Artículos
Recepción: 22 Febrero 2023
Aprobación: 03 Octubre 2023
Publicación: 01 Marzo 2024
Resumen: Este artículo analiza los debates producidos en la Unión Sindical Argentina (USA) acerca de la posición que debía adoptar la central en relación a las organizaciones internacionales del proletariado que pretendían representarlo. Se considera el periodo que se extiende entre la creación de la USA (1922) y los momentos previos a la realización de su Primer Congreso Ordinario (1924) por constituir el momento más álgido de las discusiones reflejando las repercusiones que tuvieron en la mayor parte de las organizaciones proletarias mundiales la Gran Guerra y la revolución rusa. Para el seguimiento del debate se examinará el órgano de prensa oficial de la confederación, Bandera Proletaria, como fuente principal que posibilita reflejar las posturas de las distintas corrientes que integraban la USA, así como también observar la cambiante dinámica que tuvieron las discusiones acaecidas.
Palabras clave: Unión Sindical Argentina, Gran Guerra, Revolución Rusa, Internacionalismos.
Abstract: This article examines discussions and arguments that took place in Unión Sindical Argentina (USA) regarding its position among International Proletarian Movement’s organizations. Considering that between USA creation (1922) and its First Ordinary Congress (1924) was the climax of debates reflecting Great War and Russian Revolution effects, this research will focus on that period and use Bandera Proletaria –USA’s official newspaper- as the main text to describe changing positions among the different branches and currents of this national trade union center.
Keywords: Unión Sindical Argentina, Great War, Russian Revolution, Internationalisms.
Introducción
Con la creación en el año 1922 de la Unión Sindical Argentina (USA) una parte significativa del movimiento obrero realizó un nuevo intento de unificación de todas sus vertientes. Esta tentativa se hallaba enmarcada en la reconfiguración que se estaba produciendo en el plano internacional en gran parte de las centrales obreras por sus posicionamientos durante la Gran Guerra y por el impacto generado por la revolución rusa.
En plano local, el nacimiento de la USA se produjo durante el último año del mandato presidencial del radical Hipólito Yrigoyen y a pocos días de la elección de su sucesor, Marcelo T. de Alvear, de la misma fuerza política, aunque con diferencias que se acentuarían a los pocos años y que culminarían con la escisión partidaria.1
Diversas fueron las causas que pueden llegar a explicar el nacimiento de esta nueva central aunque explorar algunas respuestas no podrían dejar a un lado referirse a los conflictos internos que hacia 1921 tuvo la organización más importante que precedió a la USA, la Federación Obrera Regional Argentina del Noveno Congreso (FORA IX), hegemonizada por la corriente sindicalista.
El indudable crecimiento de FORA IX que tuvo su inicio hacia 1917, etapa de marcada conflictividad social y política, comenzó a erosionarse a partir de los años primeros años de la década de 1920 (Baily, 1984; Sanmartino de Dromi, 1986; Camarero, 2005; Del Campo, 2005).2 Ello se evidenció especialmente en el undécimo y a la vez último congreso de la FORA IX, que, aunque su resultado más visible haya sido la convocatoria a un nuevo Congreso de Unidad, sólo pudo postergar, apenas, las divisiones existentes en el movimiento obrero. Al referido reintento de unificación asistieron 102 sindicatos de la FORA IX, 60 autónomos y 14 pertenecientes a la FORA V, (Migueláñez Martínez, 2013)3 de orientación anarquista (Oddone, 1949; Marotta, 1970). El congreso en cuestión estuvo atravesado por un constante clima de tensión en torno a las históricas disputas teóricas y doctrinarias acerca de temas recurrentes como la relación de la futura central con el Estado y con respecto de las organizaciones extra-sindicales, así como el tipo de vínculo que se iba a establecer con las distintas centrales internaciones proletarias. El resultado del mencionado congreso fue el nacimiento de la USA, que albergó en su seno a la mayor parte de las organizaciones que pertenecieron a la FORA IX y algunos sindicatos autónomos, frente a la decisión de los sindicatos de la FORA V de no integrar esta nueva central. Por otro lado, mientras que se mantuvieron los principales lineamientos doctrinarios sindicalistas4 del apoliticismo, con posturas antiestatalistas y anticapitalistas que posibilitaron la adhesión de dirigentes provenientes del anarquismo (Doeswijk, 2013),5 mucho más problemática resultó la integración de socialistas y comunistas, quienes a pesar de su manifiesto desacuerdo con la carta orgánica decidieron, en principio, formar parte de la central (Camarero, 2007).
Si bien varios fueron los conflictos que se manifestaron al interior de la USA este artículo se enfocará en el análisis de los debates sobre la posición que la nueva central debía adoptar frente las distintas organizaciones internacionales del proletariado que pugnaban por representarlo.
A pesar de que la conducción de la USA logró sostener la autonomía internacional, las discusiones que se produjeron en las distintas instancias institucionales dieron cuenta de cuán lejos se estaría de lograr unanimidad sobre esta temática por parte de las distintas tendencias que constituían la central.
Teniendo en cuenta lo mencionado, se seguirán a continuación las polémicas acaecidas, tomando como principal fuente el órgano de prensa oficial la USA, Bandera Proletaria,6 aunque sin por ello dejar de hacer referencia a otras publicaciones de la época estudiada. Por otra parte, cabe señalar que aunque las discusiones atravesaron todo el periodo de existencia de la organización, nuestro análisis se enfocará en las deliberaciones producidas entre la creación de la central y los momentos previos a la celebración de su Primer Congreso Ordinario, que tuvo lugar durante el mes de abril de 1924.
Dinámica del debate en el año 1922: el camino hacia el referéndum
En los primeros años de la USA eran tres las organizaciones de carácter internacional que anhelaban la representación del proletariado: la Federación Sindical Internacional (FSI), de tendencia socialdemócrata, refundada en 1919 con sede en Ámsterdam; la Internacional Sindical Roja (ISR), comunista, creada en Moscú en 1921 y la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), constituida en Berlín en 1922, con orientación anarcosindicalista y sindicalista revolucionaria, presentándose como heredera de la Primera Internacional. El debate en relación al posicionamiento internacional que debía adoptar el movimiento obrero había comenzado antes de la constitución de la USA pero se intensificó en el seno de la misma por albergar ella, en un principio, a la mayor parte de las corrientes ideológicas, produciendo así intensas controversias.7 Estas diferencias operaron, inclusive, al interior de la corriente sindicalista, que ocupaba los principales cargos de la USA, de manera que lejos se estuvo, incluso, al interior de la dirigencia que conducía, cierta unanimidad de opiniones (Aquino, 2015), hecho que permite ejemplificar la complejidad de la discusión que sobre esa cuestión se desarrollaba.
Luego de las intensas deliberaciones que se habían producido durante el Congreso de Unidad, en donde quedaron manifiestas las distintas doctrinas e ideologías que componían la organización, la carta orgánica de la USA debió expresar claramente la autonomía que se debía mantener a ese respecto. Ciertamente, la declarada independencia fue la fórmula que la conducción sindicalista, expresada a través de su Comité Central, encontró para dar cabida a la mayor cantidad de organizaciones del movimiento obrero local. Aunque tal postura no implicaba desentenderse de los “deberes con respecto a los demás trabajadores revolucionarios del mundo…”,8 resultaba tajante la decisión quela adhesión a una internacional solo podía decidirla un congreso soberano y no el Comité Central.9
Más allá de ampararse en una disposición reglamentaria lo que quedaba en evidencia era que el tema se encontraba por demás activo. En ese clima de susceptibilidades, no es de extrañar que el Comité Central se haya dirigido a los distintos sectores que integraban la USA solicitando respetar los trabajosos acuerdos logrados en pos de la unidad ya que no sería necesario adherir o mandar delegados a Moscú, Ámsterdam o Berlín para enterarse, entre otras cuestiones, de “los estremecimientos del proletariado internacional”.10 Bastante equilibrio, en efecto, tuvo que realizar el Comité Central para canalizar las tensiones existentes frente a la prolongación del dilema -que ya se había presentado en el Congreso de Unidad- sintetizado en “unidad nacional y autonomía internacional” o “unidad internacional y división nacional”.11 Ante el interrogante formulado en un editorial por el dirigente Hilario Fuentes acerca de si las razones que expresaron aquella disyuntiva habían concluido, la respuesta (ante una pregunta claramente retorica) fue tajante:
No. Y no solamente no han desaparecido, sino que ellas se pronuncian cada vez más. ¿Lo harán desaparecer los que nuevamente insisten en la definición internacional? De ninguna manera, máxime que de esta vez no los acompaña ni la razón ni la lógica.12
Es interesante la referencia a este testimonio, en función de dilucidar quienes serían los insistentes aludidos por el editorialista. Si bien se podría inferir que sólo los sectores comunistas eran destinatarios de este mensaje, es posible observar que también ciertos dirigentes anarquistas e inclusive, del sindicalismo revolucionario que bregaron de manera reiterada por adherir a la ISR, podían ser incluidos en la declaración de Fuentes. Más allá del tono acusatorio a través del que el autor del editorial declarara, a título personal, que el proletariado argentino estaría bien ubicado en la ISR, Fuentes también sostendría que no había razón alguna para presionar al Comité Central ya que se pondría en serio riesgo, con ello, la inestable unidad.
Para la conducción de USA sostener la autonomía internacional implicó, por lo menos, el intento de agudizar los argumentos frente a las acusaciones, emanadas desde el interior mismo de la organización, de no adoptar una definición más directa. Así, los críticos sostendrían que no cabía la posibilidad que una central que se presentaba como revolucionaria e internacionalista se mantuviera neutral. Sin embargo, dentro de lo que el Comité Central percibía como un escenario nebuloso del proletariado en el plano mundial y de precaria unidad en el local, su dirigencia alegaba que la autonomía debería ser considerada como una actitud tan definida como la adhesión. Por tal situación es que se pensaba que mientras no existiera una razón de fuerza para inclinarse ante tal o cual organización la adhesión “equivale a una declaración académica, sin valor práctico alguno”.13 Por otra parte, se abría la posibilidad de una futura adhesión, inclusive de forma definitiva siempre que esa decisión surgiera del futuro congreso, apoyando a “aquella internacional que más se ajuste a nuestros postulados”.14 Desde este lugar estratégico, se insistía desde el Comité Central que debían mantenerse relaciones amistosas con todas las organizaciones ya que la autonomía solo era de carácter transitorio y la USA, en tanto que aspiraba presentarse frente a sus militantes como revolucionaria e internacionalista, no podía ni debía permanecer ajena o separada de “sus similares europeas y americanas”.15 Observado en perspectiva y, obviamente, conociendo que la USA mantuvo durante toda su existencia la neutralidad con respecto a las internacionales cabría el interrogante acerca de qué se pretendió transmitir a partir de la emisión de los mensajes que abrían la posibilidad de adherir a alguna de las organizaciones aduciendo, a veces de manera enfática, que la central no debía permanecer ajena de cara al proletariado mundial. En una primera lectura se puede apuntar a cierta necesidad del Comité Central de ganar un margen de tiempo para lograr mínimos consensos, considerados absolutamente necesarios para sostener la precaria unidad. Pero examinando de manera detallada el debate producido al interior de la USA se puede colegir que la pertenencia a una internacional estuvo presente como posibilidad para algunos de los dirigentes que ocuparon importantes cargos en la central, algo que podrá constatarse analizando las discusiones publicadas en el órgano de prensa oficial.
En principio, la FSI no pareció ser una posibilidad para la USA, lo cual puede llamar la atención porque la FORA IX, también bajo principios sindicalistas, adhirió a la central de Ámsterdam en su refundación en la inmediata posguerra. Este apoyo, en parte se explica por la ausencia, hacia 1919, de otra organización internacional (Iscaro, 1974), aunque dicha adhesión lejos estuvo de quedar exenta de conflictos, especialmente a partir de las posturas de la FSI durante la Gran Guerra (Rotondaro, 1971). Más allá de que hubo un sector de la central de Ámsterdam que se declaró neutral, tanto las posiciones pro-aliadas como las pro-germanas en ella expresadas, generaron una ola de rechazos muy fuertes de distintas organizaciones obreras que acusaron a la FSI de tomar partido en una guerra imperialista burguesa, absolutamente ajena al proletariado. Por este antecedente y frente a un escenario con distintas opciones para el movimiento obrero en los primeros años de la década de 1920, las organizaciones locales de la USA partidarias de la FSI brillan por su ausencia en las fuentes analizadas. Al parecer, el supuesto desprestigio de Ámsterdam y las encendidas críticas que se le realizaron hizo que tanto sus antiguos adeptos, como los que podrían considerarse aliados naturales de la FSI al interior de la USA, optaran por no militar de forma entusiasta su apoyo.
La no definición, o mejor expresado, la adopción de la autonomía pero dejando entrever que podía ser una postura transitoria, precisamente hasta la realización de un congreso-único órgano que podía modificar lo decidido en el Congreso de Unidad, dio lugar a que cada sector expresara vivamente el lugar que USA debería ocupar en el ámbito internacional. Como se ha señalado, la FSI no parecía estar dentro de las opciones, y en principio, tal vez para no ahondar diferencias internas, se la mencionaba como una de las centrales existentes. Este sobreentendido evitó que recibiera críticas descalificadores, aunque no contara con organizaciones que militaran activamente esa opción. Quien rompió de forma abrupta las omisiones o tibias críticas a la FSI fue el dirigente de la construcción e integrante del sector anarcobolchevique Julio Amor, aduciendo que si bien hubieron razones poderosas para que el Congreso de Unidad decidiera que la USA se podía relacionar con todas aquellas centrales internacionales revolucionarias postergando para el futuro una línea a seguir, era el momento de dejar claras las posiciones.
Amor parece reconocer que había en los debates un cierto consenso, más o menos implícito, en la adopción de una postura deliberada de “no hablar nada respecto a Ámsterdam”16 aunque inmediatamente a ese sinceramiento invitó a deponer tal actitud.
Amor fue contundente en sus palabras17 aunque mantuvo alguna cautela en cuanto a la identificación de los destinatarios concretos de sus diatribas. Mencionó que el sector (sin especificar cuál) que respondía a la FSI se alejó de ella repudiándola y condenándola.18 Se reitera que la decisión de sostener la autonomía, resultado de un trabajoso acuerdo en el Congreso de Unidad, lejos de clausurar el debate no hizo más que intensificarlo. Hay que tener en cuenta que a la mayoritaria postura a favor de la autonomía que logró imponerse en el Congreso de Unidad se le continuó oponiendo tenazmente los partidarios de la adhesión a la ISR. Entre estos últimos se puede mencionar a sectores que no constituían la mayoría en sus organizaciones gremiales, pero su importancia residía en que a la vez eran miembros del Partido Comunista al Partido Comunista (PC)[19] y agregándole una cuestión no menor a la complejidad de la discusión, cabría identificar un grupo muy activo de dirigentes sindicalistas que abogaron también por la pertenencia a la central con sede en Moscú (Aquino, 2020).
Un momento trascendente del debate, ya que puede considerarse un punto en que se fijan posiciones, fue cuando el Comité Central de la USA comunicó a través de su órgano de prensa que:
Para conocimiento de los trabajadores publicamos las notas que el Comité Central ha enviado en estos días a la Internacional Sindical Roja y la BUREAU Sindicalista de Berlín20 sobre la posición de Unión Sindical Argentina frente a las internacionales.
En primer término, se publicó la nota enviada a la ISR, que en su primera parte, describía algunas cuestiones formales del proceso de formación de la USA, para luego aclarar enfáticamente su carácter representativo en la Argentina en función de congregar a la mayor parte del proletariado revolucionario del país, resultando excluidos los pequeños “elementos divisionistas” de la vieja FORA que quedó “herida de muerte”.
Sostenía la nota que del carácter revolucionario como de la tendencia ideológica de la nueva central no había que explayarse demasiado, ya que bastaba con leer atentamente “el ejemplar de la carta orgánica” que se le adjuntaba.
Pero a continuación se declaraba la necesidad de abordar una cuestión de vital relevancia para la clase trabajadora, “el asunto de las internacionales” frente a la cual, se mencionaba que quizás, la carta orgánica no había dejado la suficiente constancia. La nota señalaba que ello no implicaba que el Congreso de Unidad no hubiera discutido dicha cuestión, pero precisamente, por las peculiaridades del propio debate desarrollado en aquella reunión, fue que se adoptó la autonomía en el orden internacional. Esta decisión se fundamentó principalmente en dos razones: una, privilegiar la unión en el orden nacional y otra, porque “ni Ámsterdam ni Moscú satisfacían, por su ideología y tácticas, las aspiraciones del proletariado del país”.21 Más allá de la referencia a Ámsterdam la posibilidad de acercarse a la mencionada organización no constituyó una opción, postura que el comunicado del Comité Central dejaría claramente expresada al señalar que durante el Congreso de Unidad solo se tuvieron en cuenta dos opciones: sostener la autonomía o adherir a la ISR.22
No sin cierta ironía la nota continuaba reconociendo que las posturas a favor de la ISR tuvieron “sus simpatizantes, sus incondicionales adeptos, pero en ínfima minoría”.23 Pero lo sustancial fueron los argumentos desplegados por el Comité Central para explicar ese escaso número. Es allí donde aparecían expuestas las posiciones más doctrinarias emitiendo un mensaje que, sin abandonar el sarcasmo inicial, afirmaba que la aducida minoría no pudo “arrastrar tras de sí” a un proletariado de fuertes convicciones antipolíticas defensor a ultranza de su autonomía sindical. Se le imputaba a la ISR el hecho de reconocer en el parlamentarismo algunas cualidades, lo que implicaba admitir la imposibilidad que tendría el proletariado por sí mismo y a través de sus organismos sindicales de derrocar a la burguesía para construir una sociedad sobre nuevos basamentos. Esta caracterización de la USA es la que traducía una palmaria divergencia ya que cuestionaba de manera taxativa el rol de preeminencia del partido comunista y su elite directiva como vanguardia en la consecución de los fines revolucionarios.24 En este punto es donde se manifestaron las principales diferencia planteadas por la USA ya que, sin explicitarlo, identificaba a la ISR como un apéndice de la Internacional Comunista (conocida también como la Tercera Internacional). Razonamiento que podía pecar de alguna linealidad pero que no carecía de credibilidad a partir de la línea sostenida por la conocida Circular Zinoviev25 que de manera terminante sostenía la preponderancia de los partidos comunistas como conductoras de las organizaciones sindicales a partir de la “concepción que hacía prevalecer la acción política sobre la acción gremial” (Aquino, 2020).
La nota, en sus partes finales, - en un mensaje que tendría como único destino Moscú pero que podía ser interpretado pensándolo simultáneamente como dirigido también hacia el interior de la central argentina-, declamaba:
Creemos innecesario insistir sobre este punto. Él no es una novedad para vosotros que estáis familiarizados con él por las exposiciones hechas en otras oportunidades por organizaciones obreras fundadas con mucha anterioridad a la nuestra y cuyos conceptos compartimos en líneas generales. Nosotros estamos espiritualmente con las centrales que, como la U.S Italiana, la CNT de España, etc. no admiten tutelaje de ningún género, por comprender que todo el poder de la clase trabajadora, condensado en su doble aspecto político-económico, debe residir en los sindicatos y por éstos debe ser ejercitado, prescindiendo en absoluto de cualquier otra organización destinada por sus componentes al desempeño de una función política en nombre de los trabajadores.26
Parece elocuente que la USA no quería dejar margen para una imputación sobre su falta de definición que implicara adoptar una postura de aislamiento en el plano internacional. Del mensaje se desprende que la central argentina sostenía su carácter internacionalista y revolucionario, y si bien dejaba abierta una posible toma de posición definitiva en un futuro congreso, las profundas diferencias conceptuales expresadas con la ISR alejaban cualquier tipo de posibilidad de adhesión a esa central.
Continuando con algunas formalidades en lo relativo a la trasmisión acerca de su representatividad y de la posición doctrinaria que se desprende de su carta orgánica es claramente palpable el distinto carácter que tuvo la nota emitida por la USA al Bureau de Berlín. Esto parece quedar claro cuando se comunicó la atenta lectura que se ha realizado sobre las conclusiones a la que arribó el mencionado Bureau, coincidentes en sus lineamientos generales con los de la carta orgánica de la USA.27 Ahora bien, a la hora de señalar algunas especificaciones que trascendían las coincidencias generales se aludieron las cuestiones vinculadas a las relaciones de los sindicatos con los partidos políticos y en ese punto el mensaje no dejaba demasiadas dudas:
Nosotros entendemos, como la Conferencia de Berlín, que los sindicatos son los únicos órganos del proletariado con capacidad para realizar la revolución y reconstruir la economía de la nueva sociedad sobre bases igualitarias, y que en tal sentido los partidos políticos, cualquiera sea su carácter y definición, no tienen para nosotros ningún valor revolucionario y antes bien representan un obstáculo al libre desenvolvimiento del proletariado organizado sindicalmente y un serio peligro para su orientación libertaria.28
No se necesita demasiada perspicacia para notar los elementos identificatorios que deseaba comunicar el Comité Central así como también, -y en el mismo sentido que en su nota a la ISR- que se trataba de un mensaje con destinatarios locales. De todas maneras, si las coincidencias hacían suponer una anticipada declaración de adhesión a Berlín, se precisó que la USA era una institución independiente en el orden internacional, sin que ello implique ningún criterio de nacionalismo. La nota prosigue ratificando la transitoriedad de la independencia que solamente un congreso podría modificar por lo que se abriría cierta expectativa pero, (suponemos que también para mantener un equilibrio al interior de la central), se consideró pertinente continuar “una prudente expectativa hasta que la situación internacional se aclare”.29
No hace falta forzar ningún tipo de interpretación para constatar las preferencias que se desprenden de las sendas comunicaciones dirigidas a Moscú y Berlín pero lejos estuvieron esas misivas de clausurar el debate como tampoco se circunscribió a dos únicas posturas, inclusive en propio seno del Comité Central.
Por otra parte, las argumentaciones esgrimidas claramente se encontraban atravesadas por las discusiones epocales, aunque, como es lógico suponer, también buscaron un anclaje histórico que las sustente. Por eso, no es de extrañar la mención que se realizaba desde el órgano de prensa en el editorial de Teófilo Dúctil acerca del fallecimiento del sindicalista francés Víctor Griffuelhes (1874-1922).30 Este dirigente fue Secretario General la CGT de Francia entre los años 1901y 1909 teniendo una notoria participación en lo que se conoció como la época heroica del movimiento obrero francés (Dolleans, 1961). Pero lo que se destacaba en el editorial no era una mera cuestión conmemorativa sino el papel desempeñado por Griffuelhes durante el Congreso de la central francesa realizado en 1906. De ese conclave surgió la célebre Carta de Amiens, -de la cual Griffuelhes fue redactor-, que proclamó la independencia absoluta del movimiento sindical con respecto al Estado, rechazando también cualquier forma de alianza con los partidos políticos. Dieciséis años después desde Bandera Proletaria, al calor de una fuerte disputa, y sin ser la representación de una postura unánime, la nota de Dúctil recordaba que, desde aquel acontecimiento, sindicalistas y anarquistas propagaban el espíritu de esa carta como base de la unidad de los proletarios de todo el mundo. Lo que destacaba el editorial en momentos de álgidas discusiones y de algunas posturas ciertamente rígidas era que:
La Carta de Amiens no es dogmática, está inspirada en el más amplio sentido de la libertad de exponer, defender y propagar ideas. La Carta de Amiens no tiene como finalidad a ninguna doctrina, y por ello es que reza la revolución.31
A continuación, se enlazaron pasado y presente al afirmar que los principios de la carta “están triunfando” en Francia, España, Argentina, siendo Berlín el lugar donde se está gestando la idea de unir a todos los trabajadores en un solo organismo. Y es en la ciudad alemana “donde están los más valientes y anárquicos delegados de las distintas organizaciones obreras de los distintos países de América y de Europa” trabajando afanosamente por la unidad del proletariado.32 Actitud que demuestra la fidelidad “a la memoria de uno de los más inteligentes intérpretes del sindicalismo”.33
Señalábamos anteriormente que inclusive pudiendo considerarse a la USA como una central donde predominaron los principios sindicalistas ello no implicó unanimidad en relación a la cuestión de las internacionales. Se evidencia que un fenómeno de la trascendencia como fue la revolución rusa significó la reconfiguración en el escenario de las organizaciones sindicales a nivel global, por lo que el sindicalismo revolucionario no estuvo exento. Lo afirmado se puede reflejar cuando el dirigente del sindicato de letristas Augusto Pellegrini reclamó que no cabía la posibilidad que el sindicalismo revolucionario fuera autonomista, por lo que propuso la adhesión a la ISR.34 Fundamentaba esta postura en virtud de que aún reconociendo que la central con asiento en Moscú “no era sindicalista” era susceptible de llegar a serlo si las organizaciones de distintos países que se proclamaban revolucionarias deponían su actitud expectante y se prestaban a formar parte de la misma. Además, en función de evitar nuevas divisiones dentro del movimiento obrero, la concurrencia de centrales sindicalistas al 2do Congreso de la ISR funcionaría, no solo como contrapeso en relación a la influencia que pudiera ejercer la III Internacional, sino que directamente limitaría cualquier tutela futura que ésta quisiera desplegar sobre el proletariado mundial; principal “preocupación” de aquellos “defensores a ultranza del autonomismo”.35 Pellegrini dirigía este mensaje al interior de la USA recordando que en el Congreso de Unidad “siete decenas de sindicatos obreros votaron por la adhesión a la ISR”. A la vez, interpretando lo que a su juicio significaban realmente las posiciones autonomistas, revelaba que tras esa postura estaban “los defensores de la Federación Sindical de Ámsterdam en buena cantidad” aunque no hayan sido capaces de defenderla. Pero el legado de esa autonomía, profería el letrista, no había hecho más que postergar un problema que se preveía que debía solucionarse. De todas formas, Pellegrini no pudo dejar de reconocer que se estaba desarrollando una discusión que se agudizó en todas partes, siendo prueba de ello las polémicas acaecidas en las principales centrales obreras de Europa. Como ejemplo -pero siendo crítico de las volatilidades a las cuales interpretaba como contradicciones difíciles de explicar- Pellegrini mencionó que:
Centrales como la UNION SINDICAL ITALIANA Y la CONFEDERACION DEL TRABAJO DE ESPAÑA, que no sólo no estaban adheridas a la Internacional Roja, SINO QUE-nótese bien-a la III INTERNACIONAL POLITICA, de golpe y porrazo se les ocurre separarse de la primera en virtud-¡ho parado al contradicción! (sic)-de que ella estaba supeditada a la segunda de las nombradas.36
Era una constante esta suerte de competencia en torno a imputar cambios repentinos de posición, incongruencias o contradicciones. Gran parte de la dirigencia sindical tuvo esos vaivenes, tal vez lo interesante sea dilucidar las líneas de tensión, tanto manifiestas como subyacentes de aquellas cambiantes prácticas discursivas. De todas maneras, no requiere de mayor perspicacia percibir la direccionalidad del destinatario que no podría ser otro que el Comité Central que reivindicaba el accionar de las organizaciones aludidas por Pellegrini. Aunque el propio letrista no resistiría una acusación -como la que él mismo realizó a las centrales española e italiana- que lo lleve dos años atrás cuando defendía a la FORA IX de los ataques recibidos por su adhesión a la FSI (Pittaluga, 2015).
Luego de analizar algunas posturas de las mencionadas centrales, Pellegrini destacó que contemporáneamente se llevaba a cabo el Congreso de Berlín, del cual no realizó una valoración negativa, aunque sí manifestó cierta preocupación en cuanto a su contribución a la unidad del proletariado internacional.
Es interesante destacar que el letrista creía estar representado genuinamente los anhelos unionistas del proletariado argentino y fundamentalmente, los postulados sindicalistas revolucionarios proponiendo la adhesión a la ISR. Este apoyo significaría
(...) el triunfo del espíritu clasista de la Carta de Amiens, que aquel grande y esclarecido defensor de la Revolución Rusa y de la Internacional Sindical Roja-Víctor Griffuelhes-redactara para que sirviera de ruta al proletariado francés en el mismo día que este se libertó del tutelaje político y dogmático de partidos y de sectas.37
Claramente se percibe la intención de Pellegrini de tender puentes entre una tradición presumiblemente sindicalista revolucionaria a la vez que aseveraba que la manera más acabada de fidelizar ese legado, revolución rusa mediante, era apoyando a la ISR. De hecho, la referencia está directamente vinculada a la discusión que estaba atravesando el movimiento obrero en Francia después de la Gran Guerra y al calor del desarrollo de la revolución rusa cuyo resultado fue la separación de un importante sector de la CGT -que incluía sindicalistas revolucionarios- para constituir la CGT-Unitaria que adhirió a ISR.38 No constituye una novedad que la discusión del presente busque un antecedente que pueda sustentar con mayor solvencia determinadas posturas. Lo que pueda llamar la atención, -quizás en una lectura apresurada- es que contemporáneamente, puedan encontrarse en dos dirigentes, Dúctil- al cual nos hemos referido en párrafos anteriores- y Pellegrini, similares referencias históricas -Carta de Amiens y Víctor Griffuelhes-para justificar la adhesión a centrales internacionales diferentes. Pero la posición de Pellegrini estaba a tono con la de gran parte de las organizaciones sindicalistas revolucionarias que, a nivel mundial, apoyaron la revolución rusa y el internacionalismo comunista que de ella emanaba. (Van der Linden y Thorpe, 1992) Tan cierto como que se trató de una postura inicial que no tardó demasiado tiempo en ir diluyéndose -hasta directamente romper con Moscú- cuando quedó en evidencia que la Comintern persistía con la acción parlamentaria, lo cual subordinaba a las organizaciones sindicales a la dirección de los partidos comunistas (Van der Linden y Thorpe, 1992). Tampoco quedaba la postura de Ductil por fuera de los marcos doctrinarios libertarios y del sindicalismo revolucionario cuando importantes centrales obreras -como las que Pellegrini criticaba- se referenciaban en esa tradición aunque considerando que era, acercándose a Berlín, como mejor iban a estar representados esos principios.
La intensidad del debate reflejado en el órgano de prensa tuvo su correlato en la decisión que había tomado Comité Central de convocar, a través de la Circular N° 8, a un referéndum para que todas las organizaciones integrantes de la USA resolvieran a través del voto el posicionamiento de la central en términos internacionales.39 Concretamente, la consulta estaba dirigida a que las organizaciones se expresaran acerca de si la central debía mandar delegados a los congresos de la ISR y de AIT; optar por uno de ellos o sostener la autonomía, lo que implicaba no enviar representantes. Lo que podría ser interpretado como un signo de debilidad de la conducción de la central, en función de ceder ante el reclamo de una considerable cantidad de sindicatos, puede simultáneamente ser leído como una forma de descomprimir una situación a la vez que se tenían elementos para confiar en un resultado que ratificara la posición de neutralidad decidida en el Congreso de Unidad.
Efectivamente, las consultas se realizaron durante todo el mes de octubre de 1922 participando 130 sindicatos integrados por 29176 cotizantes arrojando un resultado a favor de preservar la postura autónoma.40 Si bien los resultados podrían considerarse previsibles en función de lo acontecido apenas unos meses atrás en el Congreso de Unidad, también cabría mencionar que las opciones no eran exactamente las mismas. Tal vez habría que indagar las razones de las escasas adhesiones que tuvo enviar delegados a Berlín cuando desde los comunicados del Comité Central se afirmaba la afinidad de los principios de la USA con la futura AIT, refundada al poco tiempo de realizado el referéndum. Evidentemente esa supuesta representatividad no se vio reflejada ya que sólo se pronunciaron por la concurrencia de delegados cinco sindicatos con 1502 cotizantes.41 Otra hipótesis que se puede ensayar es que era conocida la intención de la FORA anarquista por pertenecer a la futura internacional con la pretensión de adjudicarse una representación del proletariado argentino más que discutible, como observaremos más adelante.
Si se especulaba con que el resultado del referéndum apaciguara las controversias la cuestión de las internaciones volvía a situarse como una discusión no saldada. Quien rápidamente reinstaló el tema fue otro representante de los anarcobolcheviques, Antonio Abilio Goncalvez, del gremio de Constructores Navales, que esbozó un cuadro de situación nacional e internacional para fundamentar las razones por la cuales la central argentina tenía que adherir, de forma condicional, a la ISR. El sector que integraba Goncalvez hacía tiempo que rescataba la importancia que había tenido la circular Zinoviev, -“el más inteligente secretario que tuvo Internacional Sindical Roja”-, calificándolo como un documento que había provocado una gran conmoción en buena parte de la dirigencia sindical a nivel mundial.42 Conmoción que condujo a una grave confusión al asimilar, prematuramente, a la ISR con la Tercera Internacional. Goncalvez encontró, en el plano internacional, algunos responsables directos cuando señaló que “inteligentes compañeros, como lo son Armando Borghi y Ángel Pestaña,43 no trepidaron en adherir, respectivamente, la Unión Sindical Italiana y la Confederación Nacional del Trabajo de España, a la Tercera Internacional Comunista”.44 No es que Goncalvez niegue el carácter revolucionario de esta formación pero se pregunta cómo fue posible cometer “el gravísimo error” de adherir dos organizaciones de clase a un organismo esencialmente político. Más allá del error señalado, el tono de desencanto que se desprende de estas palabras podría comprenderse a partir de que dos centrales que Goncalvez consideraba afines a la USA y que habían sido parte de la Tercera Internacional abandonaron esa organización para sumarse a la futura AIT.45
En relación al Bureau de Berlín, el dirigente reconoció haber albergado ciertas dudas en un principio que lo llevaron a calificar a ese proyecto como “un gesto divisionista de la extrema izquierda”. Pero observando la presencia de algunos concurrentes -a los que no se identifica- de larga militancia revolucionaria y, fundamentalmente, realizando una atenta lectura del documento “altamente unionista” dirigido al Comité Ejecutivo de la ISR las dudas iniciales se fueron disipando.46
En el plano local, la mayor responsabilidad en relación a generar confusión en torno a al carácter de la ISR, Goncalvez se la adjudica a “los comunistas electorales”. Los destinatarios de estos comentarios eran los dirigentes que habiendo sido expulsados de congresos obreros por ocupar puestos parlamentarios tenían la pretensión de erigirse en representantes del proletariado cuando en realidad pertenecían a la Sección Argentina de la Internacional Comunista. Si bien, en esa referencia genérica, no especificaba nombres de dirigentes ni de organizaciones se apuntaba a la estrategia del comunismo de presentar candidatos en los procesos electorales.47 En relación a la USA no es difícil inferir la alusión al álgido debate producido en el Congreso de Unidad en torno al rechazo de la credencial del dirigente comunista José Penelón por desempeñar el cargo político de concejal por la Capital Federal a pesar de que su participación en dicho congreso fuera en calidad de delegado de la Federación Gráfica Bonaerense.48
Pero también Goncalvez -reafirmando siempre su pertenencia a la USA- cuestionó el rol de la central calificando su postura como “cómoda, pero no justa”. Sostenía que si la USA no siguió los pasos de la CGTU francesa de adhesión condicional a la ISR por lo menos debía haber enviado delegados a Moscú y Berlín. Fundamentaba esta última afirmación considerando que era errónea la interpretación que el Comité Central realizaba sobre la resolución adoptada en el Congreso de Unidad ya que en el mismo se resolvió que la USA establecería contactos con aquellas organizaciones internacionales que representasen los intereses de los trabajadores. También se manifestó un cuestionamiento a la forma en la que era utilizado el órgano de prensa oficial ya que desde allí el Comité Central llamó insistentemente a votar a favor de la autonomía en el referéndum. Goncalvez señalaba la clara intencionalidad y el carácter oportunista que tuvo la conducción de la USA para influir en sus afiliados a partir de la publicación de varios artículos de dirigentes u organizaciones procedentes de otros países que podían ser leídos- de manera más o menos explícita- en línea con la posición del Comité Central.49
De todas maneras, y a pesar de las diferencias con el Comité Central, Goncalvez evitó cualquier tipo de postura rupturista al interior de la USA a partir de su percepción de que, tanto en Moscú como en Berlín, estaba primando la intención de lograr la unificación del proletariado en una sola internacional.
La tensa calma sobre las internacionales durante 1923
Se ha reflejado la intensidad del debate en este primer año de vida de la USA a través de las polémicas difundidas en su órgano de prensa. Las dificultades económicas hicieron que a partir de enero de 1923 Bandera Proletaria se transformara en un semanario. Durante el año mencionado resultó notoria una considerable disminución en las publicaciones acerca de la posición de la central en torno a las organizaciones internacionales proletarias. Algunas de esas escasas menciones estuvieron dirigidas a comentar-de forma bastante irónica- la actuación y, fundamentalmente, el mensaje que algunos dirigentes integrantes de la FORA anarquista transmitieron en relación a su participación en el Primer Congreso de la AIT.
La FORA envió dos representantes al primer congreso de la AIT, Diego Abad de Santillán y Orlando Ángel, quienes reseñaron lo acontecido en Berlín a través de notas de opinión, crónicas e informes publicados en su órgano de prensa La Protesta (LP).50 Éstas reflejaban, entre otras cuestiones, el mensaje que la FORA llevó a Berlín a través de un memorándum en el que se alababa su recorrido histórico, su filiación puramente anárquica y la de representar a 200 mil trabajadores. A la vez que denostaba a las otras corrientes del proletariado argentino, agrupadas en la USA, que, al igual que sus antecesoras eran protagonistas –a sus ojos- de una larga historia de traiciones. En respuesta, -y raíz de la aprobación durante el IX Congreso de la FORA anarquista de 1923 del informe y la actuación de los delegados en el congreso de Berlín-, desde Bandera Proletaria, se apeló al sarcasmo como respuesta en relación al número de trabajadores que la organización ácrata contaba como adherentes como de su coherencia histórica en la defensa del proletariado.51
Dirigido a los mismos destinatarios y utilizando el recurso de apelar a un referente que no pudiera ser acusado por su filiación se publicó en Bandera Proletaria una nota del reconocido militante ácrata italiano Luigi Fabbri en la que sostenía las diferentes visiones, objetivos y fundamentalmente, necesidades que podían tener las organizaciones sindicales y el movimiento anarquista.52 Por lo que realizó un llamado a no actuar en términos que puedan emparentarse con lógicas partidistas y sectarias-a las que tanto se había combatido- ya que el sindicato “es una organización de intereses” en la que caben todas las vertientes ideológicas del proletariado.
Otra manifestación que exponía como la cuestión de las internacionales teñía casi la mayor parte de los discursos y de las acciones puede constatarse en la crónica realizada por el dirigente sindicalista de la industria del mueble, Aurelio Hernández sobre el primer congreso de la Federación Obrera Marítima (FOM).53 El relato abunda en loas a la historia de los marítimos, el reconocimiento a sus más emblemáticos dirigentes y el carácter de bastión del sindicalismo revolucionario. Pero se adivina una manifiesta tensión en quien califica como glorioso este congreso cuando tiene que explicar la adhesión de la FOM a la Federación Internacional de Transportes (FIT), ligada a la FSI. Señalaba el dirigente que tal decisión abrió las puertas al debate sobre las internacionales destacándose las manifestaciones de gran simpatía “por la Rusia sovietista” y por la ISR en contraposición al “silencio sepulcral” en relación a Ámsterdam. Hernández “resuelve” esta aparente contradicción recalcando que se haya priorizado la resolución de aspectos relevantes en relación a lo organizativo en busca de un funcionamiento orgánico de la federación postergando hasta el primer congreso de la USA el posicionamiento internacional definitivo.
La un tanto forzada interpretación a la que tuvo que apelar el dirigente, de conocida militancia a en favor de la adhesión de la USA a la ISR, no dejaba de mostrar-seguramente lejos de la intención de Hernández-la representatividad que tenia la FSI, que albergaba una organización de la envergadura de la FIT, de la cual la FOM se sentía parte, a pesar del “silencio sepulcral”, que quizás solo haya existido en el relato de la crónica comentada.
Con respecto a lo anterior, resulta interesante observar en Bandera Proletaria cómo comienzan a aparecer, en el transcurso del año 1923, una serie de notas en las que se realizaban distintas menciones a la FSI en las que no primaban las feroces críticas observadas poco tiempo atrás.
Se apunta, por ejemplo, a la reproducción de un discurso de Edo Fimmen, Secretario General de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF, sin duda, una de las organizaciones más representativas que adherían a la FSI ) con motivo de la realización de un Congreso de la Trade Union realizado en Londres en 1923.54 En dicha alocución, el dirigente ensayaba un tibia autocritica sobre el papel de la central amsterdamiana durante la Gran Guerra, describía un panorama negativo sobre la situación del proletariado de los principales países europeos y manifestaba una serie de dudas acerca del rol de las otras centrales obreras (aunque no las nombró, era obvia la referencia a la ISR y la AIT) en el objetivo de lograr la unidad internacional de la clase obrera.
Con distintas intenciones y un tono que no reflejaba la supuesta neutralidad que implicaba la reproducción de una nota- como la anteriormente señalada- que estaba precedida de una breve introducción que la calificaba de interesante, se analizaba un comunicado publicado en “La Federación Obrera”, órgano de prensa de la Federación Obrera de Chile.55 Luego de destacar la adscripción comunista de la central chilena y su pertenencia a la ISR se señaló la habitualidad con la que desde sus páginas el mencionado órgano denostaba a la FSI. No es que llamara la atención esa posición aunque si resultaba sugestiva la celebración del triunfo del Partido Laborista inglés en elecciones recientes ya que era conocida su adhesión a la internacional amsterdamiana, tan vituperada por la central chilena.
De forma más contundente, el dirigente Ottaviano señalaba que se había producido un acontecimiento que debería obligar a modificar el léxico con el cual “alguna gente” se remite a la FSI a la que tilda “traidora, amarilla, sucursal de la Liga de las Naciones, anexo de gobiernos, etc.”.56 Lo señalado por Ottaviano apuntaba al restablecimiento de las relaciones comerciales entre la Rusia sovietista y la Italia fascista de Mussolini, cuyo gobierno reprimía sistemáticamente al proletariado de su país. Situación que le dio pie el dirigente a plantear una serie de interrogantes sobre la actitud que iba tomar la ISR frente a la represión padecida por los obreros italianos de parte del régimen fascista.
La Internacional Sindical Roja, que en su programa tiene la misión principalísima de defender a la revolución rusa de sus enemigos ¿Qué podrá hacer ahora en defensa del proletariado italiano, víctima de la represión fascista, si la revolución que defiende ha estrechado lazos de intima amistad con el gobierno que los castiga y los persigue? ¿Podrá ahora, realizar acciones contra el fascismo si el gobierno de su país le abre las puertas de Rusia para que penetre? Y ahora, ¿Podrán hablar los amigos de la Internacional Roja y de la Rusia sovietista respecto a los “tocamientos pecaminosos” de los amsterdamianos cuando la Rusia revolucionaria ha estrechado vínculos de amistad con el gobierno fascista y “colaborará” con él por la “prosperidad” de ambos países?57
Concluye Ottaviano destacando la curiosidad que implicaba el manifiesto repudio contra el régimen fascista sostenido por la internacional “amarilla” de Ámsterdam mientras que el Estado ruso, inspirador de ISR, restablecía relaciones con un gobierno que reprimía al proletariado de su país.58
Un punto significativo de este cambio de consideración sobre la FSI se expresó en la contestación que el Comité Central le envió a Marcelino Lage, secretario del sindicato Cocinero, Mozos y Anexos de a bordo, quien había cuestionado duramente la posición de la USA de sostener la autonomía en términos internacionales.59 En un posicionamiento previo, el dirigente se había “despachado” contra la central amsterdamiana, acusándola de haber servido a los intereses de la burguesía durante la Gran Guerra, actitud que continuó después de la misma integrando organismos de la Sociedad de las Naciones. Si bien la réplica del Comité Central se refería a varias de las cuestiones ya plasmadas, en este artículo interesa rescatar la parte de la misiva donde se contestaba lo siguiente: “…debemos advertiros que, rectificando un error vuestro de historia, que la Federación Sindical Internacional de Ámsterdam fue conformada después de la conflagración lo que de hecho no le permitió traicionar a los trabajadores durante esa guerra…”.60 Pese a que en la extensa contestación no había atisbo de rescatar alguna cualidad de la refundada FSI, no deja de llamar la atención este tenue intento de indulto ya que la nota es en representación del Comité Central firmada por el Secretario General de la USA y director de Bandera Proletaria, Alejandro Silvetti, dirigente de la Industria del Mueble.
Los momentos previos al primer congreso ordinario
De todas maneras y más allá de la atenuación de las críticas a la FSI, en el acalorado debate que resurgió durante los últimos meses que precedieron a la realización del Primer Congreso Ordinario de la USA las posiciones se polarizaron entre la adhesión a la ISR y la conservación de la autonomía que continuó sosteniendo el Comité Central. En términos formales se emitió una resolución que en la que se argumentaba que, en función de que las causas por las que en el Congreso constituyente se adoptó la autonomía, no solo persistían sino que parecían lejos de encontrar cauce, la USA no debía modificar su posición.61 Se apuntaba, principalmente, a resaltar la acción divisionista de influencias “extrañas” a la organización sindical que dificultaron y hasta estaban impidiendo al proletariado la realización de acciones orgánicas que condujeran a la creación de una sola central internacional. Además, era palpable que buena parte de la dirigencia de la USA consideró que continuaba siendo prioritario lograr la unidad interna,- proceso bastante dificultoso desde la propia creación de la central-, por lo que la discusión sobre el posicionamiento internacional no hacía más que obstaculizar ese objetivo.
Como se señaló, el debate se intensificó en los momentos previos a la realización del Primer Congreso de la USA, y aunque predominaron las descalificaciones mutuas también se pueden dilucidar algunos núcleos argumentales que podrían examinarse en el intento de esclarecer las posiciones.
Tal vez, lo que expresó de manera nítida la posición de la mayor parte de los integrantes del Comité Central, esté contenido en las siguientes preguntas formuladas por T. Antibes:
¿Hay en la Argentina una fuerza revolucionaria cuantitativa y cualitativa que, en un momento dado, pueda oponerse para frustrar la reacción burguesa? ¿Creen nuestros trotadores internacionalistas que nacionalmente somos suficientemente fuertes ya?62
El autor manifestaba cierta sorpresa sobre la cerrada actitud de los que afanosamente priorizaban el posicionamiento internacional aun conociendo las dificultades que afrontaba el proletariado local. En lo que constituyó un tipo de análisis poco frecuente, (en tanto que no fue habitual durante el debate recurrir a la descripción de situaciones locales para sostener las distintas posturas) Antibes trazó un panorama en el que resaltó que a excepción de la provincia de Buenos Aires, parte de Córdoba y Santa Fe, en las regiones del noreste y sur solo existían unos sindicatos diseminados “por esta provincia o aquel territorio” a los que nadie podría denominarlos como organizaciones. Prosiguiendo el hilo argumental se agregaba que la estructura territorial en la que predominaba el latifundismo, el proletariado rural veía obturada sus posibilidades organizativas. Continuaba Antibes señalando que si a la mencionada situación se le agregaba la indisciplina sindical, la ausencia de consejos de fábrica, la falta de un órgano de prensa de salida diaria, no se comprende una dedicación con “tanto fervor a la cuestión internacional”.63 Lo que estaba evidenciando esta descripción era la asunción de que la merma que tuvo el movimiento obrero en tanto capacidad de organización y acción posterior a sucesos como la “Semana Trágica” y las matanzas en la Patagonia lejos estaba de haberse modificado.
Otro argumento que venía utilizándose en favor de la autonomía fue el de desacreditar a la ISR poniendo en duda la representatividad que la central moscovita se adjudicaba. En principio, desde Bandera Proletaria, el inicio de una nota disparaba un interrogante que iba a motorizar la posterior argumentación:
¿Existe en realidad la “internacional de la acción”, o es un producto de la imaginación de algunos interesados e ingenuos?64
Las dudas sembradas obedecían a la imputación que se le realizaba a la ISR por no proporcionar datos fehacientes y de divulgación frecuente en todo tipo de ámbitos sindicales en los que pueda constatarse balances, nóminas de centrales nacionales y/o internacionales, documentos autentificados que pudieran dar cuenta del grado de adhesiones con lo que se contaba. Proseguía el editorial destacando que lo más concreto que podía mostrar la ISR era un documento semioficial elaborado por su Secretario Adjunto, Andrés Nin, publicado “en un periódico de esta capital” -del que no se especificaba el nombre-. El recurso utilizado fue reproducir partes del informe de Nin, que, bajo la lectura de la USA, hablaban por si solos ya que lo único que revelaba era que, en el recorrido por varios países y regiones, solo se constataban una serie de adhesiones bastante heterogéneas de algunos gremios, centrales minoritarias, minorías de las centrales principales y dirigentes aislados.65
La contestación correspondió-una vez más-a Augusto Pellegrini, quien, a poco de realizarse el primer Congreso de la USA, situó el problema de la adhesión de la central enfatizando que había que dejar en claro que en la elección no tenían lugar las simpatías sino que se debía escoger aquella organización que encarnara la convicción revolucionaria y clasista que mejor representara el origen internacionalista del proletariado.66 En cuanto a la cuestión numérica se apelaba, como era recurrente, a la interpretación de la historia, al recordar los inicios de la original AIT con un interrogante y posterior respuesta:
¿Cuántos obreros formaban aquella internacional? Pocos, muy pocos por cierto; pero en la unidad del pensamiento y de la acción, resultaban una fuerza que atrajo contra ella las persecuciones enconadas de la burguesía europea.67
Pellegrini afirmaba que, si bien no había que desdeñar la cantidad, tampoco ese elemento tenía que transformarse en un “prejuicio democrático” burgués ya que la calidad era lo que debía priorizarse. Por eso instaba a sus camaradas a prescindir de esas justificaciones que ensalzaban a las mayorías:
Después de todo no hay lugar para estos argumentos tan puritanos, cuando todo el mundo sabe que en un ochenta por ciento de los efectivos de cualquier organización de clase, son llevados a la misma por la coacción que sobre ellos realiza ese veinte por ciento restante de los militantes que, por todos los medios, tratan de llevar los proletarios a los sindicatos.68
Una primera observación a las palabras de Pellegrini podría continuar poniendo el eje en las aparentes contradicciones discursivas ya que ponderó el numero de gremios que votaron la adhesión de la USA a la ISR en el Congreso de Unidad y al poco tiempo desestimó la imputación de sus rivales sobre la representatividad de la central moscovita a partir de que dicho cuestionamiento se centraba únicamente en el escaso número de organizaciones gremiales que la integraban. Es más, el letrista reforzaba su postura declamando la superioridad de la calidad sobre cantidad destacando el determinante papel que siempre desempeñaron las minorías militantes aun cuando se utilizaran prácticas coactivas. Quizás lo que habría que indagar en Pellegrini, como representante de un sector de la USA, era el desafío que constituía amalgamar los principios antipolíticos y antiparlamentarios del sindicalismo revolucionario con el carácter claramente prescriptivo que tenia la circular Zinoviev en relación al papel del partido de vanguardia y de la adopción de estrategias que incluían la participación electoral.
Consideraciones Finales
Se ha reflejado el intenso debate producido al interior de la USA entre el periodo posterior al Congreso de Unidad y los momentos previos a la realización del Primer Congreso Ordinario con respecto al posicionamiento que la central debía adoptar en el plano internacional. La posición del Comité Central a favor de sostener la autonomía representó la conducta más orgánica-aunque no unánime- observada durante el periodo analizado. De todas maneras, el propio Comité Central fue fuertemente interpelado por un número no desdeñable de gremios que integraban la USA, algo que se evidenció en el resultado del referéndum realizado en octubre de 1922. También sumaron su voz crítica en sostener la autonomía internacional importantes dirigentes como Amor y Goncalvez que provenían de la FORA anarquista de la que se alejaron para integrar la USA militando su adhesión a la ISR. Igual postura se pudo observar en otro destacado dirigente como Pellegrini aunque su filiación era el sindicalismo revolucionario, representando a un sector de dicha corriente que también se encontraba en plena reconfiguración ideológica después de la revolución rusa.
En las discusiones analizadas quedó reflejado que: la FSI prácticamente no constituyó una opción siendo objetada con la criticas más virulentas por su actuación en la Gran Guerra; la AIT tuvo desde la prensa de la USA algunos comentarios elogiosos que no se tradujeron numéricamente en el referéndum y que la postura de adhesión a ISR fue la que efectivamente cuestionó con mayor firmeza la autonomía internacional sostenida por la mayor parte de la conducción de la USA.
Se pudo observar que presuntas contradicciones y/o ambigüedades en los discursos emitidos no hacían más expresar las tensiones recurrentes de las organizaciones sindicales resignificadas por el nuevo horizonte epocal abierto por la Gran Guerra y, especialmente por la revolución rusa. Contexto de época, en el cual la internacionalización de los debates y las prácticas parecían dejar poco espacio para las adhesiones parciales o los posicionamientos autónomos.
La persistencia de la autonomía podría encontrar también parte de su explicación teniendo en cuenta las secuelas que dejaron en la clase obrera argentina la represión estatal durante los episodios de la Semana Trágica y la Patagonia que significaron un reflujo del ciclo de protestas del periodo de posguerra. Retracción que se acentuó en la década de 1920, periodo de cierta prosperidad económica en el país que no invitaba a las medidas de acción directa. Por lo tanto, en virtud de las enormes dificultades que atravesaba el proletariado nacional para converger en una única central, puede comprenderse la postura de la conducción de la USA en función de no adicionar un motivo más de división esperando, además, por la posibilidad de que las tres organizaciones internacionales iniciaran un proceso de unificación. Al no producirse esa confluencia y siendo uno de los argumentos de mayor peso esgrimidos por el Comité Central para no fijar un alineamiento internacional, la posición autónoma fue consolidándose con mayor firmeza aumentando sus niveles de adhesión. Esto no implicó la clausura del debate aunque si se pudo observar la primacía de aquellos sectores que hicieron foco otorgándole prioridad a la ya señalada situación local exhortando a que:
Antes que los sindicatos se decidan por una de las internacionales deben estudiar la situación por la cual atraviesan en estos momentos de confusión, caos e incertidumbre; deben hacer un balance moral y organizacional de los cuadros que integran nuestra central y así convendrán y se convencerán que atravesamos un período no sólo crítico sino que también grave.69
Es decir, se convocaba a que la discusión sobre las internacionales no continuara obstaculizando el inmenso desafío que implicaba la organización a escala nacional “cuando nuestra propia casa la tenemos en desorden cuasi completo”. La convocatoria tuvo sus resultados reflejados durante el Primer y Segundo Congreso Ordinario de la USA, realizados en 1924 y 1926 respectivamente, en los cuales se sostuvo mayoritariamente la posición de autonomía internacional. Postura que se mantuvo hasta la disolución de la central en 1930.
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Notas