Recensiones bibliográficas
Tomasello, M. (2009). Why We Cooperate. MIT Press.
Revista de Psicología
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, Argentina
ISSN: 1669-2438
ISSN-e: 2469-2050
Periodicidad: Semestral
vol. 21, núm. 41, 2025
![]() | Tomasello M.. Why We Cooperate. 2009. MIT Press. 232pp.. 9780262013598 |
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Recepción: 26 marzo 2025
Aprobación: 11 abril 2025
Resumen: Por qué ayudamos a los demás incluso cuando no obtenemos un beneficio inmediato? ¿De dónde surge nuestra capacidad para colaborar y construir sociedades complejas? El estudio de la cooperación humana ha sido un tema central en diversas disciplinas, desde la antropología hasta psicología evolutiva y la neurociencia. En Why We Cooperate (2009), Michael Tomasello nos invita a reflexionar sobre lo que nos hace únicos como especie, examinando los orígenes y mecanismos de la cooperación humana. Su propuesta teórica desafía la noción de que la cooperación es únicamente un producto de la socialización. Se basa en estudios experimentales con niños pequeños y chimpancés los cuales sugieren que la cooperación humana es el resultado de una combinación tanto de tendencias altruistas innatas como de procesos de socialización cultural. Esta recensión bibliográfica analiza los principales aportes del libro, su marco teórico y metodológico, su relevancia para el estudio de la interacción social y la cognición humana, y algunas críticas que han surgido en torno a sus planteamientos.
¿Por qué ayudamos a los demás incluso cuando no obtenemos un beneficio inmediato? ¿De dónde surge nuestra capacidad para colaborar y construir sociedades complejas? El estudio de la cooperación humana ha sido un tema central en diversas disciplinas, desde la antropología hasta psicología evolutiva y la neurociencia. En Why We Cooperate (2009), Michael Tomasello nos invita a reflexionar sobre lo que nos hace únicos como especie, examinando los orígenes y mecanismos de la cooperación humana. Su propuesta teórica desafía la noción de que la cooperación es únicamente un producto de la socialización. Se basa en estudios experimentales con niños pequeños y chimpancés los cuales sugieren que la cooperación humana es el resultado de una combinación tanto de tendencias altruistas innatas como de procesos de socialización cultural. Esta recensión bibliográfica analiza los principales aportes del libro, su marco teórico y metodológico, su relevancia para el estudio de la interacción social y la cognición humana, y algunas críticas que han surgido en torno a sus planteamientos.
Michael Tomasello es un reconocido psicólogo y antropólogo del desarrollo, cuyas investigaciones se centran en la evolución de la cognición humana y la cooperación. Su trabajo ha sido fundamental en el estudio comparativo entre primates y humanos, proporcionando evidencia sobre cómo las capacidades cognitivas y sociales han evolucionado en nuestra especie. Why We Cooperate es una síntesis accesible de sus hallazgos, presentados originalmente en las Conferencias Tanner sobre Valores Humanos realizadas en Stanford en el año 2008. En particular, la obra acá revisada busca responder a la pregunta central acerca del por qué los humanos cooperan de manera mucho más extensa y compleja que otros animales. El autor estructura su análisis en tres grandes ejes: (a) nacido (y criado) para ayudar, (b) de la interacción social a las instituciones sociales y (c) donde la biología y la cultura se encuentran. Luego de los ejes principales, el autor incluye una sección de foro con teóricos invitados a reflexionar sobre esta temática. Esta sección no será incluida en la presente recensión dado la complementariedad del material en el libro.
Los individuos de muchas especies animales aprovechan la experiencia y el esfuerzo de otros aprendiendo socialmente de ellos. Cuando los individuos aprenden socialmente hasta el punto de que diversas poblaciones de una especie desarrollan diferentes maneras de hacer las cosas, los científicos en general, le adjudican la responsabilidad a la cultura. Desde esta perspectiva tan amplia, muchas especies animales viven en grupos culturalmente distintos, incluyendo especies de aves, mamíferos marinos y primates. Los humanos, por supuesto, son la especie cultural paradigmática. A diferencia de sus parientes más cercanos, los grandes simios, que viven en África o Asia, los humanos se han expandido por todo el planeta. Pero hay dos características claramente observables de la cultura humana que la distinguen también como cualitativamente única: evolución cultural acumulativa y la creación de instituciones sociales. La primera característica hace referencia a la complejidad que se acumula con el tiempo acerca de las características y los usos de artefactos y prácticas de comportamiento humanos. Por ejemplo, un individuo inventa un artefacto o una forma de hacer las cosas y otros la aprenden rápidamente. Pero si otra persona mejora, todos, incluidos los niños en desarrollo, tienden a aprender la versión nueva y mejorada. La segunda característica hace referencia a los conjuntos de prácticas conductuales regidas por diversos tipos de normas y reglas mutuamente reconocidas. Por ejemplo, todas las culturas humanas se involucran en el apareamiento y el matrimonio en el contexto de sus propias reglas. Si alguien viola estas reglas, es sancionado de alguna manera, quizás incluso condenado al ostracismo total. Como parte del proceso, los humanos crean nuevas entidades culturalmente definidas, como esposos y esposas (y padres), quienes tienen derechos y obligaciones culturalmente definidos. Subyacente a estas dos características singulares de la cultura humana, se encuentra un conjunto de habilidades y motivaciones para la cooperación propias de cada especie. Para explicar la cooperación y la cultura humana, las investigaciones de Tomasello y su equipo de investigación optaron por abordar estos problemas mediante estudios comparativos de niños humanos y sus parientes primates más cercanos, especialmente los chimpancés. La premisa de estos investigadores es que en estos casos un poco más sencillos podríamos ver y entender las cosas con mayor claridad que en las innumerables complejidades del comportamiento y las sociedades humanas adultas. Y, por supuesto, las comparaciones entre niños y chimpancés pueden ilustrarnos sobre los orígenes de la cooperación humana tanto en la filogenia como en la ontogenia.
En el primer eje del libro, Michael Tomasello aborda el debate filosófico sobre si los humanos nacen cooperativos y la sociedad los corrompe (visión de Rousseau) o si nacen egoístas y la sociedad los enseña a ser mejores (visión de Hobbes). Su propuesta sostiene que los niños pequeños muestran tendencias naturales a la cooperación y la ayuda, pero que con el tiempo su comportamiento es modulado por factores sociales como la reciprocidad y la reputación. Tomasello argumenta que los niños, desde aproximadamente el primer año de vida, comienzan a caminar, hablar y comportarse como seres culturales, y ya muestran una predisposición a ayudar a otros sin necesidad de un entrenamiento explícito. Este comportamiento, según él, no es aprendido de los adultos, sino que emerge de manera natural. A través de estudios experimentales, Tomasello y su colaborador Felix Warneken identificaron tres tipos de altruismo en los humanos: altruismo con bienes que hace referencia a compartir recursos (por ejemplo, alimentos), altruismo con servicios, que es ayudar a alguien a alcanzar un objetivo (como alcanzarle a alguien un objeto que se cayó), y altruismo con información que incluye el compartir conocimientos útiles con otros. Uno de los experimentos clave mostró que niños de 14 a 18 meses ayudaban a un adulto a alcanzar un objeto fuera de su alcance (o a abrir una puerta) sin recibir ninguna recompensa a cambio. Dada la metodología presentada en el libro, estudios con chimpancés revelaron que, aunque estos primates pueden ayudar en ciertas situaciones, lo hacen de manera mucho más limitada y sin la intención de compartir información.
Ahora bien, según el autor, también habrían factores que moldean la cooperación a lo largo del desarrollo; si bien los niños pequeños muestran una tendencia innata a la cooperación, Tomasello explica que a medida que crecen, su comportamiento altruista se puede ver influenciado por lo que llama reciprocidad esperada, preocupación por la reputación, y normas sociales. El primer factor refiere a que los niños aprenden a ser más selectivos, prefiriendo a aquellos que han sido amables con ellos en el pasado. El segundo factor postula que a medida que desarrollan una identidad social, los niños comienzan a preocuparse por cómo los perciben los demás. Y en cuanto al tercer factor, se establece que con el paso del tiempo, los niños interiorizan reglas culturales sobre cuándo y cómo deben cooperar. El autor entonces concluye que la cooperación humana se basa en una predisposición natural, pero su desarrollo y expresión están fuertemente influenciados por la cultura y las normas sociales. Esta combinación de tendencias innatas y aprendizaje social diferencia a los humanos de otros primates y permite la existencia de instituciones cooperativas complejas.
En el segundo eje, se desarrolla la teoría sobre cómo la cooperación humana, inicialmente basada en la interacción social directa, evoluciona hasta dar lugar a normas sociales e instituciones. El argumento central es que las primeras formas de colaboración humana se originaron en la necesidad de trabajar juntos en actividades mutualistas, lo que gradualmente llevó a la creación de reglas compartidas y estructuras sociales más complejas. Tomasello argumenta que la cooperación humana no se basa únicamente en el altruismo, sino en el mutualismo, donde ambas partes se benefician al trabajar juntas. En este contexto, el comportamiento colaborativo es esencial para alcanzar objetivos comunes, y la selección natural favoreció a aquellos individuos que podían coordinar sus esfuerzos de manera efectiva. Un ejemplo que usa es el de dos personas moviendo un tronco pesado: ninguna de ellas puede hacerlo sola, por lo que su cooperación es indispensable. Este tipo de interdependencia crea una motivación intrínseca para colaborar y desarrollar habilidades cognitivas relacionadas con la planificación conjunta y la comunicación. Incluso, los actos altruistas individuales (como señalar una herramienta útil a un compañero) benefician indirectamente a quien los realiza, porque facilitan el éxito del grupo. Es decir, existiría un beneficio secundario del mutualismo. En la misma línea, a medida que los humanos comenzaron a depender más de la cooperación en su vida cotidiana, se establecieron normas sociales para regular estas interacciones. Tomasello sostiene que los grandes simios no tienen normas sociales en el sentido estricto, ya que sus interacciones carecen de expectativas compartidas monitoreadas y reforzadas por terceros. Sin embargo, en experimentos con chimpancés, Tomasello y su equipo observaron que estos primates pueden evitar colaborar con compañeros poco confiables, pero no castigan activamente a aquellos que rompen las reglas. Los humanos, en cambio, desarrollaron un sentido de justicia y un sistema de normas compartidas que permiten castigar a los infractores y reforzar comportamientos cooperativos. A partir de esto, surgen las llamadas normas implícitas y explícitas, que son las que están basadas en la repetición de interacciones sociales exitosas, y las que se formalizan con sanciones para quienes no las cumplen, respectivamente. Estas normas sociales evolucionaron en estructuras más complejas, dando lugar a instituciones, que Tomasello describe como sistemas cooperativos organizados que dependen de acuerdos colectivos. Ejemplos de estas instituciones incluyen el comercio, los sistemas de justicia y los gobiernos, que establecen reglas formales para la cooperación a gran escala. Tomasello ilustra este punto con el ejemplo de un negocio: cuando compramos algo en un supermercado, participamos en un sistema institucional basado en normas sociales y acuerdos compartidos (propiedad privada, dinero, derechos y obligaciones). Este tipo de cooperación institucionalizada es única en los humanos y permite la existencia de sociedades complejas.
En paralelo, el autor introduce el concepto de intencionalidad compartida como una de las diferencias clave entre la cooperación humana y la de otros primates. Esta se refiere a la capacidad de los humanos para crear intenciones y compromisos conjuntos en actividades cooperativas, lo que permite la coordinación y el desarrollo de normas e instituciones. Este proceso implica atención conjunta, metas compartidas y roles complementarios entre los agentes. Un ejemplo simple es el de dos personas transportando una mesa: cada una debe coordinar su esfuerzo con la otra para que la tarea sea exitosa. Si una persona la suelta sin previo aviso, afecta el desempeño del otro. Tomasello argumenta que la intencionalidad compartida emerge en los niños desde muy temprano en el desarrollo. Antes del primer año de vida, los bebés ya muestran señales de atención conjunta, como seguir la mirada de un adulto o señalar objetos de interés. A los dos años, los niños no solo participan en actividades cooperativas, sino que también corrigen a otros cuando rompen normas compartidas. Por ejemplo, si un adulto juega mal un juego previamente acordado, los niños lo corrigen, lo que indica que han internalizado las reglas como parte de una identidad grupal. Además, los niños en esta etapa comienzan a identificar con quién cooperar en función de la reputación y confiabilidad del otro, un aspecto clave para la cooperación sostenida a lo largo del tiempo. En cuanto a los primates, Tomasello destaca que carecen de una intencionalidad compartida verdadera. Es decir, pueden actuar juntos en un objetivo mutuo, pero no tienen una comprensión de la cooperación basada en normas o expectativas compartidas. Esto se concluyó en experimentos donde dos chimpancés debían colaborar para obtener comida y se vio que solo lo hacían si era estrictamente necesario. Si la recompensa está disponible sin necesidad de cooperar, prefieren actuar de manera individual.
En el eje final del libro, Tomasello comienza señalando que, si se mide el éxito evolutivo en términos de crecimiento poblacional, los humanos solo se volvieron excepcionalmente exitosos muy recientemente en comparación con otros grandes simios. La gran explosión demográfica ocurrió hace aproximadamente diez mil años, con la llegada de la agricultura y las ciudades. Estos cambios llevaron a la aparición de nuevas formas de cooperación, incluyendo: cálculo de costos y almacenamiento de alimentos, sistemas legales para proteger la propiedad privada, división del trabajo basada en clases sociales y rituales religiosos para reforzar la cohesión grupal, aunque se enfatiza que estos cambios no fueron producto de una adaptación biológica, sino de procesos socioculturales. Para cuando la agricultura y las ciudades emergieron, los humanos modernos ya estaban dispersos por todo el mundo, lo que sugiere que la cooperación avanzada no dependía de una mutación genética específica, sino de la transmisión cultural. Por último, se establece que a pesar de la complejidad de las sociedades modernas, toda cooperación humana a gran escala está construida sobre habilidades cognitivas y motivaciones biológicas que evolucionaron para la cooperación en pequeños grupos. En los humanos, desde temprana edad, se muestra un altruismo que no se observa en otros primates. Y aunque los chimpancés ayudan a otros ocasionalmente, no son tan generosos ni ofrecen información espontáneamente, como sí lo hacen los niños humanos. Este contraste sugiere que los humanos desarrollaron una predisposición biológica hacia la cooperación, que luego será ampliada y reforzada por estructuras culturales.
Why we cooperate surge como un recurso bibliográfico fundamental para investigadores y profesionales de diversas áreas por su metodología comparativa para identificar los elementos distintivos de la cognición social humana. El enfoque del libro le permite a Tomasello fundamentar sus argumentos con evidencia empírica sólida y presentar una explicación evolutiva coherente sobre el surgimiento de la cooperación. Sin embargo, el libro también presenta ciertas limitaciones. Algunos críticos han argumentado que la distinción entre humanos y chimpancés puede ser más gradual de lo que Tomasello sugiere, y que otros factores, como la estructura social y el aprendizaje observacional, pueden jugar un papel más relevante en la emergencia de la cooperación. Asimismo, el enfoque en niños pequeños deja abierta la cuestión de cómo estos comportamientos evolucionan en la adultez y en distintos contextos culturales.
De todas formas, el trabajo de Tomasello no solo aporta evidencia sobre la cooperación humana en sus formas más tempranas, sino que también abre nuevas vías de investigación sobre la relación entre biología y cultura en la construcción de sociedades basadas en la colaboración y la reciprocidad. Este libro es una lectura esencial para quienes buscan entender los mecanismos que sustentan la vida social humana y las diferencias clave entre nuestra especie y otros primates.
Notas de autor
Universidad Católica Argentina (UCA). Facultad de Psicología y Psicopedagogía. Centro de Investigaciones en Psicología y Psicopedagogía (CIPP).