Investigaciones

El “Totalitarismo Perfecto”: revolución, instituciones y regímenes políticos según los intelectuales nacionalistas argentinos en los medios Sol y Luna, Bandera Argentina y Crisol (1936-1943)

The “Perfect Totalitarianism”: Revolution, Institutions and Political Regimes According to Argentine Nationalist Intellectuals in the media Sol y Luna, Bandera Argentina y Crisol (1936-1943)

Marcos Andrés Pascis
Universidad Torcuato Di Tella, Argentina

Temas de historia argentina y americana

Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, Argentina

ISSN-e: 2618-1924

Periodicidad: Semestral

vol. 2, núm. 32, 2024

revistatemas@uca.edu.ar

Recepción: 28 noviembre 2023

Aprobación: 03 noviembre 2024



DOI: https://doi.org/10.46553/THAA.32.2.2024.p84-108

Resumen: Durante la crisis de la democracia liberal en el período de entreguerras emergieron diferentes movimientos intelectuales de índole antiliberal. Uno de los movimientos fue el Nacionalismo en Argentina, compuesto por intelectuales de diversa índole, desde hispanistas hasta tradicionalistas, y sus expresiones estaban en todo momento condicionadas por las circunstancias globales, y por las interpretaciones de estas a nivel local. La democracia, las elites y la situación social eran elementos de la realidad criticados y puestos en cuestión por estos intelectuales que, con la sombra de regímenes alternativos en Europa, veían nuevos rumbos para el futuro del país. El presente trabajo busca esclarecer las preferencias del movimiento nacionalista-hispanista argentino a través del concepto de “totalitarismo perfecto” en los diarios Bandera Argentina y Crisol y la revista Sol y Luna.

Palabras clave: Nacionalismo, Hispanismo, Historia intelectual, Fascismo latinoamericano.

Abstract: During the crisis of liberal democracy in the interwar period, various anti-liberal intellectual movements emerged. One of these movements was Nationalism in Argentina, composed of intellectuals ranging from hispanists to traditionalists. Their expressions were constantly influenced by global circumstances and their local interpretations. Democracy, elites, and the social situation were elements of reality criticized and questioned by these intellectuals, who, with the shadow of alternative regimes in Europe, envisioned new directions for the country’s future. This work aims to clarify the preferences of the Argentine nationalist-hispanist movement through the concept of "perfect totalitarianism" in the newspapers Bandera Argentina and Crisol, as well as the magazine Sol y Luna.

Keywords: Nationalism, Hispanism, Intellectual History, Latinamerican Fascism.

Introducción

Las derechas nacionalistas argentinas en las décadas de 1930 y 1940 desarrollaron un corpus teórico que respondía a su presente, tanto a los acontecimientos políticos y sociales locales, como a las ideas que estaban en el “ambiente”, como las del comunismo, el liberalismo o el fascismo. Estas eran una serie de ideas móviles, similar a una “nebulosa”, en la cual diferentes nociones y teorías, vagamente agrupadas bajo criterios similares, eran recibidas e interpretadas por los intelectuales nacionalistas. De esta forma, los actores participaban en un flujo global e interconectado.

Una forma de entender cómo los intelectuales del movimiento nacionalista observaban y describían su presente puede ser a través del concepto de “totalitarismo perfecto”, concepto que este trabajo intentará moldear, y en esto recae el aporte del mismo en el campo historiográfico de las derechas argentinas. Cabe decir que no era un concepto explícito, sino más bien una creación del investigador, para apelar a una herramienta heurística que permita captar el modelo de sociedad ideal que tenían los nacionalistas en mente. Este se presentaba de forma indirecta y tácita en los artículos y notas periodísticas, por ello, a trasluz es como puede captarse el huidizo contenido.

El objetivo principal del presente trabajo es entender la forma que tenía este “totalitarismo perfecto”, aplicable al país y a Latinoamérica en general, y la forma en la que los ejemplos europeos y las ideas hispanistas lo influenciaban. Su utilidad recae en que puede ser utilizado como una “vara” para entender las derivas axiológicas de la derecha nacionalista. Lo más cercano a este régimen ideal significaba algo positivo para el movimiento ─una sociedad ordenada─, en cambio, el statu quo era su opuesto ─una revolución social─. Para llegar a este concepto, primero debe entenderse la forma en la que los intelectuales nacionalistas describían a la “mala elite” que los gobernaba y a la democracia que no era compatible con la “naturaleza” de los argentinos y de los latinoamericanos.

Este “totalitarismo perfecto” agrupa expresiones intelectuales de un modelo de sociedad armónica y organizada en torno a la “nación”, donde el estado estuviera dominado por una elite “beneficiosa” para los intereses de la nación argentina, lo que traería aparejado un impulso al crecimiento económico industrial, que elevaría el estándar de vida en general. El orden y la prosperidad que los nacionalistas pretendían les parecía imposible en una democracia liberal, entendida por ellos como un régimen impropio para el espíritu nacional argentino. La democracia era vista como un régimen “implantado” y, como tal, generaba resultados negativos para la nación porque imponía categorías igualitarias en una sociedad jerárquica por naturaleza, además, generaba una elite ruin. Por esta razón, el estudio de las instituciones “perjudiciales” y las elites resulta de importancia para entender el “totalitarismo perfecto”.

Puede afirmarse que el fascismo ─como conjunto de ideas─ era una gran inspiración para los intelectuales nacionalistas. Puede verse en la “nebulosa” fascista una serie de ideas antiliberales, ligadas a la organización institucional corporativista de la sociedad, en la cual el Estado-Nación crea y maneja a las corporaciones1. El régimen italiano era un modelo, ya que, se presentaba como una primera alternativa tangible a la democracia liberal, ampliamente criticada2. Pero no sólo el régimen de Mussolini era observado y conocido, sino que los ejemplos español y alemán hacían al corpus de ideas nacionalista, junto con noticias y acontecimientos que viajaban por el mundo a través de emisarios estatales, académicos, periódicos, y muchos otros agentes en una compleja red de interrelaciones3.

Las ideas y noticias eran interpretadas, asimiladas, integradas o descartadas por el movimiento nacionalista en base a factores locales. Ciertos tópicos como el antisemitismo, el antiliberalismo y el anticomunismo eran atravesados por preconceptos y tradiciones de pensamiento locales, como también por la influencia de la Iglesia católica y la cultura hispánica4. En función de las especificidades locales, puede decirse que el nacionalismo fue la forma en la que el fascismo penetró en el país, y bajo esta óptica los intelectuales nacionalistas analizaban a regímenes totalitarios extranjeros5.

Estos intelectuales, a través de artículos más o menos elaborados en diarios y revistas, y a través de la cobertura de noticias extranjeras y locales, construyeron un corpus propio de ideas e intenciones políticas. Si bien los factores locales y las preconcepciones tradicionales atravesaban la forma en la que entendían su realidad, las ideas y los ejemplos extranjeros colmaban sus discusiones. Así, el fascismo se construía no solo como un movimiento encarnado en Italia, sino como movimiento internacional, y como tal, era el norte para la derecha argentina, como se observa en el siguiente fragmento de Juan Carulla: “El nacionalismo tiene un programa máximo que consiste fundamentalmente en reunir en un solo haz (fascismo) las fuerzas políticas, espirituales, morales y económicas, bajo un mismo signo de lo nacional para asegurar los objetivos básicos de la vida de una Nación: el bien común o sea la felicidad de todos y la potencia del Estado”6.

En vistas a los intercambios de ideas y la circulación de ejemplos y debates, la pregunta por el régimen ideal a ojos de los nacionalistas se hace presente. Así, puede afirmarse que en el extranjero existían totalitarismos que se acercaban al ideal de comunidad orgánica y jerárquica que tenían en mente estos intelectuales de derecha, con unas instituciones específicas y una elite especial, pero sin los componentes morales y católicos necesarios para un funcionamiento “justo” en el cual el individuo no quede imbuido dentro de las instituciones.

Para delinear el concepto de “totalitarismo perfecto” se utilizarán diarios y revistas, ya que, como muestra la bibliografía sobre la recepción de ideas, por el carácter contingente y panfletario en estos medios puede captarse el clima de la época y la evolución del pensamiento nacionalista7. Esta capacidad contextual que tienen los medios periodísticos es útil a los efectos del trabajo, en vistas al carácter fluido y la incidencia que tenían los acontecimientos e ideas extranjeras en el “totalitarismo perfecto”. Las noticias y notas de actualidad, así como los artículos de revistas, ayudan a recrear el panorama y el clima político e ideológico en el que los intelectuales nacionalistas estaban inmersos. Este medio antes que un libro es preferible para la construcción del concepto, porque pese a que el libro es un producto más elaborado, contempla menos consideraciones contextuales, lo que limita la posibilidad de encontrar ciertas evoluciones y cambios, y genera la apariencia de que el nacionalismo argentino era un corpus cerrado y estático.

Las revistas y los periódicos pueden considerarse un foco de aglutinamiento e intercambio de ideas, destinados a un público específico que, con sus suscripciones, validaban la corriente de ideas nacionalistas, formando un mercado más o menos definido. Por esta razón, el análisis de este tipo de fuentes permite comprender y reconstruir el difuso corpus de ideas de los nacionalistas argentinos.

Las fuentes seleccionadas son las publicaciones periódicas Bandera Argentina, Crisol. Sol y Luna, dado que en ellas pueden verse los vínculos y las redes entre intelectuales nacionalistas, tanto en el “papel”, como en actividades militantes más violentas, tal es el caso de la participación de muchos miembros en la Legión Cívica Argentina. Además, las fuentes elegidas tienen en común que abordan acontecimientos europeos, pero también consideran el panorama latinoamericano, atravesado por el hispanismo8. Ciertamente son revistas relativamente exploradas ─no tanto Sol y Luna─; esto puede explicarse por la riqueza de los aportes intelectuales impresos en sus páginas, lo que las transforma en uno de los espacios de sociabilidad nacionalista más destacados9. Pueden percibirse elementos que colocan a las fuentes elegidas en un plano de consumo popular ─a excepción de Sol y Luna─, más o menos masivo dadas las constantes notas sobre espectáculos, obras de teatro, cine, turf, etc. La elección también responde a una necesidad práctica, ya que el caso de Sol y Luna es una revista de alto contenido teórico, lo que es sustantivo para reconstruir el ideario nacionalista en detalle, a diferencia de Crisol y Bandera Argentina que eran en formato diario, lo que permite hacer un seguimiento de los acontecimientos internacionales y locales, y el análisis de estos a la luz del nacionalismo.

El recorte temporal (1936-1943) responde a un período en el cual la derecha nacionalista tenía muy presentes los sucesos del exterior, desde la Guerra Civil Española hasta la Segunda Guerra Mundial, que obligaban a tomar una posición frente a ellas, lo que resulta crucial para entender la forma en la que interpretaban y hacían suyos los conceptos e ideas en torno a estos acontecimientos. El año 1943 supone el fin del análisis dado que, con el golpe de estado en la Argentina ese año, se abrió un período con tintes diferentes, donde un grupo afín a las ideas nacionalistas llegó al poder.

Bandera Argentina fue un periódico que circuló entre 1932 y mediados de 1940. Fue fundado por Juan Emiliano Carulla, quien había participado en la fundación de La Nueva República e influyó en el golpe de estado del 6 de septiembre de 1930, además de incursionar en su carrera política en 1940. El periódico era de orientación fascista y nacionalista, y hasta llegó a ser financiado por el Centro de Propaganda y Cultura del Tercer Reich. En cada publicación podía leerse la frase de Avellaneda “Nada hay dentro de la nación superior a la nación misma”. Se publicaban noticias locales, pero también internacionales; se hacía un seguimiento diario de las novedades en los frentes en la Guerra Civil Española, las tablas de muertes de los voluntarios y luego, de las campañas en la Segunda Guerra; también, había noticias sobre países latinoamericanos, pero eran minoría. Crisol fue fundada en 1932 por el padre Alberto Molas Terán y dirigida por Enrique Osés, quien también había dirigido la revista católica Criterio10. Circuló hasta 1944 y, según estimaciones, con su precio de 10 centavos, tuvo una extraordinaria tirada de 22.500 ejemplares11. La frase que se leía en cada publicación era “La verdad no nos avergüenza”.

Sol y Luna, por otro lado, era una revista católica integrista dirigida por Carlos Goyeneche quien, tal vez, haya sido una de las personalidades argentinas con mayor contacto con los regímenes totalitarios porque a inicios de 1942 inició una gira por Europa, invitado por el Consejo de la Hispanidad del franquismo12. El origen de esta revista en noviembre de 1938 estuvo relacionado con los Cursos de Cultura Católica, y hasta su última publicación en mayo de 1943, en sus páginas pasaron los intelectuales nacionalistas más destacados como César Pico, Julio Meinvielle, Juan Sepich, Atilio Dell´Oro Maini, Carlos Ibarguren y Matías Sánchez Sorondo, entre muchos otros. El precio de la revista era de 2 pesos por unidad y 8 la suscripción anual, poco accesible para las masas13.

El orden del siguiente trabajo consistirá en una breve inscripción al campo historiográfico del fascismo trasatlántico, y luego dos apartados de análisis documental propiamente dicho: en el primer apartado realizaré un recorrido por las críticas de los nacionalistas hacia la democracia, entendiendo la división entre la práctica política y los pilares ideológicos detrás del régimen político, esto es, la igualdad, la libertad y el libre comercio; también analizaré las críticas hacia la elite que generaba esta democracia y, finalmente, el peligro de revolución social que traía aparejado este statu quo. En el segundo apartado, más breve que el primero, delinearé el concepto de “totalitarismo perfecto” apelando a los planteos de los intelectuales sobre los regímenes modélicos, esto es, Italia, Alemania y España.

Marco historiográfico

El nacionalismo argentino de finales de la década de 1930 y principios de los 1940 se encuentra dentro de lo que podríamos definir como “fascismo”, pero no como la mera copia del fascismo italiano, sino como un movimiento de intelectuales con un corpus fascista propio (aproximado y de naturaleza variable), que se gestó a través de elementos presentes en el plano local, y con ejemplos extranjeros. Esto enmarca mi análisis en la vereda opuesta a los trabajos que niegan las características fascistas del movimiento nacionalista argentino, que afirman de forma indirecta que este movimiento local era una mala copia o un resultado inferior de concatenaciones causales a su homólogo europeo14.

Si bien podríamos decir que, como afirma Devoto, hasta 1933 la derecha argentina no era fascista ni había entrado en una espiral de radicalización, y se aglutinaba en torno a vagas ideas corporativistas y un recelo de la constitución y el federalismo, en los cuales la figura de Yrigoyen encarnaba todos los males15. Debe tenerse en cuenta que, la literatura de inicios de este siglo sobre el fascismo generó muchos problemas en esta postura historiográfica local, ya que no puede hablarse de un fascismo europeo ideal, homogéneo para todo el continente.

Los trabajos de Paxton, Gentile, Traverso y Finchelstein son cruciales para entender que el concepto de “fascismo genérico” homogéneo y perpetuo, muy típico en la segunda mitad del siglo XX, no fue una realidad histórica16. Esto llevó a un esfuerzo de intentar observar al nacionalismo argentino desde otras ópticas, entendiendo al fascismo como un punto de referencia político, un corpus móvil de ideas que se extendieron en todo el globo, incluido Latinoamérica, y donde, a través de las particularidades locales y las preconcepciones culturales y teóricas de los intelectuales, cada vertiente local se sentía parte de una misma familia ideal, parte de este “fascismo en movimiento”, como lo llama Finchelstein17. Esta definición se apoya en versiones mínimas de fascismo como la de Griffin y, principalmente, en la teoría de Gentile, quien definió al fascismo como un fenómeno con aspiraciones modernizadoras, revolucionarias, antiliberales y antimarxistas, encauzadas a través de un discurso religioso. A través de la movilización social y una retórica homogeneizadora se delimitaba la frontera entre los creyentes, quienes eran incluidos en el cuerpo social de la nación, y los “otros”18.

Esta perspectiva admite los intercambios y las conexiones entre diferentes movimientos fascistas en el globo, y particularmente entre países de América Latina. Con ello se abre la posibilidad de dilucidar las redes tangibles e intangibles entre incontables agentes, pertenecientes todos ellos a una “gran familia” de fascismos. Con ello, se crea el corpus móvil de ideas agrupadas asistemáticamente en torno a tópicos antiliberales y corporativistas, gestándose así, la “nebulosa” que definí más arriba como fascismo19.

En pocas palabras, mi trabajo se inscribe dentro de una perspectiva teórica e historiográfica que entiende a los movimientos radicales de derecha como una expresión de ideas en constante conexión entre sí, donde los vínculos entre intelectuales y la interpretación de los acontecimientos locales y extranjeros definían la forma en la que se estructuraban las ideas de estos movimientos20.

La Democracia, las Elites y la Revolución

Demasiado se juega con la paciencia de los argentinos. Demasiada charlatanería politiquera, demasiadas estupideces sobre una democracia que nació muerta y pocas realidades […], parece que existiera el propósito deliberado de capear el temporal tapándole los ojos al pueblo con palabrerío insustancial, mientras se abre para la gente de trabajo uno de los años peores que se conozcan desde veinticinco años a la fecha21.

Una democracia que “nació muerta”, afirmaba este artículo de Crisol de inicios de 1940, regía la política de los argentinos y, por ende, condicionaba el devenir del desarrollo de la nación, entendida como un cuerpo compuesto por corporaciones que debían funcionar armónicamente. Para el movimiento nacionalista, y específicamente en la cita, la democracia se erigía como la razón de los problemas argentinos, dado que imponía un espíritu igualitario y unas ideas liberales, cuyo correlato era el libre comercio. Además, el hecho de que gane una mayoría en el sufragio implicaba que los gobernantes no velen por la nación en su totalidad, sino por sus electores, siendo estas elites antinacionales. En contraposición se colocaba el proyecto nacionalista, un proyecto modernizador y pro-obrero, pero en una matriz profundamente antidemocrática, entendida esta en su versión liberal.

Para 1940 las ideas nacionalistas tenían un sólido sustento material en diferentes diarios y revistas, en las cuales delineaban su ideario y sus proyectos políticos22, también ciertos tópicos eran ya explícitos y formaban parte del “clima intelectual” nacionalista. Este consistía en una serie de ideas, agrupadas de forma vaga y ciertamente incongruente, sobre los riesgos de algunas instituciones, gobernantes y ordenamientos institucionales y sociales. En el siguiente apartado se analizarán las condiciones necesarias para la emergencia del “totalitarismo perfecto”, esto es, el statu quo corrompido por la libertad y la igualdad, impuestas desde “afuera” a través del régimen democrático. En resumidas cuentas, la democracia liberal, entendida por los intelectuales nacionalistas como un régimen implantado y sin arraigo en la “naturaleza” hispánica, producía (y reproducía) una elite cuyos intereses no se orientaban hacia la nación, definida como una comunidad espiritual organizada, lo que tarde o temprano iba a producir la distopía de la revolución social: el anarquismo y el caos comunista.

La democracia imponía una igualdad que en “nuestra naturaleza” hispánica no tenía sentido, dado que la jerarquía primaba en las organizaciones sociales. Esta igualdad, según H. Sáenz y Quesada, había sido “trasplantada” al país y a Latinoamérica en el siglo XIX gracias a una elite cosmopolita, “afrancesada” y francmasona. Pero América, por ser tierra de conquista, tenía el sello de la desigualdad: “Tampoco en las orillas del Río de la Plata, aunque la población proviniese principalmente ‘de las reclutas de inmigrantes’ procedentes de España, dejaba de intervenir ese factor atávicamente americano de la Conquista que imprime a todos nuestros países ─para escándalo del candor democrático─ el sello de una irremisible jerarquización”23.

Existía una disonancia entre las costumbres y valores liberales de la elite y los del “pueblo llano”, siempre conservador: “toda su pretendida igualdad”, continúa Sáenz y Quesada, “…era un mecanismo de vaso cerrado, sin comunicación alguna con la masa popular que cuando no era despreciada era simplemente ignorada”. La democracia era vista como un elemento antitético a las costumbres hispánicas y al ordenamiento jerárquico impuesto desde la conquista, y por ello, implicarse en un régimen democrático impondría “[…] dejar en la orilla los hábitos más arraigados y las creencias más hondas de los argentinos”24.

Bajo la óptica de los nacionalistas, el liberalismo era el culpable de los males argentinos porque era la justificación ideológica de la democracia. El nacionalismo apelaba al discurso biologicista para definir la frontera que divida su posición y la del “otro” liberal. El liberalismo era entendido como una enfermedad. Esta “peste liberal”, afirma Santiago de Estrada, afectó a inicios del siglo XIX tanto al continente como a España, ya que “había hecho presa del ejército preparado para la recuperación del imperio americano”. Así, con las guerras napoleónicas, en los territorios conquistados y en América “se popularizó el liberalismo; el cuerpo sano del pueblo hispano se dejó arrastrar por las cabezas enfermas de francmasonismo”. La masonería se presentaba como la antítesis del espíritu hispano según el autor, dado que era el “padre clandestino del liberalismo”, y con el tiempo fue “asfixiando el alma hispana”. El liberalismo no sólo penetró en los territorios que serían Argentina, sino a toda Latinoamérica: “En el Alto y Bajo Perú hemos visto ya cómo la presencia de militares liberales había minado el ejército formado por Abascal.” Incluso en el caso de Iturbide en México, el liberalismo “[p]aulatinamente fue apoderándose del movimiento de Iturbide, a tal punto que el mismo caudillo llegó a aceptar algunos de los principios políticos como dogmas fundamentales del nuevo orden de cosas”25.

Los nacionalistas inscribían a la Argentina dentro de un concierto de naciones latinoamericanas gracias a su pasado hispano, que las unía a través de la religión católica y el idioma español, siendo el imperio conquistador y España la “madre” de sus patrias. La democracia y el liberalismo eran cuestiones a tener en cuenta, porque a ojos de los nacionalistas, todos los países latinoamericanos eran igualmente ajenos a esta tradición, como puede verse en las notas del diario Bandera Argentina sobre los comentarios de Roosevelt en su visita a la Argentina en 1936 respecto a la cualidad civilizatoria del liberalismo, la democracia y el libre mercado. Primero se rechaza la idea del libre comercio, ya que, es “absolutamente falso, cuando proviene de naciones con gran desarrollo manufacturero”, y afirman que las teorías liberales “las inventaron los economistas ingleses cuando Inglaterra era el único país fabril de Europa”. La libertad de comercio termina siendo perniciosa para los países latinoamericanos, esta termina “condenando a las [naciones] productoras de materias primas a permanecer siempre en el estado primario”26.

Continuamente se trazan similitudes entre Argentina y el resto de Latinoamérica, siendo el carácter hispánico una de las razones del rechazo intrínseco a la democracia. Los países de la región “[r]enunciaron a sus utopías para salvar a sus pueblos”, ya que la democracia “siempre fue un traje que no le vino a medida”. Esto provocó que los regímenes democráticos fueran eliminados por diferentes razones locales, pero con una causa común. En Argentina, “cuando la practicamos en toda su integridad [la democracia], necesitamos llegar a la revolución para salvar al país de la ruina material y espiritual”. Sobre el país oriental y Chile, el autor de la nota traza una similitud con el caso argentino, afirmando para Uruguay que “Terra, el hombre del valiente golpe de estado que liberó a su país de la perniciosa influencia de la demagogia democrática del batllismo”. Y, sobre Chile, que Alessandri “admirador (?) de nuestro Alvear […] para poder gobernar a su país en esta su segunda presidencia, ha renunciado a la libertad que caracterizó su primera actuación gubernamental”.

Fuera del Cono Sur, según el autor, también existen ejemplos sobre el malfuncionamiento de la democracia, que devino en golpes de estado, y con ellos, la sucesiva instauración de gobiernos autoritarios, cercanos a la “naturaleza” jerárquica propia del hispanismo. Sobre Brasil, se afirma que está “gobernado por el gran presidente Vargas, como consecuencia de una revolución”. También Bolivia y Paraguay eran “gobernados por la fuerza, a raíz de golpes de estado militares”. Perú y Ecuador se presentan como ejemplos de elite antinacional, ya que en Perú “se nos muestra en estos momentos anulando la última elección presidencial por haber triunfado en ella el candidato del odio peruano”, en el caso de Ecuador, donde gobernaba: “el ilustre amigo de Sabattini27, doctor Velazco Ibarra. Pues bien, a los pocos meses de llegar al gobierno hubo necesidad de sacarlo violentamente, porque o él y la democracia terminaban con el Ecuador o el Ecuador terminaba con la democracia y con él”. Por el contrario, el caso venezolano muestra, según el autor, la eficacia de un gobierno dictatorial ya que “Venezuela creció y se enriqueció bajo la dictadura de Gómez”.

Colombia era un caso especial según los nacionalistas, Roosevelt reivindicaba las virtudes de la democracia liberal observando su ejemplo. Pero el autor afirmaba que, si bien había cierta prosperidad, en realidad había sido gracias a que el presidente Herrera “entregó a empresas capitalistas norteamericanas la friolera de doscientos mil kilómetros cuadrados de suelo y subsuelo para su explotación [de petróleo]”. La entrega de recursos y de soberanía, producida por los regímenes democráticos, implicaba que se creen estados satélites, como el caso cubano. En el resto de Centroamérica, en general, “la democracia centroamericana es tan real como la etíope”. Sin embargo, el ejemplo más resonante, tal vez, sea el de México, dado que “para algunos compatriotas que comulgan con el Soviet es el paraíso americano de la democracia”; la izquierda argentina veía con buenos ojos el ejemplo revolucionario del país del norte, mas el autor del artículo afirma que institucionalmente no funciona como una democracia liberal, ya que “la oposición no concurre a los comicios por falta de garantías, [México] ni siquiera es una parodia de democracia”28.

Cabe mencionar que el contexto local influía en las ideas de los intelectuales respecto de la democracia. En el marco de las elecciones legislativas de 1940, en la cual la Concordancia, bajo el liderazgo de Justo y la presidencia de Ortiz, comenzaron un aperturismo electoral, los nacionalistas incitaban a los lectores a votar y evitar el voto en blanco: “En el voto en blanco nada vemos de loable, ni siquiera resulta un gesto valiente, como el de aquellos argentinos que deciden cantarlo o, sencillamente no votar, exponiéndose a las consecuencias legales de su actitud”. El autor anónimo, comentando un escrito del monseñor Franceschi, afirmó que: “no se puede decir más en menos palabras sobre el deber que nos corresponde a los nacionalistas en un momento en que la deserción del comité o el voto en blanco equivale a la entrega lisa y llana de las posiciones del gobierno a los inferiores y a los enemigos de la patria”29. Además, colocó en el plano del deber, para los católicos, asistir a esa elección en concreto porque se lanzaba la candidatura del director del diario, Juan Carulla en la capital, y se comparaba la situación con las elecciones de 1928 donde ganó Yrigoyen: “a los católicos les hablamos de su deber. Del doble deber que tienen de sostener intrépidamente sus ideas -las de su propio credo- y de votar en los comicios por los partidos o candidatos que ofrezcan, aquellos en su plataforma electoral y estos por sus personajes [,] antecedentes ideológicos mejores y más solventes garantías a las derechas espirituales de la iglesia”30.

Puede afirmarse entonces, que los nacionalistas separaban la práctica electoralista de la lógica igualadora de la democracia, esto es, la democracia de forma y de fondo31. Dividiendo a la democracia de esta forma podían apelar al pragmatismo y conducir a los posibles votantes hacia uno u otro candidato, y a su vez, apelar contra los basamentos teóricos de la democracia liberal. De esta forma, las concepciones antidemocráticas (entendidas en esta segunda forma) primaban en el corpus nacionalista, considerando no la democracia per se lo negativo, sino los valores igualadores y liberales que venían de la mano con el tipo de régimen, cuyo correlato político era el sufragio universal, elemento que era totalmente pernicioso para los nacionalistas: “Nosotros, desde luego, no creemos en la democracia liberal y también desde luego experimentamos repugnancia por los sistemas que la empeoran y desnaturalizan”, vituperaba un redactor de Bandera Argentina refiriéndose al sufragio universal y a la Ley Sáenz Peña. Continuaba: “[…] en todo el mundo ha desaparecido el sufragio universal, panacea con la que muchos pretenden curar los males de nuestro pueblo”.

En última instancia, el sufragio universal y la democracia produjeron la desnaturalización del carácter nacional, según los nacionalistas: “[s]i éramos un país de soldados como se lee en los escritores de las generaciones anteriores hasta el centenario”, afirma el autor, “ahora somos un país de votantes”. Con ello, el sujeto soberano cambia: “[e]l señor electorado es el rey. Para él se gobierna, para él se legista y sólo para él se piensa”, y con ello la nación se desdobla del sujeto soberano:

[e]l resto de la Nación es cero a la izquierda. Y así vamos de mal en peor. Es menester que nos demos cuenta de que el país necesita como programa de acción y norma de conducta civil algo más substancioso que el ‘Decálogo’ de ‘Noticias Gráficas’ y que el estado no puede seguir rindiendo tributo exclusivamente al fetiche electoralista mientras la Argentina por otro lado se estanca y más aún decae al nivel de los pueblos más débiles del mundo32.

Puede observarse, además que, en un contexto de Guerra Civil española, el sufragio universal era denostado porque podría ser la puerta hacia el “extremismo comunista”33. Asimismo, Benjamín Villafañe, vinculaba el sufragio universal con el comunismo soviético y la moral anticristiana:

El Sufragio Universal significa una rebelión de la naturaleza a Dios, o a lo que quiera llamarse al gran espíritu que enciende los soles con el éter, y siembra en los mundos la cimiente [sic] de la vida con la llama del amor, que lleva en sí los sentimientos de justicia, de belleza y de bondad. Es la rebelión de Satán y sus ángeles malos de que hablan la biblia y que hemos visto engendrar en la Rusia de los soviets, el monstruo del apocalipsis. Hoy el mundo tiene dos papas, el de Roma y el de Moscú, el Cristo y el Anticristo34.

Otro de los pilares contra la democracia (entendida de la segunda forma antes mencionada) era el materialismo. Los nacionalistas afirmaban que la democracia liberal traía aparejados valores materialistas, contrarios a una moral católica. Este afán por el lucro implicaba la presencia de intereses extranjeros, principalmente judíos, en detrimento de los nacionales en base a una lógica de rentabilidad económica. Para los intelectuales nacionalistas, el materialismo estaba personificado en el mundo anglosajón, Estados Unidos y Gran Bretaña eran los países liberales por excelencia. A la vez, eran presentados como países con culturas hipócritas, dado que, pregonaban por la paz y a la vez, por ejemplo, vendían armas a los republicanos españoles: “Todo lo demás queda al descubierto”, refiriéndose al discurso pacifista de Roosevelt, “con la resolución del Departamento de Estado se ha autorizado el envío de armas España que antes hemos señalado”35.

Los regímenes democráticos y republicanos liberales, según los intelectuales, aumentaban las posibilidades de que los gobernantes se transformasen en lo que denomino una “mala elite”, porque existía el reclamo de que la satisfacción de las preferencias de una mayoría bastaba para gobernar, pese a que esta mayoría no representara al “cuerpo nacional” en su totalidad.

Para aclarar la cuestión puede verse el caso del entonces gobernador de Córdoba, Amadeo Sabattini, quien aparece repetidas veces en las noticias de estos periódicos. En sucesivas notas, los autores asocian al gobierno “frentista” de Córdoba con el comunismo: “Es evidente que el gobierno de Córdoba o personas que viven en su esfera maquinan algo y que este algo no puede ser sino lo que decíamos al comienzo: desarmar a las derechas para entregarlas indefensas al asalto de la sociedad por las futuras milicias rojas del Frente Popular”, y esto, según los nacionalistas vinculaba los hechos con España, ya que “ocurrió lo propio en los meses anteriores a la guerra civil, y que en Francia, Maurras denunció desde su diario procedimientos análogos antes y después del estallido popular del 6 de febrero”36. Sabattini forjó, bajo el criterio de los nacionalistas, un “Paraíso de la delincuencia” gracias a que “[…] sigue ocupando un lugar de avanzada en materia ideológica, desde el punto de vista de las reformas universitarias”. El hecho de que Córdoba sea un lugar de “vanguardia”, transforma a la provincia en un ejemplo a escala del país a futuro, donde se preguntan “cuántos criminales lleva producidos ese ambiente infectado por la anarquía en las ideas que propalan aquellas aulas universitarias. [E]s el paraíso de la delincuencia”37.

Estas ideas antidemocráticas se mezclaban vagamente con concepciones sociales, aludiendo al empobrecimiento que sufrían los argentinos por culpa del régimen y de la elite, buscando darle un carácter popular al movimiento38. Como afirmó Juan Carulla, el director de Bandera Argentina: “Ante todo, hay que difundir el nacionalismo en las diversas capas sociales, prefiriendo las de abajo a fin de cohonestar la calumnia adversaria que acusa al nacionalismo de ser una tendencia clasista y reaccionaria”39. Por ello, el nacionalismo hacía suya una bandera de justicia social para el mejoramiento de las condiciones de vida del cuerpo nacional, posicionándolo como un problema al que, a ojos de los nacionalistas, la “solución no habrá de encontrarse entre nosotros por el camino del juego regular de los partidos políticos, metidos en el engranaje parlamentario, y que debe ser inscripto en las banderas de las grandes reivindicaciones nacionalistas”40. Puede percibirse el hecho de que el autor alude, de forma indirecta, a que ciertos partidos fuera del engranaje político sí podrían solucionar este problema, en un contexto donde la democracia y los frentes populares eran harto criticados por los nacionalistas por los sucesos españoles. Por otra parte, en vistas al ejemplo italiano, tiene sentido que un partido “fuera del engranaje político” sea la respuesta -más adelante se atenderá con mayor detalle esta cuestión-: “el ejemplo de Mussolini secando y urbanizando los pantanos Pontinos para dar a los habitantes de esa zona hasta ayer insalubre un sentido de la dignidad nacional que no podían tener antes, debe ser imitado por nosotros en cuanto se pueda relacionar con la elevación del ‘standard’ de vida argentino”41.

El mejoramiento de las condiciones económicas de la población, según el autor del artículo, “habrá de traducirse en un aumento del consumo capaz de determinar un alza en la producción nacional que de por sí sola origine un estado económico de franca prosperidad”. Incluso el riesgo de que se formen grandes “pools” por ser un país con un “corto número de habitantes” podía ser únicamente resuelto por el nacionalismo “[…] porque su renuncia a los conceptos liberales de la economía, que tampoco pueden importar, en países en formación un veto rotundo a la iniciativa privada lo habilita para encararlo con un acierto que nunca será posible en manos de quienes han hecho una especie de idolatría del culto de aquellos principios constitucionales que más bien atentan contra el porvenir de la patria, ya que la libertad de comercio es, en el fondo y en la forma, libertad de explotación no siempre de acuerdo a los intereses de la nación”42. En resumidas cuentas, la adhesión al libre comercio implica la ruina de las industrias nacionales, atentando contra los intereses y la soberanía de la nación. La exportación de materias primas, de esta forma, implica la sumisión económica a los países industrializados.

El ataque a la democracia liberal y al principio del libre comercio, conceptos entrelazados entre sí, según los nacionalistas, se conjugaba con la imposibilidad de parar “el gran negocio de la especulación y el agio capitalista”. Sin embargo, la independencia económica generaba oportunidad para la creación de un plan industrialista y la recuperación de la soberanía. La Segunda Guerra Mundial “[…] es la circunstancia magnífica de una liberación económica de una independencia reconquistada de su soberanía”43.

El bienestar social y económico del “pueblo” era vital, no sólo porque un mejor estilo de vida podría evitar una posible revolución, como intentaron sucesivos regímenes autoritarios en Latinoamérica en el siglo XX y porque daba chances para una industrialización y por ende, adquirir un mayor estatus dentro del concierto de naciones, sino porque filosóficamente era sinónimo de prudencia y moderación, como afirmó el intelectual Nimio de Anquin, quien participó en la agrupación política Unión Nacional Fascista, en un artículo de Sol y Luna:

Si el ideal de un Estado es el estar constituido por ciudadanos que hagan factible la comunidad política, es indudable que aquel será más realizable a medida que se acentúa la conversión de los hombres hacia la clase media (aunque no hay medio sin extremos), o por lo menos, a medida que el gobierno del Estado sea pasado a manos de aquella que es la clase óptima, en donde es posible establecer la jurisdicción de la razón; y si por gobernar con prudencia se entiende la conveniente consecución del bien honesto (común) por quien tiene a su cargo el cuidado de la comunidad44.

El desarrollo económico y el mejoramiento social se vinculaba con el desempeño de las elites, y esto se expresaba en la “extracción” de la riqueza argentina y su deriva hacia el extranjero, según los nacionalistas, a través de las deudas contraídas por los gobernantes: “El argentino es uno de los hombres más endeudados del mundo, como que su endeudamiento empieza desde la misma cuna, y en proporción superior a todas las cifras conocidas en cualquier país capitalista y civilizado”. Esta “deuda externa que tiene la nación no es sino el dogal que voluntariamente han puesto sobre el cuello de la patria y de todos y cada uno de sus habitantes, nuestros gigantes padres de las dos últimas generaciones democráticas y parlamentarias”45.

El final del camino para los intelectuales nacionalistas recaía en una crisis social. En una carta del ensayista español Juan Torrendel hacia Juan Carulla, publicada en diciembre de 1936 en Bandera Argentina, en un clima de miedo y confusión por el “auge comunista” en España y Argentina, refiriéndose a la provincia de Córdoba, el autor afirmó que “[a] menudo en el origen de las revoluciones aparece la claudicación de las clases dirigentes”. La revolución social y el cambio de régimen quedan vinculadas entonces con un accionar de la “mala elite” que deja de lado los intereses nacionales, en desmedro de los argentinos: “Las revoluciones no son sorpresas; vienen anunciándose paulatinamente. ¿Por qué no abrir los ojos? ¿Será cierta la fatalidad de que primero han de enceguecer quienes han de ser luego perdidos? Muchos de esos culpables, cada vez que oyen el traqueteo de las ametralladoras contra el comunismo y lo que es peor el anarquismo, véase España [,] respiran fuerte y hasta llegan a creer que los únicos causantes del actual desorden son los obreros y sus conductores. Nada más; ellos se lavan las manos46.

Las razones del disgusto para los nacionalistas no eran únicamente instrumentales ─evitar una revolución comunista y el sometimiento de la soberanía nacional─, también había justificaciones morales en el repudio del aislamiento social de los políticos, dado que por ello se alejaban cada vez más de los problemas reales. Estos eran representantes, según los nacionalistas, de una mayoría y no de la nación en su totalidad: “imaginamos la amarga sensación de odio y de impotencia que embargara el alma de esas pobres gentes”, refiriéndose el anónimo autor a las personas cercanas al establecimiento donde se realizó una fiesta de navidad, y continúa: “cuando sus compañeros les expliquen la causa de ese insólito bullicio y luego cuando vean salir del baile las hermosas mujeres semidesnudas […] y a los empingorotados caballeros de frac”, afirma además, que oirán el “pique del automóvil de lujo, cuyo precio mal tasado aseguraría a cualquiera de esas familias obreras el pan y la tranquilidad para toda la vida”47.

En resumidas cuentas, el accionar de las “malas elites” políticas, electas a través de los mecanismos democráticos, según los nacionalistas, provocaría una revolución social. Este statu quo altamente desfavorable para los “intereses nacionales” y contra el “cuerpo social” de la nación tendría una supuesta salida que residiría en la recuperación de la soberanía nacional a través de un nuevo régimen: “Si al país le interesa su Independencia económica y a ello se oponen sus instituciones, ¿qué es lo que hay que cambiar?”48. Este interrogante da pie para delinear el concepto que llamo “totalitarismo perfecto”.

Una alternativa totalitaria

Como se trató en la sección anterior, los nacionalistas llevaron a cabo una construcción ideológica en la cual la democracia liberal, entendida como un régimen implantado, era la causante del statu quo que a futuro, podría devenir en anarquía, y luego, en una revolución comunista. Porque se extendían valores igualitaristas, que daban paso a concepciones librecambistas, y esto a su vez, generaba la ruina material y moral para la nación. Todo gracias a la elección de representantes electos por la mayoría, una “mala elite” que dejaba de lado los intereses nacionales y se cerraba en sí misma. La solución a ello podría ser delineada a través de la búsqueda del cambio de régimen por parte del nacionalismo, siendo este un proyecto “modernizador” en lo material y espiritual, donde la democracia liberal, con representación individual, era reemplazada por un totalitarismo corporativo, y la “mala elite” era reemplazada por una “buena elite”, esto es, una aristocracia de los optimates. Este “totalitarismo perfecto” puede ser construido a través de los escritos nacionalistas de forma indirecta, captando los elementos tácitos en común, siendo en última instancia, un modelo hacia el cual aspiraban, entendiendo con ello la vara moral del movimiento.

Los ejemplos europeos representaban una alternativa al régimen liberal, siendo los regímenes italiano, alemán y luego el español los puntos de referencia políticos y filosóficos, con sus aciertos y desventajas. Estos regímenes tenían una ordenación corporativa y antiliberal que, según los nacionalistas, resultaba en la primacía de los intereses nacionales y en el desarrollo de la comunidad nacional en su totalidad en términos económicos. Podría plantearse que los nacionalistas tenían en cuenta la descripción del fascismo enunciada por Mussolini en discurso en Milán y que transcribía Bandera Argentina: “En un periodo de su reciente discurso de Milán, el Duce afirmó claramente la antítesis entre Fascismo y el bolcheviquismo, desconocida y negada como la del Fascismo y la democracia”49. Este régimen era una:

‘Democracia organizada autoritaria’ […] aquella democracia que no contiene la ‘absurda mentira convencional del igualitarismo político y el hábito de la irresponsabilidad colectiva y el mito de la felicidad y del progreso indefinido’ y aquel ‘ir hacia el pueblo’ que ha definido todo el programa. [Además, puede decirse que] el fascismo no es una doctrina reaccionaria. Entre los grandes y los pequeños, entre los ricos y los pobres, con una resolución que no esita (sic), y que a veces parece también excesiva, el Fascismo se pone de parte de los pequeños y de los pobres. Respeta la propiedad privada […] aunque descontándole gran parte de las prerrogativas. Entre el capital y el trabajo realiza la completa igualdad, bajo la égida del Estado. pero sobre todo conduce a las finanzas a su verdadero fin, que es auxiliar, o sea servir a la producción, poniéndola enteramente bajo el control del Estado50.

Entonces, se podría decir que la base institucional del “totalitarismo perfecto” se encontraba en la democracia corporativista del fascismo, siendo un régimen político totalitario, donde el estado se inmiscuye y subordina la vida privada, con una organización institucional basada en corporaciones. Una democracia que conservaba el factor aclamatorio y aislaba la representación individual, lo que generaba una “buena elite” según los nacionalistas.

En el plano local, Manuel Fresco en Buenos Aires se presentaba como el ejemplo de esta. Las características de esta elite recaían en la preocupación por el bienestar de los menos aventajados, beneficiando con ello a los intereses nacionales en general. Los nacionalistas tomaron un episodio de huelga en La Plata, en la cual Fresco intervino, para ejemplificar el funcionamiento de esta elite, y advertir la rareza de este tipo de político: “[la presencia de Fresco] fue advertida con verdadera expectativa por los obreros, pues semejante hecho no es corriente, aún más, no se ha registrado nunca en el régimen de nuestras cacareadas ‘prácticas democráticas’, que llena de saliva y espuma la boca de nuestros demagogos de todo pelaje”, y termina la nota: “[y] demuestra asimismo que no teme mezclarse entre los obreros como amigo y benefactor. Eso es gobernar”51.

Los nacionalistas consideraban, como lo muestra César Pico en un famoso artículo de Sol y Luna, que, filosóficamente, el tomismo se desempeñaba como un criterio de justicia acorde a la doctrina cristiana: “[…] es fácil dirimir el conflicto, tan agudizado en nuestra época, entre los derechos del ciudadano y los de la ciudad. Ordenado a la comunidad política como la parte al todo, el individuo escaparía a su inclusión totalitaria en la sociedad por su rango de persona, por la primacía jerárquica que corresponde al espíritu sobre el mundo de los cuerpos”52. En esta división entre el Individuo y la Persona redunda el hecho de que ni el colectivo ni el individuo en sus máximas expresiones cumplen con la doctrina tomista, principalmente en lo que respecta a los derechos del individuo. La gran labor era intentar compatibilizar este hecho, presente en la filosofía tomista y por ende en la doctrina católica, con un régimen totalitario donde el estado y la sociedad estén fusionados en una relación simbiótica. Como afirma Pico: “los derechos primitivos del individuo exigen, por su calidad de previos, un reconocimiento absoluto, no sólo por parte de las demás personas, sino también por parte de toda sociedad. Queda, en consecuencia, descartada cualquier concepción totalitaria que redunde en menoscabo de esos”53.

Los extremos negativos, según el autor, son el “individualismo […] que atenta contra las tendencias naturales de la comunidad” y la “integración totalitaria en el todo colectivo, porque ello supone desconocer los derechos inalienables de la persona”. Estos extremos representaban la anarquía absoluta en un extremo, y la sociedad sin estado, y el comunismo en el otro extremo. Además, el autor aludía a la cualidad totalitaria de la democracia54, siendo esta un totalitarismo mayoritario. Con esta afirmación, el autor polemizaba con Jacques Maritain, quien afirmó que la democracia se diferenciaba del resto de regímenes autoritarios europeos.

El fascismo, entonces, se “presenta como una reacción contra las calamidades adscritas a la democracia liberal, al socialismo y al capitalismo; reacción que, instintiva en su origen, va en pos de una doctrina que la justifique”55. El régimen fascista es presentado por el autor como un régimen descabezado, sin una teoría filosófica detrás, que sustente y justifique sus actos, y por esta razón convenía la “colaboración de los católicos con los movimientos de tipo fascista ‘para evitar la catástrofe a que nos conduce la dialéctica interna de los acontecimientos históricos’ y porque esa cooperación facilitará al fascismo el hallazgo y la formulación de una doctrina que salvaguarde los derechos de la persona humana y lo aparte de la estatolatría”56. José María de Estrada afirmó algo similar: “No se trata pues, tanto de una colaboración de los católicos con el fascismo como de una colaboración del fascismo en la tarea católica de restaurar el orden universal”57. Entonces, puede afirmarse que el catolicismo debería ser, para el nacionalismo, el sustrato ideológico y axiológico que el régimen ideal, el “totalitarismo perfecto”, debería tener.

Por otra parte, Pico destaca el peligro que representa la influencia de Alemania y de su “totalitarismo racista”, por lo que pueden verse diversas posiciones en el esquivo mundo ideológico del nacionalismo argentino. Sin embargo, algo compartido es el hispanismo y la justificación de su corpus a través de la religión cristiana; este corpus debía guiar las acciones del estado, organizado institucionalmente como los estados fascistas europeos.

La combinación entre democracia fascista58 y valores cristianos resulta esclarecedora para delinear el concepto de “totalitarismo perfecto”. Era una misión para la hispanidad, afirma José María Péman en un artículo de Sol y Luna donde cita a Pico, “absorber esa fuerza pagana, llevarla a la síntesis con la verdad cristiana: bautizar otra vez el Imperio y coronar, otra vez, con manos papales, a Carlomagno”59. Con el ejemplo del franquismo en mente, el pensamiento nacionalista tenía una opción superadora del fascismo italiano y del nazismo alemán; sin embargo: “la síntesis que a España misma le está costando trabajo ver y hacer desde su tierra europea: la síntesis de tradición y dinamismo, de catolicismo y reacción”60.

Puede afirmarse que la hispanidad como concepto estaba presente en la mayor parte del movimiento nacionalista, existiendo un sentimiento de pertenencia a un mundo hispanohablante, un mundo “que no sólo incluye a España, sino también a veinte naciones de la América Nuestra”, pero también se extiende a por “la Turquía Europea […] por Grecia, Yugoslavia, Bulgaria y hasta Rumania”, por “Turquía Asiática, Siria y Palestina […] por el África mediterránea y atlántica” pero también en otros territorios conquistados en antaño por el imperio español, como Filipinas y Panamá. Esta hispanidad se conserva incluso en “Puerto Rico, a pesar de haber sido éste anexado a Estados Unidos”, siendo un mundo hispanoparlante “que va a los 150 millones, del cual desvincularse sería grandísima estupidez”61. Esta hispanidad y valores cristianos estaban presentes a lo largo de muchos países que, como se mostró más arriba, vivían las “consecuencias” de la democracia, deviniendo en gobiernos autoritarios. Sin embargo en Latinoamérica había una ventaja para el futuro totalitarismo, ya que “No tienen sugestiones ni mimetismos que los turben. No tienen urgencias internacionales que los coaccionen...”62.

Para resumir, se podría apelar a la frase de Péman: “La Hispanidad en toda su anchura es la que puede dar la fórmula del único totalitarismo legítimo, o sea, el totalitarismo cristiano, donde verdaderamente se salve todo: la Nación y el Estado, de una parte, y de otro la dignidad de la persona humana, el Espíritu, la cultura: todo lo que está en peligro en Europa”63.

El “totalitarismo perfecto”, entonces, sería aquel con un corporativismo institucional, antitético a la representación individual de intereses propia de la democracia liberal. Y con un corporativismo social, dando como resultado una sociedad jerárquica y ordenada, cuyo ejemplo recaía en el fascismo italiano, pero donde el individuo detente una relación simbiótica con el estado, y no relegue sus derechos como persona como lo haría en un comunismo, a través de una comunidad nacional y sentimental. En este régimen, la elite intentaría mejorar la situación del cuerpo nacional a través de políticas distributivas, justificándose todo ello a través del cristianismo, religión que uniría a todo el mundo hispanohablante cuyos valores fueron adquiridos durante la conquista. Lo que le otorga al “totalitarismo perfecto” una aplicabilidad no sólo centrada en Argentina, sino extrapolable a toda Latinoamérica.

Conclusión

Como se trató en las secciones anteriores, los nacionalistas respondían a elementos del extranjero y los relacionaban con su contexto local. Construyeron así ciertas concepciones negativas en torno a la democracia y a las elites, las cuales por sus resultados iban a degenerar en una revolución social, en una situación caótica y anárquica. La democracia liberal, en una díada con el libre comercio, se consideraba un régimen implantado en el territorio. Si bien se intuye un desdoblamiento entre la praxis democrática y su basamento ideológico, es difusa la diferencia y responde únicamente al pragmatismo del momento, como lo fueron las elecciones donde participó un representante nacionalista. Esta democracia, según la reconstrucción anterior, inducía a la creación de una elite antinacional, que por ser la representante de intereses puntuales como los extranjeros o la “mayoría”, no gobernaba para el cuerpo nacional en su totalidad; este es el fenómeno que llamé “mala elite”. Esta combinación de democracia, liberalismo y una elite antinacional perjudicaban el desarrollo social y económico del país, y, por ende, a sus habitantes. El aumento de la pobreza y del pauperismo, contrastaba de forma rotunda para los nacionalistas, con la pomposidad de la vida de la elite.

Ante tal situación, los nacionalistas construyeron un corpus en base a preconceptos locales y principalmente, a ideas y ejemplos extranjeros. Así, la democracia liberal, con sus fundamentos igualitaristas y la representación de intereses individuales a través del sufragio, darían paso a un estado organizado a través de la representación de corporaciones, en las cuales los individuos formarían parte y se verían representados, de manera similar a los regímenes italiano, alemán y español. Con ello, se levantaría una sociedad jerárquica y funcional, propia de la “naturaleza” de los latinoamericanos por ser “tierra de conquista”. Y así, el organismo nacional, compuesto por sus diversas partes organizadas jerárquicamente, funcionaría de una forma tal que los intereses del todo, esto es, la nación, sean beneficiados, y con ello las condiciones de los menos aventajados. Las políticas públicas tenían su génesis y praxis en la “buena elite”, políticos que no gobernarían para la mayoría, sino para la nación, y, por esta razón, no se aislarían de la sociedad, evitando el rechazo del populus y una posible reacción revolucionaria.

Estas políticas distributivas encontraban su justificación en el catolicismo, siendo la religión su base axiológica y el tomismo su base filosófica. El mantenimiento de la propiedad privada, subordinada al estado, con pretensiones y usos sociales, era justificada por el criterio de justicia del tomismo, por lo que, al eliminar la probabilidad de explotación material y comercial que los nacionalistas consideraban presente en la democracia liberal, se protegería a la persona y sus derechos. El catolicismo debería ser la “cabeza espiritual” de este totalitarismo porque existía una profunda raíz hispana, proveniente desde la Conquista y que, a través de la religión y el idioma, unía, como un hilo rojo, a las naciones latinoamericanas, y las enmarcaba en un proyecto más grande.

Notas

1 Carlos Bukovac, Las ideas y proyectos corporativistas en la Argentina del siglo XX (Rosario: Circulo Azul, 2017).
2 Tulio Halperin Donghi, La Argentina en la tormenta del mundo. Ideas e ideologías entre 1930 y 1945 (Buenos Aires: Siglo XXI, 2003).
3 Para un conciso repaso por la evolución de los estudios sobre el fascismo véase Robert Griffiin, “Prefacio” en: Fascismos iberoamericanos, editado por De Gabriela Lima Grecco y Leandro Goncalves (Madrid: Alianza Editorial, 2022). De forma breve, el pionero de los estudios trasatlánticos del fascismo fue Roger Griffin con su teoría mínima del fascismo. Un ejemplo de intercambios e interconexión de ideas es el trabajo de Laura Fotia, “The Cultural and Academic Exchanges between Italy and Argentina in the Interwar Period”. Iberoamericana Editorial, Nº 71 (2019).
4 Martin Castro, “Itinerarios políticos de los católicos: la Argentina en una mirada trasnacional (1880.1920)” en: Las derechas argentinas en el siglo XX. De la era de las masas a la Guerra Fría Ernesto Bohoslavsky, Olga Echeverria y Martín Vicente (Tandil: Editorial UNICEN, 2021).
5 Federico Finchelstein, Fascismo trasatlántico. Ideología, violencia y sacralidad en Argentina y en Italia, 1919-1945. (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2010).
6 Juan Carulla, “Carta de un Nacionalista de San Martin”, Bandera Argentina, año V, Nº 1348, 27/12/1936. Cursivas propias. Juan Carulla nació en 1888 en Entre Ríos, fue un médico y político nacionalista, participó en la Gran Guerra para el bando francés y se impregnó de las ideas y modos de la Action française. En su retorno al país, fue participe de empresas intelectuales como La Nueva República de los hermanos Irazusta, y luego de su diario Bandera Argentina. Finalmente, falleció en 1968.
7 Véase Claudia Andrea Bacci, “La fortuna argentina de Hannah Arendt”, Políticas de la Memoria, (2009) 112, El autor enumera ciertas dimensiones de las “historias de la recepción” y enmarca metodológicamente esta práctica de gran valor para el análisis histórico.
8 Ernesto Bohoslavsky y Fabio Bertonha, Circule por la derecha: percepciones, redes y contactos entre las derechas sudamericanas, 1917-1973 (Los Polvorines: Universidad General Sarmiento, 2016).
9 Véase por ejemplo Olga Echeverría y María Laura Reali, “Encuentros y disidencias políticas, ideológicas e historiográficas en los revisionismos rioplatenses (décadas de 1930 y 1940)” en: Circule por la derecha...
10 Alberto Molas Terán nació en Catamarca en 1885, fue un sacerdote e intelectual nacionalista muy importante para el Iglesia católica a inicios del siglo XX, participó en la Unión Popular Católica Argentina dirigida por el Monseñor de Andrea, fue conferencista en los Cursos de Cultura Católica y participó en varias empresas intelectuales. Finalmente falleció en 1932. Enrique Osés nació en Buenos Aires en 1899, fue un periodista y escritor que participó en muchas empresas intelectuales como redactor y director en el mundo del nacionalismo argentino, sus actividades relacionadas con el Eje hicieron que la a Comisión Investigadora de Actividades Antiargentinas lo acusara de espía, lo que le valió días de prisión, en el peronismo, su filiación al régimen le valió puestos ministeriales. Finalmente, falleció en 1954. Véase Laura Monacci, “Diarios filo-fascistas durante la Segunda Guerra y la ruptura de las relaciones diplomáticas de Argentina con los países del Eje”. Jornadas de Sociología de la UNLP, (2012).
11 Laura Monacci, “Diarios filo-fascistas durante la Segunda Guerra…”, 136.
12 Goyeneche nació en 1913, fue un intelectual y diplomático que fundó y participó en empresas intelectuales nacionalistas de inclinación hispanista y católica, como los Cursos de Cultura Católica, Criterio y Sol y Luna. En 1942 fue de gira por Europa, en donde, presuntamente llegó a reunirse con el propio Himmler y Mussolini, y también se sospecha que con Hitler. Luego del derrocamiento de Perón, ocupó brevemente puestos en el gobierno. Finalmente, falleció en 1982. Véase Uki Goñi, La auténtica Odessa. Fuga nazi a la Argentina (Buenos Aires: Ariel, 2015).
13 Nicolás Iannini, “Sol y Luna, revisitando una revista nacionalista de derecha”. Questión, vol. I, Nº 50, (2016).
14 Como por ejemplo Marysa Navarro-Gerassi, Los nacionalistas (Buenos Aires, 1968), Zuleta Álvarez, Enrique, El nacionalismo argentino (Buenos Aires: La Bastilla, 1975), “Presencia de Irazusta en la Argentina contemporánea” en: Homenaje a Julio Irazusta coordinado por Enrique Zuleta Álvarez, Guillermo Saraví y Enrique Díaz Araujo (Mendoza: La tarde, 1984), Daniel Rock, La Argentina autoritaria. Los nacionalistas, su historia y su influencia en la vida pública (Buenos Aires: Ariel, 1993), Fernando Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Una historia. (Buenos Aires: Siglo XXI, 2002), María Inés Barbero y Fernando Devoto, Los Nacionalistas (Buenos Aires: CEAL, 1983)
15 Fernando Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo…
16 Robert Paxton, Anatomía del fascismo (Barcelona: Península, 2005), Enzo Traverso y Federico Finchelstein, Constellations. An International Journal of Critical and Democratic Theory vol. XV, Nº 3, (2008). Emilio Gentile, Fascismo, historia e interpretación (Madrid: Alianza, 2004).
17 Federico Finchelstein, Fascismo transatlántico… 24.
18 Robert Griffin, The Nature of Fascism (Nueva York: St. Martin´s Press, 1991). Emilio Gentile, Fascismo, historia e interpretación…
19 Véase Ernesto Bohoslavsky, Ernesto y Fabio Bertonha, Fabio, Circule por la derecha… Antonio Costa Pinto y Federico Finchelstein, (Eds.). Authoritarianism and Corporatism in Europe and Latin America: Crossing Borders (2018).
20 Véase Laura Fotia, “The Cultural and…”.
21 S/N, “¿Hasta cuándo argentinos?”, Crisol, año IX, Nº 2486, 20/03/1940
22 Véase por ejemplo el artículo “Movimiento nacionalista. A los camaradas de la Unión Nacionalista santafesina” en Crisol, año IX, Nº 2486, 20/03/1940.
23 Hernesto Sáenz y Quesada, “La realidad democrática de la argentina", Sol y Luna, vol. VI, (1941).
24 Hernesto Sáenz y Quesada, “La realidad democrática…
25 De Estrada, S. “… Y la casa fue destruida” Sol y Luna, vol. V. (1940).
26 “Alejado de nuestro país mr. Roosevelt, podemos decir ahora lo que es la democracia en América” en Bandera Argentina, año V, Nº 1328, 03/12/1936.
27 El gobernador de Córdoba, desdeñado por el movimiento nacionalista, más abajo se trata este caso.
28 S/N “Sin excepción las repúblicas viven al margen de la democracia”, Bandera Argentina, año V, Nº 1329, 04/12/1936.
29 s/n “El voto en blanco” Bandera Argentina, Año VIII, Nº 2343, 30/03/1940. Cursivas propias.
30 s/n “Llamamiento al deber de los católicos” Bandera Argentina, Año VIII, Nº 2341, 28/03/1940. Cursivas propias.
31 También debe tenerse en cuenta la evolución que tuvieron las ideas y las diferentes corrientes dentro del nacionalismo, ya que los vituperios más radicales contra la democracia fueron durante los años de la Guerra Civil española, parece que a lo largo de los años 1940 las corrientes más populistas del movimiento se dejaron arrastrar por un hecho imposible de soslayar como lo era el acaecimiento de las masas en la política.
32 S/n “El fetiche electoralista”, Bandera Argentina, año VIII, Nº 2340, 27/03/1940. Cursiva propia.
33 Pueden verse diversas notas cubriendo la guerra, tablas de sangre de los voluntarios, y variados artículos vinculando a la URSS y a los Frentes Populares con la Guerra Civil. Véase por ejemplo “La editorial del estado acaba de lanzar una edición de más de 10.000 folletos redactados en idioma castellano, con las instrucciones precisas para los agitadores de la Komintern que actúan en el extranjero, especialmente en España y en la América del Sur. En “La propaganda Bolchevique en el extranjero” de la sección diaria llamada “Noticias telegráficas del exterior”, Bandera Argentina, año V, Nº 1334, 10/12/1936. Este factor conspirativo, omnipresente en las noticias nacionalistas, reafirma los trabajos de Bohoslavsky. Véase Bohoslavsky, Ernesto, El complot patagónico. Nación, conspiracionismo y violencia en el sur de Argentina y Chile (siglos XIX y XX) (Buenos Aires: Prometeo, 2009).
34 “El sufragio universal es el instrumento que abre las puertas a la barbarie. Discurso del Dr. Benjamín Villafañe”, Bandera Argentina, año V, Nº 1343, 20/12/1936.
35 S/N. “Terminada la conferencia de la paz, USA comienza a vender armas a los gubernamentales españoles” Bandera Argentina, Año V, Nº 1350, 30/12/1936.
36 S/N. “La policía sabattinista desarma a las derechas para entregarlas indefensas al asalto de las izquierdas” Bandera Argentina, Año V, Nº 1346, 23/12/1936.
37 S/N “En la Córdoba del señor Sabattini” Bandera Argentina, año VII, Nº 2120, 06/07/1939.
38 Para un análisis de la vinculación entre el nacionalismo argentino de los años 1930 y 1940 con elementos sociales relativos a los trabajadores véase Mariela Rubinzal, El nacionalismo frente a la cuestión social en Argentina (1930-1943) (Tesis de doctorado, UNLP,2012).
39 Juan Carulla, “Carta de un Nacionalista de San Martin”, Bandera Argentina 27/12/1936.
40 S/N. “Debe ser función del nacionalismo elevar el estándar de vida argentino”, Bandera Argentina, Año V, Nº 1340, 16/12/1936.
41 S/N. “Debe ser función del nacionalismo.
42 S/N. “Debe ser función del nacionalismo.
43 S/N. “Las menudencias gubernamentales en esta hora grave”, Crisol, año VIII, Nº 2328, 06/09/1939.
44 Nimio De Anquin, “La clase media y la virtud de prudencia en Aristóteles”, Sol y Luna. Vol. IV, (1940).
45 S/N. “La economía del hombre argentino”, Crisol, año IX, Nº 2490, 27/03/1940.
46 Juan Torrendel, “A menudo en el origen de las revoluciones aparece la claudicación de las clases dirigentes”. Bandera Argentina, año V, Nº 1349, 29/12/1936.
47 S/N. "De como el snobismo de los ricos puede suscitar la revolución social". Bandera Argentina, Año V, Nº 1347, 25/12/1936.
48 S/N. “la cerrazón mental de "la prensa" no quiere ver la hora que vivimos”. Bandera Argentina, Año V, Nº 1349, 29/12/1936.
49 “Fascismo y democracia (traducción de un discurso del diputado Giuseppe Moreli)”. Bandera Argentina, año V, No. 1343, 20/12/1936.
50 “Fascismo y democracia (traducción…
51 S/N. “El Dr. Fresco interviene personalmente en un conflicto obrero”. Bandera Argentina, Año V, Nº 1343, 20/12/1936.
52 César Pico, “Totalitarismo”, Sol y Luna, Vol. III. (1939).
53 César Pico, “Totalitarismo..., 65.
54 A diferencia de otros autores, César Pico en base a la filosofía tomista, no defendía un totalitarismo ya que se afectaban los derechos de la persona, pero esto no implica que haya pregonado la democracia liberal, sino que adscribía a la organización corporativista de la sociedad, donde esta funcionase como un todo armónico, por ello el fascismo italiano era un modelo posible. Cabe mencionar que, si bien Pico no validaba un totalitarismo, otros autores, con ideas muy similares, sí lo hacían. Esto indica que la negación, o no, del concepto “totalitarismo”, no implica el rechazo del corporativismo y del sometimiento de la voluntad individual en nombre del colectivo. Por ello, con ciertos matices, puede afirmarse que un modelo de estado “totalitarista perfecto”, ideado en el presente trabajo, puede aludir a la intelectualidad en general del movimiento nacionalista.
55 César Pico, “Totalitarismo..., 71.
56 César Pico, “Totalitarismo..., 73.
57 José María de Estrada, "La recuperación de las cosas". Sol y Luna, vol. VII, (1943).
58 También entendida como corporativismo institucional y sometimiento de la vida privada y del mercado al estado.
59 José María Péman, “Correspondencia”. Sol y Luna, vol. IV, (1940).
60 José María Péman, “Correspondencia..., 91.
61 S/N. “El mundo hispanohablante”. Bandera Argentina, Año VIII, Nº 2188, 23/09/1939.
62 José María Péman, “Correspondencia…
63 José María Péman, “Correspondencia…, 90.
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