Cambios y transformaciones en las familias latinoamericanas
Organización doméstica y convivencia en la configuración de prácticas alimentarias de escolares en el sur de la Ciudad de México*
Division of labor and family life in feeding practices’ configuration of school children in south Mexico City
Revista Latinoamericana de Estudios de Familia
Universidad de Caldas, Colombia
ISSN: 2145-6445
ISSN-e: 2215-8758
Periodicidad: Semestral
vol. 15, núm. 1, 2023
Recepción: 06 Junio 2022
Aprobación: 03 Octubre 2022
Resumen: Objetivo. Explorar los procesos que inciden en las prácticas alimentarias que se relacionan con exceso de peso, desde el enfoque de la dinámica familiar. Metodología. A partir de un ejercicio de microanálisis se analizaron 14 entrevistas en profundidad a madres de dos estratos socioeconómicos en el sur de la Ciudad de México. Resultados. Se identificó que la ingesta de niños y niñas no depende solo de lo que las madres proporcionan, intervienen otros familiares y, de forma crucial, los padres al proporcionar alimentos que buscan demostrar afecto o bienestar económico. Conclusiones. El reparto de trabajo doméstico y extradoméstico, así como las formas de convivencia que se establecen entre los miembros del hogar, repercuten en lo que consumen los escolares en casa.
Palabras clave: Alimentación, escolares, dinámica familiar, división del trabajo, convivencia familiar.
Abstract: Objective. To explore the processes that define eating practices related to high levels of excess weight, from the perspective of family dynamics. Methods. Based on a microanalysis, 14 in-depth interviews with mothers from two socioeconomic strata in the south of Mexico City were analyzed. Results. It was identified that the intake of boys and girls does not depend only on what mothers provide, other family members intervene, and crucially, fathers when providing food that seeks to demonstrate affection or economic well-being. Conclusions. The distribution of domestic and extra-domestic work as well as the family life affect what the schoolchildren consume at home.
Keywords: Feeding, school children, family dynamics, division of labor, family life.
Introducción
En México, entre 1999 y 2006, los niveles de sobrepeso y obesidad se incrementaron alcanzado un 70% de la población adulta y más del 30% de niños y niñas entre 5 y 11 años. En 2012 se observaron niveles similares (Gutiérrez et al., 2012) y en 2016 no se encontraron diferencias significativas (Shamah et al., 2016). Pero los datos de 2018-2019 muestran que el exceso de peso se ha incrementado en todas las edades presentándose en 35,5% de niños y niñas en edad escolar, 38,4% de adolescentes y 76,8% de mayores de 20 años, aumentos identificados en cada región y tipo de localidad (Shamah et al., 2020).
Frente a esa tendencia que incrementa la mortalidad por padecimientos crónicos (Gómez et al., 2016), las primeras acciones poblacionales comenzaron en 2010, enfatizando el cambio de comportamientos individuales (Secretaría de Salud, 2010) y la autorregulación de la industria alimentaria (García, 2019). A la par, se definieron lineamientos para alimentos y bebidas expendidos en el entorno escolar, aunque se incumplieron debido al cabildeo de la industria alimentaria (Barquera et al., 2013).
Si bien el establecimiento de un impuesto al refresco, la regulación de la publicidad dirigida a menores en 2014 y la aprobación de un etiquetado frontal contribuyen a un ambiente alimentario más sano, la reducción del presupuesto de salud, así como la falta de capacitación del personal médico, son retos pendientes (Barquera y White, 2018).
Otra forma de analizar y atender los riesgos para la salud de la población ha sido la prevención y la reducción del exceso de peso desde la infancia (Lobstein et al. 2004), principalmente estudiando la formación de hábitos alimentarios (Durá et al., 2013). El desarrollo de este enfoque involucra a los agentes que proporcionan los alimentos y cuidados que requiere la niñez.
Diversos estudios cuantitativos han mostrado la alta propensión a la obesidad o el sobrepeso de los hijos e hijas si los padres presentan alguna de esas condiciones, por ejemplo, en China (Jiang et al., 2013), Inglaterra, Escocia y Gales (Li et al., 2009), Corea (Lee et al., 2013), Canadá (Maximova et al., 2008) y también en México (Flores et al., 2005; Klünder et al., 2011). Otros apuntan al ambiente compartido en el hogar más que a la carga genética, como el aspecto con más efecto sobre el exceso de peso durante la infancia (Ajslev et al., 2015; Su y Patti, 2019).
Lo anterior conduce a la necesidad de analizar al hogar y a la familia para identificar su papel y ponderar su importancia. En la etapa actual de conocimiento, ello supone implementar herramientas cualitativas, para analizar vivencias y experiencias que requieren de una construcción-reconstrucción-deconstrucción (López, 2005). Por ello, en este artículo, el objetivo es explorar los procesos que configuran las prácticas alimentarias en el ámbito del hogar, relativizando las visiones estereotipadas (Ospina y Montoya, 2015), atendiendo a la diversidad de formas concretas que puede tomar.
La primera sección presenta un posicionamiento conceptual que problematiza las nociones tradicionales respecto a la alimentación dentro del hogar. En la segunda sección se presenta el diseño para captar dichos procesos, el procedimiento de selección de la muestra y las estrategias analíticas. Posteriormente se presentan los resultados obtenidos, así como la discusión que de ello se deriva, para cerrar con las conclusiones más relevantes.
Referente teórico y conceptual
Más allá de la susceptibilidad de la población mexicana a acumular peso (Ojeda et al., 2013), el incremento en el consumo de alimentos ultraprocesados, que involucra diversos cambios económicos y sociales, es un factor clave en toda Latinoamérica (OPS, 2015). Por ello, el exceso de peso no se puede entender solo como la acumulación de grasa a partir de los alimentos, sino también como todo un proceso de corporeización que involucra las interacciones de los sujetos, en diferentes contextos (Krieger, 2011). Consideremos de principio la abundante oferta de alimentos de escaso valor nutricional para la niñez, camino a la escuela y dentro de ella (Bonvecchio et al., 2010; Shamah et al., 2011), además del acoso mediático de la industria alimentaria (Barquera et al., 2018).
Al analizar características del hogar, se ha identificado que el riesgo de la población escolar de presentar un peso elevado se incrementaba con el nivel socioeconómico (Flores et al., 2005; Bonvecchio et al., 2009). Esto puede relacionarse a la atribución de bienestar y movilidad social, tanto a los alimentos industrializados como a los “antojitos”, lo que impulsaría su consumo conforme aumentan los ingresos (Torres, 1997; Bertran, 2010).
Puntualmente, la adquisición, la elaboración y el servido de los alimentos forman parte de las tareas de consumo y mantenimiento cotidiano que se cumplen en el hogar (Jelin, 1998). Dado que esas labores suelen atribuirse a las madres, con frecuencia se les responsabiliza por el exceso de peso de los escolares sobresimplificando el fenómeno (Cabello y De Jesús, 2011).
Para eludir interpretaciones reduccionistas como la anterior, García y De Oliveira (2006) propusieron el estudio de la dinámica familiar para comprender las relaciones de poder en parejas de dos ciudades metropolitanas en México. Dicha propuesta se basa en dos ejes analíticos: la organización del trabajo y las formas de convivencia, a las que subyacen concepciones sobre los roles de género. Estos ejes permiten analizar la desigualdad de poder, considerando la profunda interrelación que guarda la familia con el Estado y el mercado. En conjunto, esos elementos cuestionan las prácticas de investigación que derivan del funcionalismo, persistente en la investigación en familia (Ferree, 2010).
Así, es posible recuperar ese enfoque para el examen del sustento de las prácticas alimentarias. A partir del reparto de tareas, tanto dentro (trabajo doméstico y de cuidado) como fuera del hogar (trabajo remunerado), se pone en duda que el exceso de peso de los escolares dependa solo de la alimentación que ofrece la madre. Del mismo modo, la forma concreta en la que se presenta la convivencia en el hogar puede impactar en las prácticas alimentarias, más allá de los supuestos de armonía, homogeneidad y autonomía en la vida familiar, haciendo necesario analizar el manejo de la disciplina y los conflictos.
Este texto se enfoca al reparto de tareas y la convivencia y su relación con prácticas alimentarias en el hogar, puesto que las repercusiones de las concepciones de los sujetos ya se han reportado con anterioridad (Martínez, 2020).
Metodología
El estudio contó con un diseñó cualitativo bajo el supuesto epistemológico de que la relación entre dinámica familiar y prácticas alimentarias se puede concretar en un amplio conjunto de realidades. Por ello, más que buscar el indicador objetivo que causa las prácticas alimentarias, el diseño fue orientado a la diversidad de aspectos involucrados en el consumo de alimentos en familia.
La entrevista en profundidad permitió captar aspectos clave del fenómeno sin requerir la presencia constante del investigador, además de explorar ámbitos previamente definidos y acordados, lo que facilita el desarrollo de la conversación (Creswell, 2014). El contenido temático de las entrevistas correspondió a la forma en la que se repartían las labores del hogar y las formas del manejo de la convivencia. De manera simultánea, la observación permitió completar y matizar lo señalado por las personas entrevistadas.
Como el nivel socioeconómico ha mostrado un efecto en las características corporales de los escolares, se buscó captar ese aspecto en los hogares, a partir de la escolaridad de los adultos, el tipo de empleo que desempeñaban y la localidad en que residían.
El análisis de la información se apoyó en el microanálisis, que supone examinar e interpretar de manera minuciosa, atendiendo a lo que se dice y cómo se dice, generando constantemente preguntas y comparaciones. La abstracción, la reducción y la relación de los diferentes códigos y categorías hacen posible la emergencia de explicaciones (Strauss y Corbin, 2002; García y Manzano, 2010), en nuestro caso desde el enfoque de la dinámica familiar, descrito antes.
En la selección de la unidad de análisis nos enfocamos en los arreglos residenciales en los que residen escolares, es decir con quién viven los niños y las niñas, más allá de las estructuras que prefiguran el contenido de las interacciones de los miembros del hogar.
Para la selección de participantes se siguieron dos estrategias. Se hizo la invitación a participar, dentro de un centro comunitario, tanto a varones como a mujeres que se hicieran cargo de la alimentación de niños y niñas. Quienes expresaron encargarse de ello fueron mujeres, entrevistadas en el mismo centro. Posteriormente, al resto de participantes se les contactó mediante “bola de nieve”, lo que propició un mayor rapport. Las entrevistas se realizaron en los domicilios de las participantes y solo una en una cafetería cercana.
El estrato socioeconómico se identificó en dos categorías. Los hogares de estrato popular obtenían el ingreso principal de empleos poco calificados e inestables que no requerían alta escolaridad y se ubicaban en la zona de Los Pedregales, un asentamiento con una historia de precariedad a la que sus habitantes le han hecho frente con organización popular, tanto civil como religiosa (Zermeño, 2005; Ramírez, 2007). Los hogares de estrato medio, percibían su ingreso principal de ocupaciones estables que requerían de escolaridad superior y se ubicaban en Villa Coapa, lugar con accesibilidad, cercanía de comercios, espacios de ocio y vigilancia (Giglia, 2002; López, 2007).
Las entrevistas se realizaron entre marzo y julio de 2015, presentando el entrevistador un self de incompetente aceptable (De la Cuesta, 2003) de joven estudiante, fuera del mercado laboral y aún sin hijos. La relativa ventaja de encontrarse fuera de las interacciones cotidianas de las informantes fue una oportunidad para abordar temas incómodos como violencia de pareja o falta de comunicación.
Todas las madres reportaron conocer la composición corporal de sus hijos e hijas, lo que permitió captar el dato sin presentar el tema, con la respectiva carga normativa que involucra (Yates-Doerr, 2013).
Las características de las 14 madres cuidadoras de escolares, de estrato socioeconómico popular y medio a las que se entrevistó, se resumen en la Tabla 1.
Aída | Rogelia | Carla | Estela | Magdalena | Lucía | Inocencia / Herminia | Sonia | Nelly | Jackie | Laura | Elena | Paloma | Margarita | |
Exceso de peso identificado | No | Si | No | Si | Si | Si | Si | No | Si | Si | No | Si | Si | No |
Edad materna | 28 | 45 | 33 | 45 | 32 | 38 | 34 | 38 | 39 | 39 | 43 | 46 | 38 | |
Edad paterna | 35 | --- | 35 | --- | --- | --- | 35 | 54 | 49 | 40 | 44 | 43 | ||
Número de escolares | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 | 2 | 2 | 2 | 1 | 1 |
Perceptores de ingreso | 1 | 2 | 2 | 1 | 2 | 2 | 4 | 2 | 1 | 2 | 1 | 2 | 2 | 1 |
Estado conyugal materno | Casada | Soltera | Casada | Casada | Viuda | Soltera | Viuda | Casada | Casada | Casada | Casada | Casada | Casada | Casada |
Arreglo residencial | Ambos padres | Madre y otros familiares | Padres y otros familiares | Ambos padres | Madre sola | Madre y otros familiares | Madre y otros familiares | Ambos padres | Ambos padres | Ambos padres | Ambos padres | Padres y otros familiares | Ambos padres | Ambos padres |
Empleo materno | --- | Empleada | --- | --- | Negocio | Empleada | Casa / Empleada | Profesora | --- | Asistente | --- | Administrativo | Diseñadora | --- |
Empleo paterno | Barman | --- | Empleado inestable | Empleado inestable | --- | --- | --- | Guardia | Administrador | Despacho | Burócrata | Burócrata | Diseñador gráfico | CFE |
Estrato socioeconómico | Popular | Popular | Popular | Popular | Popular | Popular | Popular | Medio | Medio | Medio | Medio | Medio | Medio | Medio |
Escolaridad materna | Técnica trunca | Primaria | Bachillerato tecnológico | Bachillerato | Secundaria | Secundaria | Primaria / Secundaria | Maestría | Licenciatura trunca | Preparatoria | Preparatoria | Licenciatura | Licenciatura | Preparatoria |
Escolaridad paterna | Secundaria | --- | Bachillerato trunco | Bachillerato | --- | --- | Secundaria trunca | Secundaria | Licenciatura | Licenciatura | Licenciatura trunca | Licenciatura | Licenciatura | Licenciatura trunca |
Integrantes del hogar | 3 | 3 | 6 | 4 | 4 | 6 | 5 | 4 | 3 | 4 | 4 | 5 | 4 | 4 |
Edad de los escolares | 8 | 11 | 11 | 8 | 9 | 11 | 8 | 11 | 10 | 10 y 9 | 7 y 10 | 10 | 9 | 8 |
Resultados
La Tabla 1 muestra una mayor diversidad de arreglos residenciales en el estrato popular, mientras en los hogares de estrato medio predominó el arreglo de pareja con hijos e hijas. A partir de los arreglos residenciales se clasificaron las situaciones, aspectos que permitieron organizar las formas en las que la convivencia como la división de tareas se reflejaron en las prácticas relacionadas con la alimentación que recibían niños y niñas. Dentro de esas situaciones se reconocieron algunas variaciones, a las que se llamó escenarios. Por supuesto, no se trata de categorías exhaustivas, pero permitieron organizar la exploración de la vida familiar, siendo susceptibles de refinamiento.
El análisis se presenta por separado para cada estrato definido, dando paso a una última sección en la que se desarrolla la discusión conjunta de las implicaciones de la organización del trabajo y de las formas de convivencia para las prácticas alimentarias que repercuten en la composición corporal de la población en edad escolar.
Estrato popular
Se identificaron dos situaciones. En la primera se buscaba el apoyo recíproco en las actividades, mientras que en la segunda predominaron roles indeterminados, lo que dio pie a diversos escenarios.
Situación 1: Ayuda mutua en roles bien definidos
Estela y Aída cohabitaban con sus hijos y su pareja, con una clara división sexual del trabajo donde el varón es el proveedor y autoridad, y la mujer desarrolla las labores domésticas y de cuidado. No obstante, tanto ellas como sus parejas buscan ayudarse entre sí.
Ambas señalaron que los varones cocinaban en sus días libres (descansos o fines de semana), predominando las cosas sencillas y rápidas (huevos, pasta, carnes y salsas). Además, en la preparación de alimentos y su adquisición, predominaban sus propias preferencias. Por su parte, la aportación de ellas al ingreso del hogar fue esporádica debido a la necesidad de atender a sus hijos. Aída relató: “tenía que estar yendo al doctor […] Y entonces me tuve que salir de trabajar” (comunicación personal, 2015). Estela, tuvo varios empleos en los que se llevó a sus hijas, para poner su “pequeño grano de arena”.
Ellas valoraban la ayuda de sus parejas porque no es obligatoria y porque aminoraba su carga. Su propia ayuda no parecía aminorar las dificultades económicas del hogar debido a que los patrones no pagaban, los precios aumentaban o los salarios se reducían.
Ello repercute en el ambiente alimentario del hogar, tanto porque las mujeres al tener participación laboral requieren de comprar los alimentos sin poder controlar sus ingredientes, como por el ingreso para acceder a la oferta alimentaria disponible (antojitos y alimentos industrializados).
El ambiente alimentario también se ve afectado por la incertidumbre sobre cómo incentivar comportamientos deseados en sus hijos e hijas. Aída comentó:
[…] no tanto con […] algo físico, sino como ‘estuviste muy bien, felicidades’. Y eso es algo que […] no me nace, no me es fácil el decir palabras alentadoras […] llega un momento en el que ya no tengo palabras que decirle […] luego su papá sí, él sí ‘vamos y te compro unas papas’. (Aída, comunicación personal, 2015)
Así, el ofrecer alimentos se convierte en una forma frecuente de expresar reconocimiento, como señaló Estela:
Bueno, si saca buenas calificaciones, le digo ‘¿qué quieres, te gustaría que te lleve al Burger King, al McDonald’s, se te antoja algo?’ Y ya me dice ‘ah, pues quiero esto’, y se le da. Si él [su esposo] no está, yo la llevo y luego le digo ‘felicita a tu hija, no sé, sacó el primer lugar o sacó un 9-10’. (Estela, comunicación personal, 2015)
Situación 2: Dinámicas ambiguas
Otro conjunto de situaciones, en el mismo estrato, agrupa a las mujeres en cuyos hogares se incumplían los roles sociales.
Escenario 1: Desentendimiento del padre de sus responsabilidades hacia el hogar
Carla cohabitaba con su madre, su pareja, un hijo adolescente y una hija escolar. Para las labores de casa se apoyaba en su mamá y sus hijos, lo que le permitió trabajar en un supermercado. Al enfermar gravemente de los riñones, tuvo que renunciar evidenciando la falta de contribuciones económicas de su pareja:
[…] el gasto, siempre es el pleito. ‘Es que tienes que darme gasto’, siempre me dice que sí, pero no me da. […] A lo mejor porque desde el principio yo trabajaba y nunca le pedí gasto, ‘por qué le voy a pedir si yo puedo solita’, decía, pero de ahí está que nunca me dio. (Carla, comunicación personal, 2015)
Cuando ya no pudo encargarse sola, la manutención provenía de los ingresos del puesto de antojitos que su madre atendía en la entrada de su casa y en el que colaboraba. Si bien el puesto de antojos podía exponer a la familia a una dieta abundante en grasas, para ellos cocinaba aparte y recurrían al negocio por alimentos sin procesar y poco procesados con alto contenido de fibra y proteína vegetal.
Aunque no aportaba gasto, su pareja proveía los antojos. Carla relató: “[sus hijos] siempre están, ‘mira ese Subway, se ve que está bueno’, o luego en la noche, ‘se me antojó una pizza’, porque esas sí las compra mi esposo, que los antojitos de la noche, tacos, él los compra” (comunicación personal, 2015). Cuando él preguntaba “¿qué vamos a comer ahora?”, de su propia respuesta dependían los alimentos consumidos, casi siempre carnes que él cocinaba.
Escenario 2: Apoyo en el cuidado sin apoyo en la formación
Cuando hubo participación de otros miembros del hogar para el cuidado de las hijas, también se encontró que dichos miembros atendían las necesidades de escolares, pero no se ocupaban de su formación personal.
Lucía siempre ha sido la principal encargada de la manutención de sus tres hijas, dos adolescentes y una escolar de 11 años: “aunque su papá vivía con nosotros, pues era como si él no estuviera” (Lucía, comunicación personal, 2015), señaló. Por ello, ha requerido del apoyo de sus padres y sus dos hermanas, que va desde compartir los gastos hasta encargarse del cuidado de sus hijas.
Este último aspecto da paso a diversos conflictos, sus horarios para las tareas, las actividades domésticas o la alimentación no se cumplían, lo que se debía, en palabras de Lucía, a la falta de supervisión de los demás adultos:
Así a veces toman sus decisiones, entonces yo no estoy y me dice mi papá: ‘pues es que son tus hijas y yo no puedo llamarles la atención ¿no?’. Y le digo que ellas están más tiempo contigo y con mi mamá, entonces también tienen derecho ustedes, por lo mismo. (Lucía, comunicación personal, 2015)
Su hermana, al responsabilizarla, generaba tensiones:
[…] me dice ‘[…] tú tienes la culpa porque no has puesto un hasta aquí, […] tú tienes que poner mano dura’ […] sí se me hace ahí muy difícil. Ella [la escolar] pues de plano no [hace caso], creo que es a la que más castigo […] a la que más luego le pego sinceramente. (Lucía, comunicación personal, 2015)
Ante las pocas oportunidades de convivir con ellas, después de ejercer violencia física tiende a compensarlas, generalmente llevándolas a la tienda o dándoles dinero para comprar golosinas.
Escenario 3: Desautorización de la madre
Otro escenario, también ambiguo, en el que las madres contaron con apoyo para los cuidados de los hijos, se presentó junto con falta de apoyo con la crianza.
Inocencia quedó viuda. Su pareja falleció cuando su hijo tenía 4 años. La familia de su marido la apoyó con la crianza, la manutención y el cuidado de su hijo. En los hechos, ambos están subordinados a la autoridad de Herminia, la abuela.
Su único nieto ocupa el centro de la vida familiar. Herminia lo dijo en los siguientes términos: “es que toda nuestra vida está enfocada en él, es lo único que tenemos, él” (comunicación personal, 2015). Esta centralidad en un hogar donde hay cuatro perceptores de ingreso, se refleja en la provisión de alimentos como forma de demostrar afecto. Aunque todos saben del exceso de peso del niño, los consumos nocivos siguen presentes. Según la abuela:
Es que come mucho pan […], mucha galleta, siempre ando peleando con su mamá, le digo ya no le compres […], luego en la noche le compra […] para que se tome la lechita. (Herminia, comunicación personal, 2015)
Pero al mismo tiempo reconoce:
Cuando llevo al niño [al supermercado] sí me dice “abuelita ¿me compras unas gelatinas?, abuelita ¿me compras un yogurt?” digo pues es comida, es algo que vas a comer, que vas a llevar uno diario a la escuela, se los traigo. (Herminia, comunicación personal, 2015)
La desautorización de la madre puede presentarse, aunque se trate de la jefa del hogar, como muestran los casos de Magdalena y de Rogelia.
Tras el fallecimiento de su esposo, las dificultades de Magdalena se vieron amortiguadas por una pensión que le permitió sostener a sus dos hijos. Con ese ingreso, ha mantenido funcionando una farmacia en lugar de trabajar para alguien más. Si bien la ausencia de su marido modificó el reparto de las labores del hogar, ella sigue sobrecargada. Aunque ella sigue considerándose la principal encargada de la comida, puede haber excepciones:
[…] los fines de semana es cuando pedimos opinión a todos, pero entre semana yo. […] el más grande [pregunta], ‘entonces, ¿tú qué quieres mamá?’, ‘pues a mí se me antoja esto’, pues eso. Y entonces él, como que lo que la mamá se le antoje, pero no, […] a mí no me gustan las hamburguesas, la verdad, […], pero si alguno de ellos dijo ‘vamos a comer hamburguesas’, ‘¿y tú qué quieres?’, ‘pues hamburguesas’. (Magdalena, comunicación personal, 2015)
La posibilidad de que el mayor complazca a la madre, pero también a su hermano menor, deriva de su reciente participación laboral.
Aunque ella se opone al consumo de pastelillos del menor debido a su exceso de peso, no puede evitar que los compre “[…] como ahora que ya se fue por el ‘gansito’, y ya se le dijo que no y ya se fue por ellos” (Magdalena, comunicación personal, 2015), esto mientras se desarrollaba la entrevista.
Ya sea por ceder ante las preferencias de los hijos o por las dificultades para limitar alimentos poco saludables, Magdalena ve limitada su autoridad frente a la alimentación del menor.
Rogelia también es jefa de hogar. Decidió separarse a causa de un conflicto que involucró una orden de restricción en contra del padre de su único hijo, aunque posteriormente ella misma ha buscado un acercamiento entre ambos en lugares públicos.
Entre su hermana y ella se organizan para realizar las labores de casa. Así lo habían hecho durante 15 años, desde que llegaron juntas de una localidad rural de Michoacán. En esos años consolidaron formas de organizarse en las que incluyen al escolar de 11 años.
La defensa constante por parte de la tía puede resultar en un manejo ambiguo de la disciplina, por ello Rogelia siente minada su autoridad: “yo hablo mucho con él, le digo ‘no porque tu tía te defienda o te apoye no tienes que hacer las cosas o tienes que ser grosero” (Sonia, comunicación personal, 2015).
Su hijo ha practicado karate desde los 3 años y medio, aun así, subió rápidamente de peso cuando tenía 7 años. Rogelia se extrañaba: “es un misterio, mi hijo”, aunque reconoce: “Es que afuera de la escuela hay muchos puestos de cosas, luego cuando sale y trae dinero, va y se compra las palomitas o unas papas”, pero desecha esa posibilidad, señalando: “desde bebé era así” (Rogelia, comunicación personal, 2015).
El incremento de peso de su hijo a los 7 años puede relacionarse con el ingreso a los 6 años a la primaria. El hecho de que Rogelia no pudiera recogerlo y que su hermana lo hiciera solo esporádicamente, limitó la supervisión de los alimentos del escolar y, con ello, que estos contribuyan a una acumulación de peso que se hizo notoria meses después.
Estrato medio
En los hogares de estrato medio, aunque la negociación de tareas es relativamente más fácil, existieron tensiones basadas en nociones tradicionales de familia.
Situación 1: Esfuerzos orientados a la equidad con la pareja
Sonia corresidía con su hija escolar, su hijo de 2 años y su pareja. Suele tener muchas actividades, tanto para el desarrollo de habilidades propias, para atender a la familia, para el mercado laboral y para la mejora en el desempeño escolar de su hija de 11 años. Realizarlas se facilita por la participación de su pareja en las labores de casa. Él tiene jornadas de 24 horas de trabajo por 24 horas de descanso y cada tercer día se puede encargar del hogar:
Mi esposo es guardia de seguridad, […] Los días que él se queda, él hace de comer y todo lo que tenga que hacer, va por mi enano y todo. Los días que no está, yo lo hago, hago de comer y así. (Sonia, comunicación personal, 2015)
A Sonia le parece que los quehaceres podrían quedar mejor, cuando los hace él. Con la alimentación es similar. Si bien acuerdan qué se va a comer durante la semana, la preparación depende de quien cocine: “Él casi hace puros fritos, cocinados rápidos, sopa y eso. A veces va por un Tang y ya le echa el agua. Yo no, la hago con fruta, hago ensalada y él no” (Sonia, comunicación personal, 2015). Si bien ambos han desarrollado un mapa de la oferta alimentaria cercana, salir a comer depende de que él esté en casa. Otro aspecto crucial, en el que interviene él, es en el consumo de refresco:
Su papá consume refresco, ¡pero él! Antes […] yo iba los fines de semana [a trabajar] y luego yo venía y ahí estaban sus cocotas. […] así que consumamos como familia no, su papá sí consume. (Sonia, comunicación personal, 2015)
Puesto que ambos padres trabajan su hija come sola entre semana, lo que reduce el modelaje del tamaño de las porciones, pues Sonia considera que come muy poco.
Situación 2: Dinámicas con orientación tradicional
Una segunda situación que identificamos dentro del estrato medio fue aquella en la que se seguía el modelo tradicional de género en el reparto de tareas.
Escenario 1: Tensiones por la formación de los hijos con la abuela
En el hogar de Elena, además de su pareja y sus hijos, habita también su mamá. La abuela se encarga de la comida diaria, ella de la limpieza de la casa y —junto con su pareja— de las compras.
Su pareja muestra disposición para “ayudar”, pero ella considera que no sabe y que “no está acostumbrado”. La duración de su jornada de trabajo es otro obstáculo, pues la mayor parte del día está fuera del hogar.
La abuela, al participar en la crianza de sus nietos, ha tenido conflictos relacionados con la alimentación:
[…] hubo problema porque me dice ‘es que tú la consientes’ [y no come], no, es que tampoco me gusta que esté chillando y a final de cuentas se lo va a comer y le va a caer mal, porque es algo que no le gusta. ‘Pues entonces que no se lo coma’. Se enojó, terminó chillando esta niña y yo terminé también regañándola por esa cuestión de que hizo el conflicto. (Elena, comunicación personal, 2015)
Al promover que su hija pruebe otras comidas se hace énfasis en los beneficios para la vida social que recién va construyendo, más que en los aspectos nutricionales o de salud:
[…] ahora ha estado yendo a las casas de las amiguitas, ‘¿qué vas a hacer cuando llegues?’ y ‘ay es que esto no me gusta’, ¿me puede hacer un huevo revuelto?’, como que no ¿verdad?, ‘tienes que aprender a comer y probar de todo’. (Elena, comunicación personal, 2015)
Por otro lado, Elena se preocupa por balancear la comida, lo que supone la inclusión y exclusión de diferentes productos: “comen verdura, comen fruta, toman leche, no toman refresco” (Elena, comunicación personal, 2015).
Si bien su hijo adolescente ha mostrado ya algunos indicios de exceso de peso, la escolar se ha mantenido delgada, en ello puede estar jugando un papel la reducción significativa que han tenido en la actividad física.
Escenario 2: Distanciamiento paterno de las labores domésticas y de cuidado
En los hogares en que los padres se involucraban de forma limitada en el trabajo doméstico, se encontraron diversos matices entrelazados con la condición de actividad laboral de la madre.
En el hogar de Laura, ella señala la voluntad de su pareja por participar en los quehaceres, pero se lo impide su horario laboral, solo ayuda al mayor de sus hijos con su tarea al llega a casa. Por lo mismo Laura, dedicada al hogar, es la principal encargada de alimentar a los hijos, controlando la ingesta de “chatarra”, pero reservando un momento de la semana para comer golosinas, generalmente el fin de semana que conviven con su padre.
En los hogares de Jackie y Paloma, ambas con ocupación extradoméstica, corresiden sus parejas y sus hijos, sin ningún otro familiar. Ambas, además, se encargan de las labores domésticas, experimentando una sobrecarga. Jackie afirmó que ella trabaja más que su pareja “aunque [él] tenga su título”, mientras que Paloma caracterizó la situación de su hogar como un abuso.
Al reflexionar sobre esas desigualdades, Jackie señaló: “te enfermas y eres la última que sales […] y ¿pues qué haces?, ni modo de tirarte en la cama, yo siento que la mamá es la parte más importante de todo, el núcleo del matrimonio” (comunicación personal, 2015). El desempeño de las labores, que tradicionalmente se reconocen como femeninas, es profundamente satisfactorio si a la par se desarrollan las tareas remuneradas.
El distanciamiento de los cuidados de sus hijos tuvo en la pareja de Paloma una manifestación extrema, buscó eximirse del trabajo de cuidado, señalando “yo por eso pago”, tanto por algunas labores de aseo de la casa como por la compra de comida rápida.
A los dos hijos de Jackie y el menor de Paloma, los tres en edad escolar, se les diagnosticó exceso de peso, ya fuera como parte de los exámenes médicos para ingresar a la escuela o como chequeo rutinario. Al reflexionar respecto a las causas, Jackie apuntó a la interrupción por tres años de las actividades físicas que desarrollaban y que retomarían. Por su parte, Paloma, asociaba el problema con el tipo de alimentación que propiciaba su marido —además de pizzas—: “Si iba con el papá al Oxxo, el papá llegaba con el café y un paquete para él y un paquete para el niño, entonces el niño se comía las seis galletas” (Paloma, comunicación personal, 2015). Pero una vez que su pareja entendió las consecuencias de los consumos que promovía, estos se redujeron. En ambos casos parece que el identificar una situación como riesgosa dio paso a buscar soluciones.
Escenario 3: Proveeduría como principal rol paterno
En los hogares de Margarita y Nelly fue particularmente notorio el papel de los padres como proveedores. En ellos cohabitaba la pareja con sus hijos, además las madres no desempeñan labores extradomésticas. Ambas aceptan con cierta naturalidad un reparto de las tareas diferenciado por género. Margarita reconoce, con un dejo de orgullo, el que su pareja se encargue de la despensa desde que están juntos:
[…] él siempre era así que iba al súper y que traía un paquete de jabón, una caja de galletas, a lo que él tenía, a lo que a él le alcanzaba. Y ahorita lo que hace es que ya no se fija y puede traerte dos, tres cosas de lo mismo. (Margarita, comunicación personal, 2015)
Esa proveeduría, durante el fin de semana, jugaba un papel clave en la convivencia de toda la familia:
[…] en viernes que llega el papá y así de se me antojaron unos taquitos, ¡ah pues vamos! Mi hijo los viernes sale […] y le marcamos, ‘vamos a traer algo de cenar ¿qué quieres?’, que unos hot dogs, que una gelatina o… ‘¿ya no tardas?, vamos a ir a comprarlos y ya te vienes para acá’, ‘sí mamá’. Llegamos y ponemos la mesa y cenamos todos. Ahora sí que todos en familia. (Margarita, comunicación personal, 2015)
Esa predisposición al gasto enfocado en alimentos resalta para Margarita como una muestra de la abundancia que les procura su esposo, e implícitamente refleja una mejoría económica.
Nelly reconoce que tiene la mayor parte de la carga de trabajo del hogar, pero al final esa distribución es aceptada: “yo no tengo quién me haga el aseo, porque a mí no me funciona, solo es una situación extra, y a mi esposo tampoco, entonces preferimos hacernos cargo nosotros” (Nelly, comunicación personal, 2015), aunque es prácticamente nula la participación de su pareja. Esto, a pesar de que los nutriólogos consultados recomendaron su apoyo en las acciones para controlar el peso de la niña:
Dos de esos nutriólogos citaron a mi esposo. ‘Sácala, ya no la lleves’ [respondió él]. La nutrióloga me había dicho: ‘la niña va a seguir comiendo sin control mientras ustedes sigan teniendo alimentos que ella no puede comer. Entonces usted va a tener la tarea de evitar que esos alimentos estén en casa, de que la niña no los vea, porque si no es nadar contra corriente’, bueno eso fue cuando la niña tenía 5 años. (Nelly, comunicación personal, 2015)
Un fuerte obstáculo para ello fue que la compra de esos alimentos es parte de su labor como padre: “él no deja de comprar… parece que nos tiene en engorda, así era su papá, él mientras tenga el refrigerador lleno son felices, eso es su concepto de un buen papá” (Nelly, comunicación personal, 2015). Pero si bien la compra de comida generaba conflictos, eran las salidas a comer una forma de eludirlos y de propiciar que su hija estuviera contenta:
Disfrutamos también salir a comer fuera, pues, de alguna manera los momentos así sí procuro que sean de calidad. Si tenemos una diferencia o asunto pendiente, ya que la niña está en su cuarto, retomo la discusión. […] mi hija está contenta con sus papás. (Nelly, comunicación personal, 2015)
Discusión
La evidencia recabada en la investigación es consistente con algunos hallazgos reportados en las diferentes aristas que convergen en el tema analizado, además de agregar algunos aspectos novedosos de procesos previamente documentados.
Uno de los aspectos más notorios se relaciona con el alcance del papel de la proveeduría de alimentos como el aspecto central de la paternidad, aportar el gasto familiar, así como adquirir los alimentos parece responder a “la obligación de conformar un hogar que depende de ellos y cumplir cabalmente con la responsabilidad de asegurar el bienestar material de la familia” (Rojas, 2012, p. 86).
Lo anterior supone que el cumplimiento de esa obligación esté sujeto a las habilidades adquiridas en la socialización de género. Cuando los varones fueron responsables de la alimentación resolvían la situación de la manera más práctica posible (sirviendo cereal para desayunar o preparando alimentos rápidos). También fue recurrente la compra de alimentos de escaso valor nutricional que se fundamentan en sus propias preferencias.
La participación de los varones en la forma señalada, con todo, muestra tenues cambios que involucran formas de mostrar afecto y reconocimiento,así como de manejar la disciplina. Ambas dimensiones están en un momento crucial de cambios en las relaciones familiares. Desde los años noventa, algunos estudios muestran un proceso de cambio que puede resultar en tensiones y desconcierto respecto a las formas más adecuadas de orientar los comportamientos de los hijos (Gutmann, 2002; Carrillo, 2015).
Un proceso que persiste en su impacto en la salud de la niñez es el efecto nocivo de las tensiones entre suegra y nuera (Bronfman, 2000; Echarri, 2003). Se documentaron diversas tensiones con la madre, tanto por no poner límites a los hijos e hijas, como por actuar por encima de su autoridad. Si bien hubo acuerdos sobre los alimentos más adecuados, los conflictos se suscitaban porque persistía el ofrecimiento de dulces y golosinas como una forma de obtener afecto u obediencia. En el caso de Inocencia y Herminia, la suegra, hace señalamientos a la nuera, sin cumplirlos ella misma. Así, al final el nieto tenía acceso irrestricto a sus antojos.
Las formas de interactuar con niños y niñas reflejaron la persistente influencia de los medios masivos y, a partir de ellos, de esquemas desarrollados para impulsar el consumo desde edades tempranas (D’Silva et al., 2007). Así, ofrecer los alimentos o lugares publicitados es valorado como una forma de complacer, como con el hijo de Carla o la hija de Estela.
El esquema de maternidad intensiva centrado en la niñez (Hays, 1998), persistió en las participantes empleadas de ambos estratos, pues si bien tuvieron como fuente de reconocimiento y autoestima la realización de actividades para su descendencia, también enfrentaron las exigencias de reprimir y ocultar los estragos de las diversas cargas de trabajo que forman parte del ideal de “súper-mujer” (Lagarde, 2003; Arango, 2010). A la par, perdura también la idea de que los varones no son aptos para desempeñar tareas de cuidado que ya se ha reportado en la literatura (Mena y Rojas, 2010; Figueroa y Flores, 2012).
Si bien la participación laboral de las mujeres en general supone obstáculos sociales y culturales (Rocha y Cruz, 2013), existieron notables diferencias derivadas del estrato socioeconómico. En el estrato medio se buscaba activamente el reconocimiento ante el trabajo realizado, además de obtener recursos que le pueden permitir vacacionar o esparcirse los fines de semana. Mientras que, para las madres del sector popular, el sentimiento de satisfacción era menor, pues los esfuerzos siempre eran insuficientes para lograr holgura económica. La precariedad que envuelve al sector popular hace de la aportación femenina al gasto una “ayuda” siempre insuficiente como ha reportado Rojas (2010), mientras la ayuda de los varones es apreciada porque excede sus obligaciones de proveer.
Conclusiones
El presente artículo da cuenta de diversos mecanismos involucrados en la alimentación en los escolares que derivan de la repartición del trabajo y las formas establecidas de convivencia. En primer lugar, de forma contraintuitiva la socialización de género de los padres redundó en una intensa participación en el tipo de alimentos que se consumían en el hogar, como una forma de proporcionar los gustos a los hijos, así como de reclamar el estatus de un buen proveedor.
Las transformaciones de la afectividad impactaron también en un mayor uso de alimentos, dulces y golosinas para procurar los comportamientos deseados, pero sin restricciones derivadas de su efecto dañino verificado por personal de salud.
Así, los efectos dañinos del consumo de golosinas no eran desconocidos, pero eran ignorados en función de tener el control del comportamiento de hijos e hijas. Solo eran motivo de conflicto cuando eran otros familiares los que hacían uso de la comida como instrumento.
Ante exigencias fuertes a las madres por procurar una alimentación adecuada para la niñez, independientemente de la contribución al gasto del hogar, contrasta el reconocimiento que envuelve a la participación paterna en las labores del hogar. Parte de ello contribuye a diluir las repercusiones que tienen sus acciones tanto en la crianza como en la salud infantil, así como la obligación de participar en la atención de esos aspectos.
El estrato socioeconómico de pertenencia también definió algunas particularidades para atender la alimentación en los hogares donde residían escolares. Si bien los alimentos industrializados y de alto contenido calórico fueron apreciados y consumidos por familias de ambos estratos, el acceso a estos estuvo favorecido por la existencia de más de un ingreso, para el estrato popular.
En lo que se refiere a las tareas de cuidado, en los hogares populares estuvieron repartidas entre varios familiares —debido a los arreglos residenciales—, mientras en los del sector medio recayeron casi exclusivamente en la madre, aun si trabajaba fuera del hogar. Con ello, se agudizaba la escasez de tiempo para controlar la calidad de la alimentación, especialmente en relaciones de poder donde el padre incluso obstaculizaba pautas de consumo más saludables.
Finalmente, es notorio que algunos de los hijos e hijas de las mujeres entrevistadas que presentaron exceso de peso recibieron atención, e incluso mostraban mejoría. Dicha atención pareció más efectiva entre menor fue el conflicto que la acompañaba y, por tanto, más recursos se encaminaran a ello, lo que refuerza la importancia de la convivencia para atender las condiciones de salud de la infancia. La preocupación por la salud y la composición corporal de niños y niñas fue más común en los hogares del sector medio. En los hogares del sector popular donde se seguía una dieta más tradicional, parecían prevalecer modelos heredados, más que el cuidado de la nutrición. En la investigación que se presenta se reconoce una serie de limitaciones que quedan como aspectos por precisar y refinar en posteriores esfuerzos investigativos. En primer lugar, los testimonios recopilados provienen de la perspectiva de las madres. Si bien hubo participaciones esporádicas de algunos varones, el foco se ubicó en quien se hiciera cargo de la alimentación. Es necesario recuperar también su perspectiva.
Del mismo modo, la investigación con la infancia puede arrojar datos valiosos, que no fueron recuperados en este ejercicio. Finalmente, el diseño indagaba el papel de los arreglos residenciales y del nivel socioeconómico, pero se situó en un ámbito urbano dentro de la región centro del país. Una exploración del contexto rural, además de otras regiones, podría aportar hallazgos importantes.
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Notas
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