Artículos

Experiencias de tránsito y refugio en los judíos polacos en tiempos de guerra

Transit experiences and refuge in Polish Jews in times of war

Vanesa Teitelbaum
Instituto Superior de Estudios Sociales (CONICET-UNC), Universidad Nacional de Tucumán, Argentina

Sociohistórica

Universidad Nacional de La Plata, Argentina

ISSN: 1853-6344

ISSN-e: 1852-1606

Periodicidad: Semestral

núm. 53, e227, 2024

publicaciones@fahce.unlp.edu.ar

Recepción: 08 Agosto 2023

Aprobación: 24 Noviembre 2023

Publicación: 01 Marzo 2024



DOI: https://doi.org/10.24215/18521606e227

Resumen: Desde una óptica historiográfica reciente, que busca ampliar los márgenes geográficos del Holocausto para entenderlo en su dimensión trasnacional, América Latina constituye una región clave por su papel en el salvataje de refugiados judíos. En ese contexto, el trabajo reconstruye y examina las experiencias de tránsito y refugio de los judíos polacos que recorrieron la ruta de salvación a través del Lejano Oriente, desarrollada especialmente entre los años 1940 y 1941. El artículo analiza, principalmente, testimonios de los refugiados y documentos de organismos de ayuda y socorro, especialmente del Comité de Asistencia, de Kobe (Japón). Argumenta el despliegue de memorias que podían resultar disonantes respecto a las narrativas hegemónicas de la Segunda Guerra Mundial y, por el otro, la presencia de sentimientos ambivalentes en torno a las experiencias del tránsito y del refugio. En estas páginas, indagamos, particularmente los desplazamientos de judíos polacos hacia las Américas, tomando dos casos contrastantes: Estados Unidos, principal destino del refugio judío, y México, uno de los países latinoamericanos que menos refugiados judíos recibió.

Palabras clave: Experiencias de huida, Migración, las Américas, Refugiados, Comunidad judía de Kobe.

Abstract: From a recent historiographical perspective, which seeks to expand the geographical margins of the Holocaust to understand it in its transnational dimension, Latin America is a key region, for its role in the rescue of Jewish refugees. In this context, the work reconstructs and examines the experiences of transit and refuge of the Polish Jews who traveled the route of salvation through the Far East, developed especially between the years 1940 and 1941. The article examine, mainly, testimonies of the refugees and documents from aid and relief organizations, especially the Assistance Committee, from Kobe (Japan). It argues the deployment of memories that could be dissonant with respect to the hegemonic narratives of the Second World War and, on the other, the presence of ambivalent feelings around the experiences of transit and refuge. In these pages, we investigate, particularly the displacement of Polish Jews to the Americas, taking two contrasting cases: the United States, the main destination of the Jewish refuge, and Mexico, one of the Latin American countries that received fewer Jewish refugees.

Keywords: Flight experiences, Migration, the Americas, Refugees, Kobe Jewish community.

Introducción

Tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, miles de judíos en Polonia abandonaron sus ciudades y sus pueblos y se dirigieron hacia el Este, en la frontera con Lituania.1 Muchos de ellos se refugiaron en Vilna, conocida por su gran vida cultural y por ser un centro clave de producción y difusión del ídish, lengua principal de los judíos de Europa oriental (Traverso, 2014; Dujovne, 2014). Así, y en un ambiente caracterizado por la existencia de casas de estudio de la Torá (yeshivot), conservatorios e instituciones de investigación como el Instituto Científico de Estudios Judíos, conocido por sus siglas en ídish como YIVO, los judíos polacos lograron mantenerse y disfrutaron de un periodo de relativa tranquilidad, apoyados por los organismos de socorro, como el American Joint Distributtion Committee (JDC), denominado popularmente el Joint, y el Comité de Refugiados de Vilna (Refugees Committeee of The Keylah in Vilnius), así como por la ayuda brindada por los habitantes judíos de Vilna.2

Sin embargo, ese primer tiempo donde los refugiados judíos polacos, amparados sobre todo por las organizaciones de ayuda, pudieron subsistir y desarrollar algunas actividades laborales se tensó aún más cuando en junio de 1940, el Ejército Rojo ocupó Lituania y los refugiados debieron enfrentar la encrucijada de aceptar la ciudadanía soviética o bien convertirse en apátridas, arriesgándose, por lo tanto, a ser enviados a Siberia o a alguna de las provincias del Lejano Oriente de Rusia, tal como sostiene Irene Eber (2018).

Existía otra posibilidad, tampoco exenta de dificultades y riesgos. De acuerdo al avance de la Alemana nazi en Europa occidental, entre finales de 1940 y mediados de 1941, una alternativa plausible para abandonar el continente europeo era viajar desde Lituania a Rusia y de allí a Japón. Una vez que consiguieran llegar al país nipón, y siempre y cuando contaran con el dinero y con los documentos migratorios necesarios, los refugiados podrían embarcar hacia aquellos destinos extremadamente difíciles pero todavía posibles, como, por ejemplo, Estados Unidos, Canadá, el Mandato Británico en Palestina, y algunos países de América Latina.

De estas trayectorias de huida y salvación se ocupa este trabajo.3 Para ello, reconstruye y analiza los recorridos de judíos polacos a través de estos senderos, haciendo hincapié en quienes migraron hacia Norteamérica, por ejemplo a Canadá y, especialmente, a Estados Unidos, uno de los principales destinos del refugio judío. Asimismo, explora trayectorias de huida y migración a México, una de las naciones latinoamericanas que menos refugiados judíos acogió y, a manera de contrapunto, menciona el caso argentino, el país de América Latina que más refugiados judíos del nazismo recibió.4 Posteriormente, y a partir de las experiencias analizadas, el artículo reflexiona acerca de las memorias de los refugiados en torno a sus vivencias de escape y refugio.

El análisis se plantea desde una perspectiva de historia social y prioriza la metodología cualitativa con el fin de reconstruir trayectorias, dilucidar instancias de las ayudas e indagar percepciones de los refugiados y de los miembros de los organismos de socorro que participaron en las tareas de asistencia y salvataje judío.5 El estudio se basa en los testimonios de refugiados judíos polacos que recorrieron esta ruta de escape, plasmados en documentos personales y fuentes orales. Así, se conformó un corpus de 26 testimonios que incluye, un diario de viaje escasamente trabajado,6 un conjunto de 21 entrevistas, cuya mayor parte integra la colección “Flight and Rescue”, del United States Holocaust Memorial Museum (USHMM), realizada en el año 2000 y centrada en la ruta de escape a través de Japón y Shanghái,7 dos entrevistas (inéditas) a refugiados que forman parte de colecciones personales y dos testimonios contenidos en el repositorio de la División de Historia Oral del Instituto de Judaísmo Contemporáneo de la Biblioteca Nacional de Israel y los archivos del Yad Vashem, respectivamente.8

El trabajo se sustenta, también, en diversa y abundante documentación contenida en distintos archivos: fuentes difundidas por los Archivos Arolsen, de Alemania, y numerosos materiales (como reportes, informes, listados, cartas y telegramas, entre otros documentos) que dan cuenta de las labores de ayuda y rescate instrumentadas por los organismos de socorro de origen norteamericano, principalmente el Joint, y los comités de asistencia a los refugiados que se formaron durante la guerra, especialmente, el Comité de Asistencia a los Refugiados (Committee for Assistance to Refugees) de la Comunidad Judía de Kobe (The Jewish Community of Kobe (Ashkenazim), conocido por su dirección en los telegramas, como Jewcom (abreviatura de Jewish Comunity). En esa línea, resultaron de especial interés los documentos de la Colección Papeles de Anatole Ponevejsky (quien era el presidente del Jewcom)9 del USHMM, fuentes que hasta ahora no habían sido trabajadas de forma exhaustiva.

El trabajo se sitúa en una corriente historiográfica reciente que busca ampliar los márgenes geográficos del Holocausto para entenderlo en su dimensión trasnacional. Desde esta perspectiva, América Latina resulta una región clave, al haber desempeñado un papel significativo en el salvataje de refugiados judíos, tal como propone Daniela Gleizer (2011).10 Asimismo, la investigación privilegia la experiencia de los propios refugiados, problemática menos trabajada en comparación con otros aspectos del Holocausto, tal como sostiene Yael Siman (2021).

¿Qué impresiones afloraron con el estallido de la guerra y la ocupación de sus ciudades y pueblos y fomentaron los escapes de los judíos polacos?, ¿quiénes se iban?, ¿qué sentimientos despertaron las experiencias de tránsito y de refugio en Vilna y Kobe?, ¿cuáles fueron sus apreciaciones en torno a los lugares y los actores que participaron de sus vivencias de tránsito y refugio? y ¿qué papel desempeñó el socorro en las memorias de los refugiados?, son algunas de las preguntas que subyacen en este estudio. Para responder estos interrogantes y plantear otros que fueron surgiendo en el transcurso de la investigación, fueron especialmente útiles los aportes provenientes del campo de estudios judíos en Argentina, cuyas contribuciones son numerosas y, entre otros tópicos, abordaron las experiencias de los/las sobrevivientes (Senkman, 2009 y Kahan, 2019), las políticas restrictivas y las campañas de ayuda para los refugiados en Argentina (Senkman, 1991, 1995 y 2003; Raber, 2017 y 2020), las manifestaciones de dolor e incertidumbre de los familiares de las víctimas (Chinski, 2016), los usos públicos de la memoria del Holocausto y sus relaciones con las representaciones en torno al pasado dictatorial argentino (Kahan y Lvovich, 2016; Wechsler, 2018).

Al centrar el trabajo en los refugiados judíos que escaparon de la guerra y el nazismo, son insoslayables, a su vez, aquellos estudios sobre las vivencias de los/las refugiados judíos en Argentina, cuyos testimonios constituyen fuentes valiosas para avanzar en el conocimiento sobre la migración forzosa y el refugio durante el nazismo, como los análisis pioneros de Haim Avni (2003) y Leonardo Senkman (1991, 1995 y 2003) y, más recientemente, Marcus Kalczewiak (2019).11 Para otras latitudes, como México, contamos con las contribuciones de Judit Bokser Liwerant (2003), Gleizer (2010 y 2011), Siman (2021), Bokser Liwerant, Gleizer y Siman (2016).12

Para examinar el camino de huida y salvación desde Lituania a Japón, atravesando Rusia, contamos con la obra de Yehuda Bauer (1981), quien en su amplio análisis sobre el papel del Joint en el salvataje judío, examinó el rescate en Lituania, definido como una de las pocas instancias de rescate exitoso de judíos europeos durante la guerra. Paralelamente, los análisis de Pamela Shatzkes (1991), Pamela Rotner Sakamoto (1998) y Natalie McDonald (2019) fueron determinantes para comprender los sucesos involucrados en estos movimientos y refugios. Asimismo, para aproximarme al refugio judío polaco en Shanghái, conectado con esta ruta de escape por el territorio nipón, el aporte esencial fue el de Eber (2018), que contiene la descripción y la explicación de numerosos documentos de la época, además de información para contextualizar las prácticas estudiadas aquí. Además de estos trabajos, contamos con otras investigaciones que focalizaron en el refugio en Shanghái y, en menor proporción, en el tránsito vía Japón. De esta vasta producción, destacamos el agudo análisis de Rotem Kowner (2023), que permite reflexionar en torno al peso de las memorias políticas nacionales involucradas en las numerosas conmemoraciones construidas alrededor de la figura del cónsul japonés, Chiune Suhihara y su papel en la obtención de visas de tránsito japonesas que formaron parte del entramado que permitió el rescate de los refugiados judíos en Lituania.

Apoyándome en estos estudios, en estas páginas me propongo avanzar en un tema que, a pesar de su importancia, fue prácticamente inexplorado por la historiografía en castellano. En esa dirección, el trabajo busca ser un aporte mediante un examen de las experiencias de quienes recorriendo estos senderos del Lejano Oriente migraron a las Américas, especialmente a los espacios latinoamericanos, que carecen de este tipo de aproximaciones historiográficas. Retomando la propuesta de Mc Donald (2019), uno de los argumentos que subyace en el trabajo se refiere a las apreciaciones positivas de los refugiados sobre Japón, las cuales que podían resultar disonantes respecto a las memorias hegemónicas de la Segunda Guerra Mundial y las narraciones acerca de las actuaciones de las potencias en el conflicto, especialmente aquellas provenientes de los Estados Unidos y de los países Aliados. Otra hipótesis que postula el artículo se refiere a las percepciones multidimensionales respecto a la estadía en Vilna, atravesadas por sus experiencias como refugiados durante la ocupación soviética. Finalmente, propone el influjo favorable en las tareas de socorro que alcanzaron la proximidad y la afinidad entre los refugiados y los miembros del Comité de Asistencia de Kobe.

La vía de escape a través de Japón

En una carta enviada a Nueva York, donde funcionaba la sede principal del Joint, el Sr. Tarashtzhanski, en representación de la filial de organismo en Vilna, informaba de la existencia de 9.064 judíos polacos registrados por el Comité de Refugiados de la Kehilá (comunidad) en dicha ciudad.13 Entre ellos, un número estimado en 4608 personas, entre 2074 judíos polacos, 2203 judíos alemanes y 331 de otras nacionalidades, dejaron atrás Lituania y viajaron hacia Rusia y luego a Japón, en el periodo comprendido entre julio de 1940 y noviembre de 1941.14

¿Cómo fue posible esta vía de escape seguida por los refugiados polacos? Según Eber (2018), a pesar de los acuerdos entre Alemania, Italia y Japón, los escenarios de guerra europeos y asiáticos se mantuvieron separados. Por su parte, la Unión Soviética, aliada de Gran Bretaña y de Estados Unidos, no estaba, sin embargo, en guerra con Japón. Incluso, desde abril de 1941 existía entre ambos países un tratado de neutralidad y este acuerdo se mantuvo hasta el 8 de agosto de 1945, cuando el Ejército Rojo finalmente se enfrentó con el ejército imperial japonés en Manchuria. Entonces, al no estar enfrentados entre sí Rusia y Japón, potencias situadas en bandos opuestos en la Segunda Guerra Mundial, fue posible esta instancia de huida durante la guerra.

Durante un año, entre julio de 1940 y junio de 1941, los refugiados judíos abandonaron Lituania y llegaron a Moscú para tomar el ferrocarril Transiberiano que después de recorrer 10.000 km los llevaba a Vladivostok, en el extremo oriental de Rusia. Desde ahí los refugiados se trasladaban a Tsuruga, puerto pesquero japonés que fue el lugar de arribo de los judíos polacos en esta ruta de escape y, posteriormente, viajaban a Kobe, ciudad portuaria en donde se formó el Comité de Asistencia para los Refugiados, conocido como JewCom, por su dirección telegráfica. En efecto, en esta ruta de escape fueron indispensables los comités de asistencia al refugiado, como el que se había formado en Kobe, y los organismos de socorro, principalmente el Joint, que desempeñaron un rol esencial al otorgar ayudas y contribuir al pago de los boletos.

Según lo observado en los testimonios, los que se animaron a emprender las huidas eran por lo general personas jóvenes que se separaron de sus padres y familiares cercanos y escaparon desde Varsovia y otras ciudades polacas hacia Vilna. Sin embargo, no siempre era así. También algunos huyeron con sus parientes y otros con amigos. El plan era reunir los papeles migratorios para abandonar Europa a través de Rusia y luego dirigirse a Japón con el fin de embarcar hacia distintos destinos. Pero para ello antes debieron vivir por lo menos un año en Vilna, tiempo que observamos le llevó a la mayoría de los refugiados judíos polacos reunir la documentación y el dinero requerido.

Antes de analizar los testimonios de los refugiados, quisiera retomar algunas consideraciones de Bauer (1981, pp. 107-113), quien sostiene que los judíos que huyeron de Polonia hacia Vilna fueron bien recibidos por los judíos que habitaban allí. Rápidamente, a finales de diciembre de 1939, además, se formó un comité general de ayuda para los refugiados: Ezrat Plitim, que reunía las asociaciones de ayuda judía locales y extranjeras en este organismo central. Este comité contó con el apoyo del Joint, y logró abrir cocinas, primero 10 y después más, para alimentar a los refugiados. Asimismo, como el alojamiento constituía un enorme problema dada la gran afluencia de judíos de Polonia que huyeron hacia Vilna, el Comité estableció internados, casas comunes que albergaron a los refugiados.15 Describiendo la situación de los refugiados judíos polacos en Vilna durante este tiempo, Bauer sostiene que el gobierno de Lituania quería que los judíos refugiados salieran de Vilna y se dispersaran por las antiguas provincias lituanas. Además, a comienzos de marzo de 1940 un decreto les prohibió moverse libremente por el país y clausuró cualquier actividad política, que también estaba prohibida. Todos aquellos que no eran ciudadanos en octubre de 1920, cuando la ciudad fue anexada a Polonia, fueron declarados refugiados. Y, como propone Bauer, aunque esto era un intento de despolonizar la ciudad, también golpeó a un número de judíos. Aunque en su conjunto, la relación de los judíos con el gobierno lituano no era del todo desfavorable, propone Bauer, y los refugiados judíos se dispersaron lentamente por el país y las ayudas mencionadas del Joint que subsidiaba al comité de refugiados de Vilna, les permitieron resolver temas fundamentales como la alimentación, el alojamiento, la vestimenta y la salud, ellos sabían que las autoridades presionarían para su emigración. Tampoco los refugiados tenían la intención de quedarse permanentemente en Lituania y varios se sentían políticamente en peligro. El principal problema para la mayoría era cómo salir rápidamente de Vilna y la urgencia se agravó en enero de 1941, cuando los refugiados debieron optar por la ciudadanía soviética. Algunos lograron irse a Palestina, miles fueron a Japón y otros a Shanghái (Bauer, 1981, pp. 107- 128).

Trayectorias de huida

Antes de comenzar el análisis de los testimonios, me gustaría indicar, aunque sea brevemente, algunos de los criterios de selección de las trayectorias expuestas a continuación. En líneas generales, y de acuerdo, a su vez, a lo planteado en la introducción acerca de los objetivos de este artículo, recuperé experiencias tanto de varones como de mujeres refugiadas judías polacas y me propuse incluir los recorridos de quienes emigraron a América Latina. Esta elección respondió no solo a mis intereses por investigar la región, que, como señalábamos al inicio de estas páginas, desempeñó un papel significativo en el salvataje judío. Además, el grueso de los estudios que abordaron la ruta de escape a través de Japón priorizaron la perspectiva de los varones y se centraron en las experiencias de aquellos que emigraron a Estados Unidos. En función de estas consideraciones, sumadas a la disponibilidad en el acceso a las fuentes, el trabajo retoma un conjunto de casos que si bien no pretende agotar el total del universo disponible sí busca dar cuenta de un horizonte de experiencias inclusivas, al abarcar (con mayor o menor detalle) diversos recorridos, como el de aquellas mujeres que viajaron a Estados Unidos y a Canadá, el itinerario de judíos polacos que después de la guerra fueron a México y la vivencia de una mujer que se trasladó a Argentina, cuya trayectoria de huida y migración fue el punto de partida de esta investigación.

Susan Bluman tenía 19 años cuando junto con su esposo, Nathan, huyó de Polonia hacia Vilna. Después de un año de vivir allí como refugiados y al conseguir los documentos necesarios, como la visa de tránsito para ir a Japón, se transportaron en el tren Transiberiano que los llevó a Vladivostok, en Rusia. De ahí viajaron hacia Japón, llegando primero a Tsuruga, “un día de sol radiante, de cielo azul, brillante”, manifestaba Susan en su testimonio. Desde allí los llevaron a Kobe, donde no tuvieron que preocuparse por el alojamiento, ya que el Joint los alojó en casas, Heim se las llamaba, -señalaba- y agregaba que allí vivían juntos los refugiados. 22 refugiados más o menos había en cada una de estas casas que contaba con 4 cuartos y donde todos dormían en el piso, de acuerdo con las costumbres del país.

Los refugiados eran en su mayoría jóvenes, narra Susan y, por lo tanto, las experiencias les parecían impresionantes, las costumbres tan distintas, todo esto era muy excitante para ellos. Su descripción de aquella época en Japón coincide también con la de los otros refugiados judíos que se maravillaron y sorprendieron con las costumbres, los colores y las fisonomías encontradas. Por otro lado, los refugiados estaban siempre preocupados por sus familias y también por su situación, ya que las visas de tránsito solo les permitían quedarse poco tiempo en Japón. En esa dirección, explicaba que el gobierno japonés los dejó quedarse meses. Finalmente, en junio de 1941, ella y su marido lograron viajar a Vancouver, en Canadá.16

El relato de Susan, expresado cuando el tiempo había pasado, y ella era una mujer mayor que evocaba sus vivencias como refugiada, coincide con el conjunto de testimonios revisados de refugiados judíos que siguieron la misma ruta de escape. Como Susan, otros relatos de la época hicieron hincapié en el papel del Joint, que los apoyaba durante sus esfuerzos por subsistir y migrar. Esto fue así, pero además debemos subrayar el rol del Jewcom, formado por los hombres y mujeres de la comunidad judía de Kobe, con apoyo económico del Joint, en todo lo referente al cuidado y desenvolvimiento de los refugiados en Japón. Por ejemplo, las casas donde se alojaban estaban a cargo de la asistencia del Comité de la Mujer, integrado por las esposas de los miembros del Jewcom. De todas maneras, no es extraño que el Joint, en cuanto era una organización de socorro ampliamente conocida por su amplia labor de ayuda internacional, ocupara un lugar destacado en los recuerdos de los refugiados sobre aquella época. También, es plausible pensar que, de forma semejante a lo demostrado por Bokser Liwerant, Gleizer y Siman (2016, p. 300), para los sobrevivientes del Holocausto que llegaron a México, si bien los testimonios identifican varios actores que contribuyeron a su rescate, como cónsules y familiares, no describen “con detalle e incluso a veces omiten la compleja red de interacciones y organismos que participaron en su salvamento”.17

Por su parte, Meri Nowogrodozki, quien tenía 18 años y junto con su familia vivía en Varsovia al momento de la invasión alemana de Polonia, también logró salvarse transitando esta vía de escape. Tras atravesar grandes dificultades para cruzar a la orilla soviética, finalmente, consiguió llegar a Vilna, a finales de 1939, y reencontrarse con su padre que había escapado hacia dicha ciudad antes.

Al recordar la peor experiencia sufrida en aquellos tiempos de intentar huir y salvarse, se refirió al interrogatorio sufrido en las oficinas de los soviéticos en Kaunas (Lituania), cuando intentaban con su padre conseguir el permiso de salida ruso para atravesar la Unión Soviética y llegar a Japón. Tras muchos esfuerzos y sinsabores, finalmente su padre obtuvo una visa y logró viajar a Japón. Ella, mientras tanto, debió permanecer en Kaunas, donde también se encontraba una familia conocida de ellos, y recién tiempo después pudo viajar con un grupo de gente desde Vilna a Vladivostok en el tren Transiberiano. En ese transporte que pertenecía a la empresa rusa Intourist y que estaba prácticamente lleno de refugiados, según recordaba, consiguió entrar a Japón y se reencontró con su padre.

Cuando ya estuvo allí, sus sentimientos fueron de seguridad. Como expresaba, había dejado atrás la dominación soviética y la dominación nazi. Se sentía segura. No lo podía creer. Japón fue para ellos la libertad, afirmaba. Eso era increíble, estaba en el mundo libre. En abril de 1941, tanto Meri como su padre lograron viajar a San Francisco, en Estados Unidos. Aunque la madre no había escapado como ellos y permaneció en Varsovia durante la guerra, logró sobrevivir y más tarde se reunió con Meri y su padre en Estados Unidos. Al respecto, Meri explicaba que cuando se destruyó el gueto de Varsovia, la madre se ocultó, estuvo viviendo con una identidad falsa, como polaca, se escondió hasta que los soviéticos entraron en Varsovia. Luego y a través de la ayuda del Comité para los Refugiados (no especifica más en la entrevista y el entrevistador no le pregunta al respecto) pudo viajar a Suiza, en 1946, y después a Estados Unidos.18

Respondiendo al entrevistador que le preguntó acerca de sus sentimientos al escapar de Varsovia mientras su madre se había quedado allí, Meri reflexionó detenidamente, ofreciéndonos un resumen en torno al clima de la época sobre este tema. Así, establecía cuatro grandes motivos que llevaron a su madre a quedarse y no escapar. La primera, la decisión de quedarse para cuidar a su otra hija. Además, tenía parientes viviendo en casa, era difícil irse, sostenía Meri. La segunda razón -indicaba- era que su madre se encontraba totalmente aprensiva a irse, ya que no se sabía si se podría llegar a la frontera, si te iban a arrestar o no. Un tercer factor que gravitó fue la opinión general acerca de que los alemanes no matarían o arrestarían a los niños y las mujeres, porque en la Primera Guerra Mundial no lo hicieron, por eso decidió quedarse en Varsovia la madre, señalaba Meri, al tiempo que admitía que ni ella ni su padre podían persuadirla, no había manera de convencerla. Por último, la gente creía que se podría ir después, tal vez en uno o dos meses, no se pensaba que era la decisión final. 19

La historia de Ruth Berkowicz Segal adquirió ribetes aún más dramáticos, ya que a pesar de salvarse perdió a casi toda su familia. Con la llegada de los alemanes a Polonia en septiembre de 1939, Ruth, quien tenía entonces 18 años, emprendió la huida desde Varsovia en compañía de dos amigos. Al llegar a Vilna se reunió con su padre, quien previamente se había desplazado hacia el este de Polonia. La estancia en Vilna concluyó con la ocupación soviética de Lituania, coyuntura que alentó a Ruth y a su padre a emprender el viaje a través de Japón. Sin embargo, solo Ruth obtuvo el permiso de salida soviético. En consecuencia, y ante la insistencia de su padre, se fue ella sola y en el tren Transiberiano llegó a Vladivostok. Luego se trasladó en barco hasta Japón. La ciudad de Kobe fue el lugar de reencuentro del padre, de Ruth y de unos tíos. Finalmente, Estados Unidos fue el país que los acogió durante la guerra (antes habían emigrado a Nueva Zelanda). Pero la familia nunca logró reunirse de forma completa. La madre, el hermano y sus hermanas murieron en la Shoá. Cuando ella rememoraba sus últimos pensamientos y expresiones al abandonar Varsovia, el trágico final no se vislumbraba en su mente. En ese momento, y sin creer que nunca volvería a ver a su madre y hermanos, pensó en escapar y supuso que la guerra terminaría pronto.20

Relatando sus vivencias en Japón, Ruth mencionaba cómo allí, disfrutó del buen trato y la ayuda de los japoneses, a quienes definía como extremadamente amables, atentos y considerados. Incluso recordaba anécdotas específicas en cuanto a la compra de alimentos para cocinar por parte de los refugiados y la disposición de los japoneses a ayudarlos.21

Uno de los aspectos más contrastantes entre las costumbres de los refugiados y los habitantes de Japón era la comida, afirmaba Ruth, y, por lo tanto, la ayuda que recibieron de los japoneses fue fundamental. Además, mencionaba a la colectividad judía de Kobe, donde vivían unas pocas familias -dos o tres señalaba- de judíos rusos que habían llegado desde hacía varios años atrás, probablemente desde la revolución, indicaba. Ellos cocinaron para los refugiados comida europea y esto fue una gran ayuda, evocaba Ruth, y destacaba, a su vez, el gran apoyo que representó que los judíos de Kobe supieran japonés, ya que actuaron como sus traductores.22

Los japoneses eran muy tranquilos, considerados, amables, gente muy agradable, afirmaba Ruth, quien en ese momento era una jovencita de 18 años. Pero “tenías que ir a algún lado”. Los judíos polacos tenían que salir de allí, migrar y, en esa dirección, recordaba cuando consiguieron junto con otros refugiados, en total un grupo de 22, las visas para ir a Nueva Zelanda y fueron hacia allí, dejando atrás Japón, donde todavía podían recibir cartas y saber de sus familiares, lo cual después ya no fue posible.23

Los testimonios analizados evidenciaron la importancia de las ayudas de las organizaciones judías y la amabilidad y la solidaridad de los japoneses, experimentadas en estas trayectorias de escape y migración. También, las fuentes revelaron la juventud de muchos de los protagonistas de estas huidas y la valoración compartida en la época acerca del peligro inminente que corrían los varones y no tanto las mujeres y los niños. Apreciación equivocada que influyó en las decisiones al momento de huir o permanecer en sus ciudades y pueblos. Algunos testimonios de refugiados fueron especialmente reveladores en este sentido, es decir, en señalar estas suposiciones y la decisión de las madres de quedarse con los hijos pequeños, o las de las esposas que no se fueron con los cónyuges que partían. Se pensaba, también, que no era la última posibilidad, que en otro momento tal vez podrían irse. Nada de eso fue posible. Ni los alemanes fueron más cuidadosos con los niños y mujeres, ni las partidas fueron factibles después. Pero eso ellos no podían saberlo, tenían la experiencia de la Primera Guerra Mundial y desconocían las nuevas formas que adquiriría el conflicto bélico en su faceta de destrucción de la población judía europea, esto era inédito.

Del análisis de los testimonios de refugiados en la época se desprende un aspecto común: la ciudad china bajo dominación japonesa fue un destino temido para los judíos que tuvieron que asentarse allí, ya sea enviados por las autoridades japonesas o bien en sus intentos de huida durante la guerra y el nazismo. En efecto, un amplio número de refugiados judíos, estimado en aproximadamente 20.000 habían llegado a Shanghái, que al ser un puerto libre no requería visas para entrar. Entre ellos, la mayoría eran alemanes y austríacos y se desplazaron al puerto chino huyendo del nazismo desde 1933 y con más impulso aún hacia finales de la década de 1930. Un porcentaje mucho menor, probablemente 1000, eran polacos, señala Eber (2018).24

De las tantas historias de refugiados judíos en Shanghái, el estudio se circunscribió a los refugiados judíos procedentes de Polonia que habían recorrido la ruta mencionada en estas páginas. En ese contexto, podemos mencionar, por ejemplo, el caso de la familia de Nina Wertans, nacida en Varsovia en 1932, quien era una niña cuando estalló la guerra y huyó junto con su familia a Vilna. Más tarde, la ocupación soviética de la ciudad trajo aparejado la detención de un tío suyo, quien fue enviado a la cárcel y luego a Siberia. En ese contexto la familia de Nina, como otras en la época, logró, con la intervención del cónsul japonés en Kaunas, Sempo Sugihara, conseguir la visa japonesa y con este documento pudo obtener después el permiso de salida de Rusia.

Así, con los papeles en mano, la familia de Nina adquirió los pasajes en tren en la agencia de viajes soviética Intourist. En febrero de 1941 viajaron desde Vilna a Moscú, donde permanecieron algunos días hasta que abordaron el Ferrocarril Transiberiano rumbo a Vladivostok. Su comentario acerca del trayecto en el tren hacía referencia a las estaciones en las cuales iban bajando y lo que observaron en todas las paradas.

Respecto a este viaje en tren, Nina evocaba en su testimonio, cómo “una noche, cuando nos detuvimos, unos hombres harapientos se acercaron a nuestra ventana. Eran judíos que trabajaban en campos en Siberia, prisioneros ´políticos´ que eran utilizados como mano de obra esclava. Les dimos comida”.25

Ella recordaba su travesía en el tren Transiberiano, las estaciones en las cuales descendían y lo que observaban los pasajeros en cada una de estas paradas. Sus evocaciones aludían a la mendicidad observada en las estaciones del tren, experiencia que coincide con la de otros refugiados judíos que realizaron la misma travesía.26

Una vez que llegaron a Vladivostok los Wertans y el resto de los refugiados judíos fueron llevados a Tsuruga, en Japón, y luego, tras las inspecciones de los documentos por parte de las autoridades, se dirigieron a Kobe. Allí, se alojó en

un bonito hotel de estilo japonés con un jardín de rocas que me pareció bastante bonito. Las habitaciones estaban separadas por mamparas y puertas móviles de papel de arroz. Ahora que lo pienso, debe haber organizaciones judías o la comunidad judía local que estuvo involucrada en ayudar a nuestro grupo. De lo contrario, ¿cómo nos las arreglamos? Más tarde supe que también estábamos bajo la protección de la comunidad judía local y del Comité de Distribución Conjunta Judío Estadounidense.27

Efectivamente era como ella suponía. La organización comunitaria judía de Kobe y el Comité conformado para ayudar a los refugiados, encabezado por Anatole Ponevejski, estaban detrás de esta ayuda otorgada a quienes como ella y su familia llegaron a estas tierras. También el Joint se ocupaba de brindar asistencia a los judíos mediante el respaldo económico brindado al Jewcom.

Con estos apoyos pudieron sostenerse durante los seis meses que vivieron en Kobe, periodo durante el cual sus padres intentaron en vano conseguir las visas para ingresar a Estados Unidos. Ante el fracaso de las gestiones para obtener los documentos, y como la estadía de los judíos en Japón no podía prolongarse más, en agosto de 1941 fueron enviados a Shanghái, ciudad en la cual permanecieron hasta el final de la guerra.

En un principio, no fue fácil aceptar la idea de ir a Shanghái. Para la familia de Nina, como para tantos otros refugiados entonces, la ciudad se vislumbraba como un sitio colmado de peligros y miserias y al dejar Kobe muchos se sintieron inseguros y nostálgicos. “Lamenté dejar Japón. Había hecho amigos. Kobe era una ciudad atractiva, rodeada de colinas; el hotel de apartamentos era conveniente. La gente era muy amable y parecía que le gustaban los niños, aunque parecíamos incapaces de comunicarnos”, admitía Nina quien, en su narración recordaba también su viaje en barco, en agosto de 1941, a Shanghái, “una ciudad de contrastes llena de inmensamente ricos y terriblemente pobres, incluidos los mendigos. El transporte se realizaba en trolley (autobús), tranvías, bicitaxis y rickshaw, así como en taxi”.28

En su relato sobre aquella experiencia Nina describía a la ciudad como una urbe en la cual confluyeron judíos de distintos lugares del mundo que habían creado instituciones como sinagogas y escuelas. Entre estos diversos grupos se encontraban los judíos polacos, un contingente de 1098 personas, según las cifras del Jewcom, de las cuales la mitad eran los miembros de la yeshiva Mir.29 Los judíos polacos habían llegado sin nada a Shanghái, afirmaba Nina y contaba que luego de más de dos años de vivir en la zona de la concesión francesa las autoridades japonesas los llevaron a Hongkew, área superpoblada donde vivieron los refugiados judíos, alemanes, austriacos y polacos.30

Cuando en 1947 los Wertans llegaron a San Francisco, en Estados Unidos, Nina tenía 15 años. Después vivió en Nueva York, con su familia, luego fue a estudiar a la Universidad de California, en Berkeley, donde conoció a quien sería su marido, nacido en Jerusalén en 1929. En 1952 emigraron a Israel, donde conformaron su familia y sus carreras profesionales, residiendo primero en Jerusalén y luego en Tel Aviv.

También en Shanghái vivió durante algunos años Yosef Rotenberg, antes de poder emigrar a México en 1947. Al comienzo de la guerra, Yosef escapó de su ciudad natal, Varsovia, dejando a su esposa e hijo. Él pensó, como tantos entonces, que serían los hombres los más perseguidos, especialmente aquellos que tenían una participación política. En su caso, él era miembro del Bund, el partido obrero socialista judío, creado en Polonia.31 Desde Varsovia se fue a Pinsk, donde junto con otros miembros del Bund, como el líder Heinrik Erlich, sufrieron la ocupación soviética. Allí Erlich fue detenido y, posteriormente, en 1941, acusado de actividades anti soviéticas, asesinado por los soviéticos. Por su parte, Yosef había escapado hacia Bialystok, ocupada ya por los soviéticos, y luego de los consejos recibidos por parte de otros integrantes de su partido, se dirigió a Vilna. Allí, experimentó una suerte de tranquilidad e incluso vivenció un ambiente hogareño, ampliamente valorado después de tantas penurias (Woldenberg, 2021).

Como otros judíos refugiados en Vilna, también Yosef evocaba su estancia en la ciudad, situación que cambió con el ingreso de los soviéticos y sus vigilancias y detenciones. Por ejemplo Nejome Werchow, nacida en Kobryn (en ese entonces Polonia), quien recorrió esta ruta de escape para llegar después a Sudamérica e instalarse en Tucumán, al noroeste de Argentina, anotaba en su bitácora de viaje el buen clima vivido durante el primer semestre de su exilio en Vilna (Werchow, 2022).

De forma semejante a lo observado en otros testimonios, a su vez, Yosef dio cuenta de las ayudas recibidas en Vilna por parte de las organizaciones judías, y reconoció la solidaridad de los habitantes que alojaban a los refugiados en sus casas y los auxiliaban.

Tal como manifestaron también otras narraciones de refugiados judíos y como puede corroborarse con la bibliografía sobre el tema, esta suerte de vida normal y de relativa tranquilidad cambió sensiblemente con la llegada de los rusos a mediados de 1940. El ingreso del ejército soviético en junio de ese año trastocó las condiciones de vida de los refugiados y tras la ocupación comenzaron una serie de inspecciones y de aprehensiones.

En ese contexto, se produjo su salida de Lituania. Como el resto de refugiados judíos polacos, Yosef dejó atrás Vilna y emprendió el camino de huida a través de Rusia. Una vez que obtuvo el permiso de salida soviético, se transportó en tren hacia Vladivostok y el 24 de febrero de 1941 llegó allí. En barco viajó luego a Japón, país al cual agradeció su buen trato, rescatando asimismo la paz y la calma experimentada. En sus memorias Yosef valoró la hospitalidad encontrada en Kobe y consideró como un remanso su estadía en dicha ciudad, especialmente después de la zozobra sufrida durante su huida desde que había abandonado Varsovia.

En su descripción de Kobe, Rotenberg mencionaba la cortesía japonesa, como un rasgo de su cultura, y relataba con detalle sus impresiones acerca de algunos de sus habitantes con los cuales había interactuado durante el año que vivió allí. Además, al describir aquella ciudad portuaria, Rotenberg rescataba la importancia y lo agradable que le habían resultado el orden, la amabilidad y la cortesía de los japoneses, rasgos que percibía como característicos de dicha cultura. Asimismo, destacaba la generosidad, la solidaridad y la disposición de sus habitantes a ayudar sin cobrar dinero por ello. En su narración mencionaba, además, que si bien los japoneses podían asombrarse e incluso reírse ante su condición de extranjeros, esto no era motivo de molestias y, por el contrario, los sentimientos que causaban en sus visitantes, como él, eran de comodidad, seguridad y cercanía (Eber, 2018).

Los elogios de Yosef Rotenberg hacia Japón coinciden con los de muchos refugiados, tal como vimos anteriormente.32 Él debió permanecer en Japón hasta finales de ese año de 1941, cuando las autoridades japonesas enviaron a Shanghái a todos los refugiados judíos que aún no habían podido migrar hacia algún país que los recibiera. Luego, y al igual que los estudiantes de las yeshivot, la familia Wertans y tantos otros hombres y mujeres que formaron parte de aquel grupo estimado en 1098 refugiados judíos polacos, Rotenberg vivió varios años en Shanghái, hasta que en 1947, consiguió viajar a México. Allí, en la ciudad de México, su nuevo hogar, se dedicó de lleno a la docencia, aplicando los conocimientos y la formación adquirida en Polonia que lo había capacitado para dicha tarea. En especial, se destacó como lerer, es decir maestro de ídish.33

Otra trayectoria situada en esta ruta de escape y salvación desde Polonia fue la de Yonia Fain, quien también migró a México al finalizar la guerra, y llegó a ser un conocido artista, poeta y pintor. Seis años vivió en la ciudad de México, en donde se acercó al muralismo, de la mano de Diego Rivera, y en 1953 se trasladó a Nueva York, en Estados Unidos, donde forjó una destacada carrera como profesor de arte, escritor ídish y artista (https://www.yivo.org/Yonia-Fain).

Nacido en Kamentsk-Podolsk, una ciudad que entonces pertenecía a Rusia, en los años 1920 había migrado de niño junto con sus padres a Vilna. Luego de terminar sus estudios en la Universidad de Vilna, se fue junto con su esposa a Varsovia. Allí estaban viviendo cuando estalló la guerra y esperaba ser movilizado. Se suponía que todos los hombres jóvenes debían ir a la frontera Este pero a él nunca le llegó la carta para el ejército. Así fue que, en el contexto de una Varsovia bombardeada, abandonó la ciudad con su mujer. En el camino vieron a muchísima gente partir, la mayoría eran jóvenes, todo el tiempo bombardeados por las fuerzas alemanas y muchos asesinados, recordaba. Llegaron finalmente al lado Este de Polonia. Fue “una experiencia muy, muy dolorosa” recordaba en la entrevista.34

Era ilegal cruzar la frontera y por eso fueron arrestados por los soviéticos. Además, no tenía nada de dinero, la esposa tampoco, y empezaron a buscar trabajo. Estando ya en Vilna se enfrentó a la exigencia de los rusos quienes instaban a los judíos a volver a Polonia o a quedarse pero aceptando la ciudadanía soviética. Él no estaba dispuesto a hacer ninguna de las dos cosas. Ni volvería a Polonia dominada por los alemanes ni sería soviético.35

22 años tenía mientras vivía en Vilna y Yonia se sentía en peligro porque había sido del partido Socialista, en Varsovia, y no estaba de acuerdo con los soviéticos. Así fue que ayudado por un amigo socialista, del Bund, quien le dio las visas de otras personas, logró confeccionar documentos para él y su esposa. Cuenta que la persona encargada de controlar esos documentos, aunque se dio cuenta que los documentos eran falsos, avaló los papeles, colocó el sello y con eso le permitió vivir. Recordaba ese momento con profunda emoción, la prevalencia de la humanidad por sobre todo, evocaba conmovido. Sin enojarse ante las constantes indicaciones del entrevistador, quien a cada momento le insistía en mirar hacia determinado lugar y comenzar de nuevo las frases,36 continuaba su narración acerca de su viaje, cómo cruzó Siberia y llegó a Vladivostok para luego transportarse a Japón, a Kobe, que era “tan limpio, lindas casas, hermoso cielo, como una pintura de Van Goh”.37

En Kobe se encontraron 3 grupos, afirmaba Yonia: los refugiados judíos del primer momento, es decir los judíos rusos que habían escapado de la Revolución Rusa y se habían vuelto un poco prósperos y vivían en Japón, los refugiados como él, que llegaron desde Lituania y, el tercer grupo eran los japoneses, quienes trataron muy bien a los refugiados. Más allá de las amplias distancias entre las experiencias que atravesaron los judíos polacos evadidos del nazismo y los que se asentaron en Japón en épocas anteriores, es sugerente esta percepción de Yonia sobre los judíos rusos de Kobe como refugiados. En esa tónica, considero pertinente recuperar las propuestas historiográficas, como las de McDonald (2019, p. 54), quien afirma que los refugiados y los miembros del Jewcom mantenían relaciones sociales y de familiaridad, más que vínculos de autoridad institucional. Asimismo, es factible proponer que estos lazos favorecieron el desarrollo de las labores de asistencia y contribuyeron a forjar recuerdos positivos sobre el refugio en Japón.

Yonia destacaba los apoyos recibidos de la colonia judía de Kobe y del Joint, rememoraba la belleza de la ciudad, con “sus cielos limpios”, pero admitía que el corazón de ellos estaba con sus parientes, con quienes habían quedado atrás. Las noticias eran terribles y estaba claro, además, que Japón se preparaba para la guerra, se sentía en el aire, afirmaba. Y aunque la gente era muy amable, la evacuación de los judíos de Japón era inminente. Después de 6 meses de estar allí los enviaron por la fuerza a Shanghái, descrita en su testimonio en términos semejantes a otros refugiados.38

Los refugiados y sus memorias

Recuerdos multidimensionales del refugio en Vilna

En junio de 1940, con la anexión de Lituania por parte de la Unión Soviética, muchos refugiados buscaron urgentemente la forma de salir de la región báltica. La necesidad de los refugiados por salir de Lituana obedecía al temor de la comunidad judía en Lituania que en esos años 1940 más que temer al gobierno nazi estaba preocupada por los soviéticos, propone Kowner, y sostiene que en otro lugar de Europa del Este “el gobierno soviético había prohibido las actividades religiosas y sionistas judías y había hecho vulnerables a los judíos como grupo. Aunque los refugiados no estuvieron sujetos a ningún riesgo físico inmediato, por no mencionar el genocidio racial, era obvio que sus vidas bajo los soviéticos serían cada vez más difíciles y sus perspectivas de salir del país serían aún más débiles”, afirma Kowner (2023, p. 35).

Si bien nuestro objetivo en este trabajo difiere del propósito de Kowner (orientado especialmente a discutir de las valoraciones que rodearon la construcción de Sugihara como una figura heroica), su estudio permite contextualizar las percepciones que observamos en el análisis de los testimonios de refugiados. En particular, ilumina en torno a las prácticas de los soviéticos que impactaron en sus experiencias y contribuye a enmarcar sus percepciones. Así, por ejemplo, la investigación reveló que los refugiados cuestionaron las políticas soviéticas mencionando las expulsiones a Siberia y el maltrato hacia los refugiados. En ese contexto, podemos proponer, Vilna, centro del refugio de los judíos polacos, concitó memorias multidimensionales. Por un lado, los judíos recordaron y valoraron la suerte de vida normal que experimentaron durante los primeros meses de su refugio hasta la ocupación de los soviéticos. El respaldo de las instituciones de ayuda en Vilna, que les brindaron comida, auxilio material y trabajo, junto con la solidaridad de los habitantes judíos que los recibieron en sus hogares y los ayudaron con indicaciones probablemente alentaron recuerdos positivos sobre Vilna. Por otro lado, después, con el agravamiento de su situación bajo la dominación soviética, la salida de Vilna se tornó imperiosa. Los judíos polacos que se encontraban allí y consiguieron recorrer la ruta de escape estudiada aquí salieron justo a tiempo. A los pocos meses, la llegada de los alemanes cambió para siempre la vida de los judíos en Vilna, Kaunas y otras ciudades lituanas. La tenebrosa historia que siguió a la ocupación alemana ya la conocemos. Los judíos fueron en su mayoría asesinados.

Japón: el remanso

Los testimonios de refugiados judíos polacos que vivieron un derrotero semejante al mencionado en estas páginas revelaron como denominador común sus opiniones favorables sobre Japón y sus habitantes. En sintonía con las valoraciones acerca de Japón, el temor ante un próximo traslado a Shanghái cobraba aún más fuerza en los sentimientos.

Las impresiones positivas afloraron en las experiencias de los refugiados acerca de su estancia en Japón, junto con el reconocimiento y valoración acerca del rol que desempeñaron sus habitantes y las asociaciones judías. Al respecto, resulta fundamental subrayar que las apreciaciones de los refugiados acerca de Japón se evidenciaron desde los primeros años de la posguerra, tal como se reveló en el diario personal de Nejome Werchow, que finalizó en 1946, y en la memoria de Yosef Rotenberg, de 1948. Tales valoraciones se mantuvieron a lo largo del tiempo, como puede observarse, por ejemplo, en la entrevista a Werchow, en los años 1990,39 y en los numerosos testimonios orales conservados en el USHMM. Otro aspecto que interesa resaltar es que estas valoraciones favorables al refugio en Japón abarcaron no solo a los japoneses y a los miembros del Jewcom sino también al propio Estado japonés, tal como se evidenció en el grueso de los testimonios consultados.

Entones, ¿cómo integrar el hecho de que Japón luchara del lado de las potencias del Eje con la ayuda proporcionada a los judíos como refugiados? ¿Cómo conciliar ambas memorias, dos evocaciones al parecer opuestas? No hay, pienso, una respuesta única; tampoco explicaciones definitivas. En esa tónica, las consideraciones vertidas en estas páginas se plantean como posibles vías interpretativas.

Es plausible pensar que las experiencias de los refugiados en Vilna ocuparon un lugar apreciado en sus recuerdos y sobre todo Japón se erigió como el lugar clave en sus evocaciones. En el caso de Japón, fue clave el respaldo y la coordinación del Jewcom, encabezado por los dirigentes de la comunidad judía de dicha ciudad. A esto se le sumaba el auxilio de instituciones como el Joint, que apoyaron económicamente estos esfuerzos, tanto durante el periodo de refugio en Vilna como más tarde en Japón. A diferencia de los momentos iniciales, cuando escapaban de sus hogares y se dirigían hacia la frontera con Lituania, la estadía en Vilna y el tránsito hacia Japón, junto con el tiempo que permanecieron allí, revelaron los hilos del trabajo de rescate y auxilio de las asociaciones judías de ayuda. En especial, la lectura de los testimonios de los refugiados reflejó como en Japón la ayuda estuvo coordinada y centralizada por la labor del Jewcom.

Ciertamente, los refugiados destacaban las ayudas recibidas y en gran medida revelaban el alivio que significó para ellos cuando por fin recibieron sus documentos migratorios y pudieron embarcar hacia sus destinos desde Japón.

Más adelante, la estancia para algunos en Shanghái fue motivo de nuevos temores y apremios. Podríamos proponer que de destino temido se transformó en un refugio seguro. Pero ese puerto chino libre fue refugio para muchos pero no para todos. Hubo quienes encontraron allí la muerte. Algunos no pudieron resistir las enfermedades, las malas condiciones de vida, el encierro. Otros, fueron muriendo por la edad, el paso del tiempo.40

En comparación con la experiencia en Kobe, conviene apuntar que el refugio judío en Shanghái fue más estudiado por la bibliografía sobre el tema. De acuerdo con McDonald (2019), la historiografía se concentró en las experiencias de los refugiados en aquella ciudad portuaria bajo dominación japonesa y prestó menos atención a las vivencias en Kobe. Una de las explicaciones posibles es que la estadía de los refugiados judíos en Japón fue corta, en comparación con el tiempo que permanecieron en Shanghái. Otra explicación, según McDonald, provendría de las características de las memorias de los refugiados sobre estas experiencias, definidas por la autora como memorias no hegemónicas, memorias “peligrosas”, ya que discuten las visiones dominantes sobre la Segunda Guerra Mundial.41 Sobre todo, teniendo en cuenta el enfrentamiento de los Estados Unidos y Japón en la guerra y el hecho que estos recuerdos rescataban el papel de Japón en su salvación y rescate. Propone McDonald que las memorias sobre Japón resultan desafiantes porque cuestionan o al menos matizan las miradas hegemónicas acerca de las potencias en conflicto en la guerra. Impugnan las miradas dominantes de la Segunda Guerra Mundial, especialmente al rescatar la superioridad moral de Japón en la escena internacional.

No obstante, en la actitud seguida por Japón hacia los refugiados judíos caben matices e interpretaciones diversas. Rotner Sakamoto (1998) se inclina por subrayar el pragmatismo de los japoneses al momento de ayudar a los judíos y, en esa dirección, distingue el trato hacia los refugiados de los habitantes y, por otra parte, del gobierno. De esta forma, diferencia entre el trato amable de los individuos japoneses hacia los refugiados y la disconformidad de los oficiales japoneses hacia su presencia. Y respecto al pragmatismo japonés al momento de ayudar a los judíos, Rotner Sakamoto (1998) y McDonald (2019) brindan ejemplos y mencionan las relaciones con las autoridades japonesas entabladas a través de quienes ayudaban al Jewcom. Aquí la figura clave fue la de Kotsuji, japonés estudiante de hebreo y más tarde convertido al judaísmo, quien intercedió ante el gobierno de Japón para extender por ocho meses las visas de tránsito que solo les permitían a los judíos permanecer en Japón por quince días. Kotsjuji actuó como puente entre las autoridades japonesas y el Jewcom y, en ese sentido, desempeñó un papel fundamental.42

Asimismo, es factible pensar que los japoneses buscaban inclinar la balanza de fuerza hacia sus intereses en la guerra y sobrestimaban la importancia de los refugiados judíos en la política norteamericana. En todo caso, no debemos descartar, al menos no a priori, el peso de los intereses económicos y geopolíticos de Japón en su respaldo a los judíos que huían del nazismo.

A su vez, resultó sugerente el análisis de Shatzkes (1991), quien afirma que Japón recibió poco reconocimiento por su rol en la ayuda a los judíos, con lo cual suscribe la visión del humanitarismo del país nipón, pero no excluye al pragmatismo como una motivación en su accionar. Así, la autora analiza las políticas japonesas hacia los judíos en la época, contextualizadas y explicadas a la luz de la presión nazi. En tal sentido, menciona el anuncio oficial del ministerio exterior que señalaba a comienzos de 1939 que los judíos no recibirían discriminación y no serían excluidos por la raza, sino que serían tratados como otros extranjeros. También explica cómo pudieron asentase miles de judíos en Shanghái durante la primera mitad de 1939 como parte de sus intereses por atraer capitales americanos al nuevo orden en Asia.

Con la firma del Pacto Tripartito entre Alemania, Japón e Italia, en septiembre de 1940, y sobre todo con la guerra del Pacífico, se incrementó la presión nazi para que Japón adopte políticas anti judías, pero la política japonesa contra los judíos nunca siguió el extremismo de los nazis. Por otra parte, el Pacto de neutralidad entre Japón y la URSS en abril de 1941 permitió el desenvolvimiento de la ruta de huida estudiada en esta investigación. Al respecto, Shatzkes sintetiza el desenvolvimiento de esta vía de escape y para ello se apoya en las mismas cifras que manejamos nosotros a partir de la consulta que realizamos en los archivos.43 Como describe, entre octubre de 1939 y mayo de 1940, aproximadamente 10.000 judíos llegaron de la Polonia ocupada a la neutral Lituania, país anexado a la URSS en julio de 1940. De esa cifra de refugiados, aproximadamente 4608 siguieron la ruta señalada, entre julio de 1940 y noviembre de 1941. En Kobe, la comunidad judía organizó rápidamente un Comité de Asistencia a los Refugiados, que se ocupó de proveerles alimento y alojamiento a los refugiados con el financiamiento del Joint y de HIAS, a través de su contraparte europea HICEM. Este apoyo económico duró hasta julio de 1941, cuando ya no pudieron ingresar más los fondos norteamericanos a Japón. De los 4608 refugiados judíos que llegaron a Japón, en junio de 1941 quedaron 1098, la mayoría judíos polacos que fueron enviados al distrito de Hongkew en Shanghái, apunta Shatzkes.

Más allá de la discusión en torno al posible pragmatismo o humanitarismo de los japoneses en su ayuda a los refugiados judíos -posturas que no necesariamente son excluyentes entre sí, como bien lo sugiere en su investigación Shatzkes- el papel desempeñado por los habitantes, funcionarios y autoridades de una de las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial plantea no pocos interrogantes y permite vislumbrar aristas más profundas en relación al accionar de los actores que se movieron en tales procesos. En todo caso, lo cierto fue que Japón no siguió las políticas racistas del nazismo. Su actitud hacia los refugiados judíos no difirió de su trato a los extranjeros en general, y no persiguió ni se propuso exterminar a la población judía como sí lo hicieron los nazis y sus colaboradores en Alemania y otros países europeos. Lo anterior no excluye la responsabilidad de Japón por los crímenes y las atrocidades cometidas durante la guerra.

Además, me gustaría plantear el contraste, entre la amplia valoración de figuras, como la del cónsul japonés en Kaunas, Chiune Sugihara,44 y, paralelamente, la falta de reconocimiento a otras intervenciones, como las de los hombres y las mujeres del JewCom. Asimismo, es factible sugerir que, al menos durante bastante tiempo, las experiencias de los refugiados judíos que vivieron estas experiencias de refugio y salvación desde Polonia a través del Lejano Oriente resultaron poco conocidas o no recibieron suficiente difusión. Al respecto, considero relevante recuperar nuevamente a McDonald, quien sostiene que las memorias de los refugiados no podían situarse dentro de los márgenes de las narrativas hegemónicas que tendían a nacionalizar las memorias de la guerra. Sus memorias, por definición, trascendían los márgenes nacionales, escapando así a las memorias colectivas de las narrativas de posguerra, tanto de Japón como de Estados Unidos. Por un lado, Japón con sus recuerdos de la caída de la bomba atómica y sus víctimas, ¿qué lugar podía darle a los 4608 refugiados judíos en su narrativa? Y por el otro, Estados Unidos, ¿cómo conjugaba las memorias de la benevolencia de Japón con los refugiados durante la guerra? (McDonald, 2019).

Por otro lado, es plausible señalar que los recuerdos de los judíos que se salvaron a través de Japón quedaron opacados por las experiencias de los judíos en los guetos y en los campos de concentración y de exterminio implementados por los nazis. Finalmente, después de los primeros tiempos de la posguerra y transcurrida ya la Guerra Fría, los nuevos escenarios nacionales e internacionales y sus agendas políticas promovieron nuevos usos y difusiones de las memorias, las narraciones y las interpretaciones en torno a políticas migratorias, el papel de gobiernos, individuos particulares e instituciones en la ayuda y salvación durante la guerra. El socorro a los refugiados judíos no escapa a estos debates, en los cuales intervinieron incluso intereses económicos, geopolíticos y culturales, entre otros aspectos que, no obstante su interés, trascienden ya los límites propuestos en este trabajo.

Conclusiones

Cuando los hombres y mujeres salieron de sus ciudades y pueblos, dejando atrás en muchos casos a sus padres, hermanos, cónyuges y amigos, se arriesgaron a numerosos obstáculos y peligros. Aunque tal vez algunas de estas adversidades podían presentirse, otras escapaban a cualquier supuesto. Muchos creyeron, o se ilusionaron al pensarlo, que volverían a ver a sus familiares. La magnitud y el impacto de las políticas nazis y, sobre todo, el alcance de las prácticas de destrucción y exterminio a la población judía no podían conocerse en toda su magnitud.

Al escapar de sus hogares y tratar de cruzar la frontera los judíos polacos se enfrentaban a posibles arrestos, asesinatos y denuncias. En ese contexto necesitaron de la ayuda de otros para encontrar refugio y, en ese sentido, los apoyos fueron múltiples. Las entrevistas mencionaban al Joint y, en efecto, fue clave el papel desempeñado por las organizaciones internaciones de socorro y ayuda al refugiado, como el JDC (el Joint), combinados con las tareas llevadas adelante por representantes de comités judíos creados para auxiliar a los refugiados. Tal fue el caso del Comité de Ayuda a los Refugiados, de la Comunidad Judía de Kobe que tuvo un rol clave en el rescate y la migración judía desde Japón.

Llegar a Kobe fue para los refugiados encontrarse con un lugar donde podían respirar libertad y en el cual se sentían seguros. A este bienestar contribuyó el accionar de la comunidad judía de la ciudad, integrada por familias que habían llegado años atrás de distintos lugares, principalmente de Rusia. Eran los judíos rusos que nombraban en sus testimonios los refugiados. Y aquí, pienso, es sugerente la percepción de un refugiado como Yonia Fain, sobre los integrantes del Comité de Kobe como refugiados, ya que más allá de las amplias distancias entre las experiencias que atravesaron los judíos polacos evadidos del nazismo y los que se asentaron en Japón en épocas anteriores, expresa una afinidad y una eventual cercanía entre ambos grupos que posiblemente favoreció las instancias del socorro. En tal sentido, no es menor el relato de otra refugiada, Ruth Berkowicz Segal, acerca de cómo los miembros de la comunidad judía de Kobe cocinaron para ellos, los ayudaron con las autoridades japonesas, actuaron de intermediarios con los habitantes, al conocer el idioma y servirles como traductores. Estas percepciones permiten enriquecer y amplían, a mi entender, las propuestas planteadas por la historiografía acerca de los vínculos sociales y de familiaridad entre los refugiados y los miembros del Jewcom (McDonald, 2019, p. 54).

Estrechamente relacionado con lo anterior, otro aporte de este trabajo se refiere a las memorias sobre estas experiencias de tránsito y de refugio, y alude, por un lado, a la participación de los integrantes del Jewcom y su respaldo a los refugiados y, por el otro, a las críticas que se vislumbraron en los testimonios al accionar de los soviéticos durante sus desplazamientos. En tal sentido, y entre los aspectos que se podrían señalar, interesa anotar cómo, a pesar de la relevancia que adquirió el refugio en Japón para los judíos que huyeron en la guerra, sus trayectorias recibieron poca atención por parte de la historiografía. De alguna manera, sus recuerdos quedaron opacados y sus memorias en torno a sus vivencias no encontraron un lugar claro. A esta situación contribuyó, por un lado, el impacto de la Shoá y, por el otro, las narrativas hegemónicas sobre la guerra, en el contexto de los enfrentamientos y los alineamientos políticos de la posguerra. Y si bien figuras diplomáticas como el entonces cónsul japonés en la ciudad lituana, Kaunas, Sugihara, recibieron amplio reconocimiento, las acciones cotidianas de los habitantes y los miembros de la comunidad judía en Japón no alcanzaron suficiente repercusión. Pienso que estas cuestiones podrían situarse en los ríspidos terrenos de las memorias y sus usos políticos, compartiendo la sugerencia de Kowner (2023, pp. 62-63), acerca de cómo, a pesar del giro transnacional en los estudios de las memorias, los intereses nacionales continúan marcando su impronta.45

En una tónica semejante, y pensando en las miradas sobre el refugio en Lituania, que traslucen los arduos procesos vividos por los judíos polacos en sus desplazamientos durante la guerra, considero factible pensar, a su vez, que los relatos nacionales condicionaron (y condicionan) las interpretaciones, que en este caso se agravan al entrelazarse con amplias y sinuosas narrativas alrededor de las condiciones de vida bajo la égida soviética y más, controvertido, aún, con el papel de Lituania en el Holocausto. Se tratan, claro está, de aspectos que requerirían un abordaje específico y sobre los cuales, seguramente, deberemos volver en un próximo trabajo.

Para finalizar, y avanzar otras cuestiones, considero oportuno mencionar que en una investigación anterior, basada en el análisis de otros testimonios de refugiados judíos polacos y documentos de las instituciones como el Joint y el Comité de Asistencia a los Refugiados, de Kobe, intenté mostrar que existía toda una estructura, una organización armada rápida y eficazmente para contribuir al rescate y la salvación de los judíos durante la guerra y el nazismo. A partir de estos resultados, el presente artículo, centrado en las experiencias de tránsito y de refugio de los judíos polacos, quienes a través del Lejano Oriente consiguieron migrar a Norteamérica, permite sugerir que si estas ayudas los salvaron y Japón fue uno de los principales escenarios en esta vía de escape desplegada especialmente entre mediados de 1940 y 1941, esto no opacó la constante preocupación de los refugiados por su situación y por la de sus familias atrapadas en la Europa en guerra.46 En el contexto de esa historia más amplia, que con el tiempo comenzaba a conocerse acerca lo sucedido con sus familiares asesinados por las políticas raciales del nazismo, Japón fue un remanso, como narraba Yosef Rotenberg. Los judíos polacos que huían de la opresión nazi y de los soviéticos estuvieron muy bien allá, pero su corazón estaba con sus familiares que habían quedado atrás, como sintetizaba Yonia Fain.

En un principio no podía saberse bien qué había pasado y los refugiados combinaban sus sentimientos de esperanza ante la posibilidad de salvarse, con la aflicción por la situación de sus familias en Polonia y en otras partes de Europa. Este pesar los acompañaba, aunque disfrutaban del alivio y la ilusión ante un futuro de libertad asociado a la migración fuera de la guerra y en horizontes tan lejanos como las Américas. Queda pendiente investigar a futuro cómo fueron los procesos de integración de los refugiados en los países de acogida, pero esto excede ya los objetivos propuestos en nuestra investigación.

Fuentes documentales utilizadas

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JDC (el Joint), American Jewish Joint Distribution Committee Archives, List of 9064 refugees located in Vilnius, March 1, 1940.

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Referencias

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Notas

1 Tal como proponen Mark Edele, Wanda Warlik, Jhon Goldlust, Sheila Fitzpatrick y Atina Grossmann (2017), fueron cientos de miles -probablemente 200.000 señalan- los judíos polacos que consiguieron salvarse del Holocausto al transitar, permanecer o huir desde el territorio soviético, y fueron miles los que escaparon a través de varias rutas desde Lituania, afirman. Una “incesante corriente fluía hacia el Este”, escribe Simja Sneh (2015) en su testimonio, publicado por primera vez al poco tiempo de terminar la guerra.
2 Esta contextualización recupera algunas partes expuestas en un trabajo anterior, donde analicé la salvación y la migración a Argentina de los refugiados judíos polacos desde Lituania vía Japón y en el cual exploré algunas miradas en torno a la labor del Comité de Asistencia de Kobe.
3 Una primera versión de este trabajo se discutió recientemente en el Seminario interno del Núcleo de Estudios Judíos (NEJ) del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) y quiero agradecer por sus comentarios a los participantes.
4 Se calcula que, en total, durante el nazismo, América Latina recibió aproximadamente entre 90.000 y 100.000 refugiados judíos y de esta cifra, el mayor número correspondió a la Argentina, donde llegaron entre 32.000 y 39.000 refugiados judíos, según Avni (2003, p. 25). Como sostiene Gleizer mientras Argentina fue el país latinoamericano que más refugiados judíos recibió en términos absolutos, México “en relación con su dimensión y su capacidad de absorción puede ser considerado como uno de los que menos refugiados recibió: entre 1500 y 2200” (Gleizer, 2011, pp. 39-40). A pesar de su tamaño y proximidad con los Estados Unidos, México recibió apenas 1.850 refugiados judíos, tal como propone Siman (2021, p. 31). Otros trabajos sobre el refugio en México: Avni (2003), Bokser Liwerant (2003), Siman y Nicholls (2020), Ávila, Nicholls y Siman (2020) y Gleizer y Siman (2021).
5 Algunas aclaraciones necesarias, la primera señalar que en mi investigación empleo los dos términos: Shoá, que puede traducirse como catástrofe y Holocausto (sacrificio por el fuego). Al respecto, Wieviorka (2017, p. 25). La segunda, se refiere al uso del concepto de refugiados, definido en la Conferencia de Évian de 1938 como “toda persona que abandonase su lugar de residencia en Europa por persecuciones que tuviesen que ver con su raza, su religión o sus ideas políticas” (Devoto, 2009, p. 39). También, me permito advertir que cuando menciono a los refugiados me refiero a las personas refugiadas, en un sentido inclusivo, es decir, más allá de las distinciones de género.
6 En especial, se analizó el diario personal de Nejome Werchow, refugiada judía polaca que migró a Argentina en 1941, a través de esta ruta de escape vía Japón, y cuya traducción al castellano, realizada por Lucas Fiszman, se publicó recientemente como anexo en el libro de Teitelbaum (2022).
7 El USHMM contrató una productora de cine para realizar estas entrevistas, las cuales se hicieron en los meses de julio y agosto del año 1999 y fueron entregadas a los archivos del Museo para dicha exposición.
8 Del conjunto de testimonios, examinados en su totalidad como parte de una investigación más amplia, de la cual este trabajo forma parte, en estas páginas únicamente citaremos aquellos que mencionemos puntualmente.
9 Anatole Ponevejsky, proveniente de Irkutsk, en Siberia, en 1935 se asentó en Kobe y entre 1940 y 1941, contribuyó a coordinar el socorro a los refugiados judíos polacos (UHSMM, Documentos de Anatole Ponevejsky y USHMM, Report of the Activity of The Committee for Assistance to Refugees. The Jewish Community of Kobe (Ashkenazim), July 1940-November 1941, Kobe, 1942.)
10 Algunos trabajos insoslayables son, por ejemplo, los de Avni (2003), Milgram (2003), Bokser Liwerant (2003) y Spitzer (2021).
11 Asimismo, me sirvieron las contribuciones de Dora Schwarzstein (1999) sobre los sentimientos de los refugiados españoles y los refugiados judíos del nazismo, las de Diana Wang (2018), acerca de los niños y adolescentes que escaparon de la guerra y de quienes sobrevivieron al Holocausto y las de María Bjerg (2012) sobre las emociones y las trayectorias individuales de migrantes hombres, mujeres y niños -judíos o no- durante la guerra y la segunda posguerra.
12 Fueron medulares, a su vez, libros como el de Leo Spitzer (2021) sobre los refugiados judíos alemanes en Bolivia y la obra editada por Avraham Milgram (2003) sobre los refugiados judíos en América Latina que reúne capítulos como, por ejemplo, el de Avni sobre Perú y Bolivia, el de Margalit Bejarano sobre Cuba, el de Rosa Perla Reicher sobre Uruguay y el de Senkman, sobre Argentina y Brasil. A su vez, resultó de gran utilidad el libro de Calvet (2014) sobre los escapes de judíos a través del Pirineo de Leida.
13 JDC (el Joint), American Jewish Joint Distribution Committee Archives, List of 9064 refugees located in Vilnius, March 1, 1940. Por su parte, Shatzkes, 1991, p. 265 menciona un número de 10.000 judíos de Polonia en Vilna.
14 USHMM, Colección Papeles Anatole Ponevejsky. Serie Informes. Report of the Activity of the Committee for Assistance to Refugees. The Jewish Community of Kobe (Ashkenazim), July 1940-November 1941, Kobe, 1942. Así, las cifras disponibles acerca del ingreso a Japón de refugiados judíos polacos que habían llegado desde Vladivostok y mayoritariamente provenían de Vilna y de Kaunas arrojan un número estimado en 2074, según las cifras proporcionadas por el Comité de Asistencia a los Refugiados, de Kobe (USHMM, Colección Papeles Anatole Ponevejsky. Serie Informes. Report of the Activity of the Committee for Assistance to Refugees, the Jewish Community of Kobe (Ashkenazim), July 1940-November 1941, Kobe, 1942). Por su parte, la Enciclopedia del Holocausto del mismo archivo USHMM mencionan 2100/2200 refugiados judíos polacos y Eber (2018) proporciona la cifra de 2300 judíos polacos que siguieron esta ruta.
15 A comienzos de junio de 1940, 6980 personas se alimentaban diariamente en los comedores populares, 8000 recibían vestimenta y se organizó la asistencia médica, según consignaba un reporte del Comité de Refugiados de la Kehilá de Vilna, señala Bauer, 1981: 107-113.
16 USHMM, Oral history interview with Susan Bluman.
17 En su análisis, las especialistas mencionaban al Comité de Rescate de Emergencia, el Comité judío Laborista y algunos comités locales, organizaciones de ayuda que participaron en el rescate de sobrevivientes y refugiados en México, tal como fue señalado en estudios históricos sobre el tema, especialmente, en Gleizer (2015), tal como sostienen Bokser Liwerant, Gleizer y Siman (2016, p. 300).
18 USHMM, Oral history interview with Meri Nowogrodzki.
19 USHMM, Oral history interview with Meri Nowogrodzki.
20 USHMM, Galería. Invasión Alemana de Polonia: refugiados judíos en 1939.
21 USHMM, Oral history interview with Ruth Segal, 1991.
22 USHMM, Oral history interview with Ruth Segal, 1999.
23 USHMM, Oral history interview with Ruth Segal, 1999. Otra entrevista realizada a Ruth unos años antes, en 1992, y conservada también en el USHMM, permitió completar la información sobre su trayectoria de huida y migración. Entrevistada por dos jovencitas, Ruth pudo explayarse en su historia de escape (USHMM, Oral history interview with Ruth Segal, 1995).
24 Por su parte, el Jewcom proporciona las cifras de 1098 judíos polacos que llegaron a Japón por esta vía, USHMM, Colección Permanente Papeles Anatole Ponevejsky, HICEM_KOBE BRANCH, The Jewish Community of Kobe (Ashkenazim), Committee for Assistance to Refugees, Abril 27, 1941, y Mayo, 11, 1941.
29 USHMM, HICEM_KOBE BRANCH, The Jewish Community of Kobe (Ashkenazim), Committee for Assistance to Refugees, Abril 27, 1941, y Mayo, 11, 1941.
31 La Unión General de los Trabajadores judíos de Polonia, Lituania y Rusia, conocida como el Bund (Unión) se inspiraba en las consignas laicas y reformistas de la socialdemocracia alemana (Visakosky, 2015, p. 40) y fue creada en Vilna, en 1897.
32 Por su parte, Nejome Werchow, quien -como ya dijimos- se refugió en Argentina, siguiendo esta ruta del Lejano Oriente, registraba en su diario de viaje sus sentimientos y opiniones que combinaban grandes elogios a Japón y a sus habitantes con una dura crítica a la Rusia soviética (Werchow, 2022, pp. 83-84). Más información sobre su periplo y el diario que escribió en Teitelbaum (2022).
33 De las producciones que mencionan a Rotenberg podemos mencionar al video editado a propósito de la publicación de sus memorias (publicada originalmente en 1948 y traducida después del ídish al castellano con el título de De Varsovia a Shanghái, Memorias de un refugiado). Allí, quienes lo conocieron y fueron sus alumnas retomaron los aportes de Rotenberg durante su vida en México. https://www.youtube.com/watch?v=QBYbnPd-gh4
34 USHMM, Oral history interview with Yonia Fain.
35 USHMM, Oral history interview with Yonia Fain.
36 Esto se observa en general en todas las entrevistas realizadas por la productora de cine contratista del USHMM.
37 USHMM, Oral history interview with Yonia Fain.
38 USHMM, Oral history interview with Yonia Fain.
39 AFPN, entrevista a Nejome Werchow.
40 Un listado que preparó la Oficina Central de Información Judía del Lejano Oriente, institución creada en 1917 y afiliada a HIAS- HICEM, informaba de al menos 36 fallecimientos de judíos polacos que habían llegado a Shanghái a finales de 1941 y que murieron entre esa fecha y septiembre de 1945. Entre ellos había personas mayores, de mediana edad y jóvenes. Tal como se indicaba en dicho documento, este grupo de personas fallecidas había llegado a Shanghái con otros 1100 refugiados desde Vilna a Japón en 1941, quienes habían sido deportados por las autoridades japonesas en el otoño de 1941. Arolsen Archives. International Center on Nazi Persecution. List of polish Jewish refugees.
41 En ese sentido, McDonald (2019) retoma el concepto de “critical memories” o “perilous memorires” de Takashi Fujitani, Geoffrey M. White, and Lisa Yoneyama, Perilous Memories: The Asia-Pacific War(s), Durham, Duke University Press, 2001, p. 2.
42 Rotner Sakamoto, P. (1998). Citada en McDonald (2019, pp. 50-51).
43 En especial, Shatzkes se apoya en el reporte de actividades del Comité para la Asistencia a los Refugiados, de la comunidad judía de Kobe, sobre las acciones que tuvieron lugar entre julio de 1940 y noviembre de 1941, mencionado como el Reporte de Kobe y citado antes en este trabajo.
44 Como ya lo señalamos al comienzo de este trabajo, un análisis agudo sobre este tema, es el de Kowner (2023), quien indaga los distintos intereses que gravitaron en la configuración de la valoración de Sugihara y en las conmemoraciones transnacionales alrededor de su figura.
45 “La memoria transnacional, sugiere el presente estudio, no se basa necesariamente en valores o agenda compartidos y no está separada de los intereses y conflictos estatales. Sobre todo, refleja el resultado agregado de diversos motivos nacionales, el poder estatal y la capacidad de invertir en una determinada narrativa. Así, y junto con el giro transnacional que los estudios de la memoria han anunciado últimamente, las políticas nacionales de la memoria todavía parecen dominar el campo”, afirma Kowner (2023, pp. 62-63).
46 Una investigación influyente al respecto es la de Chinski (2016, 2017 y 2018), quien analiza la incertidumbre y las manifestaciones de dolor de los familiares de las víctimas de la Shoá, así como las memorias tempranas y las conmemoraciones para homenajear a las víctimas.
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