Ensayos
Sensaciones a través del tiempo: el dolor en las negociaciones de posguerra de El Salvador1
Sensations over time: the pain in post-war negotiations in El Salvador
Realidad, Revista de Ciencias Sociales y Humanidades
Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, El Salvador
ISSN: 1991-3516
ISSN-e: 2520-0526
Periodicidad: Semestral
núm. 153, 2019
Resumen: Durante el conflicto armado, después de largas negociaciones entre representantes de los Estados de El Salvador y Honduras, ACNUR y los salvadoreños refugiados en este último país, fue posible el retorno de miles de salvadoreños en 1987. Esto condujo al surgimiento de las comunidades rurales conocidas como repoblaciones. En este artículo se examina la formación de un grupo particular al interior de una repoblación: los lisiados de guerra. Por medio de la narrativización de las experiencias de heridas de guerra, argumento cómo el cuerpo de los lisiados y, particularmente, la sensación de dolor es uno de los principales terrenos de negociación del legado del conflicto armado a través del régimen nacional de lisiados que el Estado salvadoreño instaura como parte de los Acuerdos de Paz.
Palabras clave: Antropología, Semiótica, Qualia, Cualisigno, Conflicto armado salvadoreño, Lisiados de guerra.
Abstract: During the armed conflict, after long negotiations between representatives of the States of El Salvador and Honduras, UNHCR and the Salvadoran refugees in Honduras, it was possible the return of thousands of Salvadorans in 1987. This led to the emergence of the so-called repopulations in rural areas of Chalatenango. This text examines the formulation of a particular group inside a repopulation: the war wounded. Through the narrativization of the experiences of war wounds, I argue, that war wounded bodies, and particularly the sensation of pain, is one of the main fields of negotiation of armed conflict legacy, in particular, through the national regime of war wounds established by the Salvadoran State as part of the Peace Accords.
Keywords: Anthropology, Semiotic, Qualia, Qualisign, Salvadoran armed conflict, War wounded.
1. Cicatrices y amputaciones
Como Lindsay French (1994) propone, el cuerpo posee una experiencia y esa experiencia es parte de un contexto social. El contexto social y cultural implica, para la autora, una profundidad histórica que devele las relaciones de poder políticas y económicas presentes. French analiza los significados de los cuerpos de hombres amputados a causa de minas de tierra y asentados en los campamentos en la frontera entre Camboya y Tailandia. La autora reflexiona cómo sus cuerpos mutilados los convierten en una población desechable e, incluso, motivo de temor por la forma como lucen.
Una cicatriz o una amputación, como cualquier objeto, es interpretada en cadenas de signos que C.S. Peirce (1986) caracterizó como “una sucesión infinita” (p. 45). Esta sucesión infinita depende del interpretante: “se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente o, tal vez, un signo aún más desarrollado” (Peirce, 1986, p. 22). En el caso del estudio de French (1994), una amputación es como el fin de su vida útil. En El Salvador, específicamente, entre los exinsurgentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), las cicatrices y amputaciones que muestran en sus cuerpos son el inicio de una nueva lucha en la posguerra, como ellos mismos lo sostienen.
En este artículo reflexiono sobre las estancias de investigación que realicé en la comunidad rural El Corralito2 en Chalatenango, El Salvador, entre los años 2015 y 2016 para mi tesis de maestría. En este sentido, me enfocaré en los encuentros con el grupo de lisiados de guerra de El Corralito y, en especial, en cómo la sensación del dolor, a través de sus cicatrices y sus amputaciones, les permite una elaboración particular del sufrimiento de guerra para legitimar ciertos derechos a partir de la relación de sus lesiones con el contexto bélico de la década de 1980.
Mediante ciertas formas circulantes de la sensación de dolor, en espacios locales y nacionales, se reconocen las marcas corporales y se formula el grupo denominado “los lisiados de guerra de El Corralito”, quienes a su vez se inscriben a la organización nacional llamada “Asociación de Lisiados de Guerra de El Salvador ‘Héroes de Noviembre del 89’ (ALGES)”, así como a la institución del Estado llamada “Fondo de Protección de Lisiados y Discapacitados a Consecuencia del Conflicto Armado (FOPROLYD)”. Con base en Lee y LiPuma (2002), por formas circulantes entenderé “un proceso cultural con sus propias formas de abstracción, evaluación y restricción, que son creadas por las interacciones entre tipos específicos de formas circulantes y las comunidades interpretativas a su alrededor” (p. 192).
2. Las repoblaciones de El Salvador
El conflicto armado salvadoreño ha sido entendido en dos grandes facetas: primero, la conformación de las organizaciones político-militares en la década de 1970; y segundo, el enfrentamiento entre un ejército insurgente3 contra el ejército nacional de El Salvador en la década de 1980. Esta segunda faceta es lo que se conoce como “la guerra civil” (Torres Rivas, 2011; Sprenkels, 2012; Ching, 2016). El conflicto armado terminó en 1992 con la firma de los Acuerdos de Paz en Chapultepec, México, en la cual ambos ejércitos, por medio de un activo papel mediador de las Naciones Unidas, lograron llegar a acuerdos sobre lo que implicaría el cese de la guerra.
El Corralito es una pequeña comunidad rural ubicada al norte del país en el departamento de Chalatenango, posee una historia de violencia política y militar durante el conflicto armado. El Corralito es parte de los territorios que formaron los campos de batalla entre el FMLN, en específico las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) y la Fuerza Armada de El Salvador (FAES). Esta comunidad fue despoblada en 1980 y repoblada en 1988, por simpatizantes y combatientes de la guerrilla, y se autodenomina, junto con centenares de comunidades más, una “repoblación”.4
Las repoblaciones en El Salvador han sido un tema de interés académico desde su aparición. Estas han sido estudiadas desde diversos enfoques, en particular, memoria histórica (Silber, 2011; Lara Martínez, 2016), trauma social (Dickson-Gómez, 2002; Bourgois, 2001) e historia política regional (Wood, 2000; Todd, 2010; Sprenkels, 2018; Binford, 1996)5. Los lisiados de guerra y su sensación de dolor son parte de una de estas repoblaciones y se identifican como un grupo particular al interior de ella.
2.1 El sufrimiento en las repoblaciones
La investigación que he realizado entre 2015-2016 explora la formación de El Corralito como una comunidad imaginada (Anderson, 1997), a partir del sufrimiento del conflicto armado desde ciertos objetos-memoria como fotografías y marcas corporales (Alas López, 2016). “Yo digo que quizás no hubo nadie que no sufrió la guerra”, me decía Ana, una excombatiente de la guerrilla cuando platicábamos en el interior de su casa sobre la historia de El Corralito y las personas que habitan actualmente el lugar. Amado, otro excombatiente de la guerrilla y actualmente parte del cuerpo de agentes metropolitanos en San Salvador, me dijo mientras caminábamos rumbo a otra comunidad cerca de El Corralito: “¿Qué le han contado de la revolución? Mire, en la revolución se sufrió…”
Como Kleinman, Das y Lock (1997) argumentan, “el sufrimiento tiene un uso social” (p. 11); en ese sentido, el sufrimiento al que hacen referencia Ana y Amado en las citas anteriores es un distintivo importante entre los actuales pobladores de El Corralito, el cual es invocado a veces como igualitario o a veces como diferenciado de acuerdo a quien lo promulgue para la legitimidad o no de la pertenencia a El Corralito en el contexto posinsurgente actual.
2.2 El dolor en los lisiados de guerra
“Es un derecho que nos hemos ganado”, me decía Samuel mientras platicaba con él y su esposa sobre los lisiados de guerra. “¿Ganado por qué?”, le pregunté, “pues por el sufrimiento de la guerra”, me dijo Samuel casi alterado por mi pregunta al tiempo que se sobaba el muñón de su rodilla y le daba pequeños golpes que parecían despertar el muslo de su pierna amputada debido a una mina al final de la guerra. “¿Y vos, le pregunté a Valentín [quien perdió uno de sus ojos en la explosión de una bomba], tenés tu ojo ahí?”, Valentín se volteó, serio y llevó su mano al ojo cerrado y hundió sus dedos en el parpado de abajo “no lo perdí, ahí está ¿lo ves?”.
En la comunidad El Corralito, las piernas que faltan, los brazos que faltan y los ojos que faltan son parte de paisaje cotidiano. En esta comunidad, hablar de las “experiencias de heridas”6 en la guerra tiene una particularidad. Los lisiados narrativizan sus heridas a partir de la experiencia cualitativa del dolor. Aunque continuo, dicho dolor no es estático, al contrario, es dinámico, como los mismos lisiados de guerra de El Corralito subrayan: “las lesiones de guerra están empeorando”, en palabras de un antiguo excombatiente de la guerrilla en esta repoblación. En el siguiente apartado elaboraré la reflexión teórica que guía este texto para el análisis de una sensación como el dolor.
3. Sensaciones a través del tiempo
¿Qué es lo doloroso?, ¿qué les la rojez? y ¿qué es la pureza? Lily Chumley y Nicholas Harkness (2013) elaboran –a partir del importante trabajo de Nancy Munn (1986) entre los Gawan en Papúa Nueva Guinea y el uso de la propuesta teórica de C. S. Peirce que Munn realiza– una reflexión sobre la concepción del qualia. Los autores lo entienden como “experiencias sensoriales (como el color, la textura, el sonido y el olor) y de sentimientos ( feelings) (como la ansiedad, saciedad, proximidad y otredad), en los cuales esas qualias están imbricadas en valores culturales, ya sean positivos o negativos” (Chumley y Harkness, 2013, p. 3). Dicho de otra manera, en términos de Harkness (2015), el qualia como “señales pragmáticas (índices) que se materializan fenomenalmente en la actividad humana como cualidades sensoriales” (p. 573). En este sentido, el dolor en la violencia política en Sri Lanka (Daniel 1994), lo suave en la ingesta del soju durante los procesos de modernización de Corea del Sur (Harkness, 2013) o la velocidad y lentitud en la definición de la violencia y la agencia individual en Tijuana (Yeh, 2017)7 formula estas señales pragmáticas a partir de las cualidades sensoriales subrayadas.
Por medio de un análisis tricotómico, C. S. Peirce sugiere un proceso infinito de creación de signos.8 Como Benjamin Lee (1997) lo entiende: “para Peirce era más importante entender cómo los signos pueden generar otros signos y el potencial para construir estructuras de signos” (p. 107). El pensamiento de Peirce se fundamenta en lo que él llamó primeridad, segundidad y terceridad (Peirce, 1986), por tanto, la apuesta por el qualia como señales pragmáticas de cualidades sensoriales se encuentra basada en esta tricotomía.
La primeridad son cualidades abstractas, sin una estructura de signos, las cuales pueden ser experimentadas en la secundidad, es decir, en relación a un sustento empírico: qualia. Dicho sustento, en la terceridad, podría llegar a formar parte de muchos elementos reconocidos, por tanto, convencionalizados en una estructura de signos. Esto es un cualisigno (Peirce, 1986; Lee, 1997, p. 108-118). En este sentido, con base a la propuesta sobre qualia que Chumley y Harkness (2013, pp. 5-6) elaboran, así como la discusión sobre the pragmatic of qualia que Harkness (2015) realiza, elaboro el siguiente cuadro teórico que muestra el proceso tricotómico en relación a los lisiados de guerra:
Cuadro del proceso tricotómico de los listados de guerra
Fuente: cuadro de elaboración propia.Ante esto, lo que propongo a partir del dolor de los lisiados de guerra es, como este artículo se denomina, las sensaciones a través del tiempo, particularmente, la sensación del dolor. “Las lesiones de guerra están empeorando” no es un enunciado que deba pasar desapercibido; al contrario, es una dimensión del qualia que en el caso de los lisiados de El Salvador nos permite reflexionar en su temporalidad, es decir, su visión a futuro, por tanto, la pragmática del dolor (Schaffhauser, 2016, p. 43-45), una revisión del pensamiento pragmático o, en otras palabras, el dolor cargado de intencionalidad ¿para qué?, ¿para quién?, ¿cuándo? y ¿por qué?
Inspirado en C. S. Peirce (1986) y en sus conceptos de ícono e índice (p. 46-62), Michael Silverstein (2004) propone entender la interacción cotidiana discursiva como una “interacción indexical” (pp. 622-623). La interacción indexical significa cómo ciertas palabras o expresiones evocan conceptos socioculturales en el momento de la interacción, a partir de los cuales, los participantes de dicha interacción se sitúan uno frente a otro para indicar elementos que parten de un repertorio cultural que permite la formación de relaciones sociales. Esto es lo que Silverstein llama “ritual de la interacción”.
Las relaciones indexicales no se refieren exclusivamente al momento, sino que se trata de una red potencialmente conflictiva de interdiscursividades que vincula la interacción con espacios más amplios (Silverstein, 2004, p. 623). En este sentido, las relaciones indexicales que la narrativización de las heridas elabora a partir del qualia del dolor permite aproximarnos a las implicaciones de esa narrativización de las heridas de guerra y a la continuidad e incremento del dolor en ellas.
4. La institución y los lisiados de guerra
Los principales temas abordados durante las negociaciones entre el FMLN y el Estado de El Salvador9 se encuentran sistematizados en nueve capítulos que se presentan en el acta de los Acuerdos de Paz (1992). Dichos capítulos abordan la depuración de la Fuerza Armada, la creación de la Policía Nacional Civil, reformas al Sistema Judicial y Electoral, que incluye la conversión de la guerrilla en un partido político, el cese del enfrentamiento armado, el establecimiento de una Comisión de la Verdad y el desarrollo económico y social del país.
En el capítulo V, sobre el tema económico social, se acuerda en el punto 9 a propósito de la formulación de un Plan de Reconstrucción Nacional que:
El Plan de Reconstrucción Nacional incorporará programas que beneficien tanto a los lisiados como a los familiares de las víctimas entre la población civil.10
Es así como el 13 de diciembre de 1992, se creó por medio del Decreto Legislativo N°. 416 el “Fondo de Protección de Lisiados y Discapacitados a Consecuencia del Conflicto Armado (FOPROLYD)”.11 Con el paso del tiempo, la ley ha conllevado a múltiples reformas. Sin embargo, FOPROLYD se trata de una institución autónoma en lo administrativo y con personería jurídica, la cual trabaja con base a un monto presupuestario anual de 46.7 millones de dólares aproximadamente. El decreto otorga a FOPROLYD 50 años de existencia y posteriormente desaparecerá si no se realiza una reforma que amplíe su tiempo.12
La ley contempla la atención médica únicamente para las lesiones que las personas presenten. Además, brinda proyectos que van desde la reinserción laboral productiva, a través del apoyo al emprendimiento de micronegocios hasta las prestaciones económicas, las cuales pueden ser de dos tipos: compensación económica por una vez en la vida o pensión mensual de por vida.13
Una característica importante de la Ley de Lisiados es que la Junta Directiva, el órgano de dirigencia máximo de la institución, se encuentra conformado por representantes de las asociaciones de lisiados en el país, ALGES entre ellas, así como por otros ministerios de gobierno. Sin embargo, la elección del presidente de la institución obedece a una decisión directa del presidente de la República. Desde 1992 hasta 2009, FOPROLYD fue dirigido por la derecha salvadoreña bajo el partido ARENA. Desde 2009, FOPROLYD es dirigido por el gobierno del FMLN; primero, por Mauricio Funes (2009-2014) y después por Salvador Sánchez Cerén (2014-2019).
Las asociaciones de lisiados en El Salvador se dividen, básicamente, a partir de las mismas ideologías del conflicto armado que conllevan a asociaciones de lisiados del FMLN y asociaciones de lisiados de la FAES. Actualmente, las asociaciones más importantes son cuatro:
Asociación de Lisiados de la Fuerza Armada de El Salvador (ALFAES).
Asociación de Oficiales Superiores, Subalternos, Tropa y Administrativos Lisiados de guerra de la Fuerza Armada de El Salvador (AOSSTALGFAES).
Asociación de Lisiados y Discapacitados de Guerra (ASALDIG).
Asociación de Lisiados de Guerra de El Salvador “Héroes de Noviembre del 89” (ALGES).
A grandes rasgos, las dos primeras corresponden a la FAES y las dos últimas al FMLN. No será un punto medular de este documento profundizar en las relaciones entre las distintas organizaciones, más bien, me interesa esbozar los discursos y relaciones entre los pobladores de El Corralito y la principal organización de lisiados del FMLN, ALGES, con la cual todos los lisiados del El Corralito se encuentran organizados y a la cual hacen mención en sus narrativas.
ALGES fue fundado en 1997 y define su misión de la siguiente manera:
Somos una asociación gremial democrática, transparente y solidaria, que lucha por la promoción y defensa de los derechos de la población lisiada de guerra y personas con discapacidad, contribuyendo a mejorar su calidad de vida a través del fortalecimiento del tejido organizativo, productivo y la gestión eficiente de sus recursos.14
En El Corralito, como comunidad repoblada, las marcas corporales de la guerra no son motivo de ocultamiento; al contrario, son mostradas en las formas de vestir –sin camisa, por ejemplo– o en las formas de mover el cuerpo –doblar la pierna mientras se sientan y mostrar la prótesis, por ejemplo–. Los lisiados de guerra en El Corralito que están afiliados a ALGES se reúnen con el coordinador de dicha asociación en Chalatenango para discutir el trabajo que se realiza en el departamento, lo cual va desde proyectos de reinserción laboral hasta la planificación de marchas para presionar por alguna reforma al régimen nacional de lisiados. Además de la pertenencia a una organización nacional, su filiación a ALGES les brinda, a los pobladores de El Corralito, cierta legitimidad a las narrativas de sus heridas de guerra, puesto que uno de los pasos fundamentales en FOPROLYD es garantizar que la marca corporal proviene del conflicto armado.15
Arnulfo, un excombatiente y habitante de El Corralito, fungió como dirigente de ALGES para El Corralito por muchos años. Arnulfo me platicaba sobre lo que denomina “luchas reivindicativas” –una expresión que se utilizó durante el conflicto armado en un sentido bastante similar–, las cuales consisten en manifestaciones públicas en las que se expresan ciertas demandas relacionadas con los diferentes grupos de lisiados. Arnulfo me dijo:
Son las que a nosotros nos valen pues, porque sabemos que si no luchamos no conseguimos lo que pretendemos, ya que todavía faltan muchas cosas que el gobierno o los gobiernos que estén nos puedan facilitar […] Hemos estado peleando más por lo de la salud integral, que sabemos pues que es un beneficio para todos los lisiados […] Hemos estado luchando y no lo hemos podido lograr todavía, porque sinceramente tenemos una mayoría de lisiados que se nos están muriendo por falta de medicamento, tuvimos un caso que padece de los riñones… (Arnulfo, Entrevista personal, marzo de 2016).
La salud integral es la última gran lucha reivindicativa de las personas lisiadas de guerra que la organización de ALGES impulsa. FOPROLYD toma en cuenta únicamente la lesión, no relaciona otras enfermedades. Cuando Arnulfo dice: “tenemos una mayoría de lisiados que se nos están muriendo”, se refiere a la falta de atención integral. En este sentido, las marcas corporales, tanto cicatrices como amputaciones, han adquirido con los años nuevas dimensiones o, en palabras locales, “las lesiones están empeorando”. El proceso dinámico, es decir, degenerativo de las lesiones de guerra es un elemento poco considerado por las políticas de lisiados que el Estado salvadoreño impulsa, pero sí un elemento importante en las narrativas de los lisiados de El Corralito sobre marcas corporales, puesto que el régimen nacional de lisiados tiene un límite de qué tan discapacitada está una persona y un límite en su pensión mensual.
No todos los lisiados de guerra de El Corralito son pensionados. La pensión es el beneficio más importante porque permite un ingreso mensual en un área rural que, principalmente, vive del cultivo de granos básicos (maíz, frijol, maicillo y algunas hortalizas). El régimen nacional de lisiados se basa en una estandarización que define entre el 1% y 100% la discapacidad de una persona para asignar un monto mensual o una compensación económica una vez se ha comprobado que su lesión sostiene una relación directa con el conflicto armado. Esta estandarización se conoce como las “tablas vigentes de pensiones para beneficiarios con discapacidad”.16 Sin embargo, como Arnulfo y los demás lisiados de guerra sostienen: “las lesiones están empeorando”, por tanto, nuevas consecuencias de sus viejas lesiones de guerra emergen más de dos décadas después.
A continuación, presentaré algunas narrativas sobre “experiencias de heridas” de guerra de tres excombatientes de la guerrilla y pobladores de El Corralito y, a partir de ellas, examinaré cómo el qualia del dolor circula entre el espacio local de El Corralito y los espacios nacionales, como el régimen de lisiados, para formar relaciones indexicales, las cuales permiten analizar “el derecho ganado” y con ello su legitimidad.
5. Los “datos y señales de la guerra”
5.1 Guadalupe
Guadalupe, apodado el “Cutío” por la pérdida de su brazo, es un repoblador de El Corralito. Antes de la guerra, Guadalupe vivía en una pequeña comunidad rural cerca de El Corralito. Dicha comunidad, actualmente se encuentra despoblada, ninguno de sus antiguos habitantes volvió para vivir en el lugar. Guadalupe guarda las tierras que su familia tenía y alberga en ellas algunas cabezas de ganado.
Guadalupe se enlistó en la guerrilla a los 13 años de edad. En la guerra, él no sólo perdió la mitad de su brazo derecho, sino también a su madre y a dos hermanas en noviembre de 1982, quienes hasta la fecha se encuentran desaparecidas tras un operativo de la FAES en San Isidro, Chalatenango.
El 4 de julio de 1989, durante un ataque, Guadalupe perdió la mitad de su brazo derecho debido a una granada en mal estado que explotó en su mano antes de ser arrojada al objetivo militar. Él me dice:
Tiré la primera granada yo, reventó donde estaban los soldados, después dije a [tirar] la otra [granada], esa fue la que me reventó en la mano, esa fue la que me hizo mierda…
Guadalupe fue auxiliado por sus compañeros, trasladado para Arcatao, otra repoblación, y dos meses después fue operado del muñón:
Yo me acuerdo que en la mañana por dolor pegaba buenos quejidos […] el muñón estaba haciendo reducción como alrededor del hueso […] El día, justamente el día que deciden operarme aquí por Cordoncillo [otra localidad], hay un desembarco [operativo militar]. Cuando el desembarco vino desgraciadamente yo estaba anestesiado, y allí me movieron en hamaca y anestesiado… Entonces, a los que me iban cargando y la sanitaria, yo los miraba con dos cabezas, yo los miraba horribles, horribles, entonces y me acuerdo que vomitaba una agua amarilla […] para mí eso fue más perro, porque bien feo, bien feo…
Guadalupe me aclara que la amputación es su peor lesión, pero antes que sucediera tuvo otras:
Me hirieron una esquirla aquí ¿ve? En San José, Las Flores y en El Zapotal. Después de esto, andaba con Alcides y me jodieron en el cerro de Nueva Trinidad. Me jodieron de la cabeza, cayó el bombazo cerca y a buenas seis de la mañana. Nos ubicaron a nosotros y venía todo el pencazal [lanzamiento de gran cantidad de bombas, morteros, entre otros] de todo, todo para encima y gracias a Dios poquito me cayó unas esquirlas aquí. Me cayó tierra y piedra aquí y me sangró. Entonces, me fui para Arcatao a estarme otro rato allá, así que son cuatro lesiones. Todas no las puse, porque pues tengo dañado el oído aquí. También tengo insomnio.
A Guadalupe no le gusta usar camiseta, así que mientras narraba iba mostrándome sus cicatrices. Mientras me las mostraba, su hija pequeña jugaba con ellas, las recorría una a una como dibujando el contorno y coloreándolas luego. Guadalupe tiene la oreja derecha cortada en tres partes, además de sus cicatrices en los brazos, hombro derecho, pecho, comisuras de los labios, espalda, cabeza y la mitad del dedo índice en la mano izquierda que se cortó mientras aprendía el oficio de carpintero pocos años atrás.
Con la expresión “todas no las puse”, Guadalupe se refiere a FOPROLYD y al hablar de FOPROLYD requiere un lenguaje particular, ya que las marcas corporales pueden convertirse en porcentajes de discapacidad, de acuerdo a la escala de medición que utiliza FOPROLYD con base a las tablas vigentes de pensiones para beneficiarios con discapacidad. La discapacidad se refiere a la discapacidad productiva de la persona lisiada. Entre las normas del manual para la evaluación de las tablas de discapacidad se aclara: “Lo que se debe valorar es la discapacidad en grados de minusvalía, no se valoran diagnósticos, sino repercusiones funcionales de los mismos” (FOPROLYD, S. F. p. 5).17
De acuerdo a las tablas de pensiones, Guadalupe cuenta con el 71% de discapacidad, por tanto, le atribuyen la pensión máxima: $302.04. La pensión máxima es de sólo $50.34 más que el salario mínimo en El Salvador ($251.70).18
Guadalupe me comenta el inicio de su relación con FOPROLYD:
- Guadalupe: Me censé en 1993 y en 1995 me vino la primera carta del Fondo.
- Adriana: ¿Qué le solicitaban en el censo?
- Guadalupe: Se daban todititos los datos de uno […]
- Adriana: ¿Qué requisitos le pidieron para ser pensionado?
- Guadalupe: Los datos y las señales de la guerra, así digamos, éste tiene amputada la mano y así… Entonces, con eso había la prueba ya más detallada para decir “éste merece este beneficio y hay que dárselo”. Entonces, cuando estábamos nosotros en Guarjila [otra repoblación] nos reunía el tal “Paco” de Alemania, creo que es, y dijo que esa pensión de nosotros era de por vida, hasta que nos muriéramos. Hoy está negociado que si uno se muere y el hijo es menor se la pueden dar a ellos, es un logro ¿verdad?
La relación entre FOPROLYD y los lisiados se ha ido transformando con los años y ha alcanzado algunas ventajas como la posibilidad de heredar la pensión. Sin embargo, las lesiones de Guadalupe, aunque alcanzan el máximo de la pensión, empeoran:
La parte más sensible es ésta [la parte baja del muñón], ya el hueso tiene más capacidad, como que aquí se pasaron todos los nervios para abajo [del muñón] y aquí ya no hay nervios. Entonces, por cualquier cosa… ¡el hueso no de balde es hueso! Si no que está para que choque allí ¿verdá? [Me dice Guadalupe mientras golpea con fuerza la silla de madera a la par nuestra con el hueso de su muñón] Pero –continúa Guadalupe– desde hace un tiempo para acá he sentido unos cordonazos, he sentido aquellos halones… Me dijeron: “si en caso usted siente algo o dolor, aquí le vamos a dar esta hojita de viáticos. Si tiene dolor va a la unidad de salud a que le llenen esta hojita y le den la medicina”.
Guadalupe es un combatiente reconocido. Él también es parte de una familia de guerrilleros, la mayoría de sus hermanos se incorporaron a la guerrilla. En la posguerra, Guadalupe y su familia han adquirido ciertas relaciones interpersonales con miembros importantes del partido de izquierda FMLN, las cuales han sido de beneficio para diligencias, búsqueda de trabajo y becas para sus hijos. Sin embargo, para Guadalupe esto no ha sido suficiente, considera que muchos jefes obtuvieron mejores condiciones que los combatientes y dejaron de ayudar a “la gente verdaderamente19 sufrida por la guerra y dañados”.
5.2 Alcides
Alcides, un excombatiente de la guerrilla y repoblador de El Corralito, tiene largas cicatrices, principalmente en el brazo derecho, las que a simple vista parecen pulseras que redondean su brazo, pero de cerca se trata de la piel que se ha volteado por las heridas de las esquirlas de metal, lo cual recubrió el brazo con una cicatriz y volteó la piel original. Además, Alcides tiene pequeñas cicatrices en forma circular en brazos y piernas, así como puntos negros que sobresalen en algunas partes de su cuerpo, principalmente en la cabeza. Esos puntos negros son pequeños pedazos de hierro que las bombas que explotaron cerca de él le dejaron incrustados. Alcides me aclaró que en su cuerpo retiene muchas esquirlas de metal, que con los años van aflorando en la piel y entonces se las retiran con un pequeño corte de bisturí. Me dijo que no es posible extraer las esquirlas de la cabeza por un derrame leve que tuvo al terminar la guerra.
Alcides fungió como jefe de pelotón durante la guerra. El pelotón estaba constituido por cerca de 32 combatientes, una radista – encargada de comunicaciones– y una sanitaria –enfermera–. La jefatura de Alcides durante la guerra y sus experiencias de heridas (de dolor), lo colocan no sólo como un sufriente de la guerra, sino como alguien mucho más estratégico para las funciones políticas del FMLN como partido en la posguerra. Por ejemplo, los diferentes cargos públicos que Alcides ha obtenido a diferencia de Guadalupe y Jorge, de quien hablaré más adelante, vislumbran una distinción entre cuándo y cómo su sufrió, para el caso de Alcides, determinada herida y su dolor.
Alcides tiene muchas marcas corporales en su cuerpo. Me enfocaré en la que él dice ser “su peor herida”:
-Alcides: Fue en un desembarco [operativo militar FAES] en La Laguna [nororiente Chalatenango] fue el [19]87, septiembre del 87. Nosotros, justamente me dijeron: “mirá, es de ver para el día de mañana posibles desembarcos, hay que prepararse para esperarlos”, y vengo yo y me subí con una gente a ese cerro que le llaman El Pandorita. Entonces, con 8 hombres, teníamos 2 ametralladoras, vedá.20 Para no dejarlos caer [a los soldados] y sí cayeron siempre... entonces, ahí me mataron a dos hombres… […] simas21 me quitan una ametralladora, simasito, pero no, no quitaron armas ni nada, vedá. Fue cuando yo, este, voy a ver si un compañero estaba muerto o estaba herido porque estaba tendido, vedá. Fue cuando viene el helicóptero y yo, como estaba a la orilla de un palo,22 lo agarraron a tiros [los soldados al palo], entonces fue cuando me dieron un granadazo, fue como me hizo pedazos bastante…
-Adriana: Esquirlazos…
-Alcides: Ajá, sí, esquirlas en la cabeza y aquí tengo un vergo23 de esquirlitas. Entonces […] caí justamente adonde estaba otro bicho24 de los que estaban conmigo: herido… Nos quedamos, como a las dos de la tarde se vino un neblinaje, una tormenta y de ahí la bulla de los soldados, porque eran paracaidistas… De ahí, se quitó y le digo al bicho: “hey, fijate que ya se fueron”. El bicho tenía cortado como esta cañuela [clavícula] de acá, cortado así y tenía como un disparo acá y tenía un hoyo por acá [Alcides me muestra en su cuerpo cómo entre el hombro y el pecho una bala había atravesado a su compañero] […] “¿qué te parece?”, le digo yo, “vámonos”. Yo ya no podía caminar, pero salí pa’ bajo arrastre y arrastre hasta que llegamos a la calle que va para la Laguna, nos pasamos la calle y salimos, llegamos hasta donde estaba el campamento: no había nadie.
Al llegar al campamento, Alcides ya no podía moverse. Al siguiente día, una tropa guerrillera fue en su búsqueda, pero se encontraron una nueva emboscada del ejército, en la cual murieron tres hombres y otro perdió una pierna. De la emboscada al lugar donde se encontraba Alcides y su compañero, eran menos de 30 metros.
Nueve días pasó Alcides y su compañero esperando que alguien llegara por ellos. Según Alcides, no comieron, ni bebieron, excepto el agua de la lluvia, pero sí hicieron pedazos la ropa que traían para apretarse las heridas. Decidido a morir en el intento, el compañero de Alcides dejó la ropa militar y salió, con las heridas llenas de gusanos, a buscar ayuda. “¿Ya no le dolían sus heridas?”, le pregunté yo, “como no, sí, dolía…”, respondió Alcides. Mientras continuó él: “lo que hice fue que me quedé ahí, pero sí comencé, ya como estaba solo, a sentirme como con desvaríos, poquito más agotado, más cansado…”.
Alcides me dijo que a las nueve de la noche escuchó: “como pasos ¡PLAIS! Se cayó alguien, alguien cayó porque le dijo el otro: “hey, tené cuidado”. “Los soldados – pensó Alcides– pero bien cerquita lo oí, quizá como a unos 10 metros, ya después oí que dijeron, vedá, “¡ABELÚÚÚÚÚ!”.
Abelú era una de las formas en que se referían a Alcides como parte de sus seudónimos de guerra, finalmente fue rescatado: “vino la sanitaria ¡Pas! Las inyecciones…”. Alcides se durmió y fue trasladado a un hospital clandestino, en el cual recuerda las curaciones: “con jabón vedá, desinfectante, entonces arde”. Alcides me dice: “es triste, mire que lo estén curando a uno no es tan fácil”. La recuperación de Alcides tardó alrededor de cinco meses. Después, Alcides se reincorporó a la batalla y le delegaron el entrenamiento de nuevos jóvenes enlistados en la guerrilla.
Como Guadalupe, Alcides afirma que va empeorando. Alcides cuenta con un 34% de discapacidad de acuerdo a FOPROLYD, por lo cual le atribuye el 80% de la pensión, es decir, $241.63. Alcides buscó nuevamente a FOPROLYD en 2016 para que su caso fuera reevaluado por médicos y psicólogos, porque “es que esta herida me está cortando esta parte [muñeca] entonces y ha salido como una punta acá que cuando se me duerme, me duele, […] es como que hay una esquirla acá en esta parte de aquí [muñeca], es la que entró acá y es la que hace que estos dos dedos […] se me queden sin fuerza”. Alcides me explica cómo su brazo derecho ha comenzado a presentar otros síntomas que originalmente no tenía y cómo las esquirlas que siguen habitando su cuerpo están, más de 20 años después, comenzando a causar estragos mayores.
5.3 Jorge
Jorge es un antiguo insurgente que actualmente se dedica a la agricultura y recibe puntualmente cada mes lo correspondiente al 19% de discapacidad que su lesión le causa, es decir, $120.82. Jorge es un hombre de 65 años, moreno y con principios de calvicie. Siempre se viste con un inmenso sombrero de palma, botas, jeans y camisa a cuadros con botones. La sonrisa de Jorge es la mejor parte de su retrato, la cual intenta mantener aun cuando me cuenta los sufrimientos que pasó en la guerra. Jorge me recibió en su casa al lado de Teolinda, su actual esposa, una mujer de alrededor de 50 años, con cabello lacio, castaño y ojos siempre cansados.
La entrevista y los múltiples encuentros sostenidos con Jorge fueron importantes en términos del valor de observar “las señales de la guerra”, en palabras de Guadalupe, porque las cicatrices de Jorge son más difíciles de apreciar. Al tiempo que Jorge narraba sobre las heridas, me mostraba sus inmensas cicatrices de color blanco que modelaban su cintura del lado derecho y la unión de su pierna con la cadera. Luego, se volteó y me mostró la espalda baja con grandes agujeros de color blanco.
Jorge fue de los primeros insurgentes que se organizan clandestinamente a mediados de la década de los 70. En los 80, Jorge se enlistó en las Fuerzas Populares de Liberación, junto a Alcides, y se dedicó al trabajo de arsenales y abastecimiento. El primero consistía en mantener a salvo y a la orden todo el equipo militar para una unidad de combate, mientras el segundo consistía en abastecer de alimento y ropa a la guerrilla.
Jorge me contó que fue herido durante:
Un retiro que hicimos al lado del Cordoncillo [localidad en Chalatenango], verdá. Retiro que hicimos consecuencia que venía el Batallón Atlacatl.25 [El batallón] venía avanzando en la operación que traían a la Laguna. Nosotros corrimos al lado del Cordoncillo, pero ellos siempre […] iban poniéndole seguimiento a la cosa [las acciones de la guerrilla] por medio de los radios, verdá, y el problema mío fue por un mortero…
-Adriana: ¿Esquirlas?
-Jorge: Ajá… Sí, el mortero caía al suelo y volaban el vergo de esquirlas. El mortero lo tiraron desde la Sierpe [puesto militar en el casco urbano de Chalatenango] y ese voló en esquirlas, pedazos de “güishtes” [vidrios] y la pura lata, pero prendidos. Los morteros [el tamaño] era así la papaya [gesto con sus manos, alrededor de dos cuartas] […] Me cayeron unas esquirlas que volaron donde estábamos protegidos, pero como allí estábamos en un campo raso, más que todo, sólo palos habían, verdá.
Jorge me narró un poco más del contexto de su herida:
Allí estábamos en retirada, como nosotros éramos de arsenales, verdá. Andábamos armados, íbamos retirándonos con la masa,26 sacándola, sacando la masa, porque como allí en La Laguna teníamos el vergo de gente, gente con niños y gentes ancianas, verdá. Esa es la gente que íbamos apoyando, porque nosotros teníamos esa responsabilidad también de defender esas masas, que no fueran a perecer.
En eso me cayó el mortero […] allí los demás compañeros me sacaron […] me llevaron, todavía caminando, me llevaron, chorreando sangre, pero me llevaron… Me quedaron unas [esquirlas] porque aquí tengo otras mire. Me quedaron unas esquirlitas aquí ¿ve?
Como en los casos anteriores, la lesión de Jorge ha empeorado con los años:
[…] se acumuló [la lesión] y me cayó un dolor en la canilla [pierna], que yo no podía caminar, se me entiesó [rigidez] la canilla, si yo anduve con muletas, y luego con el tiempo fue que me apareció eso [hernias], ya cuando me había dañado por dentro fue que sentí el dolor y dolor…
Jorge fue operado por hernias y una infección interna algunos años después de su lesión. Como consecuencia de dicha operación porta otra cicatriz que él mismo incluye como parte de sus cicatrices de guerra, la cual atraviesa el centro de su estómago hacia abajo. Actualmente, no puede hacer esfuerzos físicos que requieran fuerza y tampoco inclinarse demasiado, algo muy importante para el trabajo agrícola en el uso del machete.
Durante el último gobierno del partido de derecha ARENA (2004-2009), Jorge fue llamado por FOPROLYD para una reevaluación de su caso:
A mí la comisión que estaba anterior, me depuró 5 años, me quitaron la pensión… La comisión evaluadora [de FOPROLYD] lo hizo. Bueno, yo no sabía, verdá. La señora que me estaba entrevistando, pues me dijo: “me vas hacer esto, me dijo, para comprobar tu discapacidad cómo está”. Me hizo que caminara así en puntillas [Jorge procede a caminar en puntillas frente a mí] Bueno, yo como no sabía, verdá. Esta señora me estaba probando y la cosa era que caminara así pues. Yo lo podía hacer por el hecho de no estar cuto [sin piernas], verdá. Solo el cuto, tal vez, no lo podría hacer. El caso fue que desde allí fue la última […] cuota [de dinero mensual] que yo recibí, verdá. Pero, la entrevistadora, no me dijo “vos tenés esto y esto”. La comisión trató de hacer eso para sacarme y no me explicó. Después me fui hacer una nueva apelación a ALGES, allí estaba Marvin… Marvin, hoy trabaja en el Fondo [FOPROLYD], allá en la oficina central [San Salvador], le digo: “mire compañero Marvin, yo vengo porque a mí me quitaron la ayuda desde hace 5 años y quiero hacer una nueva apelación, porque la verdad es que tengo derecho, porque en la guerra me sucedió esto y tengo el derecho”. “Ajá, me dijo, ¿Y no te dijo nada la comisión?”. “No me explicaron” Le dije yo.
Por medio de ALGES, Jorge ganó su apelación y al inicio del primer gobierno del FMLN (2009-2014), Jorge fue aceptado nuevamente y pensionado. Él adjudica su regreso a FOPROLYD al cambio de gobierno.
Si de aquí sacaron a un montón […] Una vez entró Funes empezó a integrar otro montón de gente, pues hasta allí es donde tengo yo la historia del sector lisiado […] La historia de la guerra no la vivimos solamente al que le pasó un fracaso [lesión] en la guerra, por ejemplo aquí tenemos todo este “gentillo” que vive aquí [en El Corralito]… [Pocas] familias no vivieron la guerra porque se fueron de aquí. De ahí, los que nos quedamos aquí en la montaña, si usted entrevista a toda la comunidad, todos le van a decir “yo anduve en tal cosa, yo anduve en otra” y así, verdá.
Jorge me explica que la guerra se vivió de “varias formas”: “gente guindeó [refugiados en las montañas], niños fueron correos de la guerrilla, combatientes y acá [en referencia a El Corralito] todos de una u otra forma son veteranos de guerra. Aquí casi toda la gente sufrió, es sufrida”, concluyó Jorge etiquetando a la mayoría en El Corralito como gente sufrida.
6. Qualia y cualisigno del dolor: de lo local al régimen nacional de lisiados
Tal como Jorge, Guadalupe y Alcides explican, las cicatrices y las amputaciones corresponden a un grupo muy específico en El Corralito. A pesar de que, según Jorge, la mayoría de pobladores de El Corralito son veteranos de guerra, sólo algunos de estos veteranos cumplen con las características para ser lisiados de guerra. Los lisiados de guerra no solamente son visiblemente distintos, en relación a la estética de sus cuerpos, a los demás habitantes del lugar, sino que también poseen lo que los lisiados denominan una “doble condición”, en palabras de los lisiados mismos. La “doble condición” significa: ser lisiado y ser veterano de guerra, al mismo tiempo.
Recientemente, la Asamblea Legislativa aprobó una Ley de Veteranos de Guerra. A grandes rasgos, la ley contempla iniciativas productivas, otorgamientos de tierras, atención en salud y pensiones. Cuando Jorge dice que la guerra “se vivió de varias formas” y que “aquí [en El Corralito] casi toda la gente sufrió, es sufrida” indica ciertas relaciones entre lisiados y no lisiados. Los primeros son las personas que han acumulado sufrimiento de guerra –doble condición– y los segundos son los sufridos, aunque en grados menores. Por supuesto, esto no es necesariamente o en todas las ocasiones aceptado por los veteranos. No obstante, una suerte de graduación del sufrimiento emerge en la cotidianidad de los habitantes de El Corralito.
En este sentido, en lo local, donde se formula una cierta comunidad interpretativa, se relaciona indexicalmente el dolor (del que hablan las narrativas de Jorge, Guadalupe y Alcides) con el sufrimiento de guerra del que los lisiados son parte como pobladores de El Corralito. “Yo digo que quizás no hubo nadie que no sufrió la guerra”, dicen en referencia a la mayoría de pobladores de El Corralito. Este dolor circula al régimen nacional de lisiados, el que como comunidad interpretativa, relaciona indexicalmente el dolor con un porcentaje de discapacidad. En dicho porcentaje de discapacidad, el sufrimiento de guerra, del cual se habla en El Corralito, no es una variante para aumentar o disminuir el porcentaje. No obstante, en una suerte de graduación del sufrimiento y los porcentajes, existen resonancias entre lo que he llamado, finalmente, mediciones, de discapacidad en el régimen nacional de lisiados. En este sentido, en lo local y en el régimen nacional de lisiados se forman comunidades interpretativas (Lee y LiPuma, 2002, p. 192) que se entrecruzan para entender y significar las marcas corporales de una manera particular.
En el régimen de lisiados, se examinan las heridas correspondientes al pasado de guerra, las cuales continúan en el presente, a partir del dolor y otras repercusiones que éste trae consigo; repercusiones presentes, pero también futuras. En todas las narrativas examinadas, en particular la de Alcides, las esquirlas incrustadas en su cuerpo van aflorando con los años y devienen en nuevas y futuras sensaciones de dolor, adormecimiento, entre otros: “[…] y ha salido como una punta acá que cuando se me duerme, me duele, […] es como que hay una esquirla acá”; “se acumuló la lesión […] ya cuando me había dañado por dentro fue que sentí el dolor y dolor”; “desde hace un tiempo para acá he sentido unos cordonazos, he sentido aquellos halones”.
En FOPROLYD, la cicatriz como índice del dolor es valorada como parte de los porcentajes de discapacidad. Esta discapacidad indica repercusiones en términos funcionales. Para Guadalupe, Alcides y Jorge, las labores del campo, así como el uso de máquinas –por ejemplo: conducir un automóvil como parte de su dinámica productiva– es la parte que el régimen nacional de lisiados evalúa. En otras palabras, la discapacidad productiva que ocasiona la lesión para el presente de los lisiados es la métrica común que, con base a Espeland y Stevens (1998), implica el proceso social de expresión o medición de características normalmente representadas por diferentes unidades (p. 4), lo cual establece los porcentajes de discapacidad en los que el dolor es sólo una parte del proceso evaluativo.
Los porcentajes de discapacidad de Guadalupe, Alcides y Jorge pertenecen a rangos distintos. Guadalupe se encuentra entre los rangos máximos de discapacidad (71%), Alcides en los rangos intermedios (34%) y Jorge en los rangos más bajos (19%). En el régimen nacional de lisiados, dentro de las normas generales del uso de las tablas para evaluar la discapacidad, se enfatiza que se asignará un porcentaje de discapacidad con base al “dolor”, el cual depende de las limitaciones articulares que este cause en la persona (FOPROLYD, S. F. p. 8).
A pesar del reconocimiento del dolor como un factor de discapacidad en el régimen de lisiados, Guadalupe, Alcides y Jorge hablan de sentir dolor por sus lesiones de guerra de una forma distinta a la métrica en las políticas de lisiados del Estado. En sus narrativas, ninguno de ellos se posiciona como más o menos lisiado que otro, sino que se ubican alrededor de la categoría común de “lisiados”: “hasta allí es donde tengo yo la historia del sector lisiado”, “esa fue la que me reventó en la mano, esa fue la que me hizo mierda…”, “me dieron un granadazo, fue como me hizo pedazos bastante…”, y cómo sus lesiones de guerra continúan repercutiendo en sus vidas y lo que en la actualidad merecen por ello. La etiqueta de lisiados, que el régimen les atribuye, es localmente resignificada para entender que los dolores de Guadalupe, Alcides y Jorge se asemejan entre ellos porque parten de experiencias de heridas comunes en el contexto de guerra, hoy en día son cicatrices, lo cual permite reflexionar sobre sus manifestaciones de sentir dolor en términos de qualia, esto es, como una experiencia compartida y reconocible.
Lo que hace posible que el qualia del dolor establezca semejanzas entre las sensaciones que Guadalupe, Alcides y Jorge puedan sentir desde sus marcas corporales es su imbricación en valores culturales (Chumley y Harkness, 2013, p. 13). Estos valores culturales están relacionados con su organización local como “grupo de lisiados” y su organización nacional por medio de ALGES, además de su pertenencia a El Corralito como una comunidad imaginada alrededor de la historia de la guerra y organizada en torno al sufrimiento.
En este sentido, el qualia del dolor que los lisiados experimentan a partir de sus heridas se vuelve algo convencional que permite ubicarlos como un sector poblacional específico y determinado a partir de un entrecruzamiento entre la categoría de “lisiados”, que el régimen nacional asigna, y la concepción local que permite que el “dolor” de los “lisiados” sea reconocido como una experiencia cualitativa de la guerra. Dicha experiencia es generalizada a este grupo y se reconoce como parte del sufrimiento que todos experimentaron, Por tanto, les permite el tránsito de la experiencia de dolor en las “señales de la guerra” –cicatrices y amputaciones– a un cualisigno convencional (Harkness, 2013, p. 15).27
El dolor como cualisigno convencional es parte de los “puntos culturales de orientación” (Harkness, 2013, p. 15) que localmente se entiende como “sufrimiento” y los “derechos” que el “sufrimiento” otorga a determinados tipos de personas frente a las políticas de posguerra del Estado salvadoreño. En el caso particular de los lisiados, como lo dijo Guadalupe: “las señales de la guerra […] con eso había la prueba ya más detallada de decir “éste merece este beneficio”, o Jorge que argumenta “tener el derecho” por sus experiencias de heridas en la guerra.
7. El dolor en las negociaciones de posguerra
Las formas de hablar sobre las experiencias de heridas y los gestos que las acompañan para poder ver o mostrar la cicatriz o amputación (“Me quedaron unas esquirlitas aquí ¿ve?”) provocan un llamado de atención durante las conversaciones con los lisiados de guerra. Este llamado de atención a ciertas cicatrices y a ciertas amputaciones provocadas en el contexto del conflicto armado por morteros, balas y otros, formulan, como he dicho arriba, una relación indexical con el dolor; la cual indica, por un lado, el sufrimiento de la guerra, por otro, la discapacidad y el incremento de esta relación.
El dolor a través de las cicatrices y amputaciones es parte del sufrimiento de la guerra, el cual, como Jorge lo hace ver en sus palabras: “Aquí casi toda la gente sufrió, es sufrida” [por la guerra], es mucho más amplio y no es exclusivo de quien fue lesionado en el conflicto armado. El dolor es una forma de sufrimiento de guerra que legitima su pertenencia a la comunidad de El Corralito como parte del contexto posinsurgente de hoy y les permite formar su lugar en la comunidad como “el grupo de lisiados de guerra de El Corralito”, a quienes se les reconocen sus experiencias de heridas en el contexto de la guerra. Como he dicho antes, una particularidad en este grupo es que no hablan de un dolor jerarquizado entre ellos mismos, a diferencia del régimen nacional de lisiados donde la jerarquización en porcentajes de discapacidad es lo central.
La circulación del dolor de los lisiados de guerra entre lo local y lo nacional es clave en las formas de narrativizar sus experiencias de heridas y su dolor a partir de la temporalidad o visión a futuro del dolor en relación al incremento del mismo dolor; esto no es expresado si no es en relación al régimen nacional de lisiados. Para el caso de Alcides y Jorge, dicho incremento aún les permite escalar en los estándares de discapacidad del Estado salvadoreño. El caso de Guadalupe es distinto. Él ha alcanzado el máximo porcentaje de discapacidad reconocida. Sin embargo, las “luchas reivindicativas” por la salud integral que los lisiados realizan a través de ALGES es, precisamente, el llamado de atención y la propuesta por parte de los lisiados al Estado salvadoreño, no sólo de la continuidad del dolor de sus heridas, sino del incremento de éste con los años; en otras palabras, de su visión a futuro del dolor en la degeneración de sus cuerpos.
Las partes ausentes del cuerpo, las cicatrices de bombas y disparos y los pedazos de metal que florecen en el cuerpo de los lisiados son, por tanto, uno de los principales terrenos en que el legado del conflicto armado salvadoreño renegocia las posibilidades políticas; en este caso, la legitimidad de su dolor y, a partir de éste, el “derecho que nos hemos ganado”, tal como un excombatiente me lo hizo saber.
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Apéndice
Notas
Enlace alternativo
https://revistas.uca.edu.sv/index.php/realidad/article/view/4478/4468 (pdf)