Resumen: Una de las figuras eclesiales que ha permitido hacer una teología pastoral vivencial, profunda y encarnada ha sido el Beato Cardenal Eduardo Pironio. Se presenta en este artículo su semblante de pastor que vivió y animó la recepción del Concilio Vaticano II, se destacó como profeta de esperanza en tiempos difíciles y encarnó la opción por los pobres, fruto de la exigencia del Evangelio. Su vida y enseñanzas son un aporte importante para la disciplina de la Teología Pastoral.
Palabras clave: Pironio,Pastor,Concilio,Esperanza,Pobres.
Abstract: One of the ecclesial figures who has made possible an experiential, profound and incarnated pastoral theology has been Blessed Cardinal Eduardo Pironio. This article presents his profile as a pastor who lived and animated the reception of the Second Vatican Council, who stood out as a prophet of hope in difficult times and who embodied the option for the poor, the expression of the demands of the Gospel. His life and teachings are an important contribution in the field of Pastoral Theology.
Keywords: Pironio, Pastor, Council, Council, Hope, Poor.
Artículo
Un semblante pastoral del Beato Eduardo Pironio. Aportes para la Teología Pastoral
Recepción: 10 Mayo 2024
Aprobación: 11 Junio 2024
El 16 de diciembre de 2023 la Iglesia Argentina vivió una gran alegría porque fue beatificado el Cardenal Eduardo Francisco Pironio en el Santuario de Luján, donde quiso estar para siempre junto a la Virgen, su madre y madre de los argentinos. En la Carta Apostólica del Santo Padre que lo declara Beato se lo describe como «humilde Pastor según el espíritu del Concilio Vaticano II, testigo de esperanza y paciencia evangélicas, defensor denodado de la causa de sus hermanos más pobres».[1] Esta descripción permite hilvanar algunos aspectos de su vida para repensar su eclesialidad, pastoreo, teología, espiritualidad y compromiso histórico, y dejar algunos criterios para el hoy de nuestra Iglesia que se encuentra ante los desafíos contemporáneos.
El Cardenal Pironio ha contribuido profusamente a la teología argentina, latinoamericana y universal; desde múltiples áreas: trinitaria, cristológica, eclesiológica, pastoral, espiritual. Estos aportes se encuentran en una gran variedad de sus escritos; pero de un modo particular los hallamos en sus «Meditación para tiempos difíciles» y en la «Interpretación cristiana de los signos de los tiempos». En ellos podemos ver su figura de pastor, que auscultando la realidad eclesial y social, las iluminaba con la luz proveniente de la Pascua del Señor para alentar la esperanza de los hombres.
En este trabajo retomo las imágenes que el Padre Francisco presenta para su beatificación e intento presentarlo a partir de las mismas. La figura del Cardenal en toda su obra supera estas categorías, lo mismo sus escritos y los diversos libros y artículos que sobre su obra, para que las nuevas generaciones lo puedan conocer, descubrir, valorar e imitar.
Luego de la presentación del Beato Eduardo según la Carta Apostólica intentaré indicar simplemente algunos aportes a la Teología Pastoral que él nos dejó a través de sus enseñanzas tanto escritas como vivenciales.
La categoría de pastor define toda su vida. Él entendía al Pastor desde la imagen de Jesús Buen Pastor (Jn 10), que es enviado por el Padre y experimenta su amor, posee una alegría colmada, conoce las ovejas, las cuida y da su vida por ellas, busca a las descarriadas, las conduce a un solo rebaño-comunidad.[2]
Pironio es un obispo conciliar. Participa del Concilio como perito en su segunda sesión, fue ordenado en pleno Concilio Vaticano II en 1964, participó en él hasta su conclusión. Esto podría ser un dato anecdótico, sin embargo, incorporó sus enseñanzas y las difundió durante todo su ministerio. En sus retiros, escritos y en su pastoreo las hacía presente en todo momento. A modo de ejemplo, en un retiro predicado a obispos españoles la reflexión sobre el obispo toma varias categorías tomadas del Concilio y de su reflexión posterior.[3] Cuando habla del Obispo como hombre de comunión dice:
«Las descripciones de la Iglesia como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu, están indicando esta unidad. Esto significa: Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo; (…) yo seré el Padre, vosotros seréis mi familia. Son todas descripciones que presentan a la Iglesia como Sacramento de comunión».
Los obispos de América Latina una vez finalizado el Concilio se propusieron recepcionarlo en Medellín para todo el continente. Pironio fue el Secretario General del mismo y animó a que los documentos sean en el espíritu de la Asamblea conciliar.
Cuando explica los signos de la Iglesia en Latinoamérica presenta a la Iglesia como «sacramento universal de salvación» (LG 48).[4] Esta Iglesia es a la vez «instrumento» que por la gracia de Cristo conduce a la humanidad a la recapitulación de las cosas en Él. Es signo e instrumento de la salvación. Ésta es al mismo tiempo liberación completa y desarrollo de todos los valores humanos. La Iglesia, llamada a expresar y realizar la comunión divina, está encarnada en la historia humana para extenderse en todas las naciones. Esta salvación implica «entrar en plena comunión divina»,[5] y desde aquí se puede entender la problemática de la comunidad humana.
La comunidad cristiana exige tres niveles de comunión. Comunión con Dios, comunión fraterna de los bautizados, la realización en la plena unidad de Cristo de la comunidad humana. Esta es una comunidad de hombres nuevos en Cristo. Por eso entra en una
«salvadora comunión con el mundo: comunión afectiva, en cuanto asume sus angustias y esperanzas; comunión de palabra, en cuanto escucha al mundo y lo interpreta a la luz del Evangelio; comunión de acción y servicio, en cuanto se solidariza con su suerte y le comunica la ley nueva del Amor».[6]
Lo que implica en la Iglesia un llamado a la conversión para dar la respuesta a los pueblos que la miran. La única respuesta de la Iglesia es Cristo, luz de las gentes (LG 1).
Encontramos su misma mirada en la animación de la vida presbiteral, religiosa y laical. Cuando fue Prefecto para la vida religiosa y consagrada tuvo el rol de actualizar las constituciones de varias congregaciones en el espíritu conciliar y animarlas a vivir a fondo la renovación eclesial. El dinamismo que generó a cargo de los laicos y su inserción en el mundo y en la Iglesia, sobre todo a partir de la Christifideles Laici, generó una revaloración de la vida laical en la Iglesia y fue el gran difusor de las enseñanzas del Papa Juan Pablo II. Esto son también signos de su talante eclesial renovado por el Espíritu que sopló en el Aula conciliar. Lo expresa con gran claridad el Cardenal Bocos Merino:
«Subrayando la comprensión de la Iglesia como Misterio, Comunión y Misión; acentuando la diversidad y complementariedad de las vocaciones, y la articulación entre carismas y ministerios, iluminó los temas a tratar en los sínodos sucesivos sobre la vocación y misión de los sacerdotes, de los consagrados y de los obispos. Estos tres últimos sínodos no se entienden si se desconectan de la exhortación postsinodal Christi fideles laici».[7]
Al hacer una mirada diacrónica de sus escritos se podrá comprobar que, además de la Palabra y sobre todo el Evangelio, va dejándose iluminar por los documentos emanados del Santo Padre de cada momento y de los Documentos Latinoamericanos de su época, los asume y los predica para que puedan ayudar a una vida plenamente eclesial.
Así como su oración y mensaje estuvieron teñidos por las enseñanzas de los Papas a lo largo del tiempo, creo que se puede afirmar, sin lugar a dudas, que también tuvieron del Beato más de una inspiración.[8] En coherencia con ello actualmente se pueden descubrir muchas coincidencias con el magisterio del Papa Francisco. Las temáticas de Aparecida, EvangeliiGaudium, Laudato Si’ .Fratelli tutti estarían en su corazón y aportaría a su comprensión y concreción en estos tiempos providenciales, como le gustaba expresar.
El Papa Francisco lo define como «testigo de esperanza», el testigo es una persona que puede expresar lo que vio u oyó. Otros lo llaman «profeta de esperanza», lo que es seguro que no se cansaba de animar y sostener a todos desde esta virtud teologal, fruto de la Pascua y don del Espíritu Santo.
El Cardenal Pironio vivió predicando la Pascua, diciendo a todos los hombres «resucitó Cristo, mi esperanza». ¡Con qué fuerza repetía las palabras de la liturgia en la secuencia del domingo de Pascua: «dinos, María Magdalena, ¿qué viste en el camino? He visto a los ángeles... ¡Ha resucitado Cristo, mi esperanza...»! No fue casual que se lo llamara el profeta de la esperanza, porque durante su ministerio no se cansó de gritar la esperanza y de invitar a toda la Iglesia a vivirla desde la fecundidad de la cruz y la alegría de la resurrección. Al contrario, él mismo define a los obispos y presbíteros como esenciales profetas de esperanza «porque son, por definición, los primarios testigos de la Pascua».[9]
Para el Cardenal «el profeta es un hombre poseído fuertemente por el Espíritu que anuncia con fidelidad y coraje en el lenguaje de los hombres las innumerables maravillas de Dios».[10] El profeta debe ser categóricamente un hombre poseído por el Espíritu. Para él si no se es contemplativo no se puede ser profeta, por eso éste es fiel y tiene audacia, la parresia, para hablarle a los hombres de Dios.
En el profeta hay gestos proféticos: el trabajo evangélico con los pobres, las palabras proféticas «no te es lícito…» (Mc 6,18) o la denuncia del mal. Cuando en el mundo se multiplicaron los profetas de calamidades,[11] él no se cansó de gritar la esperanza e invitó a los cristianos ser testigos del Cristo Pascual. Pero fundamentalmente la profecía es anuncio del Reino de Dios y de su justicia, es una invitación a la conversión. El profeta es el que habla y anuncia la conversión, es anuncio de la esperanza.
El Cardenal siempre invitó a la esperanza aún en medio de la Cruz y del sufrimiento. Su anuncio nacía de la experiencia del Señor. Su lema episcopal era: «Cristo entre ustedes esperanza de la gloria», por estar arraigado en Cristo Jesús podía ser naturalmente un profeta.
Podemos preguntarnos ¿Cómo deben ser los profetas de esperanza? Él va a hacer una detallada descripción en la que caracteriza a estos profetas como los hombres poseídos por el Espíritu Santo, animados como los Apóstoles para anunciar al Cristo de la Pascua sin temores, dispuestos a ir a la cárcel y a los oprobios por ser testigos del Señor Crucificado.[12] Los profetas «son hombres desinstalados y contemplativos que saben vivir en la pobreza, la fortaleza y el amor del Espíritu Santo, y que por eso se convierten en serenos y ardientes testigos de la Pascua».[13] Son contemplativos, pobres y fuertes. El discípulo sabe que siempre tiene que seguir aprendiendo del Maestro, por lo tanto, dejar que Él vaya mostrándole el camino sin exigir privilegios o seguridades más allá de su fe.
El profeta de la esperanza vive gracias a varias certezas. La certeza que todos somos hijos, recreados en Cristo Jesús. La certeza que la Cruz vence en los tiempos de dificultad. La certeza que Dios interviene en la historia. La certeza que estamos llamados a hacer una historia nueva desde la fe. La certeza de la fuerza transformadora de las bienaventuranzas.
Tiene una mirada de pastor que acompaña, animado por el Espíritu, para superar los tiempos de angustia, para alentar en la esperanza a los que vacilan. También como profeta de esperanza, invita a los creyentes a asumir la historia y a transformarla para que se haga presente en ella el Reino aquí en la tierra, sabiendo que hay una atención escatológica. Él decía: «Esta no es la hora de los débiles y cobardes, sino de los fuertes y audaces en el Espíritu, de los que han elegido al Señor. Es la hora de los testigos y de los mártires».[14]
La descripción que hace el Siervo de Dios es una manifestación de su propia experiencia. Vive enraizado en las virtudes teologales, está muy fuertemente puesto en la contemplación del amor del Padre y ve la cruz como una gran oportunidad para vivir la esperanza. Por eso no se dejó ahogar ni agobiar.
Cuánta falta hacen los profetas de esperanza «porque, (...) han comprendido que los tiempos difíciles son los más providenciales y evangélicos y que es necesario vivirlos desde la profundidad de la contemplación y la serenidad de la cruz».[15]
En una entrevista al Cardenal Vérgez (quien fuera secretario de Pironio en Roma) dice que «no se puede entender a Pironio sin su opción preferencial por los pobres». En Medellín la Iglesia latinoamericana «redescubrió su rostro de comunidad misionera, llamada a anunciar la buena nueva a todos los hombres, en primer lugar, a los más pobres y necesitados».[16]
Encontramos en el Cardenal una mirada sobre la pobreza, podríamos decir espiritual, no ajena a la vida. Sí fuertemente marcada por la virtud cardinal de la pobreza. En la «Meditación para tiempos difíciles» tiene un punto sobre la pobreza y la esperanza que se puede sintetizar con la siguiente frase:
«La esperanza cristiana se apoya en la omnipotencia y bondad de Dios. Para apoyarse en Dios hace falta ser pobre. La pobreza cristiana es total desposeimiento de sí mismo, de las cosas, de los hombres. Es hambre de Dios, necesidad de oración y humilde confianza en los hermanos».[17]
Esta actitud de la pobreza encarnada le permite ser un pastor cercano a la gente, sencillo, alegre, cordial, tenía una gran capacidad de escucha y de diálogo, tuvo conciencia de que solo Cristo es el buen pastor, que Cristo vive en el Obispo, quien debe conocer, buscar y dar la vida por sus ovejas. El Evangelio de Juan dice que el pastor conoce a sus ovejas y las llama por su nombre (Cf. Jn 10). Esta era una virtud que tenía Pironio, se acordaba de todos los nombres, tenía una capacidad enorme para conocer a uno por uno quien era y el nombre que tenía.
Su pastoreo cercano y fraternal brotaba de su dimensión contemplativa. Como afirma Carlos Galli «Pironio es un buen pastor que puso el amor de su corazón en Dios y en su Pueblo».[18]
Mons. Pironio como pastor conocía bien lo que vivía su pueblo, sus esperanzas, alegrías, dificultades, pobrezas, dolores, violencia, persecución. Asumió con el Concilio y, sobre todo a partir de Medellín, la causa de los pobres y su liberación. Su compromiso con el Evangelio lo conducía necesariamente a amar y servir a los privilegiados de Jesús. Quiso comprometerse con los desafíos que la realidad presentaba y expresaba:
«Frente a los desafíos que la realidad plantea hay dos actitudes: una de apertura a Dios y otra de presencia en el mundo en que se vive. Ambas van juntas. El cristiano no se puede abrir a Dios, si no es desde la situación concreta en la cual se mueve con vehementes deseos de iluminarlas. La única actitud buena es la de una fe viva y encarnada».[19]
Esto le trajo muchas consecuencias, porque cuando el pastor predica y es coherente, identificando su vida con el mensaje, pone en juego todo su ser y vienen luego las persecuciones. Por esto Pironio tuvo que sufrir muchas críticas de quienes querían un Evangelio sin compromiso social, sin encarnarse en la vida cotidiana y dar respuesta a los problemas de los hombres.
Él sabía que se vivían tiempos difíciles para los hombres, el mundo y la Iglesia. Y para estos tiempos difíciles propone la esperanza y el compromiso evangélico de la transformación de la historia. Invita a todos los creyentes a asumir la historia y transformarla para que se haga presente el Reino aquí en la tierra, teniendo siempre muy presente la tensión escatológica. Los hombres esperan de los cristianos que sean constructores positivos de la paz, que comuniquen la alegría y no se cansen de gritar la esperanza,
Nuestro Beato es el pastor que se deja herir por las realidades que vive junto a su pueblo. Le duele la injusticia, la violencia, el egoísmo, las mezquindades de los políticos de su pueblo. Sufre y acompaña a los identificados con la Cruz de Cristo por las torturas, las desapariciones, las muertes. Acompañó especialmente a Mons. Romero. Sufre por la Iglesia y por los problemas que vivía, contradicciones, bandos, difamaciones. Sufre porque la ama. Acompaña paternalmente a las víctimas, reza por ellas y cuida de los que están doloridos. Su preocupación y visita permanente a los padres de Coca Maggi, secuestrada y que luego apareció muerta lo ejemplifica.
En el Foro Internacional de la II Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en Buenos Aires les habla a los jóvenes con gran claridad sobre el compromiso de la Iglesia en la Nueva Evangelización, la pobreza y la promoción humana. Sintetizamos sus ideas principales resumidas en los siguientes puntos:
«Simplemente quiero precisar y sintetizar lo siguiente:
– que una verdadera evangelización supone un compromiso –coherencia de fe– con la opción por los pobres, la promoción humana y la liberación integral de todo el hombre y todos los pueblos;
– que esta liberación –fruto de la Redención de Cristo– supone, ante todo, la verdadera libertad de los hijos de Dios: liberados del pecado y sus consecuencias, revestidos de Jesús, “el Hombre en camino hacia la definitiva liberación de los hijos adoptivos de Dios, de toda la humanidad y toda la creación cuando se manifiesta totalmente la gloria de Dios y seremos definitivamente libres (cf. Rom 8,18–25); una verdadera liberación lleva a una “nueva creación” en Cristo (cf. 2 Cor 5,17; Ef 2,10);
– que la verdadera “opción por los pobres” y el trabajo por “la liberación de los hombres y los pueblos”, sólo pasa a través de las bienaventuranzas evangélicas y del misterio pascual de Jesús. No podemos quitar al Evangelio su dimensión social y terrena, pero debemos constantemente reafirmar su esencial dimensión de interioridad, de trascendencia y de escatología».[20]
En los textos que hemos presentados queda muy claro su compromiso con los pobres y la nueva evangelización. Su predicación es clara, la centralidad es en Cristo y en Él la verdadera liberación se alcanza en el compromiso de cambiar las situaciones o estructuras que generan pobreza, marginación para realizar la Civilización del Amor, como invitaba el Papa Pablo VI. El Cardenal es un hombre con los pies en la tierra. Desea que todos en la Iglesia también lo sean.
Luego de este breve recorrido a partir de la definición de su figura por el Papa Francisco podemos destacar algunos aspectos que pueden ser indicadores para continuar haciendo teología pastoral en la vida y en los ámbitos académicos. Su contribución a la Teología pastoral no es la de un intelectual desencarnado sino la de un pastor que ausculta la voluntad de Dios y la propone para anunciar sus maravillas. Mons. Pironio nos ha dejado varios criterios que pueden ayudarnos a responder al paso de Dios aquí y ahora.
Vivimos tiempos distintos a los que vivió el Cardenal, pero que también son difíciles. La Iglesia y los cristianos estamos frente a una realidad que cuestiona nuestro modo de testimoniar a Jesucristo, que exige renovación en la fidelidad evangélica. Hay problemáticas diferentes y situaciones nuevas, sin embargo, todas ellas necesitan la novedad del Evangelio ofrecida por testigos, que son a la vez contemplativos y encarnados.
Frente a la realidad actual en nuestra Argentina, América Latina y el mundo sus palabras nos cuestionan sobre nuestro ser eclesial e inserción histórica. Nos animan a pensar una pastoral que encarne el Evangelio y a la vez, sea un anuncio profético frente a los problemas acuciantes del mundo contemporáneo. El Papa Francisco nos pide que renovemos la Iglesia en clave de misión. ¿Somos capaces de responder como lo hizo el Cardenal en su tiempo?
Algunos criterios pastorales que podemos inferir de este artículo y de un conocimiento mayor del Cardenal pueden ser expresados de la siguiente forma: [21]
a) Pironio es un hombre animado por el Espíritu y al mismo tiempo realista y encarnado. La reflexión teológica y la vida pastoral deben partir de esta visión y responder a los desafíos desde la fe, la comunión, y da una mirada de pastor que sabe acompañar, animado por el Espíritu, para superar los tiempos de angustia y alentar en la esperanza a los que vacilan. Es decir unir la fe y la vida, la praxis y la reflexión, la contemplación y la acción.
b) Para iluminar la realidad y responder a los tiempos difíciles debe hacerse desde la plenitud del amor, la fecundidad de la cruz y la fuerza transformadora de las bienaventuranzas evangélicas.
c) Hay que asumir la historia y transformarla para que se haga presente el Reino aquí́ en la tierra, no olvidando la tensión escatológica en la que vivimos.
d) Debemos dar respuesta a nuestros hermanos, que tienen derecho a que esperemos contra toda esperanza y nos convirtamos en constructores positivos de la paz, comunicadores de alegría y verdaderos profetas de esperanza.
e) Nuestra teología, para que ilumine sapiencialmente, deberá ser realizada por varones y mujeres fuertes y audaces en el Espíritu, de los que han elegido al Señor. Es la hora de los testigos y los mártires.
Monseñor Pironio concluía todas sus predicaciones, charlas y homilías invocando a su Madre tan amada, la Virgen María. La vida de Eduardo vida es fruto de su intercesión; su ministerio pastoral estuvo siempre animado, sostenido y acompañado por Ella.
Al terminar esta presentación ofrezco parte de la oración que hizo Pironio con motivo de sus 50 años de vida sacerdotal y que de alguna forma manifiesta la semblanza que se ha hecho de él al proclamarlo beato:
«Virgencita de Luján, Madre nuestra y de todos los argentinos, Madre de los pobres y de los que sufren, Madre de mi sacerdocio:
Hoy vuelvo como simple peregrino, después de haber hecho tanto camino de amor, de donación y de esperanza, trayendo el alma agradecida y marcada por la cruz pascual de tu Hijo Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
Te pido me ayudes a dar gracias al Señor por mi familia, cristiana y numerosa, sencilla y trabajadora, por mis padres y mis hermanos y mi hermana. Amigos y maestros sabios
En tu corazón dejo mis alegrías y mis cruces. Dejo mi ofrenda de pobre: lo poco que hice y lo mucho que no supe hacer. Dejo mi querido pueblo argentino y mi querida Iglesia que peregrina en la Argentina, la Iglesia Universal que preside Juan Pablo II. Desde tu corazón grito al Padre: “Fiat y Magníficat”».[22]