre vecinos y parientes en el acceso a la tierra, en las formas de organizar el trabajo (préstamos de herramientas, ayudas con tareas puntuales, etc), en la colaboración cotidiana (como por ejemplo el intercambio desinteresado de alimentos) y en situaciones de emergencia (frente a una enfermedad o siniestro).
Acceso a la tierra, organización de la comercialización y recursos del Estado: tres dimensiones de las formas de organización contemporáneas
A partir de la década de 1990, se observa un aumento de la conflictividad por tierras y por la apropiación de los recursos en las provincias de Chaco y Misiones (REDAf, 2012). La organización por tierra, la comercialización, la infraestructura e insumos para la producción y a derechos básicos -como el agua y la vivienda- ha implicado la articulación de colectivos y movimientos sociales con organizaciones no gubernamentales (ONG) y relaciones de cooperación y tensión con agencias del Estado nacional, provincial y municipal. A continuación, presentamos distintas dimensiones de las estrategias organizativas; advertimos que esta clasificación debe ser considerada en términos analíticos, ya que se trata de procesos simultáneos que forman parte del entramado político-organizativo en el que se inscriben los actores:
Acceso a la tierra.
En Piray 18, la configuración territorial (proximidad de las viviendas) que facilita la circulación fluida de personas (reuniones, encuentros, intercambios) e información; la trayectoria de participación política de algunos de los/las vecinos/as de la colonia; las asociaciones promovidas por las políticas públicas para el sector de la agricultura familiar, etc. contribuyeron a la formación de una organización conocida como Productores Independientes de Piray (PIP) en el 2006. Estuvo compuesta inicialmente por unas 60 familias y actualmente llega a congregar alrededor de 120. En principio las acciones de la PIP se orientaron a obtener recursos para proyectos productivos, buscando diversificar las fuentes de ingreso. Algunas alianzas con técnicos/as de la Secretaría de Agricultura Familiar y Desarrollo Rural (SAF)[14] favorecieron a los acompañamientos en esa dirección. Sin embargo, la tenencia precaria de la tierra y el pequeño tamaño de las EAP se presentaban como limitaciones a la hora de conseguir determinados financiamientos. En ese contexto, quienes participaban de PIP comenzaron a problematizar su situación respecto a la tierra, a demandar al Estado provincial y a interpelar a la empresa ARAUCO. El reclamo por tierra surgió en los debates y las conversaciones entre vecinos/as frente a la situación de desempleo y la auto-percepción de vulnerabilidad. En 2012, luego de años de demandas sostenidas, PIP consiguió que los diputados provinciales sancionaran la ley de compra o expropiación de 600 ha de la tierra en posesión de ARAUCO. En 2017, PIP pudo acceder a la tierra que le correspondía por ley. Entonces, aquellos pinos que por muchos años “acorralaron” las casas se fueron corriendo. En paralelo, las mujeres de PIP formaron un proyecto de vivero, una huerta en la sede para alimentar a los visitantes de la organización, entre otras actividades. Actualmente PIP se encuentra inscripta en la Unión de Trabajadores por la Tierra (UTT), junto con otras organizaciones del Alto Paraná misionero y suele ser presentada como un caso ejemplar a nivel nacional.
En LP/LL hay diversas trayectorias de organización y acción política en relación con la tierra. Algunas asociaciones de pueblos originarios, asesoradas por una ONG, alcanzaron el control de más de 6000 ha desde la década de 1990 a través de la formalización de la propiedad comunitaria. Hay otras organizaciones cuyas formas de usufructo de la tierra están mediadas por situaciones diferentes. Las acciones desplegadas por la Unión de Pequeños Productores Chaqueños (UnPeProCh) luego del cierre del ingenio lograron dos formas de control: en 1994 adquirieron permisos de ocupación (Benencia, 2001; Grupo de Ecología Política Comunidades y Derechos, 2013) de 7 ha por familia en torno a los cuales se formaron los denominados asentamientos; y en 1995 la provincia compró tres parcelas rurales para transferirlas a esa organización y otras[15][16](Domínguez y Barbetta, 2014). Además, la UnPeProCh y la Federación Nacional Campesina (FNC) (Muñoz, 2016) frenaron intentos de desalojos de fuerzas de seguridad nacionales en connivencia con privados que se arrogan la propiedad de las tierras, pero que sólo pagaron la primera cuota de distintas parcelas en LP/LL para producir soja y ganadería. Según los relatos de los protagonistas de dichos conflictos, la mayor parte de estos episodios ocurrieron en los primeros 15 años del siglo XXI, pero las tierras siguen siendo objeto de litigios judiciales.
Organización de la comercialización.
Para este sector, una de las estrategias más habituales es la formación de FF. En LL la FF se creó en 2015, impulsada por referentes de un Consorcio Productivo de Servicios Rurales (CPSR)[17] y personal técnico del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y ProHuerta (Serpe y Hernández, 2020). Tres veces por semana, se sitúa en el centro del pueblo y en sus puestos, mayormente atendidos por mujeres, se comercializan productos en transición a la agroecología, según una técnica del INTA. Actualmente, participan alrededor de 15 familias dedicadas a la producción diversificada de alimentos (aunque son 9 las que sostienen el espacio regularmente) con diferentes situaciones respecto de la tenencia de la tierra: un miembro qom vive en una propiedad comunitaria y el resto reside en asentamientos, en tierras en conflicto o bajo acuerdo con privados.
Es de las iniciativas colectivas más dinámicas e importantes de articulación entre productores/as de diferentes parajes, organizaciones de LP/LL e instituciones públicas y ONGs. Allí las y los productores intercambian y se aconsejan mutuamente sobre qué sembrar, cuándo, cómo carpir, etc. Así, van incorporando nuevas prácticas que consolidan el perfil agroecológico de las y los feriantes. Por lo tanto, los sentidos que cobra la FF desbordan la comercialización. Es un ámbito de socialización, organización, encuentro y diálogo. Sus miembros no solo son negociadores y clientes, sino también vecinos/as, parientes, amigos/as, compañeros/as de organización. En síntesis, la FF refuerza vínculos preexistentes y crea nuevos lazos de identificación y afecto.
La comercialización de los productos de PIP no ha sido una práctica sostenida desde el principio, pero sí un horizonte de trabajo que ha ido ordenando la trayectoria de la organización. Una cuestión interesante es que sólo los vecinos de Piray 18 que participan en la organización PIP se identifican en términos de “productores” aun cuando en casi todas las unidades domésticas de esa colonia se producen más o menos los mismos cultivos y animales. Esta diferencia está asociada a un proyecto económico y político que tienen estos actores en particular.
El destino de los alimentos producidos por los miembros de PIP es principalmente la FF de Eldorado y otros circuitos de comercialización alternativa en alianza con organizaciones urbanas que venden en las ciudades y pueblos cercanos; la venta, intercambio y trueque entre vecinos/as y en la oficina de la SAF en la ciudad cercana de Eldorado. Por requerimiento legal del gobierno provincial, PIP tuvo que conformarse como cooperativa para poder acceder al primer pliego de tierras (aproximadamente 160 ha) que antes eran propiedad de ARAUCO. En 2017 comenzó a ampliar su escala de producción. Los acuerdos con el Instituto de Fomento Agroindustrial (IFAI) habilitaron la venta de sus productos en el Mercado concentrador de Posadas. Esto también generó nuevas exigencias logísticas que hasta el momento desafían a la organización en sus capacidades y potencialidades.
Recursos del Estado (productivos y técnicos).
Los recursos productivos y técnicos a los que estos productores familiares (de escala menor a las 25 ha) pueden acceder son bastante específicos, ya que muchos programas a nivel nacional y provincial están diseñados para perfiles de mayor capitalización[18]. Muchas veces los financiamientos de proyectos colectivos provienen de fuentes diversificadas y no solo de las dependencias estatales de agricultura. El ProHuerta, mencionado antes, es uno de los más importantes tanto en Chaco como en Misiones porque otorga insumos y capacitaciones a poblaciones rurales de ambos casos. En LP/LL -en particular- este programa y el CPSR tienen una incidencia considerable en la provisión de insumos, asesoramientos, maquinaria e infraestructura para la producción. A través de los CPSR, el Instituto de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar de la provincia de Chaco (IDRAF)[19] suministra semillas para la huerta. Para las semillas de los cultivos se promueve la reproducción y conservación propia de simientes y el intercambio entre productores.
La FF es uno de los ámbitos donde los productores entran en vínculo directo con personal técnico de agencias estatales nacionales (SAF e INTA/ProHuerta), provinciales (IDRAF) y municipales. Así, obtienen información actualizada y asesoramiento para acceder a políticas y programas para la agricultura familiar con los que mejoran la infraestructura de la feria, adquieren maquinarias de trabajo de uso comunitario (como el tractor del CPSR y de los municipios o unos rotocultivadores que consiguieron a través de un proyecto especial de ProHuerta) u obtienen créditos de un fondo rotatorio para invertir en las unidades productivas. También esto les permite participar de distintas capacitaciones o jornadas de formación sobre técnicas de producción, generalmente con orientación agroecológica (Serpe y Hernández, 2020).
Acceder a los programas y líneas de financiamiento estatal estuvo desde un principio entre los motivos de formación y organización de PIP y ha sido un tema de discusión recurrente desde su surgimiento hasta la actualidad. Esto es reconocido por los miembros de la organización al punto que cuando debaten las decisiones a tomar y cómo gestionar los fondos disponibles denominan a esta discusión como “la pata productiva” de PIP. La otra “pata” es la de la lucha por la tierra que desarrollamos antes. Con la asistencia de los técnicos de la SAF y el INTA se han presentado proyectos productivos (algunos más sostenidos que otros) y en paralelo han surgido nuevas experiencias de comercialización alternativa, algunas fallidas, otras se sostienen hasta la actualidad. En el contexto del desmantelamiento de la SAF en 2015 -con despidos masivos de técnicos muy importantes para la comunidad- PIP articuló con otras organizaciones como forma de resistencia y apoyo solidario hacia los técnicos despedidos.
El programa ProHuerta ha sido uno de los que más requeridos en Piray 18 para el financiamiento de proyectos y la distribución de semillas. Otros programas con los que se ha trabajado son el “Manos a la obra” del Ministerio de Desarrollo social, para la adquisición de herramientas, maquinarias e insumos y del mismo ministerio se han obtenido microcréditos a través de la Comisión Nacional de Microcréditos (CONAMI). Al no disponer de un presupuesto asignado para la ejecución de proyectos, parte del trabajo de los técnicos de la SAF ha sido tratar de buscar en las distintas dependencias del Estado financiamientos que se adapten al perfil de los productores familiares de Piray 18 y luego sondear los intereses por parte de los mismos, para proceder a la tramitación de los subsidios.
En síntesis, estas tres dimensiones de la estrategia organizativa -acceso a la tierra, organización de la comercialización y recursos del Estado (productivos y técnicos)- expresan problemáticas representativas para este sector de la agricultura familiar: la primera porque, por lo general, estas familias acceden a pocas hectáreas en situaciones de tenencia irregular de la tierra; la segunda, porque no cuentan con los niveles de formalización, capitalización (tecnología, vehículos), volumen de producción e integración a los circuitos comerciales para insertarse en los mercados; y la tercera, porque las políticas destinadas a estos productores transfieren recursos limitados, ya que no se inscriben en los perfiles productivos de los programas de agricultura pensados los sectores rurales hegemónicos o de mayor capitalización. Pero además la descripción de estas dimensiones de la estrategia organizativa de los productores familiares de LP/LL y Piray 18 da cuenta de la forma en que los mismos lidian y/ o resuelven momentáneamente estos problemas estructurales. La gestión de esos recursos (escasos) y, sobre todo, los vínculos con los técnicos han cumplido un papel fundamental a la hora de potenciar y fortalecer determinadas estrategias de reproducción familiar que terminan incidiendo en nuevas instancias. La posibilidad de que los diversos programas (sociales o productivos) afecten positivamente a las condiciones de vida en los territorios depende de muchos factores, entre ellos de la voluntad y las relaciones de los actores locales (productores y técnicos). Esos vínculos definen las formas que las políticas adoptan en los territorios.
Consideraciones finales
Las experiencias de productores familiares de LP/LL y Piray 18 dan cuenta de la variedad de respuestas que generan los actores subalternos en los procesos de acaparamiento ligados a la hegemonía del MA. Las estrategias productivas, reproductivas y de organización que han permitido la subsistencia de los productores familiares, se encuentran estrechamente articuladas.
Los casos que tomamos tienen trazos comunes y también particularidades vinculadas a los territorios, las geografías, las trayectorias de los actores, las especificidades de sus perfiles productivos, las experiencias subjetivas y tramas económicas. En LP/LL y en Piray 18, el desmantelamiento de las agroindustrias en la década de 1990 implicó la desarticulación de las históricas formas de reproducción social de sus ex trabajadores. Desde entonces, el MA dominó los espacios sociales prescindiendo de la población local como mano de obra.
Las estrategias de reproducción social no son del todo nuevas en los repertorios de los productores familiares, pero adquieren distinta relevancia según el momento y tipo de actividad, permitiendo a los productores familiares la subsistencia y permanencia a pesar de contextos adversos, recurriendo a la diversificación de las fuentes de ingresos y a instancias organizativas.
Por otro lado, se observa una división sexual del trabajo: las changas, al tratarse de actividades que por lo general se realizan fuera de la unidad doméstica, son encaradas por los varones y muchas veces aparecen vinculadas a nociones morales de masculinidad y de “buen trabajador”. Algo similar ocurre con las migraciones temporales. Son los varones los que más migran y testimonian con orgullo haber soportado condiciones de sufrimiento asociadas a las pesadas tareas rurales. En tanto, los recursos de los programas sociales son muchas veces gestionados por las mujeres que se ocupan de informarse y también realizar el seguimiento escolar de los/as niños/as, requerimiento exigido por ley en el marco de la AUH. Las mujeres, además de participar en la producción, se hacen cargo de las tareas de cuidado sin obtener remuneración alguna. Este punto debe ser profundizado en trabajos que se realicen en el futuro.
En base a los casos estudiados observamos que la organización colectiva es una herramienta de peso para el control de las tierras de los productores familiares, lo cual no implica un estado permanente de resistencia, ni que necesariamente los conflictos se conformen como una manifestación de lógicas antagónicas. En LP/LL, si bien, las formas de organización han posibilitado el acceso a la tierra por parte de las familias productoras, ello no se ha traducido en una colectivización de la producción e incluso se han registrado procesos de exclusión al interior de los sectores subalternos. En cambio, en Piray 18, la organización PIP ha avanzado en disputar la tierra a una transnacional -experiencia paradigmática a nivel nacional- como en el debate sobre la producción de alimentos en formas colectivas, cooperativas y agroecológicas con un importante liderazgo femenino, pero el fundamento principal de esa disputa no ha sido redistribuir la tierra entre los actores involucrados, sino ampliar las posibilidades de nuevas estrategias de reproducción social para los productores familiares que viven allí.
Finalmente, hemos observado la importancia de los recursos estatales, que muchas veces permiten garantizar la continuidad de los modos de vida de los actores subalternos y/o subordinados. Los programas sociales nacionales del Ministerio de Desarrollo Social son fundamentales para el sostenimiento de las economías domésticas de los hogares de LP/LL y Piray 18. A la vez, la obtención de recursos productivos y técnicos provenientes del Estado han incidido en las formas de organización contemporánea. Cabe tener en cuenta la importancia de los técnicos (nacionales y provinciales) quienes actúan de “traductores” o “mediadores” de las políticas públicas en los territorios. Los productores familiares, en tanto beneficiarios, toman decisiones respecto a los proyectos que a ellos les interesan y cómo gestionarlos. Frente a la necesidad de comprender cómo el Estado influye en las formas organizativas contemporáneas de los productores familiares, será preciso profundizar en el entramado de trayectorias sociales, relaciones entre vecinos, parientes, técnicos que moldean el modo en que las políticas públicas inciden en los territorios locales, en las cotidianidades y en las coyunturas. Esto queda como desafío pendiente para futuras producciones científicas.
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Notas