Artículos
Recepción: 23 mayo 2024
Aprobación: 01 julio 2024
Resumen: En el estudio de los autores y de sus obras es importante tener en cuenta el contexto histórico, no sólo para ubicar temporalmente los mismo y comprender sus inquietudes, sino también para interpretarlos de un modo cabal. Es por eso que presento el caso de Meister Eckhart, un autor controvertido por las doctrinas y por el modo de expresarlas, que lo llevaron a padecer un proceso y una condena inquisitorial que, años posteriores, demostró no ser tal, pero que influyó de modo negativo en su recepción.
Palabras clave: Baja Edad Media, Meister Eckhart, Proceso inquisitorial, Conflicto entre Iglesia e Imperio, Fraticelli, Beguinas, Libre Espíritu.
Resumen: En el estudio de los autores y de sus obras es importante tener en cuenta el contexto histórico, no sólo para ubicar temporalmente los mismo y comprender sus inquietudes, sino también para interpretarlos de un modo cabal. Es por eso que presento el caso de Meister Eckhart, un autor controvertido por las doctrinas y por el modo de expresarlas, que lo llevaron a padecer un proceso y una condena inquisitorial que, años posteriores, demostró no ser tal, pero que influyó de modo negativo en su recepción.
Palabras clave: Baja Edad Media, Meister Eckhart, Proceso inquisitorial, Conflicto entre Iglesia e Imperio, Fraticelli, Beguinas, Libre Espíritu.
Abstract: When authors and their works are studied, it’s important to consider the historical context, not only to place them in time and understand their concerns, but to interpret them accurately. That’s why I introduce Meister Eckhart’s case, a controversial author, because of his doctrines and the way he expresses them. These characteristics led him to a doctrinal process and an inquisitorial condemnation; nevertheless, years later, it proved not to be such, but this condemnation influenced in a negative way in Eckhart’s reception.
Keywords: Late Middle Ages, Meister Eckhart, Inquisitorial Process, Conflict between Church and Empire, Fraticelli, Beguines, Free Spirit.
Abstract: When authors and their works are studied, it’s important to consider the historical context, not only to place them in time and understand their concerns, but to interpret them accurately. That’s why I introduce Meister Eckhart’s case, a controversial author, because of his doctrines and the way he expresses them. These characteristics led him to a doctrinal process and an inquisitorial condemnation; nevertheless, years later, it proved not to be such, but this condemnation influenced in a negative way in Eckhart’s reception.
Keywords: Late Middle Ages, Meister Eckhart, Inquisitorial Process, Conflict between Church and Empire, Fraticelli, Beguines, Free Spirit.
En la obra Eckardus Theutonicus, homo doctus et sanctus, que recopila las investigaciones llevadas adelante a fines del siglo XX en torno al proceso de Meister Eckhart, Winfried Trusen escribe:
«Sólo cuando conozcamos mejor el transfondo histórico de la obra de Eckhart, podremos apreciarlo como personalidad global, y evitar los errores que residen en el distanciamiento de su pensamiento de la pastoral práctica de sus otras tareas como representante destacado de su Orden».[1]
Este párrafo realza la importancia de conocer las obras de Meister Eckhart (c. 1260-1328) y el desarrollo histórico de cómo fueron elaboradas, tarea complicada debido a que se poseen pocos datos de la vida del Maestro dominico, más allá de lo que se conoce por los documentos de la Orden de Predicadores y sobre todo por el proceso inquisitorial. Sin embargo, las palabras de Trusen motivan la redacción del presente artículo, buscando ampliar el concepto de transfondo histórico a la «gran historia» y no sólo al desarrollo inmediato de los acontecimientos de la vida de Eckhart. Por tratarse de un personaje de cierta relevancia –el Maestro Turigio era reconocido como un gran intelectual, comprometido con las actividades dirigenciales de su Orden, y un predicador de prestigio– los hechos políticos, eclesiásticos y espirituales no son un mero decorado que rodea la acción reflexiva de Eckhart, en cuanto a sus escritos y predicaciones, ni tampoco un simple marco para la mirada que de él tuvieron otros actores. Es más, para quienes aborden el estudio de las obras del Turingio tampoco debería serlo, ya que la historia es el prisma a través del cual se puede mirar, de modo más cabal, dichas obras y su recepción, ya sea en su propio tiempo como en el actual. La historia brinda una clave hermenéutica que ayuda a evitar anacronismos e interpretaciones sesgadas. El caso de Meister Eckhart y el proceso inquisitorial expresan la importancia de dicho prisma histórico; la prueba es el estudio sobre la doctrina del Maestro dominico llevada adelante en 1980, en el cual se encuentra el escrito de Trusen sobre el proceso contra Meister Eckhart.
Los textos no pueden ser abordados aisladamente, como si fueran impermeables al entorno. Las grandes obras escritas responden a preguntas tan sencillas –y, a la vez, tan complejas– como las siguientes: ¿quiénes son los destinatarios inmediatos y los lectores de esta obra?[2] ¿cuáles son las circunstancias en las que se redactan? ¿qué ideas previas subyacen? ¿qué inquietudes interiores del autor son expresadas en estas palabras? Las preguntas pueden multiplicarse aún más. El mismo proceso de condena de Meister Eckhart no se puede circunscribir a los supuestos errores doctrinales, o a las expresiones ambiguas y osadas que sin duda el Maestro utiliza en sus escritos. Para comprender en profundidad el proceso iniciado en Colonia (1325-1327) y el realizado en Aviñón (1327-1329),[3] se debe hacer referencia a hechos tan influyentes en la interpretación de las obras del Maestro Turingio como la reacción negativa de algunos frailes dominicos a la implementación de la reforma de costumbres llevada adelante por la Orden de Predicadores en Alemania; o el enfrentamiento del Papado con el Imperio, tema recurrente en la Edad Media –que en la situación concreta de Meister Eckhart involucra al Papa Juan XXII (1316-1334) y a Luis de Baviera (1314-1347)–, cuyas repercuciones resuenan en gran parte de la Cristiandad, sobre todo en la región del Rin, donde las Órdenes religiosas replican dicho enfrentamiento, e incluso dentro de una misma Orden sus miembros asumen partidismos enfrentados; o la disputa entorno a la pobreza de Cristo y los Apóstoles, y cómo la misma influye en la defensa o acusación de las distintas órdenes religiosas entre sí frente a Juan XXII.[4] A estas aristas conflictivas de la Renania del siglo XIV se debe adicionar la experiencia comunitaria de los begardos y beguinas, cuyas inquietudes espirituales los lleva a emprender nuevas maneras de vivir la fe que despiertan sospechas en las autoridades eclesiásticas, sobre todo cuando dicha experiencia se confunde con otras expresiones de ribetes excéntricos y heterodoxos.
1. Juan XXII y los espirituales
Por una cuestión de extensión del presente escrito, no abordo el contexto social, económico y cultural de Europa Occidental de los siglos XIII y XIV, por lo que me restrigiré a los acontecimientos estrictamente religiosos; pero no hay dudas de que este marco presenta situaciones complejas[5] que influyen en el ánimo general del hombre bajomedieval. Analizo brevemente la realidad del Pontificado de Juan XXII, sus problemáticas y desafíos, los cuales encuentran sus raíces en Pontificados anteriores, como ser los de Celestino V y Bonifacio VIII.
La elección de Celestino V fue considerada en su momento para muchos poco afortunada, en cuanto que no cumplió con las expectativas depositadas en él;[6] la misma es producto de un acuerdo entre dos de las grandes familias romanas, los Colonna y los Orsini, y el hecho de recurrir a un hombre piadoso de reconocida santidad, supuso para los Cardenales un motivo de esperanza para una Iglesia convulsionada.[7] Pedro Murrone, el Papa angélico, al inicio de su pontificado, es el depositario de las esperanzas de reforma. Sin embargo, los problemas derivados de ciertas decisiones tomadas por Celestino V supondrán grandes dolores de cabeza para los Papas posteriores: la cuestión de los espirituales y la pobreza de Cristo y los Apóstoles son una prueba.[8] Luego de la renuncia de Celestino V, acaecida el 13 de diciembre de 1294, dando por finalizado un Pontificado de menos de seis meses, es elegido Bonifacio VIII. Benedicto Gaetani, su nombre de nacimiento, hereda el conflicto de los espirituales, que se intensifica al revocar los privilegios y beneficios que les había concedido su inmediato antecesor. Es conocido que Bonifacio VIII padeció vínculos complicados con varios grupos: la familia Colonna, el rey francés Felipe IV el Hermoso y su corte de legistas, los güelfos y los gibelinos enfrentados en el norte de Italia.[9] Además, las ideas milenaristas de Joaquín de Fiore, que tomaron algunos franciscanos espirituales como Fray Gerardo del Borgo san Donnino y Pedro Juan de Olivi, afirman la posibilidad del advenimiento de un Papa hereje que combatiría a la verdadera Iglesia de Cristo, la Iglesia espiritual.
Juan XXII recibe estos conflictos, y se granjea los propios, como es el enfrentamiento con Luis de Baviera y sus pretenciones a la Corona Imperial. Durante el período aviñonés del Pontificado la disputa con los llamados espirituales se agudiza, y toma dimensiones claramente políticas. El Papa cahorsino dará un golpe certero a este movimiento. Ubertino da Casale, gran exponente de los espirituales franciscanos, llamados también fraticelli, es obligado a abandonar la orden franciscana para ingresar a la benedictina el 1º de octubre de 1317. Juan XXII promulga la Bula Quorundam exigit, el 7 de octubre de 1317, en la que obliga a todos los disidentes a someterse a la autoridad legítima. No es el único documento contra los espirituales que redacta el Papa.[10] Las medidas disciplinares se mezclan con las cuestiones doctrinales, además de revocar reglamentaciones de la Orden franciscana y su modo particular de administrar los bienes que usufructan.[11] En 1323, con la Bula Cum inter nonnullos, declara que es falso y herético decir que Jesús y sus Apóstoles no poseían ninguna cosa en propiedad, ni siquiera de modo comunitario. Para los espirituales, el Papa había apostatado, y se estaban cumpliendo las profecías de Joaquín de Fiore.
Para 1328 la cuestión se encuentra en un punto álgido. Miguel de Cesena, el Ministro General de la Orden, es llamado a Aviñón donde tiene un altercado fuerte con el Papa. Miguel de Cesena escapa en la noche del 26 al 27 de mayo, junto con Bonagrazia de Bérgamo y Guillermo de Ockham.[12] Enterado Juan XXII de esta huida, el 28 de mayo ordena arrestar a los fugitivos, y el 6 de junio destituye a Miguel de Cesena de todos sus cargos. El 16 de noviembre de 1329 por medio de la Bula Quia vir reprobus refuta todas las tesis defendida por el antiguo ministro general de los frailes menores. Unos meses antes, en el mismo año, Meister Eckhart había sido condenado por el Papa con la Bula In agro dominico, luego de su proceso en Aviñón.[13]
2. Juan XXII y Luis de Baviera
Simultáneamente al conflicto con los espirituales franciscanos, el Papa cahorsino debe enfrentar las pretenciones imperiales de Luis de Baviera y sus ideas novedosas. Luis es un personaje que influye en el proceso contra Meister Eckhart, no porque haya intervenido directamente en el mismo, sino porque el Papa Juan XXII necesita tener partidarios suyos en Alemania para enfrentarlo, y uno de éstos era el Arzobispo de Colonia, Enrique II de Virneburg, que es quien da curso al primer proceso contra el Turingio.
El fallecimiento del Emperador Enrique VII en 1313 abre la disputa por la corona imperial entre Federico de Austria, quien es elegido Emperador por tres electores el 19 de octubre de 1314, y Luis de Baviera, quien a su vez es elegido para el mismo cargo por los otros cinco electores. Ambos fueron coronados el 25 de noviembre. Ninguno tenía la legitimidad asegurada, por lo que ambos recurren al Papa para que dirimiera la disputa.
Una vez que Juan XXII es elegido Papa en 1316, tiene como objetivo debilitar la autoridad del Imperio en favor de la Iglesia, para lo cual mantiene el interregno. El 28 de septiembre de 1322 se desarrolla la Batalla de Mühldorf, en la que Luis vence a su rival. La dieta de Nuremberg declara a Luis como el legítimo Emperador; éste comunica su elección a Juan XXII con la esperanza de recibir su reconocimiento. Sin embargo, el Papa no lo da. Luis no desea esperar más, y decide actuar como Emperador legítimo. Nombra un Vicario General para Italia, lo que hace enfurecer al Papa, quien le aplica penas espirituales, y tiene motivos para hacerlo. Sus intervenciones en Italia y el haber dado refugio en su corte a los espirituales son motivos suficientes para considerarlo un defensor de herejes y un enemigo de la Iglesia. El Papa cita a Luis a Aviñón, quien no se presenta, por lo que pasado el 7 de enero de 1324, luego de haber recibido la gracia de una prórroga, Luis de Baviera es excomulgado. En julio de ese mismo año, Luis vuelve a ser excomulgado. El enfrentamiento continúa.
Se deben estudiar las corrientes de pensamiento que envuelven la disputa entre Papado e Imperio en este período. El Papado expresa la corriente hierocrática, que concibe el poder como proveniente directamente de Dios al Papa y éste es el mediador ante las autoridades terrenales.[14] En el caso particular de Luis de Baviera, la concepción ya es otra: el poder es ascendente,[15] y quien mejor expone esta idea es Marsilio de Padua con su obra Defensor Pacis, publicada en 1324. A Marsilio de Padua se le suman Guillermo de Ockham y Juan de Jardún, y los tres actúan en la corte de Luis.[16]
Luis de Baviera tiene el respado de algunos obispos alemanes y de los espirituales franciscanos; declara al «sacerdote Juan» hereje e indigno del Papado. Su argumentación es reforzada por las ideas de Marsilio de Padua y de Juan de Jardún. Ambos llegaron a Munich en 1326. Para ellos, el Imperio tiene supremacía sobre el Papado. Marsilio de Padua afirma que la autoridad del Emperador no depende del Papa, y por eso su coronación debe ser realizada por representantes del pueblo, que es el depositario del poder que viene de Dios. El conjunto de los súbditos o la parte mejor de ellos son los que tienen la potestad de coronar al Emperador. El gobernante es aquel que fue elegido por el pueblo para que ejecute lo que éste había legislado.[17] Luis de Baviera acepta estas ideas, y pronto las pondrá en acto. Se dirige al centro de Italia en 1327. En Roma, Sciarra Colonna formó un gobierno democrático de 52 ciudadanos. Luis de Baviera ingresa de modo triunfal a la Ciudad Eterna el 7 de enero de 1328. Lo acompañan varios obispos, abades y religiosos, muchos de ellos franciscanos.
Luis desea imperiosamente ser coronado Emperador, pero se hace presente una vez más el problema de su legitimidad. Es en este momento en que se aplican de modo práctico las ideas de Marsilio de Padua y Juan de Jardún.[18] Sin dudas, se trata de un cambio de época. El gran momento de Luis de Baviera llega el 17 de enero. Al ingresar a la Basílica de San Pedro, dos obispos lo consagran según la tradición, y Sciarra Colonna, en calidad de primer ciudadano y representante del pueblo romano, coloca la Corona Imperial en la cabeza de Luis. Es la apoteosis del monarca bávaro. Sin embargo, pronto tendría conflictos con el mismo pueblo que lo ha coronado.
Juan XXII priva a Luis de su ducado de Baviera por una bula el 8 de abril de 1328 y lo cita una vez más a comparecer a Aviñón. El 23 de octubre nuevamente lo declara herético por apoyar a los espirituales y por difundir las ideas del Defensor Pacis. Roberto de Anjou, los boloñeses, florentinos, sieneses y peruginos se coaligan contra el pretendido Emperador Bávaro. Obviamente, el Papa declara nula la coronación laica de Luis.
Roma es un polvorín. Marsilio de Padua realiza una purga de los clérigos que apoyan a Juan XXII; Juan de Jardún, Ubertino da Casale y el hermano Bonagrazia amotinan al pueblo contra el Papa. Luis decide convocar un parlamento para que discuta la doctrina del Sumo Pontífice. Se juzga a Juan XXII en ausencia y se dicta una sentencia de condena y deposición del Papa.[19] Es declarado hereje por sus ideas en relación con la pobreza de Cristo y por el trato que da al Emperador.[20]
La deposición del Papa abre un nuevo capítulo en la disputa entre el Papado y el Imperio, y surge la cuestión de la elección del sucesor. No había cardenales en Roma, por lo que era imperioso establecer el modo de elección. Marsilio de Padua y Juan de Colonna –hijo de Sciarra Colonna– piden al clero romano que conformen un colegio de trece electores. El 12 de mayo se elige al franciscano Pedro Rainalducci, quien recibe de parte de Luis el nombre de Nicolás V. Este antipapa no tendrá mucho apoyo, y su suerte dependerá de la de su mentor, quien al poco tiempo ve decaer su estrella. El 4 de agosto de 1328 ambos dejan Roma.
Luis de Baviera ve cómo se complica el panorama. Debido a traiciones en su contra, debe regresar a Alemania. El antipapa, abandonado, pide perdón a Juan XXII. El año de 1330 es el inicio del declive definitivo de Luis de Baviera.
3. La situación espiritual de principios del siglo XIV
Los conflictos descritos brevemente con anterioridad generan un clima de angustia y temor que evidencian la fragilidad de la vida del hombre.[21] Es el ámbito ideal en el que surgen movimientos populares, con una espiritualidad a veces controvertida y con ideas heterodoxas. Algunos son los peregrinos y penitentes, los flagelantes, beguinas, begardos, los hermanos del Libre Espíritu, los Amigos de Dios, y los ya citados fraticelli y espirituales franciscanos.[22] Hay una necesidad de interioridad que lleva a las personas a una búsqueda espiritual que muchas veces se encuadra dentro de la ortodoxia y otras veces no.[23]
El grupo beguinal tiene su origen en el norte de Europa a principios del siglo XIII, y lo constituyen hombres y mujeres,[24] aunque se difundió más la rama femenina.[25] Se trata de un grupo humano interesante; aspiran a una vida más evangélica de pobreza, mendicidad y predicación, y que a su vez no se encuadra en la típica vida religiosa de los frailes o monjes. En el caso puntual de las mujeres, la actividad de mendigar no era recomendada en las ramas femeninas de las Órdenes mendicantes, puesto que podía ser peligroso para ellas.
Las beguinas se propagan mucho, en especial en la región del Rin y de los Países Bajos. Viven sin una regla de vida aprobada, pero se estructuran en torno a las actividades y a la vida comunitaria. Las guía una maestra, a quien llaman «Marta». Realizan votos privados y temporales. Los beguinatos son espacios de vida común, como un convento, donde llevan a cabo sus tareas, que consiste en leer comunitariamente la Sagrada Escritura y algunos libros de temas espirituales, muchos traducidos a lengua vernácula.[26] Las beguinas también cuidan de los pobres y los enfermos, y realizan tareas manuales, sobre todo el hilado y el tejido. Mendigan para subsistir, según el espíritu de la mendicancia. Las beguinas y los begardos reciben la atención espiritual de los frailes dominicos y franciscanos. De hecho, para el siglo XIV muchos de estos beguinatos se convierten en conventos, sobre todo dominicos; sin embargo, Clemente V condenará este movimiento en el Concilio de Vienne (1311-1312).[27] Juan XXII volverá a condenarlo con su documento Gloriosam Ecclesiam, en 1318,[28] junto con los espirituales franciscanos. Determinada forma de interpretar la Biblia y la crítica a la Jerarquía Eclesiástica levantan sospechas.[29]
Las beguinas y los religiosos mendicantes se vinculan de modo particular; ellos son sus guías espirituales. Muchos de estos religiosos respaldan sus escritos, que son poemas, visiones, cartas y canciones.[30] Los escritos de algunas de estas mujeres tienen la peculiaridad de expresar la vivencia de Dios en el silencio de su celda con el lenguaje trovadoresco y del amor cortés.[31] Las escritoras beguinas son exponentes de lo que se conoce en la Historia de la Espiritualidad como Brautmystik, la mística del desposorio, que se vincula –y no se opone– con la Wesensmystik, la mística de la esencia, cuyo exponente es Meister Eckhart.[32]
Otros grupos presentes en los siglos XIII y XIV son los Amigos de Dios y los Hermanos del Libre Espíritu. Son dos grupos distintos, aunque en los siglos indicados se los suele confundir entre sí. Menos estructurados que los begardos y las beguinas, los Amigos de Dios están constituidos por hombres y mujeres que también quieren vivir una espiritualidad profunda y una experiencia religiosa interior.[33] Los Amigos de Dios, más numerosos en el siglo XIV, son personas que se reúnen en torno a un maestro espiritual. Tauler y Ruusbroec tienen contacto con estos grupos, y junto con Heinrich Suso los distinguen de los Hermanos del Libre Espíritu, quienes practican una vida desordenaba bajo la supuesta guía del Espíritu. Además, éstos eran grupos heréticos, antijerárquicos, anticlericales y reformistas, perseguidos y condenados por la Inquisición.[34] El Libre Espíritu se expresa mediante visionarios estridentes, una moral laxa fundada en que el hombre unido a Dios ya no peca, un quietismo intimista y una rebeldía intransigente.
Los Amigos de Dios siguen las ideas del desapego frente a la creación, el cuidado de la vida interior y la búsqueda de la unión con Dios en la deificación del hombre.[35] Sus miembros viven a lo largo del valle del Rin, entre los Países Bajos y Suiza. Entre ellos se encuentran Enrique de Nördlingen, Nicolás de Lauffen, Juan de Schaftolzheim, Juan Tauler, Enrique Suso, Nicolás de Estrasburgo, Cristina y Margarita Ebner, Elsbeth Stagel, Rulmann Merswin y otros.[36] Transcribían los sermones y los difundían entre ellos.[37] Lamentablemente, a veces son confundidos con los integrantes del Libre Espíritu.
La idea de la divinización se presta a confusión, puesto que los Hermanos del Libre Espíritu la interpretan como una acción realizada por el hombre; éste se hace Dios por sus propios medios. El estar unidos a Dios, y creer ser Dios, los ubicaba por sobre el bien y el mal; por ello, consideran que no están obligados a seguir las correctas normas morales. Al alcanzar el estado de perfectos, el hombre mantiene buena su voluntad, y por lo tanto no peca, y la pobreza comienza a ser sólo interior.[38] Entonces, los esfuerzos ascéticos no tienen valor: el hombre deificado debe vivir como le plazca. El hombre es inocente como Adán; por eso, la desnudez y el libertinaje sexual también forman parte de la libertad moral.[39] Finalmente, junto con estos grupos, también se encuentran los fraticelli o espirituales, de quienes ya se habló en el Primer Punto.
4. La Orden de Predicadores en la Alemania de principios del siglo XIV
En 1248 llega a la ciudad de Colonia san Alberto Magno, el gran Maestro dominico que organiza el Studium Generale que la Orden había creado en la ciudad, y permace allí hasta 1254.[40] En 1267 regresa y muere en 1280. El aporte que san Alberto hace a la teología y la espiritualidad es fundamental para comprender la mística renana, no sólo en el desarrollo especulativo, sino también en la vinculación con parte de los habitantes de la región.[41]
La presencia de san Alberto en Renania es contemporánea con un gran desarrollo de la Orden de Predicadores en la región. Sin embargo, el empuje que la Orden tiene en sus primeras décadas de vida se ve empañada por un período de crisis debido a la sucesión de mandatos cortos de los Maestros Generales.[42] Entre 1285 y 1303 se suceden cinco Maestros Generales.[43] Fray Munio de Zamora, el primero de esta serie (1285-1291) es depuesto de su cargo por el Sumo Pontífice, sin una razón aparente, salvo alguna oposición interna; esto trae un desorden en la familia dominica.[44] Aparece una sutil relajación en algunas provincias,[45] que luego se incrementará con la Peste Negra y con el Cisma de Occidente. Una de las causas de la decadencia es su propio éxito: a fines del siglo XIII la Orden experimenta un gran desarrollo en la fundación de nuevos conventos, que debían ser ocupados por los religiosos. La proliferación de conventos es particularmente amplia en Alemania. Los postulantes se agolpan a las puertas de los nuevos conventos, jóvenes y hombres mayores, e incluso son aceptados niños, contrariando las normativas. La relajación se manifiesta en un silencio que no se respeta, una pobreza que se relativiza, un estudio que no es cuidado y muchos frailes que estaban sin ocupación en los conventos.[46] Comienza una reforma interna, en la cual se enmarca la acción pastoral de Meister Eckhart, quien ocupa diversos cargos, como ser el de Provincial de Sajonia entre 1303 y 1310. En su función de provincial debe corregir las debilidades de los frailes y las situaciones anómalas de los conventos; en caso de resistencia por parte de los sancionados, debe informar de las quejas en los capítulos provinciales e incluso en el Capítulo General. También debe tomar la medida de remover a los malos priores y corregir a los frailes infractores. En el Capítulo General de Estrasburgo de mayo de 1307, Meister Eckhart es nombrado Vicario General para la Provincia de Bohemia, con la finalidad de extender la reforma a los conventos. Aquí encuentra resistencias.[47]
Se conoce que Meister Eckhart impartió clases en la Universidad de París en dos ocasiones, privilegio que entonces sólo compartió con santo Tomás.[48] De regreso a Alemania en 1314, es nombrado Vicario General de Teutonia y reside en Estrasburgo. Allí se enfrenta con el Libre Espíritu.
5. Las acusaciones contra Meister Eckhart
Entre 1323 y 1324 Meister Eckhart es enviado a Colonia como Lector primarius en la Cátedra de Teología.[49] Como se ha podido ver antes, la ciudad está convulsionada por la presencia de miembros del Libre Espíritu, que se confunden con los begardos y beguinas. El Arzobispo Enrique II de Virneburg está decido a enfrentar la herejía, por lo que envía a la hoguera o manda ahogar en el Rin a varios miembros de estos grupos.[50] Junto con esta problemática, existen desaveniencias entre el clero secular y las Órdenes mendicantes. El conflicto radica en las confesiones, en la administración de los sacramentos y los lugares de entierros.[51] Por si estos problemas no fueran pocos, el Arzobispo está enredado en la disputa entre Luis de Baviera y Federico de Habsburgo; el prelado renano apoya a este último, y lo sigue haciendo incluso después de la Batalla de Mühldorf. Finalmente, el Arzobispo también tiene diferendos con el Consejo de la ciudad de Colonia por las libertades que este último quiere obtener.[52] Este conflicto se vincula con el enfrentamiento del Papa Juan XXII con Luis de Baviera; Enrique II de Virneburg se enfrenta al bávaro al ser partidario de Federico y es un apoyo del Papa en Alemania; por otro lado, el Consejo de Colonia es partidario de Luis.
La situación en la ciudad renana se vuelve más delicada en 1324 con la excomunión de Luis de Baviera del 7 de enero. El 28 de marzo del mismo año la sanción es publicada. Luis apela en Sachsenhausen el 22 de mayo y el 11 de julio el Papa lo despoja de todos sus poderes temporales y excomulga a sus seguidores, y exige que Enrique publique la Bula Papal en su Arquidiócesis. El 15 de agosto Enrique II de Virneburg envía la copia de la Bula a los dominicos con la orden de ser leída en alemán el domingo después de la misa, bajo pena de excomunión si no lo hicieran. Entre tanto, para 1325, las sospechas sobre la ortodoxia de Eckhart comienzan a hacerse escuchar.
El 1º de agosto del mismo año, Nicolás de Estrasburgo es nombrado Visitador Pontificio de Teutonia,[53] y llega a Colonia con dicho título. Su función es la de velar por la disciplina de los frailes de la Orden. Entonces es cuando recibe acusaciones contra dos frailes dominicos, Hermann de Summo y Guillermo de Nidecke. Walter Senner escribe lo siguiente:
«Durante la visita de Nicolás de Estrasburgo en el priorato de Colonia, Hermann de Summo y Guillermo de Nidecke fueron acusados de graves infracciones contra la disciplina y la paz interior de la orden y su priorato. Por lo que sabemos de un documento posterior, los cargos fueron como sigue: Fr. Hermann ha sentenciado injustamente a dos frailes cuando fue visitador en un priorato. Como visitador (inspector) del priorato de Colonia por mandato del entonces provincial, Enrique de Gruningen, había tratado de influir en una elección (presumiblemente de un prior) mediante el traslado de frailes e intentando otras intervenciones graves, de modo que los frailes lo agredieron físicamente durante la elección. Además, estaba probado que desapareció del priorato en ropas civiles repetidamente a la noche y que tenía vínculos cercanos con personas lascivas y sospechosas, especialmente con una mujer pobre, quien parecía ser la concubina de un sacerdote secular. … Guillermo de Nidecke fue acusado de tener contacto íntimo con mujeres de mala fama en detrimento de sus estudios y de la buena fama de la orden, debido a sus continuas visitas a una monja, transgredir su clausura, incluso luego de haber sido prohibido expresamente por el capítulo provincial, y de haber causado problemas en otros lados».[54]
Mientras se realiza el proceso contra ellos, Hermann de Summo[55] y Guillermo de Nidecke acusan a Meister Eckhart sin dar pruebas. Aparece una lista con proposiciones supuestamente heréticas extraídas del Libro de la consolación divina, una de las obras del Maestro Turingio. Nicolás de Estrasburgo se ve obligado a abrir una investigación contra Eckhart a raíz de la denuncia. Lo que molesta del Maestro dominico es su modo de predicar. Estos frailes son contrarios a la obra de reforma que lleva adelante Meister Eckhart; el Maestro se defiende y envía una nota cuya primera palabra es Requisitus, documento que se ha perdido.[56] Nicolás de Estrasburgo acepta esta defensa, por lo que desestima la acusación. Hermann de Summo y Guillermo de Nidecke son encontrados culpables. Este último es removido del priorato de Colonia y es enviado a Aquisgrán; Hermann es enviado a la cárcel del priorato.[57] Pero las cosas no quedan así. Guillermo de Nidecke presenta una acusación contra Meister Eckhart ante el Arzobispo de Colonia, Enrique II de Virneburg, y también logra liberar a Hermann de la cárcel del priorato de Colonia, quien se suma a la denuncia.[58] Una vez más, acusan a Meister Eckhart de predicar herejías.[59] Enrique II de Virneburg inicia un proceso de inquisición, basándose en la denuncia de los frailes dominicos. Los comisarios inquisidores son Rainer de Frisia, canónico y doctor en Teología; fr. Pedro de Estate y fr. Alberto de Milán, ambos pertenecientes a la orden franciscana.[60]
Luego de la presentación de unas listas con proposiciones supuestamente heréticas,[61] Eckhart redacta lo que se conoce como el Rechtfertigungsschrift[62] –el escrito de defensa– en donde, además de refutar la acusación de herejía, llama envidiosos a los frailes acusadores. Por otro lado, reclama la libertad y los privilegios de la Orden de Predicadores y afirma que no está obligado a comparecer ante ese tribunal. Meister Eckhart puede ser juzgado sólo por el Papa o por la Universidad de París en cuestiones doctrinales. Además de este descargo, sostiene que muchas de las tesis presentadas no son suyas, y que la falta de comprensión de sus ideas se debe a lo iletrado de sus acusadores, y afirma que está dispuesto a corregir sus errores en caso de ser probados: «Puedo errar, pero no puedo ser hereje, puesto que eso es ser obstinado en el error».[63] Poco después se confecciona otras listas con pasajes extraídos del Comentario al Evangelio de Juan,[64] que supuestamente posee errores,[65] y también con frases del Comentario al libro de la Sabiduría y de varios sermones.
Enrique II de Virneburg instruye el proceso contra el Maestro Eckhart, y el 24 de enero de 1327 el fraile dominico es interrogado por el Capítulo en la Catedral de Colonia. A su vez, Nicolás de Estrasburgo también es acusado de impedir el trabajo de investigación de la Inquisición, por lo que éste apela a la Corte Pontificia.[66] Lo mismo hará el Maestro Eckhart,[67] molesto por la lentitud innecesaria del proceso.
El 13 de febrero de 1327, el Maestro Turingio lleva adelante una defensa espontánea en la Iglesia de los dominicos en Colonia.[68] Un fraile dominico, Conrado de Halberstadt, lee el escrito en latín y él lo traduce al alemán, para dar testimonio de su buena fe y del rechazo a cualquier error que haya podido inferirse de sus escritos y de sus sermones.[69] Los inquisidores le comunican que su apelación a la Santa Sede carece de sentido.[70] Al mismo tiempo, el Vicario del Procurador General, Gerardo de Podahns, envía al Papa Juan XXII una lista con 10 u 11 puntos de acusación contra Hermman de Summo y Guillermo de Nidecke.[71] Este recurso que tiene por objetivo defender al Maestro Dominico quedó sin efecto, puesto que el Papa designó una comisión de teólogos para que convocara a Eckhart a Aviñón. Estos teólogos evalúan las listas hechas en Colonia y el Escrito de defensa, y redactan un escrito en el que están contenidas 28 frases tomadas de sus obras.[72]
Hacia la ciudad del Ródano se dirige el Maestro Turingio. Los teólogos interrogan a Eckhart y redactan el Votum Avenionense,[73] y las consideran a todas heréticas como suenan.[74] En esa misma ciudad el Maestro Eckhart fallece, presumiblemente el 28 de enero de 1328.[75] La Bula In agro dominico, del 27 de marzo de 1329, censura quince proposiciones de los trabajos del Maestro Dominico como heréticos, según como suenan, y dos más que son consideradas heréticas pero no auténticas; también declara once artículos más como auténticos y que pueden ser malinterpretados. Asimismo, el texto de la Bula no expresa una condena directa al Maestro como hereje.[76]
Es necesario tener presente la investigación que se realizó a fines del siglo XX sobre la doctrina de Meister Eckhart y el proceso en su contra. En el Capítulo General de los dominicos de 1980 se pidió realizar una investigación sobre Meister Eckahrt para probar su herejía u ortodoxia. Una vez realizada la misma, se presentó un documento con los resultados a la Congregación para la Doctrina de la Fe,[77] presidida entonces por Joseph Ratzinger, futuro Papa Benedicto XVI en el cual se afirmaba que Eckahrt no debía ser rehabilitado, debido a que jamás había sido condenado. Por otro lado, el Cardenal Ratzinger respondió positivamente a dicha proposición, diciendo que Eckhart no necesita ser rehabilitado; que su doctrina está en consonancia con la fe católica, y que es un teólogo digno de recomendación.[78]
Como conclusión, luego del recorrido realizado, cabe preguntarse: ¿por qué después de más de 600 años los investigadores de la obra de Meister Eckhart reconocen que es un teólogo digno de recomendación? La respuesta puede brindarse luego del breve recorrido hecho por los acontecimientos históricos que enmarcan y colorean el proceso inquisitorial contra el Maestro. El clima espiritual de marcado interés por la unión con Dios y de búsqueda de una vida de profunda interioridad, que se ve atravesado por algunas corrientes espirituales que no responden del todo a la ortodoxia, tiñe de sospecha la obra de Meister Eckhart. Los intereses políticos que se mezclan con las cuestiones religiosas también influyen en la valoración de la obra del Maestro dominico. Esto se puede apreciar en el proceso de Colonia promovido por Enrique II de Virneburg, quien a su vez es un aliado del Papa Juan XXII en el diferendo contra Luis de Baviera. Este apoyo, sin duda, influyó en el proceso aviñonés contra Eckhart; se podría decir, por el tenor de la condena y su restricción a la Provincia de Colonia, que ésta se dictó, en buena medida, para que Juan XXII conservara a uno de sus aliados en la Alemania de los largos enfrentamientos entre el Papado y el Imperio. No eran tiempos para perderlos, ya que también el Papa enfrenta la cuestión de los espirituales, quienes ponían en tela de juicio su ortodoxia y que se habían aliado con Luis de Baviera.
Al mismo tiempo, la Orden de Predicadores padece disensiones internas en relación al espíritu de reforma que era necesario aplicar, del cual Meister Eckhart es uno de sus exponentes. Los celos que suscita un afamado teólogo y predicador, cuyo pensamiento es complejo y de expresión ambigua, brindan el condimento para desviar la atención de la reforma hacia el cuestionamiento doctrinal del Maestro turingio. El clima espiritual un poco enrarecido es el marco necesario para que estas acusaciones sean tenidas en cuenta.
Como se puede apreciar, el juicio negativo que en su momento se hizo sobre algunas expresiones contenidas en las obras de Eckhart no puede ser analizado y estudiado sin tener en cuenta el prisma histórico a través del cual se realizó dicho juicio. Esto evita que se caiga en una parcial evaluación de las obras de uno de los grandes exponentes de la espiritualidad cristiana, me atrevo a decir, de todos los tiempos. De este modo, se podrá comprender con mayor justicia la contribución filosófica, teológica y espiritual de uno de los grandes escritores de la Iglesia Medieval.
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Notas
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Notas de autor