Dossier

Ilustrando la naturaleza: el lenguaje religioso como experiencia de lo sensible en la construcción de la ciencia en los Andes tropicales del norte

Enlightenment the nature: Religious language as an experience of the sensible in the construction of science in the northern tropical Andes

Paul Javier Ponce Solórzano
FLACSO-Ecuador, Ecuador

Revista Ciencias Sociales

Universidad Central del Ecuador, Ecuador

ISSN: 0252-8681

ISSN-e: 2960-8163

Periodicidad: Anual

núm. 47, 2025

fcsh.revista@uce.edu.ec

Recepción: 07 mayo 2025

Aprobación: 30 mayo 2025



DOI: https://doi.org/10.29166/csociales.v1i47.8188

Los autores conservan todos los derechos de publicación del artículo y conceden a la Revista Ciencias Sociales una licencia no exclusiva, intrasferible y sin regalías por duración ilimitada para su reproducción, distribución y comunicación pública a nivel mundial.

Resumen: Este artículo, resultado de una investigación doctoral, indaga algunas conceptualizaciones, imaginarios y representaciones de la naturaleza en el contexto del surgimiento de la ilustración en los Andes tropicales del norte. Este trabajo se centra en los conceptos e imaginarios que develan los significados asociados a la noción de ilustrar la naturaleza, los cuales fomentaron el desarrollo de un tipo particular de conocimiento y ciencia. Específicamente, el artículo analiza cómo la ciencia producida en este contexto estuvo profundamente influenciada por una experiencia en el campo de lo sensible y no solo con fines meramente utilitarios, económicos o políticos. De manera destacada, la dimensión sensible se expresó en fórmulas religiosas, mismas que moldearon el desarrollo de una ciencia y una Ilustración singulares, distintas de las del norte de Europa, pero que alcanzaron notable relevancia en la red global del conocimiento.

Palabras clave: Ilustración, Naturaleza, Experiencia de lo sensible, Andes tropicales del norte.

Abstract: This article, a result of doctoral research, investigates certain conceptualizations, imaginaries, and representations of nature within the context of the emergence of the Enlightenment in the northern tropical Andes. This work focuses on the concepts and imaginaries that reveal the meanings associated with the notion of illustrating nature, which encouraged the development of a particular type of knowledge and science. Specifically, the article examines how the produced science in this context was profoundly influenced by an experience in the field of the sensitive, beyond merely utilitarian economic or political purposes. Notably, the sensitive dimension was expressed through religious formulations, which shaped the development of a distinctive science and Enlightenment, different from those of northern Europe, yet achieving significant relevance within the global network of knowledge.

Keywords: Enlightenment, nature, The experience of the sensible, The northern tropical Andes.

Introducción

En el 2008 la Constitución de la República del Ecuador, de manera inédita, reconocía a la naturaleza como sujeto de derecho, estableciéndose como un importante avance para el constitucionalismo latinoamericano (Melo, 2013, p. 43). Este hecho fue un hito en el ámbito global con relación a los cambios jurídicos que discutían los derechos de la naturaleza, los que se venían abordando desde la década de los sesenta del siglo XX (Murcia, 2012, p. 11). Esta transformación compleja en lo conceptual, ideológico, jurídico, político, ontológico, social y cultural amplió la posibilidad de redefinir la relación ser humano – naturaleza. Dicha circunstancia evidencia una cuestión que se ha tendido a pasar por alto, tanto en círculos académicos, así como por fuera de ellos y es el carácter histórico de la naturaleza. Dar cuenta de la historicidad de ésta, permite ir más allá del sentido común que la identifica como una realidad estable, externa y autónoma a la trama humana. En este sentido, la naturaleza se encuentra vinculada de manera intrínseca al conocimiento, las prácticas, las relaciones sociales y políticas que contribuyen a comprender la propia historia humana. Por tanto, transparentar y poner en discusión los significados mismos de naturaleza, no solo abre un campo de conocimiento, sino que puede ser un importante insumo para afrontar varias de las crisis contemporáneas: ambiental, social, cultural y económica, tanto en lo nacional como en lo global; mismas que se expresan en una preocupante devastación del planeta y las condiciones de vida, sobre todo, en los territorios con poblaciones más vulnerables.

La naturaleza es histórica: es un campo en disputa, tanto en la forma de abordarla, aprovecharla, estudiarla, conservarla o devastarla, así como, en sus significados, representaciones, imaginarios y creencias que configuran una ontología en cuanto a ella. Este ejercicio de configurar la naturaleza orienta las prácticas y los marcos epistemológicos que dan sentido y justifican aquello que se abordan desde la botánica, la medicina, la economía, entre otros saberes. Dar cuenta del carácter histórico de la naturaleza desde las distintas formas de concebirla y representarla, permite entender el mundo de la ciencia, pero también el mundo de lo social, cultural, político y económico. Las construcciones conceptuales de la naturaleza, también, ponen en disputa las visiones materiales y utilitarias de la misma frente a las diversas experiencias en el campo de lo sensible, ante las cuales al científico se «le permite» o no, integrarlas en su labor.

Este artículo, que es parte de un trabajo doctoral, indaga sobre algunas conceptualizaciones y representaciones de la naturaleza en el contexto del surgimiento de la Ilustración en los Andes tropicales del norte. En la tesis doctoral la territorialidad se la estableció a partir de las practicas y la circulación del conocimiento, donde las fronteras políticas y jurídicas fueron traspasadas. Si bien el punto de intereses central fue la Audiencia de Quito, se estableció una relación estrecha con Bogotá y Lima, que funcionaron como nodos de conocimientos de este complejo territorial identificado como los Andes tropicales del norte. Vale señalar, que Quito como Audiencia, fue parte del Virreinato del Perú por un largo periodo de casi dos siglos, y posteriormente, en el siglo XVIII perteneció al Virreinato de Nueva Granada. Esta doble adscripción, hizo que por fuerza estos territorios se encontrasen estrechamente relacionados. En este sentido, en este artículo se focalizó en la producción hecha en Lima desde una de las fuentes más importantes del territorio como fue el Mercurio Peruano de historia literatura y noticias.

En la construcción de la ciencia desde el siglo XVIII han sido importantes los periódicos de divulgación científica, espacios donde se hace evidente tanto la construcción del conocimiento, es decir, la ciencia en acción, tanto sus controversias y así como las formas de estabilizar los conocimientos. Dentro de esto vale destacar el rol del Mercurio Peruano - 1790 a 1795. Este trabajo fue liderado por la Sociedad Académica de Amantes del Perú de Lima, cuyos miembros mayoritariamente redactaban los artículos, donde se reconocen apartados de historia natural, así como de materias variadas[1]. También tuvo fines apologéticos frente a los ataques extranjeros (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1791a, vol. I, f. 1). En este artículo queremos resaltar el rol de dos personajes: Hipólito Unanue y Francisco González Laguna.

Hipólito Unanue fue un científico peruano, que vivió entre 1755 y 1833 y fue de los principales gestores del periódico el Mercurio Peruano, fue un connotado científico que participó en varios ámbitos del saber donde destaca su estudio de la naturaleza. Fue un reconocido científico y divulgador, padre de la medicina en Perú y destacado representante de la ciencia ilustrada en los Andes. Este personaje, según argumentan algunos autores fue uno de los que controvirtieron con el viajero y científico Alexander von Humboldt (Thurner 2022). Entre sus importantes aportes destaca la introducción del estudio de la física newtoniana en las clases en la Escuela de Medicina de la Universidad de Lima, además impartió la cátedra de Anatomía y Prima de Medicina y fue reconocido como Protomédico. Así mismo, fue miembro de varias sociedades científicas europeas como la Real Academia Médica de Madrid, Academia de Ciencias de Baviera, Academia Linneana de París y Academias Filosóficas de Filadelfia y Nueva York. En este sentido fue un referente a nivel Virreinal pero también global (Casolino, 2008).

Por otro lado, Francisco González Laguna, como lo señala el Mercurio (1794) fue un clérigo que pertenecía a la religión de los Agonizantes en cuyo grupo fue provincial, además fue Socio Literato de la Sociedad Vascongada – sociedad de Amigos del País –. Fue encargado de la Expedición Botánica del Perú, corresponsal para el Real Jardín Botánico de Madrid y por último se reconoce en su participación como Académico de la Sociedad de Amantes del País en Lima. Esto muestra que era un exponente claro de esta Ilustración hispánica, que combinaba erudición, aval religioso, reconocimiento institucional en la metrópoli y los territorios de ultramar y mostraba una importante experiencia de campo. Es notable en este sacerdote su producción de conocimiento desde el constante diálogo entre los sentidos religiosos y de evangelización, con prácticas consideradas científicas (Warren, 2009).

A partir, de estas fuentes, este trabajo se centra en algunos conceptos que develan los significados de ilustrar la naturaleza, mismos que alentaron el desarrollo de un tipo de conocimiento y ciencia. De manera particular, el artículo muestra como la ciencia que se producía en dicho contexto, estaba fuertemente atravesada por una experiencia en el campo de lo sensible y no solo con fines utilitarios, económicos o políticos.

La cuestión de lo sensible es algo que ha sido debatido largamente, particularmente desde la Filosofía. Por ejemplo, para Immanuel Kant, la sensibilidad es una de las fuentes del conocimiento que nos permite abordar el «mundo fenoménico», el cual se nos abre frente a nosotros mediante los sentidos y las nociones del mundo (Kant, 2007, p. 350). Sin embargo, en este artículo lo sensible está más bien vinculado a dos dimensiones: lo estético y lo religioso. «El término «estética», como es sabido, proviene del vocablo griego aithesis, que significa «sensibilidad». La experiencia estética es un modo de recibir y de conocer a través de la sensibilidad, es decir, mediante la «modificación» de las impresiones que acuden a nosotros por vía de los sentidos» (Maillard, 1997, p. 179). En este sentido las impresiones del mundo natural no son necesariamente filtradas por categorías de la racionalidad científica, sino por las sensibilidades que se desprenden de las nociones teológicas y religiosas, incluso de las provenientes del campo de lo místico[2], las mismas que proveen las categorías para interpretar la naturaleza. Estas nociones se presentan imbricadas en la forma de construir conocimiento científico y no como una fase superior del devenir del conocimiento positivo como lo señalaba Augusto Comte (2004, p. 20).

En este sentido la cita extraída del Mercurio peruano resume esta visión de lo sensible en la ciencia en el contexto estudiado,

La Historia Natural es la historia de todos los entes corpóreos, que sacó del seno de la nada la voz fecunda del invisible Criador. Por eso Plinio intituló á la suya Historia del Mundo. Nada a la verdad puede haber en esté magnifico teatro, que no entre en el plan del objeto destinado á las especulaciones del Naturalista; pues nada ofrece á sus ojos que no sea obra de la Naturaleza, de quien es Sacerdote, y el Filósofo (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1791b, vol. II, f. 68)

Por lo dicho, esta experiencia de lo sensible, como se dio en otros lugares del mundo, tomó el ropaje religioso de la época, no obstante, muestra que la ciencia en construcción no siempre dividía la experiencia religiosa de la naturaleza, con su aprovechamiento. Esta integración, en lo posterior, con el advenimiento de visiones tales como el positivismo, mostraría una división aparentemente irreconciliable entre lo sensible y lo material en el marco de la ciencia occidental.

Ilustración[3] y ciencia: fuentes de debate historiográfico

Para abordar las implicaciones de ilustrar la naturaleza desde los Andes tropicales del norte en la segunda mitad del siglo XVIII e inicios del XIX, es importante considerar el asunto de la Ilustración como contexto donde surgen las conceptualizaciones y representaciones de la naturaleza y las condiciones del florecimiento de las ciencias modernas y las interacciones con los conocimientos locales. La naturaleza en dicho contexto se conceptualizaba en redes de conocimientos, creencias, representaciones y objetos como mecanismos para configurarla, por lo que fue importante la creación y circulación de libros, periódicos, correspondencia, grabados, pinturas y especímenes. Estas ideas y materialidades sobre la naturaleza quiteña y el norte de los Andes tropicales, circularon entre intelectuales de la región, sobre todo entre sus élites (Nieto Olarte, 2019).

Igualmente, este asunto está atravesado por una disputa historiográfica que enfrenta un supuesto norte creador de conocimiento y gestor de la Ilustración y un sur relegado de los avances de la modernidad. Al mismo tiempo que los imperios franceses, británicos y germánicos se atribuían los avances modernos en la ciencia, la política y la economía, España y sus territorios en ultramar eran vistos como un esquema restringido por la religión, la superstición, incapaces de superar este estancamiento. Para Immanuel Kant «la Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro» (Kant, 1978, p. 25), esta visión kantiana tiene implicaciones en la libertad, la razón, el Estado y la religión, no obstante, lo que se evidencia es que en el mundo hispánico este fenómeno tomó dinámicas distintas.

La controversia en cuanto a la Ilustración y las ilustraciones ha caracterizado un debate historiográfico desde el siglo XX y gracias a ello se han abierto paulatinamente nuevas perspectivas sobre el tema, donde se busca romper con una idea homogénea y más bien dar cuenta de lo complejo del fenómeno:

Entre el español ilustración, el alemán Aufklärung, el francés lumiéres y el portugués luzes, ilustração o iluminismo existen importantes diferencias, no sólo en lo que respecta a la cronología. Extremadamente diferentes son las condiciones en los diferentes países, los problemas propios de la época y los participantes en las discusiones sobre ellos (Polzin-Haumann, 2006, p. 191)

Pese a estos cambios historiográficos, aún prevalece en ciertos contextos la idea de que la ilustración es un fenómeno del norte europeo y que llegó de manera derivada a España y posteriormente a la América hispánica. Esta postura sobre la unicidad de la Ilustración lleva consigo adherida la idea de una supuesta limitación al producir una ciencia moderna en el mundo hispánico, ya que, la condición sine qua non es que esta debe ser secular, por tanto, alejada de argumentos religiosos o teológicos; por lo que, la América hispánica era incapaz de producir ciencia moderna. Adicionalmente, en este contexto se esgrimían las disputas en cuanto a la cuestión de la naturaleza americana y su supuesto carácter ontológico de inferioridad postulado por científicos, naturalistas, botánicos y filósofos como Georges-Louis Leclerc Conde de Buffon, Voltaire, Cornelius Franciscus de Paw, Georg Wilhelm Friedrich Hegel entre otros (Gerbi, 1960).

Contraria a esta visión varias corrientes historiográficas contemporáneas postulan que existió una ilustración en la América hispánica, que toma sus propias características, una de estas es que no rompe con su pasado católico. En este contexto surgen propuestas como la de Mario Góngora quien ensaya la categoría de «Ilustración Católica». Para el autor, esta «sucede a la cultura barroca eclesiástica, teniendo su origen en la Francia de Luis XIV, para desde allí difundirse por toda Europa, en cierta manera paralelamente y en cierta interrelación con la Ilustración misma y con el Clasicismo» (Góngora, 1969). Para este autor, no existe una contradicción entre el catolicismo y la ilustración, al contrario, la iglesia sería una de las instituciones que aportaría de manera importante al conocimiento y la ciencia durante este periodo. Esta relación particular será otra característica de la ilustración en las Indias, hecho que coincide con otros trabajos historiográficos (Lafuente y López-Ocón Cabrera, 1996). En el trabajo de Góngora se subraya la importancia que tuvieron las órdenes religiosas, donde los jesuitas tendrían un rol protagónico:

dentro de la investigación americanista se sabe que muchos eclesiásticos tuvieron participación capital en los planes dictados desde la expulsión de los jesuitas, que sustituyeron la escolástica por el eclecticismo filosófico y por la nueva ciencia: Gamarra, Goicochea, Mutis, Marrero, Pérez Calama, Rodríguez de Mendoza, Maciel, Funes, etc. (Góngora, 1969, p. 44).

Por otra parte, vale señalar trabajos como los del historiador ecuatoriano Jorge CañizaresEsguerra, sobre la Ilustración, la cuestión de la ciencia y el conocimiento en hispanoamérica. Su abordaje puede estar en la vereda contraria a la visión euro centrista en cuanto al rol americano en la Ilustración, la producción y circulación del conocimiento, ya que, este autor reivindica el territorio americano como un espacio de generación de discursos, prácticas y representaciones propias sobre la naturaleza y la ciencia, alejándose de la idea que sostenía que este fenómeno fue una mera derivación del norte europeo, incluso de la metrópoli española (CañizaresEsguerra, 2005).

La resistencia de muchos autores a pensar el territorio americano como escenario de una ilustración propia se debe al argumento de que sus gestores «no eran anticlericales, no buscaban que las colonias se separaran de España y no mostraban particular vehemencia en desmantelar la estructura de los derechos corporativos y los estamentos sociales que caracterizaban a la América española» (Cañizares-Esguerra, 2005, p. 87), por lo que se ha tendido a caracterizar la ilustración en América, en caso de haberla, como «conservadora», reformista y no revolucionaria, donde los intelectuales solo buscaban mejoras sociales para la educación de las masas. Asimismo, en cuanto a cuestiones políticas, sostienen que los cambios sociales y culturales en América fueron de origen exógeno. Este carácter exógeno se evidenciaba en la historiografía de la ciencia que destaca el rol de las expediciones científicas como empresas extranjeras que nacieron como iniciativa de la Corona en función a sus fines imperiales, uno de los cuales fue cartografiar las colonias, donde los territorios y habitantes americanos eran simples espectadores de la ciencia traída de Europa. De este modo se refuerza una postura sobre la ilustración hispanoamericana como derivada, ante lo cual, el autor se propone:

un modelo que subraya las contribuciones más claras de este movimiento en la región, y no sus aspectos derivados. Para lograrlo, empero, debemos abandonar la ficción de una modernidad ilustrada y ver el movimiento tal como fue, esto es, como un esfuerzo del Ancien Régime por otorgar a los gobiernos hispanoamericanos el estatuto de reinos, y no de colonias. (Cañizares-Esguerra, 2005, p. 89).

La reformulación de instituciones y conocimientos introducidos como parte del proyecto borbónico fueron rápidamente asimilados, como forma de una resistencia imperial y para «refinar» el sentido de identidad local y autonomía. Estos esfuerzos generaron discursos particulares, que Cañizares-Esguerra los analiza en la historiografía, la epistemología y la botánica (Cañizares-Esguerra, 2005, p. 90). Este autor subraya el rol de los intelectuales mestizos americanos, quienes dieron pie a un discurso patriótico desde finales del siglo XVI frente a ciertas políticas regresivas de la Corona en cuanto a derechos y privilegios de los criollos. Esta clase se acercó a la iglesia desde sus instituciones como universidades, conventos, cabildos catedralicios, desde donde elaboraban alocuciones que exaltaban sus propias cualidades de piedad y erudición, así como el valor de sus instituciones. En la segunda mitad del XVIII generaron una historiografía que buscaba exaltar el pasado glorioso de raíces indígenas, que con base a estas autonomías, buscaba transformar las distintas sociedades en reinos (Cañizares-Esguerra, 2005, p. 91). Aun cuando, estos intelectuales no se proponían un rompimiento con la metrópoli española, fueron críticos al «empobrecimiento» de las comunidades amerindias. Asimismo, se mantuvieron abiertos y en contacto con el conocimiento proveniente desde Europa, se mostraban escépticos con los forasteros y viajeros europeos, mostrando en varias ocasiones una disputa epistemológica entre los hispanos y los noroccidentales europeos. En suma, en el territorio americano existía una construcción política, conceptual, científica que buscaba hacerse cargo de las trasformaciones locales, las mismas que estaban en diálogo con los sucesos globales, tanto en la metrópoli española como con los otros imperios europeos.

Estas posturas que ponen en cuestión la homogeneidad del fenómeno ilustrado permiten tener un marco de comprensión más pertinente con el contexto en el cual se analizaron las diversas formas de conceptualizar la naturaleza, ya que, nos evita el error de encajar los hechos que se dieron en los territorios del norte andino con las ideas venidas desde Europa en cuanto a una Ilustración, una Ciencia y una Naturaleza unívocas -con mayúsculas-. Más bien nos propusimos mostrar desde el enfoque de los actores, las construcciones conceptuales, representaciones, ideas y creencias, que nos permitieron responder a la cuestión de qué significaba ilustrar la naturaleza en la segunda mitad del siglo XVIII e inicios del siglo XIX.

Durante la investigación, al reconocer la naturaleza como un hecho histórico, se evidenció que ésta estaba atravesada por las diversas conceptualizaciones y representaciones vinculadas a la política, la economía, así como a ideas de abundancia y diversidad como atributos particulares de la región. No obstante, para este artículo nos queremos centrar en las ideas venidas desde la religión y la teología. La razón es poner en cuestionamiento el presupuesto de que un fenómeno como la ilustración no podría emerger en sociedades hispanoamericanas no seculares, así como, no era posible el surgimiento de prácticas científicas. Al mismo tiempo, mostrar el hallazgo de como las ideas religiosas proveyeron el lenguaje que dio forma a la trama metafísica y material en la que estaba inserta la naturaleza y el ser humano, así como el rol que cumplían los diversos conocimientos y la ciencia. Finalmente, evidenciar como este lenguaje teológico fue uno de los ropajes que la experiencia en el campo de lo sensible tomó la naturaleza para varios científicos y estudiosos hispánicos. En resumen, en este trabajo mostramos, a partir de lo recabado en el Mercurio Peruano cómo las construcciones conceptuales en cuanto a la naturaleza, el desarrollo de diversos conocimientos y de la ciencia, no encontraron una contradicción con los pensamientos religiosos, sino que muchos de estos alentaron y dieron un sentido a la labor humana en el desarrollo de la ciencia que se hacía cargo de una cuestión central para la vida, lo sensible, el progreso y lo trascendente: la naturaleza.

Ilustrar la naturaleza desde las construcciones religiosas y teológicas en el Mercurio Peruano

El Mercurio fue un diario que, en su corta vida, contó con un importante número de autores, quienes eran diversos y provenían de diferentes saberes, lo que permite abarcar más voces heterogéneas en cuanto a los lenguajes religiosos que ordenaban las representaciones de la naturaleza. Quizás uno de los fragmentos que mejor muestra una visión general sobre la naturaleza y su relación con el ser humano señala que:

Todos los vegetales, desde el humilde musco hasta el coposo y soberbio cedro, están destinados al servicio del Hombre Monarca en la Naturaleza. Los unos los sustentan, los otros lo visten: otros reparan su salud, y todos juntos elevan su espíritu á rendir el homenage de gratitud y sumisión debido al Autor Supremo que viste de pompa y fragancia las campiñas. Salomón en toda su gloria y fausto magestuoso no era comparable al matizado lirio, que nace en las selvas (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1791b, vol. II, f. 77).

Se atribuye cualidades excelsas a la naturaleza basadas en una cosmogonía donde la totalidad es lo divino, al mismo tiempo establece un rol y un orden del ser humano, instituyendo parámetros de relación mutua y al mismo tiempo su papel frente al creador de la naturaleza. Esta postura, con matices, contiene ciertas coincidencias con cosmogonías prehispánicas que reconocen en las divinidades el origen y la razón del ser humano y la naturaleza. Además, este párrafo muestra una suerte de orden jerárquico desde un ser supremo, el ser humano y la naturaleza, pero en una relación de mutua dependencia.

Asimismo, para el ser humano la ciencia es un medio de disfrute de la naturaleza al decir que, «para que estas encantadoras criaturas tributen al Hombre, solo es necesario que él aclare con la aplicación y el estudio» (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1791b, vol. II, f. 77). Y las ciencias de la naturaleza se muestran como una forma de conocimiento divino, por el rol mismo instituido para el hombre, particularmente a quien estudia a la naturaleza.

En estos territorios hispánicos, asimismo, se muestra una ambivalencia en cuanto a la cuestión ambiental, ya que, al ser la naturaleza una expresión de lo divino debería ser venerada, por tanto, cuidada, pero al ser sometida bajo su mando y sus necesidades se abre la posibilidad a la libre explotación. En todo caso lo que se muestra en esta primera aproximación, es que la ciencia, la naturaleza y sus interrelaciones están coordinadas a un proyecto «divino» que buscan generar bienestar al ser humano, donde los atributos de la naturaleza, tanto cuantitativos como cualitativos poseen implicaciones religiosas y teológicas. Estos fragmentos ejemplifican la relación existente entre las formas de representación de la naturaleza como construcción misma del objeto de estudio, con los parámetros sobre la comprensión histórica de la ciencia y los conocimientos. Por tanto, el objeto de estudio y su campo de conocimiento deben ser comprendidos como una relación mutuamente construida.

En el artículo titulado Ensayo sobre la estructura y física de los vegetales, en el Mercurio Peruano, se puede ver otra de las características necesarias para la aprehensión de la naturaleza y esta tiene que ver con la acción contemplativa, que pone en diálogo el conocimiento de la naturaleza con lo estético:

Su estudio agradable á primera vista, se hace un espectáculo maravilloso que arrebata y fixa á los que siguen sus diferentes gradaciones. La vista amena y deliciosa que ofrecen los innumerables árboles y arbustos que pueblan la tierra, la brillantez del tapis verde de las plantas, el matiz de sus flores esmaltadas, embelesen y trasportan de admiración las almas más insensibles que contemplan estos tesoros (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1792a, vol. V, f. 124)

Estas concepciones van combinando y complejizando las distintas ideas de la naturaleza: se reconoce su rol para la supervivencia, así como posibilita proyectos históricos, culturales, económicos y políticos – por tanto, se muestra como un hecho histórico y no «solo natural» –. Por lo que, desde esta idea, estudiar la naturaleza, es dar cuenta de la experiencia e identidad humana en su devenir.

Junto con estos planteamientos, se encuentra la perspectiva de la naturaleza como fuente salvífica espiritual, cuestión que tiene una concreción material y es la salud física. Por ejemplo, el artículo del Mercurio titulado Carta Escrita a la Sociedad proponiendo el descubrimiento de algunos específicos para diferentes enfermedades y dolencias de estos Países, menciona:

Muy Señores mios: la Omnipotencia Divina compadecida de aquella primera desgracia que Adan nos causó por la culpa, pues por ella nos sujetamos á las dolencias y enfermedades, abrió los tesoros de su misericordia, y beneficiándonos con los tres Reynos de vegetales, animales y minerales, quizo que por medio del perito Boticario (siendo este la mano diestra del Médico) lograsen sus criaturas la sanidad (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1792b, vol. VI, f. 288).

Frente a las desgracias ocasionadas por el ser humano, las fuerzas divinas proveen en la naturaleza, una redención, que no se limita a un plano etéreo, sino que deviene como una salvación material. La misma que se hace posible gracias al genio humano expresado en la tarea científica –en la persona del boticario–. Sin embargo, en esta trama el «bien supremo» que provee redención y salud es la naturaleza. De esta forma, el científico es al mismo tiempo quien administra la economía de la salvación, que se expresa en la posibilidad de proveer bienestar terrenal mediante la salud del ser humano. La naturaleza cobra una connotación doble, son así «laboratorios» como «lugares sagrados», por lo que son espacios donde se concilia lo divino y lo humano. El ser humano, como ser ilustrado, pero como representante del plan divino, es un ser de ciencia. De este modo, se logra armonizar creencias con conocimientos y ciencia, como otra forma de ilustración.

En esta publicación vale resaltar los aportes del religioso Francisco González Laguna y del sabio secular Hipólito Unanue, quien fue la cabeza de el Mercurio peruano.

Con relación a González Laguna, se presenta un artículo de su autoría: Necesidad de la Historia Natural Científica. Para este, el orden cosmogónico es el mismo antes visto, pero añade que estudiar la naturaleza no solo es de beneficio para el ser humano, sino que revela lo divino:

Desde que el Supremo Sér en fuerza de sus Decretos eternos verificó el momento de comunicarse ad extra, como se explican los Teólogos, criando sustancias espirituales capaces de conocerlo y glorificarlo, desde ese mismo instante rompió los diques de su infinita Sabiduría y Poder. Crió primero la materia y con ella una infinidad de portentos en los entes naturales, donde como en otros tantos espejos se viese la imagen de su Augusta Magnificencia (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794a, vol. X, f. 25-26).

Vale prestar atención sobre la relación que se establece entre el ser humano y la naturaleza, lejos de pensar en una ontología plenamente diferenciada entre estos, como propone Bruno Latour como rasgo anhelado en la modernidad (Latour 2007), en la América hispánica existe una unidad ontológica entre ser humano y la naturaleza por su origen común en lo divino, que se expresa en el desarrollo de la ciencia y los distintos conocimientos:

Formóle de la tierra [al hombre], pero espirandole, el espíritu de vida: es decir infundiéndole una Alma sellada con su Divinidad, y como tal adornada no solo de su imagen sino de las demás potencias con que fuese capaz de contemplar y gozar desde el bien ínfimo hasta el sumo. A este fin le infundió dos ciencias; la del espíritu, y la del sentido; aquella para entender los arcanos que se dignó revelarle, y por esta lo malo, lo bueno y lo maravilloso de la Naturaleza (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794, vol. X, f. 26).

Esta inspiración divina para hacer ciencia, para este autor, se expresa por ejemplo en la necesidad de generar taxonomías, es decir, crear epistemes muy particulares:

Es muy propio de un Príncipe que ha de gobernar y conocer los individuos de su dependencia, calificar sus caracteres, y para esto arreglar la nomenclatura que los distingue; y el mismo Dios que como único Señor de los cielos llama por su nombre á las estrellas[4], le traxo á su presencia aquellos entes de su naturaleza movibles, que son los animales, para que á cada género diese el nombre correspondiente á su condición; como dexando á su cuidado hacer lo mismo con los demás; siendo debido este órden al que también se le había inspirado de obrar con ellos ut opperaretur á gloria de su Autor precisamente, no habiendo causa entonces para la fatiga servil á la que lo condenó después de la culpa (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794, vol. X, f. 27).

El ser humano, al igual que el ser divino tiene como fin clasificar y nombrar las especies, para ordenar, administrar, en suma, hacer ciencia taxonómica de la naturaleza. «Véase aquí de paso indicado el método con que el Divino Hacedor quizo fixar esta ciencia que hoy siguen los demás. No hay ciencia sin conocimiento, ni conocimiento perfecto sin discernir el género y diferencia, que como una sucinta definición ministra el nombre técnico de las cosas» (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794, vol. X, f 27.28).

Para la visión que plantea este y otros autores hispánicos, el origen del objeto de conocimiento -la naturaleza- y la ciencia descansan sobre postulados teológicos. Este ejercicio de ordenar y someter el mundo mediante el nombrar nos podría remitir a algunas ideas de Michael Foucault expresadas en su trabajo Las Palabras y las Cosas (2005). La centralidad de la clasificación es tal que González Laguna menciona una frase de Carlos Linneo[5], que dice «Nomina si nescis, perit et cognitio rerum» cuyo significado se ha traducido como «Si ignoras el nombre de las cosas, desaparece también lo que sabes de ellas». Por tanto, una de las tareas centrales para la ciencia y que personajes como Linneo desarrolló, fue la taxonomía, pero este ejercicio de nombrar no puede ser visto solo como una forma técnica de generar identificaciones sino como una forma de ejercer poder, con base a un importante contenido teológico.

Adicionalmente para González Laguna, la historia natural, está vinculada a la cuestión de la caída del ser humano, hecho que tiene efecto directo sobre la naturaleza, frente a lo cual el hombre tiene un rol, que se cumple mediante el ejercicio de esta ciencia, ya que, sostiene que «hombre así inocente, ensalzado, iluminado é instruido abusando de su libertad, da en este abismo, y al punto experimenta el trastorno fatal de su rectitud, de su ciencia, de su duración y comodidades» (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794, vol. X, f. 28). Pero en esta caída, el hombre desciende en una forma de vida autónoma. En este sentido, señala que «en una palabra; el quedó [el hombre] precisado a ser en cierto modo Artífice de sí propia, y revestirse de un genio criador, si había de ser útil así mismo» (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794, vol. X, f. 28). Así, el autor evidencia la envergadura de hacer ciencias de la naturaleza y como está inmersa en el destino soteriológico[6] del hombre y como las mismas formas de hacerla están en este entramado: divinidad, hombre, naturaleza y salvación.

Para penetrar quanto urge al hombre la ciencia de los entes que llaman Historia Natural: quanto le importa, si ha de elevarse como debe á su Criador desairado, y substituir á los trabajos la felicidad de que se privó; y tanto mas quando el Señor conservando el orden en todas las cosas, y á él la superioridad sobre ellas, solo dexó la molestia de contemplarlas (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794, vol. X, f. 28).

Luego de esto, el clérigo añade un elemento particular sobre el origen de todo pensamiento ilustrado en la prefiguración dada en la tradición judeocristiana en la persona del Rey Salomón:

Pero ¿que sucedió? Su infestada prole naciendo en el error, descuidó de esta ciencia[7] ; echóse á la ventura y al olvido, cuyos tristes efectos nunca parece se conocieron hasta el Reynado de Salomón, en que se vió un remedo de la ilustración primera. El suceso es bien notable. Dispensadole el Señor á este poderoso Monarca los conocimientos mas profundos de la Naturaleza, se llenó de asombro el género humano; y no pudiendo este contenerse a tan famosa novedad, concurrieron á él (dice el Texto Sagrado) de todos los pueblos de la tierra á oírle disertar sobre las plantas desde el Cedro hasta el Hisopo: sobre los quadrúpedos, sobre las aves y los peces (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794, vol. X, f. 28-29).

En primer lugar, la Divinidad, luego Salomón, después Linneo y todos cuantos siguen esta tradición, son llamados a nombrar, clasificar, sistematizar la naturaleza, es decir hacer ciencia. Según él, la historia natural es la forma de culminar esta sabiduría inserta en el plan divino y una realización humana, lo cual, según narra, ha sido resistido a lo largo del tiempo por algunos hombres, como síntoma de extravío. No obstante, señala que, pese a que en los siglos anteriores se ha mantenido esta resistencia al estudio de la naturaleza, en el siglo que corría se han multiplicado los sabios dedicados a la historia natural, particularmente a la botánica. Enumera «no ménos que doscientos sesenta y siete Autores célebres que han ilustrado la Historia Natural, especialmente la parte Botánica en todos los Reynos» (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794, vol. X, f. 30).

Para González Laguna, este plan que comienza en lo divino se concreta en los atributos de la naturaleza, impele al ser humano a cumplir con su labor mediante la ciencia, se concretiza a nivel de proyecto patriótico con la enseñanza de la historia natural:

… para hacer ver a nuestra Patria la importancia suma de la Ciencia, de los Entes, ó Historia Natural. Inclinabame á manifestarla primero con respecto al hombre espiritual y moral, Después al hombre físico y civil, contrayéndome especialmente á nuestra Región Peruana que trata de ampliar la fe y el comercio. Después á hablar de lo que se tiene avanzado de conocimientos y especies relativas á esto, y lo que falta adquirir (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794, vol. X, f. 31).

Su argumento podría ser resumido al mencionar que «bastaba decir que la Ciencia de los Entes había sido la primera que el Divino y Universal Autor había dispensado al Género Humano, para confesar que era de primera necesidad para el hombre, siendo su espíritu lo primero que frisa. Pero ya se había dicho, que este como terreno no entiende lo que es del espíritu»[8] (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794, vol. X, f. 33). Como se menciona, es la caída del hombre, lo que explica su falta de aprehensión de la historia natural. Sin embargo, aunque el hombre se encuentre extraviado y no comprenda su camino, según González Laguna, la divinidad no cambia en su Ser mismo y tampoco en sus fines últimos y sus planes con el hombre, por tanto, se sigue que el destino del hombre es aplicarse al estudio de la naturaleza, el hacer ciencia es el vehículo de conocer lo divino: «Dios habla por la revelación, y habla por la naturaleza» (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794, vol. X, f. 33). Esta «voz» se constituye sobrenatural, perdida «entre la tosquedad de nuestros sentidos» y al mismo tiempo es la «voz» natural que esclarece los sentidos para entender los arcanos de su dimensión sobrenatural.

Mediante la naturaleza, se conoce lo divino, además, es el espacio de autoconocimiento en esta unicidad:

Asi quando se presenta á nuestros ojos este emporio de la Naturaleza, es mas que aparecer un Sol que destruye las nieblas, sino digo el caos tenebroso interpuesto entre la Esencia de Dios y nuestro pobre entendimiento parece abrirse una brecha muy amplia al goce de la vida eterna, facilitándonos el conocimiento verdadero de Dios en que consiste, y de nosotros mismos en que la fixaron aun los Paganos Filósofos de la antigüedad (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794, vol. X, f. 34).

El hombre, por su caída se encuentra lejano a comprender los atributos más esenciales de la divinidad, por tanto, se encuentra de igual modo imposibilitado de conocer los atributos más esenciales del hombre mismo. Esta situación es una brecha en el conocimiento que solo puede ser subsanado por la existencia de la naturaleza como puente que conecta el mayor conocimiento de lo divino y de lo humano, porque en último término hablar de lo divino es hablar desde y de lo humano y todo esto se refleja en la naturaleza, la que es conocida mediante la ciencia: la historia natural o la botánica. La ciencia de la naturaleza eleva al ser humano a su condición de ser divino.

Aún la forma de clasificación de la vida en los tres reinos encuentra su fundamento desde la teología:

¿Quién no advierte, que es para darnos en cada uno un mapa iluminado de sus tres Atributos mas nobles, conque despertar nuestros conocimientos, y cautivar de lleno nuestras potencias? Á primera vista, ¿qué representa el reino Lapídeo[9] mas que un bosquejo de su Inmenso poder: el vegetal sino un dilatado plan de su Sabiduría Inefable, y el animal sino quanto podía pintarnos de su estupenda Bondad y Providencia? (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794, vol. X, f. 34-35).

Vale no perder de vista que toda esta exposición fue hecha por un clericó que no solo tenía prestigio en el mundo religioso, sino que era un científico validado como tal, tanto por la Corona, así como por sus pares en la red institucional: científicos y viajeros vinculados a las expediciones realizadas en ultramar y, por último, por los gobiernos locales más allá de la metrópoli española. Así, su opinión estaba refrendada como legítima y estaba anclada en una larga tradición teológica, tal es así que es recogida con beneplácito en el Mercurio en su rol de medio de difusión científica. La ciencia de la naturaleza llevará por fuerza a la comprensión de lo divino, por tanto, quienes estudian la naturaleza, en el pensamiento de González Laguna, conocerán y reverenciarán al Ser Supremo.

La naturaleza divina en el pensamiento de Hipólito Unanue en el Mercurio peruano

El científico peruano Hipólito Unanue, como muchos de los científicos ilustrados americanos y de la metrópoli, tenía una concepción mística de la naturaleza, cosa que no era exclusiva de los religiosos. Sin embargo, se pueden reconocer matices entre cada uno de estos estudiosos y las redes de conocimiento en las que estaban inmersos:

El hombre ha mirado siempre con predilección las producciones del Reyno vegetable. Presentándole este en sus frutos y mieses un tributo inocente que consagrar á su Hacedor Soberano, y un recurso seguro para alimentar su vida: cubriendo su desnudez con sus hojas y cortezas, y protegiéndolo contra las inclemencias de las estaciones con sus troncos y ramas: mitigando sus dolencias con sus bálsamos saludables, y halagando sus sentidos con el hermoso espectáculo de sus flores en aquellos tiempos en que falto de industria, de artes y de ciencias carecía de quanto podían ministrar á sus necesidades y recreó las obras de sus manos, le captó desde entonces la atención y el reconocimiento (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794b, vol. XI, f. 205).

Para este autor el principio de la naturaleza está en lo divino, no obstante, para Unanue ésta es proveedora total que hace posible la vida del hombre, sobre todo en etapas anteriores al desarrollo de las ciencias, las artes y la industria. Mostrando una visión ilustrada que favorece al genio humano como transformador de la naturaleza con fines de prosperidad, con un evidente pensamiento teleológico, con una idea ascendente de civilización. En esta primera idea, se reconoce a la naturaleza como punto de partida, sí, necesaria, pero que no sustituye al genio humano, por lo que la exaltación, en última instancia, será al ingenio del ser humano, «reduciendo» el protagonismo que se daba a lo divino como fue el caso de González Laguna. Al mismo tiempo, podría ser visto desde otra óptica: si el principio de la naturaleza es lo divino y el hombre está conectado a la misma, la exaltación otrora reservada para lo divino hoy deviene en lo humano como forma de exaltación a su genio, una visión humanista, si se quiere, tanto de lo divino, como de la naturaleza.

Esta exaltación a la naturaleza tiene una predilección en el reino vegetal para Unanue. Primeramente, debido a su importancia jerárquica e histórica sobre otras materias de estudio, como por ejemplo el estudio de los astros, «estudiolas antes de arreglar los movimientos del Planeta Rector del Universo, y observar la marcha magestuosa del resto de los astros ó escudriñas la generación de los fosiles en los senos ocultos de la tierra» (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794b, vol. XI, f. 205). En un segundo lugar, la naturaleza vegetal está inmersa en el propósito divino - humano de poblar la tierra, principio tomado de la teología, de «reproducirse y sojuzgar la tierra». La expansión y dominio de la naturaleza está vinculada a la idea de progreso de la humanidad:

Continuando las mismas necesidades [del ser humano] y experimentado los propios socorros al poblar la superficie de esta, se perpetuaron en él las primeras aplicaciones; encontrándose por consiguiente el estudio de los vegetables hasta en aquellos sombríos rincones del Globo, en que el linaje humano parece distinguirse del irracional solo por su figura exterior. Y como la sabia Naturaleza ha distribuido las plantas según la diversidad de los climas, ocurre con liberalidad a nuestro socorro, y se muestra en toda su magnificencia á los ojos que la contemplan: en todos los siglos y en todos los países se han descubierto plantas admirables por sus raras dotes. In venere herbas et omnes gentes[10] (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794b, vol. XI, f. 205-206)

La idea de progreso conectada al estudio de las plantas, para Unanue, se lo presenta como intuitivo o consustancial al hombre, quien se inmiscuye en su indagación, porque es la misma naturaleza quien se muestra «magnificente» para ser estudiada. Por otra parte, el pensamiento de Unanue sobre la naturaleza muestra otro matiz, mientras que para ciertos autores los atributos y la sabiduría son caracteres únicos de lo divino, para este, los atributos se los otorga directamente a la naturaleza, limitando las exaltaciones constantes a la divinidad y consagrando su veneración a la naturaleza, sobre todo vegetal. Podría ser acaso este un intento de Unanue de secularizar el estudio de la ciencia, disminuyendo el protagonismo de lo teológico y exaltando a la naturaleza y su vínculo con el ser humano.

Al igual que otros autores hispánicos como González Laguna, Unanue, da una importancia a la valoración estética y lo sensible en cuanto a la naturaleza, lo cual estaba vinculado a su contemplación: «Quando la Poesía les inspiró sus dulces cantos, las hicieron el alma ó el obejto de sus himnos» (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794b, vol. XI, f. 206) . Estos abordajes de la naturaleza no son estáticos, por el contrario, muestran un desenvolvimiento y como se mencionó con una idea fuerte de progreso. Para Unanue, las etapas de la humanidad, que se van presentando cada vez más «avanzadas» van mostrando el surgimiento de mejores formas de abordar la cuestión de la naturaleza, asistido por el desarrollo de las artes y de las ciencias. De esto modo sostiene que:

Quando la Filosofía les enseñó a conocer sus virtudes y pasiones, quisieron fuesen el símbolo y aun el original de todas ellas, y sumergidos en la noche de la superstición las elevaron á ser sus Dioses. El espíritu humano, amante de lo maravilloso, lleva las cosas hasta extremo, y quizá principió la idolatría por la adoración de los vegetables. Al menos la Mágica su inseparable compañera ha figurado siempre con estos sus misterios, y deducido de ellos su eficacia (Sociedad Académica de Amantes de Lima 1794b, vol. XI, f. 206).

Al observar con detenimiento lo planteado por Unanue, se puede reparar que hace una aproximación en varios niveles de la naturaleza vegetal y sus enfoques. Yendo más allá de esta experiencia sensible, antes dicha, reconoce que ésta es guiada desde lo filosófico. Pero llama la atención que, junto con su análisis histórico de este devenir, se puede observar un abordaje de algún modo antropológico. En esta relación naturaleza vegetal y el hombre, este científico ensaya explicaciones sobre el ser humano: la idolatría, la magia, la superstición y como estas estaban orientadas en función a lo que la misma naturaleza permitía en cada contexto, se podría decir que Unanue plantea una suerte de abordaje etnobotánico de la naturaleza. Esto reafirma esta idea de cuan diversa es conceptual e históricamente la naturaleza y cuan imbricada en la cuestión humana está y por eso se entiende que las ciencias de la naturaleza estén en constante transformación en esta relación con su objeto de estudio.

Conclusiones

Este trabajo enlista sus conclusiones en tres puntos. En primer lugar, se instala en las discusiones historiográficas que inadmiten la posibilidad del surgimiento de una ilustración y una ciencia hispánica, tanto en la metrópoli como en las periferias, como fue el caso de los Andes tropicales del norte. Se muestra, que existieron formas de ilustración que no solo fueron reformistas, sino que buscaban generar nuevos ordenes sociales, culturales y políticos. No obstante, esta ilustración y esta ciencia no rompen todos los elementos de la tradición, como la religión, sino que encuentran en ellos los sentidos, las representaciones, los imaginarios que justifican dichas transformaciones en el pensamiento. Estas transformaciones se hacen evidentes en la construcción de la relación entre naturaleza y ciencia.

La naturaleza, en segundo lugar, es un tema complejo que no se reduce a una materialidad desvinculada del ser humano y su devenir. Por el contrario, está profundamente entrelazada con la existencia humana, considerada en ese contexto como una manifestación divina. Así, la naturaleza fue esencial para el progreso, la salvación, la salud, la estética y el autoconocimiento humano. Bajo estas premisas, la ciencia se configuró como una expresión lógica de la necesidad de comprender lo divino y lo humano. En esta perspectiva, la ciencia no se aparta de la experiencia sensible —estética y religiosa—, sino que la refuerza como acción y vocación, desafiando la noción de una ciencia ilustrada meramente instrumental.

Esta consideración nos conduce al último punto: este trabajo no pretende reivindicar la religión per se, sino destacar la importancia de comprender los principios subyacentes a las concepciones de la naturaleza y a la construcción de sus marcos epistemológicos. Estos principios son fundamentales, ya que influyen significativamente en la definición de agendas de investigación y en las posturas sobre el uso, aprovechamiento e incluso la explotación de la naturaleza. Al asumir sistemáticamente que la práctica científica está desvinculada de la experiencia sensible, se corre el riesgo de deshumanizar la naturaleza y desnaturalizar al ser humano, una actitud que podría explicar la actual crisis ambiental planetaria. Para transformar verdaderamente la relación del ser humano con la naturaleza, es necesario reconocer tanto las ideas «racionales» como las «irracionales» que han regulado esta interacción y que han caracterizado las últimas décadas como un período de crisis. Solo así se abrirá la posibilidad de visibilizar otros discursos no instrumentales de la ciencia.

Referencias:

Acosta Corredor, M. P. (2017). Entre el laberinto jurídico de la monarquía hispánica: El caso de un cacique del Nuevo Reino de Granada (1571–1578). Universidad del Rosario.

Artigas, J. N. (2008). En el tercentario de Carl Von Linne. Gayana (Concepción), 72(2), 121–126.

Bleichmar, D. (2010). El imperio visible: La mirada experta y la imagen en las expediciones científicas de la Ilustración. Cuadernos Dieciochistas, 9(0), 21–47.

Bleichmar, D. (2016). El imperio visible: Expediciones botánicas y cultura visual en la Ilustración hispánica. Fondo de Cultura Económica.

Cañizares-Esguerra, J. (2005). La Ilustración hispanoamericana: Una caracterización. En J. E.

Rodríguez O. (Ed.), Revolución, independencia y las nuevas naciones de América (pp. 87–98). Fundación MAPFRE Tavera. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1415430

Casalino, C. (2008). Hipólito Unanue: El poder político, la ciencia ilustrada y la salud ambiental. Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública, 25(4), 431–438. http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1726-46342008000400014&lng=es&tlng=en

Clément, J.-P. (2017, abril). La ciencia en la prensa periódica hispanoamericana del siglo XVIII. El Argonauta español. Revue bilingue, franco-espagnole, d’histoire moderne et contemporaine consacrée à l’étude de la presse espagnole de ses origines à nos jours (XVIIe-XXIe siècles), (14). https://doi.org/10.4000/argonauta.2617

Comte, A. (2004). Curso de filosofía positiva. Ediciones Libertador.

Foucault, M. (2005). Las palabras y las cosas: Una arqueología de las ciencias humanas (32.ª ed.). Siglo XXI.

Gamboa, F. (2002). Los muiscas en los siglos XVI y XVII: Una mirada desde las fuentes documentales (p. 122). Instituto Colombiano de Antropología e Historia.

Gerbi, A. (1960). La disputa del Nuovo Mundo: Historia de una polémica, 1750-1900. Fondo de Cultura Económica.

Gomis Blanco, A. (2004). La divulgación de la Historia Natural en la España del siglo XVIII. En Historia de las ciencias y de las técnicas, Vol. 1 (págs. 201–218). Universidad de La Rioja. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1090041

Góngora, M. (1969). Aspectos de la ilustración católica en el pensamiento y la vida eclesiástica chilena (1770-1814). Revista Historia, 8, 43–73.

Kant, E. (1978). Filosofía de la historia. Fondo de Cultura Económica.

Kant, E. (2007). Crítica de la razón pura. Ediciones Cohhue SRI.

Lafuente, A., & López-Ocón Cabrera, L. (1996). Tradiciones científicas y expediciones ilustradas en la América hispana del siglo XVIII. En J. J. Saldaña (Ed.), Historia social de las ciencias en América Latina (pp. 247–281). Miguel Ángel Porrúa.

Latour, B. (2007). Nunca fuimos modernos: Ensayo de antropología simétrica. Siglo Veintiuno Editores Argentina.

Maillard, C. (1997). Experiencia estética y experiencia mística. Su relación en la Escuela de Cachemira. Contrastes. Revista Internacional de Filosofía, 2.

Melo, M. (2013). Derechos de la Naturaleza, globalización y cambio climático. Línea Sur, 43–54.

Murcia, D. (2012). La naturaleza con derechos. Un recorrido por el derecho internacional de los derechos humanos, del ambiente y del desarrollo. Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo.

Muñoz Arbelaez, S. (2015). Costumbres en disputa: Los muiscas y el Imperio español en Ubaque, siglo XVI [Tesis de maestría, Universidad de los Andes].

Nieto Olarte, M. (2003). Historia Natural y la apropiación del Nuevo Mundo en la Ilustración española. Bulletin de l’Institut français d’études andines, 32(3), 417–429. https://doi. org/10.4000/bifea.6049

Nieto Olarte, M. (2006). Remedios para el imperio: Historia natural y la apropiación del Nuevo Mundo. Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia.

Polzin-Haumann, C. (2006). Ilustrados - anti-ilustrados: La ilustración española y sus adversarios. Un estudio léxico. En Século das Luzes: Portugal e Espanha, o Brasil e a região do Rio da Prata; [actas do Congresso «Século das Luzes: Portugal, Espanha, o Brasil e a Região do Rio da Prata», Berlim, 20 - 24 de Maio 2003] (pp. 191–207).

Rojas, U. (1965). El cacique de Turmequé y su época. Academia de la Historia.

Sociedad Académica de Amantes de Lima. (1791a). Mercurio Peruano (Vol. I). Imprenta Real de los Niños Huérfanos.

Sociedad Académica de Amantes de Lima. (1791b). Mercurio Peruano (Vol. II). Imprenta Real de los Niños Huérfanos.

Sociedad Académica de Amantes de Lima. (1792a). Mercurio Peruano (Vol. V). Imprenta Real de los Niños Huérfanos.

Sociedad Académica de Amantes de Lima. (1792b). Mercurio Peruano (Vol. VI). Imprenta Real de los Niños Huérfanos.

Sociedad Académica de Amantes de Lima. (1794a). Mercurio Peruano (Vol. X). Imprenta Real de los Niños Huérfanos.

Sociedad Académica de Amantes de Lima. (1794b). Mercurio Peruano (Vol. XI). Imprenta Real de los Niños Huérfanos.

Thurner, M. (2022). Peruvian desencuentro. Humboldt’s fog, Unanue’s light. En M. Thurner & J. Cañizares-Esguerra (Eds.), The invention of Humboldt. On the geopolitics of knowledge. Routledge.

Vargas Machuca, B. (1600). Milicia y descripción de las Indias. Pedro Madrigal.

Warren, A. (2009). An operation for evangelization: Friar Francisco González Laguna, the Cesarean section, and fetal baptism in late colonial Peru. Bulletin of the History of Medicine, 83(4), 647–675. http://www.jstor.org/stable/44448831

Notas

[1] En un estudio sobre esta publicación se menciona que «En el Mercurio Peruano, las cosas fueron ligeramente diferentes, porque este órgano no iba enteramente dedicado a las ciencias puras, sino también a las ciencias humanas; de ahí, la gran cantidad de textos de historia, civil y religiosa, y de geografía (más del 30 % de la superficie total). El periódico ofreció al público estudios sobre los incas, sobre personajes históricos (los hermanos Pinelo y elogios de varias personalidades), sobre instituciones (la Real Audiencia, los virreyes y gobernadores), sobre la historia de la Iglesia (concilios), sobre fundaciones piadosas (hospitales, Casa de Huérfanos, monasterios). En geografía, los lectores podían leer descripciones de provincias peruanas (Tarija, Tinta, Cajatambo, Chachapoyas, Arica, valles de Lima, Tarma, Piura, Lambayeque, Cajamarca, Trujillo, Porco, Abancay) y el relato de las numerosas misiones religiosas y expediciones científicas realizadas a través del territorio del virreinato» (Clément, 2017, p. 67).
[2] En el artículo de Maillard (1997) es interesante porque en su análisis aborda la relación de la experiencia estética y la mística.
[3] En este artículo se utiliza Ilustración con mayúscula para referirse a la visión hegemónica sobre este fenómeno, identificada con Europa, mientras que ilustración o ilustraciones con minúsculas, se refiere a las formas heterogéneas en las que efectivamente se dio este hecho, no solo en Europa, sino en otras regiones como América.
[4] En el escrito se dice que este es una idea extraída del Salmo 8 de la Biblia, con esto miramos hasta qué punto la visión teológica y científica estaban estrechamente interrelacionadas.
[5] Científico naturalista y botánico sueco a quien se le debe el método de clasificación binario de los seres vivos, por lo que es considerado el «padre de la taxonomía» en el mundo occidental (Artigas 2008).
[6] La Soteriología es la rama de la teología que se encarga de la cuestión de la salvación dentro de la tradición cristiana.
[7] Se refiere a la Historia Natural en los términos que veníamos exponiendo
[8] Esta cita hace alusión también a una porción de la Biblia, que en el documento señala que está en la Carta a los Corintios en el capítulo segundo.
[9] Hace alusión al reino mineral, literalmente lapídeo viene del latín lapideus que significa de la piedra.
[10] Frase de Plinio en su Historia Natural
Modelo de publicación sin fines de lucro para conservar la naturaleza académica y abierta de la comunicación científica
HTML generado a partir de XML-JATS4R