Resumen: La piel y sus anexos tienen amplia relación con todos los órganos y sistemas. Los cambios presentes en estos pueden ser el primer hallazgo en un paciente con enfermedad hepática, encontrándose hasta en el 20 % de los casos, por lo que las manifestaciones extrahepáticas adquieren importancia, y aunque muchas de estas no son específicas, algunos marcadores dermatológicos pueden ayudar al diagnóstico de la enfermedad y se pueden correlacionar con su severidad. El desarrollo de las lesiones cutáneas en los pacientes con cirrosis hepática se genera principalmente por hipertensión portal y exceso de estrógenos circulantes, por lo tanto, su tratamiento se basa en el manejo de la patología hepática subyacente. En el presente artículo se hace una revisión de la literatura y se describe un amplio espectro de manifestaciones dermatológicas asociadas a cirrosis hepática, con sus características y etiopatogénesis, siendo las más frecuentes la ictericia, el prurito, los nevus en araña, el eritema palmar, las venas en cabeza de Medusa, y los cambios de uñas y del vello, entre otras.
Palabras clave: cirrosis hepática,enfermedad dermatológica,hígado,piel,lesiones del sistema vascular,ictericia,prurito.
Abstract: The skin and its annexes have a broad relationship with all organs and systems. Changes present in these can be the initial finding in a patient with liver disease, occurring in up to 20% of cases, therefore the extrahepatic manifestations become important, and although many of these are not specific, some dermatological markers can help in the diagnosis of the disease and may correlate with its severity. The development of cutaneous lesions in patients with liver cirrhosis is mainly generated by portal hypertension and excess of circulating estrogens, therefore their treatment is based on managing the underlying liver pathology. This article reviews the literature and describes a wide range of dermatological manifestations associated with liver cirrhosis, with their characteristics and etiopathogenesis, being the most frequent jaundice, pruritus, spider nevus, palmar erythema, caput Medusae veins, nail and hair changes, among others.
Keywords: hepatic cirrhosis, skin diseases, liver, skin, vascular system injuries, jaundice, pruritus.
Artículos de revisión
Manifestaciones dermatológicas de la cirrosis hepática: revisión de la literatura
Recepción: 15 Septiembre 2023
Aprobación: 20 Noviembre 2023
El hígado es el segundo órgano más grande del cuerpo humano después de la piel, y es fundamental para múltiples funciones vitales como la síntesis de proteínas y el metabolismo de lípidos y carbohidratos, entre otros [1]. Puede verse afectado por enfermedades crónicas de variada etiología, teniendo como resultado la cirrosis, la cual es la décima causa de muerte en el mundo occidental [2,3]. La cirrosis hepática es una enfermedad crónica con evolución progresiva, y se define como una alteración histopatológica caracterizada por la pérdida del parénquima hepático, la formación de septos fibrosos y nódulos de regeneración [4]. En su evolución cursa con un periodo asintomático, en donde las manifestaciones extrahepáticas, producto de la hipertensión portal, pueden brindar indicios de una enfermedad hepática subyacente. Las manifestaciones dermatológicas son las más comunes, y hasta en el 20 % de los pacientes con enfermedades hepáticas crónicas se presentan lesiones en la piel [5-7].
Las lesiones cutáneas en los pacientes con cirrosis afectan la piel, uñas y cabello [8]. Aunque ninguna es específica, son fácilmente reconocibles y pueden brindar evidencia de una enfermedad hepática, lo que permite una terapia y diagnóstico precoz. La mayoría de las afecciones cutáneas son asintomáticas y no requieren un tratamiento particular. Entre las principales se incluyen: prurito, ictericia, xantomas, angiomas, eritema palmar y cambios en las uñas [9,10]. En este artículo se realiza una revisión de la literatura sobre los principales hallazgos cutáneos presentes en la cirrosis hepática.
Los angiomas o nevus en araña son una dilatación arteriolar central de aproximadamente 0,5 cm de diámetro de donde salen múltiples ramas capilares, que pueden estar hasta en un 15 % de las personas sanas [10,11]. Característicamente son uno de los signos cutáneos más representativos y clásicos del paciente con cirrosis alcohólica [12], presentes hasta en un 41 % (figura 1). Se suelen localizar en el territorio de la vena cava superior, es decir, cara, cuello, brazos y parte superior del tórax [5,10].
El exceso de estrógenos a nivel sanguíneo se ha asociado a la aparición de estas lesiones, lo que explica la presencia de los nevus en araña en pacientes en embarazo, pacientes con tirotoxicosis o en quienes ingieren anticonceptivos [5,11,13].
Otro factor asociado a su formación es la elevación del factor de crecimiento de los fibroblastos (FGF, del inglés, Fibroblast Growth Factor) y del factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF, del inglés, Vascular Endothelial Growth Factor), este último, que es inducido por el etanol, promueve la angiogénesis [11,14]. Se ha evidenciado una correlación entre el número y el tamaño de los angiomas en araña con la severidad de la cirrosis hepática [5].
Ocurren por dilatación de los capilares y se manifiestan como líneas finas, brillantes, de 0,5 mm a 1 mm de diámetro, que pueden confluir en forma de red (figura 2). Comparten la misma fisiopatología de los nevus en araña y se diferencian de estos por la ausencia de la arteriola central. Se ubican principalmente en la cara, los labios, la mucosa nasal, el lecho ungueal y los dedos [5].
El eritema palmar es una coloración rojiza inespecífica en las palmas, especialmente en la región tenar, hipotenar y en las puntas de los dedos (figura 3). Está presente en el 23 % de los pacientes con cirrosis, aunque también se puede evidenciar en el embarazo y otras enfermedades sistémicas como artritis reumatoide y tirotoxicosis [11,15-17].
Con respecto a la etiología del eritema palmar en los pacientes con cirrosis hepática, se cree que aparece por alteraciones en el funcionamiento de las anastomosis arteriovenosas, así como por un exceso de estrógenos circulantes no depurados por un hígado disfuncional [18]. Otra teoría es que se da por el aumento de las prostaciclinas y el óxido nítrico presente en las enfermedades hepáticas, lo que lleva a una vasodilatación capilar [5,10,11,16].
Los hemangiomas arteriovenosos son tumores vasculares benignos, caracterizados por pápulas o nódulos eritematosos azulados con un diámetro de 0,5 cm a 1 cm [19]. Se han reportado menos de 10 casos de hemangiomas arteriovenosos en el contexto de insuficiencia hepática crónica [10,20]. La causa es desconocida, pero la hipertensión portal parece ser el común denominador en casi todos los casos, así como el aumento de estrógenos circulantes [10,19].
Ocurren por aumento de estrógenos circulantes y su consecuente proliferación vascular [21]. Se manifiestan como pequeñas pápulas de color rojo cereza vivo entre 1 mm a 3 mm, siendo el tronco la localización más frecuente [21] (figura 4).
Recibe su nombre porque las venas afectadas simulan el cabello de serpiente de Medusa, una gorgona de la mitología griega [5,19]. Se debe a un aumento sostenido de la hipertensión portal y la derivación de la circulación sistémica a través de las venas de la pared abdominal, lo que lleva al desarrollo de circulación colateral (figura 5), incluyendo venas varicosas tortuosas abdominales que se irradian hacia arriba desde el ombligo para unirse a las venas sistémicas [5,10,19]. Hasta en el 90 % de los casos, la circulación colateral es de tipo porto-cava superior, debido a la obstrucción intrahepática causada por la cirrosis [5].
Clínicamente se observa un conjunto de venas dilatadas que presentan disposición radiada desde el ombligo, con distribución ascendente hasta comprometer abdomen y tórax [22].
Es la coloración amarillenta de la piel, escleras y mucosas, y se atribuye a la acumulación de bilirrubina y sus metabolitos en tejidos [23]. Se convierte en el signo cardinal de la hiperbilirrubinemia, suele aparecer con niveles séricos mayores de 2,5 mg/dL a 3 mg/dL [5,19,24] (figura 6). En 1976, Brugsch describió tres tipos de ictericia según la intensidad del color: flavínica o amarillo claro (secundaria a hiperbilirrubinemia indirecta), rubínica o amarillo más oscuro (etiología hepatocelular) y verdínica o de color verdoso (colestasis) [5].
La intensidad del color es reflejo de los niveles elevados, puede ser amarillenta cuando hay rangos leves, mientras que en casos más severos tiende a ser café [11]. La hiperbilirrubinemia puede ser conjugada o no conjugada [25]. En la cirrosis, por ser resultado de alteraciones intrahepáticas, ambas están elevadas debido a la alteración de la excreción canalicular o la obstrucción biliar [11,15,26].
Se define como la sensación desagradable que induce picor persistente o intermitente que lleva al rascado involuntario, puede afectar todo el cuerpo o estar limitado a las extremidades. Se presenta sin lesiones visibles en la piel, sin embargo, por el rascado las consecuencias pueden ir desde excoriaciones hasta liquen simple crónico, prurigo nodular y colagenosis perforante en casos persistentes [5,19].
Existen varios mediadores del prurito que desempeñan un papel importante en la fisiopatología, como la concentración de sales biliares, histamina, serotonina, metabolitos de la progesterona y opioides endógenos, los cuales generan irritación cutánea [11]. Por otro lado, se ha estudiado la enzima autotaxina que participa en la síntesis del ácido lisofosfatídico (LPA, del inglés, Lysophosphatidic Acid), que es una sustancia que produce prurito en colestasis. La actividad de la autotaxina y los niveles séricos de LPA se correlacionan con la intensidad de los síntomas, por lo que en futuros estudios puede ser un potencial objetivo terapéutico [5,19].
El prurito constituye una de las manifestaciones más comunes, y se presenta desde leve a transitorio hasta intenso y prolongado, lo que conduce a la disminución en la calidad de vida, insomnio, depresión e incluso intentos suicidas [27]. Se ha observado que la disminución espontánea de la intensidad puede ser un marcador de una insuficiencia hepatocelular, más que la mejoría del paciente [5,19,28].
En pacientes con hepatopatía crónica la prevalencia total del prurito es del 40 %, y se presenta en más del 50 % de enfermedades hepatobiliares secundarias a colestasis, como la colangitis esclerosante primaria (CEP) y la colangitis biliar primaria (CBP), en las que el prurito suele ser generalizado, pero de predominio en manos y pies, y rara vez afecta el cuello, la cara o los genitales. Sin embargo, puede estar presente en cualquier enfermedad hepática, como en el caso de la cirrosis relacionada con hepatitis viral [29], en donde es intenso y se puede acompañar de nódulos color piel tipo prurigo nodular [11,19].
Si bien la severidad de la sintomatología no tiene relación directa con el nivel de sales biliares y toxinas acumuladas, la disminución de estas puede aminorar los síntomas. Aunque el prurito es resistente a las terapias, existen diferentes alternativas como la colestiramina (resina de intercambio aniónico) [30].
En caso de no respuesta o intolerancia, en la segunda línea está la rifampicina, ya que promueve el metabolismo de pruritógenos endógenos, siendo mejor para los de origen colestásico [31]. No obstante, dado el riesgo de hepatotoxicidad, su uso no se recomienda mayor a dos semanas. Otros medicamentos usados son la sertralina, la naloxona, la naltrexona y el nalmefeno [11,16]. Además, se incluyen otras opciones como fototerapia, la plasmaféresis, diálisis de albúmina y tratamiento antioxidante [32]. Finalmente, el trasplante hepático también resuelve pruritos colestásicos que no respondieron a la terapia [11,31].
Los pacientes con cirrosis hepática tienen cambios anormales en la pigmentación, lo que explica la coloración grisácea facial conocida como “cara hepática”, que es inducida por alteraciones en el metabolismo hormonal. La pigmentación café de la cara anterior de las piernas ocurre por edema y obstrucción del flujo venoso [19].
En los pacientes con hemocromatosis, el depósito de hierro en la piel aumenta la producción de melanina, lo que causa una coloración marrón en zonas fotoexpuestas, que se exacerba con la exposición solar; esta coloración es denominada comúnmente “diabetes bronceada” [33]. Además, se pueden presentar cambios ictiosiformes, y la piel puede tomar una apariencia de escamas de pescado y xerosis [16].
Su mecanismo fisiopatológico es similar al de los angiomas en araña, en donde se presenta vasodilatación de capilares superficiales por aumento de estrógenos libres, aumento de FGF y VEGF [11,19]. Se manifiesta por la presencia de abundantes capilares superficiales finos y dispersos que desaparecen a la digitopresión, y se asocian generalmente a angiomas en araña. Su nombre proviene por la semejanza a los hilos de seda finamente cortados de los dólares, y es la lesión en piel más distintiva en cirrosis alcohólica, en conjunto con la contractura de Dupuytren [11].
Las uñas, al igual que las demás manifestaciones cutáneas, se enmarcan en este contexto por hacer parte del sistema tegumentario. Un patrón diferente al normal, con cambios en su morfología, habla de un mal funcionamiento a nivel orgánico, por lo que analizar su apariencia debe orientar al diagnóstico de una enfermedad subyacente.
En el contexto del paciente cirrótico, las alteraciones ungueales se presentan con una frecuencia de hasta el 80 % [5]. Son representativas las uñas de Terry y de Muehrcke; también se pueden evidenciar alteraciones en cuanto a la coloración como tono amarillento y leuconiquia, cambios en la morfología, incluyendo acropaquías y ondulaciones, al igual que en su composición, evidenciándose hiperqueratosis, descamación y onicólisis [10,11,34].
Es importante señalar que la variación en la coloración de las uñas se puede atribuir a la concentración de bilirrubina. En cuanto a la transformación en su morfología, se relaciona con el aumento del tejido conectivo a nivel ungueal, y de igual forma se presentan modificaciones en la composición, debido a que la cirrosis afecta la absorción de nutrientes en el hígado, indispensables para el crecimiento de las uñas [10,19].
Se caracterizan por ausencia de la lúnula ungueal, por ser predominantemente blanca en sus dos tercios proximales y por poseer una línea marrón a rosada a nivel distal de la uña de 0,5 mm a 2 mm de ancho [35] (figura 7). Su fisiopatología es desconocida [36], sin embargo, la teoría más probable sugiere que se debe a una disminución de la vascularización y a un aumento del tejido conectivo dentro del lecho ungueal [5,15,16,19,34,35].
Se presentan con líneas blancas no palpables ubicadas a nivel horizontal de la uña, que desaparecen al hacer digitopresión. Estas líneas se deben a la disminución de la albúmina sérica y la permeabilidad vascular alterada [16,37,38].
Su principal característica es que se pierde la pigmentación, lo cual genera una alteración en el aspecto de las uñas ocasionando un color blanquecino; puede existir la pseudoleuconiquia que es una coloración blanca del lecho ungueal, mientras que la verdadera leuconiquia está presente en la placa ungueal [19,39].
Ocurre una pérdida gradual de la uña como efecto de la alteración en el tejido circundante, ya que la circulación de nutrientes hacia la uña se ve afectada. Se observa desprendimiento distal de la lámina ungueal [11,19,39].
El 76 % de pacientes con hepatopatías presentan dislipidemia, lo cual trae como consecuencia la aparición de xantelasmas, que se ubican en los párpados, y xantomas, que pueden aparecer en diversas partes del cuerpo. Ambos surgen como depósitos de lípidos palpables, de bordes definidos que se acumulan bajo la piel [5].
La afección se asocia con dislipoproteinemia secundaria a enfermedades como la CBP y otras formas de enfermedad hepática colestásica. Esta condición se presenta con mayor frecuencia en mujeres mayores de 50 años [11,19].
En cuanto a la fisiopatología de la CBP, en las primeras etapas de la enfermedad se encuentran elevaciones de la lipoproteína de baja densidad (LDL) y de la lipoproteína de alta densidad (HDL). Sin embargo, cuando esta progresa, se genera una reducción de los niveles de HDL y permanece elevada la LDL [40]. Además, se presenta la aparición de partículas lipoproteicas atípicas, como la lipoproteína X. Lo anterior se traduce en depósitos de grasa, dando así origen a los xantelasmas y xantomas [41].
Se caracteriza por fibrosis y engrosamiento progresivo del complejo fascia-palmar de la mano con aparición de nódulos y cordones palmares. Afecta principalmente las articulaciones metacarpofalángicas e interfalángicas proximales en el cuarto y quinto dedo, sin embargo, puede afectar cualquier falange y su compromiso usualmente es bilateral. Dichos cambios podrían causar alteraciones funcionales dada su limitación en la flexoextensión (figura 8). En la literatura se ha reportado una incidencia del 28 % al 43 % en cirrosis hepática de origen alcohólico versus 22 % a 34 % de origen no alcohólico, con una presentación mayor en el sexo masculino y una edad media de 55 años [42-45].
Con respecto a la fisiopatología, se da por un aumento en el depósito de colágeno tipo III, predominancia de miofibroblastos y regulación positiva de varios factores de crecimiento como el factor de crecimiento transformante beta (TGF-β) y el FGF; además, se ha asociado a un patrón de herencia autosómico dominante [46].
El manejo generalmente es expectante y se incluye el uso de férula, radioterapia, esteroides, vitamina A e interferón. Los casos con gran limitación y pérdida significativa de la funcionalidad podrían beneficiarse de fasciotomía, no obstante, esto no exime de recurrencia o extensión de la lesión [46].
Se caracteriza por el adelgazamiento, la disminución y pérdida de vello axilar, facial y púbico. En los hombres se evidencia distribución femenina del vello púbico, y generalmente se asocia con la aparición de ginecomastia, disminución de libido, oligospermia y atrofia testicular [19,47,48].
Corresponde a un aumento de tejido glandular mamario en hombres, se presenta como una masa palpable en areola o aumento de la mama con una incidencia del 40 % al 55 % en la población general y de 44 % en individuos con cirrosis hepática [5,49] (figura 9). Es causada por factores hormonales, desnutrición, disminución del catabolismo de la androstenediona y aumento del estradiol [5]. También puede ser desencadenada o exacerbada por el uso de medicamentos como la espironolactona [19].
Es un trastorno en la queratinización que se manifiesta con la presencia de pápulas blanquecinas descamativas, localizadas en la espalda, extremidades y en ocasiones tiene una distribución lineal o diseminada. Tiene relación con estados de inmunosupresión y es más común en pacientes con cirrosis de origen alcohólico [50]. Las lesiones generalmente se resuelven al mejorar la función hepática. Sin embargo, pueden progresar a carcinoma escamocelular metastásico [19].
En la tabla 1 se resumen las manifestaciones dermatológicas de la cirrosis hepática, sus características principales y su fisiopatología.
Finalmente, debido a la disfunción hepática, se afecta la síntesis de factores de coagulación, desencadenando trombocitopenia e hiperesplenismo, lo cual termina en la aparición de púrpura, sangrado en encías y hematomas.
Los pacientes con cirrosis hepática pueden presentar un amplio rango de manifestaciones dermatológicas, las cuales se generan principalmente por hipertensión portal y exceso de estrógenos circulantes, sin embargo, su etiología es multifactorial. La mayoría de las lesiones cutáneas son asintomáticas y no requieren un manejo específico diferente al control de la patología de base.
Los hallazgos en piel pueden ser un marcador de enfermedad hepática subyacente o estar en relación con la gravedad de esta, por lo que su reconocimiento permite brindar indicios y mejorar la sospecha clínica al momento del diagnóstico.