Artículo de investigación
Rip Van Winkle: el héroe improductivo
RIP VAN WINKLE: THE IDLE HERO
Anuario de Letras Modernas
Universidad Nacional Autónoma de México, México
ISSN: 2683-3352
ISSN-e: 0186-0526
Periodicidad: Semestral
vol. 26, núm. 1, 2023
Recepción: 25 Junio 2022
Aprobación: 25 Febrero 2023
Resumen: A doscientos años de la publicación de la obra de Washington Irving, Rip Van Winkle (1820), la caracterización del protagonista que más ha prevalecido es la de un individuo perezoso, despreocupado e improductivo. A lo largo de la obra, el personaje es retratado como alguien que muestra poco interés en ocuparse en algún trabajo que le proporcione beneficios económicos. Presionado por las expectativas de la sociedad que lo conminan a conducirse como un "buen marido', Van Winkle elude sus obligaciones domésticas y opta por vagabundear en una montaña cercana. En este artículo se propone una lectura del relato a la luz de algunas claves del pensamiento del filósofo Byung-Chul Han, concretamente las concernientes al concepto de vita contemplativa, cuya exposición se desglosa en El aroma del tiempo (2015) y La sociedad del cansancio (2017). El análisis ilumina una faceta distinta del personaje y lo muestra como un hombre sensible, inclinado a adentrarse en un estado contemplativo. Se concluye que la actitud de Van Winkle hacia la vida expresa un rechazo ante la inevitable llegada del progreso y simboliza la inefable permanencia de un mundo que se resiste a cambiar ante la inminente urbanización provocada por la industrialización. En tal sentido, su conducta representa una dura crítica hacia el imperativo de la productividad dentro del contexto de la sociedad norteamericana de principios del siglo diecinueve.
Palabras clave: Literatura estadounidense, Ocio en la literatura, Irving, Washington, 1783-1859, Capitalismo en la literatura, Han Byung-Chul.
Abstract: Two hundred years after the publication of Washington Irving's Rip Van Winkle (1820), the portrayal that most pervades is an idle, lazy, and unproductive character. Throughout the tale, Van Winkle is seen as neither interested in working his farm or field nor committed to performing profitable labor. Compelled by social expectations to behave as a good husband, he escapes his household responsibilities by wandering around the surrounding forest. This article intends to analyze this short story through the lenses of some fundamental conceptions from the philosopher Byung-Chul Han, especially that of vita contemplativa, mainly expressed in The Scent of Time (2015) and The Burnout Society (2017). This perspective reveals a novel feature of the character: that of a sensitive man willing to be submerged in a contemplative state. We conclude that Van Winkle's attitude towards life shows resistance against the inevitable arrival of progress associated with the emerging industrial civilization. In this sense, Van Winkle's behavior is a fierce criticism of the necessity of being productive in the context of early nineteenth-century American society.
Keywords: American Literature, Leisure in literature, Irving, Washington, 1783-1859, Capitalism in literature , Byung-Chul, Han.
RIP VAN WINKLE: EL HÉROE IMPRODUCTIVO
Introducción
La mayor felicidad brota del demorarse contemplativo en la belleza
Sorprende la multiplicidad de lecturas que puede admitir una obra literaria. A la luz de diversas miradas, un relato puede someterse a un sinfín de interpretaciones. Coincidimos con Robert Ferguson (2005) cuando propone:
"Rip Van Winkle se despliega como una obra cargada de multiples significados y habla a través de ellos a cada nueva generación de lectores" (528).1 Entre las distintas lecturas de las que ha sido objeto el personaje de Van Winkle, desde el psicoanálisis (Heiman, 1959), el análisis histórico-político (Wyman, 2010) y el marxismo (Liu y Sun, 2018), destaca el retrato del héroe fracasado (Campbell, 2004), del bebedor empedernido y haragán (Ferguson, 2005), así como del hombre inmaduro (Staley, 2012) o neurótico castrado (Kann, 1979). Con todo, Rip Van Winkle (1819) es considerado por muchos el primer relato corto de la literatura norteamericana, género que, a la postre, fuera desarrollado con maestría por narradores como Nathaniel Hawthorne, Edgar Allan Poe, Herman Melville, Henry James, Mark Twain y Jack London.2 Por su parte, Brian Jay Jones (2008) reconoce a Irving como el primer escritor norteamericano en vivir de su pluma (7).
El texto forma parte de una colección de escritos que se publicaron de manera seriada entre 1819 y 1820 denominada The Sketch Book of Geoffrey Crayon, Gent, mejor conocida como The Sketch Book. Este compendio de textos, escrito totalmente durante la estancia de Irving en Inglaterra, es sui generis: aglutina textos de distinta índole como son cartas, ensayos, narraciones y viñetas.3 El propio Irving denominó a esta mezcla de textos como bosquejos o bocetos: "a la manera de los turistas modernos que acostumbran viajar con el lápiz en la mano y regresar con el portafolio lleno de bosquejos, así me propongo mostrar algunos de ellos para el beneplácito de mis amigos" (1983: 745). No es extraño percibir en algunos pasajes de Rip Van Winkle ecos de algunas de estas viñetas elaboradas previamente por Irving, así como en otros de sus escritos. Parte del estilo de Irving pareciera consistir en reelaborar o reutilizar estos bosquejos en escritos posteriores. Ciertamente, la confluencia de géneros en un mismo volumen y el empleo de seudónimos o dobles paródicos dan al Sketch Book un carácter misceláneo y enciclopédico propios de la sátira menipea.4
Rip Van Winkle ha sido estudiado desde las más diversas perspectivas y mucho también se ha escrito en relación con sus fuentes. El arquetipo del personaje que se pierde en la montaña, se queda dormido durante largos años y regresa a un mundo completamente cambiado, tiene a Epiménides de Cnosos como una de sus figuras principales; sin embargo, se acredita la existencia de relatos en diferentes culturas con una trama similar.5 Se asegura que Irving se inspiró en un relato del folklore alemán llamado Peter the Goatherd, del teólogo Johann Karl Christoph Nachtigal (1753-1819), publicada en la colección Volcks Sagen (1800) para construir su relato (Krumpelmann 1955: 361). Conviene mencionar que, en The Sketch Book, aparece igualmente el clásico The Legend of Sleepy Hollow, basado en una obra del autor alemán Karl Masaus (1735-1787), quién adaptó cuentos folclóricos de su país en un tono satírico. Celestina Savonius-Wroth (2020) destaca que Irving fue promotor del renacimiento de las tradiciones folclóricas europeas, creando sus propias leyendas norteamericanas (179).6
Rip Van Winkle trata sobre un hombre de mediana edad que no se afana en usufructuar ni su tierra ni su granja -como se esperaría de cualquier hombre casado de su localidad-, pero que gusta de reunirse con un grupo de amigos en la taberna del pueblo y de emprender largas caminatas en el bosque, donde dedica el día a cazar y pescar. En una de sus tantas fugas a la montaña, se demora más de lo habitual y en el camino de regreso se encuentra a un hombrecillo vestido a la vieja usanza neerlandesa, el cual le pide ayuda para cargar un pesado barril de licor. El extraño personaje guía a Van Winkle hasta una especie de anfiteatro, lugar donde otro grupo de hombrecillos practica un peculiar juego de bolos. A pesar de su miedo y sobresalto, Van Winkle bebe a hurtadillas de un raro licor que lo hace caer en un sueño prolongado por veinte años. Al despertar descubre que tanto su perro como sus pertenencias han desaparecido y emprende el camino de regreso a casa.
Al bajar a su aldea, Van Winkle se percata de que el paisaje ha cambiado, no reconoce a las personas y encuentra su casa en un total abandono; su asombro y desconcierto lo conducen a dudar incluso de su propia identidad: "I'm not myself I'm somebody else that's me yonder no that's somebody else got into my shoes I was myself last night, but I fell asleep on the mountain, and they've changed my gun, and every thing's changed, and I'm changed, and I can tell what's my name, or who I am!" (Irving, 1923: 16-17). Resalta el hecho de que Van Winkle desconozca que, durante su ausencia inconsciente, su país fue escenario de una cruenta revolución armada que, al paso del tiempo, traería consigo grandes transformaciones políticas y sociales. Es decir, Van Winkle se internó en el bosque cuando Estados Unidos formaba parte del imperio británico y regresó veinte años después, cuando ya se había independizado y se había convertido en una República.
Efectivamente, encontrarse con un mundo distinto al conocido causa a Van Winkle un gran desconcierto; no obstante, como es evidente, dichos cambios son abordados irónicamente por el autor del relato. El personaje observa los cambios, pero no los comprende en su justa dimensión. Van Winkle regresa justo un día de elecciones, lo sorprende el bullicio que hay en la otra vieja taberna, sitio donde antaño prevalecía una soñolienta quietud, pero le resulta incomprensible escuchar palabras como "derechos ciudadanos", "elecciones", "libertad", etcétera. De igual forma, Van Winkle no distingue que el cuadro del Rey Jorge, colgado en la taberna, ha sido sustituido por el del general Washington. Él cree que se trata del mismo personaje; a lo más, sólo observa algunos cambios en la forma en la que está ataviado: viste un abrigo azul en vez de uno rojo, porta espada en vez de un cetro, y lleva sombrero de tres picos en vez de una corona. Wyman sostiene que éste es un tema central del relato de Irving: la proclividad de su personaje a percibir una realidad aparente cuyo trasfondo no termina por comprender; dicho juego entre lo aparente y lo real expresa una dura crítica, en tanto que cuestiona si realmente la independencia trajo consigo un verdadero cambio en la vida social y política del país (Wyman, 2010: 216), pero ese es un tema que no se abordará en este trabajo.
Van Winkle en la era disciplinaria
Como se ha anticipado, el relato de Rip Van Winkle ofrece algunas claves que permiten enfocar la obra desde la lente del pensamiento de Byung-Chul Han (2015, 2017). La imagen que el lector obtiene de la descripción de Van Winkle es la de un sujeto que evade sus obligaciones y, en cambio, prefiere dedicar su tiempo a actividades nada lucrativas como emprender prolongadas caminatas en la montaña o charlar y fumar la pipa con sus contertulios. En términos de productividad, el personaje es un verdadero fracaso. La propuesta de Han permite acercarnos a esta temática si atendemos a los conceptos de sociedad del rendimiento . tardomoderna . sociedad disciplinaria. En cuanto a la primera, el filósofo plantea que el sujeto del siglo XXI se ha convertido en una máquina del rendimiento, el cual es propenso a desarrollar diversas patologías neuronales, por ejemplo, el síndrome del desgaste ocupacional o burnout (Han, 2017: 68).7 El sujeto, refiere Han, es un emprendedor de sí mismo y está libre de un control externo que lo obligue a trabajar o lo explote; en tal sentido, no está sometido a nadie sino a sí mismo: "El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en auto explotación" (Han, 2017: 31). Han postula que el imperativo del rendimiento fuerza al sujeto a producir más, a aportar más esfuerzos, de modo que "nunca alcanza un punto de reposo gratificante"; en consecuencia, "el sujeto obligado a rendir se mata a base de autorrealizarse" (2017: 82-3).
En contraparte, la sociedad disciplinaria-ubicada entre los siglos XVIII y XIX-, produce sujetos de obediencia, cuya vida se caracteriza por las prohibiciones.8 Mientras que en la sociedad tardomoderna el imperativo del sujeto es "yo puedo", la era disciplinaria se distingue por el "no puedo" (Han, 2017: 25). Aquí, el individuo se encuentra sujeto a obligaciones, leyes y mandatos. Se trata de un sujeto explotado que habita en una sociedad de convenciones e instituciones. Han encuentra en el protagonista de la novela corta Bartleby, el escribiente (1853), de Herman Melville, al típico sujeto disciplinado. Bartleby es un sumiso pero eficiente empleado de oficina que trabaja para un abogado transcribiendo hipotecas y títulos de propiedad, quien, un buen día, decide simplemente no obedecer. Esto le trae consigo innumerables consecuencias, hasta el punto en que termina encerrado en una celda donde finalmente muere de inanición. Sin duda, la historia de Bartleby describe un mundo de trabajo inhumano, cuya atmósfera está invadida de imágenes que expresan desolación y falta de vida: ladrillos, paredes, cisternas, edificios, muros y rascacielos (Han, 2017: 57). El personaje es descrito como un hombre hastiado y agotado por la explotación del sistema de producción. Han (2017) anota: "La industrialización como maquinización acerca el tiempo humano al tiempo de las máquinas[…]. [I]guala la vida humana al proceso de trabajo y al funcionamiento de las máquinas" (84). En este contexto, la frase memorable de Bartleby: I would prefer not to ("preferiría no hacerlo") es un clamor por el hartazgo, es un llamado a la humanidad que pareciera decir: "miren lo que estamos haciendo", "en esto nos convertiremos", "este es nuestro destino fatal". Así, el oficio de escribano es una actividad mecánica y repetitiva que promueve la apatía del personaje y merma su iniciativa, lo cual a la postre acabará con su vida (Han, 2017: 58). Su trabajo está automatizado: cumple la función de una máquina, en este caso, una de escribir.
El mundo lúgubre y hostil de Bartleby quizá no sea muy distinto al de Van Winkle en términos de lo que su comunidad espera de él: conducirse como un marido promedio obligado a proveer el sustento a su familia, en otras palabras, producir bienes. Ciertamente, como sujeto disciplinado, Van Winkle: "estaba sentenciado a permanecer bajo la hegemonia de la cultura doméstica, representada principalmente por su esposa, la cual lo trataba opresivamente" (Shehabat y Al Zedanin, 2020: 78). La diferencia es que Van Winkle todavía tiene la opción de negarse a entrar en la cadena de producción. En este contexto, su prolongado sueño simboliza la resistencia a subsistir en una sociedad que le dice todo el tiempo "no puedes", "no debes"; su comportamiento es mal visto por sus vecinos y conocidos por no afanarse en las labores del campo y en la producción de bienes. Cabe advertir que la atmósfera urbana en la que habita el escribano Bartleby contrasta con el mundo de Van Winkle, donde prevalece un ambiente apacible, casi mítico y primordial. El personaje habita un lugar cuyas montañas aún resguardan ecos de las ancestrales naciones nativas americanas (los Lenape) que moraron allí durante largos años, donde aún se escuchan resonancias de los pobladores neerlandeses asentados allí después de 1600. En otras palabras, Van Winkle encuentra en la contemplación y en el ocio un resquicio para escapar de sus deberes.
El héroe improductivo
Entre los diversos acercamientos al personaje de Van Winkle sobresalen aquellos en los que es descrito como un hombre improductivo y fracasado, cuyos años de madurez y, por ende, de vida productiva, los vivió estando dormido. A partir de esta imagen se desprenden diversos epítetos que evocan al tipo ocioso y holgazán, una suerte de héroe, pero al revés. De manera interesante, Joseph Campbell (2004) sostiene que Van Winkle encarna el prototipo del héroe que transita por tres etapas de los ritos de pasaje. Dichas fases son: separación, iniciación y retorno (28). La separación alude al impulso del héroe a alejarse de su mundo cotidiano, a menudo se interna en un bosque -lugar propicio para escuchar un llamado-. La iniciación empieza cuando el héroe tiene un encuentro con un ente (comúnmente de orden sobrenatural), el cual lo guiará a cruzar un umbral. En esta fase, el héroe sufre una crisis, ya sea luchando con un enemigo o contra su propio miedo. Esta especie de "muerte" lo hace perder, de alguna forma, la conexión con el mundo (entrar en un profundo sueño), de modo que su despertar simboliza una especie de renacimiento o resurrección. Finalmente, el héroe retorna después de haber puesto su vida en grave peligro, enfrentarse con fuerzas sobrenaturales y ganar una victoria decisiva. El héroe, refiere Campbell, regresa a su pueblo a compartir lo aprendido para ser aclamado, reivindicado o, en todo caso, exonerado (2004: 204-5). A diferencia del visionario cretense Epiménides, quien bajó de la montaña recompensado con el don de la adivinación, Van Winkle sólo regresa con la barba crecida, más viejo y desconcertado al ver que el mundo por él conocido se ha transformado; amigos y familiares murieron o siguieron el camino del progreso, a fin de cumplir con las expectativas de la época: unos se unieron a la revolución y otros obtuvieron un puesto político. De la misma forma, su pueblo, antes tranquilo y apacible, ahora es bullicioso y agitado por turbulencias electorales. En la visión de Campbell (2004), Rip regresa de su odisea sin ninguna revelación o sabiduría, con las manos vacías; es decir, vuelve convertido en un héroe, pero invertido: "his return was a joke" (210). No sobra mencionar que, según Gregory Staley, James Joyce ya se había referido a Van Winkle como una especie de Ulises holgazán (2012: 528). El hostigamiento del cual era objeto constante por parte de su esposa refuerza esta idea: "his wife kept continually dinning in his ears about his idleness, his carelessness, and the ruin he was bringing on his family" (Irving, 1923: 4). En consecuencia, el personaje nunca sale bien librado, a juzgar por todas estas concepciones.
La obra se publica al comienzo de la Revolución Industrial en Estados Unidos. Desde un enfoque marxista, Liu y Sun (2018) sugieren que, a principios del siglo diecinueve, la tradicional civilización agrícola estaba siendo reemplazada por la emergente civilización industrial (133). En este sentido, el relato retrata de forma indirecta esta transición y Van Winkle es el arquetipo de esta sociedad en declive, la cual se manifiesta tanto en sus hábitos como en su forma de ser y de vivir, un estilo de vida caracterizado por la evasión de las labores productivas y de las tribulaciones de la vida. Por eso, el largo sueño de Van Winkle representa una pausa en el tiempo. De acuerdo con Shehabat y Al Zedanin (2020) "The act of long slumber can be interpreted as the recession that normally precedes progress and modernity. When people sleep, they are like dead: no motion, no work, no progress, and no civility" (80). Llama la atención aquí la alusión al término de "no actuar", que posee gran relevancia en la propuesta de Han, cuando introduce la noción de vita contemplativa, como se verá más adelante.
De momento, es igualmente significativo que la vida en la aldea discurra de manera aletargada. Es como si sus habitantes vivieran a destiempo, de forma anacrónica, como si hubieran sido abandonados por el cambiante mundo que los rodea. La aldea donde habita Van Winkle es descrita como un conjunto de casas desvencijadas y vapuleadas por el hostil clima, una villa olvidada y alejada de todo, en la que él y sus camaradas leen periódicos atrasados y conversan sobre los acontecimientos en una forma tardía. Sobresale la solemnidad con la que se discurría en estas reuniones, evidentemente, en tono irónico: "But it would been worth any statesman's money to have heard the profound discussions that sometimes took place, when by chance an old newspaper fell into their hands from some passing traveler. How solemnly they would listen to the contents[…] and how sagely they would deliberate upon public events some months after they had taken place" (Irving, 1923: 5-6).
Van Winkle y sus contertulios se resisten a dejar su convivencia provinciana y permanecen aislados de lo que acontece afuera, de modo que sus discusiones políticas se tornan totalmente absurdas. Cuando regresa a su aldea, tanto sus lugares favoritos de recreo como sus viejas amistades ya no existen, han perecido o se han ido; esto significa que la tradicional sociedad agrícola se ha empezado a desarticular. Irremediablemente, la vida de la aldea y de sus habitantes está sufriendo cambios en los ámbitos demográfico, económico y político. A este respecto, Blakemore (2000) ha sugerido que el relato es un emblema del cambio político del pasado colonialismo inglés al presente posrevolucionario (192). En el mismo sentido, Wells (1990) refiere: "Hay evidencia que indica que lo que estaba sucediendo en el siglo XIX, cuando un mundo comercial e industrializado remplazó patrones agrarios más tradicionales, ya estaba presente cuando Rip despierta" (18). A este respecto, Staley (2012) ha sugerido que el personaje simboliza la infancia de una nación que ha perdido su inocencia; es decir, Van Winkle es un adolescente que se niega a crecer y escapa del mundo para no asumir las obligaciones de un hombre maduro. Al mismo tiempo, el personaje representa la fuga inconsciente de una realidad caracterizada por una prosperidad mundana y un conformismo social (560).
Van Winkle el ocioso
A partir del retrato delineado por la voz narrativa del relato, Van Winkle se muestra ante el lector como un hombre que no se actúa de la forma en la que la sociedad disciplinaria le impone y espera de él. Van Winkle no sólo se niega a atender sus tareas laborales, sino que tampoco muestra interés hacia el trabajo productivo. El personaje transgrede la regla y desafía el status quo. Kann (1979) acierta al aseverar que Van Winkle se encuentra muy lejos de ser un hombre flojo (185). Su rechazo al trabajo no deriva de una falta de iniciativa o tenacidad; simplemente es una decisión propia. Otros rasgos de su personalidad distintos a la holgazanería afloran en el siguiente pasaje:
No sólo es su gusto por la soledad o su fortaleza física y anímica lo que caracterizan al personaje; también, Van Winkle es personificado como un hombre sencillo y afable, el cual muestra una gran disposición para ayudar a otros: "He would never refuse to assist a neighbor even in the roughest toil, and was a foremost man at all country frolics for husking Indian corn, or building stone-fences; the women of the village, too, used to employ him to run their errands, and to do some little odd jobs as their less obliging husbands would not do for them" (Irving, 1923: 3).
Nuevamente, resaltan atributos poco aludidos por la crítica. En la imagen de Van Winkle sentado largas horas junto al río en completo silencio y esperando a que pique un pez se revela una interesante faceta del personaje, la cual, como veremos más adelante, trae de nuevo a cuenta las ideas de Han. Por último, al inventario de sus atributos habría que añadir la inclinación de Van Winkle a tomarse la vida con calma y sin complicaciones y a sentirse satisfecho con lo que tiene: "Rip Van Winkle, however, was one of those happy mortals, of foolish, well-oiled dispositions to take the world easy, eat white bread or brown, whichever can be got with least thought or trouble, and would rather starve on a penny than work for a pound. If left to himself, he would have whistled life away in perfect contentment" (Irving, 1923: 4). Hasta aquí, no sólo se ha revelado el retrato del tipo indolente poco o nada interesado en progresar, sino también la efi ie de un hombre sensible, dócil y apacible, capaz de vagar desinteresadamente todo el día en la montaña. Si regresamos al caso del autómata Bartleby, se asume que fue el exceso de trabajo lo que lo condujo a un letal agotamiento y, eventualmente, a la muerte. Bajo el yugo del "no puedo" el escribano se rebeló; pero, ese negarse a hacer algo es el "no" de un hartazgo que lo inmovilizó y hundió en una profunda apatía; lo agotó hasta dejarlo sin fuerza. A este desgaste Han lo denomina el cansancio del agotamiento, el cual, "incapacita para hacer algo" (2017: 73). En contraste, y bajo la mirada del filósofo coreano, se concluye que el que experimenta Van Winkle es un cansancio distinto, uno que inspira: un cansancio curativo, el cual está fundado en la noción de "no actuar" que se materializa en su rechazo a labrar su tierra y cuidar de sus animales. Han sugiere que en los mitos de la creación de las diversas cosmogonías siempre hay un día dedicado al descanso, lo que para la religión judeocristiana es el Sabbath, que "es un día del no[…]un día libre de todo para qué[…]se trata de un entretiempo. Dios, después de la creación, declaró el séptimo día sagrado[…] es el día del cansancio. El entretiempo es un tiempo sin trabajo, un tiempo de juego" (Han, 2017: 73).
Ahora bien, el cansancio curativo está asociado a la antigua noción del ocio.9 Para Han, su contraparte es el trabajo, el cual, se encarga de producir lo útil y necesario y, en gran medida, roba la libertad debido a que está dedicado a satisfacer las necesidades de la vida: "Solo la necesidad obliga al trabajo, de ahí que sea necesario" (2017: 80).10 En contraste, el ocio: "Es un estado de libertad, ajeno a la determinación y la necesidad, que no genera esfuerzos ni preocupaciones[…] Permite que el hombre aparezca como hombre" (2017: 81). Como es claro observar, la pertenencia de Van Winkle a este club perpetuo de sabios, filósofos y otros aldeanos desocupados dedicados a "no actuar" nos sitúa nuevamente en el terreno del ocio. Resulta sugerente que, en el texto, el autor emplee la palabra idle al referirse a estos hombres; de hecho, a lo largo del relato, el término idle es utilizado reiteradamente por el autor para describir las cualidades de Van Winkle. Entre los significados asociados a esta palabra se encuentran: flojo, inactivo, desempleado, indolente y perezoso. Sin embargo, de manera interesante, tanto Spenser como Scott,11 otorgaban al término idlesse una connotación distinta, nada despectiva, sino definida como un placer: a condition of being idle, es decir, como una condición de "estar inactivo" o de "no hacer nada" (Online Etymology Dictionary, s. f.). Este significado es cercano al vocablo ocio, referido por Han, que como se acotó, se define como un estado que no genera esfuerzo ni preocupación y que está desvinculado de toda necesidad, un estado propicio para la contemplación.
Por último, no es casual que al grupo de amigos de Van Winkle se les designe como filósofos.12 Como tal, el filósofo personifica la imagen del hombre inactivo, cavilante, ocupado en la reflexión. A este respecto, Han (2017) puntualiza que el filósofo es un hombre libre, es decir, "no depende de las necesidades de la vida ni de sus coerciones[…] [consagra su vida a la contemplación e] investigando todo lo que nunca perece se mantiene en el ámbito de la belleza permanente" (111). Estos hombres pasan el día contando historias somnolientas e interminables. Evidentemente las palabras en inglés long, lazy, endless y sleepy aluden a estados de profundo sentido durativo y generan una atmósfera en la que el tiempo transcurre con lentitud, lo cual, aunado a los estados de contemplación que experimenta el personaje, permiten nuevamente asirnos a la filosofía de Han.
Van Winkle el contemplativo
Como se ha insistido, el sueño de Van Winkle simboliza la inefable permanencia de un mundo que se resiste a cambiar ante la inminente urbanización provocada por la industrialización y al subsecuente desarrollo de la productividad. La añoranza de esa existencia idílica también se proyecta en la detallada descripción del paisaje, cuando todavía prevalece un estrecho vínculo entre la actividad humana y la naturaleza. En el relato se evoca un estilo de vida apacible, aún regido por los ciclos agrícolas, y son constantes las alusiones a un tiempo que transcurre lentamente, que se puede medir sin necesidad de algún instrumento o máquina. Previo a la prolongada siesta de Van Winkle, los pobladores podían notar los cambios climáticos e incluso saber la hora del día solo con observar las montañas:
El sosiego y la calma expresadas en esta escena son parte esencial de esa vida, pero ese tiempo sublime es amenazado por las inminentes transformaciones que se avecinan. Por eso, antes de que éste se extinga, hay una pausa, se detiene durante veinte años, y es cuando Van Winkle cae en un profundo sueño para evitar vivir en un mundo que se niega a enfrentar.
En la descripción del diario vivir del dueño de la taberna de la aldea en la que Van Winkle y sus camaradas solían departir se expresa elocuentemente este lento transcurrir de las horas, sin artefactos para medir el tiempo: "The opinion of this junto were completely controlled by Nicholas Vedder, a patriarch of the village and land-lord of the inn, at the door of which he took his seat from morning till night, just moving sufficiently to avoid the sun and keep in the shade of a large tree; so that the neighbors could tell the hour by his movements as accurately as by a sun-dial" (Irving, 1923: 6). Es decir, para saber la hora del día bastaba observar en qué posición se encontraba la silla de Vedder. Claramente, el tema de la duración es recurrente en estos pasajes y forma parte esencial del planteamiento de Han. Para este autor, "los objetos de consumo no son sujetos de contemplación, debido a que se usan y se consumen lo más rápido posible y así dar lugar a nuevos objetos y necesidades. Por el contrario, la demora que implica la contemplación presupone que las cosas tengan una duración; Han concluye: "la vita contemplativa es una praxis de la duración. Genera otro tiempo al interrumpir el tiempo del trabajo" (2015: 85).
Como se ha referido, Van Winkle inicia su aventura etílico-onírica cuando Estados Unidos es una colonia inglesa y regresa veinte años después, cuando se ha convertido en una República, con George Washington como primer presidente de esa nación.13 Entre las tantas cosas que encuentra cambiadas, Van Winkle nota que la taberna donde conviviera con sus amigos se ha convertido en un hotel y el gran árbol que la protegía del sol, ahora es un mástil donde ondea una extraña tela:
El estupor y la extrañeza de Van Winkle ante la imagen de un mundo perdido se manifiestan a través del contraste entre lo antiguo y lo nuevo, lo vivo y lo muerto: donde había una vieja y tranquila taberna ahora hay un bullicioso hotel, y el majestuoso árbol que les brindaba sombra y refugio ahora es un poste inerte y desnudo, sin vida, donde ondea un trozo de tela con símbolos incomprensibles.
Van Winkle habita en un tiempo sublime que le permite, por momentos, sumirse en un estado contemplativo; inequívocamente, no se trata de un tiempo laboral bajo el cual deba rendir para autorrealizarse o matarse trabajando, donde el descanso sólo sirva para reponerse del agotamiento y volver a integrarse al trabajo (Han, 2015: 84). Así, cuando Van Winkle se fuga de su mundo de obligaciones, su única alternativa es "escape from the labor of the farm and clamor of his wife[…]to take gun in hand and stroll away into the woods" (Irving, 1923: 6). Justo el día en que sale de casa y tiene su encuentro con los enigmáticos hombrecillos, Van Winkle experimenta una epifanía al contemplar la inmensidad. La escena completa es muestra nítida del estado contemplativo en el que se sumerge el personaje. Sin darse cuenta, Van Winkle llega hasta uno de los espacios más altos de las montañas de Catskill:14
Siguiendo a Han (2017), lo que el personaje experimenta recostado sobre la yerba es un cansancio fundamental, un cansancio que inspira y que permite que "surja el espíritu[…]El cansancio permite al hombre un sosiego especial, un no-hacer sosegado. No consiste en un estado en que se agoten los sentidos. En él despierta, más bien, una visibilidad especial" (70-1). Es evidente que la profundidad de la vista que tiene Van Winkle ante sí es imponente; en ella coinciden el otoño y el ocaso, emblemas de la plenitud y del tiempo que termina. Se describe una escena en la que dominan el retraimiento, la mansedumbre y el silencio. Antes de que Van Winkle cobre conciencia de que debe regresar por temor a que oscurezca, el narrador vuelve a poner de relieve su capacidad contemplativa: "On the other side he looked down into a deep mountain glen, wild, lonely, and shagged, the bottom filled with fragments from the impending cliffs, and scarcely lighted by the reflected rays of the setting sun. For some time, Rip lay musing on this scene; evening was gradually advancing; the mountains began to throw their long blue shadows over the valleys" (Irving, 1923: 7).
La escena completa muestra el recogimiento del personaje ante la excelsitud del paisaje. Se devela una personalidad distinta, la de un individuo que siente admiración, asombro y aprecio por la grandiosidad de la naturaleza. El personaje se encuentra inmerso en lo que Han denomina una "calma contemplativa" (Han, 2015: 80), es decir, "esa experiencia del ser según la cual lo bello y lo perfecto son invariables e imperecederos y se sustraen de todo acceso humano. Su carácter fundamental es el asombro sobre el ser-así de las cosas, que está libre de toda factibilidad y procesualidad" (Han, 2017: 36). Resulta atrayente que el verbo muse, en la voz del narrador, refiera a actos como contemplar, reflexionar, meditar, soñar, cavilar o estar absorto, todas acepciones asociadas a estados impregnados de un carácter durativo, a la manera de un filósofo (Online Etymology Dictionary, s. f.).
Conviene advertir que descripciones como ésta son recurrentes en la obra de Irving; en ellas, se devela su capacidad de asombro ante la majestuosidad de los paisajes naturales. Como se ha señalado, el lugar remoto en el cual Van Winkle solía fugarse poseía un importante significado para Irving como fuente de inspiración y donde seguramente germinó la semilla de su respectivo gusto por la contemplación. Jones (2008) sostiene que: "Irving was overwhelmed by the sheer beauty of the scenery. Nothing ever spoke as loudly to his senses as the grandeur of the Hudson, the Katskills, and the Highlands" (23). Así, en su descripción de las montañas de Catskill se expresa un estado de serenidad y sosiego profundo que siempre lo acompañó. La escena, innegablemente, es como un bosquejo de la descrita por Van Winkle:
As we slowly floated along, I lay on the deck and watched them through a long summer's day; undergoing a thousand mutations under the magical effects of atmosphere; sometimes seeming to approach; at other times to recede; now almost melting into hazy distance, now burnished by the setting sun, until, in the evening, they printed themselves against the glowing sky in the deep purple of an Italian landscape. (Jones, 2008: 26)
La experiencia anteriormente descrita es similar a la referida por Han (2017) cuando expresa: "durante el estado contemplativo se sale en cierto modo de sí mismo y se sumerge en las cosas" (37), y ambos, Irving y Van Winkle, la vivían constantemente.
El rostro del autor
Sin duda, la figura de Van Winkle como un hombre improductivo es la que más ha predominado en la historia de la crítica literaria, desde la publicación de la obra hace más de doscientos años, hasta nuestros días. No obstante, examinado desde otra mirada, se ilumina una faceta distinta del personaje, la de un hombre sensible que muestra una inclinación a las actividades poco lucrativas y a la contemplación, a la manera de un filósofo. Es claro que en la obra se plasma la añoranza de un mundo idílico que se encuentra en vías de desaparecer; esto se manifiesta en la negativa del personaje a ceder ante el inminente arribo del progreso y de la industrialización. En este contexto, la actitud de Van Winkle ante el mundo es de rebeldía. Su prolongada siesta simboliza el rechazo a formar parte de la cadena productiva. Así, la negativa a mejorar su condición material a través del trabajo es mal vista por su comunidad. En otras palabras, no hace lo que se espera de él. En el plano inconsciente, Van Winkle se evade por medio del sueño; en el plano consciente, se fuga a través de su forma de actuar, en este caso, de "no actuar". Aquí es donde los supuestos de Han adquieren un sentido especial. En la inclinación del personaje a buscar solaz en actividades no remuneradas y en la contemplación de la belleza natural de su entorno, se oculta un sentimiento sublime: la nostalgia de un mundo perdido, mítico, casi primigenio, colmado de leyendas y seres sobrenaturales que habitaron en esas tierras desde tiempos remotos. Todos ellos son escenarios de una Norteamérica casi virginal que fuera en su momento también fuente de inspiración para autores como Henry David Thoreau- Walden (1854) y Mark Twain- Huckleberry Finn (1884)-.
Se perciben guiños de la personalidad de Irving en el héroe del relato, sobre todo, la nostalgia por regresar a la fuente de su inspiración, lo cual lo conduce a fugarse del mundo, a través del estado contemplativo. Por eso, no es de extrañar que, en varios de sus escritos, abunden descripciones de imponentes escenarios naturales que guardan cierta semejanza unas con otras. Finalmente, todos estos lugares quedaron adheridos al recuerdo del joven Irving y perduraron para ser rememorados una y otra vez en forma distinta como ríos de plata, agrestes valles y majestuosas cataratas. Parafraseando a Han, Irving descubrió desde muy temprana edad que "la mayor felicidad brota del demorarse contemplativo en la belleza" (2017: 81).
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Notas