Varia

Primeras aproximaciones de cronistas y clérigos castellanos al paisaje precolombino arquitectónico y entnográfico andino

First approaches of chroniclers and Castilian clergymen to the pre-Columbian architectural and andean ethnographic landscape

Primeiras abordagens de cronistas e clérigos castelhanos à paisagem arquitetônica e etnográfica pré-colombiana andina

Paula Ermilia *
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú

Estudios de Historia de España

Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, Argentina

ISSN: 0328-0284

ISSN-e: 2469-0961

Periodicidad: Semestral

vol. 26, núm. 2, 2024

iheuca@uca.edu.ar

Recepción: 17 febrero 2023

Revisado: 25 mayo 2023

Aprobación: 28 julio 2023



DOI: https://doi.org/10.46553/EHE.26.2.2024.p193-209

Resumen: El objetivo de este artículo es identificar las primeras miradas publicadas por los cronistas y clérigos castellanos al paisaje arquitectónico y etnográfico andino. Estas primeras impresiones describieron rutas ya establecidas y conocidas por los primeros conquistadores que alcanzaron fama suficiente para convertirse en lugares buscados y visitados por diversos motivos a los que otorgaron significados foráneos. Sus conocimientos y experiencias previos no fueron obstáculos para realizar las primeras aproximaciones a costumbres y técnicas precolombinas. Aquellas experiencias se vaciaron en crónicas, en las cuales se encuentran referencias “arqueológicas y antropológicas” de las culturas precolombinas desarrolladas en el área andina-altiplánica. En este contexto, algunos cronistas laicos y religiosos creyeron identificar restos de pasadas evangelizaciones que concordaran con los padres de la Iglesia, San Agustín y Santo Tomas, que la difusión de la Palabra habría sido universal.

Palabras clave: Cronistas, clérigos, antigüedades, etnografía, Siglos XVI y XVII.

Resumo: O objetivo deste artigo é identificar as primeiras vistas publicadas por cronistas e clérigos castelhanos sobre a paisagem arquitetônica e etnográfica andina. Essas primeiras impressões descreviam percursos já estabelecidos e conhecidos pelos primeiros conquistadores que alcançaram fama suficiente para se tornarem lugares procurados e visitados por diversos motivos aos quais atribuíam significados estranhos. Seus conhecimentos e experiências anteriores não foram obstáculos para fazer as primeiras abordagens aos costumes e técnicas pré-colombianas. Essas experiências foram esvaziadas em crônicas, nas quais há referências “arqueológicas e antropológicas” das culturas pré-colombianas desenvolvidas na região andino-altiplana. Neste contexto, alguns cronistas leigos e religiosos acreditaram identificar vestígios de evangelizações passadas que coincidiam com os padres da Igreja, Santo Agostinho e Santo Tomás, de que a difusão da Palavra teria sido universal

Palavras-chave: antiguidades, séculos XVI e XVII.

Abstract: The aim of this article is to identify the first views published by the Castilian chroniclers and clergymen to the Andean architectural and ethnographic landscape. These first glances described routes established and known by the first conquerors that achieved sufficient fame to become famous and visited places by diverse reasons to which they gave foreign meanings. Of equal way they described the pre-Columbian customs and technologies. Those experiences were written into chronics, in which there are "archaeological and anthropological" references of pre-Columbian cultures of the Andean-highland area. In this context, some chronicles believed to identify remnants of past evangelizations that agreed with the fathers of the Church, St. Augustine and St. Thomas, that the spread of the Word would have been universal.

Keywords: Chroniclers, clergymen; antiquities, etnography, XVIth and XVIIth centuries, antiquities, clergymen.

Este artículo trata de las impresiones que provocaron los paisajes de antiguallas andinas a los cronistas. Los europeos al llegar al mundo andino descubrieron culturas más antiguas que la Inca y se quedaron maravillados con lo que vieron. Piedras ciclópeas que formaban parte de infraestructuras que los recién llegados denominaron antiguallas. Estas ruinas precolombinas rápidamente se hicieron conocidas por los primeros europeos que llegaron a América, siendo una de las más renombradas, Tiahuanaco, por sus monumentales piedras. Los constructores de esa civilización preinca habían dejado sus evidencias y huellas en el paisaje andino. Asimismo, los cronistas y clérigos en su peregrinar por las nuevas tierras australes, ponderaron la construcción inca, contemporánea a la española.

Los cronistas integraron los datos recogidos, observados y oídos en el área andina, mezclándolos con sus propios conocimientos y mitos, buscando con frenesí en la inmensidad del nuevo continente la concreción de sus mitos considerados reales: el Dorado, las Amazonas, el peregrinar de apóstoles e hijos de Noé, la Fuente de la Juventud, el Paraíso Terrenal, entre otros.1 No se debe olvidar que América fue descubierta por personas que pertenecían a una etapa histórica de transición entre la Baja Edad Media al Renacimiento, la primera etapa de la Modernidad. Estas personas estaban cargadas de un bagaje cultural, que incluía creencias medievales y apertura al mundo clásico. De esta manera, la redacción de las obras históricas, geográficas y religiosas sobre el Nuevo Mundo tenían un fondo explicativo basado en conocimientos medievales, clásicos, épicos y bíblicos. La referencia a autoridades de la Antigüedad desempeñó una función de apoyo y legitimación del discurso, como los padres de la Iglesia, San Agustín y Santo Tomás, pero también estuvieron influenciados por obras más laicas como la de Jean Mandeville. Por eso, no resulta extraño que, en un primer momento, las construcciones monolíticas encontradas en el área andina fueran comprendidas y explicadas, recurriendo a personajes clásicos, religiosos e incluso mitológicos.

El primer referente en interpretar las tierras descubiertas fue Cristóbal Colón, un hombre que representaba la transición entre lo medioevo y lo moderno, considerándolas no sólo por su belleza paisajística, sino también mística.2 Influenciado por la obra de Mandeville, en su tercer viaje a las Indias, Colón creyó estar cerca del Paraíso Terrenal,3 ubicándolo en la zona de la actual Trinidad y Tobago y la desembocadura del río Orinoco, considerado uno de los cuatro ríos que nacían del paraíso junto con el Tigris y Éufrates, Ganges y el Nilo. Específicamente, a cien millas al oeste de las Azores, se producía un cambio climático marcado y el mar se elevaba ligeramente, en cuya cumbre reinaría el árbol de la vida de la que emanarían los cuatro grandes ríos. Un lugar inaccesible, rodeado de montañas, bestias y fuego.4 Mandeville indicaba la existencia del Paraíso Terrenal en el Oriente, en un lugar sagrado, exclusivo que no se podía acceder.5 De esta manera, Colón encajó esta nueva geografía con al mundo mítico y legendario medieval que estaba tan en boga y pervivía en el imaginario general de la época transicional en la que vivía. Si bien, su empresa comienza con la búsqueda de una nueva vía hacia las Indias, también dio a su viaje un carácter mesiánico. La empresa de Colón era de Estado y Fe.6

De forma análoga, los europeos que llegaron con posterioridad a América, fuesen laicos o religiosos, considerarían que estas nuevas tierras, bendecidas por dones naturales, encerraban dentro de sí, la presencia del paraíso añorado y perdido. Libros tenidos como referentes serían El libro de las maravillas del mundo (1356) de Jehan de Mandeville y El viaje de San Brandan (siglo XII) de Benedity.7 Mas tardíamente, los europeos tendrían presente, Paraíso en el Nuevo Mundo (1650-1655) de León Pinelo que describía América en utopías renacentistas e imaginarios bíblicos.8Con estas ideas, los distintos cronistas civiles y religiosos apreciaron las antigüedades de las culturas precolombinas que habían desaparecido cuando llegaron.

1. Percepciones connotativas de los cronistas de los paisajes precolombinos

En este artículo se hace uso de percepciones connotativas que son miradas con las que se valoran los paisajes, singularizándolos y creando alrededor de ellos un discurso significativo y metafórico. Constituyen lo que Alain Roger califica de “metafísica” o “metamorfosis” del país al paisaje, construyendo referencias paisajísticas que trascienden lo objetivo del país, metamorfoseándolo en paisaje y marcando las pautas de su observación y reconocimiento.9

“Las percepciones connotativas crean un acervo de referencias paisajísticas que no sólo resaltan los valores de los paisajes y los blindan ante posibles agresiones, sino que, además, influyen en los propios análisis e interpretaciones científicas de los mismos. Ello da lugar a que, en ciertos paisajes peculiares, se interpenetre tanto lo denotativo o real y lo connotativo o mitificado que resulte difícil el deslinde entre elementos de cada categoría.”10

Este artículo corresponde a algunas miradas connotativas de algunos cronistas de los siglos XVI y XVII, como Bernabé Cobo, José de Acosta y Reginaldo de Lizárraga, que realizaron descripciones paisajísticas arquitectónicas y etnográficas precolombinas.

2.1. Sitios considerados antiguallas andinas en los siglos XVI y XVII

Las descripciones de los cronistas de las ruinas precolombinas están entrecruzadas de realidad y leyenda, mezclándose sus afanes de grandeza y placer con los temores más pavorosos. En sus visiones, hay siempre el lejano espejismo de una realidad efectiva: el oro del Perú, la plata de Potosí, la abundancia de Jauja y la riqueza del Cuzco.

Una ruta de antiguallas peruanas se fue formando a medida que el conquistador avanzaba por el área andina que estaría conformada por los restos encontrados en el norte peruano, pertenecientes a lo que hoy conocemos como las culturas Chimú y Moche y en la costa central, destacaría Pachacamac. La ruta continuaría con Chavín en la sierra oriental y el Cuzco entre los valles interandinos del sur, para finalmente coronarse con una de las antiguallas más impactantes del área andina que sería Tiahuanaco en el altiplano andino del Titicaca. Rutas largas y agotadoras realizadas en cabalgaduras, caballos o mulas, en tramos a pie, ayudados por los indios, según los requerimientos del camino. Hay que tener en cuenta que aquellas culturas precolombinas no fueron identificadas en aquel entonces, solo apreciadas como antiguallas andinas.

Tabla 1: Relación de cronistas que describieron antigüedades en el área andina en los siglos XVI y XVII.
AñoCronistaLugarRegión
1553Pedro Cieza de LeónPucaraAltiplano del lago Titicaca
1560Fray Juan de San PedroHuamachucoSierra norte peruana.
1584Cristóbal de AlbornozChavín PachacamacSierra central peruana Costa central peruana
Fines del siglo XVIGonzalo Fernández OviedoPachacamacCosta central peruana
Fines del siglo XVIFray Martin de MurúaCuzco: CoricanchaSierra central de los Andes
1599-1607Fray Diego de OcañaTiahuanaco Cuzco: Coricancha SacsayhuamánAltiplano del lago Titicaca Sierra central de los Andes
1605Fray Reginaldo de LizárragaChimú (Moche), TiahuanacoCosta norte del Perú (Trujillo) Altiplano del lago Titicaca
1609Garcilaso de la Vega, IncaCuzco, SacsayhuamánCosta, sierra y altiplano andino
1615Fray Antonio de CalanchaChimú (Moche) PachacamacCosta norte del Perú (Trujillo)
1628Antonio Vázquez de EspinosaSacsayhuamán Los mahamaesValles interandinos (Cuzco) Costa central
1653Bernabé CoboLos mahamaesCosta central
Fuente: elaboración propia.

En la costa norte peruana, las antigüedades más destacables se encontraban en Trujillo. En esta zona, fray Reginaldo de Lizárraga describió la pirámide escalonada de adobe más grande e importante de la costa norte peruana, llamada Huaca del Sol que durante toda la colonia fue expuesta a constante depredación y destrucción para extraer sus ricas ofrendas funerarias y los adobes para volverlos a usar en la construcción de ciudades coloniales.11

Fray Bartolomé de las Casas en su obra “Los tesoros del Perú” indica la costumbre funeraria de los antiguos jefes indígenas de la zona andina de enterrarse con un rico ajuar funerario.12 El extraer tesoros de contextos funerarios estaba prohibido para todos sin excepción, permitiéndose sólo bajo permiso, concediéndose generalmente a los españoles con cierto poder económico y político, como sucedió en 1656 en la huaca de Ñarihuala en Piura, en la costa norte peruana.13

En cuanto a la costa central peruana, Gonzalo Fernández de Oviedo, que vino con Francisco Pizarro a conquistar el Imperio de los Incas en 1532, fue testigo presencial de los primeros contactos entre dos mundos mutuamente desconocidos. Oviedo es considerado un muy buen observador y muy sensible de las novedades que se abrían ante sus ojos.14 En su obra describió al templo de Pachacamac, oráculo Inca en la costa central peruana, aún habitado por sacerdotes incas quienes realizaban rituales, por lo que no se trataría de la descripción de una antigualla para el siglo XVI.15

Al este de la cordillera Blanca en el interior del sistema orográfico andino, en la confluencia de los ríos Huacheksa y Mosna, se encuentra Chavín, un sitio preinca. Los arqueólogos en la actualidad consideran el lugar donde está ubicado un paso natural en la cordillera de los Andes que une la costa, la sierra y la selva. Esta “antigüedad”, tal como la denomina el cronista Antonio Vázquez de Espinosa “Compendio y descripción de las indias occidentales” habría sido un templo ceremonial regional de gran importancia, adonde convergían indígenas de diferentes lugares del área andina, costa norte, valles interandinos y altiplano a dejar ofrendas. Una sede religiosa panandina, emulando a Roma o a Jerusalén, lo que ha sido confirmada por las investigaciones arqueológicas, por lo que la descripción que realizó este cronista es impecable y fidedigna.

La descripción que realiza Vázquez de Espinosa del castillo de Chavín de Huantar es impecable y fidedigna:

“Junto al pueblo de Chavín hay un gran edificio de piedras muy labradas de notable grandeza, era guaca y santuario de los más famosos de los gentiles, como entre nosotros Roma o Jerusalén, donde venían los indios a ofrecer, y hacer sus sacrificios porque el demonio en este lugar les declaraba muchos, oráculos, y así acudían de todo el reino. Hay debajo de la tierra grandes salas, y aposentos, tanto que hay cierta noticia que pasan debajo del río, que pasa junto a la guaca, o santuario antiguo […] y las muchas puertas que tiene, y gran laberinto debajo de la tierra”.16

Una larga lista de cronistas describió la infraestructura inca que aún no se podía considerar en el siglo XVI como una antigualla. Entre ellos, Fray Martin de Murúa en su “Historia General del Perú” destacó que hubo muchas huacas, ídolos adoratorios de diferentes nombres en los cerros, encrucijadas, peñascos y fuentes en el Cuzco y sus contornos.17 La más famosa de estas huacas incas era Coricancha, la casa del sol. No cabe duda que el inca Garcilaso de la Vega fue el que encumbró el Cuzco en su obra “Comentarios Reales” (1609), en sus descripciones de la infraestructura urbanística religiosa y civil inca, siendo testigo presencial del cambio de la ciudad, pues no había transcurrido ni un siglo desde la conquista y muchos edificios incas ya no tenían un sentido vivo o activo. Así, la fortaleza de Sacsayhuamán estaba en ruinas porque servía como cantera para la construcción de la nueva ciudad colonial.18

El cronista Cieza de León prestó atención a las construcciones antiguas precolombinas, principalmente en la meseta del Collao, en el altiplano andino, colindante al lago Titicaca. En esta zona se habían desarrollado sociedades que ya habían desaparecido en el tiempo, y en su lugar se hallaban sólo ruinas.19 Trató de informarse a través de los indígenas sobre las personas que habían realizado tales construcciones, de cómo habían sido edificadas y el uso al que habían estado destinadas, sin hallar respuestas contundentes, pues la memoria oral al respecto había desaparecido. “Y es fama entre estos indios que antiguamente hubo en este Pucara gran poblado... Yo anduve un día en este lugar mirándolo todo. (…). Lo que vi en este Pucara es grandes edificios ruinados y desbaratados y muchos bultos de piedra, figurados en ellos figuras humanas y otras cosas dignas de notar”.20

2.2. Sitios considerados de presencia evangelizadora anterior a los españoles: Los religiosos y su búsqueda de antiguallas de Santo Tomás y del Paraíso Terrenal

Algunos clérigos, jesuitas y agustinos estaban firmemente convencidos de que al Nuevo Mundo y en particular al Perú, había llegado un hijo de Noé después del diluvio o un evangelista -Santo Tomás- para divulgar la palabra de Dios. Ruinas inmensas que encontraban se consideraban testigos de su presencia en el mundo andino. La grandeza y excelente construcción arquitectónica anterior a los Incas, considerada antigualla, a veces no era atribuida a los indios sino a “hombres barbudos”, aludiendo a hombres blancos.

¿Discípulo de Cristo en las Indias? Los religiosos españoles ya tenían un precedente en Santiago Apóstol en la Península Ibérica. Algún discípulo habría llegado a Indias y esta idea les permitiría explicar la presencia de las antiguallas que encontraban. Los motivos de la peregrinación en el mundo cristiano eran varios, agradecimientos, promesas a cumplir, sanar enfermedades, búsqueda de milagros, purificación, curiosidad, entre otros.21 A fines del siglo XVI, los eclesiásticos se lanzaron tras el rastro de Santo Tomás en las colonias españolas y portuguesas. Por ejemplo, en el Virreinato del Perú, el arzobispo Toribio de Mogrovejo había consagrado públicamente en Chachapoyas las huellas de los pies y las rodillas del santo, incluso cerca de Pachacamac creyeron haber descubierto las huellas del apóstol.22 Esta creencia se hizo popular entre los jesuitas, cerca de las fronteras del virreinato peruano y en la colonia portuguesa en Brasil, por los misioneros jesuitas Manuel de Nobrega y Antonio Ruiz Montoya. Estas ideas fueron secundadas en el Perú por la orden agustina, según Antonio de la Calancha, en “Crónica del orden de San Agustín en el Perú” que afirmó de la realización de un itinerario realizado por el santo que incluyó la zona del Lago Titicaca.23 Otra idea que los clérigos manejaban era que Dios no habría destruido el Paraíso Terrenal, al que situaban en el Oriente, en una tierra feliz, sin enfermedades, sin vejez y sin muerte.24 Así, este mito fue asumido como cierto por algunos religiosos y al constatar la existencia de arquitectura pétrea, bellamente ejecutada, lo interpretaron como de origen bíblico, de tal manera que hicieron del mito un nexo con continuidad histórica y cultural, proyectando lo propio sobre lo otro, trocando el significado de algunas ruinas a otras que satisficiera los deseos de los recién llegados.

El europeo de mediados del siglo XVI era un hombre entre medieval y renacentista, especialmente los clérigos letrados que arrastraban consigo estos imaginarios paisajísticos que hicieron suyos. Buscaban un espacio descrito de antemano en la biblia, emprendiendo un viaje real, iniciático, a un lugar imaginado que no existía, el Paraíso Terrenal, movidos por la nostalgia de una gran pérdida, buscarían el lugar donde reinaría la abundancia, la libertad, la perfección y la paz. El fuerte deseo de reencontrarlo siempre guio a algunas autoridades eclesiásticas que la mandaron buscar.25

En el Virreinato del Perú, algunos religiosos, los agustinos y los jesuitas, buscaban evidencias del peregrinaje de Santo Tomas, iniciándose itinerarios de peregrinación para ver las reliquias encontradas,26 como indica García de Cortázar:

“El viaje del santo […] que es el viaje de los hombres que llevan consigo de una tierra a otra, de un templo a otro, sus devociones familiares y aspiran a prolongar en nuevos lugares el contrato que viene de antiguo […] el viaje del santo en sus restos materiales, en sus reliquias, que a través de invenciones […] es el viaje que otorga corporeidad física al santo y proyección social a su presencia al crear un punto en que su virtud se focaliza y condensa y se presta a irradiar por un territorio en el que promueve, en mayor o menor escala, circuitos de peregrinación, redacción de pasiones y narraciones de milagros.”27

Cieza de León no pudo encontrar respuestas de parte de los mismos naturales del lugar sobre estas construcciones megalíticas cercanos al lago Titicaca. Así que recurrió a determinar la autoría a personajes bíblicos y míticos del viejo continente que hubiesen llegado a la zona en tiempos remotos. De esta manera, este cronista consideró a Tiahuanaco una antigualla e indicó que pudieron haberlo hecho los “hombres barbados”, representados en la iconografía precolombina tiahuanaquense, descartando del todo que fuesen indios. Idea que compartieron otros cronistas y estudiosos.28

“Son tan grandes que parecen pequeños gigantes y […] que tienen forma de vestimentas largas, diferenciadas de las que vemos a los naturales de estas provincias; en las cabezas parecen tener un ornamento […] La gran laguna del Collao tiene por nombre Titicaca, por el templo que estuvo edificado en la misma laguna […] que fue entre ellos muy estimado y venerado, a honra de su sol, poniendo en el mujeres vírgenes y sacerdotes con grandes tesoros.”29

Estas construcciones megalíticas construidas en un paisaje plano como es el altiplánico andino, fácilmente impresionaron los sentidos de los europeos que los vieron. Por lo que no es extraño que este cronista utilizara reiteradamente los adjetivos “fuerte” y “grande” para describir las antiguallas arquitectónicas andinas. Además, el cronista nos describe a grandes rasgos lo que observa, pero no entra en más detalles por no poderlos explicar al no entenderlos él mismo.

Lo que sí entendió Cieza fue que las construcciones observadas a lo largo de la cordillera andina y de las costas que flanqueaban el océano Pacifico – las calzadas, los edificios, los templos, contextos funerarios y huacas – respondían a una organización, a una estructura política-social y económica compleja. De esta manera, Cieza no se limitó a describir los vestigios de las culturas desaparecidas (Pucara y Tiahuanaco) en 1553, en “Crónica del Perú”, sino que ha sido el primer cronista en utilizar la información retenida en la memoria oral indígena con la que elaboró la primera historia de los Incas,30 aunque la duda estriba en afirmar si fue verdadera la información recogida de los informantes nativos: “Yo pregunté a los naturales, en presencia del encomendador, si estos edificios se habían hecho en tiempo de los Incas y riéronse de esta pregunta […].”31

Medio siglo más tarde, fray Reginaldo de Lizárraga, un viajero incansable que recorrió la costa, sierra del Perú y el altiplano andino del Titicaca, describió las ruinas de Tiahuanaco en su libro “Descripción del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile”(1605) y las consideró más antiguas a los restos incas, indicándonos que ya era a comienzos del siglo XVII un lugar de visita obligatoria de la zona sur andina: “[En Tiahuanaco] hay unos edificios antiguos de piedra recia de labrar, que parecen labradas con escuadra y entre ellas piedras grandísimas; casi no pasa por aquel pueblo hombre curioso que no las vaya a ver.”32 Lizárraga consideraba como antigüedades aquellas ruinas, pues al “preguntar que noticia se tiene desta gente no hay quien la dé.”33

Tiahuanaco era testimonio de una sociedad fenecida antes que los europeos llegaran al altiplano andino, destacando en ellos, la no comprensión del otro, su incapacidad de concebir la existencia de otro mundo que no fuese el suyo, al considerar un majestuoso edificio perdido en el desierto altiplánico como una construcción simbólica para glorificar la existencia de su Dios cristiano. Los viajeros iban revistiendo el Nuevo Mundo observado, tan extenso, con las imágenes y las voces de su mundo europeo familiar. De esta manera, los recién llegados consideraron al altiplano andino, como un sitio sagrado por la gran cantidad de esculturas que encontraron. Los monolitos representaban a todo ser viviente sobre la tierra y eran una prueba del poder de Dios, que se manifestaba hasta en el confín del mundo:

“Tantas figuras que unas de cerca parecen hombres armados a caballo y otras, imágenes de santos y finalmente cuantas figuras se pueden considerar tantas crió allí la naturaleza […] que cuando pasé por aquel lugar el año de 1616 me admiré considerando con cuidado la primera maravilla del mundo (a mi parecer) que crió Dios en aquel lugar, para que en ella fuese glorificado de sus Criaturas, como por ello di muchas gracias infinitas […] los indios tradición que eran, desde antes de los ingas.”34

En este párrafo, el clérigo percibe hombres a caballo e imágenes de santos en la iconografía de este edificio precolombino. De esta manera, la observación del clérigo se mezcla con recuerdos, mitos religiosos y conocimientos teológicos cristianos.

Fray Diego de Ocaña en su viaje por América del sur realizado con el fin de recaudar limosnas para el santuario extremeño de Guadalupe en la Metrópoli se detuvo en Tiahuanaco a fines del siglo XVI y escribió que le parecía aquella obra de titanes por lo alto e inmenso e incluso más monumentales que los Egipto.35

3. Los prolegómenos de la antropología americana: Costumbres, prácticas y tecnología indígena descritas por los cronistas

Algunos cronistas realizaron descripciones de las costumbres y prácticas indígenas que surgieron de la observación de las culturas precolombinas vivas. El resultado constituye hoy en día una invaluable contribución para los investigadores. En el siglo XVI, algunos de los objetos precolombinos que los conquistadores extrajeron de los indígenas no eran objetos antiguos sino contemporáneos a ellos, que fueron enviados a Europa como curiosidades. Así, lo que hoy se puede considerar como evidencias arqueológicas fueron en su tiempo vivencias etnográficas.36

El pensamiento lascasiano que era la construcción racional de un mundo mejor, a través del mejoramiento de nuestras acciones e intenciones fue llevada a la práctica por Bartolomé de las Casas y José de Acosta y formaba parte de la corriente de pensamiento humanista renacentista, pudiéndose considerar como el primer eslabón de los estudios etnológicos. La línea lascasiana de estudio llevó a la compresión y defensa del mundo indígena.

Empezaremos con fray Bartolomé de las Casas cuya obra “Apologética histórica sumaria” es considerada como un tratado de antropología cultural.37 Su pensamiento resulta muy avanzado para su época desde el punto de vista antropológico, político, moral y religioso, pues propone la aceptación de la diversidad cultural y el respeto de esta realidad para una mejor convivencia y una aceptación verdadera de la religión cristiana por los indígenas. Este insigne humanista considerado un antropólogo por algunos investigadores como Fagan Brian, Ángel Losada García y Luis Iglesias Ortega, defendió el derecho natural y de gentes de los indígenas. Aunque su tesis no tuvo la aceptación definitiva, sí fue escuchado y sentó un precedente único a nivel mundial de defensa al indígena en el siglo XVI. Lo defendió en forma jurídica, política y moral ante otros humanistas de la época. Sus libros lo revelan como un verdadero antropólogo y defensor de la causa indígena y valora la cultura indígena, comparándolo con culturas de la antigüedad europea o de otras regiones del mundo.38 Es harto conocida la defensa de la evangelización pacífica sin conquista armada por Bartolomé de las Casas y su discusión al respecto con Juan Ginés de Sepúlveda. Denunció la deshonestidad de algunos conquistadores y la esclavitud de los indios y defendió el derecho de los indios a sus propiedades y a la autodeterminación de estos pueblos. A través de Bartolomé de las Casas se convirtió España en la primera nación colonizadora que teóricamente planteó el problema de la justicia de sus pueblos colonizados.

Otro precursor de la etnología fue José de Acosta, considerado antropólogo por diversos investigadores como Ángel Palerm y Alcina Franch. Acosta fue partidario de la independencia cultural del indígena y de la justa valoración que merecían las culturas indígenas de parte de los europeos.[39] Hizo público a través de su obra el adelanto cultural agrícola y arquitectónico de estas sociedades. De entre todas sus obras, la que más destacada desde el punto de vista antropológico es “Historia Natural y Moral de las Indias” (1589) y una parte de ella es una descripción y estudio etnológico del mundo americano. Se propuso echar por tierra algunos prejuicios que en aquel tiempo se habían difundido por Europa, como la “falsa opinión que comúnmente se tiene de ellos, como de gente bruta, bestial y sin entendimiento, o tan corto que apenas merece ese nombre”, argumento que muchos utilizarían para explotarlos y esclavizarlos. Idea que compartía con Bartolomé de las Casas. Incluso, Acosta indicaba que existían “hombres más curiosos y sabios que han penetrado y alcanzado sus secretos, su estilo y gobierno, muy de otra suerte lo juzgan, maravillándose que hubiese tanto orden y razón entre ellos”.40

Por su parte, Fray Antonio de Calancha es, también, considerado un pionero en la antropología por recoger información sobre los mitos, rituales y costumbres religiosos andinos vigentes en el siglo XVII. El objetivo era entender la idiosincrasia y mentalidad indígena, conociendo sus creencias, costumbres, lenguas y raíces precolombinas para facilitar el trabajo de evangelización de los indígenas del Perú. Pues, sólo escudriñando estas culturas lo más posible podían cambiar sus bases e imponer otra, la cristiana. Meta que lograron a medias porque se produjo un sincretismo occidental-indígena en muchas zonas de cercana interdependencia cultural. Por ejemplo, en su obra: “Crónica moralizada de la orden de San Agustín” (1638) indagó sobre las costumbres precolombinas en uso en el siglo XVII, como la vigencia del culto al mar entre los pueblos yungas costeros del litoral Pacífico.41

Algunos cronistas dieron información etnológica de indígenas, describiendo costumbres, prácticas y tecnología que son de invaluable valor para comprender la sociedad de aquella época. En el siglo XVI, se consideran las descripciones de la cultura inca como etnográficas porque era aún una cultura viva. La información etnográfica es de suma importancia porque a través de estas crónicas se puede comparar las prácticas indígenas que aún perviven y las que han desaparecido en la actualidad. Una de aquellas prácticas precolombinas descritas serían los caballitos de totora. En 1589, fray Antonio de Acosta y, en 1653, el jesuita Bernabé Cobo escribieron que había mucho tráfico marítimo pesquero en la costa litoral de los Andes con embarcaciones de enea desde Tumbes hasta la costa central (Callao e Ica). Una forma de pescar que hoy se restringe a la costa norte peruana. Los indígenas hacían caballitos de totora de juncos secos muy apretados con proa alta para que cortaran las olas al entrar en alta mar.42 Garcilaso de la Vega en sus “Comentarios Reales” (1609) describió esta forma de pescar con un arpón como arma en barquillas de enea. Según Cobo, la materia prima se obtenía de las lagunas cercanas al mar donde crecían “grandes juncales y carrizales (con lo que) (...) los indios pescadores hacen sus balsas y embarcaciones”.43

La tecnología agrícola e hidráulica precolombina continúa utilizándose en la actualidad como camellones, cochas, andenes o terrazas de cultivo. Al respecto, Cieza de León en “La Crónica del Perú” (1553) percibió el altiplano andino colindante al lago Titicaca, como una meseta fría y difícil para la subsistencia humana. Sin embargo, a pesar de este inconveniente, una agricultura intensiva era llevada a cabo con los cultivos propios de la zona: patata, quinua y oca. Esta percepción coincide con fray Reginaldo de Lizárraga en “Descripción del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile” (1605) donde indica que en la meseta del Collao a pesar del frío y heladas que imposibilitan las cosechas, lograban alta productividad de papa y quinua para alimentar a alta densidad demográfica de la zona. También, destacó la prospera actividad ganadera a base de auquénidos. De esta manera, a pesar del clima frígido del altiplano andino del Titicaca, existió productividad suficiente para sostener pueblos grandes como Ayavire y Pucara.44

La observación de Cieza es fidedigna y no pierde contemporaneidad al indicar que el intercambio era intensivo con otros cultivos de otras zonas ecológicas:

“Es la tierra del Collao […] el principal mantenimiento dellos es papas […] y estas las secan al sol y guardan de una cosecha para otra; y llaman a esta papa, después de estar seca, chuño […] todos los moradores deste Collao viven contentos y sin necesidad […] que por ser fríos no eran tan fértiles y abundantes como los pueblos cálidos y bien proveídos […]. Aunque en todo el Collao no se coge ni siembra maíz, no les falta a los señores naturales de él y a los que lo quieren procurar […], porque nunca dejan de traer cargas de maíz, coca y frutas de todo género, y cantidad de miel”.45

En cuanto al cultivo del maíz, Garcilaso de la Vega señaló que los incas lo impusieron en el altiplano andino del Collao, en un medio hostil a su crecimiento, condicionando las riberas de lago Titicaca con andenerías para lograr su objetivo.46Asimismo, Bernabé Cobo indicó que los andenes o terrazas dominaban el paisaje andino altiplánico, volviendo fértil a las laderas de las montañas, pues las cubrían de tierra de cultivo.47

Una costumbre en el altiplano andino de la meseta del Collao a más de 4000 metros de altitud fue abrir canales para irrigar zonas secas para el crecimiento de pastos que alimenten al ganado. Se menciona a los canales de regadío para pastos en la Visita hecha a la provincia de Chuchito en el año de 1567 por Garci Diez de San Miguel, visitador oficial de Chuchito y ex corregidor de la zona. Esto mismo fue confirmado por Garcilaso de la Vega en 1609 al mencionar los canales de regadío realizados en época precolombina que permitieron el desarrollo de pastos para la ganadería. Estos canales en época colonial fueron disminuyendo, por el abandono y la falta de continuidad de hacerlas y mantenerlas.48

Otro eclesiástico que recorrió gran parte del Perú fue Fray Antonio Vázquez de Espinosa en su obra “Compendio y descripción de las Indias Occidentales” (1630) que visitó Chincha y Pisco en la costa central andina donde apreció los mahamaes o chacras hundidas que fue una técnica agrícola usada en época precolombina, prácticamente desaparecida en la actualidad. Veintitrés años más tarde, el jesuita Bernabé Cobo en su obra “Historia del Nuevo Mundo” (1653) también los describió. Esta técnica consistía en cultivar en pleno desierto costero en zonas cercanas a las aguas subterráneas para aprovechar la humedad, abonándolas con hojas de huarango y anchoveta.49

Incluso Vásquez de Espinoza realizó una explicación muy precisa y actual sobre los procesos de percolación e infiltración de las aguas subterráneas:

“[…] es de advertir que cuando los ríos traen mucha agua y vienen de avenida, las dichas hoyas donde hay las viñas tienen poca humedad y frescura, y cuando vienen secos y sin agua, están las hoyas muy frescas y con humedad y alguna agua, y la razón a mi parecer es que cuando los ríos vienen de avenida, vienen rápidos y el agua llena de barro, turbia y gruesa, y así por venir tan rápida y con los referidos impedimentos, no se trasmina por la arena y venas de la tierra para comunicarse a estas hoyas distantes; y […] cuando los ríos traen poco agua es la razón que como corren sin violencia de avenida sino con remanso y como dicen al amor del agua y ella aunque poca viene clara y cristalina, de esta suerte trasmina por las venas de las tierra y se comunica a las referidas hoyas con más abundancia. Excelente observación de percolación, escorrentía.50

4. Conclusión

En el siglo XVI, los cronistas consideraron antigüedades cinco lugares del mundo precolombino andino, a saber, Tiahuanaco, Chavín, Chimú, Huamachuco y Pucara, sitios tan antiguos que no sabían ni los mismos indígenas quiénes los habían edificado. Las obras incas no fueron consideradas antigüedades en ese siglo porque eran coetáneos a los españoles. En este caso, los monumentos estaban habitados, los instrumentos eran utilizados y los ídolos adorados.

A medida que pasó el tiempo, y el imperio inca desaparecía, los visitantes europeos del siglo XVII consideraron las manifestaciones incas como antigüedades más: Cuzco, Sacsaihuaman, Pachacamac, Huanucopampa y otros. Los europeos no solo se limitaron en describir monumentos sino también prácticas agrícolas e hidráulicas ya en desuso, cuyas improntas dominaban el paisaje, como los sistemas de canales y mahamaes en el desierto costero peruano. Las descripciones de filtración y percolación fueron realizadas magistralmente por Vásquez de Espinosa y Bernabé Cobo. Asimismo, algunos cronistas y clérigos proporcionaron información etnológica de primer orden a través de la descripción y valoración de las sociedades autóctonas del lugar.

En general, los cronistas y clérigos españoles omiten mencionar las características de las antiguallas andinas que no entienden, que consideran ambiguas, que no se ajustan a lo leído, conocido o experimentado. De esta manera, lo que no entienden no existe o no debería existir. Sólo se menciona lo que llama al recuerdo, pero mezclado con mitos, es decir, se produce un esfuerzo de adecuación de la realidad andina a un imaginario europeo que habían llevado los españoles: los mitos grecorromanos, las leyendas medievales y las profecías del Antiguo Testamento.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS - Archivos

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Notas

1 KAPPLER, 1986, 97. Por ejemplo, el tema del paraíso es uno de los grandes asuntos de la literatura medieval de viajes. Para algunos el paraíso es objeto de una búsqueda bien real.
2 VARELA, 2002, 22.
3 AMODIO, 1993, 91
4 KAPPLER, 1986, 22-33.
5 AZNAR VALLEJO, 2009, 33; LADERO QUESADA, 2007, 55-74. Colón confió en las afirmaciones de Jehan Mandeville, Marco Polo y Ptolomeo para planificar sus viajes; BURMAN,1989, 151-170; KAPPLER, 1986, 54. El libro de Mandeville tuvo un éxito extraordinario con más de trescientos manuscritos en diez lenguas diferentes y noventa ediciones.
6 PÉREZ PRIEGO, 2009, 421-422.
7 LEMARCHAND, 2002, 11-30.
8 POPEANGA, 2005, 68.
9 ROGER,1997.
10 OJEDA, 2003,193.
11 CASAS, 1958, 475. Huaquear proviene de la palabra “guaca” que significa sepulcros. También puede significar adoratorio o casa de oración, mina, tesoro o cosa admirable; ALBORNOZ,1989, 163-168. En 1584, huaca se entendía por reliquias de los incas, los primeros frutos, niños a sacrificar, piedras que se colocaban en los caminos y construcciones monolíticas; LLANO ZAPATA, 2005,199. Deriva del verbo quechua huacani que significa llorar, entonces huacas son los lugares (sepulturas y templos) donde se llora. Una guaca o huaca puede ser algo natural o construido por el hombre: el sol, luna, estrellas, momias del inca, bloques de piedras, monolitos, tejidos, etc.; CALANCHA, 1972, 128; VON HAGEN, 1966, 21-22.
12 CASAS, 1958, 3-4. “En la antigüedad fue costumbre, (que) los reyes acompañasen al sepulcro, después de la muerte, cuantos objetos preciosos tenían en vida...”.
13 Archivo Regional de Piura (ARP). Corregimientos. Causas criminales. Legajo 56. Expediente 1012, 1656. El corregidor Juan de Chávez contra los indios del pueblo de Catacaos sobre el delito de cavar en una huaca. Un español, un indio, dos indias y un mulato participaron en una excavación de un entierro antiguo indígena, al ser denunciados, el español pidió la concesión del sitio para excavar, pero se la concedieron a otro español con mayor poder para que se beneficiara del mismo, con la condición que entregara lo que correspondiese al rey, tal como se estipulaba en las ordenanzas.
14 PÉREZ DE TUDELA, 1959, CXLI.
15 FERNÁNDEZ OVIEDO, 1945, XLVI: “Me llegó licencia del gobernador para que fuese a una mezquita, de que teníamos noticia, que estaba cien leguas de la costa de la mar, en un pueblo que se dice Pachacama…Este pueblo de la mezquita es muy grande y de grandes edificios… Para entrar al primer patio de la mezquita, han de ayunar veinte días; para subir al patio de arriba han de haber ayunado un año. En este patio de arriba está el obispo: cuando suben algunos mensajeros de caciques que han ya ayunado su año, a pedir al dios que les de maíz y buenos temporales, hallan al obispo cubierta la cabeza y sentado...”
16 VÁZQUEZ, 1948, 458.
17 MURÚA, 1987, 429.
18 GARCILASO DE LA VEGA, 1959, 180.
19 RIVASPLATA, 2018, 14-27.
20 CIEZA DE LEÓN, 1984, 254.
21 NOVOA, 2007, 159; CAMBIL, 2012, 188-241.
22 URBANO Y SÁNCHEZ, 1992, 143-153. KAPPLER, 1986, 30. Según San Agustín en el Libro XVI, capitulo IX, de La ciudad de Dios indica que la palabra de Dios fue predicada en el universo entero. La Iglesia habría tenido una pugna al respecto, pues unos lo tomaron en forma literal, pero otros no, por lo que al final se dividió el mundo entre cristianos y paganos, a los que no se le podía culpar de no conocer la palabra de Dios.
23 CALANCHA, 1972, 316-340.
24 ROSENBLAT, 1969, 21.
25 POPEANGA, 2005, 45-70.
26 GARCÍA DE CORTÁZAR, 2009, 89.
27 GARCÍA DE CORTÁZAR, 2009, 101.
28 ALCINA FRANCH, 1995, 49-50; CASAS, 1992. 575. Fray Bartolomé de las Casas en su obra Apolegetica Historia Sumaria mencionó las ruinas de Tiahuanaco en el altiplano andino que debió de haber recogido la información previa de otros cronistas como Cieza de León, Estete, Xerez y Molina. La información que nos proporciona sobre Tiahuanaco es de una ciudadela indígena ya no en uso en el siglo XV: En la población que se nombra Tiaguanaco había muy grandes aposentos para los reyes y cerca dellos estaba un cerro bien alto, hecho a mano sobre unos grandes fundamentos de piedra donde debía de quererse hacer al sol algún gran templo. Algo más delante de aquel cerro están dos grandes hombres como gigantes hechos muy prima y sutilmente de piedra; parece que están vestidos de ropas largas a la antigua, no como algunas de las que usan en aquellas tierras; las cabezas parecen tener adornadas de tocadura antigua.
29 CIEZA DE LEÓN, 1984, 367-368
30 BALLESTEROS, 1984, 7-59.
31 CIEZA DE LEÓN, 1984, 367.
32 LIZÁRRAGA, 1987, 193.
33 LIZÁRRAGA, 1987, 81.
34 VÁZQUEZ DE ESPINOSA, 1948, 506
35 OCAÑA, 1987, 203. “La grandeza de las piedras de estos edificios pueden callar y quedan muy atrás lo que las historias cuentan de las pirámides de Egipto y de otros grandes edificios, con la grandeza de estos que parecen más obras de demonio que de hombres”.
36 ALCINA FRANCH, 1988, 82.
37 BORGES MORÁN, 1990, 300
38 ALCINA FRANCH, 1987, 136.
39 ALCINA FRANCH, 1999, 32. Acosta pide la aplicación de las propias leyes, costumbres y policía indígenas, afirmando que deben ser gobernados conforme sus propios fueros. Un reino de indios subordinado a la corona española.
40 ACOSTA, 1962, 280-281.
41 CALANCHA, 1638, 409-410.
42 ACOSTA, 1962, 117.
43 COBO, 1895, 219.
44 RIVASPLATA, 2009, 99.
45 CIEZA DE LEÓN, 1984, 254.
46 GARCILASO DE LA VEGA, 1959, 183.
47 COBO, 1895, 189.
48 GARCILASO DE LA VEGA, 1959, 278.
49 VÁZQUEZ DE ESPINOSA, 1948, 653; COBO, 1895, 195.
50 VÁZQUEZ DE ESPINOSA, 1948, 653.
51 Archivo General de Indias (AGI), Justicia, Legajo 479.
52 DIEZ DE SAN MIGUEL, 1964, 44, 46 y 48.

Notas de autor

* Investigadora RENACYT. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7036-6436 . Dirección postal: Calle Bilbao 119, distrito Pueblo Libre, Lima, Perú. E-mail: privasplatav@unmsm.edu.pe
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