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La construcción de la identidad de un héroe: visiones de la infancia en El árabe del futuro de Riad Sattouf
Building a Hero’s Identity: Visions of Childhood in Riad Sattouf’s The Arab of the Future
Nuevas Poligrafías. Revista de Teoría Literaria y Literatura Comparada
Universidad Nacional Autónoma de México, México
ISSN-e: 2954-4076
Periodicidad: Semestral
núm. 7, 2023
Recepción: 15 Agosto 2022
Aprobación: 01 Noviembre 2022
Resumen: Este artículo busca analizar los elementos a través de los cuales se construye la identidad del héroe en la figura del niño en el cómic El árabe del futuro de Riad Sattouf. Al explorar su propia infancia, itinerante y multicultural, Sattouf crea una imagen de su yo niño vista desde diferentes perspectivas. Para empezar, los viajes, que marcarán ese periodo de su vida y el de su familia, constituyen el hilo conductor de una historia atravesada tanto por los designios del padre como por la historia de diferentes países de Oriente Medio desde finales de los años setenta hasta mediados de los años noventa. Sumado a esto, la autoridad y las imposiciones del padre serán determinantes para el personaje de Riad niño, que lo admira y lo venera, pero que a medida que pasa el tiempo y avanza la narración se percata de que la imagen que había construido en torno a él estaba distorsionada o al menos incompleta. De esta manera, Sattouf nos ofrece un relato autobiográfico que a lo largo del cómic se sirve de aspectos como el uso del color para distinguir los espacios geográficos por los que transita y, a la vez, para establecer relaciones de afecto y cercanía con esos lugares que habitó durante su niñez. A lo largo de seis volúmenes, El árabe del futuro enfatiza el valor de la figura del niño como un héroe de lo cotidiano, de curiosidad e imaginación sin límites, de pequeñas hazañas y grandes descubrimientos.
Palabras clave: Análisis del discurso multimodal, Tiras cómicas, Héroes en la literatura, Identidad en la literatura, Niños en la literatura, Riad Sattouf.
Abstract: This article seeks to analyze the elements through which the identity of the hero is built in the figure of the child in the comic The Arab of the Future by Riad Sattouf. By exploring his own itinerant and multicultural childhood, Sattouf creates an image of his childself from different perspectives. To begin with, the journeys, which will mark this period of his life and that of his family, constitute the guiding thread of a story traversed both by the father’s decisions, as well as the history of different countries in the Middle East from the late 1970s to the mid-1990s. Furthermore, the authority and impositions of the father will be decisive for the character of Riad as a child, who admires and venerates him, but, as time passes and as the narrative progresses, he realizes that the image he had built around his father was distorted or at least incomplete. In this way, Sattouf offers us an autobiographical story that throughout the comic uses aspects such as color to distinguish the geographical spaces through which he transits and, at the same time, to establish relationships of affection and closeness with those places that he inhabited during his childhood. Throughout six volumes, The Arab of the Future values the figure of the child as a hero of the everyday, of curiosity and imagination without limits, of small feats and great discoveries.
Keywords: Multimodal discourse analysis, Comic books, Heroes in literature, Identity in literature, Children in literature, Riad.
El árabe del futuro. Una juventud en Oriente Medio es un cómic autobiográfico creado por el historietista y cineasta francés Riad Sattouf. La serie está dividida en seis partes, y su último volumen fue publicado en diciembre de 2022. La historia comprende tres décadas, empezando a finales de los años setenta. El primer volumen abarca el periodo entre 1978 y 1984; el segundo, entre 1984 y 1985; el tercero, entre 1985 y 1987; el cuarto, entre 1987 y 1992; el quinto, entre 1992 y 1994, y el sexto, entre 1994 y 2011. Desde la publicación del primer libro, en 2014, ha contado con gran éxito, tanto así que en 2015 ganó el Premio al Mejor Álbum en el Festival Internacional de la Historieta de Angulema.
Narrada en primera persona, la historia nos lleva en un viaje a través de los años de infancia y adolescencia del autor, vividos entre Francia, Libia y Siria. De padre sirio y madre francesa, el autor ilustra la memoria infantil (acerca de la figura paterna y su papel predominante en la toma de decisiones familiares) como el hilo conductor de la obra, que además muestra el trasfondo sociopolítico de Oriente Medio a finales de los años setenta y comienzos de los ochenta, época de grandes cambios y de tensiones internacionales. Sattouf logra mostrar a través de un relato autobiográfico la memoria detallada de una niñez itinerante, dejándonos entrar en esos primeros recuerdos marcados por el constante cambio de espacio geográfico y las implicaciones que estos traslados tuvieron tanto en la vida familiar como en sí mismo.
El presente texto indaga cómo la construcción de la figura del héroe en la obra de Sattouf se hace a través de la exploración de la identidad de su protagonista, una identidad marcada por la relación con su padre y por los múltiples desplazamientos geográficos por los cuales transcurren su infancia y su adolescencia. Así, la autorepresentación en formato de cómic del Riad niño nos permite vislumbrar las diferentes etapas de ese desarrollo identitario en el que poco a poco se configura un héroe como el que caracteriza Mijaíl Bajtín (2003): “el héroe como punto de vista, como mirada sobre el mundo y sobre sí mismo” (74). Esa “autoconsciencia” será el rasgo que podemos rastrear a lo largo de los volúmenes como un proceso de crecimiento y al mismo tiempo de profunda observación de su entorno familiar, cultural, religioso y escolar, e inclusive de su interior, de ese mundo onírico en el que se nos revela lo que en la superficie es opaco.
El tipo de obra que Sattouf crea en El árabe del futuro entra en la categoría de lo que Guzmán Tinajero (2017) ha denominado autócomic, el cual define como “un cómic en el que el autor es el eje discursivo de la narración sin importar su referencialidad o su ficcionalidad; tampoco el tipo de relato que cuenta” (iii). Este concepto, que engloba obras de diferente naturaleza pero que comparten el rasgo del yoen el centro de la narración, sirve para explicar el mecanismo que emplea Sattouf a lo largo de la serie: contar la infancia y la adolescencia de Riad y todas las dinámicas familiares, escolares, sociales y políticas que se tejen en paralelo exaltando precisamente una visión subjetiva de lo que ocurre. A partir de esto, podemos sostener que a lo largo de la narración se presenta una focalización interna fija en la que “la experiencia y espacio perceptivo, está sujeta a un solo personaje. El relato no se separa de éste para mostrarnos su percepción de los hechos; es decir, siempre estamos a la espera de lo que le sucede. El lector no tiene ningún otro acceso ni filtro en la experiencia de la diégesis” (Guzmán Tinajero, 2017: 122-123). Nuestra experiencia como lectores está mediada por la mirada de Riad: vemos lo que él quiere mostrarnos, viajamos con él por varios países de Oriente Medio y a la región de Bretaña en Francia, y somos testigos de su configuración identitaria a medida que él nos la muestra.
Asimismo, vale la pena detenerse en el hecho de que el autor use su propio nombre, el de sus padres y el de sus hermanos como los nombres de sus personajes. No es un detalle menor, pues establece una relación directa entre el autor y el personaje que delimita para afincarlo en lo referencial. En el tomo 2 de la serie, observamos una secuencia en donde Riad está en la escuela aprendiendo a leer y a pronunciar los diferentes sonidos del alfabeto árabe. El dibujo nos muestra una sucesión de rostros de Riad que se repiten y que emiten diversos sonidos con una particularidad sonora que se destaca a partir del estilo de las letras dentro de los bocadillos. En la viñeta posterior vemos el nombre “Riad Sattouf” escrito en árabe y de nuevo los rostros repetidos de Riad pronunciando cada letra. Leemos en el cartucho superior a la viñeta: “Otros sonidos me resultaban más fáciles. Mis favoritos eran los de mi nombre y apellido” (Sattouf, 2016a: 65); en el inferior, leemos que: “En árabe, las palabras ‘Riad’ y ‘Sattouf’ tienen una solemnidad impresionante que pierden en francés” (Sattouf, 2016a: 65). De acuerdo con Guzmán Tinajero (2017), “el nombre no sólo servirá para relacionar al autor de un texto con el nombre de la portada, sino también para crear una red entre textos que pueden unirse bajo una misma identidad” (128). En este sentido, el nombre propio adquiere una importancia definitiva, puesto que el propósito de hacer explícita esta relación entre autor y personaje, la cual se afianzará aún más al usar los nombres reales de sus familiares, tiene el valor de formar un vínculo y a la vez una tensión entre la identidad en formación del Riad niño/adolescente y la del Riad autor.
Además de estos aspectos de lo narrativo que hacen de El árabe del futuro un autocómic, también podemos aludir a la parte gráfica y a cómo ésta contribuye a crear una identidad visual de Riad y de los personajes que lo rodean que es continua y consistente a lo largo de la serie. Su “yo-gráfico” es fácilmente reconocible, ya que “permite una identificación sin necesidad de establecer en cada viñeta la relación con el autor, ya que porta el carácter y la historia (real y ficticia) resultante de su combinación, transposición e invención” (Guzmán Tinajero, 2017: 134). La acumulación de sus apariciones, así como los rasgos distintivos del personaje, hacen que los lectores seamos capaces de identificar a Riad no sólo por su nombre, sino por la consistencia de múltiples representaciones gráficas que despliegan al personaje en toda clase de situaciones cotidianas.
Podemos ejemplificar lo dicho anteriormente acerca del “yo-gráfico” con la caracterización que se hace de Riad al inicio de cada uno de los libros que componen la serie. La primera viñeta de cada cómic presenta al niño durante la etapa que está representada en el volumen, a los dos, cuatro, siete, diez y catorce años respectivamente. Los dibujos nos muestran al niño señalado por pequeñas flechas en las que por medio de descripciones se remarcan algunos rasgos físicos distintivos, como su “larga melena rubia platino. Abundante y sedosa” (Sattouf, 2015: 7), o de su personalidad: “Demasiado seguro de su encanto” (Sattouf, 2016a: 7). Estas viñetas introductorias, además de mostrarnos la evolución cronológica de Riad y los cambios físicos que va experimentando con el paso del tiempo, sirven como un comentario del autor sobre la percepción que tiene de sí mismo durante esas etapas y la percepción que otros tenían de él. El uso de la tercera persona en estas descripciones —“Tiene que controlarse mucho para no llorar cada vez que se cae” (Sattouf, 2016a: 7), “Cordones atados por su mamaíta” (Sattouf, 2016a: 7)— contrasta con la primera persona con la que se presenta al inicio de cada uno de los libros: “Me llamo Riad. En 1984, tenía 6 años y seguía siendo un hombre arrebatador” (Sattouf, 2016a: 7). De alguna manera, este uso inusual de la tercera persona muestra una mirada diferente, y por demás crítica, a la opinión favorable que al parecer Riad tiene sobre sí mismo.
El viaje del niño como el viaje del héroe
Para identificar cómo se construye la identidad del héroe en la figura de Riad, el protagonista, es importante definir y delimitar el concepto. Retomando a Joseph Campbell (1959), quien define al héroe como “el hombre o la mujer que ha sido capaz de combatir y triunfar sobre sus limitaciones históricas personales y locales y ha alcanzado las formas humanas generales, válidas y normales” (19), podemos hablar del viaje físico, psicológico y emocional que vive Riad a lo largo de los volúmenes. Es posible situar diferentes momentos de la narración en las etapas del viaje del héroe que plantea Campbell (1959).
Desde el establecimiento de un contexto familiar, a modo de mundo ordinario, en donde conocemos a los padres y tratamos de entender las motivaciones detrás de su mudanza de Francia a Libia, intuimos que esos múltiples desplazamientos darán paso a una suerte de aventura en la que la familia tendrá que embarcarse siguiendo los designios del padre. Esta aventura genera múltiples desequilibrios en los que los miembros del núcleo familiar tendrán que adaptarse a las nuevas circunstancias de la mejor manera posible, aunque en muchos casos esa adaptación nunca se alcance. Para Riad en especial, la “llamada de la aventura” (Campbell, 1959: 36) significa encontrarse con el mundo porque, por un lado, en los primeros libros el protagonista es un niño de muy corta edad que está conociendo todo por primera vez y, por otro, porque ese encuentro es con otro mundo diferente al que había conocido hasta ese momento por medio de su vida en Francia con sus padres. Podríamos interpretar esta colisión de mundos como que “[u]na ligereza —aparentemente accidental— revela un mundo insospechado y el individuo queda expuesto a una relación con poderes que no se entienden correctamente” (Campbell, 1959: 36). En contraposición a lo que ya conocía, el viaje a Oriente Medio le abre otro espectro de posibilidades que van desde sus experiencias en los juegos con otros niños, hasta su paso por la escuela con normas estrictas y castigos físicos que lo aterrorizaban.
La figura del guía o mentor planteada por Campbell (1959) está claramente personificada en Abdel-Razak, el padre de Riad, quien tiene la voluntad de forjar el destino de su hijo a su imagen y semejanza. Si bien para el mitólogo estadounidense la ayuda que recibe el héroe es de tipo sobrenatural, en este caso esa figura adquiere las características del “guía, el maestro, el conductor”, de “quien induce a las almas inocentes a los reinos de la prueba”, una suerte de “sacerdote iniciador” (Campbell, 1959: 48). Sin embargo, su deseo de encaminar el destino de Riad y sus hermanos está lleno de contradicciones. Su talante autoritario lo lleva a imponer más que a guiar; hacia el exterior se muestra como una figura fuerte, masculina y hegemónica, pero en el espacio doméstico teme los reproches de su esposa y resiente sus opiniones y sus críticas. Esta oposición entre madre y padre, en la que el segundo predominará, al menos en los tres primeros libros, posiciona lo materno como un espacio seguro, aunque profundamente vulnerable, y a lo paterno, como el lugar de la aventura, pero a la vez como la representación de lo obtuso, lo intransigente, lo irreconciliable. Campbell (1959) lo nombra a través del mito de la tribu australiana Murngin, con el que puede ejemplificar “la pesadilla arquetípica del padre ogro” (82):
La llamada del Gran Padre Serpiente fue motivo de alarma para el niño; la madre significaba la protección. Pero el padre vino. Fue el guía y el iniciador a los misterios de lo desconocido. Así como el padre es el intruso original en el paraíso del niño con su madre, es el enemigo arquetipo; de este momento en adelante, a través de toda la vida, todos los enemigos son símbolos (para el inconsciente), del padre. (92)
Como afirmamos anteriormente, la figura del padre en su naturaleza contradictoria es recibida por parte de Riad de forma dual. Por un lado, lo admira y lo ve como un modelo a seguir y, por otro, se distancia de su manera de ser, se siente diferente a él y quiere seguir otro camino. Podemos tomar este hecho como un rechazo a la llamada de aventura (Campbell, 1959) y, así, “[a]unque la llamada a la aventura puede ser aceptada por el héroe, ya sea de forma voluntaria o arrastrado por las circunstancias, otras veces podemos advertir que se da una cierta reticencia por su parte. Esta negativa es una expresión de los miedos provocados por la idea de abandonar la familiaridad del mundo cotidiano” (Chamorro Ramos, 2017: 14). En el caso de Riad, esos miedos no tienen que ver solamente con la pérdida de lo familiar y el paso hacia lo desconocido, sino con una consciencia de lo que aceptar ese llamado significaría: apegarse a los preceptos del padre y cumplir su voluntad.
El paso del mundo ordinario al mundo extraordinario, en donde hay un cruce del umbral en el que se presentan pruebas y en donde el héroe conocerá aliados y enemigos (Campbell, 1959), está representado en el cómic a través de la idea del desplazamiento. Podemos incluso leer cada uno de los volúmenes de la serie como diarios de viaje en los que Sattouf ha consignado sus recuerdos de esos primeros años entre Francia, Libia y Siria con las implicaciones que tiene para un niño y para su familia el hecho de no encajar completamente en ninguno de esos lugares y el esfuerzo que conlleva tratar de integrarse o de sentirse parte de algo. La memoria que reconstruye de sus experiencias como niño viviendo en esos países logra capturar diferentes aspectos culturales y sociales que dan como resultado un retrato íntimo de lo que ocurre en la cabeza de un niño para el cual no tener un lugar fijo o moverse constantemente es sinónimo de normalidad.
Aquí nuevamente la figura del padre será clave para entender esos desplazamientos puesto que es él quien toma las decisiones en la familia y los embarca en un primer viaje a Libia en 1980, en donde lo han aceptado como profesor titular de la Universidad de Trípoli. Luego, por temporadas, irán a Francia a visitar a los abuelos maternos y finalmente se asentarán en Siria, el país natal de Abdel-Razak, el padre, en donde sólo obtiene una plaza como profesor adjunto a pesar de ser uno de los candidatos más calificados por su título como Doctor en Historia. Al viajar a estos destinos podemos ver la fascinación que tiene el padre por figuras como el dictador libio Muamar el Gadafi o el sirio Háfez al-Ássad. Su carácter nacionalista se traducirá en una admiración ciega por los líderes del mundo árabe de esa época y por un rechazo a los valores de Occidente y a sus formas de hacer política y de educar a sus ciudadanos.
Por otra parte, uno de los aspectos gráficos que se utilizan para mostrar los tránsitos de los personajes por diferentes países es el color, ya que Sattouf lo emplea para representar cada uno de los espacios que habita la familia: el azul será el color predominante cuando están en Francia, el amarillo en Libia, y el rosa y el rojo en Siria. Este uso monocromático del color crea una atmósfera para cada país; podemos sentir el calor desértico de Libia o el frío y la humedad del norte de Francia. A su vez, Sattouf configura una conexión sensible con cada lugar, y esto podemos evidenciarlo con la tonalidad que usa para representar el paso de su familia por Siria. Se pueden relacionar los colores rojo y rosa empleados en esta sección con el hecho de que es la tierra natal de su padre, en donde están sus raíces: de allí proviene su sangre. Aquí es donde el padre se mostrará más vulnerable al encontrarse con su madre, la abuela de Riad; sólo en ese momento él también volverá a ser niño y se tumbará para besarle los pies y ser abrazado como en su infancia. El vínculo entre color y espacio es completamente afectivo, como si la memoria del Riad niño rememorara esos episodios casi como en una película, pero en lugar de ver todo en blanco y negro, como tradicionalmente se representa el pasado, lo hace en colores.
Si bien este artículo no se detiene a analizar cada una de las etapas del viaje del héroe planteadas por Campbell (1959), sin duda muchas de ellas podrían localizarse en El árabe del futuro, ya que la historia del protagonista, Riad, puede ser leída en clave mitológica como un viaje interior. Como afirma el autor estadounidense, “La travesía del héroe mitológico puede ser, incidentalmente, concreta, pero fundamentalmente es interior, en profundidades donde se vencen oscuras resistencias, donde reviven fuerzas olvidadas y perdidas por largo tiempo que se preparan para la transfiguración del mundo” (Campbell, 1959: 24). La profundidad que ofrece la mirada de Riad niño sobre los sucesos que acontecen a su alrededor da cuenta no sólo de una curiosidad innata, sino de una elaboración compleja por parte del autor con sus recuerdos de infancia y adolescencia. Los cómics de esta serie pueden ser vistos como un viaje inacabado en el que el lector también se embarca en ese desplazamiento hacia el interior del niño que, en su camino a convertirse en un héroe de lo cotidiano, nos permite adentrarnos en miedos, sensibilidades y rupturas compartidas.
Una identidad más allá de lo heroico
Conocemos a Riad no sólo por medio de la imagen que nos ofrece el cómic, sino por su manera de narrar en detalle cada aspecto de lo que observa a su alrededor. La idea que nos hacemos del niño pertenece al orden de los personajes miméticos inferiores. Como señala Maria Nikolajeva (2014), en este tipo de historias vemos a “niños normales en situaciones ordinarias: historias domésticas, escolares” (78), aunque más adelante veremos que algunas de las circunstancias que rodean la vida de Riad distan de ser ordinarias. La naturalidad que es propia de este tipo de personajes es representada a través de situaciones de la cotidianidad peculiar a la que se enfrenta la familia: la adaptación por parte de la madre francesa y del niño al nuevo entorno cultural, social, político y religioso con el que se encuentran en Libia y luego en Siria, al cual el padre ya pertenece por haber nacido y crecido allí. Esto último, por supuesto, abarca elementos como la relación con nuevos espacios, costumbres, juegos y, en última instancia, con formas de ver y de aproximarse al mundo.
En este sentido, y como también subraya Nikolajeva al hablar de este tipo de personajes, El árabe del futuro nos muestra una representación de la vida interior del Riad niño, y no porque explícitamente Sattouf lo haga hablar sobre sí mismo o sobre cómo se siente, sino porque las situaciones que describe desde la primera persona permiten vislumbrar su carácter y ver esa transición que se da de héroe a personaje por “la capacidad del autor adulto para adoptar la postura del niño” (Nikolajeva, 2014: 97). No encontramos aquí a un niño extraordinario con grandes virtudes o habilidades. En su lugar, vemos la singularidad característica de la infancia, la sinceridad de quien al ser nuevo en el mundo observa todo con genuina curiosidad.
Desde las proposiciones de E. M. Forster (1990), podemos observar que, tal y como él afirma, “la vida interior que se manifiesta en los signos externos deja de ser interior y entra en el reino de la acción” (21). Eso es lo que sucede con El árabe del futuro, ya que Sattouf nos permite entrar en su narración autobiográfica en formato cómic para verlo en acción. Siempre el Riad niño está en medio de alguna situación que lo obliga a actuar o al menos a observar cómo otros actúan. Sin embargo, y como bien señala Forster, algunas de esas actividades que llevamos a cabo en la cotidianidad, como comer o soñar, solamente están allí con el propósito de mostrar al protagonista como un ser social que interactúa con su entorno, o que extrapola sus miedos, generalmente referidos al padre, por medio del sueño.
En una de las secuencias del primer cómic (Sattouf, 2015: 15-16), Riad sueña con la figura del toro negro de plástico que su papá lleva a todas partes y que pone encima del televisor para sentir que está en su hogar. En el sueño el toro es real y, cuando va a huir porque va a ser embestido, del otro costado sale otro toro. Cuando los dos animales van a chocar contra él, de repente una mano gigante lo levanta y lo salva: la mano de su padre que lo vuelve a poner en su cama para que siga durmiendo. El sueño nos permite vislumbrar la importancia que tendrá el padre a lo largo de la narración y también la imagen que el niño tiene de él: es enorme, omnipotente y omnipresente, tanto así que también está en sus sueños. Este elemento onírico se repetirá en otras viñetas del cómic y las imágenes que de allí se desprenden sirven para comprender aspectos de su vida despierto, y en particular de su relación con el padre.
Otra de las formas en las que Sattouf nos muestra al Riad niño es por medio de su relación con otros héroes, con esos personajes salidos de la cultura popular y que toma de los dibujos animados y de las películas que ve en la televisión y a los cuales quiere parecerse. También, a través de esos otros héroes, Riad forma en su mente modelos e ideas de lo que significa la valentía, el honor y la fuerza. Tomemos dos ejemplos a los que se hace referencia en el cómic: el primero de ellos es Goldorak, una serie de anime japonesa que era transmitida en la televisión siria y que dio paso a famosas sagas como las de Mazinger Z o Gran Mazinger. En el tercer volumen, Riad le ruega a su padre que le compre una figura de plástico de Goldorak “gigante”, o al menos más grande que él a sus siete años, por lo que vemos en la viñeta. Lo describe como “fier et puissant"1 (Sattouf, 2016b: 22) mientras lo vemos a él frente a la vitrina mirando maravillado a la figura robotizada.
El segundo ejemplo, que aparecerá no sólo en uno sino en varios volúmenes del cómic, es Conan el Bárbaro. Su afición por las películas de acción lo lleva a conocer a este personaje en la versión de la película de 1982 protagonizada por Arnold Schwarzenegger. Al ver la imagen de Conan, Riad sólo puede describirlo como “je n’avais jamais vu d’homme aussi beau et musclé de ma vie. J’étais ébloui"2 (Sattouf, 2016b: 32). Cuando finalmente ve la película en compañía de sus dos primos queda completamente impresionado con la historia de Conan, ese bárbaro que busca venganza por la muerte de sus padres. Sattouf recrea en las viñetas las escenas de la película en las que Conan, siendo niño, ve cómo asesinan a su madre, ve la frialdad en los ojos del agresor antes de cortarle la cabeza y posteriormente es convertido en esclavo junto con otros niños. El hecho de mostrar a Conan no sólo como el hombre adulto extraordinariamente fuerte y valiente que aplasta a sus enemigos, sino como el niño que vive la tragedia y luego se sobrepone de manera excepcional, tiene un propósito claro. Riad puede verse en ese niño y también puede proyectarse en la figura adulta que llegará a ser Conan; quiere ser como él, tener su fuerza, su belleza, ser aclamado por multitudes, ser el gladiador que nadie puede vencer. En este sentido, también podemos leer el cómic desde la pregunta por los modelos de heroicidad con los que hemos crecido, héroes en su gran mayoría hombres o personajes masculinizados que son atractivos por su belleza, pero también por la violencia que los rodea. Cómics como El árabe del futuro permiten cuestionar las imágenes que guardamos de nuestra infancia y que finalmente hacen parte de nuestra educación visual, de esa enciclopedia que guardamos dentro de nuestra memoria y que de alguna manera han conformado la idea que tenemos de lo que significa ser un héroe.
Retomando la idea de desplazamiento trabajada con anterioridad, es evidente que los diferentes países en los que vive la familia aportan elementos interculturales a la identidad del protagonista. Como lo menciona Sattouf en el podcast Les Champs Libres (Wassmer, 2018), su primera lengua fue el árabe; su primer contacto con el mundo a través del lenguaje lo hizo en el idioma de su padre. Éste no es un aspecto menor dado que esos primeros recuerdos de su infancia estarán mediados por los sonidos y la musicalidad de esta lengua; los juegos, las relaciones con su familia paterna y los primeros años escolares estarán inscritos en su mente a través de la cultura de su padre. Después, y como también lo menciona Sattouf, perderá su lengua árabe en el curso de quince días durante un viaje a Francia y le será difícil comunicarse y asistir a la escuela al volver a Siria, pues de repente ha perdido su habilidad para hablarlo, y aunque todavía puede entenderlo, ya no puede articular sus palabras de manera fluida. Aquí podemos intuir que la identidad de Riad está fragmentada de algún modo; los viajes lo transforman e inclusive lo llevan a olvidar algo tan importante como su lengua paterna y a empezar a usar el francés que aprende de su madre.
Al examinar las estructuras textuales propuestas por Joseph Campbell podemos identificar varias de ellas en El árabe del futuro, especialmente las que tienen que ver con la partida y el regreso. Toda la historia transcurre en un constante ir y venir, y esto indudablemente hace que el protagonista vaya cambiando su manera de actuar y de pensar frente a las diferentes circunstancias que observamos en las viñetas. A medida que la historia avanza, no sólo vemos el crecimiento físico del protagonista, sino que también percibimos cómo empieza a adquirir otras cualidades. En cada uno de los espacios, Riad tendrá que pasar por diferentes pruebas, como ésas que todos y todas tuvimos que superar durante la infancia. Sin embargo, la prueba más grande que tendrá que enfrentar será la de romper con la imagen que ha construido de su padre y que, con el pasar del tiempo y de los hechos, se va desdibujando o, más bien, va haciéndose más nítida ante los ojos del niño que crece y cambia.
Las dinámicas de ausencia y presencia del padre, así como su carácter autoritario e individualista, determinan el destino de la familia y a su vez configuran en gran medida la identidad del protagonista. El deseo de su padre de obtener reconocimiento y un alto cargo en alguna de las prestigiosas universidades a las que se postula llevan a la familia a emprender diferentes viajes en los que el bienestar de la madre y los hijos es secundario. Además, su persistencia en imponer en ellos sus creencias y formas de pensar y de actuar provoca el efecto contrario. Ya hacia el tomo cuatro de la serie percibimos que Riad no se siente cómodo con su padre, muchas veces no entiende su manera de actuar y, por eso, prefiere evitarlo. La imposición de que hable árabe, así ya no lo recuerde mucho, y la religiosidad que se hace más fuerte en su padre a medida que avanza la historia, hacen que el protagonista poco a poco cambie la imagen idealizada que tenía de él. Esta ruptura de la imagen que había creado representa una carencia y a la vez una necesidad de adaptarse a su ausencia.
Esta carencia hará que finalmente sobresalga el papel de la madre, Clementine, que en gran parte de la obra había permanecido en el trasfondo como un personaje plano, sin muchos atributos y más bien definida desde la visión paterna. La ausencia del padre, que se va a trabajar a Arabia Saudita, y la posterior mudanza por parte de Clementine y sus hijos harán que ella cobre protagonismo y veamos otros aspectos que hasta el momento quedaban relegados frente a la predominancia de Abdel-Razak. Durante estos años, en los que además comienza la adolescencia de Riad, la madre tendrá que buscar trabajo sin obtener resultados y además veremos los estragos de un matrimonio fallido y de una soledad acumulada en su salud física y mental. A pesar de que sólo hacia el final de los volúmenes Clementine adquiere una mayor relevancia en la historia, cabe destacar que su oposición al padre y sus decisiones también se pueden vincular con los rasgos que tomará la personalidad de Riad. Contrario a lo que desearía el padre, el niño se parece más a esa versión “occidentalizada”, tan temida por él, que al niño árabe que tanto soñaba.
A pesar de ser una serie de cómics en la que predomina lo masculino, por la importancia del padre y en general del hombre en el mundo árabe, también hay espacio para la admiración que siente Riad por varias de las mujeres que hacen parte de su historia. Como mencioné anteriormente, vemos que hacia el final de los volúmenes hay una inversión de los afectos y una toma de consciencia por parte del protagonista sobre la figura de su madre. Intuimos que la admira por el hecho de que es capaz de emprender una vida sola con tres niños de vuelta en Francia y por la fuerza con la que se enfrenta a los designios del padre.
Tal vez el ejemplo más claro de las mujeres que admira a lo largo de la obra es el de su prima Leila. Ella tiene 35 años y es viuda, vive con sus padres y es menospreciada por no ser físicamente atractiva. En una de las escenas del cómic vemos que Leila se interesa por los dibujos de Riad y le ayuda a mejorarlos, le enseña cómo dibujar un barco para que parezca que está en el mar y, con el dibujo de una cancha de fútbol, le da su primera lección de perspectiva. Mientras Riad mira con sorpresa el ingenioso dibujo que ella ha hecho, Leila le dice: “Tienes que imaginar que todas las líneas van al mismo punto. Así es más realista” (Sattouf, 2016a: 32). Además de esto, la viñeta deja una anotación que apunta a la mujer con una flecha que dice: “Fue la primera gran genio del dibujo que conocí” (Sattouf, 2016a: 32). Esto hace pensar a Riad en las opciones de vida que tienen las mujeres y los hombres en Siria y cómo éstas están determinadas precisamente por el género. Aquí, Sattouf por un momento subvierte la idea del héroe como el hombre fuerte y subraya la importancia que tiene para el niño esta mujer habilidosa y creativa que sabe dibujar y que, además, generosamente, le enseña a hacerlo. Su admiración por los personajes femeninos, entonces, también estará mediada por la relación diferente que establece con ellas: una de afecto y de apertura, en contraposición a la de exigencia y dureza que mantiene con su padre.
Podemos concluir que la imagen de Riad niño en El árabe del futuro se suscribe a la idea del personaje como héroe y lo configura a través de este protagonista que crece, en múltiples sentidos, y que lleva a cabo un viaje que no solamente es geográfico sino hacia su propio interior. Al tomar consciencia de sí mismo y de los eventos que rodearon su infancia, nos ofrece un punto de vista, una mirada. En este caso, “el autor, mediante toda la estructura de la novela, no habla acerca del héroe, sino con el héroe” (Bajtín, 2003: 98). Podríamos decir que por medio del cómic acompañamos a Riad en cada uno de sus viajes, estamos con él en su primer día de escuela en Siria, sentimos su dolor cuando es circuncidado, nos enamoramos por primera vez y nos desencantamos del padre que creíamos inmenso e infalible.
El hecho de que El árabe del futuro sea un cómic desplegado en varias entregas hace que la intención de mostrar la construcción de la identidad del protagonista sea más evidente. Sattouf nos lleva en un viaje cronológico en el que lo vemos desde los dos años de edad hasta su adolescencia; somos espectadores de la progresión de sus cambios físicos y de las incomodidades que esto puede suponer, de sus maneras de observar y entender lo que sucede a su alrededor, de la relación con su familia y, especialmente, con su padre. Podríamos ver las páginas de este cómic como un gran álbum de recuerdos en el que su autor no quiso olvidar ningún detalle, casi como una necesidad compulsiva de reconstruir cada momento de su infancia, el deseo de salvaguardar por medio de la imagen y de la narración que ella configura cada impresión de esos primeros años de vida.
En este sentido, otra de las virtudes del héroe sería la de tener una memoria prodigiosa o, por qué no, la habilidad de contar historias que nos transportan a nuestra propia infancia. Walter Benjamin (1991) afirma que “[e]l narrador toma lo que narra de la experiencia; [de] la suya propia o la referida. Y la convierte a su vez en experiencia de aquellos que escuchan su historia” (65). A pesar de que Sattouf construye el relato a partir de sus propias vivencias, como un niño que no se adapta del todo a los espacios en los que se encuentra y que tiene que moverse entre diferentes culturas y tradiciones, logra que quienes leemos sus cómics nos conectemos con nuestra memoria de la infancia sin que necesariamente compartamos el destino de Riad y su familia. Ese narrador en primera persona que nos cuenta su historia desde los ojos del niño abre la posibilidad para reencontrarnos con nuestros recuerdos familiares, de los tiempos de juego en la escuela, de las pequeñas peleas y envidias entre hermanos, de la desilusión al comprobar que nuestros padres son de carne y hueso y cometen errores, y de la decepción al comprobar que nuestros héroes no son lo que pensábamos.
Los héroes siempre lo han sido porque otros, o inclusive ellos mismos, han vuelto después de una gran hazaña o desde tierras muy lejanas a contar sus aventuras, victorias e infortunios. Sattouf hace precisamente esto con El árabe del futuro: nos brinda su propia historia, la de un niño que por azares del destino tuvo que vivir en Oriente Medio y vivir todas esas experiencias propias de ese periodo de la vida en medio de circunstancias fuera de lo común y al mismo tiempo ordinarias que en gran medida determinaron parte de su identidad y moldearon aspectos de su persona que trascenderían posteriormente. Si nos fijamos bien, esta obra no narra una niñez heroica. En su lugar, es el ejemplo perfecto de cómo el personaje se convierte en héroe, de cómo en la simplicidad de lo cotidiano, especialmente en lo que puede representar la infancia, emergen cualidades, defectos, difíciles pruebas y en ocasiones grandiosas victorias.
Sattouf toma los dos grandes temas de la obra, la relación con el padre y el viaje, para a partir de ellos moldear la identidad de su yo niño, haciendo que se adapte a los diferentes obstáculos que encuentra en el camino y que, sin dejar de ser vulnerable o de salir con algunas heridas de esas batallas, resurja para volver a comenzar, como lo hacemos todos los días, como lo hacíamos cuando éramos niños al tropezar. Entonces, justo en eso radicaría la heroicidad de Riad: en sobreponerse no a grandes tragedias, sino a los pequeños periplos que supone crecer, a la posibilidad de no encajar del todo y de buscar una identidad en medio de la transición que hacemos de la niñez a la adolescencia. Riad, el niño, es un héroe porque nos ayuda a entender la problemática figura del padre que muchas llevamos a cuestas y que, en su ausencia o su intermitencia, aún duele como cuando éramos niñas.
Referencias bibliográficas
Bajtín, Mijaíl M. (2003). Problemas de la poética de Dostoievski, 2da ed. (Tatiana Bubnova, Trad.). Fondo de Cultura Económica. (Obra original publicada en 1979)
Benjamin, Walter. (2008). El narrador (Pablo Oyarzun R. Trad.) Ediciones Metales pesados. (Obra original publicada en 1936)
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Sattouf, Riad. (2016b). L’arabe du futur 3. Une jeunesse au Moyen Orient (1985-1987). Allary Éditions.
Wassmer, Arnaud (Anfitrión). (2018). L’Arabe du futur 4 – Rencontre avec Riad Sattouf [Episodio de podcast]. En Les Champs Libres. Les Champs Libres. Recuperado el 17 de noviembre de 2022 de https://open.spotify.com/episode/5R3wWXNFhZzzg42gjtDCzl?si=544517ed8fb249fe.
Notas