Reseñas
Reseña: Científicos y humanistas en la historia de México
Saberes. Revista de historia de las ciencias y las humanidades
Historiadores de las Ciencias y las Humanidades, A.C., México
ISSN-e: 2448-9166
Periodicidad: Semestral
vol. 1, núm. 3, 2018
Saladino García Alberto, Zamudio Varela Graciela. Científicos y humanistas en la historia de México. 2017. México. Historiadores de las Ciencias y las Humanidades, A.C.. 150pp. |
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A decir de sus coordinadores, el tema que da nombre a este libro ha sido una preocupación permanentemente entre los intelectuales e historiadores de la cultura. Por ello, los historiadores de las ciencias y las humanidades que se reúnen en este trabajo colectivo se dieron a la tarea de “conjuntar, valorar y poner en diálogo los aportes gnoseológicos de artistas, científicos, humanistas y tecnólogos” desde la perspectiva histórica y con un enfoque individual y familiar, culturalista e interdisciplinario.1
Este libro, impulsado por Alberto Saladino y Graciela Zamudio, fue producto del simposio de nombre similar, coordinado por ellos mismos durante el IV Congreso de Historiadores de las Ciencias y las Humanidades (Morelia, 2014). En él desfilan polígrafos, hombres de ciencia, artistas, científicas y científicos que dan muestra de la labor intelectual de un amplio periodo histórico. La pertinencia de los breves textos que lo integran no es trivial ni parcial, Luz María Tamayo hace hicapié en la necesidad de realizar las biografías de los hombres y mujeres de ciencia, al retomar las palabras de Elías Trabulse, quien trae a colación la evidente diferencia que hay entre el personaje político y el como científico pues, mientras el primero es nombrado en los libros de historia, los logros del segundo apenas son mencionados.
En este sentido, todos los colaboradores concuerdan implícita o explícitamente, ya que nos dan a conocer el trabajo de mujeres y hombres, cuyo papel científico o artístico, en general, es poco conocido o desconocido, no sólo en el devenir histórico de nuestro país, sino en la historiografía de la ciencia mexicana. El desconocimiento se acentúa en algunos casos, como el de la familia Bustamante; el de Daniel Vergara Lope; el de Carlos Contreras Elizondo y el de Estefanía Chávez de Ortega, de quienes aún desconocemos bastante.
Respecto a la investigación sobre la familia Bustamante, de origen guanajuatense, las autoras del artículo, Lucero Morelos y Ana Sabas, ya habían abordado sus actividades como naturalistas y geólogos en trabajos anteriores, pero en éste por primera vez concatenan a los miembros de dicho linaje a través de tres generaciones y rescatan sus líneas de vida. Éste es el texto del libro que tiene una vocación biográfica más evidente, pues nos adentra en la historia personal y familiar de seis hombres de ciencia en distintos momentos históricos, lo que nos da interesantes luces sobre el porqué de la labor científica que se desarrolló a lo largo del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.
En lo que atañe a Herrera y Vergara Lope, hay que señalar que sobre el primero aún no existe un trabajo biográfico amplio; mientras que el segundo apenas ha sido objeto de estudio histórico en pocos artículos especializados. No obstante, el análisis realizado por Adolfo Olea acerca de la obra que los entonces jóvenes ayudantes del Instituto Médico Nacional presentaron en un concurso convocado por la Institución Smithsoniana de Washington, D.C. sitúa con éxito a estos dos personajes en la intricada red de la comunidad médica y sus instituciones en la última parte del Porfiriato e incluso esboza acertadamente el contexto científico internacional.
Por su parte, el trabajo de Martha Rosas nos habla sobre las aportaciones a la planificación y el desarrollo urbano hechas por Carlos Contreras Elizondo y Estefanía Chávez de Ortega (uno situado en las primeras décadas del siglo XX y la otra prácticamente en el polo opuesto del siglo). Dicho texto invita no solamente a destacar las contribuciones de un “científico social” y una mujer “innovadora”, sino también a reflexionar con mayor puntualidad en los proyectos urbanísticos de un periodo que, genéricamente, es conocido como el nacimiento del Estado posrevolucionario. Además, pone énfasis en los planes de las últimas décadas del siglo pasado, que se caracterizaron por la emergencia del neoliberalismo.
Otros textos destacados del libro son los escritos por Alberto Saladino y Rafael Guevara. En el primero de ellos se habla eruditamente del trabajo de Juan José de Eguiara y Eguren, el “humanista” y precursor en la divulgación de las ideas ilustradas en el siglo XVIII novohispano que, en 1755 publicó el primer tomo de su Bibliotheca mexicana. Por su parte, el segundo texto aborda la figura de José Joaquín Izquierdo, fisiólogo mexicano de treinta y tantos años que, en 1925, viajó por primera vez a Estados Unidos, en busca de nuevos métodos para producir vacunas industrialmente. Entre ambos personajes hay un trecho de poco menos de dos siglos en el que se llevó a cabo el proceso de institucionalización de las disciplinas científicas.
A grandes rasgos, tal proceso significó la organización de un grupo de personas de ciencia, especialistas o aficionadas en una determinada disciplina, que buscaban la legitimación social para ellas y para la práctica de su campo científico. Ulteriormente, estos personajes buscarían un espacio propio que les albergara y les permitiera trabajar de tiempo completo (profesionalizarse) en su área de conocimiento. Los nueve capítulos que componen este libro nos permiten sondear, de manera sucinta pero reveladora, ese tránsito que se llevó a cabo durante el siglo XIX.
Los trabajos de Silvia Torres, Luz María Tamayo, Irma Escamilla y José Omar Moncada abordan distintos aspectos de dicha profesionalización en el campo de la geografía. Asimismo, en los artículos de Lucero Morelos y Ana Sabas, Graciela Zamudio y Alfredo Olea se desarrollan casos de la historia natural, la geología y la biología. Aunque la brevedad y discontinuidad temporal de los trabajos sólo permite esbozar esta cuestión, en ellos se evidencian las consistencias, cambios (y en algunos casos profundos quiebres) que sufrieron sus practicantes, los espacios o instituciones en que se desenvolvían y, naturalmente, sus campos de conocimiento.
En el caso de la geografía se puede señalar el trabajo acerca del polígrafo José Ignacio Bartolache, quien realizara, con José Antonio Alzate y Antonio de León y Gama, observaciones astronómicas del paso de Venus por el Sol, en 1769, y además fuera el editor del Mercurio Volante, publicación que divulgaba las ideas ilustradas y el conocimiento científico.
Otro personaje destacado en esta disciplina que se aborda en el libro es el ingeniero Francisco Jiménez quien, ya en el siglo XIX, formó parte de la Comisión de Límites Mexicana, fue catedrático del Colegio Militar y uno de los pocos hombres que ostentó el título de ingeniero geógrafo. Llevó a cabo su labor en la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, de la que fue miembro activo durante dos décadas.
Asimismo, dando un paso más o menos agigantado, se incluye un capitulo acerca la creación del Instituto de Geografía en la UNAM, en 1943. Esta dependencia universitaria dedicada a la investigación fue dirigida por tres mujeres, durante poco más de treinta años. Que este hecho aconteciera en las primeras décadas del siglo XX, y en el área de investigación científica, regularmente dominada por hombres, suma un ángulo desde el cual dimensionar el quehacer geográfico en nuestro país.
Para finalizar, retomemos el capítulo de Graciela Zamudio sobre los hermanos Alfredo y Eugenio Dugès que, como habíamos mencionado anteriormente, está emplazado en el proceso de institucionalización de la historia natural y la biología. Este trabajo destaca porque ambos personajes son extranjeros (de origen francés). Esta particularidad señala un sesgo más de la historia de la ciencia que se puede conocer a través del estudio de la obra de estos dos impulsores de la herpetología y la entomología mexicana.
Como podemos ver, este libro indudablemente tiene como objetivo demostrar que la biografía es una forma de conocimiento y revisión del pasado. La historiografía de la ciencia de nuestro país ha concentrado su atención en un periodo que va del siglo XVII hasta la primera mitad del siglo XX, lo que ha dado como resultado una considerable bibliografía histórica que destaca la importancia de la ciencia en los procesos políticos, económicos, educativos y culturales de este país. No obstante, hay un largo trecho que recorrer y lagunas que zanjar; una de estas últimas es poner en relevancia el trabajo de ciertos personajes que, hasta hoy, han ocupado lugares secundarios en la historia de la ciencia mexicana o que son prácticamente desconocidos; quizá lograr un trabajo de la magnitud del Porfirio Díaz de Paul Garner para, de este modo, diluir la arraigada idea de que la historia de la ciencia es una línea historiográfica menor en comparación con la historia política de este país.
El libro Científicos y humanistas en la historia de México fue publicado en versión electrónica y, en concordancia con los principios de HCH, A.C., se trata de una publicación de acceso libre. El texto se puede consultar y descargar en http://www.hch.org.mx/v2.1/?q=node/50.
Notas