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Recepción: 13 Mayo 2023
Aprobación: 20 Junio 2023
Resumen: El estudio histórico de las revistas y publicaciones periódicas viene cobrando un impuso importante durante la última década. Especialmente en los análisis de las dimensiones económica y de política económica, generalmente menos atendidos frente a otras como la cultural o estrictamente política. En este trabajo, se propone abordar la publicación El Periodista de Buenos Aires (1984-1989) -en adelante, EP-, un semanario nacido al calor del regreso de la democracia argentina en 1983 que no cuenta con estudios sobre su staff económico. La publicación, que mantuvo una filiación cercana a las izquierdas democráticas de aquel entonces, abrió debates de primer orden en torno a la política económica de los ochenta. Así, se analizan sus trayectorias políticas y económicas, sus antecedentes, temas de interés y principales debates recuperando las metodologías utilizadas recientemente. Se concluyó en que, a pesar de cierta distancia con el gobierno, los analistas del EP mostraron cierto apoyo al Plan del ministro Bernardo Grinspun. También, que, junto con tener posturas firmes sobre los temas más controversiales de la economía como el deterioro de los ingresos o la fuga de capitales, radicalizaron sus posiciones a medida que se deterioraba la macroeconomía nacional.
Palabras clave: Democracia, Crisis, Deuda externa, Inflación.
Abstract: The historical study of magazines and periodicals has gained momentum over the last decade, particularly in the analysis of economic and economic policy dimensions, which have generally received less attention compared to cultural or strictly political aspects. This work aims to address the publication El Periodista de Buenos Aires (1984-1989), hereinafter referred to as EP, a weekly magazine born in the midst of the return of Argentine democracy in 1983, which lacks studies on its economic content. The publication, closely affiliated with the democratic left of that time, initiated significant debates regarding the economic policy of the 1980s. Thus, this study examines their political and economic trajectories, background, topics of interest, and main debates, utilizing recently developed methodologies. The findings indicate that, despite maintaining a certain distance from the government, EP analysts expressed support for Minister Bernardo Grinspun's Plan. Additionally, it was observed that, while taking firm stances on contentious economic issues such as income deterioration or capital flight, they radicalized their positions as the national macroeconomy deteriorated.
Keywords: Democracy, Crisis, External debt, Inflation.
Introducción
El regreso a la democracia en 1983 significó una ruptura importante con el orden dictatorial previo en la Argentina (1976-1983). El gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989) con la Unión Cívica Radical (UCR), vencía por primera vez en la historia al histórico peronismo (Partido Justicialista)1 izando la democracia como mandato2. Aunque el alfonsinismo trazaba una frontera política entre dictadura y democracia con gran apoyo electoral3, en el plano económico se enfrentaban significativas dificultades, en su mayor medida originadas en los años previos. En primer lugar, una deuda externa pública que rondaba, inéditamente, los 45.000 millones de dólares y que, tomada en su mayor medida con acreedores privados, ponía en aprietos al gobierno con cronogramas abultados de intereses. La inflación, por su parte, había sido de casi 350% anual en 1983, sin signos de desacelerarse, mientras que el déficit fiscal fue, en el mismo año, de más del 15% del PBI. El sistema financiero, se encontraba en una dinámica desregulada y desordenada luego del fracasado intento de reforma durante la dictadura, y las demandas sociales luego de una caída salarial que rondaba el 30 % eran altas4.
El contexto internacional era desafiante dado las altas tastas de interés norteamericanas que rondaban entre el 6 y el 8%, recesión en los países industrializados que mermaba el comercio internacional -con niveles más altos de proteccionismo- y la caída de los términos de intercambio que perjudicaban a la región junto con la escasez de liquidez5. En este marco, Alfonsín y su primer ministro de Economía, Bernardo Grinspun (1983-1985), propusieron una estrategia económica de tipo keynesiana. Las raíces desarrollistas de este último, como el rechazo a las recetas liberales de la última dictadura (1976-1983),concentraron los esfuerzos en una reactivación económica sustentada en la recuperación salarial y el incentivo a la capacidad instalada de la industria6. La estrategia, que debía ser compatible con la reducción del déficit y una mayor recaudación tributaria, proponía renegociar la deuda externa a partir de condicionalidades a la recuperación económica nacional con alianzas entre deudores7. En este trabajo, proponemos analizar las discusiones generadas en torno al Plan Grinspun en El Periodista de Buenos Aires(en adelante, EP), un semanario identificado con la izquierda democrática que en aquel entonces apoyaba, aunque críticamente, al primer gobierno de transición. Considerando que el semanario cuenta con pocos estudios específicos, ninguno centrado en la política económica, se pretende generar un aporte a los debates de esa naturaleza. Especialmente los desarrollados durante el alfonsinismo y su primer plan económico partiendo de las discusiones que abrió su staff económico en aquellos años.
Los estudios de las revistas y las publicaciones periódicas vienen cobrando un importante vigor hace varios años en la Argentina. Si bien existen antecedentes históricos sobre el estudio de las publicaciones desde diferentes perspectivas como la literaria y la política8, recientemente se analizan las revistas especializadas de historia y economía, aunque en menor medida. No obstante, estos últimos se han esforzado en vincular los imprescindibles aportes de la historia política y cultural de las publicaciones con la historia económica propiamente dicha9. Asimismo, sugieren entender las revistas como productos culturales vinculados a las coyunturas históricas diferenciándolas de la inmediatez que buscan captar los diarios o de la densidad analítica de los libros10. Productos de la modernidad, y de especial relevancia en el convulso siglo XX, las revistas han sido capaces de captar las discusiones, conflictos y preocupaciones procesuales de la historia en sus múltiples dimensiones y esferas. En esta concepción, las revistas son “cuerpos autónomos”11 que recrean proyectos culturales agrupando sujetos en torno a valores, ideas e ideologías en un determinado momento histórico-político. Si bien las revistas han formado parte del repertorio analítico de la historiografía como fuentes testimoniales del pasado, esta línea de trabajo plantea abordarlas como proyectos culturales atendiendo a múltiples dimensiones (características del proyecto editorial, alcance y perfil de circulación, tipología material, trayectorias ideológicas, políticas culturales involucradas, relación con el contexto sociopolítico, entre otras12.)
De acuerdo con esta propuesta, en la primera parte del trabajo se examinan las particularidades del EP como proyecto editorial. En primer lugar, se realiza un repaso por los estudios que se ocuparon de estudiarla, su perspectiva y foco de atención. Luego de retomar esos aportes, el enfoque se pone en las características editoriales, especialmente en dilucidar el perfil de los colaboradores económicos y los temas de interés. Luego, en dos apartados posteriores, se abordan las discusiones económicas entre 1983-1985, poniendo la atención en las interpretaciones de los colaboradores y de cómo estas variaron con el desarrollo del plan económico del gobierno.
El Periodista de Buenos Aires: un proyecto editorial democrático de izquierda
EP, editado por Ediciones de la Urraca, estuvo en funcionamiento entre 1984 y 1989. Dicha editorial fue una de las más importantes del país entre los años 1970 y 2000. En aquellos años, por ejemplo, editó la revista de historietas de humor Fierro (1984-1992) y se caracterizó por orientarse a la crítica y el humor de la política, aunque también al rock, la literatura y el comic. A cargo del reconocido humorista y dibujante Andrés Cascioli, la editorial contó con un equipo de colaborados de reconocida trayectoria en el humor político argentino entre los que caben mencionar al novelista Osvaldo Soriano y los periodistas Carlos Gabetta, Sergio Joselosvky y Carlos Alfieri, todos exiliados que retornaban con el regreso a la democracia13. Ediciones de la Urraca también patrocinó varios libros, centralmente del área del humor y la literatura, aunque también de otras como la parapsicología, la astrología y la poesía. En gran medida, EP combinaba con un estilo similar a las revistas Humor Registrado y Fierro, recuperando el humor y la caricatura con la actualidad política. El semanario promediaba entre 50 y 40 páginas y se organizaba en sección de política general, internacional y economía. También contaba con secciones de correo de lectores, entrevistas a referentes políticos y actividades culturales como la crítica literaria, la música y la farándula.
Como indica su nombre, EP envalentonaba el oficio profesional con un formato tabloide y un sensacionalismo con caricaturas. Combinaba los colores negros y amarillo fuerte buscando promover la atención, aunque revelando las restricciones presupuestarias de un diseño austero.14 Por ejemplo, en la imagen 1 vemos esta combinación de colores en torno al ministro Grinspun y sus altisonantes declaraciones que, en más de una oportunidad, fueron exhibidas de forma resuelta para reivindicar sus luchas contra los poderes económicos.
En las imágenes 1 y 2, puede verse el estilo humorístico con que se aproximaba al lector a la coyuntura política y económica. La caricatura de los funcionarios nacionales (Dante Caputo -Canciller- y Alfonsín) servía de estrategia para tratar con mirada crítica temas como las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Este estilo aparecía en la mayoría de las notas sobre los principales debates económicos de la época.
EP cuenta con abordajes analíticos de publicaciones vinculadas a la crónica del periodismo16, aunque dentro de esta línea fue más atendida la dimensión gráfica de la prensa17. Sí, por el contrario, fue estudiada la revista Humor Registrado, caracterizada por un espíritu similar a EP en cuanto a la gráfica y la humorística. Estos trabajos centraron su atención en las relaciones política y dictadura, como el sesgo crítico contra el régimen militar18o el menemismo (gobierno de Carlos Menem -1989-1999-)19. En un trabajo de reciente publicación, Raíces20 reconstruyó las condiciones de surgimiento de EP, clasificándola como una revista de izquierda democrática o progresista. Esto último, era en referencia al arco político que, tras la revalorización de la democracia en el marco político de la transición, se inclinó por un apoyo crítico canalizada por el gobierno de Alfonsín. De esta manera, el autor destacó que el EP se constituyó como “la heredera seria, no satírica, de la muy exitosa Humor”21 desplegando un análisis político crítico contra la dictadura militar y de apoyo a la democracia.
Así, el nuevo clima político y cultural de la democracia era canalizado por el círculo editorial comandado por Andrés Cascioli y los militantes, políticos y profesionales que participaron del mismo. Entre los principales temas en el EP estuvieron las críticas a los enemigos políticos como los militares, el poder financiero, la Iglesia Católica y otros sectores identificados como derechas contrarias a los nuevos valores de la democracia argentina. Mientras se defendieron banderas como los derechos humanos, los juicios a las Juntas militares y la recuperación de los salarios, se denunciaron las vacilaciones y retrocesos del gobierno alfonsinista22.
En esta primera parte, que va desde sus inicios en septiembre de 1984, hasta el cierre de la etapa del ministro de Economía Grinspun en el verano de 1985, el staff económico se compuso por Marcelo Zlotogwiazda (1958-2019), Alberto Catena (1953-), Carlos Abalo (1950-), Norberto Colominas (1948-2017), Gabriel Grinberg, Julián Lemoine, Rubén Furman (1950-), Carlos Alberto Iglesias, Albert Wojnilower, Jerónimo Paz, Pablo Piacentini (1943-2017), Edgard Mainhard y Luis Sicilia (1930-2016). En los años estudiados, este grupo escribió un promedio de cinco notas, existiendo disparidades entre quienes contribuyeron con más de diez y sólo dos como mínimo. En el gráfico 1 presentamos su participación por proporción, viendo que Carlos Abalo y Julián Lemoine tuvieron la mayor participación. Por otro lado, no menos importante fueron las notas anónimas, aunque se trataba en su mayor medida de pequeños comentarios muy específicos sobre alguna cuestión de la coyuntura económica.
Por su parte, en el gráfico 2 se presentan los principales temas abordados sobre la economía en EP. Dicha selección temática, seleccionada según criterios que involucraron temas económicos y políticos en el semanario, responde a los intereses desplegados en las columnas económicas como la deuda externa y el FMI, la relación entre empresas y poder económico, los desequilibrios del sistema financiero y la inflación, entre otras.
Los que se muestra en dicho gráfico es que hubo una alta proporción de discusión integral y variada que atravesó múltiples dimensiones a la vez, como la coyuntura política, la deuda externa, la inflación y la concentración empresarial. Resulta lógico si se considera que la crisis económica presentaba una multiplicidad de problemas que iban desde el sector externo, la brecha fiscal, la crisis del Estado, la inflación, la concentración económica y la caída de la inversión. Fuera de este punto, también puede observarse una altísima proporción de dos secciones: la de debate por la deuda externa y el FMI y la discusión en torno al sistema financiero. Estos dos temas, que fueron abordados desde una postura crítica, atravesaron los intereses vinculados a la identificación de izquierda democrática y nacional que abarcaba EP; mientras que la inflación se presenta prácticamente sin incidencia, lo cual se explica por estar integrada al resto de los debates de forma transversal.
Por otro lado, en el gráfico 3 se presenta la variación en el precio de EP entre 1983-1985, especialmente previo a la instrumentación del Plan Austral (1985). El mismo se mantuvo, en toda la serie, encima de la inflación mensual. De hecho, solo en dos cortes estuvo muy cerca de quedar por debajo, estando por encima del Índice de Precios al Consumidor (IPC) el resto de los meses. Sin embargo, tener una visión más completa de este asunto demandaría contemplar las condiciones de partida, como el margen de ganancias, del precio inicial con que EP comienza su actividad y otras variables.
Como se dijo anteriormente, un grupo de nombres constituyó el staff económico de EP. Fue, por presencia editorial, Carlos Abalo uno de los más importantes. Este, se había desempeñado como docente en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en asignaturas de economía política. Políticamente, fue cercano al peronismo, colaborando con el ministro de Economía José Gelbard en 1973 tras regresar de su exilio en México. Iniciados los años 1970 fue columnista de El Cronista Comercial, con una voz crítica hacia los planes económicos ortodoxos. En la actualidad es un intelectual importante de los medios periodísticos en el debate económico. No menos importante fue Julián Lemoine, quien en aquel entonces dirigió la revista Confrontación de Ideas para una nueva sociedad. El mismo, tenía una importante trayectoria política como periodista económico en temas más afines a la productividad, la mano de obra, el sistema financiero y los problemas del capitalismo contemporáneo. También participó de otros medios de renombre local como El Bimestre Político y Económico, Realidad Económica, Sur y Página 12. De postura crítica similar a la de Abalo, tuvo un acercamiento importante con los análisis intelectuales cercanos a las izquierdas con sentido económico nacional. Otro con significativa presencia fue Norberto Colominas, un periodista de militancia de izquierda con una importante trayectoria setentista. Durante el tercer peronismo (1973-1976) escribió en El Cronista Comercial, junto a Carlos Abalo, entre otros. Fue detenido y liberado en 1976 por el régimen militar, posteriormente exiliado a Madrid donde colaboró en la prestigiosa revista Mercado con Norberto Gallego. De regreso con la democracia, ingresó en el diario La Voz y en EP, del que fue Prosecretario de Redacción mientras militaba en el Partido Intransigente23 Otro de los economistas más recurrentes fue Marcelo Zlotogwiada, que en 1982 egresó como economista de la UBA para emprender una importante carrera en el periodismo económico en diferentes medios nacionales de primer nivel.
En suma, EP fue un semanario preocupado por los grandes problemas económicos de la época. Con un staff cercano a la militancia periodística de una izquierda democrática o progresista nacional vinculada a la ruptura con la izquierda guerrillera setentista a la que en aquel entonces se asistía en el campo intelectual24. La alta proporción de debate económico nos sugiere que la dimensión de política económica y economía política, entendidas como las controversias entre los actores económicos para con la economía nacional, fue más significativa que los análisis de otro tipo. Podría decirse que estamos ante el análisis histórico de un medio preocupado por la política económica de una democracia que debía reinventar la economía alejándose de las recetas liberales y desreguladoras de la dictadura que causaron un profundo rechazo en las izquierdas nacionales. Esto, siempre apostando a la necesidad de afianzar un proyecto de sociedad con apoyo, pero cierta desconfianza, a las ambiciones del alfonsinismo.
Empresas, gobierno y sistema financiero: el debate económico de la postdictadura
Desde sus primeras páginas, la preocupación en torno al papel de las multinacionales en la economía se presentaba como central. De forma anónima, se apuntaba a las farmacéuticas, pivoteadas por actores concentrados como Roche, Rofina, Bagó, Bayer y Merck-Sharp y Dome, denunciando una alta facturación que, solo en 1982 rondó entre 50 y 700 mil dólares25. Como se aseguraba, esto posicionaba a la Argentina como uno de los países con mayor gasto en medicamentos por habitante. Según se argumentaba, la concentración de este mercado venía desarrollándose desde la dictadura de 1976, con el desmesurado crecimiento de especialidades medicinales que superaban en algunos casos el 1.000% de especialización. Incluso, se cuestionaba que durante “el último año de dictadura, los laboratorios ‘fugaron’ del país más de 80 millones de dólares al sobrefacturar las importaciones de la materia prima, que compran a sus propias casas centrales” 26. Iban más lejos al afirmar que estos laboratorios
distribuyen y venden productos formulados con drogas tóxicas, prohibidas en sus países de origen [y que, como si fuera poco] desde 1964 hasta 1966 […] instigaron y colaboraron con el golpe de Estado que derrocó al gobierno constitucional del doctor Illia [Arturo Ilia -1963-1969]27.
Si bien el análisis era sectorial, como podrá verse resultará representativo del herramental analítico del semanario en torno a variables como la sobrefacturación de exportaciones, la fuga de capitales y la concentración de mercado.
A tono con esta discusión, Colominas se preguntaba si “¿Existe una burguesía nacional en serio?” 28. La preocupación histórica del analista proponía que, comparativamente, mientras en Brasil el militarismo conservó su vocación industrialista, la Argentina retrocedió con el fuerte giro al liberalismo económico de la dictadura[29]. Esta, aseguraba Colominas, reprimió tanto al sector asalariado y militante de izquierda como al empresario mercado internista concentrado en la Confederación General Económica (CGE). Se apuntaba al Plan Martínez de Hoz, ministro de Economía durante 1976-1981, que afectó con sus medidas aperturistas a aquel segmento de la industria nacional y, en definitiva, al proyecto nacional del movimiento peronista. De esta manera, Colominas cuestionaba al gobierno porque:
Con frecuencia de reactivación industrial, recuperación del salario real, utilización de una mayor parte de la capacidad fabril instalada. Pero el gobierno sabe que los empresarios a los que se asistió con créditos y retiraban el subsidio con una mano y con la otra lo giraban al mercado interempresarial30. Pagaban al Estado un 15% de interés y percibían un 26% [de ganancias] ¿Es este el empresario que asumirá la tarea histórica de modernizar el capitalismo argentino? ¿Es este el empresario que fuga capitales y dolariza sus precios, que subfactura y sobrefactura31, que evade impuestos y se salta cuanta medida antinflacionaria dicta el gobierno, el que le mostrará a los trabajadores y a los sectores medios el camino por seguir?32.
Una voz anónima, que probablemente era Carlos Abalo, abordaba la coyuntura crítica de las relaciones entre la Argentina y el FMI hacia mediados de 1984. En la nota, que se inscribía en las tensiones por el acuerdo entre el ministro Grinspun y el FMI de septiembre, se entendía necesario alcanzar un acuerdo viable para lograr un reordenamiento y crecimiento económico33. Así, se afirmaba que el gobierno no había estado retardando un acuerdo de austeridad con el FMI -dado que el default se produjo durante el último año del gobierno militar-, sino que existía una línea genuina en el equipo de Grinspun que priorizaba una reactivación económica compatible con un acuerdo por la deuda externa. No obstante, se advertía que Grinspun debía enfrentar una oposición “que abarca al peronismo, sindicalistas incluidos -y a los empresarios-, al MID y al mismo Raúl Prebisch [quienes no ofrecían] una salida que incluya una opción expansiva” 34. La necesidad de este acuerdo, también se inscribía en los traspiés del Consenso de Cartagena, en referencia a las reuniones entre países deudores de la región, frustradas por “la oposición de México, que optó por una política condescendiente con el FMI y los acreedores [llegando a] un acuerdo de refinanciación con cierta holgura”35. Además del acuerdo con el FMI, el gobierno debía enfrentar una problemática concertación con la Confederación General del Trabajo (CGT), principal organización obrera que se encontraba dominada por las burocracias opositoras del justicialismo. Esta, era acusada de buscar acuerdos con la Unión Industrial Argentina (UIA), última organización que dificultó la política de control de precios desplegada por Grinspun durante la primera mitad de 1984 llegando a septiembre con una inflación de más del 25% mensual36. En definitiva, aunque Abalo destacaba la recuperación iniciada por Grinspun en sus primeros meses de gestión, advertía sobre el bajo dinamismo salarial y una inversión que no superaba los niveles de 1970, manteniéndose por debajo del 20% del PBI37. Lemoine destacó este punto, señalando que la tasa de ahorro nacional, tradicionalmente ubicada en niveles del 20% del PBI, se reducía ante los intereses de la deuda (-8%) y la depreciación del capital total no repuesto (-8%). Esto, solo daba márgenes para aumentar el PBI al 1%: un ritmo menor a la tasa de aumento vegetativa de la población (que en aquellos años era de más de 1,5%)38. Incluso, de estos porcentajes, Lemoine calculó que se perdían 4% en renta agraria (3.000 millones de dólares) y otros 4% en renta financiera (3.000 millones contando el spread del sistema financiero y el mercado interempresarial) que, en definitiva, devenían en una renta “consumida improductivamente” 39. De esta manera, la preocupación nodal era en torno a la recuperación y la sustentabilidad del crecimiento.
Otros de los puntos de preocupación fueron los desequilibrios del sistema financiero. Como se subrayó, su crisis provenía de la sobre expansión del crédito y una desregulación que debilitó al Estado. En este marco, Abalo aludió a que el problema financiero se vinculaba conque era el globo el que estaba en crisis y que la Argentina debía acoplarse de la mejor manera a esta. No obstante, el economista despotricaba de que Argentina había desaprovechado la alta liquidez internacional de los años 1970, ensanchando el sistema de crédito sin modernizar la estructura productiva e incentivando, de esta manera, la inflación. En este sentido, sugería entender que “la economía capitalista es una mezcla de la anarquía propia de las decisiones individuales -fuera de cualquier plano social- y de las necesarias regulaciones del Estado, justificadas incluso por la propia supervivencia del sistema”40. Por eso reivindicaba la necesaria intervención allí donde “el crédito supera los límites del ahorro y tiende a expandirse en forma continuada [dado que] la financiación está en gran medida aplicada a la especulación y no al apoyo de la actividad productiva” 41. En suma, para el autor la crisis financiera se originaba no solo en los avatares capitalistas mundiales del pasado, sino también en una concepción errónea de desregulación estatal en la actividad que debía cambiar.
Desde una perspectiva más radical, Colominas analizaba el caso de Brasil, que entonces no había reestructurado su deuda externa, y decía que
difícilmente pueda pagar la deuda y darle de comer a su pueblo […] el fantasma de la moratoria usa cada vez más una sábana transparente […]. Más realistas [que el FMI y los acreedores], los observadores brasileros de mayor solvencia están convencidos de que si la alternativa es entre no comer, el pueblo brasilero aplaudirá masivamente la decisión de declarar unilateralmente una moratoria en el pago de la deuda42.
Colominas, de esta manera, arrimaba la posibilidad de un default, cuestión vinculada a los debates internacionales entre países deudores que caracterizaron el contexto regional de aquellos años. Justamente, en septiembre de 1984 el Consenso de Cartagena originado en Colombia se realizaba en Mar del Plata. En EP corrían las lamentaciones sobre la difícil concertación entre deudores, al asegurar que
los lineamientos de la declaración final que emitirá la conferencia no pudieron ser concertados por los emisarios menores de los países [ya que] la redacción de aquella fue derivada a la directa consideración de los titulares de Economía y Relaciones Exteriores de Argentina, México, Venezuela, Bolivia, Perú, Chile, Uruguay, Ecuador, República Dominicana y Colombia 43.
Lo que se encontraba en el fondo de la cuestión eran los casos mexicanos y brasileros, que al alcanzar en sus acuerdos con los acreedores y el FMI algunas ventajas -menores tasas de interés y mayores plazos en la amortización de capital-, atentaban contra las iniciativas de presión conjunta.
Nuevamente Abalo ponía la atención en una coyuntura internacional regresiva. El economista sugería atender el origen de estos problemas, que encontraba en la expansión económica mundial de posguerra y el primer tropiezo con la crisis del petróleo de 1973 que “empezó la primera recesión profunda y sincronizada de la posguerra”44. El problema de origen para Abalo fue la utilización del crédito inflacionario como respuesta de salida a la crisis, colocando petrodólares al tercer mundo y embarcándose en una aventura de crédito internacional que resultó en “la enorme deuda externa actual de cerca de 800.000 millones de dólares [para el total de la región]”45. En definitiva, la crisis también tenía un correlato de desigualdad entre países que beneficiaba a la potencia del Norte:
La demanda del público no creció tanto como la capacidad de producir. Muchas empresas no pueden vender, y para sobrevivir, recurren a más créditos bancarios que no pueden pagar. La acumulación de créditos incobrables lleva también los bancos a la quiebra y a estos los salva el Estado a costa de la inflación y a la crisis. De 1945 a 1980 el producto nacional bruto de Estados Unidos se multiplicó por once y los créditos por 35, vale decir que la deuda creció tres veces más que la producción. Con el dólar caro, Estados Unidos financia su déficit público con dinero fugado de todo el mundo, a costa de la inflación y la crisis de la periferia subdesarrollada”46.
Abalo entendía que ninguna crisis financiera era neutral y que lo que sucedía en EE. UU tenía un impacto regional. Por ejemplo, aludía al “caso Klien” y a las irregularidades en torno a la deuda externa de la gestión económica en dictadura como origen de las distorsiones en el sistema financiero nacional47. En todo caso, Argentina mostraba que la especulación financiera malogró las mayores inversiones en el aparato productivo, haciendo necesario que el Estado introdujera un orden financiero liberalizado difícil de revertir pesce a los intentos de concertación regional si las condiciones mundiales no se revertían.
Plan Grinspun: intento infructuoso de relanzamiento económico en un contexto de incertidumbre
Una vez que se alcanzara un acuerdo con el FMI tras las dificultosas negociaciones entre Grinspun y el organismo entre diciembre 1983 y septiembre de 1984, Abalo reconoció que “sin apoyo obrero ni empresario, el gobierno hizo todo lo que pudo para crear condiciones políticas favorables para la renegociación de la deuda externa y para que el FMI flexibilizara sus exigencias”48. Para el economista, el acuerdo siempre fue inevitable, no sólo por la falta de cohesión latinoamericana, sino por las limitaciones internas que enfrentaba el gobierno. El memorándum acordado,preveía un crecimiento del PBI menor al 5% que aspiraba Grinspun en 1984-, una reducción del déficit al 5% del PBI -que efectivamente, aunque no se alcanzó esa cifra, bajó del 15% heredado al 8%-, el compromiso de acelerar la devaluación para otorgar competitividad al sector externo49 y tarifas por encima de la inflación. Abalo sugería amortiguar el ajuste, previendo la inminente caída de la inversión pública y privada, con la reducción del déficit en la cuenta de regulación monetaria[50], la cual “incluye subsidios al sector financiero”51. Sin embargo, Abalo celebró que Grinspun no renunció a pesar de la incertidumbre generada en los meses de negociaciones, como esperaban los liberales de derecha y, consecuentemente, favoreciendo un giro hacia aquel sector en el gobierno52. Los planteos de Abalo demuestran que, según su postura, lo más preocupante no era la deuda externa como el giro político que su fracaso podía imprimirle al gobierno, sino superar las inconsistencias del sistema financiero.
En definitiva, una vez planteadas las metas del acuerdo con el FMI, quedaba la cuestión de la renegociación de la deuda externa con los acreedores. Abalo entendía que, naturalmente, este proceso complicaría las cuentas externas pero que, a su vez, permitirá “definir la política económica”53. Por eso, sugería que ahora:
La posibilidad de recesión o de reactivación dependerá ahora de las condiciones internas que logre el gobierno para aplicar una política de desarrollo, y no de otra cosa. Este es el pequeño pero importante margen de maniobra que logró el ministro de Economía Bernardo Grinspun en Washington, en la larga negociación con el Fondo, que desconcertó a algunos sectores empresarios y exasperó a muchos liberales,54 que aspiraban a una rápida modificación de la política económica55.
Abalo mostraba su apoyo al ministro, asegurando que “Grinspun volvió de Washington con más fuerza de la que se fue y, seguramente, tratará de hacerla valer”56. El siguiente nudo sería la política antinflacionaria, que en septiembre se había acelerado al límite de un 27,5% mensual (arrojando un 687% anual) y que para “EL PERIODTSA no es tanto un problema técnico, como el resultado de una relación de fuerzas”57. La política antiinflacionaria que emprendía Grinspun en aquel entonces, ahora reimpulsada por el acuerdo con el FMI, buscaba fijar aumentos en el 14% para octubre, cifra que tropezaba, por ejemplo, con las subas impulsadas por el sector automotor en torno al 40%, combinado con medidas financieras y monetarias, ahora acordadas con el fondo y destinadas a dar señales de credibilidad macroeconómica. También reivindicaba Abalo que este Plan involucraba una reforma fiscal impulsada por Grinspun para intervenir el sistema financiero, y que contaba con varios proyectos presentados en el congreso para doblegar la expansión monetaria generada desde el Banco Central de la República Argentina (BCRA).58 Si bien Grinspun redujo un déficit del 15% al 8% del PBI en 1984, para alcanzar la meta del 5% en 1985 debía atacarse la cuenta de regulación monetaria del BCRA.
Otras voces, sin embargo, atribuían la escalada inflacionaria y cierto fracaso de Grinspun al hecho de que “los empresarios siguieron elevando los precios para no perder puntos de rentabilidad”59. No obstante, en línea con Abalo, Grinberg esgrimió que dicho fracaso estuvo en la falta de éxito en tratar de restringir la oferta monetaria en el circuito financiero institucionalizado. Esto, era fruto del conflicto con García Vázquez -presidente del BCRA-ya que:
las empresas, a través de sus vasos comunicantes con el mercado interfinanciero pudieron hacer crecer el crédito por sobre las pautas prestablecidas por el Banco Central, originando una expansión monetaria que lejos de comprimir los precios los incentivó al alza60.
Grinberg también contemplaba otros factores como el ciclo de engorde de animales que, al retraer la oferta, aumentó los precios de alimentos en el mercado de Liniers -Buenos Aires- en 8 puntos de inflación y el paro de los intermediarios de productos frescos.
En octubre de 1984 la esperanza de que el Plan Grinspun pudiera torcer el rumbo a su favor era evidente. Abalo sostenía que:
si el gobierno consigue imponer el programa [su programa] y dominar las variables puestas en juego puede haber una efectiva reducción del ritmo inflacionario y se pueden tratar de recomponer los factores que decidieron la reactivación de 1983 y 1984 […]61 la línea divisoria que separa las dos posibilidades no es tan marcada […] si el programa se cumple hay una cierta esperanza de futuro62.
El riesgo latente detrás de esta esperanza era la espera siempre acechante de “las fuerzas liberales y conservadoras”63, quienes esperaban la oportunidad para una nueva fase recesiva. Dentro de este análisis, el factor fundamental de las negociaciones con el Fondo comenzaba a presentarse como uno de los principales problemas, especialmente en el camino de negociaciones individuales que emprendió la iniciativa de los acreedores. México presentaba un mercado importante para EE. UU, Brasil tenía una notable presencial mundial en el comercio de manufacturas, en cambio, Argentina competía con el campo norteamericano y no tenía las virtudes de los otros dos, la desventaja era clara. Con esto, se potenciaban los riesgos de que un fracaso con el FMI trajera un ministro que corriera la política económica a la derecha.
No menos importante se consideraba la oposición del poder económico, los sindicatos y los militares, y una debilidad que “no es atribuible al gobierno en sí mismo, aunque los radicales nunca se destacaron por las contundencias de sus definiciones”64. A pesar de la afinidad con el Plan Grinspun, se creía en una debilidad y un voluntarismo inherente al radicalismo potenciado con las tensiones internas.
A fines de 1984, Abalo vindicó que el ministro Grinspun se empeñaba en lograr una expansión económica del 5% y un crecimiento de los salarios reales del 6%, metas compatibles con controles y reducción del déficit vía la promocionada reforma financiera (que, sin embargo, no se concretó). No obstante, para el analista entorpecía la estrategia la CGT y la UIA, que inéditamente se unían con una “bandera de oposición al gobierno [y] contra la actual política económica”65 ..En este marco, aseguraba que,
aunque el gobierno calcule que [la inflación] puede reducirse paulatinamente hasta llegar a cumplirse los compromisos establecidos con el FMI, el intento de frenar los aumentos de precios podría verse obstaculizado por [factores que están] mucho más allá del poder de decisión del gobierno66.
También Grinberg señaló que, a pesar de que el gobierno buscaba realizar un ajuste gradual, el frente opositor de la “CGT, la Sociedad Rural, la Unión Industrial, la Cámara Argentina del Comercio, y otros”67, impulsaban un ajuste económico de shock. En otras palabras, se trataba de “una devaluación que induciría a un profundo y violento reacomodamiento de los sectores económicos vinculados al comercio exterior”[68]. En este sentido, el analista político veía, como Abalo, la posibilidad de un recambio ministerial que integrara a un funcionario del mundo empresario. Por su parte. Lemoine advirtió que, desarticulado el control de precios, la única solución para reducir las tasas de inflación “sería mantener o aumentar las altísimas tasas de interés reales” [69]; a costa de aumentar la recesión. Así, sentenciaba que, “tal como están las cosas el gobierno tendría que elegir entre un rodrigazo70 y un crack”71. Incluso, consideraba que frente a los límites que el FMI ponía, sobrevendría la posibilidad de emitir bonos en moneda extranjera como avales para renegociar deuda externa de los privados (Bonex).
El economista proponía como salida la nacionalización del comercio exterior para controlar la sobrefacturación y subfacturación de divisas, calculada en no menos de 4 mil millones de dólares (un 6% del PBI, el 70% de los intereses de la deuda de aquel año y el doble que el saldo de la balanza comercial anual). También Abalo barajaba aquella posibilidad, en un contexto de incertidumbre financiera propiciada por las altas tasas de interés -y en definitiva por la ineficacia del ajuste concertado con el FMI en detener la inflación-. El economista entendía la coyuntura como una pulseada entre el gobierno y los especuladores en torno al comercio exterior y el mercado de capitales72. También preanunciaba en diciembre de 1984 que se encontraba instalado en la discusión de la política económica si el Plan Grinspun se encontraba en recesión73, algo que de hecho no negaba, cuando afirmaba que para relanzar el crecimiento se necesitaba “una devaluación pronunciada, para que la expansión se afirmara en las industrias de exportación [lo cual, aseguraba] significa un aumento de los precios de los alimentos, y por lo tanto, una reducción de los salarios reales”74. Para el autor, se trataba de las presiones de los sectores económicos tradicionales por incrementar exportaciones, y con esto sus ganancias financieras de acuerdo al nuevo modelo de valorización, pero también de sectores industriales modernos con inserción externa, los cuales presionaban por la misma estrategia frente a un sindicalismo debilitado para pujar por redirigir la inversión y la actividad al mercado interno. Así, la radicalización de las nacionalizaciones comenzó a emerger en el marco del deterioro de la estrategia de Grinspun y las mayores concesiones al FMI.
Aunque Abalo compartía este diagnóstico, se diferenciaba de Lemoine en tanto aseguraba que el gobierno había emprendido una dura lucha contra la especulación reduciendo la liquidez en el sistema financiero y elevando las tasas de interés. Aunque estas eran medidas concertadas con el FMI, rescataba que se lograron reducir “los precios respecto del 27% de septiembre, en 19, 3% en octubre, y 15% en noviembre”75. No obstante, subrayaba, a costa de la reactivación económica, lo que cundía en un escepticismo en los analistas de EP hacia fines de 1984. Sin embargo, el problema para Abalo era que, a pesar de reducir la inflación, la política de altas tasas reflejaba, en el fondo, mostraba“un movimiento desestabilizador destinado a impedir la desarticulación de algunas prácticas que integran la actual modalidad especulativa”76.
Finalmente, el verano de 1985 instaló el debate por un cambio de ministro y de plan económico. Como sostenía Grinberg, se trataba de una nueva estrategia desarrollada por los “técnicos de la Secretaria de Planificación”, que ante la enorme incertidumbre que se vivía proponían un plan para “privilegiar a los sectores de punta mediante la distribución de los escasos recursos crediticios con que cuenta el país […] una plan de mediano plazo que […] busca lograr una reestructuración del aparato industrial”77. Sin embargo, el Plan que preveía repartir el ahorro interno en 7% al pago de la deuda y 6% a la estrategia industrial pro-exportadora, debió esperar ante la aceleración casi hiperinflacionaria desatada durante la primera mitad de 1984 que produjo la salida de Grinspun.
Consideraciones finales
Desde sus inicios, EP mostró un interés por el debate en torno a las empresas, especialmente por el de una burguesía nacional que condujera una recuperación durante la transición a la democracia, aunque con cierto escepticismo. Sin embargo, y en las vísperas de los inicios de su circulación en septiembre de 1984, los problemas económicos que enfrentaba el nuevo gobierno la llevaron a concentrarse en los problemas económicos más difícilmente reversibles. En un cuadro de confrontaciones entre el ministro Grinspun y el FMI para renegociar la alta deuda externa, ¡las preocupaciones de los analistas señalaron las insuficientes tasas de ahorro para continuar la reactivación económica con inflación emprendida desde diciembre de 1983! A pesar de cuestionar la ortodoxia del FMI, el debate corrió el eje al sistema financiero, que funcionaba con altas tasas de interés, expansión monetaria y desregulación de capitales. Como entendieron los economistas de EP, esto daba presión a la inflación y la discusión se corría al plano coyuntural.
A pesar de alguna postura más crítica como la de Grinberg, el ministro Grinspun contó con el apoyo del semanario, aunque no el radicalismo como partido. Específicamente, se rescató el énfasis en intentar controlar el sistema financiero, promover la recuperación y apuntalar el salario real. Para otros como Lemoine, Grinspun constituía un punto intermedio entre lo peor: el ajuste recesivo o la crisis lisa y llana. Incluso, cuando Grinspun redoblara sus esfuerzos y accediera a un acuerdo con el FMI, este fue presentado por Abalo como una necesidad, una hoja de ruta macroeconómica compatible la estrategia de Grinspun durante la primera mitad de 1984.
A partir del desborde inflacionario de septiembre de 1984, se plantearon nuevas preocupaciones, como la expansión originada desde el sistema financiero o el oportunismo de las derechas en torcer el rumbo de la economía. Fue tanto así que se plantearon propuestas más radicales, que antes no estaban presentes, como la necesidad de nacionalizar el comercio exterior y el sistema financiero, aun reivindicando los esfuerzos de Grinspun en este sentido. Ante la posibilidad que las cámaras empresarias, tanto tradicionales como internalizadas, impusieran un shockrecesivo en beneficio del sector externo emergieron con más firmeza las posturas radicales. Los primeros indicios de recesión llegaron con un programa económico del FMI que tampoco fue eficaz para reducir la alta inflación. Así, las discusiones generadas en EP en torno a la gestión del ministro Grinspun muestran las disparidades originadas entre quienes apoyaban al ministro y quienes se mostraron más críticos. Sin embargo, se fue haciendo evidente que ante la posibilidad de su fracaso se recuperaron las posturas más radicalizadas como las nacionalizaciones y la confrontación contra los poderes económicos. En todo caso, estos debates también muestran las escisiones que produjo en el pensamiento de izquierda democrática y nacional que emanaba de EP los intentos de un ministro por revertir los efectos negativos heredados de la dictadura en la economía. Aunque Grinspun contó con algún grado de “apoyo pesimista” originado en el crítico contexto en que asumía el alfonsinismo, este se fue diluyendo para dar lugar a los debates en torno a un recambio ministerial y de estrategia económica en 1985.
Notas