Ensayo
AMÉRICA LATINA SIGUE IGUAL DE SOLA
LATIN AMERICA IS STILL IN SOLITUDE
Revista Científica de Historia -C.H.E (Construcciones Históricas por Estudiantes)
Universidad Nacional de San Juan, Argentina
ISSN: 2545-8949
ISSN-e: 2796-9894
Periodicidad: Semestral
vol. 4, núm. 4, 2022
Resumen: A cuarenta años del famoso discurso del reconocido autor Gabriel García Márquez, una serie de reflexiones sobre lo que significa la soledad de Latinoamérica en el Siglo XXI, un clamor de reclamo por la historia robado y las heridas que aún no terminamos de cerrar, ni en cuarenta ni en cien años más.
Introducción
El famoso autor de ficción, Gabriel García Márquez, al recibir su premio nobel en 1982, pronunció un famoso discurso, que ha sido recitado, pronunciado y remixado, cientos de veces. Este discurso, pronunciado en las épocas más oscuras de nuestro territorio del centro y sur, era un grito de alerta,
un pedido de auxilio, y un aviso al mundo de una realidad que habían decidido ignorar voluntariamente.
Cuarenta años después, la vigencia de las partes más oscuras parece un resabio de otro mundo, de una realidad paralela, de otro país, de otra Latinoamérica que ya no parece existir. Pero, otras secciones de esta, son un informe claro de un “Nunca Más” que no debemos olvidar y un recordatorio de realidades que no debemos ignorar. Porque, como dice el título, en América Latina no debemos olvidar, que seguimos igual de solos.
La Realidad Latinoamericana
Nuestro subcontinente, si es que se le puede llamar así, ha pasado por mucho en su “corta” historia, esto si tenemos en cuenta sólo el periodo en el que nos hemos constituido como estados- nación. En nuestro país, tan solo en el Siglo XIX, pasamos por tres guerras (dos contra países limítrofes); y en el Siglo XX, por cinco golpes de estado distintos. Incontables figuras han surgido de nuestras tierras, héroes magníficos cuya grandeza sólo hemos podido conocer en el último tiempo, ignorándolos durante su existencia en este mundo. Y villanos peores que cualquier personaje que nuestras ficciones pueden crear, nuestra tierra literaria por excelencia, que han llegado a lugares importantes, incluso llegándolos a tener como ídolos por un tiempo, y solo recientemente hemos empezado a despertar de esto.
Vivimos mucho tiempo en un sueño. O vivimos de sueño en sueño. El sueño proveído por quien nos trató de patio trasero, el sueño imposible de una comunidad latinoamericana no fracturada, el sueño de una América europea, el sueño de una América revolucionaria y socialista. Constantemente creamos boogeyman de nosotros mismos, de Cuba a Venezuela; creamos enemigos de decisiones de gobiernos autoritarios, como el odio de Chile-Bolivia, Chile-Argentina, Brasil-Paraguay, Colombia-Venezuela. Entramos en guerra por motivos casi inverosímiles y chauvinistas, a causa de estos mismos gobiernos, con el exterior en “cargas heroicas imposibles”; o entre nosotros mismos, por la clasificatoria en un mundial en el que salimos en primera ronda.
Latinoamérica presentada de este modo, parece una tragedia. Una tragicomedia en el mejor de los casos. Pero, como dice la apertura de uno de los programas que más ha influenciado el conocimiento de la historia para la gente de mi generación, y “[Argentina]” (y por extensión, Latinoamérica “es un drama, pero también una aventura”.
Pero, antes que todo, ¿cómo llegamos aquí?
Un poco de historia
Nuestra historia es trágica, desde el origen. Condenados por nuestro origen, aislados del mundo, tuvimos un crecimiento paralelo al del “viejo Mundo”. Mientras surgía el primer concepto de la civilización China, aquí teníamos Norte Chico. Mientras la peste negra casi borraba a Europa del mapa, los Mayas estaban en su esplendor. Y, mientras se preparaban las tres naves que acompañaban a Colón, los Mexicas (Aztecas) acababan de crear uno de los mayores imperios de la historia.
Pero, todo cambió con el (llamado por algunos autores contemporáneos) encubrimiento de América. Con los conquistadores vino desde una nueva forma de gestionar el territorio, netamente extractivista; una religión monoteísta de la que muchos seguimos siendo parte, y bastante distinta de lo que antes había aquí; y una gran cantidad de enfermedades de las que nunca habíamos oído hasta ese momento. A eso me refería con él “condenados por nuestro origen”, el estar aislados del viejo mundo, sin animales de granja y grandes polis, hizo que cosas como la poliomielitis, el sarampión o el cólera hiciera desaparecer al 90% de la población originaria sin arrojar una piedra. Sumado eso a los caballos y a la pólvora de los europeos, y no es extraño que en menos de cien años hayan sometido por la cruz y por la espada al nuevo mundo.
El Tratado de Tordesillas, marco la localización de lo que pertenecía a España y Portugal, creando lo que hoy es el quinto estado más grande del mundo con un idioma distinto del resto de América. Luego Francia, Holanda e Inglaterra, desconocieron el acuerdo, fundando colonias en América del Norte, y algunas en las islas del caribe. La división entre América Latina y el resto de América, quedó marcada entonces.
Cientos de años después, una guerra en Europa, años de colonialismo, nuevas ideas de ciertos líderes, una revuelta exitosa en el norte, y el contexto era perfecto para las independencias de los países… pero no para su estabilidad. Tardaremos demasiado en tener nuestras constituciones, y aún más en tener estabilidad. Una estabilidad apacible, cascoteada en ocasiones por intereses de las metrópolis nuevas y viejas, en la que estamos desde entonces. Y en la que hemos empezado a pensar, por primera vez, por nosotros mismos.
Un Pensamiento sobre la Soledad desde el Centro y Sur
Y con el tiempo, fue que nuestras ideas empezaron a tener un lugar y nos empezamos a cuestionar aquello que nos había sido dado. Desde nuestras instituciones, a nuestras realidades que habíamos pecado de verlas eurocéntricamente. Y empezando a ver estas cuestiones, y las
diferencias entre lo nuestro y lo de otros, creamos visiones críticas desde el centro y el sur. Y en ellas, replanteamos el rol de política, de la justicia, de la comunicación, de todos los conceptos que rodean las ciencias sociales. Este artículo es sólo una corta reflexión, y no pretende ser más que eso. No espero redescubrir la rueda, pero si quiero traer una visión que el activismo social y territorial me ha dado, y una defensa apasionada de este último, que considero debe ser el mapa que debemos seguir en el futuro.
Pero volvamos al origen del artículo. Cuando Gabriel hablaba de realidad latinoamericana, hablaba de una Latinoamérica desunida por luchas intestinas, y atacada por intereses externos; casi cuarenta años después: ¿qué queda de eso?
Quedan las heridas. Queda un deseo de Justicia, a una memoria colectiva que no conoce en ocasiones su historia, un pedido de verdad perdido al tiempo; una Economía en crisis heredada de décadas de saqueos, de arcas y recursos; queda una educación acribillada y nombres y monolitos en las calles internas de nuestras universidades de aquellos que nos robaron; y quedan resentimientos entre idiosincrasias por guerras provocadas por las autoridades de facto que tuvieron poder por nuestra tierra; y queda una necesidad de repensar cómo contamos esta historia. Y mi reflexión es que tenemos que darnos ese momento, y que esa es nuestra tarea. Y por nuestra, nos referimos a las nuevas generaciones, que hemos conocido esta historia por los que estuvieron con vida en esa época y no en carne propia; pero que, a pesar de eso, podemos ver con claridad las cicatrices. Es nuestra tarea, decidir cómo la historia va a pasar a la posteridad, no en relaciona los libros de historia, sino en relación a lo que el futuro va a decir de esta historia, como la
vamos a rememorar
No por algo, gente sabia ha dicho que el que no conoce su historia está condenado a repetirla. Y, recientemente, tras una reaparición de los extremismos que llevaron tanta tristeza a nuestra realidad, es trabajo de los que conocemos mejor esta historia, de informarla a los demás; en este tiempo, en el que muchos jóvenes se han visto seducidos por estas ideas, es tarea de aquellos que militamos los valores que la memoria de nuestra historia, levantar estas banderas, para que no tengamos que vivir de nuevo, estas realidades en las que “el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida”.
Notas