ARTÍCULOS
TRIÁNGULOS ROSAS. DISCURSOS SOBRE LA SUBVERSIÓN SEXUAL ENTRE LA INVESTIGACIÓN Y DOCENCIA
Pink triangles. Discourses about sexual subversion between research and teaching
Cuadernos de Literatura. Revista de Estudios Lingüísticos y Literarios
Universidad Nacional del Nordeste, Argentina
ISSN: 0326-5102
ISSN-e: 2684-0499
Periodicidad: Semestral
núm. 19, e1915, 2022
Recepción: 28/04/22
Aprobación: 18/10/22
Resumen: El artículo realiza una primera aproximación a discursos y experiencias de investigación y docencia vinculadas a los textos testimoniales de los llamados “triángulos rosas” en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial desde una perspectiva de sexo-género feminista y sexo-disidente. Se analizarán las trayectorias de esos textos y su uso en una experiencia educativa.
Palabras clave: disidencias sexuales, memoria, docencia, triángulos rosas.
Abstract: This paper is a first approach to discourses and research and teaching experiences, linked to the testimonials of “the men with pink triangles”, concentration camps prisoners during World War II. I will use a feminist sex-gender and sex-dissident perspective. The trajectories of these testimonials and their use in an educational experience will be analyzed.
Keywords: sexual dissent, memory, teaching, pink triangle.
Caminé con la estrella amarilla cocida a mi abrigo que se usaba en la época de
los holocaustos para marcar a los judíos, también con el triángulo rosa invertido
y el triángulo negro, que se utilizaba para señalar a homosexuales, asociales,
prostitutas, maleantes, feministas y enfermos mentales entre otros.
Effy Beth
Este artículo realiza una primera aproximación a una experiencia didáctica vinculada a un trabajo de investigación sobre los textos testimoniales de los triángulos rosas, personas deportadas por los nazis a prisiones y campos de concentración por su orientación sexual en la Segunda Guerra Mundial. Voy a utilizar una perspectiva feminista y sexo-disidente para realizar un análisis descriptivo vinculado a los textos testimoniales y al relato de una experiencia didáctica. El artículo se estructura de forma híbrida entre un recorrido sobre textos y categorías vinculadas a la memoria sexo-disidente y un relato de experiencia en torno a los resultados del trabajo con los testimonios en una serie de clases universitarias de grado. Por esto, en la primera parte del texto voy a recorrer de forma parcial y acotada algunas derivas vinculadas a la investigación sobre los triángulos rosas. No pretendo que este trabajo se articule como un desarrollo cerrado de la investigación sino como una aproximación reflexiva a sus tensiones y potencialidades en la construcción de una genealogía cultural sexo-disidente. En la segunda parte, el artículo pretende reflexionar de forma desjerarquizada sobre los triángulos rosas en la investigación y la docencia, exhibiendo cómo la práctica docente puede funcionar como un dispositivo multidireccional de (des)aprendizaje de los lugares normativos del cis-hetero-patriarcado respecto a la memoria, los textos testimoniales y la posibilidad de leer nuestro pasado desde una perspectiva sexo-disidente.1
Primera aproximación: sobre los triángulos rosas
Un texto clásico del feminismo como Sexual Politics (1970) de Kate Millet ya advierte sobre cómo el nazismo realizó un trabajo progresivo y efectivo de destrucción de los movimientos feministas y homosexuales alemanes. Recordemos que Alemania desde fines del siglo XIX había desarrollado un movimiento de emancipación homosexual y un movimiento feminista de suma importancia. Por ejemplo, la lucha por la derogación de los parágrafos 175 y 218 de la ley alemana durante los años 20 nos hablan de la fortaleza de los movimientos emancipatorios así como sus alianzas: esos párrafos penalizaban respectivamente la homosexualidad masculina y el aborto. En los años 20, en Alemania había desarrollos y activismos colectivos que luchaban por el divorcio, el amor libre, la anticoncepción, el aborto, entre otras cuestiones. Todos estos intentos de llevar adelante derechos y nuevas formas de sociedad fueron desarmados durante el giro conservador que comenzó con la llegada de los nazis al poder en 1933 (Millet, 1970). No es casualidad que sea el mismo año en el que la censura se impone en Hollywood. Como tristemente nos señala Millet, en el Reichstag (el congreso alemán) hacia 1930 había alrededor de 30 mujeres representantes. En 1938 no quedaba ninguna.
Hacia los años 30, en particular en 1933 con la llegada de Hitler al poder, se intensifican las persecuciones a los activistas homosexuales así como a las manifestaciones públicas vinculadas a la homosexualidad y a los espacios de sociabilización. En el período que va de 1933 a 1935 se acentúa la criminalización sobre los colectivos sexo-disidentes y se modifica el tristemente célebre parágrafo 175 para acentuar la persecución, por el que miles de sujetos etiquetados como varones homosexuales iban a terminar en prisiones y campos de concentración durante el nazismo. En el contexto de la deportación de diferentes colectivos sociales (judíos, disidentes políticos, gitanos, testigos de Jehová, homosexuales, “asociales”, etc.) en algunos de los campos de concentración se comienza a utilizar un sistema de etiquetas de acuerdo con la supuesta razón del confinamiento. Aparece toda una formulación de marcas que se cosían a la ropa de los prisioneros en función de la razón de la deportación. Por ejemplo, la estrella de David para los judíos y el rosa Winkel o triángulo rosa para los prisioneros homosexuales.
Luego de la guerra, cuando los campos y prisiones fueron liberados, no todos los prisioneros pudieron “contar” las razones de su aprisionamiento. En el caso de los triángulos rosas es complejo pensar los testimonios porque en la mayoría de los territorios europeos la homosexualidad (en general masculina)2 siguió siendo penalizada por legislaciones como el parágrafo 175. Esto significó que los prisioneros homosexuales no pudieran dar testimonio: como no podían hablar, sus relatos no se constituyeron en memorias públicas válidas. Como señala Michael Pollak en referencia a algunos delos trabajos del sociólogo alemán Rüdiger Lautmann:
Una investigación de historia oral hecha en Alemania junto a los sobrevivientes homosexuales de los campos comprueba trágicamente el silencio colectivo de aquellos que, después de la guerra, muchas veces temieron que la revelación de las razones de su internación pudieran provocar denuncias, pérdida de empleo o revocación de un contrato de locación. (Pollak, 2006, p. 29)
Lo paradójico de todo esto es que en una Alemania en la que la disidencia sexual había llegado a un punto de mucha visibilidad política, cultural y social (como fue en el Berlín de los años 20), la posguerra no se constituyó como un momento de recuperación de lo que había antes. La homosexualidad estuvo penalizada en Alemania (y en varios países de Europa) hasta fines de los años 70, por lo que hasta ese momento dar testimonio con nombre y apellido podía significar la cárcel. De ahí que Pollak señale que memorias como las de los homosexuales hayan sido evitadas en la mayoría de las “memorias encuadradas” y que “no hayan prácticamente tenido voz en la historiografía” (Pollak, 2006, p. 30).
Con los triángulos rosas se abre un debate sobre cómo encontrar y procesar testimonios, voces y vidas que no pudieron testificar durante la posguerra ya que la criminalización y la homofobia continuaron vigentes luego de la caída del nazismo. Recién hacia fines de los años 70 el parágrafo 175 fue derogado parcialmente. En ese marco, la emergencia de testimonios no resultó rápida ni masiva. Tal vez se puede pensar que esos relatos, que no aparecieron con facilidad, se mantuvieron como “memorias subterráneas”. El concepto de Michael Pollak es útil para pensar qué ocurre con estos testimonios: “(…) esas memorias subterráneas prosiguen su trabajo de subversión en silencio y de manera casi imperceptible afloran en momentos de crisis a través de sobresaltos bruscos y exacerbados. La memoria en disputa” (Pollak, 2006, p. 18). La disidencia sexual construye el testimonio y la memoria como territorios de disputa, espacios en los que las impresiones de vidas sexo-disidentes no siempre han sido conservadas en las redes habituales del cisheteropatriarcado. Asimismo, podrían haber sido algunas redes subterráneas las que permitieron mantener de forma latente una memoria del activismo y una cultura sexo-disidente en el contexto alemán. Recién en el marco de los movimientos emancipatorios de fines de los años 60 y 70 (y de la mano de la despenalización parcial de la homosexualidad), éstas comienzan a manifestarse en la escena cultural y política. En ese sentido, parte de lo que señala Pollak también podría vincularse a esta (re)aparición de la cultura sexo-disidente (o más bien una visibilización) de la que los testimonios de los triángulos rosas son parte.
En el caso de estas memorias sexo-disidentes específicas de un período (y en particular las de lxs sobrevivientes homosexuales a los campos de concentración) resulta complejo recuperar la voz y la enunciación de sujetos que no pudieron hablar al regresar a sus medios y sufrieron el reincorporarse a estructuras conservadoras, discriminadoras y represivas en la sociedad alemana de la posguerra. El Berlín de los años 20, una suerte de laboratorio de experimentación sexual,3 no fue recuperado después de la guerra. Lo que quedaba era una sociedad en ruinas y un giro cisheteroconservador público en Occidente que no hizo fácil la vida de lxs sobrevivientes. Menos la conservación de memorias o la posibilidad de enunciar en primera persona. Tal vez eso explica que el texto considerado en general como inaugural de la cuestión se publique en los años 70. Me refiero a Los hombres del triángulo rosa (Heinz Heger, 2011), que relata en primera persona el testimonio de un sobreviviente austríaco. A ese texto lo seguirían el testimonio de Pierre Seel, que comienza a aparecer de forma textual en 1981 hasta publicarse como libro como Pierre Seel, deportado homosexual (Pierre Seel y Jean Le Bitoux, 2001). Hacia los años 90 aparece el primer libro que visibiliza la vida de dos mujeres lesbianas en el Berlín de la época: Aimée & Jaguar. Una historia de amor, Berlin 1943 (Erica Fischer, 1994). En el cambio de siglo se produce un documental fílmico que constituye un material muy interesante para esta constelación: Paragraph 175 (Rob Epstein y Jeffrey Friedman, 2000).Ya en el siglo XXI, aparece un texto que relata la experiencia del último sobreviviente conocido hasta la fecha: Itinerario de un triángulo rosa (Jean-Luc Schwab y Rudolf Brazda, 2011). A esta serie de textos se podrían sumar algunas otras apariciones culturales que se cruzan o inspiran en los textos testimoniales como la obra de teatro Bent (Martín Sherman, 1979) que tiene una adaptación cinematográfica del mismo nombre en los años 90 (Sean Mathias, 1997), o la reciente publicación de Y Leo Classen habló (Leo Classen y Carlos J. Valdivia Biedma, 2021). Por supuesto que esta serie de textos que menciono es un recorte en función de la experiencia docente, no pretende ser exhaustivo y se podrían sumar otros materiales. De todos estos materiales, me interesa recorrer brevemente cuatro, centrales por su utilización en la experiencia didáctica, cuestión en la que me focalizaré en el siguiente apartado a partir del trabajo en clase con el texto de Heger. Ese texto creo que permite trazar una deriva que lo vincula con otros textos testimoniales como los de Pierre Seel y Rudolf Brazda para construir una serie relacionada con las producciones audiovisuales (los filmes Paragraph 175 y Bent).
El texto de Heinz Heger es el primer testimonio publicado como libro en primera persona. Aunque la autoría es más compleja de lo que parece. El texto es la reelaboración narrativa (bajo el seudónimo Heinz Heger) de las conversaciones que tuvo el periodista Hans Neumann con Josef K., un triángulo rosa sobreviviente de los campos. Se presenta como una narración autobiográfica, más allá de que está mediada por la reescritura de las entrevistas. Hans Neumann fue un escritor vienés que en los años 60 conoció a un sobreviviente que aceptó transcribir sus memorias pero bajo un seudónimo. De ahí que durante cierto tiempo sólo se supo el nombre Josef K. como identidad del triángulo rosa que había servido de base para el texto; esta identidad correspondía a la de Josef Kohout (1915-1994). La razón de tanto hermetismo en torno al nombre del sobreviviente tenía que ver justamente con que las entrevistas fueron realizadas por Neumann de 1965 a 1967 y en esos años tanto en Austria como en Alemania la homosexualidad masculina seguía penalizada por la ley. A partir de las notas y las entrevistas, Neumann elaboró un relato que se convirtió en el testimonio narrativo más famoso y con mayor difusión de los triángulos rosas. Neumann tardó varios años en conseguir una editorial hasta que, en los años 70, con la penalización legal de la homosexualidad parcialmente derogada, consiguió publicar el texto en editorial Merlin. El libro tuvo mucha circulación y fue traducido a varias lenguas. El texto apunta justamente a construir un relato de denuncia y visibilización sobre lo que ocurrió con los triángulos rosas en los campos de concentración durante el nazismo. En más de un sentido, se puede apreciar el libro como una sucesión de episodios de tortura, maltrato y deshumanización del protagonista y otros prisioneros que lo rodean. La mayor parte del relato se ocupa de la situación en el campo, con detalles vinculados a abusos sexuales, tortura y maltrato. Desde los primeros capítulos el tono del relato aborda la violencia y los vejámenes producidos en los interrogatorios, primero en la prisión y luego durante la vida en el campo de concentración. Se visibiliza la violencia sexual que sufre el protagonista desde su primer traslado y cómo se construye una jerarquía interna de poder entre los diferentes triángulos, donde el abuso sexual y la violencia física de los triángulos rojos (disidentes políticos) y verdes (criminales) hacia los prisioneros homosexuales son moneda corriente.
El narrador pone el acento en la vida cotidiana en el campo pero visibilizando lo que significaba ser un prisionero con triángulo rosa en ese contexto. En ese sentido, más allá del sensacionalismo y la descripción de episodios de violencia y abuso, se puede apreciar cómo se produce un proceso de deshumanización que podría vincularse con un control biopolítico sobre los cuerpos y la sexualidad de los triángulos rosas (Saxe, 2012; Rubino, 2017). En el relato de Heger aparecen elementos que van a ser reutilizados de forma ficcional en textos como la mencionada obra teatral Bent, en la que se recrean de forma similar varios momentos del testimonio: el trabajo inútil de trasladar nieve (p. 43- 44), las relaciones sexuales forzadas con las mujeres del burdel (p. 131-132) y las ejecuciones a manos de los oficiales a partir de obligarlos a acercarse a la alambrada (p. 62-63), entre otros.
Heger construye un relato que busca conmover a partir de la descripción de las torturas y la violencia en el campo, pero no deja de lado los hechos a los que se vio sometido para sobrevivir. En el texto se explicita cómo accedió a ser amante (coaccionado por la situación) de diferentes “kapos” (los prisioneros que supervisaban a otros prisioneros en la jerarquía administrativa interna de los campos). A medida que se relatan sus traslados, se narra cómo Heger utilizó las relaciones sexuales con un kapo de triángulo verde y otro gitano para lograr sobrevivir y mejorar sus condiciones de vida. El momento de mayor crudeza del relato ocurre cuando el narrador es testigo de la tortura hasta la muerte de otro triángulo rosa austríaco proveniente de Inssbruck (p. 109-111). La descripción no atempera ni escapa a la brutalidad de la tortura, la violación y el asesinato por parte de los guardias. Da la sensación de que el texto explica a partir de la visión de ese episodio cómo el narrador desea aferrarse a la vida y logra, en momentos posteriores, mejorar su posición en el campo convirtiéndose en el primer kapo de triángulo rosa. La diferencia es que no utiliza la posición para ejercer de forma brutal sobre otros prisioneros y deja las relaciones sexuales “por conveniencia” para construir un vínculo sexo-afectivo con otro triángulo rosa en términos de “confianza y comprensión mutua” (p. 124). Por supuesto que la brutalidad sigue presente y se mencionan los experimentos y la castración como opción de “curación” para los prisioneros homosexuales. El texto aclara de forma explícita que los triángulos rosas siempre estuvieron excluidos de casi todo. Un detalle que lo diferencia de otros textos testimoniales posteriores es que el testimonio del libro de Heger dedica la mayor parte de la narración a lo ocurrido en los campos y deja unas pocas páginas para la vida antes y después. Igualmente sobre esta última se afirma que el regreso a la vida en sociedad es un volver a una vida en la sombra, ya que la homosexualidad seguía siendo penada y, a diferencia de otros prisioneros, a los triángulos rosas se les niega cualquier tipo de reparación por haber sido deportados a los campos de concentración (p. 155-156). En eso hay un punto de contacto con otros textos: en todos aparece la sociedad de posguerra, la vida luego del campo, como una vida que los lleva a la represión y el ocultamiento.
Pierre Seel. Deportado homosexual (1994) aparece como el segundo testimonio textual en primera persona de un triángulo rosa sobreviviente. El texto se presenta como una autobiografía, aunque fue redactado en colaboración, en este caso, con el periodista y activista francés Jean Le Bitoux. Es el único testimonio de un deportado alsaciano y ocurre luego de la circulación del texto de Heinz Heger en francés. Por supuesto que el contexto es diferente al de las conversaciones entre Neumann y Josef K. en los años 60. La aparición pública de Seel se dio en los años 80 y en un contexto posterior al movimiento de liberación gay de los años 70, en el que el testimonio de los triángulos rosas se convirtió en un dispositivo político para pensar el pasado de lo gay. Seel aparece públicamente y su testimonio primero circula de forma anónima para luego aparecer con su nombre en diferentes publicaciones vinculadas a la comunidad gay francesa. En 1994 las derivas textuales previas y las apariciones en público hablando del tema se cristalizan en el segundo libro sobre el tema publicado. A diferencia de Heger, el antes y el después del campo y la guerra tienen una presencia que podría ser equiparable a la narración de las torturas y vejaciones que ocurren en el campo. No se trata de que atempere los momentos crudos (ya en uno de los primeros interrogatorios se narra el abuso sexual al que se ve sometido el narrador) pero hay una decisión política de visibilizar la situación de lxs sobrevivientes después del campo y la guerra. El narrador recorre las torturas, el campo, el asesinato de su pareja Jo, el enrolamiento forzado como alsaciano en el ejército alemán y el regreso. En ese retorno a la vida en sociedad, se visibiliza cómo lxs sobrevivientes no pueden hablar, cómo no hay posibilidad de enunciación en una sociedad represiva cisheteronormada. En el caso de Seel, el proceso de aislamiento como sobreviviente es tanto externo (social) como interno (imposibilidad de llevar una vida por fuera de la cisheteronorma). Y el contraste, al igual que en Heger, es respecto al momento anterior a la guerra: sus prácticas sexuales anteriores a la guerra lo llevaron a estar en las listas de homosexuales de la policía. Previamente al nazismo, Seel narra haber vivido una vida en la que la sexualidad no caía en la represión y el disciplinamiento, construyendo una práctica vital sexo-afectiva que lo llevó a estar en las listas de homosexuales que usaron los nazis para iniciar la persecusión. El silencio y la represión fueron la única posibilidad para los triángulos rosas sobrevivientes en la narración de estos testimonios. Al igual que en Heger, el regreso de Seel es a una sociedad patriarcal y cisheteronormada, a la represión social y personal. Seel en su regreso no puede hablar: “¿Por qué no hablaba? Me juraba que no diría nada a nadie” (Seel, 2004, p. 87).
El mismo año que se publica el libro de Seel se edita en alemán Aimée y Jaguar. Una historia de amor, Berlin 1943 (1994) de Erica Fischer. Aunque no es un libro que mencione a los triángulos rosas directamente, creo que es interesante ubicarlo en esta serie para pensar las derivas de las reelaboraciones de testimonios. El libro de Fischer es un texto híbrido, cercano a la no ficción. Tenemos una vez más a una periodista (Fischer), que a través de entrevistas, registros documentales e históricos (cartas, diarios, etc.) y recreaciones ficcionales, narra la historia sexo-afectiva de Lilly Wust y Felice Schragenheim (las “Aimée” y “Jaguar” del título). En ese contexto el libro recupera a partir de esos recursos la vida de ambas mujeres en el Berlín antes y durante la guerra, así como las persecuciones y las deportaciones a los campos. Felice fue deportada por judía y no sobrevivió. Lilly tenía una vida heterosexual antes de conocer a Felice. El texto focaliza en recuperar la historia de amor lésbico y su vida en el Berlín de la guerra, en tensión con momentos anteriores en los que la ciudad contó con una de las culturas lésbicas más ricas de la historia.
Fischer recupera esta memoria a partir de una serie de pistas: entrevista a diferentes personas, cartas personales, textos literarios, documentos históricos y sus conversaciones con Lilly a los ochenta años. Ella le brinda a Fischer algunos de los documentos que sirven para la producción textual (cartas, diarios, etc.). A partir de esos materiales se construye un libro con una modalidad híbrida entre novela de no ficción (se recrean distintos momentos, conversaciones, etc.) y libro histórico de documentos y entrevistas (se incluyen luego de los momentos “novelísticos” documentos históricos aportados por Lilly u otros y fragmentos de las conversaciones entre Lilly y Fischer). En ese sentido, el texto alterna entre una enunciación en tercera persona en las zonas más ficcionales y otra en primera persona, cuando aparece la voz de Lilly en cartas, su diario íntimo o las conversaciones con Fischer. El contraste entre los momentos que recrean la historia y la presencia de zonas textuales que recuperan documentos históricos está explícito en el texto. La diferencia con los otros textos es que la presencia de una figura mediadora es más fuerte: en este caso Fischer deja en claro que está recuperando un testimonio a partir de una investigación periodística que busca construir una recreación ficcional pero también visibilizar documentos históricos. Con esto quiero decir que la presencia de Lilly enunciando en primera persona es mucho menor que en los otros textos (en los que lxs sobrevivientes aparecen como autores). Igualmente, eso no deja de mostrar que algunas situaciones son similares, Fischer hacia el final del libro visibiliza que después de la guerra Lilly volvió a una vida heterosexual en silencio, a las sombras en las que habitaron las disidencias sexuales que menciona Heger.
El último texto de esta serie que me interesaba describir mínimamente es Itinerario de un triángulo rosa (2010), uno de los últimos libros testimoniales publicados sobre triángulos rosas. Al igual que con Heger y Seel, se produce a partir de la reelaboración por parte de Jean-Luc Schwab del testimonio brindado por Rudolf Brazda. El libro se publica como si se tratara de una suerte de biografía que reelabora el testimonio brindado por medio de entrevistas que buscan visibilizar la cuestión de los triángulos rosas en los campos de concentración. El caso de Rudolf Brazda es similar al de Heger, ya que se trata de un hijo de ciudadanos checos que nace en Alemania y es deportado al campo de Buchenwald. Su nombre se conoce en la prensa francesa en 2008 y a los 97 años es entrevistado por Schwab: “Hasta 2008 no se manifestó para dar testimonio de su deportación a causa de su homosexualidad, pese a que según todos los indicios, es el último superviviente” (Schwab y Brazda, 2011, p. 20). No se trata de un libro autobiográfico ya que no está escrito en primera persona, sino que es una reelaboración más cercana a la biografía.
Al igual que en los otros textos hay un clima de libertad previo al nazismo en el que el protagonista vive su sexualidad sin demasiada represión. El texto se detiene mucho en la vida previa a la deportación y marca cómo gradualmente se va incrementando la persecución. La situación en el campo (que es similar a los anteriores, con torturas, abuso, etc) es textualmente mucho más breve que en Heger y Seel. En algún sentido podría parecer que el libro de Brazda está presentando un sobreviviente que volvió a una sociedad discriminadora pero que en su vida interna y privada habría logrado escapar a la represión. O al menos en ese aspecto podría verse cierto matiz diferente con los otros textos. También en el libro de Brazda, como en el de Seel, aparece el libro de Heger como una referencia, al que accede en 1979.4 La vida de Brazda después del campo también se marca en términos generacionales: hay un vivir una vida homosexual en privado que se diferencia de la visibilidad de las nuevas generaciones, que a Brazda lo “incomoda”. Creo que no hay que dejar de lado que el texto es tardío comparado con los otros: Brazda aparece como triángulo rosa sobreviviente en 2008, luego de la inauguración del monumento para la memoria de las víctimas homosexuales del nazismo en Berlín.
Segunda aproximación: discursos y experiencias didácticas
Me interesa pensar en este apartado puntualmente el uso de obras referidas a los triángulos rosas en una experiencia didáctica situada. Como integrante de una serie de espacios educativos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE) de la Universidad de La Plata (UNLP), algunos de los materiales testimoniales de los triángulos rosas fueron utilizados en determinadas experiencias didácticas. Estas consistieron en la inclusión como lectura del texto de Heger en cursos ofrecidos durante el período 2015-2021 desde el Departamento de Letras de dicha institución. El texto fue utilizado como material de lectura en una serie de seminarios de licenciatura optativos vinculados al trabajo con teorías queer, disidencia sexual y representaciones culturales. En esos cursos se trabajó con una selección de páginas que funcionaban para pensar la ausencia de ciertas voces en la representación cultural, histórica y testimonial. Además se utilizó esa selección para vincular la historia de la disidencia sexual en el contexto alemán con la situación del Frente de Liberación Homosexual de Argentina en los años 70.5
A partir del año 2018, el libro de Heger se incluyó como lectura obligatoria en otro de los cursos en los que participo como parte de un equipo docente: Literatura alemana, una asignatura correspondiente al bloque de literaturas extranjeras de la carrera de Letras de la FaHCE. Esta materia, que trabaja con una perspectiva de género sexo-disidente en sus programas desde el período 2010-2011, tiene una modalidad de profundización de contenidos equiparable a un seminario o materia que aborda un problema. Con esto quiero decir que, en lugar de trabajar sobre una formulación de historia de la literatura, la asignatura aborda en profundidad un determinado tema. El programa correspondiente al año 2018, por propuesta de la titular Graciela Wamba Gaviña, trató cuestiones de memoria en la literatura en lengua alemana. Dentro de ese programa, en una de las unidades se propuso como lectura obligatoria Los hombres del triángulo rosa de Heinz Heger (2002). Ese texto se leía en diálogo con la novela Todo lo que tengo lo llevo conmigo [Atemschaukel] (2009) de Herta Müller.6 No se ha podido detectar el uso del texto de Heger, al menos hasta 2019, en materias de la carrera de Letras tanto de nuestra universidad como de otras universidades públicas de Argentina (siempre refiriéndome al área de literatura), por lo que se podría tratar del primer uso de este texto como lectura obligatoria en un programa de literatura. En ese sentido, creo que esta experiencia puede ser interesante para pensar el uso de textos literarios testimoniales sobre disidencia sexual en clases degrado en materias vinculadas con literatura.
La experiencia situada a la que me voy a referir consiste en el trabajo en clases de la materia antes mencionada, en las que se analizaron una serie de textos literarios en una modalidad de debate en clases y reflexión oral y escrita. La asignatura abordó cuestiones de memoria en diferentes textos literarios. En el caso de las clases prácticas, que transcurrieron durante el cuatrimestre, se abordaron cuatro textos literarios diferentes que se leían pensando derivas de la memoria respecto a diferentes conflictos de la sociedad alemana del siglo XX (Alemania dividida, Segunda Guerra Mundial y nazismo, vida en la República Democrática Alemana, etc.). En tanto docente-investigador había trabajado en una serie de artículos el testimonio de Heger, sus proyecciones en otras textualidades posteriores, así como la comparación de las memorias de los triángulos rosas con la ficcionalización de memorias de la disidencia sexo-genérica en textos de la cultura argentina. La propuesta también se vinculó con un ciclo de cine extracurricular que se realiza anualmente, ya que durante el 2018 se proyectó, entre otros filmes, Bent. Asimismo, se trabajaron en clase fragmentos del documental audiovisual Paragraph 175, que estuvo disponible para lxs estudiantes que quisieran verlo como material complementario.
En los últimos encuentros se realizó una encuesta anónima que evaluó la materia en general y las clases en particular, así como los textos trabajados. En todo ese trayecto existieron muchos momentos de clases y de producción escrita en que lxs participantes reflexionaron sobre los materiales, los saberes previos, los posibles aportes del trabajo con esas obras. Como docente a cargo de esos encuentros tuve que preparar las clases sobre la historia de los triángulos rosas y la homosexualidad en la Alemania de los años 20 y durante el nazismo, así como el abordaje textual del libro. En mi lectura del texto de Heger, como docente-investigador que se identifica como marica, no esperaba (tal vez desde un prejuicio interno) que el texto funcionara demasiado. Quizás una mirada automatizada sobre el texto me hacía verlo más que nada como un libro con funciones políticas claras de visibilización de un tema histórico silenciado (los triángulos rosas) por parte del movimiento gay de los años 70 pero con un impacto dudoso para un grupo de jóvenes estudiantes argentinxs del siglo XXI. En esa lectura, me preocupaba que el libro pudiera ser leído como meramente una descripción de torturas y vejámenes. En las charlas en clase, los debates, las instancias de coloquio, las encuestas, así como las producciones escritas me sorprendió que uno de los textos más valorados por muchxs estudiantes era el testimonio de Heger. Habíamos trabajado de forma crítica el libro, valorando su importancia teniendo en cuenta la ausencia de conservación de testimonios, pero sin dejar de lado que se podía tener una mirada personal sobre el texto y que el valor literario es siempre relativo. Como docente me sorprendió la importancia que le dieron lxs estudiantes a Heger y cómo valoraban la visibilización que el texto realizaba de un tema que no conocían previamente al paso por las clases de la materia. En algunos casos tuve conversaciones con alumnxs que habían reconocido un cierto tono “sensacionalista” en el texto, que les costaba seguir con la lectura debido al tono continuo de descripción de situaciones de tortura y violencia. Pero, pese a ese tono, reconocían que encontrarse con el texto había resultado un aporte para su formación cultural e histórica dentro de la materia y la carrera. En general, la gran mayoría coincidía en que trabajar ese texto los acercaba a un tema que no conocían y que al mismo tiempo les resultaba de interés e importancia para incluirlo en la materia como lectura obligatoria. También el texto llevó a algunxs alumnxs a un segundo nivel de reflexión vinculado a la importancia de los testimonios de voces que no pueden dar cuenta de sus historias por razones de represión, discriminación u odio, así como el reflejo sobre la cultura propia local, y qué testimonios de las disidencias sexo-genéricas argentinas han llegado hasta nuestra realidad actual. En particular, el vínculo con la pregunta sobre lo ocurrido con la disidencia sexual en la sociedad argentina durante la dictadura de los años 70 apareció como una reflexión común a varios de lxs estudiantes. En la gran mayoría de las producciones escritas se evidenciaba que el texto les había interpelado por la crudeza de su relato pero también por mostrar y dar voz en primera persona a una situación de violencia y exterminio que no habían conocido en sus recorridos educativos hasta llegar a la materia.
El trabajo de vincular el texto de Heger con los materiales complementarios fue uno de los más valorados por lxs estudiantes. La gran mayoría participó de la actividad extracurricular en la que se proyectó Bent y verificaron los puntos de contacto evidentes entre el texto de Heger y la ficcionalización de la película. Algo similar ocurrió con el documental Paragraph 175 cuando se proyectaron algunos fragmentos en clase. En algunos casos varixs alumnxs siguieron con lecturas complementarias de la serie de textos antes mencionados (Seel y Fischer). En esos casos algunos abordaron los textos para el trabajo de aprobación final de la materia (que implicó la realización posterior de un trabajo monográfico de profundización sobre un tema), pero otros realizaron la lectura por interés personal o para trabajar (también por motivación personal en la formación de licenciatura o cuestiones similares) de forma comparativa con situaciones de memoria, género y sexualidad en textos literarios argentinos.
En perspectiva, la experiencia con Heger me sorprendió y resultó mucho más satisfactoria de lo esperado. Por supuesto que lxs alumnxs a los que me refiero no son de la carrera de Historia o afines, sino estudiantes de Letras, pero creo que lo que ocurre con la lectura del texto de Heger en una cursada de literatura que trabaja con una perspectiva de género sexo-disidente y piensa problemas de la historia cultural y social resulta de mucho interés y proyección para repensar nuestros propios prejuicios como docentes respecto a qué puede interpelar a lxs alumnxs y también qué temas se pueden trabajar y pensar en una materia de literatura. En ese sentido, la literatura muchas veces ha funcionado como una forma de conservación de la memoria de aquellos que no han tenido voz por el odio, la violencia y la represión continua y sistemática en el tiempo. ¿Cómo recuperar la memoria de un grupo que no pudo hablar ni fue oído cuando quiso hablar? Creo que estos pocos testimonios ayudan a construir una memoria que a veces ha sabido corporizarse en textos híbridos entre el testimonio y la ficción como Bent.
Algunos apuntes a modo de cierre provisorio
Desde el primer momento en que trabajé en las clases mencionadas con el texto de Heger hubo algo que me sorprendió: ¿Por qué el texto no me interpelaba como a lxs alumnxs? Incluso poniendo en juego mi propia subjetividad marica había algo en el texto que no lograba conmoverme. Tal vez fue la diferencia generacional o la mirada automatizada y acostumbrada a leer una y otra vez ciertos textos que muestran muchas veces el odio, la violencia y la muerte que el cis-hetero-patriarcado ha ejercido sobre las disidencias sexo-genéricas. Quizás se trató de que mi lectura no estuvo situada y atravesada por una situación de desconocimiento sobre los triángulos rosas. Eso me llevó a pensar durante las clases un momento vinculado a los hombres del triángulo rosa que sí me había interpelado.
En su artículo sobre el historiador gay John Boswell (2015), Carolyn Dinshaw se pregunta por la investigación qué está realizando y las razones que la llevan a estar en el archivo Boswell. En su texto hace una referencia a la fotografía de Boswell que aparece nombrada una y otra vez en las cartas por las personas que le escriben. A partir de una lectura de Barthes, Dinshaw se pregunta por esa fotografía, que es la que aparece como identidad del autor en el libro de Boswell. Para Dinshaw, hay algún tipo de deseo de contacto con el pasado en la búsqueda de esa fotografía, “un tocar a través del tiempo, a través de la muerte” (2015, p. 371). Encuentra algo de la vibración de la fotografía (a partir de referencias a Barthes y Foucault) en las razones que la mueven al archivo, algo que tiene que ver con tocar el pasado: “Imaginar tales cuerpos haciendo contacto es introducir un nuevo sesgo sobre la noción de historia contingente. Piense usted en la etimología de contingente: del latín tocar” (2015, p. 371).7 Dinshaw, dejando de lado enfoques esencialistas de la historia de la disidencia, reflexiona sobre cómo pensar comunidades sexo-disidentes más allá del tiempo:
Mi discusión sobre John Boswell aquí es sólo un gesto en esa dirección: he buscado no sólo analizar los varios usos a los que ha sido expuesto ese libro, y extender nuestra comprensión del campo discursivo y las ramificaciones políticas del estudio del sexo en la historia, sino que he buscado también abrir la cuestión, vía esa fotografía, de cómo podemos hacer contacto, cómo podemos hacer conexiones parciales con cuerpos y vidas, y al hacerlo, cómo podemos hacer historia. (2015, p. 372)
Y ahí creo que puedo encontrar un vínculo con algo que sí me interpeló relacionado con el texto de Heger. Si para Dinshaw la fotografía de Boswell es un disparador para pensar formas de tocar el pasado y la construcción de comunidades sexo-disidentes a través del tiempo (y me gustaría agregar del espacio) pero sin caer en modalidades esencialistas o normalizantes, creo que hay un “hecho fotográfico” que me interpeló si pienso el texto de Heger y los triángulos rosas. El mismo ocurre durante una visita que realicé al Schwules Museum [traducido en general como museo homosexual o museo gay] de Berlín en febrero de 2009. En la exposición permanente había una sección en la que había toda una serie de fotografías propias del tipo de retrato legal o de prontuario. Provenían de los listados nazis de triángulos rosas. Figuraba el nombre y apellido de la persona, la razón de su prisión y su estado. En todos decía que habían sido ejecutados. En esas fotografías también me pareció que la idea de tocar el pasado de Dinshaw podía estar presente. ¿Qué puede haber en común entre una marica sudamericana con una serie de fotografías de triángulos rosas europeos? Por supuesto que nada material o incluso puntualmente nada identitario o genealógico. Pero algo del pasado me estaba tocando en esos retratos, o simplemente podría ser esa una forma de explicar una sensación, un reflejo o una idea. En esos hechos me vi interpeladx de una forma en la que no me había ocurrido con la lectura (tal vez automatizada) del texto de Heinz Heger: ¿Cuántas veces la disidencia sexo-genérica no ha podido enunciar? ¿Cuántas veces se nos condenó al silencio? No creo que se pueda universalizar con facilidad lo que significaron los triángulos rosas, es más, sabemos que no es simplemente que los triángulos rosas signifiquen la totalidad de la disidencia sexual en tiempos del horror nazi, pero sí hay un significante en ese símbolo retomado en otros tiempos y espacios que construye una forma de pensar el pasado y las derivas transnacionales de las disidencias sexo-genéricas.
Por último, me interesa retomar otra reflexión que tiene que ver con un momento que parece muy menor del texto de Heger: en unas pocas páginas el narrador es testigo de la llegada de dos prisioneros: un oficial de las SS y una joven dama son encarcelados (p. 82-84). Luego el narrador dice lo siguiente: “Su dama en realidad era un joven muchacho de diecinueve años, soldado de las Waffen SS, que estaba de permiso en Hamburgo” (p. 83). El narrador ve un joven vestido de mujer, pero por lo poco que se dice en el texto la identificación externa de ese otro sujeto no era masculina. Ambos pasan toda la guerra apartados en calabozos aislados hasta 1945. Y no dice mucho más. En el Berlín de los años 20 ya existía una cultura travesti y transgénero importante. Si hubo sobrevivientes, esas voces en su gran mayoría no fueron escuchadas ni tuvieron enunciación posible en la posguerra ni en las memorias oficiales. Esa historia no se puede recuperar en el sentido tradicional. Tal vez una forma de recuperación tiene que ver con performances como la de la artista trans Effy Beth (de donde proviene el epígrafe de este artículo) o con las ficciones que desarman la historia y cuentan la memoria de vidas que no es que no hayan sido vividas, sino que fueron vividas y luego fueron borradas, invisibilizadas o condenadas al silencio.
Me interesa la pregunta que se hace la investigadora lesbiana no binaria Canela Gavrila al reflexionar sobre la lucha de memorias y contramemorias y determinados grupos. Puntualmente se pregunta “a qué responde el olvido de ciertos sujetos y grupos sociales” (Gavrila, 2018, p. 4). Muchas veces se habla de la falta de testimonios, pero el silencio tiene que ver con una sociedad, con un régimen cisheteropatriarcal que imposibilita la enunciación (o la escucha) de algunos sujetos:
¿Qué otros elementos se ponen en juego para silenciar una disidencia sexual frente a un régimen heteronormativo? ¿Y si hay un trauma político que impide el estudio de determinados/as sujetos/as, corresponde a ellos/ellas ser los sujetos/as traumáticas/os o a una sociedad que niega, invisibiliza e inferioriza su existencia? ¿El silencio es de quienes viven esas situaciones o de quienes no quieren oírlas? (Gavrila, 2018, p. 4)
Quizás las preguntas de Gavrila ayudan a pensar la experiencia de trabajar en clases de grado con el texto de Heinz Heger. Quizás en este caso se trató de que hay una generación que sí quiere escuchar las situaciones de personas que en otras épocas y otras generaciones no fueron escuchadas y se las confinó al silencio. Quizás algo de eso de tocar la historia estaba funcionando con el triángulo rosa en las clases. Tal vez por eso como docente marica me sorprendió la recepción de lxs alumnxs del texto de Heger. Desde mi propio prejuicio podría ser que pensaba que una vez más ciertos relatos, ciertas voces, no iban a ser escuchadas. Y al menos en este caso, en esta experiencia, gratamente, me equivoqué.
Referencias bibliográficas
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Notas
Notas de autor