Ensayo
“Es lo que la gente espera de nosotros…” La configuración histórica del campo homoerótico masculino en México
“Is what people expect of us...” The historical configuration of the male homoerotic field in México
Géneroos
Universidad de Colima, México
ISSN-e: 2992-7862
Periodicidad: Semestral
vol. 2, núm. 4, 2024
Recepción: 23 noviembre 2023
Aprobación: 20 agosto 2024
Resumen: A través de una breve revisión historiográfica del homoerotismo masculino en México (siglos XX y XXI), y del análisis de sketches, películas y series de temática homoerótica, así como de fragmentos etnográficos del ambiente gay en dos ciudades medias del país, argumento que las diversas representaciones que han existido y existen para definir el deseo homoerótico posibilitan la configuración histórica de un campo sexual donde las representaciones del homoerotismo persisten a través del tiempo, adquiriendo nuevos significados, relacionándose o fusionándose entre sí, o bien siendo objeto de crítica. Esta propuesta teórica permite historiar y etnografiar el lugar que ocupan determinadas categorías y los sujetos homoeróticos en un campo sexual que, en diferentes situaciones y contextos, recrea sentidos de unión, o bien, de diferencia, tensión o convivencia lúdica. Lo anterior demuestra que las representaciones del homoerotismo en los casos analizados, no siempre tienden a la representación legítima de alguna categoría por encima de otras. Considero que esta investigación constituye una contribución significativa a los estudios sobre el homoerotismo en México y abre nuevas posibilidades para entender la permanencia, diversidad y relación de categorías homoeróticas en la producción historiográfica, en productos mediáticos y en espacios lúdicos.
Palabras clave: Campo sexual homoerótico, diversidad, historiografía, etnografía, medios de comunicación.
Abstract: Through a brief historiographic review of male homoeroticism in Mexico (20th and 21st centuries), the analysis of sketches, films and series with homoerotic themes, and ethnographic fragments of the gay environment in two medium-sized cities of the country, I argue that the various representations that have existed and exist to define homoerotic desire allow for the historical configuration of a sexual field in which representations of homoeroticism persist through time (with new meanings), are related or merged, or their contents are criticized. This theoretical proposal allows us to historicize and ethnographize the place occupied by certain categories and homoerotic subjects in a sexual field that, in certain situations and contexts, recreates senses of union and, in others, of difference, tension, or playful coexistence. The above shows that the representations of homoeroticism in the cases analyzed do not always tend towards the legitimate representation of some categories over others. I believe that this research is a contribution to the study of homoeroticism in Mexico and opens new possibilities for understanding the permanence, diversity and relationship of homoerotic categories in historiographic production, media products and ludic spaces.
Keywords: Homoerotic sexual field, diversity, historiography, ethnography, media.
Introducción
El presente ensayo argumenta cómo diversas representaciones y experiencias sobre la diversidad homoerótica masculina han estado presentes desde los inicios del siglo XX, aunque en diferentes contextos, productos y espacios. No pretendo afirmar que la visibilidad sea la misma y con los mismos objetivos que persiguen hoy los medios de comunicación. La apuesta de este artículo es mostrar la diversidad del homoerotismo masculino que aún suele pensarse y representarse de manera homogénea, sin reconocer las distinciones internas, tomando como base exclusiva el deseo entre personas del mismo sexo (varones, en este caso). Un segundo objetivo es apuntalar una propuesta teórica-metodológica para historiar (narrativamente), visibilizar (etnográficamente) y analizar (teóricamente) la diversidad de homoerotismos, conceptualizándola como un campo sexual homoerótico. Esta apuesta pretende conocer y analizar el devenir histórico de las representaciones y prácticas del homoerotismo, y entender el lugar que ocupan las representaciones, prácticas y sujetos dentro de este campo sexual. El énfasis en el análisis diacrónico surge de la necesidad de comprender el origen, permanencia y transformación de determinadas categorías homoeróticas1 y la relación entre ellas.
Examinar panorámicamente estas representaciones y experiencias en un mismo contexto social o a lo largo del tiempo permite conceptualizar el homoerotismo como un campo sexual en el que coexisten representaciones y experiencias diversas sobre el deseo erótico-afectivo entre hombres. Esta convivencia puede ser experiencial, representacional, lúdica y erótica, en este sentido, las representaciones y experiencias pueden relacionarse, criticarse o convivir lúdicamente. El antropólogo Guillermo Núñez Noriega, siguiendo al sociólogo Pierre Bourdieu, concibió el campo sexual como una lucha por la representación legítima de la existencia sexual2 de las personas. A nivel histórico y analítico:
Se puede aprender como un campo de fuerzas donde podemos distinguir posiciones dominantes y dominadas: instituciones y personas que vía las prácticas sociales tienden a imponer determinadas representaciones sobre la existencia social de las personas, así como personas e instituciones que resisten y disputan la tendencia a la imposición de tales representaciones, articulando otras maneras de representar la sexualidad (Bourdieu, 2015, p. 37).3
Inspirándome en la propuesta de Núñez Noriega y adaptándola a los fines de este estudio, analizo cómo el homoerotismo se configura como un campo sexual propio en el que prevalecen diversas representaciones del deseo homoerótico. En algunos contextos, estas representaciones coexisten y refuerzan tanto una idea de colectividad como de singularidad dentro del campo; en otros momentos, entran en conflicto mediante la crítica o la lucha abierta entre categorías. En ambos casos, ciertas representaciones conviven de forma lúdica o erótica, sin que haya claridad absoluta en la legitimidad de una representación sobre otra. Es decir, no en todos los contextos existe una lucha por la representación dominante del deseo homoerótico.
Desde mi perspectiva, la propuesta de Núñez Noriega sobre el campo sexual (2015/1994, 2001, 2007) ilustra el antes y el después de la historia del homoerotismo masculino en México. Al señalar que no todas las prácticas afectivas y sexuales pueden ser significadas desde las categorías modernas (homosexual, joto, maricón, gay), se evidencia la evolución histórica de estas categorías que han configurado representaciones, prácticas y sujetos a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI. Por ejemplo, la categoría gay, cuyo uso en México comenzó a finales de la década de los setenta y durante los ochenta del siglo pasado (Laguarda, 2009), es el después de este devenir, en el sentido que aparece una nueva categoría (en términos de apropiación, lucha e identidad sexogenérica) y desplaza —pero no anula— otras categorías previas (como homosexual, joto, maricón). Este desplazamiento puede entenderse desde la historia del homoerotismo en donde la identidad gay ganó terreno simbólico y en derechos, mientras que otras categorías fueron relegadas a diferentes escenarios de interacción social y representacional.
En este sentido afirmo que, aunque algunas categorías pasadas han perdido legitimidad y poder representacional en el devenir histórico, siguen presentes en el campo homoerótico y se escenifican en contextos actuales, como en los medios de comunicación o en los espacios homoeróticos considerados de ambiente.
El interés de este artículo no es homogeneizar la diversidad del campo homoerótico, sino situar teórica y metodológicamente la configuración de un campo sexual homoerótico que revela el origen histórico de ciertas categorías, su reapropiación, desplazamiento y persistencia (aunque con significados nuevos), y las formas en que estas categorías, encarnadas por los sujetos en sus interacciones y lenguajes, pueden coexistir en términos de relación, crítica, colectividad, tensión, juego y erotismo.
¿Qué tipo de categorías han surgido en la historia del homoerotismo y cómo es que han llegado a configurar un campo homoerótico? Tomando como base una breve historiografía de estas categorías, del boom de los medios de comunicación sobre el homoerotismo masculino y de fragmentos etnográficos sobre espacios lúdicos homoeróticos en dos ciudades medias de México, argumento que este campo sexual se recrea en productos y espacios sociales particulares, y dentro de él se observan relaciones entre categorías surgidas anteriormente, como las asociadas a la identidad gay. A través de los ejemplos que presentaré, demostraré cómo estas relaciones se manifiestan en forma de supervivencia de categorías (hoy consideradas peyorativas, pero resignificadas positivamente en ciertas interacciones homoeróticas), críticas a algunos de sus contenidos (generalmente estereotipados), o convivencias lúdicas o eróticas (sin que las categorías de adscripción sean fijas o pretenden legitimarse).
Para fines de este trabajo, describo a grandes rasgos algunas de estas categorías y sujetos en orden cronológico, dada su importancia en la historia del homoerotismo y su existencia en el campo homoerótico que analizaré en los tres casos. Sin pretender ser repetitivo con lo que se desarrollará más adelante, considero tres momentos clave en la aparición y proliferación de categorías homoeróticas, las cuales engloban representaciones, prácticas y subjetividades centradas en el deseo homoerótico entre varones. Estas categorías emergen y se difunden a través de actores sociales vinculados a tales deseos y de aquellos (sujetos e instituciones) que describen el deseo homoerótico, aunque no participen directamente en él.
A mediados del siglo XIX, el discurso médico crea la categoría homosexualidad como una patología y, en consecuencia, define un nuevo sujeto: el homosexual. Este discurso médico se propaga rápidamente en la sociedad y el término/definición es adoptado por diversas instituciones y actores sociales, incluidos los varones con deseos homoeróticos. Su poder representacional es tal que la palabra/definición continúa presente en la sociedad y en las comunidades homoeróticas hasta el día de hoy, incluso después de que la definición dejara de utilizarse como sinónimo de enfermedad mental.
A finales del siglo XIX y principios del XX, algunos autores mencionan que términos como maricón, puto, joto ya eran de uso popular, tanto entre varones homoeróticos como entre otros actores sociales, como la prensa. En 1901, gracias a la cobertura de la prensa sobre el Baile de los 41, veremos reaparecer el adjetivo afeminado para describir a los participantes del baile. Aunque afeminado ya se utilizaba previo al siglo XX para describir a sujetos con cualidades y comportamientos asociados a las mujeres, esta categoría va continuar a lo largo del siglo XX y hasta nuestros días. Se utilizaría tanto en la jerga gay como en la reapropiación positiva del adjetivo, en comportamientos femeninos exagerados y en el uso de nombres y palabras en femenino por parte de sujetos homoeróticos.
La adopción del término gay en México, a finales de los setenta y ochenta, busca abandonar la carga patológica de la homosexualidad, aunque su uso en Estados Unidos ya databa de finales de los sesenta y principios de los setenta (Laguarda, 2009). Gay se convierte en sinónimo de identidad colectiva y subjetiva, además de describir una serie de prácticas que representan el deseo homoerótico, como el consumo dirigido a dicha población. A finales del siglo XX y en lo que va del presente, lo gay se convierte en una representación hegemónica en la capital del país y en otras urbes medianas o grandes. Sin embargo, como veremos en los apartados siguientes, esta palabra no desplazó a categorías como homosexual, maricón y puto; más bien, estas categorías conviven en ciertos contextos, aunque se haga bajo el signo de lo gay.
Si bien la categoría gay va a ser clave en la continuidad de las categorías homoeróticas en términos de visibilidad y lucha, la irrupción del VIH-sida a mediados de los ochenta va a resignificar las categorías previamente establecidas al mismo tiempo que crea una nueva con tintes médicos el paciente con VIH o los enfermos de VIH, incluso va a fusionarse con las categorías pasadas homosexuales / gay que viven con VIH. De igual forma, las comunidades y los sujetos homoeróticos, con los avances médicos y con la lucha para la no discriminación, resignificarán y se apropiarán del VIH en términos subjetivos para defender sus derechos.
A finales del siglo pasado y más concretamente en el XXI, las siglas LGBTTTIQ+, que identifican a comunidades y sujetos de la disidencia sexual, se vuelven de uso común en discursos, instituciones, organizaciones y medios de comunicación. Estas siglas, paradójicamente, representan la diversidad de sujetos en torno al género y la sexualidad más allá de la heterosexualidad y la homosexualidad, mientras intentan unificar a una amplia comunidad sexodiversa. A partir de esta paradoja, argumento que el homoerotismo masculino no debe analizarse exclusivamente desde la perspectiva de unión, como si en su interior no existieran diferencias o categorías que anteriormente construían y describían sujetos. Si bien, podemos partir de las representaciones de comunidad, éstas deben entenderse como un campo sexual donde perduran, se resignifican y se relacionan categorías sobre el homoerotismo masculino. Estas categorías pueden expresarse en términos de lucha por una representación legítima del homoerotismo al interior del campo —siguiendo la propuesta de Núñez Noriega— pero también en términos de crítica a ciertos contenidos estereotipados del homoerotismo, a su relación y fusión en contextos lúdicos y eróticos.
Con lo anterior, deseo mostrar que la historia del homoerotismo puede entenderse como un campo sexual que permite la continuidad del deseo homoerótico y revela un abanico de representaciones y experiencias que no deben ser vistas exclusivamente como un colectivo homogéneo sin tensión ni crítica, pero tampoco borra la cualidad de unión que en ciertos momentos se recrea, aunque ésta sea efímera. La frase “es lo que la gente espera de nosotros”4 se retoma textualmente como una crítica a una representación particular de la pareja gay, más no al campo homoerótico, en este tenor, la crítica se convierte en una estrategia potencial para historiar cómo este tipo de representaciones configura el campo homoerótico en términos de pervivencia, crítica, diversidad, juego y erotismo, cualidades que podemos ubicar y describir a través del tiempo.
El presente artículo se estructura para mostrar la configuración histórica del campo sexual homoerótico masculino en México. Primero, se explora el devenir histórico del homoerotismo masculino a través del surgimiento de categorías para nombrar el deseo homoerótico y a los sujetos que lo experimentan, con énfasis en el siglo XX y lo que va del XXI. Este apartado busca evidenciar cómo las diversas representaciones del deseo homoerótico han estado presentes a lo largo de la historia y que hoy día, al conocer su devenir, podemos conceptualizar como un campo sexual. El segundo apartado sintetiza algunas de las representaciones mediáticas del homoerotismo en el presente siglo, centrándose en algunas producciones mexicanas y otras extranjeras con la finalidad de mostrar una parte del campo homoerótico como un abanico de representaciones que perduran a través del tiempo y se escenifican en términos de convivencia, pero no ausentes de crítica a las mismas categorías. La tercera sección presenta fragmentos etnográficos del ambiente gay en ciudades consideradas de provincia (Zamora, Michoacán y Zacatecas, Zacatecas), argumentando cómo algunos espacios diseñados para la colectividad homoerótica no siempre están regidos por las representaciones dominantes, revelando la diversidad de formas de representar y experimentar el deseo homoerótico. Finalmente, concluyo con sugerencias para analizar la diversidad homoerótica en México desde el concepto de campo sexual homoerótico, destacando su potencial teórico y metodológico.
Argumento
Historiografía del homoerotismo en México, siglo XX y XXI
El registro del homoerotismo, como campo discursivo y práctico, ha estado presente desde los siglos XVI y XVII. La historiografía sobre la inquisición y la sexualidad ha mostrado la presencia de la sodomía o pecado nefando, una práctica considerada antinatural que atentaba contra el dogma cristiano, contra uno mismo y contra el otro (Camba, 2011). Esta representación se mantuvo vigente hasta las postrimerías de la época colonial. Posterior a la Independencia y a lo largo del siglo XIX, los historiadores han hurgado en los archivos y en la literatura para recuperar las voces de aquellos varones y también de mujeres que participaron en prácticas que contravenían el orden de género imperante; es decir, hombre/masculino y mujer/femenino en términos de complementariedad y fines reproductivos. A lo largo del siglo XIX, la inversión de roles ya no se consideraría un pecado, aunque tampoco sería aceptada socialmente. En el caso específico de los hombres, los afeminados emergen como personajes que no cumplen con la masculinidad esperada en cuanto a comportamientos e indumentaria, aunque su sexualidad no será evidenciada (Chávez, 2022). No obstante, hacia finales del siglo, palabras como puto y joto comenzaron a formar parte del lenguaje popular de la época con claras connotaciones sexuales (Chávez, 2022).
En la primera mitad del siglo XX, el discurso médico y psiquiátrico adquirió una mayor relevancia. La homosexualidad fue considerada una enfermedad digna de observación, análisis y curación. Está bastante documentado cómo el discurso médico y psiquiátrico influyeron en la construcción del homosexual como un sujeto desviado y de la homosexualidad como una práctica anormal. De igual manera, al sujeto homosexual se le concibió como peligroso, ya que con su práctica sexual podían corromper a menores de edad; además, sus cuerpos, sociabilidades y subjetividades fueron consideradas atentados contra la moral pública (Rodríguez, 2020).
Para muchos académicos y escritores del homoerotismo masculino, 1901 será considerado un año parteaguas por el famoso Baile de los 41, un evento festivo donde la homosexualidad masculina salió a la luz pública. Este evento marcó un cambio, ya que la homosexualidad dejó de ser una práctica completamente discreta y oculta. La redada y su posterior mediatización a través de la prensa se dará de forma manipulada, violenta, agresiva y sarcástica (Monsiváis, 2001; Capistrán, 2022; Chávez, 2022). Para algunos estudiosos, el Baile de los 41 no debe ser pensado como una fiesta que inauguró un tipo de sociabilidad homoerótica, ya que esta práctica estuvo presente previo al siglo XX (Gutiérrez, 2019). Esta salida del closet sirvió para que el registro del homoerotismo fuera más constante, pero no de forma positiva sino como una representación que tendía a la mofa o eran relegadas a la nota roja de los periódicos (Hernández, 2009).
El México posrevolucionario de 1920-1930 construyó una nueva imagen de nación a través de la consolidación de una orden de género basado en la masculinidad del hombre heterosexual, viril y revolucionario que los gobiernos, en conjunto con las nuevas instituciones, intentaron popularizar y extender. Sin embargo, esto no impidió que otras formas de masculinidades se hicieran presentes (Rodríguez, 2020). Este nuevo México moderno también mostró cambios en el orden de género, particularmente en las relaciones hombre-mujer y una nueva forma de visibilidad homoerótica. Las artes y las letras comenzaron a perfilarse como un ámbito que va a mostrar la continuidad del amor y el deseo entre hombres. Salvador Novo se convertirá en una figura central de estas décadas posrevolucionarias (Flores, 2021), por su pluma literaria y su singular personalidad harán de él un homosexual moderno, desafiante y risueño (Bautista, 2022). Sin embargo, el control de estas prácticas y su representación dominante en la esfera pública continuará, de esta forma los discursos relacionados con la pederastia y el afeminamiento proseguirán desde los años veinte hasta bien entrados los cincuenta (Rodríguez, 2020).
El control de la práctica homoerótica en la Ciudad de México mostrará su censura y férreo control entre las décadas de 1950 y 1960. Las campañas moralizantes promovidas por la Iglesia y el Estado en la capital del país propiciaron que la vigilancia aumentara en cantinas, cabarets, salones de baile y baños públicos (Macías-González, 2019). A pesar de ello, para la historiadora Nathaly Rodríguez, el control del homoerotismo no debe ser un eje de análisis que impida analizar la capacidad de agencia que tenía los sujetos homoeróticos, ya que con su sola presencia mostraron su continuidad, sociabilidades y agencia (Rodríguez, 2018).
A finales de los sesenta del siglo pasado, a nivel internacional, la visibilidad de la diversidad homoerótica tuvo una aparición masiva, mediática y de lucha a nivel de la representación en el espacio público y político. Los disturbios de Stonewall en 1969 son considerados como una punta de lanza para la reivindicación de la comunidad lésbico-gay, una forma de enfrentar la violencia de Estado y las nociones de moralidad basadas en la heterosexualidad como norma. Para muchos académicos este suceso se filtrará en el conocimiento de hombres y mujeres sexo diversos intelectuales que empezaron a tomar consciencia colectiva sobre su derecho a existir, a no esconderse en el anonimato, a hacerse visibles desde su expresión de género, a salir a las calles y, desde luego, a confrontar al Estado y la sociedad moralista (González, 2021a). El surgimiento de estos colectivos muestra la diversidad de formas de expresar, vivir y significar la diversidad homoerótica en este momento histórico (1960-1970), pero también evidenciará que esta diversidad no necesariamente implicó unión, ya que existieron representaciones sobre lo homosexual o gay que entraron en conflicto, o grupos sexo-diversos que no se sentían representados en los colectivos de lucha (González, 2021b).
A finales de los setenta, la visibilidad se hará presente a través de los movimientos homosexuales y su participación en diversas actividades relacionadas con el activismo, hasta la organización y participación de la primera marcha homosexual (Lizarraga, 2011). En este contexto “derechos y dignidad empezaron a ser para muchos un binomio irrenunciable” (Bautista, 2022, p. 325). Además, la influencia y apropiación del término gay, tanto como identidad individual como colectiva, permitió la proliferación de espacios de sociabilidad y la paulatina aceptación de la diferencia, convirtiéndola en una cualidad de unión, colectividad y consumo (Hernández, 2001; Laguarda, 2005). La identidad homosexual se proyectó en el cine y la literatura, para algunos será objeto de elogios, para otros, de crítica a la supuesta representación del homosexual (Arratia, 2022). Lo cierto es que estas representaciones pasaron a formar parte de la creciente e imparable producción audiovisual de lo homosexual-gay.5 Desde la década de los ochenta y hasta el final del siglo XX, el campo homoerótico incorporará la palabra/identidad gay proveniente de los Estados Unidos, pero continuarán persistiendo otras formas de nombrar el deseo homoerótico, desde la reivindicación y persistencia de la categoría homosexual hasta otras más locales como loca, joto, maricón, puto.
La época dorada de lo gay (1980), particularmente en la Ciudad de México, no implicó que otras ciudades más pequeñas y distantes de la capital estuvieran igualmente comprometidas con las luchas y marchas del orgullo gay. La diferencia —ya sea ser homosexual, puto o maricón— seguía estigmatizado en muchas localidades, y el ocultamiento y la clandestinidad continuaron siendo formas predominantes de vida para muchos hombres con deseos homoeróticos. Algunos académicos han señalado que, a finales de la década de 1990 y principios del siglo XXI, en algunas localidades los hombres que mantenían encuentros afectivos y sexuales con otros hombres se encontraban distantes de la emergente identidad gay y de las categorías tradicionales como homosexual, maricón o puto. Por lo tanto, su deseo homoerótico era significado desde su hombría: su ser hombre deseando a otro hombre (Núñez, 2001; Núñez, 2007). Además, desde la periferia de las grandes urbes, también existieron sujetos homoeróticos que no mostraban interés por las reivindicaciones políticas y sociales del colectivo gay (Balbuena, 2014).
La llamada Época Dorada de la comunidad gay se vio severamente afectada por la aparición del Virus de Inmunodeficiencia Humana-Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH-sida) de mediados de la década de los ochenta. En México, la pandemia afectó a la comunidad homoerótica particularmente, el cáncer rosa bautizado sarcásticamente, hizo que la estigmatización, el miedo y la violencia reapareciera en dicha comunidad. La visibilidad política, social, mediática y de consumo que se había comenzado a construir en las grandes ciudades y lugares turísticos fue trastocada por los efectos de la pandemia, lacerando a quienes se identificaban como una comunidad sexo-diversa particular (Reséndiz, 2022).
Por un lado, prevaleció la tristeza y el coraje por la pérdida de amigos y amantes, aunado al miedo a la infección; por otro lado, el VIH-sida propició un nuevo sentimiento de comunidad que, al pie de lucha, exigieron atención médica, derechos, no discriminación y respeto. En este sentido, el VIH-sida fue una nueva consigna en el movimiento activista y de las marchas del orgullo a finales del siglo pasado y principios del siglo XXI. Fue un fenómeno simbólico que ha trastocado y transformado la vida cotidiana (Hernández, 2019).
No se puede negar que en la actualidad el VIH-sida continúa presente en las representaciones del homoerotismo. Aunque persiste cierto desconocimiento sobre el virus, ya no se considera una sentencia de muerte debido a los avances médicos y a los nuevos tratamientos que previenen la transmisión del virus, como la Profilaxis preexposición (PrEP). Además, ser VIH positivo ya no es sinónimo de aislamiento social, afectivo y sexual.
Desde 1990 y hasta la fecha, el VIH ha transformado en múltiples sentidos el campo homoerótico haciéndolo una nueva categoría para resignificar las experiencias homoeróticas. Paralelamente a esta transformación surgida por el VIH, la visibilidad ha continuado con fuerza en el ámbito político. El reconocimiento de la unión civil entre parejas del mismo sexo ya es un hecho. No obstante, el matrimonio igualitario aún genera acalorados debates al interior de la comunidad gay y fuera de ella, es una realidad política y civil representada por muchos colectivos de la diversidad sexogenérica como lucha ganada. El matrimonio y las familias homoparentales surgidas en el presente siglo se suman a las categorías previas sobre homoerotismo que se han descrito líneas arriba.
El siglo XXI evidencia claramente lo que he denominado la configuración del campo sexual homoerótico en dos sentidos. En primer lugar, porque en el transcurso del siglo XX y lo que va del presente siglo, la expresión diversa del homoerotismo continúa en ascenso y es cada vez más visible en múltiples espacios sociales y virtuales, mostrando con ello el núcleo de una repetición del deseo homoerótico y su imposible anulación. En segundo lugar, esta configuración al no ser igual a sí misma, aunque mantenga el núcleo del deseo homoerótico, muestra la imposibilidad de homogeneizarla, de unir su diferencia, de solidificar su núcleo. Así, aunque no todo deseo homoerótico puede reducirse a la identidad gay, la diversidad dentro del campo homoerótico tampoco ha logrado suprimir lo gay.6
El homoerotismo como una serie de Netflix
Los medios de comunicación masiva, como la televisión y el cine, así como las redes sociales, son hoy día parte integral de la vida cotidiana de las personas. Desde la década de 1970 y finales de la década de 1990, ya se podían encontrar películas que representaban y visibilizaban personajes homoeróticos, aunque no siempre de forma positiva.7 Fue a inicios del presente siglo que las películas fueron ganando terreno bajo la categoría de cine gay. En lo que va del siglo XXI, las películas y las series (especialmente en plataformas como Netflix) continúan en aumento.
A principios de los años 2000, en el contexto de la televisión mexicana y previo al auge de las redes sociales, el programa “Desde gayola” (2002) se convirtió en un programa que logró visibilizar la diversidad de homoerotismos a través de sus personajes y sketches. Aunque muchos de estos eran cómicos, entre risa y risa, la crítica a ciertas representaciones homoeróticas también se hacían presente. Se cuestionaba la doble moral relacionada con la sexualidad que representaban algunas personas e instituciones, como la iglesia católica, y se criticaban estereotipos que prevalecían en el denominado ambiente gay, como la excesiva masculinidad8 como un valor positivo y la feminidad como algo negativo o lúdico.
Cómica y sarcásticamente, el programa fusionaba términos considerados tradicionales y modernos, ejemplificado por el icónico personaje la “Manigüis” con su afirmación: “¡Yo soy, homosexual-gay!” Enunciado que, a todas luces, muestra la configuración histórica de dos categorías homoeróticas que no sólo fusionan formas de representar el homoerotismo masculino, sino también reflejan su expresión en la subjetividad. Al mismo tiempo, la representación visibilizaba la diversidad de categorías y criticaba las que son consideradas estereotipadas, a menudo presentes en la realidad de los sujetos homoeróticos, a través de expresiones lúdicas como el “joteo” presente en los sketches.
La visibilidad materializada en personajes y escenas fue posible por la visibilidad histórica de los colectivos sexogenéricos durante la segunda mitad del siglo XX, tanto en la esfera social y política como en la intelectual y académica. Durante las décadas de 1980 y 1990, el concepto género ya estaba consolidado en los ámbitos social y académico. Por ello, a comienzos del siglo XXI se contaba con más recursos para representar las diversas expresiones del homoerotismo en los medios, mostrando una variedad que abarcaba el orgullo, la crítica, la tensión y la diversión. En este contexto, los sketches de “Desde gayola”, en un tiempo sincrónico, la configuración de un campo homoerótico que fusionaba historia y presente en una misma secuencia. Los personajes se entretejían como un colectivo que, aunque se reconocía como sujeto homoerótico, manifestaba sus diferencias sin aparente tensión o conflicto.
El auge mediático de la diversidad sexo-genérica también se manifiesta en redes sociales de gran consumo y demanda, como Facebook o YouTube. Es a partir de este boom mediático donde podemos ver nítidamente que el homoerotismo no es un todo homogéneo, ya que en su producción masiva se representa tanto su diversidad como sus antagonismos. Desde luego no se puede negar que el consumo gay es más representativo a nivel del espacio público y mediático, dada su relación con el capitalismo, en este sentido, muchas de estas representaciones del homoerotismo se adscriben a la categoría de gay que, aunque podemos encontrar formas diversas de vivirse gay (Lozano, 2022), tiende a homogeneizar al sujeto y al colectivo en términos de identidad y sociabilidad.
Un producto cultural que actualmente nos permite acercarnos a las tramas de la diversidad es el cine y la televisión de temática homoerótica (etiquetadas como gay o queer), que cada vez tiene mayor consumo en el contexto mexicano. Para el caso mexicano, tomando como muestra una de las plataformas más consumidas y populares como lo es Netflix,9 podemos observar la variedad de programación disponible al respecto. La serie “La casa de las flores” (2018) tuvo una buena recepción en México, no sólo por ser una producción nacional, sino también por contar con una actriz muy estimada por la comunidad gay, Verónica Castro.
Como muchas de las tramas mexicanas recientes, la serie escenifica la doble moral familiar, ofreciendo una crítica a la familia y a la sociedad mexicana de clase alta. A través del sarcasmo y la comedia, muestra la diversidad homoerótica en sus representaciones, relaciones y críticas. Mediante las relaciones erótico-afectivas, el trabajo, los personajes, los vínculos y los secretos, la serie ilustra la expansión de las categorías, identidades y prácticas homoeróticas. Entre otros elementos, observamos a hombres travestidos que realizan espectáculos en bares de la Ciudad de México y que se vinculan con hombres y mujeres homosexuales, heterosexuales o personas trans.
La serie también explora la relación entre adultos y jóvenes, así como las complejas dudas sobre la orientación sexual. No obstante, tampoco se puede negar que ciertos personajes y escenas representan, a modo de crítica, estereotipos de la llamada comunidad gay, como las actrices trans realizando shows, los ideales de la masculinidad asociados al cuerpo, y las prácticas sexuales que van más allá de la monogamia.
La visibilidad de estas tramas homoeróticas abre la posibilidad de una representación mediática y política más amplia; es decir, superando la concepción de un sujeto hombre gay unitario y una comunidad gay homogénea y cohesionada. La trama misma narra los diferentes vínculos que pueden establecerse más allá de la noción de una comunidad única.
En otro caso, la producción estadounidense “El baile de los 41” (2020), basada en un episodio histórico mexicano, narra un evento que ha sido analizado por varios especialistas en el tema (Monsiváis, 2001; Irwin, 2013; Gutiérrez, 2014). Lo que resulta relevante de la trama son las formas en que se presenta la diversidad corporal, generacional y de género entre los personajes. En la serie encontramos jóvenes, adultos mayores, cuerpos estilizados según la visión occidental y relaciones sexuales no monógamas.
Asimismo, la comunidad homoerótica está representada a través de un ritual de pertenencia, lo cual revela que, aunque estas marcas de comunidad no eliminan las diferencias, sí establecen un elemento de unión: saberse diferentes en función de sus gustos, deseos y posibilidades de amar a otros varones.
En el caso de las series extranjeras, las estadounidenses predominan, aunque no exclusivamente. Sin pretender ser repetitivo, me centraré en algunos aspectos que demuestran la configuración del campo homoerótico. En cuanto a la diversidad etaria, la serie de adolescentes “Heartstopper” (2022) ilustra cómo se experimenta dicha diferencia. Ambientada en un contexto escolar, la serie presenta un homoerotismo que no es juzgado ni reprimido, aunque revela la persistencia de estereotipos y discriminaciones hacia el deseo homoerótico.
La historia de amor es uno de los ejes narrativos principales de la serie, tanto en las relaciones de los personajes principales como en otras, como el vínculo madre-hijo. Categorías como no-binario o queer, aunque no se explicitan, están presentes. Por ejemplo, uno de los personajes principales, que aún no sabe cómo definirse en términos de género y sexualidad, opta por identificarse —de manera dudosa— como bisexual, aunque en la primera temporada su amor se dirige hacia un compañero del mismo sexo.
En contraste con los adolescentes y jóvenes, “Despajerado/Uncoupled” (2022) narra la vida de hombres gay en sus cuarentas y cincuentas. La trama inicia con una ruptura amorosa y luego se enfoca en las aventuras sexuales y las relaciones de amistad de los protagonistas. La serie muestra diversas formas de vida de los hombres gay, muchas de las cuales están estereotipadas. Por ejemplo, se muestra el uso de aplicaciones como Grinder para concretar citas, la sexualidad como un impulso incontrolable, la importancia del cuerpo y una masculinidad idealizada.
No obstante, la serie es también una narrativa que critica ciertas expresiones de la vida gay; por ejemplo, el proceso de maduración de estos hombres que superan la edad idealizada en la vida gay masculina. Asimismo, cuestiona las prácticas sexuales actuales, viéndolas como efímeras, desprovistas de afecto y carentes de preocupación por las infecciones de transmisión sexual (ITS) o el VIH. En este tipo de series, al igual que en las representaciones de adolescencias y juventudes homoeróticas, la madurez de los varones es representada como un valor positivo. En este sentido, el tema de la edad y el homoerotismo en el siglo XXI ha evolucionado, ampliándose más allá de las representaciones de la juventud predominantes en el siglo pasado.
Una serie española, afín al contexto mexicano por su relación con el idioma, “Smiley” (2022) es otro ejemplo del campo sexual homoerótico. Aunque su enfoque principal es el amor, la serie también aborda críticas a los estereotipos que atraviesan la comunidad gay, como la diversidad corporal y de estilos de vida. En el contexto de un vínculo de pareja, se cuestiona la prevalencia de estereotipos, evidenciando las diferencias en cuanto a estilos de vida gay, profesión, relaciones de amistad, corporalidad y masculinidad. La frase “es lo que la gente espera de nosotros” resume esta crítica.
Las escenas muestran cómo estas diferencias en la forma de vivirse como gay se convierten en polos de atracción para los personajes. Aunque se reconocen a sí mismos y a otros como gay, forman parte de diferentes concepciones de lo gay (Lozano, 2022), en particular, una visión estereotipada de la pareja gay. Una escena icónica de esta crítica se narra de la siguiente manera:
Bueno no, no, yo quería pedirte perdón porque creo que me equivoqué, porque no te habría dejado marcharte la primera vez que dormimos juntos, o en todo caso tendría que haberte llamado a la mañana siguiente, y no tendría que haberte ofrecido una cerveza sin alcohol, tendría que haberte ofrecido la birria [cerveza] que tú querías, pero claro es que yo no sabía que tú la querías, y perdona que te suelte todo esto ahora porque yo sé que tú estás con Ramón y yo estoy con Ibra y está todo bien, y se supone es lo normal ¿no? Que tú estés con tu arquitecto estupendo y yo con mi chulazo de gimnasio porque es lo que la gente espera de nosotros (Pahissa y Porras, 2022. Cursivas del autor).
Desde la etnografía. Un ambiente diverso en ciudades medias
La diversidad de las representaciones homoeróticas no puede ni debe reducirse a una única forma de ser gay (Lozano, 2022) o de construir el denominado ambiente gay (Laguarda, 2005), pero desde 1980 como hasta el presente tampoco puede obviarse en el contexto mexicano. En este sentido, las prácticas homoeróticas están presentes en diferentes sujetos que socializan de formas variadas dentro del denominado ambiente gay. No obstante, estar dentro de este ámbito no implica una identidad individual fija o colectiva. De hecho, en los últimos unos años ha surgido una crítica hacia el ambiente gay, considerado estereotipado o excesivamente capitalista en términos de consumo.
En este tenor, las formas festivas y de consumo del ambiente gay adquieren significados distintos dependiendo de la localidad, particularmente en ciudades pequeñas o medianas alejadas de la Ciudad de México o de grandes urbes como Guadalajara y Monterrey. En mi trabajo de campo he explorado la presencia del homoerotismo en espacios denominados de ambiente (concretamente en antros) en ciudades medianas como Zamora, Michoacán y Zacatecas, Zacatecas.
La fugacidad de las festividades y del ambiente gay en una ciudad media la presencié en Zamora, Michoacán. Considerada una ciudad pequeña no significaba que no contara con espacios para la diversidad homoerótica. Entre 2000 y 2009, se celebraban fiestas que se hacían cada determinado tiempo en la ciudad, que incluían shows travestis y eran abiertamente reconocidas como fiestas gays. En una de esas noches me acerqué a un artista del show que había interpretado a una famosa cantante estadounidense y le comenté: “Oye, me encantó tu presentación, además estás hermosa, te pareces un buen”, después del tradicional “gracias”, me comentó: “De hombre soy muy guapo, ni me vas a reconocer”, entre risas le dije: “Yo creo que sí daría con tu cara”. Horas después, mientras continuábamos conversando y bebiendo, uno de los chicos con quienes charlaba me comentó: “¿Ves? Te dije que no me ibas a reconocer”, a lo que respondí con un aire de sorpresa: “No, ¿eres tú? No te reconocí”. Estas posibilidades de jugar o fusionar expresiones de género no sólo demuestran la diversidad del homoerotismo, sino también la capacidad del sujeto mismo para reapropiarse de diversas categorías de género, como “transformista que da show” y “hombre guapo”.
Desde mi experiencia como antropólogo, Zamora cumplía con las características de una ciudad media mexicana: conservadora en algunos aspectos (como su fuerte influencia católica) y con pocos lugares de esparcimiento para la población objeto de este estudio. Sin embargo, en pleno siglo XXI, muchos hombres gays o con prácticas homoeróticas buscaban espacios populares para encuentros sexuales o para conocer personas, incluyendo el ligue callejero. Las aplicaciones para ligar estaban ganando popularidad, facilitando que un ligue virtual se convirtiera en un encuentro físico.
Finalmente, Zamora se beneficia de su proximidad a Guadalajara que, una ciudad que no sólo presenta la características de una metrópoli, sino que también es conocida por ser gay friendly; en ese sentido, la proliferación de antros, vapores y lugares para el ligue es más amplio y su mayor población la hace un tanto discreta, por eso muchos habitantes de Zamora suelen viajar a Guadalajara para divertirse sin tanta discreción, o, sin que esto sea un problema, van por lo que ofrece en cuanto a consumo gay.
Entre 2009 y 2022, realicé trabajo de campo en Zacatecas de manera esporádica, aproximadamente una o dos veces al año. Durante este período, existieron y aún existen antros gays en la ciudad. Entre 2009 y 2010 existían dos: El Juana y La Catrina (anteriormente conocida como La Lola). Un elemento que diferenciaba ambos bares parecía ser la clase social, según la percepción de algunos de sus usuarios. Desde luego, no podía saber con exactitud los ingresos de los asistentes a cada antro ni cómo se consideraban en términos de clase social; no obstante, para muchos varones que frecuentaban a estos lugares percibían una clara distinción que situaban en la apariencia y el comportamiento de los asistentes. Algunos entrevistados describían a los clientes de El Juana como “posonas”, es decir, personas que iban más a posar (exhibirse corporalmente) que a divertirse. También hubo quienes se refirieron a estos clientes como “mamoncillos”, en el sentido de creídos (engreídos). Esta diferencia percibida por los sujetos homoeróticos (algunos adscritos a la identidad gay), sugiere, por un lado, que la categoría gay para algunos varones es concebida como una diferencia de clase social, clase media (Lozano, 2022), lo que provoca tensiones entre los diferentes grupos; por otro lado, el uso del término posonas para describir a ciertos hombres gay fusiona y reconstruye una palabra/verbo en femenino, lo anterior, como he señalado previamente, evidencia la presencia de lo femenino en las categorías del homoerotismo y su aplicación para describir a ciertos tipos de hombres gay.
Para muchos otros, La Lola y posteriormente La Catrina eran bares frecuentados para sujetos homoeróticos más relajados, según la percepción de sus propios usuarios. En estos espacios, no importaba tanto el comportamiento de las personas ni su apariencia física; los asistentes no iban a posar ni eran descritos como mamoncillos. Este ambiente hacía que quienes asistían a estos bares los consideraran más desmadrosos, dado que no había tantas poses. No obstante, con el tiempo observé que muchos hombres asistían a ambos bares y solían mezclarse en el after, una vez que cerraban ambos antros.
Al calor de muchas copas, se convivía en una amplia diversidad homoerótica, donde el ligue, la sociabilidad y el relajo desdibujaban las aparentes distinciones corporales y de clase social que los varones solían expresar en sus entrevistas. Como ha señalado Laguarda (2009, p. 155): “La construcción de la identidad gay es, fundamentalmente, sexual”, afirmación que puede extenderse al campo homoerótico en general. En este sentido, se puede afirmar que Zamora, al ser una ciudad pequeña con pocos espacios homoeróticos, muchos de los conocidos frecuentaban ambos antros, a pesar de que en sus discursos pudiera existir una predilección por uno de ellos.
Las expresiones del ambiente gay en ciudades medias evidencian categorías y experiencias homoeróticas diversas, que a través de la fiesta coexisten sin que una representación particular predomine, aunque sí exista crítica y tensión entre ciertas categorías, como el gay posona. El campo homoerótico se construye precisamente a partir de estas diferencias y relaciones, las cuales se manifiestan en formas de unión, diferencia, convivencia y crítica según el contexto.
En el caso de los bares aquí descritos, se observan cualidades de unión, diferencia y crítica que se materializan en la convivencia dentro de un mismo espacio. No obstante, es evidente que los usuarios pueden tener preferencias por uno u otro espacio, lo cual puede asociarse a diferencias de clase social. Sin embargo, estas diferencias suelen reflejar más un conocimiento de sentido común que una posición social o económica concreta dentro de la estructura social de la ciudad.
Conclusiones
A partir de la historiografía sobre el homoerotismo masculino en los siglos XX y XXI, el análisis de productos culturales mediáticos y la etnografía realizada en espacios de ambiente en dos ciudades medias de México, he mostrado la existencia de un campo sexual homoerórico configurado por la diversidad de representaciones en su interior. Esta diversidad de categorías y experiencias permite identificar tres tipos de representaciones:
1. Representaciones de unidad: aquellas que muestran ciertos productos, contextos o espacios (como series, películas y bares) como exclusivos para la población homoerótica. Sin embargo, en su contenido se perciben diferencias en la expresión y vivencia del deseo homoerótica.
2. Crítica a categorías y contenidos: muchas de estas diferencias se presentan como críticas a determinadas categorías homoeróticas o a ciertos contenidos (por ejemplo, la idea de pareja gay o ciertos estereotipos como los gay posonas). No obstante, esta crítica no implica la anulación del campo homoerótico, sino que refleja su dinámica configuración a través de las relaciones entre categorías y sujetos.
3. Convivencia lúdica y erótica: además de las ideas de unión y crítica, las categorías y experiencias del homoerotismo se escenificadas en términos de convivencia lúdica (e incluso erótica, en el caso del ligue). Las representaciones coexisten en su diversidad sin que necesariamente haya una lucha por la representación legítima de una categoría específica.
En este sentido, bajo el concepto de campo sexual homoerótico, se evidencia que las categorías originadas en momentos históricos anteriores han perdurado a lo largo del tiempo. Algunas de estas categorías conviven con nuevas (como la categoría gay) o incluso se fusionan y relacionan.
Si bien la apuesta teórica realizada resulta ambiciosa y amplia, considero que es posible sostenerla dada la extensa bibliografía sobre el homoerotismo y la constante visibilidad del homoerotismo masculino, más allá de la categoría con la que se representa. Precisamente, estas diferentes definiciones del homoerotismo permiten analizar el lugar que cada categoría ocupa en determinadas interacciones, medios y espacios. A través de los ejemplos estudiados en este artículo, he evidenciado que las categorías para definir el deseo homoerótico se manifiestan a lo largo del tiempo y pueden llegar a modificarse (adquiriendo nuevos significados o bien desapareciendo unas y surgiendo otras nuevas). Además, estas categorías llegan a convivir en una misma relación o espacio. De igual manera, las categorías homoeróticas aparecen representadas en su diversidad en productos mediáticos etiquetados como gay o queer. Lo anterior demuestra cómo el devenir histórico del homoerotismo es recreado en películas, series y sketches, una diversidad que también se escenifica en los espacios de ambiente gay. El análisis de esta diversidad, siguiendo la propuesta del campo sexual, muestra formas de relación que no siempre tienden hacia la lucha o la representación legítima de una identidad específica, como podría ser la identidad gay. El estudio histórico y etnográfico en contextos particulares nos permite observar la compleja configuración del campo sexual homoerótico.
Desde mi punto de vista, lo que me ha permitido en parte analizar una configuración específica del campo sexual homoerótico ha sido mi trabajo de campo en ciudades medianas, distantes de la Ciudad de México. El trabajo pionero de Núñez Noriega (2013) fue la punta de lanza que hizo que las etnografías y los estudios históricos comenzaran a realizarse fuera de las grandes urbes. Su tesis sobre la experiencia homoerótica fue crucial, ya que no todos los individuos se ajustaban a las nominaciones previamente existentes, como maricón o gay. Estos nuevos estudios amplían el abanico de posibilidades para seguir reflexionando sobre las formas particulares que adquieren el campo homoerótico en contextos rurales (Patiño, 2020; Negrín, 2023) o indígenas (Miano, 2020; Cosío y Fernández, 2005; Núñez, 2013), así como en contextos urbanos y mediáticos. Lo anterior me ha permitido comprender cómo en otras localidades el campo homoerótico se configura dentro de una historia y cultura particular, al mismo tiempo que se nutre de influencias externas y globales, como la identidad gay. Un ejemplo interesante es la creciente visibilidad de las Marchas del orgullo en diversas ciudades pequeñas y medianas del país (Rodríguez y López, 2022). Lo anterior, he insistido, no debe hacernos pensar que una sola categoría homoerótica, como las Marchas del orgullo, encapsula la diversidad con la que se define y experimenta el homoerotismo.
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